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El Convento y la Villa de Uclés y el Arquitecto Andrés de Vandelvira (1530) Pedro Andrés Porras arboledas

El Convento y la Villa de Uclés

Pedro Andrés Porras arboledas


y el Arquitecto Andrés de Vandelvira (1530)
EL CONVENTO Y LA VILLA DE UCLÉS
Y EL ARQUITECTO ANDRÉS DE VANDELVIRA (1530)
EL CONVENTO Y LA VILLA DE UCLÉS
Y EL ARQUITECTO ANDRÉS DE VANDELVIRA (1530)
Serie: HISTORIA Nº 52
Bajo la dirección de Raquel Saiz

Edita:
Diputación Provincial de Cuenca
C/ Sargal s/n 16002 Cuenca
Diputado de Cultura: Francisco Javier Doménech
Imprime: Imprenta de la Diputación Provincial de Cuenca

Maquetación y diseño:
Sección de Publicaciones e Imprenta/Raquel Saiz
Diseño de cubierta: Raquel Saiz
Fotografía de cubierta: Pedro Porras

Todos los derechos reservados


del texto: © Pedro Porras
de las imágenes: © Ana Gálvez © Pedro Porras © Ayuntamiento de Uclés
de la edición: © Diputación Provincial de Cuenca
Departamento de Cultura. Sección de Publicaciones
Bajo la dirección de Raquel Saiz

D.L. CU 211-2017
ISBN: 978-84-16161-89-8

Trabajo realizado con cargo al proyecto de investigación «Control


y responsabilidad de los jueces: una larga experiencia» (DER2013-44216-P).
EL CONVENTO Y LA VILLA DE UCLÉS
Y EL ARQUITECTO ANDRÉS DE VANDELVIRA (1530)

Pedro Andrés Porras Arboledas


Catedrático de Historia del Derecho. Universidad Complutense de Madrid
Debo agradecer la generosidad de doña Ana María Gálvez
Bermejo, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Uclés,
por haberme facilitado tanto las fotografías como los planos
que enriquecen esta investigación, así como por sus exitosas
gestiones a fin de editar este trabajo.
EL CONVENTO Y LA VILLA DE UCLÉS
Y EL ARQUITECTO ANDRÉS DE VANDELVIRA
(1530)

Pedro Andrés Porras Arboledas


… pues este convento, junto con la fortaleza y villa, es puerta
y escudo deste Reyno de Toledo y el Reyno de Valencia …
(El concejo de Uclés, circa 1521)1.

… como está notorio, la dicha villa [Uclés] es de calidad …


es pueblo populoso e de mucha vezindad e muy pasajero e que el
concejo de la dicha villa es pobre …
(Declaraciones de Diego de Pareja, alcalde ordinario, y Garci Mexía, en 1560)2.

Y que estonces Andrés de Vandelvira, maestro de cantería,


le dixo al dicho pesquysidor con mucha cortesya «no se maraville
v.m. qu’el portero qu’el señor prior tiene mandado que, aunque sea el
enperador, nynguno entre syn su mandado o syn se lo fazer saber».
E que entonces el dicho pesquysidor dixo «vos, padre, ¿por qué no
le days dozientos boxicones porque a dicho estas palabras?», y que
estonces el dicho pesquysidor asyó del dicho Andrés de Vandelvira e
lo sacó fuera del convento, maltratándole de palabra y lo llevó fasta
las casas de la villa e lo enbió a la cárcel…
(Declaración del freile Diego Fernández sobre lo sucedido el 24 de marzo de
1530, prestada el mismo día).
PRESENTACIÓN

Agradezco a Pedro Andrés Porras Arboledas que se haya dirigido a


la Diputación Provincial de Cuenca para llevar a cabo la publicación
de su obra ‘El Convento y la Villa de Uclés y el Arquitecto Andrés
de Vandelvira (1530)’, un personaje clave en la Arquitectura del siglo
XVI, en la época del Renacimiento Conquense, la que, sin duda, fue
la de mayor esplendor artístico y arquitectónico de nuestra provincia
y que el pasar de los siglos ha mantenido y conservado en gran parte.
Mucho de este impulso se debe al arquitecto Vandelvira, al que, lamen-
tablemente, no se le ha prestado demasiada atención, ni se ha hablado
mucho. Con una notable presencia en Andalucía, en las ciudades de
Úbeda y Baeza, conocemos que en 1530 había empezado su actividad
de cantero en Uclés donde coincide con el gran arquitecto Esteban Ja-
mete y terminaría siendo entre 1560 y 1567, maestro mayor de obras
de la Catedral de Cuenca.
Coincide su paso por Uclés con la época de la puesta de la pri-
mera piedra del Monasterio, y desde aquí vemos en el maestro una
evolución hacia el Clasicismo más estricto, conforme a las teorías ita-

11
lianas, consiguiendo una obra más romana, en contraposición a lo
moderno, al gótico, terminando sus días en el Palacio de Carlos V, en
Granada.
Gran suerte tuvo la provincia de Cuenca, en el siglo de su res-
plandor arquitectónico, de contar con este gran maestro, no demasia-
do conocido, pero que ha dejado su huella y la de sus descendientes en
nuestro gran patrimonio arquitectónico. Este libro servirá para vincu-
lar más su figura a nuestra provincia, con el emblemático edificio del
Monasterio de Uclés, el Escorial de la Mancha, de esa Mancha Santia-
guista, tan desconocida, como referente y que este potencial se sume a
lugares como la Catedral de Jaén lugar con el que se le identifica más.
Estoy convencido de que sin la mano y obra de Andrés de Van-
delvira, el exquisito gusto de la fachada del Monasterio que mira al
Este sobre el pueblo de Uclés o la monumental Sacristía, no hubieran
surgido así, y hoy no contaríamos con este gran legado que ahora nos
toca difundir.
Este hombre del Renacimiento, le transmitió a su hijo, Alon-
so, su ciencia y de ahí la obra de Alonso de Vandelvira, ‘Tratado de
Arquitectura’, donde afortunadamente podemos conocer más de él,
un arquitecto que le dio gran importancia al arte de la cantería y que
contribuyó de una forma decisiva al cambio de estilo arquitectónico, y
estuvo vinculado a la Orden de Santiago que en aquel siglo XVI, con
su casa madre en el Monasterio de Uclés, se extendía por otras regio-
nes de España, no en vano la última obra del Maestro fue en el año de
su muerte, en 1575, el Hospital de Santiago de Úbeda, una de sus más
extraordinarias obras.
Deseo que con este libro de D. Pedro Andrés Porras Arboledas,
conozcamos mejor el legado de Andrés de Vandelvira y disfrutemos
más de sus obras arquitectónicas, especialmente de su huella en la pro-
vincia de Cuenca.

Benjamín Prieto Valencia,


Presidente de la Excma. Diputación de Cuenca.

12
INTRODUCIÓN

Este trabajo tiene dos protagonistas, el conjunto urbano de Uclés —con-


vento, fortaleza y villa— con sus autoridades y vecinos, y el maestro de
cantería Andrés de Vandelvira,3 cuyos destinos se cruzaron tan solo
durante un mes (entre mediados de marzo y mediados de abril de
1530),4 mes que resultó de una violencia tan recia e inesperada que,
una estancia que se prometía larga y fructífera profesionalmente para
el cantero, se volvió una pesadilla, circunstancia que Vandelvira, con
razón, no quiso volver a vivir. Gracias a los hechos sucedidos el jue-
ves 24 de marzo, el alcaraceño apenas pudo dejar su impronta en el
convento de Uclés, que por entonces se reconstruía, y tuvo que bus-
car nuevas tierras donde ejercitar su genio, por fortuna para ciudades
como Úbeda, Jaén y tantas otras del Reino gienense y de sus alrede-
dores.

Vandelvira, recién llegado a Uclés en los días centrales del mes de


marzo —a la sazón contaba con 25 años5—, poco podía imaginarse
el ambiente en el que habría de desempeñar su trabajo; seguramente,

15
se las prometía felices, amparado como estaba por su futuro suegro, el
maestro mayor de las obras del convento, Francisco de Luna, y por el
propio prior del mismo, don Pedro García de Almaguer. Sin embargo,
la sociedad sobre la que iba a desenvolverse distaba mucho de ser un
remanso de paz; más bien, puede decirse que la situación no podía ser
más explosiva.6
En las páginas que siguen voy a intentar exponer cómo y por
qué se había llegado a esa situación en los inicios de la primavera de
1530, así como la penosa experiencia por la que atravesó Vandelvira.
Uclés desde antiguo era la cabeza espiritual y política de la
Orden de Santiago —conocida, también, desde el siglo XII como la
Orden de Uclés—, lo que la hacía objeto del deseo de aquellos que
pretendían alcanzar algún medro dentro de su organización. La villa,
sin dejar de ser un pueblo reducido, como lo es en la actualidad, por
aquellos años era un lugar bien conocido, ya que al menos la mitad de
los caballeros profesos de la Orden debían estar en su convento un año
en aprobación, es decir, preparándose para ser recibidos en su seno,
una vez aprendidas la regla, normas y asperezas de su estado. Allí iban,
así mismo, los freiles y caballeros a los que se les condenaba a reclusión
por sus delitos y desobediencias al maestre.
La villa de Uclés tenía a su alrededor un total de diez aldeas
dependientes, entre las que destacaban las de Tarancón y Fuente de
Pedro Naharro,7 que se acabarían independizando como nuevas villas
en septiembre de 1537, fecha que marca el inicio de la decadencia de la
antigua metrópoli.
Esta contaba con una cerca propia y una fortaleza, junto a la
cual y separada de la población, se encontraba el antiguo convento
medieval de la Orden.8 A la altura de 1615 el convento sería descrito
de este modo:

… el dicho conbento tiene su asiento y casa en lo alto de la


villa de Uclés, con una cerca de calicanto alrededor, la qual cerca yn-
cluye dentro a la yglesia, monesterio, fortaleça con sus torres, huertas,
molino, palomares, torres antiguas, cárcel, hornos, platería, herrerías,
carnicerías, halhorís de pan, Audiencia, talleres para labrar madera y

16
una plaça delante de la primera puerta del dicho conbento y otros mu-
chos edificios antiguos, y el río de Uclés pasa y corre, entra y sale por
medio de las dichas huertas y por sus estanques de pesca, qu’el dicho
conbento tiene.9

Es evidente que tanto en la época medieval como en la pos-


terior el convento y sus dependencias formaban una pequeña ciudad
completa, que vivía, hasta cierto punto, al margen de los vecinos de la
villa.
La muralla de la villa estaba dividida en tramos, cada uno de
los cuales debía de ser reparado por distintas entidades: el comendador
de Uclés, su subcomendador, el comendador de la cámara de los privi-
legios, el prior del convento, las mencionadas aldeas de su Común, el
concejo de la villa, las aljamas musulmana y hebrea y el maestre. Dicha
muralla constaba de un muro de piedra con tres torres y dos garitas y,
en la parte que miraba al convento, con un baluarte y otra torre.

La fortaleza medieval, por su parte, era de buen muro, con seis
torres, la mayor de las cuales, la del Homenaje, contaba con alojamien-
to para el alcaide. Además, sobresalía un ancho muro de tres cubos
—llamado el mayor cubo de la Plata—, que terminaba en una torre
albarrana, unida por un puente.
El convento medieval tenía una iglesia con su capilla mayor y
otras cuatro menores, el coro, las celdas de habitación, incluida una
cámara para prisión, una cocina-despensa y la hospedería.10
A la altura de 1525 la villa contaba con 230 vecinos, de los que
sólo eran caballeros de cuantía 5, en tanto que Tarancón tenía 300 ve-
cinos, sólo uno de ellos cuantioso.11 En la villa habían convivido las
tres comunidades confesionales; desconocemos el número de judíos,12
pero sabemos que en 1502 había 71 vecinos musulmanes, incluidos
dentro de un total de 180 familias que vivían en la villa por esos años.
Quiere decirse que se trataba de minorías dignas de tener en conside-
ración, en cantidad y calidad. Tras las conversiones forzosas de 1492 y
1505 resulta complicado rastrear su indudable presencia como cristia-
nos nuevos.

17
La alta concentración de poder que se producía en Uclés, mer-
ced a la existencia de un comendador, su subcomendador y un co-
mendador-archivero, así como del prior del convento, prior que ha-
bía sido en tiempos anteriores el alter ego del maestre —todos cargos
vitalicios—, determinó que los Reyes Católicos, una vez asumida la
administración de la Orden por concesión apostólica, decidieran su-
primir la encomienda y subencomienda de Uclés, anejando sus bienes
a la Mesa Maestral, y reducir los mandatos del prior a un trienio, eso
sí, prorrogable.13 Otro poder no desdeñable era el del alcaide de la for-
taleza, Diego de Orozco, nombrado en la época de autos por el rey.
Orozco no se privaría de tomar parte en las luchas de bandos desen-
cadenadas en la villa antes, durante y después de las Comunidades de
Castilla.14

18
1. EL EPISODIO DE LAS COMUNIDADES

Así pues, la sociedad uclense y las personas e instituciones que ejercían


algún poder en la villa se habían simplificado, pero las subsistentes,
aunque algunas fueran temporales, no se vieron debilitadas por ello.
El comendador de Pozorrubio, como se conocía también al custodio
del archivo de la Orden, Diego López de Torremocha, que por aquellos
azarosos años había sido embajador de la misma ante la Corte romana,
durante los tiempos álgidos de la Comunidad jugó un papel de pri-
mer orden, favoreciéndola. Sin embargo, las graves acusaciones que se
presentaron luego contra él no le supondrían condena, pues acabó có-
modamente sus días, años más tarde, en el mismo oficio de archivero
santiaguista, cargo en el que sería sustituido por el Lcdo. Antonio de
Luján, uno de los señores del Consejo de las Órdenes.15
Las acusaciones que se presentaron contra Torremocha, así
como el hecho de que hubiera llegado recientemente de Roma, hacen
sospechar de la implicación del papa León X en sus actividades; se
conservan las probanzas que se realizaron por el fiscal de la Orden, Jai-
me Boti, comendador de Santa Cruz de la Zarza, por las que sabemos

19
que el lunes, primero de septiembre de 1520 se levantó el pueblo de
Uclés, eligiendo por sus capitanes a García Gutiérrez16 y Alejo Pérez,
que tuvieron que sufrir las presiones de los comuneros de Ocaña, que
pretendían que aceptasen como capitán a Juan Osorio y como gober-
nador del partido a Francisco Osorio. La interceptación de una carta
del bachiller Cristóbal de Viana­—joven­de 28 años en ese momento,
del que vamos a tener ocasión de hablar con amplitud17—, dirigida a
Diego de Mescua, de Ocaña, en que acusaba a sus vecinos sublevados
de ser judíos y conversos todos, provocó un mes más tarde nuevos al-
borotos en la villa, que se levantó en armas y atacó los domicilios y las
personas del bachiller y de su padre, Arias de Viana. El fiscal Boti, tras
realizar una amplia información por los pueblos del partido, además
de Toledo y Salamanca, acusó a Torremocha de haber traído encargo
del Papa para que el convento de Uclés le reclamase la revocación del
nombramiento del Emperador como administrador de la Orden, a fin
de que fuera elegido maestre, en su lugar, Juan de Padilla.18
Evidentemente, para conseguir tal fin era preciso tomar el con-
vento y la fortaleza por las armas, labor en la que los comuneros uclen-
ses, instados por Padilla y su esforzada mujer, perseveraron en dos
ocasiones, sin poder rendirlos, aunque causando tales daños en ambos
conjuntos, que tras el fin de la contienda la Orden hubo de considerar
su reedificación.19 Los freiles del convento, a la altura de 1524, se plan-
tearon que debía construirse el nuevo edificio en su cercana heredad
de la Fuente Redonda, no lejos de Uclés —poniendo como achaques
para la mudanza la incomodidad y la insalubridad del viejo conven-
to—; el Consejo comisionó a los visitadores del año siguiente para que
informasen lo que se podía hacer; estimaron los comisionados que, a
pesar de ciertas ventajas, el problema de insalubridad se reproducía en
esa heredad, proponiendo que, en todo caso, se estableciese en Ocaña,
junto a la ermita de San Sebastián, si bien, finalmente, aconsejaron la
reconstrucción en el lugar original.20
En ello la villa de Uclés se jugó su ser o dejar de ser definiti-
vamente, pues no estaba claro que el flamante convento de Santiago
hubiera de levantarse sobre las ruinas del antiguo, ya que había una
opinión importante en el Consejo de Órdenes para que se mudase a

20
una ciudad donde la Corte residiese de forma más o menos permanen-
te, imitando la posición del convento de San Marcos de León, también
reconstruido por estas mismas fechas —en realidad, ambos conven-
tos son una representación del poderío del Emperador Carlos21—Por
fortuna para Uclés se decidió reedificar el convento in situ, con lo que
se borraron los restos de los edificios medievales, salvo tal vez las bo-
degas, y se realizó un imponente contrafuerte hacia el lado de la villa,
que algunos a primera vista confunden con fortificaciones de siglos
anteriores.
Sin ánimo de entrar en el relato detallado de los hechos acae-
cidos en Uclés durante la sublevación comunera, sólo diré que, por los
motivos ya apuntados, las iras del pueblo se dirigieron hacia personas
concretas, a las que se acusaba de realistas, tal y como ocurriría en
muchas localidades sublevadas; en este caso, fueron los Viana los que
concitaron el odio popular. Ambos se quejaron al Consejo, que el 25
de noviembre dio comisión al Dr. Alonso Carrillo, alcalde mayor del
partido de la Mancha y Ribera de Tajo, para que fuese a la villa, hiciese
devolver sus bienes a los peticionarios y se informase de los hechos
acaecidos:

El bachiller Cristóbal de Viana, vecino de Uclés, había expues-


to que, por rasón que él escrivió una carta a Diego de Mescua, vesino
de la villa de Ocaña, fasiéndole saber algunas cosas que algunos vesi-
nos de la dicha villa diz que fasían en mi desservicio, diz que un García
Gutierres, capitán que se desía de la Comunidad de la dicha villa, con
sus parientes e otros muchos, diz que fueron a matar al dicho bachiller
a su casa, e que quando no ovo hefeto su voluntad diz que le rovaron
e saquearon todos sus bienes, e que, no contentos con esto, fueron a
casa de Arias de Viana, su padre, e que le prendieron e firieron de tal
manera que diz que lo dexaron por muerto, e le saquearon sus bienes.
E que por sentencia e parescer del prior del convento de la
dicha villa e de los alcaldes e alcaide della, dada en ausencia del di-
cho bachiller, fue mandado que no entrasen en la dicha villa el dicho
bachiller ni los promovedores de la dicha Alteración que en ella avía
avido, syn licencia de los dichos alcaldes, e que no se podiese alçar el
destierro a uno syn que a todos se alçase.

21
E diz que, estando el dicho bachiller absente, porque el tienpo
diz que lo padescía e por me servir, diz que fue alçado el dicho des-
tierro a los desterrados, los quales diz que entraron en la dicha villa
e que el dicho bachiller ansy, porque se desía que entravan para más
me servir, como porque no devían ser de mejor condición los delin-
quentes que los justos, diz qu’él entró en la dicha villa públicamente
e que a la ora el comendador Torremocha, so color e desiendo que
venía desde Toledo e que traya pacificada la dicha villa, diz que jun-
tó quinze o beynte onbres y los alcaldes e que requirieron al dicho
bachiller de parte de la Comunidad que se fuese e saliese de la dicha
villa e tierra, sabiendo qu’él hera mi servidor e que podiera escusar
lo que se desía qu’el dicho Torremocha tenía concertado, e qu’él, por
parecer de don Fernando de Rojas, comendador del Canpo de Crita-
na, que allí estava, se salió para venir a me haser relación de todo lo
susodicho.

Solicitaba que se le devolviesen sus bienes y los de su padre y que se le


alzase el destierro.22

Así pues, vemos de nuevo a los actores del drama: de un lado,


los realistas, identificados con los Viana, sus amigos y parientes, y don
Fernando de Rojas, comendador del Campo de Criptana y goberna-
dor del partido de la Mancha, una vez que el Dr. Carrillo había sido
expulsado de la provincia por los comuneros;23 del otro, en el bando
alzado, el capitán García Gutiérrez y sus parientes y el comendador
Torremocha. Añadamos que un año más tarde los Viana volverían a
pedir justicia y que en 1522 serían los acusados del alboroto quienes
denunciarían que habían sido los Viana los que lo habían provoca-
do; eso lo hacían como estrategia de defensa durante las actuaciones
del bachiller Cañizares, teniente del gobernador Rojas, aunque ambas
partes tenían sus razones.24
Los procesados eran Pedro de León,25 García de Torres,26 Ro-
drigo de Montemayor,27 el maestre Juan cirujano, Fernando de Écija28
y otros muchos, sin embargo, los procesos que se nos han conservado,
instados por los Viana,29 sólo iban dirigidos contra los mencionados,
además de los Gutiérrez, García y Cristóbal.30 Otro sujeto que jugaría

22
un papel no menor sería —el mercader converso— Rodrigo de Castro,
que actuó en la comarca como recaudador de las rentas reales por la
Comunidad.31
En el momento álgido de la revuelta cinco miembros del con-
cejo —suponemos que los alcaldes y regidores, además del procurador
Juan de Salinas— se dirigieron a los gobernadores realistas para darles
cuenta de la situación en la villa, alabando la lealtad del alcaide Diego
de Orozco y las buenas gestiones defensivas, tanto de don Fernando de
Rojas como de Ordoño de Villacorta, y deplorando los malos oficios
del prior del convento, don Francisco Sánchez Girón, y del subprior,
Diego de Avilés, quienes estaban en tratos con Juan de Padilla para
entregar sus instalaciones a un caballero comarcano, seguramente uno
de los Osorio de Ocaña. Dado que en la Corte se recibían comunica-
dos de ambas partes, querían que quedase clara su lealtad al monarca
y la felonía de sus contrarios. Lamentablemente, las firmas del docu-
mento, original, no se leen con facilidad: sólo se aprecia con claridad
la firma de Arias de Viana, las demás son dudosas; un Ortuño de [He-
redia],32 un [Bartolomé] Mexía regidor, un bachiller Antonio [Suárez]
y un [Gaspar] Carrillo.33

23
2. LOS BANDOS DURANTE
LAS POST-COMUNIDADES

Es bien sabido que fue herencia de la Baja Edad Media la división de


las clases dirigentes de las distintas ciudades y villas del Reino entre,
al menos, dos bandos, que se disputaban la hegemonía. La situación
variaba de un lugar a otro, pero los enfrentamientos por la administra-
ción del municipio y el consiguiente aprovechamiento de sus recursos
no faltaron en ninguna parte; resulta fácil saber los nombres de los
linajes que encabezaban los bandos más importantes en cada lugar y
cómo, en no pocas ocasiones, las luchas entre realistas y comuneros,
que se dieron en el bienio 1520-1521, no hacían más que mostrar ese
enfrentamiento secular34.
Existe la tendencia a pensar que, una vez liquidadas las Co-
munidades, el país se convirtió en un remanso de concordia y que el
gobierno real pudo afirmarse férreamente, sin embargo, lo que la do-
cumentación muestra es que el bajo perfil de la represión regia contra
los vencidos comuneros dio lugar, a nivel local, a una situación bastan-
te peculiar, en la que los odios entre unos y otros se mantuvieron en
años sucesivos, años en los que los bandos siguieron operando, tal vez

25
no con tanta virulencia grupal como en el pasado, pero sí en alterca-
dos puntuales y continuados. En no pocas ocasiones la catarsis de esa
situación se produciría años después de las Comunidades con el ase-
sinato alevoso de algún personaje importante, en el que los antiguos
rivales se tomaron cumplida venganza. Tales son los casos, hablando
de los territorios santiaguistas en la provincia de Castilla, del capitán
Sebastián de Mescua en Ocaña, Juan de Montealegre en Caravaca o
Alonso de Comontes en Uclés.
Es a este período posterior a la rebelión comunera al que deno-
mino las post-Comunidades. El caso uclense es un buen ejemplo de esto.
Para ello es preciso dejar bien asentado el «quién es quién» en
los bandos de la villa de Uclés. Veamos lo que nos dice la documentación.
Cuatro años antes de que estallasen las Comunidades (1516)
el que sería capitán de la rebelión uclense, García Gutiérrez, ya se ha-
bía significado en una reyerta mantenida con Cristóbal de Hervias,
que había tenido lugar en la Puerta del Agua, donde García, junto con
Cristóbal Gutiérrez y Hernando del Castillo,35 se había enzarzado en
una riña con Hervias con motivo de un litigio que mantenía éste con
la madre de aquél; los tres agresores le motejaron de perro moro y ase-
guraron que sus testigos, por ser conversos, se perjurarían. La cuestión
subió de tono hasta que los tres sacaron sus espadas y descalabraron a
Hervias, que se refugió en su casa; mientras era curado en ella por un
cirujano, los agresores cercaron el edificio, armados con lanzas y da-
lles, con ánimo de darle muerte. En primera instancia, los tres fueron
condenados a la amputación de sus manos derechas y a la confiscación
de la mitad de sus bienes, aunque no parece que la sangre finalmente
llegase al río.36
Siete meses antes de la primera rebelión del pueblo de Uclés,
en febrero de 1520, se inició otro largo proceso, instado por el maestre
Juan, cirujano, otro de los cabecillas del movimiento, contra Luis de
Heredia, el cual actuaba de alguacil, sin poder ocupar dicho cargo, ya
que era clérigo de primera corona.37 Inició los autos otro de los im-
plicados en la Comunidad local, Francisco de Librillos. Siete u ocho
años antes Heredia había tenido una reyerta con Juan de Alarcón, en la
puerta de la parroquia de San Andrés, que acabó en puñaladas, razón
por la que Heredia resumió corona.38

26
Precisamente el oficio de alguacil fue motivo de litigio dos años
después de que finalizara el proceso anterior (1527). Debe hacerse no-
tar que el oficio de alguacil de Uclés pertenecía al gobernador de la
Mancha y se sacaba a subasta. El anterior había sido Rodrigo de Mon-
temayor, otro de los procesados por los hechos de las Comunidades,
que había ejercido bajo las órdenes del Lcdo. Pedro de Avilés, juez de
residencia de la Mancha, por lo que el nuevo alcalde mayor de la mis-
ma, el Lcdo. Gaspar Díaz, que lo era por el gobernador don Álvaro de
Luna, decidió abrir la almoneda, al final de la cual el cargo fue adju-
dicado a Juan Muñoz, escribano, vecino de Uclés, pero que pretendía
serlo de Montalvo para escapar a la prohibición de que no ocupasen
cargo en un lugar sus vecinos.39
Denunciado que era vecino de Uclés, el bachiller Juan Enrí-
quez, alcalde mayor de dicha villa, le prohibió ejercer el oficio hasta
nueva orden. Muñoz, además de defender que no era vecino de Uclés,
dijo que eso le causaría grave perjuicio económico.40 Para probar lo
primero presentó a Juan de Montemayor, Pedro Lozano, Luis Díaz,
Hernando de Montemayor y Hernando de Écija, que declararon a gus-
to del alguacil. Tras varias alternativas, el municipio, reunido en casa
de Francisco Narváez —el bachiller Enríquez, Diego de Orozco regi-
dor y los diputados el bachiller Viana, Gómez Mexía, Luis de Heredia
y Juan López Sobrino— solicitó el cumplimiento de una provisión que
prohibía que los vecinos ocupasen cargos de la justicia provincial. Una
información de la parte contraria a Muñoz demostró cómo éste era
vecino de la villa, donde tenía mujer y mucha parentela. Así lo testifi-
caron sobradamente Hernando Martínez, platero, Alonso Téllez Borja,
Francisco López, Diego González, Juan de Cárdenas y Juan [López]
Sobrino. De nuevo se le ordenó a Muñoz que no ejerciese el cargo.
El escrito de la apelación del concejo es muy significativo del enfren-
tamiento poco soterrado que se seguía produciendo en la villa entre
caballeros y populares.41
La situación de discordia se recrudeció a finales de 1529, lle-
vando la voz cantante en la denuncia del lado de los populares Gregorio
Gutiérrez, tal vez pariente de García y Cristóbal, los cabecillas comu-
neros; Gregorio actuaba como uno del pueblo —esto es, ejercitando lo
que hoy llamamos la acción popular— y en nombre de muchos otros

