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IMPACTOS ECOLÓGICOS Y AMBIENTALES DE LA AGRICULTURA

MODERNA
1. INTRODUCCIÓN
El enfoque de la agricultura convencional siempre ha buscado incrementar la producción de
cosechas agrícolas sin considerar las consecuencias posteriores sobre el ambiente en el que
se practica. Así ocurre, por ejemplo, con

• La labranza intensiva del suelo


• Práctica de monocultivo
• Uso indiscriminado de fertilizantes sintéticos
• El control químico de plagas y arvenses
• Uso intensivo de agua de pozos profundos para la agricultura, y
• La manipulación genética, entre otras prácticas de la agricultura moderna.
Estas son prácticas promovidas y aplicadas bajo el enfoque de la agricultura denominada
convencional. No se debe descuidar y negar que la aplicación de las prácticas e
innovaciones tecnológicas convencionales incremente la producción agrícola, pero tampoco
se puede negar que su práctica en actividades agrícolas deteriora los recursos naturales en
forma considerable y ocasionalmente irreversible.
2. CONSECUENCIAS DE LA AGRICULTURA MODERNA
Algunas de las múltiples consecuencias de la agricultura basada en agroquímicos y en el
uso de grandes cantidades de energía, son:

• El deterioro de la cubierta vegetal


• La erosión del suelo (eólica, hídrica, de fertilidad)
• El incremento de la salinidad de los suelos
• Disminución considerable de los mantos freáticos
• La pérdida de diversidad agrícola biológica y genética
• La resistencia constante de plagas y enfermedades agrícolas
• El azolve de presas
• Las inundaciones naturales
• La eutrofización de lagos y la contaminación del aire.
Ante los múltiples factores negativos de la agricultura convencional, emerge la concepción
de la agroecología, y la tecnología de la agricultura ecológica, que promueve la producción
agrícola conservando los recursos naturales elementales de la producción de alimentos tales
como el suelo, agua y biodiversidad. Estas acciones se basan en el respeto a las
comunidades rurales (quienes aportan el material genético mejor adaptado a las condiciones
locales) y a los principios éticos y humanos en la realización de estas actividades.
La agricultura ecológica, como puesta en práctica de la ciencia agroecológica, puede ser
altamente productiva y a su vez sostenible en producción y conservación a largo plazo con
la finalidad de poder solventar el abastecimiento de alimentos a una creciente población
humana. En esta perspectiva, el diseño y manejo de agroecosistemas sostenibles no puede

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ni debe abandonar las prácticas convencionales sino que debe considerar las prácticas
tradicionales para justificar su sostenimiento. Se trata de diseñar científicamente nuevas
concepciones y tecnologías agrícolas, sobre la base de los métodos y conocimientos
ecológicos actuales y los principios tradicionales de conservación de los recursos naturales
que muchas comunidades rurales tienen y en las que cubren sus necesidades alimentarias
sin requerir grandes insumos externos en su ciclo productivo.
Los países europeos, seguidos por otros altamente industrializados tales como EEUU y
Australia, son vanguardia en implementación de principios agroecológicos en sus políticas
de desarrollo agrícola. Sin embargo, varios países de Latinoamérica, Asia y África están
poniendo en marcha proyectos nacionales agrícolas que consideran la protección del
ambiente.

3. IMPACTOS AMBIENTALES DE LA AGRICULTURA MODERNA

Es útil separar los proyectos agrícolas en dos categorías: la agricultura de tierra baja con
riego, y la de tierra alta, que depende de la lluvia. Cada una tiene su propio conjunto de
problemas ambientales potenciales. En las tierras bajas, las preocupaciones principales son
los efectos de los agroquímicos y el riego. En las tierras altas, es más probable encontrar
problemas de erosión, pérdida de la fertilidad del suelo, uso inadecuado de la tierra y
manejo incorrecto de las cuencas. El mantenimiento correcto de la agricultura reducirá a un
mínimo las pérdidas de suelo y nutrientes, equilibrará los insumos y las cosechas, y
fortalecerá los vínculos entre el agricultor, el extensionista y el investigador. Al fortalecer
los vínculos entre el agricultor y el investigador se fomentará la moderación ambiental, la
sostenibilidad, y tecnologías adecuadas.

Impactos mayores

El principal impacto ecológico que se debe tener presente es la pérdida irreversible del
hábitat. Esto es más crítico cuando se tratan de “tierras no cultivadas”, pero aún el hábitat
deteriorado, por ejemplo, la tierra húmeda urbana, presta servicios apreciables. Esta pérdida
reduciría los beneficios económicos valiosos del medio ambiente y aceleraría la extinción y
desaparición de la fauna, resultados que pueden ocurrir debido a dos causas principales:
primero, por los caminos de acceso que llegan al área del proyecto o cerca del hábitat,
puede facilitar asentamientos no planificados y la destrucción de este hábitat. La pérdida de
los servicios socioeconómicos, puede causar más presión o la apropiación de otras tierras.
Si estas tierras servían para pastoreo, por ejemplo, los pastores tendrían que pastar sus
rebaños en otra parte. Los grupos indígenas son especialmente vulnerables. Asimismo, al
desmontar nuevas tierras para la producción o procesamiento de cultivos que son de tierras
no cultivadas u otro hábitat y, especialmente, si se trata de un hábitat crítico, como el
bosque tropical, se debe emplear medidas preventivas, precauciones y políticas adecuadas.

