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El monstruo como maquina de guerra Mabel Morafia Tberoamericana - Vervuert - 2017 iE Introduccién PREFACIO TERATOLOGICO: PENSAR EL MONSTRUO Por diversas razones, pensar el monstruo tiene un efecto liberador, abre compuertas, conecta con zonas espectficas de lo social y con dreas amplias y pobladas del pensamiento critico. Quizé porque inconscientemente si- tuamos en ese laberinto histérico, temético, ideoldgico y estético una serie de contenidos inubicables en otros archivos de la racionalidad y de la memoria, pensar el monstruo es un ejercicio a la vez desafiante y polémi- 0, atravesado por més interrogantes y ambigiiedades de las que el tema parece sugerir en una primera mirada. En El monstruo como mdquina de guerra me ha interesado més la re- flexién tedrica que la catalogacién teratolégica 0 que el rastreo per se de las paginas literarias o las imagenes visuales, filmicas 0 pictéricas en las que los monstruos aparecen a plena luz 0 a plena sombra, entre lineas, escondidos tras metéforas, hipérboles y alegorfas, poniendo a prueba el lenguaje y los recursos figurativos de las distintas épocas, medios y cul- turas.' Sin embargo, me he detenido en esos materiales cuando nutrian las hipétesis de mi trabajo, recordando que en el corpus literario, filmico © en general, artistico lo monstruoso aparece representado en segunda 1 La teratologia es el tratado 0 estudio de las anomalias o anormalidades del ser hu- mano desde a perspectiva miltiple de la biologfa, la medicina, la mitograffa, et, En Conexién con el tema que nos ocupa, la criptozoologfa es la disciplina que se ocupa del estudio de animales fantésticos. Geoff Saint-Hilaie es considerado el fandadoe de la terarologia moderna (Hittoire des anomalies de Vorganization {1832}, Histoire naturelle generale (1860]). De particular interés para nuestro tema es su libro De monstruosités humaine: (1822). ff vy a ‘Mane Moraga J potencia. En efecto, en Jos repistros de [a literaruray las artes visuales lo ‘onstmasa —preexistente como concepto cultural, come recuiso onlico, - Seta gees cae Cn we bee? om ¥ i6n simbélica y sometido a codificaciowes epectfcas_ del medio en que se inscribe. Lo nionstruoso es reelaborado teniendo en IC cuenta un pacto de Techura 0 de recepcién visual que no es, obviamente, fe cl que este operador cultural moviliza en mitos y leyendas, donde los se- (Fes sobrenaturales forman parte dela realidad fictica, naturalizada por la jo» el registro de elaboracién de ‘gic’ ereencia. Tampoco es, en puridad, «fi : paca or ae @ campos de Ia cultura popular o la flosofia. En primero, el monstruo existe como dato de una realidad dada, concreta 0 inmaterial, que inspira sentimientos, motiva reacciones e impacta la vida cotidiana, En la filosofia, lo que cuenta es, por un lado, el valor epistémico de lo monstruoso como categoria critico-tedrica alternativa a la raciona- lidad dominante. Por otro lado, se destaca la dimensién paradigntica a partir de la cual lo monstruoso se constituye como modelo cognitive, fancionando, en esta capactdad, como un trope que conecta los campos (°/ cde la écica, la politica y la religién. En la lieracuray las ares, el monstruo V7, ha sido revestido de atuendos apropiados a cada situacién, ha sido cons- ‘truido como un sim cético a partir del constructo conceptual que lo precede, y en’el entre-lugar que une y separa idea y representacién se hhan colado otros niveles de significacién y manipulacién ideolégica en los que el monstruo sirve a diversos amos, siendo uno més en la nutrida y hheterogénea galeria de personajes. Mi Soe ae rere w ha deuado en ol nel conecpul mit ‘en [2 idea del monstruo como dispositive epistémico: en su coms ‘en su virtualidad ideolégica y en st ‘politica. Me han seducido los usos alos que ha sido somerdo, como sila corporalidad extenuante del monstruo extendiera sobre la eal- dad del pensamiento miitiples sombras que ala ver oscurecen¢iluminan Jos expacios del conocimiento. He visto al monstruo, benjaminiananet™ te, camo concn de sends, es deci, come pars ff On © signifcaciones que lo comprende sin determinarlo, sin diluir su Part 9” eae se ollo condiciona ni lo desvreéa, que n0 lo determina = desdibuja dentro de la totalidad discursiva, sino que, més bien, pot Eee y enardece, por contacto entre campos afines, su nacuraleza Fragment y polémica, Ixrmopucciés = ‘De acuerdo con esta linea de interpretacién, ef monstrug aqui como temibtico, ¢5 decit, como eh Sige cna nage me F fjados en una imagen icbnica en la que cristaliza una multiplicidad de sentidos que se proyectan sobre lo real. Lo monstruoso ~su imagen y ‘us sombrar~ se constinuye como el espacio