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Las reformas estructurales entre 1976 y 2001.

Desde mediados de la década del 70, la política económica Argentina transitó


por dos nuevas posturas de profundas consecuencias en el ámbito social del
país. Por un lado se redujo el papel del Estado a la hora de redistribuir la renta
hacia sectores desfavorecidos y pymes. Por otro se atravesaba un proceso de
cambio e integración entre la Economía Nacional del país y el mercado de
bienes y capitales internacionales.

Hacia el año 1983, pese a la vuelta de la democracia, se continuaron las


tendencias que perfilaba la dictadura militar: La desindustrialización, proceso
de endeudamiento externo y subsidios a grandes empresas. El gobierno de
Raúl Alfonsín se caracterizó por la inestabilidad económica y política, producida
en parte por la puja entre los grandes grupos locales y la banca internacional
por los recursos. Estas pujas derivaron en la crisis de hiperinflación que se
desató en 1989 y la consecuente crisis institucional derivó en la renuncia del
entonces presidente.

En la década de 1990, durante el mandato de Carlos Menem, llevó a cabo el


Plan de convertibilidad, y desregulación económica, ajuste fiscal y privatización
de la producción y distribución de hidrocarburos (YPF) y de los servicios
públicos. Este gobierno continúo explícitamente las medidas iniciadas en la
dictadura militar, con aprobación social (En democracia), colocando a la
economía del país en una posición completamente dependiente del mercado
extranjero, iniciado tras la clausura del proceso de sustitución de importaciones
(ISI).

La apertura económica derivó en un debilitamiento del país ante los cambios


del mercado mundial, lo que se manifestó en los problemas no resueltos con
anterioridad como: la alteración de precios relativos, el estrangulamiento
financiero, la brecha en el sector externo (se importa más de lo que se exporta)
y el déficit fiscal. El paso de un modelo a otro, fundamentalmente decidido por
el poder politico-institucional fue fundamental para el desarme de proyectos de
planificación territorial y contó con el apoyo de grupos sociales capaces de
neutralizar a quienes se opusieran (clase acomodada).

A partir de estos años queda en desuso cualquier instrumento de planificación


territorial de escala nacional o regional. Los mismos quedan sujetos a
implementación local. Se dejó de lado la planificación de objetivos precisos a
cumplir en un determinado periodo de tiempo, que antiguamente oscilaba en un
periodo de entre tres y cinco años. Por ejemplo; el sistema nacional de
planeamiento y acción para el desarrollo 1966, el plan nacional de desarrollo y
seguridad 1971 o el plan trienal para la reconstrucción y liberación nacional
1974.
A raíz del proceso de desmantelamiento estatal en algunas áreas locales,
empezó una planeación estratégica, orientada al desarrollo local a partir de
establecer acuerdos entre algunas ciudades, para ganar competitividad frente a
otras. Tanto para recibir capitales como para colocar producción en el mercado
externo a la nación. Estos intentos fallaron porque se volvieron vagos e
imprecisos

Crisis de 2001 y 2002.

Debido a un conjunto de factores (rígido sistema cambiario de convertibilidad,


apertura a bienes extranjeros, dependencia del mercado externo etc.) se
produjo el derrumbe de la convertibilidad y por ende significó un descalabro
sobre el sistema político. Las reacomodaciones institucionales (renuncias
presidenciales, de ministros etc.) dejaron en evidencia las contradicciones
políticas y esto generó una masiva participación de diversas formas por parte
de la sociedad civil.

En síntesis, debido a la gran crisis institucional se produce una masiva


movilización de clase popular y media para cooperar, apuntando a encontrar
novedosas formas de intervención: asambleas de barrio, recuperar fábricas,
trueque etc. A estos movimientos se sumó el preexistente de Piqueteros que se
caracterizaron por protestas en 1996/7 debido a la desocupación. La exigencia
principal era un regreso del Estado a sus funciones redistributivas.

Escenario a partir de 2003

A partir del año 2003 se consolidó el modelo de reprimarización (privilegiar el


capital financiero) de la economía, las políticas gubernamentales se orientaron
a subsidiar a las empresas privatizadas (afectadas por la devaluación y el
congelamiento de las tarifas) fundamentalmente pada evitar conflictos que
pudiesen generar amplias franjas de la población movilizadas tras la gran crisis.

