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hispanoamericana, fue el primer presidente de Bolivia, nació en Caracas, Venezuela el 24 de julio de 1783, en medio de
una familia de origen vasco, formado en base a leyendas de pensadores de la ilustración como Locke, Rousseau, Voltaire,
Montesquieu y otros.
Fue fundador de la Gran Colombia y una de las figuras más destacadas de la emancipación americana frente al Imperio
español. Contribuyó de manera decisiva a la independencia de Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela.
Asumió la presidencia en cuanto llegó al país y gobernó por cuatro meses.
El título honorífico de Libertador le fue concedido en 1813, por el Cabildo de Mérida en Venezuela. Participó en la fundación
de la Gran Colombia, nación que intentó consolidar como una gran confederación política y militar en América, de la cual
fue Presidente. Bolívar es considerado por sus acciones e ideas el "Hombre de América" y una destacada figura de la
historia universal, ya que dejó un legado político en diversos países latinoamericanos, algunos de los cuales le han
convertido en objeto de veneración nacionalista. Recibió honores en varias partes del mundo a través de estatuas o
monumentos, parques, plazas, etc. Asimismo, sus ideas y posturas política-sociales dieron origen a una corriente o postura
llamada Bolivarianismo.
Entre los actos administrativos de Bolívar está la creación de la contaduría para el manejo de los fondos públicos y se
encargó a Simón Rodríguez confeccionar un proyecto educativo. Abolió el tributo indigenal y prohibió que los originarios
fueran obligados a prestar servicios contra su voluntad. Pese a lo positivo de esta disposición tuvo que derogarse en tiempo
de Sucre, pues la economía se sustentaba con este tributo. Otra medida fue la abolición de los cacicazgos y privilegios de la
nobleza indígena.
Determinó que el puerto Cobija fuera denominado puerto La Mar en homenaje al general de este nombre y que fuera
considerado el principal puerto de la república.
Protagonista de varias revoluciones en Venezuela, venció a las tropas realistas españolas en la batalla de Boyacá (1819),
que dio la independencia al Virreinato de Nueva Granada (la actual Colombia). Elaboró una Constitución para la nueva
República de Colombia, que englobaba lo que hoy son Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá; fue elegido presidente de
ésta "Gran Colombia". Se puso al frente de la insurrección del Perú. En 1824 obtuvo la más decisiva de sus victorias en la
batalla de Ayacucho, que determinó el fin de la presencia española en Perú y en toda Sudamérica.
Abandonó el país en diciembre de 1825, considerando que llegó en agosto de ese año tenemos que concluir que estuvo en
Bolivia escasamente cinco meses. El Libertador Simón Bolívar falleció el 17 de diciembre de 1830, a los 47 años de edad,
en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta.
La personalidad de Simón Bolívar… periodista, general y libertador
por Lig.
Simón Bolívar en un retrato cuando era apenas general brigadier
Escribía Bolívar en 1817 a su amigo don Fernando Peñalver: “Sobre todo mándeme usted de un modo o de otro la
imprenta que es tan útil como los pertrechos”. Y estas líneas revelan una de las preocupaciones del Libertador: el
periodismo. Hombre multiforme, él fue su propio periodista e inspirador y protector de periódicos, en su cruzada por la
libertad sudamericana. Y como buen periodista, padeció la calumnia por sus propias ideas, y sólo se atuvo a la fuerza
polémica de su escrito para defenderse de los ataques adversos.
