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La vida que siempre he soñado

Sophie Saint Rose


Índice
Capítulo 1
Capítulo 2

Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11

Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Epílogo
Capítulo 1

Tara clasificó la muestra y se la dio a la enfermera. Sonrió a la pareja


sentándose tras su mesa y mirándoles fijamente con sus ojos negros. —La
muestra nos dirá la movilidad de los espermatozoides. En cuanto tenga los
resultados, os llamo y os cuento cuál será el siguiente paso.
El señor Adams carraspeó. —Doctora McBeath…
—Por favor, llámeme Tara —dijo agradablemente apoyando las manos
sobre el escritorio y entrelazando sus dedos.
—Ryan…

Asintió moviendo sus rizos morenos que rozaron los hombros y sin darse
cuenta se llevó la mano hasta ellos para apartarlos detrás de la oreja mientras
él decía —Si es mi problema, ¿qué se puede hacer?
—Hay muchas opciones, pero no quiero adelantar los acontecimientos.
Laura tiene ya cuarenta años y aunque aún es fértil por las pruebas que le
acabo de hacer, todos sabemos que no es la mejor edad para concebir y puede
costar un poco. Veremos lo que ocurre con tu muestra y los análisis que le he
hecho a ella. Y después os aconsejaré lo que considero la mejor opción, ¿de
acuerdo? —Ambos sonrieron. —No debéis preocuparos. Haré lo que sea

necesario para que sientas el milagro de la maternidad, Laura.


—Te agradezco mucho que nos hayas atendido —dijo la mujer
levantándose —. Sé que nos has hecho un hueco y no sabes cómo te lo
agradezco.

—No es nada. —Le guiñó un ojo. —Hubo una cancelación y pude


llamaros.
—Sobre los costes… —dijo su marido preocupado mostrando su ropa de
trabajo de un supermercado—. No tenemos mucho dinero, pero te pagaré, te
lo juro.
Sonrió levantándose. —Sois amigos de mi prima Carolyn, no debéis
preocuparos por eso. Hago cinco casos al año sin costes y vosotros seréis los
primeros de este año.

—¿De verdad? —preguntó Laura asombrada antes de que sus ojos se


llenaran de lágrimas—. Gracias, no sé cómo agradecértelo.
—Ponle mi nombre a tu niña.
Ellos se echaron a reír, pero al ver que estaba tan seria perdieron la
sonrisa poco a poco antes de que fuera Tara la que se partiera de la risa. —
Siempre ponen una cara…
—¿Cuántas niñas llevan tu nombre? —preguntó Laura divertida.
—Veintiséis —dijo orgullosa.
—¿Y cuántos niños han venido al mundo gracias a ti?

—Setecientos cuarenta y ocho. —Abrieron los ojos como platos y ella


rio. —Y yo no tengo hijos, ¿no es una ironía?
—Aún eres muy joven.
—Tengo veintiocho ya, pero no pierdo la esperanza de encontrar un

hombre que me quiera como tu Ryan.


—Estoy segura de que lo encontrarás.
—Mi prima dice que debo dejar de estar tanto con tubos de ensayo y salir
un poco más. Algún día tendré que hacerle caso. —La pareja salió de la
consulta. —Os llamaré.
—Gracias —dijo Ryan antes de mirar feliz a su esposa.
Ella apretó los labios antes de cerrar la puerta. —Es una pena que
hubieran esperado tanto para venir. Llevan casados cinco años.

—Debían pensar que llegaría solo —dijo Lili escribiendo algo en un post-
it.
—¿Qué haces?
—Quiero recordarte que tienes una cita esta noche. Para que no lo olvides
y te metas en el laboratorio después de las consultas —dijo mirándola
maliciosa con sus ojitos azules.
Su cara de horror lo dijo todo. —¿Es esta noche?
—Sí, a las siete pasará a recogerte por tu casa. ¡Y no busques excusas!
Estás advertida que me cabreo. Es un médico muy reputado amigo de Clay

—dijo mencionando a su novio—. Me ha costado muchísimo que acepte, así


que no la fastidies.
Suspiró acercándose a la mesa y la rodeó sentándose en su sitio. —Que
pase el siguiente.

—Vamos, no te llevan al patíbulo. —Se recogió su cabello rubio en una


cola de caballo. —Lo vas a pasar muy bien.
—Las citas a ciegas me dan pavor. No vuelvas a hacerlo o te despido.
—¡Ja! ¿Dónde ibas a encontrar otra enfermera como yo?
—Ni idea, pero seguro que tengo suerte. ¿Qué viene ahora?
—Los señores Chapdelaine. —Levantó sus cejas. —Pijos de cuidado, sé
formal. Sabes que a muchos de esos estirados les gusta que les trates como si
fueran reyes.

—Han venido ellos, ¿no? Pues tendrán que adaptarse. Que no se anden
con tonterías que les largo.
—Esos pijos pagan la clínica que diriges. Sé formal.
—Seré formal, pesada. —Lili reprimió la risa yendo hasta la puerta. —
Por cierto… —Su enfermera se volvió. —Si esta noche no funciona, lo tengo
decidido. Se acabó.
—¿Y el donante?
—Tengo cuatro candidatos.
—No te des por vencida. Lo de esta noche funcionará, ya verás.

—No lo creo. He tenido cientos de citas y no ha funcionado ninguna, ¿por


qué iba a funcionar esta?
—Quizás si no hablaras de tu trabajo continuamente…
—¡Es por hablar de algo!

Su amiga gruñó abriendo la puerta. —Te los paso.


Mirando ya unos análisis en la pantalla de su ordenador asintió. —Lili,
que se den prisa con los amigos de Carolyn. Quiero los resultados cuanto
antes —dijo ya concentrada en su trabajo.
—Muy bien.
Se dio cuenta de que le habían llegado otros resultados y abrió la página
para descubrir que uno de sus pacientes era estéril. —Mierda.
Alguien carraspeó y levantó la vista sorprendida para encontrarse los ojos

verdes más hermosos que había visto jamás rodeados de unas espesas
pestañas negras. Separó los labios de la impresión mientras su corazón se
paralizaba.
Su enfermera volvió a carraspear y se levantó lentamente absolutamente
en shock por el hombre más atractivo que había visto en su vida. Tenía un
aura de autoridad que era para marear a cualquier mujer y además era
realmente guapo. Debía tener unos treinta y cinco, la edad perfecta. Y su
carísimo traje indicaba que era de buena posición.
—Doctora, el señor Chapdelaine.

¡No! No podía tener tan mala suerte. Para uno que le gustaba estaba
casado. A regañadientes rodeó el escritorio extendiendo la mano. —Señor
Chapdelaine… —Se miraron a los ojos y durante un momento sintió una
conexión con él que fue electrizante.

Lili carraspeó. —La señora Chapdelaine está en el…


En ese momento una rubia impresionante con un vestido azul eléctrico de
firma entró en el despacho como si estuviera en su casa y su marido se tensó
soltando su mano. —Doctora McBeath ella es mi esposa, Kelly Chapdelaine.
—Mucho gusto —dijo extendiendo la mano. La mujer levantó la suya
mostrando una manicura perfecta y dos anillos que eran para morirse. El de
compromiso era un diamante que debía tener diez quilates y su enfermera
casi se muere de la envidia, pero ella lo único que podía envidiar era el

hombre que la acompañaba.


Kelly le apretó la mano como si le estuviera haciendo un favor y dijo —
¿Nos sentamos? —Como si tal cosa se sentó sin esperar a nadie y puso su
Birkin en el suelo. —Mi marido tiene prisa. Siempre tiene prisa, así que
vayamos al grano.
Echó un vistazo al objeto de la conversación que con ganas de pegar
cuatro gritos siseó —No creo que esto sea para tomárselo con prisas.
Kelly le fulminó con la mirada. —Ya lo habíamos hablado y estuviste de
acuerdo.

—Si no tienen las cosas claras… Creo que es mejor que se vayan —dijo
ella con voz firme volviendo a su sitio.
—¿Perdón? ¿Quién es usted para meterse donde nadie la llama? —Kelly
miró asombrada a su marido. —¿Me has traído aquí para dejarme en

evidencia?
—Disculpe a mi esposa, está algo alterada. —Como si le estuvieran
sacando una muela se sentó al lado de su mujer y Tara levantó una ceja
cuando sonrió satisfecha como si hubiera ganado una batalla. Esa era una
bruja de cuidado que siempre se salía con la suya. Sus ojos se giraron hacia el
marido, que se desabrochaba la chaqueta del traje de una manera tan
masculina que era imposible no sentirse atraída hacia él. Pero estaba casado,
así que había que olvidarse.

Tomó aire por la nariz y forzó una sonrisa. —Solo atiendo a parejas
estables que quieran ser padres. Y no es por nada, pero desde que han entrado
me da la sensación de que su pareja no es muy estable.
—¿Acaso es psicóloga también? —preguntó él fríamente—. Que yo sepa
se la contrata para facilitar las cosas a parejas como nosotros.
Así que el macizo tenía carácter, pues ella también. —Es cuestión de
ética, señor Chapdelaine. No me gustan las parejas que creen que pueden
solucionar sus problemas trayendo un hijo al mundo. Eso raramente funciona
y…

—¿Cómo se atreve? —preguntó Kelly ofendidísima antes de levantarse.


Él miró a Tara fijamente y sin dejarse intimidar no movió el gesto. Vio
admiración en sus ojos antes de escuchar—. ¡Warren nos vamos! Ya
encontraremos a otro doctor que nos atienda.

—Sí, será lo mejor —soltó Tara con ironía.


—Siéntate, Kelly —dijo él con autoridad sin dejar de mirarla a los ojos.
Su mujer no pudo disimular su asombro antes de sentarse—. Tengo
entendido que es la mejor en reproducción asistida.
—Lo soy. Y precisamente por eso puedo permitirme elegir las parejas
con las que trabajo. Ha sido un gusto conocerles. Lili, por favor, que pasen
los siguientes.
—¡Nunca me he sentido tan insultada! —Kelly volvió a levantarse

indignada, pero él la miró de una manera heladora que hizo que se sentara de
nuevo cerrando el pico. Tara levantó una ceja mirando esos ojos verdes.
—Mire, doctora McBeath, hemos decidido tener un hijo y las razones son
solo nuestras. Hemos tenido una discusión antes de venir porque mi esposa
no considera que usted sea la mejor, pero me he informado y sé que lo es.
Estamos algo tensos por eso, pero le aseguro que no hay nada más. Nuestro
matrimonio va perfectamente, pero estamos teniendo problemas para tener un
hijo, por eso le estamos pidiendo ayuda.
No entendía muy bien lo que estaba pasando. Parecía que era ella la que

quería tener un hijo, pero las palabras que él acababa de decir desmentían sus
pensamientos. ¿Acaso era el marido quien quería tenerlo y ella no? Miró a
uno y después al otro.
—¿Verdad, mi amor? —Cogió la mano de su esposa y sonrió.

Kelly sonrió forzadamente. —Nuestro matrimonio es perfecto, pero


siempre hemos querido hijos y no esperábamos tener que acudir a un sitio así
para tener familia. Esta situación es muy frustrante para los dos.
Lili apretó los labios demostrando que aquello no le gustaba un pelo. Ella
tampoco se había tragado ni una palabra, pero algo le hizo decir —Muy bien.
¿Han visitado antes a otro especialista?
—Mi marido es quien tiene el problema —dijo Kelly con muy poco tacto.
—El doctor Pearl me ha dicho que mis espermatozoides no tienen la

suficiente movilidad —dijo muy tenso.


Para muchos hombres era un golpe muy duro para su ego. —Repetiremos
las pruebas. Me gusta hacerlo, aunque otros médicos hayan diagnosticado
otra cosa.
—Lo entendemos.
Empezó a darle instrucciones a Warren. —Deberá abstenerse durante
cinco días y vendrá a entregarme una muestra. Se masturbará aquí para que
sea una muestra fresca. —Madre mía, nunca había sentido esos calores
diciendo esas palabras. —Lili también le hará análisis de sangre. —Se dirigió

a su esposa. —A usted le haré una exploración completa y análisis


hormonales.
—Bien.
Se levantó preocupada porque no sabía si estaba haciendo lo correcto. —

Lili, ¿puedes darles cita?


—¿Pueden acompañarme?
—Gracias por cambiar de opinión, doctora. —Warren se levantó
mirándola a los ojos y extendiendo la mano. —Ha tomado la decisión
correcta.
Estrechó su mano teniendo muchas dudas y se las confirmó esa bruja al
salir de la consulta sin despedirse siquiera. Warren apartó la mano y Tara
dejó caer la suya apretándola en un puño sintiendo aún su contacto, mientras

él sin dejar de observarla se abrochaba la chaqueta del traje. —Kelly está algo
nerviosa con todo esto. Es lógico, ¿no? —Se fue dejándola con la palabra en
la boca y Lili salió tras él de inmediato haciendo una mueca antes de cerrar la
puerta.
Sintiéndose como si hubiera pasado un huracán por su consulta se sentó
en su sillón y se miró la mano. Todavía se olía su after-shave en la estancia y
sin poder evitarlo levantó la vista hasta la puerta por donde acababa de
desaparecer. Sintió un nudo en la boca del estómago por la necesidad que la
recorrió y supo que se estaba metiendo en un lío de primera porque acababa

de enamorarse de un paciente. Y lo que era peor, había estado a punto de


negarse a atenderle porque odiaba que tuviera un hijo con esa mujer. ¡Era una
pija insoportable! ¿Cómo podía haberse casado con ella? Desmoralizada miró
a su alrededor y por primera vez quiso huir de su despacho sin tener ninguna

gana de trabajar. Vio el post-it pegado al lapicero que le recordaba la cita de


esa noche. Dios, lo que le faltaba.

Sonrió forzadamente a Gary que se las daba de gran cirujano y no hacía


más que hablar de las operaciones que había hecho ese día. Tara cogió su
copa de vino forzando una sonrisa y bebió un buen trago. Ahora entendía que
sus citas no la llamaran de nuevo si se pasaba hablando toda la noche de su

trabajo.
Estaba dejando la copa sobre la mesa cuando al levantar la vista por
encima de su cabeza vio una rubia de perfil que le llamó la atención.
—¿Piensas ampliar la clínica? Te la legó tu padre, ¿no es cierto?
Le miró asombrada. —¿Qué?
—La clínica. ¿Era de tu padre?
—Sigue siendo suya, pero se ha retirado. —Volvió a elevar la vista sobre
su calva cabeza, que sobre eso ya hablaría con Lili, y entrecerró los ojos al
escuchar la risa de esa mujer. Apoyando las manos sobre la mesa se levantó

ligeramente para ver que la señora Chapdelaine, la que estaba tan enamorada
de su hombre perfecto, iba hacia una mesa al fondo del local y sin cortarse un
pelo dejaba que otro hombre le acariciara la cintura tirando de ella hacia su
cuerpo antes de recibir un beso en la mejilla. La tía se volvió a reír como una

hiena y parecía que le encantaba. Tara levantó las cejas cuando le susurró
algo al oído de manera muy seductora. ¿En serio? Atónita se dejó caer sobre
la silla mientras aquel pesado no dejaba de hablar. Levantó un dedo. —¿Me
perdonas un momento?
Gary sonrió. —Por supuesto.
Se levantó cogiendo su bolsito y casi corrió hacia el baño pasando tras
ellos, pero no llegó a entrar porque se puso tras una enorme planta artificial y
apartó las ramas para mostrar como la bruja besaba la mandíbula de aquel

tipo que no estaba nada mal. Jadeó indignada y una mujer que salía del baño
se la quedó mirando. —Te vas a cagar. —Abrió su bolsito para coger el
móvil y le sacó varias fotos. La tía no se cortaba nada. En ese momento
acariciaba el muslo de aquel tipo con una cara de deseo que no podía con
ella. Entrecerró los ojos pulsando el botón que sacaba la foto. —Te tengo.
Debía largarse de allí antes de que la viera. Como si nada regresó a su
mesa y sonrió. —Lo siento Gary, pero me acaban de llamar de la clínica y
tengo que irme. Ya sabes cómo es esto.
—¿Hay emergencias en una clínica de reproducción? —preguntó atónito.

—No lo sabes bien. —Se largó dejándole con la palabra en la boca y en


cuanto salió del restaurante levantó el brazo. —¡Taxi!
Cuando el coche amarillo se detuvo ante ella se subió y dijo muy inquieta
por lo que acababa de averiguar —A Columbus Avenue con la ochenta este.

—Sí, señorita.
Capítulo 2

Dejó los expedientes de los candidatos sobre la mesa y suspiró. Eran


perfectos. Atractivos, morenos como ella, con carreras universitarias… Unos
candidatos de primera para tener un hijo. Suspiró porque de niña había
soñado con su marido. El hombre que le daría a sus hijos. Jamás se había
imaginado que se metería un tubito para tener descendencia. Aunque debía
ser realista. Después de conocer a Warren sabía que no iba a sentir lo mismo
por otro hombre, así que tenía que espabilarse. Se moría por ser madre, era
otro de los sueños de su vida, y si no podía tener el hombre que quería, tenía

que hacer algo. Además, ni que fuera la primera en hacer una cosa así. Cada
día pasaban por su consulta muchas mujeres en su situación. Su padre
pondría el grito en el cielo, pero se le pasaría en un mes o dos porque la
quería con locura.
Lili entró en su despacho sin llamar, como siempre. —Están aquí los
Thomas.
—¿Les has hecho la prueba?
—No se han aguantado —respondió sonriendo.
—¿Y?

—Eres la mejor.
Se echó a reír levantándose. —¿Algún día tendremos la suerte de ver en
directo el resultado de la prueba?
—No.

En ese momento llegaron los Thomas y la abrazaron dándole las gracias.


—Por favor, pasad. —Rodeó el escritorio mientras la pareja con los ojos
brillantes de la emoción se sentaban cogidos de la mano. —Así que ha sido
positivo.
—Me he hecho la prueba esta mañana. No me aguantaba más.
Sonrió sentándose y apoyando los codos sobre su mesa. —Me alegro
muchísimo.
Mary la miró perdiendo algo la sonrisa. —Ahora…

—Ahora te desviaré a mi socio que llevará un control intenso de tu


embarazo. Pero no debes preocuparte. Tienes mi edad y estás muy sana.
Tienes los riesgos que puede tener cualquier embarazo, así que no te
preocupes. Debes disfrutar de lo que te está ocurriendo y relajarte. Aunque de
todas maneras quiero repetirte la prueba para tenerla en la base de datos.
—Muy bien.
—El doctor Willis te tratará muy bien, ya verás. Te sentirás muy a gusto.
Tiene muchísima experiencia.
—¿Trabajaba con su padre? —preguntó su marido.

—Sí, así que imagínate todos los niños que ha traído al mundo.
Se sintieron más seguros y sonrieron. —Gracias por su ayuda.
—De nada. Ha sido un placer, os lo aseguro. No olvidéis traerme la foto.
—Señaló el tablón plagado de fotos de un montón de bebés. —¿Qué os

apetece? Van ganando las niñas, ¿vosotros qué preferís?


—A mí mientras venga sano me da igual —dijo ella acariciándose su
vientre aún plano—. No me creo que lo hayamos conseguido.
—Pues dentro de poco le veréis la carita.
—Doctora, la esperan los pacientes.
—Oh, lo siento. Nos hemos colado —dijo la señora Thomas.
—Para noticias así podéis colaros siempre. —Se levantó dándoles la
mano. —Felicidades.

—Gracias.
Salieron de su despacho encantados y Lili se acercó.
—Otros clientes satisfechos. ¿Quién va?
—La señora Chapdelaine.
La bruja infiel. —¿Le has hecho los análisis de sangre?
—Sí. Lista para la eco.
—Que pase.
Lili entrecerró los ojos. —¿Ocurre algo? Sé que es una pija, pero…
—No, claro que no pasa nada. No me cae muy bien, pero no todos pueden

caernos bien, ¿verdad?


—Exacto. Como te he dicho siempre esto es un negocio.
—¿Qué haría sin ti?
—Espero que no tengas que descubrirlo nunca —dijo haciéndola sonreír

—. Por cierto… —Pensando en Warren y en su matrimonio la miró distraída.


—¿No tienes nada que decirme?
—¡Ya me disculpé por lo de la cita! Era muy aburrido, no lo aguantaba
más. No seas pesada que ya ha pasado una semana.
Lili la miró divertida. —Hablo de esto. —Señaló los expedientes de sus
donantes.
Hizo una mueca. —Ah… no me decido por ninguno. Los cuatro están
muy bien. Lo hablamos en la comida.

—Vale, te paso a la bruja.


Sonrió porque la llamaba como ella lo hacía interiormente y apartó los
expedientes metiéndolos en el primer cajón. Hasta que no se decidiera sus
donaciones serían retenidas.
En ese momento entró Kelly Chapdelaine que parecía impaciente. —
Aleluya. ¿Sabe que llevo esperando una hora?
Esperaba que se quejara porque esa mujer no tenía pelos en la lengua. —
Siento el retraso, pero se ha alargado la cita anterior y otros pacientes tenían
algo urgente que comunicarme. ¿Se desviste y se tumba sobre la camilla? —

preguntó mientras Lili cerraba la puerta muy tensa porque ella nunca dejaba
que nadie le hablara en ese tono. La miró como si no entendiera nada y le
hizo un gesto sin darle importancia—. Ahí tiene un cuarto donde ponerse la
bata y dejar la ropa.

Kelly entró molesta cerrando la puerta y Lili se acercó. —Uy, cómo te


has controlado.
—Voy madurando.
—Ya veo. —La miró con desconfianza. —Tú me ocultas algo.
—¿Yo? —Disimulando cogió unos guantes de látex. —Qué va.
—Estás cabreadísima, aunque intentas disimularlo. A mí no me engañas.
Y es con esa.
—Imaginas cosas. Tendré que decirle a Clay que te controle.

—Muy graciosa.
En ese momento se abrió la puerta. La mujer salió cubierta con la bata y
fue casi dando saltitos hasta la camilla pues estaba descalza. —El suelo está
frío.
—Lo siento. Súbase a la camilla.
Kelly lo hizo y ella abrió la bata mostrando su vientre. —Vamos allá.
Treinta minutos después la rubita estaba sentada ante ella. —Bueno,
señora Chapdelaine… Las pruebas, a falta del resultado de los análisis, son
perfectas.

—Ya lo sabía —dijo en plan déspota—. El problema lo tiene él, ya se lo


he dicho.
—¿Cuándo vendrá el señor Chapdelaine, Lili?
—Mañana a primera hora.

—Perfecto. En cuanto sepa algo les llamaré por teléfono para que vengan
a consulta.
—Muy bien. —Kelly se levantó cogiendo su Birkin y se iba a ir cuando
se detuvo mirándola como si quisiera decir algo, pero no se atreviera.
—¿Si?
—Warren es una persona deportista, se ha cuidado siempre y todo esto
para él es un mal trago. Nunca se lo hubiera imaginado.
—Lo entiendo perfectamente.

—Si ve que es reticente en ciertos momentos, es porque no se lo


esperaba. Le hubiera gustado tener un hijo por el método tradicional.
—Es comprensible.
Kelly sonrió sorprendiéndola. —Pero él quiere, ¿sabe? Está dispuesto a
todo. Y yo me muero por tener un hijo. Siempre he soñado con ser madre.
Si no la hubiera visto con otro en el restaurante, se lo tragaría todo porque
hasta parecía emocionada y que le hacía muchísima ilusión. —Señora
Chapdelaine ¿por qué me dice esto?
—El otro día discutimos, pero le aseguro que el niño vivirá en una familia

muy feliz. Mi marido y yo nos queremos muchísimo. Es el amor de mi vida.


Joder con la rubia, menuda mentirosa estaba hecha. No le extrañaba que
él estuviera tan ciego porque era una trolera de primera. Tara sonrió. —Pues
a ver si ese bebé les da todavía más felicidad.

Kelly sonrió satisfecha. —Lo estoy deseando. Buenos días.


—Lili se pondrá en contacto con ustedes. Buenos días.
En cuanto las dejó solas su enfermera se cruzó de brazos. —Tendrían un
mal día.
—Sí, puede ser. Muchas llegan medio histéricas por conseguir su
objetivo. Para algunas parejas es demasiada presión. ¿Qué tenemos ahora?

Lili le dio la ensalada y se sentó ante ella. Tenían tanto trabajo que
muchas veces tenían que comer allí, así que pedían la comida y comían
tranquilas en la consulta.
—Bueno, suéltalo de una vez.
—¿El qué?
—Estás muy rara desde hace una semana y estoy segura de que los
Chapdelaine tienen algo que ver. Me extrañó que no les echaras de la
consulta ese día conociendo tu carácter, pero se quedaron y al día siguiente
estabas muy rara. Creía que era por lo de la cita y por eso no te eché la bronca

que tenía preparada, pero esa no es la razón, ¿verdad?


La miró a los ojos y Tara vio que estaba preocupada. —¿Qué creíste
cuando llegaron a la consulta?
—Que esa quiere sacarle un hijo. Es evidente que tiene muchísimo dinero

y quiere tener un hijo suyo.


—¿Crees que le ama?
—¡No! No tuvieron un gesto de cariño real en todo el tiempo que
estuvieron en la consulta. Pero eso no es problema nuestro.
Sabía que Lili tenía razón, pero algo en su interior quería gritar de la
frustración.
—Es más… —continuó su amiga con la boca llena—, si me apuras creo
que se sentía más atraído por ti que por esa.

Se le cortó el aliento de la sorpresa. —¿Tú crees?


—Sí, eso no va a durar mucho. —Frunció el ceño. —Joder, te gusta.
—No, qué va.
—Claro que sí. Tus ojos han brillado de la alegría cuando te he dicho eso.
¡Te atrae! —exclamó asombrada.
Se sonrojó con fuerza. —Bueno, es muy atractivo.
—¡Está para comérselo, pero está casado!
—No hace falta que me lo repitas, lo sé de sobra. —Revolvió la ensalada
sin ganas y se metió un tomatito en la boca.

Lili la observó durante unos instantes. —¿Te has enamorado de él?


Se encogió de hombros sin levantar la vista de su ensalada porque no
sabía cómo explicarlo, lo que a su amiga no le pasó desapercibido. Cuando
tragó apartó la ensalada y suspiró. —Nunca me he sentido así por un hombre.

Fue como si mi corazón estallara al verle, ¿sabes? Te parecerá una locura,


pero sentí que mi cuerpo le pertenecía.
—Dios, Tara…
—Sé que no tengo ninguna oportunidad. ¿Has visto a su mujer? A su lado
parezco un ratón. Me saca medio metro y es preciosa.
—Tú también eres preciosa.
Sonrió con tristeza. —Sí que eres una amiga.
—Traspasa el expediente a Harry.

—No, han venido a mí. —Apretó los labios sin saber si decírselo, pero al
final se decidió. —La pillé en el restaurante cuando estaba en mi cita con
Gary y la acompañaba otro tío.
Lili dejó caer la mandíbula de la sorpresa. —¿Como me imagino?
—Y más, no se cortaban en absoluto. Se metían mano como adolescentes.
¿Quieres ver las fotos?
—¿Le sacaste fotos? —Le arrebató el móvil desbloqueándolo ella misma
y Tara sonrió divertida por su cara de pasmo al mirar las fotos. —¡Será zorra!
—Sí, algunas tienen suerte.

—A él casi no se le ve la cara. ¿Es guapo?


—No tanto como Warren, pero no está mal. Y también tiene pasta.
—Igual está buscando su segundo marido. Llevándose un regalito del
anterior que la mantenga por si acaso.

La miró a los ojos. —¿Tú crees?


—Esto confirma que ese matrimonio está acabado. ¡Y seguro que su
marido está en la inopia pensando que es por su culpa al no poder darle hijos!
¡Tienes que hacer algo!
—¿Yo?
—Envíale estas fotos al móvil.
—Ni hablar.
—¿Entonces por qué las has sacado?

—Fue un impulso, ¿vale? ¡Pero no es justo que me meta en su relación!


Me odiaría por eso.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Tener un hijo de un donante mientras se divorcia
y después esperar que por un milagro te pida una cita cuando haya pasado el
duelo? El niño será mayor de edad cuando llegue el momento.
—Muy graciosa.
—No, esto no tiene ninguna gracia. Si Clay me hiciera esto, me gustaría
saberlo.
—Tomaré nota.

—¡Hablo en serio! No tiene por qué saber que has sido tú. Tengo su
email. Nada como enviarle las fotos con una dirección de correo que haré
cinco minutos antes.
Entrecerró los ojos. —Sí, una dirección falsa.

—Así al menos abrirá los ojos.


—Si decide quedarse con ella, es que es idiota y eso te hará olvidarle. No
soportas a los idiotas.
—Cierto. —Sonrió encantada. —¿Te encargas tú?
Su amiga sonrió. —Por supuesto, tú tienes mucho trabajo. Ahora come.
Deja esto en mis manos.

A la mañana siguiente entró en la clínica empujando las puertas de cristal


y se encontró con Harry en la recepción del hall ligando con la chica nueva.
Sonrió divertida. —Harry, ¿no tienes trabajo?
—Sí, jefa. —Corrió tras ella yendo hacia el ascensor. —Por cierto, ¿qué
tal un aumento de sueldo?
—¿Qué tal un despido?
—Adoro mi trabajo.
Se echó a reír asintiendo. —Buena salida. ¿Cómo van los casos?
—Tengo uno algo complicado. Segunda inseminación y nada.

—Pásamelo. —Pulsó el botón de la tercera planta. —¿Antecedentes?


—Cuarenta y dos años. Lleva intentándolo diez años y nada. En otra
clínica también la inseminaron dos veces y…
—Se arruinó.

—Ha tenido que esperar para intentarlo aquí.


—Me gusta, no se da por vencida. —Salieron del ascensor y se
detuvieron. —¿Cuál es el problema?
—No son compatibles. Las primeras inseminaciones fracasaron porque
mataba sus espermatozoides. Lo he hecho in vitro para asegurarme, pero…
—Pásamela cuanto antes. No la hagamos esperar más.
Harry sonrió. —Hecho, jefa. —Se fue hacia la izquierda para ir hacia su
consulta y ella hacia la derecha donde estaba la suya. Al ver ante el mostrador

de Lili a Warren con un bote de plástico vacío en la mano se le cortó el


aliento. Sobre todo porque la estaba mirando fijamente.
—Buenos días, señor Chapdelaine.
Finalmente había ido, así que las fotos no habían servido de nada. La
decepción fue abrumadora.
—Buenos días, doctora —dijo muy tenso.
—Lili, que la lleven al laboratorio de inmediato.
—Sí, jefa.
Pasó ante él para entrar en su consulta cuando escuchó —¿Dónde tengo

que hacer esto?


—En ese cuarto de ahí. Tiene videos por si los necesita.
—No será necesario, gracias —dijo con la voz enronquecida erizándole el
vello. Tara se volvió para cerrar la puerta y se sobresaltó al darse cuenta de

que le estaba mirando el trasero. Cerró de golpe sintiendo que se quedaba sin
aliento. ¡Le había mirado el culo!
Se acercó a su mesa dejando el bolso sobre ella cuando la puerta se abrió
y se volvió sobresaltada suspirando del alivio al ver a Lili.
—¿Le has visto? —preguntó su amiga asombrada—. Te comía con los
ojos.
Su corazón saltó en su pecho. —¿Te has dado cuenta?
—Cuando ha dicho que no necesitaba el video, era evidente en lo que se

iba a inspirar. ¡No dejaba de mirarte!


Se llevó la mano al pecho. —¿Crees que se siente atraído por mí?
—¡Tara, eso ha sido evidente! Ahora está pensando en ti mientras está
dándole que te pego.
—Dios… —Tuvo que sentarse en una de las sillas que usaban los
pacientes porque le temblaban las piernas y se quedó con la mirada perdida
sin saber qué hacer, aunque sabía que no podía hacer nada. Nada de nada
porque estaba casado. Es que era para gritar de la impotencia.
Lili se sentó a su lado y la cogió de la mano. —Pero que esté aquí no es

buena señal. Le envié las fotos ayer.


—Sí, eso es lo que me angustia tanto —susurró pensando en ello.
—Igual es uno de esos matrimonios liberales.
La miró a los ojos. —¿Tú crees? También puede que no las haya visto —

dijo esperanzada.
—Eso también es posible.
Llamaron a la puerta y una de las auxiliares metió la cabeza. Las miró con
los ojos como platos. —El señor ha terminado. ¿La clasifico?
Lili se levantó. —Sí que se ha dado prisa —dijo por lo bajo—. Es
evidente que tenía ganas.
Cuando la dejó sola se quedó allí sentada unos minutos pensando en lo
que le hacía sentir ese hombre. Tenía que acabar con aquello cuanto antes

porque no hacía más que hacerse ilusiones y estaba segura de que no tenía
nada que hacer. Estaba casado y seguro que quería a su mujer si pensaba en
tener un hijo con ella. Igual Lili tenía razón y era una pareja abierta, pero a
ella eso no le iba. ¿No le iba? ¡Por Dios, si se lo propusiera tardaría media
décima de segundo en quedarse en pelotas! Bufó porque solo pensaba
locuras.
La puerta se abrió de nuevo y Lili entró. —Ya se ha ido. Ha preguntado
cuándo sabrás algo.
—¿Qué tengo en la agenda? —preguntó levantándose.

—Dos citas. La de las once se ha anulado. La señora Lewis se ha roto un


tobillo y ha tenido que ir a urgencias.
—Di en el laboratorio que iré yo misma a revisar la muestra de Warren.
Lili asintió viendo cómo se quitaba la chaqueta del traje y se ponía la

bata. —¿Estás bien?


—No lo sé —susurró abrochándosela—. Pero ahora no quiero pensar en
eso. Que pasen los primeros.
—Tara…
—Por favor, que pasen los primeros —dijo con un nudo en la garganta—.
No quiero pensar en ello.
—Vas a despacharles cuanto antes.
—Sí, y olvidarme del asunto porque es lo mejor para todos. Sobre todo

para mí.
Su amiga asintió saliendo del despacho mirándola de reojo y Tara suspiró
sentándose en su sitio porque lo había dejado. Aunque seguro que en la
comida volvía a la carga y no sabía qué decirle. Nunca se había sentido tan
confusa en la vida.
Capítulo 3

—¿Qué? —preguntó Lili asombrada.


—Son campeones. De primera. Me he quedado de piedra al ver su
esperma. Si quieren tener un hijo no tengo ni idea de por qué no lo consiguen.
—Se metió una patata en la boca y masticó.
—¿El doctor Pearl cometería un error?
—Es muy bueno en su trabajo.
—Le vería en una mala racha.
—Puede. ¿Pero no es extraño que no lo hayan conseguido? Ella es fértil y

los análisis son perfectos. Y él no digamos. Sus espermatozoides casi


saltaban de la placa. Están deseando fecundar algo.
—Pues llevan casados cinco años. Lo he visto en el formulario.
—Sí… —Cogió otra patata comiéndola con desgana. —Llámales para
que vengan esta tarde. Aunque será a última hora.
—¿Ya?
—Quiero acabar con esto. Voy a proponerles una inseminación.
—¡Pero Tara, deberías pensarlo! ¿Vas a dejar que tenga un hijo con esa
bruja?

—¡Lili, quiero perderles de vista cuanto antes! ¡Llámales!


Su amiga bufó levantándose y saliendo del despacho. Se obligó a seguir
comiendo porque ya notaba que le bailaba la falda en la cintura y lo que le
faltaba era perder más peso. Su padre le tiraría de las orejas. Recordando a su

padre cogió su móvil y vio que tenía tres mensajes suyos. Sonriendo le llamó.
—La clínica va muy bien. Cada día eres más rico —dijo en cuanto descolgó.
Su padre se echó a reír al otro lado. —Eso es estupendo. ¿Vienes a cenar
esta noche?
—¿Esta noche? Es jueves. ¿No tienes plan? ¿Y esa jovencita con la que te
pillé saliendo del teatro?
—Hoy tiene una despedida de soltera. Ruth va a preparar asado.
—Mmm… Asado.

