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MICHAEL ENDE: (En su conocida novela MOMO):

Sobre el sentido del tiempo y como una hora (de estudio, por ejemplo) puede convertirse
en un instante:

Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella,
todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a
tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo.

Hay calendarios y relojes para medirlo, pero eso significa poco, porque todos sabemos
que, a veces, una hora puede parecernos una eternidad, y otra, en cambio, pasa en un instante
depende de lo hagamos durante esa hora.

Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón.

Sobre la manera de afrontar las tareas ingentes (como el estudio de una oposición), no
sufrir con ello e incluso divertirse.

A Beppo le gustaban esas horas antes del amanecer, cuando la ciudad todavía dormía. Le
gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muy necesario.

Cuando barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero con constancia; a cada paso una
inspiración y a cada inspiración una barrida. Paso-inspiración-barrida. Paso-inspiración-barrida.
De vez en cuando se paraba un momento y miraba pensativamente ante sí. Después proseguía
paso-inspiración-barrida.

-Las cosas son así: a veces tienes ante tí una calle larguísima. Te parece tan terriblemente
larga, que nunca crees que podrás acabarla.

-Y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa. Cada vez que levantas la vista,
ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al
final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.
-Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el
paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en la
siguiente.

-Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea y así ha
de ser.

-De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se
da cuenta como ha sido, y no se está sin aliento.

-Eso es importante.

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La misma idea, no desde la perspectiva de un escritor, sino de una excelente deportista.

Una oposición es como una carrera de fondo. Soy deportista hace muchos años y sé que
la disciplina y la metodología, a veces, ritual es fundamental. Sólo con un entrenamiento
planificado y realista, puedes conseguir objetivos. También me ha enseñado el deporte que es
necesario disfrutar de cada entrenamiento: no es sólo llegar a la cima de la montaña, tiene que
motivarte cada tramo del camino. Las metas deben ser como peldaños de una escalera.

Sobre como verse a sí mismo el opositor y cuál debe ser su meta.

Otro punto importante es la finalidad de la oposición. Lógicamente cuando tú decides


opositar buscas unos objetivos de calidad de vida, de tener un puesto de trabajo con todo lo
que esto supone pero... no todo en la vida es aprobar. Es importante, pero no imprescindible.
Si la vida se redujera sólo a una oposición o si se solucionara con ella: o sería demasiado
aburrida o poco exigente.

Como karateka que soy, la mayor enseñanza del karate fue la forma de afrontar la vida.
Poco me hubiera dado si sólo me enseñara técnicas para defenderme. El karate forja y esa es
la palabra, al igual que el herrero a golpe de martillo en el yunque va dando forma a su obra.
Da lo mismo los instrumentos, la oposición es otro martillo y otro yunque donde se moldea la
persona.

Cuando te examinas y apruebas, no es a la materia, sino a tí mismo. Y el objetivo no es la


nota en sí, sino tu actuación. Son muchos los factores que no dependen de tí y el primero que
te examinas eres tú mismo. Mis grados de cinturón son de esfuerzo y exigencia y eso es lo que
me da fuerza. Porque lo que realmente tiene mérito no es el paso último para la cima, es el
camino recorrido superando todos los obstáculos. La alegría del montañero no es únicamente
arriba en la cima, es la sensación de hacer real un sueño por el que tanto y tanto has luchado.
No importa si lo haces a la primera o a la octava vez, porque cada vez sirve para enriquecerte.

(El autor del método: El libro parte de una visión parecida, y, como contesto a muchos
consultantes, ser opositor es signo de valor, motivo de orgullo y forja de voluntades, y en esa
forja el Método también te insiste en que el verdadero objetivo es dominar el programa, en
que es un viaje hacia tu propio interior y en que el verdadero enemigo del opositor es él
mismo. Pero La experiencia del deporte de María José le permite dar un paso más: María José
ha visto que, en realidad, opositar es un pulso a uno mismo, y que tú eres tu propio Tribunal.
Simplemente Brillante.)

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IGNACIO COSSIO ARRIBAS

Sobre la conveniencia de estudiar en la Biblioteca antes que en el propio domicilio.

Soy un partidario total de la biblioteca tanto para el que sólo oposita como para el que
oposita y trabaja, incluso para éste con más énfasis.

Para el que sólo oposita:

Porque sale de casa, se arregla, se ve como un trabajador y esto le ayuda a tener unos
horarios más estrictos, que vienen determinados por la propia disponibilidad horaria de la
biblioteca. Si su biblioteca abre de 8 a 21 horas sabe que esa es su disponibilidad y que más
allá de esas horas no podrá compensar lo que no haya hecho, porque otra cosa importante, en
casa ya no se estudia. Si se queda en casa, a lo mejor un día se despierta más tarde porque
está cansado, o le entra sueño después de comer y se duerme un ratito y ya no consigue
empezar a estudiar a la hora (con el consiguiente autofustigamiento de por qué me he
dormido), o prefiere hacerse un descanso cuando hay tal o cual programa de televisión para
ver algo, es decir, está más horas en casa, pero creo que no las aprovecha. Además, en casa
siempre surge la frase “Ay que malito estoy”, “qué duro es ésto”. Si estas en una biblioteca y te
entra el sueño, te tomas un café, te haces un descanso y, piensas, o me espabilo o se me pasa
el día, así que a echar el resto. Además, sales al exterior, coges el autobús, el metro, el tren o
vas andando, en suma, comienzas el día con actividad. Eres una persona normal que tiene sus
ocupaciones diarias, le ves la cara a la gente y ves que van tan dormidos en el autobús como tú
(ya sabes mal de muchos…..) que también tendrán sus preocupaciones en la cabeza y le quitas
hierro a eso de estar estudiando todo el día, te desvictimizas.

Por otro lado, creo que a todos los opositores les pasa que de estar sentados todo el día
estudiando, cuando terminan su jornada lo único que les apetece es sentarse y descansar,
aunque parezca una contradicción, y si se estudia en casa, da mucha más pereza al final del
día, o incluso después de comer,(porque parece que pierdes tiempo) salir a la calle para darse
una vuelta y estirar las piernas o hacer ejercicio, que si se sale de la biblioteca en que estás ya
en la calle y, puedes decidir que una día vuelves andando a casa, que pasas por tal o cual
tienda, y te das un pequeño capricho, aumentando de esta manera los refuerzos positivos que
son tan importantes en la oposición.

De esta manera se separa perfectamente entre lo que es obligación y la devoción, salir de


la biblioteca es como salir del trabajo, rompes, en definitiva, y comienzas tu ocio.

Además, un aspecto fundamental es que te da la luz, el sol, que como todo el mundo sabe
es un antidepresivo natural, te da alegría vital, y eso, no se puede sustituir por mirar por la
ventana, o salir un rato a la terraza.

Por lo tanto, como se va a estar meses o años estudiando, lo más recomendable, para mí
es estudiar en biblioteca. Pero, en todo caso, debe buscarse una biblioteca que sea lo más
tranquila posible, a ser posible una biblioteca universitaria y que no esté a más de media hora
de nuestra casa, para no perder mucho tiempo en desplazamientos. Digo que, a ser posible
universitaria, porque en las bibliotecas municipales normalmente entra y sale mucha gente y al
final, es un cachondeo. Otro aspecto interesante puede ser estudiar en la biblioteca de una
facultad de derecho, donde podamos consultar algún libro para dudas puntuales y donde
seguro que hay alguna sala de investigación a la que no acude casi nadie y en la que podemos
estar más o menos tranquilos.

