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DOMINIO PÚBLICO DE MINAS Y AGUAS TERRESTRES

  

PROLEGÓMENOS

Con motivo de este Seminario de Actualización en Derecho Minero organizado por


el Instituto de Derecho de Minas, Aguas y Medio Ambiente y con el pretexto de
iniciativas legales que establecen una regalía ad-valorem para la minería metálica y
no metálica, surge un reflexión más de fondo acerca de la «Constitución y Dominio
Público.»

El tema «Constitución y Dominio Público» guarda estrecha relación con un viejo


tema de la Teoría del Estado y las doctrinas relativas al vínculo jurídico que el
Estado tiene con uno de sus elementos esenciales, el territorio o espacio. La
moderna publicística siguiendo la tradición europeo continental ha desarrollado el
concepto de dominio público, para encuadrar la naturaleza de bienes dominicales o
demaniales y el uso y disfrute por personas naturales o jurídicas de derecho
privado de tales bienes, que por definición no son susceptibles de apropiación.

De este modo el debate acerca de si el «Royalty» o regalía, anglicismo que importa


el pago efectuado al dueño de un derecho o bien, es un tributo o canon, es a mi
juicio un debate accesorio al tema de fondo que es precisamente el de la relación
dominio público y Constitución, y en ultimo término el significado del sistema de
propiedad minera.

Por otra parte, en el derecho Minero se ha sostenido tradicionalmente la distinción


entre un sistema «regalista» o «patrimonial» y un sistema de «libertad de minas»
(J. L. Ossa Bulnes y S. Lira Ovalle); estableciéndose una conexión directa entre
estos sistemas y la cláusula constitucional del inciso sexto del Nº 24 del art. 19
C.P.R. del dominio público minero. Parece un ejercicio de logomaquia jurídica
reconocer constitucionalmente un sistema regalista o patrimonial, pero afirmar un
sistema de libertad de minas en razón de la naturaleza del régimen concesional
minero. Tal logomaquia jurídica ha calado hondo también en la publicística.

También, a nuestro juicio existe un cierto extravío en el debate cuando se confunde


la patente minera con la regalía ad-valorem, para superar el encuadramiento de
ésta como tributo y hacer frente a la garantía de invariabilidad tributaria
establecida en los contratos leyes de inversión extranjera. La patente minera
corresponde al amparo de la concesión, en cambio, la regalía ad-valorem es un
canon por explotación minera.

En definitiva el dominio público minero, hídrico, entre otros, encuentra en los


regímenes concesionales los mecanismos para permitir el uso especial y el disfrute
(exploración, explotación y beneficio) de bienes dominicales o demaniales; y la
garantía constitucional de derechos de contenido patrimonial dice relación con la
protección de los derechos reales administrativos constituidos al amparo de dicho
régimen concesional.

En suma, nuestro planteamiento es que la Constitución establece de modo directo e


indirecto cláusulas de dominio público minero e hídrico para explicar el sistema de
propiedad de minas y aguas terrestres y hacer posible por vía concesional el uso
especial y disfrute de dichos bienes.
DOMINIO PÚBLICO MINERO.

1. DIFERENTES SISTEMAS DOCTRINARIOS QUE EXPLICAN EL ORIGEN DE


LA PROPIEDAD MINERA.

De todas las riquezas naturales quizás ninguna ofrezca tantas dificultades para
hallarle su dueño originario, como las riquezas mineras. El problema consiste en
determinar a quién pertenecen primitivamente las minas, entendiendo por dominio
originario aquel que pertenece desde su origen a una persona -Estado o
particulares- y no reconoce titular anterior, a diferencia del dominio derivado, el
cual reconoce la preexistencia de otro titular.1

Se han elaborado diferentes sistemas que intentan explicar el dominio originario de


las minas, a saber:

1º Sistema de la accesión.
2º Sistema de la ocupación.
3º Sistema de la res nullius.
4º Sistema regalista.
5º Sistema dominical (también llamado, «dominial» o «demanial»).
6º Sistema de libertad de minas.2

Es necesario advertir que los dos últimos sistemas enunciados corresponden a


derivaciones del llamado sistema regalista, que, no obstante, han adquirido
singulares matices en su desarrollo, que justifican un estudio especial de cada uno
de ellos.3

El estudio de los diversos sistemas que explican el origen de la propiedad minera no


sólo tiene importancia teórica, sino también práctica, ya que según el sistema que
adopte cada legislación serán mayores o menores los derechos reconocidos a los
particulares sobre las minas, y será también diferente la naturaleza de tales
derechos, como la de los derechos que se atribuya al Estado sobre la riqueza
minera, y será, en fin, distinto el grado de intervención del Estado en la explotación
y administración de dicha riqueza, como asimismo, según el sistema adoptado por
la legislación, el Estado podrá velar con mayor o menor eficacia por el cumplimiento
de la función social de la propiedad minera.