seméntico en el que, segéin ‘Walter Benjamin, Jo que ha sido se une como un reldmpago al ahora en una constelacién. En ox plabas Ii alco repo. Pues mientras que la tear lon del presen on el preset ex puramenterempora, continu, lade lo {qu hasido con el ahora es daléetca: noes un discurts sino una imagen en “Teconcinuidad, Slo las imsgenesdialécticas son auténicas imagenes (exo Ss areaeas) ye lugar donde se las encuentra es el engusje. (Libr de dar pase, 64, Efi mio) De esta manera, el carfcrer del monstruo se destaca como disposi iva de los fas que, ‘Siempre benjaminianamente, rn Ia realidad lo que los ideologemas de la ractonall- ae Ferar como el que él mismo impone a quienes reciben su impacto como A victimas 0 como receprores de su habitus inusual de auto-sustentacién y ah de propagacién maléfica. El monstruo.es un bien —un mal- de consumo peek simbélico ya la yer cto que consume al otro. El monstruo se sant Be Beles rapes ces deans eatin ee , como persecucién vana de transcendencia y proyeccién espiritual, o para ‘ala entre nosotros. Como discus escrito o como imagen, como espacio evar a cabo el ejercicio del mal como acto de perversién, desenfreno 0 semidtico y como constructo estético-ideol6gico, el monstruo apela a los abyecci6n, actividad que se realiza casi siempre a través de una rutina mo- nocorde de insaciable onanismo simbilico. Con razén indica Jeffrey Jerome Cohen en la primera de sus siete te- : — — El monstruo es inherentemente intersticial. a sis sobre lo monstruoso que «[eJl cuerpo monstruoso es pura culeuray a Ocupa el ensre-lugar, la — («Monster Culture» 4): la expresién figurada de una cierta coyuneura en Se ee ee a conecta cédigos, ligicas y coordena a que tiempos, lugares y sentimientos (miedo, ansiedad, deseo) intersec- Pot ats icaTo Tnex ‘pero sugiere a necesidad de aceptar la ran y se codifican visualmente en un cuerpo que excede lo experiencial eee etree ee ee apelando a los intrincados recursos de la fantasia, Si el monstruo es, como ee eee ee ee nos advierte ya la etimologia del término, una advertencia sobre los limites isin slice: cl Engrosam: bo elon como a mts de Mentided doves. ats angele ec aay eas Gai aaa cotredad que no se ha dejado reducir ala normalizacién dominance. Sogéa em oocals, ‘Timothy Beal, el monstruo es wotherness within sameneso (6), et deci, y{l, una diferencia que se enclava en la mismidad y, al hacerlo, Ta confisma y " ql 4 Alcon de ms pfs Unter sk M, Vogt indean lo miso: desestabiliza. society monstrosity» ‘Situado entre la vida y la muerte, entre lo humano y lo no-humano, 5 Gilmore se ‘monstruos | ios, no de seres humanos «gone como ie eps ola occa genes eee tre culturs,razas y especies, entre auetio y vig, en las gems que ‘con lo humano,requlereetratepas interpretacvas ditnes alas que admit Ia inter Getden y sum amled 7 mens, cert ene 7 een eee pretacisn delo fain, vt y’dica Moretti: «The monster 4 Manet Morasa creencia, entre hegemonfa y subalternidad, entre formas escriturarias y regimenes orales y visuales, entre identidad y alteridad, entre silencio y discurso, entre jerarquias, registros estéticos, taxonomias y sistemas socia- lesy politicos, el monstruo persevera en sus formas precatias de existencia, Posee una ubicuidad que lo protege y lo hace imprevisible, En palabras de Weiss, «monsters exist in margins. They are thus avatars of chance, impurity, heterodoxy, al tion, mutation, metamorphosis; prodigy, mystery, marvel. Monsters are indicators of epistemic shifts» (125), El monstruo es transhistérico, transcultural, transgenérico, interracial, postidentitario, antihumano, pre- y postmodemno, un producto interclase (aunque a veces representa especificamente ciertos sectores sociales), Ha- bica en el espacio que abren los prefijos como modificadores de conceptos conaderados fos en a Fearon de la modernidad occidental. Bs desde esa preki Faciba desde Tg de Ta que el monstruo impugna paradigmas identitarios y-nociones de orden y progreso lineal, fronteras culturales y protocolos ‘que pretenden dejar al margen ~y en el pasado~ elementos ajenos a la regulacién y al disciplinamiento burgués. Es reprimido, invisi- bilizado y casi suprimido por la sociedad, pero siempre re-emerge, atem- poral, restableciendo el caos, que, si es desatendido, tiende a reabsorberse en la rutina. ‘Segtin Franco Moretti, el monstruo ~y la literatura de terror que con- solida su protagonismo- nace justamente del pénico que causa la posibi- lidad de una sociedad dividida y del deseo de unificarla. Siguiendo a este eritico, Drécula y Frankenstein, por ejemplo, son monstruos «totalizado- res» que desplazan los antagonismos fuera de la sociedad exponiendo una lucha entre la