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Orwell, George - Los Nacionalismos
Orwell, George - Los Nacionalismos
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CORRESPONDENCIA, ADMINISTRACION Y GIROS:
Apartado 61.881 B.A.S.E. (Biblioteca y Archivo de Sociología y Economía)
Caracas 106 y/0
Venezuela Rue de Mars. —Plaine des Astres
Montady. —34310 CAPESTANG (Francia)
Giros a: Elena Graells. —CCP 8721 A
MONTPELLIER (Francia)
LAS MONOGRAFIAS DE RUTA PUBLICADAS
(1) Michel Bradeau, aludiendo a Orwell, señala que fue "combatiente anarquista".
(2) En 1974 se celebró en Roma la Conferencia Mundial de la Alimentación que tenía progra-
mado un resumen de conclusiones para los próximos diez años. A fin de evitar la horrible
coincidencia del año 1984 los conferenciantes aprobaron un estudio abarcando once años,
soslayando, de esta manera, la profecía orwelliana.
SE FUE /979LLEGA 1980
Las últimas hojas del Calendario caen. El Afio Internacional del Niilo termina. Las criaturas del mundo
no se han apercibido de ello. Los niños siguen como antes: los ricos con su alimentación enriquecida y en
escuelas aonde la discriminación se efectúa gracias al pago de matrículas astronómicas y mensualidades
prohibitivas para los estratos sociales inferiores y recibiendo instrucción para integrar las fuerzas elitescas
de mañana; los pobres subalimentados, sin abrigo y sin escuela, para integrar mañana la mano de obra bara-
ta, las fuerzas de choque béLcas, la inquilinidad permanente de las cárceles.
¿Qué Año Internacional será el de 1980?
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Sin embargo Orwell no pretendía ser Nostradamus vaticinando, en el sentido es-
trictamente histórico, el futuro de la humanidad. No podemos perder de vista que Or-
well era un purista de la lengua y que, paralelamente a sus inquietudes sociales exis-
tían, muy fuertemente asidas en nuestro personaje, las angustias de ver el atropello
cotidiano de la semántica, la etimología, el idioma: "tenemos que reconocer que el
caos político actual está conectado con la decadencia del lenguaje" escribe. "¿No
te das cuenta —dice Winston. el héroe de "1984"—, que la finalidad de la Nueva-
habla (3) es la de reducir el märgen del pensamiento?".
Fue más como especulador, polemista, dialéctico, que Orwell escribió su último
libro, que como adivinador de futuros. Curiosamente, y como señala el psicobiólo-
go David Goodman, y faltando todavía seis años para el año fatídico, (4), de las 137
predicciones hechas por Orwell se han cumplido ya más de cien (5).
Los Datos biográficos de Orwell se pueden resumir, suscintamente así: Nace un
25 de junio de 1903 en Motihari, Bengala y su verdadero nombre es el de Eric Blair
que usa en los comienzos de su carrera de escritor. En 1933 el editor Víctor Gollanz
le publica "Down and out in París and London" y firma, por primera vez, como
George Orwell. Recibió educación universitaria en Eton y sirvió, de 1922 a 1928, en
Birmania en el cuerpo de policía del Imperio Británico. De allí salió su primera nove-
la, propiamente, "Burmese Days", totalmente sumergida, todavía, en el romanticis-
mo y en donde pareciera que hay rasgos suyos de ser introvertido y enamorado des-
preciado. De regreso a Europa le vemos hacer de todo, hasta de "plongeur" en un
restaurant parisino. Regresa a Inglaterra, a Suffolk, la casa de sus padres y hace un
poco de todo, barajando sus horas de profesor con las de trabajador manual. Es así
que comienza a conocer al trabajador a quien rinde un primer homenaje en su "The
Road to Wigan Pier", escrito en 1937, donde critica, sin eufemismos las condiciones
de vivienda, la miseria, la suciedad y las condiciones decadentes de los trabajadores
(En 1935 ya había escrito "A Clergyman's Dauther" y en 1936 "Keep the Aspidis-
tra Flying").
Con todo, Orwell no llega a descubrirse plenamente sino a partir del momento en
que se incorpora a nuestra España convusionada. La gesta revolucionaria juliana for-
jó al George Orwell que pasará, ya antes de su muerte, el 21 de enero de 1950, a la
consagración definitiva del intelectual honesto como es reconocido por todos. Lo que
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fuera el sol de la Provenza para Van Gogh, la luz de Venecia para Turner: el toque
mágico que los convirtiera en genios, lo fue la España revolucionaria para Orwell.
"Salió de estas experiencias -dice John Wain- convencido de la profunda honesti-
dad de los trabajadores".
Fue el 30 de diciembre de 1936 cuando Orwell se incorpora a las milicias anti-
fascistas en Barcelona. Cargaba una credencial del "Independent Labour Party" al
que había adherido, precisamente, pocos días antes con el fin de verse avalado, y
este fue el motivo que se viera enrolado, sin ser determinante en ello, en las milicias
del P.O.U.M. "Si hubierta tenido una comprensión completa de la situación --es-
cribe él mismo-, me habría incoporado probablemente a las milicias de la C.N.T."
(6).
A últimos de abril va a Barcelona con la intención de unirse a las Brigadas Inter-
nacionales. Se halla en la Ciudad Condal cuando estallan los hechos de Mayo de 1937
que provocan honda huella en Orwell al descubrir la falacia stalinista que en forma
abiertamente contrarrevolucionaria maniobra para destruir a la genuina izquierda es-
pañola esafiándose principalmente con la más débil, el P.O.U.M., pero causando igual-
mente grandos daños en las filas anarcosindicalistas. Lo que hasta aquel momento ha-
bía sido recelo contra el comunismo de Estado se convierte en enconada oposición,
por parte de Orwell, y hasta su último hálito no dejará de esforzarse para demostrar
los errores y los crímenes de los comunistas. Sus dos libros más mundialmente cono-
cidos: "La Granja de los Animales" y "1984" son el anatema que más duramente ha
erosionado la imagen del comunismo en el mundo.
El 10 de mayo, ya convencido de que su sitio no es en las Brigadas Internaciona-
les, regresa al frente de Aragón y allí cae herido, diez días mas tarde, de un tiro en la
garganta. En junio aparece un decreto declarando al P.O.U.M. ilegal y los chekas co-
munistas arrasan con la militancia de los adeptos a Trotsky. De Andrés Nin ya no se
sabrá más nada y el propio Orwell logra ganar la frontera, el 23 de junio de 1937, en
compañía de su primera mujer, siendo perseguido por la para-policía stalinista.
Se sumerge de inmediato y de lleno, en su gran pasión: escribir, y comienza su
"Homenaje a Cataluña". Días antes, el 8 de junio, en plena convalescencia y hallán-
dose en Barcelona todavía, le había escrito a su amigo de infancia, que lo seguirá
siendo hasta la muerte, Cyril Connolly: "He visto cosas maravillosas y ahora creo fi-
nalmente en el socialismo, cosa que no me sucedía antes" (7).
(6) "Notes on die Spanish Militias".- Febrero 1939 (?). Este y otros datos de la Introducción
pertenecen a "The Collected Essays, .lournalism and Letters of George Orwell" de Penguin
Books, 1971.- Londres. Hay una primera edición de Secker & Warburg, 1968.
(7) El texto completo de la carta, escrita desde el Sanatorio Maurin, de la barriada Sarria, de
Barcelona, el 8 de junio de 1937, es el siguiente:
Estimado Cyril,
Si puedo conseguir mis papeles de desmovilización estaré' en casa en unos 15 días. Tengo
una herida fea, no muy grave, me atravesó la gatganta una bala que naturalmente debía haberme
matado pero que sólo me ocasiona dolores nerviosos en el brazo derecho y me ha quitado casi
por completo la voz. Los médicos de aquí no parecen seguros de que recupere la voz. Personal-
mente creo que sí, porque algunos días está mejor que otros, pero quisiera ir a casa y ser atendi-
do adecuadamente. Acabo de leer uno de tus artículos sobre Esparta en un New Statesman de fe-
brero. Es un crédito para el New Statesman el ser el único diario, aparte algunos oscuros perió-
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El socialismo en el que creía era el comunismo libertario implantado por los anar-
quistas en Cataluña Y en Aragón. Es lo que magistralmente reseña en su "Homage to
Catalonia". Lo tenía en mente desde antes de caer herido y se lo ofrece,inclusive a su
editor Víctor Gollanz, en carta fechada en Barcelona el 9 de mayo de 1937. Había
olvidado que los hilos movidos por Stalin alcanzaban las orillas del Támesis y que un
"Ukase" del Kremlin pesaba sobre él. Efectivamente, Gollanz se niega a editarle el li-
bro de la misma manera que Kingsiey Martín le rechaza la crítica que hace del libro
de Franz Borkeneau "The Spanish Cockpit", un tremendo alegato de un ex-comunis-
ta contra los crímenes del stalinismo en España (8). Cuando ya se pensaba totalmente
condenado a la "conspiración del silencio" el editor Fredric Warburg le contrata la
publicación de "Homenaje a Catañuña" que bien puede integrarse, por la cantidad de
ediciones logradas, a "La Granja de Animales" y "1984" para integrar una sólida
trilogía orwelliana.
dicos como el New Leader, donde un punto de vista que no sea el comunista logra filtrarse. El
artículo de Liston Oak (N. T.: "Behind Barcelona's Barricadas", en el New Statesman del 15-5-37)
sobre los problemas de Barcelona era muy bueno y equilibrado. Yo pasé por todo eso y sé cuanta
mentira es la mayoría de lo que imprimieron los periódicos. Gracias también por decirle al públi-
co que probablemente escribiré un libro sobre España, ya que ciertamente lo haré cuando se me
cure este maldito brazo. He visto cosas maravillosas y ahora creo finalmente en el socialismo, cosa
que no me sucedía antes. A fin de cuentas, aunque siento no haber visto Madrid, estoy contento
de haber estado en un frente relativamente poco conocido entre anarquistas y gente del Poum en
lugar de los de la Brigada Internacional, como hubiera estado de haber venido con credenciales
del PC. en lugar de las del Es una pena que no hayas venido hasta nuestra posición para visi-
tarme cuando estuviste en Aragón. Hubiera sido un placer convidarte con un té en las trincheras.