27
vecinos, quejándose de Diego de Orozco —ya hemos visto que apare-
ce como regidor, además de alcaide de la fortaleza—, Diego de Here-
dia, Gómez Mexía42, Diego de Herriega43 y el Lcdo. Pedro Velázquez44.
En las últimas elecciones municipales Orozco había hecho nombrar 4
regidores, en lugar de los dos a que tenían derecho, ingeniándoselas
para que los electos se escogiesen por vía de parentela, es decir, entre
los parientes y amigos de su bando, algo que, según Gutiérrez, venían
haciendo ininterrumpidamente durante los últimos 5 o 6 años (desde
1523). Los partidarios de Orozco habían causado perjuicios al concejo
por valor superior a 250.000 mrs. durante ese período y tenían parti-
cular interés en seguir controlando el municipio para impedir que otro
equipo rector les pidiese cuentas.45
En otra iniciativa, librada en la misma fecha, Gutiérrez desgra-
nó las acusaciones de la mala gestión económica realizada por el ban-
do de los caballeros durante el último sexenio, destacando Francisco
Narváez en la administración del grano del Pósito los años 1527-1528,
Pedro [Fernández] de la Caldefuera como procurador ante la Chanci-
llería de Granada o el bachiller Viana y Diego de Burgos como emisa-
rios al Capítulo general de Valladolid de 1523, al que fueron con sala-
rio del concejo, cuando el maestre Juan cirujano y Diego de la Muela se
habían ofrecido a hacerlo gratis, ya que iban a la reunión en el séquito
del prior.46
Doce días más tarde se produciría el contraataque del bando
antagonista: Alejo Pérez, el otro capitán de la Comunidad uclense en
1520, había conseguido que se encomendase al alcalde mayor de esa
villa —por entonces lo era el bachiller Alonso de Uceda— tomar las
cuentas del concejo durante los últimos cinco años (1525-1529); luego
fue a Ocaña y consiguió que fuera el propio gobernador Ayala quien
fuese en persona a hacer la revisión, junto con cuatro vecinos nombra-
dos por Alejo. Esto enfureció a Diego de Orozco, que, como procu-
rador del concejo, llamó la atención del Consejo sobre la persona del
peticionario, solicitando que, en cualquier caso, la toma de cuentas del
municipio se realizase desde 1519, esto es, incluyendo la gestión du-
rante el período comunero, y que se exigiesen responsabilidades a Alejo:

28
El gobernador no se había informado de la persona de Alejo,

el qual sabrá V.M. qu’es el que fue e se levantó en comunidad y fue ca-
pitán della de la dicha villa y éste echó della al alcalde mayor que a la
sazón residía e le quitó la vara y fue cabsador de que V.M. gastase por
su cabsa más de quatro mill ducados y el dicho concejo más de mill,
y agora, por el absencia de V.M. destos sus Reynos y por algunos de
los conpañeros que hizo nonbrar al tomar de las dichas cuentas y por
el bollicio de su persona y escándalo que pone, se cree y se tiene por
cierto que quiere levantar otra nueva Comunidad, porque ansí gana
firmas y congrega gentes, como en aquel tienpo.
Solicitaba que las cuentas se tomasen desde 1519 y mandase
que, si por razón de aver el dicho Alexo Pérez levantádose en comu-
nidad e sydo capitán della y aver echado de la dicha villa al alcalde
mayor que en ella residía y aver puesto alcaldes hordinarios por su
propia abtoridad a el dicho concejo se le syguieron algunos gastos
e costas o pérdidas, los pague e restituya al dicho concejo y man-
de, ansí mismo, que se buelvan al dicho concejo qualesquier mrs. e
otras cosas que le fueron tomadas e ocupadas, e para que las dichas
cuentas se tomen bien e fiel e verdaderamente e no se escandalize ni
alborote el pueblo, mande qu’el dicho alcalde mayor tome consigo
personas cuerdas, pacíficas e sabias y temerosas de Dios, nuestro Se-
ñor, y que con ellas no esté el dicho Alexo Pérez, capitán, ni los otros
nonbrados por el dicho governador, sy no fuere en las que les tocare,
y con esto V.M. hará servicio a Dios y escusará grandes enconvinyen-
tes, los quales aviso a V.M., y le suplico y pido justicia.47

No debe pensarse, sin embargo, que la pertenencia a uno de


los dos bandos venía determinada por la diferencia de nivel econó-
mico entre unos y otros, como nos muestra la relación de personas
que adelantaron a la Corona el dinero del servicio reclamado para el
asedio de Fuenterrabía, ocupada por los franceses (1521-1524)48; aquí
vemos a Francisco Narváez, que militaba en el grupo de los caballeros,
pero también a Pedro de León, uno de los cabecillas de la Comunidad.
Bien es cierto que, junto a ellos, constan otros que no se habían signi-
ficado, que sepamos.49 Y es que había oficios mercantiles que eran tan

29
lucrativos como los cargos municipales, más honorables éstos para la
mentalidad de la época. Contamos con un significativo documento de
comienzos de 1531, que muestra cómo los caballeros estaban inten-
tando evitar la entrada de arribistas, del bando popular, en el cabildo
concejil; habían expuesto al Consejo cómo las leyes capitulares de la
Orden prohibían formar parte del mismo a los practicantes de oficios
bajos, tales como herreros, hortelanos, merceros, carpinteros u otros,
pero nada decían sobre los tenderos, joyeros y especieros, que según
los peticionarios, eran equiparables a los anteriores, pues no son de
más calidad que los que las leyes proyben. Así lo entendió el Consejo
de Órdenes, que determinó que esas tres últimas profesiones no tuvie-
ran cabida en las suertes para oficiales del concejo.50
En realidad, los oficios recogidos en las leyes capitulares eran
viles, pues se ejercitaban con las manos, en tanto los otros pertenecían
al sector que hoy denominaríamos «servicios», gente de un nivel eco-
nómico que frecuentemente era elevado. No resulta difícil colegir que
los opositores del bando popular pertenecían a este grupo, aún cuando
también se postularan como hidalgos, al parecer, con resultado ad-
verso. Así mismo, debe tenerse en cuenta que tanto caballeros como
menestrales con posibilidades económicas se dedicaban a la labor más
habitual, por aquellos años, en la Uclés prioral: al arrendamiento de
rentas.
En efecto, la presencia del convento en Uclés favorecía que se
concentrasen en torno al mismo un conjunto, en número difícilmente
evaluable, de personas interesadas en tomar el arrendamiento de la re-
caudación de las rentas priorales, sin olvidar las maestrales y de las en-
comiendas allí existentes, o en sus inmediatos alrededores. Encuentro
más que posible que la antigua comunidad hebrea de la villa se dedica-
se, entre otras labores, a tomar dichos arrendamientos de rentas, algo
que no cambiaría luego de su conversión forzosa.51 Así mismo, por lo
que vamos a ver a continuación, también parece que la antigua aljama
mudéjar —Alonso de Comontes y los suyos eran conversos de esta
estirpe—tenía sus manos puestas sobre las mismas actividades.52 Tam-
bién los cristianos viejos participaban del mismo interés, por lo que
nada tiene de extraño que surgiera una rivalidad entre unos y otros

30
por la adjudicación de tales expedientes, que normalmente producían
buenos rendimientos. Quiere decirse que el telón de fondo de las ri-
validades de los bandos, en el caso uclense, podría estar condicionado
por dichas pretensiones, entremezclándose, pues, las cuestiones perso-
nales con otras de carácter político o económico.

31
3. LOS ENFRENTAMIENTOS ENTRE
DIEGO DE HERRIEGA Y ALONSO DE COMONTES

Durante el período 1529-1536, al menos, tenemos documentado cómo


las antiguas rivalidades políticas se transmutan en enfrentamientos pro-
vocados por el control de la recaudación, vía arrendamiento, de las ren-
tas priorales y de distintas encomiendas. En esos momentos se redise-
ñan los dos bandos clásicos: el de los caballeros y letrados —¿cristianos
viejos?—, organizados en torno a Diego de Herriega, socio comercial
del bachiller Viana y éste, a su vez, familiar por línea política de Luis
de Heredia. Dentro del mismo militaban Francisco Narváez, Diego y
Francisco de Orozco, Juan de Herriega, hijo de Diego, Gómez Mexía53,
Juan Enríquez, Juan Pacheco y Fernando de la Muela.54 El ejecutor de los
hechos que desencadenaron el embeleco del 1530 fue Esteban Gallego55,
actuando por cuenta de los miembros de este grupo.
Es probable que también se agrupasen junto a éstos Diego
López Bueno y Pedro de Viveros, que andaban en pleitos con Comon-
tes y su suegro por razón de un desposorio en Cuenca56. Este Pedro tal
vez fuera pariente de Martín de Viveros, que por entonces mantenía
un contencioso con Hernando de Écija y Hernando de la Muela, suegro

33
del escribano Juan Muñoz,57 lo que indicaría que las solidaridades fami-
liares no funcionaban rígidamente o bien que ambos Viveros no tenían
parentesco, ya que Écija y el escribano habían sido procomuneros.
También resulta probable que este grupo de los caballeros y le-
trados no fuese tan monolítico como parece a primera vista, al menos,
sabemos que en 1534 hubo enfrentamientos internos, cuando la de-
signación como alcalde mayor de Uclés de Diego de Heredia provocó
las quejas de un nutrido grupo de uclenses, que alegaban que no podía
serlo por ser vecino y carecer de preparación jurídica. Formaban ese
conjunto opositor García de Torres, el Lcdo. Pedro Velázquez, Rodrigo
Velázquez, Tristán Gutiérrez y Diego de Pareja.58
Pasados siete años, este sector vuelve a galvanizarse en torno al
intento de los letrados de ser reconocidos como hidalgos por la Chan-
cillería de Granada: la chispa de violencia entre bandos saltó un día
en que, estando jugando a los naipes en casa de Diego de Pareja,59 éste
mismo y Juan López, procurador de los pecheros uclenses para opo-
nerse a la pretensión de aquéllos, Diego le abofeteó, le llamó puto judío
y le amenazó con darle de cuchilladas en la plaza pública.60
Ya en 1544 hallamos al Lcdo. Viana compaginando su trabajo
como letrado al servicio del Consejo de Órdenes con el del arrenda-
miento de rentas. Durante el trienio 1540-1542 había formado com-
pañía con su mujer, doña María Ramírez, el Dr. Contreras y su mujer,
Elvira de Oropesa, Francisco de Pareja y su mujer, Ana de Gaona, Ro-
drigo de Pareja, alcaide del Castillejo, y su mujer, Francisca de Tineo, y
Juan de Villanueva. El objeto de la misma era el arrendamiento de las
rentas de la encomienda de Socuéllamos, a cuya cabeza estaba el virrey
de Nueva España, don Antonio de Mendoza.61
La cabecera del bando contrario, el de los populares —y quién
sabe si de los conversos de moros y judíos62—, venía ocupada por tres
cuñados: Alonso de Comontes, el Lcdo. Privado de Moncayo y Ber-
nardino Suárez, contador del conde de Coruña, apoyados, al parecer,
por el escribano Juan Muñoz.63 Esta red tenía un fuerte componente
familiar: Comontes tenía dos hermanas, Isabel de Comontes, casada
con Moncayo, y Luisa de Comontes, mujer de Alonso de Saelices, per-
sonaje que encabezaría todas las gestiones del grupo tras el asesinato

34
alevoso de Comontes. Éste era yerno de Juan de Cárdenas, vecino de
Cuenca. Formaban parte del mismo complejo Hernán Suárez —se-
guramente, el sobrino del prior—, Rodrigo de Segura y Hernando de
Montemayor, antiguo comunero al que acabarían asesinando de una
pedrada.64 El resto de los miembros son criados y esclavos: Amador,
vecino de la Fuente de Pedro Naharro, criado de Moncayo, Alonso,
criado de Alonso de Saelices, Marcos de Ventura, esclavo negro de
Francisco de Castro, vecino de Huete, y Francisco, esclavo de Alonso
de Comontes.
Los antecedentes del enfrentamiento entre Herriega y Comon-
tes deben de buscarse en la competencia comercial entre ellos y sus
socios respectivos. Veamos los actores y los arrendamientos y negocios
implicados. Ya hemos tenido ocasión de mencionar inmerso en estos
menesteres a Francisco Narváez, caracterizado realista, como arrenda-
tario de varias rentas.65 En el bando contrario encontramos a Gregorio
Gutiérrez, arrentadario junto a Juan de Peralta, que decía ser hidalgo,
del portazgo de Uclés y sus anejos, así como de la renta del vino de La
Mota del Cuervo, propios de la Mesa Maestral, en el trienio 1528-1530.66 Un
caso un tanto atípico es el de Juan López de Calatayud, vecino de Bur-
gos, que se había adjudicado la recaudación de las rentas priorales del
trienio 1532-1534,67 aunque tal vez actuara como testaferro de alguno
de los dos mercaderes que por aquellos años rivalizaban para obtener
dichos arrendamientos: Herriega y Comontes.
Diego de Herriega, asociado con el bachiller Viana, había ob-
tenido para el trienio anterior la recaudación de las décimas y demás
rentas del prior y convento de Uclés, lo que le causaría problemas con
Bernardino Suárez, contador del conde de Coruña y comendador de
Mohernando; actuaron como mandatarios del prior Alonso y Fernan-
do de Valdés, hermanos mercaderes, vecinos del Colmenar Viejo.68
También hubo de pleitear por las décimas de Guaza y Castroverde y de
los Hospitales de las Tiendas y Villasirga de 1528-1530,69 así como con
el recaudador mayor de las rentas de la Mesa Maestral, el correo mayor
Mafeo de Taxis.70

35
Es probable que también fuera socio de Herriega en el
arrendamiento del trienio 1529-1531 el Lcdo. Pedro Velázquez, al
menos, sabemos que en el primero de esos años tuvo problemas por la
décima de la encomienda de Socuéllamos con Alonso de Comontes,
que había arrendado las rentas de esta encomienda. Hubo de interve-
nir la parte del comendador, don Antonio de Mendoza, por aquellos
años virrey de Nueva España, pues dicho arrendamiento se había con-
certado libre del pago de la décima del prior.71
Poco después de dicho roce de Comontes con los recaudadores
del prior, y tal vez relacionado con ese mismo caso, Alonso pleiteó con
el bachiller Francisco de Villena y García de Salazar, vecinos de Ocaña,
que le reclamaban 4.000 fanegas de cereal.7 Sin embargo, el proceso
que más documentación ha dejado es el que mantuvo Alonso, asocia-
do con su cuñado el Lcdo. Privado de Moncayo, ese año y el siguiente
con Diego Negrillo y Alonso Sánchez de Valdaracete, vecinos de Ta-
rancón, por el pago de la compra de una importante número de gana-
do —320 carneros por valor de 90.000 mrs.73—. Comontes y Moncayo
habían vendido fiado ese ganado a Diego y Alonso, que habían sido
avalados por sus convecinos Juan de Chinchón y Francisco del Salto; el
problema vino por estar embargada dicha deuda a causa de un proceso
penal en que ambos cuñados habían estado implicados y del que ense-
guida tendremos ocasión de hablar.74 Finalmente, el dinero que quedó
líquido de la deuda fue puesto en depósito del comendador López de
Torremocha, quedando liberados los de Tarancón.75 Por aquellos me-
ses también consta Alonso de Saelices, cuñado de Comontes, actuan-
do como procurador de Juan de Angulo en un proceso por deudas con
la uclense Mari de Marcilla.76

36
4. LA FALTA DE JUSTICIA EN UCLÉS
Y EL DESENCADENAMIENTO DE LOS ALBOROTOS

A comienzos de 1530 era alcalde mayor de Uclés el bachiller Alonso


de Uceda, designado por el gobernador de la Mancha, don Álvaro de
Ayala, comendador de Palomas.77 La situación de revuelta que existía
en la villa, donde los rescoldos de las Comunidades y momentos pos-
teriores distaban mucho de haberse apagado, hacía que fuese precisa
la presencia continua en Uclés del alcalde Uceda, lo que no era así por
tenerlo entretenido el gobernador en inspecciones en Mohernando y
Paracuellos.78 Por tres veces, en enero y febrero, fue preciso ordenar
al gobernador y a Uceda que éste no se ausentase de Uclés, a requeri-
mientos del bachiller Viana.79
El 25 de febrero Esteban Gallego encendió la hoguera cuan-
do obtuvo tres provisiones del Consejo: dos incitativas y una carta de
seguro.80 En la primera de ellas se encomendaba al gobernador o a su
teniente en Uclés que procedieran contra Alonso de Comontes por
usurero, ya que Uceda se mostraba remiso a hacerlo:

diziendo que Alonso de Comontes, vezino de la dicha villa,


nuevamente convertido de moro a nuestra santa Fe católica, en ofen-

37
sa de Dios, nuestro Señor, y en menosprecio de la mi justicia, ha
hecho e cometido muchos ecesos e delittos de logro e usura, de que
se ha seguido e sygue mucho dapno e perjuyzio a la dicha villa e a
los vezinos della, e que por su parte fueron denunciados los dichos
delittos ant’el bachiller Alonso de Uzeda, alcalde mayor del partido
de la dicha villa, el qual diz que ha puesto e pone mucha dilación en
el conoscimiento e proceder de la dicha cabsa.

Al propio tiempo denunció cómo, a resultas de dicha quere-
lla, el 19 Comontes y su cuñado le enviaron a tres sicarios para ma-
tarle, aunque sólo consiguieron darle de palos, siendo prendido uno
de ellos, un esclavo negro —se trataba de Marcos de Ventura, esclavo
negro de Francisco de Castro, vecino de Huete—. Pedía se enviase un
juez pesquisidor:

él ovo denunciado y querellado de Alonso de Comontes,


vezino de la dicha villa, nuevamente convertido de moro a nuestra
santa Fee católica, que públicamente, en ofensa de Dios, nuestro Se-
ñor, y en menosprecio de la mi justicia, dava a logro e usura, diz que
el sábado próximo pasado, que se contaron diez e nueve días deste
presente mes de hebrero, el dicho Alonso de Comontes y el licencia-
do Moncayo, su cuñado, e otros cuñados suyos, diz que se concerta-
ron con tres honbres que saliesen a matar al dicho Estevan Gallego
e los cogieron para ello, e que, ponyéndolo en efeto, yendo él salvo e
seguro, sin armas, syn hazer ny dezir cosa alguna por donde mal ni
daño deviese recebir, diz que salieron a él los dichos tres honbres e le
dieron de palos e lo mataran sy no fuera por Dios, nuestro Señor, que
lo quiso guardar, e que de cabsa que en la dicha villa no avía justicia
alguna, los dichos delinquentes diz que se han andado y andan públi-
camente por la dicha villa e que ciertas personas principales della, en
defeto de la justicia, prendieron a un negro que fue uno de los dichos
delinquentes, por lo qual diz que ellos y las otras personas, por cuyo
mandado lo hizieron, e los que para ello les dieron consejo, favor e
ayuda diz que cayeron e yncurrieron en grandes e graves penas.

A la vista de los hechos denunciados, no hubo duda a la hora de


concederle a Gallego seguro regio frente a Comontes, Moncayo, sus parien-
tes y criados. El mismo día 19, sábado, según el relato del propio Gallego,

38
que ciertas personas principales della, en defeto de la justicia,
prendieron a un negro, que fue uno de los dilinquentes, e lo pusieron
en la cárcel pública de la dicha villa.

Luego el lunes en la noche, se congregaron muchas personas, ve-


cinos de la villa, de su tierra y de fuera, cerraron todas las puertas de las
casas de la calle donde estaba la cárcel, saltaron tapias, rompieron puer-
tas y con gran escándalo liberaron al negro, tras romper sus grillos.81
Tanto Uceda como el pesquisidor Ribera demostrarían que no eran las
personas adecuadas para poner freno a los acontecimientos, si es que un
juez con el único apoyo de un alguacil podía detener el curso de los mis-
mos cuando se enfrentaba a una sociedad partida por la mitad, aunque
temerosa, en ambos bandos, de la acción de la justicia regia.82
De momento, el bachiller Uceda, el día 26 procedería contra
Juan Tirado, de oficio carnicero, porque

jurava a Dios que los que avían salido contra los que venyan a
quebrantar la cárcel pública de la dicha villa y los que avían hechado
hachos por las ventanas que les avía de yr mal dello e que, así mismo,
avía dicho que, aunqu’él oyera las bozes, que no se levantara de su
cama, por las quales dichas palabras hera visto aprovar el dicho deli-
to e quebrantamiento de cárcel.

Parece que el Consejo titubeó sobre qué solución ofrecer para


enfrentarse al problema de la ebullición que estaba teniendo lugar en
Uclés, que iba camino de descontrolarse. El 15 de marzo enviaron a la
villa al anterior fiscal de la Orden, el comendador Jaime Boti, para que
se informase de lo sucedido el mes de febrero, cuando el bachiller Uce-
da intentó detener en el Hospital de Omnium Sanctorum84 a Hernán
Suárez, familiar del convento, implicado en el asalto a la cárcel, y vio
burlada su autoridad por los freiles y algunos criados del convento:85

a mí es fecha relación que, estando Hernán Ruiz [sic], fa-


myliar del convento de la villa de Uclés, retraydo en la hermyta y
ospital de Santorini de la dicha villa, porque avía ydo con otros a
sacar una noche de la cárcel pública della a un onbre que estava pre-

39
so porque avía dado de palos a Estevan Gallego, vezino de la dicha
villa, y, estando el bachiller Alonso de Uzeda, alcalde mayor della,
dentro en la dicha hermyta haziendo cierto requerimiento al dicho
Hernán Xuárez, diz que vinieron a ella hasta quynze fleyres del di-
cho convento con tres o quatro onbres armados, diziendo a grandes
bozes «¡favor al convento!», y los dichos fleyres tomaron en peso al
dicho alcalde mayor y lo sacaron de la dicha hermyta y ospital, e que
asy mysmo sacaron, en presencia del dicho alcalde mayor, al dicho
Hernán Xuárez e lo llevaron al dicho convento, haziendo mucho es-
cándalo y alboroto.86

Aunque la comisión dada a Ribera para desplazarse a Uclés va


fechada el 21 de marzo, lo cierto es que ya estaba actuando en la villa
prioral desde el día 10, al menos. Francisco Narváez, en su calidad
de escribano público, había embargado la casa del Lcdo. Moncayo, de
orden del bachiller Uceda, que estaba procediendo contra los cuñados
por el asalto a Gallego. Precintó todas las habitaciones hasta que com-
parecieron fiadores, que avalaron al letrado hasta 200.000 mrs., pero el
sello del dormitorio no se alzó, así que Isabel de Comontes, mujer de
Moncayo, pidió se le dejase entrar a dormir a su retraymiento.87 Nueve
días más tarde, la propia Isabel reclamó que le fueran desembargadas
dote y arras.88
Un relato de los hechos, aún más detallado, en la comisión re-
cibida por el bachiller Tomás de Ribera, juez pesquisidor sobre la agre-
sión contra Esteban Gallego:

de cabsa qu’él ovo denunciado e querellado de Alonso de


Comontes, vezino de la dicha villa, que públicamente, en ofensa de
Dios, nuestro Señor, y en menosprecio de la my justicia, dava a logro
e usura, diz qu’el sábado próximo pasado, que se contaron diez e nue-
ve días deste presente mes de febrero, el dicho Alonso de Comontes
y el licenciado Moncayo, su cuñado, e otros criados suyos diz que se
concertaron con tres onbres que saliesen a matar al dicho Estevan
Gallego e los cogeron para ello e que, ponyéndolo en efeto, yendo él
salvo e seguro e syn armas, syn hazer ni desir cosa alguna por donde

40
mal y daño deviese recibir, diz que salieron a él los dichos tres onbres
e le dieron de palos e lo mataran sy no fuera por Dios, nuestro Señor,
que lo quiso guardar, e que, de cabsa que en la dicha villa no avía
justicia alguna, los dichos delinquentes diz que se an andado y andan
públicamente por la dicha villa e que ciertas personas principales
della, en defeto de la justicia, prendieron a un negro, que fue uno de
los dichos delinquentes, e lo pusieron en la cárcel pública de la dicha
villa, después de lo qual diz que el lunes en la noche syguiente vin-
yeron a la dicha cárcel muchas personas, vezinos de la dicha villa e
su tierra e de otras partes, con yntinción e propósito de sacar della al
dicho negro, e que para lo efetuar cerraron con los cerrojos todas las
puertas de las casas qu’están en la calle de la dicha cárcel e pusieron
mucha gente de guarda en los cantones de la plaça de la dicha villa e
que entraron por encima de las paredes de la casa de la dicha cárcel
e abrieron las puertas principales della e que echaron el cerrojo a la
puerta de una cámara, donde durmya Pedro de Yepes, escrivano pú-
blico de la dicha villa, e que fizieron pedaços la red de una puerta de
la dicha cárcel y el cepo donde el dicho negro tenya una pierna e que,
así mismo, quebraron el candado de una de dos cadenas qu’el dicho
esclavo tenya, e que ronpieron una pared, por donde la otra cadena
estava metida e hizieron otros muchos ecesos e delitos, escándalos e
alborotos.89

Al día siguiente Esteban Gallego retiró la querella y el Consejo


ordenó a Ribera que procediera de oficio, nombrando promotor fis-
cal.90
Aún recibiría Ribera una provisión más, a instancias de Juan o
Alonso de Saelices, procurador de Alonso de Comontes, que apelaba
de un mandamiento de aquél, ordenándole presentar unos procesos
en que había sido fiador.91 El día 29, cinco días más tarde, acudiría a
la villa el Lcdo. Gudiel de Cervatos, nombrado nuevo juez pesquisi-
dor, lo que suponía el cese fulminante de Ribera.92 En el acto y sin la
menor pérdida de tiempo se libraron sendas comisiones informativas
para Cervatos, una a petición del prior, sobre el maltrato cometido por

41
Ribera contra el portero, freiles y un oficial de cantería del convento,
onbre de honra y muy buen maestro; la segunda a instancias de An-
drés de Vandelvira, que era el cantero a quien se refería el prior.
¿Qué había ocurrido para que se produjese un cese tan insólito
e inapelable y se denunciase a Ribera por partida doble?

