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Clase I
Alicia Hendel*
Objetivos: introducirnos en algunos conceptos de la teoría de Jaques Lacan desde sus primeros
seminarios en los que realizaba una exhaustiva relectura de los textos freudianos.
Al comienzo de su obra, Lacan emprende una revisión de la teoría freudiana en lo que llamó un “retorno a
Freud” para desde allí, interpelar aquellas elaboraciones post-freudianas que utilizaban la técnica analítica
como si fueran fórmulas rígidas que derivaban en mandatos superyoicos sobre los analizantes. A su vez,
cuestiona las intervenciones contratransferenciales de los analistas que corrían el peligro de trasladar
sobre el analizante, sus propias fantasías inconscientes e ideales. Alrededor de 1953, cuando comienza a
correspondencia con las elaboraciones iniciales de Freud, pero con el agregado que en general, la cura
se orientaba hacia “un fortalecimiento del yo” a partir de hacerlo coincidir con las expectativas del Ideal del
Lacan retoma el descubrimiento freudiano del yo como lugar de la defensa y el desconocimiento, como
respuesta defensiva frente al imperativo pulsional que amenaza con disgregarlo. El objetivo de la cura no
sería fortalecer el yo modelando su respuesta en función de una adaptación al medio, sino que ese
cuestionamiento de los mismos, en función de hacer emerger el propio deseo del sujeto. Liberar el deseo
del sujeto de su sujeción a las identificaciones narcisistasque lo ligaban a los deseos parentales, a los
cuales buscaba satisfacer. Esta alienación al otro en la que se modelaba la forma de su yo, lo sujetaba al
orden imaginario en el que se sostenían sus identificaciones, por ende, el objetivo de la cura se
sustentará en el poder liberador de la palabra en su dimensión simbólica, que abre al sujeto a múltiples
sentidos. Esto lo veremos más desarrollado, cuando incursionemos en el concepto del Estadio del espejo
En El Seminario I Lacan (1953-1954; p.23) destaca “la soltura” con que Freud (1913) encara las reglas
prácticas aplicadas al tratamientopara considerarlas hechas a la medida de su mano y que es así como
solía emplearlas. Aludiendo a la metáfora de la partida de ajedrez, del camino que va a recorrer la cura
analítica, sólo sabemos de su apertura y su cierre, pero nada podemos prever sobre cómo será su
recorrido.Lacan intentó volver a poner la práctica clínica por delante de la teoría, haciendo de la teoría un
Desde el comienzo de su enseñanza cuestiona la idea que recorría ciertos análisis, en los que el trabajo
analítico, no comprendía ninguna pregunta ni desprendía enigma alguno. Aún hoy día, ciertos
tratamientos transcurren bajo el diseño donde el analista es el que sabe lo que le sucede al analizante y
su esfuerzo se dirige a que éste lo reconozca y que deponga sus resistencias. En este sentido
recordamos a Freud (1912; p.118) cuando señalaba que en la conducción de un análisis “La ambición
Tempranamente Lacan señala que las verdaderas resistencias, son las del analista. Es así que dice que
“La palabra puede expresar el ser del sujeto, pero hasta cierto punto, nunca lo logra” (Lacan 1953/54;
p.167). Subraya que el análisis es una experiencia de lo particular. Si apunta a una verdad, ésta es
siempre lo singular llevado hasta el límite (1953/54; p.40) y la contratransferencia es “la suma de los
prejuicios del analista” (Lacan 1953/54; p.43). Un conjunto de creencias, certidumbres que comandan la
escucha analítica. La escucha del analista debe más bien estar dirigida, precedida por el silencio, a la
palabra “distinta”, esa palabra separada, no reconocida que forma parte de la historia del analizante y lo
determina sin saberlo. Freud también hablaba de dirigir la escucha a los tropiezos, equívocos y lagunas
Al presentar el yo como un sistema de defensas al igual que Freud (1923; p.19) en “El yo y el ello”, señala
que en él está inscripta toda la historia de las reiteradas oposiciones a la integración de las pulsiones. Es
por esto que la palabra, desde el descubrimiento freudiano, está al servicio del ocultamiento, de la misma
manera que el yo es un lugar de desconocimiento. El yo, como decía Freud, no es amo en su propia casa
Lacan (1953/54; pp. 90) pone de relieve, que el símbolo lingüístico no vale por sí mismo, sino que es
solidario del conjunto en una serie de sobredeterminaciones que lo ubican en varios registros. Sobre
estas funciones y ambigüedades descansa el sistema simbólico, y la función del análisis es mostrar al
analizante que en lo que dice, dice más de lo que cree decir a partir de la fuerza simbólica de la palabra,
capaz de aludir a más de un sentido a la vez. Todo analizante, llega al análisis con un relato que porta un
valor de verdad absoluta y cobra un valor imaginario que define su realidad. La función del análisis será
elevar lo imaginario a lo simbólico: “…el orden de la palabra (es) todo lo que instaura en la realidad otra
Para Lacan, la situación del sujeto y el acceso a la palabra como portadora de un sentido que remita a
otro y así sucesivamente, va a depender de su lugar en el mundo simbólico. Ese lugar, se va a constituir
paralelamente a la constitución del campo imaginario comandado por el surgimiento de un Yo. Con la
teoría del Estadio del espejo, plantea que la visión de la forma total del cuerpo humano le brinda al sujeto
un dominio imaginario de su cuerpo que es prematuro y se anticipa al dominio real y que va a establecer
un desfasaje para toda la vida entre esa ilusión de dominio imaginario, frente a lo que realmente puede
Un logro fundamental de ver su imagen reflejada y reconocerse en ella, es poder concebirse como otro,
distinto de lo que él es. A pesar de reconocerse en su imagen reflejada en el espejo, tiene la certeza que
ese que ve en el espejo no es él, a pesar de representarlo. Fundamental para que se desarrolle la vida
fantasmática que caracteriza lo humano. Registro imaginario, simbólico y real, se constituyen, y lo real del
cuerpo y el mundo pulsional quedan por fuera del alcance de lo imaginario y lo simbólico que lo recubren,
sin que por ello puedan revelarlo, alcanzarlo. Esta distancia entre la conquista de un mundo imaginario
que no se confunde con lo real (como en la experiencia del espejo) pero que a la vez lo incluya y pueda
formularlo como un existente que está ahí, que le permite diferenciar lo que es y lo que no es del yo (juicio
de existencia), no sería posible sin el campo de lo simbólico (Lacan 1953/54; pp. 128/30). Depende de la
situación del sujeto en el mundo simbólico y de la palabra. Para que la relación entre lo imaginario y lo
real pueda establecerse sin confundirse, debe mediar lo simbólico. De esto depende la constitución del
Un ejemplo que trae Lacan (1953/54; p.97) es el caso del historial del Hombre de los lobos cuando
padece la alucinación de verse cortado el dedo meñique. Lacan adjudica este episodio alucinatorio, a
fallas en el registro simbólico de la castración, que llevan a que el sujeto registre la misma del modo en
que él se imagina ese corte, que se le revela preponderantemente en el registro imaginario. Así, lo no
reconocido en el plano simbólico (la amenaza de castración edípica) irrumpe en la conciencia bajo la
forma de lo visto.
Es por eso que la interpretación debe progresar hacia la estructuración simbólica del sujeto que yace en
el inconsciente (1953/54; p.108) que ya está estructurada en torno a la matriz simbólica del complejo de
Edipo y a las tensiones que surgen de esa triangulación para cada sujeto. Es decir, que en el camino de
un análisis un sujeto pueda descubrir el lugar que ocupa en la trama edípica que lo fue constituyendo. Y
todo lugar, es producto de una atribución simbólica de acuerdo a la serie de oposiciones y posiciones que
ocupan los otros integrantes del triángulo. Lacan va a postular que la relación imaginaria y narcisista que
establece un sujeto con su madre y su padre, es distinta de la relación simbólica y también de la relación
real. Real que a esta altura de su obra es un aspecto “residual” (1953/54; p.109), lo que permanece por
fuera de lo simbólico. Varios años más adelante, desarrollará “el concepto de lo real como causa del
deseo”.
Pero ese reconocimiento, no va a ser una revelación plena a la manera de la imagen cuyo espacio es
completo en el plano imaginario, sino que es al modo de una “reconstrucción” (1953/54; p.110) donde el
recuerdo de lo reprimido es “revivido con ayuda de los vacíos”. La idea de vacío, plantea que el retorno de
en la rememoración durante un análisis tal cual hubo sucedido, sino que es reconstruido con saltos y
baches que dan cuenta que lo real como registro, queda por fuera de la simbolización.
Lo pasible de ser simbolizado, va a depender de la trama de relaciones simbólicas con las que cuente un
sujeto. “El ideal del yo dirige el juego de relaciones de las que depende toda relación con el otro. Y de
esta relación con el otro, depende el carácter más o menos satisfactorio de la estructuración imaginaria
[…] el ideal del yo, es el otro en tanto hablante […] tiene conmigo una relación simbólica, sublimada que
pp.214/215).