1.1. SISTEMA DE LA ACCESIÓN: Este sistema atribuye la propiedad de las minas


al dueño del terreno superficial en que éstas se encuentren. Debe su nombre al
hecho de considerar a las minas como accesorios del suelo superficial. Por tanto, el
dominio de las minas queda radicado en el titular o dueño del suelo debido al
principio jurídico de que lo accesorio sigue siempre la suerte de lo principal,4 lo cual
se expresa en el aforismo romano «qui dominus soli, dominus est coeli et
inferorum».

El sistema de la accesión lo encontramos primeramente en Roma: fue el sistema


seguido durante la República y aún bajo el Imperio. Este principio mantuvo su
influencia en la Edad Media, y en la Edad Moderna fue aceptado por la Escuela de
los Fisiócratas, «los cuales considerando la tierra como fuente de toda riqueza,
atribuíanle la suma de las ventajas y le imponían todas las cargas. Entre las
ventajas contábase la propiedad de las minas»5

Actualmente, la tendencia en la doctrina y en el Derecho Comparado es la de


rechazar el sistema de la accesión por considerar que constituye una traba para el
desarrollo de la industria minera. En la actualidad este sistema ha quedado
relegado casi exclusivamente para aquellas minas de piedras no preciosas y otras
substancias de menor importancia, como ha ocurrido en nuestro país. (Ley Nº
18.097, Orgánica Constitucional sobre Concesiones Mineras, artículo 3º, inciso
final; y Código de Minería de 1983, artículo 13).

1.2. SISTEMA DE LA OCUPACIÓN: Este sistema considera que las minas, antes


de ser descubiertas, no pertenecen al dueño superficial ni al Estado, sino que son
«res nullius», carecen de dueño originario. Atribuye entonces su dominio al primer
ocupante, a quien las descubra y trabaje. A diferencia del sistema de la accesión
éste considera a la propiedad minera como independiente de la superficie.

El sistema de la ocupación tuvo vigencia en los pueblos bárbaros, no sometidos al


Imperio romano; pero en la medida en que éste fue extendiendo sus fronteras,
llevando consigo el sistema de la accesión, fue relegando a la ocupación a un lugar
muy secundario, hasta hacerlo casi desaparecer. Sin embargo, la ocupación como
régimen organizador de la propiedad minera reaparece en Francia en el siglo XVIII,
siendo entonces defendido por los enciclopedistas y, especialmente por el
economista Turgot, quien replantea el principio en términos modernos,
fundamentándolo en la actividad humana, en el trabajo del primer ocupante.6

La principal ventaja de este sistema consiste, según sus sostenedores, en fomentar


el descubrimiento y trabajo de las minas. La doctrina, sin embargo, ha expresado
muchas y graves críticas al sistema de la ocupación, entre éstas se ha cuestionado
el fundamento mismo de él: «...el trabajo mal puede justificar la propiedad sobre
las minas cuando muchas veces su descubrimiento obedece a la casualidad...» 7 Se
indica, además, que, de aplicarse este sistema como se lo ha concebido, sería una
constante fuente de conflictos pues no permite establecer la extensión del derecho
del descubridor, impidiendo, por el mismo motivo, la estabilidad de la propiedad
minera. Si a lo anterior agregamos la circunstancia de prescindir del poder público
en la constitución del dominio en este sistema, comprenderemos que la
consecuencia lógica será el alejamiento de personas y capitales indispensables para
el desarrollo de la actividad minera.

Actualmente la ocupación no tiene aplicación en las legislaciones contemporáneas


como sistema organizador de la propiedad minera, pues la mayoría de ellas asigna
al Estado un rol más importante en la constitución del dominio minero y en la tutela
de la actividad minera, cuando no le entregan directamente la propiedad sobre la
riqueza minera. Por su parte, la doctrina se ha pronunciado categóricamente en
contra de este sistema, considerándolo incompatible con principios fundamentales
de interés público que rigen especialmente respecto de la propiedad minera.8

1.3. SISTEMA DE RES NULLIUS: Este sistema considera las substancias mineras


como res nullius, cuya propiedad no pertenece a nadie, ni siquiera al Estado, y las
cuales, por obra del descubrimiento, se transforman en bienes adquiribles por
medio de una concesión que el Estado, como representante de los intereses
generales, otorga a su elección a la persona que ofrezca mayores garantías y, en
consecuencia, haga suponer un beneficio efectivo para la comunidad. El sistema de
res nullius, aunque parte del mismo principio que el de la ocupación, se diferencia
de éste en la participación que da al Estado en el otorgamiento de la concesión, a
una persona que no va a ser necesariamente el descubridor, y en la vigilancia de
las minas.

