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MISTICISMO E ISLAM

«¡Dios! No hay más dios que Él, viviente, subsistente a quien


jamás rinde el sueño, suyo es cuanto existe en los cielos y en la
tierra. ¿Quién podrá interceder ante Él sin su anuencia? Él conoce
tanto su pasado como su futuro y ellos no conciben nada de su
ciencia, sino lo que Él quiere. Su omnisciencia abarca los cielos y
la tierra, cuya custodia no le agobia, porque es excelso, ingente»
(El Sagrado Corán, 2:225).

La tradición mística del Islam se denomina Sufismo. Si bien el término


misticismo expresa una realidad perteneciente a la tradición cristiana,
utilizamos el concepto por el la idea que representa el mismo en lengua
castellana. Por sus características, es muy difícil arribar a una definición
exacta del término sufismo, pero si por diferentes manifestaciones,
podemos acercarnos a una idea. Podemos definir al sufismo como el
esoterismo islámico. Aunque el concepto de °lo esotérico" se encuentre
desvirtuado y degradado hoy en día, producto de su uso abusivo para
expresar manifestaciones diversas, en su significado original nos sirve
para ensayar una definición del concepto de sufismo. El carácter esotérico
de una doctrina es un camino más para acercarse a los objetivos de esa
doctrina, generalmente de un modo distintivo, que en el caso del Islam
debe incorporar también los aspectos de la ortodoxia islámica: un místico
musulmán puede abundar en el recuerdo de Dios o incrementar su amor
al Creador, pero también debe cumplir con la oración prescripta, el ayuno,
el pago de la contribución social y la peregrinación a la Meca si está en
condiciones de hacerlo. Está claro que una doctrina esotérica válida es
inseparable del marco a donde pertenece, y no puede pretender de
ninguna manera abolir o pretenderse superar a la doctrina original, sino
más bien acompañarla. Hablar seriamente de sufismo no es tarea sencilla
en virtud que existen diferentes posturas acerca de su identidad, sus
prácticas, su contenido teológico y filosófico. Hay quienes sostienen que
el sufismo no pertenece propiamente a la tradición islámica, por sostener
que su espectro trasciende las fronteras del Islam; también opiniones de
musulmanes dejan de lado las tendencias místicas del Islam por
considerarlas heterodoxas. Para los primeros la respuesta es sencilla, no
existe sufismo sin Islam, así como hay tradiciones de este tipo en los otros
credos que les son propias, el sufismo es una expresión netamente
originada en el Islam. Con referencia a la segunda postura, es cierto que
hay órdenes sufíes que denotan un alto grado de desviación de la
ortodoxia islámica, además de un supuesto elitismo espiritual imposible
dentro del marco islámico, pero cierto es también que existen cantidad de
grupos cuyos pensadores, teólogos, juristas, literatos pertenecientes a

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distintas órdenes, han contribuido profundamente en la civilización del
Islam.
La sabiduría bien comprendida y sin distorsión del espectro del
sufismo se manifiesta en todos los aspectos de la vida espiritual, y
representa una de las tradiciones más completas y puramente
conservadas. Es casi imposible abordar el tema de la espiritualidad
islámica sin hacer mención a esta vía del Islam. Mencionando un perfil
sintético sobre las manifestaciones del sufismo podemos decir que las
mismas abarcan una metafísica en relación al origen y naturaleza de las
cosas, referencias a la estructura del universo, a los estados múltiples del
alma y también apreciaciones en cuanto a la vida postrera del ser
humano.

El Término Sufismo

Existen diferentes posibilidades en la etimología de la palabra sufismo:


la más difundida la hace provenir del término árabe "suf', que significa
lana, en referencia al ropaje que utilizaban los seguidores de esta vía.
Algunos autores, adjudicaron la proveniencia del término, buscando su
origen en el vocablo griego "sofos", sabio, pero esto no es correcto desde
el punto de vista filológico ni semántico. Es importante mencionar que en
muchas órdenes sufíes prefieren denominarse así mismo como derviches,
palabra de origen persa que significa originalmente pobre.