—Vamos… Hablaremos y entretendrás a tu aburrido padre que se sube


por las paredes deseando regresar al trabajo.
—Si vuelves por aquí hago que te echen. No vas a quitarme el sitio.
La risa de su padre la hizo sonreír y Lili cabreada entró de nuevo en el
despacho. —Es papá —susurró—. Espera un momento. —Miró a Lili. —¿A
qué hora vienen?
—A las cinco.
Se puso el teléfono al oído. —Muy bien papá, llegaré a la hora de
siempre.

—Perfecto. Si quieres traer algún caso complicado…


Se echó a reír. —Mejor llevo una botella de vino. Te quiero.
—Y yo a ti, mi caramelito.
—Papá, que ya soy muy mayor.

Riendo colgó el teléfono y Tara sonriendo lo dejó sobre la mesa. —Muy


bien. —Sacó los expedientes del primer cajón. —Voy a cortar esto de raíz.
Lili la miró asombrada. —¿Ahora vas a decidirlo?
—Mejor quitarse las tonterías de la cabeza. Míralos, a ver qué te parecen.
Tengo que elegir uno.
—Los cuatro son perfectos. Los he mirado cuando no estabas.
—¿Es que no tengo intimidad?
—No —respondió como si fuera lo más obvio del mundo. Se echó a reír

sin poder evitarlo y Lili sonrió. —Así me gusta, que te rías. Tienes un trabajo
que te encanta y eres muy buena en lo que haces. Si quieres tener un hijo,
pues a por ello.
—Exacto. Ya está bien de perder el tiempo. ¿Lo hago por sorteo?
Lili deslizó los expedientes sobre la superficie de la mesa y con los ojos
cerrados señaló uno. —Hala, ya está. —Cogió el expediente y se lo tendió. —
Este.
Miró la carpeta y se encogió de hombros. —Pues este.
—¿Preparo la muestra?

La miró ilusionada. —¿Ya?


—Te he visto hacerlo mil veces. ¿Crees que no seré capaz? Así no se
enterará nadie.
Sus preciosos ojos negros brillaron. —Sácala del congelador.

Lili sonrió antes de salir del despacho con el expediente y Tara se llevó
una mano al vientre. Al parecer iba a tener que contarle muchas cosas a su
padre esa noche. Iba a ser una cena de lo más interesante. ¿No quería
entretenerse? Pues le iba a entretener. Luke McBeath iba a soltar fuego por la
boca.

Llamaron a la puerta y ella levantó la vista forzando una sonrisa cuando

Lili abrió y anunció —Los señores Chapdelaine.


Kelly entró primero algo más nerviosa que de costumbre mientras que
Warren parecía más tenso aún que en otras ocasiones. —Doctora… —Kelly
alargó la mano de manera agradable, lo que la puso alerta.
—Me alegro de verles.
—No esperaba que nos llamaran tan pronto —dijo Warren mirándola
fijamente mientras le daba la mano.
Intentando ignorar lo que le hacían sentir esos ojos verdes y el contacto
de su piel se sonrojó ligeramente apartando la mano para sentarse a toda

prisa. —Es que tenía algo que decirles y cuanto antes mejor.
—¿Algo va mal? —preguntó Kelly asustada.
—No, todo lo contrario. Su marido está perfectamente. Si me apura, la
movilidad de sus espermatozoides es envidiable.

Kelly frunció el ceño. —No puede ser…


—¿Está segura? —preguntó él más tranquilo.
—Segurísima. De hecho no entiendo cómo han tenido problemas para
concebir. Aunque a veces estas cosas ocurren. Suele pasar por un bloqueo en
la paciente, ocasionado por su deseo de ser madre. Lo he visto antes, por eso
aconsejo una inseminación artificial.
Kelly sonrió como si le hubiera regalado la luna. —¿No es genial, cariño?
—Sí, genial —dijo él entre dientes. Las tres le miraron y Warren forzó

una sonrisa—. Estoy algo nervioso.


—¿Qué debemos hacer ahora? —preguntó Kelly más que dispuesta a
hacerlo cuanto antes.
Lo normal era que él esperara unos días antes de proporcionar otra
muestra, pero tenía los espermatozoides tan ágiles que para qué esperar. Por
probar para perderlos de vista cuanto antes mucho mejor. —Lili un bote para
el señor Chapdelaine.
—¿Ahora? —preguntó su amiga asombrada.
—¿Me la va a hacer ahora? —preguntó Kelly encantada.

—¿Para qué retrasarlo? El esperma de su marido es de primera, así que


por hacerlo ahora no perdemos nada. Pero no quiero que se haga ilusiones,
¿de acuerdo? Igual tenemos que repetir el proceso un par de veces más.
—De acuerdo. —Miró a su marido que no se había movido del sitio y le

dio un codazo. —Cariño…


Él gruñó levantándose y miró a Lili. —Lo he hecho esta mañana. ¿No
vale esa muestra?
—Si es fresca mejor.
—Pues vamos allá.
Kelly sonrió radiante y la miró ilusionadísima dejándola de piedra. —
Espero que esta vez sea que sí. —Tara iba a decir algo, pero ella hizo un
gesto con la mano. —Lo sé, lo sé, pero la esperanza es lo último que se

pierde.
—Eso es cierto —dijo sabiendo que ese matrimonio podría provocarle
una úlcera. Tenía unas ganas de gritar de la rabia que no podía con ellas—.
¿Qué tal si se va desvistiendo de cintura para abajo?
—Sí, sí, claro.
Apenas dos minutos después la tenía tumbada en la camilla con las
piernas abiertas. Ella había ido preparando la cánula y se había puesto los
guantes dispuesta a terminar cuanto antes. Kelly empezó a ponerse nerviosa y
estiró el cuello hacia atrás para mirar la puerta. —Tarda mucho.

—No lo crea. Ha habido pacientes de quedarse en el cuarto una hora


antes de salir con la muestra.
—¿De veras? Pues mi marido en cuanto se pone… —Se sonrojó con
fuerza. —Pero siempre llego, ¿sabe? Me conoce muy bien.

—Me alegro mucho —dijo entre dientes.


Se quedaron en silencio y Tara ya no sabía a dónde mirar. Se quitó un
guante e impaciente dijo —Vuelvo enseguida.
—Bien.
Salió de la consulta y vio que Lili esperaba pacientemente. —Al parecer
por la tarde le cuesta un poco más.
—Joder —dijo por lo bajo mirando su reloj—. Dentro de una hora tengo
que estar en casa de mi padre.

—Y todavía tenemos algo pendiente.


—Exacto. ¿Lo tienes preparado?
—Todo listo. En cuanto se vayan te haré madre. —Su amiga sonrió de
oreja a oreja. —Me encanta.
Sonrió sin poder evitarlo y gruñó mirando hacia la consulta. —A ver si
termina…
—No le apures, no vaya a ser que se le corte el rollo y tengan que volver
otro día.
—Igual si ella le ayuda…

—Creo que prefiere la ayuda de otra persona —dijo maliciosa.


—Tendrás mala baba —susurró roja como un tomate.
Lili se echó a reír sin quitarle ojo mientras iba hacia la consulta y cerraba
la puerta. Tara sonrió forzadamente a su paciente. —Igual si le ayuda usted…

—Se arregla solo. —Miró de frente con las manos en el vientre dejándola
de piedra.
Dejó caer los hombros y dijo impotente —Bueno, pues a esperar.
—Eso, a esperar. No tardará nada.
Veinte minutos después allí seguían y Tara de los nervios salió de la
consulta de nuevo. Esa mujer la ponía nerviosa. Lili se acercó y susurró —No
oigo nada.
—¿Has pegado la oreja? —Jadeó con los ojos como platos. —¿No se

habrá largado?
—¡No! Le he visto entrar y no me he movido de aquí. ¿No se habrá
desmayado o algo así?
—¿Cómo va a…? —Preocupada se acercó a la puerta y llamó. —
¿Warren? ¿Estás bien?
Escuchó un gemido y se puso como un tomate volviéndose. —Está bien.
Lili sonrió. —Ya podías haber llamado antes, guapa.
—Cállate —siseó volviendo a la consulta mientras su amiga se reía sin
ningún disimulo.

Forzó una sonrisa a la paciente que tenía la cabeza inclinada hacia atrás
para mirarla. —Creo que ya está.
—¡Sí, sí! —dijo ansiosa antes de mover las caderas para ponerse cómoda
—. Métamelo todo.

Gimió por dentro acercándose y descubriendo las piernas hasta su cintura


al quitarle la sábana. —Ponga los pies en los estribos. —Ella lo hizo
impaciente y Tara la cubrió hasta los muslos.
En ese momento entró Warren que muy tenso se detuvo en seco. —
¿Espero fuera?
—Sí, cariño. Lo hacemos esta noche como si esto no hubiera pasado,
¿vale? —dijo Kelly mirando hacia atrás y sonriendo a su marido.
Él asintió saliendo de la consulta y Tara tuvo que morderse la lengua

deseando pegar cuatro gritos de la impotencia. Esa tía que le ponía los
cuernos iba a tenerlo todo con él, mientras que ella se iba a quedar para vestir
santos.
Lili entró en ese momento con la muestra y se la entregó. Por costumbre
comprobó el nombre de la etiqueta con el nombre del paciente y la fecha. —
Perfecto, vamos allá.
Kelly sonrió. —Sí, por favor.
Llenó la jeringuilla antes de colocar la cánula y miró su sexo. Estaba claro
que le gustaban depiladas. Metió la cánula lentamente y cuando estuvo en

posición tomó aire antes de apretar la parte de atrás de la jeringuilla para


introducir el semen. Cuando terminó agachó la mirada sintiendo una pena
enorme. —Ya está.
—¿Ya? ¡Si ni me he enterado! —preguntó asombrada.

Estaba claro que estaba acostumbrada a tener cosas metidas allí abajo.
Forzó una sonrisa levantándose de su taburete y le tendió la cánula a Lili. —
Pues eso es todo. Ahora va a quedarse en esa posición unos minutos. Con
diez será suficiente.
—Bien.
Lili pulsó un botón para elevarle la cadera un poco más. —Haré todo lo
que sea necesario. ¿Podría decirle a mi marido que puede irse a casa? Es para
hacerlo más especial. Que pida algo de cena y…

—Quiere aparentar que no ha pasado nada, ya lo ha dicho.


—Exacto —dijo radiante.
Rabiosa salió de la consulta, pero al verle impaciente ante el mostrador de
Lili intentó calmarse y sonrió. Estaba tan nervioso como si estuviera
esperando el parto. —¿Está bien?
—Sí, por supuesto. Me ha dicho que la espere en casa.
—¿Entonces me voy?
—Ahora tiene que estar unos minutos en una posición que considero que
facilita la fecundación. Quiere aparentar que esto no ha pasado, así que quiere

que la espere en casa.


—Que esto no ha pasado —dijo entre dientes dejándola helada.
—Señor Chapdelaine, ¿ocurre algo?
La miró molesto antes de darse la vuelta y largarse dejándola con la

palabra en la boca.
—Te dije que él no quería.
—Mierda. —Se llevó la mano al pecho. —¿He metido la pata? Tenía que
haberme negado, ¿verdad?
Lili apretó los labios pasando detrás de su mostrador. —Ahora poco se
puede hacer. Vamos a la sala de Harry para liquidar tu tema.
—¿Y la señora Chapdelaine?
—Cuando termine contigo la despacho. No hay problema.

Nerviosa se apretó las manos y su amiga se detuvo en seco. —¿No


quieres?
—Claro que quiero, pero todo esto me ha descolocado un poco. ¿Y si
cometo un error como ellos?
Lili sonrió. —Vas a ser una madre maravillosa y has soñado con tener un
hijo toda tu vida. Si no quieres hacerlo muy bien, pero si has pensado en ello
cada día en los últimos dos años, es momento de ponerse a ello.
Esas palabras terminaron de convencerla y se desabrochó la bata. —
Vamos allá.

Caminaron por el pasillo y entraron en la consulta de su empleado. Se


quitó la falda y las braguitas mientras Lili lo preparaba todo. Se subió a la
camilla y se puso cómoda sintiendo el corazón a mil. —¿Lista?
Increíblemente en ese momento se sintió más preparada que nunca. —Sí.

Levantó las cejas porque ella sí sintió la cánula al entrar en su interior. Y


eso que el tubito era muy estrecho. Estaba claro que lo tenía todo casi sin
usar. Se le cortó el aliento al sentir como entraba el esperma y se llevó la
mano al vientre. Nunca había pensado que se sentiría algo. ¿Serían
imaginaciones suyas? Seguramente sí.
—Ya está —dijo su amiga muy contenta.
—¿Seguro que la has metido bien?
—Oye, que solo hay una dirección. Tampoco hay que ser Einstein. Y ha

entrado entera.
—Bueno, si no funciona puedo volver a intentarlo.
—Exacto —dijo su amiga radiante—. Ahora mantente tumbada que me
encargo de esa pija.
—Dile que no se haga la prueba hasta dentro de dos semanas. Y que se la
haga en casa. No quiero verla por aquí para contemplar su alegría por tener
un hijo de Warren. Si da positivo se la pasas a Willis.
—Vale. Pero no pienses en ello, ahora piensa en tu niño.
Suspiró cerrando los ojos mientras elevaba sus caderas. —Tienes razón,

es nuestro momento.
—Exacto, nada importa menos tu hijo y tú. El hijo que siempre has
querido tener.
Con los ojos cerrados asintió. —Será guapísimo y muy listo.

—Como su padre —dijo en voz baja saliendo de la sala.


La verdad es que esperaba que saliera más como ella. Sonrió
acariciándose el vientre y pensó en que si tenía suerte le vería la carita para
primeros de diciembre. Una fecha perfecta porque siempre tenía menos
trabajo en esas fechas. Qué diablos, que se encargara Harry. O su padre.
Pensando en su padre se mordió el labio inferior. Ahora a ver cómo se lo
decía.
Capítulo 4

Comió con ganas sin saber cómo tocar el tema y su padre cogió su copa
de vino mirándola de reojo. —Hija, ¿estás bien?
Con la boca llena asintió. —Claro.
—Estás un poco callada. Siempre tienes mil casos que comentar.
Forzó una sonrisa dejando el tenedor sobre el plato. —Es que…
—¿Qué ocurre? ¿Algún problema? —preguntó poniéndose alerta—. Es
Harry, ¿verdad? Ese chico no me gustaba para sustituir tu puesto. No le veo
serio.

—Harry trabaja muy bien, papá. Y a los pacientes les gusta, les hace
sentirse a gusto.
—Eso dices…
—Sí, lo digo yo que trabajo con él —dijo divertida—. Es otra cosa.
—Pues dime… —La miró fijamente y ella supo que tenía toda su
atención. Le ocurría desde pequeña. Perdió a su madre con cinco años y su
padre se volcó con ella siendo el padre más maravilloso que se pudiera tener.
Cuando estaba con ella tenía toda su atención.
Sonrió cogiendo su mano. —Papá, has sido un padre estupendo, ¿sabes?

Se sonrojó ligeramente. —Vaya, gracias. Aunque sé que he metido la


pata como todos.
—No, tú no.
—Eres maravillosa. —Cogió su mano y se la besó. —¿A qué viene esta

sensiblería?
Se echó a reír. —Pues quería que te dieras cuenta de que aunque estabas
solo, lo has hecho estupendamente.
—Gracias, cielo. Tú me facilitaste mucho las cosas. Ha sido la niña más
obediente y buena del mundo.
Gimió por dentro. No sabía lo que pensaría después de esa conversación.
—Bueno, el hecho es que sabes que quiero ser madre.
—Como es lógico. A ver si conoces pronto a alguien que me guste

porque ya tienes veintiocho años.


—De eso quería hablarte. No voy a esperar más.
La miró sin comprender. —¿Cómo? —Suspiró cogiendo la copa de vino
que no había tocado y al darse cuenta la dejó sobre la mesa. Su padre abrió
los ojos como platos. —¡No!
Se sobresaltó mirándole y gimió. —No tengo paciencia para encontrar a
alguien.
—¡Hija!
—He escogido al mejor candidato, te lo aseguro. He tardado meses en

decidirme.
—¿Te has inseminado?
—Como has dicho tengo veintiocho años. ¡No quiero ser una madre
demasiado mayor para disfrutar de mis hijos!

—Dios mío… —Su padre se levantó y empezó a pasear de un lado a otro.


—¿Cuándo lo has hecho?
—Si estás pensando en que tome una píldora abortiva, la respuesta es no.
Voy a hacerlo —dijo firmemente.
—¿Sabes lo difícil que es tener un hijo sola? ¡Te lo digo yo, es muy duro!
Le sonrió con cariño. —Pues lo has hecho estupendamente. —Su padre se
sentó a su lado y vio como intentaba pensar algo para convencerla. —No voy
a cambiar de opinión, papá. Lo he decidido y ya está hecho.

Luke apretó los labios. —¿Estás segura?


—Tengo un trabajo que me proporciona buenísimos ingresos. Mi vida es
muy estable. Tengo muchas ganas de tener un hijo y ha llegado el momento.
Vas a ser abuelo.
De repente su padre sonrió como si le hiciera ilusión. —Pues espero que
sea una niña tan preciosa como tú.
Le abrazó emocionada. —Gracias, gracias por apoyarme en esto.
—¿Podré estar el día en que te hagas la prueba?
—Por supuesto. Vas a ser la figura masculina perfecta para él.

—Te quiero, mi niña.


—Yo también te quiero.

Dos semanas después

Salió del baño de su apartamento con el palito en la mano y sonrió a su


padre que sentado en la cama estaba de los nervios. —Ya está.
—Madre mía, estoy más nervioso que cuando se hizo la prueba tu madre.
Soltó una risita sentándose a su lado. —Yo también me muero por saber
el resultado.
Acarició sus rizos negros. —Igual que tu madre. Estaba tan
emocionada…

Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Papá me vas a hacer llorar. —Miró la


prueba distraída y chillando se levantó de golpe al ver algo rosa. Con los ojos
como platos le mostró la prueba mientras su padre se reía y Tara chilló de
nuevo de la alegría dando saltitos por la habitación.
Su padre se levantó para abrazarla. —Felicidades.
Se echó a llorar. —Voy a ser madre.
—Todas mis dudas se han disipado al verte la cara, hija.
—Gracias papá. —Se apartó y le sonrió radiante. —Ahora a esperar.
—Willis llevará tu embarazo, ¿no?

—Sí, por supuesto.


—Bien. No confío en otro tanto como en él.
—Todo irá bien.
Su padre asintió reprimiendo las lágrimas. —Voy a ser abuelo.

—¿Salimos a celebrarlo después del trabajo?


—Por supuesto. —Hinchó el pecho orgulloso. —Invito yo.
—No esperaba menos. —Se echaron a reír y la abrazó de nuevo. —Papá
tengo que vestirme para ir al trabajo.
—Sí, claro. —La soltó a regañadientes. —¿Voy contigo?
—Casi cuela. Tú a esas cosas que hacen los jubilados, como leer el
periódico.
—Por cierto, sale uno de tus pacientes en el de hoy —dijo mientras ella

entraba en su vestidor.
—¿Si? ¿Cuál de ellos?
—Chapdelaine.
Se le cortó el aliento cogiendo el primer traje que pilló. —¿Si? —
preguntó en voz alta—. ¿Y por qué salía en el periódico?
—Oh, porque su empresa ha absorbido a otra o algo así. Recordé que era
paciente tuyo al ver su apellido. Se llamaba Warren, ¿verdad?
—Sí.
—Me extrañó un poco porque leí su expediente, pero en el periódico dice

que es soltero.
Salió del vestidor con el traje en la mano y su padre frunció el ceño. —
¿Marrón? Hija, ese color no te sienta bien. Pareces una profesora de escuela.
Dejó caer el traje acercándose. —¿Cómo que es soltero? ¡Está casado!

—¿Ocurre algo? Será un error.


Frunció el ceño pensando en ello. Claro, tenía que ser un error. —¿Estás
seguro de que es el mismo? Igual hay dos que se llamen de la misma manera.
—Seguro que es eso. Hija, no te vistas de marrón. —Tara miró el traje en
el suelo y lo recogió a toda prisa entrando en el vestidor. —¡Te veo esta
noche! ¡Te llamo con los detalles! ¡Te quiero!
—Vale, te quiero. —Cogió un traje rosa y regresó a su habitación
poniéndolo sobre la cama. Se mordió el labio inferior y preocupada por lo

que le había dicho su padre salió de la habitación bajando las escaleras. Entró
en su despacho y encendió el ordenador.
—¿Le traigo aquí el desayuno, señorita?
Levantó la vista hacia Marge que estaba en la puerta observándola. —Sí,
por favor.
—Enseguida.
Impaciente entró en internet y puso el nombre de Warren. Salían noticias
en varios periódicos en los que se le mencionaba ese día. Pinchó en la
primera y vio su foto ante un atril como si estuviera dando un discurso. Leyó

la noticia rápidamente, pero en ese periódico no decía nada sobre si estaba


casado. Decidió ir al grano y volvió al buscador escribiendo Kelly
Chapdelaine. Solo salía el anuncio de su boda años atrás. Por curiosidad lo
leyó.

“Los Chapdelaine tienen el honor de comunicarles el enlace de su amado


hijo William Andrew Chapdelaine con la señorita Kelly Eleanor Princeton en
la Iglesia de Saint James el veintitrés de junio de dos mil catorce a las once
de la mañana. Al fin ha encontrado el amor”
Apretó los labios y bajó la barra de la pantalla viendo la foto del
compromiso. Ambos estaban sentados sobre una roca en Central Park con
una sonrisa de oreja a oreja mientras ella apoyaba su mano sobre su pecho
mostrando el anillo de compromiso. Parpadeó mirando la foto antes de

levantarse corriendo y gritar —¡Marge, no desayuno en casa!


El ama de llaves salió de la cocina y la vio subir las escaleras corriendo.
—¡No es bueno correr en su estado!
La miró desde arriba recordando que estaba embarazada y se sonrojó. —
Se me había olvidado.
—¡Pues tampoco tiene que olvidarse de desayunar! ¡Así que lo hará en
casa! —Sin más volvió a la cocina mirándola como si fuera un sargento. Hizo
una mueca. Iba a matar a Ruth por recomendársela. Era una mandona. Sonrió
divertida, pero luego recordó lo que había descubierto y frunció el ceño de

nuevo. Tenía que llegar cuanto antes a la consulta.

Estaba claro que esa mujer quería cebarla, dijo para sí con el estómago

lleno bajándose del taxi. De la impaciencia corrió hasta el portal y casi


empujó a una paciente para llegar al ascensor. Pulsó el botón de los nervios
mirando hacia las luces y cuando se cerraban las puertas vio como entraba
Kelly Chapdelaine en el edificio con una sonrisa satisfecha en la cara. Otra
que se había hecho la prueba. Gruñó mirando las luces de nuevo. —Vamos,
vamos…
En cuanto se abrieron las puertas del ascensor, corrió hacia su consulta y
al pasar ante el mostrador de Lili se dio cuenta de que todavía no había

llegado. Corrió hasta su consulta y se la encontró tras su mesa leyendo un


expediente. Levantó la vista hacia ella y gritaron a la vez —¡No está casada
con él! —Se miraron asombradas. —¿Lo sabes? ¡Lo he visto en internet!
Lili levantó una mano acallándola mientras se levantaba. —¡Nos han
tomado el pelo! Se quería quedar embarazada de alguien que no era su
marido.
—Exacto y creo que lo ha conseguido —dijo sin aliento. Entró cerrando
la puerta—. Está al llegar. La he visto abajo.
—¿Qué crees que se proponen?

—Ni idea. Pero está claro que Warren es quien dice ser. Son familia. En
el taxi he pensado que igual le pidieron un favor y mintieron para que no se
enterara nadie. Ya me extrañaba que el doctor Pearl hubiera fallado. Esos
análisis eran de William Arthur Chapdelaine, su marido. El del restaurante.

Lili entrecerró los ojos. —Pues… se van a llevar una sorpresa.


—¿Si? ¿Por qué? —preguntó dejando el bolso sobre la mesa.
—Porque utilicé el semen de Warren para inseminarte y el de tu
candidato para inseminarla a ella. —Dejó caer la mandíbula del asombro y su
amiga la miró arrepentida. —No lo pensé mucho.
—¿No lo pensaste mucho? —gritó de los nervios—. ¿No lo pensaste
mucho?
Lili se sonrojó. —Él te gustaba más que nadie, así que…

—Dios mío. —Se llevó una mano al pecho antes de darse cuenta de todo
lo que implicaba. Pero cuando lo pensó un poco sonrió sin poder evitarlo. —
Voy a tener un hijo suyo.
—¿Ha dado positivo?
—Sí.
Chillaron abrazándose antes de separarse y mirarse con los ojos como
platos. —¿Qué hacemos?
—Tú cierra el pico —dijo Lili.
—Sí, será lo mejor.

—Ella no tiene por qué saberlo.


—No.
—Además es moreno.
—Muy moreno. No se darán cuenta.

—Claro que no. Así evitaremos la demanda.


—Dios mío.
Su amiga la cogió por los brazos y la sentó en su sitio. —Ahora
compórtate como una profesional y… —Llamaron a la puerta. —¿Si?
—¿Doctora McBeath?
—Adelante.
Una de las auxiliares abrió la puerta. —La señora Chapdelaine está aquí.
—Yo hablaré con ella.

—No. —Lili se detuvo en seco y la advirtió con la mirada. —No pasa


nada. Dile que la recibiré. Quiero hablar con ella.
—¿Seguro?
Muerta de miedo asintió. —Que pase.
Lili fue hasta la puerta y salió sin decir palabra. Gimió apoyando los
codos sobre la mesa y pasándose las manos por la cara. —Dios, qué lío. —Se
le cortó el aliento antes de sonreír. Iba a tener a su hijo. Se levantó de golpe y
cogió la bata. —Vale, tú callada como una tumba. No tiene por qué saberlo
nadie. Salvo Lili, y si no quiere acabar en la cárcel se mantendrá callada. Y

papá… Mejor que siga en la inopia. Es hijo de un donante, punto.


Se puso la bata a toda prisa y se la estaba abrochando cuando llamaron a
la puerta. Tomó aire volviéndose y sonrió. —Adelante.
Lili entró con Kelly que sonrió agradecida. —Gracias, gracias.

—Así que ha sido positivo.


—Sí —dijo emocionada mientras las dos se sentaban.
Madre mía, ¿qué habían hecho? Miró de reojo a Lili que carraspeó. —¿La
derivo al doctor Willis?
—Sí, seguirá su embarazo diligentemente.
—Le haré caso en todo, se lo prometo.
—¿Dónde está su marido?
Se sonrojó ligeramente. —Pues tenía que trabajar. Pero está contentísimo.

Ni se lo podía creer.
No le extrañaba nada si lo habían deseado tanto como para hacer aquello.
—Me alegro mucho. —Mirando su rostro lleno de ilusión se le ocurrió algo.
Era su única oportunidad. En cuanto esa mujer saliera de allí, sus vidas no
volverían a cruzarse y perdería a Warren para siempre. Puede que lo
arriesgara todo, pero tenía la sensación de que merecía la pena porque
recordar esos ojos verdes mirándole el trasero hicieron que su corazón saltara
en su pecho de nuevo.
Apoyó la espalda en el respaldo de su asiento y Kelly la miró incómoda.

—¿Ocurre algo?
Levantó el auricular del teléfono y se lo tendió. —¿Por qué no llama a su
marido para que venga? Tengo que hablar con él.
—No puede venir —dijo incómoda—. Sino lo hubiera hecho.

Colgó el teléfono. —¿De veras? Como no ha venido en las ocasiones


anteriores…
Kelly palideció y la miró asustada. —Por favor, no se lo diga a nadie.
Andrew no lo sabe.
—La leche —dijo Lili acercándose a Tara para verle bien la cara—. ¡Lo
hicieron a sus espaldas y con un familiar!
—¡El doctor Pearl dijo que las probabilidades eran mínimas! ¡Qué sus
espermatozoides puede que no me fecundaran nunca! ¡Y yo quería tener

hijos! ¡Y le amo! ¿Qué podía hacer? ¿Resignarme? ¡No quiero resignarme!


¡Quiero saber lo que es ser madre y no renunciar al amor de mi vida! ¡Si él se
entera, me dejará! ¡Lo sé! ¡No me lo perdonará nunca y a su hermano
tampoco! —Se echó a llorar desesperada.
Entendió su postura. Ella tampoco era de las que se resignaban. Lili
entrecerró los ojos antes de mirarla y supo exactamente lo que estaba
pensando. No podían decir nada. Nada en absoluto o ambos perderían a
Arthur por su traición. —Jefa…
Tara se levantó y dijo —No se mueva de aquí.

—Van a decírselo ¿verdad?


—Tranquilízate y espera —dijo tuteándola antes de salir del despacho
con Lili que se giró hacia ella—. ¿Qué hago?
—Llámale.

—¿Qué?
—Puedes presionarle con esto. —Levantó sus cejas rubias. —De hecho
puedes hasta decir la verdad porque ellos no dirán ni pío. ¿Qué crees que hará
él cuando se entere de que llevas un hijo suyo en tus entrañas?
Se le cortó el aliento. —¿Crees que me daría una oportunidad?
—Tienes mucho más que esta mañana. Y si no funciona, al menos lo
habrás intentado.
Asintió pensando en ello. —Mejor tener un hijo conmigo que simular que

su hijo es su sobrino.
—Yo lo veo mucho mejor, de eso no hay duda. Incluso creo que se
sentirá aliviado.
—Muy bien. —Volvió a entrar y Kelly sorbió por la nariz. —¿Puedes
explicarme la razón por la que elegiste a tu cuñado?
—¿No es evidente? Porque se parecería a él.
Suspiró del alivio sentándose en su sitio de nuevo. —Llama a Warren,
tenemos que hablar los tres.
—Los cuatro —dijo Lili. Ambas la miraron—. Yo también quiero

enterarme.
—¿Pero por qué?
—Llámale Kelly. Tengo que contaros algo que os afecta a los dos.
Preocupada asintió sacando su móvil y se levantó alejándose. —¿Warren?

—Él dijo algo al otro lado. —Lo sé, no tenía que llamarte, pero nos han
descubierto. ¡La doctora McBeath! —exclamó de los nervios—. ¡Estoy
embarazada y tienes que venir a la clínica ya! —Colgó antes de que él
replicara e hizo una mueca. —No está muy contento.
—Pues su humor no va a mejorar cuando hable con él. Ven Kelly,
siéntate. Esto te va a impresionar un poco.
Parecía que se iba a desmayar en cualquier momento y Lili la cogió por el
brazo con delicadeza acercándola a una silla. —Se lo va a decir, ¿verdad?

—Lo haría si las circunstancias fueran distintas, pero ha ocurrido algo


que debes saber.
Aliviada la miró a los ojos. —¿Dígame? ¿Ocurre algo malo con mi
embarazo?
—Ocurre algo. —Apretó los labios mirando de reojo a su enfermera que
la animó. —Ha habido un error con las muestras. —Kelly parecía no
entender. —Se te ha inseminado con el semen de otro donante. —Dejó caer
la mandíbula del asombro y chilló una y otra vez mirándola a una y después a
la otra. Una auxiliar entró en la consulta y Tara gritó —¡Sal de aquí!

—Oh, Dios mío. ¡Oh, Dios mío! —gritó Kelly una y otra vez—. ¡Esto no
está pasando!
—Pues ha pasado —dijo Lili como si nada—. ¿Qué más te da?
La miró asombrada. —¿Qué más me da? ¡No tendrá los genes de mi

marido!
—Es moreno, como él e inteligente. No se dará cuenta. —Lili puso los
ojos en blanco. —Es que de verdad…
Kelly se quedó en shock. —¡Esta está loca!
—Tranquilízate. Es un donante sano y el mejor candidato que tengo, si lo
sabré yo que iba a inseminarme con él.
—Tú ibas a… —Abrió los ojos como platos. —¡No!
—¿Cómo crees que se lo tomará?

—¡Mal! —gritó histérica. —¡Te aseguro que se lo va a tomar muy mal!


¡No quiere tener hijos! ¿Sabes lo que me costó convencerle?
—Pero lo tuyo es distinto, guapa. Que su hijo iba a ser su sobrino.
Kelly entrecerró los ojos como si se hubiera dado cuenta en ese momento
de ese hecho. Lili sonrió. —Tranquila que tu hijo va a salir con un coeficiente
muy superior al tuyo.
—Muy graciosa —dijo con rencor antes de carraspear—. ¿Una foto no
tendréis por ahí?
—Vas a flipar. —Lili salió de la consulta para ir a buscarle y cuando se

quedaron solas se miraron a los ojos.


—No se enterará si no se lo dices.
—¿Y si se pone enfermo o…?
—Podría pasar aunque fuera hijo de Warren. No debes pensar en eso.

—Dios mío. Esto es… —La fulminó con la mirada. —Así que la mejor
de la ciudad, ¿eh?
—Lo soy. Yo no cometí el error, aunque lo asumo como directora de la
clínica.
—¡No, el error lo cometió esa!
—¿Y piensas demandarme?
—¿Sabes cómo me siento? —Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Asustada, esto no te lo esperabas.

—Si no sale bien lo perderé todo.


Al ver su angustia se levantó rodeando su escritorio y la cogió de las
manos. —Saldrá bien.
—¿Eso crees?
—Te aseguro que se parecen mucho y ha estudiado medicina en Harvard.
Tiene un coeficiente superior a la media y es deportista. No hay antecedentes
de enfermedades degenerativas en su familia. Mueren de viejos. Lo he
investigado.
—¿De veras?

—¿Crees que con todo lo que tengo para elegir hubiera elegido mal?
Eso pareció aliviarla. —Entonces tu candidato es mejor que el mío
porque su familia tiene muchos infartos.
—¡No fastidies!

Kelly se echó a reír. —La cara que has puesto. —Chasqueó la lengua. —
Pues sí, su tío, su abuelo… Y varios más.
—Bueno, pues ya no hay nada que hacer.
—No, supongo que no. —Kelly se quedó con la mirada perdida. —Ya no
hay vuelta atrás.
—¿Estás bien?
—Sí. —Forzó una sonrisa. —Esta mañana era tan feliz…
—Lo siento.

—No, era feliz porque al fin estaba embarazada. No pensé en Warren ni


una sola vez. Era nuestro. Solo nuestro y esto no lo va a cambiar.
—Espero amar a alguien algún día como tú amas a Arthur.
—Eso será si Warren te lo permite.
—¿Cómo?
—Prepárate guapa, porque no tienes ni idea de cómo es mi cuñado. Te
aconsejo que te prepares porque van a estallar fuegos artificiales cuando se
entere de esto.
Capítulo 5

Cada segundo que pasaba estaba más nerviosa mientras Kelly leía
atentamente el dossier de su donante. Se apretó las manos mirando a Lili que
tampoco podía ocultar sus nervios. Kelly levantó la vista hacia ella e hizo una
mueca. —Es impresionante.
—Lo es. No debes preocuparte. Tu marido no se dará cuenta.
—Espero que no salga tan listo. ¿Seguro que todo esto es cierto?
—Según mi detective sí. Y como puedes ver los informes psicológicos
son impecables. —Kelly suspiró del alivio. —Estaba estudiando cuando nos

dio la muestra y ahora trabaja para uno de los cirujanos más importantes del
país. Lo hizo por dinero, porque era becado.
—Sí, lo he leído. Le admiro mucho. Se nota que es una persona tenaz
para llegar hasta donde ha llegado. ¿Hay más? —La miró sin entender. —
Más semen. Por si quiero repetir.
Se quedó de piedra. —¿Repetir?
—Claro. No voy a tener un hijo listísimo y otro medio bobo. Si quiero
repetir quiero que sea del mismo donante.
Carraspeó mirando a Lili que dijo de inmediato —Voy a ver la base de

datos.
—Sí, míralo porque sino es así tenéis que conseguir más. Quiero familia
numerosa.
Hala, que no se conformaba con dos.

