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Antología de Poetas Latinoamericanas
Antología de Poetas Latinoamericanas
Antología de poetas
Antología de poetas
latinoamericanas
Mis aficiones
latinoamericanas
Los contenidos de las secciones que integran esta obra han sido elaborados por:
Prof. Marisa Martínez Pérsico
¿POETAS O POETISAS?
Comencemos por el título. Al leerlo, más de uno se habrá preguntado: ¿Por qué
“poetas” en v ez de “poetisas”, si se trata de poesía escrita por mujeres? Si la
palabra “poetisa” es el sustantiv o femenino correspondiente al masculino “poeta”
que figura en el diccionario... ¿Por qué no usarlo?
Bueno, ése es un punto central en el debate que les proponemos en este libro: la
may oría de los poemas seleccionados reiv indica la igualdad –o rev ela la
desigualdad– del mundo femenino en una sociedad históricamente dominada por
el sex o fuerte.
El lenguaje nunca es inocente; carga con connotaciones deriv adas del uso
histórico de las palabras, de las posiciones de poder dentro de las sociedades... Y
estas diez poetas transmiten en sus obras la necesidad de legitimar un lugar
propio, con v oz y v oto, con la misma v alidez que el de ellos, con acceso a los
mismos priv ilegios que durante siglos les fueron negados.
Hombres amados, hombres pequeñitos, hombres ingratos, hombres ideales...
para ellas, no se trata de disputarles el lugar sino de compartir un mismo
horizonte. V eremos cómo cada una persigue este ideal, con la militancia de su
v ida y de su obra.
V olv iendo al dilema de cuál es el v ocablo correcto –si poeta o poetisa– diremos
que la normativ a del español actual permite la utilización de ambas opciones.
Ambas son correctas. Tenemos un ejemplo incorporado en el habla cotidiana: la
palabra artista, utilizada indistintamente para el hombre o la mujer. Decimos “la
artista plástica” tanto como “el artista ofreció una conferencia”. Entonces ¿por
qué conserv ar la distinción del sufijo –isa para la activ idad literaria femenina?
Parece un matiz despectiv o, que desjerarquiza la poesía de la mujer al incluirla en
una especie de subgénero literario.
LA DÉCIMA MUSA
La máx ima transgresión de sor Juana fue su av idez por saber. El mundo del
conocimiento era, por entonces, un ámbito reserv ado a los hombres, v edado a
cualquier mujer perteneciente a la sociedad v irreinal mex icana del siglo XV II.
Para entrar a ese “mundo prohibido”, la pequeña Juana apeló a v arios recursos,
muchas v eces sin éx ito: solicitar a la maestra de su hermana que le enseñara a leer
sin permiso materno, hojear libros a escondidas en la biblioteca de su abuelo,
rogar clases de latín y pedir que la dejaran ir a la univ ersidad v estida de v arón...
Y a adolescente, Juana debía respetar el imperativ o social: casarse. Eso significaba
tener que dedicar su v ida a la maternidad y a las labores domésticas... Pero había
otra opción: la v ida religiosa, que le permitiría acceder al estudio. El conv ento
fue, para ella, una escuela donde aprender filosofía, literatura, historia, física y
astronomía...
Para sus contemporáneos, su libertad de pensamiento unida al talento poético era
un cóctel difícil de digerir en una mujer. El arzobispo de la ciudad de Puebla –
amparado bajo el seudónimo sor Filotea de la Cruz– publicó una reprimenda
donde recomendaba a sor Juana que guardara silencio en los temas de la Iglesia y
se dedicara ex clusiv amente a la v ida religiosa, sin alimentar ningún tipo de
curiosidad intelectual. Pero la inquieta monja le retrucó el escrito defendiéndose
de las acusaciones: así nace su autobiográfica Respuesta a sor Filotea de la Cruz.