Principios doctrinales

En el Sagrado Corán Dios se refiere así mismo como “El Exterior” y “El
Interior”. Toda la creación también dispone de un aspecto exterior y uno
interior. La cara exterior está relacionada con los aspectos sensibles e
incorporados a través de los sentidos comunes. Vivir en el exterior es ya
poseer la Bendición Divina de haber sido creado. En la visión del
concepto del sufismo, vivir en el exterior nos mantiene alejados del
Centro, que puede identificarse con lo Interior. Para los místicos
musulmanes uno de los propósitos de la revelación es darle al hombre los
instrumentos necesarios para realizar el peregrinaje de lo exterior hacia lo
interior durante su tránsito finito en la tierra. La parte exterior de la
revelación corresponde a la legislación, aquello que está estipulado como
una obligación religiosa para todo creyente (sharia). El núcleo es la
verdad interior, el conocimiento puro (haqiqa). Estos entes mencionados
son complementarios. De hecho la religión no es sólo legislación pura,
como da testimonio la siguiente tradición profética:
"Cierto día se presentó un hombre ante el Mensajero de Dios y le
preguntó: Oh Muhammad, ¿en qué consiste la sumisión a Dios (Islam)?, a

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lo que el Profeta respondió: La sumisión consiste en que testifiques que
no hay más dios que Dios y que Muhammad es su siervo y mensajero, en
que realices la oración, des tu contribución, ayunes durante el mes de
Ramadán y realices si tienes los medios la peregrinación a la Casa
Sagrada. Luego el hombre dijo, Dime en que consiste la fe (imán), a lo
que Muhammad contestó: La fe consiste en que creas en Dios, en Sus
Ángeles, en Sus Libros, en Sus Mensajeros, en el Juicio Final y en el
Decreto Divino, bueno o malo. Luego interrogó ¿en qué consiste la
perfección (ihsán)?, a lo que el Profeta respondió: La perfección consiste
en que adores a Dios como si le vieras, ya que si tú no lo ves, Él te ve".
En la última parte de la narración en donde se habla de perfección, el
concepto de adorar debe interpretarse literalmente como "alguien que
está dispuesto a servir sin objeción", y no indica actos separados, sino la
firme voluntad de hacerlo en forma permanente. Así "adorar a Dios como
si le vieras", implica el recuerdo perpetuo de Dios.

Los métodos y las prácticas

Este plano interior del Islam al que denominamos sufismo, no sólo


comprende el conocimiento sino también los medios para llegar a este.
Esto último se denomina taríqa (pl. turúq), que significa vía, camino, o
sendero, que lleva al seguidor de este camino de lo exterior hacia lo
interior. Cabe destacar que cuando hablamos de la pertenencia a una
orden o taríqa sufí verdadera, no nos referimos a una escuela de
pensamiento o jurisprudencia en el Islam, sino básicamente a una
metodología de aprendizaje. Toda taríqa auténtica posee un vínculo o
cadena de transmisión que se remonta a sus fundadores. Este
conocimiento va pasando de maestros hacia alumnos que luego van
repitiendo el ciclo. Todas las turuq poseen un guía espiritual, cuyo rol es
conectar al discípulo con el conocimiento, para que este crezca
espiritualmente. En algunas órdenes el rol de este guía cobró una
importancia desmedida que desvirtuó la función original, ya que como es
sabido en el Islam no existe sacerdocio, ni beatificación, sino más bien
funciones de culto y orientación. Este tema en particular es una de las
causas por las cuales algunos sectores del Islam opinan que el sufismo
puede lindar con la heterodoxia. La práctica de adoración por excelencia
en el Islam es la oración, de la cual ningún musulmán está exento. Como
sabemos las mismas se realizan cinco veces por día. Además de esta
práctica existen otros momentos de oración que son aconsejables o
forman parte de la tradición. Los sufíes incorporan también otros ritos que
básicamente abundan en el recuerdo de Dios, como por ejemplo la
repetición constante de los noventa y nueve atributos Divinos, o la
mención reiterada de uno de ellos. En términos de disciplina, el recitado
de los nombres Divinos como forma de meditación, constituye la clase
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más relevante de prácticas sufíes relacionadas con la palabra. En algunas
órdenes la mención de los mismos va acompañada de movimientos, a
veces a viva voz y a veces en silencio.