Una de sus preocupaciones principales, se refería al cuidado por la ligereza de algunos escritores, que para conseguir
un movimiento inmediato de opinión, no se detenían a considerar las complicaciones de una política internacional en
desarrollo. Un ejemplo de esto se encuentra en el incidente con el director de la Gaceta de Caracas, quien con celo
excesivo criticó al gobernador de Curazao. Sucede que este funcionario, hizo honores militares al general Monteverde,
contra quien combatía el Libertador. Apasionadamente, el redactor de la Gaceta comentó el acto del inglés, gobernador de
Curazao, con excesiva dureza. Bolívar, no obstante su situación de revolucionario, supo establecer una clara distinción
entre los combatientes y las naciones neutrales: “Está mandado por todas las ordenanzas del mundo civilizado; y es el uso
constante de las naciones, tributar a los jefes militares y ministros diplomáticos extranjeros, los honores que les
corresponden; y bajo este concepto no hizo más que llenar un deber de su autoridad el gobernador de Curazao,
haciéndolos a un general español”. Y hemos destacado este asunto, porque Bolívar procede al contrario de lo que
frecuentemente se ha visto en un caso semejante: respeta el protocolo y el trámite diplomático, entiende que aunque él
tiene dominio sobre una parte de Venezuela, sobre la otra lo tiene verdadero el gobierno español, y con un alto sentido del
derecho y las costumbres internacionales, reconoce la obligación que el extranjero tiene de rendir homenaje al gobierno de
España, por más que sea combatido por Bolívar y sus tropas. Esta altura de ideas, se ha perdido más tarde en una forma
absoluta.
Dentro del ideario liberal que en esta época profesaba y que más tarde rechazó –era el año de 1814–, un postulado
indiscutible era el de la libertad de imprenta. No para evitar polémicas, ni para suprimir ataques contra su persona, que
siempre respondió, sino para evitar abusos y malas interpretaciones, dictó una Ley de Imprenta cuyos puntos
fundamentales los resume una carta de Muñoz Tébar, desde el cuartel general de Bolívar en San Mateo:
“…ha resuelto –Bolívar–: 1º que no se inserte documento alguno oficial en la Gaceta si no se dirige a usted por la
secretaría de estado, y con la orden especial que se comunique del Libertador para su publicación; 2º que no se den
noticias relativas a la guerra en ambos continentes, si no se extractan de documentos oficiales, y no sobre rumores o avisos
particulares; 3º que sobre los procedimientos de los demás gobiernos no se hagan reflexiones en la gaceta sin consultarlas
antes con la misma secretaría de estado, para la previa aprobación del Libertador; no sea que se ataquen los mismos usos
o principios que rigen a las naciones. No es esto coartar la libertad de la prensa, ni disputar a usted el gobierno la propiedad
de su gaceta. Le es permitido manifestar en ella las opiniones que quiera, si no comprometen el crédito de la república con
sátiras contra las autoridades de las naciones más respetables”.
Esto es un verdadero llamado a la responsabilidad del periodista, a la objetividad: si se mencionan las órdenes del
gobierno, que se mencionen oficialmente; si hay una referencia a los conflictos del exterior, que no sea ni el rumor, ni el
“aviso” particular el que sirva para el comentario, sino la declaración oficial: en esto vuelve a parecer el respeto de
verdadero civilizado que tenía el Libertador para los extranjeros, y además su nimio cuidado para que los “usos y principios
que rigen” en otras naciones, no sean atacados invocando pretextos como el que mencionábamos arriba.
Por este cuidado de Bolívar, podemos imaginarnos el pésimo efecto, verdaderamente doloroso, que le producirían los
ataques en los periódicos de los pueblos que él quería liberar. No otra cosa puede pensarse al leer un fragmento de su
carta al Gran Mariscal del Perú, don José de la Mar, de 1822, en la que le dice:
“mucho siento tener que indicar a usted de paso que las imprentas de Lima no me tratan tan bien como la decencia
parecía exigir. Quiero suponer que mi conducta o la del gobierno sea viciosa, no basta, sin embargo, esta causa para
empeñarse entre naciones amigas en increpar la una a la otra sus defectos. Colombia ha podido juzgar con desaprobación
a algunas operaciones de los gobiernos americanos; y Colombia se ha abstenido de la murmuración porque su gobierno ha
influido de modo que ha impedido el uso de una arma que no es dado a todos manejar con acierto y justicia”. Luego
suplicaba al amigo que impidiera el abuso que se estaba cometiendo con él, antes de que tuviera que tomar otras medidas,
ya que “no es de razón que la moderación de Colombia se retribuya con ultrajes”.
