Está en la página 1de 10

Propósito de la actividad

Esta actividad tiene por objetivo que los estudiantes apliquen el análisis situado a una argumentación del ámbito
público, considerando los factores contextuales que pueden incidir en la construcción del discurso y en las
formas de legitimar la postura presentada.

Actitudes
Pensar con autorreflexión y autonomía para gestionar el propio aprendizaje, identificando capacidades,
fortalezas y aspectos por mejorar.

Desarrollo de la actividad
El docente introduce el propósito de la actividad, señalando que se explorará en el análisis de argumentaciones
del ámbito público, añadiendo una nueva perspectiva a la pregunta que han discutido a lo largo de la unidad:
¿Por qué los contextos influyen en las formas de argumentar? Luego, explica que el análisis se llevará a cabo en
dos momentos. En el primero harán un análisis de algunos elementos de la situación de enunciación: contexto,
enunciador y controversia; el segundo análisis será para reconocer la posición del enunciador y sus argumentos.

Primer momento de análisis

El docente promueve una lectura por turnos, individual o compartida, de un texto argumentativo que circule en
algún medio de comunicación masiva. Una vez que se ha asegurado la comprensión del texto general del texto,
se exploran las condiciones comunicativas en que se inscribe el discurso, para lo cual los estudiantes se reúnen
en parejas y completan una tabla para analizar los siguientes aspectos de análisis.
COLUMNA DE OPINIÓN

Quiénes tienen derecho a pensar en nuestra


sociedad: crítica a la prensa de opinión
22.04.2020
Por Cristián Castro García

¿Quiénes serán los llamados y las llamadas a pensar el Chile de las próximas décadas?
¿Seguirán siendo preminentemente hombres? ¿Acaso serán los mismos que se asombraron el
año pasado por una realidad que venía mutando hace un buen rato frente a sus narices y que
fueron incapaces de leer? ¿Seguirán siendo quizás los economistas, que no sólo se limitaron
en las últimas cuatro décadas a aplicar medidas de austeridad fiscal que terminaron por
destruir la educación y salud pública, sino que también – en sus versiones más egóticas – se
imaginaron literatos, escribiendo novelas de baja estofa en un intento patético de economizar
hasta las letras, como lo han hecho Andrés Velasco, Sebastián Edwards y Oscar Landerretche?
La crisis social que vive Chile es el reflejo de la crisis de un proyecto de país que ha sido
pensado con una visión de sociedad que deifica a la economía como perspectiva hegemónica
para entender la realidad.

Las siguientes líneas invitan a (re)pensar un viejo problema que hemos vivido en América
Latina desde tiempos atávicos: ¿quienes tienen el derecho de pensar nuestras sociedades?
Pareciera que desde hace un tiempo – golpes de estado y dictadura de por medio – las
transformaciones estructurales del espacio público generaron las condiciones ideales para el
desarrollo de un proyecto economicista de sociedad que sedujo a ambos lados de aquel Chile
binominal. La crisis estructural que viene viviendo nuestro país hace rato, pero que se hizo
visible para todos desde octubre pasado, también debiera significar repensar el rol de la
prensa y los medios en la esfera pública nacional.

En esta columna pretendo examinar críticamente el trabajo de algunos connotados


periodistas y columnistas que forman parte de la elite intelectual que hoy construye la
mayoría de los macro-relatos interpretativos de la realidad nacional que operan en la opinión
pública. Para hacer esto se examinaran los rangos temporales en que se mueven los textos de
esta elite –usando a Fernand Braudel y sus conceptos de la larga duración, la coyuntura, y el
acontecimiento, – para concluir que esta elite comunicacional e intelectual, incluso la más
preparada, desconoce elementos centrales de la historia, es episódica y homogénea y se
resiste a nuevas voces.