Tuyo
Eric Blair
(8) En larga carta a su amigo Rayner Heppenstall, del 31 de julio de 1937, Orwell hace refe-
rencia a la persecución de la que es objeto incluyendo su huida de las checas comunistas:
"Fue un caso extraño. Comenzamos siendo heroicos defensores de la democracia y termi-
namos escapándonos a través de la frontera con la policía pisándonos los talones.
. • Estaban sucediendo cosas realmente terribles cuando salí: arrestos al por mayor, he-
ridos sacados a rastras de los hospitales para arrojarlos en la cárcel, gente amontonada en
locales mugrientos donde a duras penas tienen espacio para echarse en el suelo, prisioneros
apaleados y casi sin alimentos, etc., etc. Mientras tanto es imposible que se mencione una
palabra de esto en la prensa inglesa, exceptuando las publicaciones del I.L.P. que está
afiliado al P.O.U.M. Pasé un rato muy divertido con el New Statesman por esto. En cuanto
salí de España, les cablegrafié desde Francia preguntándoles si les interesaría un artículo
y por supuesto me dijeron que sí, pero cuando vieron que mi artículo era sobre la supre-
sión del P.O.U.M. dijeron que no podían publicarlo. Para endulzar la píldora me enviaron
para comentar un libro muy bueno que salió recientemente. The Spanish Cockpit que des-
cubre bastante bien lo que está sucediendo. Pero nuevamente cuando leyeron mi crítica no
la podían imprimir ya que estaba "contra la política editorial", pero me ofrecieron pagarme
Igual por ella —prácticamente un soborno para que me callara. También tendré que cambiar
de editor, por lo menos para este libro.Gollanz por supuesto forma parte del racket comunis-
ta y en cuanto se enteró que había estado asociado con el POUM y los anarquistas y que ha-
bía visto los desórdenes de mayo en Barcelona desde adentro, me dijo que no creía que pu-
diera publicar mi libro, aunque no he escrito todavía una palabra. Creo que debe haber pre-
visto muy astutamente que algo de este tipo iba a suceder, porque cuando fui a España me
hizo firmar un contrato en el que se comprometía a publicar mis libros de ficción, pero no
otros".
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En 1938 se manifiestan los primeros síntomas de la enfermedad que tenía que
arrastrarlo a la muerte. Después de seis meses de sanatorio le es aconsejado el dejar
Inglaterra y pasar el invierno en un clima cálido. Irá a Marruecos con su esposa. Allí
escribió "Coming Up for Air" y de regreso a Inglaterra, en abril de 1939, comienza
la primeras cuartillas de "Inside the Whale".
Mientras la gran conflagración estalla. Durante los años de guerra produce todavía
algunas obras menores: "The Lion and the Unicorn" (1940), "The Betrayal of the
Left" (1941) en colaboración, paradójicamente, con Víctor Gollanz, John Strachey
y otros, "Victory or Invested Interest"(1942) en colaboración esta vez con el socia-
lista G.D.H. Cole y otros. Escribe sus "London Letters" para "Partisan Review" de
los Estados Unidos, colabora en "Horizon", en "Tribune", "The New Stateman and
Nation", La "Nation" de Nueva York, "Poetry London", "New Road", "Observer",
"The Wound and the Bow"; aportó una excelente introducción a "Talking to India"
(1943). En noviembre de 1943 comienza a escribir otra de sus obras mayores: "La
Granja de los Animales".
Tarea que no debe descuidarse, en aquellos añosde guerra: fue, a tiempo comple-
to, redactor para la B.B.C. durante dos años. Renunció a dicho trabajo cuando pasó a
ser, el 24 de noviembre de 1942, redactor Literario de "Tribune".
Los años de guerra lo fueron, igualmente, de frustración para Orwell. Fue consi-
derado no apto para el ejército debido a su lesión pulmonar y esto causó un profun-
do trauma en nuestro biografiado. En aquellos años se manifiesta en él un anti-paci-
fismo exacerbado. Sostiene una dura polémica contra D.S. Savage, George Wood-
cook, Alex Comfort en la que no todo son flores, especialmente en lo que se refiere
a la replica del anarquista Woodcock, quien le afea sus cinco años de oficial de poli-
cía del Imperio Británico en la India, su condición de "compañero de camino" del
movimiento pacifista de antaño, su corta memoria que pareciera haberle hecho olvi-
dar su defensa y admiración por los anarquistas españoles, su papel de propagandis-
ta embaucador desde la BBC hacia las masas de la India . (9) Orwell afirma que el
"pacifismo es, objetivamente hablando, pro-fascista" y que "el que no está conmigo
está contra mí" de marchamo stalinista. Después de rechazar el pacifismo como "fe-
nómeno natural" y de negar que a los ejércitos alemanes se les pueda vencer tumbán-
dose de espaldas (10) arremete contra el mismo Gandhi: "En tanto que ex-funciona-
rio civil en la India, siempre me causaba risa escuchar, por ejemplo, que Ghandi era
un modelo que mostraba el éxito de la no-violencia. Hace veinte años en los círculos
anglo-indios, se admitía cínicamente que Ghandi era muy útil al gobierno británico"
(11).
(9) Posteriormente a esta dura polémica se entabló entre Orwell y Woodcock, a través del Atlán-
tico, una asidua y regular correspondencia que consolidó una amistad que sólo la muerte
de Orwell truncaría.
(10) La polémica entre los pacifistas Savage, Comfort y Woodcock recuerda extraordinariamente
la surgida en los medios anarquistas durante la Primera Guerra Mundial cuando Kropotkin,
Grave y sus amigos suscribieron el célebre "Manifiesto de los Dieciséis" tan contravertido
por Malatesta y el grupo de las fuerzas libertarias. También en 1939 Rudolf Rocker tomó
partido por las fuerzas aliadas lo que igualmente desencadenó la protesta de los anarquistas
en el mundo. En este aspecto Orwell se manifestó de una intransigencia absoluta. A los paci-
fistas los tildaba de "fascisfists" (Faselfistas).
(11) Forma parte de "Contraversy" ("Partisan Reviw" Septiembre-Octubre 1942) que engloba
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En 1944 termina "Animal Farm". La había comenzado en noviembre del año an-
terior y tres meses después estaba lista. Muchos meses más costaría dar con el editor.
Víctor Gollanz, Jonathan Cape y Faber & Faber declinaron por razones políticas. De
nuevo fue Frederic Warburg quien lo salvó de la "conspiración del silencio" (12)Este
peregrinaje a través de las editoriales inglesas duró casi todo un año y sólo el 17 de
agosto de 1945 apareció en las vitrinas de las librerías londinenses. Fue un ario cru-
cial para Orwell. Dejó la dirección literaria de "Tribune", fue al continente corno co-
rresponsal de guerra para. el "Observer", pierde a su primera mujer, Eileen, con 39
arios tan sólo de edad. Recorre numerosas ciudades europeas desde las cuales manda
su colaboración regular al "Observer" así como al "Manchester Evening News". El 3
de julio escribe a Leonard Moore que había empezado a escribir "recientemente, una
novela", se trataba de "1984".
Para los efectos de este número RUTA, sin embargo, el 3 de julio entrañaba otra
relevante importancia: firmaba un contrato para escribir cuatro artículos extensos
para "Polemic", una revista nueva editada por Humphrey Slater. Uno de dichos ar-
tículos sería, precisamente, "Los Nacionalismos" que resulta ser el aporte principal
en este número de RUTA; (13), y cuya traducción por primera vez al castellano he-
mos logrado gracias al esfuerzo tesonero de la profesora Nohemí Recht.
Las últimas páginas de este número RUTA contienen el texto íntegro de un ex-
tenso trabajo que George Orwell escribiera cuando, escapando de la cheka staliniana,
alcanzó Londres de nuevo.
El semanario "New English Weekly" lo publicó en sus entregas del 29 de julio y
2 de septiembre de 1937. Si tenemos en cuenta que Orwell cruzó los Pirineos el 23
de junio tendremos que llegar a la conclusión de que nuestro autor inició este ensayo
con "las botas puestas" y con barro español en las suelas.
toda la polémica con Savage, Comfort y Woodcock. 7 años más tarde, siempre en "Partisan
Review" de enero 1949, escribió unas "Reflections on Gandhi" en las que no termina de dar
el brazo a torcer. Estima que su pacifismo es más bien una cuestión de religión y que, en to-
do caso, nada tiene que ver con el pacifismo occidental, "nunca he sido capaz de sentir mu-
cha simpatía por Gandhi pero no estoy seguro de que, como pensador político, estuviera
equivocado ni creo que su vida fuera un fracaso . , . Uno puede sentir, como yo, un fastidio
estético por Gandhi, se puede rechazar los alegatos de santidad hechos en su honor (Que él
nunca reclamara para sí), se puede también rechazar la santidad como ideal y por consi-
guiente considerar como anti-humanos y reaccionarios los objetivos gandhianos; pero visto
simplemente como un político, y comparado con otras figuras relevantes políticas de
nuestro tiempo, qué nítido olor ha logrado dejar detrás suyo!". Decididamente Orwell no
tragó nunca a los pacifistas. Después de despachar a Tolstoi y a Ghandi condena a una
muerte literaria total a Thoreau: nuestro solitario de Waden no es citado, en los cuatro
tomos consultados para esta introducción, ni una sola vez.
(12) Es bueno saber, lo que escapa a muchos, que en su desespero al no encontrar editor para su
libro a pesar de que las negativas iban todas acompañadas de elogios ("Reconocemos que es
una obra literaria de gran distinción y que la fábula está muy hábilmente hilvanada . . ."
le señalaba el poeta T.S. Eliot director, en aquella oportunidad, de Faber & Faber), Orwell
había decidido ya sufragar la impresión de su propia obra la cual iba a aparecer bajo el sello
editorial de la pequeña editora anarquista Whitinan Press.
( i3) El contrato firmado con "Polemic", revista dedicada a la filosofía, la psicología y la estéti-
ca, era para varios artículos entre otros: uno sobre la libertad de pensamiento y la literatura
en general, otro sobre la obra de James Burnharn "La Revolución Empresarial", otro sobre
política versus literatura (un examen literario sobre los Viajes de Guilliver), otro relaciona-
do en una discusión entre Shakespeare y Tolstoy y, naturalmente, "Notes on Nationalism"
que apareció en el número de octubre de 1945, el primer número de "Polemic".