Los Sufies y el Corán

Cualquier manifestación islámica que se precie de tal debe tener como


fuente de referencia en primer lugar al Sagrado Corán. Para los
musulmanes el libro es directamente la palabra revelada de Dios. La
interpretación coránica posee múltiples facetas, desde lo doctrinal hasta lo
literal. El Corán fue revelado a través del Profeta Muhammad (PyB), y no
inspirado al mismo. La diferencia radica en que en el caso de la revelación
la Divinidad se sirve de un agente para tal fin, cuyo rol es comunicar el
mensaje en forma directa, este es el primer punto de la misión profética..
El proceso mencionado en segunda instancia, el de inspiración, se refiere
por ejemplo, a la composición de un texto bajo influencia del espíritu
Divino, como lo es el caso de los Evangelios. Los sufíes hablan de "tratar
de ahogarse" en la palabra coránica. A simple observación podemos ver
que el tema central del libro sagrado es ante todo Dios, proviene
directamente de El a través de la revelación, y en su guía, por el sendero
recto, volvemos otra vez a Dios. Según los grandes maestros del sufismo,
el Corán posee sentidos interiores y exteriores: un mismo versículo
adquiere para la persona diferentes grados de interpretación de acuerdo a
su conocimiento. Uno de los pasajes coránicos que más identifican el
pensamiento sufí es aquel que dice: «¡Oh Mensajero! albricia la
bienaventuranza a los perseverantes. Que cuando los aflige una
desgracia dicen: POR CIERTO QUE SOMOS DE DIOS Y A ÉL
RETORNAREMOS. A éstos cubrirá las bendiciones y la misericordia
de su Señor, porque están iluminados» (2:155, 156, 157). Algunos
maestros opinan que la definición más cercana a la esencia del sufismo
se encuentra resumida en este pasaje ya que el sufismo es básicamente
un movimiento de retorno a Dios, en donde el practicante trata de
adentrarse a través del conocimiento acerca de la Divinidad, antes de
aquello que sabemos se nos informará en la vida postrera.

Los sufíes y el Profeta

Dijimos que el Profeta es el agente de la revelación en primera


instancia. En su carácter de enviado de la Divinidad también es capaz
interpretar el mensaje. Es el Profeta de Dios quien entra directamente
antes que cualquier ser humano en la comprensión de la experiencia
ordenada por la Divinidad, la interpreta y al hacer de esta experiencia su
modo de vida, se convierte en un ejemplo para los demás hombres. Dice

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el Corán: «Realmente tenéis en el Mensajero de Dios un excelente
ejemplo para quienes esperan a Dios, al Día del Juicio Final y recuerdan a
Dios con frecuencia» (33:21). De hecho la primera fuente de
interpretación coránica surge de la tradición profética, que llega a la
humanidad a través de diferentes corpus de narraciones o hadices,
recopilados posteriormente a la muerte de Muhammad (PyB).
En estas tradiciones poseemos la palabra del Profeta, en diferentes
temáticas. Algunos de estos hechos de la vida del Profeta cobran especial
significado dentro del sufismo, no sólo por ser Muhammad el ejemplo a
seguir, sino también por el valor que le adjudican a las experiencias
místicas de Profeta, entre ellas la más sobresaliente es el Viaje Nocturno:
«Glorificado sea Dios, quien durante la noche transportó a su siervo el
Mensajero de Dios desde la sagrada mezquita de La Meca, hasta la
mezquita lejana de Jerusalén, cuyo ámbito bendijimos para mostrarle
algunos de nuestros milagros, porque El es Omnioyente, Omnividente»
(17:1). Se trata este episodio del viaje de Muhammad desde Meca a
Jerusalén y desde allí a los cielos. En esta experiencia el Profeta va
atravesando las diferentes regiones celestes y se le es permitido
contemplar los beneficios y suplicios del paraíso y el infierno, encontrarse
con los profetas anteriores y contemplar a Dios. El Profeta ingresa y
egresa del mundo por las puertas de las regiones celestes, hacia donde
todo hecho místico apunta. Por esto toda orden sufi debe poseer una
relación en su cadena de maestros con el Mensajero, como una suerte de
linaje espiritual.
Para los maestros sufíes y sus seguidores existe un modelo de pacto
tal cual lo celebró el Profeta con sus seguidores y como está manifestado
en el Sagrado Corán: «Por cierto quienes te juran fidelidad, juran fidelidad
a Dios. La mano de Dios está sobre sus manos» (48:10) y también, «Dios
se congratuló con los creyentes, cuando te juraron fidelidad bajo el árbol.
Bien sabía cuanto encerraban sus corazones, y por ello les infundió el
sosiego y les recompensó con una victoria inmediata» (48:18).

