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La Vida Que Siempre He Soñado
La Vida Que Siempre He Soñado
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Epílogo
Capítulo 1
Asintió moviendo sus rizos morenos que rozaron los hombros y sin darse
cuenta se llevó la mano hasta ellos para apartarlos detrás de la oreja mientras
él decía —Si es mi problema, ¿qué se puede hacer?
—Hay muchas opciones, pero no quiero adelantar los acontecimientos.
Laura tiene ya cuarenta años y aunque aún es fértil por las pruebas que le
acabo de hacer, todos sabemos que no es la mejor edad para concebir y puede
costar un poco. Veremos lo que ocurre con tu muestra y los análisis que le he
hecho a ella. Y después os aconsejaré lo que considero la mejor opción, ¿de
acuerdo? —Ambos sonrieron. —No debéis preocuparos. Haré lo que sea
—Debían pensar que llegaría solo —dijo Lili escribiendo algo en un post-
it.
—¿Qué haces?
—Quiero recordarte que tienes una cita esta noche. Para que no lo olvides
y te metas en el laboratorio después de las consultas —dijo mirándola
maliciosa con sus ojitos azules.
Su cara de horror lo dijo todo. —¿Es esta noche?
—Sí, a las siete pasará a recogerte por tu casa. ¡Y no busques excusas!
Estás advertida que me cabreo. Es un médico muy reputado amigo de Clay
—Han venido ellos, ¿no? Pues tendrán que adaptarse. Que no se anden
con tonterías que les largo.
—Esos pijos pagan la clínica que diriges. Sé formal.
—Seré formal, pesada. —Lili reprimió la risa yendo hasta la puerta. —
Por cierto… —Su enfermera se volvió. —Si esta noche no funciona, lo tengo
decidido. Se acabó.
—¿Y el donante?
—Tengo cuatro candidatos.
—No te des por vencida. Lo de esta noche funcionará, ya verás.
verdes más hermosos que había visto jamás rodeados de unas espesas
pestañas negras. Separó los labios de la impresión mientras su corazón se
paralizaba.
Su enfermera volvió a carraspear y se levantó lentamente absolutamente
en shock por el hombre más atractivo que había visto en su vida. Tenía un
aura de autoridad que era para marear a cualquier mujer y además era
realmente guapo. Debía tener unos treinta y cinco, la edad perfecta. Y su
carísimo traje indicaba que era de buena posición.
—Doctora, el señor Chapdelaine.
¡No! No podía tener tan mala suerte. Para uno que le gustaba estaba
casado. A regañadientes rodeó el escritorio extendiendo la mano. —Señor
Chapdelaine… —Se miraron a los ojos y durante un momento sintió una
conexión con él que fue electrizante.
—Si no tienen las cosas claras… Creo que es mejor que se vayan —dijo
ella con voz firme volviendo a su sitio.
—¿Perdón? ¿Quién es usted para meterse donde nadie la llama? —Kelly
miró asombrada a su marido. —¿Me has traído aquí para dejarme en
evidencia?
—Disculpe a mi esposa, está algo alterada. —Como si le estuvieran
sacando una muela se sentó al lado de su mujer y Tara levantó una ceja
cuando sonrió satisfecha como si hubiera ganado una batalla. Esa era una
bruja de cuidado que siempre se salía con la suya. Sus ojos se giraron hacia el
marido, que se desabrochaba la chaqueta del traje de una manera tan
masculina que era imposible no sentirse atraída hacia él. Pero estaba casado,
así que había que olvidarse.
Tomó aire por la nariz y forzó una sonrisa. —Solo atiendo a parejas
estables que quieran ser padres. Y no es por nada, pero desde que han entrado
me da la sensación de que su pareja no es muy estable.
—¿Acaso es psicóloga también? —preguntó él fríamente—. Que yo sepa
se la contrata para facilitar las cosas a parejas como nosotros.
Así que el macizo tenía carácter, pues ella también. —Es cuestión de
ética, señor Chapdelaine. No me gustan las parejas que creen que pueden
solucionar sus problemas trayendo un hijo al mundo. Eso raramente funciona
y…
indignada, pero él la miró de una manera heladora que hizo que se sentara de
nuevo cerrando el pico. Tara levantó una ceja mirando esos ojos verdes.
—Mire, doctora McBeath, hemos decidido tener un hijo y las razones son
solo nuestras. Hemos tenido una discusión antes de venir porque mi esposa
no considera que usted sea la mejor, pero me he informado y sé que lo es.
Estamos algo tensos por eso, pero le aseguro que no hay nada más. Nuestro
matrimonio va perfectamente, pero estamos teniendo problemas para tener un
hijo, por eso le estamos pidiendo ayuda.
No entendía muy bien lo que estaba pasando. Parecía que era ella la que
quería tener un hijo, pero las palabras que él acababa de decir desmentían sus
pensamientos. ¿Acaso era el marido quien quería tenerlo y ella no? Miró a
uno y después al otro.
—¿Verdad, mi amor? —Cogió la mano de su esposa y sonrió.
él sin dejar de observarla se abrochaba la chaqueta del traje. —Kelly está algo
nerviosa con todo esto. Es lógico, ¿no? —Se fue dejándola con la palabra en
la boca y Lili salió tras él de inmediato haciendo una mueca antes de cerrar la
puerta.
Sintiéndose como si hubiera pasado un huracán por su consulta se sentó
en su sillón y se miró la mano. Todavía se olía su after-shave en la estancia y
sin poder evitarlo levantó la vista hasta la puerta por donde acababa de
desaparecer. Sintió un nudo en la boca del estómago por la necesidad que la
recorrió y supo que se estaba metiendo en un lío de primera porque acababa
trabajo.
Estaba dejando la copa sobre la mesa cuando al levantar la vista por
encima de su cabeza vio una rubia de perfil que le llamó la atención.
—¿Piensas ampliar la clínica? Te la legó tu padre, ¿no es cierto?
Le miró asombrada. —¿Qué?
—La clínica. ¿Era de tu padre?
—Sigue siendo suya, pero se ha retirado. —Volvió a elevar la vista sobre
su calva cabeza, que sobre eso ya hablaría con Lili, y entrecerró los ojos al
escuchar la risa de esa mujer. Apoyando las manos sobre la mesa se levantó
ligeramente para ver que la señora Chapdelaine, la que estaba tan enamorada
de su hombre perfecto, iba hacia una mesa al fondo del local y sin cortarse un
pelo dejaba que otro hombre le acariciara la cintura tirando de ella hacia su
cuerpo antes de recibir un beso en la mejilla. La tía se volvió a reír como una
hiena y parecía que le encantaba. Tara levantó las cejas cuando le susurró
algo al oído de manera muy seductora. ¿En serio? Atónita se dejó caer sobre
la silla mientras aquel pesado no dejaba de hablar. Levantó un dedo. —¿Me
perdonas un momento?
Gary sonrió. —Por supuesto.
Se levantó cogiendo su bolsito y casi corrió hacia el baño pasando tras
ellos, pero no llegó a entrar porque se puso tras una enorme planta artificial y
apartó las ramas para mostrar como la bruja besaba la mandíbula de aquel
tipo que no estaba nada mal. Jadeó indignada y una mujer que salía del baño
se la quedó mirando. —Te vas a cagar. —Abrió su bolsito para coger el
móvil y le sacó varias fotos. La tía no se cortaba nada. En ese momento
acariciaba el muslo de aquel tipo con una cara de deseo que no podía con
ella. Entrecerró los ojos pulsando el botón que sacaba la foto. —Te tengo.
Debía largarse de allí antes de que la viera. Como si nada regresó a su
mesa y sonrió. —Lo siento Gary, pero me acaban de llamar de la clínica y
tengo que irme. Ya sabes cómo es esto.
—¿Hay emergencias en una clínica de reproducción? —preguntó atónito.
—Sí, señorita.
Capítulo 2
que hacer algo. Además, ni que fuera la primera en hacer una cosa así. Cada
día pasaban por su consulta muchas mujeres en su situación. Su padre
pondría el grito en el cielo, pero se le pasaría en un mes o dos porque la
quería con locura.
Lili entró en su despacho sin llamar, como siempre. —Están aquí los
Thomas.
—¿Les has hecho la prueba?
—No se han aguantado —respondió sonriendo.
—¿Y?
—Eres la mejor.
Se echó a reír levantándose. —¿Algún día tendremos la suerte de ver en
directo el resultado de la prueba?
—No.
—Sí, así que imagínate todos los niños que ha traído al mundo.
Se sintieron más seguros y sonrieron. —Gracias por su ayuda.
—De nada. Ha sido un placer, os lo aseguro. No olvidéis traerme la foto.
—Señaló el tablón plagado de fotos de un montón de bebés. —¿Qué os
—Gracias.
Salieron de su despacho encantados y Lili se acercó.
—Otros clientes satisfechos. ¿Quién va?
—La señora Chapdelaine.
La bruja infiel. —¿Le has hecho los análisis de sangre?
—Sí. Lista para la eco.
—Que pase.
Lili entrecerró los ojos. —¿Ocurre algo? Sé que es una pija, pero…
—No, claro que no pasa nada. No me cae muy bien, pero no todos pueden
preguntó mientras Lili cerraba la puerta muy tensa porque ella nunca dejaba
que nadie le hablara en ese tono. La miró como si no entendiera nada y le
hizo un gesto sin darle importancia—. Ahí tiene un cuarto donde ponerse la
bata y dejar la ropa.
—Muy graciosa.
En ese momento se abrió la puerta. La mujer salió cubierta con la bata y
fue casi dando saltitos hasta la camilla pues estaba descalza. —El suelo está
frío.
—Lo siento. Súbase a la camilla.
Kelly lo hizo y ella abrió la bata mostrando su vientre. —Vamos allá.
Treinta minutos después la rubita estaba sentada ante ella. —Bueno,
señora Chapdelaine… Las pruebas, a falta del resultado de los análisis, son
perfectas.
—Perfecto. En cuanto sepa algo les llamaré por teléfono para que vengan
a consulta.
—Muy bien. —Kelly se levantó cogiendo su Birkin y se iba a ir cuando
se detuvo mirándola como si quisiera decir algo, pero no se atreviera.
—¿Si?
—Warren es una persona deportista, se ha cuidado siempre y todo esto
para él es un mal trago. Nunca se lo hubiera imaginado.
—Lo entiendo perfectamente.
Lili le dio la ensalada y se sentó ante ella. Tenían tanto trabajo que
muchas veces tenían que comer allí, así que pedían la comida y comían
tranquilas en la consulta.
—Bueno, suéltalo de una vez.
—¿El qué?
—Estás muy rara desde hace una semana y estoy segura de que los
Chapdelaine tienen algo que ver. Me extrañó que no les echaras de la
consulta ese día conociendo tu carácter, pero se quedaron y al día siguiente
estabas muy rara. Creía que era por lo de la cita y por eso no te eché la bronca
—No, han venido a mí. —Apretó los labios sin saber si decírselo, pero al
final se decidió. —La pillé en el restaurante cuando estaba en mi cita con
Gary y la acompañaba otro tío.
Lili dejó caer la mandíbula de la sorpresa. —¿Como me imagino?
—Y más, no se cortaban en absoluto. Se metían mano como adolescentes.
¿Quieres ver las fotos?
—¿Le sacaste fotos? —Le arrebató el móvil desbloqueándolo ella misma
y Tara sonrió divertida por su cara de pasmo al mirar las fotos. —¡Será zorra!
—Sí, algunas tienen suerte.
—¡Hablo en serio! No tiene por qué saber que has sido tú. Tengo su
email. Nada como enviarle las fotos con una dirección de correo que haré
cinco minutos antes.
Entrecerró los ojos. —Sí, una dirección falsa.
que le estaba mirando el trasero. Cerró de golpe sintiendo que se quedaba sin
aliento. ¡Le había mirado el culo!
Se acercó a su mesa dejando el bolso sobre ella cuando la puerta se abrió
y se volvió sobresaltada suspirando del alivio al ver a Lili.
—¿Le has visto? —preguntó su amiga asombrada—. Te comía con los
ojos.
Su corazón saltó en su pecho. —¿Te has dado cuenta?