El intercambio simbólico es lo que vincula entre sí a los seres humanos, o sea la palabra y en tanto tal,
permite identificar al sujeto. Es decir, que en el análisis se trata de reestructurar el deseo alienado en el
otro, del desasimiento de los objetos en los que el deseo está imaginariamente comprometido y que lo
lleva a una tensión agresiva con el otro, propia de la relación imaginaria a partir de la mediación simbólica.
“La palabra es esa rueda de molino donde constantemente se mediatiza el deseo humano al penetrar en
La realidad como planteaba Freud, es la realidad psíquica, la trama simbólica con que cuenta un sujeto y
que da cuenta de lo real. Lacan (1953/54; (p.110) lo relaciona con el “sentimiento de verdad” que
experimenta un sujeto frente a sus recuerdos como lo que forma el núcleo del “sentimiento de realidad”.
Por ejemplo, en el caso de la alucinación del corte del meñique del Hombre de los lobos, se pregunta si
real, a pesar de ser una realidad irreal. En el momento en que está confrontado al reconocimiento de la
diferencia de los sexos, no puede simbolizar su genital y la amenaza de castración que convoca y
Otro caso que recorre Lacan en este seminario ((1953/54;p.112) es el caso del pequeño Dick, analizado
por Melanie Klein. Dick es un niño que establece relaciones con muy pocos objetos significativos para él.
Tiene escasa producción imaginaria con signos mínimos para expresar el adentro y el afuera. No hay
juego libre y dice Lacan (1953/54;p.134), “no dirige ningún llamado”. Llamado en el sentido de convocar al
otro respecto de que algo le falta. No está situado en el lenguaje porque algo está fallando a nivel de la
palabra. Para Lacan ((1953/54; p.135) el lenguaje y la palabra no son lo mismo, y este niño dispone del
lenguaje, pero no habla. El lenguaje no se pudo enlazar a su sistema imaginario cuyo registro es muy
pobre. Sólo hay trenes, manijas de las puertas, lugar negro. Lo imaginario y lo real están pegados. No se
ha desprendido lo imaginario de lo real como lo requiere el estadio del espejo para poder constituir un yo,
donde el sujeto puede reconocer su propia imagen en el espejo y a la vez diferenciar que ese no es él.
Como no podía jugar, Melanie Klein no interpreta ningún contenido simbólico, va directamente y le dice:
“Dick tren pequeñito, tren grande papá-tren”. Entonces el niño se pone a jugar con su trencito y dice la
palabra “estación”, momento según Lacan, en el que se enlaza el lenguaje con lo imaginario del niño.
Melanie Klein, le devuelve: “la estación es mamá, Dick entrar en mamá” y a partir de ese momento hace
un llamado pidiendo por la niñera, a quien había dejado partir sin mostrar signos de nostalgia por su
ausencia. Para Lacan, Melanie Klein había “enchapado” (1953/54;p.136) la simbolización del mito edípico
y con ello, había simbolizado la relación entre el niño, que fue nombrado por su nombre, Dick y la madre.
Dick pasa a simbolizar la realidad a partir de ese núcleo edípico que le aportó Klein y con ello, se abrieron
Es el discurso de M. Klein, el que introduce las primeras simbolizaciones de la situación edípica, que lo
incluye en una trama donde se comienzan a entrecruzar los deseos del padre, la madre y Dick. Lo que
muestra, que ha debido producirse una falla en el discurso materno que no pudo señalar a Dick como el
destinatario de su deseo y Dick no entraba en la serie de los objetos significativos para esa madre. Esto le
permite a Lacan mostrar los efectos de su famosa fórmula, “el inconsciente es el discurso del otro”
(1953/54; (p.137). La posibilidad de introducir en el niño equivalencias simbólicas: tren pequeño-Dick, tren
grande-papá, estación-mamá, donde los objetos se sustituyen unos a otros, permite al niño poner a jugar
su imaginario y real desde un lugar propio donde la palabra del sujeto se enlaza al lenguaje con un
sentido singular del mundo fantasmático, donde su palabra comienza a producir equivalencias y lo
El estadio del espejo no es simplemente para Lacan (1936), un momento del desarrollo, sino que revela
las relaciones del sujeto con su imagen en tanto la imagen de su cuerpo como totalidad, es el modelo
sobre el que se constituye el yo. Freud (1923; p27) planteaba esta relación cuando afirmaba: “El yo es
sobre todo […] la proyección de una superficie”. En este mismo artículo ubica el yo como producto de
identificaciones y en Introducción al narcisismo (1914) nos habla de una “originaria investidura libidinal del
yo, cedida luego a los objetos” (p. 73). Investidura libidinal que se origina a partir de una “nueva acción
psíquica para que el narcisismo se constituya” (p.74). Decíamos que el infans (alrededor de los seis-ocho
meses) antes de adquirir el lenguaje, reconoce su imagen reflejada en el espejo como propia. Asume esa
imagen con alegría y júbilo y disfruta de animarla realizando movimientos que la confirman al observar
que se reproducen al mismo momento. Esta imagen es asumida con júbilo en un momento en que su
mirada capta una totalidad que no puede acompañar la destreza motora, cuando todavía su sistema
La particularidad de la experiencia es que ante esa imagen que ejerce tanta atracción, experimentará una
encuentra por la prematuración de su nacimiento. Lacan(1936) concibe el estadio del espejo, como una
identificación y es “la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen” ((1936; p.87). Es
una “matriz simbólica en la que el yo se precipita en una forma primordial”. Lacan ve en esta matriz, la
Esta forma, determinará la instancia del yo antes de su determinación social, en una “línea de ficción” por
tampoco la tendrá a medida que crezca. Siempre va a existir una discordancia entre la imagen unida y
Es a partir de que se constituye la imagen corporal totalizante, que se desprende la imagen del cuerpo
fragmentado, en directa comparación con aquella. Esta Gestalt “simboliza la permanencia mental del yo”
(1936; p.88) al tiempo que le marca su destino enajenado. El yo se constituye a partir de otro. Su origen
es una exterioridad en la imagen. A su vez se establece una suerte de rivalidad entre el yo y la imagen.
Mientras la imagen le devuelve una completud, el yo experimenta una insuficiencia en relación a ella.
La identificación queda definida como la transformación que se produce en el sujeto cuando asume una
imagen como propia. Con ella el sujeto se “precipita de la insuficiencia a la anticipación” (1936; (p;90) en
una matriz simbólica. Como si dijera, antes de reconocerme fragmentado me precipito a convertirme en
esa imagen. Internamente su imagen propioceptiva y motora jamás será uniforme, pero con la Gestalt
(forma) de la imagen, se anticipa a una unidad que no alcanzará nunca. Sin embargo, esa identificación
será “el umbral del mundo visible” (1936;p;88). La rivalidad con la imagen y la tensión agresiva que se
produzca, va a depender del grado de la fascinación que desarrolle hacia ella, como totalidad
completante.
mediatización del deseo del otro. Esta identificación no surge con el mero hecho de verse reflejado en un
espejo, si esa imagen no está confirmada por la mirada amorosa del primer Otro, que es la madre que lo
sostiene y le permite anticiparse como totalidad. Se puede decir que la matriz simbólica, la provee el
deseo materno al ubicar a su hijo en el lugar del falo imaginario que tiende a completarla. De no existir
esa matriz, el niño no tendrá valor fálico, causa de deseo para la madre, y no podrá constituir su yo
conforme a un narcisismo que posteriormente pueda desplazarse hacia los objetos del mundo
circundante. Es decir, es necesario que primero se constituya un yo para que luego haya un mundo
poblado de objetos. A su vez, la excesiva pregnancia de esa imagen va a impedir ese desplazamiento
La posibilidad de constituirse como símbolo fálico para el deseo materno, le da al niño también una
primera ubicación en el lenguaje. Ese lugar lo da la palabra materna, dado que es el significante (lo
simbólico) el encargado de otorgar lugares, ya que finalmente el niño no es el falo, sólo lo representa.
Debajo de esta identificación narcisista imaginaria del niño al falo, una identificación que tiene
fluctuaciones en un más y un menos, subyace un real del sujeto que no se confunde con lo imaginario.
No olvidemos que las pulsiones originariamente autoeróticas están desde el comienzo, antes de que se
constituya esa unidad comparable al yo narcisista y estas no son absorbidas totalmente por la
organización del yo. Lacan cuestiona el hecho de que muchas veces se confunde lo imaginario con lo real
en las intervenciones analíticas. Esta confusión también alcanza a la noción de la transferencia, la que
también interviene en los tres registros imaginario, simbólico y real. Lo real, resiste a una simbolización de
manera absoluta. El cuerpo pulsional, como real, no se refleja en el espejo. La pulsión se liga a sus
de la satisfacción siempre parcial que deja un resto que subsiste como real.
