Las características de la sociedad del conocimiento exigen a la universidad una
función de profesionalización que supone un cambio importante en el planteamiento formativo de la Educación Superior, y que afecta de manera primordial a la planificación docente. En esta publicación se propone un proceso de planificación de las asignaturas atendiendo a los principios que favorecen la formación de titulados competentes e íntegros. Asimismo, se ofrecen reflexiones y herramientas para facilitar al profesorado esta función. Formar para la ciudadanía y preparar profesionales capaces de afrontar las demandas futuras del ámbito laboral son los retos principales que la sociedad del siglo XXI propone al sistema universitario (Bricall y Brunes, 2000). Ambas demandas constituyen un gran cambio en la misión percibida por la universidad durante años: salvaguardar y generar conocimiento, ser depositaria de la cultura e investigar para producir nuevo conocimiento. Nuevo resulta, asimismo, el fuerte impulso hacia una mayor cercanía y diálogo entre la universidad y la sociedad, que ha sido planteado por organismos e instituciones de todo el mundo con interés o preocupación por la formación universitaria. El aprendizaje atrae la atención de todos los observadores de la Universidad. Este desplazamiento del contenido al aprendizaje constituye otra novedad importante por las repercusiones que se atisban a corto plazo. Resulta evidente el papel crucial que deberá desempeñar la universidad para lograr que las respectivas sociedades tradicionales avancen hacia la conformación, en primer lugar, de la sociedad de la información y, en último término, idealmente, hacia la sociedad del conocimiento. Para avanzar hacia tales objetivos, Tünnermann (2000).
Un cambio trascendental en estos procesos se refiere a la destacada importancia
que se le asigna ahora al aprendizaje y al alumno, en contraste con el tradicional énfasis que siempre se había puesto en la enseñanza y en el docente. El papel del docente cambia y, en vez de ser quien centra la información, pasa a ser un guía, un tutor y un orientador para el alumno y su aprendizaje. Según Tünnermann y De Souza (2003), estos desafíos del aprendizaje conducen a respuestas académicas que forman el núcleo de los procesos actuales de transformación universitaria, y que deben inspirar los modelos educativos y académicos. La afirmación de que la mayor parte de las competencias adquiridas hoy día por una persona a lo largo de su formación estarán obsoletas al comenzar su vida profesional significa la necesidad de aprender e informarse de manera continua. Esta necesidad ha sido una de las premisas que más ha consolidado la educación a distancia como modalidad educativa. Las nuevas TIC, a través de sus diversas formas y herramientas, introducen un modo de interacción con las informaciones y el conocimiento, y con otras personas, totalmente nuevo y diferente de otros medios utilizados hasta el presente. En ese sentido, la educación a distancia y la educación abierta son las modalidades que, por su naturaleza, pueden favorecer la apropiación de estas herramientas y su adaptación a la pedagogía. El desarrollo de nuevas teorías, en las que destaca el constructivismo, en contraste con la noción de aprendizaje como transmisión de un cuerpo de conocimientos estáticos, ha provocado que los educadores perciban que los ambientes de aprendizaje deben promover diversas perspectivas e interpretaciones de la realidad, que permitan al que aprende reconstruir en el ámbito personal los productos y los procesos culturales y apropiarse de ellos.
A la largo de las dos últimas décadas y como resultado de la introducción y uso
intensivo de las tecnologías de la información y del conocimiento en general y de internet en particular, la universidad está viviendo un proceso de transformación complejo que afecta a sus estructuras académicas y organizativas, así como también a su concepción de metodología docente. Las TIC han evidenciado la necesidad de establecer estrategias de coherencia institucional en su uso y aplicación, así como la posibilidad de ampliar los ámbitos de acción institucional y el acceso masivo a la formación superior. Y todo ello pone de manifiesto el cambio existente de un modelo de formación basado en la transmisión del conocimiento, que estaba bien delimitado y bajo acceso restringido, a otro que debe fundamentarse en facilitar la competencia de aprender a personas que viven en un mundo en cambio constante y con acceso abierto a la información y al conocimiento. Todo ello, además, conlleva a una transformación en las dinámicas de comunicación y difusión del conocimiento científico, que se convierte en abierto, accesible y sometido al análisis de las redes sociales de conocimiento.
Las dinámicas de enseñanza y aprendizaje han experimentado también cambios a
partir de la introducción y uso intensivo de la tecnología y en particular, de internet. Aprender con uso intensivo de tecnología (e-learning) ha transformado las relaciones entre docencia y discente, evidenciando la importancia del diseño y planificación en el proceso de aprendizaje (Cabero, 2006; Duart & Repáraz,2011). La universidad actual, después de la incorporación y uso de internet en la dinámica educativa e institucional, debe sustentarse en un modelo educativo adaptativo e integrador que haga posible la adquisición y ejercicio de competencias sustantivas para la sociedad red actual. Para ello es necesario superar los marcos tradicionales, pero también aprender de ellos. Podemos afirmar que el impacto de las TIC ha cambiado la velocidad de producción y distribución del conocimiento.