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Las dos primeras generaciones de terapias

Allá por los años 50 del siglo pasado aparecieron un conjunto de técnicas, basadas en el
condicionamiento clásico y operante, que se terminaron por conocer como Terapia de
Conducta o primera ola de terapias. Basadas en los resultados de ciencia básica de principios
de siglo, mostraron efectos estables para el tratamiento de fobias, conductas relacionadas con
trastornos del desarrollo y, en general, conductas que eran fácilmente explicadas por las
teorías del conductismo.
Allá por entonces la mayoría de la investigación se centró en condicionamientos que tenían
como objeto de estudio o tratamiento conductas externas, ya fuera por desconocimiento o
porque los investigadores del momento no veían interesante centrarse en las conductas
privadas o verbales. Qué le vamos a hacer.

Con la aparición de la informática y los primeros ordenadores, allá por esas fechas también,
empezó a fraguarse la idea de que la mente podía también ser estudiada y dejar de ser algo
prohibido o imposible de estudiar, algo acientífico. Basados en la idea de que la mente es un
procesador de información con límites y una forma de trabajar determinada, aparecieron las
primeras teorías cognitivas y constructos mentales (por ejemplo, suponer que tenemos un
«almacén» limitado para la memoria). Estas teorías se basan precisamente en eso, en que la
mente existe y es un procesador de información, pero en este caso esa información son
pensamientos, percepciones y todos los datos que los seres humanos recibimos.

Apoyándose en estos estudios, aparecieron en los 60-70 las terapias de segunda generación,


que se centraban en los pensamientos y emociones indeseadas como, por ejemplo, tener ideas
repetitivas e irracionales de miedo a morirse en cualquier momento. Algunas de ellas tenían
como idea central que los pensamientos determinan las emociones y la conducta y, por tanto,
merecían ser los objetos principales del tratamiento. La Terapia Cognitiva de Beck (TC) es
probablemente el ejemplo más sonado. Es una terapia enfocada en el tratamiento de la
depresión, considerando que en el origen de la misma hay un problema en el procesamiento
cognitivo de las personas que padecen tal trastorno.
En este punto de la historia teníamos ya tratamientos más complejos, cuyos objetivos eran
tratar trastornos como la depresión o problemas de ansiedad más difusos (por ejemplo,
ansiedad generalizada). La razón o causa del problema era, o parecía ser al menos, menos
directa de lo que parecía al aplicar Terapia de Conducta. No se trataba ya de una fobia
condicionada a los perros, sino de un conjunto de pensamientos, emociones y conductas que
contribuían, por ejemplo, al mantenimiento de una depresión.

Las terapias de tercera generación: una idea general


Parecía que ya lo teníamos todo: mente y cuerpo, al rico dualismo. Sin embargo, temas más
complejos y difusos como personas con vacíos existenciales, recaídas en depresiones
profundas o estilos de vida no parecían tener cabida en las terapias de Psicología. Esto,
sumado a que para determinados tratamientos cognitivos los efectos no estaban del todo
claros, dio lugar a la aparición de una tercera ola de terapias a finales de los 80, principios de
los 90, denominadas terapias de tercera generación.
Este conjunto de terapias pueden caracterizarse por ser:

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