Uno de los sostenedores del sistema de res nullius, E. Dalloz, citado por Luis
González B., lo ha fundamentado en su conformidad con la naturaleza de las cosas
al estimar que las minas no pertenecen a nadie.9
El sistema de res nullius ha sufrido también numerosas críticas de parte de la
doctrina. Algunos autores, como González Berti., impugnan el fundamento del
sistema: «...no se ve que en realidad sea muy conforme con la naturaleza de las
cosas. lo natural, lo lógico según las modernas corrientes del Derecho es que todo
aquello que se encuentre dentro del territorio de una Nación y no tenga un dueño
determinado, pertenezca al Estado (...) como representante de la
comunidad...».10 Por otra parte, la circunstancia de que en este sistema el
descubridor no tenga una preferencia exclusiva para obtener el dominio de la mina,
es un factor que desalienta el interés por los descubrimientos mineros. Además, en
este sistema se niega absolutamente al Estado la posibilidad de que explote por sí
mismo alguna substancia minera, sin que realice previamente la expropiación de los
terrenos en que se encuentre la mina.

Actualmente, el sistema de res nullius goza de muy poca acogida en la doctrina y


en las legislaciones modernas que, en su evolución histórica lo han ido dejando de
lado para adoptar otros sistemas más acordes con el progreso, más justificables y
concretos en su aplicación.11

1.4. SISTEMA REGALISTA: Este sistema, que en lo fundamental atribuye el


dominio de la riqueza minera al Estado, y que tanta influencia ha tenido en las
legislaciones mineras, no ha sido concebido de una misma manera por los
tratadistas. En efecto, la doctrina discute aspectos tan importantes como su
naturaleza misma y, en consecuencia, el alcance que este sistema otorga al
dominio del Estado, e incluso su origen. Por su parte, las legislaciones que lo han
adoptado lo han hecho con tales modalidades que es difícil hablar de él como de un
sistema único. Sin embargo, para algunos autores el regalismo constituye un
sistema único que admite diferencias de grado en su aplicación, como señala
Ezequiel Monsalve C.: «Desde ahora rechazamos toda denominación distinta a la de
regalía, para el sistema que nos ocupa. Por tanto, no acogemos la denominación
«sistema dominial» por ser la palabra «dominial» extraña al léxico español y ser
una creación innecesaria ya que bien expresado está el sistema bajo la
denominación única, como único es el sistema, de regalista».12 En cambio, la
mayoría de los autores contemporáneos dividen este sistema en dos aspectos
fundamentales, diferenciados en cuanto a la naturaleza e intensidad del dominio del
Estado: Regalista propiamente tal, y Dominical, estudiándolos como sistemas
autónomos. En este sentido se expresa E. Catalano: «El sistema dominial, que en
nuestro entender es el que más se ajusta a la naturaleza de la propiedad minera,
no debe confundirse con el sistema regalista: aquel se vincula a la propiedad; por
ello es un concepto más bien jurisdiccional».13

Es necesario advertir que, además, existe un problema de terminología que, de no


aclararse, pueda traer confusión en el estudio de estos sistemas, ya que, como
señalamos, la doctrina en Derecho Comparado distingue dos aspectos básicos en el
regalismo: regalismo propiamente dicho y sistema dominical; pero en nuestro país
los autores de Derecho Minero no hacen la diferencia en esos términos, sino que al
referirse al sistema regalista le asignan la características que en Derecho
Comparado la doctrina atribuye actualmente al sistema dominical, y para referirse a
lo que los autores extranjeros denominan sistema regalista propiamente tal, en
Chile se habla del sistema de libertad de minas, el cual en lo esencial, es muy
similar al primero.