PERIODISMO Y COLUMNISTAS

La Ciudad Letrada de Ángel Rama, obra póstuma publicada en 1984, se ha convertido con el
tiempo en uno de los textos más influyentes en los estudios latinoamericanos, y piedra
angular para explicar las continuidades entre el período colonial y lo que vendría después de
las independencias de las diferentes naciones de la región desde la perspectiva de la elite
letrada. En ese texto, Rama mapea el desarrollo y mecánica de la escena pública
latinoamericana, analizando los sujetos, espacios e instituciones que conforman la vida
cultural de una nación. Y para eso se centra en el rol protagónico que han jugado los llamados
letrados: escribanos, cronistas, escritores de prensa, mundo universitario, por nombrar
algunos ejemplos.

Rama nos da un marco de análisis para repensar la importancia de este mundo letrado en una
sociedad, y para el caso particular de Chile, juzgar el aporte de nuestra elite intelectual –en su
sentido más amplio– en el cumplimiento de una tarea que podríamos definir como el
desarrollo de un proyecto-país que se haga cargo de nuestra realidad, y que nos proyecte
hacia un estadio que permita mejores condiciones de vida para la mayoría de los ciudadanos y
ciudadanas.

Un análisis acabado del funcionamiento de nuestra elite intelectual es un ejercicio mucho


más largo; aquí propongo centrarme en una dimensión de lo que podríamos denominar la
ciudad letrada contemporánea: el rol del periodismo y los columnistas en el Chile actual.

Si durante el período colonial fueron los llamados letrados los que tuvieron una relación
privilegiada con el poder de imaginar y describir la realidad; en la actualidad, y teniendo clara
conciencia de que la industria opera bajo sus lógicas sectoriales, la prensa ocupa un rol
privilegiado, de elite, de construcción de narrativas explicativas de la realidad. Hace no
mucho tiempo atrás los noticieros centrales eran de lo más visto en la televisión local, y si
bien el desarrollo de contenidos informativos en plataformas de internet cambió los hábitos
de la población para hacerse de esos contenidos, los comunicadores de esa información han
seguido siendo periodistas y columnistas.

Esa dinámica ha generado el surgimiento de figuras especializadas en la comunicación de esa


información, los llamados lectores y lectoras de noticias, a la que la gente asocia con ideales
de credibilidad, y el mercado como rostros “vendedores” para nuestra sociedad que
promueve el consumo. Bajo esa premisa, desde un tiempo a esta parte se ha consolidado en
nuestra sociedad una visión del periodismo obsecuente frente al poder económico, que no
hacen las preguntas que debieran hacer. Asumiendo que los medios tienen propietarios, y que
existe una clara relación entre el capital y producción de narrativas que explican la realidad
donde ese capital opera, resulta clave que los articuladores de esas narrativas sean de
excelencia.

Un análisis de quienes escriben en los principales medios del país nos revela que el
periodismo (y aquí me permito generalizar, consciente de que hay excepciones) lleva varios
lustros lejos de lo que alguna vez les valió la chapa de cuarto poder: esa capacidad y
obligación de fiscalizar a los poderosos.[1] Esas críticas recibe, por ejemplo, Matías del Río
como conductor del noticiario de medianoche del canal estatal (estatal en la medida de lo
posible).

Otros construyen sus narrativas explicativas de la historia reciente latinoamericana


mezclando información “reporteada” viendo Netflix, con una mala formación de historia en
general. Acá los ejemplos sobran. Desde Daniel Matamala y su interpretación de la elección de
Bolsonaro en Brasil en base a la serie El Mecanismo[2], a los análisis de la realidad social de
Fernando Paulsen via The Walking Dead, o los coloquios organizados por Mirko Macari y
Alberto Mayol, para resignificar la película El Padrino, pero esta vez como caja de herramientas
teórica para el análisis cultural.