42
5. LOS HECHOS DEL JUEVES, 24 DE MARZO DE 1530

Para reconstruir lo sucedido ese día contamos con la ejecutoria del


proceso que se siguió por estos hechos,93 las actas del mismo94 y las
pruebas testificales presentadas por las partes, lo que es tanto como
decir la totalidad de la información generada.95 En el Registro del Se-
llo, además, se conservan las provisiones de trámite de dicho procedi-
miento.
A manera de guion, sigamos lo que nos dice la ejecutoria: se
inicia el proceso, a modo de apelación, ante el Consejo de Órdenes el
29 de marzo, cuando se presenta en Madrid el procurador del prior y
convento de Uclés y de Andrés de Vandelvira, vecino de Alcaraz, y pre-
senta un escrito de queja contra el bachiller Ribera en estos términos:

Muy poderoso señor


Lucas Hernández, fleyre profeso del convento de Uclés e ma-
yordomo e procurador del dicho convento, paresco ante V.M. y, en
nonbre del dicho convento, prior e fleyres d’él, me querello del licen-
ciado Tomás de Ribera, juez pesquysidor por V.M., e, contando el

43
caso de my acusación, digo qu’el susodicho licenciado Ribera, con
poco themor de Dios, nuestro Señor, y en menosprecio e velipendio
de la Horden de Santiago, en grand desacato y en menosprecio de la
dicha Religión e religiosos del dicho convento, con ánymo e yntina-
ción de cometer e perpetrar delito contra el dicho convento e prior
e religiosos d’él, por los ynjuriar e afrentar y demenguar sus honras,
sosiegos e conciencias e famas, el jueves primero pasado deste pre-
sente mes, que se contaron veynte e quatro días deste presente mes
de março, vino el dicho licenciado Ribera al dicho convento con mu-
cha gente y furia con escándalo y alboroto y entró dentro en el dicho
convento e pidió que le diesen la casa llana, para que quería buscar
ciertos delinquentes, e fuele dada la puerta he dicho que yo lo yría a
hazer saber al prior, porque estava a ley con sus religiosos en el coro
en mysa.
Y, ansí, dexándolo dentro en el convento y mientras yo lo fuy
a notificar al prior, my parte, savrá V.M. que porqu’el portero del di-
cho convento dixo con buena creencia y sosegadamente a algunos de
los que querían entrar que dexasen las armas a la puerta, como todos
lo hazen, el dicho licenciado Ribera arremytió a él e le puso la mano
en la garganta para lo ahogar e pidió con mucha priesa una soga para
le ahorcar e, como no se la dieron, determynó de despeñarle y echar-
le de un adarve abaxo, e lo efettuó tomándolo en peso e poniéndolo
encima de un palenque, e ya que le tenía la mitad del cuerpo fue para
lo echar, arremetieron a se lo quitar ciertas personas y se lo quitaron
y, sy no se lo quytaran, lo hiziera pedaços.
Y, no contento con esto, como vido que no ovo efetto su pro-
pósitto, arremytió a él y con una vara que tenya en la mano le dio
tantos de palos que se la quebró en la cabeça e le dixo «vellaco, villa-
no» y otras muchas ynjuriosas palabras.
Y, continuando el dañado propósito que traya contra el dicho
convento, my parte, syn que le hiziese ny dixese cosa alguna [a] Diego
Hernández, fleyre profeso del dicho convento e clérigo pres-vítero de
misa, le dixo muchas y muy feas y escandalossas palabras, llamándo-
le «vellaco, comunero, malcriado» y amenaçándolo que lo tomaría y
hecharía unos grillos e lo llevaría a la Corte y aún más adelante.

44
Y demás dixo contra todo el convento que bien sabía él las
vellaquerías del dicho convento.
Y, por mayor ynjuria e afrenta haser al dicho my parte, le sacó
del dicho convento de dentro d’él un su oficial de cantería e, syn le
oyr e syn le faser cargo ny quererle esperar que alegase de su justicia,
aceleradamente lo sacó a la vergüença con una mordaça a la lengua,
syendo honbre de honra e muy buen maestro.
E a fecho e hizo otras muchas cosas en offensa de los dichos
mys parte.
Por tanto, a V.M. pido e suplico me mande hazer e haga en-
tero conplimyento de justicia e que, aviendo esta my relación por
verdadera o la parte que baste para fundar la yntención del dicho
convento, prior e fleyres, my parte, por esa mysma sentencia con-
dene al dicho licenciado Ribera a las mayores penas que de derecho
deviere padescer, no yntervenyendo en la execución dellas muerte ny
mutilación de myenbro ny execución de sangre, segund y conforme
a my religión e proffesyón e ábitto, e le castigue de manera que con su
pena se resciba enxenplo y my parte alcance justicia, la qual le pido y
por todo el oficio de V.M. ynploro, e pido las costas e testimonyo.

Así pues, el freile acusaba a Ribera de haber penetrado por fuerza en


sagrado, injuriando a los religiosos, atacando al portero —al punto de
querer matarle en ese instante—, amenazando a uno de sus freiles —al
que significativamente acusa de comunero, además de bellaco y mal-
criado96— y, lo peor de todo, maltratando a Vandelvira, al que en el
acto sentenció y condenó a ser sacado a la vergüenza pública, pena
que ejecutó ipso facto. Mostraba, en todo caso, el poco respeto que le
merecían los freiles del convento, diciendo que era una especie de nido
de bellacos.97
El efecto práctico fue que los señores del Consejo dieron comi-
sión al pesquisidor Gudiel de Cervatos para que les remitiese informa-
ción del caso, el mismo día 29, como ya hemos tenido ocasión de ver.
Sin embargo, las actas del proceso no se inician con estas actuaciones,
sino con dos escritos previos: uno del propio Ribera, solicitando que se
le mantuviera en la comisión original,

45
porque, haziéndolo ansí, se restituye mi honra y V.A. favorece su
[justicia], como debe, que no dará causa a que los de la dicha villa y
convento de Uclés tomen a V.A. y [tengan ocasión] de dezir lo que
en tal caso pueden y aún dizen, pues es razón que sus juezes sean
honrados y favorescidos.

En caso de no acceder a ello, que se le pagase su salario de 32 días, más


17 reales que gastó en mensajeros a jueces eclesiásticos. También soli-
citaba que el prior ni otro alguno le emplazase ante juez conservador.98
El segundo lo firmaba el bachiller Viana y lo presentó Francisco de
Vera, procurador del convento, que volvió a repetir el tenor de la acu-
sación ya expuesta, añadiendo la queja contra el pesquisidor Cervatos
por falta de diligencia, pues había dejado escapar de Uclés al bachiller
Ribera:
aviendo el dicho mi parte quexado y denunciado del licen-
ciado Tomás de Ribera, juez que por V.M. avía enviado primero a
la dicha villa sobre razón que, con ánymo e yntención de cometer
y perpetrar delito y de hazer fuerça, violencia e ynjuria a los dichos
mys partes e a toda la Orden de Santiago, en uno de los días del mes
de março pasado avía entrado en el dicho convento con mucho es-
cándalo y alboroto y con mano armada y avía tomado al portero de
la dicha casa y, sin le hazer ny dezir cosa por que mal oviese de resci-
bir, lo avía querido ahorcar y para ello avía pedido una soga y, como
no se la dieron, con las manos lo yntentó a hazer y, de que no pudo
acaballo, procuró de despeñallo y de echallo de un adarve abaxo y,
como se lo quytaron, le dio de palos hasta que le quebró la vara en la
cabeça a palos y, no contento con esto, tomó a un oficial y maestro
de cantería del dicho convento y de hecho, sin lo oyr a su justicia, le
sacó a la vergüença con una mordaza a la lengua e hizo e dixo mu-
chas palabras injuriosas contra la honra, vida y fama del dicho prior,
freyles y convento, mys partes, segund que ante V.M. está quexado y
denunciado y dello dado bastante ynformación.
Y por V.M. fue cometida la dicha causa al dicho licenciado
Gudiel de Cervatos, a el qual, como llegó a la dicha villa, porque se
temya que, segund los excesos y delitos del dicho licenciado Ribera,
luego se avía de ausentar y huyr, se le requirió que lo prendiese y

46
secrestase sus bienes y se le requyrió con la provisyón de V.M. y se
le dio bastante ynformación, no lo quyso hazer, antes, mostrándose
muy su amygo y parcial, disymuló su delito y como cosa de burla le
mandó que tuviese su posada por cárel y no se fuese ny ausentase de-
lla, ny menos quyso ponerle guardas, antes, si algunas personas con
zelo que se hiziese justicia y que se cunpliese lo que V.M. mandava y
que los delitos se castigasen, se ponyan e pusieron junto a la posada
del dicho licenciado Ribera para que la justicia tuviese ocasión a les
mandar que le guardasen el alcalde mayor y justicia ordinaria, les
mandava quytar y les ponya penas.
De cuya causa por la remysión, negligencia y enemystad qu’el
dicho licenciado Cervatos tuvo al dicho prior y convento, mys par-
tes, y por el amystad que tuvo al dicho licenciado Ribera, le dio oca-
sión que se fuese y ausentase. Y asny sabrá V.M. qu’el dicho licencia-
do Ribera se fue y ausentó a media noche y se llevó su mula, y lo que
V.M. mandava no se conplió ny menos el dicho convento, my parte,
alcançó conplimiento de justicia. Lo qual causó e hizo todo el dicho
licenciado Cervatos.
Por tanto, a V.M. pido, en el dicho nonbre, que de lo susodi-
cho y de cada una cosa y parte dello contra el dicho licenciado Cer-
vatos mande hazer y haga entero conplimiento de justicia, y porque
de lo pasado se presume cerca de lo provenyr y asy cree y presume
que, sy el dicho licenciado Cervatos procediese en la dicha causa,
como en lo pasado no hizo justicia a mys partes, en lo porvenyr que
ante él se hiziese no la alcançaría ny él se la guardaría, que ansy para
que conosca contra él de su delito, remysión y negligencia como
para que proceda en la causa principal, le pido y requiero me mande
proveer de un jues pesquysidor que sea persona de ciencia, letras y
conciencia y esperyencia y que sepa hazer justicia, para que el dicho
prior y convento, mys partes, la ayan y alcancen y por defeto della
no se vengan a quexar ante V.M., cuyo real ofycio imploro y pido
conplimiento de justicia y las costas y testimonyo.
Otrosí, para que V.M. conste de la verdad y como para lo más
dicho, hago presentación desta ynformación y le pido y suplico lo
mande ver y proveer, conforme a ella, lo que hallare por justicia.
El bachiller Viana. 99

47
Además de la queja y el poder, Vera presentó testimonio de
cómo el 31 de marzo, a las 10 de la noche, el mayordomo del convento,
Lucas Fernández, fue a la posada del pesquisidor Cervatos para pedirle
que pusiera a buen recaudo a Ribera, no fuera a ser que huyera; actuó
de escribano Francisco Narváez, que lo era público de la villa, pues
López de Carcarazo, escribano del pesquisidor, se hallaba desapareci-
do. Cervatos no quiso atender dicha petición.100 Aparecido Carcarazo
el día 2, el mayordomo expuso cómo le había pedido testimonio de lo
sucedido el día 24 de marzo, pues, cuando anteriormente se lo había
reclamado, había querido dárselo revuelto con otra documentación,
por colorar los errores y paliar los delitos qu’el dicho licenciado Ribera
cometyó. Solicitaba el freile a Narváez que le diese en pública forma lo
reclamado y la respuesta de Carcarazo, el cual había dicho que Ribera
estaba en la Corte y él no le podía dar el testimonio sin licencia real,
que su oficio es delicado e no se atreve a otra cosa, además, Cervatos
se lo había prohibido. 101
También Vera presentó una información de testigos, de prime-
ro de abril, realizada por el bachiller Uceda, a instancias de los canteros
del convento, acerca de la actuación de Cervatos. Depuso, en primer
lugar, Juan de Regúlez, que dijo

qu’éste que declara e Francisco de Luna fueron a requeryr al


licenciado Gudiel de Cervatos, luego como vino a esta villa, que pu-
siese guardas al licenciado Ribera, juez pesquesidor que avía seydo, y
que, si no las querya poner, que este testigo se ofrescía a guardalle a
su costa.

Añadió el suegro de Vandelvira, Francisco de Luna,

e que, demás desto, le quería presentar otra provisión Andrés


de Valdelvira, que estava presente, contra el dicho pesquisidor, e que
por falta del escrivano suyo no se presentó, que no quiso venir, e que
por negligencia del dicho licenciado Cervatos se fue el dicho licen-
ciado Tomaz de Ribera, por no querer hazer justycia.

En último lugar testificó Hernán Muñoz, notario apostólico del


convento, que dijo que el mayordomo del mismo le había presentado a

48
Cervatos a Gómez Mexía y Luis de Heredia, los cuales se ratificaron en
lo ya declarado en la sumaria. Fernández le pidió que pusiera a Ribera
en prisión, pero Cervatos no quiso, alegando que no eran horas y que
no se hallaba al escribano del pesquisidor, por lo que Ribera se escapó
la noche del día 31.102
Ese día 31, sin embargo, Cervatos, vista la información del prior
y la condena de Vandelvira, había ordenado a Ribera que tuviera por
cárcel la casa donde posaba, propiedad de Cristóbal Román, so pena de
20.000 mrs. para la cámara y de tenerle por confeso. Ribera se quejó de
no haber visto comisión alguna contra él, sostuvo que había actuado con
mucha justicia y apeló.
A partir de ahí la acción se dirige en exclusiva contra el bachiller
Ribera, a pesar de la actuación sospechosamente parcial mostrada por
Cervatos, algo que también se apreciará en la información de testigos
que remitió para la causa. ¿Solidaridad o complicidad entre colegas?

49
5.1. LAS PROBANZAS DEL PROCESO CONTRA RIBERA
5.1.1. PROBANZA DEL PRIOR DEL CONVENTO

La información del prior García de Almaguer fue realizada el


propio día 24 motu proprio, estando presentes el comendador López
de Torremocha y el bachiller Viana.103 Depusieron seis testigos, siendo
la declaración más completa la de Diego Fernández, el freile que había
recibido las amenazas de Ribera:

estando este dicho testigo junto a la puerta de la portería,


myrando los obreros que labran en la obra del convento, porque tie-
ne cargo dello por mandado del dicho señor prior, sería a ora que
quería començar la mysa mayor, que sería a las horas de las diez oras
del día, vido venyr al licenciado Tomás de Ribera, jues pesquysidor
que está en esta villa, que venya a todo andar, su vara en la mano y
en cuerpo, y detrás d’él venya su alguazil e otros vezinos de la villa,
e llegó fasta la puerta de la portería, que estava este dicho testigo, e
preguntó a este dicho testigo que a dónde estava el señor prior; el
qual le respondió que no sabía dónde estava, que creye que estava en
el coro.
E que, estando en esto, abrieron la puerta de la portería, que
quería salir el mayordomo con algunos de la casa cavalgando, el di-
cho pesquysidor le dixo al mayordomo que dónde estava el prior y le
dixo que creye que en el coro podrya estar a tal hora, y el dicho pes-
quysidor le dixo, pues el prior no parescía, que a él le quería requeryr
que le hiziese la casa llana, porque era ynformado que avía dos de-
linquentes dentro, e que el mayordomo le respondió que, estando el
dicho prior en casa, qu’él no era parte, qu’él se lo faría saber.
E que estonces el dicho mayordomo se entró dentro en el
convento para fazérselo saber al dicho señor prior.
E el dicho pesquysidor se vino entrando tras él con la gente
que con él venya, e que estonces el portero le dixo al dicho pesquysi-
dor «espérese v.m., faremos selo saber al señor prior», e que el dicho
pesquysidor le dixo al portero «¿qué dezís, don majadero?» e otras
palabras que no se acuerda.
E el dicho portero dixo al dicho pesquysidor que la gente que
con él yvan dexasen las armas, porque se acostunbrava dexallas a la

50
puerta, e que estonces el dicho pesquysidor tornó al dicho portero
e le dixo muchas palabras ynjuriosas e con la vara le dio un palo
en la cabeça que la quebró, e que el dicho portero abaxó la cabeça,
pensando que lo avía descalabrado, y se arrimó a un andén, syn dezir
nynguna cosa, e que el dicho pesquysidor tornó a él e dixo «¡acá una
soga, que lo quyero ahorcar!», e asyó al dicho portero para hechallo
de un andén abaxo.
E que entonces llegaron a él Gómez Mexía e Luys de Heredia,
rogando que no lo tratase ansy, y que cree que, sy no llegaran ellos,
que cayeran entramos a dos el adarve abaxo.
E que estonces lo dexó el pesquysidor e se vino para la segun-
da puerta del convento el dicho pesquysidor, qu’es por donde se entra
en la claustra de los cavalleros, e que falló cerrada.
E que estonces el dicho pesquysidor dixo a este testigo «pa-
dre, dadme las llaves para abrir esta puerta», la qual estava cerrada
por de dentro, y que este testigo le dixo qu’él no tenya las llaves.
E que estonces dixo el dicho pesquysidor «bien parescen las
vellaquerías desta casa» e otras semejantes palabras, en que dixo ve-
llaquerías de la casa.
E que este testigo le respondió que no dixese vellaquerías de
la casa, que myrase lo que dezía.
Y el dicho pesquysidor le dixo «vosotros soys servydores del
rey» y este testigo dixo que ellos eran más servydores del rey más que
él pensava.
Y que estonces el dicho pesquysidor dixo que callase, que le
llevaría con unos grillos a la Corte y más adelante y aun aquel vellaco
de portero avía de pedir las armas e que no entrase syn licencia.
Y que estonces Andrés de Vandelvira, maestro de cantería,
le dixo al dicho pesquysidor con mucha cortesya «no se maraville
v.m. qu’el portero qu’el señor prior tiene mandado que, aunque sea el
enperador, nynguno entre syn su mandado o syn se lo fazer saber».
E que entonces el dicho pesquysidor dixo «vos, padre, ¿por
qué no le days dozientos boxicones porque a dicho estas palabras?»,
y que estonces el dicho pesquysidor asyó del dicho Andrés de Van-
delvira e lo sacó fuera del convento, maltratándole de palabra y lo
llevó fasta las casas de la villa e lo enbió a la cárcel.
Y después bolvió al convento y entró dentro y habló al señor
prior y le hizo ciertos requerimyentos, a los quales respondió el di-

51
cho señor prior, los quales parescerán, y que después a sabydo cómo
el dicho pesquysidor le hizo traer a la vergüença al dicho Andrés de
Vandelvira con una mordaza a la lengua por lo que avía dicho.
Fue preguntado qué tanto estuvo detenydo a la puerta segun-
da, quando el mayordomo le dixo qu’él yba a fazérselo saber al señor
prior.
Dixo que fue muy breve térmymo, porque, como pasaron las
palabras que tiene dichas, el dicho pesquysidor a esto del dicho Van-
delvira, y llevándolo antes que saliese del convento, junto al refitorio
de los pobres, le alcançó el mayordomo, que venya con la respuesta
del señor prior para que entrase, y que todo lo demás de su deteny-
yento fue en llevar el preso, porque no quyso bolver, porque el ma-
yordomo le dixo qu’el señor prior le esperava.

Así pues, sabemos que Diego era el supervisor de las obras y


que los canteros vizcaínos —entre 50 y 60, según se dirá más adelante—
estaban trabajando junto a la portería, donde tenían su taller; por tan-
to, éstos fueron testigos mudos de los hechos denunciados. La llegada
airada del bachiller Ribera al convento, con nutrido acompañamiento
de vecinos armados y de su alguacil, fue provocada por su deseo de
prender a los responsables de los hechos acaecidos en el hospital/ermi-
ta de Santorun —Hernán Suárez, los 15 freiles y los tres o cuatro cria-
dos—, cuando su mandato era sólo para perseguir a los responsables
del apaleamiento de Esteban Gallego, aunque él se atribuyó también
la persecución de los que habían desairado a Uceda en el hospital; Ri-
bera, que venía con ánimo desabrido y lleno de rencor anticomune-
ro, producto del agravio inferido al bachiller Uceda, sólo se atrevió,
cobardemente, con las personas que no gozaban de la protección del
fuero eclesiástico: el portero, al que por poco no lo ahorcó o arrojó al
vacío, aunque le rompió la vara de justicia en la cabeza, y el cantero
Vandelvira, al que por poca cosa104 detuvo con sus propias manos, le
zarandeó, forcejeando con él, le ató, le mandó preso a la cárcel, le juzgó
y, sin más, le hizo pasear por las calles principales de Uclés montado
sobre un asno, atado de pies y manos y con una mordaza en la lengua,
llevando delante a un pregonero que relataba a los vecinos los motivos
de su condena,105 todo ello en un solo acto, sin mediar un proceso for-

52
mal. La humillación no podía ser mayor, puesto que quedaba con ello
infamado, lo peor que le podía suceder a una persona en su honra.106
Para Ribera el convento de Uclés estaba lleno de bellacos —sin-
vergüenzas diríamos hoy, pero en el sentido más vil del término— y
de comuneros, esto es, deservidores del Emperador, razón por la que
había amenazado al testigo cuando éste le pidió que contuviera su len-
gua. Al final, tras una corta espera, el prior compareció y el pesquisi-
dor le presentó los requerimientos que deseaba hacerle sobre los delin-
cuentes allí presuntamente refugiados, que ya habían tenido tiempo de
ponerse a salvo. No aclara si escudriñó el convento y, si lo hizo, si halló
a quienes buscaba. Toda la tormenta había acaecido en una mañana,
siendo los únicos perjudicados el portero —que quedó enmudecido
de miedo tras ser maltratado por el juez— y, sobre todo, Andrés de
Vandelvira, que vivió una experiencia inolvidable.
Luis de Heredia, el segundo testigo, relata el modo en que Ri-
bera había reclutado la tropa que le acompañó al convento la mañana
de autos:

estando oy en la plaça, a ora de mysa mayor, pasó el dicho juez pes-


quysidor por la dicha plaça de la dicha villa cavalgando en una mula
corryendo a galope e que dixo a este testigo y a otros vezinos que es-
tavan en la plaça «yo os mando, so pena de muerte e perdimyento de
byenes, que vays todos conmygo», e que ansy se movieron e fueron
todos en pos del pesquysidor, que [iba] al convento.

Luego sigue el mismo relato del testigo anterior, añadiendo que


motejó al portero de vellaco comunero y, en el mismo tono, preguntó
a Diego Fernández «¿parésceos bien que en esta casa acoxáys a los ve-
llacos comuneros? y ¿a vosotros quyén os da de comer, syno el rey?»
—concluyendo— y que se consentyan aquí vellacos. El freile le con-
testó «aquy, señor, no se fazen vellaquerías nyngunas», contestándole
Ribera «por vida del enperador que si no callaýs que os enbíe con unos
grillos a la Corte, ¡las puertas me an de cerrar a my!». Terminaba su
declaración diciendo:
Y que, pasado esto, decendidos a la villa, vido al alguazil del
dicho pesquysidor e su escrivano con el pregonero de la villa, que

53
sacavan al dicho Vandelvira con una mordaza a la lengua a la ver-
güença, encima de un asno.

Gómez Mexía, el tercer testigo y segundo de los sujetos que im-


pidieron que el pesquisidor arrojase al vacío al pobre portero, dio una
versión parecida a la del anterior. Precisa que Ribera había injuriado a
Diego Fernández, tratándose de villano y comunero, y da una versión
algo más detallada de lo ocurrido con Vandelvira:

E que estonces vino un maestro de cantería de los que an-


dan en la obra, que se dize Andrés de Vandelvira, y le dixo al señor
pesquysidor «señor, no se maraville v.m. que no le abran, porque el
señor prior tiene mandado que no abra a nadie, aunque sea el enpe-
rador, syn su licencia».
E que estonces lo tomó al dicho Andrés de Vandelvira e que
dixo que lo quería llevar al dicho señor prior, sacándolo del conven-
to, para que s.m. lo castigase y le ahorcase, porque él le daría ley por
donde le podrían ahorcar, aunque fuese el señor prior religioso, y
ansy lo sacó del convento e lo llevó preso hasta la villa y desde ay lo
enbió a la cárcel y que, llevándolo al dicho Vandelvira, salió el dicho
mayordomo, que venya con la respuesta del señor prior, y alcançó al
dicho pesquysidor en saliendo de la puerta de la portería.

Ambos fueron a la villa y volvieron, saliendo el prior a la puerta


de la claustra, donde prior y pesquisidor hablaron: requerido el prior
ante escribano de que le hiciese la casa llana, respondió afirmativa-
mente. Ribera bajó a la villa, tomó información de lo dicho por Van-
delvira y sin más lo sentenció, viendo el testigo cómo lo sacaron a la
vergüenza.
Juan Ruiz, cuarto testigo, se había unido al tropel de gente que
acompañaba al pesquisidor cuando pasó por la puerta de su casa; ya
a la puerta del convento oyó como Ribera motejaba al portero de hy-
deputa, villano, comunero. Respecto al enfrentamiento con Diego
Fernández, dice que Ribera le acusó de cometer bellaquería por no
querer franquearle la segunda puerta de la portería y, tras el rifirrafe ya

54
sabido, Diego sentenció «soys justicia e podéys hazer lo que mandáre-
des». El prendimiento de Vandelvira lo relata así:

vio cómo llevava preso a un oficial de cantería de los de la obra, e que


el dicho pesquysidor yba diziendo que lo llevava preso porque avía
dicho que el señor prior avía mandado que no abriese a nadie sin su
licencia, aunque fuese el enperador, y el preso yba diziendo qu’el se-
ñor prior no avía mandado tal cosa al portero ny él lo dezía, y asy lo
llevó preso a la villa y tornó al convento, donde requirió al prior que
le hiciese la casa llana y le entregase a los delincuentes allí refugiados;
así se lo aseguró el prior. E que el dicho pesquesydor se abaxó e se fue
luego derecho a la cárcel e de ally dende a obra de media hora se salió
e que, salyéndose, lo sacaron encima de un asno con una mordaza a
la lengua a la vergüença.

En quinto lugar testificaría el escribano de la audiencia prio-


ral, Cristóbal Calderón, cuyas palabras tienen la virtud de darnos la
versión de los hechos de una persona que se encontraba dentro del
convento: estando oy dicho día en el dicho convento, a ora de casy de
las diez del día, que el señor prior se avía levantado de audiencia y se
avía ydo al coro a estar en las horas, este que depone se quedó en la
cámara de la audiencia escriviendo, e dende a poco rato oyó dar golpes
a la segunda puerta del convento, que estava cerrada, y se levantó a ver
qué cosa era y vido qu’el dicho pesquysidor era el que dava los golpes e
dezía «abryd, asy se an de cerrar las puertas e encobrir a los malhecho-
res».
Luego salió Diego Hernández freile, que estaba fuera del claus-
tro visitando las obras, y Ribera le dijo «padre, no seays malcriado,
dad acá las llaves o abryd, sy no yo os prometo de os tomar con unos
grillos e os llevar a la Corte y aun más adelante». El testigo se fue a la
iglesia del convento para hacérselo saber al prior, hallándolo dentro
del coro, donde se decían las horas, y fue a hablarle al comendador
Torremocha, que estaba en la iglesia oyendo misa, a contarle lo que
pasaba; Torremocha se fue donde el prior y ambos fueron a hablarle al
pesquisidor, con mucha gente en el zaguán, dentro de la puerta de la
claustra principal, donde Ribera, con alguna alteración, hizo requeri-

55
mientos al prior, pidiendo la entrega de los malhechores y se le hiciese
la casa llana. El prior le contestó que no sabía de malhechores, pero, si
el juez sabía de alguno, que le franqueaba la casa para que los buscase,
que él le prestaría ayuda y favor. Después el pesquisidor se marchó.
Finalmente, prestó declaración Gonzalo Valentín, criado del
alcaide Diego de Orozco, que fue uno de los que subió desde la plaza al
convento, a requerimiento del bachiller Ribera. Su relato es similar al
de los demás, salvo en las frases concretas que se dijeron las partes.109
Lo sucedido con Vandelvira lo relata con cierto detalle:

Y que se llegó un oficial de los que andan en la obra, que se


llama Andrés de Vandelvira, y le dixo «no se maraville v.m., porque
el señor prior les tiene mandado que a nynguno que venga le abran
sin se lo fazer saber y aunque sea el enperador, ny tanpoco les dexa
meter armas». Y que entonces asyó el dicho pesquysidor del dicho
Andrés de Vandelvira e le dixo «vos, vellaco, ¿por qué no calláys?
yo os llevaré al señor prior, que os castigue», e le asya de un cordón
que traya y, llevándole asy asido, lo llevó fuera del dicho convento,
diziéndole «yo os llevaré al señor prior, que os castigue», y, quando
lo tuvo fuera del convento, dixo «lo mejor será llevaros a la cárcel»
y asy lo hizo llevar a la cárcel y fue él con él fasta las casas de la villa
y dixo «ya seguro ys, llevaldo a la cárcel», y de ay se bolvió el dicho
pesquysidor al convento y halló las puertas abiertas y el señor prior
salió a la claustra y allí se hablaron … y, fecho esto, el dicho pesqusydor
se bolvió a la villa y se fue derecho a la cárcel y sentenció al dicho
Andrés de Vandelvira, al qual este dicho testigo le vido sacar a la
vergüença con una mordaza a la lengua encima de un asno por boz
de pregonero.