En consecuencia, para dar un concepto del sistema regalista nos apartaremos de


las definiciones que tradicionalmente han dado de él los autores nacionales de
Derecho de Minería,14 quienes, como ya lo señaláramos, lo configuran con las
características que la doctrina en Derecho Comparado asigna hoy al sistema
dominical o de dominio absoluto del Estado.
Francisco E. Padilla, define este sistema como «...aquel en que el dominio de las
minas se atribuye al Estado como dueño originario, afirmación que surge en virtud
de considerar al mismo Estado con carácter de tutor de la riqueza pública, y
señalando además que dada la naturaleza sui generis del dominio, está impedido
de explotarlas, debiendo concederlas a los particulares que las soliciten, bajo las
condiciones y llenando los requisitos que la ley establezca».15

El dominio que este sistema otorga al Estado es de tal naturaleza que no sólo no
confiere a su titular los atributos propios del dominio patrimonial, sino que además
algunos autores llegan a considerar que en el regalismo el Estado no tiene el
dominio originario de las minas, y estiman a éstas como res nullius, llegando el
Estado a tener facultades sobre la riqueza minera sólo en virtud de un dominio
derivado del concepto de soberanía. En este sentido E. Catalano señala: «El
sistema regalista, como los de ocupación y de res nullius, parte también del
principio que originariamente las minas no pertenecen a nadie, ni siquiera al
Estado. Pero el Estado tiene, como poder soberano y sobre todas las cosas
ubicadas dentro de su territorio, inclusive las minas, una especie de dominio que se
ha dado en llamar eminente o radical y que por sus relaciones con la soberanía
debe distinguirse cuidadosamente de su dominio patrimonial».16

Históricamente, algunos autores17 sitúan el origen del sistema regalista en tiempos


remotos, a fines del Imperio romano a través del Derecho Minero provincial, pero la
generalidad de la doctrina indica que es realmente en la Edad Media donde llega a
configurarse definitivamente: «La historia del derecho de minas germánico, no es
sino el desarrollo de la doctrina regalista arrancada de la época feudal y que ha de
tener, posteriormente, poderosa influencia en la legislación minera hispánica y
colonial, afirmándose progresivamente en el Fuero Viejo de Castilla (siglo XI), Las
Partidas (1.265), el Ordenamiento de Alcalá (1.348), Las Ordenanzas de Castilla
(1.487), y del Nuevo Cuaderno (1.584), consagrándose definitivamente en la
Recopilación de Indias (1.680) y en las Ordenanzas del Perú (1.683) y de Nueva
España o Méjico (1.783)...».18

La doctrina ha asignado diversos fundamentos al sistema regalista para justificar su


existencia y su vigencia en las legislaciones. Desde luego, se cita un fundamento
histórico indiscutible para los países hispanoamericanos en la legislación española y
colonial, especialmente en las Ordenanzas de Minería de Nueva España que rigieron
en un comienzo sólo para México, pero que, con posterioridad, extendieron su
aplicación a las demás colonias, rigiendo en ellas durante largo tiempo e influyendo
poderosamente en las legislaciones mineras de las nuevas repúblicas, una vez
emancipadas de la Corona española.19

Tradicionalmente se ha dado a este sistema un fundamento doctrinario, propuesto


por M. Lehandi de Beaulieu, según el cual el «medio que da a una mina
inexplorable su valor, procede del trabajo lento y sucesivo de la Nación entera
durante numerosas generaciones. De ahí se deduce que el valor de las minas
pertenece al que lo ha creado, o sea al Estado»20 Este fundamento ha sido objeto
de numerosas críticas, y los autores le niegan todo valor o sólo le conceden un
valor relativo ya que, indican, las minas tienen un valor intrínseco independiente
del medio que las rodea.

A pesar de ser éste uno de los sistemas de mayor vigencia en la actualidad, ha


recibido en los últimos tiempos serias críticas, las cuales provienen
fundamentalmente de la doctrina que admite la existencia y necesidad del sistema
dominial, el cual lo ha ido desplazando en virtud de razones tanto políticas como
económicas. De este modo, se critica en primer lugar la imposibilidad del Estado
para negarse a otorgar la concesión a quienes la soliciten, aun cuando estos
beneficiarios no representen la mejor garantía de una buena explotación, pues
basta que el solicitante cumpla con los requisitos legales para que el Estado esté
obligado a otorgar la concesión, de forma que el papel del Estado llega en realidad
a anularse ante la norma legal que tiene que cumplir. Por otra parte, Luis González
B., critica la inflexibilidad del sistema que en ocasiones se halla imposibilitado para
resolver situaciones de emergencia, y agrega: «Las necesidades modernas
requieren legislaciones amplias que puedan responder a una necesidad que surja
en un momento determinado; hay productos por ejemplo que de acuerdo con
razones de índole especial, el Estado no debe otorgar al primer solicitante, hay
sustancias que representan algo vital para la colectividad y su control debe estar en
manos del Estado. De ahí que el sistema dominial haya surgido como un remedio
eficaz frente a esta rigidez inoperante del regalismo».21