La finalidad del análisis, será descompletar la imagen del yo y sus identificaciones. Al respecto, Lacan
trae el caso de Nunberg(1953/54; (p.349) para quien la transferencia es sólo la proyección en la realidad,
de algo que no está allí, algo ilusorio. Lacan cuestiona esta concepción de la transferencia como
fenómeno ilusorio. Nunberg, tenía un paciente que traía mucho material que era relatado con muchísimo
detalle y sin embargo, nada sustancial pasaba en ese análisis. Hasta que el analista interpreta que en la
situación analítica, el paciente reproducía algo que sucedía en su infancia con su amada madre, a la que
durante las noches, le hacía confidencias detalladas de los actos y deseos de su jornada. La presencia de
su madre sentada al borde de su cama en camisón, le permitía adivinar por debajo del mismo, el contorno
de sus senos y su cuerpo, algo que le inspiraba un intenso placer. Para Lacan, la eficacia de la
interpretación de Numberg, no surge del hecho de haber aportado una significación a la relación del
desubicado de la realidad e ilusorio. Sino develar, bajo el poder de la palabra, la alienación imaginaria en
la que se fundía la satisfacción que obtenía en la escena con su madre, imagen no integrada por él, pero
sí actuada. La interpretación, al descompletar esa imagen narcisista, ejerce un poder liberador sobre el
deseo del sujeto que había quedado capturado en esa escena con su objeto incestuoso. No se trata de la
recuperación de un acontecimiento vivido sino del pasaje de la imagen a la captura de la palabra actual
en el análisis, que tiene el mismo poder que la palabra antigua y que es capaz de crear una nueva
realidad. En la interpretación, la palabra asume una función de acto (creador) (1953/54; pp.351/53).
Descriptores: Los tres registros simbólico, imaginario y real. Estadio del espejo. Yo. Narcisismo.
-Cómo podemos pensar la relación entre el yo y el mundo de los objetos si el yo es un objeto libidinal más
realidad?
BIBLIOGRAFÍA
Lacan J. (1936) El estadio del espejo como formador de la función del yo. Escritos I. Ed. Siglo XXI. (1988).
Argentina.
Lacan J (1953-1954) Seminario I. Los escritos técnicos de Freud. Ed Paidos. (1986) Barcelona.
Clase II
Alicia Hendel*
Continuando con la línea del Seminario I, en el Seminario II, Lacan va a profundizar la distinción entre el
análisis del discurso y el análisis del yo. Nos dice que “el yo, en su aspecto más esencial es una función
imaginaria” (1954/1955; p.61). A partir de que tenemos un yo, la experiencia que tenemos del mismo,
pasa a guiar nuestra experiencia del mundo. La función imaginaria tiene que ver con la buena forma. La
encontramos en la naturaleza, por ejemplo en el pavoneo, con su Gestalt (forma) totalizadora que
posibilita la atracción sexual dentro de una especie. Pero en el ser humano, esta función imaginaria, no
funciona de un modo genérico ni preformado como en el animal, sino que presenta fisuras. Hay una
perturbación, que es aportada por el instinto de muerte sobre el que nos advierte Freud, representado en
el mundo pulsional que con sus demandas, perturba la armonía de la bella forma a la que aspira el
narcisismo yoico. El yo, en su función imaginaria, siempre está buscando totalidades completantes o
volcándose a la agresividad cuando la totalidad falla. No hay totalidad yoica ni seres totales.
La función simbólica, le da forma a la naturaleza que está allí, que no es ni bella, ni fea. Le da valor y
función simbólicos ((1954/55;p.64). También el yo, función imaginaria, interviene en la vida psíquica,
como símbolo, dice: soy yo. El yo, es una suma de prejuicios, de modos de ver el mundo, lo que creemos
saber y en este sentido es que Freud definió las resistencias en el yo. Pero la función del análisis no es el
análisis de las resistencias. No es intervenir para que el sujeto tome conciencia de sus prejuicios a la
manera de una persuasión. “No es convencer. Es en cada momento de la relación analítica, saber en qué
nivel debe ser aportada la respuesta” ((1954/55; p.71).La pregunta de todo sujeto es sobre el significado
de su historia.
La función de la palabra en el análisis, no implica sustituir el yo del analizante por la autoridad del analista.
La acción de éste, es preciso que apunte al sujeto que anida en el inconsciente, ignorado por el yo. Es el
núcleo del ser, del que habla Freud, donde reside el proceso primario. “El yo (je) del sujeto inconsciente
errónea del je, una verdad parcial. El yo es un objeto que cumple una función imaginaria, que es
La descolocación del yo que interesa al psicoanálisis, es su descentramiento respecto a que no sabe que
está comprometido en un juego de símbolos que lo determinan. El yo, que aspira a una armonía
completante, encuentra que tal unidad no es homogénea, más bien experimenta sensaciones,
discordantes, fragmentadas. El motivo es que esa unidad sobre la que se conforma, es una unidad virtual,
alienada en la imagen unitaria que percibe en el semejante y le provoca fascinación, que es esencial para
poder constituirse. Es por esa fascinación que asume una unidad sobre la incoordinación y fragmentación
originaria.
Lacan (1954/55; p.83) observa, que esta fascinación por la que se estructura comoyo, como reflejo de la
imagen del otro semejante, es una anticipación a una unidadnunca alcanzada desde su interior, motivo
por el cual, la unidad del otro essiempre una amenaza frente a su fragmentación subyacente. Esto
determina una relación de tensión agresiva y rivalizante con el semejante, por esa relaciónimaginaria
entre dos. Por ejemplo, frente a un objeto deseado, lo tendrá él o el otroy si lo tiene el otro, sentirá que le
arrebató lo que en realidad le pertenece.Para pacificar esa tensión agresiva, es necesario que intervenga
una terceridad que es el sistema simbólico a nivel del inconsciente, que introduce una regulación
significado que se le atribuye Con la constitución del inconsciente, nace un sujeto excluido del sistema del
yo, un sujeto que habla capaz de realizar sustituciones, deslizamiento del significado ((1954/55;
Según Freud, entre el principio de placer que regula el proceso primario y el principio de realidad que
regula el proceso secundario, se alcanza cierto equilibrio mediante la defensa que logra atemperar y
postergar mediante un rodeo, la descarga directa del proceso primario. Tal proceso logra aplazar un
placer inmediato que conduce a la destrucción del sistema, por un placer más moderado adecuado a las
posibilidades que le da su realidad psíquica. Esta regulación la realiza el principio del placer-displacer que
Lacan (1954/55; p.101) llama “función restitutiva”. Pero recalca, siguiendo a Freud en Más allá del
principio del placer, que el inconsciente en su funcionamiento tiene una “función repetitiva” donde el sujeto
puede repetir indefinidamente una experiencia y se pregunta ¿de qué sujeto se trata allí? ¿puede ser
nombrado, reducible, simbolizable o únicamente puede ser estructurado, sin que sepamos de él más que
Los análisis que se centran en operar sobre el yo y sus resistencias pensando que desde allí pueden
operar sobre lo reprimido, considerando que el yo es la mitad del aparato psíquico y el inconsciente la otra
mitad, a la que habría libre acceso levantadas las resistencias del yo, no cuentan con que el inconsciente
como tal, no puede ser alcanzado. Que se hace oír de manera dolorosa en la insistencia del síntoma,
contrariando el principio del placer con la compulsión a la repetición. “El sujeto vuelve a una tarea en la
medida en que quedó inconclusa” (Lacan (1954/55; p.137). Recuerda más el fracaso porque fue doloroso
Para Lacan a esta altura de su obra, el orden simbólico engendra la necesidad de repetición. Nos dice
que “El inconsciente es el discurso del otro” (1954/55; p.141), que no es el discurso del otro del
semejante, sino que es el discurso del circuito en el cual estoy integrado y soy parte, como el eslabón de
una cadena. El sujeto está condenado a repetir las palabras significativas que lo marcaron desde su
temprana infancia. Las faltas, frustraciones y pecados que sellaron las satisfacciones y goces propios y
parentales. La cadena del discurso no es algo que alguien pueda detener. “Forma circular de una palabra
que está justo en el límite del sentido y el sinsentido, que es problemática” (1954/55; p.141). El sujeto es
parte de esa cadena de símbolos que se organizan en un sistema que funciona solo, como una máquina
que determina el discurso. Podemos preguntarnos ¿quién habla en el lapsus, el síntoma? El inconsciente
respondemos, el sujeto que se enlaza a los significantes que lo determinan en su historia y es hablado por
ellos.
Lacan pone en relación la constitución del yo narcisista y la posterior constitución del mundo objetal.
Tiene que constituirse el narcisismo para que posteriormente, se pueda conformar el objeto de la realidad.
