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El Poder Legislativo debe seguir

funcionando
Daniel A. Sabsay

La Argentina atraviesa una situación de emergencia generada por la


pandemia del nuevo coronavirus . Por lo tanto consideramos constitucional
la decisión tomada por el Presidente a través de un decreto de necesidad y
urgencia que estableció una cuarentena en todo el país a fin de ralentizar la
expansión de la pandemia y así evitar la saturación de nuestro sistema de
salud. El decreto se ajusta al marco que establece el artículo 99, inciso 3,
para la toma de estas decisiones. En efecto, ya que si bien la Constitución
determina que "el poder ejecutivo no podrá en ningún caso bajo pena de
nulidad absoluta e insalvable, emitir disposiciones de carácter legislativo",
sin embargo, a continuación establece que ello le está permitido, "solamente
cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites
ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes.". No
cabe duda de que existió el presupuesto fáctico mencionado que habilitó al
Presidente para dictar el decreto de necesidad y urgencia 260/20. Ello así,
preocupa la continuación de su invocación para el dictado de otros decretos
de la misma naturaleza, en tanto importa la normalización del ejercicio de
facultades legislativas por parte del Presidente. Todo acto que afecte
derechos fundamentales requiere de la sanción de una ley, es decir, de una
decisión del Congreso de la Nación .
El Congreso cumple una función gubernamental fundamental que debe ser
llevada a cabo, y los legisladores han sido designados para desempeñarla.
Hoy los médicos y todo el personal que cumple servicios de salud, las fuerzas
de seguridad, los empleados del transporte, quienes trabajan en empresas
que comprenden la cadena alimentaria llevan a cabo sus tareas, más allá de
los riesgos que ello importa. Cómo es posible que los legisladores se refugien
en la emergencia para mantener la labor legislativa congelada . Esta
comprende a todos los poderes máxime cuando se trata de resolver
problemas urgentes. Precisamente es la excepcionalidad la que los obliga a
sesionar removiendo todos los obstáculos que lo impidan para no caer en el
estado de cosas que describimos seguidamente.
Se denomina situación de emergencia a aquella circunstancia absolutamente
excepcional y súbita que se interpone al normal desarrollo de las
instituciones, y que obliga a mitigar de manera transitoria el carácter
imperativo de las normas de derecho público contenidas en la Ley
Fundamental. Sus elementos fundamentales son la excepcionalidad, la
transitoriedad, la necesidad de impedir males mayores en resguardo del
interés general de la comunidad, el acaecimiento de una situación
imprevisible que se impone a la voluntad de los protagonistas, quienes no la
han provocado en modo alguno. Luego de dictado el decreto mencionado es
al Poder Legislativo al que le corresponde la sanción de las normas
necesarias para hacer frente a la emergencia. No olvidemos que en nuestro
país, la emergencia es y ha sido uno de los elementos fundamentales de su
accidentada vida institucional. Así, de manera transversal y desde muy larga
data, prácticamente todos los institutos de fuente constitucional han sido
afectados por esta noción.

Lo preocupante para el Estado de Derecho es que se produce su


debilitamiento cada vez que se invoca la emergencia, en tanto que ello
importa fuertes restricciones a los derechos consagrados en la Constitución
en aras de hacer frente a esa situación de carácter extraordinario. Sin
embargo, resulta sorprendente la recurrencia del fenómeno en la realidad
argentina, el cual aparece como sustento de toda clase de apartamiento de
las reglas constitucionales, a punto tal que se encontrarían en pugna dos
constituciones en nuestro país: una para tiempos normales y otra para las
emergencias.

A esta situación han contribuido múltiples factores, entre los que se


destacan una cultura -en particular de parte de los gobernantes- muy poco
afecta al principio de imperio de la ley, el sobredimensionamiento del orden
y de la eficacia, y la afirmación de la necesidad de apartarse de las
formalidades contempladas en la Constitución y en las leyes para lograr
aquellos objetivos, la falta de efectiva vigencia en el tiempo del principio de
separación de poderes en la historia constitucional argentina. Tanto la
Convención Americana de Derechos Humanos (artículo 27) como el Pacto
Internacional de Derecho Civiles y Políticos, en su artículo 3, establecen: "En
situaciones excepcionales que pongan en peligro la vida de la nación y cuya
existencia haya sido proclamada oficialmente, los Estados Partes en el
presente Pacto podrán adoptar disposiciones que, en la medida
estrictamente limitada a las exigencias de la situación, suspendan las
obligaciones contraídas en virtud de este Pacto, siempre que tales
disposiciones no sean incompatibles con las demás obligaciones que les
impone el derecho internacional". Más adelante enumera una serie de
derechos que no pueden ser afectados. Los dos tratados tienen jerarquía
constitucional según el artículo 75, inciso 22 de nuestra Ley Fundamental.

Frente a este estado de cosas, poco a poco se han ido erosionando muchos
de los elementos del Estado de Derecho y han fracasado los controles
previstos para evitar este tipo de desviación. De este modo, se contribuye al
debilitamiento del sistema democrático en su conjunto y al aumento del
descreimiento de los ciudadanos en las bondades de un sistema que
proclama la plena vigencia de las nociones de poder limitado y del
reconocimiento de los derechos humanos.

Hechas estas puntualizaciones no se justifica que el Presidente continúe


tomando decisiones de altísima importancia institucional, pues tienen que
ver con la organización del Estado, con su régimen económico con efectos
directos sobre los derechos de las personas, por defecto del Legislativo. Si
esto se prolonga entraríamos nuevamente en una situación anómala de
resultas de la excepcionalidad y se incurriría en las consecuencias tan
negativas que mencionamos anteriormente.

El argumento que se invoca para no reunir al Congreso se funda en la


necesidad de modificar el reglamento de las cámaras de modo de posibilitar
que las sesiones se lleven a cabo a través de alguna modalidad no presencial.
Dicha enmienda requeriría de una sesión presencial. Este razonamiento no
parece válido, pues desconoce, precisamente, la emergencia. Ante
circunstancias excepcionales, como decíamos más arriba, son necesarios
remedios también excepcionales para evitar que se dañe el interés general.
Entonces, cabe remover cuestiones procedimentales que impiden el normal
funcionamiento del órgano legislativo con el riesgo de afectar derechos
fundamentales.

Sorprende que se lleven a cabo reuniones de comisiones no presenciales sin


que se haya modificado ningún reglamento. Este sería un muy buen
precedente para que el Congreso se ponga en marcha. La pandemia está
produciendo daños irreparables. Evitemos que se lleve nuestra República.

El autor es profesor titular y director de la carrera de posgrado en Derecho


Constitucional de la UBA

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