El Corazón del alma

El Corán afirma en un pasaje: «¿Acaso no discurrieron la tierra para


poder reflexionar para poder razonar con sus mentes y escuchar con sus
oídos? Porqué los ojos no se ciegan; sino se ciegan los corazones que
encierran los pechos» (22:46). Como en otras tradiciones, la islámica
asigna un lugar particular al corazón fuera de lo que representa como
órgano vital, indicándolo como un acceso y tal vez el centro del alma.
Podríamos asociar al corazón en este punto con el intelecto, pero no en la
utilización que se hace del término hoy en día, a veces como sinónimo de
inteligencia, sino en su sentido original como posibilidad de apreciar lo
trascendente. En este punto podemos mencionar una experiencia por
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demás simbólica en la vida del Mensajero de Dios, quien antes de ser
consagrado como sello de la profecía es visitado por ángeles quienes
"lavan" su corazón. El corazón místico es un ojo que debe estimular quien
sigue la vía espiritual, para poder captar lo trascendente, los signos en el
ámbito de la creación y los signos interiores del hombre: "Pronto le
mostraremos nuestros signos en todas las regiones de la tierra, así como
en sus propias personas, hasta que se les esclarezca que el Corán es la
verdad. ¿Acaso no basta tu Señor que es testigo de todo?".

Las órdenes sufíes

Desde los albores del Islam y hasta el día de hoy existen cantidad de
órdenes sufíes desde Marruecos hasta Indonesia así como también
representantes de esas órdenes por toda Europa y América.
En los primeros siglos del Islam, los movimientos con tendencias
místicas que eran relativamente privados y aglutinaban a personas con
maneras de pensar similares, acabaron convirtiéndose en una importante
fuerza social, presente en casi todas las sociedades islámicas. Los
principales centros de desarrollo de estas órdenes fueron Bagdad y
Persia. Allí proliferaron métodos de enseñanza y producción textual. Más
tarde la modalidad sufí se traslada al norte de África y también hacia al-
Ándalus (España musulmana). Paralelamente fue también un gran centro
sufí el Imperio Otomano en general y la región de Anatolia (hoy Turquía)
en particular. Cualquier intento de mencionar por importancia, ya sea en
cantidad de miembros, en producción literaria, o en el grado de influencias
con el que hayan calado en una sociedad a las hermandades sufíes,
revestiría un alto grado de subjetividad; lo es también mencionar sólo a
algunos maestros del sufismo ya que esta tarea llevaría gran cantidad de
volúmenes. A modo de orientación expondremos al final de este ensayo
bibliografía recomendada al respecto.