Es necesario que exista relación narcisista del yo con el otro para que se pueda objetivar el mundo
circundante (1954/55; p. 147). Recordemos, que en toda relación narcisista el yo es el otro y el otro es el
yo. La estructuración imaginaria del yo se realiza alrededor de la imagen especular del cuerpo propio
equivalente a la imagen del otro. Lacan señala que Freud elaboró más acabadamente su teoría de la
libido, cuando introdujo la función del narcisismo. Momento en que el yo se constituye como objeto
libidinal y concentra la libido que el ello dirigía originariamente a los objetos primarios en el tiempo del
autoerotismo. A su vez, el narcisismo se constituye a partir del ideal del yo de los padres, proyectados
sobre el recién nacido. Luego, esa libido que conforma el narcisismo, va a investir el objeto de la realidad
a partir de la investidura amorosa que se despliega en la relación con la madre inserta en el complejo de
Edipo. Es decir, cuando empieza a operar el complejo de castración que resquebraja la alienación
narcisista al otro especular al aparecer la madre atravesada por una falta. Proceso necesario para que la
figura de la terceridad promovida por la instancia paterna, se haga presente en el psiquismo infantil y
Cuando se trata de las investiduras autoeróticas que preceden al narcisismo, no se puede distinguir entre
la fuente y el objeto, dado que coinciden. Para el lactante, la boca y el pezón son equivalentes, tanto es
así que continúa chupeteando después de mamar porque los labios y la lengua son la fuente y el objeto al
mismo tiempo. No hay distinción entre lo interno y lo externo. “Lo real carece de fisuras” dice Lacan
(1954/55; p.151). Es lo que está allí. Es lo simbólico lo que le da un nombre a lo real y lo introduce en
categorías diferenciales. Sucede con el narcisismo. Una primera distinción se establece, entre lo que está
incluido en la relación narcisista y lo que no lo está, que es precursora de la posterior constitución del
Es interesante como Lacan, introduce la función del deseo como necesaria para el desarrollo del
simbolismo. Esa distinción, va a estar promovida por la actividad del deseo. Lacan (1954/55) lo sigue a
Freud cuando en el Proyecto, habla de los estados de deseo y pone en relación el objeto que se presenta
en la realidad y las estructuras ya constituidas del aparato estructurado alrededor del funcionamiento del
esperado y no representa ningún interés, o coincide sólo parcialmente con lo esperado y entonces se
Lacan va a agregar entonces, que la constitución del mundo objetal: “siempre es un esfuerzo por
redescubrir el objeto” (1954/55; p.155). En la medida que lo que se presenta coincide con lo que otorgó
indefinidamente hasta que encuentra el objeto. “El objeto se encuentra y se estructura en la vía de una
repetición: reencontrar el objeto, repetir el objeto. Pero lo que el sujeto encuentra jamás es el mismo
objeto. Dicho de otro modo, el sujeto no cesa de engendrar objetos sustitutos” (1954/55; p.155) impulsado
por la búsqueda del objeto de la satisfacción. La función de la repetición entonces, es estructurante del
mundo de los objetos que está “abierto a una multitud de objetos neutros de extraordinaria variedad,
objetos que, incluso en su función radical de símbolos, ya nada tienen que ver con objetos” (1954/55;
p.156). Es decir, por la intermediación del lenguaje, el objeto material se transforma en símbolo mental y
Desde el comienzo de su Seminario, Lacan opone el sujeto que habla, portador de la palabra que expresa
un ser que busca revelarse, con el lenguaje como cuerpo inerte, conjunto de símbolos con sus propias
leyes de funcionamiento. La paradoja que se presenta es que el sujeto que habla requiere del lenguaje
para realizar su ser en el mundo. Por otro lado, el propio lenguaje nunca llega a poder expresar en
profundidad, de modo acabado lo que de ese ser, busca realizarse. El deseo reprimido que anida en el
contenido latente del sueño, “es el ser que espera revelarse” (1953/54; p. 392). Por eso la palabra del
análisis, es la que da pie para que el ser se realice. Y hacia allí debe apuntar la labor del analista.
Al comienzo del análisis, ese ser no está realizado, existe implícitamente. Es la palabra incluida en el
discurso que se revela en la asociación libre, que rompe con el discurso coherente del yo, lo atraviesa, y
esa revelación “es la realización del ser” (1953/54; p. 394). Es por ello, que la palabra: “es el elemento de
ambos sujetos” (1953/54; p.399). Lacan le otorga a la palabra, la palanca de la subjetividad humana. La
palabra se eleva por encima del yo, que expresa la función imaginaria del ego como producto de la
Lacan piensa: “De esto se trata al fin de un análisis; de un crepúsculo, de un ocaso imaginario del mundo,
incluso de una experiencia que limita con la despersonalización. Es entonces cuando lo contingente cae
-el accidente, lo contingente, el traumatismo, las dificultades de la historia-. Y es el ser el que entonces
llega a constituirse” (1953/54; p.339). El poder revelador de la palabra, deriva de la estructura semántica
del lenguaje, porque nunca tiene un único sentido ni un vocablo tiene un único empleo. Esto le hace decir
que “Toda palabra tiene siempre un más allá […] envuelve varios sentidos. Tras lo que dice un discurso,
está lo que él quiere decir, y tras lo que quiere decir está otro querer decir y esto nunca terminará a
menos que lleguemos a sostener que la palabra tiene una función creadora, y que es ella la que hace
surgir la cosa misma, que no es más que el concepto” (1953/54; p.351). La palabra, hace emerger de lo
real algo que estaba allí pero que, hasta no ser nombrado, no podíamos tener conocimiento de ello. Trae
el ejemplo del elefante, cuya existencia para el sujeto surge una vez que es nombrado con la palabra
Lacan (1953/54; p.351) siguiendo a Hegel, se afirma en que el concepto está en el lugar de la cosa: “está
allí donde la cosa no está, llega para reemplazar a la cosa”. Es el concepto también, el que hace que la
cosa esté allí, aun no estando. En este sentido, plantea algo interesante. El inconsciente, se ubica fuera
del tiempo, como lo hace el concepto. El concepto, se independiza de la cosa y puede reproducirla,
incluso con ciertas variantes aplicada a distintos objetos como cuando se dice de alguien, se mueve como
elefante en un bazar, aludiendo a una persona que no mide sus límites y se lleva por delante algunas
actual con el analista se repite desplazada, una transferencia con los objetos edípicos. Es porque la
palabra tiene su más allá, que podemos develar aquello a lo que remite, más allá de lo que dice. “El
sentido último de la palabra del sujeto frente al analista, es su relación existencial ante el objeto de su
deseo” (1953/54;;p.353).
Habiendo resaltado hasta acá, la importancia de poder desplazarnos desde el registro imaginario-
narcisista hacia el registro simbólico, en el seminario II, Lacan (1954/55) aborda la función simbólica como
lo que caracteriza el orden humano e interviene en todos los planos de su existencia. Esta función
determina que, al nacer, el ser viviente se zambulla en una trama de relaciones donde hay asignados
lugares y jerarquías definidas desde lo simbólico. No es algo que se constituye de a poco, dice Lacan.
Este orden constituye una totalidad que lo pre-existe. “Cuando el símbolo aparece, hay un universo de
En este Seminario, Lacan continúa ampliando este lugar que otorga a la palabra plena que se revela en
su condición más simbólica que remite a un más allá, en contraste con la palabra vacía, más ligada a
convalidar las creencias inamovibles que recoge el registro imaginario del yo. A su vez, va concediendo
una atención creciente al lenguaje en su estructura, como sistema de signos que remiten unos a otros,
que se definen entre sí por un sistema de oposiciones y se rigen por leyes establecidas que le dan su
particular modo de funcionamiento. Cada vez se le vuelve más notorio, que lo que le falta al deseo como
constituyendo el núcleo del ser es algo del orden de lo innombrable, algo que la palabra no puede
También en este seminario, Lacan empieza a darle un lugar más central al deseo cuando afirma que: “El
mundo freudiano no es un mundo de cosas, no es un mundo del ser, es un mundo del deseo como tal […]
El deseo es una relación de ser a falta. Esta falta es, hablando con propiedad, falta en ser. No es falta de
esto o de aquello, sino falta de ser por la cual el ser existe […] El deseo, función central de toda la
experiencia humana, es deseo de nada nombrable […] Si el ser no fuera más que lo que es, ni siquiera
habría lugar para hablar de él. El ser llega a existir en función misma de esa falta” (1954/55; pp. 333/335).
El juego de báscula entre la palabra y el lenguaje acompañan todo el tiempo la aventura del ser viviente
habitado por el deseo. Mientras la palabra en su búsqueda incesante, repetitiva intenta nombrar el ser, el
lenguaje sólo llega a volverlo un objeto entre otros, carente de esencia y el ser se le escapa, se muestra
innombrable. Lo que Freud vino a subvertir fue el valor de la conciencia como reflejo del mundo, de lo
No hay conciencia universal. No hay hombres en manada que comparten una misma realidad. Hay
“hombres que hablan, con una palabra que introduce en el mundo algo que gravita tan pesadamente
como todo lo real” (1954/55; p.336). Podemos decir que el ser existe como sujeto que habla, pero no es
captable por ello, la única forma de subjetividad, es la falta en ser que hace existir el deseo. En este
Lacan 1954/55; (p.365) desarrolla un esquema para dar cuenta de las relaciones entre lo imaginario y lo
simbólico que comprende dos ejes que se entrecruzan. En el eje imaginario se despliegan las relaciones
del yo con el semejante (otro con minúscula) y en el eje simbólico, la relación del sujeto que emerge en un
análisis con el Otro (con mayúscula). Es el sujeto, no como totalidad, sino en su abertura que no sabe lo
que dice. No sabe el mensaje que trae en lo que dice, mensaje que le llega de su inconsciente de forma
invertida.