Inevitablemente, en toda biblioteca puede haber ruidos y hasta risitas en algunos


momentos, para eso hay que buscar una que sea lo más tranquila posible y utilizar, si es
necesario tapones para los oídos.

Al principio, algunos pueden creer que al estudiar en biblioteca que no se van a


concentrar, pero enseguida, tienes tu espacio, tu sitio preferido, tu burbuja y estudias aunque
se caiga la biblioteca.

Sólo para aquellos que no se concentren en biblioteca de ninguna manera, sería


recomendable estudiar en casa.

Para los que estudian y opositan:


Sería también recomendable estudiar en biblioteca, no sólo por las razones anteriores,
sino por otra que, además, es fundamental: Cuando se termina la jornada laboral se está
cansado y se tiene cierto bajón, al parar de actividad. Si volvemos a casa, como asociamos casa
con descanso, inevitablemente, aunque nos pongamos a estudiar, lo haremos más tarde y sin
la intensidad adecuada, pensando en ocasiones, voy a desconectar escuchando música o
viendo la tele, que me lo merezco, que llevo todo el día currando, por eso es fundamental,
alargar la jornada laboral, me explico, salir del trabajo y, si es posible, ir directo a la biblioteca,
y aunque en ésta nos dé el bajón, por parar de actividad, por pura vergüenza torera , nos
diremos a nosotros mismos, ya que he venido hasta aquí, voy a aprovecharlo. Es muy
importante coger esa rutina de ir a la biblioteca después de trabajar, directamente si es
posible. Y una vez que hemos terminado de estudiar, nos volvemos a casa después de nuestra
peculiar jornada de trabajo más larga y comienza nuestro tiempo de ocio.

Por tanto, basándome en todo lo anterior, yo hubiera puesto en el libro que es preferible
estudiar en biblioteca, siempre que esta sea buena, a estudiar en casa, esto como regla
general, salvo excepciones de personas que no se concentran de ninguna manera en
biblioteca, en que sería mejor que estudiasen en casa.

Finalmente, la regla general de estudio en la biblioteca admite una pequeña excepción,


cuando el opositor “está en capilla” en que, como estará muy nervioso, si lo prefiere, puede
quedarse en casa estudiando, pero como mucho, en la semana previa al examen, no antes,
porque le rompería el ritmo. Yo personalmente seguí estudiando en la biblioteca hasta el día
anterior al oral, pero se de otros opositores que estudiaban en biblioteca, que 3 o 4 días antes
del examen se quedaban en casa para estar más tranquilos.

(El autor del Método: A la vista de esta magnífica argumentación, paso a considerar esta
solución como una alternativa válida, en igualdad de condiciones con el estudio en casa que se
recomienda en el Método Profesional, por lo que cada cual deberá probar con cual obtiene
mayor rendimiento. Unicamente sería desaconsejable en el caso del examen oral, pero sólo en
la parte final de la jornada, ante la imposibilidad de entrenar los ejercicios orales en ese
entorno. Ese entrenamiento habrá de hacerse en casa).

Sobre la conveniencia de estudiar entendiéndolo todo desde el principio.

Creo que el estudio memorístico debe estar condicionado por una previa e imprescindible
comprensión inicial de lo que se memoriza. Por eso, propongo primero comprender bien todo
lo que se estudia y luego memorizar, no memorizando NADA que previamente no se haya
comprendido perfectamente. Si no se comprende se analiza, se mira otro libro, hasta
comprenderlo, y una vez pillado el concepto, el giro, ya se puede memorizar el artículo, así,
con lo que nos habrá costado comprenderlo no se nos olvidará tan fácilmente, y los repasos
posteriores serán sólo para perfeccionar, no para comprender.

Es decir, el concepto está asentado en nuestra cabeza, lo dominamos, se lo podemos


explicar a otra persona utilizando los mismos o similares términos de los utilizados, por
ejemplo, por un artículo, pero se lo podremos explicar, y sin tener que reproducirle el artículo
y luego desentrañarlo. Lo tenemos desentrañado y se lo explicamos, a lo mejor en la primera
vuelta de manera un poco chapucera, pero en la siguiente lo pulimos y se lo explicamos con
cierto rigor científico.

Un ejemplo:

Una compañera de oposición me preguntó qué es eso de testimonio de los particulares


que sean necesarios, ¿Es que intervienen los particulares (las personas) en algo?, y le dije, no,
es mucho más sencillo particulares equivale a folios del expediente judicial.

Estudiando comprendiendo todo desde el principio, siempre se tiene el concepto o idea


fundamental; sirviendo los posteriores repasos para pulir y perfeccionar y para recordar todo
lo que se haya olvidado; pero siempre se puede explicar algo; sin embargo, estudiando sólo
con la memoria, seguro que al final el opositor lo dirá bien, a base de repasos, pero habrá
invertido a la larga más tiempo en retener algo sumamente sencillo.

Estudiando, deduciendo las cosas, con sentido común, necesitaremos menos repasos
para llegar a dominar la materia, porque está bien interiorizada desde el comienzo, con lo que
la preparación resulta más óptima, se invierte menos tiempo en llegar a dominar el temario, y
en suma, se tarda menos tiempo en aprobar.

(El autor del Método: A la vista de esta interesante argumentación, paso a considerar esta
solución como una alternativa válida, en igualdad de condiciones con el estudio que se
recomienda en el Método Profesional, donde se apuesta por concentrar todos los esfuerzos en
ir avanzando en el temario, de suerte que la comprensión, con ser importante, ceda el primer
plano al estudio, pues se la considera algo que viene dado por el mero hecho de aprender y
repasar el temario.

De este modo, es probable que la fórmula ideal participe de ambas ideas, y siempre que
no se interrumpa, distraiga o ralentice en demasía la progresión del estudio, todo lo que sea
aclarar los puntos oscuros del temario y estudiar comprendiendo lo que se aprende, desde el
primer momento, contribuirá a un más sólido y razonado anclaje de los conocimientos y, en
consecuencia, a una mayor durabilidad de los mismos. Cada cual deberá, por tanto, buscar ese
punto de equilibrio, donde su avance no se resienta buscando demasiadas explicaciones, ni se
limite a un deambular a ciegas, aprendiendo cosas que luego, por no entendidas, no permitan
afrontar con garantías un examen práctico, una pregunta de test, con trampa, etc.)

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CARLOS VALIÑA

Sobre la importancia de las mascotas.

Como complemento al capítulo del libro relativo a la Falta de apoyo externo y su solución,
(páginas 293 a 307), creo interesante añadir una reflexión acerca del importante beneficio que
puede suponer para el opositor el contar con una mascota durante su preparación.
Animales tranquilos como el gato, o en menor medida, un perro (preferentemente
pequeño), pueden acompañar durante horas al opositor, de manera que éste en ningún
momento se sienta solo y conozco casos donde el beneficio de este complemento ha sido
realmente importante. En muchas terapias psicológicas para personas con dificultades varias,
se incluye como una medida terapéutica más, y no poco importante, el incorporar estos
animales de compañía que, como su propio nombre indica, tienen como característica clave
precisamente la de "acompañar".