En una segunda capa, podemos encontrar a los columnistas de fin de semana. Estos, en su
inmensa mayoría hombres, son los llamados a complementar el análisis del pulso diario que
ofrecen los medios, aportando, en teoría, miradas más focalizadas que buscan explicar lo que
ha ocurrido esa semana y/o construir la agenda, y en el mejor de los casos, instalando temas.
Ascanio Cavallo, co-autor de La Historia Oculta del Régimen Militar, hoy no esconde su
conservadurismo, y hace gala de su buena pluma para no decir nada que atente contra la
jerarquía social que le entrego el sitial de poder que ahora ostenta. Otros como Héctor Soto,
disfrazan su defensa del status quo con análisis fílmicos y/o culturales, pero al igual que
Cavallo, falla en disimular su agrado con el actual estado de las cosas. Una tercera pata la
completan los columnistas del mundo académico que, salvo excepciones, tienen una
presencia intermitente en los medios de comunicación.[3]

Lamentablemente los más estables vienen fallando en el diagnóstico desde hace un buen
rato: la actual situación de nuestro país no responde solamente a la modernización
capitalista, ni a un tema generacional. Es bastante más complejo que esa visión sobre-
simplificada de la realidad chilena. Carlos Peña tiene razón cuando argumenta que el
desarrollo del capitalismo es parte esencial de la ecuación, pero debemos entenderlo
históricamente, y no como una escenificación más de las problemáticas ontológicas perennes
de la filosofía occidental.

En mi opinión, lo que vivimos en Chile hoy debiera ser explicado tomando prestado los tres
niveles de análisis temporal que planteó Fernand Braudel: la larga duración, la coyuntura, y el
acontecimiento.[4] La larga duración corresponde al nivel de las estructuras, donde los
cambios son casi imperceptibles. El segundo nivel, es el de la duración media, el de las
coyunturas, en las que los cambios son perceptibles. Y en tercer lugar, la historia
événementielle, o la de los acontecimientos.

Desde la perspectiva de la larga duración, cuando hablamos de capitalismo en cualquier país


de Latinoamérica, incluido Chile – aunque le duela al chauvinismo excepcionalista
historiográfico nacional – tenemos que necesariamente hablar de la plata de Potosí, de la
conquista española; de la acumulación capitalista primaria que le permitió a Europa alcanzar
el desarrollo industrial alimentándose con las riquezas de América desde la llamada
conquista en adelante.

Por lo tanto, Capitalismo en la larga duración latinoamericana es un concepto cargado porque


las jerarquías sociales y raciales que sustentaron el desarrollo de ese capitalismo primario
durante la colonia todavía conviven con nosotros como una suerte de telón de fondo pre-
moderno. En contraste con esa generalidad, aparecen bolsones de posmodernidad que
encandilan a los medios, ávidos de poder asociarse ontológicamente con la tradición
occidental que representó en el último siglo Estados Unidos y Europa.

Ahí se pierde el periodismo: tratando de construir un puente entre ese Chile pre-moderno
con una posmodernidad eurocéntrica que aún le es esquiva a la mayoría de la población del
territorio nacional. Ahí aparecen las notas sobre el lugar de Chile en los rankings X, los
infomerciales sobre vacaciones idílicas caribeñas disfrazadas de notas periodísticas en los
noticiarios centrales, y un largo y triste etcétera.

El segundo tiempo de Braudel es el tiempo medio de la historia, el de la coyuntura. El tiempo


histórico donde los cambios ya son perceptibles. Desde esa perspectiva propongo que lo que
Chile está viviendo es la crisis de la economía moral neoliberal chilena instalada como
correlato del sistema económico impuesto por la dictadura.[5] Y por economía moral nos
referimos a esos acuerdos tácitos que permiten que una sociedad funcione. Por lo tanto, la
sociedad chilena pasó de un modelo de reparto que basaba su funcionamiento en un sistema
solidario a uno donde la salud, la educación y la previsión pasaron a ser considerados como
un “problema” individual. Y si bien no es frecuentemente argumentado, el éxito del llamado
modelo económico chileno se basó en la construcción de una narrativa de jibarización de un
“estado ineficaz”, y la exaltación de una libertad individual virtuosa que generaría el ansiado
crecimiento de la economía que llegaría a los diferentes estratos de la población por el
llamado chorreo.