—Cuando ha dicho que no necesitaba el video, era evidente en lo que se
dijo esperanzada.
—Eso también es posible.
Llamaron a la puerta y una de las auxiliares metió la cabeza. Las miró con
los ojos como platos. —El señor ha terminado. ¿La clasifico?
Lili se levantó. —Sí que se ha dado prisa —dijo por lo bajo—. Es
evidente que tenía ganas.
Cuando la dejó sola se quedó allí sentada unos minutos pensando en lo
que le hacía sentir ese hombre. Tenía que acabar con aquello cuanto antes
porque no hacía más que hacerse ilusiones y estaba segura de que no tenía
nada que hacer. Estaba casado y seguro que quería a su mujer si pensaba en
tener un hijo con ella. Igual Lili tenía razón y era una pareja abierta, pero a
ella eso no le iba. ¿No le iba? ¡Por Dios, si se lo propusiera tardaría media
décima de segundo en quedarse en pelotas! Bufó porque solo pensaba
locuras.
La puerta se abrió de nuevo y Lili entró. —Ya se ha ido. Ha preguntado
cuándo sabrás algo.
—¿Qué tengo en la agenda? —preguntó levantándose.
para mí.
Su amiga asintió saliendo del despacho mirándola de reojo y Tara suspiró
sentándose en su sitio porque lo había dejado. Aunque seguro que en la
comida volvía a la carga y no sabía qué decirle. Nunca se había sentido tan
confusa en la vida.
Capítulo 3
padre cogió su móvil y vio que tenía tres mensajes suyos. Sonriendo le llamó.
—La clínica va muy bien. Cada día eres más rico —dijo en cuanto descolgó.
Su padre se echó a reír al otro lado. —Eso es estupendo. ¿Vienes a cenar
esta noche?
—¿Esta noche? Es jueves. ¿No tienes plan? ¿Y esa jovencita con la que te
pillé saliendo del teatro?
—Hoy tiene una despedida de soltera. Ruth va a preparar asado.
—Mmm… Asado.
sin poder evitarlo y Lili sonrió. —Así me gusta, que te rías. Tienes un trabajo
que te encanta y eres muy buena en lo que haces. Si quieres tener un hijo,
pues a por ello.
—Exacto. Ya está bien de perder el tiempo. ¿Lo hago por sorteo?
Lili deslizó los expedientes sobre la superficie de la mesa y con los ojos
cerrados señaló uno. —Hala, ya está. —Cogió el expediente y se lo tendió. —
Este.
Miró la carpeta y se encogió de hombros. —Pues este.
—¿Preparo la muestra?
Lili sonrió antes de salir del despacho con el expediente y Tara se llevó
una mano al vientre. Al parecer iba a tener que contarle muchas cosas a su
padre esa noche. Iba a ser una cena de lo más interesante. ¿No quería
entretenerse? Pues le iba a entretener. Luke McBeath iba a soltar fuego por la
boca.
prisa. —Es que tenía algo que decirles y cuanto antes mejor.
—¿Algo va mal? —preguntó Kelly asustada.
—No, todo lo contrario. Su marido está perfectamente. Si me apura, la
movilidad de sus espermatozoides es envidiable.
pierde.
—Eso es cierto —dijo sabiendo que ese matrimonio podría provocarle
una úlcera. Tenía unas ganas de gritar de la rabia que no podía con ellas—.
¿Qué tal si se va desvistiendo de cintura para abajo?
—Sí, sí, claro.
Apenas dos minutos después la tenía tumbada en la camilla con las
piernas abiertas. Ella había ido preparando la cánula y se había puesto los
guantes dispuesta a terminar cuanto antes. Kelly empezó a ponerse nerviosa y
estiró el cuello hacia atrás para mirar la puerta. —Tarda mucho.
—Se arregla solo. —Miró de frente con las manos en el vientre dejándola
de piedra.
Dejó caer los hombros y dijo impotente —Bueno, pues a esperar.
—Eso, a esperar. No tardará nada.
Veinte minutos después allí seguían y Tara de los nervios salió de la
consulta de nuevo. Esa mujer la ponía nerviosa. Lili se acercó y susurró —No
oigo nada.
—¿Has pegado la oreja? —Jadeó con los ojos como platos. —¿No se
habrá largado?
—¡No! Le he visto entrar y no me he movido de aquí. ¿No se habrá
desmayado o algo así?
—¿Cómo va a…? —Preocupada se acercó a la puerta y llamó. —
¿Warren? ¿Estás bien?
Escuchó un gemido y se puso como un tomate volviéndose. —Está bien.
Lili sonrió. —Ya podías haber llamado antes, guapa.
—Cállate —siseó volviendo a la consulta mientras su amiga se reía sin
ningún disimulo.
Forzó una sonrisa a la paciente que tenía la cabeza inclinada hacia atrás
para mirarla. —Creo que ya está.
—¡Sí, sí! —dijo ansiosa antes de mover las caderas para ponerse cómoda
—. Métamelo todo.
deseando pegar cuatro gritos de la impotencia. Esa tía que le ponía los
cuernos iba a tenerlo todo con él, mientras que ella se iba a quedar para vestir
santos.
Lili entró en ese momento con la muestra y se la entregó. Por costumbre
comprobó el nombre de la etiqueta con el nombre del paciente y la fecha. —
Perfecto, vamos allá.
Kelly sonrió. —Sí, por favor.
Llenó la jeringuilla antes de colocar la cánula y miró su sexo. Estaba claro
que le gustaban depiladas. Metió la cánula lentamente y cuando estuvo en
Estaba claro que estaba acostumbrada a tener cosas metidas allí abajo.
Forzó una sonrisa levantándose de su taburete y le tendió la cánula a Lili. —
Pues eso es todo. Ahora va a quedarse en esa posición unos minutos. Con
diez será suficiente.
—Bien.
Lili pulsó un botón para elevarle la cadera un poco más. —Haré todo lo
que sea necesario. ¿Podría decirle a mi marido que puede irse a casa? Es para
hacerlo más especial. Que pida algo de cena y…
palabra en la boca.
—Te dije que él no quería.
—Mierda. —Se llevó la mano al pecho. —¿He metido la pata? Tenía que
haberme negado, ¿verdad?
Lili apretó los labios pasando detrás de su mostrador. —Ahora poco se
puede hacer. Vamos a la sala de Harry para liquidar tu tema.
—¿Y la señora Chapdelaine?
—Cuando termine contigo la despacho. No hay problema.
entrado entera.
—Bueno, si no funciona puedo volver a intentarlo.
—Exacto —dijo su amiga radiante—. Ahora mantente tumbada que me
encargo de esa pija.
—Dile que no se haga la prueba hasta dentro de dos semanas. Y que se la
haga en casa. No quiero verla por aquí para contemplar su alegría por tener
un hijo de Warren. Si da positivo se la pasas a Willis.
—Vale. Pero no pienses en ello, ahora piensa en tu niño.
Suspiró cerrando los ojos mientras elevaba sus caderas. —Tienes razón,
es nuestro momento.
—Exacto, nada importa menos tu hijo y tú. El hijo que siempre has
querido tener.
Con los ojos cerrados asintió. —Será guapísimo y muy listo.
Comió con ganas sin saber cómo tocar el tema y su padre cogió su copa
de vino mirándola de reojo. —Hija, ¿estás bien?
Con la boca llena asintió. —Claro.
—Estás un poco callada. Siempre tienes mil casos que comentar.
Forzó una sonrisa dejando el tenedor sobre el plato. —Es que…
—¿Qué ocurre? ¿Algún problema? —preguntó poniéndose alerta—. Es
Harry, ¿verdad? Ese chico no me gustaba para sustituir tu puesto. No le veo
serio.
—Harry trabaja muy bien, papá. Y a los pacientes les gusta, les hace
sentirse a gusto.
—Eso dices…
—Sí, lo digo yo que trabajo con él —dijo divertida—. Es otra cosa.
—Pues dime… —La miró fijamente y ella supo que tenía toda su
atención. Le ocurría desde pequeña. Perdió a su madre con cinco años y su
padre se volcó con ella siendo el padre más maravilloso que se pudiera tener.
Cuando estaba con ella tenía toda su atención.
Sonrió cogiendo su mano. —Papá, has sido un padre estupendo, ¿sabes?
sensiblería?
Se echó a reír. —Pues quería que te dieras cuenta de que aunque estabas
solo, lo has hecho estupendamente.
—Gracias, cielo. Tú me facilitaste mucho las cosas. Ha sido la niña más
obediente y buena del mundo.
Gimió por dentro. No sabía lo que pensaría después de esa conversación.
—Bueno, el hecho es que sabes que quiero ser madre.
—Como es lógico. A ver si conoces pronto a alguien que me guste
decidirme.
—¿Te has inseminado?
—Como has dicho tengo veintiocho años. ¡No quiero ser una madre
demasiado mayor para disfrutar de mis hijos!
entraba en su vestidor.
—¿Si? ¿Cuál de ellos?
—Chapdelaine.
Se le cortó el aliento cogiendo el primer traje que pilló. —¿Si? —
preguntó en voz alta—. ¿Y por qué salía en el periódico?
—Oh, porque su empresa ha absorbido a otra o algo así. Recordé que era
paciente tuyo al ver su apellido. Se llamaba Warren, ¿verdad?
—Sí.
—Me extrañó un poco porque leí su expediente, pero en el periódico dice
que es soltero.
Salió del vestidor con el traje en la mano y su padre frunció el ceño. —
¿Marrón? Hija, ese color no te sienta bien. Pareces una profesora de escuela.
Dejó caer el traje acercándose. —¿Cómo que es soltero? ¡Está casado!
que le había dicho su padre salió de la habitación bajando las escaleras. Entró
en su despacho y encendió el ordenador.
—¿Le traigo aquí el desayuno, señorita?
Levantó la vista hacia Marge que estaba en la puerta observándola. —Sí,
por favor.
—Enseguida.
Impaciente entró en internet y puso el nombre de Warren. Salían noticias
en varios periódicos en los que se le mencionaba ese día. Pinchó en la
primera y vio su foto ante un atril como si estuviera dando un discurso. Leyó
Estaba claro que esa mujer quería cebarla, dijo para sí con el estómago
—Ni idea. Pero está claro que Warren es quien dice ser. Son familia. En
el taxi he pensado que igual le pidieron un favor y mintieron para que no se
enterara nadie. Ya me extrañaba que el doctor Pearl hubiera fallado. Esos
análisis eran de William Arthur Chapdelaine, su marido. El del restaurante.
—Dios mío. —Se llevó una mano al pecho antes de darse cuenta de todo
lo que implicaba. Pero cuando lo pensó un poco sonrió sin poder evitarlo. —
Voy a tener un hijo suyo.
—¿Ha dado positivo?
—Sí.
Chillaron abrazándose antes de separarse y mirarse con los ojos como
platos. —¿Qué hacemos?
—Tú cierra el pico —dijo Lili.
—Sí, será lo mejor.
Ni se lo podía creer.
No le extrañaba nada si lo habían deseado tanto como para hacer aquello.
—Me alegro mucho. —Mirando su rostro lleno de ilusión se le ocurrió algo.
Era su única oportunidad. En cuanto esa mujer saliera de allí, sus vidas no
volverían a cruzarse y perdería a Warren para siempre. Puede que lo
arriesgara todo, pero tenía la sensación de que merecía la pena porque
recordar esos ojos verdes mirándole el trasero hicieron que su corazón saltara
en su pecho de nuevo.
Apoyó la espalda en el respaldo de su asiento y Kelly la miró incómoda.
—¿Ocurre algo?
Levantó el auricular del teléfono y se lo tendió. —¿Por qué no llama a su
marido para que venga? Tengo que hablar con él.
—No puede venir —dijo incómoda—. Sino lo hubiera hecho.
—¿Qué?
—Puedes presionarle con esto. —Levantó sus cejas rubias. —De hecho
puedes hasta decir la verdad porque ellos no dirán ni pío. ¿Qué crees que hará
él cuando se entere de que llevas un hijo suyo en tus entrañas?
Se le cortó el aliento. —¿Crees que me daría una oportunidad?
—Tienes mucho más que esta mañana. Y si no funciona, al menos lo
habrás intentado.