Quien no posea uno de estos animales y vaya a afrontar una preparación con años por
delante, bien puede plantearse el ir adquiriendo uno.

En el caso del perro además, el tener que sacarlo a determinadas horas obligará a dar un
paseo, desconectar un poco, etc.

En definitiva, se trata de un recurso que bien gestionado puede resultar un refuerzo muy
superior a lo que a primera vista pueda parecer, como he podido comprobar y de ahí que deje
constancia aquí del mismo, con vista a próximas ediciones de la obra.

Sobre la preocupación de muchos opositores por no estar eligiendo o no haber elegido la


oposición con acierto.

En la primera parte del Método, hago un análisis exhaustivo de los parámetros o criterios
que hay que tener en cuenta a la hora de elegir una oposición. Sin embargo y aunque pueda
parecer sorprendente, hay opositores que pueden quedar semiparalizados por la duda, a la
hora de elegir entre varias oposiciones, en especial, si alguna vez intentaron opositar y no les
fue bien, pues es fácil que echen la culpa de lo sucedido a la oposición elegida y no a la que
suele ser la verdadera causa del problema: la falta de técnica a lo largo de todo el proceso:
elegir oposición, elegir y adecuar temario, estudiar, repasar, contestar.

Analicemos un ejemplo tomado de la vida real: "No se cuál es la mejor opción para mí en
mi situación........ y equivocarme supondrá dejarlo, y eso me angustia."

Si nos paramos a analizar un poco, y trabajamos por comparación, nos daremos cuenta de
que este planteamiento es análogo al de alguien que dijera: no me voy a "echar novia" (o
novio), porque puedo equivocarme y esto supondría una separación o un divorcio y eso me
angustia.

Un planteamiento que no resiste el más mínimo análisis. Si una persona tiene dos o tres
conocidos que le caen bien y con alguno de los cuales puede establecer una verdadera relación
amorosa, lo suyo, lo inteligente, no es quedarse en casa por miedo a equivocarse, sino ir a
conocerlos mejor y tratar de discernir por donde laten los sentimientos más fuertes.
Pero si en el amor no siempre es fácil racionalizar las cosas, en la elección de una
oposición sí es posible analizar con más frialdad. Entonces ¿Porqué ese miedo al fallo? ¿Porqué
esa angustia?.

Nuevamente la parte de nosotros que no quiere hacer el esfuerzo se inventa una celada
para apartarnos de nuestro objetivo. Una estrategia muy inteligente, la de asustarnos,
angustiarnos y paralizarnos con el miedo a elegir la oposición equivocada y no sacarla por ello.

Pero si miramos la cuestión con objetividad, ¿Qué tenemos?. En un platillo de la balanza


la posibilidad de equivocarnos de oposición, y no sacarla o tener que pasarnos a otra, y en el
otro platillo, la certeza absoluta de que si no opositamos no sacaremos ninguna oposición.

Obviamente la posibilidad de conseguirlo, o de sufrir un retraso, pero poder lograrlo, es


mucho mejor que la certeza de no conseguirlo y aun así, hay quien se deja engañar, porque
aunque quiere hacer el esfuerzo, hay una fuerza interior trabajando para anular esa decisión
como sea, y si es antes de empezar, mucho mejor.

Comprendido que es mejor intentar tener un novio o novia en la vida, o incluso varios (si
las primeras relaciones no cuajan), que quedarse en casa angustiado, lo único que hay que
hacer es proceder con técnica y tratar de realizar la elección de oposición de una manera
sensata.

Incluso, como a veces son muchos los parámetros que hay que valorar, suele ser muy útil
el recurso a escribir en un papel, al pie de cada oposición, las ventajas y los inconvenientes de
cada una.

Pero lo más importante aquí, no es tanto acertar en la oposición elegida, cuanto acertar
en el Método escogido para seleccionarla.

Si te equivocas en la elección, pero estás tranquilo, porque sabes que te tomaste tu


tiempo y elegiste tras un buen proceso de análisis, lo normal es que domines el programa de
esa otra oposición, que a lo mejor te convenía menos, te exigió más tiempo, o te hace ir a vivir
más lejos, pero estudiarás relajado y contento y dominado el programa a fondo, tendrás
opciones.

Por el contrario si aciertas en la elección, pero estás en un sin vivir, continuamente


obsesionado con si te habrás equivocado, o no, al elegirla y cada vez que tengas que sentarte a
estudiar, estás pensando que igual te has equivocado y estás tirando el tiempo y el esfuerzo, lo
más probable es que no llegues a ninguna parte por puro bloqueo mental.
La mayor parte de las profesiones en la Administración tienen poco de vocacional, y si lo
tienen, suelen estar trufadas de cuestiones burocráticas que no inspiran en exceso. En toda la
Función Pública se puede prestar un servicio a los demás de un modo u otro y por lo mismo
equivocarte de oposición si apruebas alguna, nunca es un error total, y si más bien un acierto
parcial.

No acertar con la mejor oposición que te hubiera gustado hacer, como no viajar por todas
las ciudades de España y el mundo, por si acaso en otra ciudad vive otra persona que te
hubiera hecho más feliz que aquella que ya has encontrado, son preocupaciones carentes de
todo sentido y sólo explicables en clave de resistencia interior a hacer el esfuerzo.

Hay que hacer un esfuerzo honesto y decidido para elegir con sensatez una oposición.
Hecha esa elección, puesto que se ha obrado con técnica, la tranquilidad de ánimo tiene que
ser absoluta, y hay que pasar a la fase siguiente, elección y adecuación del temario y obrar de
igual guisa.

Así es como procede el opositor profesional.

Sobre la preocupación de muchos opositores por los nervios del examen:

Aunque el libro se ocupa de dejar muy claro que quien va bien preparado y entrenado no
es perjudicado por los nervios, parece conveniente completar el apartado del libro relativo a
“Dejarse vencer por los mecanismos de autodefensa psicológica del opositor” (páginas 274-
293) con una referencia más específica a este tema.

En definitiva se trataría de analizar un Preconcepto más que podríamos enunciar así:

“Yo no puedo aprobar porque soy muy nervioso, o porque me pongo muy nervioso en los
exámenes”

A este fin, veamos tres respuestas que he dado a otros tantos opositores, sobre el
particular:

a) Los nervios, en primer lugar, no son un factor que deba pesar negativamente en el
ánimo del opositor, porque es algo que les pasa a todos. Uno tiende a pensar sólo en
los suyos y olvida que, en realidad, son un factor compensado porque los tienen
todos.

Los nervios en realidad tienen una parte positiva que podemos aprovechar, es esa tensión
de examen que te da un punto más de atención y velocidad, es la adrenalina corriendo por el
cuerpo que te hace rendir más que de ordinario. Esto también les pasa a todos, pero no es lo
mismo quien lo ve como una ventaja, que quien lo ve como una cruz. Es simplemente un
elemento estructural más del examen, como el bolígrafo, o el ordenador y como tal, hay que
esperar encontrarse con el, igual que con las hormigas si vas a comer al campo.