Ribera, en su obcecación, había tomado a Andrés de chivo expiatorio


de su furia, deseando que el prior le diese castigo apropiado a lo que él
estimaba una grave injuria al Emperador; tras forcejear con él, le ató y
le sacó del recinto; ya fuera, tal y como nos relata Valentín, se lo pensó
mejor y decidió hacerle un juicio instantáneo, cuya pena ya tenía pre-
concebida, y la hizo ejecutar sin más.110
Iba firmada toda esta información por el prior uclensis, ade-
más de Fernando Muñoz, notario apostólico.

56
5.1.2. PRIMERA PROBANZA DEL LICENCIADO RIBERA

Titulándose licenciado, Ribera, en previsión de lo que pudiera suce-


der, realizó el mismo día 24 de marzo otra información de siete testi-
gos sobre tres criados del convento, Francisco Honrado —que parecía
ejercer de ayudante de mayordomo—, Cisneros, portero y Juan, ace-
milero, implicados en la liberación violenta de Hernán Suárez. Trataba
de probar con ello los antecedentes de lo ocurrido en el convento aquel
día y justificar, así, su actuación.

En la villa de Uclés, a veynte y quatro días del mes de março,


año del nascimiento de nuestro Salvador Jesuchristo de myll e qui-
nientos e treynta años, el señor licenciado Tomás de Ribera, juez pes-
quisidor de S.M., en presencia de my, Bartolomé López de Carcaraso,
escrivano de S.M. e de la cabsa a él cometyda, dixo que, por quanto
a su noticia hera venydo que antes qu’él viniese, queriendo un día el
alcalde mayor desta villa prender a Hernán Suárez, porque fue en el
quebrantamiento de la cárcel, sobre lo qual después el dicho señor
juez fue proveído por S.M. para conoscer e castigar, así el dicho deli-
to como todo lo demás a ello anexo y conexo, de que el dicho alcalde
mayor conoscía e pudía conoscer, por tanto, que, procediendo de su
oficio, fazía e fizo proceso contra Francisco Honrado e Cisneros e
Juan azemylero, criados del convento, los quales diz que, queriendo
el dicho señor alcalde mayor prender al dicho Xuárez por el dicho
quebrantamiento, le resystieron e quisieron matar con sus espadas
desenvaynadas, con otros muchos religiosos del convento, diziendo
«afuera, afuera», gelas pusyeron a los pechos e asy gelo quitaron e
llevaron al dicho Xuárez, con mucho escándalo y alvoroto, al qual,
así mismo, e a otros muchos delinquentes llevaron a casa e los res-
cetaron e tubieron allí por muchas vezes e muchos días, lo qual, así
mismo, hizieron otros vezinos e personas de esta villa, por tanto que
para saber lo susodicho e proceder en ello, porque le dixeron qu’el di-
cho Francisco Onrado y otros algunos estavan en Nuestra Señora de
la Dehesa,111 se yba e fue allá, al qual, hiéndole a prender, le tomó en
el camyno e lo prendió e así preso lo traxo a su casa e la mandó echar

57
unos grillos fasta tomar su confesyón, la qual por el dicho señor juez
le fue tomada, qu’es la syguiente:

El primero en deponer fue el propio Honrado, que, haciendo


honor a su apellido, declaró con ingenua sencillez lo que había sucedi-
do. Transcribo completa su confesión por su interés.

En la villa de Uclés, a veynte y quatro días del mes de março


de mill e quinientos e treynta años, el dicho señor juez tomó e resci-
bió juramento en forma devida de derecho de Francisco Onrado, el
qual lo hizo e, aviendo jurado, fue preguntado qu’es lo que sabe cerca
del quebrantamiento de la cárcel que hizieron en esta dicha villa para
sacar a Ventura negro.
Dixo que lo que sabe es que, estando este que depone en el
convento, antes de las Carnestolendas, tres o quatro días, que no se
acuerda que día fue, mas de que fue después del dicho quebranta-
miento, en la portería con el mayordomo Bargas, salieron el mayor-
domo Lucas Hernández y el mayordomo Bargas y otros diez o doze
religiosos e dixieron qu’el alcalde mayor desta villa quería prender
e sacar a Hernán Xuárez, sobrino del prior, del Ospital, porque diz
que fue en el dicho quebrantamiento de la cárcel, lo qual vino a dezir
Juan, azemilero de la casa, que estaba herrando las azémillas, e lo
dixo a los dichos religiosos y así salieron y este confesante con ellos
y el dicho azemillero y un Cisneros portero, e fueron con los dichos
religiosos, e llegando que llegaron al dicho Ospital este que depone y
el dicho azemillero y el dicho Cisneros y echaron mano a las espadas,
diziendo «fuera, fuera» e apartaron la gente, e los dichos religiosos
sacaron al dicho alcalde mayor, ablando con él fuera del dicho Ospi-
tal, e desque le hubieron ablado, el dicho alcalde mayor se fue y los
dichos religiosos volvyeron y tomaron al dicho Xuárez y le pusyeron
en medio e lo llevaron, y este confesante con ellos, al convento.
Fue preguntado qué palabras pasaron allí. Dixo que se le
acuerda, mas de quanto los dichos religiosos le dixieron al dicho al-
calde mayor «¿qué es esto, señor alcalde?» e lo sacaron fuera e toma-
ron al dicho Xuárez, como dicho tyene.

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Fue preguntado para quién echaron mano a las espada. Dixo
que para la gente qu’estaba con el dicho alcalde mayor e dixieron
«fuera, fuera».
Fue preguntado sy el dicho azemillero puso la espada a los
pechos al dicho alcalde mayor. Dixo que no lo vio.
Fue preguntado a dónde estava la noche del quebrantamiento
de la cárcel. Dixo que con el dicho mayordomo andaba para Caçorla
e Benbrilla e otros lugares, cobrando dineros, e que quando vaxaron
a defender e quytar al dicho Xuárez al dicho alcalde mayor, entonces
oyó lo del dicho quebrantamiento de la cárcel.
Fue preguntado a quién lo preguntó. Dixo que a unos que
estubieron en el convento lo preguntó.
Fue preguntado sy después que pasó lo susodicho a pregun-
tado algo al dicho Hernán Xuárez. Dixo que como este confesante y
los sobredichos le subieron al convento luego el mayordomo Lucas
Hernández lo llevó en el convento a donde no le viese nadie e lo as-
condió, e que otra noche syguiente el mayordomo Lucas Hernández,
que tenya las llaves de las puertas, vaxó y llamó a este confesante que
se vaxase con él e allaron la primera puerta, que llaman la de Mo-
nesterio abierta, e vinyeron a la portería e allaron, asy mismo, avier-
ta, qu’el dicho Cisneros las avya dexado aviertas, que hera portero
quando dio las llaves al dicho mayordomo; e, como vio asy las puer-
tas aviertas, el dicho mayordomo subió a la garita, donde dormya
el portero, y alló allí al dicho Xuárez acuchillado, e de que lo vieron
acuchillado lo tomaron e lo metyeron en casa e lo curaron, e otro día
de mañana le metyeron en una carreta e lo enviaron fuera de casa, e,
así mismo, otro día echaron al dicho Cisneros fuera de la casa, e que
aquella noche el dicho Xuárez dezía que le avían acuchillado ciertos
onbres, entre los quales avía conoscido a Diego de Pareja e García
Mexía, e que en este tienpo oyó desir que los dichos Xuárez e Rodri-
go, criados del convento, avyan sydo en el dicho quebrantamiento de
cárcel, e que lo oyó a unos onbres en el convento, los quales no conosció.
Fue preguntado por qué le despidieron a este confesante.
Dixo que porque un hermano suyo le escrivió que se fuese a Moya
y tanbién porqu’el dicho mayordomo Lucas Hernández le dixo que

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porque venya un pesquisidor contra los que avían sydo en el dicho
quebrantamyento de la cárcel y en quytar el dicho Xuárez al alcalde
mayor.
Fue preguntado que tantas bezes a venydo después de lo su-
sodicho al dicho convento. Dixo que anoche dormyó en el convento
e habló con el dicho mayordomo, de que le dixo que se fuese con
Diego de Heredia a la Corte fasta que el dicho señor juez se fuese,
qu’estava rezio, e que después se aría vyen todo.
Fue preguntado sy vydo en el dicho convento a los dichos
Rodrigo y Xuárez, sobrino del prior. Dixo que Pero despensero le
dixo anoche qu’el dicho Rodrigo avía estado en Nuestra Señora de la
Dehesa tres o quatro días y qu’el mayordomo le avya hido a ver allá
e le avía dicho que se fuese de allí, porque no avía manera para estar
en casa y su delito hera grande.
Fue preguntado qué azía oy en Nuestra Señora. Dixo qu’es-
tava allí rretraydo e quiso pasar a la Fuente e alcançar a Diego de
Heredia e que después se arrepentió e volvya al conbento.
Fue preguntado por qué huya oy quando el señor juez le topó.
Dixo que por aquello que avía fecho en el dicho Ospital Santorini.
Fue preguntado por qué se ascondió primero de Diego de
Orosco en Santa María. Dixo que porque no lo dixiese qu’estaba allí.
E qu’esta es la verdad por el juramento que tyene fecho y en
ello se afirma syéndole leydo así su dicho e confesyón, e no firmó
porque dixo que no savya escrevir.

Así pues, en la extracción de Hernán Suárez de la ermita es-


tuvieron presentes quince freiles del convento, acompañados de tres
criados que iban armados con sus espadas, junto con muchos otros
vecinos de la villa. Los armados había puesto sus espadas en el pecho
del bachiller Uceda, al que quitaron a Hernán, lo sacaron de la ermita,
apartando con sus armas a los que estaban con el alcalde mayor, y lo
llevaron protegido hasta el convento. El confesante, sin embargo, ma-
tiza que con Uceda hablaron fuera del edificio y sus espadas sólo las
usaron contra sus favorecedores. Se habían enterado por el acemilero
del monasterio de que Hernán iba a ser extraído del hospital, lo que
era una violación del espacio sagrado. Quien tuvo parte especial en

60
todo ello fue el mayordomo Lucas Fernández, quien, además de capi-
tanear el tropel que se había opuesto a los designios de Uceda, escon-
dió al extraído en la garita de la portería, donde dormía Cisneros; éste
había dejado abiertas las dos puertas de la entrada, permitiendo que
penetraran la noche siguiente varios uclenses, entre los que Honrado
identifica a Diego de Pareja y a García Mexía, que dejaron malherido
a Hernán de las cuchilladas que le dieron. Cisneros fue despedido. El
confesante y el mayordomo metieron al herido en la casa y lo curaron.
Al día siguiente lo subieron a una carreta y se lo llevaron fuera. Hon-
rado, de orden del mayordomo, se escondió en la ermita de la Dehe-
sa, camino de Tribaldos, tras salir de la parroquia de Santa María del
Castillo, donde lo había buscado el alcaide Diego de Orozco, siendo
apresado por el campo por Ribera. Le había dicho Lucas Fernández
que venía pesquisidor a la villa y que venía recio, así que le convenía
quitarse de en medio, aconsejándole que se fuese a la Corte con Diego
de Heredia. Mayordomo y ayudante eran conscientes de que el delito
cometido contra Uceda era grave y temían el castigo del juez.
Dos días después, el 26, declaró el escribano Juan Muñoz,
que contó brevemente cómo, estando en la plaza de San Andrés, fue
convocado por el alcalde mayor para que, junto con otros vecinos, le
acompañase en favor de la justicia; Uceda iba tras Hernán Suárez para
prenderle; le siguieron por la estrecha calle de la Valdresería —hoy
Baldosería—, pero se metió en el Hospital de Santorun, donde se es-
condió detrás del retablo del altar; allí fue localizado por el testigo,
que le entregó al alcalde mayor. Estaba haciendo algunos autos contra
Hernán ante este escribano, cuando vieron venir a cuatro freiles y cria-
dos —los tres encartados por el pesquisidor—, que venían gritando
«¡afuera! ¡afuera! ¡favor al convento!» con las espadas desenvainadas.
El juez pidió a los suyos que no respondieran a la provocación y dijo a
los del convento que no era su intención prender al reo, sino tomarle
declaración. De poco le sirvió arrugarse ante los armados, pues se lo
quitaron a empujones. Juez, alguacil y escribano decidieron irse fuera
para evitar males mayores.
Muñoz había oído decir que el alcalde mayor buscaba al so-
brino del prior por su implicación en el quebrantamiento de la cárcel

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para extraer al esclavo negro; sabía que se habían llevado escoltado a
Hernán al convento, pero que estaba malherido.
Diego de Pareja sería el tercero de los deponentes. Estando en
casa de Diego de Heredia, supo que el alcalde mayor andaba buscando
al sobrino del prior para ponerle preso, por lo que fue hasta el hospital,
donde habían entrado 8 o 9 freiles, junto con tres criados, diciendo
«¿qué vellaquería es este querer llevar al onbre?»; luego el freile Luis de
Jaén le dijo al juez que fuese bien criado, que, si no, le tiraría abajo por
unos corredores o ventana, además, el acemilero puso la espada en el
pecho al juez, amenazándole con pasarle de parte a parte si persistía
en prender al reo. El testigo quiso sacar su espada, pero el juez le pidió
que no lo hiciera, pues temía que los matasen. El tropel del convento
sacó a Hernán del hospital, que iba con una espada desenvainada y
una capa arrollada en el brazo, diciendo «¡juro a Dios que tengo de
matar un judío d’éstos!». De allí lo subieron al monasterio.
Pareja sabía que Uceda iba con vara de justicia y quería apresar
a Hernán por haber estado en el quebrantamiento de la cárcel. Había
oído a García Mexía que el mozo Rodrigo —otro de los implicados en
el quebrantamiento— se había metido por un postigo en el convento
el día que Ribera subió al mismo y a Rodrigo Velázquez que Hernán
había estado en casa de Catalina Robleda en hábito frailuno unos días
después.
El mismo día declaró el escribano Francisco Narváez, que se
remitió a lo que ya había testificado sobre el caso. Identificó a los tres
mozos implicados, pero no pudo asegurar que usasen sus espadas, por
estar ocupado escribiendo. Sí sabía del alboroto con que se hizo todo.
Añadió que Suárez estuvo en el convento 3 o 4 días, hasta que amane-
ció acuchillado y había oído decir que el criado Rodrigo se había refu-
giado en el monasterio el día que Ribera fue a buscar a los implicados
en el quebrantamiento de la cárcel.
Acto seguido, declaró Esteban de Illán, donado de la ermita
de Nuestra Señora de la Dehesa, que aseguró que Rodrigo, mozo del
convento, y Honrado, dos de los responsables del quebrantamiento,
se habían refugiado allí; el primero cinco días, volviéndose luego al
monasterio; durante ese tiempo le traía la comida de allá el gallinero
del convento. Le había comentado que había estado en los hechos de

62
la cárcel y que iba huyendo de la justicia. Honrado, por su parte, sólo
estuvo medio día y fue prendido cuando volvía al convento. No sabía
escribir.
Luego testificó también Juana Martínez, mujer del donado, al
día siguiente, diciendo que Rodrigo había llegado a la ermita 10 días
atrás, con intención de no ser preso por la justicia, ya que había estado
en la extracción del negro de la cárcel, junto con otros 7 u 8 bellacos.
Permaneció 5 días, siendo visitado sólo por el gallinero del convento,
que le traía de comer, y por el mayordomo Lucas Hernández, que le
aconsejó que se fuese, pero que no pensaba darle nada. Sin recursos
para huir, se volvió al convento. Le había oído decir a este Rodrigo
que, durante la fractura de la cárcel, la mujer de Solares había gritado,
apellidando a la justicia, por lo que la tenía amenazada. Honrado sólo
estuvo allí unas horas el día que fue prendido en el campo. Se había
refugiado por haber participado en la liberación de Hernán Suárez de
manos de Uceda. Tampoco pudo firmar su declaración.
El día 29 prestó la suya Rodrigo de Montemayor, que sólo acla-
ró que un día de la Cuaresma, estando en San Benito, se encontró con
Hernán Suárez, que le dijo que había estado en el convento, pero no
había visto al prior, y que a la mañana siguiente había salido, vestido de
fraile y acompañado por dos religiosos, hasta la Fuente Redonda. Allí
se había topado con Hernando de Montemayor, que dijo ir a Cuenca,
a resumir corona.
A mayor abundamiento el bachiller Ribera hizo incluir en la
información el siguiente testimonio de lo sucedido:

En la villa de Uclés, veynte e cinco días del mes de hebre-


ro, año del nascimiento de nuestro Salvador Jesuchristo de mill e
quinientos e treynta años, este día el noble señor bachiller Alonso
de Uzeda, alcalde mayor desta villa e su tierra, vinyendo del camy-
no, dixo qu’él avía sydo ynformado que Hernán Xuárez, famyliar del
convento, avya sydo en quebrantar y quebrar la cárcel pública desta
villa para sacar della a un preso que en ella estava por razón que avía
dado de palos a Estevan Gallego, vezino de la dicha villa, junto con
otras personas que con él fueron a quebrantar la dicha cárcel. Y, es-
tándole a prender al dicho Xuárez por la calle y varrio de Valdresería,
llevando consygo su alguazil mayor, el dicho Xuárez dio a huir por la

63
calle adelante fasta la hermyta y Espital de Santoro, al qual se subió
junto al altar, y el dicho señor alcalde mayor, en seguimiento d’él y,
en llegando, le pidió la espada y él se la dio y le requirió que salga
del dicho Espital e se venga con él a la cárcel para que allegue de su
justicia en ciertas ynformaciones que contra él ay, de otra manera,
que procederá contra él lo que allare por derecho.
Testigos, Juan de Narbáez e Hernando de Enzinas alguazil e
Francisco [Elpine], vezinos de la dicha villa.
El dicho Hernán Xuárez dixo que lo oya. Testigos, los dichos.
E luego, a la sazón, estando el dicho señor alcalde mayor fa-
ziendo el dicho requerimiento, sin aver quebrantado puerta ni te-
jado, salvo aver entrado por la puerta principal, syn escándalo ny
alboroto alguno, llegó el mayordomo del convento con dos o tres
moços, criados del convento, y con alboroto entraron dando bozes
y diziendo «¡alcalde mayor, sal fuera y dexa las personas que querís
sacar!», echando mano a las espadas los dichos moços se pusieron
en resystencia contra el dicho señor alcalde mayor y contra el dicho
su alguazil, no tenyendo ganas de le sacar de la yglesia, salvo fazer
el dicho requerimiento, porque, sy otra cosa se pensara, antes que
vinyera el dicho mayordomo, fuera sacado. Y luego sobrevynyeron
seys o syete religiosos del dicho convento con más gente, que con al-
boroto y bozes, diziendo «¡dexa al preso!». Entonces el señor alcalde
mayor les dixo «¡quitaos allá, que no serví yo a S.M. en esto, que my
yntención no es yr a sacar a ese onbre de la yglesia, syno fazerle un
requerimyento!», e salió. Entonces dixieron los dichos mayordomo
e religiosos «¡menos lo serv[i]réys vos en querer sacar las personas
que se vienen a manparar a las yglesias!», dándose enpellones unos a
otros. El dicho señor alcalde mayor se salió del dicho Ospital e se fue,
dexando allí al dicho Hernán Xuárez, y después de salido el dicho se-
ñor alcalde mayor, los dichos religiosos dieron ligar al dicho Xuárez
y le subieron al convento.
Testigos los dichos. Francisco Narbáez.

Firmaba la información Bartolomé López de Carcarazo, sien-


do presentada por Ribera en la Corte el 26 de abril.

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5.1.3. PROBANZA DEL LICENCIADO GUDIEL DE CERVATOS

En cumplimiento de la comisión dada al nuevo pesquisidor


nada más llegar a Uclés, éste realizó una amplia información, haciendo
testificar sobre los hechos del día 24 a 10 personas, incluyendo al pro-
pio Vandelvira, apenas pasados cinco días de los autos. Se ponía espe-
cial interés en saber las palabras exactas pronunciadas por el cantero,
que tanto habían exasperado al pesquisidor Ribera.
Gómez Mexía, nuevamente, recogió la frase de Vandelvira: «no
se espante dello s.m., porque asy estava mandado por el prior que no
dexase entrar a nadie, syn su licencia, aunque fuese el enperador», si
bien no sabía si era cierto que el prior lo tuviera así dispuesto.
Igual declaró Diego de Pareja, que recordaba así las palabras
del cantero: dijo qu’el prior lo tenía mandado que, aunque fuese el
enperador, no entrase syn su licencia e que no lo tubiese a mucho no
le querer dexar entrar. En su opinión, no creía que el prior lo hubiese
mandado. Igual cosa declaró Luis de Heredia, para quien Vandelvira
había dicho «no se maraville, señor, qu’el prior lo tiene mandado que,
aunqu’el enperador venga, no se le abra syn su licencia».112
El resto de las deposiciones presentan mayor interés, comen-
zando por la de Bartolomé López de Carcarazo, escribano de la causa
seguida contra Vandelvira y, por tanto, del pesquisidor Ribera:

dixo qu’el juez fue ynformado que ciertos delinquentes estavan re-
traydos en el convento e dixo a my, el dicho escrivano, que porque
en la causa por S.M. a él cometyda no se podía vien saber la verdad
syn que tomase el dicho de alguno de los dichos delinquentes y ellos
declarasen dónde se avían juntado para quebrantar la cárcel e quié-
nes avían sydo e por cúyo mandado querían yr al convento, para
tomarles sus dichos, e asy se fue en persona con ciertas personas allá
e, como llegó a la puerta segunda del dicho convento, el dicho juez
se quexava cómo le avían cerrado la puerta y que dello S.M. no hera
bien servido ny que los malhechores se los tuviesen en el convento,
a lo qual vio qu’el dicho Andrés de Anvira dixo con manera de gran
henojo y acelerado qu’el prior lo tenía mandado que, aunqu’el enpe-
rador viniese en persona, no le abriese syn su licencia e que no lo

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tubiese a mucho no le querer abrir a él, en esto, viendo el desacato del
dicho Andrés, el dicho juez lo mandó llevar preso, y esta es la verdad
y en ello me afirmo e firmolo de su nonbre.113

Veamos ahora la confesión de un acongojado Vandelvira:

Confisyón de Andrés del Anbira:


Andrés de Vandelvira, preguntado qué tanto a qu’está en el
convento, dixo que diez días o doze.114

Fue preguntado sy sabe qu’el prior tenga mandado que, aun-
qu’el enperador venga, no le abran la puerta. Dixo que nunca tal mandó.

Fue preguntado por qué dixo qu’el prior tenía mandado que,
aunqu’el enperador viniese, no le abriesen syn su licencia. Dixo que
porque a otros vía que no les abrían syn licencia del prior e que por
esto lo dixo.

Fue preguntado por qué lo dezía con manera de alboroto y


escándalo. Dixo que lo dezía syn alboroto e syn escándalo.

E qu’esta es la verdad para el juramento que tiene fecho y en
ello se afirmava e afirmó.

Diego de Orozco, alcaide de la fortaleza, refirió los hechos que


había presenciado de un modo un tanto prudente, por no decir parcial:

yendo oy día con el señor juez aconpañándole como a justicia al di-


cho convento por su mandado, quando este testigo llegó le vio al
dicho señor juez abraçado con el portero, el qual hera lego, que no
sabe su nonbre, e que la causa fue porque estorvaba que no entrasen
con el dicho señor juez los que yban con él, y qu’el dicho señor juez
le mandó a este testigo que tubiese la puerta e no dexase salir a nadie
fasta qu’él oviese catado y myrado la casa y hecho lo que de justicia
fuese obligado, e no vio más, porqu’el dicho señor juez fue a la otra puerta.

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Fue preguntado sy oyó desir al dicho señor juez algunas pala-
bras descomedidas contra el dicho convento. Dixo que nunca le oyó
desir cosa nynguna, más de quando dixo «¡estos vellacos malcriados,
qu’esta casa es del rey y vosotros no tenéys nada en él!», e que no sabe
por quién lo dixo.

Algo parecido puede decirse de la deposición de Diego de Pa-


reja, minimizando el encontronazo de Ribera con el portero, exage-
rando el tiempo de espera del pesquisidor ante la segunda puerta de la
portería y olvidando oportunamente los improperios del juez contra
el convento y sus integrantes, siempre en comparación con su primera
declaración del día de autos.

yendo este dicho día con el dicho señor juez al dicho convento,
aconpañándole como a justicia, llegaron a la portería del dicho con-
vento y el portero, qu’es un lego criado del convento, abrió la primera
puerta y el dicho señor juez entró dentro a un patyo que se haze allí, e
llegaron allí dos religiosos del dicho convento y el uno dellos hera el
mayordomo, el qual, como vio qu’el dicho señor juez le quería [noti-
ficar] ciertos autos al prior, se fue diziendo que le yva a llamar y cerró
la puerta segunda tras sy, e que en esto el dicho señor juez aguardó
gran rato e, como vio qu’el mayordomo ny el prior no venyan, porfió
a entrar e, hiendo por el patio de entre las dos puertas, llegó el dicho
portero a este testigo e le dixo que le diese la espada, qu’el prior avía
mandado que no dexasen entrar a nadie con armas, e qu’el dicho se-
ñor juez volvió a él e lo ryñó e le quebró la bara en la cabeça, porque
no dexava entrar los que con él yvan en fabor de la justicia, e que
llegó el señor juez a la puerta segunda por ver sy estava [abierta] y
tomó un canto para le matar y enpezó a hablar con otro religioso que
estava allí ciertas cosas, diziendo que quanto ellos thenyan hera del
rey e que le diesen las llaves de la puerta, e qu’el dicho religioso dixo
qu’el prior la tenya, e que en esto llegó un Andrés, criado de la casa, el
qual dixo lo que tiene declarado ante el dicho señor juez.
Fue preguntado sy sabe o oyó qu’el dicho señor juez dixe-
se algunas palabras descorteses contra los religiosos o el convento.
Dixo que, altercando con el dicho religioso ciertas palabras que no

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se acuerda, dixo «sy vos abláys eso, yo’s ynbiaré con unos grillos a la
Corte», e que no le oyó desir otra palabra fea, porque, sy la dixera,
este testigo la oyera, porque syenpre andobo con el dicho señor juez.

Menos significado en los hechos, Juan de Castillejo,115 era de los


que habían subido desde el pueblo al convento y sólo estuvo presente
al enfrentamiento entre juez y portero: al pasar a la segunda puerta
el portero asyó de un honbre, porque entravan, e les quyso quytar las
espadas; el juez le golpeó con la vara en la cabeza, diziendo qu’el con-
vento hera del rey e que la justicia avía de entrar dentro en ella. Luego
se quedó vigilando la puerta de orden del pesquisidor.
Más comedido estuvo Gómez Mexía en esta nueva declara-
ción, aunque quitó hierro a la actuación de Ribera. Vuelve a relatar
lo sucedido: cuando el portero dijo al acompañamiento del juez que
no podían entrar armados, le quebró la vara en la cabeza, diziendo
que desfaborescía la justicia del rey yendo a prender a los delinquen-
tes, e qu’el dicho portero dixo a este testigo que hera lego, criado del
convento. Tras aporrear la segunda puerta con una piedra sin que se
la abrieran, y [en] este comedio vio cómo se descomedió un Andrés,
criado del convento, como tenía ya declarado. De todos los imprope-
rios proferidos por Ribera sólo recordaba ahora lo dicho al portero:
«¡vellaco, mal criado, no es esta Comunidad, pues rey ay y justicia e yo
la tengo de hazer en su nonbre!».
Gonzalo de Orozco, hijo del alcaide de la fortaleza, había su-
bido con el tropel al convento; llegados a la puerta afirma que fue el
portero el que asió al juez para que no entrase, mientras era avisado el
prior, que estaba departiendo con el bachiller Viana, e que en esto este
testigo se salió fuera a buscar un guante que se le abía caydo, cuando
volvió oyó cómo el juez llamaba bellaco al portero, mientras le rompía
en la cabeza la vara. No le había oído decir nada más fuera de tono.116

5.1.4. PROBANZA DEL PRIOR Y DE ANDRÉS DE VANDELVIRA

Lógicamente, las pruebas testificales presentadas por los acusadores de


Ribera tienen un cariz diferente, que enlaza con la primera probanza,
tomada en caliente. En este caso declararon 10 personas, casi todos ya

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conocidos de las pruebas anteriores, pero se estructuran de acuerdo
con 6 preguntas, formuladas según era costumbre en el proceso de la
época. La primera pregunta, como era de rigor, versaba sobre si los
testigos conocían a los implicados. La segunda entraba directamente
en materia:

Yten, sy saben que al tienpo qu’el dicho licenciado Tomás de


Ribera fue juez pesquesidor a la villa de Uclés fue al convento de la
dicha villa y llegando a la portería, porqu’el portero le dixo que que-
ría hazer saber al pryor cómo estava allí, por sólo esto, el dicho licen-
ciado le llamó de «majadero» y le dixo muchas palabras ynjuriosas y
le quebró la bara en la cabeça y pidió una soga, diziendo que le quería
ahorcar, y travaxó de hechalle de los adarves avajo.