Decíamos a nivel del Seminario I, que la constitución subjetiva es resultado de la identificación del niño a
su imagen en el espejo mediatizada por la presencia del Gran Otro representado en la palabra y mirada
materna. Esta identificación produce una alienación a una imagen anticipatoria de sí mismo, que es
condición para la reunión pulsional bajo esa imagen especular. Imagen totalizante, condición del
narcisismo y también de su desconocimiento. Lacan (1953/54; p.253) se pregunta ¿qué efectos tendrá
para el sujeto constituirse en una imagen afuera de sí mismo y mediante el rodeo por el Otro del
lenguaje? Recibirá su propio mensaje del otro, de forma invertida. Donde la madre dice “yo soy tu madre”,
el niño recibe ese mensaje a nivel inconsciente y se transforma en “yo soy tu hijo”. Al comienzo el deseo
Pero no es ahí, en esa palabra donde se ve. Se ve en la imagen en que se refleja su yo, en la imagen del
otro, su semejante. Lo imaginario, cobra una falsa realidad a partir del orden definido por lo que Lacan
(1954/55) llama, “el muro del lenguaje”. “El lenguaje está hecho para remitirnos al otro objetivado”
(1954/55; p.367). Cuando el sujeto habla con sus semejantes, lo hace con el lenguaje común compartido
que toma a los otros yo imaginarios, por cosas reales. En la medida que los pone en relación con su
propia imagen, con ellos se identifica y se forma la ilusión que hay relaciones “auténticamente
intersubjetivas”. Sin embargo, tanto el sujeto como el otro con su palabra, mienten sin saberlo. Atravesar
el muro del lenguaje en un análisis implicará, acceder al Otro como lugar de la palabra donde el Otro “da
Descriptores: Función imaginaria. Función simbólica. Yo narcisista. “Je” del discurso. Distinción entre el
otro y el Otro. Lenguaje. Palabra. Repetición. Deseo. Ser. Falta en ser. Principio de placer-displacer.
INTERROGANTES
-Si la constitución del mundo objetal, está impulsado por el esfuerzo de redescubrir el objeto ¿cuál es el
BIBLIOGRAFÍA
– Lacan J (1953-1954) Seminario I. Los escritos técnicos de Freud. Ed Paidos. (1986) Barcelona.
– Lacan J (1954-1955) Seminario II. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Ed Paidos.
Clase III
Alicia Hendel*
En el Seminario IV, Lacan (1956/57) va a cuestionar la práctica psicoanalítica que ubica el progreso de un
análisis en una rectificación de la relación del sujeto con el objeto, considerada una relación ilusoria que
tergiversa la relación real que queda reducida de este modo, a una relación dual. En este seminario se
interroga, por aquello en lo que consiste la relación de objeto de la que tanto se habla en el ámbito del
psicoanálisis, como también la relación analista-analizado. Introduce la función del falo en el triángulo
edípico y adjudica al padre tres categorías que van a determinar diferentes consecuencias de la función
paterna sobre la relación madre- niño falo. Estas tres versiones del padre van a ser puestas en relación
Lacan retoma su formulación sobre que “el sujeto recibe del Otro su propio mensaje, bajo la forma de una
palabra inconsciente” (1956/57; p.12) y agrega que este mensaje le es desconocido, dado que está
obturado por la interposición de la relación imaginaria entre el Yo y el otro semejante que es, agrega, “su
objeto [1]típico”. Relación imaginaria que desconoce la relación de la palabra, entre el sujeto y el Otro, “el
Gran Otro, como otro sujeto, un sujeto por excelencia capaz de engañar” (p1956/57; p12). Desde el
Seminario I (1953/54), viene acentuando la sujeción de todo sujeto a las cadenas de lenguaje que lo
preceden [cuyo portador principal es la lengua materna] y de las cuales es sólo un eslabón que porta un
mensaje inconsciente que, a su vez le dirige al Otro que se encuentra en una alteridad radical. Un otro
que lo precede y lo trasciende.Ese discurso del Otro, insiste e interfiere en los tropiezos del discurso
consciente que busca ser reconocido y que, en esa insistencia, empuja al sujeto al más allá del principio
del placer.
Lacan hace una crítica de los análisis que centran su trabajo sobre la relación de objeto sin profundizar
sobre la misma y que “basan el progreso analítico en una rectificación de la relación del sujeto con el
esperado por adelantado” ((1956/57;p.15), adecuado a la etapa madurativa del sujeto y que iba a aportar,
Lacan señala de modo contundente, que la relación de objeto no existe en los textos de Freud y resalta,
que todo el trabajo freudiano se orientó desde muy temprano, sobre el fenómeno de la repetición. Con el
retorno de lo reprimido en los síntomas, los sueños y la transferencia,esta repetición daba cuenta que de
lo que se trataba, no era tanto del objeto como de “una búsqueda del objeto perdido” ((1956/57; p.15).
Esta búsqueda comandada por el fenómeno de la repetición, instaura un desajuste, una tensión desde el
arranque entre el sujeto y el objeto, dado que el sujeto “está unido con el objeto perdido por una nostalgia”
(p.15) y es esa misma nostalgia, la que realiza todo el esfuerzo en pos de un “reencuentro con el signo de
El sujeto, encuentra el objeto de la realidad buscando el objeto al que se adhirieron las primeras
satisfacciones del niño y entre ambos, entre lo esperado y lo hallado, se inscribe una distancia que
repetición instaura una discordancia, que va a marcar la relación de objeto como una relación conflictiva
En esta misma dirección, Lacan(1956/57;(p.16) retoma de Freud el conflicto que se genera entre el
principio del placer y el principio de realidad para la vida psíquica. El principio del placer apunta a
organización donde el placer se muestra atemperado porque supone la capacidad de tolerar la diferencia
entre lo hallado y lo esperado. No hay una continuidad entre los dos principios, sino un conflicto, del
mismo modo que supone un conflicto el acceso al objeto de la realidad, el cual, si bien tiende a
metaforizar, sustituir el objeto añorado de las satisfacciones primarias, no cesa de pulsar desde lo
Esto indica, que el desarrollo de un sujeto, no “se centra en la relación del sujeto con el objeto”
((1956/57;p.17). Donde Lacan ubica esta relación sujeto-objeto es en las relaciones de reciprocidad que
fueron posteriormente llamadas pregenitales. Relaciones en las que ver-ser visto, atacar-ser atacado,
pasivo-activo, se producen como resultado de la relación narcisista y la identificación con el otro. Tienen
que ver con el momento en que el niño reconoce su imagen en el espejo y se anticipa en ella como ser
mucha ambivalencia y tensión entre la posición del sujeto y la del partenaire, dado que el sujeto supone a
la imagen que ve en el otro, una completud a la que aspira pero que no registra en su mundo interior.
Estas relaciones de corte imaginario, se establecen en la vida del adulto también y conducen
analizante, comparte con una compañera de trabajo, la misma expectativa de ser reconocida por su labor
frente a la jefa de ambas. Admira a su compañera y la ve actuar con eficiencia, algo que también se
puede decir respecto de su propio desempeño, pero la completud y la perfección con que registra a su
compañera, no la puede percibir en ella misma. La imagen de su compañera, se le impone más cercana a
la perfección respecto de las tensiones que le llegan de su mundo interno. Esto muestra según Lacan, lo
conflictivo de la relación dual, frente a aquellos que la quieren llevar al centro de la actividad analítica,
como motor de la cura. Esta línea teórica buscaría que el sujeto reconozca la inadecuada relación que
mantiene con el objeto para que, desde la conciencia, la rectifique. El objetivo es alcanzar la
Por el contrario, Lacan resalta que para Freud, la evolución de un análisis dependía de que el sujeto
consciente e inconsciente que deja esa distancia entre lo esperado y lo hallado como un agujero a
develar, no a taponar. Es así que cuestiona la postura de Karl Abraham, que ponía el acento en el objeto
al que se debe arribar como el ideal de un análisis. Este autor afirmaba, que el carácter de un individuo
alcanzaba su madurez, cuando lograba arribaral nivel genitalen la evolución de las etapas de la libido.
Como si el hecho de convertirse en un sujeto genital, pudiera regularizar las relaciones con el resto de los
objetos. Lacan (1956/57;p.22) llama a esta postura, una teoría evolucionista instintivista. Una vez más,
critica el intento de normalización de cierta práctica psicoanalítica y el acento que se pone en las
relaciones sociales del paciente, en desmedro del trabajo con el sujeto del inconsciente, tan central en la
práctica freudiana.