En ella reclama el derecho a la educación femenina, tanto en las letras profanas
como en las sagradas, y se queja de que tales saberes sean elogiados en un hombre
pero despierten recelo y desconfianza en una mujer. Este reproche lo reitera en
coplas populares, como en su V illancico de Santa Catarina, donde ex presa:
Su compatriota Octav io Paz, tres siglos más tarde, se refirió a sor Juana de la
siguiente manera: ¿cómo no lamentarse por la suerte de una mujer que estuv o por
encima de su sociedad y de su cultura?
ROMPIENDO ESQUEMAS
En 1 969, el escritor Francisco Luis Bernárdez escribió, en una nota del diario
Clarín, que “decir mujer, hace medio siglo, era en Buenos Aires como decir cosa
más o menos ornamental: linda estatua de carne, mueble de fina caoba, ex quisitez
suplementaria, bella e inútil cornisa del edificio social”. Alfonsina Storni fue de las
que contradijeron ese estereotipo.
Con casi v einte años, a punto de ser madre soltera, se radicó sola en Buenos Aires
para tener a su hijo Alejandro, en 1 91 2. Luego de cumplir v arios oficios para
poder sobrev iv ir, en 1 91 9 obtuv o una sección fija en la rev ista La Nota y en el
diario La Nación, donde escribió sobre el lugar que las mujeres merecían en la
sociedad: “Llegará un día en que las mujeres se atrev an a rev elar su interior; este
día la moral sufrirá un v uelco; las costumbres cambiarán”. En sus columnas
periodísticas ironizó sobre el comportamiento de las mujeres huecas; por
ejemplo, en Diario de una niña inútil describió las v idas aburridas y superficiales
de las damas-caza-nov ios. Impulsó el derecho al v oto femenino –que las ley es
argentinas aprobaron recién en el año 1 946– y cuestionó las rígidas tradiciones
que les impedían elegir un rumbo distinto al del matrimonio. En sus artículos
adopta un periodismo combativ o: asegura que para cambiar la situación de las
mujeres es imprescindible romper con los tópicos, los arquetipos, los lugares
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mujeres es imprescindible romper con los tópicos, los arquetipos, los lugares
comunes que la sociedad patriarcal espera de ellas. Para lograrlo, trata de
persuadir a las lectoras para que demuestren ser personas que deliberan por sí
mismas sobre el camino a seguir.
Estas ideas, en la década del ´20 y en Latinoamérica, resultaban v erdaderamente
innov adoras. Las mujeres de la época se div idían en dos grupos: las que
admiraban la actitud libre y desprejuiciada de Alfonsina, y las que la consideraban
peligrosa.
Gracias a su empeño, con sólo 30 años la poeta se conv irtió en una profesional de
prestigio en el mundo intelectual porteño, históricamente dominado por
hombres. Fue miembro activ o de las reuniones del grupo Anaconda, encabezadas
por Horacio Quiroga; participó en las tertulias artísticas organizadas por Benito
Quinquela Martín en el café Tortoni y en las del grupo Signo, donde conoció a
Federico García Lorca.
En sus tex tos literarios, las referencias al v arón suelen ser sarcásticas. Su obra
teatral El amo del mundo –estrenada en el Teatro Cerv antes en 1 927 – ex presa en
una de sus acotaciones: “Por ser hombre se cree un poco amo del mundo. La
mujer puede ser a su lado el capricho, la distracción y hasta la locura. Pero nunca
otro ser de igual limpieza moral”. Alfonsina cuestiona, en v arios poemas, el juicio
que recae sobre la v irginidad de la mujer (en «Tú me quieres blanca»), el derecho
a la independencia (en «Hombre pequeñito») y la subordinación de la esposa ante
el marido en «Bien pudiera ser». Jorge Luis Borges despreció el estilo confesional
de la poeta: en 1 924 la acusó de escribir “chillonerías de comadrita” y
“borrosidades” de mal gusto. Muchos han interpretado esta crítica como un
prejuicio de clase y de género, motiv ada por el origen inmigrante italiano y
humilde de Alfonsina en contraste con el aristocrático y anglosajón de Borges.