La literatura sufí

Existen innumerables textos que son patrimonio propio del sufismo,


escritos por diferentes autores y que tratan temas como exégesis
coránica, biografías de hombres piadosos, libros de experiencias
personales, proverbios instructivos, relatos edificantes y también
abundante producción poética. Muchos de estos textos fueron traducidos
a varias lenguas y otros, la gran mayoría, permanecen aun en el
anonimato para el lector de occidente. La literatura sufí ha despertado un
particular interés tanto en Europa como en América, a partir del S XVIII,
en primera instancia a través de la poesía. Los primeros sentidos
encontrados estaban relacionados con las normas románticas

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universales; y lo simple y bello de estos versos cautivó entre otros a
personalidades como Ghoete, además de muchos académicos europeos.
Posteriormente vino una etapa de interpretación donde los debates
filológicos se centraban en la forma de concebir esta poesía, si desde lo
literal o desde el lenguaje simbólico. No menos cautivantes fueron los
relatos acerca de las vivencias entre maestros y discípulos, o acerca de
las experiencias místicas de los derviches. Podemos encontrar huellas de
esta tradición en las célebres "Mil y una Noches", así como también en
Dante Alighieri, Daniel Defoe, el Infante Juan Manuel, Teresa de Ávila y
San Juan de la Cruz entre otros.

Algunas expresiones de poesía y relatos sufíes

«En el Nombre de Dios, Graciabilísimo Misericordisísimo", Nosotros


imploramos su ayuda. Gloria a Dios, ante cuya Unidad no hay nada
anterior, sino que es Él, que es el Primero. Gloria a Dios, después de cuya
singularidad no hay un después, sólo es Él, que es el Siguiente.
Con relación a Él no hay antes, ni después; ni alto ni bajo; ni cerca ni
lejos; ni cómo, ni que, ni estado, ni sucesión de instantes, ni tiempo ni
espacio, ni ser. Él es tal como es. Él es el único sin necesidad de la
Unidad. Él es lo singular sin la necesidad de la Singularidad.
Él no está compuesto de nombre, ni de denominado, porque Él es el
nombre y el denominado. No hay nombre salvo Él. No hay denominado
salvo Él. Por ello se dice que el es el nombre y el denominado.
Él es el primero sin anterioridad. Él es el último sin posteridad. Él es
Evidente sin exterioridad. Él es Oculto sin interioridad. Porque no hay
anterior, ni posterior, no hay exterior, ni interior sino Él».

Del Tratado de la Unidad, de Muhyi-al-Din Ibn Arabi

"Descripción de la casa del Corazón del Creyente"

«Debes saber que Dios, enaltecido sea, creó una casa en el interior
del creyente, que se llama corazón. E hizo soplar en esta casa un viento
que procede de su generosidad, y con él la purifica de que el ser humano
atribuya fuerza o poder fuera de Dios. Luego envió Dios a esta casa una
nube procedente de Su gracia. Y al hacer que lloviera sobre la casa del
corazón, hizo que distintas clases de plantas germinaran: las plantas de la
certeza, las plantas de la confianza, las plantas de la pureza de intención,
las plantas de la esperanza y las plantas del amor. Entonces Dios colocó
en el fondo de la casa el diván de la Unidad, y extendió sobre el diván el
tapiz de la satisfacción. Luego plantó frente a la casa el árbol del
conocimiento, cuyas raíces penetran el corazón del creyente, mientras
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que sus ramas se extienden al cielo, llegando justamente debajo del
Trono de Dios. Y Dios puso a la parte derecha de este árbol el diván, y a
su izquierda, un tálamo, formado de Sus leyes. Entonces abrió Dios en la
casa del corazón una puerta que conduce al jardín de Su misericordia,
donde ha plantado distintas especies de plantas aromáticas: plantas de
alabanza y plantas de exaltación, plantas de glorificación a Dios y plantas
de recuerdo de Dios. Entonces cerró la puerta para evitar que le ocurriera
daño alguno al corazón del creyente, y guardo la llave, y no la confía a
ninguna de sus criaturas, ni siquiera a los ángeles. Entonces dijo el Señor:
"Este es Mi tesoro sobre Mi tierra, el lugar de Mi mirada, y la mansión de
mí Unicidad. Yo soy el que habita esta Morada de refugio. Qué bendito
Morador y que bendita Morada!».

De la Morada de los Corazones, de Abu Hasan Al-Nuri de


Bagdad

Imagen

"Cuando tu creas una imagen en tu corazón


Configurada por un deseo justo Vivifícala con el soplo
Potente como un tañido de trompeta
De los iniciados en los misterios.
Si tu corazón se halla conmovido
Por la agitación de tu temperamento
Aquiétalo meditando las historias
De cuantos existen gracias al poder del corazón".

