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HUELLAS CONTRA EL CIELO

GUIÓN ORIGINAL

DE

MIGUEL ÁNGEL PÉREZ ÁVILA

21 de septiembre de 1998
1. – HABITACIÓN
INTERIOR. DÍA.

Los porosos haces de luz que construye, en el aire, una persiana iluminan
vagamente la estancia.

El polvo se hace patente jugando a flotar en el aire visible de los haces.

Sorprendidos por la tenue luz, los libros se amontonan desordenadamente


encima de las estanterías, de la mesa, de las dos sillas que la habitación
posee y entre la multitud de ropa que tapa casi totalmente la moqueta
verde que cubre el suelo.

ÉL (off):
A veces un aire denso aplasta contra mi cuerpo
todo el peso del día e imprime en mi piel el tatuaje
del tedio.

Hay también varias fotografías, algunas están rotas, cuadernos abiertos


escritos a mano, hojas sueltas escritas también y una infinidad de inútiles
objetos que pueblan el suelo entre la ropa esparcida.

ÉL (off) : (cont.)
A veces soy incapaz de dar relieve al día y quedo
atrapado en la plana dimensión que amablemente
me ofrece esta apática desidia.

Entre la luz y el polvo, el pálido rostro de un joven de unos 28 años se


dibuja sobre la almohada de una cama deshecha, seguramente, hace
varios días, quizá varias semanas.

Una negra barba cubre su rostro y su melena completa el dibujo sobre la


cabecera.

ÉL (off) : (cont.)
Y duele, duele el cuerpo que se retuerce por
debajo de una piel llena ya de astillas.

Sus ojos están abiertos y delatan un estado de inquieta vigilia que rompe
una lágrima resbalando desde sus humedecidos ojos, por la mejilla, hasta
su boca.

ÉL (off): (cont.)
Y es que a veces lo físico embota a mi mente, la
ata detrás de mis ojos y la castiga a ignorar las
causas de este estado. Unas causas, por otra parte,
que son las mismas de siempre, las mismas.

Después cierra los ojos y vuelve su rostro contra la almohada. Es entonces


cuando se percibe que está vestido con una ropa que quizá haya sido
testigo de su cuerpo durante varios días.

ÉL (off): (cont.)
Hoy es uno de esos días.

Una mujer de color aparece, casi reptando, por encima del joven.
Está desnuda y el roce de su cuerpo, en el del joven, hace que éste se
vuelva hacia ella.

MUJER DE COLOR :
(Besando la cara del joven)
Estoy aquí, donde estaré siempre: bajo tu
tormenta, por entremedias de ti, envolviéndote.

La mujer besa al joven en la boca.

MUJER DE COLOR :
En ocasiones...

La mujer obliga, con su frase, al comienzo de toda una declaración de


principios por parte del joven.

ÉL:
En ocasiones la fantasía me rapta y me lleva
muchísimo más allá de la realidad. Tengo que
arrancarme violentamente de ese capricho
espiritual y sin conseguirlo del todo, me asiento
en un espacio intermedio donde estoy solo, muy
solo.

Angustiado por su propia frase, el joven cierra los ojos e inspira


violentamente como para llenar, de aire, el vacío interior que ahora siente.

Funde en blanco.
2. – CALLE A
EXTERIOR. DÍA.

Abre de blanco

El joven, de pie en medio de la calle, termina la inspiración que comenzó


en su habitación, delante de la misma mujer de color que ahora esta frente
a él, como una desconocida.

MUJER DE COLOR:
(Preocupada)
¿Le ocurre algo? ¿Se encuentra bien?

El joven niega con la cabeza entre el llanto y apartando, de un empujón


corporal, a la chica de color, sigue andando.

La chica mira a otra joven que la acompaña, encogiéndose de hombros.

JOVEN ACOMPAÑANTE:
(A su amiga)
¿Qué le pasa?

MUJER DE COLOR:
No lo sé...

El joven, que ha seguido su camino, mira hacia arriba.

El cielo está nublado y presenta unos tonos rojizos de densa


contaminación que convierten en sangre las lágrimas del joven.

La mirada retorna nuevamente a una posición de horizonte y se dilatan


extremadamente las pupilas en sus ojos.

Frente a él, camina una joven de unos 28 años, bastante alta, morena, dos
trenzas cayéndole sobre los hombros, viste completamente de negro y gris
y su piel es la sombra perfecta para un pálido rostro.

El joven, incapaz de apartar su mirada de la muchacha, esboza una frase


en sus labios que sólo llega a oírse en su tercer tentativa.