Y estos sucesos, unidos a los ataques desconsiderados que prodigaban los periódicos apenas estaban un poco fuera
del control directo del Libertador, a veces lo hacían reflexionar sobre los riesgos inmensos de una libertad de prensa sin
límites, como la preconizaran los principios liberales y la reclamaran en todo tiempo los demagogos:
“Lo que usted dice del Anglo-Colombiano” –escribía el entonces subordinado Santander– “lo digo yo de todos los
escritos que salgan en lo futuro a probar si hay libertad de imprenta. Ahora se habla de leyes, mañana se hablará de
personas, pasado mañana será de castas, y el día siguiente será de muertes” (Guayaquil, 13 de agosto de 1822).
Pero Bolívar también se tenía que preocupar por algo más que por la sola apreciación política sobre los periódicos. Iba a
ser impulsor y consejero técnico mientras combatía al frente de sus ejércitos en todas partes. Y le daba gusto el adelanto de
la prensa y ocupaba su tiempo en hacer sugestiones y en felicitar a los buenos redactores. Así, una carta de Pasto –14 de
enero de 1823–, al mismo que recibiera la anterior, dice:
“He visto los papeles públicos: todo anuncia que prosperamos, que la España decae, que la opinión pública se mejora
en todas direcciones internas y externas. Me parece que la libertad de imprenta, que tanto nos ha molestado con su amarga
censura, al fin nos ha de servir de triunfo. Muy bien habla La Indicación y muy agradecido estoy a su redactor; felicítelo
usted de mi parte por sus principios rectos y luminosos. El Correo de Bogotá tiene cosas admirables, me divierte infinito, no
tiene más defecto que su monotonía de cartas; parece una correspondencia interceptada. Dígale Ud. al redactor que
anuncie al público que no dará más los artículos remitidos en forma de cartas, sino que los encabezará con un título de su
contenido. No hay diario en el mundo que tenga la forma del Correo de Bogotá. A todas las cosas se le deben dar las
formas que corresponde a su propia estructura, y estas formas deben ser las más agradables para que capten la
admiración y el encanto. Mucho importa que ese diario que tiene tan buenos redactores, trate las materias de un modo
regular y periodístico”.
Este periódico está subrayado en el original y lo que dice el Libertador, es una verdadera lección de periodismo, dada
combatiendo en los Andes, junto a las volcanes y los torrentes primitivos: buenas “cabezas”, indicando el contenido del
artículo: una presentación atractiva, para que el lector busque su periódico: vida y movimiento, que no pudo indicar sino con
el vocablo insustituible, poderosamente indicado: estilo periodístico. Y esto, mientras le preocupaba la guerra y el ascenso
de los generales y la paga de los soldados y los nuevos reclutamientos y la organización de los gobiernos. A Bolívar, el otro
tuberculoso ilustre entre los generales, se le podía permitir entonces lo que escribía:
“yo me confieso rendido y voy a descansar mis huesos a donde pueda, y llevándome la satisfacción de no haber
abandonado la república, pues que dejo a Ud. que es otro yo y quizás mejor que yo” (Ibid.). Todavía le faltaban algunos
años para ese descanso, que llegaría sólo con la muerte.
