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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN CRISTÓBAL DE

HUAMANGA

FACULTDAD DE CIENCIAS SOCIALES

ESCUELA PROFESIONAL DE ANTROPOLOGÍA SOCIAL

TEORIA Y
ESCUELAS ANTROPOLOGICAS III

_____________________________________________________________

EL CONTROL Y ORIGEN DEL ESTADO


_____________________________________________________________
ESTUDIANTE: Walter, VICAÑA HUANACO

DOCENTE: Néstor Godofredo, TAIPE CAMPOS

AYACUCHO-PERÚ

2018

“EL DESAROLLO DE LA TEORIA ANTROPOLOGICA. HISTORIA DE


LAS TEORIAS DE LA CULTURA”
EL CONTROL Y ORIGEN DEL ESTADO:
Desde mi punto de vista existen dos grandes teorías para explicar la organización social y su
“evolución” en todos los aspectos, ya sean estos infraestructurales (economía), estructurales
(política) y superestructurales (ideología y cultura). La primera de estas dos grandes teorías es la de
la armonía social, entendida en el sentido de que existe una tendencia interna dentro de cada
sociedad que la conduce a reproducirse a sí misma dentro de un esquema de colaboración entre sus
integrantes, corrigiendo, al tiempo, aquellos elementos que pueden tender al desequilibrio o
adaptando según sus necesidades, aquellos aspectos novedosos para la misma. Los máximos
exponentes de esta concepción social son las escuelas Funcionalista y Estructuralista. En primer
lugar, la escuela Funcionalista basa su análisis en la teoría de que el orden social se fundamenta en
el funcionamiento armónico de la sociedad; frente a la tendencia de evolución de esa sociedad, se
plantea que ella misma tiende a ser funcionalmente equilibrada, y la estructura social funciona por
necesidades básicas. La escuela Estructuralista plantea que la cohesión estructural de la sociedad
sólo se explica gracias a una conciencia colectiva, que se traduce en una solidaridad que permite
organizar la distribución del trabajo; la sociedad estaría estructurada gracias a su conciencia social
(mentalidad) y a su orden solidario de organización, realizándose la integración en la división del
trabajo. La otra gran teoría sobre la organización social es la teoría del conflicto, entendida como
una tendencia de la sociedad a resolver las contradicciones y tensiones, tanto externas como
internas. Spencer sostiene la idea de que el conflicto se desenvuelve en una dinámica externa,
siendo resuelto generalmente por la guerra, cuando la sociedad está capacitada para afrontar, gracias
a un mejor gobierno, sus conflictos con otras sociedades; la adecuación de todos los recursos para el
logro de la victoria hace posible la cooperación que permite el cumplimiento del objetivo marcado y
así mismo, la reiterada victoria permite el aumento de prestigio y poder de una minoría dirigente de
la guerra. Marx y Engels son los sostenedores de otra variante en la teoría del conflicto; ésta se basa
en la dinámica interna del mismo y se plantea como el intento de solución diacrónica de una
situación sincrónica, cual es la apropiación de los medios de producción por parte de una minoría de
la sociedad. Estas dos corrientes tienen en común la asunción de la lucha, sin descartar el uso de la
violencia, como método para lograr los objetivos sociales; no obstante, mantienen entre sí una
importante diferencia, pues mientras la teoría del conflicto como dinámica externa, necesita de la
existencia de una estructura estatal o paraestatal e incluso se apoya en ella como medio para lograr
sus objetivos, tendiendo a reprimir cualquier actuación que no aporte en la línea de consecución del
objetivo marcado, la teoría defendida por el materialismo histórico tiene como objetivo
precisamente lo contrario, es decir: la abolición del Estado, al que entiende como un elemento de
represión del conjunto de la sociedad. Como se puede observar, tanto Spencer, de una parte, como
Marx y Engels de la otra entienden el Estado como un elemento represivo, pero con la importante
diferencia, al mismo tiempo, de que para Spencer el Estado es necesario, y para Marx y Engels es el
elemento a suprimir. Como concreción de las citadas corrientes, nos encontramos con dos
concepciones del Estado diametralmente opuestas; así para estructuralistas y funcionalistas, la
estructura estatal responde al cumplimiento de necesidades surgidas de la mayor complejidad social
quizá producto del aumento demográfico y todo ello en un marco armónico o solidario del conjunto
de la sociedad; un ejemplo, sintético, de estas teorías lo constituyen los postulados de Elman
