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Diversidad Sexual y Derechos Humanos

Módulo 4. Diversidad Sexual y Marco Jurídico

Derechos sexuales y reproductivos de las y los jóvenes

La salud sexual y reproductiva son conceptos sobre los cuales existe una diversidad de opiniones
que pueden converger o contraponerse. El debate que genera este tema confronta posturas, sin
embargo, hay que abordarlo desde un enfoque de derechos humanos.

Para el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), una buena salud sexual y reproductiva
es un estado general de bienestar físico, mental y social en todos los aspectos relacionados con el
sistema reproductivo. Entraña la capacidad de disfrutar de una vida sexual satisfactoria, sin riesgos,
y de procrear, y la libertad para decidir hacerlo o no, cuándo y con qué frecuencia (UNFPA, 2017).

Para el UNFPA es importante que cada persona tenga acceso a información veraz relacionada
con métodos anticonceptivos y formas para protegerse de infecciones de trasmisión sexual
(ITS), o bien en caso de decidir tener descendencia, que los servicios sean amigables y accesibles
particularmente a las mujeres en caso de un embarazo y parto sin riesgos.

La primera vez que se aborda el tema de los derechos reproductivos es en la Conferencia de


Teherán en 1968, y en otras conferencias que se llevaron a cabo en 1974 y 1984 en Bucarest y
México respectivamente; en ellas se establecen ya ideas muy claras con respecto de estos
derechos, reconociéndolos tanto a las parejas o de forma individual (Rodríguez, s. f.).

En 1987 en la Conferencia Internacional para Mejorar la Salud de las Mujeres y los Niños, en Nairobi,
Kenia, se habló abiertamente de integrar temas de salud sexual y reproductiva y planificación
familiar. Sin embargo, fue en 1994, durante la Conferencia Mundial de la ONU sobre Población y
Desarrollo, en El Cairo, donde se discutió el tema y se concluyó que los derechos reproductivos
son derechos humanos y que ya contaban con protección en leyes nacionales e instrumentos
internacionales. En el Programa de Acción que fue aprobado en dicha conferencia (13 de
septiembre de 1994), se colocan en el centro primeramente las necesidades de las mujeres y los
hombres, más que los objetivos demográficos; así como el derecho a alcanzar el nivel más elevado
de salud sexual y reproductiva, al poder elegir el número de hijos; el derecho a adoptar decisiones
relativas a la reproducción sin sufrir discriminación, coacciones o violencia, de conformidad con lo
establecido en los documentos de derechos humanos.

De acuerdo con la página web ONU Mujeres, ésta organizó diversas conferencias para continuar
avanzando en el tema (CDMX 1975, Copenhague 1980, Nairobi, 1985 y Pekín 1995); la más
importante fue la de Pekín, en virtud de que se dio a conocer la Declaración y Plataforma de
Acción de Pekín, que estableció medidas para el progreso de la igualdad. “La conferencia de Beijing
se basó en los acuerdos políticos alcanzados en las tres conferencias mundiales sobre la mujer
celebradas anteriormente y consolidó cinco decenios de avances jurídicos dirigidos a garantizar la
igualdad de las mujeres y los hombres tanto en las leyes como en la práctica” (ONU, 2017).

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Por su parte, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra
la Mujer (CEDAW) detalla también el programa en pro de la igualdad y se concentra en aspectos
de la situación de la mujer, tales como el de los derechos civiles y la condición jurídica y social.
Además, la Convención se ocupa de la reproducción humana y con las consecuencias de los
factores culturales en las relaciones entre los sexos (ONU, 1979).

Los resultados de estas conferencias están integrados en la Ley General de Población, en el


capítulo I, artículo 3.°, la cual establece realizar programas de planeación familiar a través de
los servicios educativos y de salud pública que disponga el sector público, y vigilar que dichos
programas y los que realicen organismos privados se lleven a cabo con absoluto respeto a los
derechos fundamentales.