El “milagro chileno” se basó en la fe en ese dogma. Y así como el documental La Batalla de


Chile de Patricio Guzmán refleja un momento de la historia de Chile donde los trabajadores
fueron capaces de transformarse en sujetos históricos durante los 70s; comerciales como el
de Faúndez, y ese ascensor que reúne a dos ejecutivos con un “emprendedor popular” que
contesta su celular se transformó en un símbolo del éxito de cómo la idea del self-made-man
chilensis, intentaba permear a todas las capas de nuestra sociedad. Y lo hizo. Las dos
elecciones de Piñera si bien capturaron el voto de castigo contra la ex-Concertación, también
representan la cristalización del éxito de lo individual por sobre lo colectivo.

No querer ver eso, es no entender la naturaleza del problema que enfrenta Chile hoy. Lo que
estamos viviendo, en términos de coyuntura, es la transformación de la economía moral
chilena después de casi 50 años de hegemonía del individualismo.

Por último, lo que Braudel denomina la historia del acontecimiento es la preferida del
periodismo porque es la más fácil de ver. Aquí entran las elecciones, los terremotos, los
huracanes, los accidentes, y también las pandemias. La gran ventaja de este tipo de historia,
si es que se hace de forma correcta, es que estos “eventos” permiten a los historiadores e
historiadoras entender cómo funcionan las sociedades, revelando las estructuras sociales que
afirman la arquitectura económica de una sociedad.

El ejemplo de lo que ocurre en Chile hoy con el COVID-19 es claro. La actual crisis sanitaria
desnudó la segregación urbana de ciudades como Santiago, y nuevamente revela al mundo lo
desigual de la distribución del ingreso en nuestro país, la cual no es un subproducto del
capitalismo neoliberal chileno, si no piedra angular de nuestro modelo de desarrollo.[6]

Lo que vivimos hoy en Chile sin duda tiene relación con un evento mundial, pero también es
el resultado de una sociedad que ha basado su desarrollo en la exaltación del individualismo
como ethos del modelo económico de los últimos 50 años, y a su vez el resultado de una
estructura socio-cultural colonial que se niega a desaparecer.[7]

Espero que una mirada histórica que combine estos tres niveles de análisis temporales
permita explicar de mejor manera los procesos históricos que operan actualmente en nuestro
país. Pienso que la historia debiese encontrar un lugar en los medios de comunicación, pero
no por una defensa gremial per se, sino por la profunda convicción que la composición social
y de género de nuestra Ciudad Letrada no ha variado mucho desde la época colonial hasta
nuestros días, y eso debe cambiar. La reciente incorporación de Paula Escobar, como
columnista de La Tercera, ha demostrado ser un gran aporte estas últimas semanas, pero
faltan muchas otras voces.

La reciente discusión sobre paridad en el próximo plebiscito constituyente no hace más que
ratificar mi hipótesis. La pulsión natural de nuestra Ciudad Letrada tradicional fue cerrar filas
a cualquier tipo de apertura, pero afortunadamente las transformaciones tecnológicas que
han acompañado los cambios económicos de las últimas décadas hacen cada día más difícil
defender el statu quo desde las columnas dominicales solamente. La presión ejercida por la
sociedad vía redes sociales hizo que la paridad de género se instalara como un sentido común
de una nueva economía moral que está en gestación. De ahí que la incorporación de nuevos
actores sociales en nuestra Ciudad Letrada nos permitirá tener mejores herramientas análisis
y por tanto, tomar mejores decisiones como sociedad.

NOTAS Y REFERENCIAS
[1] Como el trabajo de Claudia Lagos y Antoine Faure, o el texto de Francisca Márquez.

[2] Escribí al respecto de la lectura de Matamala de la elección de Bolsonaro en El Desconcierto. Y de la


importancia de la historia para interpretar los eventos que ocurren en Brasil.

[3] CIPER sin duda ha marcado tendencia en esto con la sección CIPER académico.

[4] Su artículo “La larga duración”, es un apartado del libro La historia y las ciencias sociales de Alianza
Editorial.