Service en una de las obras que han sido utilizadas para la elaboración de este trabajo: Los orígenes
del Estado y de la civilización, en la que plantea el surgimiento del Estado a partir de la necesidad
de ordenar el proceso productivo y el reparto de los beneficios del excedente generado, entre otras
cosas, gracias a la mejora tecnológica, creándose una nueva clase de burócratas que se nutre de sí
misma y cuya única razón de ser y permanecer es el mantenimiento del equilibrio social.
Un ejemplo de esta misma corriente de pensamiento, que desde mi punto de vista parece
contradictorio, es el de Adam Ferguson. Este autor mantiene que el conflicto y la rivalidad pueden
tener la función positiva de ayudar a la organización del Estado, dado que el conflicto, el peligro y
la hostilidad de los extraños fortalecen el servicio interno a la colectividad; a esta idea hay que
añadir la de que el incremento en la división del trabajo en una sociedad aumenta su prosperidad,
tamaño y complejidad. Sin embargo, decimos que nos parece contradictorio porque, si bien
formalmente asume la teoría del conflicto, su interpretación del origen del Estado se basa en la
teoría armónica que debe regir su actividad. De otra parte, nos encontramos con la dualidad de la
teoría del conflicto, para cuyos pensadores el Estado surge como expresión de las tensiones internas
de la sociedad. A nuestro modo de ver cabe una visión diferente de la idea de Spencer,
inscribiéndola en una fase posterior a la enunciada por Marx y Engels; para nosotros, dentro de la
lógica de quien detenta el poder, no se puede plantear una dinámica de conflicto externo si
previamente no se ha asentado y fortalecido una dinámica de control interno, lo cual significa una
inversión de los términos de la formulación de Spencer. Llama poderosamente la atención que la
corriente estructural funcionalista, cuando alude a la corriente defensora del conflicto para intentar
rebatirla, no refleja en ella la existencia de un elemento fundamental como es el de la
superestructura, que sin embargo sí asume como propio, aunque dándole una interpretación
particular. Según quienes defienden la idea armónica o solidaria de la sociedad, la superestructura
no es sino la asunción voluntaria, por parte del conjunto de la sociedad, de una serie de valores y
esquemas mentales que le permiten su subsistencia de acuerdo a las nuevas necesidades, jugando el
Estado y sobre todo su “burocracia”, un papel arbitral y moderador. Por tanto, para los defensores
de esta idea, el Estado aparece como la solución colectiva de necesidades nuevas que surgen a partir
de situaciones también nuevas (como el excedente de producción y su redistribución); siguiendo
con este esquema, sólo unos pocos hombres están capacitados para llevar a buen puerto las medidas
necesarias, los “Grandes hombres” que en una fase posterior se rodean de personal especializado
para cada una de las tareas (militar, sacerdotal, administrativa), dando lugar así a la aparición de una
casta burocrática y pasando a un estatus diferente, el de jefe; en la fase siguiente, se produce un
proceso de hereditariedad que conduce a la institucionalización de la figura del jefe, pasando a ser
la jefatura una situación permanente y no temporal como en la fase anterior; a partir de este
momento se puede comenzar a hablar de la existencia de estructuras o formas estatales. Es de
resaltar que, para quienes sostienen esta idea, la superestructura no tiene un papel represivo. Se
asume voluntariamente y de forma automática, reforzando los aspectos de solidaridad y armonía en
la sociedad. Decíamos que llama la atención lo anterior porque, para la corriente materialista,
inscrita dentro de la corriente que defiende el conflicto como origen del Estado, no es sólo que se
afirma la existencia de la superestructura, sino que, además, en el caso del marxismo, se entiende
como paralela a la consolidación de las formas estatales, ya que la considera la justificación moral
de una situación desfavorable para la mayoría de la sociedad, que de otra forma no aceptaría
seguramente. También la escuela materialista cultural se adscribe a esta posición, otorgándole una
categoría de mayor importancia incluso, ya que entiende la superestructura como un elemento sin el
cual no es posible la existencia de los Estados. Se entenderá fácilmente que nos resulte tan
llamativo la ausencia de referencias a la superestructura, por parte de los pensadores estructural-
funcionalistas en sus referencias a quienes sostienen la idea del conflicto.