especie humana y los miedos que la asuelan, Explicitan la desigualdad y la discriminacién y al hacerlo desmitifican los mitos de la politica y, por cierto, también los de la ciencia. Respecto al segundo, in- an turned upside-down, negated. He has no autonomous existence; he can never be really fee or have a future. He scientist dies, the monster does not know what to do with his own life and ‘commits suicide» (71). ‘Ademés de incorregiblemente marginal, el monstruo suee ser también lives only as the other side of that coin which is Frankenstein. When the ae . _— nomédico, isinerante, diaspérico, Existe desterritorializado, como si solo. pudiera tener acceso a espacios residuales (1 itos, oscuros, inexplo- ables), siendo € mismo, como es, un cuérpo-ruina, un excedente en el ‘que lo social y lo politico se expresan in absentia, o de manera criptica, de erropucci6w “ tun modo degradado, eliptico, sobrecodificado, Su naturaleza hibrida y fragmentatia tiene su correlato en el modo en que el monstruo ocupa los espacios geoculturales y simbélicos, habitando compartimentaciones des- centradas ~excéntricas~ siempre como extranjero, como factor exégeno aque deja al descubierto, sin pudor ni atenuantes, la distancia que lo separa de las formas de normalizacién de la experiencia social y de los valores {que las tigen, La subjetividad recéndita del monstruo se subsume en su caricter de objeto culeural. Es, en efecto, objeto de debates, investigacio- nes y teorfas que lo mantienen bajo escrutinio intentando probar su falta de entidad y aceptindolo més bien como el epifenémeno de una légica descante que da una forma onirica al delirio de una raxén insuficiente y aucortaria ‘Coherence con ese estatus de marginalidad, alegiidad del manerae_ reside justamente en el desciframiento de su ambigiiedad: en la posibili- dad de interpretar la saturacién signica que lo caracteria y el trinsite de rio Negri, todo monstruo es politico (aunque, como se sabe, lo no-mons- ‘truoso también lo es). Pero el ethos transgresivo del monstruo lo sina de ‘modo irrebatible en el Ambito de subversién del orden, en el borde del abismo que se abre a partir del descaecimiento de la racionalidad y la pérdida de la certeza. Y, aunque el monstruo no sefiala positivamente una linea de cambio, si actia sobre ls formas de conciencia colectiva al repre- sentar una modalidad extremada, radicalmente otra, de ser social, como telén de fondo sobre el cual resaltan las figuras grotescas del proscenio. La funcién del monstruo es asl, primariamente, la (ib. Inde instar un desorden simbdlico que puede ser ldo como un sistema ético que se independiza de los cddigos es y Fequiere una nueva hermenéutica de Jo social De esta manera, como estdhiea negati ‘a monscruos desestabiliza ls Fégicas en las que se sustentan, dejando al descubierto la precat su poro- sidad extrema, su inestable equilibrio epistémico, Es justamente ese valor generalmente considerado negativo ~tandtico~ el que explica el rechaao que inspira lo monstruoso, pero también el que permite comprender la fascinacién que ejerce, ya que por esa via se accede a la delo sublime: ala linea que separa y que une lo humano y lo sobre-huma- no, lo nacural y lo sobrenatural, es decir, la dualidad que nos constiruye cultural y psicoldgicamente. Como se verd més adelante, Negri explica justamente ese giro en la connotacin de lo monstruoso, que se comvierte _ ‘Manet Monasta a dela mulieudy dela resistencia potencial que ella supone: liza» («El monstruo en expres ‘Si hay monstruo, resto se transforma Y S© police 0 sla mara vnble de una catogafisalternativa. Apun- ta hacia espacio ores de exitencia social, mbitos insumisos, residues, donde se ubican eslabones perdidos de razas abortadas, parias en un mun- deo dominade po ovos HL nous del mons fev, con. mis rma existencia,fisuras y vacios en Tos Sonseretdos por Jopecros-citzarorios,en Tos cuales los sectores dominantes sefalan y confirman Tor mideos del poder y los dominios de la racionalidad. La cartografia altemnativa del monstruo impugna, asf, la geogtaffa cultural que deimita espacios sociales regidos por epistemologias hegeménicas y por eecnologlas de control que regulan el flujo y el consumo de capital simbélico. De esta manera, 2 lo largo de la historia, lo monstruoso fun- ciona como un recordatorio es ue falta, de lo que ha sido suprimido, eprimido, aniqulado 0 invsibilizado. A veces lo monstruoso puede simbolizar la hegemonia que elimina y que niega; en otros escena- ios, l monstruo representa lo contraro: la ira de los desplazados, los des- aparecidos los innombrables, En este caso, es enemigo de la impunidad,

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