—Kelly…
—Tú me has metido en esto y tú me lo vas a conseguir.
—Lo miraré enseguida. —Su amiga salió del despacho.
—¿Dónde está tu cuñado? —preguntó exasperada.
Sonrió divertida. —Pues ya te puedes ir acostumbrando. Es un hombre
muy, pero que muy ocupado. Mi marido es igual. Cancelan las citas
continuamente. Seguro que estaba en una reunión ineludible. Vendrá en
cuanto pueda.

—Tengo pacientes esperando, ¿sabes?


—Creo que esto es mucho más importante.
Gruñó levantándose porque no aguantaba más sentada. A ver cómo se lo
explicaba. En ese momento se abrió la puerta y se sobresaltó quedándose sin
aire al ver a Warren guapísimo con un traje azul y una corbata gris plata. Pero
lo que la hizo temblar por dentro fue su dura mirada. Esos ojos verdes decían
que le habían llamado en el peor momento posible. —¿Qué ocurre? ¿Sabes lo
que he tenido que hacer para venir? ¡Iba a dar una rueda de prensa!
Kelly forzó una sonrisa. —No debes preocuparte por lo que pensará

Arthur.
—¿Qué coño estás diciendo? Me dijiste que la doctora lo sabía. —Miró a
Tara. —¿No se lo va a contar?
—No. —Negó con vehemencia.

Él suspiró del alivio. —Se lo agradezco muchísimo. Si mi hermano se


enterara de esto le matamos del disgusto y…
—Espera Warren, que la doctora tiene algo que decirte. —Sonrió radiante
mirando a Tara que muy nerviosa se apretó las manos. —¿Doctora?
La miró con rencor. —¡Ya voy!
Warren entrecerró los ojos. —¿Qué ocurre aquí?
Lili entró en el despacho sonriendo. —Tenemos para dos más.
Kelly sonrió. —¿De verdad? Que me los reserven.

—Tranquila, ya me he encargado.
—¿Para dos más qué? —preguntó Warren a punto de explotar porque no
se enteraba de nada.
Todos miraron a Tara que se sonrojó con fuerza. —Ha habido un… error.
—Y tanto —dijo Kelly de lo más relajada. Al parecer el donante le
gustaba mucho más que su cuñado—. ¿Pero sabes qué? Mejor, porque así si
se entera mi marido vuestra relación no se resentirá. Seré la única
responsable. Tenía que haberlo hecho hace mucho tiempo.
—Kelly, ¿de qué hablas?

—Me inseminé la misma tarde que Kelly —dijo a punto de vomitar de los
nervios. Tomó aire—. Con tu semen. Ese fue el error.
Por su cara se había quedado en shock y las tres le miraron con los ojos
como platos esperando su reacción.

—¿Warren? —Kelly forzó una sonrisa. —¿Necesitas un calmante?


Seguro que por aquí tienen algo…
—¿Qué coño…? —Fulminó a Tara con la mirada. —¡Te voy a
demandar!
—No —dijo Lili sorprendiéndole—. Porque entonces tu hermano se va a
enterar de por qué diste la muestra.
—Y no queremos eso —terminó Kelly por ella.
Las miró como si estuvieran locas. —Así que me tengo que conformar.

¿Ves en el lío en el que me has metido? —gritó furibundo.


—Él no quería —explicó Kelly como si nada antes de levantarse —.
Bueno, como ya se ha aclarado todo, me voy que tengo mil cosas que hacer.
—Asombrados vieron cómo se largaba. —Warren, te llamo para cenar un día
de estos. Chaito. —dijo antes de cerrar la puerta.
Warren puso las manos en las caderas mirándola fijamente. —Y hablando
de todo un poco, ¿qué le habéis metido a ella? —preguntó con ironía.
—El semen de un donante.
—Que habías elegido para ti.

Era listo. —Sí.


—¿Y se puede saber cómo puedes cometer un error así? ¡Le di la muestra
a ella cinco minutos antes! Vi como la metía en la consulta para… —Se
volvió hacia Lili mirándola cabreadísimo. —¡El error fue tuyo! Te la di en el

mostrador y la cogiste para ponerle la etiqueta. ¡Vi como lo hacías antes de ir


hacia la consulta! ¿Qué hiciste? ¿Acaso eres estúpida?
Lili la miró asustada y ella dijo rápidamente —Cualquier error que se
cometa en la clínica es responsabilidad mía.
—¡Por supuesto! —Amenazante la señaló con el dedo. —Vas a abortar.
—Se le cortó el aliento mirando sus fríos ojos verdes. —Este error es tuyo y
tú lo vas a subsanar. Y más te vale que lo hagas cuanto antes porque sino voy
a destruir esta maldita clínica. Eso te lo juro por lo más sagrado. —Sonrió

malicioso. —Te aconsejo que lo hagas hoy mismo.


Ese tono la cabreó y enderezó la espalda. —Y yo te aconsejo que te
relajes porque como me cabrees puede que hable con ese hermano tuyo que
está en la inopia respecto a los planes que tenías con su mujercita.
Warren dio un paso hacia ella. —Entonces te demandaré. ¡Te dejaré en
bragas! ¡A mí no me jodes! ¿Quieres guerra, nena? Pues la vas a tener. —Fue
hasta la puerta. —¡Te aconsejo que lo soluciones ya!
—¡No te pido nada! ¿Qué más te da? ¡A ella se lo diste!
—¡Exacto, se lo di a ella! ¡No a ti! —La miró con desprecio. —¿Crees

que voy a dejar que me exprimas en el futuro con un hijo que no deseo y que
no he deseado nunca?
—Firmaré lo que sea. No necesito tu dinero. Por favor…
La fulminó con la mirada antes de cerrar de un portazo y los ojos de Tara

se llenaron de lágrimas antes de mirar asustada a Lili que estaba pálida. —


Dios ¿qué voy a hacer?
—No lo sé. Lo siento, creía que…
Se sentó en su silla sintiéndose agotada. —No puedo abortar. No puedo
hacerlo…
Lili la miró angustiada. —Lo siento. No sabes cómo lo siento.
—Dios… —Con la mirada perdida pensó en lo que había pasado. —Si
nos presiona demasiado no puedo decírselo a su hermano. Yo tampoco soy

así.
—¿Y cómo va a presionarte?
La miró sorprendida. —¿Qué?
—No puede obligarte a abortar.
—¿No le has oído? Si no me deshago de él, hará lo que sea necesario para
destruir la clínica. ¡Es el trabajo de toda la vida de mi padre!
—Pues entonces igual deberías hablar con él.
—¿Con mi padre? —Asustada negó con la cabeza. —Le daría un
disgusto enorme.

—Dios, no pensé en las consecuencias.


—La culpa es mía por decírselo. —Se llevó la mano al cuello. —Creía
que me daría una oportunidad. ¡Soy una idiota!
—Estás enamorada.

—Pues ese enamoramiento ha bajado un grado, te lo aseguro. Menuda


mala leche que tiene. Hasta Kelly se lo ha tomado mejor con lo pija que
parecía.
Lili hizo una mueca. —Tú también te lo has tomado muy bien. Cualquier
otra me hubiera despedido.
Sonrió con tristeza. —Solo querías que tuviera algo suyo. —Entrecerró
los ojos. —Y lo quiero.
Su amiga sonrió. —Pues a ver cuál es su siguiente paso.

Warren entró en su despacho cerrando de un portazo y chilló casi


saltando de la silla del susto. Le fulminó con la mirada. —¿Estás loco?
—¿Qué has decidido?
Eso sí que era ir al grano. —Bueno, solo han pasado unas horas —
respondió haciéndose la tonta—. Con tanto trabajo no he tenido tiempo… —
Él la miró como si quisiera matarla. —Necesito tiempo, ¿vale?
—¿Cuánto? ¡Cuánto tiempo necesitas para decidir algo que tendría que

salir de ti!
—¿De mí? Yo quiero tener un hijo, ¿recuerdas? ¡Y mi misión es dar vida
no quitarla!
Dio un paso hacia ella apoyando las manos sobre la mesa. —¿Me estás

diciendo que tus convicciones te impiden el aborto?


Una salida. —Pues ya que lo dices sí.
—¡Pues ya las estás cambiando! —le gritó a la cara.
—¡A mí no me grites! ¡Esto también ha sido una sorpresa para mí!
¡Llevaba dos años buscando al candidato adecuado!
Warren entrecerró los ojos. —Todo esto es muy raro. ¿Cometéis muchos
errores?
—Jamás.

—¡Pues entonces es más raro todavía! Cambió la muestra a propósito,


¿verdad? —Tara palideció. —¡Joder, estáis locas!
—No, no fue así.
—¡No me mientas! ¡Desde que me viste me comiste con los ojos! ¿Sabes
cómo me siento?
—¿Violado? —preguntó casi sin voz.
—¡Sí! —gritó furioso.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Lo siento, yo…
Él se enderezó y frustrado se pasó la mano por su cabello negro. —Vas a

abortar, no hay más que hablar.


—Por favor…
—¡No me ruegues! ¡Puedes tener un hijo con otro donante!
—No quiero nada, te juro que no. Te daré un formulario como los que

firman los que reciben las donaciones. Te cubrirá para el futuro de posibles
reclamaciones. No tienes que verle. No tienes…
—¡He dicho que no!
Se estremeció porque era evidente que no iba a dar su brazo a torcer y se
le ocurrió algo. —Tengo ahorrados doscientos mil dólares. Considéralo una
indemnización. Pondré mi piso a tu nombre —dijo desesperada.
Él la miró asombrado. —¿Qué has dicho?
—¡Te lo daré todo, pero no me lo quites! —Una lágrima corrió por su

mejilla dejándole de piedra.


Warren apretó los labios viendo su miedo y su dolor. —Podrías tenerlo de
otro.
—¡Quiero este!
Se llevó la mano al vientre como si le estuviera protegiendo y él enderezó
la espalda antes de decir fríamente —Tendrás noticias mías.
—Warren… —le rogó antes de que saliera del despacho.
Metió la llave en la cerradura y abrió la puerta sabiendo que la decepción
que le iba a provocar a su padre sería demoledora. —¿Papá?
—¿Ya estás aquí? —preguntó desde arriba—. Todavía me estoy
vistiendo. Ya verás a donde te voy a llevar a celebrarlo.

Sus ojos negros se llenaron de lágrimas y dejó el bolso sobre la mesa del
hall. —Papá, baja tenemos que hablar.
Su padre apareció con la chaqueta del traje en la mano y la miró
preocupado. —¿Qué ocurre? ¿Algo no va bien con el niño? ¿Estás enferma?
—Bajó las escaleras a toda prisa dejando la chaqueta en la barandilla para
cogerla por los brazos y mirarla bien. —Cielo, ¿qué ocurre?
—Ven papá, tengo algo que contarte.
—¿Pero estás bien?

—Sí, solo algo disgustada. —Cogió su mano y le llevó hasta el salón. —


Ha ocurrido algo importante que nos afecta.
Media hora después su padre la miraba con los ojos como platos y ella
apretó los labios agachando la mirada avergonzada. —Sé que crees que es
una locura, pero cuando Lili me dijo lo que había hecho fui tan feliz… Un
hijo suyo. No me lo podía creer. —Se echó a llorar. —Pero quiere que aborte.
—Es lógico, hija. Para él debió ser una sorpresa. Pero legalmente no
puede hacer nada.
Le miró sorprendido. —¿Qué?

—Vi el expediente, ¿recuerdas?


—Sí.
—En él firmó los papeles como W. Chapdelaine. Lo recuerdo bien
porque me llamó la atención. La inseminada fue Kelly Chapdelaine.

Legalmente fue el semen de su marido el que te inseminaron. Porque tú creías


que era su marido, ¿no?
—Sí —dijo mientras sus ojos negros brillaban, pero al pensarlo bien dejó
caer los hombros—. Eso no le echará atrás. Está empeñado.
—Pues que nos demande. Tenemos seguro para estas cosas. Y bien caro,
por cierto.
Le miró esperanzada. —¿De verdad?
La abrazó a él. —No debes preocuparte.

—Pero la clínica se resentirá.


—Conozco a esos pijos. ¿Y empañar el nombre de los Chapdelaine con
un escándalo así? ¿Y perder a su hermano de paso? No. Son de esos que
ocultan este tipo de escándalos.
—Parece que les conoces.
—He estado en el club y como habíamos hablado de ellos esta mañana
salió la conversación. Tienen dinero de toda la vida. Son de la rancia nobleza
de Nueva York, por decirlo de alguna manera. Te aseguro que tu chico
cerrará el pico.

—No es mi chico. —Se miró las manos.


—Pero lo será. Ahora está cabreado, pero seguro que se le pasa.
—¡Papá hay que ser realista!
—Y lo soy. —Sonrió encantado. —Ya verás como en unos meses la cosa

ha cambiado mucho. —Le miró como si estuviera loco. —Venga, vamos a


cenar que la reserva no espera.
—¿Salir a cenar? —preguntó como si hablara de ir a la luna.
—Tienes que comer. —La advirtió con la mirada. —Y no admito un no
por respuesta. ¿Has comido?
Se sonrojó ligeramente. —Es que tenía el estómago revuelto con todo lo
que había pasado.
—Pues nos vamos.
Capítulo 6

Sentada ante un plato enorme de raviolis pinchó varios metiéndoselos en


la boca. Su padre rio por lo bajo. —Están buenísimos.
—Veo que has recuperado el apetito. Eso está bien.
—Me encanta este sitio —dijo con la boca llena mirando a su alrededor.
Era como estar en la Toscana. La decoración era rústica, había flores por
todos lados y cada mesa estaba iluminada con una luz anaranjada que imitaba
el atardecer. Hasta los manteles eran de lino blanco con bordados.
—¿Recuerdas ese viaje?

—Como olvidarlo. Me tiraste del tándem. —Su padre se echó a reír a


carcajadas y ella sonrió. —No tiene gracia. Me despellejé entera y seguiste
pedaleando sin darte cuenta de que ya no estaba.
—Qué tiempos —dijo su padre nostálgico—. Esos viajes eran fantásticos.
—Ahora los haremos con el niño. —Le guiñó un ojo haciéndole sonreír.
Se metió el tenedor en la boca y masticó con ganas, pero al ver tras su padre
esos ojos verdes que la miraban como si hubiera cometido un delito de pena
de muerte se echó a toser poniendo perdido a su padre que se levantó de
inmediato a darle palmaditas en la espalda,

—¿Estás bien, cielo? —preguntó preocupado.


Asintió antes de coger la copa de agua y beber. Con lágrimas en los ojos
del esfuerzo vio como Warren no se había movido de su sitio y su padre
enderezándose se dio cuenta de que estaba allí. —Ya veo. —Alargó la mano.

—Luke McBeath.
—Es evidente que ya me conoce —dijo entre dientes sin darle la mano.
—Le he visto en el periódico esta mañana.
La fulminó con la mirada. —Por eso sabías que no estaba casado.
—Pues sí. —Su padre dejó caer la mano y se sentó de nuevo. —¿Quieres
sentarte, hijo?
—No soy su hijo.
—No, pero somos familia.

—Papá…
—Veo que se lo has contado.
—Mi hija y yo no tenemos secretos.
Incómoda le miró. —¿Qué quieres? ¿No vas a dejarme cenar en paz?
—Está embarazada, tiene que comer.
Por su expresión heladora supo que ese comentario le había sentado como
una patada en el estómago.
—¿No me diga? —preguntó Warren con ironía intentando controlarse.
—Mira chaval, sé que estás cabreado, pero…

—No estoy cabreado. Esto sobrepasa el cabreo.


—Lo que sea. Mi hija no lo ha hecho a propósito. Ella tenía buenas
intenciones, pero si quieres demandarnos, tengo seguro.
Le miró asombrado. —¿Le da igual?

—Desde que he sido padre ella ha sido mi prioridad. —Tara emocionada


le miró a los ojos. —Y no va a dejar de serlo ahora. Si quiere el niño la voy a
apoyar. —Malicioso añadió —Ya te darás cuenta cuando le veas la carita.
Warren apretó los labios cogiendo una silla y sentándose entre ellos. Tara
miró a su alrededor. —¿Has venido solo?
—Tengo una cita.
Atónita vio en la zona de la barra a una rubia con unas curvas de infarto
que con las manos en las caderas miraba hacia allí. Estaba claro que ella no le

llegaba ni a la suela de los zapatos. Pero el niño no se lo quitaba nadie. Al


menos eso que se llevaba. Sintiéndose molesta pinchó los raviolis
metiéndoselos en la boca y masticando con saña mientras él la observaba.
Warren levantó sus cejas negras. —¿Algo que decir?
—No.
Luke reprimió la risa. —Bueno, ¿cuándo es la boda?
Dejó caer la mandíbula del asombro mientras Warren se tensaba. —
¡Papá! No le hagas caso, es un bromista.
—¡Más le vale, porque era lo que me faltaba!

Ofendida siseó —Sí, ya me he dado cuenta de que no soy tu tipo. ¿Por


qué no te largas? Me vas a indigestar la cena.
—Hablaré con mis abogados. Firmarás lo que haga falta.
—No. —Sorprendida miró a su padre. —No va a firmar una mierda —

dijo muy serio—. Porque sería como reconocer que el niño es tuyo y no va a
hacerlo.
Warren no salía de su asombro. —Perdona, ¿qué has dicho?
—Mira, te entiendo. Ibas a hacer un favor a tu cuñada y te has llevado
una sorpresa. Pero que hayas amenazado a mi hija en el día en que ha
descubierto que va a ser madre, no me ha sentado muy bien. Hay que tener
poco tacto para arruinarle el momento, la verdad. Además, ella se enteró del
error poco antes que tú y tampoco montó tanto drama.

—¡Porque era lo que ella quería!


Como si no hubiera dicho nada continuó —Y eso me lleva a ser
precavido. Legalmente el hijo es de tu hermano. —Soltó una risita. —¿A que
esto no te lo esperabas? Es lo que tiene ir firmando con una W para ocultar tu
verdadero nombre. Estoy seguro de que si hablo con tu cuñada me dará la
razón para ocultar su falta. ¿Crees que tiene escrúpulos después de pedirte un
hijo a espaldas de su marido? Me parece una mujer de lo más decidida. Si
demandaras, que no lo vas a hacer porque todo el mundo se enteraría de esto,
todos quedaríamos en evidencia. Sobre todo tú. —Chasqueó la lengua por su

cara de pasmo. —No sé por qué pones esa cara cuando era lo que pretendías
al no poner tu nombre de pila, pasar desapercibido. ¿Por qué no lo olvidas y
sigues con tu vida? Esa rubia lo está deseando.
—No voy a dejar que haya por ahí un hijo mío del que no sé nada —

siseó.
Tara sonrió radiante. —¿Quieres participar? —Giró la cabeza hacia ella a
punto de soltarle cuatro gritos. —Vale, no hace falta que te pongas así.
Tienes un carácter muy irritable.
—Tendremos que corregírselo al niño —dijo su padre como si nada antes
de beber de su copa—. Tu donante seguro que era mucho mejor. ¿Ves? Mi
hija también ha salido perdiendo.
—La madre que me pa…

—Ah, ah, delante del niño no. Puede oírlo —dijo con pitorreo.
Warren se levantó furioso y apretó los puños antes de volverse para
encontrarse a la rubia tras él. —¿Para qué me has llamado si ibas a ignorarme
de esta manera?
—Sara…
—¡No me llames más! —Se fue furiosa y Warren se volvió hacia ellos y
ambos le miraron inocentes.
—¿Quieres cenar con nosotros? —preguntó ella sin perder la oportunidad
—. Los raviolis están de muerte.

—No, gracias. ¡Se me ha quitado el hambre!


—Si quieres hablamos de ello —dijo su padre como si nada—. Podemos
llegar a un acuerdo.
Warren entrecerró los ojos y volvió a sentarse. —¿Te gusta la pasta? —

preguntó ella levantando el brazo—. Tienes que probarla.


—Déjalo.
—No es molestia —dijo como si nada. Cuando se acercó el camarero
sonrió—. Un plato de raviolis para el señor, se queda a cenar con nosotros. Y
traiga otra botella de vino. Necesita un copazo. —El camarero reprimió una
sonrisa antes de alejarse.
—Muy graciosa.
—Es la verdad. —Se metió el tenedor en la boca de nuevo y suspiró

encantada de que estuviera allí. Él la observó mientras dejaba el tenedor


sobre el plato a medio comer. —¿Llegamos a un acuerdo? Sé que no querías
ser padre. Lo acepto. Si no quieres saber nada de nosotros pues muy bien y si
quieres formar parte de su vida también muy bien. Depende de ti. Sé que ha
sido un shock. Entiendo si necesitas tiempo para pensarlo.
—Ya lo he pensado.
—¿De veras? —preguntó ilusionada.
—Cielo, ha dejado clara su postura durante todo el día —dijo su padre
divertido.

—Ya, pero igual lo ha pensado mejor en estos minutos y se ha


arrepentido. —Le miró a los ojos. —¿Te has arrepentido?
—No —respondió intentando contenerse.
—Pues es una pena, ¿sabes?

—¿Y eso por qué?


—Bueno, ya tienes treinta y cinco años…
—Treinta y cuatro.
—¿De veras? Pues he visto en tu expediente… Ah, claro. Tu hermano
tiene treinta y cinco. Bueno, da igual. Ya tienes edad.
Levantó sus cejas negras. —¿Por qué haces esto? Si crees que
vendiéndome bien tener un hijo va a propiciar una relación entre nosotros…
—¿Me crees capaz de utilizar a mi hijo para eso?

—¡Sí! ¡Porque todavía no he resuelto mis dudas frente a ese error, como
tú lo llamas!
—No seas pesado. ¿No puedes dejarlo atrás?
—¿Cómo voy a dejarlo atrás?
—¡Yo no hice nada! ¿De acuerdo? Puede que me parecieras un hombre
interesante, pero de ahí a… Vamos, que no eres el primer hombre atractivo
que se pasa por la consulta.
—Tenía candidatos estupendos. —Asombrada miró a su padre. —
¿Verdad, hija?

—Sí, estupendos. Pregúntale a Kelly como era el que había elegido. Un


fuera de serie. Hacía triatlón. ¿Tú haces ejercicio? Me ha dicho tu cuñada que
tu familia tiene problemas cardiovasculares. ¿Crees que lo heredará el niño?
—preguntó preocupada.

—Es porque no se cuidaban nada. Bebían y fumaban en exceso. ¿En serio


tengo que hablar de esto?
—Sí —respondieron los dos a la vez.
El camarero le puso el plato delante y él lo miró como si fuera a
explotarle en la cara en cualquier momento.
—Come, están muy buenos —dijo ella preocupada—. Papá, igual
deberíamos hablar de otra cosa. Está un poco pálido.
—Igual tiene problemas de tensión.

—¡Estoy bien! ¡Y mi familia está bien! —Apartó el plato. —Esto es


ridículo, me largo.
Le cogió de la mano deteniéndole. —Warren puedes llamarme cuando
quieras. —Él apartó la mano como si le quemara y Tara se sonrojó por su
rechazo. —Y no le hagas caso a mi padre. Firmaré lo que quieras como te he
dicho en la consulta.
Warren asintió y salió del restaurante dejándoles en silencio. —¿Estás
segura de lo que haces?
—Tengo que pensar en el niño y en su bienestar. Si quiere ser su padre

tiene que serlo voluntariamente. —Le miró a los ojos, los mismos que los
suyos. Sonrió con tristeza. —No serviría de nada presionarle.
—Eres mucho más lista que yo —dijo orgulloso—. Me gusta.
—Y a mí —susurró mirando hacia la puerta—. Y a mí.

Se acarició su vientre de cinco meses mirando el escaparate. La verdad es


que esa cuna era preciosa. Se mordió el labio inferior mirando el precio.
Cuatro mil dólares. Negó con la cabeza moviendo sus rizos de un lado a otro.
Era una locura. Su primer coche no había costado eso. Gimió tocando el
escaparate porque adoraba ese dosel. Era como las cunas del siglo
diecinueve. Suspiró porque era un capricho. Un capricho muy caro cuando

era algo que no iba a usar demasiado tiempo. Se acarició el vientre de nuevo
y se alejó del escaparate deteniéndose en seco al ver a Warren, que la
observaba a punto de subirse a un coche mientras el chófer mantenía la puerta
abierta. Sus ojos la recorrieron hasta llegar a su vientre cubierto por su ligero
vestido de verano antes de mirarla a los ojos de nuevo. Tara sonrió
ligeramente antes de volverse sintiendo que se le desgarraba el corazón. La
última vez que le había visto había sido en el restaurante. Una semana
después un abogado se presentó en la clínica para que firmara un montón de
documentos renunciando a cualquier tipo de compensación económica o

herencia en el futuro. Ese había sido el último día en que había vuelto a saber
algo de él.
Caminó hasta el paso de peatones sintiendo su mirada en su espalda y
esperó a que se pusiera en verde cuando la cogieron del brazo. Sorprendida

vio que era Warren. —¿Qué haces? —Tiró de ella hacia el coche y tuvo que
seguirle casi corriendo. —¿Warren?
—Sube.
—No.
Iba a volverse cuando él la cogió por los brazos. —Sube al coche,
tenemos que hablar. —Parecía decidido y eso la alarmó. Miró a su alrededor,
pero aquello era Nueva York, nadie les miraba. —Sube al coche, Tara. —
Tiró de ella hacia el coche y no tuvo más remedio que subirse.

—¿Qué estás haciendo? ¡Tengo que volver al trabajo! —Warren se sentó


a su lado y cerró la puerta de golpe. —¿Qué quieres?
Se la quedó mirando fijamente durante varios minutos y cuando sus ojos
llegaron a los suyos su corazón saltó en su pecho. Fue en ese momento
cuando él susurró —¿Qué es?
Se le cortó el aliento. —¿Seguro que quieres saberlo?
Esa frase le tensó. —Sino no te lo hubiera preguntado. ¿Qué es?
—Son gemelas.
Él apretó los labios antes de mirar al frente llevándose las manos a la

cabeza. Parecía torturado y sin poder evitarlo le tocó el brazo. —No tienes
que…
—¡No me toques! —Apartó su mano golpeando su boca del impulso.
Tara se llevó las manos a la boca y él palideció. —Joder, nena… Lo siento,

no quería… —Se apartó la mano mostrando la sangre de su labio partido. —


¿Tara? —Intentó tocarla y ella se apartó asustada mirándole con los ojos
como platos mientras él sacaba a toda prisa un pañuelo del bolsillo para que
limpiara su labio inferior lleno de sangre. —Te juro que no quería hacerte
daño. Fue sin querer.
—Para el coche —dijo muy nerviosa.
—No fue mi intención…
—¡Para el coche!

Warren frustrado juró por lo bajo antes de bajar el cristal de separación


con el chófer. —Bill, detente.
—Sí, jefe.
En cuanto lo hizo Tara abrió la puerta y él la cogió por el brazo. —Puede
que creas que estoy loco, pero lo siento muchísimo.
—¡No quiero oírte! —Soltó su brazo y salió del coche a toda prisa. Miró
hacia atrás y le vio en la acera observándola, lo que la hizo correr más rápido
para mezclarse entre la gente.

—¿Cómo has podido cortarte el labio así? Se te va a poner como una


berenjena —dijo Lili curándoselo.
—Me golpeé contra el diente —susurró aún preocupada por lo que había

pasado—. ¿Sabes? Voy a comprarme esas cunas.


—Claro que sí, son preciosas. Pasas todos los días por allí. Seguro que la
dependienta hace fiesta cuando entres.
Sonrió gimiendo cuando se hizo daño en el labio y se levantó de la
camilla para mirarse en el espejo. Tirando del labio inferior hacia abajo vio el
corte. No era muy grande, pero estaba en muy mal sitio porque le rozaba
mucho. —Estupendo.
—Te va a molestar unos días hasta que cure.

Asintió agachando la mirada y preocupada fue hasta su mesa. —Tara,


¿qué ocurre? Has salido de compras tan contenta y has vuelto alterada y con
eso en el labio. —Lili se acercó hasta la mesa. —¿Te ha pasado algo?
En ese momento sonó el teléfono y descolgó ignorando la pregunta. —
Doctora McBeath.
—Soy Kelly. —Se quedó en silencio esperando que continuara. —¿Tara?
—Estoy aquí.
—Tengo que verte. Esta tarde a las seis delante de tu clínica. ¿Te va bien?
—Mejor a las cinco y media.

—Perfecto. Gracias. —Colgó el teléfono y Lili se cruzó de brazos sin


darse por vencida. —Kelly quiere verme.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que tenía algo que ver con Warren! Le has visto,
¿verdad? —Jadeó llevándose una mano al pecho. —Te ha pegado.

—¡No! Fue sin querer. Me apartó la mano y…


—¡Será cabrón!
—Lili no te imagines cosas.
—¡Renunció a ellas!
—Parecía torturado. —Miró al vacío. —No lo soporta.
—¡Pues que no se acerque! Nueva York es lo bastante grande. ¿Qué
quiere Kelly?
—No lo sé.

—No dejes que te mareen. Ahora ya no pueden reclamar nada. No te


dejes convencer, que eres muy blanda.
—¿Convencer a qué?
—No sé. Mejor voy contigo.
—¿Estás loca? ¡No puedes venir conmigo! Ni que fueras mi madre.
Pues allí estaba a las cinco y media en punto esperando a su lado. —No
me mires así.

—Mira que amenazarme con llamar a mi padre —siseó con rabia.


—¿Te has visto el labio, guapa?
—No fue intencionado, ya te lo he dicho. Tenías que haberle visto la cara,
estaba tan horrorizado y asombrado que no hacía más que disculparse.

—Pero te asustaste.
Eso no lo podía negar. En ese momento se detuvo un taxi ante la puerta y
Kelly salió de inmediato. Estaba guapísima. El embarazo le sentaba muy
bien. Se acercó a ellas preocupadísima. —¿Qué hace Lili aquí?
—Formo parte de esta historia. Así que no te enrolles. ¿Qué quieres?
—Mejor vamos a tomar algo —dijo Kelly mirando a su alrededor.
—¿Qué ocurre? —preguntaron siguiéndola.
—Se ha vuelto loco —susurró.

—¿Hablas de Warren?
—Vayamos a esa cafetería, hablaremos allí. Nos está vigilando para que
hable contigo.
Se miraron asombradas antes de seguirla y sin poder evitarlo echó un
vistazo a su alrededor, pero no vio nada extraño. Entraron en la cafetería y se
sentaron alejadas del escaparate.
—Muy bien, ¿qué pasa? —preguntó Lili muy mosqueada.
Kelly sonrió a la camarera. —Un zumo de naranja natural.
—Lo mismo —dijeron las demás con ganas de enterarse de lo que

ocurría.
En cuanto se alejó susurró —Me ha llamado al mediodía. Me ha ordenado
que fuera a su despacho. Y de muy malas maneras, por cierto.
—¿Qué te ha dicho?

Kelly la miró y frunció el ceño. —¿Qué te ha pasado en el labio? ¿Te has


puesto ácido hialurónico? Lo tienes enorme.
—Eso tiene que agradecérselo a tu cuñado.
Jadeó llevándose la mano al pecho. —¿Te ha pegado?
—¡Fue sin querer! ¿Ahora quieres ir al grano?
Entrecerró sus ojos castaños. —Me ha amenazado con que te convenza
para estar presente en la próxima ecografía.
Se le cortó el aliento. —¿Qué? Si quería perderme de vista. —Lo pensó

un momento. —Pero cuando nos encontramos me preguntó qué iba a tener.


Le dije que eran gemelas.
—¿Son niñas? —preguntó Kelly sonriendo—. Y dos. Está claro que me
timasteis, guapas. Yo solo voy a tener uno.
—¿Tu marido está contento?
—Pues sí. —Sonrió de oreja a oreja. —Nunca ha sido más feliz. Teníais
que verle, no deja de comprarle cosas y le va a hacer socio de los Yankees.
Le ha comprado una equipación…
—Corta el rollo, ¿quieres? Todo saldrá a la luz como Warren se vaya de

la lengua.
Kelly la miró preocupada. —Dice que ya él importa todo una mierda.
Que quiere ir a la ecografía y formar parte de su vida.
—Pero yo nunca me he negado —dijo impresionada. Kelly pareció

aliviada—. Eso no significa…


—¡No fastidies!
—¿Le has visto la cara, hermosa? ¡Tiene el labio como una salchicha!
Las tres se quedaron en silencio y Kelly susurró —Me dijo que le tenías
miedo, pero pensé que era por lo de la demanda.
En ese momento llegó la camarera poniendo los zumos sobre la mesa.
Kelly sacó dinero a toda prisa mientras Lili y Tara se miraban a los ojos. —
No tienes por qué hacerlo. ¡Las niñas son tuyas!

—Es su padre y si quiere formar parte de su vida no puedo negárselo. No


es un donante cualquiera. Todo esto también le ha superado. Lo he visto en
su rostro hoy mismo.
—Pero te alteró con su comportamiento, tanto que te fuiste del coche. —
Lili cogió su mano. —Y tú no tuviste la culpa de nada.
—Deja de fastidiar, guapa. Mi cuñado no es ningún pirado. Creo que es
muy lógico que esté nervioso en esta situación. Y está arrepentido de eso, le
conozco muy bien y estoy segura. —Kelly cogió su vaso y le dio un buen
trago. —Uff, qué calor. Estoy deseando irme de vacaciones. No hay quien

aguante agosto en la ciudad.


Se la quedó mirando. Estaba radiante. —¿Eres feliz?
—¿Feliz? Nunca he sido más feliz. Y que mi cuñado no tenga nada que
ver con el niño al final era la mejor opción. Sería una brecha en la familia

porque tendría remordimientos. Y puede que se chivara.


—Todavía puede chivarse —dijo Lili con recochineo.
Kelly la fulminó con la mirada. —¿Siempre tienes que ser tan negativa?
—¿Negativa yo?
—Encima que nos has metido en este lío. Porque no soy tonta, si no ha
sido ella has tenido que ser tú la que metió la pata.
—Me acabas de decir que ha sido un alivio. A ver si te aclaras. Y
deberías darme las gracias.

—No te soporto.
—Ya somos dos.
—¡Haya paz! —Pensando en ello dijo —Le llamaré. Hablaré con él.
Kelly sonrió encantada. —Pues te espera esta noche a las siete en el Di
Ángelo.
—¿En el Di Ángelo? Es el sitio de moda. ¡Nos va a ver todo el mundo!
¡No, dile que le llamaré!
—¿Seguro?
—¡Sí! Hasta que no tenga las ideas claras no quiero verle.

Kelly como si nada bebió de su vaso mientras la miraban impacientes.


Dejó de beber entrecerrando los ojos. —Ah, que le llame ahora…
—¡Sí!
—No me estreses. Tendré que ir a yoga. —Abrió su Birkin y sacó su

móvil. —Es que de verdad, con lo tranquila que estaba. —Siguió


refunfuñando por lo bajo mientras pulsaba el botón y se lo ponía en el oído,
pero ellas la ignoraron. —Uno dice que haga esto y otro que lo otro.
—¡Tendrá cara! ¡Si todo el lío lo empezó ella!
—Lili, por favor….
—¿Warren? No quiere quedar esta noche. Dice que te llamará.
Si que era escueta al explicarse. Tara impaciente se acercó sobre la mesa
intentando escuchar.

—Pon el manos libres —susurró Lili.