PALABRAS CLAVES
 Estado (militar, sacerdotal, administrativa),
 Cultura
 Estructura
 Superestructura
 Categoría
 Hereditario
 Jefatura

ABSTRACT
From my point of view there are two great theories to explain the social organization and its
"evolution" in all aspects, be they infrastructural (economy), structural (political) and super
structural (ideology and culture). The first of these two great theories is that of social harmony,
understood in the sense that there is an internal tendency within each society that leads it to
reproduce itself within a scheme of collaboration among its members, correcting, at the same time,
those elements that may tend to imbalance or adapting according to their needs, those novel aspects
for it. The maximum exponents of this social conception are the Functionalist and Structuralist
schools. In the first place, the functionalist school bases its analysis on the theory that the social
order is based on the harmonious functioning of society; Faced with the trend of evolution of that
society, it is argued that
it tends to be functionally balanced, and the social structure works by basic needs. The Structuralist
school argues that the structural cohesion of society is only explained thanks to a collective
conscience, which translates into a solidarity that allows organizing the distribution of work; society
would be structured thanks to its social conscience (mentality) and its solidary order of
organization, integrating itself in the division of labor. The other great theory about social
organization is the theory of conflict, understood as a tendency of society to resolve contradictions
and tensions, both external and internal. Spencer maintains the idea that the conflict unfolds in an
external dynamic, being solved generally by the war, when the society is able to confront, thanks to
a better government, its conflicts with other societies; the adequacy of all resources for the
achievement of victory makes possible the cooperation that allows the fulfillment of the marked
objective and likewise, the repeated victory allows the increase of prestige and power of a minority
leader of the war. Marx and Engels are the supporters of another variant in the theory of conflict;
This is based on the internal dynamics of the same and is proposed as the attempt of diachronic
solution of a synchronic situation, which is the appropriation of the means of production by a
minority of society. These two currents have in common the assumption of the struggle, without
ruling out the use of violence, as a method to achieve social objectives; nevertheless, they maintain
an important difference between themselves, because while the theory of conflict as external
dynamics, it needs the existence of a state or parastatal structure and even relies on it as a means to
achieve its objectives, tending to repress any action that does not contribution in the line of
achievement of the marked objective, the theory defended by historical materialism aims precisely
the opposite, ie: the abolition of the State, which is understood as an element of repression of
society as a whole As can be seen, both Spencer, on the one hand, and Marx and Engels on the
other understand the State as a repressive element, but with the important difference, at the same
time, that for Spencer the State is necessary, and for Marx and Engels is the element to be deleted.
As a concretion of the mentioned currents, we find ourselves with two conceptions of the State
diametrically opposed; thus for structuralists and functionalists, the state structure responds to the
fulfillment of needs arising from the greatest social complexity, perhaps the product of demographic
growth, and all this in a harmonious or solidary framework of society as a whole; An example,
synthetic, of these theories are the postulates of Elman Service in one of the works that have been
used for the elaboration of this work: The origins of the State and civilization, in which it raises the
emergence of the State from of the need to order the productive process and the distribution of the
benefits of the surplus generated, among other things, thanks to the technological improvement,
creating a new class of bureaucrats that feeds on itself and whose only reason for being and
remaining is the maintenance of social equilibrium. An example of this same current of thought,
which from my point of view seems contradictory, is that of Adam Ferguson. This author maintains
that conflict and rivalry can have the positive function of helping the organization of the State,
given that the conflict, danger and hostility of strangers strengthen the internal service to the
community; To this idea we must add that the increase in the division of labor in a society increases