ÉL:
Busco esos ojos. Mírame ahora.
La muchacha gira entonces su cabeza enfrentando sus negros ojos a los del
joven.

Es una mirada incisiva y cortante, aunque deja escapar atisbos de dulzura.

La muchacha aparta sus ojos y sigue su camino hasta el escaparate de una


céntrica tienda madrileña de imágenes y ornamentos religiosos llamada El
Ángel.

Allí se para unos segundos.

Después entra en la tienda.

Él llega también hasta el lugar y se para ante este escaparate atestado de


figuras de vírgenes, santos, cristos y postales religiosas, para mirar, entre
ellas, a la muchacha dentro de la tienda.

ÉL (off):
La distancia tiene de mágico esa ventaja que
otorga el saber sin ser sabido. Un oscuro filón de
posibilidades.

La muchacha termina de comprar un gran Cristo crucificado, pagando por


él a una señora que hay en la caja, detrás del mostrador.

El dependiente se lo envuelve ágilmente.

La chica sale con su compra del establecimiento.

Él se vuelve hacia la puerta cruzando nuevamente sus miradas.

Ésta, se aparta de sus ojos y cruza la calle, camino de un portal que está
justamente enfrente.

Entra en el portal.

Él, con su mirada recorre, ascendiendo, el exterior del edificio como ella
hace por las escaleras en el interior: atraviesa verticalmente los dos
primeros pisos y en la tercera ventana ella aparece para subir la persiana
en busca de luz.

El joven cruza la calle y entra en el portal.

3. – ESCALERA PORTAL
INTERIOR. DÍA

El joven entra en un sinuoso portal, tan oscuro como antiguo, silencioso.

Mira por el hueco de la escalera hacia arriba.

Allí, una claraboya deja entrar la tenue luz del nublado.

Comienza a subir las escaleras lentamente, hasta el descansillo entre el


segundo y el tercer piso.

Se oye un ruido y de la puerta de la muchacha sale ésta con la cruz vacía


del Cristo que compró hace tan sólo unos minutos.

Ella se queda paralizada al ver al joven, como si hubiese sido descubierta


en algo muy privado.

Baja la escalera evitando el cruce de miradas y obviando violentamente


su presencia.

Se oyen los pasos de la chica hasta cerrar la puerta del portal tras de si.

Inmediatamente después, de una de las casas del segundo piso, sale un


anciano.

Enciende la luz de la escalera y se queda mirando al joven.

ANCIANO:
Va a llover. Está el tiempo revuelto.

Baja su mirada y sin más palabras se encamina escaleras abajo.

El joven, aún perplejo, se sienta en el descansillo.


4. – CALLE A
EXTERIOR. DÍA.

El anciano, que ya ha salido del portal, se queda parado en el escalón de


éste, observando la cruz que la joven ha dejado apoyada en el contenedor.

ANCIANO:
Va a llover, claro.

El anciano echa a andar calle arriba.

Funde a negro.

5. – ESCALERA PORTAL
INTERIOR. ATARDECER.

El fragor de un trueno, despierta, en el descansillo al joven que


sobresaltado abre los ojos para llevarse un susto aún mayor, al
encontrarse frente a él, observándole, a la joven morena que le está
observando con un extraño paquete entre sus manos.

Está empapada de lluvia.

Ella, que también se asusta, calma la situación con una dulce mirada y con
el dulce timbre de su voz

ELLA:
Está lloviendo.

Él permanece en silencio.

La chica se da media vuelta, sube hasta el tercer piso y tras una última
mirada al joven entra en su casa.

Él se levanta y baja corriendo las escaleras.

El fuerte estruendo de la puerta, marca la salida del joven del portal.


6. – HABITACIÓN ELLA
INTERIOR. NOCHE.

La muchacha opera con habilidad sobre el crucifijo, desclavando el Cristo


de la cruz, encima de una pequeña mesa.

Una tenue luz, procedente de las atenuadas lámparas que hay en la


habitación, ilumina la acción.

De repente un potente rayo provoca el apagón que deja sin luz la estancia.

A oscuras la chica enciende, una a una, las velas que iluminarán la


culminación de su trabajo.

Es entonces cuando quedan visibles las paredes de la habitación: están


todas atestadas de cristos sin sus cruces, la estancia sucumbe a este
ponderoso barroquismo.

Sus manos colocan en un hueco entre los cristos que forman este collage
de estilos en la pared, el que acaba de desprender de su cruz, sobre la
mesa.