Tanto Diego de Pareja (20 años) como Diego de Orozco (60


años) afirmaron haberlo presenciado así por vista de ojos. Gonzalo
Valentín (30 años) dice algo semejante y añade:

estava presente al tienpo qu’el dicho licenciado Tomás de Ribera que-


bró la bara en la cabeça al dicho portero e le asyó de los pechos e le
quiso e hizo por arrojalle de una palizada abaxo e le vido pedir la
soga, diziendo que le avía de ahorcar.

El cantero Pedro Martínez de Aguirre (30 años), uno de los


nuevos testigos ahora introducidos, no había estado presente a los he-
chos, pero dijo haberlo oído referir así a muchos. Juan Ruiz (40 años)
vio el altercado del juez con el portero, cómo le asió, le rompió la vara
en la cabeza, pidió una soga para ahorcarle y quiso arrojarle por una
empalizada, porque solamente dixo el portero que dexase la vara hasta
que dixese al pryor cómo estava allí, porque le avía mandado que nadie
no entrase con vara e le llamó el dicho licenciado al portero de comu-
nero e otras cosas. Juan de Castillejo (75 años) vio lo mismo que los
demás, precisando que Ribera había cogido al portero de los pechos y
de la horcadura117 para echarle los adarves abajo, y este testigo y Oroz-
co alcaide y Gómez Mexía le rogaron que lo dexase e se lo quytaron.

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Diego, criado de García de Salinas (25 años), declaró algo pare-
cido, así como los otros dos que habían evitado el desaguisado: Gómez
Mexía (26 años) y Luis de Heredia (35 años); también el freile Diego
Fernández (28 años).
La tercera pregunta versaba sobre la actitud de Vandelvira con
Ribera, que intentan reconducir a un educado intento de aplacarle, no
a la ligereza que había cometido:

Yten, si saben etc. que a la sazón que acaesció lo susodicho


contenydo en la preguna antes d’ésta, el dicho Vandelvira, quytado
el bonete y con mucha cortesía e muy sosegada y mansamente, por
que se amansase el dicho licenciado y perdiese el henojo del dicho
portero, le dixo que no se maravillase s.m., porqu’el señor prior le
tenía mandado al portero que, aunque fuese el enperador, nynguno
entrase syn azérselo saber, y esto que dixo del enperador no lo dixo
syno por escusar el portero que no le tratase tan mal como le tratava,
e asy paresció en su senblante y manera con que se lo dixo.

Fue Pareja, el primer testigo, quien fijó posición, cuando dijo:


llegó Juan de Vandelvira [sic] a la puerta segunda del convento … e se
quytó el dicho Andrés de Vandelvira un sonbrero e se quedó en toca-
dor con el sonbrero en la mano y dixo al licenciado Tomás de Ribera
«no se maraville v.m., qu’el señor prior tiene mandado que, aunque
venga el enperador, syn su licencia no le abra».

Salvo Martínez de Aguirre, que no estaba presente pero lo oyó


contar así, todos coinciden con lo preguntado, añadiendo Diego el cria-
do que Vandelvira había hablado al pesquisidor con la criança y con el
sonbrero en la mano; Mexía confirmó que lo había dicho mansamente
e cortésmente, mientras Heredia afirma que lo dijo con criança y man-
sedunbre y con harta cortesía y que cree este testigo que lo dijo el dicho
Vandelvira por desculpar al portero. El freile Fernández se explayó un
poco más:

al tienpo qu’el dicho Andrés de Bandelvira habló las palabras que


la pregunta dize el dicho juez y con paciencia y con criança, e vido
cómo el dicho juez asyó al dicho Andrés de Vandelvira e le llamó de

70
comunero, y este testigo le rogó por él y vido cómo lo mandó llevar
a la cárcel e lo llevaron al dicho Andrés de Vandelvira, e este testigo
lo vido preso.

Castillejo, finalmente, dijo no haber oído la frase del cantero, mas de


cómo el dicho licenciado Ribera le asyó e le traya asydo preso y le ro-
garon que lo soltasen e no quyso … e lo vido meter en la cárcel.
La cuarta cuestión, siguiendo con el relato cronológico de los
hechos, trataba de la actuación subsiguiente del letrado, juzgándolo y
ejecutando la sentencia de forma súbita, como si de un delito sorpren-
dido in fraganti se tratase.

Yten, si saben que luego por esto le mandó traer a la ver-


güença e una mordaza a la lengua y, en sentenciándolo en esto, lo
hesecutó encontinenti, antes que pudiese hablar con letrado para
hordenar la apelación por escrito.

Todos los testigos coinciden en que, tras ser prendido Vandelvira y


llevado a la cárcel, fue procesado y ejecutada la condena a la vergüen-
za pública en tan sólo media hora. Unos oyeron cómo se ejecutaba la
pena desde el convento, otros se fueron a sus casas y prefirieron no
asistir al penoso espectáculo y otros habían acudido a la cárcel para in-
tentar evitarlo. Entre estos últimos, que estuvieron presentes al paseo
de Vandelvira con una mordaza en la lengua, estuvo el alcaide Orozco,
que se alló presente al tienpo qu’el dicho Andrés de Bandelvira fue
preso e abergonzado por mandado del dicho Tomás de Ribera, e este
testigo e otros cavalleros fueron yncontinenti a rogar al dicho licencia-
do Tomás de Ribera que no le abergonçase, e nunca le quisieron abrir
la puerta, y este testigo le vido avergonçar.
Por su parte, Ruiz estubo presente a la puerta de la cárcel dende que
metyeron en ella al dicho Andrés de Bandelvira e le sacaron avergonzando
con mordaza a la lengua y pregonándole por las calles, e este testigo le vido
avergonçar y pregonar, y que pasó en tienpo de media ora o de una ora.
Heredia presenció lo mismo: e le avergonçaron e con la morda-
za a la lengua cavallero de la vergüença y con pregonero por las calles
desta villa.

71
La quinta pregunta trataba de la condición personal de Andrés,
que ni por mil ducados hubiera querido sufrir semejante afrenta a su
honra, según solía decirse en los delitos por injurias de obra.

Yten, si saben qu’el dicho Andrés de Vandelvira es hidalgo y


honbre honrado e muy quyeto e pacífico, que qualquiera honbre de
su manera no quisiera aver rescibido esta afruenta por mill ducados.

Todos los testigos coinciden de nuevo en que ninguna persona


de la calidad personal y social del cantero Vandelvira hubiera querido
soportar tal afrenta e infamia ni por esa elevada cantidad de dinero
ni por otra alguna. Al llevar pocos días en el convento, pocos de los
testigos habían tenido ocasión de trabar conocimiento con el reo, por
lo que suelen hablar de oídas. Sólo se extendieron algunos, como el
alcaide Orozco, que dijo que, a su parescer, nyngún honbre de bien
quysyera rescebir aquella afruenta por mill ducados, e que a oydo desir
a muchas personas qu’el dicho Andrés de Vandelvira es hidalgo y buen
maestro de su oficio.
Castillejo y Heredia afirmaron haber oído que era hombre pa-
cífico e hidalgo. Pero quienes sí le conocían eran el freile Fernández:
sabe qu’el dicho Vandelvira es honbre pacífico e de bien e por tal está
thenydo en esta villa e convento, e le conosce este testigo, y, sobre todo,
el cantero Martínez de Aguirre: sabe qu’el dicho Andrés de Vandelvira
es honbre pacífico e quieto e qu’es cibdadano de Alcaraz, e que, a su
parescer deste testigo, nyngún honbre de honra, como lo es el dicho
Andrés de Vandelvira, no quisiera rescebir aquella afruenta por nyn-
gún prescio, quanto más por mill ducados.

La última cuestión intentaba fijar el perjuicio económico sufrido por
Vandelvira a causa de su procesamiento:

Yten, sy saben qu’el dicho Andrés de Vandelvira, por aver res-


cibido esta afruenta, a perdido más de dozientos ducados; digan e
declaren los testigos lo que cerca desto saben.

72
En este caso, los testigos no son capaces de precisar cantidad alguna,
remitiéndose todos ellos a lo ya declarado.

5.1.5. SEGUNDA PROBANZA DEL LICENCIADO RIBERA

La última probanza fue presentada por el letrado encausado, que aho-


ra se vuelve a titular licenciado; naturalmente, Ribera hizo hincapié
en lo correcto de su actuación, en la que había tenido como norte la
aplicación de la justicia real frente a los insurrectos uclenses. En este
caso se tomó declaración a seis sujetos, ya conocidos, salvo el clérigo
Pedro de España, teniente de arcipreste (34 años), García Mexía (30
años) y Sebastián Gallego (50 años). Se plantearon 12 cuestiones a los
testigos. Luego de fijar la pregunta inicial, sobre si los testigos conocían
al interesado, al prior y su convento, se pregunta sobre los motivos de
la ida de Ribera al convento y su encuentro con el mayordomo.

Yten, si saben etc. que la bíspera de Nuestra Señora de março


que pasó deste año el dicho licenciado Ribera fue al dicho convento
como tal juez a buscar ciertos delinquentes que allí estavan, el qual
llegó a la primera puerta e allí habló muy cortésmente con el mayor-
domo Lucas Hernández.

Declararon haberlo visto así Diego de Pareja (22 años), Gonza-


lo de Orozco (18 años) y Sebastián Gallego. Lo habían oído a terceros
Pedro de España clérigo, García Mexía y Juan de Castillejo (75 años),
el cual no pudo verlo porque, cuando llegó al convento, Ribera ya es-
taba dentro; era de los que habían seguido al pesquisidor desde la villa
tras haber sido amenazados por éste con pena de perdimyento de vie-
nes y la cabeça, a merced del enperador.
La tercera cuestión versaba sobre la espera que sufrió en la se-
gunda puerta, que había sido aprovechada por los malhechores para
dejar el monasterio.

Yten, sy saben etc. qu’el dicho mayordomo se entró después


de aver ablado con el dicho licenciado en el monesterio y cerró la
puerta tras de sy e le dexó allí gran rato, con poco acatamyento y
mala criança, y se tardó mucho, lo qual hizo por hechar e ausentar

73
los malhechores que dentro estavan; digan los testigos lo que cerca
desto saben y les paresció y allí pasó y vieron.

Pareja calculaba el tiempo de espera en media hora, e que, al parescer


deste testigo, lo qu’el dicho Lucas Fernández hizo de entrar e cerrar e
no bolver fue algo mala criança y menosprescio del dicho juez. Mexía
y Orozco no habían estado presentes, pero eran de la misma opinión.
Castillejo no había pasado de la primera puerta y no vio lo sucedido,
que llegó cansado, como es viejo. Gallego, finalmente, vio que el ma-
yordomo entraba en el interior, pero no vio nada más, porque se salió
fuera.
La pregunta cuarta intentaba presentar su punto de vista sobre
su comportamiento con el portero:

Yten, si saben etc. que, si el dicho licenciado Ribera quebró


la bara en la cabeça al portero e hizo ademán que le quyso despeñar,
fue porque le asyó y le detenya que no entrase, y ansí mesmo detenya
a los que con él yvan, quitándole las harmas.

Mexía y España no habían estado presentes. Castillejo, Gallego


y Orozco habían presenciado cómo Ribera le había quebrado la vara
en la cabeza y le había querido arrojar al vacío, luego de no poder
ahorcarle por falta de soga. Fue Pareja quien hizo la declaración más
detallada, cuando dijo:

el portero dijo al testigo que dejase las armas, entonces el juez


le dijo al portero «¿vellaco, a los que bienen conmygo avéys vos de
quytar las harmas?», por lo que le quebró la vara e intentó tirarle por
la empalizada; e que cree este testigo que, sy el dicho portero no se
pusyera en quitar las armas a los que con el dicho juez yvan, que no
se pusiera el dicho juez en dalle con la vara ny en otra cosa.

Con esto se probaba que el portero no había impedido físi-


camente la entrada al juez y que había sido Pareja quien había sido
instado por aquél a que depositase las armas.

74
La quinta pregunta intentaba desacreditar al portero, como
hombre de baja condición:

Yten, si saben etc. qu’el dicho portero hera un moço como de


cozina o de arado, no religioso ny persona que paresciese portero ny
aun del convento.

Todos coinciden que el portero aparentaba ser labrador o mozo de


arada. Sólo Castillejo ofreció una información algo más amplia: qu’el
dicho portero de persona es un mancebo baxo, no de mucha manera e
que no es religioso ny persona de horden.
La sexta cuestión es mucho más significativa e interesante,
pues intenta hacer ver que su severo comportamiento con el portero
había sido por meter miedo a los numerosos canteros vizcaínos que
estaban trabajando en aquellos momentos a la puerta del convento, de
cuya reacción se temía el juez.

Yten, sy saben etc. que, sy el dicho licenciado Ribera hizo lo


susodicho al dicho moço portero, fue por poner myedo e asosegar
los otros moços y vizcaynos canteros que allí estavan y no por más,
ny fue su yntención y parescía en su denuedo que lo quería ahogar ny
despeñar, syno por poner el dicho myedo, lo qual fue bien hecho y, si
no lo hiziera, los vizcaynos y otros que allí estavan se les desacataran;
digan los testigos lo que saben y creen en este caso.

Salvo Orozco, que no tenía formada opinión al respecto, todos


los testigos avalan de un modo o de otro lo contenido en la pregun-
ta. Pareja: cuando éste, con el juez y otras personas, llevaba preso al
cantero [Vandelvira] vydo cómo algunos canteros se escomençaban a
hablar e desasosegar, e les dixo el dicho juez «no se mene[e] nadie, sy
no, ahorcaros he a todos». Mexía: aunque no se halló presente, creía

que lo qu’el dicho juez hizo a la puerta del dicho convento al


dicho portero fue necesaryo y bien hecho, porque estava entre mu-
chos honbres canteros y peones, que no tienen bienes ny qué perder,
e qu’está el convento fuera de la villa e los vizcaynos comen del dicho

75
convento, e, sy aquello no hiziera el dicho juez pesquesidor, pudiera
ser que se le atrevieran al dicho juez e hizieran y cometyeran mayor
escándalo.
España relata:

este testigo subía arriba al convento a este tienpo, quando


pasó lo en la pregunta contenydo, e que le oyó dezir al dicho licen-
ciado Ribera «¡juro a Dios qu’es bien castigar algunos d’éstos, por
que no se me des[a]caten éstos, que ay tantos que a repelón me arán
rico!», e que les dixo «e a vosotros nynguno se menee ny se rebulla,
sy no, por vida del enperador, e de ahorcar una dozena de vosotros»;
e que, sy ésta fue la yntención del dicho licenciado Ribera, que no lo
sabe.

Gallego: oyó decir al juez que lo hecho al portero fue

por atemorizar a la jente que allí estava en la obra del conven-


to, que no se le desacatasen, e que avía mucha gente que se le pudie-
ran desacatar, teniéndole en poco; e que, a parescer deste testigo, fue
bien hecho, por averlo cometido e no hefetuado lo contra el dicho
portero, por lo que dicho tiene.

La pregunta séptima vuelva a incidir en lo mismo:

Yten, si saben etc. que, sy algunas otras palabras el dicho li-


cenciado dixo o cosas de la sazón hizo, fueran, como dicho es, por
caso segurar e amedentrar los que allí estavan, por que no se le des-
acatasen, y tal parescía y tal creen d’él los dichos testigos.

Excepto Castillejo, que no contesta, los demás lógicamente se remitie-


ron a lo ya declarado en la pregunta anterior. Sólo Orozco aprovechó
la ocasión para emitir ahora su opinión:

cree este testigo que lo que ansy dixo e habló el dicho licen-
ciado fue por amedrentar e no por estar acelerado, e lo cree porqu’es-
tá el convento fuera desta villa e ay en la obra del dicho convento
muchos travajadores e canteros, e que convenya allí azer aquello que
se fizo para asosegar la gente e hebitar alvoroto.

76
La octava pregunta intentaba demostrar que Ribera era hombre de
bien, que no usaba blasfemar contra Dios:

Yten, si saben etc. que en todo quanto a la sazón dixo el di-


cho licenciado Ribera nunca dixo «pese ni no creo en Dios» ni otra
palabra semejante, ny sea que no fuese de dezir, porque, si la dixe-
ra, los testigos la oyeran, e si saben qu’el dicho licenciado es honbre
que nunca acostunbra a dezir semejantes palabras ny nunca se las an
oydo, siendo ny no siendo juez, antes es quieto e pacífico e bien ha-
blado e bien criado y por tal creen que no dirían semejantes palabras.

Todos avalaron lo preguntado, lo que era normal, teniendo en cuenta


los pocos días que Ribera había estado entre ellos. Sólo Gallego se ex-
tendió algo más que los demás, diciendo que el día de autos

no le vido dezir blasfemya nynguna ny alteración demasyada


y en todo el tienpo que conversó con el dicho licenciado Ribera en
esta villa le vido ser honbre deboto e no blasfemo e nunca a oydo
desir lo contraryo, e que lo tiene [por] quyeto e pacífico e por tal
conosce e tiene al dicho licenciado.

La novena cuestión iba encaminada a justificar su encontronazo con el


freile Diego Fernández:

Yten, sy saben etc. que, sy el dicho licenciado dixo a un re-


ligioso que le ynbiaría con unos grillos a la Corte, fue porque no le
quería abrir y porque le dixo que aquello hera del maestre, a lo qual
el dicho licenciado le respondió qu’el rey se hera rey y maestre y que
callase, sy no, que le ynbiaría con unos grillos, e no le dixo ni hizo
cosa otra alguna que mala ny fea fuese, porque, si la dixera o hiziera,
los testigos lo supieran.

Castillejo no sabía nada de lo pregunta. Orozco y Mexía no estuvieron


a los hechos, pero lo habían oído relatar así. Sólo Pareja indica que Ri-

77
bera había dicho al religioso: «¡calla, que lo que tenéys el rey os lo da e
todo es del rey e no tenéys nada vuestro!».
La pregunta décima trataba de establecer que Vandelvira no
había sido prendido en sagrado:
Yten, sy saben etc. qu’el lugar donde el dicho licenciado Ri-
bera prendió a Andrés de Vandelvira no hera yglesia ny sagrado ny
por tal, no lo sabiendo de cierto, lo pudiera tener nyngún estraño ny
nunca tal le fue dicho, antes, el dicho licenciado lo preguntó a Pedro
d’España, teniente de arcipreste en la dicha villa, el qual le dixo que
no hera sagrado.

Todos estuvieron acordes en que había sido prendido entre la primera


y la segunda puerta de la portería, zona que no consideraron protegida
por el fuero de la Iglesia, aunque cada cual aporta datos jugosos sobre
el uso que se daba a esa área de paso. Según Mexía, es una cosa como
un corral donde no ay so tejado cosa alguna ni se dize [i]mágines …
e que allí tienen costunbre de tresquilar ganados e tener vestias de ca-
vallería e descargan leña e agua e otras cosas que traen al convento.
Orozco: e que a la primera puerta ny a la segunda del dicho convento
este testigo no lo tiene por sagrado, syno por corral de entre cercas,
donde se apean las personas que van al convento e descargan leña e
agua e otros vastimentos.
Castillejo añade que no era sagrado ny es en parte que ay ymá-
genes, syno un corral. España declara que le habían mostrado el lugar
y no lo tenía por sagrado, aunque ba de dentro del corral de la porterya.
Tampoco Gallego lo tenía por sagrado, porque entre las dos puertas
primera y segunda del dicho convento es un corral donde matan la
carne para el dicho convento e descargan la leña e ponen y están las
vestias e cabalgaduras de los que vienen al dicho convento, e allí no ay
ymágenes ny altar ny tejado nynguno e allí descargan leña y todas las
otras cosas de bastimentos que se traen al dicho convento.

La oncena cuestión volvía a incidir sobre el buen hacer del


interesado:

78
Yten, si saben etc. qu’el dicho licenciado Ribera ansí, quando
es juez como quando no lo es, es persona quieta e pacífica y honesta
y bien criado, no acelerado ny ayrado ny sobervio, y en los cargos de
justicia que a tenido lo a hecho muy bien y dado muy buena cuenta
dellos.
Como en la pregunta octava, poco podían afirmar los testigos. Pareja
y Castillejo se remitieron a lo ya dicho, pero ninguno pudo opinar
sobre su calidad como juez. Mexía dijo que este testigo comunicó con
el dicho licenciado y lo tenía por hombre de bien; Orozco había con-
versado también con él y visto cuando había estado por juez, tenién-
dole como el anterior. España le tenía por quieto y pacífico, nada más;
Gallego añade a lo anterior que le tenía por no soberbio y persona de
buena crianza.
La última pregunta era formularia y no se consignan respuestas:

Yten, sy saben etc. que de todo lo susodicho es público y no-


toryo y dello es pública boz e fama.

5.2. DESARROLLO DEL PROCESO

Retomando la marcha ordinaria del procedimiento, recordemos cómo


la probanza primera, hecha el mismo día de autos por iniciativa del
prior, fue acumulada al proceso que seguía el Lcdo. Cervatos; junto a la
misma se insertó la sentencia fulminada en unos minutos por Ribera
contra Vandelvira. Decía así:

E luego el dicho señor juez, visto este processo y el desacato


del dicho Andrés de Vandelvira e de otros honbres que a la puerta
de la dicha portería estavan, e cómo puso la lengua en S.M. y en su
poder y en disfamya del dicho convento e prior, diziendo qu’el prior
lo mandava ansy, no syendo verdad, como consta por el processo, e
atentas las respuestas por él dadas e todo lo demás qu’en este caso
myrar a considerar se debe, que ansy en fecho como en derecho se
consisten, fallava que lo devía condenar e condenava a que, cavallero
en un asno, atadas las manos e pies, sea sacado con una mordaça en

79
la lengua a la vergüença por las calles públicas acostunbradas sea
traydo con boz alta de pregonero que diga la cabsa de su pena. Amás,
le condeno en destierro desta villa y su tierra por un año, más o me-
nos, quanto fuese su voluntad. E juzgando por esta su sentencia ansy
lo pronunció e mandó en estos escriptos e por ellos.
La qual dicha sentencia mandó a Diego de Cárdenas alguazil
la execute como en ella se contiene, con costas.
Testigos, Diego de Cárdenas alguazil e Francisco Narváez e
Alonso de Comontes, vezinos de la dicha villa, e otros.
El Licenciado Ribera.

En realidad, poco más se podía añadir, salvo el testimonio de cómo se


había procedido a ejecutar tan apresurada sentencia. Huido Ribera a
Madrid, donde se hallaba la Corte, se presentó ante el Consejo el dos
de abril, que le libró la correspondiente provisión citatoria y compul-
soria, por haber apelado de la carcelería impuesta por el Lcdo. Cerva-
tos dos días atrás.118 Sería notificada el día 6 por el escribano López de
Carcarazo al prior García de Almaguer, en presencia de los freiles Juan
de Valencia, Diego Fernández y Eufrasio de Ortega, siendo testigos
García de Salinas, Diego de Cárdenas alguacil y Francisco de Luna,
maestro cantero. Luego se intentó hacer lo propio con Vandelvira en
la misma obra, pero resultó que se había marchado a Alcaraz. Fueron
testigos el mismo alguacil y el bachiller Viana, además de otros no
especificados.119
Pasados unos días, el nueve compareció también Francisco de
Vera, procurador del convento de Uclés, presentando acusación for-
mal contra Ribera; en la misma se relataban los hechos ya comentados
de la forma más favorable al convento, limando todas las referencias a
lo dicho por el pesquisidor acerca del carácter comunero del mismo,
diciendo que había arrojado al portero —cuyo nombre ahora conoce-
mos, Bartolomé Duque—por el palenque, aunque sin llegar a despe-
ñarle, y dando una visión cierta de lo sucedido con Vandelvira:

E porque Andrés de Vandelvira, maestro de cantería del di-


cho convento, llegó al dicho juez con el bonete en la mano, diziendo
«Señor, no maltratéys al portero, qu’es mandado e le tyenen man-

80
dado que a nadye avra syn licencia del prior, e, syn hasérselo saber,
aunque S.M. vinyese, no faría otra cosa, syno esperar mandado del
prior», el dicho juez puso las manos en el dicho Andrés de Vandelvi-
ra maestro y encontinente, syn otro proceso ny sentencia, diziéndole
e faziendo muchas ynjurias, lo hizo luego cavalgar en un asno e le
hechó una tabla a la lengua e lo sacó del dicho monesterio e lo hizo
traer a la vergüença públicamente por la villa de Uclés, todo fecho
voluntariosamente, syn tela ni horden de juyzio.

Con parte de razón, acusaban a Ribera de haber violado la inmunidad


del monasterio, cometiendo sacrilegio e injuriando a sus miembros.
En realidad, sólo el último de estos puntos podía ser alegado en jus-
ticia, si bien el tribunal únicamente se centraría en la injuria causada
injustamente a Vandelvira.120
Éste otorgaría poder el primero de mes, que sería presentado
en la Corte el día 20 por Francisco de Luna, que lo sustituyó en manos
del procurador Vera.121 En el acto, se dio traslado a la parte del cesado
pesquisidor para que contestase a la misma, lo que hizo el día 26 de
abril; en su contestación Ribera presentó su versión de los hechos, de
acuerdo con la probanza que hemos ya comentado. Empezó por negar
veracidad al relato presentado por sus acusadores, pues le habían he-
cho esperar en la segunda puerta de la portería desconsideradamente;
harto de la espera, decidió penetrar en el interior del monasterio, mo-
mento en que el portero le detuvo con sus manos, eso y la prohibición
de entrar armada su tropa le llevaron a romperle la vara en la cabeza.
En ese momento —dato del máximo interés— estaban siendo obser-
vados por 50 o 60 canteros vizcaínos, empleados en la obra, que Ribera
se temía que le embistiesen, por lo que hizo el simulacro de ahorcar o
arrojar al vacío al portero, con la finalidad de infundir respeto a los
obreros.
Le parecía que era posible esa reacción a la vista de lo sucedido
con Uceda en la ermita de Santorun. Realmente, tenía motivos para
temer dicha reacción, dado el carácter belicoso de los vizcaínos, como
tendrían ocasión de comprobar los uclenses poco después, debido a
los problemas que causaron, gracias a los cuales sabemos los nombres

81
de algunos de ellos, además del ya conocido Martínez de Aguirre.122 En
opinión del reo, aunque hubiera ahorcado o despeñado al portero, se-
ría merecedor de elogio por ello. En relación con su encontronazo con
el freile Diego Fernández, niega haber blasfemado ni haberle insulta-
do, tan sólo reconoce que disputaron sobre si el convento pertenecía al
maestre o al rey como administrador de la Orden, cuestión verdadera-
mente estéril tras la que latían los intentos de Padilla por hacerse con
el maestrazgo. Respecto al proceso realizado contra Vandelvira, hace
hincapié en que sólo le correspondía a éste litigar contra él —aún no
se había personado en el procedimiento—, no al convento, indicando,
además, que éste no había sido preso en sitio sagrado, iglesia ni ce-
menterio, por lo que no había lugar a la intervención de justicia ecle-
siástica. Parece claro que, si en el caso del freile había edulcorado los
hechos, en lo dicho sobre Vandelvira se ajustó a la verdad, que, como él
mismo dice, no podía negar. La cuestión, en realidad, estaba en cómo
calificar los hechos castigados, por haber mencionado Vandelvira al
Emperador.
En la misma contestación a la querella Ribera presentó la pri-
mera de las dos probanzas que acabaría aportando al proceso, realiza-
da entre los días 24 y 27 de marzo.
En vista de lo último alegado por Ribera, el 7 de mayo el procu-
rador Vera presentó la denuncia personal de Andrés de Vandelvira, en
la que se querellaba criminalmente de aquél, pues, le había prendido
exabruptamente y sin motivo y le había llevado a la vergüenza, sin te-
ner autoridad para ello y a pesar de la apelación interpuesta por el can-
tero. Solicitaba, en suma, ser restituido en su honra. Ribera contestó a
la querella el 11 del mismo mes, argumentando que su actuación era
digna de encomio, por haber aplicado las leyes 2ª y 17ª del título 13º de
la Segunda Partida, en defensa de la dignidad del monarca, por lo que
era poca la pena impuesta.123 Al parecer, ambas partes contendieron
después hasta cerrar razones, siendo recibidas a prueba de lo alegado.
Vandelvira llegaría a pedir que se trajesen los autos originales del pro-
ceso hecho en Uclés, a fin de probar el injusto proceder del juez:

82
para que se vea si por el dicho proceso mi parte fue ynjustamente
castigado o si se le a de dar premio al dicho licenciado Ribera por lo
que hizo, como él dize, … y, aunque no oviese apelado, no ynpide lo
que pido, porque para qu’el dicho licenciado a de ser castigado basta
aver ynjustamente castigado al dicho Andrés de Valdelvira, mayor-
mente, qu’el deviese aver esecutado dentro del término en que pudie-
ra apelar, qu’es lo mismo que si esecutara después de aver apelado.124

Las partes fueron recibidas a prueba, con plazo de 40 días, el 7 de julio.