its prosperity, size and complexity. However, we say that it seems contradictory because, although
formally assumes the theory of conflict, its interpretation of the origin of the State is based on the
harmonic theory that should govern its activity. On the other hand, we find the duality of conflict
theory, for whose thinkers the State emerges as an expression of the internal tensions of society. In
our view there is a different view of Spencer's idea, inscribing it in a phase subsequent to that
enunciated by Marx and Engels; for us, within the logic of those who hold power, we can not
consider a dynamic of external conflict if previously a dynamic of internal control has not been
established and strengthened, which means an inversion of the terms of Spencer's formulation. It
draws attention that the structuralist functionalist current, when it alludes to the defending current of
conflict to try to refute it, does not reflect in it the existence of a fundamental element such as the
superstructure, which nevertheless assumes as its own, although giving it a particular interpretation.
According to those who defend the harmonious or solidary idea of society, the superstructure is
nothing more than the voluntary assumption, by society as a whole, of a series of values and mental
schemes that allow its subsistence according to the new needs, playing the State and especially its
"bureaucracy",
an arbitration and moderator role. Therefore, for the defenders of this idea, the State appears as the
collective solution of new needs that arise from new situations (such as surplus production and its
redistribution); Following this scheme, only a few men are able to carry out the necessary measures,
the "Great Men" who at a later stage are surrounded by specialized personnel for each of the tasks
(military, priestly, administrative), giving place thus to the appearance of a bureaucratic caste and
passing to a different status, that of chief; in the next phase, a process of hereditariness takes place
that leads to the institutionalization of the figure of the boss, becoming the headquarters a
permanent situation and not temporary as in the previous phase; from this moment one can begin to
talk about the existence of structures or state forms. It is noteworthy that, for those who hold this
idea, the superstructure does not have a repressive role. It is assumed voluntarily and automatically,
reinforcing aspects of solidarity and harmony in society. We said that the former draws attention
because, for the materialist current, inscribed within the current that defends the conflict as the
origin of the State, it is not only that the existence of the superstructure is affirmed, but also, in the
case of Marxism, is understood as parallel to the consolidation of state forms, since it considers it
the moral justification of a situation unfavorable to the majority of society, which otherwise would
not surely accept. The cultural materialist school also subscribes to this position, granting it a
category of even greater importance, since it understands the superstructure as an element without
which the existence of States is not possible. It will be easily understood that the absence of
references to the superstructure by structural-functionalist thinkers in their references to those who
hold the idea of conflict is so striking.

INTRODUCCION
1.) El objetivo de este trabajo es hacer un somero análisis sobre la necesidad, o no, de la
aparición y existencia del Estado y las diferentes posiciones que, sobre su origen, existen
actualmente. Necesariamente, este trabajo no puede ser investigativo, sino de inferencia
e interpretación a partir de las investigaciones existentes; no obstante, sí pretende
situarse en una posición concreta con respecto al objetivo que nos hemos trazado al
abordarlo. Es preciso hacer una aclaración metodológica y terminológica, referida al
mismo concepto de Estado. Cuando, a la lo largo de este trabajo, mencionemos esta
palabra, lo haremos como una convención para expresar la existencia de estructuras
diversas, que tienen entre sí el nexo común de ser articulaciones para solventar el
problema de la complejidad social, pero que no siempre responden al concepto que de
Estado tenemos en la actualidad. En concreto, nos hemos apoyado en las dos teorías que
nos parecen más generalistas sobre la organización social, como son la teoría del conflicto
y la teoría de la armonía social; a lo largo del trabajo nos iremos posicionando sobre
nuestra actitud ante cada una de ellas, analizando, al tiempo, aquellos aspectos que nos
han parecido más importantes para afirmar o refutar las distintas argumentaciones que
tanto nosotros, como los autores citados en el trabajo, realizamos.