Después coge la cruz sobrante, camina por el pasillo de su casa y tras


abrir la puerta que da a la escalera asoma la cabeza por el hueco, para
cerciorase de que nadie la aguarda en el oscuro tramo hasta la puerta del
portal.

No hay nadie.

Sale al otro lado de la puerta.

7. – ESCALERA PORTAL
INTERIOR.NOCHE.

Cierra la puerta.

Intenta fallidamente encender la luz de la escalera que debido al apagón


tampoco funciona y a oscuras baja las escaleras.

Cada paso descendente aumenta la tensión.


Su piel se encrespa al oír el crujido que sus propios pasos crean en la
madera de los escalones.

Cuando ella esperaba encontrar la tenue luz exterior a través de los


cristales del portal, se topa con la oscuridad , que debido al apagón hay
también en la calle.

Abre la puerta del portal.

8. – CALLE A
EXTERIOR. NOCHE.

Sale a la calle y observa la inquietante oscuridad que ésta le ofrece.

Sigue lloviendo.

Apenas a dos metros de ella está el contenedor de la basura donde


abandona el crucifijo.

Vuelve sobre sus pasos hasta el portal y entra.

9. – ESCALERA PORTAL
INTERIOR. NOCHE.

La joven sube lentamente las escaleras intentando evitar el mínimo ruido.

Al llegar prácticamente a la altura del segundo piso oye murmurar tras la


puerta del anciano obsesionado con la lluvia.

ANCIANO (off):
¡Nada, nada!

La joven agudiza el oído y se acerca, despacio y poco a poco, a la puerta


de la vivienda.

La voz del anciano se va haciendo más clara y más próxima.

ANCIANO (off):
¡Nada, nada! No hay luz. ¡Si lo sabré yo! El cielo
está llorando porque esta noche caerá uno de sus
hijos, y nos deja a oscuras para que el mundo no
lo vea. ¡Ahh! Nada, no hay luz...

La penumbra alcanza para que la joven lea en el letrero de la puerta, el


único nombre en él inscrito: Leo Benedetti.

ANCIANO (off): (cont.)


...Que pena! ¡Si lo sabré yo!

La distracción de la joven en la lectura del letrero le ha impedido oír los


pasos que aproximaban el anciano hasta la puerta y se sobresalta cuando
éste, de repente, la abre y la mira fijamente a los ojos.

ANCIANO:
¿Sí? ¿Sí...?

Ella, perpleja y muy asustada, clava sus ojos en el anciano.

Tras unos segundos de incertidumbre, el anciano rompe este tenso


silencio.

ANCIANO:
Nada, no hay nadie.

El anciano cierra la puerta.

ANCIANO (off):
Habrá salido corriendo. ¡Si lo sabré yo!

La joven echa a correr escaleras arriba hasta entrar en su casa.

10.– CASA ELLA


INTERIOR. NOCHE.

Aún con la respiración entrecortada la joven arroja las llaves en el


taquillón de la entrada y corriendo llega hasta su habitación.

Coge de una silla una vieja muñeca de trapo.

Se tumba en la cama y se abraza fuertemente a la muñeca.


Cierra los ojos y deja que el sonido de la lluvia se oiga en la habitación.

Un fuerte estruendo de cristales en la calle rompe éste acogedor sonido y


la joven salta de la cama, nuevamente asustada.

Sin soltar la muñeca se asoma a la ventana y tras escanear la calle arriba


y abajo se da cuenta de que el ruido procedía de la tienda situada frente a
su portal, de la que han saltado todos los cristales del escaparate.

Inundada aún por la sorpresa, tras un momento de duda, se decide a


bajar.

Atraviesa el pasillo, con la muñeca en brazos y abre la puerta de su casa.

11. – CALLE A
EXTERIOR. NOCHE.

La muchacha, aún abrazada a su muñeca, avanza por entre los coches


para cruzar la calle.

Ni una sola persona habita la céntrica vía.

Llega hasta el deteriorado escaparate donde un enorme hueco entre las


figuras religiosas, que yacen tiradas en el suelo, indican que alguien ha
penetrado al local a través de él.

La alarma posiblemente no haya sonado debido al apagón.

Un impulso lanza a la muchacha a entrar en la tienda de la misma manera


que hizo aún no sabe quien.

12.– TIENDA RELIGIOSA


INTERIOR. NOCHE.
Las primeras pisadas de la joven suenan entre los cristales rotos
esparcidos en el suelo, al pie del escaparate, en el interior de la tienda.

En la primera estancia sólo hay penumbra y los misteriosos brillos de


multitud de figuras religiosas que pueblan las distintas estanterías.