¡A LA V ANGUARDIA!
EL V ALOR DE UN HOMENAJE
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EL V ALOR DE UN HOMENAJE
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ANTOLOGÍA.
ALFONSINA STORNI
Si la muerte quisiera
(De El dulce daño, 1 91 8)
Tú me quieres blanca
(De El dulce daño, 1 91 8)
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un ray o de luna.
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Ni un ray o de luna.
Filtrado me hay a.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nív ea ,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
Tú que el esqueleto
Conserv as intacto
No sé todav ía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
¿Qué diría?
(De El dulce daño, 1 91 8)
Hombre pequeñito
(De Irremediablemente, 1 91 9)
El león
(De Languidez, 1 920)
Romance de la v enganza
(De Ocre, 1 925)
Y a maniatado le dije:
–Pájaros matasteis v os,
Y v oy a tomar v enganza
Ahora que mío sois...
Env ío
Cazador, si v as de caza
Por los montes del Señor,
Teme que a pájaros v enguen
Hondas heridas de amor.
Dolor
(De Ocre, 1 925)
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V oy a dormir
(De Mascarilla y trébol, 1 938)
DELMIRA AGUSTINI
V isión
(En Los cálices v acíos, 1 91 3 )
Te inclinabas a mí supremamente,
Como a la copa de cristal de un lago
Sobre el mantel de fuego del desierto;
Te inclinabas a mí, como un enfermo
De la v ida a los opios infalibles
Y a las v endas de piedra de la Muerte;
Te inclinabas a mí como el crey ente
A la oblea de cielo de la hostia...
–Gota de niev e con sabor de estrellas
Que alimenta los lirios de la Carne,
Chispa de Dios que estrella los espíritus.–
Te inclinabas a mí como el gran sauce
De la Melancolía
A las hondas lagunas del silencio;
Te inclinabas a mí como la torre
De mármol del Orgullo,
Minada por un monstruo de tristeza,
A la hermana solemne de su sombra...
Te inclinabas a mí como si fuera
Mi cuerpo la inicial de tu destino
En la página oscura de mi lecho;
Te inclinabas a mí como al milagro
De una v entana abierta al más allá.
Lo inefable
(En Cantos de la mañana, 1 91 0)
El nudo
(En Cantos de la mañana, 1 91 0)
Rebelión
(De El libro blanco, 1 907 )
Silv ina Ocampo (1 903-1 994) nació en Buenos Aires. Estudió dibujo con Giorgio de
Chirico en París, cuy a impronta decantó en las imágenes pictóricas presentes en
su lírica. Fue esposa del escritor argentino Adolfo Bioy Casares, traductora,
escritora de narrativ a y poesía. Algunas de sus obras son V iaje Olv idado,
Enumeración de la patria, Espacios métricos, Sonetos del jardín, Autobiografía de
Irene, Poemas de amor desesperado, La furia, Las inv itadas, Amarillo celeste, Los
que aman, odian (en colaboración con Bioy ) y una Antología de la literatura
fantástica junto a Jorge Luis Borges. Escribió para la mítica rev ista Sur, propiedad
de su hermana V ictoria.
Enumeración de la patria
(De Enumeración de la patria y otros poemas, 1 942)
Castigo
(De Poemas de amor desesperado, 1 949)
Espera
(De Amarillo celeste, 1 97 2)
Metamorfosis
(De Árboles de Buenos Aires, 1 97 9)
GABRIELA MISTRAL
Lucila del Perpetuo Socorro Godoy Alcay aga (1 889-1 957 ) fue el nombre real de la
poeta Gabriela Mistral, nacida en V icuña, Chile, y primera mujer latinoamericana
en recibir el Premio Nóbel de Literatura en 1 945. Fue maestra, participó en la
reforma educativ a mex icana, publicó columnas literarias y sociales en el diario El
Mercurio de Antofagasta y ejerció cargos consulares en Europa y Estados Unidos.