2.) Antes de iniciar el estudio de las características primordiales de las primeras


culturas y asentamientos humanos originarios de algunos pueblos con características
semejantes al Estado, debemos referirnos como base a algunas manifestaciones
del hombre en la antigüedad.
En primer lugar encontramos el sedentarismo, que fue la primera manifestación de
agrupación del hombre, debido a la búsqueda del espíritu y la acción, ya que al vivir a
merced de la naturaleza y en condiciones extremadamente precarias, se vio en la necesidad
de organizarse en pequeños grupos y asentarse en un lugar, aprendiendo de esta forma a
convivir con más seres de su misma especie y repartiendo deberes y obligaciones tales
como el cultivo y la caza. Después, el mismo hombre primitivo, aprendiendo a vivir en
conjunto con otros seres, forma la primera institución social: La familia, cuya evolución es
importante por ser la primera unión con otros seres biológicamente necesarios.
Nadie sabe en sí cuándo surge la familia como tal, porque no existen modos, ni formas,
ni medios con los cuales pueda estructurarse el conocimiento de la familia primitiva, desde
que un hombre empezó a vivir con una mujer, hasta el nacimiento del primer hijo y su
convivencia. Lo cierto es que marcó la pauta para la primera estructura social. Con
el tiempo, y con la ayuda del medio ambiente y la familia, se desarrollan ciertas formas
preestatales como:
 La banda y la tribu
 La horda
 La gens
 El clan
CONCLUSION
Se basa en la comparación de autores que nos parecen representativos de las corrientes
enunciadas anteriormente, a partir del cual hemos llegado al convencimiento de que el origen
del Estado radica en el intento de solución de conflictos sociales, fundamentalmente de
carácter interno. Dicho de otra manera: el origen del Estado está, para nosotros, en el
surgimiento de un excedente de producción del que se apropian grupos sociales que crean, en
torno a ellos, una estructura que les permite el mantenimiento de esta situación de claras
diferencias dentro de una misma sociedad. Antes del surgimiento del Estado fue necesario que
se produjesen una serie de cambios en el seno de la especie, primero, y de los diferentes
grupos, después. En lo que respecta a la especie, se produjo una lenta, pero constante,
evolución que hizo que se diversificasen los tipos, fijándose posteriormente y adscribiéndose a
áreas de influencia en cada una de las zonas del planeta; esta fijación regional tuvo como
consecuencia, en general, un lento proceso de casi sedentarización, en el sentido de reducir las
áreas de recolección y caza, “especializándose” en el territorio al tiempo que se diversificaban
los recursos. Las causas de este proceso al que Gordon V. Childe denominó, en afortunada
frase, la “revolución neolítica”, son de variada índole y entre las que nos parece que es de
destacar el final del periodo de glaciaciones y el consiguiente aumento de temperatura que
permitió, a su vez, la ocupación de zonas deshabitadas hasta el momento y un aumento
considerable de la población. En estas condiciones, aparece una nueva e importante necesidad,
cómo alimentar al mayor número de personas existentes. Es esta necesidad la que hace posible
que se aprovechen más y mejor los recursos existentes en el espacio en el que previamente se
habían asentado las comunidades e impulsa una mejora de la tecnocultura. Cuando estas
medidas tienen éxito, la consecuencia es el ingreso en una nueva situación económica, la
producción, que incorpora así mismo otras importantes novedades, como son la división y
especialización del trabajo y un aumento considerable de los bienes demandables, hasta el
punto de obtener incluso excedentes, algo imposible para una economía basada en la
distribución igualitaria de la época anterior. Este nuevo marco que hemos descrito de manera
sucinta tiene importantes y profundas consecuencias, entre ellas y no la menos destacable, la
aparición de estructuras sociopolíticas nuevas. Y es aquí cuando se plantea el problema del
origen y desarrollo del Estado y las diferentes interpretaciones que al respecto se suscitan.