Kelly la miró como si no supiera lo que era eso antes de concentrarse en
lo que le estaban diciendo. Colgó sin decir palabra e hizo una mueca. —Que
no.
—¿Que no qué?
—Que ya tiene la reserva. Te espera allí. Punto.
—¿Cómo que punto? —Asombrada miró a su amiga.
—No dejes que te mande a su antojo, Tara. Este se cree muy gallito.
—¡Un gallito sin las ideas claras!

—Deberías ir y ponerle los puntos sobre las íes.


—Exacto. Son mis niñas.
—Eso, tú decides.
—Si quiere formar parte de esto ya puede comportarse.

—Precisamente lo que yo pensaba.


—¿Así que voy?
—Sí, creo que es lo mejor.
Kelly sonrió. —Pero maquíllate un poco. —Chasqueó la lengua. —Te
está saliendo un morado.
Jadeó llevándose la mano a la boca antes de mirar a Lili que hizo una
mueca. —¡No fastidies!
—Pues sí.

—¡Es que es para matarle!


—Pobrecito, cuando te vea se va a arrepentir mucho.
—¡Al parecer se arrepiente de muchas cosas! —Se levantó mosqueada.
—¡Ahora me voy a comprar las cunas!
—Oh, pues voy contigo. —Kelly cogió su Birkin. —He visto unas que
son una maravilla.
Lili entrecerró los ojos. —Pues yo también voy.
—¿No habías quedado con Clay?
—Bah, porque un día lo deje plantado no pasa nada. Esto no me lo

pierdo.
Capítulo 7

Entró en el restaurante con un nudo en el estómago. Había dejado a Kelly


sola en la tienda volviéndose loca con tantas cosas y ni le había dado tiempo
a comprar las cunas porque había acaparado a la vendedora. Así que apenas
había tenido tiempo a arreglarse y encima llegaba tarde. Con un vestido negro
que le encantaba porque mostraba cada una de sus curvas enfatizando aún
más su barriguita se acercó al maître. —Me están esperando. El señor
Chapdelaine.
—Oh, sí. Lleva esperándola veinte minutos —dijo con reproche

sonrojándola. Sin decir palabra le siguió a través de las mesas y le vio


sentado en una de las más apartadas. Al menos tendrían algo de intimidad.
Él se enderezó cuando se dio cuenta de que estaba allí y apretó los labios
al ver su boca. Se levantó de inmediato. —Creía que no vendrías.
—No me has dejado mucha opción.
Le hizo un gesto al maître para que se fuera y como todo un caballero le
apartó la silla que estaba frente a él para que se sentara. —Gracias —dijo
incómoda.
—Me daba la sensación de que si te llamaba me colgarías en el acto y si

iba a verte pedirías una orden de alejamiento. —Muy tenso se sentó frente a
ella.
—¿Qué quieres, Warren? Lo que ha ocurrido hoy…
—Lo siento. —Miró su labio. —Lo siento mucho.

Asintió quedándose en silencio durante unos minutos en los que se


observaron fijamente. Él sonrió. —Te sienta bien el embarazo.
Se sonrojó apartando la mirada. —Gracias. Kelly me ha dicho…
—¿Todavía puedo echarme atrás? Sé que no me lo tomé muy bien y que
todo esto me ha superado. Pero me he dado cuenta de que quiero formar parte
de sus vidas. No me pareció real hasta que te he visto hoy.
—¿Estás seguro? Tu vida va a cambiar.
—Estoy totalmente seguro. —Respiró hondo. —Entiendo que tengas

dudas. Has pasado cinco meses sin saber de mí, pero te aseguro que no ha
habido día en que no pensara en esto. No puedo más.
Se emocionó al escucharle y forzó una sonrisa intentando no llorar. —
Claro que puedes formar parte de sus vidas. —Warren pareció aliviado. Eso
la animó a preguntar —¿Quieres ver la primera eco?
—Sí.
Sacó de su bolso su cartera y cogió la fotografía para ponerla sobre la
mesa. —La he plastificado para que no se estropee. ¿Qué te parecen?
Warren parpadeó viendo la imagen en blanco y negro haciéndola reír. —

La cara que has puesto. —Estiró el brazo y señaló con el dedo. —¿Ves la
cabeza? Y aquí está la otra.
—¿Y cómo sabes que son niñas?
—Práctica. En cuanto esté de seis meses me haré una en tres

dimensiones. Ahí se ve mucho mejor. Pero eso será después de volver de


vacaciones.
—¿Te vas de vacaciones?
—Claro, como todos.
—¿A dónde?
En ese momento llegó el camarero para tomarles nota y ella se sonrojó.
—Lo siento, no he mirado.
—Raviolis para los dos —dijo él zanjando el tema para su alivio—. Y

tráigame otro vino. Nena, ¿tú que quieres beber?


Se sonrojó de gusto. —Un zumo de manzana.
—Enseguida —dijo el chico antes de alejarse.
—¿A dónde te vas de vacaciones?
—Oh, me voy con mi padre a una casa que hemos alquilado en Italia. En
Tropea en la región de Calabria. Nos encanta Italia. Ha alquilado una casa
que está sobre un acantilado.
—Estás muy embarazada —dijo como si no le gustara nada.
—Todavía puedo viajar. De hecho podría hacerlo hasta mucho más

adelante. Y serán unas vacaciones tranquilas para descansar.


—¿Y no hay sitios para descansar por aquí cerca? —preguntó irónico.
Sonrió divertida. —Seguramente, pero allí hacen los mejores tagliatelle
que he probado.

Gruñó cogiendo su copa de vino y terminándosela de golpe. Cuando tragó


la miró a los ojos. —Está claro que no puedo protestar.
—Y lo estás deseando por la cara que pones, pero voy a ir. Mejor
cambiemos de tema. ¿Dónde vas a ir tú?
—Todavía no lo he decidido. Un amigo tiene un barco y me ha invitado a
pasar unos días con él.
—Me encantan los cruceros. El mar es tan relajante…
—El año pasado nos pilló una tormenta que me los puso por corbata. Me

veía achicando agua. —Tara se echó a reír. —Y eso que el barco cuesta una
pasta. No me quité el chaleco salvavidas hasta que llegamos a puerto. No
creo que repita la experiencia.
—Solo fue una vez.
—Suficiente. —La miró como si fuera la mujer más hermosa del mundo
y Tara sintió que su corazón daba brincos en su pecho de la alegría.
Sonrojada de gusto le dio las gracias al camarero que le llevó la bebida.
—¿Siempre te plantas cuando algo no sale como tú quieres?
—Es evidente que no. De otra manera no estaría aquí. Además, en los

negocios siempre hay malos momentos. Lo mejor es olvidarlo y seguir


adelante.
—Yo no podría aguantar tanta tensión. Mi trabajo es muy satisfactorio.
—Pero habrá veces en que no lo consigas.

—Sí, hay pacientes a los que no puedes ayudar, pero la sonrisa de una
pareja cuando lo logra merece tanto la pena que no podría ser capaz de
dejarlo. —Se echó a reír. —Mi padre tiene mono. Cada poco se cuela en la
clínica y cotillea.
Warren sonrió. —Sí, mi expediente lo había leído bien.
Tara perdió algo la sonrisa. —No dirá nada. Si te preocupa…
—No me preocupa en absoluto. —Se quedaron en un incómodo silencio
y Tara miró a su alrededor mientras él no dejaba de observarla. —Me

preocupa que mi actitud en este tiempo nos afecte en el futuro.


—Oh no, lo entiendo. Tuvo que ser una sorpresa enorme.
Metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta. —Te he traído algo.
—¿Qué es? ¿No les habrás comprado nada? Tu hermano está como loco
y… —Se le cortó el aliento al ver un papel sobre la mesa. —¿Qué es? —
Cogió el papel y lo desdobló leyéndolo a toda prisa. Le miró con los ojos
como platos. —Ni hablar. Este mediodía creía que te faltaba un tornillo. ¡No
voy a casarme contigo! ¿Solicitud de cursillo prematrimonial? ¿Esto es una
broma?

—Creo que es lo mejor. Lo mejor para todos.


—Dios mío, hablas en serio. —Ni se dio cuenta de que le ponían el plato
delante mientras su corazón estaba a punto de gritar de la alegría mirando
esos ojos verdes pues parecía que no se daría por vencido.

—Soy muy decidido, nena. Mucho. No voy a dejar que las niñas se críen
fuera del matrimonio. Por esa razón entre muchas otras no quería que las
tuvieras.
—¿Y has pasado de pedirme que aborte a querer casarte conmigo?
—Básicamente sí. Te acabo de decir que he cambiado de opinión. Y
siempre consigo lo que quiero.
Se le erizó el cabello de la nuca por como lo dijo —No vas a
convencerme amenazando a tu cuñada.

Sonrió irónico. —Lo sé. Pero es que eso solo lo utilicé para que te
sentaras ahí porque tengo algo mucho más jugoso a lo que hincarle el diente.
¿Quieres oírlo?
Tensándose entrecerró los ojos. —No.
Cogió su bolso para levantarse, pero él la agarró por la muñeca. —Se te
enfrían los raviolis y tienes que cenar. No queremos que vuelvas a caer en la
anorexia, ¿verdad?
Palideció al escucharle y atónita se sentó de nuevo. —¿Cómo te has
enterado?

—Rascando un poco en tu pasado. ¿Qué crees que opinarían tus clientes


de que hayas estado en el psiquiátrico?
Sus preciosos ojos se llenaron de lágrimas de la decepción. —Era un ala
especial para ese tipo de enfermedades.

—Vamos, ambos sabemos que en cuanto escuchen la palabra psiquiátrico


y el problemilla que he tenido yo en tu clínica, hundiré vuestra reputación
para siempre. En un año tendríais que cerrar y adiós a esa profesión que te
gusta tanto. Nadie se fiaría de tu criterio. —Sonrió satisfecho. —Ahora come.
Te encantan los raviolis. —Cogió el tenedor como si nada y pinchó uno antes
de metérselo en la boca. —Mmm, delicioso.
En su rostro veía que era muy capaz de hacerlo y toda la ilusión que se
había creado en unas décimas de segundo desaparecieron de un plumazo. Le

observó comer como si lo que acabara de decir no hubiera tambaleado su


mundo. Ahora entendía las palabras de su cuñada sobre él en el despacho
aquel día. No le conocía, eso estaba claro. Su propia necesidad por estar junto
a él la habían llevado a ir a ese restaurante y había caído en una trampa.
Estaba segura de que si no se hubieran encontrado a solas, jamás habría dicho
esas palabras ante testigos. —Lo del cursillo prematrimonial es mentira.
—Por supuesto, pero de alguna manera tenía que comprobar tu reacción y
no nos engañemos si has sido capaz de robar mi semen, es que no te disgusto
demasiado. Y tú reacción por mucha indignación que aparentaras era falsa.

Solo había que verte la cara. Nena, mientes muy mal. Espero que las niñas lo
hagan mejor porque si no tendrán muchas dificultades en la vida. —Cogió su
copa de vino y bebió sin quitarle ojo. —Ahora come. Mis hijas tienen que
comer.

Lo dijo de tal manera que se le heló la sangre y cogió el tenedor con la


mano temblorosa pinchando un ravioli y metiéndoselo en la boca. Él asintió
como si le diera el visto bueno. —En tres días iremos al juzgado para
casarnos. Por supuesto vivirás en mi casa. Podrás seguir trabajando hasta que
yo considere oportuno. Y ese viaje vete olvidándolo. No pienso dejar que te
vayas del país. Nos iremos a una casa que tengo en los Hamptons a pasar lo
que queda de verano. Tu padre podrá visitarnos, por supuesto. Es de la
familia. —Al pensar en su padre gimió por dentro. ¿Cómo iba a contarle algo

así? Warren entrecerró los ojos. —Ni se te ocurra, nena. Esto es entre tú y yo
que somos los padres de esas niñas. Intenta no contárselo a nadie más, como
a esa amiga tuya que nos ha metido en este lío, que por otro lado yo echaría
en el acto por el bien del negocio, pero eso es cosa tuya.
—Vaya, muchas gracias —dijo irónica.
—Ahora estás cabreada, pero como ya he pasado por eso, te aseguro que
se olvida. Yo he tenido que aceptar a las niñas y tú aceptarás este
matrimonio.
—¿Qué pretendes?

—Ya te lo he dicho. Mis hijas no crecerán fuera del matrimonio. ¿Quieres


seguir con la clínica? Perfecto. Pero las niñas dormirán bajo mi techo.
Seremos compañeros de piso y cada uno podrá vivir su vida discretamente
fuera de casa.

Dios, era todavía peor de lo que creía. Serían compañeros de piso y él


seguiría con su vida. ¿Cómo iba a soportarlo? Si ya estaba enamorada de él,
viviendo a su lado se volvería loca de la frustración. —Pero no pienses que
esta condena es de por vida. Si quisieras irte con otro en unos años, mientras
me dejes a las niñas perfecto.
Le miró con rabia. —Eso no pasará jamás.
—Ya veremos.
—¿Y si eres tú quien quiere separarse?

—Si eso ocurriera, que lo dudo mucho, nos divorciaremos y aceptaré que
te lleves a nuestras hijas. No sería justo para mi nueva mujer cargarla con esa
responsabilidad.
Se quedó de piedra por sus palabras. No se podía ser más frío y le miró
incrédula. —No pongas esa cara, tampoco es para tanto. Ahora come, se te
van a enfriar y tendrás que comértelos fríos. —Apoyó los codos sobre la
mesa. —Te lo advierto, como vuelvas a enfermar me voy a cabrear de verdad
y te quitaré a las niñas.
Perdió todo el color de la cara cogiendo el tenedor de nuevo. Con la

respiración agitada se metió los raviolis en la boca reprimiendo las arcadas


que la recorrían. Cómo se había equivocado con él. El peor error que había
cometido en la vida.

—¿Y qué pasó después?


Se pasó la mano por los ojos porque no había pegado ojo y se le notaba
en la cara. Forzó una sonrisa. —Pues todo muy bien. Hemos quedado para
esta noche. Cenaremos en su casa.
—¿Estás bien? —Lili frunció el ceño. —Para haber tenido la mejor cita
de tu vida no tienes buena cara.
—Es que cené demasiado y me costó dormirme.

Su amiga la miró preocupada. —¿Has vomitado?


—No. —Suspiró sin tener ninguna gana de trabajar. —Estoy bien. Así
que no te chives a mi padre que sé que te interroga todos los días con lo que
como.
—Menuda mentira. —La fulminó con la mirada. —Bueno, a veces
pregunta. Vale, me pregunta todos los días, pero lo hace porque por poco te
pierde y está algo asustado. Es tu padre, es normal. ¿Se lo has dicho?
—Me ha dicho que hoy vendría por aquí. Le diré lo que ha pasado. —Se
llevó la mano al labio que esa mañana tenía todavía peor aspecto. —

¿Empezamos? ¿Qué tenemos hoy?


—Los Adams. Ya están en la sala de espera.
—Uff, pues vamos allá.
—¿Seguro que estás bien? Nunca te he visto tan desganada con el trabajo.

Igual deberías hablar con el doctor Willis.


Sonrió sin darle importancia. —Estoy bien, no te preocupes.
—No pareces tan enamorada como antes. Es como si tuvieras una pena
dentro.
Le rogó con la mirada. —Por favor, quiero trabajar.
Lili la conocía bien y sabía que cuando tenía un problema se refugiaba en
el trabajo para evitar pensar en ello, así que salió de inmediato de la consulta,
pero en lugar de ir a la sala de espera sacó su móvil colocándoselo en el oído.

—¿Jefe? Tiene que venir. Ayer quedó con Warren y sé que me oculta algo.

En cuanto se fueron los Adams entró su padre y al verle el rostro apretó


los labios cerrando la puerta. Suspiró dejando caer el bolígrafo. —Te ha
llamado Lili.
—¿Por qué piensas eso?
—Porque son las diez. Tu hora de levantarte.
—Me estoy volviendo un perezoso. —Sonrió sentándose ante ella. —

¿Crees que necesitas hablar con la doctora Braun?


Sus ojos se llenaron de lágrimas asintiendo y su padre se apretó las manos
intentando aparentar normalidad antes de forzar una sonrisa. —¿Me lo
quieres contar?

—No puedo.
—¿Te ha amenazado?
—Papá no puedo hablar de ello —dijo sinceramente porque era evidente
que no se tragaría ninguna de las mentiras que tenía preparadas—. Cancela
las vacaciones en Italia. En dos días nos casamos en el juzgado.
—Ha tenido que ser una amenaza de primera. Lo sabe, ¿verdad? —
preguntó sintiendo una rabia indescriptible viendo como su hija asentía
mientras una lágrima corría por su mejilla—. Te ha amenazado con eso. Con

hundir tu reputación. —Asintió de nuevo. —¿Quiere a las niñas? —Sollozó


tapándose el rostro con las manos y Luke se levantó de inmediato rodeando el
escritorio y abrazándola mientras se desahogaba. —Muy bien, ahora me vas a
escuchar a mí.
—Papá…
—No voy a dejar que te ponga entre la espada y la pared. Vas a subirte al
primer avión a Italia. Nos encontraremos allí. Déjame esto a mí, ¿me
entiendes?
—No puedo perder el trabajo.

—No vas a perder el trabajo, eso te lo juro. ¿Te he fallado alguna vez? —
Acarició sus rizos negros. —Yo me encargaré de todo.
—¿Qué haría sin ti?
Su padre cerró los ojos abrazándola con fuerza. —Espero que no tengas

que descubrirlo nunca, mi vida. —Besó su coronilla y la apartó mirándola


con una sonrisa en el rostro. —Vete a casa y haz las maletas. Te llamaré.
Asintió levantándose y sus manos temblaron al desabrocharse la bata.
Cuando se la quito él se la cogió dándole su bolso. —Quédate en casa. Te
llamaré con los detalles.
—¿Seguro? —Sus ojos negros expresaban todo el miedo que sentía. —
Nos jugamos mucho.
—Seguro. Espera a que te llame.

Le abrazó de nuevo y fue hasta la puerta limpiándose las lágrimas. Lili la


observó salir con la boca abierta porque era evidente que ni podía hablar.
Corrió hacia el despacho y vio que Luke se llevaba las manos a la cabeza. —
¿Qué pasa?
—Ese cabrón… ¡La ha destrozado! —Asustada cerró la puerta. —La ha
amenazado con contar que estuvo enferma.
—Sabía que era algo así —dijo con rabia.
—¡Pretende que se casen dentro de dos días y si no consiente piensa
contar todo por lo que ha pasado! ¡Hundiría su reputación!

Jadeó llevándose la mano al pecho. —¡No!


—Claro, ahora las quiere. ¡Después de cinco meses!
—Es que se la encontró ayer al mediodía y le han entrado las ganas de ser
padre. No perdió el tiempo. Presionó a Kelly para que la convenciera y

cenara con él. Y yo también la animé para que le pusiera las cosas claras,
pero al parecer se las sabe todas…
La miró sorprendido. —Nos ha investigado. La ingresé con el nombre de
soltera de su madre.
—La ha presionado para que no nos cuente nada. ¿Pero por qué quiere
casarse?
—¿Crees que alguien que no tiene escrúpulos en tener un hijo con su
cuñada a espaldas de su hermano, no haría lo que hiciera falta para conseguir

a sus hijas? Se quiere casar para que en cuanto dé a luz las reconozca como
suyas.
—Porque ya había firmado los papeles de la renuncia.
—Exacto. Me encargué yo mismo de exigírselo a sus abogados cuando
aparecieron por aquí. Pero eso será papel mojado en cuanto dé a luz y las
reconozcan como suyas. Después la demandará alegando que no está bien de
salud y le darán la custodia.
—Dios mío… Eso la matará. Lo perderá todo.
—Le he dicho que se vaya. Cancela las citas hasta septiembre o

desvíaselas a Harry. Diles que a causa de su embarazo no se encuentra


demasiado bien y debe adelantar sus vacaciones.
—Bien, jefe. ¿Pero con él qué hacemos?
—Tráeme el expediente de David Harrison. Necesito su número de

teléfono.
Lili sonrió. —Ya entiendo por dónde va.
—Espero que nos ayude.
—Lo hará. Vaya si lo hará.
Capítulo 8

Tara se puso las gafas de sol en el ascensor y cuando se abrieron las


puertas caminó hasta la salida ignorando la mirada de asombro de las chicas
de recepción porque jamás salía a esa hora y la sala de espera estaba llena.
Pero al llegar a la puerta se detuvo recordando las palabras de Kelly la tarde
anterior. Si alguien estaba fuera vigilando la vería salir. Se volvió caminando
de nuevo hacia el ascensor, pero en lugar de entrar fue hasta las escaleras
bajando un piso para llegar al aparcamiento. Siempre tenía el coche aparcado
allí por si tenía una emergencia con alguna de sus pacientes que nerviosas la

llamaban a ella en lugar de a Willis. Y en ese momento el coche le venía de


perlas. Sacó las llaves del bolso y pulsó el botón haciendo que se encendieran
las luces. Abrió la puerta del coche y tiró su bolso en su interior gimiendo
porque era un Mercedes deportivo y era más bajo que los habituales. Apretó
el botón deslizando el asiento hacia atrás y se sentó siseando —Está claro que
necesitas un coche nuevo. —Pulsó el botón arrancando el coche y salió del
garaje a toda prisa. Tocó la pantalla del ordenador de a bordo y dijo —Llamar
a casa.
El teléfono empezó a sonar y su asistenta respondió —Casa de la doctora

McBeath.
—Marge, soy yo. —Giró el volante en dirección a su calle. —Prepara la
maleta para partir hacia mis vacaciones cuanto antes.
—¿Hoy?

—Sí, todavía no sé la hora del vuelo. Mete ropa cómoda en una sola
maleta.
—Muy bien.
—Voy para allá.
—¿Ocurre algo?
—No.
—Pues ha llamado un hombre preguntando si había empezado a
recogerlo todo.

Se le cortó el aliento. —¿Qué?


—Me ha dicho que era su novio —dijo molesta—. ¿Se va a mudar y no
me ha comentado nada?
—¿Cuándo ha llamado?
—Esta mañana —respondió preocupada—. Señorita, ¿ocurre algo?
—Haz la maleta y si vuelve a llamar le dices que sí has empezado a
recoger, ¿me oyes?
—Sí. De todas maneras me hice la loca sin responder porque no sabía lo
que estaba pasando. Le dije que si era su novio se lo preguntara a usted, que

yo no podía dar esa información. No creo que vuelva a llamar.


—Muy bien. Llego en unos diez minutos.
—Empezaré con la maleta.
—Perfecto.

Colgó el teléfono y suspiró apretando las manos alrededor del volante. No


sabía si estaba haciendo bien. Warren se iba a enfurecer en cuanto se
enterara. Le daba la sensación de que la soga que sentía alrededor del cuello
desde la noche anterior no iba a desaparecer porque se fuera a Italia. Warren
se lo había dicho. Cuando quería algo siempre lo conseguía.

—Le he dicho que no puede pasar. ¡Stuart llama a seguridad!


Warren levantó la vista del contrato que tenía en la mano por el grito de
su secretaria y la puerta se abrió de golpe. Al ver a Luke McBeath mirándole
con odio se levantó lentamente. —Shelly cierra la puerta.
Su secretaria asintió sin rechistar y cerró la puerta. —Al parecer mi
prometida tiene problemas para guardar secretos.
—Maldito cabrón…
—Vamos, suegro… no empecemos con mal pie. No me querrá de
enemigo.

—¿Sabes lo que me ha costado sacarla adelante? —preguntó con rabia—.


¡Era una niña muy sensible! ¡Las burlas de sus compañeras por ser una
estudiante brillante la hundieron completamente! ¡La acosaban de todas las
maneras posibles! ¡Cuando me enteré casi era tarde! ¡Desde ese momento nos

juramos que nunca nos ocultaríamos nada!


—Pues no has cumplido tu promesa, ¿no es cierto?
Luke palideció mirando sus fríos ojos verdes. —Lo sabes.
—Claro que lo sé. Tus visitas al médico sin que se entere tu hija son
frecuentes. Llevo cinco meses investigándoos. Y sé que ella no sabe nada.
Por eso cancelé esas vacaciones, porque no es el mejor momento de que se
entere de eso y pienso protegerla de la noticia todo lo que pueda. Como
sabes, tu hija es muy inteligente. Viviendo contigo los días que estéis fuera,

tendrás días malos y ella se daría cuenta.


—Son nuestras últimas vacaciones juntos.
Él cogió una hoja tendiéndosela. —Aquí tienes el nombre de un médico
en Suiza. Es especialista en cánceres de vejiga. Te espera en dos días. Ahí
tienes todos los datos de tu vuelo y el hotel. —Le advirtió con la mirada. —
No le digas nada a Tara. Dile que te vas con esa amiga de vacaciones o busca
una excusa creíble.
—Estás loco. ¡No pienso ir!
—¿Quieres perderte ver como crecen tus nietas? ¡Ambos sabemos que tu

cáncer no remite, Luke! ¡Este hombre puede ayudarte! ¡Al menos tienes que
intentarlo, que es lo que no has hecho hasta ahora!
Miró la hoja en sus manos y negó con la cabeza. —No pienso dejarla sola
y menos ahora.

—Yo cuidaré de ella. —Su mirada incrédula le hizo sonreír. —Vamos


suegro, puede que no hayamos empezado con muy buen pie, pero no podía
dejar que fuera a Italia. Tenía que tomar medidas.
—¡Y la amenazaste!
—Tara es muy fuerte para algunas cosas, pero tu enfermedad no podría
superarla. Y menos ahora. Cuando tenga a las niñas será distinto. Ellas le
harán salir adelante y yo estaré a su lado. —A Luke se le cortó el aliento. —
Coge la hoja.

—Está rota. No voy a ponerme de tu lado.


—Es un disgusto mucho menor que si se enterara de que su padre está
enfermo. Solo es una decepción temporal que se le pasará en cuanto vivamos
juntos y se relaje. Ahora vas a decirme qué medidas has tomado. Imagino que
ya no estará en la clínica.
Luke entrecerró los ojos evaluándole. —Necesita estabilidad.
—Y eso va a tener. Una gran familia que la arropará. Kelly será su amiga.
Puede que la vea como una pija, pero tiene un corazón enorme y le cae muy
bien. En unos meses serán inseparables. Los niños las unirán. Y mi madre

está deseando conocerla. —Dejó la hoja ante él. —Vamos Luke, sabes que
está loca por mí. Me di cuenta de inmediato.
—¡Pero tú no sentiste lo mismo!
—No voy a negar que hay una atracción entre nosotros, pero de ahí a

amarla… Pero será una buena madre, eso me lo ha demostrado ya. Amará a
sus hijas por encima de todo. —Rodeó el escritorio sentándose en la esquina
sin dejar de observarle. —Seré un buen marido. Al menos seré el marido que
necesita.
—¡Necesita que la quieran!
—¿Prefieres quedarte aquí y morir antes de que nazcan las niñas? —Luke
palideció. —¿Qué será de ella? No pensaba hacer nada, pero cuando la vi
ayer perdí los nervios y decidí intervenir. No voy a dejar que esté sola en un

momento así. Además, dejas que su trabajo interfiera en su recuperación. A


veces ni come sumida en sus casos. Eso se acabó. Necesita una mano más
firme y ha llegado la hora de ceder el mando.
Luke apretó los labios antes de sentarse en una de las sillas. —Estoy
agotado.
—Lo sé.
—Es maravillosa, ¿sabes? Pero siempre tengo miedo a que vuelva a
enfermar…
—¿Por qué dejó la terapia?

—Porque le dieron el alta y durante mucho tiempo ha estado bien. Bueno,


a veces se distraía, pero no por su enfermedad si no porque le encanta su
trabajo.
—Y eso te ponía nervioso.

—Durante años he buscado señales de que volvía a pasar. —Levantó la


cabeza para mirarle a los ojos. —Esta mañana estaba rota. Le he preguntado
si quiere volver a terapia y me ha dicho que sí.
Warren apretó los labios. —Ayer se disgustó un poco. Se le pasará.
¿Dónde está?
—En casa con la maleta preparada para irse a Italia. Le he dicho que yo
iré en unos días.
Él entrecerró los ojos pensando en ello y asintió. —Dile que suba al

avión. Nos encontraremos allí.


—Pero…
—Unos días alejados de todo, eso es lo que necesitamos. Sin trabajo que
la distraiga. Solos ella y yo.
—¿Y qué digo cuando pregunte por qué no he ido?
—Ha habido problemas en la clínica y no puedes ir. —Se cruzó de
brazos. —Ahora vamos a lo que te ha traído aquí. —Le miró sin comprender.
—¿Qué has hecho, Luke? Porque si venías a enfrentarte a mí, es porque me
creías en tus manos.

—Eres muy listo —dijo entre dientes.


—No he llegado a dirigir las empresas de la familia por mi cara bonita.
Luke se miró las manos. —He llamado al director del Times.
—Es evidente que te importa tu hija sobre cualquier cosa. ¿Qué le has

dicho? ¿Que la acoso?


—Sí.
Warren asintió levantándose. —¿La noticia saldrá mañana?
—Necesitaba una prueba.
—Saca el móvil, Luke.
Jurando por lo bajo sacó el móvil y él se lo cogió para comprobar si
estaba grabando y efectivamente era así. —Sería mejor que de esto no se
enterara nadie, ¿no es cierto? —Borró la grabación. —Irás a verle y le dirás

que todo ha sido un malentendido. Que has hablado conmigo y que solo soy
un hombre enamorado que no sabe demostrarle a tu hija que es lo más
importante para mí. De hecho me apruebas totalmente. Así cuando lleguemos
de Italia y nos casemos no le parecerá extraño.
Le miró a los ojos asustado. —Mi hija pensará que la abandono.
—Eso déjamelo a mí. —Cogió el papel de nuevo y se lo tendió. Luke lo
cogió sintiendo que traicionaba a su hija. —No la estás traicionando. Estás
haciendo lo mejor para los dos. Ahora quiero que vayas a su casa y te
asegures de que coma. ¿A qué hora es el vuelo?

—A las siete de la tarde.


—Perfecto. Me dará tiempo a arreglarlo todo. ¿Quieres que busque una
asistente que te acompañe?
—No. No será necesario —respondió preocupado levantándose—.

Warren…
—Cuidaré de ella. Solo debes preocuparte de reponerte cuanto antes. Lo
demás déjamelo a mí.
—Intenta no hacerle daño para conseguir tus propósitos, ¿quieres? Como
cuando regrese no vuelva a ser mi niña, te juro que te mato.
—Cuando regreses te darás cuenta de que era lo mejor para tu hija y para
las niñas.
—En cuanto se entere… Como has dicho es muy lista. Se dará cuenta de

que ocurre algo.


—Veré lo que hago en ese momento. Tú preocúpate de ponerte bien. De
ella me encargo yo.
—En este momento te odia.
—A veces tenemos que hacer cosas que no nos gustan por el bien de los
que amamos.
Luke se le quedó mirando fijamente. —Voy a despedirme de mi hija.
—No se te ocurra comentar nada de esto, Luke. No es momento de
flaquear. Y asegúrate de arreglar lo del Times. Podría estallarnos en la cara

más adelante. —Luke asintió y atónito vio como le ofrecía su mano. —Te
deseo suerte.
Le miró incrédulo y Warren dejó caer la mano mientras su suegro salía
del despacho dando un portazo. Tomando aire por la nariz pulsó el botón del

intercomunicador. —Que me busquen un billete para un vuelo que sale a


Italia hoy a las siete. La doctora McBeath va en él. Averigua cuál es.
—Sí, señor Chapdelaine.

Sorbiendo por la nariz abrió el compartimento superior para meter su


bolsa de viaje cuando alguien se la cogió. Sorprendida miró a un hombre
guapísimo que le dijo —Permíteme.

—Gracias.
Se sentó en su asiento y suspiró mirando por la ventanilla cuando el
hombre se sentó a su lado. Él sonrió y Tara le miró de reojo incómoda. Era
atractivo, rubio y de ojos azules, pero le vio simple ante su Warren. Su
Warren… Pensar en él le hizo perder la sonrisa. Igual había huido demasiado
pronto. Igual casándose con él podía hacer que se enamorara de ella. Al
menos así tenía una oportunidad. Pero el miedo la había paralizado. El
maldito miedo que la había convertido en una cobarde que por poco se mata a
base de dejar de comer. Su psicóloga le había dicho que se había matado de

hambre porque su cuerpo era lo único que controlaba de su entorno. Pero


ahora era una mujer nueva. Lo había conseguido. Era una persona totalmente
distinta, pero ante una crisis se había escondido en su concha y había querido
huir de nuevo. Y eso no podía ser. Se levantó sorprendiendo al rubio que

volvió a sonreír. —Creo que no puedes ir al baño hasta que despeguemos.


—No quiero ir al baño, quiero irme.
El pasillo estaba atestado de gente. —¿Te dan miedo los aviones?
—¡Quiero salir!
Perdió la sonrisa levantándose. —Sí, por supuesto. —Intentó salir, pero
no le dejaban y la miró impotente.
Una de las azafatas se acercó esquivando a la gente que se acomodaba y
sonrió. —¿Señorita McBeath?

—Sí, soy yo. Oiga, quiero…


—Tiene asiento en primera clase. —Abrió su compartimento dejándola
atónita. —¿Este es su equipaje?
Asintió e impotente no pudo hacer nada cuando se lo llevó.
—¡Oiga!
En cuanto pudo salió y la gente al verla embarazada se apartó haciendo
un pasillo. Caminó hacia allí a toda prisa y cuando llegó a primera clase la
mujer hablaba con un hombre que estaba de espaldas a ella. Se quedó sin
aliento por su porte y sus movimientos antes de ver su perfil. Warren sonrió

cogiendo su bolso antes de girarse y sonreír. —Sorpresa, nena. ¿A que no te


lo esperabas? He adelantado mis vacaciones para acompañarte.
—Oh, qué romántico —dijo la azafata mientras ella intentaba recuperarse
de la sorpresa—. Ya no existen muchos hombres así, cuídelo.

Como no se movía Warren se acercó mirándola a los ojos y la cogió de la


mano. —Ven, nena. Es un vuelo largo y tienes que descansar.
—¿Cómo…?
—¿Cómo lo he sabido? Ha sido fácil, te lo aseguro. —Tiró de ella
suavemente hasta sus asientos y la hizo pasar antes de sentarse a su lado. —
Ponte el cinturón.
No parecía enfadado y eso la preocupó un poco. Le miró de reojo y como
no se puso el cinturón pasó una mano sobre su vientre para cogerlo, estirando

de él para cerrarlo en su sitio. Rozó su cadera al hacerlo y se estremeció sin


darse cuenta. Él sonrió antes de hacer lo mismo con el suyo y coger una de
las revistas que le ofrecía la azafata. Sin saber qué hacer simplemente se
mantuvo en silencio mientras pasaba las hojas. —Mira, nena… Tu perfume
está de oferta durante el vuelo.
Al ver el anuncio se dio cuenta de que era cierto y eso la dejó de piedra.
—¿Cómo sabes cuál es mi perfume?
—Tengo buen olfato. —Giró la cabeza. —¿Acaso tú no sabes el mío?
Asustada miró al frente porque sí que lo sabía. Un día había ido al centro

comercial y una chica se lo estaba echando a los hombres que pasaban. Aquel
olor le trajo miles de recuerdos a pesar del poco tiempo que habían pasado
juntos. —Black Millium.
Él sonrió. —Exacto.

—No querías que fuera a Italia.


—He cambiado de opinión. Será como una luna de miel anticipada. Así
nos conoceremos un poco más. ¿No te parece, preciosa?
—Mi padre vendrá.
—Tiene que encargarse de la clínica. Y de ciertos problemillas que hemos
provocado con tu precipitada marcha.
Se le cortó el aliento. —¿Qué le has hecho?
—Nada. ¿Quién supones que soy?