Pero además, los nervios son hijos, en el teórico de no sabérselo muy bien, y en el
práctico de no tener creados los automatismos suficientes. Nadie se pondría nervioso diciendo
un padre nuestro, ni se pondría nervioso si le dicen que ande veinte pasos. Sin embargo, si nos
dicen que recitemos el padre nuestro en chino (como no nos los sabremos), o a un niño de dos
años, que ande los veinte pasos sin caerse, como aún no tiene los automatismos bien fijados,
lo normal es que los nervios afloren.

Cosa distinta de los nervios es creer que se va a poner uno nervioso, o muy nervioso. Esto
es otra historia. Es un recurso del subsconciente para descontar por adelantado un posible
fallo y por tanto, no es buen punto de partida, pues al examen hay que ir con mentalidad
ganadora y es, sobre todo, un truco del subsconsciente para que el opositor baje los brazos y
en lugar de luchar durante toda la duración del ejercicio, pelee sólo unos minutos. Conocido el
mecanismo que la anima, sobra esta creencia negativa de que el opositor es “nervioso”, que
nada nos aporta.

Desnudada así la cuestión, lo que nos queda es un trámite, repetir en el examen el mismo
rollo de mecanografiados de 5 minutos que hemos hecho en casa hasta el aburrimiento, y en
el ejercicio word, idem de lienzo.

b) Todo el mundo siente una cierta tensión ante un examen. Esa tensión, o adrenalina
suelta por las venas es buena, y te permite hacerlo un poquito mejor que en
condiciones normales, al fin y al cabo, la adrenalina no es otra cosa que un
estimulante natural de los capacidades de percepción del ser humano para afrontar
un peligro en la naturaleza.

Cuando uno no lleva entrenado mucho un examen, cuando uno no se lo sabe bien, se
produce otro fenómeno que habitualmente la gente llama nervios, pero que no son tales, es
más bien un fenómeno complejo, una mezcla de temor a fallar paralizante, y de falta de
voluntad interior para hacer el esfuerzo que supone afrontar el duro rato de lucha de un
ejercicio, porque uno no ha entrenado previamente hacer ese esfuerzo.

Cuando vas bien preparado, vas más con ganas de demostrar lo mucho que has trabajado
y lo bien que te lo sabes, que preocupado por fallar.

c) En cuanto a los nervios y demás, comprenderás con la lectura del libro que no son sino
una señal de inseguridad interior, que procede de no llevar las cosas bien bien sabidas, y que
se fortalece y agranda porque a tu subsconsciente no le gusta hacer el esfuerzo de tener que
decir todos los temas y pasar ese rato de tensión y entonces intenta convencerte de que no
vas a poder y al final te hace bajar los brazos.

Contra eso sólo hay un antídoto que ya puedes ir aplicando: todos los días, sin excepción,
tienes que reservar una hora al final de la jornada y reproducir un examen "completo" en
condiciones reales de examen, es decir, vigilando tiempos y haciéndolo muy en serio. Cada
vez, vas metiendo temas de más días y si puedes conseguir que alguien de tu familia haga de
tribunal, ejor.

De este modo, lo harás tantas veces que para ti será como lavarte los dientes y cuando
vas al examen, es sólo un día más. Así se aprueba notarías: sabérselo de forma que te salga sin
esfuerzo, entrenar todos los días, e ir al examen contento, como alguien que va a presentar su
vino a los catadores.
Sobre la preocupación de muchos opositores por tener demasiados años para
presentarse a una oposición:

En definitiva se trataría de analizar un Preconcepto más que podríamos enunciar así:

“Yo no se si tengo demasiados años para aprobar mi oposición”

Analicémoslo a través de las respuestas que he dado a los que me lo han planteado:

a) Muchos opositores andan preocupados con el tema de la edad, preocupación esta que,
subliminalmente, procede de toda esta civilización Disney, yogurina, Mac-Donald y juvenil que
nos vende la publicidad.

No es mi caso. Yo tengo una mentalidad mas bien del Siglo XIX y a los opositores que me
comentan ese tema, les hago ver que las cosas son de otra manera, que Salgari empezó a
escribir novelas con 65 años cuando se jubiló y pocos personajes de las novelas juveniles
irradian la fuerza de un Sandokan o de un Corsario Negro, o les hago ver que si el programa de
una oposición se tarda dos años en dominarlo, esos dos años son los mismos de los 18 a los 20,
de los 35 a los 37 o de los 55 a los 57 son, simplemente, dos años.

b) La edad no es un factor muy importante y si alguna importancia tiene, lo es desde el


punto de vista de la imagen que se da ante el Tribunal, no respecto de ti misma, puesto que si
se tarda 4 años en sacarlas, son los mismos años entre 25 y 29, que entre 41 y 45.

c) No creo que debas preocuparte por el tema de la edad. La mayoría de las personas son
incapaces de aquilatar con eficacia diferencias de cuatro años de edad, en las personas que se
mueven entre los 20 y los 35 años. Ten en cuenta además que partes con ventaja pues un
porcentaje de los varones será calvo o tendrá entradas o bigote y representará más años a
igualdad de edad. Ten en cuenta también que ante el opositor de más edad la reacción del
Tribunal es instintiva, si lo ve flojo tiende a suspenderlo, porque piensa que ha ido demasiadas
veces y no lo saca, pero si va bien, tiende a recompensarle, antes que a uno más joven, porque
piensa que se lo sabe mejor porque lleva más tiempo y que debe ser premiado porque lleva
más tiempo.
En resumidas cuentas, y completando mis respuestas a consultas de opositores, tener
más años puede suponer, como se afirma en el libro, un poco menos de empuje, que se habrá
de compensar con unos meses más de estudio, pero a cambio se tiene más experiencia en la
vida y eso es algo que el más joven no puede compensar, aun cuando es lo cierto que leyendo
el método profesional estará lo más cerca posible de lograrlo.

Sobre la preocupación de muchos opositores por llevar demasiados años estudiando:

En el libro se analiza desde muchas perspectivas, el problema del opositor de larga


trayectoria, en particular en lo relativo a cómo empezar a organizar profesionalmente y de una
manera psicológicamente sana, la toma de decisiones, a partir del momento en que se ha leído
el libro y se empieza a aplicar el método.

Sin embargo, es posible añadir un par de ideas más, en punto a combatir la preocupación
que genera a algunos opositores la sensación de llevar “demasiado tiempo”.

En definitiva se trataría de analizar un Preconcepto más que podríamos enunciar así:

“Yo no sé si por llevar tantos años estudiando, aún puedo sacar unas oposiciones”

Veamos las respuestas que he dado a dos de los opositores que me consultaron al
respecto:

a) La sensación de que llevas mucho tiempo, no es del todo real, pero sí contable, es decir
si no hubieras tenido calendario y te preguntaran cuantos años llevas no sabrías si 2, 4 o 10.