El 26 Ribera presentaría un interrogatorio de una sola pregunta de
sustancia y las deposiciones de cuatro testigos—todos residentes en
la Corte—, que indican la cortedad de amistades y de recursos eco-
nómicos del reo. Además, mostraba que su línea de defensa era muy
precaria, al centrarse sólo en el carácter personal del mismo; decía así
la pregunta:

Si saben qu’el dicho licenciado Ribera, asy siendo juez como no lo


syendo, es onbre puesto, recogido, quyeto e pacífico e muy buen juez,
no acelerado ny mal criado, que nunca lo a sido en ninguna parte
dende a sido juez antes, a dado muy buen quenta de todos los oficios
e cargos que a tenydo. Digan los testigos lo que saben e an visto, es-
tando con él en oficios.

En puridad, la cuestión sería retomada en la segunda probanza


de Ribera, razón por la que no se conservan en actas las deposiciones
relativas a este breve interrogatorio, por redundantes. El interrogatorio
a que me refiero versaba sobre la solvencia de los fiadores del reo.125
El primer testigo fue Juan Muñoz calcetero, que dijo conocer a los
fiadores del reo, Cristóbal de Ribera cordonero, vecino de Medina de
Rioseco, y Francisco de Sosa escribano, vecino de Valladolid, ambos
también estantes en la Corte. Desconocía si Sosa tenía bienes, aunque
el cordonero sabía que tenía una viña en Medina y tienda de su oficio
en la Corte. Juan de León espadero, residente en la Corte, no conocía
a Sosa, pero sí a Cristóbal, cuya tienda conocía. Ninguno de los dos
testigos sabía firmar. Hernando de Zaldívar, también conocía a ambos,

83
si bien del primero sólo había oído decir que era abonado; de Sosa dijo
que tenía mujer e hijos en Valladolid, que tiene plata e otras joyas e
preseas de oro e atavíos de casa e de su persona e de su muger en farta
cantidad. Por último, Gaspar López, procurador de causas, sabía que
Cristóbal tenía tienda de cordonería, nada más, pero, como amigo de
Sosa, en cuya casa había estado muchas veces, aseguró que tiene en ella
taça de plata e jarro y tapices e cama muy bien adereçada e otros alha-
jes e atavíos de cada, valorando su hacienda en más de 200 ducados.
A la altura del 10 de octubre Ribera pidió ampliación del perío-
do de prueba por 100 días más, asegurando que no lo hacía de malicia,
por dilatar el proceso, sino por necesidad, avalando esto con el nombre
de los testigos que pensaba presentar—los escribanos reales Benito de
Salamanca, Pedro de Sauceda, Melchor de Olmedo, Pedro de Salazar y
Juan de Herrera y los alguaciles Juan de Gayoso, ya retirado, y Barto-
lomé de Santiago, que lo era de Casa y Corte—126. Sólo se le prorrogó
el plazo por 20 días sobre los 40 iniciales, siendo presentadas las pro-
banzas, finalmente, el 24 de noviembre —las ya comentadas segundas
probanzas de Ribera—. La parte de Vandelvira despreció su contenido,
porque este negocio está solamente en ver el proceso qu’el dicho licen-
ciado fizo contra el dicho mi parte e cómo lo sacó con una mordaça en
la lengua, syn cabsa ny razón alguna. Pasados algunos meses, Ribera,
aprovechando que el alcalde mayor de Uclés (es de suponer que se trataba
del bachiller Uceda)127 estaba en la Corte —a la sazón se hallaba en Oca-
ña—, pidió que se le tomara opinión. Esto sucedía el 19 de abril de 1531:

pide y suplica a V.A., pues el alcalde mayor de la dicha villa [de] Uclés
está aquí, V.A. se informe d’él si lo que hize en la dicha villa fue bien
hecho y ansí se requería hazer, atentas las pasiones y cosas de la gente
de aquel pueblo, y ansí fue muy público en la dicha villa y todos los
más que sin pasión estavan dezían esto avello hecho bien, porque
V.A. sepa bien la verdad dello.

No parece que los señores del Consejo tomasen en consideración una dili-
gencia fuera de norma. Culminados los demás trámites habituales, los del

84
Consejo dictaron su sentencia, en todo favorable a los intereses de Vandel-
vira, si bien la indemnización concedida se antoja un tanto exigua:

En el pleyto e cabsa que ante nos penden entre partes, de la una, el


prior, fleyres e convento de la villa de Uclés y Andrés de Vandelvira
cantero e, de la otra, el licenciado Tomás de Ribera, juez pesquysidor
en la dicha villa:
Fallamos, atentos los abtos e méritos deste proceso y cabsa,
que devemos rebocar y rebocamos la sentencia dada contra el dicho
Andrés de Vandelvira por el dicho licenciado Tomás de Ribera y la
execución que por virtud de la dicha sentencia fue fecha en su per-
sona y lo damos todo por nynguno, absolvemos e damos por libre e
quyto al dicho Andrés de Vandelvira de la cabsa y cargo que por el
dicho licenciado Tomás de Ribera le fue fecho, contenydo en la dicha
sentencia, restituymos al dicho Andrés de Vandelvira en su honra e
buena fama y en el estado en que estava antes e al tienpo de la dicha
sentencia se diese y executase.
Y por la culpa que del dicho proceso resulta contra el dicho
licenciado, condenámosle en pena de destierro de la dicha villa de
Uclés e del partido de la Mancha e Ribera de Tajo por tienpo y es-
pacio de un año primero seguiente. Mandamos que guarde e cunpla
el dicho destierro y no lo quebrante, so pena que por la primera vez
sea doblado y por la segunda perpetua. Y condenámosle más a que
dentro de nueve días primeros seguientes que esta nuestra sentencia
le fuere leyda e notificada dé y pague al dicho Andrés de Vandelvira
seys ducados de oro, por razón de los daños y menoscabos que a res-
civido por razón de lo susodicho. E condenámosle en más al dicho
licenciado en todas las costas en la prosecución desta cabsa ante nos
derechamente hechas, la tasación de las quales en nos reservamos.
E por esta nuestra sentencia difinytiba juzgando ansy lo pro-
nunciamos e mandamos.
Licenciatus Perero de Neyra. Licenciatus Sarmyento.

Esto sucedió en Ávila, el 12 de julio de 1531, casi dieciséis meses des-


pués del aciago día de autos. Ambas partes fueron notificadas de inme-
diato, sin que ninguna de ellas apelase, de modo que el día 18 el pro-

85
curador Vera solicitó que se librase la correspondiente ejecutoria a fin
de que se cumpliese la sentencia así emitida por parte de las justicias
del territorio de Órdenes, a quienes iba dirigida. Se emitió, finalmente,
el 15 de septiembre en la misma ciudad, siendo rubricada por el conde
de Osorno, presidente del Consejo, y los licenciados Luján, Pereiro de
Neira y Sarmiento, así como por el secretario Francisco Guerrero.128

5.3. CONSECUENCIAS DEL PROCESO

Hasta aquí lo sustancial del proceso ganado por Vandelvira al juez Ri-
bera; nada sabemos del juicio eclesiástico que le siguió a éste el con-
vento, de forma paralela.129 Sin embargo, conservamos más datos de
aquel proceso, que renuncio a incluir por no hacer el relato farragoso
en demasía, pero será interesante comentar algunos extremos de los
autos conservados, a fin de conocer mejor al bachiller Ribera. Aunque
esto no sea excepcional o algo realmente relevante para lo que venimos
exponiendo, considero probable que Ribera fuera oriundo de Medina
de Rioseco y que perteneciera a la minoría judeoconversa. Ya hemos
hablado de Cristóbal de Ribera cordonero, mercader con tienda en la
Corte, que procedía de aquella villa, donde tenía algunas propiedades
inmuebles. En ningún caso se especifica el parentesco entre Cristóbal y
Tomás, pero sospecho que debía de ser muy estrecho, pudiendo supo-
nerse que eran hermanos. El resto del círculo de conocidos de ambos
estaba circunscrito a algunos menestrales y mercaderes y, en especial,
a miembros del mundo jurídico, tales como escribanos y alguaciles. Ya
se han mencionado los testigos que Ribera pensaba presentar en caso
de que se le concediese la prórroga pedida. Además del escribano Sosa,
vecino de Valladolid y en buena posición económica, se mencionan
como fiadores del depositario del salario embargado a Ribera al propio
Cristóbal de Ribera y a Baltasar de Villalón y Antonio Corbalán, los
tres mercaderes y residentes en la Corte.130
Porque la mayor preocupación de Ribera durante su procesa-
miento, además de librarse de la pena que veía que se le venía encima
inexorablemente, fue el cobro de su salario, embargado para hacer fren-
te a sus posibles responsabilidades penales. Primero se había puesto

86
en manos de Diego de la Haya, banquero (cambiador o cambio) de la
Corte, y, luego, en Fernando Gallego mercader, a quien fiaron sus tres
colegas que acabo de mencionar.131 El 20 de abril de 1531, una vez paga-
dos los 10.000 mrs. de tal salario al reo, éstos tres se obligaron a respon-
der de su reembolso, en caso necesario. Durante el período que duró
el proceso fueron constantes las peticiones de Ribera para que se le
hiciese pago, pues había adelantado mucho dinero de su bolsillo y ca-
recía de recursos para salir adelante, incluso solicitó que se le abonasen
los despreces de siete personas, a las que había condenado durante su
estancia en Uclés, algo que parece que no consiguió ante la oposición de
su sustituto, Gudiel de Cervatos.132
Con ser importantes las penas recogidas en la sentencia contra
Tomás de Ribera, la más relevante para él sería otra no escrita, pero de-
moledora para su futuro profesional, ya que en adelante el Consejo de
Órdenes no le volvería a ofrecer trabajo alguno como juez ni letrado,133
lo que contrasta con otros casos, como el del Lcdo. Privado de Mon-
cayo, cuñado de Alonso de Comontes, que, a pesar de las condenas re-
cibidas en esa época, tuvo una larga trayectoria profesional al servicio
de dicho Consejo en años sucesivos. A mi juicio, resulta lícito pensar
que Ribera era hombre joven e inexperto, que, al igual que Uceda, no
supo lidiar con los problemas en los que se vio envuelto en Uclés el
año 1530; la diferencia está en que, mientras el alcalde mayor supo
ceder para no enfrentarse a una fuerza superior, como hemos visto en
el caso de la extracción de Hernán Suárez del hospital de Santorun, el
pesquisidor Ribera, hombre menos morigerado, exhaltado en su obse-
sión anticomunera, perdió el control de su persona en la portería del
convento de Uclés, donde casi despeñó al portero, ante la mirada ame-
nazante de medio centenar de canteros vizcaínos, y acabó pagando su
ira con el arquitecto Andrés de Vandelvira.
En cualquier caso, nadie dudaba de la alta valía del cantero de
Alcaraz y, en el que probablemente sea uno de los documentos más
significativos para la historia de la construcción del convento de Uclés
—«El Escorial de la Mancha», como es llamado por algunos—, el Con-
sejo, el 30/03/1530, tan sólo seis días después del de autos, le dio licen-
cia para permanecer en el convento, sin acercarse a la villa, durante 15

87
días, a fin de acabar el diseño del monasterio, a pesar de la condena a
destierro:

Don Carlos, etc. Por quanto vos, Andrés de Valdelvira, maestro de


cantería, vezino de la cibdad de Alcaraz, me hizistes relación dizien-
do que vos entendéys en hazer ciertas obras e reparos del convento
de Uclés e que, estando entendiendo en ellas, el jueves próximo pasado
diz que llegó a la puerta del dicho convento el licenciado Ribera, my
juez pesquisidor sobre cierto delito cometido contra Estevan Galle-
go, vezino de la dicha villa, e sobr’el quebrantamiento de la cárcel
pública della, e que, de cabsa qu’el portero de la puerta del dicho
convento dixo a ciertas personas que yvan con el dicho my juez que
dexasen las armas que llevavan e no las metiesen dentro en el dicho
convento, como diz que lo haze e acostunbra con todos, el dicho my
juez se abraçó con el dicho portero e le puso la mano en la garganta
para le ahogar e pidió una soga para lo ahorcar e le hizo otros ma-
los tratamientos, e que, por escusar mayor mal e mytigar su acelera-
miento, con mucho acatamiento e cortesya diz que dixistes al dicho
licenciado Ribera que no tuviese pena ny pusiese tanta culpa al dicho
portero, porque le estava mandado que a nadie diese la puerta syn li-
cencia del prior del dicho convento, e que por las dichas palabras que
dixistes, syn hazer ny cometer otro delito alguno, el dicho my juez
os tomó, de hecho e contra derecho, e os sacó del dicho convento e
os llevó a la cárcel pública de la dicha villa y, estando dentro en ella,
syn os fazer cargo ny poner acusación alguna, muy aceleradamente
os mandó sacar e sacó a la vergüença, encima de un asno, con una
mordaza a la lengua, y com boz de pregonero por las calles públicas
de la dicha villa e os desterró della por tienpo de un año, reservado a
su voluntad. E porque vos tenéys mucha necesidad de bolver a las
obras del dicho convento, para las traçar y entender en ellas, por-
que de la dicha dilación se recrecería mucho daño e pérdida, que
me suplicávades e pedíades por merced vos mandase alçar el dicho
destierro e diera licencia para entrar y estar en la dicha villa, syn yn-
currir por ello en pena alguna, o como la my merced fuese más fama.

88
Y en el dicho mi Consejo fue acordado que devía mandar
dar esta my carta en la dicha razón e Yo tóvelo por bien, por la qual
vos do licencia y facultad para que por término de quynze días, que
comyençan a correr e se contar desde el día que entrardes en el dicho
convento fasta ser conplidos, podáys entrar en él entendiendo en la
traça e otras cosas tocantes a las dichas obras que tenéys a cargo,
con tanto que durante los dichos quynze días estéys en el dicho con-
vento e no salgáys d’él e de las dichas obras para yr a la dicha villa fas-
ta que la dicha cabsa sea vista e determynada en el dicho my Consejo
e Yo mande lo que sobrello se aya de faser, y mando que en fin de los
dichos quinze días guardéys e cunpláys el dicho destierro hasta tanto
que por mí o por los del dicho my Consejo sea mandado lo contrario,
como dicho es. Dada en Madrid, a .XXX. de março de .DXXX.
El conde. Alarcón. Perero. Sarmiento. Guerrero.134

¿Cómo valorar la importancia del trabajo para el que se le dio la li-


cencia? Sin pretender introducirme en el campo de los historiadores
del arte, en mi opinión, la aportación de Vandelvira en el diseño del
conjunto de iglesia y convento de Uclés es mayor de lo que se viene
exponiendo, tanto en el diseño de la planta como en el bosquejo de los
maravillosos elementos escultóricos que jalonan la fachada noreste del
edificio, que recuerdan tanto la decoración plateresca que desarrollará
Vandelvira poco después en tierras gienenses.135
Aunque esto fuera así, lo cierto es que Andrés no sería el ejecu-
tor de sus proyectos, pues, como ya he dicho, su estancia fue de apenas
un mes. Según declaración del propio cantero, había llegado a Uclés
diez o doce días antes de tener el encontronazo y posterior paseo de la
vergüenza el día 24 de marzo; es de suponer que el disgusto que debió
de sufrir le llevó a refugiarse en su domicilio en Alcaraz, ya que, cuan-
do le fueron a notificar el emplazamiento de Ribera ante el Consejo,
el día 6 de abril, dijeron sus compañeros de trabajo que se hallaba en
aquella ciudad. La licencia que acabamos de reproducir lleva fecha del
30 de marzo, sin embargo, el plazo de los 15 días no empezaría a correr
hasta que Andrés entrara en el convento, por lo que no es posible saber
con exactitud cuándo lo hizo ni, por tanto, cuando terminó el tiempo

89
concedido. Cabe pensar que, dada la urgencia alegada, el cantero no se
demoraría en acudir a cumplir con su trabajo. Pasados esos días, debe-
ría salir de la villa a cumplir el destierro, ya que hasta el 12 de julio de
1531, en que se dictó la sentencia revocatoria por el Consejo, no tenía
posibilidad retornar a Uclés.
¿Qué ocurrió entre esta última fecha y 1534, cuando se em-
pieza a documentar su trabajo en tierras gienenses? Desde luego, cabe
conjeturar con que el aldabonazo sufrido en su honra por haber sido
paseado y pregonado por las calles principales de la villa le llevaría a
no desear volver a residir en Uclés. De todos modos, tras la celebración
del proceso ante el Consejo, la figura de Vandelvira desaparece por
completo de los documentos de la Orden que he manejado. Sabemos,
en cualquier caso, que, tras salir de Uclés, volvió a Alcaraz, donde per-
maneció hasta 1533; al año siguiente realizó su primera incursión en
el Reino de Jaén—ocupado en la parroquia de Villacarrillo—, pero du-
rante ese quinquenio 1533-1537 residió en Villanueva de los Infantes,
viviendo en el domicilio de su suegro.136 Sus labores en Úbeda comen-
zarían en 1536, coincidiendo con momentos convulsos en la ciudad.

90
6. LA CONTINUACIÓN DE LOS PROCESOS
DE ALONSO DE COMONTES Y SU MUERTE

Vandelvira había sido, pues, el chivo expiatorio de un malestar que


aquejaba la vida de los habitantes de Uclés. Los actores del drama,
sin embargo, eran otros. Volvamos a fijar la vista en el comerciante
de origen mudéjar Alonso de Comontes. Como ya hemos comentado,
Comontes mantenía una pugna personal y profesional con Diego de
Herriega, otro mercader de no inferior fortuna, si bien fue Esteban
Gallego el que lo pondría en la picota de la justicia. Al acusarle de
practicar logro —usura— desencadenó una serie de hechos que ter-
minaron con la agresión judicial del pesquisidor Ribera a Andrés de
Vandelvira. Gallegó denunció a Comontes ante la justicia del partido,
pero, descontento con su trabajo, recurrió a la del Consejo de Órdenes;
el acusado y los suyos urdieron un plan para matar o, al menos, darle
una lección al querellante. Entre los que dieron de palos a Gallego los
caballeros de Uclés prendieron a un esclavo negro, que luego fue pues-
to en libertad por sus mandantes, mediante el asalto en tropel a la cár-
cel donde estaba preso; en su liberación, entre otros, participó Hernán
Suárez, sobrino del prior del convento, que fue prendido por ello por

91
el bachiller Uceda; éste se vio imposibilitado de cumplir sus designios,
ya que los freiles del convento, con la asistencia de criados armados,
apartaron al alcalde mayor y se llevaron a Hernán al convento. Allí,
algunos de los caballeros le darían de cuchilladas por ello. El resultado
de ello, de manos del bachiller Ribera, es el conocido.
Esta concatenación de sucesos tiene, por tanto, a Comontes
como origen y causa. Los antecedentes hay que buscarlos en 1526;137
en esa fecha el concejo de Uclés iba a ser ejecutado por una deuda de
40.000 mrs. El bachiller de la Torre, alcalde mayor, recomendó a Pe-
dro Fernández de la Caldefuera, regidor, que los pidiera prestados a
Comontes, que dijo estar dispuesto a hacerse cargo de la mitad de esa
cantidad, siempre y cuando le relevasen de su atajo, esto es, de la parte
que le correspondía pagar de la alcabala de sus ventas, especialmente,
de ganado. El atajo alcanzaba los 800 o 1.000 mrs. Así lo aprobó el
concejo, el dinero fue recibido y devuelto por el concejo posteriormen-
te, pero Comontes no ingresó su aportación a las alcabalas, razón por
la cual el bachiller Alonso de Uceda, en 05/07/1529 había procedido
contra él por usurero.138 El principal testigo de la acusación sería, pues,
el mencionado regidor, que se vio respaldado por Diego Gigante, que
fue el encargado de tomar cuentas al colector de dicho tributo, Gon-
zalo Muñoz, regidor a la sazón, que había estado presente a la toma de
cuentas, y Baltasar de Alarcón, el responsable de esa recaudación.
Con la finalidad de aclarar el asunto y no realizar mayores pro-
banzas, el alcalde mayor le exigió a Comontes tres días más tarde que
fuese a jurar de calumnia en el día.139 Tras comparecer, le preguntó qué
es lo que pasa acerca del caso. E dixo que a este que declara el cojedor
no le pidió más de trezientos mrs. de alcavala y él se los pagó; se agra-
vió porque a otros que habían generado más derechos de alcabala se
les había repartido menos, como Juan de Castillejo, Diego Gigante o
García de Torres, pues él no había vendido lana ni carneros aquel año,
ni causó derechos de alcabala como para merecer pagar los 800 mrs.140 El
juez había sido recusado por Comontes, el cual, finalmente, a fin de no
demorar más el proceso, el 5 de febrero de 1530 retiró la recusación
para que fallase el caso.141 Solicitaba ser repuesto en su honor. La sen-
tencia en este primer proceso sería dictada por el bachiller Alonso de

92
la Torre el mismo día cinco; en la misma absolvía a Comontes del car-
go de usura y le reponía en su honra, sin costas, reservando su derecho
al concejo de perseguir civilmente su derecho. Fueron testigos de su
pronunciación, de nuevo, el Lcdo. Moncayo y Baltasar de Alarcón.
El mismo día que Uceda había abierto el caso anterior reci-
bió información de los 90.000 mrs. que Comontes había prestado a
Diego de Uceda, vecino de Toledo, por los que había recibido 105.000
mrs., de modo que había obtenido una ganancia ilícita de 15.000 mrs.,
o sea, el 6%. De nuevo depusieron en este sentido Fernández de la
Caldefuera, Gigante y Muñoz. También intervino el escribano Román,
que declaró que tres años antes había oído a Alonso Martín, vecino de
Uclés y huésped de Diego de Uceda, que Comontes le había prestado
200 ducados para una necesidad y que por esperar la devolución a la
feria de Montiel le daría 9.000 o 10.000 mrs. Comontes le había dicho
al declarante que fuera a cobrar el dinero, que el Lcdo. Trenado, alcal-
de mayor del Campo de Montiel, le daría favor, por ser pariente de la
mujer de Román. Había escrito en este sentido a Trenado. También
declaró sobre la existencia de dicho préstamo Francisco Sevillano.
Ante esta segunda acusación simultánea, Comontes se quejó
de que Uceda estaba haciendo pesquisa general contra su persona, con
la finalidad de favorecer a Diego de Uceda, su tío; que, a pesar de ha-
berle recusado, quería fallar la causa sin acompañado, como marcaba
la ley.142 La sentencia del bachiller de la Torre fue similar a la anterior.
Sería Esteban Gallego, como ya sabemos, quien reabriría el
caso un mes más tarde, instando la actuación del Consejo contra Co-
montes; se libró la correspondiene incitativa al alcalde mayor del parti-
do, pero hubo de reiterarse dicho mandamiento, a mediados de marzo,
pues ni Gallego seguía la causa ni Uceda procedía.143 Pasadas dos se-
manas, se renovó la incitativa al alcalde mayor, pues Gallego se había
retirado de la causa, ordenándole al juez que nombrase promotor fis-
cal.144 Declararía Uceda que las dos sentencias dictadas por el bachi-
ller de la Torre eran nulas por carecer de jurisdicción, de modo que él
había vuelto a imputar esos cargos a Comontes; éste replicó que el juez
era parte, como sobrino de Diego de Uceda. Fueron presentados como
testigos García de Castro, Pedro de Ugena y Juan de Alarcón. Uceda

93
se mantuvo en lo dicho, en tanto que Comontes apeló. Así se ejecutó,
presentándose la causa ante el Consejo, estando éste en Madrid, el 29
de abril.145
No se conservan las sentencias dictadas por el Consejo en este
asunto, si bien los autos de la apelación estuvieron sólo en manos de la
parte de Comontes, que insistió en que no había habido ganancia, sino
gastos de gestión.146 A la altura del mencionado día, a instancias de
un Juan de Comontes —probable error de nombre del escribano—, el
Consejo ordenó a Cervatos que, dado que las causas que se le seguían
eran livianas y las importantes ya habían sido cerradas, las cediese al
alcalde mayor al término de su comisión, pero, si fueran de calidad,
les informase para que ellos decidiesen.147 Simultáneamente, Saelices
denunció a la mujer de Juan de Salinas, al que ya hemos visto alineado
con los realistas en la década anterior, por difamar a los vecinos, de
modo que temía que su mal proceder acabase en desastre en la villa.148
Desde luego, el malestar dentro de la villa continuaba.