Asintió pensando en ello. —Mejor tener un hijo conmigo que simular que
su hijo es su sobrino.
—Yo lo veo mucho mejor, de eso no hay duda. Incluso creo que se
sentirá aliviado.
—Muy bien. —Volvió a entrar y Kelly sorbió por la nariz. —¿Puedes
explicarme la razón por la que elegiste a tu cuñado?
—¿No es evidente? Porque se parecería a él.
Suspiró del alivio sentándose en su sitio de nuevo. —Llama a Warren,
tenemos que hablar los tres.
—Los cuatro —dijo Lili. Ambas la miraron—. Yo también quiero
enterarme.
—¿Pero por qué?
—Llámale Kelly. Tengo que contaros algo que os afecta a los dos.
Preocupada asintió sacando su móvil y se levantó alejándose. —¿Warren?
—Él dijo algo al otro lado. —Lo sé, no tenía que llamarte, pero nos han
descubierto. ¡La doctora McBeath! —exclamó de los nervios—. ¡Estoy
embarazada y tienes que venir a la clínica ya! —Colgó antes de que él
replicara e hizo una mueca. —No está muy contento.
—Pues su humor no va a mejorar cuando hable con él. Ven Kelly,
siéntate. Esto te va a impresionar un poco.
Parecía que se iba a desmayar en cualquier momento y Lili la cogió por el
brazo con delicadeza acercándola a una silla. —Se lo va a decir, ¿verdad?
—Oh, Dios mío. ¡Oh, Dios mío! —gritó Kelly una y otra vez—. ¡Esto no
está pasando!
—Pues ha pasado —dijo Lili como si nada—. ¿Qué más te da?
La miró asombrada. —¿Qué más me da? ¡No tendrá los genes de mi
marido!
—Es moreno, como él e inteligente. No se dará cuenta. —Lili puso los
ojos en blanco. —Es que de verdad…
Kelly se quedó en shock. —¡Esta está loca!
—Tranquilízate. Es un donante sano y el mejor candidato que tengo, si lo
sabré yo que iba a inseminarme con él.
—Tú ibas a… —Abrió los ojos como platos. —¡No!
—¿Cómo crees que se lo tomará?
—Dios mío. Esto es… —La fulminó con la mirada. —Así que la mejor
de la ciudad, ¿eh?
—Lo soy. Yo no cometí el error, aunque lo asumo como directora de la
clínica.
—¡No, el error lo cometió esa!
—¿Y piensas demandarme?
—¿Sabes cómo me siento? —Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Asustada, esto no te lo esperabas.
—¿Crees que con todo lo que tengo para elegir hubiera elegido mal?
Eso pareció aliviarla. —Entonces tu candidato es mejor que el mío
porque su familia tiene muchos infartos.
—¡No fastidies!
Kelly se echó a reír. —La cara que has puesto. —Chasqueó la lengua. —
Pues sí, su tío, su abuelo… Y varios más.
—Bueno, pues ya no hay nada que hacer.
—No, supongo que no. —Kelly se quedó con la mirada perdida. —Ya no
hay vuelta atrás.
—¿Estás bien?
—Sí. —Forzó una sonrisa. —Esta mañana era tan feliz…
—Lo siento.
Cada segundo que pasaba estaba más nerviosa mientras Kelly leía
atentamente el dossier de su donante. Se apretó las manos mirando a Lili que
tampoco podía ocultar sus nervios. Kelly levantó la vista hacia ella e hizo una
mueca. —Es impresionante.
—Lo es. No debes preocuparte. Tu marido no se dará cuenta.
—Espero que no salga tan listo. ¿Seguro que todo esto es cierto?
—Según mi detective sí. Y como puedes ver los informes psicológicos
son impecables. —Kelly suspiró del alivio. —Estaba estudiando cuando nos
dio la muestra y ahora trabaja para uno de los cirujanos más importantes del
país. Lo hizo por dinero, porque era becado.
—Sí, lo he leído. Le admiro mucho. Se nota que es una persona tenaz
para llegar hasta donde ha llegado. ¿Hay más? —La miró sin entender. —
Más semen. Por si quiero repetir.
Se quedó de piedra. —¿Repetir?
—Claro. No voy a tener un hijo listísimo y otro medio bobo. Si quiero
repetir quiero que sea del mismo donante.
Carraspeó mirando a Lili que dijo de inmediato —Voy a ver la base de
datos.
—Sí, míralo porque sino es así tenéis que conseguir más. Quiero familia
numerosa.
Hala, que no se conformaba con dos.
—Kelly…
—Tú me has metido en esto y tú me lo vas a conseguir.
—Lo miraré enseguida. —Su amiga salió del despacho.
—¿Dónde está tu cuñado? —preguntó exasperada.
Sonrió divertida. —Pues ya te puedes ir acostumbrando. Es un hombre
muy, pero que muy ocupado. Mi marido es igual. Cancelan las citas
continuamente. Seguro que estaba en una reunión ineludible. Vendrá en
cuanto pueda.
Arthur.
—¿Qué coño estás diciendo? Me dijiste que la doctora lo sabía. —Miró a
Tara. —¿No se lo va a contar?
—No. —Negó con vehemencia.
—Tranquila, ya me he encargado.
—¿Para dos más qué? —preguntó Warren a punto de explotar porque no
se enteraba de nada.
Todos miraron a Tara que se sonrojó con fuerza. —Ha habido un… error.
—Y tanto —dijo Kelly de lo más relajada. Al parecer el donante le
gustaba mucho más que su cuñado—. ¿Pero sabes qué? Mejor, porque así si
se entera mi marido vuestra relación no se resentirá. Seré la única
responsable. Tenía que haberlo hecho hace mucho tiempo.
—Kelly, ¿de qué hablas?
—Me inseminé la misma tarde que Kelly —dijo a punto de vomitar de los
nervios. Tomó aire—. Con tu semen. Ese fue el error.
Por su cara se había quedado en shock y las tres le miraron con los ojos
como platos esperando su reacción.
que voy a dejar que me exprimas en el futuro con un hijo que no deseo y que
no he deseado nunca?
—Firmaré lo que sea. No necesito tu dinero. Por favor…
La fulminó con la mirada antes de cerrar de un portazo y los ojos de Tara
así.
—¿Y cómo va a presionarte?
La miró sorprendida. —¿Qué?
—No puede obligarte a abortar.
—¿No le has oído? Si no me deshago de él, hará lo que sea necesario para
destruir la clínica. ¡Es el trabajo de toda la vida de mi padre!
—Pues entonces igual deberías hablar con él.
—¿Con mi padre? —Asustada negó con la cabeza. —Le daría un
disgusto enorme.
salir de ti!
—¿De mí? Yo quiero tener un hijo, ¿recuerdas? ¡Y mi misión es dar vida
no quitarla!
Dio un paso hacia ella apoyando las manos sobre la mesa. —¿Me estás
firman los que reciben las donaciones. Te cubrirá para el futuro de posibles
reclamaciones. No tienes que verle. No tienes…
—¡He dicho que no!
Se estremeció porque era evidente que no iba a dar su brazo a torcer y se
le ocurrió algo. —Tengo ahorrados doscientos mil dólares. Considéralo una
indemnización. Pondré mi piso a tu nombre —dijo desesperada.
Él la miró asombrado. —¿Qué has dicho?
—¡Te lo daré todo, pero no me lo quites! —Una lágrima corrió por su
Sus ojos negros se llenaron de lágrimas y dejó el bolso sobre la mesa del
hall. —Papá, baja tenemos que hablar.
Su padre apareció con la chaqueta del traje en la mano y la miró
preocupado. —¿Qué ocurre? ¿Algo no va bien con el niño? ¿Estás enferma?
—Bajó las escaleras a toda prisa dejando la chaqueta en la barandilla para
cogerla por los brazos y mirarla bien. —Cielo, ¿qué ocurre?
—Ven papá, tengo algo que contarte.
—¿Pero estás bien?
—Luke McBeath.
—Es evidente que ya me conoce —dijo entre dientes sin darle la mano.
—Le he visto en el periódico esta mañana.
La fulminó con la mirada. —Por eso sabías que no estaba casado.
—Pues sí. —Su padre dejó caer la mano y se sentó de nuevo. —¿Quieres
sentarte, hijo?
—No soy su hijo.
—No, pero somos familia.
—Papá…
—Veo que se lo has contado.
—Mi hija y yo no tenemos secretos.
Incómoda le miró. —¿Qué quieres? ¿No vas a dejarme cenar en paz?
—Está embarazada, tiene que comer.
Por su expresión heladora supo que ese comentario le había sentado como
una patada en el estómago.
—¿No me diga? —preguntó Warren con ironía intentando controlarse.
—Mira chaval, sé que estás cabreado, pero…
dijo muy serio—. Porque sería como reconocer que el niño es tuyo y no va a
hacerlo.
Warren no salía de su asombro. —Perdona, ¿qué has dicho?
—Mira, te entiendo. Ibas a hacer un favor a tu cuñada y te has llevado
una sorpresa. Pero que hayas amenazado a mi hija en el día en que ha
descubierto que va a ser madre, no me ha sentado muy bien. Hay que tener
poco tacto para arruinarle el momento, la verdad. Además, ella se enteró del
error poco antes que tú y tampoco montó tanto drama.
cara de pasmo. —No sé por qué pones esa cara cuando era lo que pretendías
al no poner tu nombre de pila, pasar desapercibido. ¿Por qué no lo olvidas y
sigues con tu vida? Esa rubia lo está deseando.
—No voy a dejar que haya por ahí un hijo mío del que no sé nada —
siseó.
Tara sonrió radiante. —¿Quieres participar? —Giró la cabeza hacia ella a
punto de soltarle cuatro gritos. —Vale, no hace falta que te pongas así.
Tienes un carácter muy irritable.
—Tendremos que corregírselo al niño —dijo su padre como si nada antes
de beber de su copa—. Tu donante seguro que era mucho mejor. ¿Ves? Mi
hija también ha salido perdiendo.
—La madre que me pa…
—Ah, ah, delante del niño no. Puede oírlo —dijo con pitorreo.
Warren se levantó furioso y apretó los puños antes de volverse para
encontrarse a la rubia tras él. —¿Para qué me has llamado si ibas a ignorarme
de esta manera?
—Sara…
—¡No me llames más! —Se fue furiosa y Warren se volvió hacia ellos y
ambos le miraron inocentes.
—¿Quieres cenar con nosotros? —preguntó ella sin perder la oportunidad
—. Los raviolis están de muerte.
—¡Sí! ¡Porque todavía no he resuelto mis dudas frente a ese error, como
tú lo llamas!
—No seas pesado. ¿No puedes dejarlo atrás?
—¿Cómo voy a dejarlo atrás?
—¡Yo no hice nada! ¿De acuerdo? Puede que me parecieras un hombre
interesante, pero de ahí a… Vamos, que no eres el primer hombre atractivo
que se pasa por la consulta.
—Tenía candidatos estupendos. —Asombrada miró a su padre. —
¿Verdad, hija?
tiene que serlo voluntariamente. —Le miró a los ojos, los mismos que los
suyos. Sonrió con tristeza. —No serviría de nada presionarle.
—Eres mucho más lista que yo —dijo orgulloso—. Me gusta.
—Y a mí —susurró mirando hacia la puerta—. Y a mí.
era algo que no iba a usar demasiado tiempo. Se acarició el vientre de nuevo
y se alejó del escaparate deteniéndose en seco al ver a Warren, que la
observaba a punto de subirse a un coche mientras el chófer mantenía la puerta
abierta. Sus ojos la recorrieron hasta llegar a su vientre cubierto por su ligero
vestido de verano antes de mirarla a los ojos de nuevo. Tara sonrió
ligeramente antes de volverse sintiendo que se le desgarraba el corazón. La
última vez que le había visto había sido en el restaurante. Una semana
después un abogado se presentó en la clínica para que firmara un montón de
documentos renunciando a cualquier tipo de compensación económica o
herencia en el futuro. Ese había sido el último día en que había vuelto a saber
algo de él.