Generosidad

"En dos cosas consiste


La condición de ser generoso
Ante todo, en excusar las faltas
Que puedan cometer tus compañeros
Luego, en obrar de modo
Que nunca debas excusarte
Ante tus compañeros".

Nureddin Djami, Regalo ofrecido a los hombres libres

El rey Mahmud, los cortesanos y la perla

«Se cuenta que un Rey entró a su sala principal y encontró reunidos a


todos sus regentes y ministros. Les pidió se acercasen y les mostró una
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gran perla que colocó en la mano de su primer ministro. Luego lo interrogó
¿Cuánto piensa que vale esta joya? A lo que el ministro respondió: "Por
cierto que es más valiosa que cientos de asnos cargados de oro. El Rey
ordenó: ¡Rómpela!, como voy a romperla dijo el consejero. Mi anhelo es
siempre preservar tus riquezas y patrimonio. Como piensas que destruiría
algo que te pertenece. ¡Bien dicho!, exclamó el Rey y le ofreció un
presente magnífico. Tomó la perla de su mano y poco después se la
entregó a uno de sus generales, a quien le preguntó ¿Si tuvieras un
comprador para este tesoro, cuanto pedirías? Sin duda, respondió el
general, que vale la porción de un reino entero. ¡Rómpela!, sentenció el
Rey. El general bajó la cabeza y dijo: ¡Sería una lástima romperla!,
además si ataco tus riquezas ya no sería tu leal servidor sino un enemigo
declarado. Entonces el Rey elogió su inteligencia y le otorgó honores y
una vestidura nueva. Uno a uno el Rey fue entregando la preciada joya a
sus gobernantes, y cada uno habló de manera similar, presentándose así
mismo como defensores de los tesoros de la corona. El Rey les
aumentaba los honores y les ofrecía presentes., pero en realidad los
conducía del camino de la salvación al camino del extravío. Llegó a la
corte un sabio al cual el Rey le entregó la perla y le dijo: ¿Es posible que
un hombre de conocimiento pueda finalmente ponerle valor a semejante
joya sinónimo de perfección? El sabio respondió, seguramente va'e más
oro del que yo puedo imaginar. ¡Rómpela! Entonces el sabio tomo dos
piedras y la convirtió en fragmentos cercanos al polvo. Esto desató el
clamor de los funcionarios y de los cortesanos quienes sentenciaron que
el acto era una locura y una traición. Y sin embargo todos en su
ignorancia habían quebrado otra joya, que era la orden del Rey. Dijo el
sabio: Gentes del palacio, es más preciada la perla o la orden del Rey,
para vosotros es superior el mandato de vuestra majestad o la joya.
Nunca apartaré mi mirada del Rey para volverla a una piedra como lo
hacen los idólatras. EL corazón que prefiere una joya coloreada a mi Rey
está desprovisto de la perla espiritual».

Masnavi, Rumi

El rey y el anillo

«Existía un soberano cuya influencia abarcaba el gran parte del


mundo. Entre las cosas que más disfrutaba, se encontraba el hecho de
rodearse de gente poseedora de sabiduría. Un día les transmitió la
siguiente inquietud: "Una rara necesidad ha surgido en mi alma. Soy el
soberano de un imperio y tengo el temor de que cuando esté gozando de
un período de bienaventuranza me invada el goce mundanal y así olvide
la responsabilidad de mis funciones y con esto de mi gente. A la vez
cuando una depresión me invada no estar a la altura de mi cargo y
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entregarme al abandono. Después de mucho deliberar los sabios
acordaron entregarle un anillo que simplemente contenía esta fórmula:
“También esto pasará”, como todo en la vida mundana».

Fariduddín Attar, El Libro divino


El mundo es un espejo

Recuerda que el mundo entero es un espejo


Que en cada átomo se esconden
Miles de soles radiantes
Que del corazón de cada gota de agua derramada
Emergen miles de océanos cristalinos
Que de cada mota de polvo recogido
Pueden nacer miles de Adanes
Recuerda que un grano de mijo alberga un universo
Todo confluye hacia el punto del presente...
De cada punto de este círculo
Se originan miles de formas
Y cada punto en su girar continuo,
Es en momentos un círculo
Y es en momentos una circunferencia que gira.