Mientras la causa por usura seguía su curso en la Corte, los Co-
montes seguían denunciando a sus adversarios, en tanto que la justicia
continuaba contra ellos la causa por los palos propinados a Gallego y
la suelta de la prisión del esclavo que los había dado. En el curso de la
mencionada apelación el día 30 del mismo mes se dio compulsoria a
Pedro Gutiérrez, escribano público, para que diese a Saelices copia del
poder dado por el bachiller Uceda al bachiller Alonso de la Torre para
sustituirle en la alcaldía mayor.149 Fueron días llenos de actuaciones
del Consejo, promovidas por los enfrentados vecinos de Uclés. Juan
Muñoz, que era procurador de Comontes, abrió un nuevo frente ese
mismo día, al denunciar los desajustes que producía el que la escriba-
nía pública de la villa se adjudicase al mejor postor.150 Era algo en lo
que le iba interés, por cuanto él mismo era escribano, como se ha visto
previamente. El mismo día 30 Muñoz obtendría otras dos provisio-
nes, favorables a los Comontes: la primera de ellas eran una citatoria y
compulsoria para el alcalde Uceda, por la carcelería que había impues-
to a Comontes, de la que éste había apelado; también se dio un manda-
miento de soltura bajo fianza para el mismo Alonso, siempre y cuando
no existiesen otras causas contra su persona, que de hecho existían. 151

94
A partir de mediados del mes de mayo se recrudeció el cruce de acu-
saciones: por un lado, Saelices apeló de un mandamiento del bachiller
Uceda, que le había ordenado cerrar una puerta de su casa,152 y con-
siguió el envío de un escribano para realizar una pesquisa sobre los
agravios que le causaban el bachiller Viana, los Orozco, los Herriega,
los Mexía, Narváez y los suyos.153 También se volvió Saelices contra
la persona de Esteban Gallego, al que acusaba de estar amancebado y
condenado por ello, sin que se hubiese ejecutado la sentencia:

Esteban Gallego estaba condenado por ciertas sentencias, entre otras


cosas, a 100 azotes por estar públicamente amancebado y haber co-
metido muchos otros delitos, e que por ser el dicho Estevan Gallego
amigo e parcial de algunas personas de la dicha villa, no se an exe-
cutado en él las dichas sentencias e se anda públicamente por ella,
como si no hubiese cometido delito alguno. Solicitaba fueran ejecu-
tadas en su persona y bienes todas las sentencias. 154

Si Alonso de Saelices pensaba que iba a tener fácil enfrentarse a sus po-
derosos rivales pronto saldría de su error: el mismo día que se libraba
la anterior incitativa, se daba requisitoria para que la justicia apremiase
a los testigos que Saelices nombrase en su causa,155 pero sólo tres días
más tarde la parte contraria obtenía una comisión al escribano envia-
do a realizar la pesquisa para que también oyese las deposiciones de los
testigos presentados por Viana y los suyos, que, tras tachar la primera
comisión como injusta, añadieron sus razones:

porque en la verdad no avían hecho ni cometido delito alguno e por-


que era cosa proybida en derecho y leyes destos Reynos hazerse pes-
quisas secretas e generales e que, si la dicha ynformación se hoviese
de hazer syn llamarlos e oyrlos, el dicho Alonso de Sahelizes presen-
taría por testigos a sus parientes e amygos, los quales depondrían en
la dicha cabsa todo lo que él quisiese.

Solicitaban que no se realizase dicha información. No obstante, el


Consejo ordenó recibir también los testigos y deposiciones de la parte
de Viana y consortes y traer dicha información junto a la realizada de

95
parte de Saelices.156 A su vez, Viana se dedicó también a remover las
aguas de la discordia, emprendiéndola con el escribano Juan Muñoz,
contra el que ganó una incitativa el 30 de junio.157
Todo esto no hace sino mostrarnos el ambiente de hostilidad
que existía en Uclés por entonces, con los dos grupos de presión en-
frentados crudamente; el telón de fondo de todo ello era la causa que
se seguía en apelación ante el Consejo contra la familia Comontes/
Saelices, representada por el escribano Muñoz. Concretamente, el 14
de mayo se había librado una compulsoria al escribano López de Car-
carazo, que lo había sido de los jueces pesquisidores Ribera y Gudiel
de Cervatos, para que entregase a la parte de los reos los procesos que
les habían seguido éstos y que habían terminado en la imposición de
penas pecuniarias, destierro y otras consecuencias.158 Gracias a la con-
servación de la ejecutoria de este proceso podemos seguir la cadena de
hechos que desembocaron en el asesinato alevoso de Alonso de Co-
montes por parte de los Herriega.159
Habían sido encausados por los golpes propinados a Esteban
Gallego Alonso de Comontes, sus hermanas, Isabel y Luisa, Alonso
de Saelices, esposo de Luisa, y el esclavo negro Marcos de Ventura.
Quien primero entendió en el proceso fue el juez pesquisidor Ribera,
que nombró fiscal una vez que Gallego se apartó de la acusación; cesa-
do Ribera, fue sustituido por Gudiel de Cervatos, que puso en prisión
a los reos, si bien los dos cuñados se evadieron de la cárcel, razón por
la que el pesquisidor les condenó a Alonso de Comontes, porque otros
de aquí adelante no se atrevan en fecho ny en dicho a hazer semejantes
delitos, en 80.000 mrs. para la cámara y en destierro de la villa y su
jurisdicción por un año o el tiempo que fuese voluntad del Emperador
y señores del Consejo, a cumplir a tercero día de su salida de la cárcel,
y que no lo quebrantase so pena de muerte, más 10 días de salario,
suyos y de su alguacil y escribano, e para lo que a de aver el licenciado
Ribera, conforme a la comysyón que por los señores del Consejo me
fue enviado, que en este proceso paresce.
A Alonso de Saelices y Luisa de Comontes, su mujer, en 20.000
y 5.000 mrs., respectivamente, para la cámara. E porque paresce que
para hazer el dicho delito de que en este proceso se haze mynción se

96
juntaron los en él delinquentes en las casas del dicho Alonso de Sahe-
lizes e su muger e allí se confederaron e concertaron para más secre-
tamente salir armados a quebrantar la dicha cárcel, los condena a la
pérdida de las casas para la cámara. Condena a Alonso a destierro de
la villa y su jurisdicción por el tiempo que fuese merced del Empera-
dor o señores del Consejo, que salga a cumplirlo a tercero día, y no lo
quebrante so pena de muerte. Condena a ambos esposos en 5 días de
salario de juez, alguacil y escribano, y el salario que correspondiere a
Ribera.
A Isabel de Comontes, mujer del Lcdo. Moncayo, pena de 10.000
mrs. para la cámara y tres días de salario para ambos pesquisidores.
A todos ellos los condena en las costas.

E porque yo condené a ciertas personas absentes por el dicho de-


licto en ciertos días de salario y en la qual sentencia declaré que,
no tenyendo algunos dellos de qué pagar los dichos salarios, armas,
desprezes, omezillos e derechos de escrivano, que reservava en my
para condenar a qualquier otro o otros que por este proceso se ha-
llasen culpantes, ansy mismo, yn solidun, por ende, condeno a to-
dos los susodichos en esta sentencia declarados e a los que por la
otra my sentencia fueren condenados en los dichos salarios, armas
e desprezes e omezillos e derechos e a cada uno dellos yn solidun, e
mando dar carta de lasto al que lo pagare para que lo cobre de aquel
por quyen lo pagare, todo ello a tercero día tras la presente sentencia,
apercibiéndoles que, de no hacerlo, ejecutará sus bienes.

Condena a ambos Alonsos al pago de 1.000 mrs. para los gastos hechos
y por hacer para la prosecuciuón de la justicia, a pagar a tercero día.
Condena a Marcos de Ventura, esclavo negro, perteneciente a
Francisco de Castro, vecino de Huete, para que a él sea castigo y a los
demás ejemplo, a servir perpetuamente en las galeras reales, y manda
a Diego de Cárdenas, alguacil real, que lo lleve a buen recaudo a la
cárcel de la Corte, cuyo alcaide lo lleve donde los señores del Consejo
dispusieren; para la mayor seguridad del camino, autoriza a Cárdenas
a llevar hombres de guarda, cuyo salario el juez determinará. También

97
le condena en pérdida de las armas usadas, aplicadas como marcaba
la ley (Uclés, 02/05/1530). Sin embargo, quienes no apelaron, por no
poder hacerlo, eran los que se hallaban en rebeldía, que recibieron por
ello las mayores penas posibles.160
En Madrid, 05/05/1530, Juan Muñoz, procurador de los cinco
reos, se presentó en apelación ante el Consejo. El día 13 Muñoz aportó
una petición, alegando que le había sido ordenado al juez que, si las
causas fueren livianas, las remitiese al alcalde mayor del partido, y, si
lo fueren de calidad, que enviase relación al Consejo para que proveye-
se, pero Cervatos no había actuado así, sino que les había condenado
para cobrarles salarios por más de 30 días. Solicitaba que se le mandase
devolver el dinero, que ellos eran abonados por mayor valor de la con-
dena, que estimaban en 100.000 mrs.
Notificado al letrado, contestó que se debía desestimar lo pe-
dido, teniendo en cuenta las malicias que en los dichos Alonso de Co-
montes e Alonso de Sahelizes e los otros sus consortes andavan dizien-
do públicamente que os avían de faser gastar más de lo que avíades
ganado en el dicho negocio.
Los señores dieron la voz al fiscal Valderrábano y contendieron
hasta concluir.
En la sentencia de vista los señores del Consejo confirman la
sentencia del pesquisidor con una moderación: reducen la pecuniaria
de Alonso de Comontes a 50.000 mrs., revocan las condenas a galeras
perpetuas del esclavo y las pecuniarias de Alonso de Saelices y su mu-
jer, salarios y costas; condenan al esclavo en 100 azotes, dados pública-
mente por las calles de Uclés, en la forma acostumbrada, y a dos años
de galeras; absuelven a Saelices y a su mujer de toda pena. Condenan
al pesquisidor a restituir en 9 días los salarios cobrados a este matri-
monio (Ávila, 11/07/1530). El día 15 Saelices, en nombre de Alonso e
Isabel de Comontes y del esclavo, presenta petición, en la que suplica-
ba antes las reales personas. Los del Consejo se la otorgaron, pero no
se contienen los autos de la suplicación. El día 17 Saelices, por sí y en
nombre de su esposa, pide se le libre ejecutoria.
Por desgracia, carecemos de la ejecutoria final para el resto de
los reos, tanto los que estaban en rebeldía —que es de suponer acabaran

98
presentándose ante la justicia uclense para recibir una pena más mo-
derada— como el cabecilla de la conspiración, Alonso de Comontes.
Ya se ha visto cómo el Consejo, transcurridos siete meses de la conde-
na en vista, comisionó a Martín de Colmenar para ir a Uclés y pren-
der a todos los implicados, debiendo ponerlos bajo la autoridad del
carcelero, so fuertes penas. Pasadas dos semanas, Muñoz obtuvo un
mandamiento de soltura bajo fianza de todos los que acabamos de ver
litigando, incluidos los absueltos. Para ello, curiosamente, contaron
con el aval económico del Lcdo. Uceda, alcalde mayor, el Lcdo. Pedro
Velázquez y Juan Pacheco, que formaban parte del partido contrario,
que los afianzaron por valor de 115.000 mrs. Dispuso el Consejo que
constituyeran fianzas por 100.000 mrs. más y que en tres días les die-
sen cuenta de si así se había procedido.161
No por ello cambiaron los malos modos de los condenados,
pues sólo un día más tarde se libraron sendas provisiones, a instancias
de Juan García de Carrascosa, alguacil de Uclés, que había dado parte
al Consejo porque se temía que extraerían por la fuerza al esclavo ne-
gro de la cárcel que custodiaba, algo que ya habían intentado sin éxi-
to.162 Curioso el papel desempeñado por Gómez Mexía, ahora empa-
rentado con el reo Comontes. El siguiente movimiento en este asunto
fue dado por el propio Comontes, que expuso que, cuando llegaron las
provisiones anteriores a la villa, él ya había afianzado suficientemente
a su esclavo, por lo que solicitaba que se le quitasen las guardas que te-
nía puestas, pues le resultaban muy onerosas. Los señores del Consejo
asintieron a lo pedido, haciéndole depositar 100.000 mrs. a Comontes
para responder de que el esclavo no se ausentaría de la cárcel y enco-
mendando al alguacil que tuviera mucho cuidado de impedirlo.163
A primeros de julio tenemos constancia de que el Lcdo. Priva-
do de Moncayo, cuñado de Comontes, seguía en rebeldía y sin rendir
cuentas ante la justicia, ya que el Consejo encomendó a las autoridades
judiciales de las tres Órdenes que, porque mi merced e voluntad es que
sobre lo en ellas contenido se haga y administre justicia, le buscasen
y pusiesen a buen recaudo para ser juzgado por su tribunal.164 Por su
parte, el matrimonio Alonso de Saelices y Luisa de Comontes ganó
unos días más tarde una requisitoria para que las justicias del Reino

99
ejecutasen bienes del Lcdo. Gudiel de Cervatos por valor de los 3.175
mrs. que les había cobrado de 5 días de salario suyo, de su alguacil y su
escribano, de acuerdo con el tenor de la ejecutoria ya comentada. 165
Pues bien, coincidiendo con el día de los Santos Inocentes, se
produjo el hecho luctuoso con que pongo fin a este relato: a primeros
de diciembre de 1531 Bernardino Suárez, vecino de Guadalajara, de-
nunció que,

puede aver nueve o diez días, poco más o menos, que, yendo Alonso
de Comontes, su cuñado, a la dicha villa de Uclés, donde hera vezino,
llegando a un monte que se dize de Torreluenga, que diz que es legua
y media de la dicha villa, salvo e seguro, syn hazer ny dezir por que
mal ni daño deviese recibir, salieron al dicho Alonso de Comontes
cierta gente de cavallo y de pie y le dieron de lançadas y cuchilladas y
le cortaron la cabeça y un braço y le dexaron cada cosa por su parte,
hasta tanto que naturalmente murió. E que, porque quando lo suso-
dicho acaesció hera de noche y el dicho Alonso de Comontes, onbre
muy pacífico, diz que no se a podido saber quyén ni quáles personas
fueron en la dicha muerte, más de quanto se halló por rastro, que
avían sydo en ella muchos.

Solicitaba el envío de juez pesquisidor, con alguacil y escribano a costa


de los culpados. En efecto, el día 7 el Consejo encomendó al Lcdo. Juan
Hernández de Pinilla que fuese a Uclés y demás lugares de Órdenes
necesarios, recabase las informaciones hechas por la justicia, hiciese
pesquisa de lo sucedido, prendiese los cuerpos a los culpados y em-
bargase sus bienes y dictase justicia. Si estuviesen en rebeldía, que em-
bargase los bienes y fallase. Plazo de actuación: 80 días, llevando vara
de justicia por tierra de Órdenes. Salario, costa y mantenimiento: 375
mrs. diarios para el juez, 100 mrs. diarios para Hernando de Ribera
escribano, más sus derechos por arancel, y 200 mrs. diarios para Juan
de Estrada alguacil, que también lleve vara para cumplir sus manda-
mientos. Salarios a costa de los culpados, cuyos bienes podría ejecutar
para el pago. Si se les diesen otros encargos, no llevasen más salarios.

100
Le otorga poder para su comisión con orden a las justicias de tierra de
Órdenes para auxiliarle en lo preciso.166
Sabedor el Consejo, con seguridad, del contexto de enfrenta-
miento en el que estos desdichados hechos habían sucedido, el mismo
día dieron comisión al mismo pesquisidor para que prendiese al Lcdo.
Moncayo, a Amador, su criado, a Fernando de Montemayor, Fernán
Suárez, Rodrigo de Segura, Francisco, esclavo de Alonso de Comontes,
y Alonso, criado de Alonso de Saelices, que aún se hallaban en rebel-
día, y los pusiese a buen recaudo, sin dejarles salir de la prisión local
sin expresa orden del Consejo; de nuevo se encarecía a la justicia local
que le prestase toda su ayuda.167
Bernardina López, viuda de Comontes, en una incitativa ga-
nada pocos días más tarde nos aclara tanto la presunta autoría de los
hechos como la comisión de un delito conexo de robo, consumado con
ocasión del asesinato de su marido:

quando Juan de Herriega, por mandado de Diego de Herriega, su


padre, mató al dicho Alonso de Comontes sobre asechanças e alevo-
samente en el Monte de Torreluenga, veniendo por el camino, dice
que le tomó, robó e llevó más de mill ducados de oro, que el dicho
Alonso de Comontes llevava consygo. 168

En cualquier caso, los responsables tanto materiales como intelectua-


les estaban claros para la familia del occiso, como se pone de mani-
fiesto en una comisión recibida por Pinilla al poco de llegar a Uclés,
siempre a instancias de Bernardino Suárez:

que de cabsa de ser público e notorio que Diego de Herriega,


vezino de la dicha villa, e Juan de Herriega, su hijo, fueron culpados
en la muerte del dicho Alonso de Comontes, han tenido formas y
maneras que el prior e convento de la dicha villa diesen a executar
sus bienes por los mrs. que dizen dever al dicho convento de cierto
arrendamiento pasado que diz que hizieron de las rentas d’él, y que
han dexado y dexan de executar por los dichos mrs. en bienes del
Lcdo. Viana, que diz que es el principal arrendador y en quien se re-

101
mataron las dichas rentas y en otros fiadores, que son más abonados
que los dichos Diego de Herriega e su hijo, a fin de salvar los dichos
sus bienes e hazienda, porque no se la tomen e hagan execución en
ella por el dicho delito, en lo qual diz que la muger e hijos e parientes
del dicho Alonso de Comontes han recebido e reciben mucho agra-
vio e perjuizio.169

Esto es, el prior de la villa dirigía sus acciones de cobranza de


sus rentas contra los Herriega y no contra el Lcdo. Viana, deudor prin-
cipal, con el fin de favorecer a aquél en perjuicio de la familia de Co-
montes, que veía disminuir con dicho cobro la posibilidad de recibir el
dinero de penas, daños y perjuicios que la justicia previsiblemente les
adjudicaría en su sentencia.
Conocemos con detalle lo acaecido en Torreluenga la noche de
autos, así como el proceso seguido contra los Herriega y las dificulta-
des con que se encontraron los Comontes a la hora de ejecutar la sen-
tencia, pero eso ya forma parte de otra larga historia, de la que espero
poder dar cuenta en una publicación futura.

102
7. ALGUNOS DATOS SOBRE LA ACTIVIDAD
CONSTRUCTIVA Y URBANÍSTICA
EN EL UCLÉS DE AQUELLOS AÑOS

Realmente, los años que venimos considerando fueron tiempos difíci-


les para la población uclense, merced a la situación de falta de discipli-
namiento social, sin embargo, en el ámbito constructivo fueron mo-
mentos de una gran actividad y creatividad, como refleja señeramente
el caso del nuevo convento prioral de la villa, cuya edificación llenaría
la segunda mitad del reinado del Emperador Carlos, a cuya gloria se
levantaría.
Podemos añadir algunos datos de interés a lo ya sabido sobre la
construcción del convento y la rehabilitación de la fortaleza, empezan-
do por el origen de la piedra utilizada. Parece que el filón principal fue
el yacimiento romano de Segóbriga, situado junto a Saelices, que ento-
nes era conocido como Cabeza de Griego. Allí el convento tenía dere-
cho exclusivo a aprovecharse de sus desechos, algo que Martín Cardete
y sus criados, vecinos de esa aldea, no respetaban, extrayendo de allí
con nocturnidad carretadas de piedra.170 Otro lugar donde surtirse en
exclusividad de piedra era una parada de molinos, situada a orillas del
Tajo, en término de Santa Cruz de la Zarza, cuya saca su concejo inten-

103
tó impedir, aun cuando, por motivos de distancia, debiera emplearse
en principio en la heredad de Buenamesón.171 Como complemento a
la piedra de sillería, el convento pudo obtener sin grave dispendio la
madera y la piedra para hacer cal en las dehesas de Villalba y la Carras-
cosilla, propias de la Mesa Maestral, situadas a legua o legua y media
de Uclés.172
Sin embargo, el mayor número de datos que nos han llegado
es el relativo a los canteros implicados y sus problemas. Sorprenden-
temente, el maestro mayor, Francisco de Luna, no refleja litigiosidad
alguna, pues tan sólo lo encontramos en la tasación que efectuó en
1531 de las obras que Lorenzo de Adonce, colega de profesión, había
realizado en el Tocador de la Reina del heredamiento de Aranjuez.173
Por el contrario, más problemática fue la labor de Juan de Regúlez, que
realizó importantes obras de reforma en la fortaleza, como ya hemos
tenido ocasión de apreciar.174 Regúlez simultaneó los trabajos para el
convento con otras obras para el comendador de Villamayor, cuyos
factores no querían abonárselas.175 Al parecer, este maestro de cantería
dejaría descendencia en la villa, pues en 1615 hallamos mencionados
a los herederos de Inés de Regúlez, propietarios de una casa en la calle
que subía desde la Puerta Nueva al convento.176
El mencionado Pedro de Garay, maestro de obras, vecino del
Hinojoso,177 parece ser que tuvo a su cargo específicamente el aposento
de la fortaleza, esto es, el área de la torre del Homenaje donde residía el
alcaide Orozco.178 También intervino en las obras de la fortaleza uclen-
se el mencionado Lorenzo de Adonce, simultáneamente a sus trabajos
en Aranjuez, aunque es posible que en Uclés sólo actuase como tasa-
dor.179 Juan de Hornedo y Juan de Güemes, maestros de cantería de
más que probable origen montañés, realizaron, por su parte, distintas
obras en la torre del Homenaje vieja y en otras partes de la fortaleza.180
Sabemos, además, que actuaron como peritos, es decir como maestros
juramentados, que se decía entonces, en la inspección de todas esas
obras, acompañando al Lcdo. Diego de Almodóvar, alcalde mayor del
partido, los maestros de cantería Martín de Alzola y maestro Pedro y
los maestros de carpintería Pedro de Herrada y Francisco Narváez.181
Pasado un lustro, las obras en la torre del Homenaje no estaban cul-

104
minadas, por lo que el Consejo emitió una comisión para activarlas
y finalizarlas.182 Algo similar ocurría con las labores del convento: la
razón era que los encargados de sacar piedra, cal y arena de los pagos
comarcanos a Uclés causaban grandes daños en las heredades por las
que discurrían, de modo que los afectados los denunciaban criminal-
mente, lo que dilataba sus trabajos. A instancias del prior, el Consejo
dispuso que no se procediese judicialmente contra los causantes de los
daños, pues el convento se comprometía a resarcir daños y menosca-
bos —perjuicios— 183
Como curiosidad añadir que se conserva el expediente realiza-
do años antes (1513-1526) sobre las obras realizadas en la fortaleza por
el cantero Diego de Torres, a raíz de las quejas elevadas a Fernando el
Católico por Hernando Ruiz de Alarcón, encargado de las obras de la
Orden en la provincia de Castilla.184
Finalmente, y por lo que se refiere tan sólo al convento, sabe-
mos de la licencia concedida al prior para derribar la portería y hacer
otras obras en la zona en abril de 1530, según se ha comentado ya,185 así
como de la comisión dada al gobernador para conseguir la enajenación
de varios corrales que era necesario ocupar para el acceso a la obra.186
Considerados los datos sobre la actividad constructiva tanto
en el convento como en la fortaleza, conviene mencionar ahora los
concernientes a la villa. Estos son de tres tipos: los relativos a la cerca
y alrededores, los tocantes a los edificios civiles y los relacionados con
las construcciones religiosas.
La situación existente por aquellas fechas en los accesos y eji-
dos de la villa nos muestra, nuevamente, la situación de descontrol
que había, pues estaban ocupados impunemente por distintos vecinos,
sin que la justicia interviniese.187 Esta misma realidad la encontramos
también a la hora de administrar los elementos públicos del interior
de la villa, en los que la justicia parecía actuar sólo contra algunos, en
particular, Luis de Saelices188 o María de Resa,189 pero lo más sorpren-
dente fue el permiso concedido por el municipio a los vecinos de un
área de la villa, cuyos domicilios se apoyaban en la parte interior de la
muralla, para horadar ésta, hacer postigos y tener paso a las huertas y
dependencias que tenían del lado exterior, algo que sería contradicho

105
por las autoridades del partido, que sepamos, en dos ocasiones, habida
cuenta del peligro que eso suponía para la seguridad de la población.190
Problema recurrente, por otro lado, sería el adecuado mantenimiento
de esa muralla, dada la reducción de los distintos obligados al pago
—habían desaparecido el comendador de la villa y su subcomendador,
además de las dos aljamas, lo que recaía en el rey y en la totalidad de
la comunidad, respectivamente —: en 1525 habían recibido licencia
para repartir 40.000 mrs. entre toda la vecindad para ese fin, pero lo
contenido en la dicha mi provisión no se avía podido efetuar por estar
los vezinos de la dicha villa muy fatigados con las esterelidades que
avía avido en los años pasados, pero que ahora querían retomarla. Les
vuelven a otorgar licencia, dándoles a escoger entre hacer una derrama
o cobrarlo por sisa en los alimentos, en cuyo caso les prohibe cobrarla
a los extranjeros y caminantes y les ordena tener pesos y medidas de-
bidamente corregidos.191
Simultáneamente a esos hechos, los de Uclés habían recibido
otra licencia para recaudar 100.000 mrs. para pagar una Puerta de vi-
lla que ha hecho e de casas que ha conprado para hazer plaza e casas
de Ayuntamiento, e otras muchas lavores juntamente con los muchos
pleytos…192 También se había procedido a levantar una casa de Au-
diencia —si es que no se trata del mismo edificio que la casa de Ayun-
tamiento, lo que considero más probable—, para lo que hubo de de-
rribarse un corral de las casas de los hijos de Juan de Herrera, que en
1536 se quejaban de que el concejo no les pagaba los 24 mrs. de censo
anual que se les debía por dicha ocupación.193 Junto a esos edificios,
pasadas tres décadas, se levantaría la casa del Peso, de acuerdo con el
informe de los maestros consultados.194
Aunque no lo aparente, todo esto formaba parte de un mis-
mo plan urbanístico, algo bastante común en aquella época, en que
se pretendía ennoblecer las poblaciones, construyendo plazas y dis-
tintos edificios públicos señeros, algo propio de la mentalidad rena-
centista. En el caso de Uclés, vemos esto en la Puerta de la muralla,
que probablemente sea la Puerta Nueva,195 así como los edificios de
Ayuntamiento y Audiencia y, más tarde, junto a ellos, el del Peso, in-
tegrado en los mismos. Delante estaría la plaza, que aún se conserva,

106
y el principal monumento religioso de la villa, dejando a un lado el
imponente convento que la enseñorea. Me refiero a la parroquia de
San Andrés; con anterioridad a 1539 la villa contaba con 4 parroquias
y sus correspondientes collaciones o barrios: San Andrés, San Pedro,
Santa María y la Trinidad, además de los restos de la sinagoga.196 En
aquella fecha Juan Muñoz, en nombre del municipio, solicitó licencia
para ensanchar la parroquia de San Andrés, sita en la plaza pública, a
fin de reconstruirla y fusionar en ella las cuatro parroquias existentes,
así como para adquirir de sus propietarios los solares adyacentes que
fueran necesarios para ello. El Lcdo. Pedro de Adurza, que era juez de
residencia del partido, dio su parecer, aconsejando se diese el permiso
pedido, pues ennoblecía a la villa y no perjudicaba a nadie, ya que los
terrenos colaterales estaban sin construir y el perjuicio que se causaba
al Dr. Contreras médico en un pedazo de su huerta era mínimo.197
Desde luego, a tenor de nuestros documentos, la parroquia ac-
tual está construida básicamente sobre el solar de la antigua parroquia
de San Andrés, no de Santa María, como estiman algunos autores. La
parroquia de Santa María se encontraba en la actual explanada que
existe delante de la entrada principal del convento, siendo preciso de-
rribarla entonces para completar las obras del mismo, según pone de
relieve una cédula de la Emperatriz dirigida al obispo de Cuenca, a
fines de 1530, cuyo borrador se conserva en el archivo del Consejo y
dice así:

La Reyna
Reverendo yn Christo padre obispo de Cuenca, del nuestro
Consejo, por parte del reverendo padre prior, fleyres y convento de la
villa de Uclés, qu’es de la Horden de Santiago, cuya administra-ción
perpetua [tiene el] Enperador e Rey, my señor, por abtoridad apos-
tólica, me fue fecha relación que, por mandado de S.M., hazen y ede-
fican nuevamente el dicho convento e que junto a la obra y principal
edificio diz que está una yglesia parrochial de la advocación de Nues-
tra Señora Santa María, e que demás de estar la dicha yglesia muy
apartado de los perrochianos della, haze mucho estorvo e perjuyzio
al dicho convento e nueva obra d’él, de causa que le quita la plaça que