Este nuevo esquema macroeconómico apuntó al pleno empleo, desarrollar la


industria nacional, recomponer el mercado interno y a emanciparse
financieramente del comercio exterior. Se crearon empresas, disminuyeron
notoriamente las importaciones, se facilitó el escenario económico para
favorecer las reservas del banco central y se fue consolidando el superávit
fiscal.

Cuatro aspectos importantes a destacar en este período:

1- Persistencia de desigualdad: El crecimiento económico no se reflejó en un


mejoramiento en las condiciones de vida, pero sí hubo una disminución en los
índices de indigencia y pobreza.
2- Necesidad de repensar la provisión de infraestructura y energía: El
crecimiento económico supuso una mayor exigencia en este aspecto que
resultó ineficiente y precario.

3- Nueva capacidad económica del Estado Nacional: La apropiación de


recursos por parte del Estado generó tensión con los poderes provinciales.

Para el año 2004 se comienza a planificar la obra pública bajo directrices


estatales. Así mismo se afirma la intención los lineamientos en la materia
producidos por las provincias y municipios.

La sociedad civil: De los derechos a la ayuda y la redefinición de lo público:

Durante la dictadura instaurada en 1976, los derechos políticos, civiles y


sociales se restringieron. Con la vuelta a la democracia en 1983, los derechos
políticos y civiles se retomaron, pero no así los sociales. Que de hecho para
finales de la década de los 90, habían quedado completamente desplazados,
incluso habiendo estado en democracia desde hace más de 15 años. Se
naturalizó entonces, la imagen de ayuda propuesta por distintas organizaciones
sociales en plena legalidad constitucional. Recién para el año 2003 se
comienzan algunos intentos de reincorporar medidas en función de los
derechos de la ciudadanía, como por ejemplo la AUH implementada en el año
2009. A lo largo de todo este período ya mencionado se desarrollaron de
manera paralela al estado las acciones de la sociedad civil por dos caminos:
las ONG y los movimientos sociales, con arreglos institucionales diferentes y
metodologías diversas.

Las ONGs como paliativo:

En el contexto de los años 90, los organismos internacionales de crédito


promovieron las políticas sociales focalizadas que apuntaban a paliar la
ausencia de políticas universalistas provistas por el Estado (durante la etapa
sustitutiva de las importaciones). Asimismo el Estado era visto como ineficiente
y comenzaron a consolidarse las ONGs que fueron obteniendo un marcado
protagonismo frente al Estado, estas organizaciones atienden la emergencia
social pero por si mismas no pueden revertir procesos de pauperización y
desigualdad. Buscan recrear lo público sin ánimo de lucro. Se las analiza en
torno a dos dimensiones, una positiva y una negativa. La positiva es que logran
concretar objetivos directos en el marco de la emergencia social y evitando
politizar el asunto y la negativa es que permiten la retirada del Estado en su
función de protector de la sociedad y sus necesidades. Uno de los problemas
cruciales de las ONGs es que pueden quedar atrapadas en la complejidad de
buscar financiamiento lo que en ocasiones puede desviar su orientación
ideológica inicial. Las ONGs se diferencian de otras formas de acción social
surgidas durante el mismo contexto de emergencia económica, como son los
movimientos de desocupados o las asambleas barriales, que buscan confrontar
con el Estado y desafían las formas de representación política que las ONGs
tienden a avalar. Entre los Movimientos sociales y las ONGs hay
desconocimiento y distancia, no se prestan al diálogo ni a trabajar en forma
conjunta.

Nuevos movimientos sociales, protesta social y territorialización de la


acción:

A partir de 1976 los trabajadores que antiguamente estaban sindicalizados


pasaron a realizar trabajos informales debido a la desocupación. En 1983 se
constituyeron como actor clave de acción colectiva, a partir de la toma de
tierras y la provisión de servicios básicos. El territorio se constituye como objeto
de demandas y además es el espacio natural de acción y organización social.

Durante la década del 90’ debido a la hiperinflación y al Plan de convertibilidad,


se produjeron despidos masivos de trabajadores estatales. En esta etapa se
puede observar nuevas formas de acción colectiva, especialmente movilizadas
por empleados estatales (Estallido popular de Santiago del Estero, 1993).
Sobre la segunda mitad de la década se produce la consolidación de la
expulsión del mercado de trabajo en el interior del país, las actividades
informales eran casi inviables y a su vez se constituyó la eliminación de
gremios y de trabajo, es así que surgen los primeros movimientos de
trabajadores desocupados o piqueteros. Su acción principal es el corte de rutas
y las negociaciones se basan en el despeje de rutas, accediendo a demandas.

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