6
Su inserción en RUTA no se lleva a cabo como simple función de "relleno". El
lector verá, a medida que se sumerge en su lectura, que estamos ante un curioso com-
plemento de "Los Nacionalismos". Una prolongación del trabajo principal que, curio-
samente, fue escrito doce años antes.
El titulo original de este segundo ensayo es el de "Spilling the Spanish Beans" que
la traductora ha convertido, con gran acierto, en "Destapando la 011a Española".
"1984" fue, debido a su precaria salud, la obra más operosa de cuantas escribiera
Orwell. Sólo la vio terminada en noviembre de 1948. Escribió, intercaladamente,
otras obras como "Critical Essays" (1946), el folleto "James Burnham and the Mana-
gerial Revolution" (1946), "The English People" (1947) así como una introducción
para un libro de Jack London, al que admirara sinceramente. "The British Pamphle-
teers" (1948) sin olvidar una serie de artículos, revisiones de nuevas ediciones y di-
versas colaboraciones. Desde últimos de 1947 hasta su muerte, a comienzos de 1950,
Orwell sufrió el deterioro acelerado de su salud debido a su tisis. Su existencia trans-
currió casi en permanencia en los sanatorios. Dos meses antes de su muerte, el 13 de
octubre de 1949, Orwell contraía segundas nupcias con Sonia Brownell, en el Univer-
sity College Hospital de Londres. Su nueva y efímera compañera, consciente con to-
da seguridad de la brevedad que le esperaba como esposa de Orwell, había conocido
a nuestro autor en 1945 y se desempeñaba, cuando la boda tuvo lugar, como asis-
tente editorialista de "Horizon".
El 21 de enero de 1950, a los 46 años de edad, el bacilo de Koch lograba la vic-
toria final en la desigual batalla librada desde hacía años contra George Orwell.
La personalidad de Orwell aumenta con los años. Su "1984" fue premonitorio y
todos los humanos conscientes sentimos la angustia de su proximidad.
No es corriente ver el paso de los años sin que la importancia del escritor decrez-
ca. Al fin y al cabo la literatura, como la filosofía, como la sociología se alinean en
los avatares de la moda que cambia todos los años. Sin embargo lo orweliano perdura.
Perdura y se vigoriza, lo que no podemos atribuirlo, solamente, a su estilismo y a su
ironía tan inglesa.
Nos parece que la honestidad del escritor juega un importante papel en este fenó-
meno. Es un bagaje incómodo y peligroso: "Yo considero —le escribe a John Mid-
dleton Murry en 1944— que el empeño para criticar a Rusia y Stalin es la prueba del
ácido de la honradez intelectual. Es la única cosa que, desde un punto de vista de es-
critor intelectual, es peligrosa . . . Lo único que reclama valor es atacar a Rusia, la
única cosa en la que la intelligentsia inglesa cree ahora". (14).
Su honestidad literaria ha terminado pagando dividendos.
Fue ella la que le hizo dejar inmune la España convulsionada de 1937. La revolu-
ción le convierte en un socialista revolucionario y el partido comunista lo convierte
(14) En más de una oportunidad hemos pensado en Albert Camus leyendo a Orwell y vicever-
sa. La trascendencia de ambos está cimentada en varios puntos de apoyo que son comunes
a los dos. En "La Peste" Camus pone en boca del principal personaje, Rieux, el tema de la
honradez: "Pero, sin embargo, le diré algo: no se trata de heroísmo en todo esto. Se trata de
honradez. Es una idea que puede hacer reír, pero la única manera de luchar contra la peste
es la honradez.
"Qué es la honradez? —dijo Rarnbert, repentinamente serio.
"No sé lo que es en general. Pero en mi caso sé que consiste en hacer mi oficio".
Con intelectuales honestos, afirmamos nosotros, sin los compañeros de camino alineados su-
misamente a la consigna comunista, la "peste staLiniana" no habría causado tantos estragos.
7
en un anticomunista convencido. Ni prevendas ni amenazas lograron desviarlo de su
rectitud,
Su "Homenaje a Cataluña", que es un tributo abierto a los anarquistas, no le con-
duce más lejos. Sin embargo, simpatiza con los libertarios pero no abrazará el anar-
quismo todo y siendo, mucho de su pensamiento, genuinamente anarquista. Si seña-
la, por ejemplo, "que el fascismo es solamente un desarrollo del capitalismo" (carta
a Geoffrey Gorer, 15 Septiembre 1937), que el anarquista italiano que tanto le con-
mueve en el inicio de "Homage to Catalonia", "simboliza para mí lo florido de la
clase trabajadora europea, acosada por la policía de todos los países, el pueblo que
llena las tumbas de los campos de batalla españoles y se halla ahora, junto con mu-
chos millones, pudriéndose en los campos de trabajos forzados" (Loocking back on
the Spanish War, publicado en "New Road" en 1942), y si, por otro lado, se mani-
fiesta anticomunista convencido, es de rigor que su socialismo revolucionario encaja
más con los ideales libertarios que con los que inspira el marxismo.
Se ha explotado, igualmente, que su afiliación al Independent Labour Party y
su incorporación en las filas del P.O.U.M. en España demostraba palmariamente su
inclinación trotskista. No fue exactamente así. Orwell se sintió solidario con sus com-
pañeros de trincheras que eran, muchos de ellos, de filiación trotskista, como era de
suponer tratándose de una unidad del P.O.U.M. y la persecución que los militantes
del partido de Nin y Gorkin sufrieron por parte de los stalinistas lo afianzó todavía
más en este sentimiento solidario. Pero una cosa eran los trotskistas, acusados de fas-
cistas por los comunistas, y otra cosa era el propio Trotski al que sabe colocar en su
puesto: "Es una buena cosa para la reputación de Lenín el que muriera tan pronto.
Trotsky, en el exilio, denuncia la dictadura rusa pero él es tan responsable por ello
como no importa quien y no hay ninguna seguridad de que, como dictador, él hu-
biera sido preferible a Stalin . . , (15). No debemos perder de vista, por otra parte,
que Orwell señaló bien diafanamente que de haber conocido mejor la situación es-
pañola se hubiera alistado en las milicias confederales.
Nuestro propósito no entraña, dicho esto, la intención de revestir a Orwell con
una casaca ácrata. Su honestidad hizo que reconociera las virtudes de los anarquis-
tas españoles, sus inclinaciones lo llevaron a partir buenas migas con los anarquistas
de habla inglesa (16), pero su posibilismo le hace pensar que el anarquismo, como el
pacifismo, "miran hacia el imposible" ("Horizon", Septiembre 1943) y hasta va más
lejos ya que en un ensayo contra Tolstoi, donde nuestro inspirador de Gandhi sale
bastante mal parado, señala que "credos como pacifismo y anarquismo, los cuales
parecen, superficialmente, que implican una completa renuncia del poder, incitan,
por el contrario a su aceptación" ("Polemic", Marzo 1947).
Su honestidad exige nuestra honestidad, cayado del que nunca nos separamos.
Ruta
(15) Criticia literaria al libro de N. de Basily "Russia under Soviet Rule" (New English Weekly"
12 de enero de 1939.
(16) Además de sostener correspondencia asidua con varios anarquistas anglosajones, de ser
miembro patrocinante de S.I.A. (Solidaridad Internacional Atertlfascista, organismo de ayu-
da creado durante la guerra civil española por el Movimiento Libertario) se compromete, con
Herbert Read, en colaborar en "Revolt" que Vemon Richards publica en Londres, como lo
hiciera más tarde en "Now" que dirigiera Woodcock.
LOS
GEORGE ORVVELL
I PREAMBULO
En alguna ocasión Byron utiliza la palabra francesa longueur y acota que, aunque
no poseemos esa palabra en inglés, tenemos la cosa en si en abundancia. Del mismo
modo, existe una forma de pensar tan ampliamente difundida en estos momentos
que afecta nuestro pensamiento sobre casi cualquier tema, pero a la que todavía no
se le ha dado nombre. He elegido el término de "nacionalismo" como el equivalen-
te existente que más se le asemeja, aunque se verá enseguida que no lo estoy utili-
zando con el sentido corriente, dado que la emoción de la cual estoy hablando no
siempre está ligada a lo que se entiende por nación (esto es, una única raza o área
geográfica). Se puede aplicar a una iglesia o a una clase, o puede usarse en sentido
meramente negativo, contra una u otra cosa y sin la necesidad de un objeto positi-
vo de lealtad.
Por "nacionalismo" significo ante todo el hábito de suponer que los seres huma-
nos pueden clasificarse corno los insectos, y que conglomerados enteros de millo-
nes o decenas de millones de gentes pueden confiadamente catalogarse corno "bue-
nos" o "malos". (1). Pero en segundo lugar (y esto es mucho más importante) indi-
(1) N. del A. Las naciones, y aún entidades más vagas como la Iglesia Católica o El
Proletariado, son comunmente consideradas como individuos y se las identifica
como "ella". En cualquier periódico que se abra se encuentran comentarios evi-
9
co el hábito de identificarse uno mismo con una única nación u otra unidad, colo-
cándola más allá del bien y del mal y no reconociendo otro deber que el de proteger
sus intereses. El nacionalismo no debe confundirse con el patriotismo. Ambos tér-
minos son usados comunmente en forma tan vaga que cualquier definición segura-
mente será cuestionada; pero debe distinguirse entre ellos, ya que están implica-
das dos ideas diferentes y aún opuestas. Por "patriotismo" entiendo la devoción
a un territorio específico y a una forma de vida específica que uno cree es el me-
jor del mundo pero no tiene interés en imponer a los demás. El patriotismo es de na-
turaleza defensiva, tanto militar como culturalmente. El nacionalismo, en cambio,
es inseparable del ansia de poder. El objetivo permanente de todo nacionalista es
asegurar más poder y más pretigio, no para sí mismo, sino para la nación u otra uni-
dad con la cual ha decidido fundir su propia individualidad. (2).