Dicho de otro modo, el tema de que lleves no se cuanto tiempo estudiando, es algo que
preocupa a mucha gente y a mi juicio, esa preocupación desmedida, es un error. Lo importante
no es el tiempo que llevas estudiando, sino como te lo sabes. Mi padre estuvo nueve años
estudiando y en su época era muy frecuente que los de notarías llegaran a estudiar 15 o más
años.

b) El tiempo que ya ha pasado, en cierto modo, no te duele. Suponte que no hubieras


tenido calendario como Robinsón y hubieras estudiado en una isla desierta. No sabrías si
llevabas 5 años o 7. Cuando veo a alguien que lleva diez años trabajando en una empresa y
aguantando al estúpido del jefe le pregunto, y bien, ¿Te duelen esos diez años?, y en ese
momento ya no le duelen, son sólo un eco, lo que le duele es el disgusto del día.
De manera que la situación es la siguiente: Te tienes que comparar con alguien que
empieza. ¿Cuales son las diferencias?, Pues que tú te lo sabes todo y el nada. Que tú tienes
experiencia de combate real y él ninguna. Que tú has demostrado que tienes capacidad para
superarlo y el no lo sabe y tiene esa incertidumbre añadida. Pues no son pocas ventajas.

Hasta aquí mis respuestas a los opositores sobre este particular, pero parece conveniente
añadir una consideración fundamental:

Cuando llevamos unos años de preparación y aún no lo hemos sacado, tendemos


inevitablemente a compararnos con aquellos otros que habiendo empezado al mismo tiempo
que nosotros, o después, ya lo han sacado.

Es un engaño muy inteligente por parte de nuestro subconsciente para que tiremos la
toalla y, sin embargo, a poco que reflexionemos en frío, veremos que ese planteamiento es
absurdo.

La verdadera comparación tenemos que hacerla con los que empiezan. Sabemos que
muchos de los que empiezan ahora van a aprobar. Bien. Sólo tenemos que compararnos con
ellos, ver todo lo que tenemos andado y que ellos aún están detrás de la línea de salida. Con
semejante ventaja, lo que hay que estar es muy satisfecho y no perder un minuto, para poner
en valor esa ventaja y sacarle todo el partido que se merece.

Sobre la preocupación de muchos opositores de largo recorrido por la "sensación de


cansancio".

La "sensación de cansancio" es algo que mina la moral de muchos opositores, que no se


han parado a analizar detenidamente a que responde. En puridad de términos y a diferencia
de otras ideas que frenan al opositor y que tienen una componente exclusivamente subjetiva,
aquí se añade una componente objetiva o de base real, puesto que la repetición continuada
durante años de una misma actividad, y confinado en un mismo lugar, conduce al aburrimiento
y la mente protesta en forma de cansancio "mental", puesto que cansancio físico apenas sí
existe, dada la naturaleza sedentaria del estudio.

Este cansancio "mental" es por tanto algo estructural en la oposición, algo que no debe
de sorprender que aparezca con el tiempo y que hay que gestionar correctamente,
aprendiendo a superar el esfuerzo diario del estudio con ese pequeño lastre, del mismo modo
que un jugador de baloncesto de mediana estatura, se las ingenia para jugar bien y aún mejor
que jugadores más altos, explotando otras habilidades, tales como aprovechar su colocación,
su experiencia, saber controlar mejor la "presión" en ese último tiro que decide el partido, etc.
De esta componente estructural del cansancio no habremos de preocuparnos, porque es
estructural, surge poco a poco y se gestiona fácilmente día a día poniéndole un poco más de
ganas y de espíritu de lucha.

La que causa estragos es la segunda componente de esta "sensación de cansancio", es


decir no el "cansancio mental", sino el cansancio "psicológico". Por dar una imagen muy gráfica
del mismo: Si llevo cinco años estudiando, tendré la imagen de mi mismo de que debo estar
terriblemente cansado y consecuentemente, lo estaré.

Sin embargo cuando un opositor nos dice que está muy cansado, en realidad, sólo un
pequeño porcentaje de ese cansancio es real, es decir, es cansancio objetivo o cansancio
mental, derivado de la rutina del día a día y de la "presión" estructural a toda oposición, (que
siempre aporta un poco de tensión extra por la incertidumbre). El resto es todo cansancio
psicólogico, puramente imaginario, pero que lastra de un modo real, no imaginario, las
opciones del opositor.

Tomemos el caso de un Maestro, que es alguien que se ha pasado en su infancia y


juventud muchos años en el Colegio y que ahora, al comenzar a ejercer una profesión, retorna
a un Colegio nuevamente, y ve pasar cíclicamente generaciones de niños que no saben
multiplicar quebrados, ni tienen especial interés en aprenderlo, y a los que tiene que enseñar
año tras año. Dejando al margen los maestros verdaderamente vocacionales que "lo viven",
sabemos que hay otros que ante lo repetitivo de esa actividad, empiezan a sufrir un cierto
"cansancio o agotamiento mental" respecto de su profesión, pero este fenómeno comienza a
producirse, a partir de los 15 años de ejercicio profesional (que se añaden a los años pasados
en el Colegio en la infancia), lo que nos da idea de que la capacidad de resistencia humana a
esa componente "objetiva" que es el cansancio mental, es muy alta y hacen falta muchos más
años de los que empleamos en opositar habitualmente, para que realmente haga mella.

¿Porqué entonces, el opositor que lleva 5 años con una misma oposición, o saltando de
una a otra, se ve a sí mismo como terriblemente cansado y como tal reacciona?

Las razones son dos, la primera, la sensación de prisa que caracteriza la vida moderna y
que contrasta con como se pensaba en épocas anteriores. Cualquiera que vea una llave de
cerradura antigua, (o cualquier otro objeto del Siglo XIX), observará que por sencillos que sean,
y con muchos menos medios que ahora, siempre incluyen algún pequeño detalle artístico.
Cada cosa se llevaba el tiempo necesario para hacerla bien y no se concebía hacer algo
simplemente funcional, o crear una cadena de producción para hacer 100 donde antes se
hacía 1, sacrificando todo lo prescindible, para ahorrar tiempo y dinero.

Metidos en esta vorágine actual de apurar el momento, los opositores se contaminan


desde pequeños de esa concepción del tiempo, y quieren correr, aprobar cuanto antes.
Opositores que afrontan oposiciones largas, que difícilmente se sacan en menos de cinco años,
me plantean si podrán aprobar en la convocatoria de dentro de dos años y nadie les ha dicho
que estructuralmente eso es imposible para personas normales. Lógicamente, partiendo de
esta visión de las cosas, cuando empiezan a pasar los años, empiezan a verse a sí mismos,
incluso inconscientemente, como auténticos "herejes temporales" de esta moderna religión
del "tiempo acelerado", y rápidamente ese "desasosiego" se traduce en la conclusión que
marca el "catecismo" de esa nueva religión y que reza así:

"Si no estás experimentando constantemente sensaciones nuevas y cada cuanto menos


tiempo mejor y que te hagan gastar el máximo de dinero posible, tu vida será aburrida y
estarás muy cansado."

Hay toda una civilización del consumo alentando a la sociedad a pensar así y la sociedad
abraza con fervor ese catecismo que alienta la parte más hedonista de sí misma.

