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En la Academia de Guerra Naval se torturó ¡Que no se acerquen ahora a los

niños de Chile!
Dr. Tito Tricot

Los gritos eran interminables. Día y noche como brasas ardientes horadaban los
oídos y el corazón. Era el infierno de la tortura en la Academia de Guerra Naval
después del golpe de Estado en Valparaíso. Fueron miles los que cayeron
detenidos y fueron torturados, otros asesinados o desaparecidos por la Armada en
el recinto de Playa Ancha. Hoy, sin vergüenza alguna, dictan cursos de formación
ciudadana a estudiantes de enseñanza media en todo el país. Con el beneplácito
del gobierno, por supuesto, que opera en conjunto con las Fuerzas Armadas y la
policía, ora para reprimir al pueblo, ora para adoctrinarlo. Lo hizo la Derecha en
dictadura y, actualmente, en democradura.

La Armada, que mediante un cruento golpe de Estado terminó con la democracia,


clausuró el congreso, acabó con la constitución, ilegalizó los partidos políticos,
agenciando una masiva represión con la instauración de una dictadura cívico-
militar, convenientemente olvida el pasado para deformar ciudadanos. Olvida para
que todos olviden, que es otra forma de enterrar la memoria; hacerla desaparecer,
como a los desaparecidos. Pero estos siempre vuelven, nadie sabe cómo ni
dónde, pero vuelven convertidos en luciérnagas, de esas con luces azulitas que te
hacen llorar de pura belleza, solo para que nunca olvides que en la Academia
torturaron y que ningún marino tiene derecho siquiera a acercarse a los niños de
Chile. Porque cuando se acercaron a ellos y a ellas en la Academia y en el Cuartel
Silva Palma, ubicado a un costado de esta última, fue para golpearlos o violarlas.
Gritaban, y los oficiales se reían para continuar abusando de aquellas jóvenes
inermes. Eran apenas niñas, tal como aquella joven liceana a quien cada noche
escuchaba golpear su cabeza en el muro de la celda del cuartel, o eso creía. No
sé, gemidos, silencios. Oscuridad. Y a Marco Antonio, secuestrado por una
patrulla y torturado en la Academia con golpes y electricidad.
La maldita corriente que te penetra por cada poro, te recorre todo el cuerpo, por
dentro, por fuera. Te quema los huesos y te sale por la boca con tal fuerza que es
como si expulsaras otro tú. Un hombre completo vestido de azul brillante metálico,
ardiente. Descansas apenas un microsegundo y de súbito el hombre metálico
retorna como una tromba imparable por la misma boca, el mismo camino, el
mismo fuego. Una y otra vez, hasta que despiertas en un pasillo oscuro, no sabes
dónde estás. Tal vez así es la muerte porque algo se mueve y hay voces lejanas,
apenas murmullos, después mucha luz: Es el tercer piso del Hospital Naval en
Valparaíso. Ahí mantienen a los prisioneros políticos hasta que se recuperan
parcialmente para trasladarlos de vuelta a la Academia de Guerra y proseguir
torturándolos. Esa noche, o quizás una tarde, llega gritando un hombre mayor ¡Por
lo menos puedo vivir un día más, dice! Había tratado de suicidarse lanzándose
desde el cuarto piso de la Academia. No lo llevaron al hospital para salvarle, sino
que para seguir torturándolo después, acaso matarlo. Nadie sabe.

Nadie sabe, pero no olvidamos. Las luciérnagas azulitas nos susurran al oído que
no podemos dejar que la Armada se acerque a los niños de Chile.

Dr. Tito Tricot


Director Centro de Estudios de América Latina y el Caribe-CEALC
Valparaíso Chile
15 marzo 2021
titotricot.cl

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