—Un chiflado.
Se echó a reír y le hizo una señal a la azafata. —Algo de agua para mi
mujer.
—Enseguida, señor Chapdelaine.
Le miró incrédula.
—Nena, es mejor que lo aceptes cuanto antes.
—Que te den.
Se volvió hacia ella cogiéndola por la nuca para pegarla a él. Su corazón
saltó por como miraba sus labios. —¿Te duele?

—¡Sí! —Besó suavemente su labio inferior y cuando pasó su lengua por


él tocándole la herida, se le detuvo el corazón sintiendo que su interior se
derretía. Él besó su labio superior antes de volverse y coger el vaso de agua.
Dio las gracias y se lo tendió. —Gracias —dijo por costumbre antes de

bebérselo de golpe por hacer algo.


Warren cogió su vaso. —Este matrimonio va a tener muchas ventajas.
—¿Cuales? —preguntó sin poder reaccionar.
La miró a los ojos con deseo y susurró —¿Sabes, nena? Cuando me corría
pensaba en ti. —Separó los labios sin darse cuenta. —Todo ese tiempo en el
que estuve en esa habitación pensaba que te estaba follando sobre la mesa de
tu consulta. Así que las niñas están en el lugar apropiado.
—Cinco meses.

—Culpa mía, ahora lo remediaré.


—Lo que me dijiste de las otras mujeres…
—¿Celosa, nena? Te estaba dando una salida por si lo veías muy negro.
—Cogió su mano. —Pero eso no pasará, ¿verdad? Porque eres mía. —Lo
dijo de tal manera que le provocó un vuelco al estómago y al mirar sus ojos,
mientras acercaba su mano a la boca y le daba un beso en el dorso, se sintió
completa. Ni se dio cuenta de que habían despegado y él sonrió antes de
apagar la luz que estaba sobre ella. —¿Por qué no duermes un poco hasta la
cena? Seguro que ayer no pegaste ojo.

Vale, empezaba a parecer un psicópata de primera. Forzó una sonrisa y se


separó de él todo lo que pudo. —Nena, vas a tener torticolis cuando te
despiertes. —Se acercó y su asiento cayó de golpe hacia atrás. —¿Mejor?
Con los ojos como platos asintió y él besó la punta de su nariz antes de

apartarse para seguir con la revista. Allí tumbada le observó en silencio


mientras leía un reportaje sobre Italia en el que parecía de lo más interesado.
Cuando pasó una hora empezaron a repartir la cena y la azafata se acercó con
el carrito. —La cena, señor Chapdelaine. ¿Prefiere carne o pescado?
Él miró hacia ella y sonrió al encontrársela despierta. —¿Nena?
Iba a decir que no tenía hambre, pero él levantó una ceja. —Carne. —Se
apoyó en el reposabrazos para sentarse. —Y lo hago por no aguantarte.
Sonrió de medio lado y se acercó a ella para enderezar su asiento. —

Preciosa, no has dormido nada. No me voy a ir a ninguna parte. Puedes


relajarte. —Se sonrojó con fuerza haciéndole reír.
—Muy gracioso. —Le pusieron la bandeja delante y gruñó. —Odio la
comida de avión.
La azafata hizo una mueca. —¿Prefiere un sándwich?
Levantó el postre que era un brownie de chocolate. —¿Tiene más de
estos?
—Por supuesto.
—Tara, eso no es muy equilibrado.

—No fastidies, Warren. Si esta comida es de plástico. —Suplicó a la


azafata con la mirada y esta asintió antes de alejarse. Su novio levantó una
ceja.
—Lo que pasa es que tienes envidia —dijo viendo como revolvía sus

guisantes.
Él rio por lo bajo. —Exacto.
Se metió el brownie en la boca y sonrió comiendo a dos carrillos. La
chica le llevó seis brownies. —Y una cola light —dijo sin dejar de comer.
—Mejor se la traigo sin cafeína —contestó la chica alejándose.
Jadeó antes de mirar a Warren. —¿Por qué todo el mundo me da órdenes?
—Está claro que estás perdiendo el control.
—Totalmente. Me pasa desde que te conocí.

—Me lo imagino.
—¿A dónde vamos?
—A Italia.
—Muy gracioso.
—El destino de tu padre no me parece nada mal. He llamado a la agencia
y me la alquilará todo el mes.
—¿Todo el mes? Nos íbamos dos semanas. Bueno, tres porque nos hemos
adelantado, pero tengo que trabajar.
—No te preocupes por eso. Tu padre se encargará.

—Vendrá a por mí.


—Me ocuparé de eso cuando ocurra. Pero supongo que como hablarás
con él por teléfono, estaré preparado para su llegada.
Le miró fijamente sin dejar de masticar. —¿Cómo lo haces?

—¿El qué?
—Estar tan seguro de todo, tan seguro de ti mismo.
Se encogió de hombros. —Cuestión de práctica.
—Yo solo soy así en el trabajo. —Hizo una mueca dejando el tercer
brownie a la mitad. —No quiero más.
—¿Acaso no estás embarazada de mí? —Se le quedó mirando sin
entender. —Y nos vamos a casar. ¿No estás segura de lo que has conseguido?
—Le miró asombrada. —Duerme, nena. Me parece que estás algo confusa.

—¡Eres un creído!
Él se echó a reír. —Vamos, si me comías con los ojos. No sé cómo
tuviste tan poca vergüenza con mi esposa delante. —Se puso como un
tomate. —Así que no me digas que no es lo que querías.
—Mejor me voy a dormir. —Inclinó el asiento ella misma y se tumbó
intentando darle la espalda, pero el cinturón se lo impedía, así que se lo quitó.
Le dio la espalda. —Warren…
—¿Si, nena?
—Una almohada. —Escuchó como pedía unas almohadas y unas mantas.

—¿Tara?
Miró sobre su hombro y vio a la azafata. Extendió la mano y cogió dos
almohadas. Colocó una ante la cara para no chocarse contra la pared y otra
bajo la cabeza. Suspiró cuando sintió la manta sobre su cuerpo. Igual aquello

no estaba tan mal después de todo. Si se daban una oportunidad…


Capítulo 9

Las primeras dos semanas fueron los días más increíbles de su vida.
Sentada bajo la sombrilla en el patio de la casa que Warren había alquilado,
disfrutaba del mar golpeando contra las rocas. El primer día se habían
quedado en Tropea, pero como había demasiada gente Warren llegó a un
trato con el dueño de la casa para que les alquilara la suya que estaba a un par
de kilómetros y era mucho más tranquila. Y la casa era increíble. Tenía la
terraza sobre el acantilado con una piscina infinita que parecía que no
acababa nunca porque visualmente se unía con el mar.

Sorprendentemente se llevaban muy bien si olvidaban lo que había


ocurrido y la cuidaba de una manera que la enternecía. Eso cuando no se
ponía cabezota y terminaban discutiendo. Entonces él se cabreaba y para
acabar la discusión le daba un beso. Pero sin lengua. Eso sí que la
preocupaba, porque no había avanzado más que unos picos que le sabían a
gloria. Pero vaya, ella tenía las hormonas disparadas y estaba al lado del
hombre del que estaba enamorada. ¡Quería sexo! En ese momento le escuchó
salir de la casa con el móvil en el oído. Parecía enfadado, pero ella ni se dio
cuenta de lo que decía mirándole a través de las gafas de sol. Madre mía,

cada vez que le veía en bañador sentía palpitaciones. Sus ojos recorrieron su
musculoso pecho mordiéndose el labio inferior cuando estos llegaron a su
ombligo. Se moría por pasar la lengua por allí. ¿Qué estaba pensando? Se
estaba volviendo una pervertida. Pero es que esos días había tenido sueños

eróticos de todos los colores y ya estaba a punto de la combustión


espontánea. Él se sentó a su lado en la enorme hamaca y colgó dejando el
teléfono sobre la mesilla. —¿Te has puesto crema?
—Ajá —dijo mirando el vello de su antebrazo.
Él la miró y bajó la vista por su bikini rojo deteniéndose en su barriga. Se
sonrojó con fuerza. —¿Estoy muy gorda?
—Estás preciosa. —Se acercó apoyando las manos a cada lado de su
cuerpo y susurró —Nena, no hay nadie. ¿Por qué no haces toples?

Se le cortó el aliento mientras acercaba su mano y tiraba del cordón que


desataba la parte del cuello. Sus tirantes cayeron sobre su pecho y él acarició
su marca hasta llegar a la parte superior del bikini. —Te están quedando
marcas y es una pena cuando puedes sentirte libre para hacer lo que quieras.
Ven. —Medio hipnotizada tiró de su brazo suavemente para sentarla y rodeó
su cuerpo con sus brazos desabrochando con agilidad su parte superior que
cayó sobre sus muslos. Él la recostó de nuevo y miró sus pechos endurecidos
por el deseo antes de hacer una mueca. —Están muy blancos, preciosa —dijo
con voz ronca —. Mejor echarles crema.

Medio mareada vio como cogía el protector solar de encima de la mesa y


sin dejar de observarla echó la crema sobre la palma de la mano. —¿Quieres
que lo haga yo?
Dios, era lo más erótico que le habían hecho nunca. Vio cómo se frotaba

con lentitud las manos para extender la crema y su respiración se agitó a


medida que se acercaban. Rozó sus duros pezones antes de amasar sus pechos
y Tara gimió cerrando los ojos sintiendo que una descarga la recorría. —
Tienes una piel demasiado delicada. —Masajeó sus pechos mientras sentía
que jamás se había excitado tanto y apretó la toalla entre sus manos. Cuando
sintió el ligero apretón en su pezón gimió de placer arqueando la espalda. —
Parece que te gusta. —Su mano bajó ligeramente por su vientre y lo acarició
con posesividad. —Joder nena, te excitas muy rápido. ¿Estás húmeda? —Su

mano siguió bajando y cuando acarició el borde de su braguita ella gimió de


necesidad casi llegando al borde del orgasmo de la anticipación. Al sentir su
dedo rozando su sexo gritó arqueando su cuello hacia atrás. Él besó su cuello.
—Córrete, nena. Quiero ver cómo te corres. —Esas palabras y su roce antes
de que metiera un pezón en su boca fue como si la catapultaran al paraíso
porque todo su cuerpo estalló con fuerza agitándose entre sus brazos.
Ni se dio cuenta de cómo él le quitaba las braguitas ni de como abría sus
piernas, pero lo que si sintió fue su sexo acariciando el suyo porque todo su
cuerpo se agitó de nuevo. Abrió los ojos para verle arrodillado entre sus

piernas antes de sentir que entraba en su ser de un solo empellón. Gritó de


placer llevando sus brazos hacia atrás para aferrarse al borde de la tumbona y
él acarició su abultado vientre mirándola como si fuera suya. —Estás muy
estrecha, nena —dijo con voz ronca saliendo lentamente de su ser—.

Estrecha y caliente. —Entró de nuevo en ella y el placer la traspasó. Warren


la sujetó por los muslos entrando todo lo que podía antes de moverse de
nuevo y Tara temiendo perder lo que le hacía sentir apretó su sexo con
fuerza. Le escuchó jurar por lo bajo antes de entrar de nuevo en su interior y
Tara creyó que se partiría en dos pues todos sus músculos se tensaron de
necesidad. Warren la embistió de nuevo justo antes de perder el control e
iniciar un ritmo frenético que le robó el aliento, hasta que una última y fuerte
embestida elevó su alma hasta un mundo al que solo iría con él.

Mientras el sonido de su corazón se relajaba, Warren tumbado a su lado


la abrazaba y acariciaba su vientre posesivo. Se abrazó a él en respuesta y
sonrió sobre su pecho. —¿Por qué ahora?
Warren sonrió. —Te aseguro que te hubiera hecho el amor en el avión,
pero quería que estuvieras segura. Y por cómo me comías con los ojos hace
unos minutos me dije que ya era el momento.
—Uhmm, tienes mucho autocontrol porque te como con los ojos siempre.
Él se echó a reír. —No, nena. Hasta esta mañana había algo de
desconfianza en ti.

—¿De veras? —Levantó la cabeza para mirarle a los ojos y él acarició su


cabello. —Sí, puede que desconfiara un poco.
—Joder, vamos a tener dos hijas, te he hecho el amor y ni siquiera te he
besado como Dios manda. Está claro que esta relación va al revés.

—Pues bésame. —Se la comió con los ojos elevando la cabeza y cuando
rozó sus labios sonó el teléfono del interior de la casa. Ella gimió abrazando
su cuello. —No te vayas.
—Nena, el dueño me ha dicho que me llamaría por algo del alquiler de la
casa. No quiero que se presente aquí. Vengo ahora.
Bufó cuando se levantó y desnudo fue hasta el salón mientras ella se lo
comía con los ojos. Al darse cuenta de que estaba desnuda sintió algo de
vergüenza y cogió su ligero pareo para cubrirse. Suspiró feliz y cogió la

botella de agua cuando reparó en el móvil de Warren. Decidió llamar a Lili


porque hacía días que no sabía nada de ella y mirando hacia la casa
desbloqueó su móvil como le había visto hacer cien veces en esos días.
Marcó el numero de la clínica y sonriendo se puso el teléfono al oído. —
Clínica Invida.
—Soy la doctora McBeath. Pásame con Lili.
—Doctora, Lili no está.
Frunció el ceño sentándose. —¿Cómo que no está? Si hace dos horas he
hablado con mi padre y estaba ahí atendiendo a un paciente. ¿Es la hora de

comer?
—¿Con su padre? Doctora hace días que no veo a su padre por aquí.
—¿Cómo que hace días? ¿Quién eres?
—Soy Anne, doctora. Creía que Lili se había cogido vacaciones por su

ausencia.
—No, se las cogía en septiembre —dijo alterada —. ¡Precisamente por mi
ausencia! ¡Para mantenerme informada! ¡Si he hablado con ella hace una
semana y todo iba bien!
—Pues hace una semana no estaba aquí.
No entendía nada. —¿Y dices que mi padre tampoco ha ido por allí?
—No, doctora. ¿Todo va bien?
Colgó el teléfono de inmediato y muy preocupada se iba a levantar

cuando el móvil pitó. Distraída miró la pantalla para ver el nombre de su


padre. ¿Le había enviado un WhatsApp a Warren? Sin poder creérselo abrió
la aplicación y leyó:
“El médico dice que la operación ha sido un éxito. Me puedo dar la
quimio en Nueva York y volver en dos meses para una revisión completa. Os
veo en casa a vuestro regreso.”
Perdió todo el color de la cara y angustiada leyó todos los mensajes.
¡Habían empezado el mismo día que habían abandonado Nueva York! Le
habían estado mintiendo desde que se había subido al avión. Atónita leyó un

mensaje:
“Al final me he traído a Lili. He tenido que contárselo todo y entiende la
situación. No le dirá nada cuando la llame. El doctor ha dicho que hay que
operar de inmediato.”

“Gracias, cuando hablo con ella la noto feliz. Tenías razón, ya era hora
de delegar el mando”.
¿Delegar el mando? Con la respiración agitada leyó el siguiente:
“Operado con éxito. El cirujano está muy contento. Esperando el resultado
de la biopsia. Por cierto, soy Lili.”
Miró hacia la casa y vio a Warren a través de la ventana caminando por el
salón con el teléfono al oído antes de seguir leyendo: “Es lo que se esperaba.

Mañana empiezo a levantarme de la cama y van a hacerme unas pruebas. No


sé si podré cogerle el teléfono cuando llame.” Tara se llevó la mano al cuello
de la impresión. “Intenta que me llame a última hora de la tarde.”
Entonces recordó todas las veces que habían hablado y las excusas de su
padre para no ir a Italia. Al principio porque había problemas en la clínica y
después porque la veía tan feliz que no quería interferir en su relación. Sus
ojos se llenaron de lágrimas porque durante esos momentos tan duros ella no
había estado a su lado. Warren salió de la casa sonriendo y al ver su
expresión se detuvo en seco. —Nena…

Gritó furiosa tirándole el teléfono a la cara y él lo esquivó por un


milímetro levantando las manos. —¡Tara tranquilízate!
—¡Cómo no me has contado algo así! —gritó desgarrada.
—Era lo mejor. ¡Estás embarazada y de gemelas además! ¡No queríamos

que te disgustaras y que cayeras enferma por no poder digerirlo!


Pálida se levantó. —¿Temes que deje de comer y mate a mis hijas? —Por
su mirada era evidente que era exactamente lo que pensaba e impresionada
negó con la cabeza. —Dios mío, crees que estoy loca.
—¡No digas tonterías! Pero es obvio que eres más débil emocionalmente
que otras personas y no puedes enfrentarte a ciertas cosas sin sufrir de manera
exagerada. ¡Y ahora tienes las hormonas disparadas!
—¡Tenía derecho a saberlo! —gritó horrorizada por lo que habían hecho

—. ¡Ya no tengo quince años! ¡Ha estado solo!


—Esta decisión la he tomado yo, pero debo decir que los demás tampoco
se lo pensaron mucho antes de apoyarme en mis planes. ¡Por algo será!
Dolida por sus palabras y por la opinión que tenían los demás de ella,
asintió mientras una lágrima se deslizaba lentamente por su mejilla antes de
correr dentro de la casa.
—¡Tara no corras!
A toda prisa fue hasta la habitación que ocupaba y abrió el armario
cogiendo las primeras braguitas que pilló. Se las estaba poniendo cuando él

entró en la habitación. —¿Qué haces?


—Me largo de aquí. Mi padre va hacia Nueva York y quiero verle.
—¡Tú no te vas a ningún sitio!
—¡Cállate! ¡No eres nada mío como para dominar mi vida! —gritó fuera

de sí.
—¡Eres mi mujer!
—¡No! —Le miró con odio. —¡Eso no va a pasar jamás! ¡Estaría loca si
me casara con un mentiroso manipulador como tú! ¡Nunca has pensado en lo
que sentiría al enterarme! ¡Lo único que te ha importado ha sido que lleve
este embarazo a término!
—Eso es mentira.
—¿No? ¡Lo has dicho claramente! —Se puso el sujetador y cogió unos

pantalones cortos premamá y una camiseta que él le arrebató de las manos.


Atónita gritó tirándose sobre él y empezó a golpearle con los puños. —
¡Maldito cabrón! ¡No tenías ningún derecho! —gritó muerta de miedo por su
padre.
Warren la abrazó a él con fuerza impidiéndole que se moviera y gritó
revolviéndose, pero él no la soltaba. —Shusss, nena. Ya ha pasado. He
hablado con su doctor y está muy satisfecho.
—Ha estado solo —dijo entre sollozos.
—No ha estado solo. Y estaba mucho más tranquilo sabiendo que tú

estabas aquí sin enterarte de nada para que no pasara precisamente esto. No
quiere que sufras.
Se le cortó el aliento porque era evidente que no lo entendía. La habían
tratado como una inmadura que no era capaz de llevar su vida y eso no sería

algo puntual. Su opinión siempre se vería cuestionada por una enfermedad


que tuvo hace años. Nunca tendrían una relación de igual a igual. Se sentía
vejada y no podía seguir dejando que la tratara como una niña. Había
confundido que se preocupara de ella durante esos días vigilando todo lo que
hacía, con un control extremo que no era sano para nadie.
Él se apartó y sonrió cogiendo sus mejillas para elevar su rostro. Al ver el
rencor en sus ojos se tensó y dejó caer las manos. —¿Qué tal si salimos a
cenar? El dueño de la casa me ha recomendado un par de restaurantes que no

están muy lejos de aquí.


Ahora quería ignorarlo, esperando que se le pasara como si hubiera sido
una rabieta infantil. Estaba claro que no la dejaría irse sin montar el numerito
y esa era una oportunidad. —¿Seguro que está bien?
—Te aseguro que ahora vivirá mucho más de lo que tenía previsto antes
de salir de Nueva York. —Sonrió besando suavemente sus labios y ella
asqueada se apartó yendo hasta el armario mientras intentaba retener las
lágrimas. Enterarse del estado de su padre y la decepción que la recorría,
provocaba un dolor abrumador, pero debía ser fuerte. Se enderezó sacando un

vestido negro de encaje que todavía no se había puesto. Warren sonrió, pero
esa sonrisa no llegó a sus ojos. —Me voy a duchar.
Asintió dejando el vestido sobre la cama y se detuvo en seco al sentir sus
brazos a su alrededor acariciando su vientre con posesividad. —No debes

preocuparte. Cuando le llames mañana te darás cuenta de que está muy bien.
—La besó en la sien. —Ponte zapatos bajos. Estarás más cómoda.
Mientras salía de la habitación le miró de reojo, pero por primera vez
desde que le conocía no sintió esa atracción que la volvía loca y se dio cuenta
de que él había matado algo en su interior que no recuperarían nunca. Se
enderezó mientras las lágrimas caían por sus mejillas y a toda prisa cogió su
bolso comprobando que su pasaporte y su cartera estuvieran dentro. Lo sacó
todo metiéndolo en el bolso de noche que llevaría para la cena y fue a

ducharse. Lo hizo en tiempo récord y cuando salió se puso una toalla


rodeando su cuerpo. Fue hasta la habitación de nuevo para coger otra ropa
interior que pegara con el vestido cuando vio el bolso en otra posición sobre
la cama. Sin aliento miró hacia la puerta y se acercó lentamente al bolso. Lo
abrió y asustada se dio cuenta de que no estaba el pasaporte. Casi chilla de la
frustración, pero hizo como si nada sacando del bolsito una barra de labios
antes de ir hacia el armario y coger ropa interior negra. Podía hacer lo que
quisiera, pero a ella ya no la iba a detener. Ni él ni nadie. Era su vida y la
viviría como le diera la gana.

Llegó al JFK a las seis de la mañana dos días después y en cuanto


encendió el teléfono vio las treinta llamadas perdidas de su padre y su

supuesto novio. Hasta Lili la había llamado. Decidió llamar a su padre para
que no se preocupara y de la que iba hacia la parada de taxis se puso el
teléfono al oído.
—Gracias a Dios —dijo la voz agotada de su padre—. ¿Estás bien?
—¿Y tú?
—Hija, yo…
—No quiero explicaciones —dijo dolida—. Ya me las ha dado Warren.
Solo quiero saber si estás bien.

—Algo cansado, pero el médico dice que podemos ser optimistas. Los
tumores no habían traspasado la pared de la vejiga.
—¿Por qué no te sometiste a tratamiento en Nueva York? —preguntó
sabiendo la respuesta.
—Hija… No fue culpa tuya. —Angustiada sintió como una lágrima
recorría su rostro. —No eran nada optimistas y no quería sufrir como lo hizo
tu madre durante dos años.
Podía entenderlo. Había sido muy duro para él y encima había tenido que
disimular ante una niña que no tenía ni idea de que estaba a punto de perder a

su madre. Ahí fue consciente de todo lo que la había protegido toda la vida.
—¿Cuándo llegas a Nueva York?
—Mañana por la tarde. ¿Dónde estás? Warren está como loco buscándote
por media Italia.

—No te preocupes por eso. Te veré en tu casa mañana, ¿vale? Te quiero,


cuídate.
—¡Hija!
Colgó el teléfono y abrió la puerta del taxi subiéndose. —A Columbus
Avenue con la ochenta este.
Capítulo 10

Al día siguiente entró en la clínica y fue directamente hacia la recepción


donde Anne se levantó de inmediato. —Doctora McBeath.
—Haz que los de seguridad impidan la entrada a un hombre llamado
Warren Chapdelaine. Es moreno, alto y tiene treinta y cuatro años. Va bien
vestido. —La chica apuntó a toda prisa. —No le quiero por aquí. Si aparece,
que lo hará, llama a la policía.
—¿Es peligroso?
Para su corazón sí. —Haz lo que te digo.

—Sí, doctora.
—Van a traerme un coche. Que lo dejen en mi plaza y me suban las
llaves.
—Sí, doctora.
Fue hasta el ascensor sintiéndose observada, pero era su vida y no tenía
que dar explicaciones sobre lo que hacía o dejaba de hacer. Había llegado el
momento de dejar las cosas claras a todo el mundo. Cuando llegó a su planta
fue directamente al despacho de Harry que estaba ligando con su enfermera
de manera descarada. Al verla se enderezó perdiendo la sonrisa de golpe por

la expresión de su rostro. —Tara… ¿Qué estás haciendo aquí? —Sin


responder entró en su despacho y él la siguió cerrando la puerta. —Aún te
quedaba una semana de vacaciones.
—Ponme al día sobre lo que ha ocurrido en la clínica en estas dos

semanas. Con detalles.


Como era evidente que el horno no estaba para bollos de manera
profesional empezó a hablar de lo que había ocurrido en el tiempo que había
estado ausente. Incluso le comentó dos altercados que habían ocurrido con
dos enfermeras que se tenían celos antes de empezar a hablar de cada uno de
los casos que había atendido. Primero empezó por los suyos antes de hablar
de los pacientes que le habían desviado. Cuando terminó asintió. —¿Algún
problema más?

—Por tu rostro creo que tú has tenido más problemas que yo —dijo
mirándola fijamente.
—Dame mis casos.
Él extendió el brazo con sus expedientes. —Tara… —Ella se detuvo ante
la puerta y le miró. —Si necesitas un amigo, escucho muy bien.
Sonrió con tristeza. —Gracias.
Salió yendo hacia su despacho cuando se encontró a una de las
enfermeras que llevaba un carrito lleno de productos para colocar en la
consulta de Harry. Se detuvo ante ella y le dijo —Os quiero a las dos en mi

despacho de inmediato.
La chica palideció sabiendo de que hablaba y la observó alejarse hasta su
consulta y cerrar la puerta. El teléfono móvil volvió a sonar por enésima vez
y vio en la pantalla que era Warren de nuevo. ¿Cómo diablos se bloqueaba a

una persona? Empezó a pulsar botones y las chicas llamaron a la puerta. —


Adelante.
Se pusieron ante ella una al lado de la otra y levantó la vista de la
pantalla. —¿Cómo se bloquea a alguien que no quieras que te llame?
Las chicas se miraron y una de ellas dijo —Tiene que ir al historial de
llamadas y presionar el número que quiera bloquear.
Pues sí que era sencillo. Pulsó el botón de bloquear antes de mirarlas.
Ojalá pudiera bloquearle en todo de manera tan fácil. —No quiero saber lo

que ha ocurrido. Me importa muy poco. —Las chicas se miraron de reojo. —


Supongo que seréis conscientes de la suerte que tenéis de trabajar aquí. —
Ambas asintieron. —Y si queréis seguir haciéndolo no quiero este tipo de
comportamiento nunca más. A partir de ahora como haya un mal gesto entre
vosotras os echaré a las dos para evitar que una provoque a la otra. ¿Me
habéis entendido? Seguro que a partir de ahora seréis muy buenas amigas
porque el trabajo de una también depende de la otra. —Las miró fríamente.
—Ahora a trabajar que es para lo que os pago.
Salieron a toda prisa dejando la puerta abierta. —¿Qué le habrá pasado?

Menuda mala leche se le está poniendo.


—Shusss, ¿quieres que te oiga? No puedo perder el trabajo, idiota.
—Y yo tampoco —siseó la otra—. ¡E idiota tú!
—¡Chicas, mejor no os habléis!

Salieron corriendo cada una en una dirección distinta y ella puso los ojos
en blanco antes de ir hacia su bata. Volvió a sonar su teléfono y jadeó. —No
puede ser. —Asombrada miró la pantalla y gruñó porque era Lili. Apretó los
labios antes de descolgar. —Dime.
—¿Estás bien?
Colgó antes de soltarle cuatro gritos. Se abrochó la bata y como no tenía
citas fue hasta el laboratorio. Su teléfono sonó de nuevo y al ver que era Lili
otra vez descolgó muy cabreada. —¿Qué?

Los dos técnicos la miraron de reojo sin levantar la cabeza de los


microscopios mientras Lili decía —Vale, estás con un mosqueo de primera.
Lo pillo.
Pulsó el botón de apertura de la puerta para salir del laboratorio y que
nadie la escuchara, pero es que ni sabía qué decir. Su amiga suspiró. —
Pensábamos que era lo mejor para ti.
—¡Solo falta que me preguntes si estoy comiendo, que es lo que os
preocupa a todos!
—Mira, eres muy eficiente en tu trabajo. Ahí nadie se te sube a las barbas

cuando estás sentada tras tu mesa. Tu padre no podía haber elegido mejor su
sustituto, pero en tu vida personal nunca has tomado el mando.
—¿Pero qué tonterías dices?
—¡Si hasta las citas que has tenido te las he organizado yo! ¡Las últimas

en cuatro años! ¡Solo comes si yo me encargo de comprar la comida y todo


en tu casa lo ha organizado la asistenta de tu padre! —Se sonrojó con fuerza.
—Por Dios, si ni siquiera has sido capaz de comprar las cunas de las niñas y
te encantan desde hace meses. Nunca tomas una decisión. ¡La única que has
tomado en años ha sido tener a las niñas y te aseguro que nos dejó de piedra
después de dos años mirando expedientes! ¡Lo hiciste por Warren! ¡Y tuve
que tomar medidas!
Por Dios, era humillante. —¿No tomo decisiones? —gritó furiosa—.

¡Pues estás despedida! —Colgó el teléfono pulsando el botón de la puerta de


nuevo y al ver una placa de Petri sucia sobre la encimera al lado de su
microscopio gritó —¿Quién ha dejado eso ahí?

A la hora de comer estaba muerta de hambre. Debía ser de tantas broncas


como había echado. Todo el mundo huía de ella como si tuviera la peste.
Había ordenado a Anne que pidiera su comida, que era la única que
seguramente no la envenenaría. Con un táper de pasta ante ella estaba

comiendo a dos carrillos cuando sonó su móvil. Era un número desconocido,


pero podía ser alguno de sus pacientes, así que descolgó. —Doctora
McBeath.
—¡Nena, me has cabreado!

Colgó el teléfono bloqueando ese número y siguió comiendo sin sentir


ningún remordimiento. Sorprendentemente se lo comió todo y aún tenía más
hambre, así que fue hasta la máquina expendedora de los empleados y sacó
dos tarritos de fruta. Estaba comiendo el segundo cuando sonó el teléfono de
encima de su mesa. Descolgó diciendo —Ya puede ser importante.
—Ese hombre ha venido. Está hablando con la policía porque se niega a
irse. —Bajó la voz. —Está montando un escándalo.
—Tenemos derecho de admisión. Que lo echen.

—Sí, jefa. —La chica no descolgó y dijo —Tenemos derecho de


admisión. ¡No puede estar aquí!
—¿Es Tara? ¡Quiero hablar con ella!
Escuchar la voz de Warren le hizo apretar el auricular con fuerza.
—¡Salga de aquí o le detengo por escándalo público! —gritó un hombre
con autoridad.
—¡Muy bien! ¡Pero dile que no se va a librar de mí fácilmente! ¿Me oyes,
Tara? —gritó furioso—. ¡No vas a librarte de mí!
—Se acabó. ¡Queda detenido!

Tara cerró los ojos escuchando como se lo llevaban a la fuerza. Dios,


cuando le vio por primera vez ni se hubiera imaginado que llegarían a eso.
La policía subió a hablar con ella y al ver su embarazo y su rostro le
dijeron que podía denunciarle por acoso. Ella respondió que no quería. Solo

quería que se alejara de ella.


—Pues le aconsejo que denuncie y pida una orden de alejamiento.
No podía hacerle eso porque puede que fuera un manipulador, pero solo
había querido lo que creía que era mejor para las niñas. Sin pensar en cómo
se sentiría ella demostrando que no la quería, pero también demostraba que
ahora sus hijas eran lo primero para él. —Gracias por su ayuda, agente.
Ellos asintieron, pero antes de salir uno de ellos dijo —Ese tío no va a
darse por vencido. Volverá a molestarla y si no le denuncia tenemos que

soltarle.
—Lo sé. Estaré preparada.
—Suerte.

No volvió a molestarla en toda la tarde. Lo suponía. No quería que su


nombre estuviera en boca de todos. Seguramente iría a su casa, así que
decidió llamarle. Se puso el teléfono al oído tomando aire.
—¿Nena? Joder, ¿qué crees que estás haciendo?

—¿Te preocupa tanto el bienestar de las niñas? —Hubo un silencio al


otro lado. —¡Contesta a la pregunta!
—Sí.
—¡Pues aléjate de mí! ¡Ni se te ocurra acercarte de nuevo! Cuando

nazcan hablaremos, pero mientras tanto no quiero ni verte. ¿Me has


entendido?
—Lo he entendido perfectamente. ¿Cómo saliste del país?
—Existe algo que se llaman consulados. Cuando fuiste al baño en el
restaurante solo tuve que coger el coche e ir hasta allí para decir que me
habían robado el pasaporte. Hasta me consiguieron el vuelo de vuelta. ¿A que
son muy amables? Es que la gente ve una mujer embarazada y se desviven
por ayudarla.

—Muy lista, nena.


—Gracias. ¡Por cierto, no me llames más! —Colgó el teléfono y lo apretó
en su mano antes de llamar de nuevo. —¿Margie? Va a ir un hombre a casa.
Déjale pasar para que vea que no estoy allí y que luego se largue. Dile que no
voy a dormir en casa porque lo haré en casa de una amiga.
—¿Qué?
Gruñó antes de explicárselo de nuevo. —¿Me has entendido?
—Hecho. —Escucharon el timbre de la puerta. —Uy, ya está aquí.
—Llámame cuando se vaya.

Esperó impaciente pero su asistenta no la llamó. Mosqueada llamó por


teléfono y la mujer contestó enseguida. —Sigue aquí —susurró.
—¿Es ella? ¡Nena puedes huir, pero te voy a encontrar!
—Señorita tengo que irme.

—Vale —dijo antes de colgar el teléfono. Abrió el cajón y sacó las llaves
del piso de Lili que le había dado por si había una emergencia—. Muy bien.
vamos allá.

Nunca había estado en el piso de su amiga y fue una auténtica sorpresa.


Con los ojos como platos vio todo tirado a su alrededor como si hubiera
pasado un huracán, pero lo que la dejó helada fueron los impresionantes

cuadros que había por todas partes. Los había de todos los tamaños y sus
colores brillantes eran una alegría para el alma. Cerró la puerta dejando la
bolsa de la cena sobre una consola que había al lado y esquivando un viejo
jersey lleno de pintura que le había visto en el pasado, llegó hasta el cuadro
que estaba en el caballete a medio pintar. Eran sus ojos. Se dio cuenta de
inmediato. Eran sus ojos y estaban radiantes de felicidad. Se preguntó cuándo
había tenido esa mirada antes de echar un vistazo a su alrededor. Al ver unos
rizos negros apartó el cuadro que había delante para verse a sí misma riendo
como si fuera Marilyn Monroe en aquel cuadro de Warhol. Atónita pasó el

cuadro para encontrarse a su padre. Y el siguiente era Clay. Solo lo había


visto dos veces, pero lo reconoció de inmediato. Aún en shock recorrió su
apartamento. Estaba todo en una sola habitación. La cocina, el salón y una
cama de matrimonio en una esquina. Estaba claro que era una artista. ¿Qué

hacía desperdiciando su talento como su enfermera? Sabía que era difícil


convertirse en un artista de éxito, pero ni siquiera se lo había contado. Se
sentó en el sofá atónita. No la conocía en absoluto. ¿Había sido culpa suya?
¿No se había interesado lo suficiente en su vida? No, recordó todas las
conversaciones en su consulta a la hora de las comidas. Conocía miles de
detalles de su vida, pero era evidente que se había guardado algo solo para
ella. Se sintió una intrusa en su casa.
En ese momento se escuchó la llave en la cerradura y Lili abrió la puerta

para mirarla con la boca abierta. —¿Qué haces aquí? —Cerró la puerta de un
portazo y se sonrojó al ver el estado de su apartamento. —Tenía prisa antes
de irme, ¿vale? No me mires así. —Dejó caer su ruinosa maleta y ambas se
quedaron en silencio. —Siento haber hecho el cambio…
Negó con la cabeza sonriendo. —No lo sientas, es lo mejor que me ha
pasado nunca. —Se acarició el vientre con ternura. —Mis niñas es lo mejor
que tendré jamás, así que no lo sientas.
—Pues siento… Bueno, lo de tu padre no lo siento. Hice lo que me
mandaron. —Se echó a reír por su cara de decisión y Lili sonrió. —¿Me

perdonas?
—Siéntate Lili, tenemos que hablar.
—¿Eso que huelo es comida? —Cogió la bolsa acercándose y empujó lo
que había sobre la mesa de centro tirándolo al suelo.