Impactos menores

Los impactos menores son mayormente reversibles y prevenibles. A veces, sin embargo,
pueden ser severos. Estos efectos menores se ubican en solamente tres categorías:

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• El flujo agroquímico que contamina los ríos y el agua freática;
• Aspectos relacionados con los pesticidas; y
• Eliminación de los afluentes del procesamiento de los cultivos.

El primer impacto importante que genera la agricultura es la “neutralización” del


ecosistema ya existente, mediante la eliminación o modificación. Los primeros elementos
impactados son, la vegetación y la fauna. El impacto sobre la vegetación ha sido de suma
importancia, teniendo en cuenta que debido a su extensividad, la agricultura es la actividad
humana que mayor crecimiento territorial ha tenido en los últimos 10 000 años. En ese
lapso ha eliminado el 35% de los bosques templados del mundo, el 25% de los bosques y
sabanas subtropicales y el 6% de los bosques tropicales. Este impacto sobre la vegetación
fue paralelo a otro sobre la fauna, al destruir su hábitat.

Eliminado o controlado el ecosistema existente, la agricultura introduce especies vegetales


y animales que en la gran mayoría de los casos no son originarias del lugar. Luego
comienza la lucha por el control de los competidores: plaga, maleza, con la aplicación de
los llamados “biocidas”, elementos químicos que se utilizan para eliminar la competencia
biológica a los sembrados. Tienen el inconveniente de mantenerse en el ambiente y tardar
mucho en desaparecer.

La actividad agraria también genera la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, como


resultado de las quemas. Además genera la emisión de metano producido por los campos de
arroz que permanecen inundados buena parte del año y los gases emitidos por animales.

El impacto que produce sobre el suelo se define a través de cuatro procesos: agotamiento,
degradación, contaminación y erosión.

La agricultura siempre ha supuesto un impacto ambiental fuerte. Hay que talar bosques
para tener suelo apto para el cultivo, hacer embalses de agua para regar, canalizar ríos, etc.
La agricultura moderna ha multiplicado los impactos negativos sobre el ambiente. La
destrucción y salinización del suelo, la contaminación por plaguicidas y fertilizantes, la
deforestación o la pérdida de biodiversidad genética, son problemas muy importantes a los
que hay que hacer frente para poder seguir disfrutando de las ventajas que la revolución
verde nos ha traído.

Los principales impactos negativos son:

a) Erosión del suelo

La destrucción del suelo y su pérdida al ser arrastrado por las aguas o los vientos suponen
la pérdida, en todo el mundo, de entre cinco y siete millones de hectáreas de tierra
cultivable cada año, según datos de la FAO de 1996. El mal uso de la tierra, la tala de
bosques, los cultivos en laderas muy pronunciadas, la escasa utilización de técnicas de
conservación del suelo y de fertilizantes orgánicos, facilitan la erosión. En la península
Ibérica la degradación de los suelos es un problema de primera importancia.

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En los lugares con clima seco el viento levanta de los suelos no cubiertos de vegetación o
de los pastizales sobreexplotados, grandes cantidades de polvo que son la principal fuente
de contaminación del aire por partículas en estos lugares.

b) Salinización y anegamiento de suelos muy irrigados

Cuando los suelos regados no tienen un drenaje suficientemente bueno se encharcan con el
agua y cuando el agua se evapora, las sales que contiene el suelo son arrastradas a la
superficie. Según datos de la FAO casi la mitad de las tierras de regadío del mundo han
bajado su productividad por este motivo y alrededor de 1,5 millones de hectáreas se pierden
cada año.

c) Uso excesivo de fertilizantes y plaguicidas

Los fertilizantes y pesticidas deben ser usados en las cantidades adecuadas para que no
causen problemas. En muchos lugares del mundo su excesivo uso provoca contaminación
de las aguas cuando estos productos son arrastrados por la lluvia. Esta contaminación
provoca eutrofización de las aguas, mortandad en los peces y otros seres vivos y daños en
la salud humana.

Especialmente difícil de solucionar es la contaminación de las aguas subterráneas con este


tipo de productos. Muchos acuíferos de las zonas agrícolas se han contaminado con nitratos
hasta un nivel peligroso para la salud humana, especialmente para los niños.

Un ejemplo especialmente dramático ha sido el del mar de Aral.