En tanto se aplique simplemente a los movimientos nacionalistas más notorios
e identificables en Alemania, Japón y otros países, todo esto es bastante obvio. Con-
frontados con un fenómeno como el nacismo, que podemos observar desde afuera,
casi todos diríamos las mismas cosas. Pero debo repetir que estoy usando el tér-
mino "nacionalismo" sólo por falta de uno más adecuado. Nacionalismo, en el
sentido extendido en que lo utilizo, incluye movimientos y tendencias tales como:
Comunismo, Catolicismo político, Zionismo, Anti-semitismo, Trostkismo, y Paci-
fismo. No significa necesariamente lealtad a un gobierno o país, y mucho menos al
propio país; más aún, no es estrictamente necesario que existan las unidades a las
cuales se aferra. Para nombrar unos pocos ejemplos obvios: el Judaísmo, el Islam,
el Cristianismo, el Proletariado, la Raza Blanca, son todos objetos de apasionado
sentimiento nacionalista, pero su existencia puede ser seriamente cuestionada, y no
hay definición de ninguno de ellos que sea aceptada universalmente.
Se debe marcar nuevamente que el sentimiento nacionalista puede ser puramen-
te negativo. Por ejemplo, hay trostkistas que se han convertido simplemente en ene-
migos de la U.R.S.S. sin desarrollar una lealtad correspondiente hacia otra unidad.
10
Cuando se comprenden las implicaciones de esto, el sentido de lo que entiendo por
nacionalismo se hace mucho más claro. Un nacionalista es alguien que piensa sólo
(o principalmente) en términos de pretigio competitivo. Puede ser un nacionalista
positivo o negativo (esto es, puede emplear su energía mental en promover o en de-
nigrar) pero de todos modos sus pensamientos siempre concluyen en victorias, derro-
tas, triunfos, humillaciones. Considera a la historia, especialmente la contemporánea,
como el surgimiento y la declinación de grandes unidades de poder, y cada hecho que
acaece le parece una demostración de que su propio bando está en la pendiente ascen-
dente y algún rival odiado está declinando. Pero es importante no confundir el nacio-
nalismo con la simple adoración del éxito. El nacionalismo no funciona sobre el prin-
cipio de aliarse al más fuerte; por el contrario, una vez elegida su posición, se conven-
ce a sí mismo de que ésta es la más fuerte, y se adhiere a esta creencia aún cuando los
hechos la contradigan en forma aplastante. El nacionalismo es la sed de poder tempe-
rada por el auto-engaño. Todo nacionalista es capaz de la deshonestidad más flagran-
te y estar al mismo tiempo inconmoviblemente seguro de estar en lo justo, dado que
es consciente de servir a algo más grande que sí mismo.
Luego de esta larga definición, creo que se admitirá que este hábito de pensamien-
to del que hablo está ampliamente difundido entre la ,intelligentsia inglesa, y más
difundido allí que en la masa del pueblo. Para aquellos que se interesan profunda-
mente en la pol ítica contemporánea, ciertos temas han resultado tan infectados por
consideraciones de prestigio que es casi imposible enfocarlos en forma genuinamente
racional. Entre cientos de ejemplos que se podrían elegir, tomemos este problema:
¿Cuál de los tres grandes aliados, U.R.S.S., Inglaterra y U.S.A., es el que más ha con-
tribuido a la derrota de Alemania? En teoría, debería ser posible dar una respuesta
razonada, y quizás concluyente, a esta pregunta. En la práctica, sin embargo, no se
pueden hacer los cálculos necesarios porque quienquiera decidiese ocuparse de tal
problema lo vería inevitablemente en términos de prestigio competitivo. Comenza-
ría, por tanto, a decidir en favor de Rusia, Gran Bretaña o Norteamérica, según fuera
el caso, y sólo después de esto comenzaría a buscar argumentos que apoyaran su po-
sición. Hay seguidillas enteras de preguntas similares a las cuales les puede dar una
respuesta honesta sólo alguien completamente indiferente al terna involucrado, y
cuya opinión probablemente no tiene ningún valor. El notable fracaso en las predic-
ciones políticas y militares de nuestro tiempo se deriva parcialmente de esto. Es ex-
traño que entre todos los "expertos" de todas las posiciones no hubiera uno solo que
fuera capaz de prever un hecho tan probable como el pacto ruso-germano de 1939.
(3). Y cuando el pacto se hizo público, se dieron las explicaciones más febrilmente
divergentes y se hicieron predicciones que resultaron falsas casi de inmediato, ya que
en casi todos los casos estaban basadas no en un estudio de probabilidades sino en
(3) N. del A. Unos pocos escritores de tendencia conservadora, como Peter Drucker,
anticiparon un acuerdo entre Alemania y Rusia, pero esperaban una alianza real
o amalgamación que sería permanente. Ningún marxista o escritor de izquierda,
del color que fuese, previó ni cercanamente el pacto.
11
el deseo de hacer aparecer a la U.R.S.S. como buena o mala, fuerte o débil. Los
comentaristas políticos o militares, tal como los astrólogos, pueden sobrevivir a ca-
si cualquier error, porque sus más devotos seguidores no esperan de ellos una evalua-
ción de los hechos sino la estimulación de lealtades nacionalistas. (4). Y los juicios
estéticos, especialmente los literarios, están frecuentemente corrompidos tanto co-
mo los juicios políticos. Sería difícil para un nacionalista hindú disfrutar con la
lectura de Kipling o para un conservador encontrar mérito en Mayakovsky, y hay
siempre una tentación a sostener que cualquier libro con cuyo enfoque uno está en
desacuerdo debe ser un mal libro desde el punto de vista literario. La gente con vi-
sión fuertemente nacionalista practica con frecuencia esta prestidigitación sin ser
conscientes de la deshonestidad implícita.
Si se considera solamente el número de personas implicadas, la forma de naciona-
lismo predominante en Inglaterra es probablemente el anticuado jingoismo británico
(5). Es verdad que está todavía muy difundido, y mucho más de lo que la mayoría de
los observadores hubiera creído hace doce años. Sin embargo, en este ensayo me ocu-
po principalmente de las reacciones de la intelligentsia, en la cual el jingoismo y aún
el patriotismo de la vieja escuela están casi muertos, aunque parecen revivir ahora en
una minoría. Es innecesario aclarar que la forma nacionalista predominante entre la
intelligentsia es el Comunismo (entendiéndolo en un sentido muy amplio, que inclu-
ye no sólo a los miembros del partido comunista sino a "compañeros de ruta" y rusó-
filos en general). Para la intención que aquí llevo, un comunista es alguien que
considera a la U.R.S.S. como la Patria y considera su deber justificar la política rusa
y apoyar los intereses rusos a toda costa. Es obvio, en la Inglaterra de hoy abunda
esta gente, y su influencia, directa o indirecta, es muy grande. Pero también florecen
muchas otras formas de nacionalismo, y al describir los puntos de semejanza entre
corrientes de pensamiento diferentes y aún aparentemente opuestas se consigue
ubicar mejor el problema en perspectiva.
12
Diez o veinte arios :atrás, la forma de nacionalismo que más se corresponde con
el comunismo de hoy era el Catolicismo Político. Su exponente más destacado fue
G. K. Chesterton, aunque éste es tal vez un caso extremo más que típico. Chester-
ton fue un escritor de considerable talento que eligió suprimir sus sensibilidades y
su honestidad intelectual en favor de la propaganda al Catolicismo Romano. Toda la
producción de los últimos veinte años de su vida fue en realidad una repetición in-
cesante de lo mismo,'que bajo su elaborada ingeniosidad es tan simplé y aburrido
como "Grande es Diana de los efesios". Cada libro que escribió, cada párrafo, cada
frase, cada incidente en cada cuento, cada trozo de diálogo, debería demostrar
fuera de toda posibilidad de error la superioridad de los católicos sobre los protes-
tantes o los paganos. Pero Chesterton no se contentaba con pensar que esta superio-
ridad era Meramente intelectual o espiritual: tenía que traducirse también en térmi-
nos de prestigio nacional y poder militar, lo que implicaba una idealización ignoran-
te de los países latinos, especialmente Francia. Chesterton no vivió por largo tiempo
en Francia y su imagen de ella (como la de una tierra de campesinos católicos que
cantaban incesantemente la Marsellesa sobre vasos de vino tinto) no tenía tanta re-
lación con la realidad como tiene Chu Chin Chow con la vida diaria de Bagdad. Y a
esto se le agregaba no sólo una enorme sobre-estimación del poder militar francés
(tanto antes como después de 1914-18, mantenía que Francia por sí sola era más
fuerte que Alemania), sino también una glorificación tonta y vulgar del proceso
real de la guerra. Los poemas de batallas de Chesterton, tales como Lepanto o Bala-
da de Santa Bárbara, hacen que La carga de la Brigada Ligera parezca un manifiesto
pacifista: son probablemente los ejemplos más baratos de escritos bombísticos que
se encuentran en nuestra lengua. Lo interesante es que si las tonterías románticas
que usualmente escribía sobre Francia y el ejército francés hubieran sido escritas
por otro sobre Gran Bretaña y el ejército británico, él hubiera sido el primero en
mofarse. En política interna era un Little Englander, (6), un verdadero enemigo del
jingoísmo y el imperialismo, y según su entender, un amigo real de la democracia.
Pero cuando miraba hacia afuera en el campo internacional, podía ignorar total-
mente sus principios sin siquiera notar que lo estaban haciendo. Así, su casi mística
creencia en las virtudes de la democracia no le impedían admirar a Mussolini. Musso-
lini había destruído el gobierno representativo y la libertad de prensa, por las cuales
Chesterton había batallado muy duro en su país, pero Mussolini era un italiano y
había hecho fuerte a Italia, y eso zanjaba la cuestión. Tampoco encontró Chester-
ton una palabra que decir contra el imperialismo y la conquista de las razas de color
cuando éstos eran practicados por italianos o franceses. Su captación de la realidad,
su gusto literario, y en alguna medida su sentido moral, se dislocaban en cuanto en-
traban en juego sus lealtades nacionalistas.
Hay obviamente semejanzas considerables entre el Catolicismo político ejempli-
(6) N. del T: Little Englander: alguien que se opone a la política imperialista ingle-
sa.