Caminó hasta el paso de peatones sintiendo su mirada en su espalda y
esperó a que se pusiera en verde cuando la cogieron del brazo. Sorprendida
vio que era Warren. —¿Qué haces? —Tiró de ella hacia el coche y tuvo que
seguirle casi corriendo. —¿Warren?
—Sube.
—No.
Iba a volverse cuando él la cogió por los brazos. —Sube al coche,
tenemos que hablar. —Parecía decidido y eso la alarmó. Miró a su alrededor,
pero aquello era Nueva York, nadie les miraba. —Sube al coche, Tara. —
Tiró de ella hacia el coche y no tuvo más remedio que subirse.
cabeza. Parecía torturado y sin poder evitarlo le tocó el brazo. —No tienes
que…
—¡No me toques! —Apartó su mano golpeando su boca del impulso.
Tara se llevó las manos a la boca y él palideció. —Joder, nena… Lo siento,
—Pero te asustaste.
Eso no lo podía negar. En ese momento se detuvo un taxi ante la puerta y
Kelly salió de inmediato. Estaba guapísima. El embarazo le sentaba muy
bien. Se acercó a ellas preocupadísima. —¿Qué hace Lili aquí?
—Formo parte de esta historia. Así que no te enrolles. ¿Qué quieres?
—Mejor vamos a tomar algo —dijo Kelly mirando a su alrededor.
—¿Qué ocurre? —preguntaron siguiéndola.
—Se ha vuelto loco —susurró.
—¿Hablas de Warren?
—Vayamos a esa cafetería, hablaremos allí. Nos está vigilando para que
hable contigo.
Se miraron asombradas antes de seguirla y sin poder evitarlo echó un
vistazo a su alrededor, pero no vio nada extraño. Entraron en la cafetería y se
sentaron alejadas del escaparate.
—Muy bien, ¿qué pasa? —preguntó Lili muy mosqueada.
Kelly sonrió a la camarera. —Un zumo de naranja natural.
—Lo mismo —dijeron las demás con ganas de enterarse de lo que
ocurría.
En cuanto se alejó susurró —Me ha llamado al mediodía. Me ha ordenado
que fuera a su despacho. Y de muy malas maneras, por cierto.
—¿Qué te ha dicho?
la lengua.
Kelly la miró preocupada. —Dice que ya él importa todo una mierda.
Que quiere ir a la ecografía y formar parte de su vida.
—Pero yo nunca me he negado —dijo impresionada. Kelly pareció
—No te soporto.
—Ya somos dos.
—¡Haya paz! —Pensando en ello dijo —Le llamaré. Hablaré con él.
Kelly sonrió encantada. —Pues te espera esta noche a las siete en el Di
Ángelo.
—¿En el Di Ángelo? Es el sitio de moda. ¡Nos va a ver todo el mundo!
¡No, dile que le llamaré!
—¿Seguro?
—¡Sí! Hasta que no tenga las ideas claras no quiero verle.
pierdo.
Capítulo 7
iba a verte pedirías una orden de alejamiento. —Muy tenso se sentó frente a
ella.
—¿Qué quieres, Warren? Lo que ha ocurrido hoy…
—Lo siento. —Miró su labio. —Lo siento mucho.
dudas. Has pasado cinco meses sin saber de mí, pero te aseguro que no ha
habido día en que no pensara en esto. No puedo más.
Se emocionó al escucharle y forzó una sonrisa intentando no llorar. —
Claro que puedes formar parte de sus vidas. —Warren pareció aliviado. Eso
la animó a preguntar —¿Quieres ver la primera eco?
—Sí.
Sacó de su bolso su cartera y cogió la fotografía para ponerla sobre la
mesa. —La he plastificado para que no se estropee. ¿Qué te parecen?
Warren parpadeó viendo la imagen en blanco y negro haciéndola reír. —
La cara que has puesto. —Estiró el brazo y señaló con el dedo. —¿Ves la
cabeza? Y aquí está la otra.
—¿Y cómo sabes que son niñas?
—Práctica. En cuanto esté de seis meses me haré una en tres
veía achicando agua. —Tara se echó a reír. —Y eso que el barco cuesta una
pasta. No me quité el chaleco salvavidas hasta que llegamos a puerto. No
creo que repita la experiencia.
—Solo fue una vez.
—Suficiente. —La miró como si fuera la mujer más hermosa del mundo
y Tara sintió que su corazón daba brincos en su pecho de la alegría.
Sonrojada de gusto le dio las gracias al camarero que le llevó la bebida.
—¿Siempre te plantas cuando algo no sale como tú quieres?
—Es evidente que no. De otra manera no estaría aquí. Además, en los
—Sí, hay pacientes a los que no puedes ayudar, pero la sonrisa de una
pareja cuando lo logra merece tanto la pena que no podría ser capaz de
dejarlo. —Se echó a reír. —Mi padre tiene mono. Cada poco se cuela en la
clínica y cotillea.
Warren sonrió. —Sí, mi expediente lo había leído bien.
Tara perdió algo la sonrisa. —No dirá nada. Si te preocupa…
—No me preocupa en absoluto. —Se quedaron en un incómodo silencio
y Tara miró a su alrededor mientras él no dejaba de observarla. —Me
—Soy muy decidido, nena. Mucho. No voy a dejar que las niñas se críen
fuera del matrimonio. Por esa razón entre muchas otras no quería que las
tuvieras.
—¿Y has pasado de pedirme que aborte a querer casarte conmigo?
—Básicamente sí. Te acabo de decir que he cambiado de opinión. Y
siempre consigo lo que quiero.
Se le erizó el cabello de la nuca por como lo dijo —No vas a
convencerme amenazando a tu cuñada.
Sonrió irónico. —Lo sé. Pero es que eso solo lo utilicé para que te
sentaras ahí porque tengo algo mucho más jugoso a lo que hincarle el diente.
¿Quieres oírlo?
Tensándose entrecerró los ojos. —No.
Cogió su bolso para levantarse, pero él la agarró por la muñeca. —Se te
enfrían los raviolis y tienes que cenar. No queremos que vuelvas a caer en la
anorexia, ¿verdad?
Palideció al escucharle y atónita se sentó de nuevo. —¿Cómo te has
enterado?
Solo había que verte la cara. Nena, mientes muy mal. Espero que las niñas lo
hagan mejor porque si no tendrán muchas dificultades en la vida. —Cogió su
copa de vino y bebió sin quitarle ojo. —Ahora come. Mis hijas tienen que
comer.
así? Warren entrecerró los ojos. —Ni se te ocurra, nena. Esto es entre tú y yo
que somos los padres de esas niñas. Intenta no contárselo a nadie más, como
a esa amiga tuya que nos ha metido en este lío, que por otro lado yo echaría
en el acto por el bien del negocio, pero eso es cosa tuya.
—Vaya, muchas gracias —dijo irónica.
—Ahora estás cabreada, pero como ya he pasado por eso, te aseguro que
se olvida. Yo he tenido que aceptar a las niñas y tú aceptarás este
matrimonio.
—¿Qué pretendes?
—Si eso ocurriera, que lo dudo mucho, nos divorciaremos y aceptaré que
te lleves a nuestras hijas. No sería justo para mi nueva mujer cargarla con esa
responsabilidad.
Se quedó de piedra por sus palabras. No se podía ser más frío y le miró
incrédula. —No pongas esa cara, tampoco es para tanto. Ahora come, se te
van a enfriar y tendrás que comértelos fríos. —Apoyó los codos sobre la
mesa. —Te lo advierto, como vuelvas a enfermar me voy a cabrear de verdad
y te quitaré a las niñas.
Perdió todo el color de la cara cogiendo el tenedor de nuevo. Con la
—¿Jefe? Tiene que venir. Ayer quedó con Warren y sé que me oculta algo.
—No puedo.
—¿Te ha amenazado?
—Papá no puedo hablar de ello —dijo sinceramente porque era evidente
que no se tragaría ninguna de las mentiras que tenía preparadas—. Cancela
las vacaciones en Italia. En dos días nos casamos en el juzgado.
—Ha tenido que ser una amenaza de primera. Lo sabe, ¿verdad? —
preguntó sintiendo una rabia indescriptible viendo como su hija asentía
mientras una lágrima corría por su mejilla—. Te ha amenazado con eso. Con
—No vas a perder el trabajo, eso te lo juro. ¿Te he fallado alguna vez? —
Acarició sus rizos negros. —Yo me encargaré de todo.
—¿Qué haría sin ti?
Su padre cerró los ojos abrazándola con fuerza. —Espero que no tengas
cenara con él. Y yo también la animé para que le pusiera las cosas claras,
pero al parecer se las sabe todas…
La miró sorprendido. —Nos ha investigado. La ingresé con el nombre de
soltera de su madre.
—La ha presionado para que no nos cuente nada. ¿Pero por qué quiere
casarse?
—¿Crees que alguien que no tiene escrúpulos en tener un hijo con su
cuñada a espaldas de su hermano, no haría lo que hiciera falta para conseguir
a sus hijas? Se quiere casar para que en cuanto dé a luz las reconozca como
suyas.
—Porque ya había firmado los papeles de la renuncia.
—Exacto. Me encargué yo mismo de exigírselo a sus abogados cuando
aparecieron por aquí. Pero eso será papel mojado en cuanto dé a luz y las
reconozcan como suyas. Después la demandará alegando que no está bien de
salud y le darán la custodia.
—Dios mío… Eso la matará. Lo perderá todo.
—Le he dicho que se vaya. Cancela las citas hasta septiembre o
teléfono.
Lili sonrió. —Ya entiendo por dónde va.
—Espero que nos ayude.
—Lo hará. Vaya si lo hará.
Capítulo 8
McBeath.
—Marge, soy yo. —Giró el volante en dirección a su calle. —Prepara la
maleta para partir hacia mis vacaciones cuanto antes.
—¿Hoy?
—Sí, todavía no sé la hora del vuelo. Mete ropa cómoda en una sola
maleta.
—Muy bien.
—Voy para allá.
—¿Ocurre algo?
—No.
—Pues ha llamado un hombre preguntando si había empezado a
recogerlo todo.
cáncer no remite, Luke! ¡Este hombre puede ayudarte! ¡Al menos tienes que
intentarlo, que es lo que no has hecho hasta ahora!
Miró la hoja en sus manos y negó con la cabeza. —No pienso dejarla sola
y menos ahora.
está deseando conocerla. —Dejó la hoja ante él. —Vamos Luke, sabes que
está loca por mí. Me di cuenta de inmediato.
—¡Pero tú no sentiste lo mismo!
—No voy a negar que hay una atracción entre nosotros, pero de ahí a
amarla… Pero será una buena madre, eso me lo ha demostrado ya. Amará a
sus hijas por encima de todo. —Rodeó el escritorio sentándose en la esquina
sin dejar de observarle. —Seré un buen marido. Al menos seré el marido que
necesita.
—¡Necesita que la quieran!
—¿Prefieres quedarte aquí y morir antes de que nazcan las niñas? —Luke
palideció. —¿Qué será de ella? No pensaba hacer nada, pero cuando la vi
ayer perdí los nervios y decidí intervenir. No voy a dejar que esté sola en un
que todo ha sido un malentendido. Que has hablado conmigo y que solo soy
un hombre enamorado que no sabe demostrarle a tu hija que es lo más
importante para mí. De hecho me apruebas totalmente. Así cuando lleguemos
de Italia y nos casemos no le parecerá extraño.
Le miró a los ojos asustado. —Mi hija pensará que la abandono.
—Eso déjamelo a mí. —Cogió el papel de nuevo y se lo tendió. Luke lo
cogió sintiendo que traicionaba a su hija. —No la estás traicionando. Estás
haciendo lo mejor para los dos. Ahora quiero que vayas a su casa y te
asegures de que coma. ¿A qué hora es el vuelo?
Warren…
—Cuidaré de ella. Solo debes preocuparte de reponerte cuanto antes. Lo
demás déjamelo a mí.
—Intenta no hacerle daño para conseguir tus propósitos, ¿quieres? Como
cuando regrese no vuelva a ser mi niña, te juro que te mato.
—Cuando regreses te darás cuenta de que era lo mejor para tu hija y para
las niñas.
—En cuanto se entere… Como has dicho es muy lista. Se dará cuenta de
más adelante. —Luke asintió y atónito vio como le ofrecía su mano. —Te
deseo suerte.