Diwan, Mahmud Shabestari

Husain y el más grande nombre de Dios

«Husain se enteró que en Egipto vivía un gran maestro sufí (Su


nombre era Nun el Misri) que era conocedor del Más grande Nombre de
Dios. Lleno de deseo por conocerlo partió hacia esas tierras. Llegó a la
mezquita que frecuentaba el sabio y lo saludó. Este respondió su saludo.
Husain permaneció un año sentado en un rincón de la mezquita, sin
animarse a preguntarle al maestro. Después de varios meses el maestro
preguntó: ¿De dónde vienes?. De Basora respondió Husain. Durante otro
año la relación continuó en silencio hasta que el maestro volvió a
interrogar al muchacho: ¿Deseas alguna cosa? He venido para que me
enseñes el Más grande Nombre de Dios. El sabio guardó un año más de
silencio. Luego le dio a Husain un cofre tapado y le dijo: "Cruza el Nilo, —
y le indicó un lugar donde se encontraba un anciano—; entrégale el cofre
y memoriza todo aquello que te diga". Husain tomó el cofre y marchó tal
cual había indicado el sabio. En el transcurso de la ruta se apoderó de él
la curiosidad ¿Qué es lo que se mueve adentro del cofre? Lo abrió y de
adentro del mismo salto un ratón. Desconcertado, Husain no sabía a
donde ir, si completar su misión o volver junto al sabio. Finalmente se
decidió por cruzar el río y llegar hasta el lugar donde residía el anciano
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llevando la caja vacía. Cuando éste lo vio, sonrió y le dijo ¿Le has
preguntado al Maestro acerca del Mas Grande Nombre de Dios?
Seguramente él vio tu impaciencia y te dio un ratón. ¡Alabado sea Dios!,
no puedes cuidar un ratón ¿Cómo vas a guardar el más grande nombre?
Vuelve a tu propia ciudad y vuelve cuando sea tu tiempo».

Fariduddín Attar, El memorial de los santos

Sobre el Amor Divino

«¡Oh mi Señor!, si te adoro por miedo del Infierno,


quémame en el,
y si te adoro por la esperanza del Paraíso,
exclúyeme de él,
pero si te adoro por Ti mismo
no me apartes de Tu belleza eterna»

«¡Oh, Dios! Sea cual fuere la parte


de este mundo que me hayas asignado,
concédesela a tus enemigos;
y sea cual fuere la parte
del otro mundo que me hayas asignado,
concédesela a Tus amigos.
Tú ya eres bastante para mí».

Rabi'a al-Adawiyya de Basora

El pozo

El sol se ocultaba y era el tiempo de la oración del ocaso. El hombre


se acercó al pozo como lo hacía habitualmente. Arrojó el balde y cuando
lo recogió lo encontró lleno de rubíes. Se sonrió y lo volvió a arrojar. La
segunda vez que lo recogió, el recipiente desbordaba de perlas. El
hombre esbozó unas palabras recordando a Dios y volvió a tirar el balde
dentro del pozo. Esta vez el balde estaba lleno de brillantes. Con una
sonrisa piadosa el hombre se dirigió al cielo y dijo. ¡Oh Mi Señor!, me
ofreces tesoros, yo sólo quiero agua para hacer mis abluciones y así
poder disfrutar de mi tesoro, que no es otro que adorarte.

