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Junto al debate, aun en curso, entre liberales y comunitaristas, desde la última década del siglo XX

han venido proliferando una serie de artículos, libros, eventos, debates en torno a la categoría y a
la problemática de la comunidad, provenientes del campo de las ciencias sociales y de la filosofía
moral y política. Como lo afirma Segarra (2012: 8): “la reflexión teórica sobre la noción de
comunidad ha sido especialmente intensa en las últimas décadas”. En torno a este creciente
interés, confluyen pensadores e investigadores situados en diferentes lugares geográficos (tanto
del centro como en la periferia mundial), sociales (instituciones estatales, ONGs, movimientos
sociales, colectivos rebeldes), teóricos y políticos. Es tal el volumen de producción intelectual e
intensidad de los debates al respecto que algunos autores hablan de un “renacimiento de la
comunidad” y del “giro comunitario”, así como se habló de “giro lingüístico” y “giro cultural”

Sin embargo, el punto de partida del presente libro y el interés que lo anima, son diferentes, pues
consideramos que “lo que está en juego” con lo comunitario desde nuestra realidad
latinoamericana es otra cosa. No desconozco que en nuestra región también se den experiencias y
propuestas comunitaristas que buscan evadir las contingencias del presente (como algunas iglesias
pentecostalistas, grupos esotéricos y de nueva era) y de algunas comunidades surgidas bajo la
lógica de la sociedad del consumo (clubes de fans, barristas y subculturas estéticas). Pero lo que
aparece como “novedoso” en nuestro continente, es la persistencia, emergencia y proliferación de
“diferentes expresiones de acción colectiva impulsadas en nombre de la comunidad” (de Marinis,
2010: 248), cuyas potencialidades instituyentes y emancipadoras están aún por valorar.

También, en estas últimas décadas, cobran fuerza nuevas corrientes que interrogan la comunidad
desde posturas filosóficas originales. Primero en Francia y luego en Italia, autores como Nancy,
Blanchot, Derrida, Agamben y Esposito (por nombrar a los más representativos de ambos países)
publicaron una serie de textos acerca de la “comunidad” con los que intentaban llamar la atención
sobre la necesidad de pensar de nuevo, y de otro modo, la pregunta por el “ser-en-común; ya sea
retomando la etimología romana de communitas, ya sea acudiendo a planteamientos de filósofos
de comienzos del siglo XX como Heidegger y Bataille, hacen una crítica radical a las concepciones
que identifican la comunidad con lo común como fundamento del vínculo, acudiendo más bien a
categorías como diferencia, alteridad, singularidad, compromiso y don como claves para
repensarla

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