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FUERZA. Vamos, ¿por qué te demoras y te apiadas en vano?

¿Por qué no aborreces al dios más odioso de los dioses, que ha,
entregado a los mortales tu privilegio?

HEFESTO. El parentesco es muy fuerte, y la amistad.

FUERZA. Lo concedo. Pero desobedecer las palabras de un


padre ¿cómo es posible? ¿No temes esto más?

HEFESTO. Tú siempre eres cruel y lleno de audacia.

FUERZA. Ningún remedio proporcionará el llorar por ése; no


te canses en un trabajo inútil.

HEFESTO. ¡Oh oficio muy odiado por mí!

FUERZA. ¿Por qué lo odias? De los males presentes,


ciertamente no tiene culpa alguna tu oficio.

HEFESTO. Sin embargo, ojalá hubiera tocado a otro.

FUERZA. Todo es enojoso, salvo mandar sobre los dioses;


porque nadie es libre excepto Zeus.

HEFESTO. Lo sé, y nada puedo responder a esto.

FUERZA. ¿No te apresuras, pues, en rodearle de cadenas, para


que el padre no te vea remiso?

HEFESTO. Pueden verse ya en sus manos las manillas.

FUERZA. Cíñéselas a los brazos y con toda tu fuerza golpea


con el martillo y clávalo en las rocas.

HEFESTO. El trabajo ya se termina y no en vano.

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