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Por Julián De Zubiría*
Unos años atrás circuló en la red un curioso correo en el cual aparecían escritas de manera
incorrecta la mayor parte de letras. Pese a lo anterior, “misteriosamente”, el texto podía leerse:
“Sgeun un etsduio de una uivenrsdiad ignlsea, no ipmotra el odren en el que las ltears etsan ersciats, la
uicna csoa ipormtnate es que la pmrirea y la utlima ltera esten ecsritas en la psiocion cocrrtea. El rsteo
peuden etasr ttaolmntee mal y aun porads lerelo sin pobrleams. Etso es pquore no lemeos cada ltera
por si msima snio la paalbra cmoo un tdoo”.
Pero, ¿por qué es posible leer un texto plagado de errores en la ubicación de las letras, con
excepción de la primera y la última de cada palabra?
En primer lugar, por el papel activo que cumple el lector. De esta manera, leer no puede
entenderse como un acto pasivo en el que vamos como tabulas rasas en la búsqueda de
significados. La lectura no es un proceso decodificador a través del cual se “extraen” los
significados que están en las palabras. Esto es así ya que en la interpretación lectora
participan tanto las ideas y las actitudes del lector como las del escritor.
Nuestros conocimientos nos permiten, entre otros, reconocer las letras, las palabras y los
contextos sociales e históricos en los que están escritos los textos. Nuestros conceptos y
procesos de pensamiento nos permiten comprender los significados; y nuestras actitudes
focalizan la atención hacia algunas ideas, personajes o aspectos del texto.
En segundo lugar, la posibilidad de leer el texto inicial demuestra la profunda relación que
existe entre pensamiento y lenguaje. Se lee de manera inductiva: de las letras a las palabras,
y de éstas a las oraciones y los párrafos. De “abajo” hacia “arriba”. Sin embargo, también se
lee de manera deductiva: utilizando modelos, presuposiciones y verificando hipótesis de
manera predictiva. De “arriba” hacia “abajo”. Por lo anterior, la lectura y la escritura siempre
serán competencias socio comunicativas, ya que cuando leemos y escribimos, nos referimos a
múltiples ideas, actitudes y contextos y no sólo a las que directamente están involucradas.
Miles de veces –como en el ejemplo inicial- leemos palabras e ideas que no están escritas en
el texto, sino en nuestras cabezas.
Es por lo anterior que los buenos lectores recuerdan de un texto no su significado literal, sino
la esencia semántica del mismo, en la que se privilegian las ideas y argumentos de mayor
nivel de jerarquía. Los muy buenos, captarían matices e ideas implícitas; y los excelentes,
comprenderían el sentido y la naturaleza de las ideas expresas y podrían encontrar
inconsistencias y asumir una postura independiente ante ellas.
En cuarto lugar, la lectura del texto inicial demuestra la enorme potencia de la lectura en el
desarrollo del ser humano: la lectura nos define y caracteriza. La lectura nos libera, ya que nos
permite superar las barreras del tiempo, el espacio y el idioma; nos pone en diálogo con los
configuradores de la historia humana y nos dota de herramientas para interpretar e interactuar
con el mundo físico y social. Es por ello que los libros son el mejor alimento para el espíritu y
el pensamiento, tan o más de lo que es el pan para el cuerpo. Por ello, tiene toda la razón
Borges cuando afirma que:
“De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso, sin duda, el libro. Los demás son extensiones
de su cuerpo (…). Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de su memoria e imaginación”.
Finalmente, la posibilidad de leer de manera relativamente clara el texto inicial, demuestra el
papel fundamental que cumple la contextualización en el proceso lector. Gracias a ella, se
infieren las palabras, las ideas, los ambientes y los contextos. Sin embargo, en la lectura, la
contextualización adopta diversos sentidos, ya que en la comprensión lectora intervienen
múltiples factores del contexto lingüístico, histórico y sociocultural. Por ello, una de las tareas
esenciales de la escuela tendría que ser la de consolidar en los niños y jóvenes competencias
altamente desarrolladas para hablar, escribir, leer y escuchar. Leer y escribir siguen siendo las
mejores maneras para desarrollar el pensamiento y la autonomía. De allí que las debilidades
en lectura y escritura, generan atrofias en el pensamiento, en la libertad y en la democracia.
Tomado de: www.semana.com
http://blogpedagogiadialogante.com/que-es-leer/
5 mayo, 2016