La Ley General de Salud reglamenta el derecho a la protección de la salud que tiene toda persona
en los términos del artículo 4.° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y
establece las bases y modalidades para el acceso a los servicios de salud, estableciendo que el
derecho a la protección de la salud tiene, entre sus finalidades, el bienestar físico y mental de la
persona, para contribuir al ejercicio pleno de sus capacidades, el disfrute de servicios de salud
y de asistencia social. La ley establece que la educación para la salud es materia de salubridad
general, por lo que mandata a que la atención médica sea preferentemente en beneficio de
grupos vulnerables e incluye, entre otras, la atención materno-infantil, la planificación familiar, la
prevención y el control de enfermedades transmisibles como es el caso de las ITS —incluyendo
el VIH—, por lo que se crea el Programa Nacional de Prevención, Atención y Control del VIH/SIDA
e Infecciones de Transmisión Sexual (Ley General de Salud). Además mandata que la Secretaría
de Salud preste, a través del Consejo Nacional de Población, el asesoramiento que para la
elaboración de programas educativos en materia de planificación familiar y educación sexual le
requiera el Sistema Educativo Nacional. Dicho lo anterior, debe quedar muy claro que la salud
sexual y reproductiva está amparada por nuestro marco jurídico, y que, en consecuencia, es una
obligación la participación de la Federación, los estados y municipios (alcaldías, en el caso de la
CDMX) su promoción no es opción, sino una obligación.

En esta materia, existen rezagos importantes y necesidades urgentes que atender. Es oportuno el
reconocer que la protección a la salud es un derecho humano vital e indispensable para el ejercicio
de otros derechos, que debe ser entendido como la posibilidad de las personas a disfrutar de una
gama de facilidades, bienes, servicios y condiciones necesarias para alcanzar su más alto nivel.

Las y los jóvenes y la salud sexual y reproductiva

En todos los países del mundo, las y los jóvenes constituyen una población muy vulnerable. Las
causas de esta vulnerabilidad son variadas (sociales, políticas, culturales, etc.), por ejemplo, un
número importante no tiene acceso a insumos de prevención e información científicamente
fundada sobre sus derechos sexuales y reproductivos al inicio de su vida sexual, no siempre utilizan
condón por no ser accesible, desconocen los servicios disponibles o éstos son poco amigables.
También han reportado en diversos foros que el principal problema por el que deciden no solicitar
ayuda es por temor a que se les juzgue si hablan de su orientación sexual, o porque personas
adultas encargadas de proporcionarles dicho servicio los infantiliza y los regaña.

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El Programa de Acción Mundial para los Jóvenes (ONU, 2010) establece que los Estados deberían
proporcionar a los y las jóvenes los servicios de salud necesarios para garantizar su bienestar físico
y mental, a través de medidas para combatir las enfermedades y protegerlos y protegerlas de las
drogas nocivas y de los efectos de la adicción a las drogas, el tabaco y el alcohol. También establece
que los Estados deberían satisfacer las necesidades especiales de las y los jóvenes en las esferas de
la planificación responsable de la familia, la vida en familia, la salud sexual y reproductiva y, sobre
todo, las infecciones de transmisión sexual e insumos para la prevención del VIH.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) estima que en lo que se refiere a la salud
sexual y reproductiva (SSR), los principales riesgos de esta población son:

El inicio no elegido, involuntario o desprotegido de su vida sexual.

La exposición a embarazos no planeados, no deseados, o en condiciones de riesgo.

La exposición a una infección de transmisión sexual (ITS), cuya expresión más dramática
es el VIH/sida.

Según datos del UNFPA, a nivel global, una gran cantidad de adolescentes ya tienen actividad
sexual antes de cumplir 20 años de edad, y la gran mayoría (alrededor del 60 %) no utiliza ninguna
protección contra el embarazo, ni contra el riesgo de adquirir una ITS o adquirir VIH, por lo que,
según se estima, cada año 16 millones de mujeres adolescentes dan a luz. Para dicha organización,
los riesgos de un embarazo en la adolescencia están fuertemente asociados con las desigualdades,
la pobreza y la inequidad de género.

Según datos del INEGI en 2014, los y las jóvenes representan la cuarta parte de la población del
país, es decir, 31.4 millones de jóvenes de 15 a 29 años, monto que representa el 24.9 % de la
población total. En este segmento, el 32.7 % de la población de 15 a 29 años no está afiliado o
inscrito a servicios médicos, y una de cada 10 adolescentes es madre.

Datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2014 (ENADID), presentada el 29 de julio


de 2015, indican que el conocimiento de al menos un método anticonceptivo es prácticamente
universal entre las mujeres de 15 a 49 años (98.7 %), sin embargo el 9 % de las adolescentes de
15 a 19 años, sexualmente activas, declaró no haber usado un método anticonceptivo durante
su primera relación sexual. Aproximadamente la mitad de mujeres en edad fértil (51.6 %) utiliza
actualmente algún método anticonceptivo. Para 2013, el 83.9 % del total de egresos hospitalarios
en mujeres de 15 a 19 años, se relacionan con causas obstétricas (embarazo, parto o puerperio).
Durante 2014, de las mujeres embarazadas de 19 años de edad, el 30.6 % no recibieron consultas
prenatales. Durante 2013, del total de mujeres en edad fértil (15 a 49 años) que presentaron un
aborto, el 18.7 % son adolescentes.

Datos muy similares presenta el UNFPA, al afirmar que las y los jóvenes inician su vida sexual
entre los 15 y los 19 años, en promedio. La gran mayoría (97 %) conoce al menos un método
anticonceptivo; sin embargo, más de la mitad no utilizaron ninguno en su primera relación sexual.
Se estima que el 17.4 % de los nacimientos totales corresponden a mujeres menores de 20 años,

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de los cuales entre 60 y 80 % son no planeados, por lo que propone que se promuevan acciones
para prevenir el embarazo adolescente, las ITS y el VIH/sida, desde una perspectiva de género,
derechos humanos e interculturalidad, además de:

Fortalecer las capacidades de las instituciones nacionales y estatales y de las organizaciones


de la sociedad civil, para operar servicios integrales, de alta calidad y amigables para las y
los adolescentes y jóvenes.

Apoyar iniciativas de formación de docentes en materia de salud sexual y reproductiva,


educación de la sexualidad.

Velar por que se incluyan los derechos reproductivos y la salud sexual y reproductiva de
los adolescentes en los programas nacionales, y se traduzcan en políticas y acciones.

Para ahondar en el tema, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida
(ONUSIDA) reafirma lo anterior, puesto que en sus palabras: “con demasiada frecuencia se priva
deliberadamente a los jóvenes de información y servicios vitales porque los adultos niegan que
la sexualidad sea una parte normal y saludable del crecimiento” (ONUSIDA, 2003). Los servicios
de salud reproductiva rara vez están enfocados a las necesidades de las y los jóvenes, quienes,
por tanto, tienden a evitarlos. Eso les coloca —y a sus parejas sexuales—, por ejemplo, en una
situación de altísimo riesgo de infección por el VIH.

La OPS afirma que algunos de los acontecimientos más importantes relacionados con la salud
sexual han ocurrido en el transcurso de los últimos 25 años, entre otros menciona los siguientes:

- Avances en el conocimiento de los distintos aspectos de la sexualidad humana. Esto se ha


logrado gracias a la indagación teórica, a investigaciones biomédicas, psicológicas, sociológicas y
antropológicas, a la vigilancia epidemiológica y al trabajo clínico que han contribuido al desarrollo
de un campo sumamente complejo, que va más allá de las disciplinas individuales que abarca.

- El surgimiento de la pandemia de VIH y un mayor reconocimiento respecto del impacto de otras


infecciones de transmisión sexual.

La lucha eficaz contra dichos problemas se fundamenta en lograr cambios en los comportamientos y
las prácticas sexuales de la gente. Por ende, la habilidad para promover cambios de comportamiento
depende en gran medida de una comprensión adecuada de la sexualidad humana.

Formación de un cuerpo sólido de conocimientos derivados de los trabajos y puntos de


vista de las académicas feministas.

Éstas revelan que las sociedades se encuentran articuladas y regidas por un conjunto complejo y
generalizado de normas e hipótesis que se extiende a todas las ramas de la sociedad. La perspectiva
de género ha demostrado que toda consideración de la sexualidad humana estará incompleta si
se ignoran los conceptos culturales de masculinidad y feminidad.

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Definición y consolidación del campo de la salud reproductiva.

Esto se refiere en particular a la prioridad dada a la salud reproductiva, que incluye a la salud sexual,
en el marco del Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo.