Nos parece improbable que las nuevas estructuras sociopolíticas se puedan basar en la
armonía y la solidaridad, ya que el problema es el del reparto de los excedentes y para ello
todos los autores están de acuerdo en que se parte de la aparición de figuras que tienen como
función específica ese reparto de manera exclusiva, creando un entramado que le permite el
control de la nueva situación. La propia idea del reparto, establece criterios nuevos en el
sistema de propiedad que ya no es comunitario, porque si bien formalmente los excedentes
pertenecen a la comunidad, quien dispone de ellos es el encargado de su reparto. Entre esto y
la disponibilidad particular de los medios comunes sólo media un paso que se da con absoluta
facilidad creando, con ello, situaciones de clara desigualdad que es preciso mantener con
medios también nuevos, que permitan contener las posibles protestas o rebeliones de quienes
han sido situados en posición subalterna en el nuevo orden social; estos nuevos medios son de
dos tipos fundamentalmente, y con acciones y funciones encaminadas a operar en dos planos
diferentes; de una parte están los elementos materiales, destinados a la coerción física y cuyo
exponente son las fuerzas militares; de otra se encuentran los elementos intelectuales,
destinados a la creación de valores cuya transgresión da lugar a una acción punitiva que puede
ser no solamente física, sino también moral. La mejor expresión de esta función es la existencia
de castas sacerdotales. En un nivel más avanzado de las estructuras represivas se encuentra la
burocracia administrativa, que va aparejada, generalmente, a la existencia de escritura y
permite una profundización en los elementos de control y represión, al permitir una
codificación de los valores antes aludidos y su conversión en leyes positivas que constituyen
una referencia concreta, no ya abstracta, de las pautas a seguir que marca el poder estatal
constituido. Nos llevan a esta posición tanto los autores que la defienden como, puede que aún
más, aquellos que la intentan rebatir, ya que, desde nuestro punto de vista, la explicación
ofrecida no satisface las preguntas que nos hacemos sobre el origen y desarrollo del Estado. En
este sentido, las afirmaciones de E. Service, sobre la aparición del poder en manos de una
“casta” burocrática casi elegida por los miembros de una sociedad, cuando ésta adquiere
nuevos niveles de complejidad, no nos explica a partir de qué elementos nuevos se produce
esta complejización. Sin embargo, cuando analizamos la idea de Marvin Harris, aplicada al
mismo problema, no sólo nos satisface, sino que contempla de manera más amplia y sin
prejuicios cualquier posibilidad de surgimiento de las formas estatales. De hecho, el propio
Service, cuando, para defender esta idea de la “elección” de las personas que integran el nuevo
poder arbitral, que no es sino el Estado, utiliza como argumentación a su favor la experiencia
de los “Estados hidráulicos” no puede sustraerse a la obligación de plantear un trasfondo
económico, si bien invierte los términos en su explicación, al plantear que primero se crean los
burócratas y luego los canales que éstos administran. Nosotros nos preguntamos si no será,
más bien al contrario, y, ante la necesidad de establecer, por ejemplo, turnos de riego, no se
plantea la posibilidad de que alguno de los “grandes hombres” de cada comunidad sea incluso
designado para esta labor, arrogándose después funciones cada vez más amplias, a las que es
relativamente fácil encontrar justificación ideológica, dando cuerpo a un conglomerado
económico, político e ideológico al que finalmente denominamos Estado. Para quienes
suscribimos este trabajo, la motivación económica no puede ser más clara, ya que, en este caso
concreto de la construcción y administración de canales, es impensable que dicha actividad se
realice si no es por la existencia de un superávit en la producción o, dicho en términos clásicos,
de un excedente de bienes demandables y consumibles, que como hemos explicado
anteriormente, no puede darse si no se dan una serie de condiciones previas. Siguiendo en esta