13
ficado por Chesterton y el Comunismo. También las hay entre cualquiera de ellos
dos y, por ejemplo, el nacionalismo escocés, el sionismo, el anti-semitismo o el trost-
kismo. Sería una sobre-simplificación decir que todas las formas de nacionalismo son
la misma, aún en su atmósfera mental, pero hay ciertas reglas que son válidas en to-
dos los casos. Las principales características del pensamiento nacionalista son las si-
guientes:
OBSESION
En tanto le sea posible, ningún nacionalista piensa, habla o escribe sobre otra
cosa que la superioridad de su propia unidad de poder. Para cualquier nacionalis-
ta es difícil, sino imposible, mantener oculta su adhesión. La más mínima insinua-
ción contra su propia unidad, o un elogio implícito de una organización rival, le
causa una intranquilidad que sólo puede ser aliviada mediante una respuesta tajan-
te. Si la unidad en cuestión es un país real, tal como Irlanda o la India, generalmen-
te afirmará su superioridad no sólo en poder militar y virtudes políticas, sino tam-
bién en arte, literatura, deportes, estructura del lenguaje, belleza física de los habi-
tantes, y tal vez aún en clima, paisajes y cocina. Mostrará gran sensibilidad sobre
cosas tales como colocación correcta de banderas, tamaño relativo de los titulares y
el orden en que se citan distintos países. (7). La nomenclatura juega un papel muy
importante en el pensamiento nacionalista. Los países que han ganado su indepen-
dencia o atravesado una revolución nacionalista usualmente cambian sus nombres,
y cualquier país u otra unidad alrededor de la cual giran sentimientos fuertes tiene
usualmente varios nombres, cada uno de ellos con una distinta implicación. Los dos
bandos de la Guerra Civil Española tienen entre ambos nueve o diez nombres que
expresan distintos grados de amor u odio. Algunos de éstos, (como por ejemplo
"Patriotas" para los que apoyaban a Franco, o "leales" para los que apoyaban al
gobierno), francamente quedaban abiertos a cuestionamiento y no había uno solo de
ellos sobre el cual las dos facciones rivales hubieran podido llegar a acuerdo. Todos
los nacionalistas consideran un deber el difundir su propia lengua en detrimento de
los lenguajes rivales, y entre los de habla inglesa esta lucha reaparece de manera más
sutil como una lucha entre dialectos. Los norteamericanos anglófobos se niegan a
usar una frase de slang si saben que es de origen británico, y el conflicto entre latini-
zantes y gerrnanizantes tiene a menudo motivos nacionalistas tras de sí. El naciona-
lismo escocés insiste en la superioridad de los escoceses de las Lowlands, y los socia-
INESTABILIDAD
La intensidad con la que se sostienen las lealtades nacionalistas no las hace intrans-
feribles. Para comenzar, tal como ya lo he apuntado, pueden estar sujetas a algún país
extranjero (y frecuentemente lo están). Uno encuentra comunmente que grandes lí-
deres nacionales, o fundadores de movimientos nacionalistas, ni siquiera pertenecen
al país que han glorificado. Algunas veces son simplemente extranjeros; más comun-
mente, provienen de áreas periféricas cuya nacionalidad es dudosa. Algunos ejemplos
son: Stalin, Hitler, Napoleón, de Valera, Disraeli, Poincaré, Beaverbrook. El movi-
miento Pan-Germánico fue en parte creación de un inglés: Houston Chatnberlain. Du-
rante los últimos cincuenta a cien años el nacionalismo transferido ha sido un fenó-
meno común entre los intelectuales de las letras. Con Lafcadio Hearn la transferencia
fue hacia Japón, con Carlyle y muchos otros de su tiempo, hacia Alemania y en nues-
tra época es usualmente hacia Rusia. Pero el hecho peculiarmente interesante es que
la re-transferencia también es posible. Un país u otra unidad que ha sido adorado du-
rante arios puede volverse súbitamente detestable, y algún otro objeto de afecto toma
su lugar sin casi ninguna dilación. En la primera versión de Esquema de la Historia
(Outline of Histoly) de H. G. Wells y otros escritos suyos de la misma época, uno
encuentra tan extravagantes alabanzas a los Estados Unidos como las que los comu-
nistas dispensan hoy a Rusia; sin embargo, esta admiración indiscriminada se ha con-
vertido en unos pocos años en hostilidad. El comunista fanático que en un lapso de
semanas, o aún días, se transforma en un trotskista igualmente fanático es un espec-
táculo común. En Europa continental los movimientos fascistas han efectuado un
amplio reclutamiento entre los comunistas, y el proceso inverso puede muy bien su-
ceder en los próximos años. Lo que permanece constante en el nacionalista es su
propio estado mental: el objeto de sus sentimientos es cambiable y puede ser ima-
ginario.
Para el intelectual, la transferencia tiene una función importante que ya he men-
cionado en conexión con Chesterton. La permite ser mucho más nacionalista (más
grosero, más tonto, más maligno, más deshonesto) de lo que podría ser por su propio
país o cualquier unidad sobre la cual tuviera conocimiento real. Cuando uno ve la
tontería aduladora o presuntuosa que gente razonablemente inteligente y sensible es-
cribe sobre Stalin, el Ejército Rojo, etc., se da cuenta que eso es posible solamente
porque ha ocurrido algún tipo de desajuste. En sociedades como la nuestra, es poco
15
usual que alguien que puede ser descrito como intelectual sienta lazos poderosos de
unión con su propio país. No se lo permitiría la opinión pública; esto es, el sector de
la opinión pública del cual, en cuanto intelectual, está consciente. La mayoría de la
gente que lo rodea es escéptica e insatisfecha, y puede adoptar la misma actitud por
imitación o simple cobardía: en ese caso habrá abandonado la forma de nacionalis-
mo que tiene más a mano, sin acercarse a una visión genuinamente internacionalista.
Todavía siente la necesidad de una Patria, y es natural buscar una en el exterior. Una 1
vez que la ha encontrado, puede sumergirse sin restricciones en las mismas emociones
de las cuales cree haberse emancipado. Dios, el Rey, el Imperio, la Bandera: todos los
ídolos demolidos pueden reaparecer bajo diferente nombre, y corno no se los recono-
ce por lo que son, pueden ser adorados con la conciencia tranquila. El nacionalismo
transferido, tal como la utilización del chivo expiatorio, es una manera de obtener la
salvación sin alterar la propia conducta.
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16
INDIFERENCIA ANTE LA REALIDAD
Todos los nacionalistas tienen la capacidad de no ver las semejanzas entre conjun-
tos de hechos similares. Un Tory inglés defenderá la auto-determinación en Europa
y se opondrá a ella en la India sin ninguna sensación de inconsistencia. Las acciones
se catalogan como buenas o malas, no por sus propios méritos sino de acuerdo a
quien las realiza, y no hay casi ningún tipo de actos de violación de derechos (tortu-
ra, utilización de rehenes, trabajos forzados, deportaciones en masa, prisión sin jui-
cio previo, falsificaciones, asesinatos políticos, bombardeo de civiles) que no cambie
su color moral cuando es llevado a cabo por "nuestro" bando. La publicación libe-
ral News Chronicle publicó, como ejemplo de barbarismo escandoloso, fotografías
de rusos colgados por alemanes; y uno o dos años más tarde publicó con cálida
aprobación fotos casi idénticas de alemanes colgados por los rusos (8). Sucede lo
mismo con los eventos históricos. Se piensa en la historia fundamentalmente en tér-
minos nacionalistas, y sucesos tales como la Inquisición, la Star Chamber, (9), los
logros de los bucaneros ingleses (Sir Francis Drake, por ejemplo, que solía despelle-
jar vivos a los prisioneros españoles), el Reino del Terror, los héroes de Motín de la
India que volaron a cientos de hindúes amarrados a las bocas de los cañones, o los
soldados de Cromwell cortando a navaja las caras de las mujeres irlandesas, devienen
moralmente neutros o aún meritorios cuando se piensa que fueron hechos en pro de
"la buena causa". Si se considera el último cuarto de siglo, se encuentra que casi no
hay año en que no se hayan reportado eventos atroces en alguna parte del mundo; y
sin embargo, en nigún caso estas atrocidades (en España, Rusia, China, Hungría, Mé-
xico, Amritsar, Esmirna) fueron creídas y condenadas por la intelligentsia inglesa
como un todo. Si tales hechos eran represensibles, o aún si habían realmente sucedi-
do, era decidido siempre de acuerdo a la inclinación política.
El nacionalista no sólo no reprueba las atrocidades cometidas por su propio ban-
do sino que tiene una capacidad notable para ni siquiera enterarse de ellas. Durante
seis años, los admiradores ingleses de Hitler se las ingeniaron para no saber de la exis-
tencia de Dachau y Buchenwald. Y los que más se hacían oír en la denuncia de los
campos de concentración alemanes, a menudo estaban completamente ajenos al he-
cho de que también hay campos de concentración en Rusia, o sólo lo sabían vaga-
mente. Sucesos importantísimos, como la hambruna en Ucrania en 1933, que signi-
(8) N. del A. El News Chronicle aconseja a sus lectores ver el noticiero filmado don-
de se observaba la ejecución completa, con primeros planos. El Star publicaba
1 con igual aprobación fotos de colaboracionistas francesas casi desnudas abuchea-
4s por la muchedumbre en París. Estas fotos tenían una marcada semejanza con
las fotos nazis de judíos siendo abucheados en Berlín.
(9) N. del T. Star Chamber: antigua corte civil y criminal que se ocupaba de las ofen-
sas contra los intereses de la corona, famosa por sus procedimientos sumarios y
arbitrarios. Fue abolida en 1640.
17
ficó la muerte de millones, escaparon totalmente a la atención de la mayoría de los
rusófilos ingleses. Muchos ingleses no supieron casi nada de la exterminación de ju-
díos alemanes y polacos durante la guerra: su propio antisemitismo ocasionó que es-
te enorme crimen rebotara en sus conciencias. En el pensamiento nacionalista hay
hechos que son simultáneamente verdaderos y falsos, conocidos e ignorados. Un he-
cho conocido puede ser tan insoportable que generalmente se lo deja de lado y no se
le permite intervenir en los procesos lógicos; o, por el contrario, puede intervenir en
todos los razonamientos y no ser nunca admitido como hecho, ni siquiera en el fon-
do de la mente.