En suma, el sistema regalista, que fue aceptado con agrado por las legislaciones y
la doctrina que lo acogieron como una reacción contra otros sistemas que sólo
permitían una intervención muy secundaria al Estado en la tutela y administración
de la riqueza minera, ha ido siendo paulatinamente relegado de las legislaciones
modernas y especialmente de algunas legislaciones hispanoamericanas, entre las
cuales se cuenta la nuestra, en beneficio del sistema dominical o de dominio
absoluto del Estado, como una manera de proteger determinadas substancias que
representan un valor estratégico o económico importante para la Nación en un
momento determinado.

1.5. SISTEMA DOMINICAL O DE DOMINIO ABSOLUTO DEL ESTADO: Este


sistema atribuye al Estado el dominio patrimonial, absoluto, exclusivo e inalienable
de la riqueza minera. Se configura de este modo un dominio pleno para el Estado
que le permite reservar para sí la explotación de determinadas sustancias, o
explotar esta riqueza por medio de terceros a través de concesiones y, en suma,
celebrar cualquier acto o contrato respecto de la riqueza minera; o como lo define
Luis González B: «...el sistema en virtud del cual el Estado se comporta frente a la
riqueza minera como frente a un bien particular, como verdadero dueño: por lo
tanto, puede explotar por sí mismo esta riqueza o por medio de terceros, puede
reservar la explotación y otorgarla facultativamente, sin que en ningún momento se
desprenda de la propiedad de las minas, concediendo sólo la explotación de las
mismas...».22

Resulta difícil determinar el momento preciso en que este sistema va adquiriendo


una configuración propia, diferente de la del sistema regalista. Sin embargo, en
realidad se desenvuelve plenamente después de la primera guerra mundial, período
en el cual se comprobó que ciertas sustancias minerales debían estar en manos del
Estado para los altos fines de la defensa nacional, y no sometidos, en virtud de la
legislación, al arbitrio de los particulares. 23

La doctrina ofrece diversos fundamentos para este sistema, pero todos ellos
apuntan a una idea de interés público que orienta a la actividad minera en nuestro
tiempo. «Para nosotros el fundamento de este sistema es la alta misión que
compete al Estado en la consecución del bien común, a través del aprovechamiento
de determinadas sustancias que no pueden estar sometidas al arbitrio de los
particulares, por el papel importantísimo que pueden jugar en un momento
determinado, no sólo en el campo de la defensa de la nacionalidad, sino en cuanto
a la economía misma».24

Las críticas que ha recibido el sistema dominial, que son muchas y variadas,
pueden resumirse en tres fundamentales: 1º. Priva de estímulo a la investigación
de nuevas minas, cuando es deber del Estado alentarla. Esta crítica ha sido
rechazada por los defensores del sistema porque, en él, el Estado hace concesiones
a los particulares, aunque naturalmente ejerciendo un control sobre éstas para
evitar que el interés particular se oponga al de la colectividad; 2º. Establece un
monopolio en favor del Estado, marginando a los particulares de esta actividad.
Esta crítica tiene un valor relativo para los partidarios del sistema, pues todo va a
depender en definitiva de la aplicación que se haga de él: cuando se aplica a
determinadas sustancias y fines legítimos para la comunidad, el sistema no ofrece
los inconvenientes que se le señalan; 3º Finalmente, se critica este sistema
diciendo que la experiencia enseña que el Estado no debe ser empresario, ya que
siempre ha sido funesta la explotación de las minas por él.

En la actualidad, el sistema dominical ha sido aceptado, en mayor o menor grado,


por algunas legislaciones especialmente hispanoamericanas, como una manera
eficaz de proteger su riqueza minera -es el caso de Venezuela en materia de
hidrocarburos-, tal es así que en algunos Estados, entre ellos el nuestro, el sistema
dominical ha sido consagrado al más alto nivel legislativo, a través de normas de
rango constitucional. (Constitución Política de 1980, artículo 19, Nº 24, inciso 6º).
«La mayoría de las críticas que se le hacen, actúan en un terreno preferentemente
teórico, pues en la práctica las legislaciones más adelantadas y más celosas de sus
derechos, lo acogen como una cosa necesaria aún cuando no sin ciertas reservas,
dictando normas cónsonas con la misión específica del Estado».25