Le miró incrédulo y Warren dejó caer la mano mientras su suegro salía
del despacho dando un portazo. Tomando aire por la nariz pulsó el botón del
—Gracias.
Se sentó en su asiento y suspiró mirando por la ventanilla cuando el
hombre se sentó a su lado. Él sonrió y Tara le miró de reojo incómoda. Era
atractivo, rubio y de ojos azules, pero le vio simple ante su Warren. Su
Warren… Pensar en él le hizo perder la sonrisa. Igual había huido demasiado
pronto. Igual casándose con él podía hacer que se enamorara de ella. Al
menos así tenía una oportunidad. Pero el miedo la había paralizado. El
maldito miedo que la había convertido en una cobarde que por poco se mata a
base de dejar de comer. Su psicóloga le había dicho que se había matado de
comercial y una chica se lo estaba echando a los hombres que pasaban. Aquel
olor le trajo miles de recuerdos a pesar del poco tiempo que habían pasado
juntos. —Black Millium.
Él sonrió. —Exacto.
—Un chiflado.
Se echó a reír y le hizo una señal a la azafata. —Algo de agua para mi
mujer.
—Enseguida, señor Chapdelaine.
Le miró incrédula.
—Nena, es mejor que lo aceptes cuanto antes.
—Que te den.
Se volvió hacia ella cogiéndola por la nuca para pegarla a él. Su corazón
saltó por como miraba sus labios. —¿Te duele?
guisantes.
Él rio por lo bajo. —Exacto.
Se metió el brownie en la boca y sonrió comiendo a dos carrillos. La
chica le llevó seis brownies. —Y una cola light —dijo sin dejar de comer.
—Mejor se la traigo sin cafeína —contestó la chica alejándose.
Jadeó antes de mirar a Warren. —¿Por qué todo el mundo me da órdenes?
—Está claro que estás perdiendo el control.
—Totalmente. Me pasa desde que te conocí.
—Me lo imagino.
—¿A dónde vamos?
—A Italia.
—Muy gracioso.
—El destino de tu padre no me parece nada mal. He llamado a la agencia
y me la alquilará todo el mes.
—¿Todo el mes? Nos íbamos dos semanas. Bueno, tres porque nos hemos
adelantado, pero tengo que trabajar.
—No te preocupes por eso. Tu padre se encargará.
—¿El qué?
—Estar tan seguro de todo, tan seguro de ti mismo.
Se encogió de hombros. —Cuestión de práctica.
—Yo solo soy así en el trabajo. —Hizo una mueca dejando el tercer
brownie a la mitad. —No quiero más.
—¿Acaso no estás embarazada de mí? —Se le quedó mirando sin
entender. —Y nos vamos a casar. ¿No estás segura de lo que has conseguido?
—Le miró asombrada. —Duerme, nena. Me parece que estás algo confusa.
—¡Eres un creído!
Él se echó a reír. —Vamos, si me comías con los ojos. No sé cómo
tuviste tan poca vergüenza con mi esposa delante. —Se puso como un
tomate. —Así que no me digas que no es lo que querías.
—Mejor me voy a dormir. —Inclinó el asiento ella misma y se tumbó
intentando darle la espalda, pero el cinturón se lo impedía, así que se lo quitó.
Le dio la espalda. —Warren…
—¿Si, nena?
—Una almohada. —Escuchó como pedía unas almohadas y unas mantas.
—¿Tara?
Miró sobre su hombro y vio a la azafata. Extendió la mano y cogió dos
almohadas. Colocó una ante la cara para no chocarse contra la pared y otra
bajo la cabeza. Suspiró cuando sintió la manta sobre su cuerpo. Igual aquello
Las primeras dos semanas fueron los días más increíbles de su vida.
Sentada bajo la sombrilla en el patio de la casa que Warren había alquilado,
disfrutaba del mar golpeando contra las rocas. El primer día se habían
quedado en Tropea, pero como había demasiada gente Warren llegó a un
trato con el dueño de la casa para que les alquilara la suya que estaba a un par
de kilómetros y era mucho más tranquila. Y la casa era increíble. Tenía la
terraza sobre el acantilado con una piscina infinita que parecía que no
acababa nunca porque visualmente se unía con el mar.
cada vez que le veía en bañador sentía palpitaciones. Sus ojos recorrieron su
musculoso pecho mordiéndose el labio inferior cuando estos llegaron a su
ombligo. Se moría por pasar la lengua por allí. ¿Qué estaba pensando? Se
estaba volviendo una pervertida. Pero es que esos días había tenido sueños
—Pues bésame. —Se la comió con los ojos elevando la cabeza y cuando
rozó sus labios sonó el teléfono del interior de la casa. Ella gimió abrazando
su cuello. —No te vayas.
—Nena, el dueño me ha dicho que me llamaría por algo del alquiler de la
casa. No quiero que se presente aquí. Vengo ahora.
Bufó cuando se levantó y desnudo fue hasta el salón mientras ella se lo
comía con los ojos. Al darse cuenta de que estaba desnuda sintió algo de
vergüenza y cogió su ligero pareo para cubrirse. Suspiró feliz y cogió la
comer?
—¿Con su padre? Doctora hace días que no veo a su padre por aquí.
—¿Cómo que hace días? ¿Quién eres?
—Soy Anne, doctora. Creía que Lili se había cogido vacaciones por su
ausencia.
—No, se las cogía en septiembre —dijo alterada —. ¡Precisamente por mi
ausencia! ¡Para mantenerme informada! ¡Si he hablado con ella hace una
semana y todo iba bien!
—Pues hace una semana no estaba aquí.
No entendía nada. —¿Y dices que mi padre tampoco ha ido por allí?
—No, doctora. ¿Todo va bien?
Colgó el teléfono de inmediato y muy preocupada se iba a levantar
mensaje:
“Al final me he traído a Lili. He tenido que contárselo todo y entiende la
situación. No le dirá nada cuando la llame. El doctor ha dicho que hay que
operar de inmediato.”
“Gracias, cuando hablo con ella la noto feliz. Tenías razón, ya era hora
de delegar el mando”.
¿Delegar el mando? Con la respiración agitada leyó el siguiente:
“Operado con éxito. El cirujano está muy contento. Esperando el resultado
de la biopsia. Por cierto, soy Lili.”
Miró hacia la casa y vio a Warren a través de la ventana caminando por el
salón con el teléfono al oído antes de seguir leyendo: “Es lo que se esperaba.
de sí.
—¡Eres mi mujer!
—¡No! —Le miró con odio. —¡Eso no va a pasar jamás! ¡Estaría loca si
me casara con un mentiroso manipulador como tú! ¡Nunca has pensado en lo
que sentiría al enterarme! ¡Lo único que te ha importado ha sido que lleve
este embarazo a término!
—Eso es mentira.
—¿No? ¡Lo has dicho claramente! —Se puso el sujetador y cogió unos
estabas aquí sin enterarte de nada para que no pasara precisamente esto. No
quiere que sufras.
Se le cortó el aliento porque era evidente que no lo entendía. La habían
tratado como una inmadura que no era capaz de llevar su vida y eso no sería
vestido negro de encaje que todavía no se había puesto. Warren sonrió, pero
esa sonrisa no llegó a sus ojos. —Me voy a duchar.
Asintió dejando el vestido sobre la cama y se detuvo en seco al sentir sus
brazos a su alrededor acariciando su vientre con posesividad. —No debes
preocuparte. Cuando le llames mañana te darás cuenta de que está muy bien.
—La besó en la sien. —Ponte zapatos bajos. Estarás más cómoda.
Mientras salía de la habitación le miró de reojo, pero por primera vez
desde que le conocía no sintió esa atracción que la volvía loca y se dio cuenta
de que él había matado algo en su interior que no recuperarían nunca. Se
enderezó mientras las lágrimas caían por sus mejillas y a toda prisa cogió su
bolso comprobando que su pasaporte y su cartera estuvieran dentro. Lo sacó
todo metiéndolo en el bolso de noche que llevaría para la cena y fue a
supuesto novio. Hasta Lili la había llamado. Decidió llamar a su padre para
que no se preocupara y de la que iba hacia la parada de taxis se puso el
teléfono al oído.
—Gracias a Dios —dijo la voz agotada de su padre—. ¿Estás bien?
—¿Y tú?
—Hija, yo…
—No quiero explicaciones —dijo dolida—. Ya me las ha dado Warren.
Solo quiero saber si estás bien.
—Algo cansado, pero el médico dice que podemos ser optimistas. Los
tumores no habían traspasado la pared de la vejiga.
—¿Por qué no te sometiste a tratamiento en Nueva York? —preguntó
sabiendo la respuesta.
—Hija… No fue culpa tuya. —Angustiada sintió como una lágrima
recorría su rostro. —No eran nada optimistas y no quería sufrir como lo hizo
tu madre durante dos años.
Podía entenderlo. Había sido muy duro para él y encima había tenido que
disimular ante una niña que no tenía ni idea de que estaba a punto de perder a
su madre. Ahí fue consciente de todo lo que la había protegido toda la vida.
—¿Cuándo llegas a Nueva York?
—Mañana por la tarde. ¿Dónde estás? Warren está como loco buscándote
por media Italia.
—Sí, doctora.
—Van a traerme un coche. Que lo dejen en mi plaza y me suban las
llaves.
—Sí, doctora.
Fue hasta el ascensor sintiéndose observada, pero era su vida y no tenía
que dar explicaciones sobre lo que hacía o dejaba de hacer. Había llegado el
momento de dejar las cosas claras a todo el mundo. Cuando llegó a su planta
fue directamente al despacho de Harry que estaba ligando con su enfermera
de manera descarada. Al verla se enderezó perdiendo la sonrisa de golpe por
—Por tu rostro creo que tú has tenido más problemas que yo —dijo
mirándola fijamente.
—Dame mis casos.
Él extendió el brazo con sus expedientes. —Tara… —Ella se detuvo ante
la puerta y le miró. —Si necesitas un amigo, escucho muy bien.
Sonrió con tristeza. —Gracias.
Salió yendo hacia su despacho cuando se encontró a una de las
enfermeras que llevaba un carrito lleno de productos para colocar en la
consulta de Harry. Se detuvo ante ella y le dijo —Os quiero a las dos en mi
despacho de inmediato.
La chica palideció sabiendo de que hablaba y la observó alejarse hasta su
consulta y cerrar la puerta. El teléfono móvil volvió a sonar por enésima vez
y vio en la pantalla que era Warren de nuevo. ¿Cómo diablos se bloqueaba a
Salieron corriendo cada una en una dirección distinta y ella puso los ojos
en blanco antes de ir hacia su bata. Volvió a sonar su teléfono y jadeó. —No
puede ser. —Asombrada miró la pantalla y gruñó porque era Lili. Apretó los
labios antes de descolgar. —Dime.
—¿Estás bien?
Colgó antes de soltarle cuatro gritos. Se abrochó la bata y como no tenía
citas fue hasta el laboratorio. Su teléfono sonó de nuevo y al ver que era Lili
otra vez descolgó muy cabreada. —¿Qué?
cuando estás sentada tras tu mesa. Tu padre no podía haber elegido mejor su
sustituto, pero en tu vida personal nunca has tomado el mando.
—¿Pero qué tonterías dices?
—¡Si hasta las citas que has tenido te las he organizado yo! ¡Las últimas
soltarle.
—Lo sé. Estaré preparada.
—Suerte.
—Vale —dijo antes de colgar el teléfono. Abrió el cajón y sacó las llaves
del piso de Lili que le había dado por si había una emergencia—. Muy bien.
vamos allá.
cuadros que había por todas partes. Los había de todos los tamaños y sus
colores brillantes eran una alegría para el alma. Cerró la puerta dejando la
bolsa de la cena sobre una consola que había al lado y esquivando un viejo
jersey lleno de pintura que le había visto en el pasado, llegó hasta el cuadro
que estaba en el caballete a medio pintar. Eran sus ojos. Se dio cuenta de
inmediato. Eran sus ojos y estaban radiantes de felicidad. Se preguntó cuándo
había tenido esa mirada antes de echar un vistazo a su alrededor. Al ver unos
rizos negros apartó el cuadro que había delante para verse a sí misma riendo
como si fuera Marilyn Monroe en aquel cuadro de Warhol. Atónita pasó el
para mirarla con la boca abierta. —¿Qué haces aquí? —Cerró la puerta de un
portazo y se sonrojó al ver el estado de su apartamento. —Tenía prisa antes
de irme, ¿vale? No me mires así. —Dejó caer su ruinosa maleta y ambas se
quedaron en silencio. —Siento haber hecho el cambio…
Negó con la cabeza sonriendo. —No lo sientas, es lo mejor que me ha
pasado nunca. —Se acarició el vientre con ternura. —Mis niñas es lo mejor
que tendré jamás, así que no lo sientas.