Al mismo tiempo, en otros países, el uso de cantidades demasiado pequeñas de fertilizantes


disminuye los nutrientes del suelo, con lo que contribuye a su degradación.

d) Agotamiento de acuíferos

En las zonas secas y soleadas se obtienen excelentes rendimientos agrícolas con el riego y
en muchos lugares, por ejemplo en los conocidos invernaderos de Almería, se acude a las
aguas subterráneas para regar. Pero los acuíferos han tardado en formarse decenas de años
y cuando se les quita agua en mayor cantidad que la que les llega se van vaciando. Por este
motivo las fuentes que surgían se secan, desaparecen humedales tradicionales en esa zona,
y si están cerca del mar el agua salada va penetrando en la bolsa de agua, salinizándola,
hasta hacerla inútil para sus usos agrícolas o para el consumo humano.

e) Pérdida de diversidad genética

En la agricultura y ganadería tradicionales había un gran aislamiento geográfico entre los


agricultores y ganaderos de unas regiones y otras y por eso, a lo largo de los siglos, fueron
surgiendo miles de variedades de cada planta o animal domesticado.

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Esto supone una gran riqueza genética que aprovechaban los que hacían la selección de
nuevas variedades. Su trabajo consiste, en gran parte en cruzar unas variedades con otras
para obtener combinaciones genéticas que unan ventajas de todas ellas. Si se quiere
conseguir una planta de trigo apta para un clima frío, que tenga el tallo corto y sea
resistente a unas determinadas enfermedades, los genetistas buscaban las variedades que
poseían alguna de esas características y las iban entrecruzando entre sí hasta obtener la que
reunía todas.

En la actualidad cuando una variedad es muy ventajosa, la adoptan los grandes cultivadores
de todo el mundo, porque así pueden competir económicamente en el mercado mundial. El
resultado es que muchas variedades tradicionales dejan de cultivarse y se pierden si no son
recogidas en bancos de semillas o instituciones especiales.

Por otra parte, la destrucción de bosques, pantanos, etc. para dedicar esos terrenos a la
agricultura provoca la desaparición de un gran número de ecosistemas.

También la agricultura moderna ha introducido el monocultivo, práctica en la que enormes


extensiones de terreno se cultivan con una sola variedad de planta. Esto supone un
empobrecimiento radical del ecosistema, con la consiguiente pérdida de habitats y de
especies.

f) Deforestación

Alrededor de 14 millones de hectáreas de bosques tropicales se pierden cada año. Se


calcula que la quema de bosques para dedicarlos a la agricultura es reponsable del 80% al
85% de esta destrucción.

La agricultura moderna no es la principal responsable de esta deforestación, porque sus


aumentos de producción se han basado mucho más en obtener mejores rendimientos por
hectárea cultivada que en poner nuevas tierras en cultivo. De hecho, en España, por
ejemplo, todos los años disminuye la extensión de las tierras cultivadas cuando muchas de
ellas son abandonadas por su baja productividad.

La principal causa de destrucción del bosque es la agricultura de subsistencia de muchas


poblaciones pobres de los países tropicales. Estos agricultores queman los bosques y la
superficie así conseguida, gracias al abono de las cenizas, les permite obtener unas pocas
cosechas, hasta que el terreno se empobrece tanto en nutrientes que se hace improductivo y
deben acudir a otro lugar para quemar de nuevo otra porción de selva y repetir el proceso.

En el desmonte o recuperación de tierras, al incorporarse por primera vez tierras nuevas a la


producción agrícola, se producen impactos iniciales importantes, algunos de los cuales son
irreversibles: se pierden los recursos naturales desbrozados o recuperados (por ejemplo,
bosques primarios, pantanos, tierras húmedas); se erosionan los suelos; baja la
productividad de las tierras; desaparecen las especies; se merma el hábitat de la fauna
silvestre; se reducen los servicios ambientales proporcionados por los ecosistemas
existentes; y se perjudican los habitantes de los bosques u otras minorías étnicas
vulnerables, que dependen del ecosistema que fue eliminado. Además de estos impactos
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iniciales, el método utilizado para desmontar la tierra tiene una influencia importante sobre
el subsiguiente éxito o fracaso del proyecto.

g) Consumo de combustibles fósiles y liberación de gases invernadero

La agricultura moderna gasta una gran cantidad de energía, como comentamos en las
páginas anteriores, para producir los alimentos. Esto significa un elevado consumo de
petróleo y otros combustibles y la emisión a la atmósfera de gran cantidad de CO2, con el
consiguiente efecto invernadero. A la vez la quema de bosques y de pastizales es
responsable muy principal del aumento de CO2 y de óxidos de nitrógeno en la atmósfera.

Referencias
Altieri, Miguel (1997). Agroecología. Bases científicas para una agricultura sustentable.
Norda Comunidad.
Susanna B. Hetch: “La evolución del pensamiento agroecológico”, 1991.
Sabaté, F.; Perdomo, A. y Afonso, V. (2008) "Agroecología y consumo responsable. Teoría
y Práctica" VVAA. Editorial Kehaceres, 2006.
http://www.tecnun.es/asignaturas/Ecologia/Hipertexto/06Recursos/121ImpactAmbAgr.htm
http://es.wikibooks.org/wiki/Impactos_ambientales/La_agricultura_y_el_desarrollo
http://profgeo.wordpress.com/2008/10/23/los-efectos-ambientales-de-la-agricultura/

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