Para Lacan, en la concepción freudiana, el objeto “es un instrumento para enmascarar, a modo de una
protección, el fondo fundamental de angustia que caracteriza a la relación del sujeto con el mundo en las
distintas etapas del desarrollo”(1956/57;p.22). Lacan está tratando de sacar al objeto de su apariencia
imaginaria para observar que función cumple en las distintas estructuras que asume. Tenemos como
ejemplo, el objeto de la fobia y el objeto fetichista. En la fobia, por ejemplo, observa la ausencia de
relación directa entre el objeto y el miedo que lo acompaña, dado que el miedo no tiene que ver con el
objeto y el objeto a su vez, cumple la función de mantener el miedo a distancia. Dice Lacan: “El objeto
encierra al sujeto en determinado círculo, una muralla, donde se protege de los miedos” (1956/57;p.23). El
objeto cumpliría la función de una señal de alarma, que detiene al sujeto frente a un umbral, al cual no le
impone con un capitán del ejército. El dinero como objeto, viene a enmascarar la relación con su padre,
que había dejado una deuda de dinero cuando estuvo en el ejército, y la conflictiva que lo aquejaba entre
elegir para casarse una mujer rica y una mujer pobre por la que sentía más atraído. Su relación con el
dinero y la deuda, enmascara el fondo de angustia que atraviesa la relación con el deseo del padre de
que se case con la mujer rica como lo había hecho él con su madre, que lo ponía en una posición
amenazaba recibir su hostilidad, a pesar de estar muerto. Quedaba sometido a la amenaza de castración
Volviendo a la fobia, la angustia en juego es la angustia de castración. La fobia, una protección frente a
ella. Respecto del fetichismo, también el fetiche cumple una función de protección frente a la angustia,
con la diferencia que acá la angustia de castración se relaciona con la percepción de la falta del órgano
fálico en la madre y la negación al mismo tiempo, de esa ausencia. Lo común en ambos, fobia y
fetichismo, es que el objeto “tiene cierta función de complemento con respecto a algo que se presenta
Fobia y fetiche son objetos que emergen sobre un fondo común de angustia de castración y son
convocados como medida de protección uno y garantía el otro. El objeto fóbico permite enlazar un objeto
con el miedo, encerrar al sujeto en una muralla y protegerlo de la angustia y el fetiche tapona la visión de
la castración maternaque convocaría una angustia arrasadora. Qué tienen en común estos objetos se
pregunta Lacan y en qué se diferencia la función de uno y del otro.Estas preguntas se irán respondiendo
lentamente.
Retoma la noción fundante del objeto, como el objeto perdido impulsor de la búsqueda de objeto y algo
muy importante, que el objeto siempre es el objeto vuelto a encontrar. Está también el objeto en lo real, de
la realidad común compartida y está el objeto de la reciprocidad imaginaria con el cual el sujeto se
identifica, como veíamos en el ejemplo de la relación con la compañera de trabajo. ¿Es ella o su
compañera partenaire la preferida? Hay dos sujetos, pero hay un solo yo. Cada una se identifica con la
otra y el yo narcisista es el único modelo. Esta relación de identificación imaginaria, Lacan la observa muy
El obsesivo se asemeja a un actor, que cumple un papel como si estuviera muerto para resguardarse de
dominar al otro desde esa impostura y haciendo exhibición de ello. Lo hace como si el Otro de la palabra,
garantía de toda la significación, aprobara ese espectáculo y el propio sujeto ocupara también ese lugar
de espectador desde donde se aplaude a sí mismo como el que puede y sabe. Se convence a sí mismo al
verse y oírse, de que es potente (más adelante en la obra de Lacan, serán relevantes los objetos “a”
mirada y voz). Sin embargo, a nivel inconsciente, él sabe que el juego no se juega dónde está él, dado
que desde la distancia que quiere poner frente a su deseo, todo pierde importancia, se nadifica. ¿Dónde
se ubica el objeto significativo para este sujeto? Al colocarse en el lugar de espectador, el obsesivo se ve
a sí mismo como el objeto maravilloso que quiere encarnar en esa pantomima que monta en escena.El
objeto forma parte de ese juego ilusorio de acercarse a la muerte lo más que se pueda, al sentir que no
participa del juego, aunque lo dirija, dado que ha matado su deseo por adelantado.En realidad, no está en
el juego. Cuando se encuentra que tiene que tomar una decisión, duda y encuentra obstáculos para
abandonar o postergar el juego pensando que habrá otras oportunidades, dado que si juega puede ganar
o perder, puede sufrir o enamorarse.En el camino de matar su deseo para evitar confrontar con la
castración, se aferra a lo que debe hacer para no perder. El deber lo salva de la muerte.En el análisis, es
necesario matar esa ilusión de que es posible postergar sin que haya pérdida.
A medida que avanza la transferencia, el obsesivo va poniendo al analista en el lugar de ese objeto. La
finalidad del análisis es demostrar “lo que él ha articulado para ese Otro espectador que es él mismo sin
Vemos que, al partir de la noción que no hay objeto predeterminado para el ser parlante y el agregado de
que el objeto se erige sobre un fondo de angustia, Lacan establece una tríada inicial, donde la relación de
objeto se establece con el semejante y con el Otro. La relación de objeto va a ser leída a partir de esta
nueva configuración en la comunicación del ser parlante, estableciendo esta diferencia entre el otro y el
Otro. Cuando un sujeto habla, su mensaje no sólo va dirigido al otro de la relación imaginaria sino también
al Otro por el cual es hablado desde su inconsciente y hacia el cual también interpela.
En el camino hacia el otro, “su objeto típico” (1956/57;p.12), el de la relación imaginaria, el sujeto se
encontrará con el lenguaje y estará obligado a pedir, a demandar lo que quiere. Como la demanda es una
articulación significante, su demanda queda a merced de la lectura del Otro de la palabra, cómo
decodifica esa demanda. En su respuesta, que también está mediatizada por el lenguaje, se hace visible
que aquello que ofrece difiere de aquello que se le pide. El Otro aparece habitado por una falta, una
inadecuación a la demanda. De toda lectura que se hace de una demanda, se desprende un resto no
significable: lo que se obtiene, no es lo que se pide. Recordemos que el objeto como objeto de la
necesidad, se enajena y lo que se busca tras el objeto que se pide, es reencontrar el objeto perdido de
una satisfacción que se añora por ser irrecuperable para el ser hablante.
Volviendo a la relación dual que Lacan cuestiona como modelo sobre el cual entender la relación con el
objeto, incluso la relación de transferencia, nos dice que lo que se observa es “el carácter profundamente
oral de la relación de objeto imaginaria” (1956/57;p.30). Sería el falo, como objeto imaginario,
realizándose en un “fantasma de incorporación fálica”. El falo sería el elemento tercero que se disputan
los dos sujetos bajo la relación imaginaria. Recordemos las dos compañeras de trabajo que compiten en
la relación especular yo-yo’, un lugar que semeje una completitud, agregamos ahora, de brillo fálico.
La relación imaginaria está determinada en base a la relación madre-hijo, con la terceridad que
representa el falicismo puesto en juego en esa relación. Falicismo que también se pone en juego en la
experiencia analítica. Lacan nos está hablando del falo imaginario. Distingue el pene, como órgano real
con funciones reales, del falo en su función imaginaria en la relación madre-hijo. Es que la noción de
falicismo, implica introducir la categoría de lo imaginario para poder diferenciarlo del órgano pene.
Siguiendo esta distinción entre lo imaginario y lo real, nos habla del analista que, al entrar en el juego
imaginario del obsesivo e intentar hacerle reconocer su agresividad, desconoce lo que subyace a esa
agresividad y toma a la agresividad, como un objeto real cuando en realidad, es un objeto imaginario.
Se pregunta ¿es real el objeto o no lo es? (1956/57;p.32) y se responde que: “toda la dialéctica del
desarrollo individual, así como toda la dialéctica de un análisis, giran alrededor de un objeto principal, que
es el falo” (1956/57;p.33). En este punto se pregunta sobre cuál es la relación entre el objeto y lo real y
responde que “lo real se encuentra en el límite de nuestra experiencia”. Nuestra experiencia se despliega
sobre condiciones artificiales, las de nuestro aparato psíquico, a la manera de una pantalla que recubre lo
real. Al hablar de una realidad última, como si estuviera en algún lugar, se desconoce que el lugar donde
En este punto retoma a Freud al decir que la noción de realidad, participa del doble principio, principio de
placer y principio de realidad. En el análisis se comprueba hasta qué punto, el principio del placer que
opera en los procesos primarios que guían el deseo inconsciente que pugna por avanzar hacia la
alucinación, es tan real como el principio de realidad, que busca la adecuación a los parámetros de las
enamoramiento, donde los atributos del amado o la amada, toman el rostro de lo que se desea ver en
ellos y sus imperfecciones son negadas o reducidas a nimiedades. La realidad va a construirse en base a
lo que un sujeto necesita ver, acorde a las expectativas de lo esperado desde su deseo inconsciente, que
Lacan le da a la noción de la falta del objeto, un carácter central en el desarrollo de un sujeto. No sería
una falta en el sentido negativo, algo así como unacarencia, una falla, sino que es esa falta del objeto, el
verdadero motor de la relación del sujeto con el mundo. Falta del objeto, que va a poner en relación con lo
que definió como las tres categorías de la falta: castración, frustración y privación.
INTERROGANTES
– ¿A qué se refiere Lacan, cuando afirma que el sujeto recibe su propio mensaje de forma invertida?
Descriptores: Objeto. Falta de objeto. Padre imaginario. Padre simbólico, Padre real. Frustración.