Todo nacionalista está perseguido por la creencia de que el pasado puede ser
alterado. Pasa parte de su tiempo en un mundo de fantasía, en el que las cosas suce-
den como deberían (en el cual, por ejemplo, la Armada Española triunfó, o la Revo-
lución Rusa fue aplastada en 1918), y transferirá fragmentos de este mundo a los
libros de historia toda vez que sea posible. Gran parte de la literatura propagandís-
tica de nuestro tiempo es lisa y llanamente falsificación. Se suprimen hechos mate-
riales, se alteran fechas, se aislan citas de su contexto y se alteran de modo de cam-
biar su significado. Los hechos que se considera no deberían haber sucedido, no se
mencionan, y finalmente se niegan(10). En 1927, Chian Kai-shek hirvió vivos a cien-
tos de comunistas, y en un plazo de 10 años se había convertido en uno de los hé-
roes de la izquierda. La realineación de la política internacional lo incluyó en el
campo antifascista, y así se consideró que el hervir comunistas "no importaba". o
tal vez no había sucedido. El objeto primordial de la propaganda es, claro está,
influir en la opinión contemporánea, pero los que re-escriben la historia probable-
mente creen que están realmente introduciendo hechos en el pasado. Cuando uno
considera las elaboradas falsificaciones que se han cometido para mostrar que Trots-
ky no jugó un papel importante en la guerra civil rusa, es difícil creer que la gente
responsable está meramente mintiendo; más probablemente, sienten que su propia
versión fue lo que sucedió a los ojos de Dios, y que se justifica reacondicionar los
anales de acuerdo a esto.
La indiferencia a la verdad objetiva es alentada por el aislamiento de una parte
del mundo respecto de otra, lo que hace cada vez más difícil descubrir qué es lo
que en realidad está sucediendo. Puede haber frecuentemente una duda genuina acer-
ca de los sucesos más destacados. Por ejemplo, es imposible calcular con exactitud
de millones, tal vez decenas de millones, el número de muertes debidas a la guerra.
Las calamidades constantemente reportadas (batallas, masacres, hambrunas, revolu-
ciones) tendían a inspirar un sentimiento de irrealidad en el hombre medio. Uno no
tenía manera de verificar los hechos, ni estaba siquiera totalmente seguro de que hu-
(10)Un ejemplo es el pacto ruso-alemán, que está siendo borrado tan rápido como es
posible de la memoria pública. Un corresponsal ruso me dice que ya se está
omitiendo mencionar el pacto en anuarios rusos que incluyen sucesos políticos
recientes.
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bieran sucedido, y siempre se encontraba con interpretaciones totalmente diferentes
provenientes de fuentes diversas. ¿Qué fue lo justo y lo injusto en el levantamiento
de Varsovia de agosto de 1944?¿Era verdad lo de los hornos de gas alemanes en Po-
lonia?zQuién fue el verdadero culpable de la hambruna en Bengala? Probablemente
puede descubrirse la verdad, pero en casi cualquier periódico los hechos estarán tan
deshonestamente presentados que se le puede perdonar al lector común tanto por
tragarse las mentiras como por no poder elaborar una opinión propia. La incertidum-
bre general acerca de lo que está en realidad acaeciendo facilita el aferrarse a creen-
cias demenciales. Corno nada está totalmente probado o refutado, el hecho más fla-
grante puede ser negado desvengonzadamente. Más aún, si bien siempre está rumian-
do sobre el poder, la victoria, la derrota, la venganza, el nacionalista en cierto modo
se desinteresa por lo que sucede en el mundo real. Lo que quiere es sentir que su pro-
pia unidad le está ganando a alguna otra unidad, y lo puede hacer más fácilmente ig-
norando a su adversario que examinando los hechos para ver si lo favorecen. Toda
controversia nacionalista es a nivel de "grupo de debate"; no es de ningún modo con-
cluyente, dado que cada contendor cree invariablemente haber obtenido la victoria.
Algunos nacionalistas no están lejos de la esquizofrenia, viviendo llenos de felicidad
entre sueños de poder y conquista que no tienen conexión con el mundo físico.
He examinado lo mejor que puedo los hábitos mentales comunes a todas las for-
mas de nacionalismo. La tarea inmediata es clasificar estas formas, pero es obvio
que esto no puede hacerse en forma comprensiva: el nacionalismo es un tema vastí-
simo. El mundo está atormentado por innumerables visiones engañosas y odios que se
entrecruzan de manera muy compleja, y algunos de los más siniestros entre ellos no
han aparecido todavía en la conciencia europea. En este ensayo me ocupo del nacio-
nalismo tal como se presenta entre la intelligentsia inglesa: allí, a diferencia de lo que
sucede con el común de los ingleses, aparece sin mezcla de patriotismo y puede en-
tonces estudiarse en estado puro. A continuación están enumeradas las variedades de
nacionalismo actualmente florecientes entre los intelectuales ingleses, con los comen-
tarios que parecen necesarios. Es conveniente usar tres tipos: Positivo, Transferido,
Negativo; sin embargo, algunas variedades encajan en más de una categoría.
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20
II NACIONALISMO POSITIVO
(i) Neo-Torysmo. Ejemplificado por gente tal como Lord Elton, A.O.Herbert,
G.M. Young, el Profesor Picicthome, la literatura del Comité de Reforma Tory,
y revistas tales como New English Review y Nineteenth Century und After. La ver-
dadera fuerza motivante del Neo-torysmo, que le da su carácter nacionalista y lo
diferencia del conservadorismo ordinario, es el deseo de no reconocer que el poderío
y la influencia británicos han declinado. Aún los que son suficientemente realistas
como para reconocer que la posición militar británica no es lo que era, tienden a pro-
clamar que "las ideas inglesas" (que usualmente no definen) deben dominar el mun-
do. Todos los neo-tories son anti-rusos, pero algunas veces el énfasis primordial es
anti-norteamericano. Lo significativo es que esta escuela de pensamiento parece estar
ganando terreno entre intelectuales jóvenes, algunas veces ex-comunistas, que han pa-
sado a través del usual proceso de desilusión. FI anglófobo que súbitamente se con-
vierte en un pro-británico violento es un personaje bastante común. Escritores que
ilustran esta tendencia son: F.A. Voight, Malcom Muggeridge, Evelyn Waugh, flugh
Kingsmill; y un desarrollo psicológico similar se puede observar en T.S. Ellio t, Wynd-
ham Lewis, y varios de sus seguidores.
(i i) Nacionalismo Celta. Los nacionalismos gales, irlandés, y escocés, tienen pun-
tos de diferencia, pero se parecen en su orientación anti-inglesa. Los miembros de los
tres movimientos se oponían a la guerra al mismo tiempo que se auto-definían como
pro-rusos, y algunos lunáticos periféricos conseguían ser simultáneamente pro-rusos
y pro-nazis. Pero el nacionalismo celta no es lo mismo que la anglofobia. Su fuerza
motivante es la creencia en la grandeza pasada y futura de los pueblos celtas, y tiene
un fuerte tinte de racismo. El celta supone ser espiritualmente superior al sajón (más
simple, más creativo, menos vulgar, menos snob etc.), pero bajo la superficie está el
ansia de poder usual. Un síntoma de ello es /a ilusión de que Eire, Escocia y aún Ga-
les, podrían preservar su independencia sin ninguna ayuda y que no deben nada a la
protección británica. Buenos ejemplos de esta escuela de pensamiento entre los escri-
tores son Hugh McDiarmid y Sean O'Casey. Ningún escritor irlandés moderno, aún
de la altura de Yeats o Joyce, está completamente libre de rasgos de nacionalismo.
(i i Sionismo. Este tiene las características usuales de un movimiento naciona-
lista, pero la variante norteamericana aparece más violenta y maligna que la británi-
ca. Lo clasifico como directo y no transferido porque se da casi exclusivamente en-
tre los propios judíos. En Inglaterra, por varias razones bastante incongruentes, la
intelligentsia es mayormente pro-judía en la cuestión palestina, pero no se interesa
profundamente por ella. (N. del T.: recordemos que esto fue escrito en 1945, duran-
te el Protectorado Británico). Todos los ingleses de buena voluntad son también pro-
judíos en el sentido de desaprobar la persecución nazi. Pero es muy raro encontrar
entre los Gentiles cualquier tipo de lealtad nacionalista real o la creencia en la innata
superioridad de /os judíos.
21
III NACIONALISMO TRANSFERIDO
(i) Comunismo.
(i i) Catolicismo político.
(i i i) Sentimiento de color. La actitud despreciativa de viejo estilo hacia los "nati-
vos" se ha debilitado mucho en Inglaterra, y se han abandonado varias teorías seudo-
científicas que acentuaban la superioridad de la raza blanca. (11). El sentimiento de
color aparece entre la intelligentsia en forma transpuesta; esto es, como una creencia
en la superioridad innata de las razas de color. Es cada vez más común entre los inte-
lectuales ingleses, probablemente más como resultado de masoquismo y frustración
sexual que de un contacto con movimientos nacionalistas orientales y negros. Aún
entre los que no tienen un sentimiento fuerte sobre la cuestión del color, la imita-
ción y el snobismo tienen poderosa influencia. Casi cualquier intelectual inglés se
escandalizará ante la afirmación de que las razas blancas son superiores a las de color,
mientras que la afirmación opuesta no le llamará la atención, aun cuando no la com-
parta. El nexo nacionalista con las razas de color está generalmente mezclado con la
creencia en la superioridad de sus vidas sexuales, y hay una amplia mitologia clan-
destina sobre la potencialidad sexual de los negros.
(iv) Sentimiento de clase. Entre los intelectuales de las clases alta y media sólo
en forma traspuesta; es decir, como creencia en la superioridad del proletariado.
Otra vez, la presión de la opinión pública sobre la intelligentsia es enorme. La leal-
tad nacionalista al proletariado y el más violento odio teórico a la burguesía coexis-
ten a menudo con el snobismo ordinario en la vida diaria.