Hay una puerta que conduce a una trastienda y de la que procede una
extraña luz de velas y un violento ruido de metal que se golpea.

Los ojos de la joven parpadean al ritmo de los golpes.

El ruido cesa, instante que ella aprovecha para entrar en esa estancia.

13.– TRASTIENDA
INTERIOR. NOCHE.

Sus ojos se abren, su rostro se tensa ante la visión de la que es testigo, se


aferra casi violentamente a su muñeca y las lágrimas saltan de sus ojos.

Delante de ella, en un altar de tamaño natural rodeado de grandes cirios y


velas, el joven, semidesnudo, clava su mano derecha en el clavo inverso
que preparó para completar su propia crucifixión, que es lo que, ahora,
tiene la joven delante.

Él, lanza un gemido sordo.

La visión es una reproducción perfecta, en todos los detalles: la herida en


el costado, los tres clavos, el pelo sobre sus hombros, la corona espinada
en la inclinada cabeza, dejando leer las iniciales tituladoras de este
símbolo: INRI.

A los pies de esta imagen, apoyada contra una estantería se encuentra la


figura del Cristo que el joven descolgó para usar su cruz.

Corta a:

14.– CALLE A
EXTERIOR. NOCHE.
La lluvia, más intensa que antes, subraya el trayecto de los jóvenes, de la
tienda al portal.

Él, aún desnudo y con la espinada corona puesta, se apoya en la joven que
con las dos manos sobre el cuerpo de este, acompaña su maltrecho
caminar.

Los coches, únicos testigos de esta imagen, aportan un poético


anacronismo.

15.– HABITACIÓN ELLA


INTERIOR. NOCHE.

Las cabezas de ambos jóvenes reposan sobre la ensangrentada almohada


en la cama de la muchacha.

Pequeños rasgos de sangre marca el rostro de la joven.

La resinada melena del joven cubre su propio rostro.

ÉL (off):
Alcanzar el sueño eterno, después de haber
amado. Alcanzarlo en la cómoda cruz donde
alcanza en nosotros el efímero sueño.

Ella besa en la boca al joven y deslizando su cuerpo desnudo abandona la


cama.

ÉL (off): (cont.)
Y morir, tranquilo...

Es entonces cuando se percibe el cuerpo desnudo del joven, bajo la, ahora,
ensangrentada sábana, que remarca, también, la corona de espinas a los
pies de la cama.

El joven vuelve su rostro hacia el techo.

ÉL (off): (cont.)
Pero ni aún así. No, jamás apedreé el cristal,
jamás camine desnudo bajo su lluvia, nunca mi
piel dejó escapar mi sangre, jamás a mi carne la
llagó el amor.

Él ya no es Él, no tiene barba, sus ojos son claros y sus rasgos se han
convertido en los de otra persona. Su respiración se para, muriendo sin
cerrar los ojos.

ÉL (off): (cont.)
Yo no soy él.

La luz del amanecer empieza a entrar por la ventana y ella va apagando


una a una las velas, mientras agentes policiales examinan el cadáver del
joven y le hacen preguntas sobre el hecho.

ÉL (off): (cont.)
Fuí, como siempre, el testigo aventajado de la
noche, la mirada objetiva tras el aire. Imaginé mi
rostro en el suyo.

Uno de los agentes se asoma a la ventana, mira hacia la tienda religiosa


donde hay, también, un par de agentes frente un coche policial. Después
alza su vista hasta una de las ventanas frente a la que el se halla y allí se
encuentra con el joven que era, hasta ahora, protagonista de la historia.

Su pelo largo, su barba y sus oscuros ojos observan todo lo que ocurre.

16.– VERDADERA HABITACIÓN EL


INTERIOR. AMANECER.

El joven ve desde su ventana como el agente que observaba el exterior del


edificio, regresa ahora al interior.

ÉL (off): (cont.)
Acaso fuí la afirmación objetiva de lo que los
demás ignoran, uno de los pocos dueños de ese
espacio nuestro más personal. Sí, dueño absoluto
de mi persona.

Se retira de la ventana y camina por el interior de su habitación, cuyas


paredes están cubiertas de las cruces que la muchacha tiró a la basura.
ÉL (off): (cont.)
Las mil y una cruces que ella exilió de su alma...

Coge de encima de la cama la vieja muñeca de trapo de la joven y con ella


en las manos, levanta su vista hacia el único Cristo, de tamaño real, que
hay en la habitación.

ÉL (off): (cont.)
... y el Cristo que ella no quiso. Una huella contra
el cielo al fin y al cabo.

Fundido a negro final.

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