BIBLIOGRAFÍA
Clase IV
Alicia Hendel*
[1]En el Seminario IV, Lacan (1956/1957) conceptualiza la falta del objeto como la estructura que organiza
la relación del sujeto a los objetos del mundo, en tres categorías en las que se presenta esa falta.
Descubre que, en la experiencia del análisis, lo que se hace presente no es la relación de un sujeto con el
objeto como si fuera una relación dual. Cuestiona aquellas posiciones psicoanalíticas que basan el
progreso de un análisis, en la rectificación de la relación del sujeto con el objeto, buscando una
adaptación del yo al objeto y al entorno, como lo postula la escuela de la Psicología del yo. Nos dice: “en
el mundo humano, la estructura como punto de partida de la relación objetal es la falta del objeto”
(1956/1957; p.58). No sería la relación del yo con el objeto, la creadora de los objetos de la realidad.
El sujeto en juego en la relación con el objeto, es el sujeto que emerge a nivel del inconsciente, cuando se
constituye el objeto perdido del deseo freudiano y que inscribe una falta fundante para el desarrollo del
psiquismo.Un sujeto dependiente del lenguaje para articular su relación con los objetos y sostenido, no de
la relación con el objeto, sino que esta relación va a sostenerse del deseo inconsciente que mueve al
sujeto a la búsqueda y ligazón con los objetos. Un sujeto que más adelante va a llamar, sujeto dividido,
habitado por una falta, a partir del cual, se construye la realidad humana.
Para Lacan, la privación, la frustración y la castración, son las tres formas de la falta del objeto, que
estructuran el cuerpo, la realidad y los objetos. Para introducir el tema diremos que la frustración es
percibida como un daño imaginario, la castración como una deuda simbólica que supone una falta a nivel
de lo simbólico, es decir, de la cadena significante y la privación, se estructura como una ausencia real o
Esta teorización apunta a que el objeto faltante, está definido por la forma de la falta que opera en ese
momento y no por la relación del yo con el objeto. Cuando alguien dice que un objeto lo frustra, la falta en
juego no estaría en el objeto sino en el tipo de falta que está operando en la relación del sujeto con ese
objeto. Surgen entonces, tres objetos o presentaciones de la falta: objeto imaginario, objeto real y objeto
simbólico. Porque advierte “He dicho falta del objeto y no objeto” (1956/1957; p.39). Y se pregunta por
cuál es el objeto que falta, en cada uno de esos tres casos de presentaciones de la falta que acabamos
de presentar.
En este seminario hablará de tres presentaciones clínicas del objeto: el fetiche, el falo y el objeto fóbico.
Lacan va a decir que estos objetos son construcciones que “ordenan, organizan, articulan lo vivido”
(1956/1957; p.44). Elabora el concepto de la imagen cumpliendo una función significante. Objetos donde
la imagen juega un papel significante, dado que, como significante representa algo. Dado que no habría
significante. El zapato para un fetichista, remite al falo faltante en la madre como el caballo para Juanito,
remite al temor al padre. El falo finalmente, remite al objeto que completaría a la madre.
Lacan despliega una metáfora para dar cuenta de la noción de realidad y cuestiona a aquellos que van a
buscar la realidad, en algo cuya característica sería la de ser lo más material. Por ejemplo, en una central
hidroeléctrica, se tiende a suponer que el basamento material de la energía que es capaz de acumular,
estaría en el salto de agua que interviene para hacerla funcionar. Bastaría con medir la altura del salto de
la caída de agua y se obtendría la energía potencial de la que es capaz. Lacan (1956/1957; p.45) define la
realidad como la “Wirlichkeit”, “la eficacia del sistema (…) psíquico”, lo que ocurre, se manifiesta, como
sucede con la central hidroeléctrica funcionando. Lo que está antes, lo real ¿cómo saberlo? La energía,
se manifiesta a partir de que la medimos y hay centrales en funcionamiento, es decir, que contamos con
un sistema simbólico, significante que, aplicado a lo real, desarrolla un aparato que produce energía.
Con esta metáfora, Lacan encuentra el modelo de lo que Freud desarrolló con el concepto de libido, como
la energía del deseo que mueve a nivel imaginario, a que un ser vivo desarrolle frente a otro, los
comportamientos de la sexualidad. Pero esta libido no está en el Ello como reservorio, a la manera de una
Central que alguien puede pensar que estaba ahí y se puso a funcionar sola. El Ello como la Central, “es
lo que, en el sujeto, es susceptible, por mediación del mensaje del Otro, de convertirse en Yo (Je) (…) el
Ello (Es) no es una realidad bruta, ni simplemente lo que está antes, el Es ya está organizado, articulado,
igual como está organizado, articulado, el significante” (1956/1957; p.48). Toda la fuerza que está ahí
puede ser transformada, incluso acumulada. Aunque toda la energía ya esté ahí, en la fuerza de la
corriente del lecho del río o el salto del agua, una vez construida la Central, se transforma en otra cosa.
Lo mismo sucede en el ser humano, un sistema simbólico con su particular organización, pone a
Nada de lo humano puede concebirse, sin la presencia hegemónica del significante con los perpetuos
deslizamientos de significado entre un significante y otro. A su vez, lo que es significante de algo, puede
convertirse en significante de otra cosa. Lo que plantea que no hay límite alguno para el significado: “algo
que se encuentra virtualmente en el límite de la reflexión del hombre sobre su vida, que le permite
la máquina simbólica que constituye el Inconsciente que, con sus leyes, lo empiece a hacer rodar en el
deslizamiento del significado debajo del significante. Así entra el lenguaje en el sujeto, le llega de su
primordiales que marcaron sus fijaciones libidinales, que la máquina inconsciente empieza a hacer
circular en las sucesivas cadenas asociativas que llegan al preconsciente. Pero advierte Lacan, el
resultado, lo que va a producir esta máquina, no está predeterminado.Cada sujeto hará su síntoma
Pero entonces ¿dónde ubicar la realidad? Detrás del significante, “está la realidad última, completamente
velada para el significado, como también para el uso del significante- la posibilidad de que nada de lo que
hay en el significado exista” (1956/1957; p.53). El sujeto, está condenado a repetir indefinidamente, algo
que le resulta mortal. Su dependencia del lenguaje, no le permite el acceso a ninguna realidad última: “el
Por ejemplo, no hay ningún carril preestablecido en el desarrollo infantil, que permita el libre acceso del
que permitiría pensar que, de no haberlos, el encuentro entre los sexos daría un resultado armónico con
el acceso al ejercicio de una genitalidad plena. Para Freud, la relación entre los sexos, tiene su primera
maduración en la fase fálica, previa al sepultamiento del complejo de Edipo. A la altura de esa fase, a
nivel imaginario, hay una sola representación del estadio genital, que es la imagen erecta del órgano pene
en calidad de falo. En este sentido, la erección del órgano producto de la experiencia natural del cuerpo,
cobra valor significante y es transformado por el hecho de cobrar un valor simbólico de fuerza y potencia.
Dado que no hay noción ni de la vagina, ni del esperma y generación reproductiva, quedan sólo dos
Sobre la base que la relación de objeto verdaderamente creadora, es la de la falta del objeto y que todo
encuentro del objeto es en realidad un reencuentro, es que Lacan va a releer el concepto de la fase fálica
narcisismo en la relación madre-hijo y que es central para la identificación sexual del sujeto. Para ello, se
apoya en la teoría de la constitución del narcisismo, de una libido del yo, en la que un sujeto se relaciona
Relación del hombre con la imagen que va a establecer una tensión propia del yo, en la medida que se
mide permanentemente con esa imagen, en el más o el menos que le devuelve de su completitud. Esta
constituye una “medida común libidinal” (1956/1957; p.55) y el centro de reserva para establecer toda
relación de objeto, como fundamentalmente imaginaria. Situación de por sí, inestable y que predispone a
una relación inarmónica con el objeto. Recordemos también, el desencuentro estructural entre el objeto
esperado y el recobrado. Ya para Freud, el objeto primero, el objeto materno, es rememorado y buscado
en cada búsqueda de objeto, de tal modo que el objeto hallado será un objeto re-encontrado y llevará la
“marca del estilo primero del objeto” (1956/1957; p.55). Esto le permite a Lacan decir que hay allí una
“transmisión significante”, por lo que este objeto que se busca reencontrar, tendrá un valor perturbador en
Vemos lo simbólico operando sobre lo real y entre simbólico y real, se interpone la capa imaginaria que
organiza el narcisismo. Freud introduce el campo imaginario, cuando introduce el narcisismo entre el
autoerotismo y la etapa de la relación de objeto edípica. La etapa preedípica, con los objetos oral y anal,
ya son objetos “trabajados por el significante” (1956/1957; p.56) por ejemplo, en las nociones de
incorporación, expulsión, retención etc. que organizan fantasías que hacen de puente, de nexo, en la
relación sujeto-objeto. Pero lo que a Lacan le interesa en este seminario, es situar en la relación del
objeto, cómo cada vez que se produce “una crisis, o un encuentro, o una acción eficaz en el registro de la
frustración. La privación está en lo real, ajena al sujeto, por ejemplo, el ser humano no posee alas, como
las niñas no tienen pene, pero para captar la privación, es necesario simbolizar antes, lo real. Para la
madre el niño simboliza el falo, lo que plantea a nivel imaginario siempre una discordancia, porque a
veces lo es, otras no tanto o nada. Pero a nivel inconsciente, es necesario que lo simbolice para que un
sujeto acceda a la subjetividad. El niño accede a ese lugar, si ha podido simbolizar a la madre como
detentando el falo que le da el poder (a la madre) de otorgarlo al niño ese lugar de falo para su deseo.