La segunda razón es evidente. Aprovechando esta magnífica coartada compartida por la


práctica totalidad de la sociedad, la parte del opositor que no quiere hacer el esfuerzo, empuja
también en la misma dirección y trata de convencer al opositor de que está realmente
cansado, y de que cansado no puede estudiar. En cuanto consigue que bajen los rendimientos,
presenta esos mismos bajones de rendimiento como prueba indubitada de que el cansancio
está haciendo mella, lo que a su vez genera nuevos bajones y asi sucesivamente, hasta frenar
definitivamente, o lastrar de manera insoportable, todas las enormes posibilidades que tiene
este opositor.

¿Que antídoto psicológico podemos emplear contra esta trampa, que nosotros mismos
montamos sin saberlo?

La técnica correcta parte de atacar el fundamento mismo del "cansancio psicológico",


comprendiendo que es sólo una ilusión, que, como un fantasma, carece de cualquier clase de
base real. Para eso hay que quitarle la "careta" y esto puede conseguirse retornando al
ejemplo del opositor que no ha contabilizado el tiempo de estudio que lleva, al que en esta
ocasión situaremos hipotéticamente perdido en una isla desierta para que la imagen sea más
gráfica.

Imaginémoslo por un momento después de tomar su desayuno de cocos, y dispuesto a


estudiar una mañana más sobre su mesa de troncos de palmera. Imaginemos, pues, que ha
perdido la noción del tiempo y no sabe si lleva estudiando dos años o cuatro y que aún no se
sabe todo el temario.
Si vamos a rescatarlo a los dos años de abandonarlo en la isla y le decimos que ha pasado
apenas un año en la isla, reemprenderá el estudio de la parte del temario que le faltaba, de
buen ánimo y sin otro cansancio que el puramente mental, derivado de la repetición de la
actividad, que con dos años de esfuerzo será mínimo. Pero si le decimos que ha pasado cinco
años en la isla y que aún le falta parte del temario por estudiar, podemos estar ciertos de que
va a sufrir un impacto terrible, se sentirá cansadísimo de estudiar, y muy probablemente baje
los brazos. La imagen que tiene de sí mismo, después de cinco años estudiando, es la de
alguien derrengado y que no puede ni pasar la hoja de un libro.

Si en ese preciso instante en que va a dejar la oposición, le hacemos ver que todo fue una
broma pesada y que en realidad estuvo dos años en la isla, el opositor quedará sumido en una
enorme confusión, y le costará enormemente, retornar a la sensación que habría tenido, si
desde el principio le hubiéramos dicho la verdad, que sólo estuvo dos años. Hay una
resistencia psicológica a la idea de no estar "cansado", que procede de la parte de nosotros
que busca cualquier pretexto para no hacer el esfuerzo.

Todos conocemos esas ilusiones ópticas, donde nuestros sentidos nos engañan, y vemos
que dos líneas se curvan cuando regla en mano son paralelas, o que un dibujo es más grande
que otro, cuando en realidad son iguales. Pues bien, con el tiempo sucede lo mismo. Nuestros
sentidos no están preparados para calibrar el tiempo en unidades grandes, a diferencia de lo
que sucede con el peso, la temperatura, la luz, o la distancia y por eso intentamos suplir ese
fallo de nuestros sentidos con relojes y calendarios.

La evolución no nos enseñó a calibrar el tiempo en grandes unidades porque no era


necesario. Aprendimos a manejarlo en periodos cortos: el tiempo que tarda una presa en venir
a beber al rio, una cosecha en volver a dar grano y poco más. Por encima de un año perdemos
las referencias.

Por eso somos incapaces de calibrar realmente lo que dura una vida humana, y por eso
nos cuesta un poco aceptar, que pasar unos años opositando no es una tarea tan larga como
para experimentar un cansancio inhabilitante.

La conclusión, despojado el tema de todo artificio es clara: Estudiar con intensidad como
enseña el Método Profesional (para no sentir apenas el tiempo), durante un largo número de
años, no genera más que un leve cansancio mental perfectamente gestionable y con el que se
aprende a convivir superándolo. El verdadero enemigo no es el cansancio, sino la creencia de
que tenemos que estar cansados a partir de un determinado momento, que es lo que leemos
en los ojos de todos los que nos miran.

Nuestros sentidos nos engañan y a los demás también. Realmente no estamos tan
cansados como una parte de nosotros y la propia dinámica de la sociedad quiere hacernos
creer, es sólo una ilusión mental. La oposición es un sistema que procede de cuando se tenía
otro sentido del tiempo y de las consecuencias de su paso, y es preciso enfrentarla con un
sentido diferente del tiempo y con una valoración diferente de las consecuencias del fluir del
mismo.

Demostrémonos, pues, a nosotros mismos y a los demás, que no estamos cansados por
el mero hecho del paso de unos años opositando, como no lo estaban los opositores de
principios del Siglo XX, porque no hay motivo alguno que lo justifique.

Lo que nosotros creamos, es lo que todos creerán y es lo que transmitiremos al contestar


en el examen, porque se transmite la fe y la convicción que se tiene.

Sobre la preocupación de muchos opositores en orden a si conviene o retomar las


oposiciones, después de haberlo dejado unos años, porque las cosas no salieron bien:

Me plantea un opositor si hace bien en volver a intentarlo, tras haberlo pasado


“francamente mal”, no haber sacado las oposiciones y haber trabajado unos años en la
empresa privada, ya que, según me refiere textualmente: “Cada vez que lo pienso me entra un
sudor frío, como un miedo interno, por mi experiencia anterior.”

Para responder a esta cuestión hay que comprender debidamente lo que sucedió en
aquella ocasión anterior y sus consecuencias sobre el momento presente.

Lo mejor que tiene este Método Profesional es que está escrito por alguien que ha vivido
un proceso de este tipo, esto es, la sensación de empezar a dudar de tus capacidades, de
pensar que la imagen que tienes de ti mismo se vuelve borrosa, como si estuvieras equivocado
y no fueras quien realmente crees que eres, hasta llegar a la conclusión de que eres un
desconocido para ti mismo.

Cuando empiezas a dudar de tu valía, terminas por dudar de todo. Ni siquiera se te ocurre
pensar que te estás enfrentando al reto más difícil entre los difíciles, que estás compitiendo
contra los mejores de entre los mejores, o que lo estás haciendo sin técnica alguna, un poco
como se te ocurre, al ensayo y error, o fiándote del primer consejo que te dan y sin contrastar
nada. Ni siquiera puedes intuir que hay una parte de ti que trata de no hacer el esfuerzo de
opositar y te alienta a dudar de ti mismo. No. Tu solo te miras en el espejo y te dices: Será que
no sirvo.
Evidentemente si la cuestión se resolviera en un par de semanas, esto es, empiezas a
opositar, "no te ves" y lo dejas, pues el tema no tendría mayores consecuencias, más allá de lo
que supone el que probablemente se ha perdido a un magnífico opositor. Pero, normalmente,
esto no sucede así, se trata de un proceso lento y continuado de erosión. Un minado continuo
de la vocación del opositor por hacer ese enorme esfuerzo y en esa batalla vale todo, incluso el
tratar de dinamitar la autoestima del opositor, y, en ocasiones, esta queda hecha pedazos por
el suelo.