(v)Pacifismo. La mayoría de los pacifistas son o bien miembros de oscuras sec-
tas religiosas, o bien simples humanitaristas que se oponen al hecho de quitar la vi-
da ajena y prefieren no ir más allá. Pero hay una minoría de pacifistas intelectuales
cuyo motivo real, aunque no reconocido, parece ser el odio por la democracia occi-
dental y la admiración por el totalitarismo. La propaganda pacifista consiste en esen-
cia en decir que un bando es tan malo como el otro, pero si se examinan los escritos
de pacifistas intelectuales jóvenes se encuentra que de ningún modo expresan una de-
saprobación imparcial, sino que están dirigidos casi en su totalidad contra Gran Bre-
(11)Un buen ejemplo es la superstición de la insolación. Hasta hace poco se creía que
las razas blaneas eran mucho más proclives a la insolación que las de color, y que
un hombre blanco no podía caminar sin peligro bajo el sol tropical si no llevaba
casco tte corcho. No había ninguna evidencia en favor de esta teoría, pero servía
a los propósitos de acentuar la diferencia entre los "nativos" y los europeos. Du-
rante la guerra, la teoría fue abandonada silenciosamente, y ejércitos enteros ma-
niobraron en los trópicos si cascos de corcho. Mientras la superstición sobre la
insolación perduró, era aparentemente tan creída por médicos ingleses en la In-
dia como por los legos.
22
tafia y Estados Unidos. Más aún, no condenan uniformemente la violencia como tal,
sino solamente la violencia usada en defensa de los países occidentales. A los rusos,
a diferencia de los británicos, no se los culpa por defenderse con técnicas de guerra;
y, en realidad, toda la propaganda pacifista de este tipo evita mencionar a Rusia y
China. No se proclama que los hindúes deban abjurar de la violencia en su lucha con-
tra los británicos. La literatura pacifista abunda en declaraciones equívocas que, si es
que significan algo, parecen querer decir que estadistas del tipo de Hitler son prefe-
ribles a los del tipo de Churchill, y que la violencia es tal vez excusable si es bastante
fuerte. Después de la caída de Francia, los pacifistas franceses confrontaron un dile-
ma real que sus colegas ingleses no conocieron, y en su mayoría se volcaron en favor
de los nazis, mientras que en Inglaterra parece haber habido una pequeña superposi-
ción de la Peace Pledge Union y los Camisas Negras. Escritores pacifistas han escrito
alabanzas a Carlyle, uno de los padres intelectuales del fascismo. A fin de cuentas, es
difícil no sentir que el pacifismo que aparece en un sector de la intelligentsia está
inspirado secretamente por la admiración por el poder y la crueldad triunfante. El
error fue asimilar esta emoción con Hitler, pero podría ser re-transferida fácilmente.
IV NACIONALISMO NEGATIVO
(i) Anglofobia. Una actitud despreciativa y levemente hostil hacia Gran Bretaña
es más o menos obligatoria entre la intelligentsia, pero en muchos casos no es una
emoción fingida. Durante la guerra se manifestaba en el derrotismo de la intelligent-
ski, que persistió aún luego de verse claramente que las potencias del Eje no podían
ganar. Mucha gente demostró abierta satisfacción por la caída de Singapur o cuando
los ingleses fueron expulsados de Grecia, y había una notable falta de voluntad para
creer las buenas noticias, como El Alamein, o la cantidad de aviones derribados a los
alemanes en la Batalla sobre Gran Bretaña. Por supuesto que los intelectuales ingle-
ses de izquierda no querían que los alemanes o japoneses ganasen de verdad la guerra,
pero muchos de ellos no podían evitar un cierto placer en ver humillado a su propio
país, y querían sentir que la victoria fmal se debería a Rusia, o incluso a Estados
Unidos, y no a Gran Bretaña. En política exterior, muchos intelectuales siguen el
principio que cualquier bando apoyado por Gran Bretaña seguramente no tiene
la razón. Como resultado, la opinón "esclarecida" es principalmente la imagen de la
política conservadora. La anglofobia siempre está pronta a darse vuelta, y de allí pro-
viene el espectáculo bastante común del pacifista en una guerra que es un belicista en
la guerra siguiente.
(i i) Anti-semitismo. En el presente hay poca evidencia de esto, ya que las persecu-
ciones nazis han hecho necesario que cualquier persona pensante apoye a los judíos
contra sus opresores. Cualquiera suficientemente educado como para haber oído la
palabra "anti-semitismo" afirma con toda naturalidad que no lo siente en absoluto, y
se eliminan cuidadosamente las observaciones anti-judías en todo tipo de literatura.
En realidad, el anti-semitismo parece estar ampliamente difundido, incluso entre los
intelectuales, y la conspiración del silencio general probablemente ayuda a exacer-
23
bario. Los que tienen ideas de izquierda no son inmunes a él, y su actitud se ve influi-
da por el hecho de que los trotskistas y los anarquistas tienden a ser judíos. Pero el
anti-semitismo se presenta más naturalmente en gente de tendencia conservadora, que
sospechan que los judíos debilitan la moral nacional y diluyen la cultura nacional.
Los Neo-Tory y los católicos políticos siempre tienden a sucumbir al anti-semitismo,
al menos intermitentemente.
(i i i) Troriskismo. Este término se usa tan vagamente como para incluir a anar-
quistas, socialistas democráticos y aún liberales. Lo uso aquí para indicar un marxis-
ta doctrinario cuya principal motivación es la hostilidad al régimen de Stalin. El trots-
kismo puede estudiarse mejor a partir de oscuros panfletos o en periódicos como el
Socialist Appeal que en los trabajos del mismo Trotsky, que de ningún modo era un
hombre de una única idea. Aunque en algunos sitios, por ejemplo en Estados Unidos,
el trotskismo puede atraer un número bastante grande de adherentes y convertirse en
un movimiento organizado con un pequeño fiihrer propio, su inspiración es esencial-
mente negativa. El trotskista está en contra de Stalin, tal como el comunista está a su
favor y, al igual que a la mayoría de los comunistas, no le interesa tanto alterar el
mundo externo cuanto sentir que la batalla por el prestigio está a su favor. En ambos
casos se presenta la misma fijación obsesiva en un tema único, la misma incapacidad
de formar una opinión racional objetiva basada en probabilidades. El hecho de ser los
trotskistas una minoría perseguida en todos lados y el que la acusación que usualmen-
te se le hace (esto es, de colaborar con los fascistas)es obviamente falsa, crea la impre-
sión de que el trotskismo es intelectual y moralmente superior al comunismo, pero es
dudoso que exista tal diferencia. De todos modos, los trotskistas más típicos son ex-
comunistas, y nadie llega al trotskismo si no es a través de un movimiento de izquier-
da. Ningún comunista, a menos que esté uncido a su partido por arios de hábito, está
a salvo de una repentina caída en el . trotskismo; el proceso inverso no parece suceder
con igual frecuencia, aunque no hay una razón clara para ello.
V CONCLUSION
Todos estos hechos resultan obvios si las emociones de uno no están en juego; pe-
ro para la clase de persona nombrada en cada caso resultan intolerables, y deben ser
negados y falsas las teorías construidas sobre esa negación. Vuelvo otra vez sobre el
sorprendente fracaso en la predilección militar en la guerra. Creo que es correcto afir-
mar que la intelligentsia estaba más equivocada sobre el progreso de la guerra que el
común de la gente, y que estaban más equivocados precisamente porque estaban más
manejados por sentimientos partidistas. El intelectual de izquierda promedio creía,
por ejemplo, que la guerra se perdió en 1940, que los alemanes conquistarían segura-
mente Egipto en 1942, que los japoneses no serían nunca expulsados de las zonas
que habían ocupado, y que la ofensiva aérea anglo-americana no estaba haciendo
ningún efecto en Alemania. Podía creer todo esto porque su odio por la clase gober-
nante británica le impedía admitir que los planes británicos podían tener éxito. No
hay límite a las tonterías que se pueden tragar si se está bajo la influencia de senti-
mientos de este tipo. Por ejemplo, he escuchado afirmar seriamente que las tropas
americanas se trajeron a Europa no para luchar contra los alemanes sino para aplas-
tar una revolución en Inglaterra. Hay que pertenecer a la intelligentsia para creer
cosas como ésta: ningún hombre común podría ser tan estúpido. Cuando Hitler
invadió Rusia, el M.O.I. (Ministerio de Información) difundió como "información
de base" un aviso en el sentido de que podía esperarse un colapso ruso en seis se-
manas. Por su parte los comunistas consideraban cada fase de la guerra como una
victoria comunista, aún cuando los rusos fueron empujados casi hasta el Mar Cas-
pio y habían perdido varios millones de prisioneros. No es necesario multiplicar
ejemplos. El punto es que en cuanto entran en juego el miedo, el odio, los celos, la
admiración por el poder, el sentido de la realidad se disloca. Incluso, tal como he
apuntado, también se desajusta el sentido del bien y del mal. No hay crimen, ab-
solutamente ninguno, que no pueda ser condonado cuando lo comete "nuestro"
bando. Aun cuando uno no niegue que el crimen se ha cometido, aún si uno sabe que
es el mismo crimen que uno ha condenado en otra ocasión, aun si uno admite en un
sentido intelectual que es injustificable, uno no puede sentir que está mal. Está im-
plicada la lealtad y por ende deja de operar la piedad.
La razón para el surgimiento y difusión del nacionalismo es una cuestión dema-
siado amplia para ser tratada aquí. Baste decir que, en las formas en que aparece en-
tre los intelectuales ingleses, es un reflejo distorsionado de las espantosas batallas
que suceden realmente en el mundo exterior, y que sus máximas tonterías han sido
posible por el derrumbe de las creencias políticas y religiosas. Si uno sigue este hilo
26
de pensamiento, está en peligro de llegar a una especie de conservadurismo, o la abu-
lia política. Por ejemplo, se puede argumentar plausiblemente (y tal vez es cierto)
que el patriotismo es una vacuna contra el nacionalismo, que la monarquía es una
salvaguarda contra la dictadura, y la religión organizada una salvaguarda contra la
superstición. O también se puede argumentar que no es posible ninguna posición
imparcial, que todos los credos y causas incluyen las mismas mentiras, tonterías,
barbaridades; y esto es lo que a menudo se presenta como razón para mantenerse
totalmente fuera de la política. Yo no acepto este argumento, aunque no sea más
que porque en el mundo moderno nadie que se describa como intelectual puede man-
tenerse fuera de la política en el sentido de no interesarse por ella. Creo que uno de-
be intervenir en política (tomando intervención en un sentido amplio) y debe tener
preferencias: esto es, uno debe reconocer que unas causas son objetivamente mejo-
res que otras, aún si son promovidas por medios igualmente malos. En cuanto a los
amores y odios nacionalistas de los que he hablado, forman parte de la personalidad
de la mayoría de nosotros, nos guste o no. No sé si es posible librarse de ellos, pero
si creo que es posible luchar contra ellos y que esto es esencialmente un esfuerzo
moral. Es cuestión ante todo de descubrir lo que uno realmente es, cuáles son real-
mente los propios sentimientos, y entonces tener presente la parcialidad inevitable.