—Pues siento… Bueno, lo de tu padre no lo siento. Hice lo que me
mandaron. —Se echó a reír por su cara de decisión y Lili sonrió. —¿Me
perdonas?
—Siéntate Lili, tenemos que hablar.
—¿Eso que huelo es comida? —Cogió la bolsa acercándose y empujó lo
que había sobre la mesa de centro tirándolo al suelo.
a él. Si hablabas con la prensa… Cualquier cosa que hicieras parecía que le
importaba.
—Dios mío… —Dio un paso atrás—. Sabía que eran niñas, ¿verdad?
—Por supuesto que sí. ¡Lo sabía todo de ti!
—¿Con qué te sobornó?
—Dijo que me ayudaría con mi padre. —Se puso como un tomate. —Está
en prisión.
Dejó caer la mandíbula del asombro. —¡Está claro que te has callado
—Voy a cenar.
Lili vio cómo se sentaba y cogía un tenedor de plástico empezando a
comer el arroz a las tres delicias que había llevado. —Ah, que toca comer…
Pues a comer.
actuaría. Aunque entiendo que ahora estés dolida, pero todos somos
responsables. No solo él.
—Entiendo las razones que teníais vosotros. Pero él no se ha molestado
en conocerme. No le importo. Si ha hecho todo esto simplemente es por las
niñas.
—¿Estás segura?
—Sí.
—Lo siento.
—Me voy. Me quedaré en casa de mi padre.
—Bien. Te veo mañana en la clínica.
Capítulo 11
a mí.
—Siento ser sobreprotector contigo.
Sonrió apretando su mano. —Lo haces porque me quieres.
—Warren…
Había pasado por mucho años atrás para reconocer que ese comportamiento
no era sano para ella. No iba a dejar que manipulara su vida de esa manera.
La decisión estaba tomada y no solo por ella sino también por las niñas. Todo
había sido un teatro desde el principio y había demostrado que mentía como
nadie. Sonrió con tristeza. Si hasta había intentado engañar a su cuñada a sus
espaldas.
Levantó la mirada hasta su padre y este susurró —¿En qué piensas?
—Tengo que alejarme de él todo lo que pueda.
—Cuidó de ti. Cuidó de mí.
en Italia. Hasta que todo salió a la luz. —Se levantó y empezó a caminar por
el salón. —¿Te ha llamado?
—Continuamente. Cree que le estoy tan agradecido que estoy de su lado.
—Ha ido a mi casa y al trabajo. Ha montado un numerito en la clínica
que ha tenido que venir la policía. —Su padre palideció. —No te preocupes,
¿vale?
—¿Cómo no voy a preocuparme? ¡Estás describiendo a un loco!
—No me hará nada que me disguste demasiado. —Le miró maliciosa
acariciando su vientre. —Se preocupa por ellas, papá.
—Lo siento.
Negó con la cabeza. —No, papá. Lo siento yo. Debía haber tomado las
riendas de mi vida hace mucho en lugar de cargarte a ti con todos mis
problemas.
—Lo he hecho con gusto. Eres mi niña y solo te tengo a ti. —
Emocionada sintió como una lágrima corría por su mejilla y se acarició el
vientre como si quisiera proteger a sus hijas. —¿Qué vas a hacer, cielo?
—Haré lo necesario para que no se acerque ni a mí ni a las niñas hasta su
nacimiento. Tiene un poder de convicción que haría que lo olvidara todo con
solo unas palabras y eso no voy a consentirlo.
—¿Y después?
—Eso es lo que aún no he decidido, porque no sé si como padre sería la
persona adecuada. No es de fiar. ¿Y si las vuelve en mi contra? ¿Y si las
niñas terminan odiándome por él? ¿Y si un día no me las devuelve? —
preguntó asustada.
—Es evidente que no te fías de él en absoluto.
—¿Cómo voy a fiarme de un hombre que solo me ha mentido, papá?
—¿Estás bien?
Exasperada gritó —¡Sí! ¡Y las niñas están perfectamente! ¡Así que
lárgate!
—Vale, te llamo mañana.
Asombrada se volvió hacia su padre que se encogió de hombros sin saber
que decir. —Este no se va a dar por vencido fácilmente.
—Lo suponía.
—A ver quién tiene más aguante.
Salió del ascensor hirviendo de furia y Lili hizo una mueca por la
expresión de su rostro. —¿Qué ha hecho ahora?
—¡Ha comprado este edificio! Me ha llamado el administrador para que
me reúna con él esta tarde.
ir él que vaya su hija y sabe que hoy tiene quimio. —Gruñó dejando el bolso
sobre su mesa. —Es que es para matarle.
—¿Vas a ir?
—No, vas a ir tú.
—¿Yo? —preguntó con asombro.
—Como mi representante. Ya te firmaré algún papelito. —Sonrió de
oreja a oreja. —¿A que no te lo esperabas?
—Y seguro que él tampoco.
—Porque me da vergüenza.
—No seas tonta. ¿Te parece que tengo mal gusto?
—¿Incluyes a los hombres en esa pregunta?
—Muy graciosa.
—Es que los del transporte ya se han ido. Intenté que no lo dejaran aquí,
pero…
Frunció el ceño. —¿Qué es?
Escuchó como se reía por lo bajo. —Un caballo con un enorme lazo rojo
atado al cuello.
—¿Perdón? ¡Será de madera! —gritó a los cuatro vientos.
—No, de hecho se está cagando en medio del hall.
—¡Le mato! —Colgó el teléfono y caminó hasta el ascensor mientras Lili
la seguía.
Se abrió la puerta y las dos abrieron los ojos como platos al encontrarse el
caballo más hermoso que habían visto jamás. Era totalmente blanco y todos
los presentes estaban a su alrededor mientras Anne intentaba coger las
riendas, pero se notaba que tenía miedo. Sus ojos volvieron al caballo que era
precioso.
—Menudo regalo de cumpleaños. —Lili se echó a reír saliendo del
ascensor mientras ella aún estaba en shock. Era el caballo de sus sueños. De
niña siempre había querido uno así. Entrecerró los ojos. Su padre se había
chivado. Uy, que era agente doble… Es que no podía fiarse de nadie.
Lili se volvió viendo como salía del ascensor. —¿Qué vas a hacer con él?
Se acercó a su morro mirando sus ojos negros y alargó la mano sin poder
evitarlo. El caballo dio un paso hacia ella como si la reconociera y fascinados
vieron cómo se ponía a su altura inclinando la cabeza hacia ella. ¿Cómo iba a
deshacerse de un sueño? Cada día le odiaba más. Sonrió acariciando su
cuello. —Anne llama al picadero más cercano a ver si pueden hacerle un
hueco. Y que sea un sitio de fiar.
—Sí, jefa.
—¿Te lo quedas?
Sonrió sin dejar de acariciarlo. —Claro. Aunque ahora no puedo montarlo
—dijo con pena—. Pero todo llegará, ¿verdad bonito?
—Es precioso —dijo una mujer a su lado—. Y es árabe. Un pura sangre
de primera.
La miró sorprendida porque ella no entendía de esas cosas. Solo había
sido un hobby de la infancia que le encantaba. —¿De verdad?
—Oh, sí. Sé de esto. Este ejemplar ha costado una pequeña fortuna, se lo
digo yo. Quien se lo haya regalado debe apreciarla mucho.
—Mi mujer es una amazona que ha participado en circuitos de monta —
dijo un hombre cogiéndola por la cintura y haciendo que la mujer se
sonrojara de gusto. Se les veía muy enamorados.
—Sí, jefa.
La mujer se acercó de inmediato a la recepcionista. —Pues mira, yo le
llevaría a un picadero que hay en State Island. Apunta, me sé el número de
memoria. Vendrán a buscarlo cuanto antes. Y necesitaría agua mientras tanto.
dijo?
—Buff, ¿cuánto tiempo tienes? Acabo de salir.
Asombrada miró el reloj de la cocina. —¡Pero si son las nueve!
—¡Cuatro horas me ha tenido allí! ¡Menudo interrogatorio!
—Tampoco sería para tanto.
—Empezó con el caballo y después con la ecografía que le enviaste en
ese momento de debilidad. Ha dicho que son guapísimas y que son igualitas
que tú. —Puso los ojos en blanco porque sí que se le estaba yendo la pinza.
—Después me preguntó si ibas a seguir viviendo con tu padre. Le dije que no
lo sabía. Y entonces…
—¿Entonces qué?
—Que soltó que te estás poniendo muy cabezona, eso me dijo. Y que al
final ganaría él. —Se enderezó en su silla entrecerrando los ojos mientras su
padre gemía por dentro. —Entonces me preguntó cuánto tiempo ibas a seguir
con eso del guardaespaldas. Que lo veía algo exagerado.
—¡Exagerado! ¡Y me quedo corta! El otro día por poco lo esquiva. ¡Estoy
por contratar a otro! ¿Qué más?
—Que ya ha decorado la habitación. —Se le cayó la mandíbula del
asombro. —Que por ser tan cabezota no has elegido los colores, así que la ha
pintado de blanco. La ha pintado él mismo. —Sintió un nudo en la garganta y
su amiga susurró —Que siente que te lo hayas perdido y siente que él se esté
—Que te quiere.
—¿Ves cómo es un manipulador? —dijo intentando ser fuerte.
—¿Y si es cierto?
—No voy a arriesgarme.
Cogió el pequeño sobre y lo volvió para ver su nombre escrito en él. Nunca
había visto su letra y sin darse cuenta rozó uno de los trazos con la yema del
pulgar. Bueno, por leerla no pasaba nada. Abrió la lengüeta con cuidado y
sacó la pequeña tarjeta. Solo ponía tres palabras. “Lo siento. Perdóname.”
Cerró los ojos y dejó caer la tarjeta sobre la mesa. Esta se deslizó hasta el
suelo cayendo sobre su pie. Suspiró agachándose y se le cortó el aliento al ver
en el dorso de la tarjeta. “Te quiero, nena. No puedo olvidarte.” Se echó a
llorar cogiéndola del suelo y ni supo cuánto tiempo estuvo allí sentada
mirando esas palabras. Una fuerte patada le hizo cerrar los ojos apretando los
dientes mientras acariciaba su vientre. —Uff… Hijas, que no soy de hierro.
—¿Cielo?
Miró a su padre que estaba en la puerta con un libro en la mano y sonrió.
su actitud puede que fuera exagerada, pero tenía sus motivos. Y sé que si le
escucharas, tú pensarías lo mismo.
—¡Porque me convencería como ha hecho contigo!
—Piénsalo, ¿quieres? No voy a decirte lo que tienes que hacer como
recogió la cocina y estaba pasando la bayeta sobre la mesa cuando sintió otra
patada. —Joder. —Se enderezó pasándose la mano por el vientre que ya era
enorme. —¿Estáis inquietas? Ya sé lo que pasa. No me he comido el helado,
¿verdad? —Fue hasta la nevera y sacó el helado de menta. Se volvió con el
envase en la mano y se sobresaltó dejándolo caer al ver a Warren tras ella.
Estaba algo más delgado y tenía ojeras bajo los ojos como si no descansara
bien, lo que le provocó un vuelco en el corazón porque parecía enfermo.
—Sabía que algún día se os olvidaría cerrar esta puerta al sacar la basura
al cubo —dijo él suavemente comiéndosela con los ojos mientras ella
pensaba que esa no era la frase que había imaginado que le dijera cuando
volviera a encontrársela.
—Vete —dijo sin aliento.
—Sí, claro. —Cerró la puerta y giró el pestillo haciéndola jadear de la
indignación.