línea de crítica a las posiciones de Service, nos parece engañosa la declaración de principios
que hace con referencia a la idea de civilización. Primero afirma, sin ningún género de dudas,
que civilización y Estado no son estructuras obligatoriamente convergentes e incluso llega a
afirmar que puede darse la una sin el otro para, a lo largo de la casi totalidad de los capítulos
que constituyen la obra que ha servido como base para este trabajo, vincular la suerte de la
civilización al desarrollo del Estado, lo cual nos parece claramente contradictorio, si es que no
es confuso.
El papel asignado a los grupos sociales rectores, burocracia y aristocracia, está basado en una idea
bastante particular del origen de las mismas y que de alguna manera hemos planteado en párrafos
anteriores, cual es la idea de que la burocracia aparece per se, desarrollándose en un continuo
sistema recurrente en base a sí misma, sin que influya, al parecer, para nada la actividad general,
que es organizada , controlada y centralizada por parte de la burocracia que, en justo pago a sus
esfuerzos, recibe una cantidad cada vez mayor de bienes demandables y consumibles, para la
organización de un sistema de intercambio con otras comunidades y para su propio consumo; el
continuo ejercicio de esta dirección social, sumado a elementos tales como la costumbre y la
hereditariedad en las funciones hacen que la burocracia llegue a convertirse, al menos en parte,
en aristocracia. El refuerzo para que esta situación se produzca lo ofrece la superestructura
ideológica, fundamentalmente la religión. En esta misma línea de Service, Max Weber planteó con
anterioridad algo bastante similar, uniendo la supervivencia de la burocracia a su vínculo con un
“gran hombre”, cuyos repetidos éxitos y el aumento de su prestigio hicieron posible que se
convirtiese la función de dirección en hereditaria. Nuevamente no estamos de acuerdo con estas
propuestas, y nuestra respuesta la hacemos con una pregunta ¿acaso sólo las burocracias, como
grupos dependientes de una gran figura, son las únicas capaces de crear alguna forma de cultura?
Parece claro, a ojos vista, que la respuesta debe ser una rotunda negativa. Como parece lógico
pensar, no es casual que se defiendan este tipo de afirmaciones, sobre todo si las ponemos en
relación con otra afirmación no menos sustanciosa e interesante de la corriente que representa el
profesor Service: la existencia del Estado como elemento coordinador y no represivo de la
sociedad, apoyado en la siempre presente burocracia; es lógico desde estas posiciones abanderar
la idea de que la cultura se construye en pirámide, pero desde arriba a abajo y no en horizontal,
como aportación de todos y cada uno de los miembros de una sociedad, independientemente de
la cuantía de esa aportación. Si la cultura y por ende la civilización se construye por una minoría
social fuertemente establecida en la cima de la pirámide, con más razón tendrá la exclusiva para
dictar aquellos preceptos que se entiendan como beneficiosos para la sociedad en su conjunto. La
propuesta, por demás, resulta de una lógica aplastante... desde la perspectiva claramente
conservadora que se nos ofrece en esta corriente. Volviendo del revés la argumentación,
pasaremos a resaltar los aspectos del esquema materialista que nos parece que ilustran mejor el
planteamiento del problema del origen del Estado. Si bien no puede decirse, en puridad, que
Gordon V. Childe forme parte de la corriente materialista, sí es cierto que sus planteamientos
fueron novedosos, no sólo por el concepto de “revolución neolítica” que acuñó, sino por las
implicaciones que este mismo concepto tiene en el terreno económico que, desde nuestra
perspectiva y como intentaremos explicar, es la base en la que se cimientan las formas estatales.
Este nuevo concepto económico no es más que la producción, que se hace posible gracias a
diversos factores (mejora del clima, avance en la tecnocultura, crecimiento demográfico, etc.); las
consecuencias de esta nueva forma de desarrollo en la economía son de diverso tipo: en lo social,