Sus obras más célebres: Desolación, Ronda de niños, Ternura, Nubes blancas,
Tala, Lagar y Poema a Chile. Fue premiada en los Juegos Florales de Santiago por
sus Sonetos de la muerte, inspirados en el suicidio de su gran amor de juv entud,
Romelio Ureta.
Amo amor
(De Desolación, 1 922)
Tres árboles
(De Desolación, 1 922)
V ergüenza
(De Desolación, 1 922)
Besos
(De Desolación, 1 922)
JUANA DE IBARBOUROU
La hora
(De Lenguas de diamante, 1 91 9)
Después... ¡ah, y o sé
que y a nada de eso más tarde tendré!
La higuera
(De Lenguas de diamante, 1 91 9)
Por eso,
cada v ez que y o paso a su lado
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
"Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto".
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡Qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Melancolía
(De Lenguas de diamante, 1 91 9)
Rebelde
(De Lenguas de diamante, 1 91 9)
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Dulce María Loy naz Muñoz (1 902-1 997 ) nació en La Habana, Cuba. Fue doctora
en Ley es, presidenta de la Academia Cubana de la Lengua y Honoris Causa de la
Univ ersidad de La Habana. Sus obras: V ersos, Juegos de agua, Jardín, Un v erano
en Tenerife, Canto a la mujer estéril, Últimos días de una casa. Obtuv o el Premio
Nacional de Literatura, el Cerv antes y la Orden de Alfonso X El Sabio. Son famosos
sus poemas sobre islas, dedicados a Cuba y a las Islas Canarias. En su casa se
celebraban las conocidas "juev inas", reuniones artísticas que conv ocaron a Juan
Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Alejo Carpentier y Carmen Conde, entre
otros.
El amor indeciso
(De V ersos, 1 920-1 938)
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda... O no me quieras!
Tiempo
(De V ersos, 1 920-1 938)
Un kilómetro de luz,
un gramo de pensamiento...
(De noche el reloj que late
es el corazón del tiempo...)
V oy a medirme el amor
con una cinta de acero:
Una punta en la montaña.
La otra... ¡cláv ala en el v iento!
Creación
(De Juegos de agua, 1 947 )
Criatura de isla
(De Juegos de agua, 1 947 )
NORAH LANGE
I
(De Los días y las noches, 1 926)
La noche se anticipa
en el plano mudo
que nadie toca.
II
Jornada
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Jornada
(De La calle de la tarde, 1 925)
Aurora
Lámpara enredada
en un camino de horizontes.
Después, al mediodía,
en el aljibe se suicida el sol.
La tarde hecha jirones
mendiga estrellas.
Las lejanías reciben al sol
sobre sus brazos incendiados.
La noche se persigna ante un poniente.
Amanece la angustia de una espera
y aún no es la hora.
Poniente doble
(De La calle de la tarde, 1 925)
Oscurece. El silencio
De las cosas y a cansadas
Pone apuro en las tinieblas.
Amanecer
(De La calle de la tarde, 1 925)
La noche se desmenuza
en lenta procesión de niebla.
Anochecer
(De La calle de la tarde, 1 925)
IDEA V ILARIÑO
Elena Idea V ilariño Romani nació en Montev ideo en 1 920. Es poeta, traductora y
profesora de Letras. Mantuv o una difícil relación durante v arias décadas con el
gran escritor uruguay o Juan Carlos Onetti, que fluctuaba entre los alejamientos y
los acercamientos abruptos. Fue el único destinatario de sus poemas amorosos.
Escribió para las rev istas Clinamen y Número, esta última codirigida junto a Mario
Benedetti. Recibió el Premio Nacional de Literatura pero lo rechazó; también
prefirió esquiv ar un perfil público. Algunas obras: Nocturnos, Poemas de amor,
Pobre mundo, No, La masa v olcánica del poema y Conocimiento de Darío.
