Marx aborda el estudio del modo de producción capitalista a partir del
análisis de la mercancía. Marx resalta de entrada, y esta es una aproximación tradicional en toda la economía clásica, que la mercancía tiene dos dimensiones: es al mismo tiempo un valor de uso y un valor de cambio. El primer polo resulta de que la mercancía debe satisfacer una necesidad final para quien la adquiera; en otros términos, debe poseer un valor de uso que se realiza en el consumo. Esta utilidad de la mercancía reside en sus propiedades físicas: son las cualidades objetivas de un bien las que le hacen apto para satisfacer una necesidad determinada. Así, si el valor de uso se realiza en la relación (subjetiva) entre el hombre y las cosas, no es menos importante que este valor encuentra su fuente en la naturaleza (objetiva) de las cosas. Sin embargo, el valor subjetivo de un bien para un individuo concreto (en el uso) es algo imposible de cuantificar y, en consecuencia, de comparar con lo que vale otro bien para el mismo individuo y, mucho menos, con lo que vale el mismo bien para otro individuo. Como consecuencia de lo anterior, para Marx, como para toda la tradición clásica, la utilidad no guarda relación inmediata con el intercambio: "el intercambio de las mercancías es evidentemente un acto caracterizado por una abstracción total del valor de uso" (El Capital, capítulo 1)
Pero en el modo capitalista de producción, los bienes no se producen para
satisfacer una necesidad inmediata, sino para su venta en el mercado; por ello el capitalismo convierte los bienes producidos en mercancías, es decir, les atribuye un valor de cambio. Este razonamiento nos conduce directamente a la primera gran cuestión: ¿en qué reside la causa del valor? Si hacemos abstracción del dinero, considerado como un simple medio de cambio, el valor de cambio aparece como un tipo de cambio, es decir como la proporción según la cual se intercambian entre sí valores diferentes de uso. Según Marx esto no es más que una impresión, que no debería llevarnos a extraer conclusiones equivocadas. Si el intercambio puede transformar en relación cuantitativa dos utilidades imposibles de medir, es porque las mercancías comparten un elemento común, y ese elemento común es cuantificable. Si dos valores de uso son cuantitativamente equivalentes, es sólo porque poseen una propiedad común susceptible de ser medida. Este elemento común cuantificable es el tiempo de trabajo. A pesar de su diversidad, todas las mercancías comparten la propiedad de ser productos del trabajo humano y es el trabajo humano el que confiere al producto su valor de cambio. La substancia del valor de cambio, es el trabajo, y como el trabajo es cuantificable (por el tiempo) el valor de cambio es también "medible". EJEMPLO