Como Peter Pan queriendo recuperar su sombra, hay opositores que han sufrido este
proceso, pero no han abandonado del todo, y tienen pendiente el demostrarse algo a sí
mismos. Ya no se trata tanto de aprobar o no, cuanto de demostrar a sus ojos, que son capaces
de dominar un programa a la altura de los mejores. La bandera sigue ondeando entre las
ruinas de aquel gran esfuerzo inicial, y se quiere volver a tomar esa posición,
momentáneamente abandonada por el enemigo.

La cuestión es: ¿Qué hacer?.

A mi juicio este opositor de "segundo esfuerzo" tiene que ser consciente de que si va a
enfrentar de nuevo el reto, la situación ha variado notablemente desde la ocasión anterior.

En lo negativo, porque, como el deportista que ya ha tenido una lesión, volver a forzar ese
mismo punto le hace más vulnerable a una recaída.

En lo positivo, porque los años de no opositar habrán dotado al opositor de otra madurez,
de otra perspectiva de las cosas, de un necesario descanso recuperador, de un afán por
rematar la tarea dejada a medias por la "cornada" y porque si a esto se añade una técnica
depurada, es posible conseguir las cosas y cuajar una buena faena.

¿Dónde estará el límite?

Habrá que autovigilarse cuidadosamente.


Si con un sistema de estudio y repaso correctos, una técnica de progresión adecuada, un
horario de estudio ajustado al umbral personal de esfuerzo de ese concreto opositor, un
objetivo de dominar un programa cuya fecha de consecución queda precisada en el tiempo, y
un control bien ajustado de los factores psicológicos que desestabilizan la preparación , el
opositor ve que avanza bien, que está tranquilo y se va animando día a día, porque ve que,
nadando, nadando, la orilla esta más cerca, hay que seguir porfiando con fe en uno mismo y
sus posibilidades.

Si por el contrario, el opositor detecta que psicológicamente la cosa no va bien,


reaparecen viejos temores, los rendimientos bajan y las preocupaciones suben, es mejor
dejarlo y no habrá desdoro alguno en ello, porque significará que la lesión que se sufrió en
aquella primigenia ocasión, por no haber sabido como enfocar bien las cosas, está empezando
a pasar factura ahora y hay que detenerse antes de que se agrave la cuestión.

Nadie mejor que el propio opositor para mirarse a sí mismo y comprobar cómo se
encuentra y no hay riesgo alguno de que se auto engañe si, simplemente, mira sus
rendimientos: Tiene que conseguir un número de horas/esfuerzo suficiente cada día y además
estudiadas con verdadera intensidad.

No se trata sólo de estar sentado ante los libros, se trata de programar un esfuerzo
suficiente en tiempo e intensidad y llevarlo a término.

Lo verdaderamente importante es que, dé el paso o no, sea una decisión bien meditada,
para que luego no le surja la duda de si lo consideró suficientemente, (que por ahí empieza el
trabajo de zapa de nuestra mente). Lo demás es trabajar con buena técnica y vigilar las
constantes del opositor, en especial a través de sus resultados en términos de rendimiento
diario, porque los resultados nunca engañan.

Sobre la diferencia entre la urgencia en aprobar y las prisas en aprobar.

El libro trata el problema del opositor que, por circunstancias muy concretas, tiene
verdadera urgencia de aprobar, tanto en lo que respecta a cómo debe estudiar, cuanto en lo
relativo a cómo deber procurar enfrentar psicológicamente, la presión añadida derivada de esa
misma urgencia.
Sin embargo, se aprecia que hay un buen número de opositores que, sin tener esa
urgencia o necesidad, es decir, teniendo la posibilidad de hacer las cosas bien hechas con
tiempo por delante, tienen demasiada prisa, quieren llegar a la siguiente convocatoria como
sea y distorsionan toda su preparación. Les sucede como en el cuento de los tres cerditos,
hacen una casita muy rápido pero luego viene el lobo del olvido, sopla y se cae. Levantan otra
igual para la siguiente convocatoria y el lobo se la vuelve a tirar y no entienden porqué se cae
la suya y la de otros no.

La solución al misterio está en comprender que cada oposición requiere un determinado


tiempo para dominarla en atención a la variable principal: volumen del temario en folios, y a
las variables secundarias: nivel de los demás opositores que están dentro de plaza,
horas/esfuerzo diario invertidas, intensidad real de esas horas, técnica de estudio adecuada o
no y aptitudes del opositor.

Pues bien, no tiene sentido intentar encorsetar esa realidad en una determinada fecha de
examen, porque el acabado no será el correcto. Estudiar dos años “ligero”, intentando llegar a
una convocatoria, fallando, y volviendo a correr para llegar a la siguiente, sobre un material no
asentado, no equivale a estudiar dos años lento pero con seguridad.

Con un ejemplo se entenderá mejor. Si tomamos un lechón, le damos bellotas, y luego


curamos el jamón el tiempo necesario, tendremos un ibérico pata negra. Si en el mismo
periodo de tiempo, cogemos un lechón, le damos pienso y luego curamos el jamón aprisa, y en
cuanto esté listo, hacemos lo mismo con otro lechón y luego con otro, tendremos tres jamones
corrientes, de esos que casi parecen más carne que jamón, pero ningún pata negra.

En las oposiciones la regla es, que no todos los pata negra aprueban, pero la mayoría de
los que aprueban están entre los pata negra.

De manera que la respuesta correcta ante cualquier oposición, en orden a cuanto se tarda
en dominarla, es sólo una y muy simple: El suficiente.

En consecuencia, el opositor debe trabajar mirando que la casita que levante tenga
buenos cimientos y buenas paredes de mampostería. Cuando venga el lobo del olvido, ni se
despeinará.
Del mismo modo que nadie puede pensar que puede tener un ibérico pata negra a los
seis meses, o un vino de concurso en un año, hay que dar a cada cosa el tiempo que se
merece. No bastará sólo con darle ese tiempo, también hay que conocer la técnica del jamón
serrano, y para eso es para lo que se ha creado este Método, pero el respetar el tiempo que
requieren las cosas, aunque es cuestión que forma parte de la esencia misma de este Método,
es algo sobre lo que nunca se llamará bastante la atención.

En consecuencia, muchos opositores no aprueban porque, en cuanto oyen el pitido del


tren de la siguiente convocatoria, tratan de correr para cogerlo y se les escapa, en vez de hacer
el equipaje con el debido sosiego y cuando llegue el suyo, estar esperándolo en el anden y
subirse tranquilamente.

Sintetizando esta idea, para que se grabe bien en la retina del opositor, podríamos decir
aquello de:

“El camino más rápido no siempre es el más directo”.

Mejora en el apartado del libro relativo a las novísimas técnicas de estudio.(Páginas 206 y
ss.)

Añadir simplemente que cabe la alternativa de intercalar pequeñas pausas en las cintas,
de modo y manera que se pueda ir repitiendo cada fragmento del tema, lo que ayudará a una
memorización más intensa y efectiva.

Sobre como valorar correctamente el peso de los puntos del concurso en el conjunto del
concurso oposición (pag.509):

Tomemos el caso que me plantea una opositora que duda entre opositar a un
Ayuntamiento y una Diputación. En el primer caso hay dos plazas y pocos aspirantes, en el
segundo 27 y muchos aspirantes.