Otra carta, dos años más tarde, al general Tomás de Heres, fechada en 14 de agosto en Copacabana, entre los mil
asuntos que trata, dice del estilo de una refutación:
“La refutación a Brandsen me ha parecido muy bien; está bien escrita en general y tiene rasgos magníficos, picantes y
crueles. No me parece que tiene otro defecto sino el de falta de dignidad en algunas expresiones… para la sátira más cruel
se necesita nobleza y propiedad como para el elogio más subido. Vea Ud. el aire agresor que Dios le ha dado tiene toda la
belleza y toda la acrimonia que se necesita para este estilo; otros pasajes son igualmente hermosos. El papel está
brillantemente escrito y con muy pocas correcciones sería perfecto”. Y luego pasa a referirse menudamente a cuestiones
periodísticas:
“El Observador en un pequeño cuaderno no está bien, mejor aparecería en un pliego entero. El nº 29 no tiene variedad
ni noticias, que son las que interesan. Los negocios legislativos deben ser comunicados y las columnas deben ir divididas
en este orden: Noticias extranjeras, Noticias del país, asuntos políticos o legislativos, Variedades, &c. &c., y lo que sea
literario o negocios de algún interés mayor, que no pertenezca a dichos artículos. Después se pueden poner estos otros
artículos (sic.): Curioso, Estupendo, Notable, Gracioso, Escandaloso y otros títulos como estos que llamen la atención del
público y correspondan a esos títulos. Todo el papel debe estar dividido en sus diferentes departamentos, digámoslo así. Si
se trata de hacienda, hacienda, si trata de rentas, hacienda. Si trata de Fernando VII, tiranía o fanatismo, según sea el
negocio. Si trata de un hecho raro o desconocido se pone: anécdota estupenda, curiosa o escandalosa, según sea. Los
artículos deben ser cortos, picantes, agradables y fuertes. Cuando se hable del gobierno, con respeto, y cuando se trate de
legislación, con sabiduría y gravedad. Yo quiera que se proteja un periódico, pero no aparezca Ud. como principal, más bien
que sea el gobierno o Larrea, o un amigo; pero que se organice con elegancia, gusto y propiedad. Pídale usted dinero a
Romero para proteger las letras”. Y luego habla de los movimientos de las divisiones de sus ejércitos y de las intrincadas
relaciones de Brasil con Buenos Aires.
Y no sólo atendía a la parte literaria del periódico, con la precisión que ya hemos referido, sino a la parte material, de
corrección y presentación. También en esas cartas innumerables y entre otros mil asuntos graves, aparece el periodista:
“Ya que hay tan poco papo] para la Gaceta”, –escribe de Huamachuco el 28 de abril de 1824– “ésta debería tener un
margen más pequeño para que cupiese más”; y en otra, verdadero editor indignado, escribe: “Remito a usted El
Centinela que está indignamente redactado, para que Ud. mismo lo corrija, y lo mande de nuevo a reimprimir, a fin de que
corra de un modo decente y correcto. Despedace usted esta infame Gaceta, para que quede mejor. La divisa está
indignamente colocada. La contestación, &c., en letras mayúsculas. La puntuación corregida: las impropiedades destruidas,
todo rehecho”. Esta misma preocupación por la buena presentación de los periódicos, que por otra parte correspondía al
buen gusto y elegancia del Libertador, la vemos en otra carta que desde El Rosario envía en 1820 a Santander:
“La Gaceta es muy chiquita; no contiene nada; sobran materiales y sobra (sic) buena imprenta. Hágale usted quitar el
jeroglífico; póngale usted por título Gaceta de Bogotá y que se llenen las columnas con los caracteres más pequeños que
haya; pues si es preciso, que se compre la imprenta, o se emplee la de Lora por contrata. Este es un lujo de los gobiernos y
es una indecencia lo contrario. Nuestra Gaceta no se puede presentar en ninguna parte por su tipografía. También se
puede ahorrar Libertad o Muerte: todo eso huele a Robespierre y a Cristóbal que son dos extremados demonios de
oposición a las ideas de moderación culta. La fortuna nos ahorra la horrible necesidad de ser terroristas”. Muy
frecuentemente se refiere en sus cartas al problema de la presentación material de los periódicos, a su limpieza tipográfica,
a su forma exterior. Cuando ésta no aparece, es que hay una causa superior que apenas hace que se disimule el defecto.