—Dios mío, ¿cómo puedes ser tan metódica en el trabajo y ser un


desastre en tu casa?
—Así me desquito.
—Son fantásticos, ¿sabes?
Lili la miró sorprendida. —¿Lo dices por decir o de verdad?
—De verdad. De hecho, quiero el de estilo Warhol.
Su amiga se sonrojó. —No se lo he dicho a nadie. Me ayuda a pasar las
horas libres. —Empezó a sacar la comida de la bolsa y fue evidente que había

para al menos cuatro personas. —Sabías que iba a venir.


—Mi padre me dijo que llegabais por la tarde.
Lili suspiró sentándose a su lado. —Te quiere con locura, ¿sabes? Solo
quería protegerte.
—Puso su salud en peligro. —Hizo una mueca. —Hay amores que matan.
—Temía por ti. Desearía que alguien me quisiera de esa manera.
—Tienes a Clay. —Su amiga apartó la mirada. —¿Lili?
—Me dejó hace un año para irse con la tetona de su vecina.
—¿Por qué no me lo habías dicho?

—Me daba vergüenza.


—Al parecer te avergüenzan muchas cosas. ¿Cuánto de tu vida es verdad,
Lili?
—Eso no es justo.

—Me habéis manipulado.


Lili agachó la mirada. —Lo que te voy a contar, no lo sabe nadie, pero ya
no lo soporto más, así que ahí va. Tres días antes de la inseminación, Warren
me ofreció diez mil dólares si cambiaba las muestras antes de que se
inseminara a su supuesta esposa. Si se hacía por cualquier método, debía
cambiarlas por alguien con las características que él tenía y me contó un
cuento sobre que ella quería quedarse embarazada para sacarle el dinero. Que
quería darle una lección.

Perdió todo el color de la cara. —¿Qué?


—¡Yo le dije que no lo haría, te lo juro! ¡Pero luego esa idea empezó a
fraguar cuando me dijiste que querías tener un hijo y que lo harías esa tarde!
Ahí lo vi claro, él no quería y tú podías aprovecharlo porque estabas
enamorada.
—¡Maldito mentiroso! —Se levantó furiosa. —¡Ha mentido a todo el
mundo!
—Pues cuando te enteres de esto…
—¿Qué?

—Cuando envió a sus abogados para que renunciaras a todo, me sobornó


y esto no podía rechazarlo.
—¿Qué quieres decir?
—Quería que le contara lo que hacías cada día y tus intenciones respecto

a él. Si hablabas con la prensa… Cualquier cosa que hicieras parecía que le
importaba.
—Dios mío… —Dio un paso atrás—. Sabía que eran niñas, ¿verdad?
—Por supuesto que sí. ¡Lo sabía todo de ti!
—¿Con qué te sobornó?
—Dijo que me ayudaría con mi padre. —Se puso como un tomate. —Está
en prisión.
Dejó caer la mandíbula del asombro. —¡Está claro que te has callado

muchas cosas! ¡Me dijiste que eras huérfana!


—Es que al pedir trabajo sueles mentir, ¿sabes?
Palideció llevándose la mano al pecho. —¿Eres enfermera?
—¡Claro que sí! ¡Trabajé como una burra para conseguir mi título, te lo
juro! ¡Sabía que de esto no podría vivir! —exclamó señalando los cuadros.
—Perdona por dudar de ti. ¡Pero es que no te conozco! —Lili la miró
dolida. —¡Pero no pasa nada porque parece que no conozco a nadie de los
que me rodean!
—Ah, que no te cabreas.

—Voy a cenar.
Lili vio cómo se sentaba y cogía un tenedor de plástico empezando a
comer el arroz a las tres delicias que había llevado. —Ah, que toca comer…
Pues a comer.

Se sentó a su lado y cogió uno de los envases empezando a comer mini


rollitos de primavera mirándola de reojo como si fuera a explotar. —Tu padre
está en casa.
—Lo sé. —De repente se sintió descolocada e intentó reprimir las
lágrimas que luchaban por salir.
—¿Estás asustada?
—Sí.
—Se pondrá bien. Warren le buscó el mejor médico que se puede

encontrar. Y está bueno que te mueres. Un caramelito suizo que…


La miró asombrada. —¿Te lo has tirado?
—Claro que… ¿no? ¡Oye, no me juzgues! ¡Allí me aburría como una
ostra! Pero tranquila que no me he enamorado ni nada. ¿Quieres dejarlo ya e
irte a ver a tu padre? —Sonrió con cariño. —Está deseando verte. Cree que te
ha fallado.
—¿Él me ha fallado? —Sorbió por la nariz. —He sido yo quien le ha
fallado a él porque no ha confiado en mí lo suficiente como para ser libre en
decirme lo que le estaba pasando. Y como me ha dicho Warren, por algo

sería. —Dejó el envase sobre la mesa antes de levantarse. —Recoge el


apartamento. —Cogió su bolso. —Y cambia las sábanas, no pienso dormir
ahí.
—¿Vas a dormir aquí?

—¡Por tu culpa no puedo ir a mi casa porque un psicópata me sigue por


todo Nueva York, así que no protestes!
Abrió la puerta y escuchó —Pues el psicópata sabe dónde vivo.
—¡No fastidies!
—Un par de veces me esperó en el portal para tener noticias. Noticias
tuyas.
La miró a los ojos antes de cerrar la puerta de nuevo. —¿Qué me quieres
decir?

—Está obsesionado contigo. Me preguntaba mil cosas. Ni te lo imaginas.


Creo que sabe más de ti que yo, porque dudo que no te haya investigado por
otras vías.
—Es evidente que lo ha hecho porque era conocedor de la enfermedad de
papá. ¿O se lo dijiste tú?
—No lo sabía, te lo juro. Tu padre nunca me lo dijo.
—Bueno, ahora eso da igual. Tengo que descubrir cómo librarme de él.
—¿Estás segura? Parecías tan feliz… —Tara sintió un nudo en el
estómago. —Si yo fuera tan feliz como tú en ese momento, no sé cómo

actuaría. Aunque entiendo que ahora estés dolida, pero todos somos
responsables. No solo él.
—Entiendo las razones que teníais vosotros. Pero él no se ha molestado
en conocerme. No le importo. Si ha hecho todo esto simplemente es por las

niñas.
—¿Estás segura?
—Sí.
—Lo siento.
—Me voy. Me quedaré en casa de mi padre.
—Bien. Te veo mañana en la clínica.
Capítulo 11

Metió la llave en la cerradura y cuando entró cerró la puerta. —¿Papá?


—Estoy en el salón, cielo.
Dejó el bolso sobre la mesa del hall y fue hasta allí a toda prisa. Se lo
encontró levantándose del sofá y aparentemente estaba tan bien que parecía el
de siempre. Se emocionó y le abrazó con fuerza. —¿Estás bien?
—Sí, cielo. Todavía me duele un poco, pero estoy bien.
Se apartó cogiendo su mano. —Ven, siéntate.
Él sonrió. —Estás preciosa. —Se sentaron en el sofá y Luke acarició su

mejilla. —¿Cómo te encuentras?


—¿Y me lo preguntas a mí?
—No queríamos hacerte daño.
—¡No necesito que me protejas de todo, soy adulta! No voy a romperme
porque haya problemas. ¡Soy tu hija! ¿Sabes cómo me he sentido al darme
cuenta de que lo sabía todo el mundo menos yo? ¿Y qué es eso de que no te
tratabas? ¡Qué no se te ocurra hacer algo así de nuevo! —Luke sonrió
cogiendo su mano y sus ojos se llenaron de lágrimas. —Tenías que
habérmelo dicho. Tenía que estar a tu lado como tú siempre has estado junto

a mí.
—Siento ser sobreprotector contigo.
Sonrió apretando su mano. —Lo haces porque me quieres.
—Warren…

Se tensó con fuerza. —Warren lo hace porque quiere a las niñas. Me lo


dijo. —La sorpresa del rostro de su padre hizo que encogiera sus hombros. —
Da igual.
—No da igual, tú le quieres.
—Pero es evidente que él no me quiere a mí. Quiere algo de mí. Hay
muchas cosas que no sabes de él.
Minutos después su padre la miraba asombrado. —¿En serio sobornó a
Lili? —Se echó a reír. —Tuvo que ser una sorpresa cuando se enteró de

donde estaba su semen.


—Lo que no entiendo fue el numerito que me montó cuando le dije que
iba a tener a las niñas. En el coche parecía torturado cuando ya lo sabía. Está
chiflado. —Recordando miró al vacío. —Y todos estos días actuando a mis
espaldas mientras yo pensaba que empezaba a quererme.
Su padre apretó los labios. —Estuve de acuerdo, no sé qué decirte. Me
pareció razonable su propuesta. Sabía que le querías. Lo siento, es culpa mía.
—¿Por qué confiaste en él?
Se quedó en silencio unos segundos. —A pesar de lo que había pasado,

parecía realmente preocupado por tu reacción al enterarte de lo que me


ocurría. Me dio la sensación de que le preocupaba tu bienestar.
Eso mismo había pensado ella, pero las frases que le había dicho en la
villa de Italia no dejaban de dar vueltas en su cabeza. ¡Estás embarazada y de

gemelas, además! ¡No queríamos que te disgustaras y que cayeras enferma


por no poder digerirlo! Esta decisión la he tomado yo, pero debo decir que
los demás tampoco se lo pensaron mucho antes de apoyarme en mis planes.
Por algo será.
En ningún momento demostró que ella era la que le importaba de verdad.
Incluso se había mostrado cínico y de manera prepotente la había
menospreciado como si fuera una estúpida que no sabía canalizar sus
sentimientos. No iba a dejar que nadie la tratara así por mucho que le amara.

Había pasado por mucho años atrás para reconocer que ese comportamiento
no era sano para ella. No iba a dejar que manipulara su vida de esa manera.
La decisión estaba tomada y no solo por ella sino también por las niñas. Todo
había sido un teatro desde el principio y había demostrado que mentía como
nadie. Sonrió con tristeza. Si hasta había intentado engañar a su cuñada a sus
espaldas.
Levantó la mirada hasta su padre y este susurró —¿En qué piensas?
—Tengo que alejarme de él todo lo que pueda.
—Cuidó de ti. Cuidó de mí.

—Me alejó de ti a sabiendas. No te confundas. Lo hizo por egoísmo.


Ahora quiere a las niñas y solo hizo lo necesario porque lleguen al mundo.
Nada más. ¡Por Dios, quién organiza todo esto por alguien que ha robado tu
semen! ¡Se ha arrepentido de haber renunciado a ellas! Además, no puede

reclamarlas legalmente por haberse precipitado. Se arrepintió y empezó a


investigarnos por todas las vías que se le ocurrieron. Por eso su repentina idea
de casarse. Y cuando no funcionó, te presionó a ti de manera muy inteligente,
debo decir. Me alejó de los míos e intentó enamorarme. Nada de sexo al
principio para que me sintiera cómoda. Él mismo me lo dijo. Esperar el
momento adecuado, eso es lo que hace Warren. —Suspiró llevándose la
mano a la nuca y continuó —Lo que no se esperaba era que desbloqueara su
móvil y me enterara de todo antes de tiempo. Estoy segura de que si no lo

hubiera descubierto todo, no hubiera salido de Italia sin un anillo en el dedo


que me ligara a él hasta el nacimiento de las niñas. —Sin darse cuenta de que
tenía los ojos llenos de lágrimas susurró —¿Y sabes qué? Le hubiera dicho
que sí sin rechistar porque jamás he querido a alguien como le quiero a él.
—Hija, le haces parecer un monstruo.
—Porque lo es, papá. Vosotros no me dijisteis nada de lo que ocurría por
amor, pero él lo hizo para cumplir sus objetivos.
—¿Y si estás equivocada? ¿Y si le importas de verdad?
—¿Entonces por qué fue a verme hace unas semanas? ¿Por qué no antes?

—Luke entrecerró los ojos pensando en ello. —Porque estabas enfermo,


papá. ¡Veía que no hacías nada y empezó a preocuparse! ¿Y si morías? Él no
me conocía. Solo sabe que tengo antecedentes psiquiátricos. ¡Temía por las
niñas! Por eso fingió encontrarse conmigo y fingió que no sabía que iba a

tener gemelas. Pero iba a irme de vacaciones contigo y sé que no le gustó


nada…
—Me dijo que descubrirías mi enfermedad.
—Exacto. No sabía cómo iba a reaccionar y no podía consentir que
tuviera una crisis. Él mismo me lo dijo. Es muy decidido y siempre consigue
lo que quiere. Así que habló contigo y asustado como estabas por tu
enfermedad y por mí, fuiste el aliado perfecto. Y consiguió que no me
enterara y de paso aparentó que yo le importaba tratándome como a una reina

en Italia. Hasta que todo salió a la luz. —Se levantó y empezó a caminar por
el salón. —¿Te ha llamado?
—Continuamente. Cree que le estoy tan agradecido que estoy de su lado.
—Ha ido a mi casa y al trabajo. Ha montado un numerito en la clínica
que ha tenido que venir la policía. —Su padre palideció. —No te preocupes,
¿vale?
—¿Cómo no voy a preocuparme? ¡Estás describiendo a un loco!
—No me hará nada que me disguste demasiado. —Le miró maliciosa
acariciando su vientre. —Se preocupa por ellas, papá.

Luke separó los labios asintiendo. —¿Y qué vas a hacer?


Le miró sorprendida. —¿Sabes que es la primera vez que me preguntas
eso? Siempre me preguntas que vamos a hacer o me dices directamente lo
que debo hacer.

—Lo siento.
Negó con la cabeza. —No, papá. Lo siento yo. Debía haber tomado las
riendas de mi vida hace mucho en lugar de cargarte a ti con todos mis
problemas.
—Lo he hecho con gusto. Eres mi niña y solo te tengo a ti. —
Emocionada sintió como una lágrima corría por su mejilla y se acarició el
vientre como si quisiera proteger a sus hijas. —¿Qué vas a hacer, cielo?
—Haré lo necesario para que no se acerque ni a mí ni a las niñas hasta su

nacimiento. Tiene un poder de convicción que haría que lo olvidara todo con
solo unas palabras y eso no voy a consentirlo.
—¿Y después?
—Eso es lo que aún no he decidido, porque no sé si como padre sería la
persona adecuada. No es de fiar. ¿Y si las vuelve en mi contra? ¿Y si las
niñas terminan odiándome por él? ¿Y si un día no me las devuelve? —
preguntó asustada.
—Es evidente que no te fías de él en absoluto.
—¿Cómo voy a fiarme de un hombre que solo me ha mentido, papá?

¿Qué ha presionado a todos para conseguir sus propósitos? Jamás confiaré en


él.

Eran las dos de la mañana y estaba atracando la nevera de su padre.


Comiendo el pollo asado con las manos porque ni se había preocupado en
buscar cubiertos, se sentó en la mesa de la cocina. Vio algo en la ventana que
le llamó la atención y se sobresaltó al aparecer el contorno de una cabeza a
través de las cortinas. Cuando esa cabeza buscó un hueco para mirar al
interior y se pegó al cristal, Tara reconoció el rostro de Warren iluminado por
la luz de la luna. Se levantó en el acto dejando caer el hueso de la boca. Él de
repente sonrió. —Nena, ¿me abres?

—¡Lárgate de aquí, chiflado! ¿Quieres que llame a la policía otra vez?


—¡No te alteres! —gritó al otro lado de la ventana.
—¿Que no me altere? ¡Lárgate de mi casa! —Se apartó de la mesa
mostrando su ligero camisón de hilo blanco que le llegaba a los muslos y fue
hasta la ventana cerrando las cortinas del todo.
—Vale, tú sigue comiendo.
Jadeó indignada antes de gritar —¡Me has quitado el hambre!
—Joder… ¿No me vas a abrir?
—¡No! ¿No te lo he dicho ya? ¡No quiero ni verte!

Hubo un silencio al otro lado y después de unos minutos apartó la cortina


para ver que no estaba allí. Sintiendo el corazón alterado suspiró volviéndose
y se sobresaltó al ver a su padre en pijama en la puerta. —Lo siento, te hemos
despertado.

—Estaba despierto. ¿Se ha ido?


—Eso parece.
Su padre caminó hacia la ventana y apartó la cortina mientras ella volvía
a la mesa cuando escucharon que se movía el pomo de la puerta de la cocina.
Asombrada miró hacia allí para ver cómo se movía de nuevo ligeramente. —
No puede ser.
Luke reprimió la risa. —Insistente es.
—¡Papá, no tiene gracia!

Se puso serio. —No, ninguna. ¿Llamo a la policía? Sería la leche que su


nombre apareciera en la sección de sucesos. Igual debería llamar al director
del Times para decirle que te acosa.
—¡No! —exclamó horrorizada porque su nombre apareciera en los
tabloides. Puede que no confiara en él y que fuera un manipulador de
primera, pero no quería que todo eso le perjudicara y no podía explicarse la
razón. Es que de verdad era tonta, pero si estaban en ese lío era por culpa de
Lili y realmente jamás la había dañado. Solo quería salirse con la suya, el
muy capullo. Se acercó a la puerta al ver que se impacientaba y le dio un

mordisco al pollo que tenía en la mano—. No te voy a abrir. ¡Vete a casa y si


está lejos mejor!
—Está aquí al lado. ¿Quieres conocerla, preciosa?
Se sonrojó por el piropo. —¡Ni loca!

—¿Estás bien?
Exasperada gritó —¡Sí! ¡Y las niñas están perfectamente! ¡Así que
lárgate!
—Vale, te llamo mañana.
Asombrada se volvió hacia su padre que se encogió de hombros sin saber
que decir. —Este no se va a dar por vencido fácilmente.
—Lo suponía.
—A ver quién tiene más aguante.

—Seré yo, te lo aseguro.

Dos meses después

Salió del ascensor hirviendo de furia y Lili hizo una mueca por la
expresión de su rostro. —¿Qué ha hecho ahora?
—¡Ha comprado este edificio! Me ha llamado el administrador para que
me reúna con él esta tarde.

Su amiga la miró asombrada. —¿Pero si el contrato no estará a tu


nombre?
—Claro que no. El contrato va a nombre de mi padre. Le ha llamado para
abreviar y a ver si así se ahorraba la reunión, pero nada. Dice que si no puede

ir él que vaya su hija y sabe que hoy tiene quimio. —Gruñó dejando el bolso
sobre su mesa. —Es que es para matarle.
—¿Vas a ir?
—No, vas a ir tú.
—¿Yo? —preguntó con asombro.
—Como mi representante. Ya te firmaré algún papelito. —Sonrió de
oreja a oreja. —¿A que no te lo esperabas?
—Y seguro que él tampoco.

—Sí, seguro que no se le ha pasado por la cabeza. —Dejó su ligero


abrigo en el perchero antes de coger la bata. —Que se joda. Tienes que ser
dura. Luego ya me cuentas qué se propone. ¿Qué tenemos hoy?
—Antes de eso… —Se acercó a ella y la abrazó sorprendiéndola. —
Felicidades.
—¿Por qué? —preguntó asombrada.
—¡Es tu cumpleaños! Estás tan liada con tu marido que ni te has
acordado. —Sonrió saliendo del despacho y volvió en el acto con un gran
paquete.

Se le cortó el aliento encantada. —No es mi marido. ¿Es para mí?


—Lo que me ha costado traerlo en el metro —dijo emocionada—. ¿Lo
abres?
Impaciente fue hacia él. Sonrió porque era evidente de que se trataba. —

Este cuadro no es el de Marilyn. Es más grande.


—No, es algo especial que he hecho para este día —dijo algo nerviosa—.
Espero que te guste.
—Me gusta todo lo que haces. —Rasgó el papel de estraza que lo cubría
y cuando lo arrancó se llevó la mano al pecho al ver un retrato suyo y de su
padre abrazados. Se emocionó viendo en sus ojos la felicidad al mirarla. —Es
tan precioso…
—¿Te gusta?

—Me encanta. —Cogió el cuadro colocándolo con su ayuda sobre una


silla que estaba pegada a la pared y lo observaron. —Es perfecto.
—Gracias.
—Voy a colgarlo ahí.
—¡No! Creía que te lo llevarías a casa.
—Ni hablar. Así seguro que alguien lo ve y me preguntará por la artista.
Miró la firma, pero no la encontró. —¿Dónde está tu firma?
—Nunca los firmo.
—¿Por qué?

—Porque me da vergüenza.
—No seas tonta. ¿Te parece que tengo mal gusto?
—¿Incluyes a los hombres en esa pregunta?
—Muy graciosa.

En ese momento sonó el teléfono y fue hasta la mesa para cogerlo. —


McBeath…
—Jefa, segunda llamada del día —dijo Anne divertida.
—¿Y qué le has dicho?
—Que ya había llegado y muy guapa, por cierto.
—Gracias.
—Y ha llegado un paquete.
—Que lo devuelvan.

—Es que los del transporte ya se han ido. Intenté que no lo dejaran aquí,
pero…
Frunció el ceño. —¿Qué es?
Escuchó como se reía por lo bajo. —Un caballo con un enorme lazo rojo
atado al cuello.
—¿Perdón? ¡Será de madera! —gritó a los cuatro vientos.
—No, de hecho se está cagando en medio del hall.
—¡Le mato! —Colgó el teléfono y caminó hasta el ascensor mientras Lili
la seguía.

—¿Qué ha hecho ahora?


—Amargarme la vida, como de costumbre. —Pulsó el botón del bajo y la
miró de reojo. —En Italia fuimos a una finca a comer y a pasar el día. Tenían
caballos. Y le dije que de pequeña montaba. Error.

Se abrió la puerta y las dos abrieron los ojos como platos al encontrarse el
caballo más hermoso que habían visto jamás. Era totalmente blanco y todos
los presentes estaban a su alrededor mientras Anne intentaba coger las
riendas, pero se notaba que tenía miedo. Sus ojos volvieron al caballo que era
precioso.
—Menudo regalo de cumpleaños. —Lili se echó a reír saliendo del
ascensor mientras ella aún estaba en shock. Era el caballo de sus sueños. De
niña siempre había querido uno así. Entrecerró los ojos. Su padre se había

chivado. Uy, que era agente doble… Es que no podía fiarse de nadie.
Lili se volvió viendo como salía del ascensor. —¿Qué vas a hacer con él?
Se acercó a su morro mirando sus ojos negros y alargó la mano sin poder
evitarlo. El caballo dio un paso hacia ella como si la reconociera y fascinados
vieron cómo se ponía a su altura inclinando la cabeza hacia ella. ¿Cómo iba a
deshacerse de un sueño? Cada día le odiaba más. Sonrió acariciando su
cuello. —Anne llama al picadero más cercano a ver si pueden hacerle un
hueco. Y que sea un sitio de fiar.
—Sí, jefa.

—¿Te lo quedas?
Sonrió sin dejar de acariciarlo. —Claro. Aunque ahora no puedo montarlo
—dijo con pena—. Pero todo llegará, ¿verdad bonito?
—Es precioso —dijo una mujer a su lado—. Y es árabe. Un pura sangre

de primera.
La miró sorprendida porque ella no entendía de esas cosas. Solo había
sido un hobby de la infancia que le encantaba. —¿De verdad?
—Oh, sí. Sé de esto. Este ejemplar ha costado una pequeña fortuna, se lo
digo yo. Quien se lo haya regalado debe apreciarla mucho.
—Mi mujer es una amazona que ha participado en circuitos de monta —
dijo un hombre cogiéndola por la cintura y haciendo que la mujer se
sonrojara de gusto. Se les veía muy enamorados.

—¿Han venido a verme?


De repente parecieron avergonzados y el hombre dijo —No hemos
conseguido cita. Veníamos a ver al doctor Steinberg.
—¿A Harry?
—Teníamos algo de prisa —explicó la mujer algo cortada.
—Lili que suban.
La miraron asombrados. —¿De verdad?
—Claro, así me hablarán de mi caballo. —Les guiñó un ojo. —¿Anne?
Esta señora nos dirá donde debemos llevar a Unicornio.

—Sí, jefa.
La mujer se acercó de inmediato a la recepcionista. —Pues mira, yo le
llevaría a un picadero que hay en State Island. Apunta, me sé el número de
memoria. Vendrán a buscarlo cuanto antes. Y necesitaría agua mientras tanto.

Sonrió sabiendo que Anne se encargaría y entrando en el ascensor pulsó


el botón de su piso mientras miraba a Unicornio. La verdad es que hubiera
escuchado aquella estupidez de su infancia y que hubiera buscado un caballo
con las mismas características del que había soñado de niña era realmente
encantador. Encantador e inquietante. Era para pegar gritos de la frustración y
de la alegría a la vez. Bueno, en esa ocasión había ganado, pero no ganaría
más.
Capítulo 12

—¿Cómo has dicho? —preguntó al teléfono sentada a la mesa donde


estaba cenando con su padre.
—Si no le ves, te subirá el alquiler. Fue muy claro. Y al parecer es
totalmente legal.
—¿Es que no va a detenerse nunca? —preguntó exasperada.
—¿Es una pregunta retórica? ¿Esperas contestación?
—Muy graciosa. —Gruñó mirando a su padre que reprimía la risa y se
metió una patata asada en la boca preguntando con ella llena —¿Y que más te

dijo?
—Buff, ¿cuánto tiempo tienes? Acabo de salir.
Asombrada miró el reloj de la cocina. —¡Pero si son las nueve!
—¡Cuatro horas me ha tenido allí! ¡Menudo interrogatorio!
—Tampoco sería para tanto.
—Empezó con el caballo y después con la ecografía que le enviaste en
ese momento de debilidad. Ha dicho que son guapísimas y que son igualitas
que tú. —Puso los ojos en blanco porque sí que se le estaba yendo la pinza.
—Después me preguntó si ibas a seguir viviendo con tu padre. Le dije que no

lo sabía. Y entonces…
—¿Entonces qué?
—Que soltó que te estás poniendo muy cabezona, eso me dijo. Y que al
final ganaría él. —Se enderezó en su silla entrecerrando los ojos mientras su

padre gemía por dentro. —Entonces me preguntó cuánto tiempo ibas a seguir
con eso del guardaespaldas. Que lo veía algo exagerado.
—¡Exagerado! ¡Y me quedo corta! El otro día por poco lo esquiva. ¡Estoy
por contratar a otro! ¿Qué más?
—Que ya ha decorado la habitación. —Se le cayó la mandíbula del
asombro. —Que por ser tan cabezota no has elegido los colores, así que la ha
pintado de blanco. La ha pintado él mismo. —Sintió un nudo en la garganta y
su amiga susurró —Que siente que te lo hayas perdido y siente que él se esté

perdiendo tantas cosas. Y…


—Dime. —Intentando retener las lágrimas se levantó.
—Que se ha dado cuenta de cómo te has sentido y al verte tan bien
cuando tiene oportunidad, es consciente de que ha metido la pata. Que eres
más fuerte de lo que creía y que lo siente. Que te echa de menos.
Una lágrima rodó por su mejilla y molesta se la limpió. —Está mintiendo.
Todo es por las niñas. —Su amiga se quedó en silencio. —¿Lili?
—A mí me convenció. Y me dio la sensación de que…
—¿Qué?

—Que te quiere.
—¿Ves cómo es un manipulador? —dijo intentando ser fuerte.
—¿Y si es cierto?
—No voy a arriesgarme.

—Pues no se va a dar por vencido. Eso me lo dejó muy claro.


—Pues muy bien. Te veo el lunes.
—Feliz fin de semana.
Colgó el teléfono y se volvió hacia su padre que apretó los labios antes de
mirar su cena y seguir comiendo con desgana. —¡No flaquees, papá! ¡Sé que
lo del caballo se lo has contado tú! —Él puso un sobrecito sobre la mesa. —
¿Qué es eso?
—La tarjeta. Sabía que no la leerías y me la dio a mí.

—¿Quedas con él?


—Yo no tengo guardaespaldas —dijo divertido.
Gruñó sentándose en la mesa de nuevo. —No la voy a leer.
—Eso le dije yo, pero aun así me pidió el favor.
—¡Si la leo, que no va a influirme en absoluto, crearé un precedente y
entonces vendrás con notas todas las noches!
—Hija, le debo mucho. Y tú también. Lo menos que puedes hacer es leer
esa nota.
Vio como salía de la cocina y apretó los labios molesta apartando el plato.

Cogió el pequeño sobre y lo volvió para ver su nombre escrito en él. Nunca
había visto su letra y sin darse cuenta rozó uno de los trazos con la yema del
pulgar. Bueno, por leerla no pasaba nada. Abrió la lengüeta con cuidado y
sacó la pequeña tarjeta. Solo ponía tres palabras. “Lo siento. Perdóname.”

Cerró los ojos y dejó caer la tarjeta sobre la mesa. Esta se deslizó hasta el
suelo cayendo sobre su pie. Suspiró agachándose y se le cortó el aliento al ver
en el dorso de la tarjeta. “Te quiero, nena. No puedo olvidarte.” Se echó a
llorar cogiéndola del suelo y ni supo cuánto tiempo estuvo allí sentada
mirando esas palabras. Una fuerte patada le hizo cerrar los ojos apretando los
dientes mientras acariciaba su vientre. —Uff… Hijas, que no soy de hierro.
—¿Cielo?
Miró a su padre que estaba en la puerta con un libro en la mano y sonrió.

—No es nada. Están algo inquietas.


—Estás casi de ocho meses. ¿Seguro que es eso?
—Sí, papá. No es una contracción, no te preocupes. —Se levantó y cogió
los platos para llevarlos hasta la pila. Su padre vio la tarjeta y sonrió
ligeramente antes de ponerse serio porque ella le observaba con los brazos
cruzados. Luke carraspeó. —Bueno, me voy a la cama.
Le miró preocupada. —¿Estás bien?
—Algo cansado con la sesión, pero bien. Siento no haber podido celebrar
tu cumpleaños como mereces.

Se acercó a él y le abrazó. Estaba más delgado por el tratamiento y


parecía más frágil. El cabello se le había caído hacía semanas y había sido un
trago para los dos, aunque sabían que ese momento llegaría. Al recordarlo la
recorrió el mismo miedo que en aquel instante y eso la hizo sentir que se le

retorcía el corazón. Pero en ese momento estaba allí, a su lado y lo disfrutaría


mientras pudiera. —Tendremos muchos años que celebrar.
—Si estás sola…
Se apartó para mirar sus ojos. —No estaré sola. Tendré a mis hijas y a
Lili.
Acarició su mejilla con ternura. —Él te quiere.
—Papá…
—Vale, te dije que estaría de tu parte y lo estaré.

—Gracias. Sé que quieres que alguien fuerte esté a mi lado, pero no


confío en él.
—¿Y que tendría que hacer para que confiaras en él? —Le miró sin
comprender. —Hija, ¿cómo va a redimirse si no le darás ninguna oportunidad
haga lo que haga? ¿No crees que eso es injusto?
—¿Crees que soy injusta? —preguntó sorprendida.
—Creo que no le has escuchado.
—Y tú sí.
—Sí, hija… He escuchado sus razones y si confías en mi criterio creo que

su actitud puede que fuera exagerada, pero tenía sus motivos. Y sé que si le
escucharas, tú pensarías lo mismo.
—¡Porque me convencería como ha hecho contigo!
—Piénsalo, ¿quieres? No voy a decirte lo que tienes que hacer como

antes. Es tu vida y tu decisión, pero piensa en que si te estás equivocando,


puede que en el futuro te arrepientas. —La besó en la frente antes de alejarse
y dejarla sola.
—Genial, ya no tengo aliados.
—¡Yo siempre estaré de tu parte! —gritó su padre desde la escalera
haciéndola sonreír.
—¡Ja!
La risa de su padre la hizo ampliar su sonrisa. Intentando entretenerse

recogió la cocina y estaba pasando la bayeta sobre la mesa cuando sintió otra
patada. —Joder. —Se enderezó pasándose la mano por el vientre que ya era
enorme. —¿Estáis inquietas? Ya sé lo que pasa. No me he comido el helado,
¿verdad? —Fue hasta la nevera y sacó el helado de menta. Se volvió con el
envase en la mano y se sobresaltó dejándolo caer al ver a Warren tras ella.
Estaba algo más delgado y tenía ojeras bajo los ojos como si no descansara
bien, lo que le provocó un vuelco en el corazón porque parecía enfermo.
—Sabía que algún día se os olvidaría cerrar esta puerta al sacar la basura
al cubo —dijo él suavemente comiéndosela con los ojos mientras ella

pensaba que esa no era la frase que había imaginado que le dijera cuando
volviera a encontrársela.
—Vete —dijo sin aliento.
—Sí, claro. —Cerró la puerta y giró el pestillo haciéndola jadear de la

indignación.
—¡Warren, hablo en serio!
Él se acercó y Tara dio un paso atrás viendo como cogía el envase de
helado. —Nena… Me has dado mucho trabajo últimamente.
Le pegó un tortazo que le volvió la cara y él giró la cabeza lentamente. Se
estremeció por el deseo en sus ojos mientras dejaba el helado sobre la
encimera. Separó los labios y su respiración se agitó dando un paso atrás,
pero sorprendiéndola la cogió por la nuca atrapando su boca. Gimió

intentando empujarle por los hombros y ambos escucharon —Hija, ¿llamo a


la policía?
Warren la cogió por la cintura pegándola a él y Tara intentó gritar que sí,
pero entró en su boca bebiendo de ella como si la necesitara. Fue como si
todo su cuerpo le reclamara y sin darse cuenta se apoyó en sus hombros.
—Buenas noches —dijo su padre divertido, pero ella ni le escuchó
acariciando su cuello.
Él acarició su espalda antes de bajar las manos a su trasero y se lo amasó
con pasión haciendo que gimiera en su boca. Warren apartó sus labios y besó

su cuello con ansias. —Joder, nena… cómo echaba de menos tu olor.


Mareada ni sintió como levantaba su falda para acariciar su trasero
metiendo las manos bajo sus braguitas y Tara gritó al sentir como recorría sus
pliegues. Él levantó la vista hasta ella. —¿Demasiado pronto?

—¡Sí! —gritó en su cara y desmintiendo sus palabras se besaron de


nuevo desesperados por sentirse. Se abrazó a su cuello rodeando su cadera
con la pierna gimiendo de necesidad.
Warren apartó su boca sin dejar de acariciarla. —Nena, así no llego.
Acariciando su torso por encima de la camisa preguntó —¿Qué?
—Tu barriga… Déjalo. —Besó sus labios mareándola y cuando los
separó la giró haciendo que apoyara sus manos sobre la encimera de la
cocina. Tara gritó cuando arrancó sus bragas y se apoyó en la encimera

empujando su trasero hacia atrás deseando tenerle dentro. Gritó al sentir su


dureza acariciándola. —Preciosa, estás muy húmeda. —De repente un chorro
salió de su interior y Warren se detuvo en seco mientras ella con los ojos
como platos miraba los azulejos de la cocina. —¿Tara?
Con el corazón a mil susurró —Dime que no he roto aguas.
El sonido de la cremallera al subirse la hizo gemir. —No soy médico
como tú, pero… Joder, ¿qué es eso?
Se apartó para mirar hacia abajo y se acarició el vientre. —Mis bragas.
—¡No, eso!