Si Ud. odia y teme a Rusia, si está celoso del poderío y la riqueza de Norteamérica,
si desprecia a los judíos, si tiene un sentimiento de inferioridad respecto de la cla-
se gobernante británica, no se va a librar de estos pensamientos simplemente medi-
tando sobre ellos. Pero puede al menos reconocer que los tiene, e impedir que conta-
minen sus procesos mentales.
Las presiones emocionales, que son inescapables y tal vez necesarias para la acción
política, deberían poder coexistir con una aceptación de la realidad. Pero esto, repi-
to, necesita de un esfuerzo moral, y la literatura inglesa contemporánea, en la medi-
da en que llega a relacionarse con las principales cuestiones de nuestro tiempo, de-
muestra cuán pocos de nosotros estamos preparados para realizarlos.
DESTAPANDO LA O L LA ESPAÑOLA
30
En la primera parte de este artículo sugerí que la lucha real en España, en el ban-
do de gobierno, ha sido entre la revolución y la contra-revolución; que el gobierno,
aunque deseoso de evitar una derrota ante Franco, ansía aún más eliminar los cam-
bios revolucionarios que acompañaron el comienzo de la guerra.
Cualquier comunista rechazará esta sugerencia como si fuera un error de com-
prensión o una deshonestidad voluntaria. Dirá que es una tontería afirmar que el
gobierno español está aplastando la revolución, porque ésta nunca tuvo lugar; y que
nuestra tarea del momento es derrotar al fascismo y defender la democracia. Es muy
importante ver cómo funciona en este contexto la propaganda comunista antirrevo-
lucionaria. Es un error pensar que esto no tiene importancia en Inglaterra, donde el
Partido Comunista es pequeño y relativamente débil. Veremos rápidamente su rele-
vancia si Inglaterra forma una alianza con la U.R.S.S.; o tal vez antes que eso, por-
que la influencia del partido comunista ciertamente aumentará (ya está creciendo
visiblemente) a medida que sectores más amplios de la clase capitalista se den cuenta
que el comunismo de hoy día está jugando de su lado.
En general, la propaganda comunista se centra en aterrorizar a la gente con los ho-
rrores (totalmente reales) del fascismo. También incluye el pretender (no en forma
expresa, sino por inferencias) que el fascismo no tiene nada que ver con el capitalis-
mo. El fascismo es sólo una especie de maldad insensata, una aberración, "sadis-
mo masivo", el tipo de cosa que podría suceder si uno liberara repentinamente un
manicomio lleno de maníacos homicidas. Preséntese al fascismo de esta forma, y se
podrá movilizar a la opinión pública en su contra, por lo menos durante un tiempo,
sin provocar ningún movimiento revolucionario. Se puede hacer oposición al fascis-
mo mediante la "democracia burguesa"; es decir, el capitalismo. Pero mientras tan-
to hay que liberarse de los creadores de problemas que hacen notar que el fascismo
y la "democracia" burguesa son dos caras de la misma moneda. Para comenzar, se le
dice que es un visionario nada práctico. Se le dice que está confundiendo la cuestión,
que está desuniendo las fuerzas anti-fascistas, que no es el momento para peroratas
revolucionarias, que por ahora debemos luchar contra el fascismo sin averiguar con
tanto cuidado a favor de qué estamos luchando. Más tarde, si todavía se niega a ca-
llarse, se cambia de libreto y se lo llama traidor; más exactamente, se lo llama trots-
kista.
ques es un trotskista? Esta terrible denominación (en España, en estos momen-
tos, uno puede ser puesto en prisión y mantenido allí por tiempo indefinido, ante el
solo rumor de que uno es un trotskista) recién está comenzando a ser meneada en
Inglaterra: Volveremos sobre esto más adelante. La denominación de "Trotskista"
(o "trosco-fascista") se usa en general para indicar un fascista disfrazado de ultra-re-
volucionario para desunir las fuerzas de izquierda. Pero su poder particular deriva del
hecho de que significa tres cosas distintas. Puede indicar a alguien que, como Trots-
ky, quería la revolución mundial; o un miembro de la organización verdadera encabe-
zada por Trotsky (este es el único uso legítimo de tal denominación); o el fascista dis-
frazado que hemos mencionado. Los tres significados' se pueden manipular a volun-
31
tad. El significado No. 1 puede o no llevar implícito el segundo,y el significado No. 2
casi invariablemente supone el tercero. De ahí se obtiene: "A X se le ha escuchado ha-
blar en favor de la revolución mundial; por lo tanto es un trotskista; por ende es un
fascista". En España, y hasta cierto punto también en Inglaterra, cualquiera que
profese el socialismo revolucionario (esto es, que profese las cosas que el Partido Co-
munista sostenía hasta hace unos pocos años) está bajo la sospecha de ser un trotskis-
ta pagado por Franco o Hitler.
La acusión es sutil, porque en cualquier caso dado podría ser cierta, a menos que
a uno le conste lo contrario. Un espía fascista probablemente podría disfrazarse de
revolucionario. En España, todo aquel cuyas opiniones están a la izquierda de las del
partido comunista se le descubre más tarde o mas temprano que es un trotskista o,
por lo menos, un traidor. Al comienzo de la guerra el P.O.U.M., un partido comunis-
ta de oposición que correspondía aproximadamente al Partido Laborista Indepen-
diente inglés, era un partido aceptado y tenía un ministerio en el gobierno catalán;
más tarde fue expulsado del gobierno; luego fue denunciado como trotskista; luego
fue suprimido, y todo miembro al que la policía podía echarle mano fue arrojado en
la cárcel.
Hasta hace unos pocos meses de describía a los anarco-sindicalistas como "traba-
jando lealmente" al lado de los comunistas. Luego los anarco sindicalistas fueron
borrados del gobierno; luego sucedió que no estaban trabajando tan lealmente; aho-
ra están en el proceso de convertirse en traidores. Después vendrá el turno a los socia-
listas de izquierda. Caballero, ex-primer ministro socialista de izquierda, que hasta
Mayo de 1937 era el (dolo de la prensa comunista, ya está en la completa oscuridad,
habiéndose convertido en un trotskista y "enemigo del pueblo". Y así sigue el jue-
go. El fin lógico es un régimen en el que se ha suprimido todo partido y prensa de
oposición y en el que todo disidente de alguna importancia está en prisión, Por su-
puesto, un tal régimen es Fascismo. No será lo mismo que el fascismo que impon-
dría Franco, y aún será mejor que el fascismo de Franco en el sentido de que valga
/a pena luchar por él, pero será Fascismo. Sólo que, al ser operado por comunistas
y liberales, será llamado de modo diferente.
Mientras tanto, ¿se puede ganar la guerra? La influencia comunista ha estado diri-
gida contra el caos revolucionario y por lo tanto, agregada a la ayuda rusa, ha tendido
a producir una mayor eficiencia militar. Si los anarquistas salvaron al gobierno desde
Agosto hasta Octubre de 1936, los comunistas lo han salvado desde octubre hasta
ahora. Pero al organizar la defensa han matado el entusiasmo (dentro de España, no
fuera). Han hecho posible una conscripción militar para formar el ejército, pero tam-
bién la han hecho necesaria. Es significativo ya que en enero de este año el recluta-
miento voluntario había prácticamente cesado. Un ejército revolucionario puede
ganar algunas veces con el entusiasmo, pero un ejercito reclutado tiene que ganar con
armas, pero es poco probable que el gobierno consiga en ningún momento una pre-
ponderancia en armamento a menos que intervenga Francia o a menos que Alemania
e Italia decidan apropiarse de las colonias españolas y dejar a Franco colgado de la
rama. En definitiva, lo más probable parece un impasse perpetuo.
¿Tiene el gobierno la seria intención de ganar? Ciertamente, no tiene la intención
de perder. Por otro lado, una victoria total, con Franco huyendo y los alemanes e ita-
lianos arrojados al mar, provocaría problemas serios, algunos de ellos demasiado ob-
32
vios. No hay evidencia real, y uno sólo puede juzgar por los hechos consumados, pero
sospecho que lo que el gobierno está buscando es un compromiso que esencialmen-
te perpetuaría la situación de la guerra. Todas las profesías son falsas, y por lo tanto
ésta también lo será, pero correré el albur y diré que, ya sea que la guerra termine
pronto o se arrastre por años, concluirá con España dividida, por fronteras reales o en
zonas económicas. Por supuesto, un compromiso tal puede ser considerado como una
victoria por cualquiera de los dos bandos o por ambos,
Todo lo que he dicho en este artículo parecería una trivialidad archiconocida en
España, o aún en Francia. Pero en Inglaterra, a pesar del intenso interés que ha pro-
vocado la guerra española, muy poca gente ha ni siquiera oído la enorme lucha que
se está desarrollando detrás de las líneas del gobierno. Por supuesto, eso no es acci-
dental. Ha habido una conspiración totalmente deliberada (podría dar ejemplos deta-
llados) para impedir que se conozca la situación española, Alguna gente que debería
saberlo mejor, se ha prestado a este engaño con la excusa de que si se dice la verdad
acerca de España será usada para propaganda fascista.
Es fácil ver hasta dónde lleva tal cobardía. De haber tenido el público británico
una información verdadera sobre la guerra española, hubiera tenido oportunidad de
aprender qué es el fascismo y cómo se puede combatir. Tal como están las cosas, la
versión del fascismo que da el News Chronicle como una especie de manía homi-
cida particular de los Coroneles Blimp atronando en un vacío económico se ha esta-
blecido más firmemente que nunca. Y así estamos unos pasos más cerca de la gran
guerra "contra el fascismo" (recuérdese 1914, "contra el militarismo") que permiti-
rá que nos deslicen alrededor del cuello el fascismo tipo británico en la primera se-
mana.
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