Y a no
(De Poemas de amor, 1 957 )
Y a no será,
y a no v iv iremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
El olv ido
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El olv ido
(De Poemas de amor, 1 957 )
Carta II
(De Poemas de amor, 1 957 )
Recostado en tu silla
apoy ado en la mesa del café
de tu cuarto
tirado en una cama
la tuy a o la de alguien
que quisiera borrar
–estoy pensando en ti no en quienes buscan
a tu lado lo mismo que y o quiero–.
Estoy pensando en ti y a hace una hora
tal v ez media
no sé.
Iré a cenar
es claro.
Mediodía
(Del libro Paraíso perdido, 1 949)
OLGA OROZCO
Olga Orozco (1 920-1 999) nació en La Pampa, Argentina. Entabló una estrecha
amistad con los poetas Alejandra Pizarnik, Norah Lange y Oliv erio Girondo, estos
últimos nucleados en torno a la estética surrealista. Colaboró con los suplementos
culturales de Clarín y La Nación, y en las rev istas Canto –órgano de difusión de la
Generación del ´40– y Claudia, una publicación para mujeres. Entre sus obras
cabe destacar Las muertes, Los juegos peligrosos, Museo salv aje, Cantos a
Berenice, Mutaciones de la realidad, La noche a la deriv a, En el rev és del cielo y
Con esta boca, en este mundo. En 1 998 ganó el V III Premio de Literatura
Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo.
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Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo.
Génesis
(De Museo salv aje, 1 97 4)
Y alguien rompió en lo alto esa tinaja gris donde subían a beber los
[recuerdos;
No estabas en mi umbral
(De Cantos a Berenice, 1 97 7 )
No estabas en mi umbral
ni y o salí a buscarte para colmar los huecos que fragua la nostalgia
y que presagian niños o animales hechos con la sustancia de la
[frustración.
V iniste paso a paso por los aires,
pequeña equilibrista en el tablón flotante sobre un foso de lobos
enmascarado por los andrajos radiantes de febrero.
V enías condensándote desde la encandilada transparencia,
probándote otros cuerpos como fantasmas al rev és,
como anticipaciones de tu eléctrica env oltura
–el erizo de niebla,
el globo de lustrosos v ilanos encendidos,
la piedra imán que absorbe su fatal alimento,
la ráfaga emplumada que gira y se detiene alrededor de un ascua,
en torno de un temblor–.
Y y a habías aparecido en este mundo,
intacta en tu negrura inmaculada desde la cara hasta la cola,
más prodigiosa aún que el gato de Cheshire ,
con tu porción de v ida como una perla roja brillando entre los
[dientes.
La realidad y el deseo
(De Mutaciones de la realidad, 1 97 9)
A Luis Cernuda
Juana de Asbaje y Ramírez (1 651 -1 695), más conocida por su nombre religioso,
nació en San Miguel Nepantla, Méx ico. Fue una niña precoz. Aprendió a leer a los
tres años y pocos años después rogó a su madre la dejara asistir a la univ ersidad
v estida de hombre, única forma de acceder a los claustros académicos. Aprendió
latín a corta edad, ingresó a la corte como compositora de v ersos y luego se
ordenó monja en al conv ento de las carmelitas descalzas. Escribió obras religiosas
y profanas; las primeras en forma de coplas y v illancicos, las segundas en forma
de sonetos y redondillas.
Redondillas
Satíricas a la v anidad masculina
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Satíricas a la v anidad masculina
Combatís su resistencia
y luego, con grav edad,
decís que fue liv iandad
lo que hizo la diligencia.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón.
acusaréis la afición;
de la que os fuere a rogar.
Soneto V II
Soneto II
A la incompresión mundana
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Soneto CXLV
A su retrato
Comentarios y sugerencias
Copyright: Marisa Martínez Pérsico
Se permite la reproducción total o parcial con mención del
autor/compilador.
marisamarp@gmail.com
marisamar@usal.es
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