Pero para que una madre pueda hacer ese movimiento de simbolizar al hijo como falo, es decir
narcisizarlo, convertirlo en objeto de su deseo, es menester que la madre sea privada de ese falo,
La privación es una falta en lo real, la mujer no tiene el ansiado pene-falo, pero ese falo es adjudicado por
una operación simbólica, la creencia en la premisa universal del pene para todos los seres vivos, que es
una adjudicación desde lo simbólico. Creencia que da nacimiento al concepto de madre fálica. La
privación es una falta en lo real, un agujero en lo real respecto de un objeto simbólico, porque en realidad,
a la mujer no le falta nada. La frustración, en cambio, es una falta en lo imaginario, un daño que percibe el
sujeto por no poder acceder a un objeto real. El sujeto lo siente como un perjuicio que le ocasiona otra
persona a la que califica en términos imaginarios como que tendría el poder de darle o negarle un objeto
que ella sí posee y que no lo hace por capricho. Este es el terreno de todos los reclamos en el orden de la
frustración de amor.
El sujeto exige, reclama al otro algo que espera que le dé, porque cree que es una obligación del Otro y
un derecho propio. Esta demanda de satisfacción, no mide la real posibilidad de satisfacción y menos aún
si el sujeto está dispuesto a ser satisfecho o su demanda de satisfacción es tan infinita, que es
incolmable. Recordemos que dela diferencia que surge entre lo buscado y lo hallado, va a desprenderse
un resto de insatisfacción que el neurótico no está dispuesto a renunciar, para poder soñar con una
satisfacción absoluta. La frustración “es por esencia el dominio de la reivindicación, muy presente en la
En el fetichismo, el niño se identifica a la madre fálica que no está afectada por la privación que introduce
la función paterna. Una madre que no suelta el falo parapoder simbolizar al hijo en ese lugar y el niño,
para poder existir, encontrar un lugar en relación a ese falo-objeto del deseo, se identifica a la madre
detentando por momentos el poder que a ella le adjudica. En la fobia, el niño se encuentra más cerca de
simbolizar la privación materna pero igualmente permanece encerrado en esa tríada imaginaria madre-
niño-falo, donde prevalece la imagen de madre fálica (una madre que es dueña de su deseo y no
depende de un otro deseante que la torne vulnerable, deseante). La relación con la madre entonces, se
convierte en un vínculo asediante, sin salida y la fobia “constituye una llamada de socorro, la llamada a un
elemento simbólico singular” (1956/1957; p.60) que Lacan va a señalar como el lugar del padre, capaz de
Siguiendo a Freud, Lacan reafirma que el fetiche es el símbolo del pene, pero no de cualquier pene, sino
el de la madre fálica. Aquel falo que fue adjudicado a la madre desde lo simbólico, a la madre como
primer Otro absoluto. No es el pene, “se trata del falo que la mujer no tiene y que debería tener”
(1956/1957; p.154). El fetiche, es el símbolo de ese falo materno, que es representado por un objeto
derivado de la historia del sujeto, cuando la mirada se detiene en ese objeto, antes de descubrir que el
supuesto falo materno, sólo está en calidad de ausente. Lacan remarca que ese falo que se adjudica a la
mujer no es real sino simbólico y que se pone en juego en el intercambio entre el niño, la madre y el
padre, como ausencia: “algo que es tanto ausencia como presencia”. Es un objeto simbólico que funciona
en el triángulo edípico haciendo circular el deseo, el elemento que enlaza, forma lazo.
El sentido del complejo de castración, tiene que ver con las amenazas imaginarias que operan sobre este
falo simbólico que va a ser central en “la diferenciación simbólica de los sexos” (1956/1957; p.155). Esta
diferenciación, nos dice Lacan, se instaura porque el falo, es presencia sobre un fondo de ausencia y
pone en relación a los sexos a falta de una relación natural predeterminada entre ellos. Porque la niña no
tiene ese falo, pero dispone de él a nivel simbólico, es que ingresa en “esa relación ordenada y
simbolizada que es la diferenciación de los sexos”. Una relación ordenada por la ley de la prohibición del
incestoque la orienta hacia la figura del padre como poseedor del falo faltante a la madre y a sí misma.
Disponer del falo simbólicamente, le permite ir a buscarlo para tenerlo. El niño, frente a la amenaza de
perderlo, abandona a la madre como objeto erótico y se dirige hacia la identificación al padre, que detenta
tenerlo.
En la castración como falta de objeto simbólica, nos encontramos que el objeto que falta es el falo en
tanto imaginario. Lo imaginario es todo lo que busca completar una Gestalt (forma) y el falo que se le
adjudica y completa a la madre, es un falo imaginario. Esa misma función de falo imaginario es la que
asume el niño, al comienzo en la estructura. Es distinto el falo imaginario como objeto de la castración,
aquel sobre el que recae la amenaza de castración, una amenaza a la completitud narcisista, del daño
imaginario que se siente y se padece como falta del objeto, en la frustración.La frustración, recae sobre
un objeto real que falta y se reclama a través de él, la prueba al Otro que se supone completo, y nada le
El falo simbólico circula en la estructura procurando el intercambio erótico de objetos, en tanto es un lugar
al que va el hijo, por ejemplo, para el deseo de los padres o circula entre los sexos promoviendo el deseo
erótico, asumiendo cada partenaire el modo en que detenta ese falo bajo la forma del ser y/o el tener.
Esto le permite decir a Lacan: “lo que se ama en el objeto de amor es algo que está más allá” (1956/1957;
p.157). Este algo no es nada, pero tiene la función de estar ahí simbólicamente. Aquello a lo que se
apunta, está más allá de lo que se presenta. Hay un “velo”, va a decir Lacan, que hace función de cortina
que se interpone para que se despliegue toda la trama en la que se sostiene el amor. Sobre la cortina se
proyecta la imagen del objeto amado y detrás está la ausencia (del objeto como objeto perdido del
deseo). Esto refleja la relación del “hombre con todo lo que lo cautiva”.
Para Lacan, el objeto de la contingencia, puede ocupar el lugar del objeto que falta y este es el sentido del
amor. El amor ama la falta en el otro. Es la falta el soporte del amor. El deseo en cambio, si bien se
presenta como metáfora del amor, lo que lo cautiva, es el rostro ilusorio del objeto que refleja algún brillo
fálico. El fetichista ama en el fetiche, el falo simbólico ausente de la madre y erige el fetiche como falo
imaginario que tapona y desmiente esa ausencia. Con el fetiche, pretende negar ese más allá del objeto,
por ese motivo, en lugar de circulación del objeto, hay fijación y esa fijación determina un equilibrio muy
frágil del sujeto fetichista. Cualquier alteración en la escena erótica fetichista, lo hace virar hacia la
angustia y la fobia. Dado que el fetiche sostiene y tapona a la vez la falta del falo materno, si el fetiche
falla, el sujeto se enfrenta a la falta como algo desmesurado, un agujero en el que el sujeto se precipita en
caída libre.
Dijimos que la fobia es un llamado de auxilio que se formula, cuando ninguna otra cosa viene a rescatar al
hijo de un vínculo “asediante” (p.60) con la madre. Lacan lo articula a una falla en la interposición del
padre y la ley en la relación madre-hijo y señala: “El objeto fóbico viene a desempeñar el papel que, por
alguna carencia (…) real, no desempeña el personaje del padre” (1956/1957; p.401). Frente al vínculo
ahogante con la madre, el mundo se vuelve un espacio sin límites al reproducir el horizonte sin
acotamiento del deseo materno y de su propio deseo. El surgimiento del objeto fóbico, le permite ordenar
su mundo al establecer parámetros de lo que puede hacer y lo que no.El sujeto se rodea de una muralla
con la que se protege porque el objeto fóbico establece un límite que falta en la relación con la madre y
con el mundo. La función del objeto, es separar un interior de un exterior que es claramente imaginaria y
la presencia de la angustia ante el objeto fóbico es proyección de una angustia interior mucho más
desorganizante. El temor al objeto fóbico del cual se queja y lo amenaza, en realidad es una protección
para el sujeto que lo padece. Es porque el padre no ha cumplido su función, que viene el objeto fóbico a
suplirla con su presencia organizando la realidad. El objeto fóbico, haría metáfora de la función del padre.
INTERROGANTES
Descriptores
La falta del objeto. Privación. Frustración. Castración. Falo imaginario. Falo simbólico. El objeto fetiche. El
BIBLIOGRAFÍA