—¡Warren, hablo en serio!
Él se acercó y Tara dio un paso atrás viendo como cogía el envase de
helado. —Nena… Me has dado mucho trabajo últimamente.
Le pegó un tortazo que le volvió la cara y él giró la cabeza lentamente. Se
estremeció por el deseo en sus ojos mientras dejaba el helado sobre la
encimera. Separó los labios y su respiración se agitó dando un paso atrás,
pero sorprendiéndola la cogió por la nuca atrapando su boca. Gimió
Dio un paso hacia atrás para ver algo viscoso en el suelo. —El tapón
mucoso. Se suele perder antes del parto. A veces incluso días antes.
Totalmente pálido dijo —Vamos al hospital.
—Warren, no estoy de parto.
—¿Seguro?
—¡No tengo contracciones!
—¡Pero has roto aguas! —Ella hizo una mueca porque eso no podía
negarlo. —¡Al hospital!
—¡No! —Miró al suelo. No podían dejar eso ahí. —Límpialo.
—¿Que lo limpie? —preguntó asombrado.
—Mi padre podría resbalarse. —Se agarró la barriga. —¿Quieres que lo
limpie yo?
—Pues vete. —Le miró de reojo. —Seguro que dormir no te viene mal.
No tienes buena pinta.
—¡Es que mi mujer me rehúye desde hace dos meses!
—Será por algo —dijo irónica.
Se encogió de hombros.
—Sé que crees que no me importas, que solo me interesan las niñas, pero
eso no es verdad, preciosa. Desde que te conocí no has salido de mis
pensamientos y reconozco que me cabreé cuando te embarazaste, pero es que
no me lo esperaba. ¡No quería hijos!
—Sí, ya sé que intentaste sobornar a Lili para que cambiara el semen de
tu cuñada.
Él juró por lo bajo. —Vaya —dijo entre dientes—. Al parecer no se calla
nada. —Tara chasqueó la lengua antes de seguir comiendo. —¡Preciosa, no
quería tener un hijo con ella! Ni sé cómo me convenció para esa locura. Así
que busqué una salida en el último momento, pero tu enfermera no me ayudó.
Y encima luego lo lio todo.
Le miró con rencor. —¡Así que fue un error que me quedara embarazada!
que notaba en su voz. Había que ser idiota. Dejó el envase de helado sobre la
mesa y se cruzó de brazos. Él suspiró. —Hablé con Lili de nuevo y recibía
noticias a menudo. Mi detective también aportó mucho y cuando me enteré
de lo que habías pasado con quince años me alarmé, sobre todo al conocer
que tu padre iba a cierto especialista. A veces esperaba que salieras del
trabajo, que llegara el momento de verte rota, pero eso no pasaba y me di
cuenta de la razón. Tu padre no pensaba decirte nada hasta que fuera
demasiado tarde. ¡No podía consentirlo! —Se le cortó el aliento mirándole a
los ojos. —Mi detective me dijo que no se ponía a tratamiento y que aunque
no tenía buena pinta ni se quería operar para saber el alcance. Sabía cómo te
afectaría y además eres médico. Te enterarías de lo que había ocurrido y eso
no te lo perdonarías nunca. ¡Perdona por pensar también en las niñas, pero no
pude evitarlo! ¡Así que aquel día que te subí al coche iba a hablar contigo,
pero al ver tus ojos perdí los nervios porque no me sentí capaz de decirte lo
que ocurría! Así que busqué otro medio para protegerte. Amenacé a Kelly
para que vinieras a la cena y cuando me dijiste lo de las vacaciones supe que
te enterarías fuera del país porque era inevitable que te dieras cuenta. Temí tu
reacción y te presioné con la boda diciéndote que no quería que te fueras del
país embarazada como estabas. Era la excusa perfecta. Pero te fuiste y joder
preciosa fueron las mejores dos semanas de mi vida. —Los ojos de Tara se
llenaron de lágrimas. —Esperaba que cuando regresáramos a Nueva york y te
enteraras, el golpe ya no fuera tan duro. Y si lo era porque las cosas salieran
mal, yo estaría a tu lado. Por eso no te presioné esas dos semanas, porque
quería que estuvieras a gusto junto a mí. Solo me habías visto enfadado y
amenazante y quería que supieras que yo no soy así. Pero descubriste lo que
pasaba y no podía explicarme sin decirte que lo había hecho todo porque te
quería. Y no podía decírtelo en ese momento porque creerías que mentía.
¿Cómo ibas a creerme si no te lo había dicho nunca? Lo vi en tu rostro. Sabía
que no creías nada de lo que te dijera y di la misma explicación que le di a tu
padre para que se fuera. Que el bienestar de las niñas me preocupaba. Que tu
enfermedad podía ponerlas en peligro y que no iba a consentirlo. —Él apoyó
los codos en sus rodillas y se pasó la mano por la nuca como si estuviera
agotado. —Cuando huiste me di cuenta de cómo debías sentirte. Repasé una
y otra vez lo que había pasado, lo que te había dicho. Sabía que pensarías que
estaba loco. Que no te consideraba adecuada para criar a las niñas y sabe
Dios que cosas más debes haber pensado. Pero no es así. —Levantó la vista
para ver como sus mejillas estaban húmedas de las lágrimas. —El día que me
ofreciste el dinero e incluso tu casa supe que serías una madre maravillosa.
Que te merecías tenerlas y por eso no insistí más en el aborto. Hablé con mis
abogados para solucionarlo. Siempre he creído que serías una buena madre.
Lo único que he querido es evitarte dolor por la enfermedad de tu padre y que
ese dolor dañara algo que amas. No sé cuándo me enamoré de ti, pero lo que
Warren, el coche.
—¡He dicho la verdad! —gritó indignado.
Ella le miró levantando una ceja. —¿Quieres venir o no?
—¡Claro que voy! —Salió de la casa pitando y ella reprimió una sonrisa.
Su padre se puso a su lado. —¿Solucionado?
—Shusss. Veremos lo que pasa. —Sonrió radiante. —Me quiere.
—Sí, cielo. Te quiere. —Acarició su mejilla. —¿Estás nerviosa?
—No, estoy impaciente.
—Pues vas a tener que irte a vivir a su casa porque ni has comprado las
cunas.
Gimió recordándolo. —¡Mierda, no he comprado nada con el cuento de
no encontrármelo! —Se encogió de hombros. —Bueno, Lili se encarga. Sabe
lo que quiero.
miró a los ojos. —¿Te das cuenta de que hoy ha sido el día de nuestro primer
beso de verdad?
—¿Crees que hemos cerrado el círculo?
—Eso se cierra con un anillo en el dedo. El círculo perfecto.
Sonrió sin poder evitarlo. —Hablaremos de eso más adelante. —Llegó
una contracción y él cogió su mano mientras gemía. Su frente se perló de
sudor y Warren cogió un paño mojándolo en el baño. Se lo pasó por su
acalorada piel y ella le miró a los ojos. —Sí, que me pongan la epidural.
Warren sonrió. —Muy bien, nena. Lo que tú digas.
Las horas pasaban tan lentamente que era desesperante. Lili llegó por la
mañana mientras Warren dormía en una silla con la boca abierta totalmente
—Voy a ser una madre horrible. Mira lo que acabo de decir. —Le fulminó
con la mirada. —¡Por tu culpa! ¡Es que me provocas!
—¿Yo? —Warren no salía de su asombro.
La risa de su padre les hizo mirar a los pies de la cama y allí estaba
le miraron expectantes.
—Vaya.
—¿Vaya? ¿Eso qué significa? —preguntó su padre muy nervioso.
—Ha llegado el momento.
—¿El momento? ¿Qué momento? —preguntó ella jadeando—. ¿El de la
epidural?
Su médico hizo una mueca. —He tenido unos cuantos partos hoy y creía
que ya te la habían puesto.
abiertas sonrió. —Ya le veo la cabeza, niña. Luke, en nada tendrás a tus
nietas en brazos.
Emocionado su padre cogió su mano izquierda y ella se la apretó con
fuerza. —Lo estoy deseando.
—De nada —dijo Lili sorbiendo por la nariz. Ambos la miraron. —¿Qué?
El mérito no es solo suyo, ¿sabes? Estáis aquí gracias a mi mente
privilegiada.
—Tienes razón.
—¿Me subiréis el sueldo?
—No.
Chasqueó la lengua. —Bueno, tenía que intentarlo. Creía que colaría con
lo sensibles que estáis.
miró pensando en todo lo que había pasado. —No voy a fallarte. Y a partir de
ahora no te ocultaré nada.
—¿Lo decidiremos todo juntos?
—Todo.
Hizo una mueca mientras los demás reían y él se acercó a Kelly. —Te
presento a Kelly Chapdelaine.
Kelly se llevó la mano al pecho con los ojos como platos. —¿Le habéis
puesto mi nombre?
incubadoras.
—Sí, creo que sí. —A toda prisa las acostaron y se quedaron a su lado
como si quisieran protegerlas.
—¿Warren? Estoy esperando.
Él se pasó la mano por la nuca inquieto y se acercó. —Nena, eso pasó
antes de conocerte. Mi abuela murió hace un año y siempre decía que nunca
tendríamos hijos con lo ocupados que estábamos en el trabajo. Así que dejó
en un depósito cinco millones para animarnos a tenerlos.
Warren para que le diera su semen, pero él nunca tuvo intención de dárselo!
¡Intentó sobornar a mi enfermera para que cambiara las muestras y ella se
negó! Yo llevaba tiempo pensando en inseminarme y Lili sabiendo que me
había enamorado de Warren y aprovechando su estrategia, cambió los botes
para que yo fuera feliz. Sin saberlo cumplió sus planes. ¡Qué tú no tuvieras
un hijo con los genes de tu familia! —Andrew de piedra miró a su hermano
que se llevó las manos a la cabeza mientras ella desquiciada y llorando sin
darse cuenta continuó —¿Qué pasó, Warren? ¿Qué pasó para que cambiaras
de opinión y necesitaras a las niñas?
La miró de tal manera que se le cortó el aliento. —Joder, nena… Nunca
me imaginé que pudieras hacer algo así. No te reconozco. —Miró a su
hermano. —Lo siento. Solo intentaba ayudaros. Me pareció injusto que me
roto y se dio cuenta de lo que había hecho. Le había roto el corazón. Miró a
Warren que apartó la mirada como si le diera asco.
—Andrew yo te quiero, pero necesito ser madre. —Kelly intentó
levantarse mientras su marido se llevaba las manos a la cabeza antes de ir con
grandes zancadas hacia la puerta. —¡Andrew!
—Andrew espera. —Warren fue tras él saliendo de la habitación.
Lili impresionada cogió por el brazo a Kelly que estaba destrozada. —
Vamos, déjame que te ayude a levantarte. —Llorando dejó que la llevaran
hasta el sofá.
Arrepentida de haberle hecho daño de esa manera susurró —Kelly, lo
siento.
—¡Cállate! ¡No tienes ni idea de lo que has dicho! —Rota de dolor la
miró a los ojos. —¡Yo le pedí a Warren que me diera su semen y fui yo la
que le presioné con los cinco millones porque sabía que se sentía culpable!
¡No sabes lo que es amar a tu marido y sentirte vacía! ¡Saber que siempre
seremos él y yo! ¡Qué nunca habrá nada más! Y quería más, ¿qué hay de
malo en eso?
Esa frase la torturó durante los siguientes dos meses. Dos meses en los
que no había vuelto a hablar con Warren. Había intentado llamarle, pero
rechazaba sus llamadas y solo había recibido noticias a través de sus
abogados de que visitaría a las niñas cuando ella no estuviera en casa. Tuvo
que acceder porque sino no las vería y no podía hacer eso. Ya había hecho
bastante daño.
Iba a visitarlas cuando ella estaba en el trabajo y su padre le había dicho
que siempre se sorprendía por lo que habían crecido, aunque las hubiera visto
el día antes. Sonrió con tristeza porque nunca vería su rostro en ese momento.
La odiaba y con razón. El anuncio de la separación de Kelly y Andrew había
llegado a sus oídos por el doctor Willis que estaba preocupado por ella. Había
destrozado la vida de tanta gente aparte de la suya… Su desconfianza había
dañado a personas que no se lo merecían y era algo que no sabía si podría
sobrellevar.