Reconocimiento de la violencia, incluyendo la violencia sexual, especialmente contra la


mujer, los niños y las niñas y las minorías sexuales, como problema grave de salud pública.

Reconocimiento de los derechos sexuales como derechos humanos.

En México hemos logrado avances importantes en materia de derechos sexuales y reproductivos,


y éstos también son derechos humanos. Cabe recordar que en junio de 2001 se reformó la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a partir de la cual se mandata a todas
las autoridades, desde el ámbito de su competencia, la obligación de promover, respetar,
proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad,
interdependencia, indivisibilidad y progresividad. Dicho esto, es claro que el Estado tiene la
obligación de investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos.

En el artículo 1.° constitucional, en el párrafo primero, se establece que en los Estados Unidos
Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en la Constitución y
en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte, así como de las garantías
para su protección; asimismo, que las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán
de conformidad con dicha Constitución y con los tratados internacionales de la materia,
favoreciendo en todo tiempo a las personas con la protección más amplia; además, de acuerdo
con el párrafo quinto se establece la prohibición de “toda discriminación motivada por origen
étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de
salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente
contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades
de las personas” (Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 2017). Por su parte, el
artículo 4.° constitucional, en su párrafo 2, señala que toda persona tiene derecho a decidir de
manera libre, responsable e informada sobre el número y el espaciamiento de sus hijos e hijas.
El mismo artículo en su párrafo 4 establece que toda persona tiene derecho a la protección de la
salud. Estos artículos son el sustento jurídico de los derechos sexuales y reproductivos.

Del artículo 4.° constitucional se desprende la Ley General de Salud, la cual establece en su
artículo 112 que la educación para la salud tiene por objeto orientar y capacitar a la población,
preferentemente en materia de educación sexual y planificación familiar, y detección oportuna de
enfermedades, etc. Por otra parte, la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes,
reformada en 2014, establece que niñas, niños y adolescentes tienen derecho a disfrutar del más
alto nivel posible de salud, así como a recibir la prestación de servicios de atención médica gratuita
y de calidad, de conformidad con la legislación aplicable, con el fin de prevenir, proteger y restaurar
su salud, por lo que mandata a las autoridades federales, de las entidades federativas, municipales
y de las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México, en el ámbito de sus respectivas
competencias, a coordinarse para lograrlo; éstas deberán desarrollar estrategias educativas y
servicios en materia de salud sexual y reproductiva. Además de establecer las medidas tendientes
a prevenir embarazos de las niñas y las adolescentes o, en su caso, asegurarles la prestación

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de servicios de atención médica respetuosa, efectiva e integral durante el embarazo, parto y
puerperio, así como para sus hijas e hijos, y promover la lactancia materna exclusiva dentro de los
primeros seis meses y complementaria hasta los dos años, así como garantizar el acceso a métodos
anticonceptivos. Esta ley es muy clara al mandatar que se debe atender de manera especial a las
personas con VIH/sida y a otras enfermedades de transmisión sexual, impulsando programas de
prevención e información sobre éstas, y prohibir, sancionar y erradicar la esterilización forzada de
niñas, niños y adolescentes, y cualquier forma de violencia obstétrica.

Un paso muy importante en el avance de estos derechos lo constituye que esta misma ley establece
que se implementen las medidas para que en los servicios de salud se detecten y atiendan de
manera especial los casos de víctimas de delitos o violaciones a sus derechos, o sujetos de violencia
sexual y familiar, de conformidad con las disposiciones aplicables en la materia.

Otro sustento jurídico en esta materia lo constituye la Norma Oficial Mexicana “NOM-009-
SSA2-2013, Promoción de la salud escolar” (las NOM son regulaciones técnicas de observancia
obligatoria en todo el territorio nacional en ámbitos públicos y privados). En ella se establece
que debe promover la educación para la salud, la modificación de los entornos, el acceso a los
servicios de salud y la participación social. Enfatiza la vigilancia de la salud sexual y reproductiva,
como determinantes de la salud, promover la salud sexual responsable y protegida, la detección
de enfermedades y el desarrollo de materiales referentes a la salud sexual y reproductiva, para
favorecer el desarrollo integral de esta población en un marco de derecho a la salud y a la equidad.

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