Así, de su periódico de campaña, el que editaba en el campamento de Huamachuco, en los Andes, en una imprenta portátil
y con soldados-tipógrafos, puede decir:
“Para que Ud. vea que en Huamachuco se sabe mejor las cosas que en Bogotá, le mando a Ud. ese periódico del
ejército. Muy mal impreso está, pero las noticias son exactas y nuevas”.
Ese periódico, como todas las cosas que hacía, era uno de los amores del Libertador. En él había puesto cariño,
vigilancia y esfuerzo, como en toda su obra. Quizá –esto no lo dice– inclusive mucha parte de la información había sido
redactada por él mismo, en el cuartel general, a la luz vacilante de las antorchas, rodeado de oficiales revolucionarios. Y no
era ya entonces favorable el ambiente para Bolívar. Lo describe en esa misma carta, que nos pinta también su espíritu:
“Este mundo es otro mundo. No hay un hombre bueno, si no es inútil para todo; y el que vale algo es como una legión de
diablos. De suerte que nosotros estamos aquí como aquellos volantines que se montan sobre la punta de las espadas y de
las bayonetas, montados sobre nuestras armas, y fuertes del miedo que nos tienen amigos y enemigos. Esto llamo yo vivir
de hecho, lo mismo que los españoles, que están apoyados sobre la misma base y por las mismos principios que nosotros.
Cualquiera de los dos partidos que sea batido lo es absolutamente y para siempre. Esta pintura no puede ser por mera
vanidad, porque nos es común con el enemigo: la hago para que sirva al gobierno” (6 de mayo de 1824).
Bolívar, quebrado ya interiormente, después de cruzar las montañas en una hazaña increíble, iba a salvar al Perú de la
anarquía. Se acercaba a su máximo poder, quo en un escaso tiempo iba a serle arrebatado. Los periódicos le perderían por
completo el respeto, incitados por las sociedades secretas. Los subordinados, intentarían asesinarlo. Y luego, el destierro y
la muerte en la pobreza: final romántico de un honrado periodista político, en lucha por la reconstrucción de su Patria.
El Bolívar de Páez
…“Bajo de cuerpo; un metro con sesenta y siete centímetros. Hombros angostos, piernas y brazos delgados. Rostro feo,
largo y moreno. Cejas espesas y ojos negros, románticos en la meditación y vivaces en la acción. Pelo negro también,
cortado casi al rape, con crespos menudos. Las patillas y los bigotes se los cortó en 1825. El labio inferior protuberante y
desdeñoso. Larga la nariz que cuelga de una frente alta y angosta, casi sin formar ángulo. El General es todo menudo y
nervioso. Tiene la voz delgada pero vibrante. Y se mueve de un lado a otro, con la cabeza siempre alzada y alertas las
grandes orejas”. … “El General es decididamente feo y detesta los españoles”…
El General en 1829.
Descripción atribuida a Páez. Interpretación de Santiago Martínez Delgado. Revista Vida, Nº 19. Bogotá
Después de 1830
Por José Manuel Restrepo
“Bolívar era de estatura mediana, de cuerpo seco y descarnado cuando joven, de un color blanco y de hermosa tez; pero
después de sus campañas estaba moreno y pálido. Era oval su cara, sus ojos vivos y penetrantes, y su imaginación
ardiente”.
Reflexión
Cabe destacar la intención del Gobierno nacional de ordenar la sustitución de la pintura republicana por el nuevo rostro 3D,
con lo cual se acabaría el conocimiento de esta estética del Libertador.
En este sentido, la lectura de estos textos, los cuales respetan la esencia de los autores, contemporáneos de Bolívar,
permiten al lector armar su propio perfil del Padre de la Patria, quien, más allá de un rostro, fue un hombre, un héroe, pero
ante todo, capítulo fundamental de la historia venezolana.