[5] Edward Palmer Thompson desarrolló la idea de economía moral en su texto La formación de la
clase obrera en Inglaterra, 1963.
[6] Para más información sobre esta dimensión del neoliberalismo hay un excelente artículo de
Francisco Vergara y Carlos Aguirre: Vivienda a precios demenciales 2: por qué es necesario que el
Estado regule los precios

[7] Sobre la persistencia de ese Chile, ver: “El capitalismo jerárquico de Chile difícilmente puede ser
defendido por los partidarios del libre mercado”

https://www.ciperchile.cl/2020/04/22/quienes-tienen-derecho-a-pensar-en-nuestra-sociedad-critica-a-la-prensa-
de-opinion/
Tabla para sistematizar el análisis

Criterio Anotaciones

Sobre el contexto y el medio de comunicación

¿En qué medio circula el texto? ¿Qué El centro de Investigaciones Periodística


características tiene? ( CIPER) es una fundación sin fines de lucro
destinada a promover y ejercer el periodismo
de investigaciones

¿Qué rasgos pueden caracterizar la línea


editorial del medio?
¿Cuándo fue publicado el texto? 22 de Abril del 2020

Sobre el enunciador

¿Quién escribió el texto? ¿Qué caracteriza a Fue escrito por Cristian Castro,
este sujeto?

¿Qué se conoce de sus publicaciones?


¿Cómo escribe?

Sobre la controversia

¿Por qué fue publicado el texto? ¿Cuál es la


controversia involucrada?

¿Qué posiciones conocemos sobre esta


controversia?
Segundo momento de análisis
Posteriormente, se analiza el texto en conjunto para reconocer la postura del enunciador y los argumentos que la
sustentan. Luego, el docente orienta un análisis colectivo para establecer relaciones entre las condiciones
comunicativas en las que surge el discurso y el planteamiento de la argumentación, mediante preguntas como
las siguientes:
• ¿Qué actitud adopta el enunciador sobre el tema?

• ¿Qué marcas textuales ayudan a identificar su posición?

• ¿Qué recursos utiliza para validar o legitimar su posición?

• ¿Qué tipos de evidencias utiliza el enunciador para apoyar su postura? ¿Cómo se relacionan estos recursos
con la situación de enunciación?

• ¿Piensan que esta argumentación sería igual a la leída si el enunciador estuviera conversando con un grupo
de amigos en su casa? ¿Qué características podrían cambiar y cuáles no?

Para finalizar la etapa de análisis, se realiza un plenario, completando en conjunto un esquema en la pizarra
que recoja los pasos llevados a cabo durante el análisis.

Tabla para sistematizar el resultado del análisis

Criterios de análisis Apuntes Relación con el discurso Presencia de marcas


argumentativo textuales

Características del
enunciador

Medio

Controversia

Postura sobre el tema


Dado que este tipo de análisis es el que se busca desarrollar y aplicar a lo largo de todo el curso, a modo de
cierre, los estudiantes efectuarán una autoevaluación, usando una escala de metacognición. Una vez efectuada
la autoevaluación, el docente formula preguntas y aclara dudas que puedan significar atascos para el futuro.

Escala de metacognición
Nivel 1: Estoy partiendo. Necesito ayuda, porque logro trabajar solo algunos aspectos superficiales del texto y
no logro establecer relaciones entre este y los elementos contextuales.
Nivel 2: Casi llego. Necesito algo más de práctica, porque hay algunos aspectos más complejos que no logro
identificar independientemente. Hago algunas relaciones entre el contexto, pero no alcanzo de notar las
relaciones entre la cultura del enunciador y su discurso.
Nivel 3: Domino muy bien y puedo ayudar a mis compañeros a resolver dudas. Entiendo cómo funcionan las
relaciones entre el contexto, los conocimientos del enunciador y las formas en que se concretan en los
discursos. Cometo errores, pero me doy cuenta de ellos independientemente.

Observaciones
Aspectos por mejorar:

Estrategias que me sirvieron para trabajar y que puedo usar más adelante:

También podría gustarte