—¿Tara?
Levantó la vista distraída para mirar a Lili que la observaba preocupada.
—¿Paso a los siguientes?
—¿Es paciente?
—No, pero seguro que en su empresa saben su número de teléfono. La
empresa lleva su nombre.
—De acuerdo. En cuanto lo tenga la llamo.
—Gracias.
Una idea se le fue formando en la cabeza y por primera vez en dos meses
sonrió. Ahora debía tener valor. De todas maneras, ya lo había perdido todo.
El teléfono sonó cuando hablaba con unos pacientes. —Discúlpeme,
estoy esperando una información importante. —Descolgó girándose. —¿Lo
tienes?
—¿Quién es?
la tarde.
—Bien, hazle pasar cuando suba y luego te vas.
—Ah, no. Yo me quedo. Por si se le va un tornillo y te estrangula.
—Sí, será lo mejor. ¡Vamos!
Lili salió corriendo y nerviosa se levantó apretándose las manos. Al darse
cuenta de lo que hacía las abrió intentando relajarse. —Vamos, Tara…
Puedes hacerlo. Mentir no es tan difícil.
La puerta se abrió de golpe y vio como Andrew entraba en el despacho.
omitido algo tan importante como que va a ganar cinco millones con el
nacimiento de mis hijas, tampoco me sentó muy bien! Metí la pata, ¿vale?
¡Así que intento arreglarlo!
Lili gimió golpeándose la frente con la mano. —Hala, el plan a la mierda.
Gimió porque había metido la pata de nuevo. —Lo siento. No soy como
ellos y no lo seré nunca. Yo voy más de frente.
—Esto es ridículo. —Andrew fue hasta la puerta.
—Ella te quiere más que a nada.
Se volvió furioso. —¡Más que a nada no! Se quedó embarazada de mi
hermano.
—No.
—¿Es que no lo ha entendido? —preguntó Lili confundida.
que había ocurrido y que habías pasado por la clínica para enterarte de mi
versión. Que me habías tirado los tejos de manera velada y que había oído
algo de una cena esta noche. Tu mujer me ha seguido toda la tarde.
Miró sobre su hombro como si fueran a saltar sobre él con un cuchillo. —
No me siento cómodo con esto.
—Eso es evidente. ¿Quieres perdonarla? Pues vete. Me fastidiarías el
plan, pero al menos le echaré un ojo. Y te aseguro que me muero por verle
después de dos meses. Algo se me ocurrirá después.
—Joder, que maquiavélicas sois las mujeres.
—Mira, mira… ¡Yo antes no era así, pero tu familia es la leche! ¡Abuela
incluida! —Vio a una rubia detrás de una planta. —Disimula, disimula, Kelly
está aquí. —Sonrió de manera maternal y alargó la mano cogiendo la de
Andrew que sonrió de manera seductora. —Uy, como sois los Chapdelaine.
perdonará nunca.
—Eh… —Apretó su mano llamando su atención. —Acababas de parir y
fue una sorpresa. Creías que te mentía de nuevo. Tu reacción fue muy lógica.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Te hice daño y a Kelly. No sabes
cómo lo siento. No quería destrozar vuestro matrimonio.
—Tara, disimula un poco porque mis citas no se echaban a llorar. De
hecho todo lo contrario. Vas a hundir mi reputación —dijo por lo bajo.
Sorbió por la nariz. —Oh, perdona. Todas mis citas han sido un desastre.
Desde siempre. Lo más aburrido del mundo.
vino. Apoyó el codo sobre la mesa. —Así que ya ves, que con veinte años un
tío se duerma antes del postre marca, te lo aseguro.
Andrew se echó a reír. Su cita giró la cabeza y sonrió. —Warren, qué
sorpresa. ¿Querías algo?
Giró la cabeza de golpe mareándose y cayó de la silla. —Joder, qué leche.
—Gimió con la mejilla al lado de su impecable zapato. Se apoyó en las
manos y levantó la cabeza hacia arriba para verle muy, pero que muy
cabreado. —Hola.
Es tan majo…
—¿Majo?
—¿Mañana puedes ir a ver a las niñas por la mañana? Creo que dormiré
hasta tarde. —Soltó una risita.
—¡Estás borracha!
—Y lo que me queda. —Se sentó en la silla. —¿Camarero? ¡Un chupito!
Voy a cogerme un pedo de cuidado.
—Nunca bebe —siseó mirando a su hermano como si quisiera cargárselo.
—Es porque casi siempre la has conocido embarazada.
—Eso es cierto. —Se sirvió lo que quedaba de vino. De repente parpadeó.
—¿Qué haces aquí?
—Tengo una cita de negocios. —Se agachó a su lado mientras ella bebía
tengo dos.
La cogieron por la cintura y Warren le arrebató la botella. —Nos vamos a
casa.
—¿Para qué? Además Andrew y yo lo estamos pasando muy bien,
¿verdad?
Kelly fulminó a su marido con la mirada y este sonrió. —Sí, ha sido de lo
más instructivo. Yo la llevaré a casa.
—Me va a llevar a una discoteca. —Warren cogió su bolso de encima de
la mesa y tiró de ella alejándola de su hermano. —¡Eh, que mi cita es él! —
De repente se echó a reír. —Aunque qué más da uno que otro, ¿no Kelly?
Kelly chilló tirándose sobre ella y agarrándola de los pelos. Del impulso
cayeron sobre la mesa de al lado y rodaron al suelo. La muy bruta la tenía
abrió.
Warren entró en la habitación en mangas de camisa y encendió la
lamparilla de encima de la mesilla. Parecía muy preocupado. —Túmbate,
nena.
Se sintió aún más culpable. —No le digas eso, papá. Fue culpa mía. —Se
echó a llorar. —Y estoy bien, ¿sabes? No debes preocuparte. —Dejó que la
tumbara en la cama y les dio la espalda avergonzada echándose a llorar. —
Todo es culpa mía. —Sintió que la rodeaba con los brazos e intentó apartarse,
pero él se lo impidió pegándola a su cuerpo mientras lloraba hasta que el
rodeando sus piernas levantó la mirada. Parecía furioso y cuando la cogió por
el brazo saliendo del baño lo confirmó. La soltó como si quisiera pegarle
cuatro gritos. —¿Qué debo hacer, nena? ¿Gritarte? ¿Decirte furioso lo que
pienso?
arreglarlo.
—Quieres arreglarlo. ¡Pero es que esto ya no tiene arreglo! Has roto algo
imposible de recomponer. Entre Andrew y yo siempre habrá una brecha y
nunca mirará igual a su mujer. —Él apartó su brazo y Tara se echó a llorar
tapándose el rostro. —¿Qué pretendías ayer? ¿Ponerme celoso?
—Sí.
Se volvió dándole la espalda terriblemente avergonzada, pero la volvió de
golpe y le apartó las manos de la cara. —¡No llores! ¡Sigues siendo una cría!
¿Y tú vas a educar a mis hijas?
—¡Será porque me levanto diez veces cada noche con las gemelas y
tengo una clínica que dirigir! —gritó desesperada.
—¿Has dejado de comer?
—¡No!
—Como me estés mintiendo…
—¿Qué? ¿Qué vas a hacer? —Vio cómo iba hacia su ropa y se quitaba la
toalla. —No te vayas. —Angustiada se acercó. —Sé que he cometido un
error monumental, pero te quiero. —Él siguió vistiéndose como si no la
—Y no trabajarás tanto.
—Bueno, eso ya lo vamos hablando.
La cogió por la cintura pegándola a él. —¡Harás lo que yo te diga!
Sonrió abrazándole con fuerza. —Te quiero.
Él cerró los ojos como si su contacto fuera lo mejor del mundo. —He
estado aterrado estos dos meses y mi orgullo me impidió acercarme. ¿Qué
clase de marido voy a ser para ti?
—No te culpo, mi vida. Te hice daño. —Se apartó para mirarle a los ojos.
—Ma…
—Sí, mamá llega tarde. Y la niñera no ha llegado.
Jadeó con los ojos como platos. ¡No, ese día no! —¿Y la de día?
—Se ha ido. Tenía una cita. —Su marido gruñó antes de ir hacia el
pasillo que daba a las habitaciones.
—¡No fastidies! ¡Es la exposición de Lili! ¡No podemos fallar!
—Tú vistes a Kelly y yo a Lili. Nos las llevamos. ¡Y esa tía está
despedida! —gritó entrando en la habitación de las niñas.
—Mejor esperamos a encontrar a otra. —Dejó a Kelly en el cambiador.
—No.
—¿Cómo que no?
—Déjalo. —Forzó una sonrisa y puso el pañal nuevo a su hija que chilló
de la alegría.
Él la volvió. —Nena ¿qué ha pasado?
—Es… secreto profesional. Me ha amenazado con demandarme y
hablaba en serio.
—¿Ha ido a la consulta?
—Quiere una niña.
—La hostia.
—¡Warren, las niñas! ¡Ahora lo aprenden todo!
—Hoz…
Le fulminó con la mirada y Warren se sonrojó. —No se la entiende bien.
armario y cogía dos vestidos para las niñas. Al volverse vio como las besaba
en el cuello haciéndolas reír y se acercó dándole el vestido de Lili. —Uy, hoy
os vestís de azul. —Las niñas rieron.
—¿Cariño?
trabajar de inmediato.
—Venga, cielo. Ponte aún más guapa que nos vamos. —Sonrió
encantado. —Una noche libre.
Rio siguiéndole por el pasillo y entraron en la habitación. Ella cerró la
puerta y su marido fue hacia la ducha. A toda prisa se quitó el vestido y las
medias y en ropa interior entró en el baño. —¿Mi amor? —Se quitó las
braguitas dejándolas caer sobre el suelo de mármol y se desabrochó el
sujetador entrando en la ducha tras él. Le abrazó por la espalda acariciando su
pecho. Él gruño por sus caricias excitándose de inmediato y ella bajó la mano
felices.
—No por eso.
—Nena, no te entiendo.
—Es que en Navidad sentí envidia. Y se llevaban tan bien… Y era tan
mono…
—¡Tara!
Le miró con los ojos como platos. —Hablo de Mathew. Se llevaba muy
bien con las niñas, ¿no? No estaban celosas ni nada.
—Sí, todos estábamos aliviados. Están acostumbradas a estar solas.
Forzó una sonrisa. —No por mucho tiempo. —Warren parpadeó. —Dejé
la píldora el día de Navidad.
Dejó caer la mandíbula del asombro. —¿Qué has dicho?
nena.
—Esta vez será niño —dijo enjabonándose el cabello.
—Si no lo es, piensas continuar, ¿verdad?
—Por supuesto.
—¿Lo dirás esta noche?
—No. Hoy es la noche de Lili.
La giró mirándola intensamente. —Eres maravillosa.
Se abrazó a él. —Gracias, mi vida.
—¿Por qué?
—Por decirme todos los días cuanto me amas.
—Te lo digo para que no te olvides y me dejes.
Se echó a reír levantando el rostro. —Te quiero, me has dado la vida que
siempre he soñado.
—Pues sigue soñando, preciosa… Porque esto acaba de empezar.
FIN
Sophie Saint Rose es una prolífica escritora que lleva varios años
publicando en Amazon. Todos sus libros han sido Best Sellers en su categoría
y tiene entre sus éxitos:
1- Vilox (Fantasía)
2- Brujas Valerie (Fantasía)
3- Brujas Tessa (Fantasía)
4- Elizabeth Bilford (Serie época)
5- Planes de Boda (Serie oficina)
57- Te avergüenzas de mí
58- Te necesito en mi vida (Serie época)
59- ¿Qué haría sin ti?
60- Sólo mía
5. No cambiaría nunca
6. Lo que me haces sentir
1. Elizabeth Bilford
2. Lady Johanna
3. Con solo una mirada
4. Dragón Dorado
5. No te merezco
6. Deja de huir, mi amor
7. La consentida de la Reina
8. Lady Emily
9. Condenada por tu amor
10. Juramento de amor
11. Una moneda por tu corazón
12. Lady Corianne
13. No quiero amarte