supone la agrupación de las comunidades en asentamientos protourbanos, siendo aquí donde
Childe pone el acento de la nueva etapa, y, en lo económico supone la aparición de un excedente
que permite una nueva forma de relación económica entre comunidades diferentes. La gestión de
este excedente y el control de los medios de producción del mismo, así como su reparto e
intercambio son funciones que pronto se arroga una minoría, encargada de animar y organizar la
producción; es la diferencia social entre los dos grupos de la misma comunidad lo que genera que
se establezcan sistemas que permitan el mantenimiento de la situación, reprimiendo, si es
necesario para el grupo director, los intentos de homogeneidad en el reparto. El pensamiento
marxista parte de un análisis bastante parecido, si bien introduce la novedad de plantear el
argumento económico como el principal elemento en el avance o retroceso de las sociedades, de
suerte que si la economía no supera las diferentes fases en que Marx y Engels la dividen, no será
posible una sociedad igualitaria y avanzada, desde su perspectiva. La concepción de Marvin Harris
comparte el móvil económico en la aparición del Estado y llega incluso a la coincidencia con el
materialismo histórico cuando plantea que la construcción de los estados se compone de tres
niveles, a saber: el nivel infraestructural, o socioeconómico, el nivel estructural o sociopolítico y el
nivel superestructural o ideológico, siendo necesario, para ambas corrientes, tanto la materialista
histórica representada por Marx y Engels, como la materialista cultural, representada por Harris,
que se desarrollen los tres aspectos para que exista el Estado como tal. La diferencia entre ambas
posiciones estriba en que mientras para el marxismo es imparable el proceso evolutivo de las
condiciones económicas, para el materialismo cultural esta evolución se situará en aquel nivel que
le permita su reproducción de forma satisfactoria, sin llegar más allá de lo que se entienda como
exitoso para el logro de este fin. En cualquier caso, ambas corrientes resaltan el carácter represivo
del Estado, ya que supone el mantenimiento de situaciones de desigualdad que tienen su origen
en el papel social que cada grupo tiene según su función económica. El aspecto que, a nuestro
entender, es fundamental en este planteamiento hace referencia a la superestructura, entendida
como la más útil herramienta para borrar los aspectos más duros del carácter represivo del
Estado. Si admitimos con los pensadores materialistas que los elementos ideológicos son aquellos
que obligan a la sociedad en su conjunto y a todos y cada uno de sus miembros en el seguimiento
de unas pautas determinadas, obtendremos como resultado que existe un aspecto de aparente
voluntariedad en las actuaciones de los individuos, que interiorizan esos comportamientos como
“naturales” e inherentes a la condición humana, cuando, en realidad, no son más que expresiones
culturales de un esquema repetido por la sociedad, y que le permite vivir de forma “aceptable”, a
la vez que reproducirse como sociedad de forma también “aceptable” . Siendo así que no es
necesario recurrir a la represión directa de las conductas individuales o colectivas, y el Estado
cobra una apariencia de “protector” de los miembros de la sociedad y de sus necesidades,
encargándose de repartir los beneficios y de separar a quienes perjudiquen su pacífico devenir. La
utilidad de este entramado es obvia, ya que permite la perpetuación en el ejercicio del poder de
grupos minoritarios, las llamadas “dinastías legítimas” y su entorno, que se beneficia de su
posición, frente a la mayoría de la sociedad que contribuye a la obtención del beneficio sin
participar más que marginal y ocasionalmente del mismo.
BIBLIOGRAFIA:

· SERVICE, E.R. (1990): El origen del Estado y la civilización. Alianza. Madrid.

. KOTTAK, C.P (1994): Antropología. Una exploración de la diversidad humana. Ed. McGraw.
Madrid.

· HARRIS, M. (1995): Antropología cultural. Alianza. Madrid.

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