Fariduddín Attar, El memorial de los Santos

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El peregrino y la oruga

Un hombre se disponía a realizar su peregrinación hacia la ciudad


santa de Meca. Transitando el camino comenzó a preocuparse por sus
padres, su esposa y sus hijos, pensando que los había dejado y si
estarían pasando alguna necesidad. La idea lo atormentaba. Mientras
cruzaba un río de bajo caudal se apoyó en un tronco que estaba en el
medio del mismo. Dentro del tronco había una oruga que se estaba
terminando de comer una hoja. El peregrino pensó en que cuando
acabase con el alimento moriría de hambre. No pudo salir de su asombro
al ver que cuando la oruga concluyó la hoja, enseguida notó que estaba
creciendo otra. Comentó este hecho con su compañero de viaje y este le
dijo: Mi hermano, estás preocupado por tu familia y deberías someterte a
Dios como lo hace la oruga. Si el Altísimo se acuerda de este diminuto ser
vivo en este recóndito lugar del mundo, ¿Por qué piensas que Él se
olvidaría de tu familia cuando tú estás por visitar su casa.

Anónimo

La intención

«Karim había ahorrado toda su vida para realizar la peregrinación a la


Casa de Dios. Antes de partir el deseo de llegar y pronunciar ¡Oh Dios
mío, Heme aquí!, era un eco en su pecho. El momento de partir había
llegado. Y Karim emprendió el viaje. Al llegar a un pueblo vecino pasó por
delante de la casa de una mujer que estaba junto a sus hijos. Su estado
denotaba que estaban pasando hambre. Prosiguió su viaje sólo unos
pasos más, dio vuelta y entregó los ahorros que poseía para realizar la
peregrinación, a fin de apagar el hambre de esa familia. A pesar de estar
convencido que había hecho lo correcto (no es un musulmán aquél que se
duerme sabiendo que su vecino tiene hambre), no pudo evitar que lo
invadiera la tristeza. El tiempo pasó y los peregrinos que habían
emprendido el viaje con él estaban de regreso. Uno de ellos se acercó a
Karim y le dijo, "te devuelvo el dinero" que me diste en Medina. Otro se
acercó y le dijo "aquí tienes los regalos para tu familia que me diste a
guardar en Meca". No encontrando explicación a lo que le ocurría fue a
visitar al Sheik del pueblo quien al verlo acercarse le dijo: Vienes por lo de
la peregrinación ¿No es verdad?, si respondió Karim. Dios, alabado sea
me ha permitido escuchar un diálogo entre dos ángeles, en donde uno le
preguntaba al otro ¿Cuántas peregrinaciones se han hecho este año?
Miles, fue la respuesta. ¿Cuál fue la más piadosa? La de Karim».

Anónimo

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Conclusión - Bibliografía recomendada
En el texto anterior, hemos presentado una síntesis acerca de esta
dimensión del Islam denominada sufismo. Un estudio pormenorizado acerca
de éste indudablemente requeriría muchas más páginas.
Para quien desee investigar acerca de esta temática es recomendable
primero interiorizarse acerca de la realidad del Islam y posteriormente
incursionar en la visión sufí, ya que querer abarcar esta experiencia mística
sin el conocimiento de la realidad que la genera, es probable que derive en
una perspectiva distorsionada. El buen estudio del sufismo posibilitará tener
una visión real y genuina acerca de esta dimensión espiritual de la doctrina
islámica. Recomendamos seguidamente una serie de trabajos acerca de esta
temática.

¿Qué es el Sufismo?
Martin Lings,
Taurus, «Biblioteca de Estudios Tradicionales», Madrid, 1981.

Sufismo Vivo
Sayyed Hussein Nasr Herder, Barcelona, 1985.

Las Sendas de Allah, Las cofradías musulmanas desde sus orígenes


hasta la actualidad
A. Popovic y G. Veinstein
Ediciones Bellaterra, Barcelona, 1997.

Vida de santones andaluces


Ibn Arabi
traducción de Miguel Asín Palacios,
Hiperión, Madrid, 1981.

Sobre el esoterismo islámico y el taoísmo


René Guenon
Obelisco, Barcelona, 1983, 1992.

Ibn Arabi o la búsqueda del azufre rojo


Claude Addas
Editora Regional de Murcia, 1996.

Los estados del Alma


Sheikh Shafi' Abd al-Khaliq al-Shabrawi
Ediciones Yerrahi Argentina, 2003.

Los caminos de la luz


Anónimo, J. J. Olañeta Editor, Barcelona, 1997.
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