Dio un paso hacia atrás para ver algo viscoso en el suelo. —El tapón
mucoso. Se suele perder antes del parto. A veces incluso días antes.
Totalmente pálido dijo —Vamos al hospital.
—Warren, no estoy de parto.

—¿Seguro?
—¡No tengo contracciones!
—¡Pero has roto aguas! —Ella hizo una mueca porque eso no podía
negarlo. —¡Al hospital!
—¡No! —Miró al suelo. No podían dejar eso ahí. —Límpialo.
—¿Que lo limpie? —preguntó asombrado.
—Mi padre podría resbalarse. —Se agarró la barriga. —¿Quieres que lo
limpie yo?

Exasperado cogió el rollo de papel de celulosa que había sobre la


encimera y empezó a enrollárselo en la mano con él. —De verdad, lo que me
obligas a hacer… —dijo exasperado antes de agacharse. Tara se encogió de
hombros como si le diera igual antes de coger el envase de helado e ir hacia
la mesa. De paso abrió el cajón de los cubiertos y cogió una cuchara sopera.
Se sentó a la mesa y cuando él se incorporó la miró asombrado—. ¿Qué
haces?
—Quieren helado.
—Nena… me pones de los nervios.

—Pues vete. —Le miró de reojo. —Seguro que dormir no te viene mal.
No tienes buena pinta.
—¡Es que mi mujer me rehúye desde hace dos meses!
—Será por algo —dijo irónica.

—¡No tiene gracia! No lo hice solo, ¿sabes? ¡Todos intervinisteis!


Se metió una enorme cucharada en la boca e hizo una mueca de dolor
porque estaba muy frío. Él se acercó pálido. —¿Una contracción?
Sacó la cuchara. —No, está helado.
—¡Tara!
—¿Qué?
Nervioso se pasó la mano por su cabello negro y cogió la silla más
próxima para sentarse a su lado. —Vamos a ver, nena… ¿Me vas a escuchar?

Se encogió de hombros.
—Sé que crees que no me importas, que solo me interesan las niñas, pero
eso no es verdad, preciosa. Desde que te conocí no has salido de mis
pensamientos y reconozco que me cabreé cuando te embarazaste, pero es que
no me lo esperaba. ¡No quería hijos!
—Sí, ya sé que intentaste sobornar a Lili para que cambiara el semen de
tu cuñada.
Él juró por lo bajo. —Vaya —dijo entre dientes—. Al parecer no se calla
nada. —Tara chasqueó la lengua antes de seguir comiendo. —¡Preciosa, no

quería tener un hijo con ella! Ni sé cómo me convenció para esa locura. Así
que busqué una salida en el último momento, pero tu enfermera no me ayudó.
Y encima luego lo lio todo.
Le miró con rencor. —¡Así que fue un error que me quedara embarazada!

—¡Pues sí! Aunque luego ya no me pareció tan mal, pero al principio…


Nena, iba a tener un hijo con una desconocida a la que me moría por llevar a
la cama, eso sí.
—Como muchas otras, ¿no? —preguntó con sorna.
Se enderezó en la silla. —¿Tengo que contestar a eso?
—No, gracias. ¡Ya vi a la rubia el mismo día en que te dije que estaba
embarazada de ti!
—¿Qué querías que hiciera? ¿Decirte que te quería? ¡Lo siento, pero no

fue así! ¡Siento si te desilusiono, pero no me enamoré de ti nada más verte!


—Mirándole con rencor se metió la cuchara en la boca. —Pero ese embarazo
me puso muy nervioso, no lo voy a negar. Cuando firmaste los papeles me
relajé un poco y una semana después te vi paseando por la calle de la que iba
en mi coche. Vi cómo te reías tan feliz que me dije que había hecho lo
correcto y antes de darme cuenta te estaba investigando. Incluso investigué a
Lili cuando podía haberme olvidado de todo y seguir con mi vida. Pero algo
me lo impedía. Creía que me estaba volviendo loco y me moría por saber de
ti. —Tara tragó el helado sintiendo que su corazón se retorcía por el dolor

que notaba en su voz. Había que ser idiota. Dejó el envase de helado sobre la
mesa y se cruzó de brazos. Él suspiró. —Hablé con Lili de nuevo y recibía
noticias a menudo. Mi detective también aportó mucho y cuando me enteré
de lo que habías pasado con quince años me alarmé, sobre todo al conocer

que tu padre iba a cierto especialista. A veces esperaba que salieras del
trabajo, que llegara el momento de verte rota, pero eso no pasaba y me di
cuenta de la razón. Tu padre no pensaba decirte nada hasta que fuera
demasiado tarde. ¡No podía consentirlo! —Se le cortó el aliento mirándole a
los ojos. —Mi detective me dijo que no se ponía a tratamiento y que aunque
no tenía buena pinta ni se quería operar para saber el alcance. Sabía cómo te
afectaría y además eres médico. Te enterarías de lo que había ocurrido y eso
no te lo perdonarías nunca. ¡Perdona por pensar también en las niñas, pero no

pude evitarlo! ¡Así que aquel día que te subí al coche iba a hablar contigo,
pero al ver tus ojos perdí los nervios porque no me sentí capaz de decirte lo
que ocurría! Así que busqué otro medio para protegerte. Amenacé a Kelly
para que vinieras a la cena y cuando me dijiste lo de las vacaciones supe que
te enterarías fuera del país porque era inevitable que te dieras cuenta. Temí tu
reacción y te presioné con la boda diciéndote que no quería que te fueras del
país embarazada como estabas. Era la excusa perfecta. Pero te fuiste y joder
preciosa fueron las mejores dos semanas de mi vida. —Los ojos de Tara se
llenaron de lágrimas. —Esperaba que cuando regresáramos a Nueva york y te

enteraras, el golpe ya no fuera tan duro. Y si lo era porque las cosas salieran
mal, yo estaría a tu lado. Por eso no te presioné esas dos semanas, porque
quería que estuvieras a gusto junto a mí. Solo me habías visto enfadado y
amenazante y quería que supieras que yo no soy así. Pero descubriste lo que

pasaba y no podía explicarme sin decirte que lo había hecho todo porque te
quería. Y no podía decírtelo en ese momento porque creerías que mentía.
¿Cómo ibas a creerme si no te lo había dicho nunca? Lo vi en tu rostro. Sabía
que no creías nada de lo que te dijera y di la misma explicación que le di a tu
padre para que se fuera. Que el bienestar de las niñas me preocupaba. Que tu
enfermedad podía ponerlas en peligro y que no iba a consentirlo. —Él apoyó
los codos en sus rodillas y se pasó la mano por la nuca como si estuviera
agotado. —Cuando huiste me di cuenta de cómo debías sentirte. Repasé una

y otra vez lo que había pasado, lo que te había dicho. Sabía que pensarías que
estaba loco. Que no te consideraba adecuada para criar a las niñas y sabe
Dios que cosas más debes haber pensado. Pero no es así. —Levantó la vista
para ver como sus mejillas estaban húmedas de las lágrimas. —El día que me
ofreciste el dinero e incluso tu casa supe que serías una madre maravillosa.
Que te merecías tenerlas y por eso no insistí más en el aborto. Hablé con mis
abogados para solucionarlo. Siempre he creído que serías una buena madre.
Lo único que he querido es evitarte dolor por la enfermedad de tu padre y que
ese dolor dañara algo que amas. No sé cuándo me enamoré de ti, pero lo que

sí sé es que ya no puedo perderte y te aseguro que las niñas no tienen nada


que ver. —Se miraron a los ojos y Tara se levantó sorprendiéndole. —
¿Nena?
—Estoy de parto. Mientras has hablado he tenido dos contracciones. —Se

acarició el vientre y suspiró. —¡Igual quieren ver la cara de trolero de su


padre!
Caminó hasta el hall mientras él gruñía. —Papá, ¿estás despierto?
—Me estaba vistiendo. Los gritos de Warren diciendo que estabas de
parto me han puesto en marcha —dijo desde arriba reprimiendo la risa.
Apareció en lo alto de la escalera con una gabardina—. ¿Cada cuánto?
—Ni idea. Estaba tan ensimismada escuchando sus excusas para hacer lo
que le viene en gana que ni he mirado el reloj. —Se acarició el vientre. —

Warren, el coche.
—¡He dicho la verdad! —gritó indignado.
Ella le miró levantando una ceja. —¿Quieres venir o no?
—¡Claro que voy! —Salió de la casa pitando y ella reprimió una sonrisa.
Su padre se puso a su lado. —¿Solucionado?
—Shusss. Veremos lo que pasa. —Sonrió radiante. —Me quiere.
—Sí, cielo. Te quiere. —Acarició su mejilla. —¿Estás nerviosa?
—No, estoy impaciente.
—Pues vas a tener que irte a vivir a su casa porque ni has comprado las

cunas.
Gimió recordándolo. —¡Mierda, no he comprado nada con el cuento de
no encontrármelo! —Se encogió de hombros. —Bueno, Lili se encarga. Sabe
lo que quiero.

—Mejor lo decides después del parto.


El sonido del claxon la hizo chasquear la lengua y fue hasta la puerta. —
Vamos allá.
Capítulo 13

Su doctor se acercó sonriendo y le dio la mano a su padre antes de darle


una palmada en la espalda. —Ya llegó la hora.
—Algo pronto.
—Tranquilo, son gemelas. —Se acercó a la cama mientras Warren
caminaba de un lado a otro de los nervios. —¿El padre?
—El donante.
—Nena… no me cabrees.
Willis reprimió la risa por su frustración. —Vamos a ver cómo va esto.

—¿Podré tenerlas de manera natural?


Warren la miró con horror. —¿Quieres sufrir?
Le fulminó con la mirada. —¿Crees que no seré capaz?
—Cualquier cosa que diga la tomarías a mal.
—Ahí viene una contracción —dijo el médico pensativo mirando la
gráfica.
Ella gimió agarrándose el vientre y Warren pálido se acercó a ella. —¿No
ve que sufre? ¡Dróguela!
—Cállate —dijo Tara con esfuerzo antes de suspirar del alivio dejando

caer la cabeza sobre la almohada—. Es algo exagerado.


—Por lo que veo va a ser un parto muy largo, Tara. Casi no has dilatado.
Esperaremos porque no quiero que se te pase el efecto de la epidural. —Ella
iba a decir algo. —Te la voy a poner. Son contracciones muy fuertes y no

quiero que te agotes. Volveré en un rato. Amigo, ¿vamos a tomar un café?


—Sí, claro —dijo Luke antes de guiñar un ojo a su hija que se apartaba
un rizo de la frente negando con la cabeza para que no se fuera.
Bufó cuando salió de la habitación. Estaba claro que nadie le hacía ni
caso. Miró de reojo a Warren que parecía más tranquilo y entonces él cogió
una silla sentándose a su lado. —Puedes irte a casa. Seguro que hasta mañana
no ocurre nada. Les veo muy tranquilos.
—No pienso moverme de aquí.

Increíblemente se sentía más segura con él allí. Warren cogió su mano y


no se resistió. —¿Podemos empezar de nuevo, preciosa?
—Warren, que voy a parir.
Él se echó a reír y besó el dorso de su mano. —¿Sabes que nadie me hace
reír como tú?
—¿De veras?
—¿Me has echado de menos?
—No —dijo orgullosa.
—¿Me estás mintiendo?

—Qué va. —Warren sonrió y acarició su mano. —¿Me vas a subir el


alquiler?
—Debería por todo lo que me haces sufrir.
—No vuelvas a mentirme.

—Lo juro, nena.


—Ni a manipularme. Ni a dirigir mi vida. Ni a…
—Bueno, no nos pasemos.
Tara se echó a reír y él se levantó apoyando las manos a ambos lados de
su cuerpo. La miró a los ojos y se agachó. —Hay muchas cosas que no voy a
consultarte.
—¿No? —preguntó sintiendo que su corazón se desbocaba.
Se agachó lentamente hasta rozar sus labios. La besó suavemente y la

miró a los ojos. —¿Te das cuenta de que hoy ha sido el día de nuestro primer
beso de verdad?
—¿Crees que hemos cerrado el círculo?
—Eso se cierra con un anillo en el dedo. El círculo perfecto.
Sonrió sin poder evitarlo. —Hablaremos de eso más adelante. —Llegó
una contracción y él cogió su mano mientras gemía. Su frente se perló de
sudor y Warren cogió un paño mojándolo en el baño. Se lo pasó por su
acalorada piel y ella le miró a los ojos. —Sí, que me pongan la epidural.
Warren sonrió. —Muy bien, nena. Lo que tú digas.

Las horas pasaban tan lentamente que era desesperante. Lili llegó por la
mañana mientras Warren dormía en una silla con la boca abierta totalmente

agotado. Su padre estaba tumbado en el sofá haciendo lo mismo y su amiga


les miró divertida. —Menuda ayuda.
Respirando agitadamente mientras se agarraba el vientre gruñó y su
amiga rio por lo bajo dejando su bolso y cogiendo el vaso de hielo. —¿Y la
epi?
—¡Busca a Willis ya! —gritó desesperada.
Warren se levantó de un salto y la miró como si no tuviera ni idea de lo
que hacía allí. —¿Me he dormido?

—¡Sí! ¿No te da vergüenza? —De repente se echó a llorar. —Esto duele


un huevo…
La miró sin saber qué hacer y Lili chasqueó la lengua antes de pulsar el
timbre a las enfermeras. —Menos mal que estoy aquí.
—Sí —dijo Tara como una niña.
—Nena…
—¡No me hables!
—Eh, que la culpable es esta.
—¡La culpa es de tu semen! ¡Yo quería uno! —Se puso a llorar de nuevo.

—Voy a ser una madre horrible. Mira lo que acabo de decir. —Le fulminó
con la mirada. —¡Por tu culpa! ¡Es que me provocas!
—¿Yo? —Warren no salía de su asombro.
La risa de su padre les hizo mirar a los pies de la cama y allí estaba

sentándose en el sofá. —Tranquilo hijo, su madre llegó a tirarme de los pelos.


—Ah, que esto es normal. —Miró a Tara. —Pues nada cielo, tú
desahógate todo lo que quieras.
—¡Busca a Willis!
En ese momento se abrió la puerta y entró una enfermera. —¿Necesitan
algo?
—¡A mi médico! ¡Y un chute! —gritó como una loca.
Como si nada la mujer miró entre sus piernas antes de mirar el monitor y

sonrió para decir —Es pronto.


—¿Cómo que pronto?
—Esto va para largo. ¿Necesitan algo más?
—¿Está sorda? ¡Quiero anestesia! ¡Soy médico, puedo medicarme a mí
misma! —gritó desgañitada—. ¡Quiero ver al anestesista ya! —Abrió los ojos
como platos. —Mejor tráigame un bisturí que me las saco. Una vez hice una
cesárea en las prácticas y me salió de perlas.
—Uy, uy… A ver si nos relajamos un poco. —Como si nada salió de la
habitación cerrando la puerta y Lili reprimió la risa.

Asombrada giró la cabeza hacia Warren. —¿Ha pasado de mí?


—Un poco. —Metió la toalla de manos en la jarra de agua con hielo que
tenía preparada y la escurrió antes de ponérsela en la nuca. Tara suspiró del
alivio. —Estás algo tensa, eso es todo.

—Así que estáis juntos.


—Sí.
—No —respondió ella fulminándole con la mirada.
Lili miró a uno y después al otro. —Veo que siempre estáis de acuerdo en
todo.
—Quedan algunas cosas por ajustar. —Warren se encogió de hombros
como si no fuera gran cosa.
—Cuando termine este martirio, tienes que hacerle un cuadro a las niñas.

—¿Eres pintora? —preguntó Warren.


—Y muy buena. Tendrías que ver sus cuadros.
—Pues Kelly tiene una hermana que es galerista.
Lili se sonrojó ligeramente. —No soy tan buena.
—¡Eso es mentira! —Cogió el brazo de Warren llamando su atención. —
Es buenísima, te lo aseguro.
—Exagera. Tiene los nervios descontrolados.
—¡Lili! —Warren sonrió. —¿Dónde está mi móvil? Tengo una foto del
que me regaló en mi cumpleaños.

—Hija te lo has dejado en casa.


—Oh, Ohhhh… —Se sujetó el vientre y jadeó una y otra vez. Y así
pasaron las horas. Hablando, discutiendo, ella gritando hasta que Willis se
dignó a entrar en la habitación ya de madrugada. Después de revisarla todos

le miraron expectantes.
—Vaya.
—¿Vaya? ¿Eso qué significa? —preguntó su padre muy nervioso.
—Ha llegado el momento.
—¿El momento? ¿Qué momento? —preguntó ella jadeando—. ¿El de la
epidural?
Su médico hizo una mueca. —He tenido unos cuantos partos hoy y creía
que ya te la habían puesto.

—¿Qué? —preguntaron los cuatro sobresaltándole.


—Esto me lo vais a recordar el resto de mi vida, ¿verdad?
—¡Te aseguro que no te queda mucho! —gritó ella alargando las manos
frenética.
El amigo de su padre se apartó por un pelo y Warren la sujetó
abrazándola a él. —Vamos nena, concéntrate. Ha llegado la hora. —Mirando
sus ojos verdes asintió mostrando que estaba asustada. —Si has pasado por
esto, puedes con lo que sea. —La besó en los labios. —Vamos allá.
De repente la habitación se llenó de gente y Willis entre sus piernas

abiertas sonrió. —Ya le veo la cabeza, niña. Luke, en nada tendrás a tus
nietas en brazos.
Emocionado su padre cogió su mano izquierda y ella se la apretó con
fuerza. —Lo estoy deseando.

—Ahí viene una contracción. ¿Lista?


Tomó aire y empujó con fuerza. Y así varias veces mientras pensaba que
algo ahí abajo nunca volvería a ser lo mismo. La presión en el vientre era
insoportable y no hacía más que gritar que eso no lo haría más. Willis se echó
a reír cogiendo su cabeza con cuidado. —Chicos, es pelirroja.
Los cuatro le miraron con los ojos como platos. —¿Qué?
Furiosa miró a Lili. —¿Qué has hecho?
—Yo nada, lo juro. ¡Lo hice bien! ¡Era su semen!

—Son pelirrojas. ¡No hay pelirrojas en mi familia! —exclamó su padre


de los nervios.
Todos miraron a Warren que sonrió. —Mi abuela era pelirroja.
Suspiraron del alivio. —Vamos, Tara. Empuja de nuevo. —Lo hizo con
todas sus fuerzas y antes de darse cuenta el llanto de su hija le robó el aliento.
Willis se echó a reír dándosela a una de las auxiliares. —Perfecta. Pequeñita,
pero preciosa. Y he visto muchas os lo aseguro.
Emocionada miró a Warren que parecía fascinado. —¿Cariño?
Él se agachó a su lado y besó sus labios. —Preciosa me sorprendes a cada

minuto. Este es el mejor momento de mi vida.


—¿De veras? —preguntó con lágrimas en los ojos.
—Shusss, no llores. —Besó sus mejillas. —¿La escuchas? Eso lo has
hecho tú. Gracias, no sé cómo darte las gracias.

—De nada —dijo Lili sorbiendo por la nariz. Ambos la miraron. —¿Qué?
El mérito no es solo suyo, ¿sabes? Estáis aquí gracias a mi mente
privilegiada.
—Tienes razón.
—¿Me subiréis el sueldo?
—No.
Chasqueó la lengua. —Bueno, tenía que intentarlo. Creía que colaría con
lo sensibles que estáis.

—Tara… Vamos a por la siguiente.


Siete minutos después nacía la otra niña y Tara aunque estaba agotada
solo quería tenerlas en brazos. Le pusieron a una a cada lado y les sacaron
mil fotos mientras ella enamorada miraba a una y después a la otra como si
no se lo creyera.
—Después del reconocimiento las meteremos en la incubadora para que
estén unos días. Están un poco bajas de peso.
—Pero todo va bien, ¿no? —preguntó Warren preocupado.
—Es normal, cielo —dijo ella acariciando la manita de una de ellas

fascinada con sus deditos—. Son tan hermosas…


—Ahora debe descansar. —Dos enfermeras, una por cada lado, cogieron
a las niñas de sus brazos y protestó mientras se las llevaban.
—Enseguida estarán contigo de nuevo.

—Quiero que las incubadoras estén aquí —dijo Luke.


—¿Seguro? La madre tiene que descansar.
—Seguro —dijeron todos a la vez haciéndole sonreír.
—Muy bien. Me encargaré de ello.
—¿De veras? —preguntó ella con ironía.
—Lo que me queda de vida. Me lo recordará lo que me queda de vida…
—dijo divertido yendo hacia la puerta—. Felicidades, chicos.
Cuando cerró la puerta todos miraron a la madre mientras la atendían,

pero ya se había quedado dormida.

El llanto de una de las niñas la despertó y vio como Warren se acercaba a


una de las incubadoras y la miraba impotente. Al parecer le habían dejado
solo ante el peligro. Pero sorprendiéndola abrió la tapa y cogió a su hija con
sumo cuidado. —Eh, ¿tienes hambre? No puede ser, te acaban de dar un
biberón. —La elevó e hizo una mueca. —Pero bueno, ¿qué te dan de comer?
Tara rio sentándose con esfuerzo. —Llama para que la cambien. Además,

no tengo la bolsa con sus cosas.


—Te la ha traído tu padre.
—Los pañales serán muy grandes, esperaba que tuvieran más peso.
Se acercó a ella y la puso en sus brazos. Con destreza se la colocó al

hombro y le dio palmaditas. Warren la miraba absorto apretando el botón de


llamada. —Tienes práctica.
—He cogido muchísimos. Menudo susto. —Miró sus ojos acariciando la
espalda de su hija.
Warren rio. —Pelirrojas. A mi padre le va a emocionar.
En ese momento entró una auxiliar sonriendo. —¿Necesitan algo?
—Necesita que la cambien.
La cogió con cuidado. —Enseguida traigo a esta cosita tan preciosa. Por

cierto, ¿cómo se llama?


Warren y Tara se miraron. —¿Nena?
—Enseguida se lo decimos.
La enfermera salió de la habitación a toda prisa. Warren se pasó la mano
por el cabello y suspiró sentándose a su lado. —Ha llegado el momento.
—Eso parece.
—Nena, no voy a presionarte, pero son mis hijas.
Asintió mirando sus ojos verdes. —Y las quieres, eso lo has demostrado.
—Tanto como tú, eso te lo juro. —Se cogieron de las manos y ella las

miró pensando en todo lo que había pasado. —No voy a fallarte. Y a partir de
ahora no te ocultaré nada.
—¿Lo decidiremos todo juntos?
—Todo.

—¿No me presionarás ni me manipularás para conseguir lo que quieres?


—No, preciosa. Te aseguro que he aprendido la lección.
—Lilian.
Él sonrió. —Kelly.
Se echaron a reír. —La cara que van a poner.
—Gracias a ellas están aquí, es justo que lleven su nombre.
—Lilian y Kelly Chapdelaine.
—Suena bien. —Besó suavemente sus labios. —Te quiero, nena.

Emocionada le abrazó. —Creí que esto no pasaría.


Warren besó su cuello. —Ni yo, preciosa. Y no puedo ser más feliz.
Capítulo 14

Riendo con lo contenta que estaba Lili cogiendo a su ahijada ni vieron


como se abría la puerta de la habitación.
—Sí, los médicos dicen que están perfectas —dijo Warren—. En unos
días nos las podremos llevar a casa.
—Cómo me alegro. —Todos miraron hacia la puerta para ver a Kelly al
lado del hombre del restaurante que sonreía con dos bolsas de colores en las
manos. —Hola, ¿podemos pasar?
—Claro —dijo ella sonriendo a modo de bienvenida.

—Hermano, felicidades. —Se acercó a Warren y se abrazaron con fuerza.


Kelly se acercó a ella y la abrazó. —Felicidades.
—Gracias.
Lili se acercó y Kelly sin aliento miró a la niña. —¡Es pelirroja!
Su marido rio. —Como la abuela.
—Sí, como la abuela —dijo orgulloso—. La otra niña viene enseguida,
tenían que cambiarla. Andrew, deja que te presente a mi prometida. Tara
McBeath.
—La doctora. Mi mujer me ha hablado mucho de ti.

—¿De veras? —Miró de reojo a Kelly que sonrió.


—Claro, os presenté yo y quería presumir de ello. A que ahora no te
arrepientes de haber ido a aquella exposición, ¿verdad Warren?
Él sonrió mirándola con amor. —No me arrepiento en absoluto.

—Andrew, quiero presentarte a mi padre. Luke McBeath. Y ella es mi


enfermera y mejor amiga, Lili.
Andrew dio la mano a su padre que dijo —Es un placer.
—Y más en un momento así. Aunque esperaba haberos conocido antes.
—Se acercó con las bolsas. —Os hemos traído un detalle.
—Gracias, sois muy amables. —Sacó el primer regalo y vio que eran dos
bodis rosas con rayas blancas que ponían “Mis padres harían lo que fuera por
mí”. Se echó a reír mostrándoselos y todos rieron. —Son preciosos.

—Abre el otro —dijo Kelly impaciente.


Abrió la otra bolsa y vio dos paquetes de Tiffany. Los abrió ansiosa para
encontrar dos prendedores para sujetar los chupetes. —Puedes ir a grabarlos
cuando quieras. Es para que sepas de quien es cada chupete.
—Gracias, me encantan. Warren, ¿no les presentas a las niñas?
En ese momento entró la enfermera después de cambiar a Kelly. Warren
la cogió en brazos. —Gracias.
—La próxima vez tendrá que hacerlo usted. Quiero echarle un ojo a su
técnica.

Hizo una mueca mientras los demás reían y él se acercó a Kelly. —Te
presento a Kelly Chapdelaine.
Kelly se llevó la mano al pecho con los ojos como platos. —¿Le habéis
puesto mi nombre?

—No podía ser de otra manera.


—Oh… —Emocionada la cogió y miró a su marido. —¿Has visto, cielo?
Es preciosa.
Su marido asintió. —Sí que lo es. —Dio una palmada a su hermano en el
hombro. —Seguro que ni te lo crees.
—Te aseguro que hace un año ni se me hubiera pasado por la cabeza.
—Sí, en el funeral de la abuela ni se nos hubiera pasado por la cabeza. Y
mírate ahora. —Se echó a reír. —Con gemelas, a punto de casarte y de

heredar cinco millones de dólares gracias a ellas.


Todo el mundo se quedó en silencio sin perder la sonrisa, pero al ver
como Warren se tensaba Tara fue perdiendo la suya poco a poco. —¿Cómo
que gracias a ellas? —Kelly perdió todo el color de la cara y sin comprender
lo que acababa de escuchar la miró. —¿De qué habla?
—Nena…
Andrew confuso preguntó —¿Qué ocurre?
—Creo que deberíamos irnos —dijo Kelly muy nerviosa.
—¡No! —gritó ella sin dejar de mirar a Warren que ni sabía qué decir—.

¡De aquí no se va nadie hasta que se aclare lo que Andrew acaba de


contarnos!
Luke muy tenso se acercó a Kelly. —Dame a la niña. —La cogió entre
sus brazos y se acercó a Lili. —Será mejor que las metamos en las

incubadoras.
—Sí, creo que sí. —A toda prisa las acostaron y se quedaron a su lado
como si quisieran protegerlas.
—¿Warren? Estoy esperando.
Él se pasó la mano por la nuca inquieto y se acercó. —Nena, eso pasó
antes de conocerte. Mi abuela murió hace un año y siempre decía que nunca
tendríamos hijos con lo ocupados que estábamos en el trabajo. Así que dejó
en un depósito cinco millones para animarnos a tenerlos.

—El primero de nosotros que tuviera un Chapdelaine heredaba cinco


millones —dijo Andrew—. Y lo ha conseguido, el muy capullo. Es que
siempre tiene una suerte…
Asombrada miró a Warren sin saber qué pensar.
—Te juro que eso no tuvo nada que ver, preciosa. Te lo juro. Sabes que
me tomó por sorpresa. Yo no quería… —Intentó coger su mano y ella le
apartó. —¡Pasó hace un año! ¡Ni te conocía entonces!
Asombrada giró la cabeza hacia su cuñada. —¿Era por eso? —Los ojos
de Kelly se llenaron de lágrimas mirando a Warren de reojo. —¿Lo hiciste

por eso? —gritó furiosa.


—No, yo quería ser madre. —Se echó a llorar.
—¿Qué coño pasa aquí? Kelly, ¿por qué lloras? —preguntó Andrew
asombrado.

—Pero los cinco millones eran un aliciente más, ¿verdad? —Kelly se


echó a llorar más fuerte por el desprecio de su voz.
—¡No fue culpa de Kelly! —Cogió a Tara de los brazos. —Ese dinero no
tuvo nada que ver.
—¡Mientes! ¡Como has mentido siempre!
—Al principio te dije que abortaras. ¡Firmé los papeles de renuncia a las
niñas!
—Ya, pero es que Kelly no iba a tener un Chapdelaine, ¿no es cierto?

Kelly de la impresión se desmayó en el acto y Andrew les miró incrédulo.


—¿Qué has dicho?
—¡Conocí a tu mujer en mi clínica de fertilidad! ¡Venía con él para que la
inseminara con su esperma!
—Dios mío —dijo Warren dando un paso atrás como si le hubiera
golpeado—. No me puedo creer que hagas esto.
—¡Y yo no me puedo creer lo estúpida que he sido al confiar en ti!
Andrew incrédulo y muy pálido miró a su hermano. —¿De qué habla?
—¿De qué hablo? ¡De que nos han tomado el pelo! ¡Kelly convenció a

Warren para que le diera su semen, pero él nunca tuvo intención de dárselo!
¡Intentó sobornar a mi enfermera para que cambiara las muestras y ella se
negó! Yo llevaba tiempo pensando en inseminarme y Lili sabiendo que me
había enamorado de Warren y aprovechando su estrategia, cambió los botes

para que yo fuera feliz. Sin saberlo cumplió sus planes. ¡Qué tú no tuvieras
un hijo con los genes de tu familia! —Andrew de piedra miró a su hermano
que se llevó las manos a la cabeza mientras ella desquiciada y llorando sin
darse cuenta continuó —¿Qué pasó, Warren? ¿Qué pasó para que cambiaras
de opinión y necesitaras a las niñas?
La miró de tal manera que se le cortó el aliento. —Joder, nena… Nunca
me imaginé que pudieras hacer algo así. No te reconozco. —Miró a su
hermano. —Lo siento. Solo intentaba ayudaros. Me pareció injusto que me

dieran la presidencia a mí y cuando Kelly me pidió ayuda pensé que era lo


mejor. Así heredarías los cinco millones en compensación. Pero algo en mí…
Quise echarme atrás en el último momento. Pero te juro que nunca tuve mala
intención. Joder, siento muchísimo que te hayas enterado así, hermano.
Andrew le pegó un puñetazo que le tiró contra la pared mientras Tara lo
observaba todo con un nudo en la garganta porque le dio la sensación de que
había cometido el peor error de su vida.
—¿Andrew?
Miró a Kelly que sentada en el suelo observaba a su marido con los ojos

llenos de lágrimas. —Mi amor, yo…


—Dime que miente, nena… ¡Dime que ese hijo es mío!
Se echó a llorar desgarrada y Andrew incrédulo gritó de la rabia y de
dolor. Tara se llevó la mano a la boca reprimiendo un sollozo porque parecía

roto y se dio cuenta de lo que había hecho. Le había roto el corazón. Miró a
Warren que apartó la mirada como si le diera asco.
—Andrew yo te quiero, pero necesito ser madre. —Kelly intentó
levantarse mientras su marido se llevaba las manos a la cabeza antes de ir con
grandes zancadas hacia la puerta. —¡Andrew!
—Andrew espera. —Warren fue tras él saliendo de la habitación.
Lili impresionada cogió por el brazo a Kelly que estaba destrozada. —
Vamos, déjame que te ayude a levantarte. —Llorando dejó que la llevaran

hasta el sofá.
Arrepentida de haberle hecho daño de esa manera susurró —Kelly, lo
siento.
—¡Cállate! ¡No tienes ni idea de lo que has dicho! —Rota de dolor la
miró a los ojos. —¡Yo le pedí a Warren que me diera su semen y fui yo la
que le presioné con los cinco millones porque sabía que se sentía culpable!
¡No sabes lo que es amar a tu marido y sentirte vacía! ¡Saber que siempre
seremos él y yo! ¡Qué nunca habrá nada más! Y quería más, ¿qué hay de
malo en eso?

—Nada —dijo sin aliento—. No hay nada de malo.


—¿Por qué? ¿Por qué has destrozado mi matrimonio?

Esa frase la torturó durante los siguientes dos meses. Dos meses en los
que no había vuelto a hablar con Warren. Había intentado llamarle, pero
rechazaba sus llamadas y solo había recibido noticias a través de sus
abogados de que visitaría a las niñas cuando ella no estuviera en casa. Tuvo
que acceder porque sino no las vería y no podía hacer eso. Ya había hecho
bastante daño.
Iba a visitarlas cuando ella estaba en el trabajo y su padre le había dicho
que siempre se sorprendía por lo que habían crecido, aunque las hubiera visto

el día antes. Sonrió con tristeza porque nunca vería su rostro en ese momento.
La odiaba y con razón. El anuncio de la separación de Kelly y Andrew había
llegado a sus oídos por el doctor Willis que estaba preocupado por ella. Había
destrozado la vida de tanta gente aparte de la suya… Su desconfianza había
dañado a personas que no se lo merecían y era algo que no sabía si podría
sobrellevar.
—¿Tara?
Levantó la vista distraída para mirar a Lili que la observaba preocupada.
—¿Paso a los siguientes?

—Sí, que pasen.


Dio un paso hacia ella. —No debes torturarte así. Es lógico que dudaras
al escuchar lo del dinero.
—No se lo merecían. Estaban en medio y les he destrozado la vida.

—¡Pues haz algo!


La miró sorprendida. —¿Que haga algo?
—Al menos habrás intentado arreglar este follón en lugar de estar ahí
lamentándote como en los últimos dos meses.
Entrecerró los ojos mientras salía de la consulta. Pensando en ello se
preguntó cómo podía arreglarlo. Levantó el teléfono y pulsó el uno que la
ponía con recepción. —¿Anne? Necesito que me consigas el número de
Andrew Chapdelaine.

—¿Es paciente?
—No, pero seguro que en su empresa saben su número de teléfono. La
empresa lleva su nombre.
—De acuerdo. En cuanto lo tenga la llamo.
—Gracias.
Una idea se le fue formando en la cabeza y por primera vez en dos meses
sonrió. Ahora debía tener valor. De todas maneras, ya lo había perdido todo.
El teléfono sonó cuando hablaba con unos pacientes. —Discúlpeme,
estoy esperando una información importante. —Descolgó girándose. —¿Lo
tienes?
—¿Quién es?