1.6. SISTEMA DE LIBERTAD DE MINAS: Este sistema, llamado también español


o ecléctico, es considerado por ciertos autores 26 como una modalidad del sistema
regalista, en el cual el Estado tiene un dominio sui generis, llamado por la doctrina
dominio eminente, el cual sólo lo faculta para conceder las minas a los particulares
que cumplan con los requisitos legales, para que dispongan de ellas como dueños
(Uribe Herrera, Armando: Ob. cit., pp. 34-36). El dominio que se atribuye al Estado
en este sistema no es un dominio de carácter patrimonial, sino sólo una expresión
de su soberanía. «La propiedad o dominio eminente del Estado sobre las minas y
demás bienes existentes en su territorio no es otra cosa que una forma antigua de
denominar a algo que está dentro de lo que hoy designamos en los conceptos de
soberanía e imperio».27

Por otra parte, el dominio que el Estado concede a los particulares no es tampoco
un dominio absoluto, sino condicional. El sistema de libertad de minas es, en
realidad, un sistema ecléctico, que pretende tomar las ventajas de los demás
sistemas y evitar los inconvenientes que se atribuyen al sistema de dominio
absoluto del Estado. En efecto, se asemeja al sistema de la ocupación en la
circunstancia de que en ambos se conceden las minas, por el Estado, al
descubridor; y tiene semejanza con el sistema de res nullius por la circunstancia de
que antes de descubierta la mina, se considera que ésta no pertenece a nadie.28

Además, como es fácil apreciar, el concepto que los autores nacionales ofrecen para
el sistema de libertad de minas es, en esencia, muy similar al que la doctrina en
Derecho Comparado da actualmente para el sistema regalista.29 Nosotros, sin
embargo, le damos un tratamiento especial por la significación que ha tenido en
nuestro país, ya que tradicionalmente la mayoría de la doctrina y jurisprudencia
nacional ha considerado que éste ha sido el sistema establecido por nuestra
legislación, y porque en su aplicación concreta en nuestro país, ha adquirido
características y matices propios.

En la doctrina no hay acuerdo para situar el origen histórico de este sistema. Para
la mayoría de los autores,30 su origen se encuentra en la legislación dictada por la
Corona española, la cual pasó posteriormente a Hispanoamérica mediante la
legislación dada por la Metrópoli para sus colonias, especialmente a través de las
Ordenanzas de Nueva España, y finalmente, habría encontrado su reafirmación en
la legislación nacional, particularmente en el Decreto de 1833 -que expresamente
declaró la vigencia de las mencionadas Ordenanzas para nuestro país-, en el
artículo 591 del Código Civil y en las disposiciones de los sucesivos Códigos de
Minería nacionales. Sin embargo, para otros autores el origen del sistema es
alemán.31

Las críticas que se han formulado a este sistema se dirigen fundamentalmente a la


circunstancia de que el Estado no interviene en la explotación de las minas, ni
participa de un modo directo en los beneficios de la industria minera. Así se critica
concretamente el hecho de que las minas podrían quedar en manos de personas
carentes de espíritu empresarial, o bien que este interés particular llegue en un
momento determinado a oponerse al interés público sin que el Estado pueda hacer
nada dentro de este sistema; y se critica en segundo lugar la absoluta
prescindencia del Estado en la planificación del desarrollo de la industria minera.
Los sostenedores del sistema han señalado que la primera crítica pierde validez en
la medida en que se establezca un adecuado sistema de amparo, y que la segunda
también desaparecería con una buena política económica general que desarrolle el
Estado y con un buen sistema de fomento minero.

Este es el sistema que tradicionalmente la mayoría de la doctrina y de la


jurisprudencia nacional entendió era el establecido en nuestro Derecho
positivo.32 La polémica se prolongó por largo tiempo hasta la fecha de la Reforma
de la Ley Nº 17.450, de 16 de julio de 1971, que modificó el Nº 10 del artículo 10
de la Constitución Política de 1925, donde se consagró claramente el dominio
absoluto del Estado sobre todas las minas, precepto que se ha mantenido en la
Constitución actual. En consecuencia, el sistema de libertad de minas ha sido
relegado de nuestra legislación, siguiéndose así la tendencia ya generalizada en
todos los países de proteger su riqueza minera a través del establecimiento del
sistema dominical o de dominio absoluto del Estado como sistema organizador de la
propiedad minera.

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