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Carmen Fernández Galán Montemayor y María Isabel Terán Elizondo

(Coordinadoras)
In hoc túmulo… Escritura e imagen: la muerte y México
UAZ
México
Año de publicación: 2012

“Las lecturas jeroglíficas de Athanasius Kircher: cualidades


simbólicas de la “escritura mexicana” en el siglo XVII” de José
Manuel Trujillo Diosdado

“Una tradición que tendría una especial influencia en la forma de ver los
jeroglíficos fue el hermetismo. Esta doctrina corresponde a la vertiente
pagana del gnosticismo surgido entre los siglos I y II d. C., tiempo en el
cual ya se interpretaban los mitos egipcios de forma alegórica,9 y tenía
como texto central el Corpus hermeticum, conformado por una serie de
escritos datados hacia el siglo IV a. C. y atribuidos a autores como Hermes
Trismegisto, Asclepio, Ammon y Tat.10 Dicha doctrina consistía en la
lectura simbólica de textos sagrados por medio del conocimiento y la
revelación, a estos textos únicamente tenían acceso sacerdotes y sabios
capaces de interpretar correctamente fábulas y símbolos” p. 14

“Bajo estas suposiciones, para Kircher toda aquella escritura que se


preciara de ser llamada jeroglífica tenía que ser una representación de la
naturaleza y mostrar conexiones secretas y sagradas, visibles sólo
mediante la lectura simbólica” p. 19
“Exequias Reales en la Nueva España: ritual, escritura y
emblemática (1559-1820)” de Salvador Lira

Fiesta barroca

Interregno

“Las reales exequias novohispanas fueron espacios dialécticos entre el rey


y sus vasallos, que buscaron por un lado cifrar una imagen teórica, no
íntegra, de la monarquía, los sucesos del reino en el contexto mundial y la
participación de la América española” p. 32

“Las primeras exequias reales en la Nueva España, organizadas por la


Audiencia de México, fueron a Carlos I de España y V de Alemania en
1559, descritas y publicadas un año después por Francisco Cervantes de
Salazar. Las últimas exequias a un rey fueron las de Carlos IV el 24 de
septiembre de 1819, descritas por varios autores, impresas por la oficina
de don Juan Bautista de Arispe al año siguiente” p. 35

“Las exequias reales, por lo general, fueron impresas con el objetivo de


mostrar fidelidad al reino” p. 39

“Anteriormente se dijo que las primeras exequias reales en la Nueva


España fueron a Carlos V. La descripción impresa, sacada en 1560, estuvo
a cargo de Francisco Cervantes de Salazar. El documento no es
únicamente importante por ser el primero en su tipo, sino que fue la
primera publicación de poemas en imprentas novohispanas. A partir de
este documento, se impuso una estructura editorial, por nombrarlo de
alguna manera” p. 42
“Mediante una revisión de los libros de exequias reales o a miembros de la
familia real, se puede decir que la estructura que se siguió en los impresos
es de la siguiente manera:

1. Pareceres, licencias y sentires.


2. Motivo del aparato fúnebre.
3. Descripción de la llegada de la fúnebre noticia real,
pésames y preparativos.
4. Descripción literaria del túmulo.
5. Emblemas, poemas y discursos.
6. Descripción del ritual funerario: oficio de vísperas y oficio de vigilia.
7. Oración fúnebre latina dictado en el oficio de vísperas.
8. Sermón fúnebre dictado en el oficio de vigilia” p. 44

Panegírico

“[…] los libros de exequias no sólo proponían panegíricos, sino que son el
reflejo de mundo novohispano en movimiento; sus reglas y solemnidades
irradian el contexto en la Nueva España, entre sus rupturas y
continuidades” p. 47

“Un emblema, en su concepción clásica, consta de una pictura, de poësis y


de mote. Es decir, tiene una imagen pictórica, se acompaña por un poema
y se cifra el sentido con una leyenda, normalmente esclarecido de la
tradición clásica o judeocristiana. Es decir, forman todo un conjunto de
interrelación discursiva: visual, sonora y encierran un sentido para
lectores “iniciados”. Las fuentes principales de la emblemática se
encuentran en Emblemmata Libellus de Andræ Alciato y la Hyeroglifica de
Horapolo” p. 49
“No hay que olvidar que la emblemática fue una de los temas propuestos
por los planes de estudios de la Compañía de Jesús” p. 50

“Espejos de virtudes en Cayetano Cabrera y Quintero. Cuatro


apologías para realeza española” de Leticia López Saldaña

Triplex

“Géneros híbridos y fronteras entre artes en la literatura


Novohispana” de Carmen Fernández Galán Montemayor

“La producción literaria del siglo XVIII es muy variada, puesto que se
transita del canon barroco al neoclásico, no obstante mucho del barroco
colonial tiene sus principios de ordenación en la retórica y las fuentes
clásicas. Quizá la diferencia sea la esfera ritual, que hace del barroco un
sincretismo entre artes, que en el marco de la fiesta, reproduce los
aparatos propagandísticos de la monarquía católica, en tanto que la
llegada del reformismo borbónico y el pensamiento ilustrado, dará pauta a
un nuevo orden administrativo y a ideas distintas de la literatura y la
ciencia” p. 156

“Posteriormente Isidro Sarillana llevará el género a su consolidación con


Llanto de Occidente (1666), estableciendo ciertas reglas de composición
que serán seguidas por otros autores. En esta obra se pueden observar
con más claridad una estructura y la mezcla de distintos géneros que dan
nacimiento a otro” p. 160

“Otras obras de naturaleza enciclopédica que sirvieron de inspiración para


los escritores novohispanos y que contenían los principales repertorios
simbólicos fueron la Philosophia secreta (Madrid, 1585) de Juan Pérez de
Moya, El catalejo Aristotélico de Emanuel Tesauro (1654), y por supuesto
las Hieroglyphicas de Horapolo y Piero Valeriano, por mencionar las más
importantes. La cultura grecolatina se transmitía a través de estos teatros
o jardines y no de la fuente directa.
En cuanto a fórmulas de poesía hubo varias poéticas españolas que
circulaban en Nueva España y que brindaban a los poetas las claves de
composición como la Suma del arte poética de Eugenio de Salazar, el Arte
poética española de Díaz Rengifo, la Agudeza de Arte e Ingenio de Baltazar
Gracián, el Primus Calamus de Juan de Caramuel y el Museo pictórico y
escala óptica de Palomino de Castro y Velasco.” pp. 160 - 161

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