Se le cortó el aliento al escuchar la voz de Andrew. —Soy Tara. —El


silencio al otro lado la hizo apretar los labios. —Tengo que verte, es
importante.
—¿Quieres verme a mí? —preguntó de manera algo cínica—. ¿Y para
qué? ¿Para destrozar la relación con la familia que me queda?
—¡Oye guapo, que yo no tengo la culpa de que te mintieran! ¡Y creía que
también me mentían a mí! —Gimió por dentro porque se había pasado otra
vez, pero se dijo que tenía que ser dura con él o sino no lo conseguiría, así

que siseó —Mira, me gustaría verte. es algo importante sobre el donante de


Kelly y ella no me coge el teléfono. ¡Si quieres venir por aquí perfecto y sino
que os den que ya estoy harta de vosotros! —Colgó con fuerza mordiéndose
el labio inferior por si se había pasado y cuando giró la silla vio que sus
pacientes la miraban con los ojos como platos. —Oh, una cosilla de papeles.
No pagan y… Uff, estas cosas me exasperan.
—Nosotros pagaremos. ¿Quiere un adelanto?
Dos horas después Lili agitada entró en el despacho. —Está abajo.
—¿Ya? —preguntó muy nerviosa—. ¿Cómo estoy? —Su amiga hizo una
mueca. —Bueno, da igual. ¿Todo listo? ¿Has aplazado las citas que tenía?
—Por supuesto. Además es viernes. Tenías la agenda casi despejada por

la tarde.
—Bien, hazle pasar cuando suba y luego te vas.
—Ah, no. Yo me quedo. Por si se le va un tornillo y te estrangula.
—Sí, será lo mejor. ¡Vamos!
Lili salió corriendo y nerviosa se levantó apretándose las manos. Al darse
cuenta de lo que hacía las abrió intentando relajarse. —Vamos, Tara…
Puedes hacerlo. Mentir no es tan difícil.
La puerta se abrió de golpe y vio como Andrew entraba en el despacho.

—Andrew, me alegro de verte —dijo fríamente—. ¿Puedes sentarte, por


favor?
—¿Qué coño hago aquí?
—Ya veo que estás de buen humor.
—¿Encima pitorreo?
Tomó aire sentándose en su sitio. —Mira, entiendo que estés cabreado,
pero creía que me mentía a mí también, ¿vale? ¡No sabes lo que es tener las
hormonas disparadas y estar agotada después de veintiséis horas de parto! ¡Y
enterarme de que el amor de mi vida después de mentirme continuamente ha

omitido algo tan importante como que va a ganar cinco millones con el
nacimiento de mis hijas, tampoco me sentó muy bien! Metí la pata, ¿vale?
¡Así que intento arreglarlo!
Lili gimió golpeándose la frente con la mano. —Hala, el plan a la mierda.

Gimió porque había metido la pata de nuevo. —Lo siento. No soy como
ellos y no lo seré nunca. Yo voy más de frente.
—Esto es ridículo. —Andrew fue hasta la puerta.
—Ella te quiere más que a nada.
Se volvió furioso. —¡Más que a nada no! Se quedó embarazada de mi
hermano.
—No.
—¿Es que no lo ha entendido? —preguntó Lili confundida.

—¡Ella creía que sí se quedaba embarazada de él!


—Sí que lo ha entendido.
—Lili, déjame a mí. Pensó en tu hermano porque así llevaría tus genes.
—¡Ya me lo ha explicado mil veces!
—¿Y todavía no la has perdonado al ver el sufrimiento de tu mujer? —
preguntó incrédula.
—¡Es evidente que no!
—Ya sé lo que pasa. Es que no les ha hecho bastante daño. —Ambos
miraron a Lili sorprendidos. —¡Sí! Tú te sentiste mejor torturando a Warren

dos meses por sus mentiras.


—No le estaba torturando, estaba enfadada.
—Ah, como Andrew, ¿no?
Él frunció el ceño. —Yo no estoy torturando a nadie.

Lili chasqueó la lengua. —Vamos, quieres que se retuerza de dolor por


tomarte el pelo, reconócelo. Y por tener un hijo de otro a tus espaldas. Por
cierto, me han dicho que nos ha salido un bebé guapísimo. Felicidades.
Andrew apretó los puños mirándola como si quisiera matarla. —¡No
quiero hacerle daño! No es por vengarme o algo así. ¡Me traicionó!
—Ya llegamos al meollo del asunto. Tu subconsciente te delata.
—¿De qué habla esta tía?
—¿Quieres vengarte? ¿Vengarte de los dos por actuar a tus espaldas?

—¡Ya he dicho que no!


—¡Entonces prefieres que se retuerzan en su dolor esperando tu perdón,
porque el niño no es la razón! ¡Tu hermano le ha dicho a Luke que ves al
niño a menudo y le tratas como si realmente fuera hijo tuyo! ¡Hasta le has
puesto tu apellido!
Torturado se llevó las manos a la cabeza. —¡Lo creía mío! ¡Él no tiene la
culpa de nada!
—¿Quieres arreglarlo? —preguntó Tara preocupada.
La miró con los mismos ojos verdes que Warren mostrando su ansiedad.

—No sé si seré capaz de perdonarles alguna vez.


—Eso es porque no te has vengado —dijo Lili de manera machacante
haciendo que la miraran exasperados—. ¿Qué? Os aseguro que después se
sentirá mucho mejor.

—Había pensado crear un problema con el donante de tu mujer para


acercaros. Tu preocupación, que es evidente porque sino no hubieras venido,
habría hecho que la apoyaras. Pero acaba de ocurrírseme una idea brillante
para arreglar esto y que tu orgullo siga intacto. Andrew, ¿quieres salir
conmigo?
Capítulo 15

Andrew estaba tan inquieto que no dejaba de revolverse en su silla como


si le estuvieran pinchando el culo continuamente. —¿Quieres estarte quieto?
—Joder, Warren me va a matar.
Se sonrojó de gusto. —¿Tú crees? —Bebió de su copa de vino
disimulando que estaba histérica por dentro. —¿Seguro que vendrá?
—Claro que sí. He hablado con su secretaria recomendándole este
restaurante para la cena de esta noche con los japoneses.
—Perfecto. Y Lili ha llamado a Kelly para decirle que sentía mucho lo

que había ocurrido y que habías pasado por la clínica para enterarte de mi
versión. Que me habías tirado los tejos de manera velada y que había oído
algo de una cena esta noche. Tu mujer me ha seguido toda la tarde.
Miró sobre su hombro como si fueran a saltar sobre él con un cuchillo. —
No me siento cómodo con esto.
—Eso es evidente. ¿Quieres perdonarla? Pues vete. Me fastidiarías el
plan, pero al menos le echaré un ojo. Y te aseguro que me muero por verle
después de dos meses. Algo se me ocurrirá después.
—Joder, que maquiavélicas sois las mujeres.

—Mira, mira… ¡Yo antes no era así, pero tu familia es la leche! ¡Abuela
incluida! —Vio a una rubia detrás de una planta. —Disimula, disimula, Kelly
está aquí. —Sonrió de manera maternal y alargó la mano cogiendo la de
Andrew que sonrió de manera seductora. —Uy, como sois los Chapdelaine.

Menudo peligro tenéis.


Andrew se echó a reír y lo hizo sinceramente. —¿Crees que Warren te
está torturando como tú lo hiciste con él?
—Yo no lo hacía a propósito, estaba cabreada. No pensaba volver con él.
—¿Y crees que él sí lo hace a propósito?
—No quiere volver conmigo, ¿verdad? —Apretó los labios mirando el
plato de pasta que todavía no había tocado perdiendo totalmente la moral. Él
era su hermano y lo conocía mejor que ella. —Todo esto es ridículo, no me

perdonará nunca.
—Eh… —Apretó su mano llamando su atención. —Acababas de parir y
fue una sorpresa. Creías que te mentía de nuevo. Tu reacción fue muy lógica.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Te hice daño y a Kelly. No sabes
cómo lo siento. No quería destrozar vuestro matrimonio.
—Tara, disimula un poco porque mis citas no se echaban a llorar. De
hecho todo lo contrario. Vas a hundir mi reputación —dijo por lo bajo.
Sorbió por la nariz. —Oh, perdona. Todas mis citas han sido un desastre.
Desde siempre. Lo más aburrido del mundo.

—¿Por qué no cenas? Creo que el vino empieza a afectarte. Cuéntame


alguna de esas citas.
Cogió el tenedor y algo desinhibida por el alcohol empezó a hablar por
los codos y a lo tonto se lo comió todo después de bajarse media botella de

vino. Apoyó el codo sobre la mesa. —Así que ya ves, que con veinte años un
tío se duerma antes del postre marca, te lo aseguro.
Andrew se echó a reír. Su cita giró la cabeza y sonrió. —Warren, qué
sorpresa. ¿Querías algo?
Giró la cabeza de golpe mareándose y cayó de la silla. —Joder, qué leche.
—Gimió con la mejilla al lado de su impecable zapato. Se apoyó en las
manos y levantó la cabeza hacia arriba para verle muy, pero que muy
cabreado. —Hola.

—¿Estás bien? —Andrew se acercó a ella y la cogió por los brazos


ayudándola a incorporarse.
—Sí. —Se tambaleó a la derecha. Miró a Warren y sonrió como una tonta
comiéndoselo con los ojos. Estaba guapísimo.
—¿Qué hacéis aquí? —preguntó muy mosqueado.
—Me ha llamado porque está muy arrepentida. La he invitado para hablar
de lo ocurrido y nos estamos conociendo.
—¿Qué has dicho?
—Estamos limando asperezas. —Sonrió cogiendo del brazo a Andrew. —

Es tan majo…
—¿Majo?
—¿Mañana puedes ir a ver a las niñas por la mañana? Creo que dormiré
hasta tarde. —Soltó una risita.

—¡Estás borracha!
—Y lo que me queda. —Se sentó en la silla. —¿Camarero? ¡Un chupito!
Voy a cogerme un pedo de cuidado.
—Nunca bebe —siseó mirando a su hermano como si quisiera cargárselo.
—Es porque casi siempre la has conocido embarazada.
—Eso es cierto. —Se sirvió lo que quedaba de vino. De repente parpadeó.
—¿Qué haces aquí?
—Tengo una cita de negocios. —Se agachó a su lado mientras ella bebía

de su copa y él la apartó. —Nena, no bebas más.


—¿Por qué? Estoy desahogándome. Lo hago muy bien. Me desahogo y la
fastidio. Se me da fenomenal. ¿Camarero?
De repente Kelly apareció a su lado y Andrew se tensó. —¿Qué pasa
aquí? —Cabreadísima puso una mano en la cadera sin quitarles ojo.
—¡Estupendo, ya estamos todos! —Se levantó cogiendo la botella de
vino de la mesa de al lado. —Gracias. —Dio un buen trago al morro de la
botella dejando a todos con la boca abierta. Sonrió al hombre. —Si tenéis
problemas reproductivos, llamadme. Soy un hacha para hacer niños. Yo

tengo dos.
La cogieron por la cintura y Warren le arrebató la botella. —Nos vamos a
casa.
—¿Para qué? Además Andrew y yo lo estamos pasando muy bien,

¿verdad?
Kelly fulminó a su marido con la mirada y este sonrió. —Sí, ha sido de lo
más instructivo. Yo la llevaré a casa.
—Me va a llevar a una discoteca. —Warren cogió su bolso de encima de
la mesa y tiró de ella alejándola de su hermano. —¡Eh, que mi cita es él! —
De repente se echó a reír. —Aunque qué más da uno que otro, ¿no Kelly?
Kelly chilló tirándose sobre ella y agarrándola de los pelos. Del impulso
cayeron sobre la mesa de al lado y rodaron al suelo. La muy bruta la tenía

agarrada del cabello y desquiciada le arreó un puñetazo que la dejó medio


mareada. —¡Kelly! —Andrew la agarró por la cintura quitándosela de
encima.
—¿Nena? —La cogieron por la nuca, pero no pudo abrir los ojos porque
todo giraba a su alrededor. Ni sintió como la cogían en brazos.
—¡Maldita zorra! ¡Me has jodido la vida! —gritaba Kelly desquiciada—.
¡Te voy a matar! ¿Ahora quieres quedarte con mi marido? ¡Te juro que antes
te despellejo viva!
Cuando le dio el aire fresco en la cara abrió los ojos viendo a Warren y

sonrió. —Hola —dijo antes de desmayarse.

—Ha adelgazado mucho y tiene ojeras.

—¿Qué esperabas? ¡Ha tenido que volver a terapia! —gritó su padre


alterado. Tara se sentó en la cama sobresaltada escuchando como hablaban en
el pasillo—. ¿Qué creías que iba a pasar?
—¿Ha recaído?
—¡Y a ti qué más te da! ¡Te ha importado una mierda! ¿Le hizo daño a tu
hermano y a su mujer? ¡Fue por tu culpa, porque nunca has sido al cien por
cien sincero! ¡Y ahora se siente culpable!
—¡No papá! —Sacó las piernas de la cama para levantarse y la puerta se

abrió.
Warren entró en la habitación en mangas de camisa y encendió la
lamparilla de encima de la mesilla. Parecía muy preocupado. —Túmbate,
nena.
Se sintió aún más culpable. —No le digas eso, papá. Fue culpa mía. —Se
echó a llorar. —Y estoy bien, ¿sabes? No debes preocuparte. —Dejó que la
tumbara en la cama y les dio la espalda avergonzada echándose a llorar. —
Todo es culpa mía. —Sintió que la rodeaba con los brazos e intentó apartarse,
pero él se lo impidió pegándola a su cuerpo mientras lloraba hasta que el

agotamiento y el alcohol la hicieron dormir.

El sonido del agua corriendo la despertó y suspiró girándose en la cama

para ponerse boca arriba. Menuda resaca. Después de no probar el alcohol en


casi un año no sabía cómo se le ocurría ponerse a beber como una cosaca.
Escuchó ruidos en el piso de abajo, lo que indicaba que su padre se había
levantado. Seguramente le habían despertado las niñas. Levantó la cabeza
para ver en el reloj de la mesilla que eran las diez de la mañana. Dios, era un
desastre. Se pasó la mano por la frente apartando sus rizos. Entonces se dio
cuenta de que el sonido venía de su baño y miró hacia la puerta que estaba
frente a la cama. Separó los labios cuando vio a través de la rendija el vapor y

recordó que Warren la había acompañado a casa. ¿Se había quedado?


Sintiendo que su corazón estallaba de la alegría se levantó lentamente y
caminó de puntillas hasta allí poniéndose muy nerviosa. Alargó la mano
abriendo la puerta del todo y Warren que estaba en la ducha la miró a través
de la mampara. —Te has despertado.
Se le quedó mirando sin saber que decir y Warren vio la inseguridad en
sus ojos. Se sonrojó al verle desnudo y farfulló apartando la mirada. —Lo
siento.
Escuchó como cerraba el grifo y salía de la ducha. Al ver la toalla

rodeando sus piernas levantó la mirada. Parecía furioso y cuando la cogió por
el brazo saliendo del baño lo confirmó. La soltó como si quisiera pegarle
cuatro gritos. —¿Qué debo hacer, nena? ¿Gritarte? ¿Decirte furioso lo que
pienso?

—Sí —respondió con la respiración agitada.


—¡Joder, nadie en esta puta vida me ha defraudado como tú! —le gritó a
la cara. Sus preciosos ojos negros se llenaron de lágrimas—. ¡No llores!
—Lo siento, te juro…
—Me has engañado.
Le miró sorprendida. —¿Cuándo?
—Me hiciste creer que podías con todo. ¡Qué no volverías a caer
enferma!

Una lágrima cayó por su mejilla. —Pero…


—Solo hay que verte. —Exasperado se volvió llevándose las manos a la
cabeza. —Esto es culpa mía. No tenía que haberme acercado a ti cuando nos
separamos en Italia. Nada de esto hubiera pasado.
—¿No me quieres?
—¡Deja de desconfiar de mí!
Se sonrojó con fuerza. —Lo…
—Como vuelvas a disculparte, te juro que me largo y no vuelves a verme
nunca más.

Cerró la boca en el acto y Warren entrecerró los ojos. —¿No quieres


perderme, nena? ¿Me quieres?
—Sí.
—¡No me mientas!

—Te juro que sí —dijo llorando.


—¿Cómo me puedes querer si tienes una pésima opinión de mí? Has roto
mi familia. Si me quisieras, deberías haberlo hablado conmigo en privado. Lo
entendí, ¿sabes? Entendí que pensaras que ocurría algo raro, pero de ahí a
hacer daño a mi familia… —La miró como si no la conociera. —Nunca te
creí alguien cruel.
—Estaba fuera de mí. Me sentí traicionada de nuevo. —Él negó con la
cabeza dando un paso atrás y Tara le cogió por el brazo. —Por favor, quiero

arreglarlo.
—Quieres arreglarlo. ¡Pero es que esto ya no tiene arreglo! Has roto algo
imposible de recomponer. Entre Andrew y yo siempre habrá una brecha y
nunca mirará igual a su mujer. —Él apartó su brazo y Tara se echó a llorar
tapándose el rostro. —¿Qué pretendías ayer? ¿Ponerme celoso?
—Sí.
Se volvió dándole la espalda terriblemente avergonzada, pero la volvió de
golpe y le apartó las manos de la cara. —¡No llores! ¡Sigues siendo una cría!
¿Y tú vas a educar a mis hijas?

Se le cortó el aliento. —No me las quites. ¡No estoy enferma! Sé que he


cometido errores, pero te juro que no he recaído. He vuelto a terapia por
nuestra ruptura y por lo que hice. ¡Es algo normal pedir ayuda!
—¿Entonces por qué has adelgazado, nena?

—¡Será porque me levanto diez veces cada noche con las gemelas y
tengo una clínica que dirigir! —gritó desesperada.
—¿Has dejado de comer?
—¡No!
—Como me estés mintiendo…
—¿Qué? ¿Qué vas a hacer? —Vio cómo iba hacia su ropa y se quitaba la
toalla. —No te vayas. —Angustiada se acercó. —Sé que he cometido un
error monumental, pero te quiero. —Él siguió vistiéndose como si no la

hubiera escuchado. —¿No me has oído? ¡Me da igual! Seguiré diciéndotelo


el resto de mi vida, ¿sabes? ¡Nunca te vas a librar de mí! ¡Yo te perdoné!
—No. —Se volvió furioso señalándola con el dedo. —¡No me perdonaste
porque en cuanto tuviste dudas escupiste por la boca toda esa mierda!
Parpadeó sabiendo que tenía la razón. —La psicóloga siempre me ha
dicho que no me calle nada. —La miró asombrado. —Vale que no fui muy
discreta, pero… Es mejor ser sincera.
—¡Sincera!
—Yo no tengo la culpa de que haya secretos entre vosotros. Querías que

fuera vuestro cómplice. Eso no es justo.


—¡Estuviste de acuerdo!
—¿Qué tal si vamos a la psicóloga y le preguntamos si lo ve muy negro?
—Sonrió radiante. —¿A que es buena idea?

—Voy a hablar con otra que me interesa más.


—¿Si? ¿Con quién? —Asombrada vio que solo con los pantalones
puestos salía de la habitación. Le siguió casi corriendo para encontrárselo
bajando las escaleras. Cuando se dio cuenta de que iba hacia la cocina jadeó.
—¡No me has creído! ¡Yo nunca te he mentido!
Entró en la cocina y gruñendo bajó las escaleras corriendo. Al entrar en la
cocina vio que su padre y Ruth tenían a las niñas en brazos. —¡Te he dicho la
verdad!

—¿Ha dejado de comer?


—¿Qué pasa aquí?
—¡Ni idea! ¡Al parecer le importa más si he dejado de comer que lo de su
hermano! —Se cruzó de brazos. —¿Vas a interrogarles?
—Sí. ¿Ha dejado de comer?
—Oh… Qué bonito. Se preocupa por ti —dijo Ruth con una sonrisa en
los labios.
Se le cortó el aliento y se acercó a él. —¿Es eso?
—Claro que sí, hija. Me di cuenta ayer. Está aterrado por si te pasa algo.

Su corazón dio un vuelco al ver que parecía impotente. —Estoy bien, te


lo juro. No te mentiría en algo así.
—¡Vas a descansar!
—Contrataré a una niñera de noche, ¿vale?

—Y no trabajarás tanto.
—Bueno, eso ya lo vamos hablando.
La cogió por la cintura pegándola a él. —¡Harás lo que yo te diga!
Sonrió abrazándole con fuerza. —Te quiero.
Él cerró los ojos como si su contacto fuera lo mejor del mundo. —He
estado aterrado estos dos meses y mi orgullo me impidió acercarme. ¿Qué
clase de marido voy a ser para ti?
—No te culpo, mi vida. Te hice daño. —Se apartó para mirarle a los ojos.

—La próxima vez que discutamos tenemos que hablarlo en lugar de


desaparecer.
Warren sonrió. —Las peleas van a ser monumentales.
—Prometo no bloquearte en el móvil.
Él se echó a reír y la besó suavemente en los labios. Su padre sonrió
viendo todo lo que se querían. —¿Warren? —Levantó la vista para mirarle.
—¿Crees que puedo cederte el mando de nuevo?
Miró a su mujer que jadeó indignada. —Creo que lo compartiremos,
Luke.

—Buena respuesta. —Le miró a los ojos enamorada. —Te quiero.


—Y yo a ti, preciosa. Es una tortura estar alejado de ti —dijo antes de
besarla apasionadamente demostrándole todo lo que la había echado de
menos.

Ruth suspiró emocionada. —La tortura del amor.


Epílogo

Muy nerviosa se pasó la mano por el vientre antes de meter la llave en la


cerradura y entrar en casa. —¿Cariño? ¡Ya he llegado!
—¡Ya era hora! —Su marido salió de la cocina con una niña en cada
brazo y la miró como si hubiera cometido un delito grave.
—Lo sé. Pero una pareja tenía mil dudas después de una inseminación
cuando esas preguntas deberían haberlas hecho antes. —Se acercó y le dio un
beso en los labios antes de coger a Kelly y besarla en la mejilla estirando el
cuello después para besar a Lili.

—Ma…
—Sí, mamá llega tarde. Y la niñera no ha llegado.
Jadeó con los ojos como platos. ¡No, ese día no! —¿Y la de día?
—Se ha ido. Tenía una cita. —Su marido gruñó antes de ir hacia el
pasillo que daba a las habitaciones.
—¡No fastidies! ¡Es la exposición de Lili! ¡No podemos fallar!
—Tú vistes a Kelly y yo a Lili. Nos las llevamos. ¡Y esa tía está
despedida! —gritó entrando en la habitación de las niñas.
—Mejor esperamos a encontrar a otra. —Dejó a Kelly en el cambiador.

—Tardaremos una eternidad en encontrarla con lo exigente que eres.


En el cambiador de al lado su marido la fulminó con la mirada. —¿Qué
has dicho?
—Que te quiero.

Warren sonrió como si no pudiera con ella. —¿Estás nerviosa?


Le quitó el pañal a la niña asintiendo. —Si Kelly se me tira de nuevo,
¿me protegerás?
—Ya se le ha pasado y no puedes evitarla siempre.
—Lo sé. Pero cuando pasamos la Navidad en casa de tus padres me
miraba como si quisiera sacarme los ojos.
—Sería una pena que lo hiciera porque son unos ojos preciosos. Andrew
ha hablado con ella y ya se ha relajado.

—No.
—¿Cómo que no?
—Déjalo. —Forzó una sonrisa y puso el pañal nuevo a su hija que chilló
de la alegría.
Él la volvió. —Nena ¿qué ha pasado?
—Es… secreto profesional. Me ha amenazado con demandarme y
hablaba en serio.
—¿Ha ido a la consulta?
—Quiere una niña.

—La hostia.
—¡Warren, las niñas! ¡Ahora lo aprenden todo!
—Hoz…
Le fulminó con la mirada y Warren se sonrojó. —No se la entiende bien.

Seguro que es un gorgorito.


—Tía —dijo Kelly terminando la palabra.
—Será posible. Qué listas son mis niñas —dijo orgulloso—. Y solo
tienen año y medio. Con tres saben hasta la tabla de multiplicar.
—¿Tus niñas? —preguntó divertida.
—Nuestras niñas. Volviendo al asunto…
—¿Crees que Andrew lo sabe?
—¿Kelly no te lo ha dicho?

—Me ha dicho lo de la demanda con cara de mala leche y solo ha soltado


quiero una niña.
—Estupendo. —Rio por lo bajo. —Igual no es mala idea. Andrew está
loco con Mathew. Es un padre increíble. Cuando llegue llegó.
—¿Crees que quiere sorprenderle?
—Seguramente. Tiene que estar muy segura de que no se enfadará
después de todo lo ocurrido. Nosotros no diremos nada.
Suspiró del alivio. —Menos mal. Coge.
Él alargó la mano para coger a Kelly del brazo mientras ella iba hacia el

armario y cogía dos vestidos para las niñas. Al volverse vio como las besaba
en el cuello haciéndolas reír y se acercó dándole el vestido de Lili. —Uy, hoy
os vestís de azul. —Las niñas rieron.
—¿Cariño?

—Nena, ¿tenemos que ponerles medias? Ya hace algo de calor.


En ese momento sonó el timbre y se miraron. —¡La niñera!
Warren casi sale corriendo y divertida sujetó a Lili. —Al parecer al final
no venís. Seguro que lo preferís, ¿verdad?
Kelly chilló dándole la razón antes de alargar la mano hasta su hermana
que se la cogió. —¿Cariño?
—¡Sí, es la niñera!
Entró a toda prisa en la habitación al igual que la niñera que se puso a

trabajar de inmediato.
—Venga, cielo. Ponte aún más guapa que nos vamos. —Sonrió
encantado. —Una noche libre.
Rio siguiéndole por el pasillo y entraron en la habitación. Ella cerró la
puerta y su marido fue hacia la ducha. A toda prisa se quitó el vestido y las
medias y en ropa interior entró en el baño. —¿Mi amor? —Se quitó las
braguitas dejándolas caer sobre el suelo de mármol y se desabrochó el
sujetador entrando en la ducha tras él. Le abrazó por la espalda acariciando su
pecho. Él gruño por sus caricias excitándose de inmediato y ella bajó la mano

lentamente hasta su miembro acariciándole con suavidad.


—Nena, estás empeñada en llegar tarde, ¿verdad? —Se volvió besándola
apasionadamente y la cogió por la cintura elevándola hasta ponerla a su
altura. Tara excitadísima rodeó sus caderas con las piernas. —¿Quieres esto,

preciosa? —Entró en su ser de un solo empellón y ella gritó de placer


acariciando su nuca. —Eres tan perfecta… Te sientes tan bien… —Se movió
en su interior volviéndola loca y al sentir su necesidad siguió torturándola
hasta que tensa apretó su miembro con fuerza buscando liberación. Warren
sin dejar de mirar su rostro la embistió con tal contundencia que creyó que se
partiría en dos antes de gritar de placer cuando todo su ser estalló en un
intenso orgasmo.
Cuando recuperaron el aliento su marido rio en su cuello. —Parecemos

adolescentes. —Besó el lóbulo de su oreja haciéndola gemir. —Lili te va a


matar.
—Tengo que decirte algo —dijo aún aferrada a su cuello.
Él apartó el rostro para mirarla y vio que ya no estaba tan relajada. —
¿Nena?
—No quería, bueno sí que quería, pero…
La miró sin comprender. —¿Qué ocurre?
—Al ver a Kelly en la consulta sentí remordimientos.
—Es lógico, cielo —dijo preocupado—. Pero te aseguro que son muy

felices.
—No por eso.
—Nena, no te entiendo.
—Es que en Navidad sentí envidia. Y se llevaban tan bien… Y era tan

mono…
—¡Tara!
Le miró con los ojos como platos. —Hablo de Mathew. Se llevaba muy
bien con las niñas, ¿no? No estaban celosas ni nada.
—Sí, todos estábamos aliviados. Están acostumbradas a estar solas.
Forzó una sonrisa. —No por mucho tiempo. —Warren parpadeó. —Dejé
la píldora el día de Navidad.
Dejó caer la mandíbula del asombro. —¿Qué has dicho?

—Estoy de tres meses.


Su marido intentaba digerir la noticia y preocupada se aferró a su cuello.
—No me sueltes de la impresión que es una buena caída.
De repente Warren se echó a reír. —Sois igualitas.
—¿De qué hablas?
Sin dejar de reír la besó en los labios antes de dejarla en el suelo. —Eres
igual que Kelly.
—¡Eso no es cierto!
—¿Ah, no? Las dos os envidiasteis en Navidad y tenemos niño de nuevo.

Se sonrojó con fuerza y decidió empezar a lavarse el cabello. Warren le


dio una palmada en el trasero sin dejar de reír. —¿No estás enfadado?
—Podría estarlo por hacerlo a mis espaldas, pero no puedo porque es
como que te den un regalo sorpresa. —Tras ella besó su cuello. —Te quiero,

nena.
—Esta vez será niño —dijo enjabonándose el cabello.
—Si no lo es, piensas continuar, ¿verdad?
—Por supuesto.
—¿Lo dirás esta noche?
—No. Hoy es la noche de Lili.
La giró mirándola intensamente. —Eres maravillosa.
Se abrazó a él. —Gracias, mi vida.

—¿Por qué?
—Por decirme todos los días cuanto me amas.
—Te lo digo para que no te olvides y me dejes.
Se echó a reír levantando el rostro. —Te quiero, me has dado la vida que
siempre he soñado.
—Pues sigue soñando, preciosa… Porque esto acaba de empezar.
FIN

Sophie Saint Rose es una prolífica escritora que lleva varios años

publicando en Amazon. Todos sus libros han sido Best Sellers en su categoría
y tiene entre sus éxitos:

1- Vilox (Fantasía)
2- Brujas Valerie (Fantasía)
3- Brujas Tessa (Fantasía)
4- Elizabeth Bilford (Serie época)
5- Planes de Boda (Serie oficina)

6- Que gane el mejor (Serie Australia)


7- La consentida de la reina (Serie época)
8- Inseguro amor (Serie oficina)
9- Hasta mi último aliento
10- Demándame si puedes
11- Condenada por tu amor (Serie época)
12- El amor no se compra
13- Peligroso amor
14- Una bala al corazón

15- Haz que te ame (Fantasía escocesa) Viaje en el tiempo.


16- Te casarás conmigo
17- Huir del amor (Serie oficina)
18- Insufrible amor

19- A tu lado puedo ser feliz


20- No puede ser para mí. (Serie oficina)
21- No me amas como quiero (Serie época)
22- Amor por destino (Serie Texas)
23- Para siempre, mi amor.
24- No me hagas daño, amor (Serie oficina)
25- Mi mariposa (Fantasía)
26- Esa no soy yo

27- Confía en el amor


28- Te odiaré toda la vida
29- Juramento de amor (Serie época)
30- Otra vida contigo
31- Dejaré de esconderme
32- La culpa es tuya
33- Mi torturador (Serie oficina)
34- Me faltabas tú
35- Negociemos (Serie oficina)

36- El heredero (Serie época)


37- Un amor que sorprende
38- La caza (Fantasía)
39- A tres pasos de ti (Serie Vecinos)

40- No busco marido


41- Diseña mi amor
42- Tú eres mi estrella
43- No te dejaría escapar
44- No puedo alejarme de ti (Serie época)
45- ¿Nunca? Jamás
46- Busca la felicidad
47- Cuéntame más (Serie Australia)

48- La joya del Yukón


49- Confía en mí (Serie época)
50- Mi matrioska
51- Nadie nos separará jamás
52- Mi princesa vikinga (Serie Vikingos)
53- Mi acosadora
54- La portavoz
55- Mi refugio
56- Todo por la familia

57- Te avergüenzas de mí
58- Te necesito en mi vida (Serie época)
59- ¿Qué haría sin ti?
60- Sólo mía

61- Madre de mentira


62- Entrega certificada
63- Tú me haces feliz (Serie época)
64- Lo nuestro es único
65- La ayudante perfecta (Serie oficina)
66- Dueña de tu sangre (Fantasía)
67- Por una mentira
68- Vuelve

69- La Reina de mi corazón


70- No soy de nadie (Serie escocesa)
71- Estaré ahí
72- Dime que me perdonas
73- Me das la felicidad
74- Firma aquí
75- Vilox II (Fantasía)
76- Una moneda por tu corazón (Serie época)
77- Una noticia estupenda.

78- Lucharé por los dos.


79- Lady Johanna. (Serie Época)
80- Podrías hacerlo mejor.
81- Un lugar al que escapar (Serie Australia)

82- Todo por ti.


83- Soy lo que necesita. (Serie oficina)
84- Sin mentiras
85- No más secretos (Serie fantasía)
86- El hombre perfecto
87- Mi sombra (Serie medieval)
88- Vuelves loco mi corazón
89- Me lo has dado todo

90- Por encima de todo


91- Lady Corianne (Serie época)
92- Déjame compartir tu vida (Series vecinos)
93- Róbame el corazón
94- Lo sé, mi amor
95- Barreras del pasado
96- Cada día más
97- Miedo a perderte
98- No te merezco (Serie época)

99- Protégeme (Serie oficina)


100- No puedo fiarme de ti.
101- Las pruebas del amor
102- Vilox III (Fantasía)

103- Vilox (Recopilatorio) (Fantasía)


104- Retráctate (Serie Texas)
105- Por orgullo
106- Lady Emily (Serie época)
107- A sus órdenes
108- Un buen negocio (Serie oficina)
109- Mi alfa (Serie Fantasía)
110- Lecciones del amor (Serie Texas)

111- Yo lo quiero todo


112- La elegida (Fantasía medieval)
113- Dudo si te quiero (Serie oficina)
114- Con solo una mirada (Serie época)
115- La aventura de mi vida
116- Tú eres mi sueño
117- Has cambiado mi vida (Serie Australia)
118- Hija de la luna (Serie Brujas Medieval)
119- Sólo con estar a mi lado

120- Tienes que entenderlo


121- No puedo pedir más (Serie oficina)
122- Desterrada (Serie vikingos)
123- Tu corazón te lo dirá

124- Brujas III (Mara) (Fantasía)


125- Tenías que ser tú (Serie Montana)
126- Dragón Dorado (Serie época)
127- No cambies por mí, amor
128- Ódiame mañana
129- Demuéstrame que me quieres (Serie oficina)
130- Demuéstrame que me quieres 2 (Serie oficina)
131- No quiero amarte (Serie época)

132- El juego del amor.


133- Yo también tengo mi orgullo (Serie Texas)
134- Una segunda oportunidad a tu lado (Serie Montana)
135- Deja de huir, mi amor (Serie época)
136- Por nuestro bien.
137- Eres parte de mí (Serie oficina)
138- Fue una suerte encontrarte (Serie escocesa)
139- Renunciaré a ti.
140- Nunca creí ser tan feliz (Serie Texas)

141- Eres lo mejor que me ha regalado la vida.


142- Era el destino, jefe (Serie oficina)
143- Lady Elyse (Serie época)
144- Nada me importa más que tú.

145- Jamás me olvidarás (Serie oficina)


146- Me entregarás tu corazón (Serie Texas)
147- Lo que tú desees de mí (Serie Vikingos)
148- ¿Cómo te atreves a volver?
149- Prometido indeseado. Hermanas Laurens 1 (Serie
época)
150- Prometido deseado. Hermanas Laurens 2 (Serie época)
151- Me has enseñado lo que es el amor (Serie Montana)

152- Tú no eres para mí


153- Lo supe en cuanto le vi
154- Sígueme, amor (Serie escocesa)
155- Hasta que entres en razón (Serie Texas)
156- Hasta que entres en razón 2 (Serie Texas)
157- Me has dado la vida
158- Por una casualidad del destino (Serie Las Vegas)
159- Amor por destino 2 (Serie Texas)
160- Más de lo que me esperaba (Serie oficina)

161- Lo que fuera por ti (Serie Vecinos)


162- Dulces sueños, milady (Serie Época)
163- La vida que siempre he soñado

Novelas Eli Jane Foster

1. Gold and Diamonds 1


2. Gold and Diamonds 2
3. Gold and Diamonds 3
4. Gold and Diamonds 4

5. No cambiaría nunca
6. Lo que me haces sentir

Orden de serie época de los amigos de los Stradford, aunque se pueden


leer de manera independiente

1. Elizabeth Bilford
2. Lady Johanna
3. Con solo una mirada

4. Dragón Dorado
5. No te merezco
6. Deja de huir, mi amor
7. La consentida de la Reina

8. Lady Emily
9. Condenada por tu amor
10. Juramento de amor
11. Una moneda por tu corazón
12. Lady Corianne
13. No quiero amarte

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