En la oposición al Ayuntamiento se conceden 20 puntos en la fase de oposición y 2 en la


de concurso y la nota final es la suma de ambas. Por el contrario en la Diputación se conceden
7,5 puntos en la fase de oposición y 2,5 en la de concurso.
Veámos mi respuesta a su consulta:

En la oposición del Ayuntamiento, el peso de los puntos por concurso es muy pequeño,
concretamente 2 sobre 22, o sea, un 9% de la nota final, mientras que en la oposición de la
Diputación es mucho mayor 7,5 puntos la parte teórica frente a 2,5 puntos la parte práctica, lo
que significa que el concurso pesa un 25% del total de la nota final.

Pero esto es sólo una apariencia. Hay que profundizar más y estar alerta al interpretar las
bases de las convocatorias, que es mucho lo que se juega en el momento de elegir oposición.

Si hay muchos opositores que se presentan con el máximo de puntos de concurso (por
ejemplo porque se han puesto los baremos bastante bajos, o se ha primado mucho la
antigüedad y es muy fácil que muchos interinos tengan el máximo de puntos), la cuestión es
bien diferente:

Normalmente en los exámenes de cualquier oposición, los que más nota sacan andan por
el 75% del total de los puntos disponibles. Esto quiere decir que en ese Ayuntamiento, la
comparación correcta no es 20 contra 2, sino 15 contra 2, porque el 75% de 20 puntos teóricos
es 15.

A su vez en la de la Diputación no es 7,5 contra 2,5, sino 5,62 contra 2,5 puntos, porque el
75% de 7,5 puntos es 5,62.

Esto significa que, en realidad, en el Ayuntamiento, (2+15 = 17 puntos posibles) el


concurso puede llegar a pesar un 11,76% en la nota final (2 sobre 17), mientras que en la
Diputación (2,5+ 5,62 = 8,12 puntos posibles), ese peso es de un sorprendente 30,78% (2,5
sobre 8,12). Y esto para los opositores con mejores notas. Para los más "normalitos" esos
porcentajes de peso real del concurso, aunque hábilmente camuflados en la convocatoria,
suben fácilmente hasta un 40%, lo que significa que, para cualquier administración
convocante, resulta relativamente fácil dar un peso muy importante a la fase de concurso, sin
que “se le vea el plumero”, combinando dos acciones:

a) Facilitar la obtención de los puntos por concurso a determinados colectivos.


b) Endurecer el examen, haciendo que bajen las notas de todos y que por tanto el
concurso pese relativamente más.

En otras ocasiones la opción b) se sustituye por la práctica contraria: ponerlo muy fácil, así
todos tienen muy buenas notas y el concurso decide.

Por lo tanto el opositor sin puntos tiene que estar muy atento a convocatorias anteriores
(número de plazas obtenidas por los que tenían puntos de concurso y los que no, y nota media
de los opositores aprobados en los exámenes, en relación con el total de puntos posibles en
dichos examenes), antes de lanzarse alegremente a preparar una oposición, pensando
ingenuamente que el concurso pesa un 25%, cuando en la práctica el peso real puede ser del
40%, o incluso superior en casos muy excepcionales.

A su vez el opositor que tenga méritos suficientes como para obtener esos máximos
puntos en el concurso, o quedarse cerca, deberá valorar en lo vale, el terreno que tiene
ganado y esforzarse "a muerte", porque tiene las plazas mucho más cerca de lo que cree,
aunque tiene que superar el obstáculo de estar trabajando, cuando los opositores libres tienen
todo el día a su disposición para estudiar y compensar esa desventaja de los puntos por
concurso. (Algunos opositores con muchos puntos, incluso dejan de trabajar para "rematar la
faena").

De manera que, si el opositor tiene puntos por concurso suficientes como para dar los
máximos o quedarse cerca, tiene muchas más opciones en esta Diputación que en el
Ayuntamiento, y al contrario, si no los tiene, sus mejores opciones estarán en el Ayuntamiento.

Sobre la conveniencia de estudiar con tiempo usando reloj de manecillas y no digital:


(pág. 141)

Respondiendo a la pregunta de varios opositores sobre porqué esta preferencia, hay que
observar, en primer término, que en el reloj digital el tiempo es una referencia numérica
abstracta, no lo ves avanzar. No ves al tiempo recorriendo un espacio, y por tanto el transcurso
del mismo no se visualiza con facilidad. Hay que calcular mentalmente, del mismo modo a
como, mirando fotogramas sueltos de una película, no tienes la sensación de la acción en
movimiento que, sin embargo, sí tienes, cuando ves la cinta en un cine.
Por el contrario, en el reloj de manecillas ves el avance del tiempo que, si estás rindiendo
bien en el estudio, refleja como en un espejo tu propio avance. Te sientes en movimiento, en
marcha y no te puedes dormir ni un instante, porque te encuentras en una especie de pista de
atletismo circular, donde el tiempo corre junto a ti, en la calle de al lado, y en cuanto el
opositor se descuida un segundo mirando a la grada, el tiempo se le adelanta. Mientras corras
parejo con él, tu rendimiento será el correcto y sin embargo, esa sensación de movimiento se
pierde completamente con el reloj digital.

El propio lenguaje así nos lo indica en frases tales como: “ese reloj no anda”, para
referirse a que se ha estropeado. En el reloj de manecillas las agujas “andan”, avanzan; en el
digital se nos hace más difícil decir que no anda, diremos que no funciona, que se ha
estropeado, porque es otra forma de representar el tiempo, no visual, de igual modo a como
se perciben de manera diferente, una partitura escrita y una obra interpretada, aunque la
música sea la misma.

Y la cuestión es aún más profunda. Las clases acomodadas de los Siglos XVIII y XIX, a las
que sobraba tiempo por todas partes, vivían rodeadas de relojes que les recordaban
permanentemente el paso del tiempo, un tiempo que teniendo poco que hacer, empleaban en
vestirse para comer y volver a vestirse para cenar, pasear, leer, etc, casi siempre con horarios
preestablecidos, a pesar de que no tenían porque atenerse a ellos.

Por el contrario, en la época actual, en la que tendríamos que estar mucho más
pendientes del transcurso del tiempo, puesto que queremos hacer muchas cosas con él, en
realidad parece que lo ocultamos, como si buscáramos una eterna juventud, y para ello nada
mejor que esos relojes digitales que siempre te ofrecen la foto del instante presente, pero
nunca el fluir natural del tiempo, todo lo más, un alocado correr de unas décimas de segundo,
que no sólo no nos dicen nada espacialmente, sino que nos transmiten casi una sensación de
angustia vital, porque una cosa es que el tiempo fluya lentamente dando sentido a la vida y
otra que se nos escape entre los dedos a borbotones.

Sin embargo, un opositor tiene que apartarse del frenesí de la vida moderna mientras
estudia. Tiene que retomar en esas horas de esfuerzo aquella perspectiva decimonónica de la
vida y, como si de Emmanuel Kant se tratara, tiene que acompasar su estudio rigurosamente al
transcurso lento, pero sólido y visible del tiempo, que le llevará lealmente de la mano,
avanzando con garantías sobre los temas de la oposición y para eso el reloj de manecillas es
insustituible y por eso se recomienda encarecidamente.

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