107
delante del dicho convento se podría hazer e la vista d’él e le ympide
que no se pueda servir buenamente, e que, quytándose la dicha ygle-
sia del dicho lugar de donde está, quedará la obra del dicho convento
más vistosa y provechosa, suplicándome que, pues en la dicha vi-
lla ay otras tres yglesias parrochiales y la vezindad y población della
es pequeña, que no ay dozientos e cincuenta vezinos, y para todos
es suficiente y basta qualquiera de las dichas tres yglesias, mandase
consumir y desfazer la dicha yglesia de Nuestra Señora o edificalla
en otra parte más conviniente a la dicha villa e vesinos della, syn per-
juizio del dicho convento, o unilla a otras de las dichas tres yglesias; e
que, seyendo nescesario, los dichos prior y convento ayudarían para
lo susodicho con lo que por my fuese mandado, suplicándome man-
dase proveer sobrello lo que my merced e voluntad fuese, y porque
por mandado de S.M. se haze de nuevo el dicho convento y la obra
d’él es muy costosa, yo vos ruego y encargo que, en recibiendo ésta,
proveáys cómo se haga una de las dichas cosas que por parte de los
dichos prior e fleyres se pide, qual dellas a vos pareciere que más
convenga, que en ello me faréys plaser e servicio. De Ma[drid]…
Al obispo de Cuenca sobre una yglesia qu’el convento de
Uclés pide que se anexe a otra o se haga en otra parte, porqu’es per-
judicial a la obra [tachada la última frase]. 198

108
8. PUERTAS, CALLES Y PLAZAS DE UCLÉS EN 1615

Desde luego, los datos urbanísticos conservados en los documentos


que venimos glosando son muy exiguos, por ello encuentro lícito aña-
dir algunos más, que vienen recogidos en la relación de censos enfi-
téuticos que el convento de Uclés poseía sobre distintos inmuebles y
solares de la villa en 1615, según el libro becerro, ya mencionado, cuya
parte correspondiente recojo en el último de los apéndices.
Dicha relación, que alcanza 43 menciones, lo que es posible
que supusiera alrededor de la quinta parte de los edificios y corrales
existentes en la villa en aquellos momentos, tiene la virtualidad de ha-
berse realizado calle hita, esto es, siguiendo casas y solares, uno tras
otro, consecutivamente, lo que facilita la descripción de los pormeno-
res urbanos. Para ello el redactor del becerro se guió, según dice, de los
apeos existentes, si bien la mayor parte de la información transmitida
es fragmentaria, por cuanto desconocemos las otras cuatro quintas
partes del caserío.
Según Milagros Rivera,199 existen dos fases en la configuración
urbana de Uclés: la más antigua, atribuible al legado musulmán, que

109
tenía su límite en la muralla que bordeaba la calle de la Trinidad y es de
suponer se cerrara hacia el sur siguiendo las calles Cantarranas y Don
Santos; la muralla de este núcleo subsistió, al menos, hasta finales del
siglo XV; la fase de expansión cristiana, siguiendo el declive del terre-
no, se extendería en todas direcciones, salvo hacia el sur, alcanzando
los límites actuales del casco urbano, aunque encuentro posible que
por el oeste no rebasase el trazado de la calle Humilladero. La segunda
cerca, según la misma autora, contaba con las siguientes puertas, desde
la sinagoga hasta la parroquia de San Pedro, de sur a oeste, en sentido
contrario a las manecillas del reloj: Puerta de la Herrería, de la Alcan-
tarilla, del Agua —un remedo de la cual aún subsiste—, del Postigo y
de San Pedro.
Contaba la villa, además de sinagoga y mezquita, con cuatro
parroquias: Santa María del Castillo, San Andrés, San Pedro y la Tri-
nidad.200 En los arrabales de Estremera y el Collado estaban, presumi-
blemente, las parroquias de Santiago y San Nicolás, respectivamente.
Estos arrabales no parece que vieran el final de la Edad Media. Como
se acaba de mencionar, durante la década de 1530 se procedió al derri-
bo de la iglesia de Santa María, situada alejada de sus parroquianos, y
se fusionaron las cuatro en la de San Andrés, que fue reconstruida con
dimensiones mayores en la plaza mayor, aprovechando una profunda
reforma del centro urbano, que incluyó la ampliación de dicha plaza,
a costa de los corrales allí existentes, y la construcción de una casa de
Ayuntamiento/Audiencia, que años más tarde se completaría con la
casa del Peso.
En tiempos medievales la villa había contado con dos hospita-
les, que no parece que superasen el siglo XIII; dos centurias más tarde
sólo existía el de Omnium Sanctorum o de Todos los Santos, situado
en la parte exterior de la primera cerca, a la altura de la parroquia de
la Trinidad; estaba destinado a atender, por mitad, a los religiosos del
convento, a quien pertenecía la institución, y a los pobres. Junto al
hospital, que también tenía la consideración de ermita, se hallaba un
mesón, suponemos que para la atención de los pasajeros que no tenían
la condición de menesterosos.201
A tenor de los censos del libro becerro, sabemos que, además,
existían otros edificios de relieve público, tales como las Carnicerías o

110
las Tenerías. Barrios sólo menciona dos: el de San Pedro, de ubicación
ya mencionada, en torno a la plaza de su nombre, y el de la Caldefuera,
esto es, de la calle de fuera de la muralla o extramuros. Respecto a las
Puertas de la muralla exterior se citan las de la Alcantarilla, del Agua,
el Postigo de los Zurradores, la Puerta de los Vizcaínos 202 y la Nueva;
no lejos de ésta última se encontraba la Torre de los Cornudos. Las
dos últimas puertas debieron de ser construidas durante las obras del
convento. En cuanto a las plazas, no muy abundantes ni espaciosas, se
contaba la principal o mayor —hoy de Pelayo Quintero—, que hemos
visto ampliarse en la década de 1530, y la Vieja, de problemática loca-
lización, pudiendo ser la actual del Conde de Cedillo, la de San Juan o
la que daba paso al convento, junto a la Puerta de la Carrera; supon-
go que debía de ser ésta última, por cuanto se documenta una place-
ta Vieja de la Iglesia, de la que partía la costanilla del Carpintero. En
realidad, la distinción entre plaza/placeta, como la de calle/callejuela,
no está muy clara para el redactor del documento. Habla, así, de las
placetas del Dr. Contreras o de Melchor de Contreras, en recuerdo de
personas de importancia que un día tuvieron su domicilio allí. Muchas
de las vías públicas citadas carecían de nombre, siendo mencionadas
sólo en función de los lugares que comunicaban; sí reciben nombre las
calles de San Pedro, de la Alcantarilla, de los Escuderos, de la Sillería,
del Carmen Viejo y de la Valdresería,203 así como la calle o callejuela
del Padrón.204
Si consideramos los itinerarios que los inmuebles ofrecen, es
habitual que se tome como referencia un elemento importante en el
trazado urbano y, a partir de ahí, se mencionen calles, murallas, edifi-
cios y otros lugares. Esto sería lo que cabe deducir de lo leído, aunque
no son datos concluyentes:
- Barrio de la Caldefuera: muralla y calle principal.
- Carnicería: una calle y la calle real.
- Puerta de la Alcantarilla:205 calle que sube a la plaza.
- Tenerías: muralla, Postigo de los Zurradores, callejuela que va
a la puerta falsa del molinero harinero, muralla, dos callejuelas (una de
ellas va de la Puerta de la Alcantarilla a las Tenerías), calle principal de
San Pedro y calle principal de la Puerta Nueva al Barrio de San Pedro.

111
- Puerta Nueva: callejuela que sube al convento y Torre de los
Cornudos.
- Calle de los Escuderos: callejuela que va desde dicha calle a la
plazuela vieja, por detrás de la iglesia, y plaza principal.
- San Pedro: calle que sube desde San Pedro a la plaza.
- Placeta de Melchor de Contreras.
- Calle o callejuela del Padrón.
- Calle que sube de la plaza a San Pedro.
- Calle que sube de la Puerta del Agua al convento.
- Plaza de Uclés.
- Calle Sillería: calle que sube al convento.
- Calle de la Plaza Vieja: costanilla del Carpintero, que baja
desde el convento a la calle Valdresería.
- Puerta de los Vizcaínos: calle Sillería al convento.
- Calle del Carmen Viejo: muralla.
Existe una segunda relación de censos, de la misma época que la que
acabo de reseñar, en la que se mezclan de la forma más desordenada
las casas, solares, tierras y viñas sobre las que el prior llevaba algún
derecho; con el mismo desorden se recogen las fechas de la imposi-
ción y del reconocimiento de tales censos, mezclando los impositores
iniciales con los poseedores posteriores, razón por la que he preferido
no incorporarla a los apéndices. No obstante, merece la pena citar los
datos que sirven para redondear la información recién comentada.206
Hablando de edificios públicos, se vuelve a mencionar la Car-
nicería de la villa y las tres tenerías existentes, atribuidas a Margarita
de Alcalá, Pedro Galán y Diego Fernández Jerónimo, pero antes había
estado en manos de Juan Fernández morisco. Sólo se citan dos barrios,
el ya sabido de San Pedro y el de la Plaza Vieja; es éste el que brinda la
información más extensa, en conexión con la calle de la Sillería, donde
sabemos ahora que se concentraba la élite de la población uclense. Allí
estaban o habían estado domiciliados los licenciados Contreras, Pera-
lejos, Rodríguez y Gaspar Ramírez o el entallador Alarcón. Haciendo

112
esquina con dicha calle estaban las vías que iban a la Plaza Vieja, que
reciben el nombre de costanillas —debía de haber varias, por cuanto
se menciona la postrera costanilla de la Plaça Vieja —, que también
debían de comunicar el convento con esta plaza.
Por su parte, en la plaza mayor —llamada Plaza de Uclés— se
encontraban varias casas acensuadas, en la calle que subía de San Pe-
dro y bajaba de la plaza a la Fuente y en la esquina que miraba a San
Pedro; allí había una casa de grandes dimensiones, dividida entre cua-
tro vecinos: don Diego de Viana, Francisco Lozano, Tomás de Resa y
Ana Fernández, viuda de Juan Lozano. También es recordada en esa
relación la placeta del Dr. Viana.
Además de la calle de la Sillería y las que comunicaban el ba-
rrio de San Pedro con el centro, nos encontramos con la callejuela que
descendía hacia la Puerta de la Alcantarilla, la calle del Carmen, donde
había una casa con patio, y la calle de Cantarranas y que agora se dice
del Carmen Viejo. La calle de los Caballeros ya existía en 1520, cuando
acensuó allí su domicilio Fernando de la Muela. Se habla, así mismo,
de aceras para referirse no tanto a un lugar por donde caminar como a
la mano de la calle, izquierda o derecha.
A la vista de ambas relaciones cabe deducir algo más sobre la
trama urbana de la villa: la existencia de solares de ciertas dimensiones,
sólo en parte construidos, con grandes corrales incorporados —algo
que aún se puede apreciar en algunas zonas—, explicaría la tendencia
observada a la partición de los solares entre distintos censatarios a lo
largo del siglo XVI. Para mejor entender esto debe tenerse presente
que nunca se habla de casa en singular, siendo lo habitual hacerlo en
plural; esto es así por el concepto de la vivienda que se tenía en la épo-
ca: la casa no era un todo ensamblado en habitaciones contiguas, sino
que estaba dividida en zonas separadas: la parte noble, donde estaban
los dormitorios, también conocidos como retraimientos o retretes,
contaba con escaleras 207 y corredores, además de patio en los domici-
lios más afortunados; la cocina era lugar apartado, donde comía y dor-
mía la servidumbre, siendo el resto de las dependencias construidas
un batiburrillo de caballerizas, pajares y demás locales precisos. Para

113
ampliar estas instalaciones se contaba con espaciosos corrales, donde
aliviar las necesidades de los inquilinos —no todas las viviendas con-
taban con letrinas—, acoger las bestias, el ganado y los animales do-
mésticos, guardar los aperos de labranza y los carruajes, etc. Como se
puede apreciar, el concepto de vivienda resultaba ciertamente inorgánico.208

114
NOTAS

1
Si bien se piensa, lo que querían decir es que Uclés era puerta o entrada al Reino
de Valencia y escudo o defensa del Reino de Toledo o viceversa.
2
Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Archivo Histórico de Toledo,
expediente 25.301 (en adelante, AHT). Lo populoso de su demografía debe tomarse
en sentido relativo.
3
La bibliografía sobre el arquitecto es amplia, pero citaré sólo la más relevante:
Fernando Chueca Goitia, Andrés de Vandelvira arquitecto, Jaén, 1972; Pedro A. Gale-
ra Andreu, Andrés de Vandelvira, Madrid, 2000, y Arsenio Moreno Mendoza, Úbeda
de Vandelvira, Sevilla, 2005. Éste último ya había editado El arquitecto Andrés de
Vandelvira en Úbeda (una aproximación a la arquitectura del Renacimiento en la alta
Andalucía) en la misma Sevilla, en 1979. El trabajo de más interés para este estudio
es el de Enrique Herrera Maldonado y Juan Zapata Alarcón, «Andrés de Vandelvira
en la Mancha», Andrés de Vandelvira. V Centenario, Instituto de Estudios Albace-
tenses, Albacete, 2005, pp. 47-69; según estos autores, Vandelvira se formó en su
Alcaraz natal, donde consta trabajando en la construcción en el período 1523-1530;
en esa fecha fue reclamado por Francisco de Luna a Uclés, retornando de inmediato
a Alcaraz, tras los infaustos acontecimientos que allá vivió, que los autores relatan
brevemente (pp. 48 y 50-52).
De los mismos es de gran utilidad su artículo «La construcción del convento de
Uclés (1529-1550)», Revista de las Órdenes Militares, V, 2009, pp. 141-185. En am-
bos trabajos se reúne bibliografía actualizada tanto sobre la biografía de Vandelvira
como sobre la reconstrucción del convento.
4
Según declararía el propio Andrés ante el Lcdo. Gudiel de Cervatos, tan sólo lle-
vaba en Uclés 10 o 12 días cuando le tomó su testimonio —el letrado fue nombrado

117
el día 29 y actuó de inmediato—; recibiría licencia para permanecer en el convento
15 días a partir del 30 de marzo, terminando el diseño de las obras del mismo. En
total, sería algo menos de un mes.
5
Según Chueca, había nacido en 1509 y tendría, por tanto, 21 años (p. 73), sin
embargo, una fecha más aceptable para su nacimiento sería 1505, de modo que em-
pezaría a laborar profesionalmente con 18 años, lo que es más plausible, tal y como
expone Galera (p. 12). Respecto a su apellido, de los testimonios aquí recogidos re-
sulta que la forma ‘Vandelvira’ estaba ciertamente asentada, siendo las vacilaciones
observadas fruto del desconocimiento de los escribanos, por ser un nombre poco
habitual.
6
No puede decirse que el ambiente social que encontraría en Úbeda en los años
sucesivos fuera mejor, pero la experiencia uclense debió de ser una lección que no ol-
vidaría. Tampoco en esa ciudad se habían olvidado los hechos acaecidos durante las
Comunidades, ni los disturbios poco soterrados que se continuaron en las post-Co-
munidades.

7
Eran las otras ocho: Saelices, Rozalén, Moraleja, Villarrubio, Tribaldos, Almen-
dros, El Acebrón y Torrubia.
8
Una detallada descripción del convento medieval en la obra citada de Herrera y
Zapata sobre ese edificio (pp. 146-155).
9
Libro bezerro en que están las heredades, zensos, juros y situados, con las demás
rentas que tiene y possee este Convento Real de Santiago, fecho por mandado del señor
prior don Antonio Mexía en su segundo triennio. Año de 1615, Archivo Histórico Na-
cional, Códices, libro 171, fol. 1r. Conozco este libro gracias a haber sido citado por
el profesor Carrete Parrondo en el artículo mencionado más abajo; debo agradecer
su gentileza al facilitarme un ejemplar de su estudio. Sigue la descripción de sus pro-
piedades y preeminencias:
El señor prior y conbento es patrón de Nuestra Señora de la Defensa, que es una
hermita qu’está en la Vega acia Tribaldos.
El señor prior y conbento es [señor] del Espital de Sanctorun, que está enfrente de
las herrerías de la dicha villa, linde del camino que ba del conbento a la Fuente Redon-
da y del camino que ba de la Calderería a Baldemurcia y le cerca alrededor el camino
que ba a la dehesa y el que ba entre la dicha casa y espital y entre el cercado de Tomás
de Resa, y llega a deslindar con huerta del licenciado Hurtado, que todo está con su
cerca de piedra.
Etc. (Ibidem, fol. 1r-1v). En folios sucesivos se pasa revista a las posesiones del
convento en Fuente Redonda, Torreluenga, Buenamesón y Santa María de los Lla-
nos, además de sus molinos, dehesas, censos y décimas sobre los diezmos ajenos. Son
particularmente de interés los censos sobre propiedades rústicas, tierras cerealeras y
viñas: huerta de la Puerta de la Alcantarilla, huerto del Convento, Eras de San Sebas-
tián, Anorias, Fuente Redonda, Aldehuela, Valdemurcia, Portillo la Recua y Fuente

118
Caballo (fol. 133r-142r); más interesantes, aún, son los censos sobre inmuebles ur-
banos en Uclés (fol. 142v-148r), que comento en el último punto de este trabajo y
transcribo en el Apéndice IV del mismo.
10
El hecho de que los autos del 24 de marzo de 1530 tuvieran lugar en la entrada del
convento nos permite conocer con cierto detalle cómo estaba organizada. En la parte
exterior de la portería había una explanada, donde los canteros vizcaínos desarrollaban
sus labores. La portería contaba con una primera puerta y otra segunda, entre las cua-
les había una especie de zaguán o corral sin techo, que era utilizado para distintos fines:
trasquilar ganado, apeadero, donde montar, descabalgar o dejar las caballerías, mata-
dero o lugar donde descargar agua o leña. Tras la segunda puerta se hallaba el claustro
principal o de los caballeros, lo que parece indicar que habría un segundo claustro de
menor categoría. En un lugar inmediato al mismo estaría el refectorio de los pobres.
Junto a la portería, sin que sepamos muy bien cómo, había un espacio en alto, que de-
nominan como andén, palenque, adarve, empalizada o pretil de madera, desde donde
Ribera habría intentado despeñar al pobre portero del convento.

Apenas pasado un mes del día de autos, como si de una damnatio memoriae se
tratase, el prior recibía licencia del Consejo para derribar la portería y construirla más
abajo, debiendo, además, levantar una pared y cerrar la puerta por donde el alcaide
accedía a la iglesia cuando iba a oír misa; todo ello por el tiempo que durasen las obras
(licencia de 30/04/1530, AHT, expte. 78.160).
11
Nos referimos a vecinos, no a habitantes; para calcular el número de éstos ha-
bría que multiplicar por cuatro o por cinco las cabezas de vecindad. Estaríamos ha-
blando, pues, de alrededor de mil personas, entre las cuales dudo en cuantificar el
numeroso grupo de freiles, oficiales, criados y subalternos que tenía el convento,
además de los pobres que vivían de la sopa boba que se les ofrecía.
12
Carlos Carrete Parrondo, «La judería castellana de Uclés y la Orden Militar de
Santiago», Proceedings of the World Congress Studies. History of the Jews in Europa
(1977), Jerusalem, 1981, pp. 179-189. Según este autor, en 1530 había en la villa 217
vecinos pecheros (p. 179, nota 2).
A fines del siglo XV la morería tenía a su cargo el mantenimiento de 30 almenas
de la muralla, en tanto que la judería se ocupaba de 61 de las 615 que tenía; quiere
decirse que los hebreos, según esto, duplicaban a los mudéjares en número (Mila-
gros Rivera Garretas, La encomienda, el priorato y la villa de Uclés en la Edad Media
(1174-1310), Madrid, 1985, pp. 73-75).
La sinagoga aún existía en 1531, cuando andaba en disputa su propiedad entre el
concejo de Uclés y los criados reales Lope Fernández y Simón Martínez, probables
judeoconversos (compulsoria al comendador de la cámara de los privilegios sobre la
casa de la sinoga que hera de judíos en la dicha villa, de que por parte de Lope Fernán-
dez e Symón Martínez, nuestros criados, me fue suplicado les mandase fazer merced,
de 20/02/1531, AHT, expte. 78.170).

119
La mención más antigua a judíos tanto en Uclés como en Madrid se remonta
a mediados del siglo XI (1053), así, en el caso uclense tenemos documentado a un
tendero, perteneciente a los Ben Israel toledanos (Eliayu Ashtor, «Documentos es-
pañoles de la Genizah», Sefarad, XXIV-1, 1964, pp. 48 y 54). Esta noticia me ha sido
facilitada por mi hijo, Joaquín Porras Ordieres.
13
Los datos descriptivos de Uclés en mi tesis (La Orden de Santiago en el siglo XV.
La provincia de Castilla, Madrid, 1997, pp. 71-72, 227-229, 300, 305 y 318-319). Se
halla disponible en red (http://eprints.ucm.es/31066/1/Arboledas.pdf).
Una descripción detallada de la fortaleza, de la villa y sus arrabales y de la mura-
lla en la Edad Media en la obra citada de Milagros Rivera (pp. 38-44).
14
Éste era nieto del comendador Orozco, que había sido también alcaide de
Uclés; estaba casado con una hija de Arias de Viana. Había iniciado los trámites
para ser considerado hidalgo por la Chancillería de Granada en 1527, aunque no
se conserva su expediente (Clara Almagro Vidal y José Luis Fernández Valdivieso,
Pleitos de hidalguía. Extracto de sus expedientes que se conservan en el Archivo de la
Real Chancillería de Granada correspondientes a la 1ª parte del reinado de Carlos I
(1516-1536), extractados y ordenados bajo la dirección de Manuel Ladrón de Guevara
e Isasa, Granada, 2015, II, pp. 43 y 392).

15
La bibliografía sobre las Comunidades es muy numerosa, siendo, a mi juicio, la
obra más recomendable la tesis de Joseph Pérez, La Revolución de las Comunidades
de Castilla (1520-1521), Madrid, 1985, 5ª ed. La falta de trabajos sobre la rebelión
en el campo de las Órdenes explica la escasa información manejada por este autor
sobre los territorios santiaguistas; conoce los intentos de Padilla por hacerse con el
maestrazgo (pp. 339-340) y las actividades de los Osorio en Ocaña (pp. 425-426),
pero poco más. Cita una provisión del Consejo de Órdenes de 15/01/1521, que no
se conserva en los registros de la Orden que he manejado; tal vez esté en la parte
correspondiente a la Orden de Calatrava.
Por ello, debe consultarse también el trabajo de Miguel F. Gómez Vozmediano,
«La revuelta de las Comunidades en la Mancha (1519-1531)», Chronica Nova, XXIII,
1996, pp. 135-169, que no ofrece datos sobre Uclés, pero sí sobre don Fernando de
Rojas.

16
Aunque no es segura la adscripción familiar, dos personas de apellido Gutié-
rrez pleitearon por aquellos años (1528) para ser reconocidos como hidalgos por
la Audiencia granadina, Pedro y Gregorio Gutiérrez, éste último hijo de Diego de
Moya y sobrino de Juan de Moya, hidalgo uclense (Almagro y Fernández, Pleitos de
hidalguía, I, pp. 440 y 443).

17
La impronta dejada por este sujeto en la vida local fue tal que, aún a primeros
del siglo XVII, existía una placeta del Dr. Viana (Carrete Parrondo, op. cit., p. 170,
nota 6; libro becerro, fol. 226r). Este letrado poseía tierras de labor entre los caminos

120
de Velliza y Saceda, en Valuengo y en Peñabarquera (Ibidem, fol. 151v-152v). A la
altura de 1547 su domicilio estaba en la plaza principal, en la bajada hacia San Pedro;
años más tarde reconocería el censo sobre ese inmueble don Diego de Aponte (ibid,
fol. 230r). Por esas fechas vivía en Uclés un descendiente suyo, Juan de Viana, que
tenía casa en la plaza (véase Apéndice IV), si bien en otro lugar del registro se habla
como poseedor de una casa en ese lugar de don Diego de Viana (fol. 227v).
Los Viana decían ser originarios de Navarra; Arias de Viana, padre del letrado,
litigó infructuosamente su hidalguía entre 1520 y 1551, si bien fallecería al poco
de iniciarse el proceso. Estuvo casado con Catalina Suárez Mexía, hija del comen-
dador Garci Suárez Mexía—o simplemente, Garcí Mexía, como le veremos a con-
tinuación—, y era pariente de Luis de Heredía. Una hija suya estaba casada con el
mencionado alcaide Diego de Orozco; ya fallecido, los alcaldes de los hijosdalgo re-
chazarían su inclusión en el gremio de los hidalgos. Había iniciado su ascenso social
como criado del prior Fernando de Santoyo (Almagro y Fernández, II, pp. 392-394).
Cristóbal de Viana, bachiller, licenciado y doctor en Derecho por la Universidad
de Salamanca, hijo de Arias, sería, a su vez, consuegro de García de Torres, que ini-
ciaría los trámites ante dichos alcaldes en 1527, sin que se conserve su expediente
(Ibidem, II, p. 314). También documentamos a Gregorio y Bartolomé, hijos de Fer-
nando de Torres, originarios de Uclés y vecinos de San Clemente, que litigarían ante
la Chancillería entre 1527 y 1573 (Ibid, II, 315-316).
Más fortuna tendría Cristóbal que su padre, por cuanto en su proceso, que se
extendió entre 1550 y 1588, consiguió la tan ansiada declaración de ser hombre hi-
jodalgo, ello a pesar de que el fiscal entendió que era nieto tanto del judío Juda Jaco
Bermejo como del judeoconverso Andrés de Mondéjar (Ibid, II, 394-396).

18
AHT, expte. 21.785. Se trata de un extenso relato de las actividades ocurridas
durante las Comunidades en la zona, según declaraciones rendidas en 1522. Evi-
dentemente, en un trabajo como éste no tengo intención de entrar en detalle en los
episodios de la Comunidades, que sacudieron reciamente la vida de los pueblos cas-
tellanos de la Orden de Santiago, de los que se conserva abundante información, que
tengo ya recogida. Espero en un futuro próximo poder editar un estudio exhaustivo
sobre los comuneros santiaguistas.
Un adelanto del mismo en mi artículo «Las composiciones pagadas por los co-
muneros santiaguistas de la Gobernación del Campo de Montiel en 1529», Homena-
je al profesor Eloy Benito Ruano, Sociedad Española de Estudios Medievales, Madrid,
2010, tomo II, pp. 627-652.
19
Los documentos de la Orden guardan un piadoso silencio sobre el estado de
ruina en que habían quedado, si bien, pasados los años, en 1534, una petición del
maestro de cantería Juan de Regúlez da cuenta de hasta qué punto habían sido so-
cavados los cimientos de la torre del Homenaje; pedía Regúlez que se le abonasen
los gastos extraordinarios hechos en repararlos. En la escritura de remate se había
puesto una condición:

121
… que fuese obligado el dicho Juan de Regúlez a sacar los cimientos de la di-
cha torre de diez pies en hondo e que, si necesario fuese más, lo hiziese e que le
sería pagada la tal demasía …, por virtud de la qual diz que començó a hazer
los dichos cimientos e los ahondó los dichos diez pies, como era obligado, e
que, por no quedar firmes, como convenía, a causa que de antes solían estar
más hondos, diz que para que la dicha obra fuese perfettamente hecha, sacó
los dichos cimientos de treynta pies e hizo por razón dello la pared de la dicha
torre un pie más ancha e gruesa de lo que era obligado por la necesidad que
dello avía al tienpo que por mi mandado lo visitó con maestros juramentados
el prior García de Almaguer; al haber gastado todo el dinero adelantado en
estas obras no había podido terminar el encargo, aunque tenía los mate-
riales preparados a pie de obra. Solicitaba se tasasen dichas demasías y se
le pagasen para así finalizar los trabajos (comisión informativa al prior, de
02/05/1534, AHT, expte. 78.229, borrador conservado en documento muy
posterior).
Transcurrido un año, Regúlez estaba preso por no haber terminado la
obra completa a tiempo, lo que era injusto habida cuenta de las dificultades
con que se había encontrado en los cimientos: solicitaba de nuevo que se le
tasasen y pagasen las mejoras hechas por él: se había comprometido a sacar
los cimientos de la torre de 10 pies en hondo, pudiendo profundizar más si
lo considerase oportuno; e que como en el tiempo de las alteraciones de las
Comunidades pasadas la dicha torre se contraminó e paresció estar contra-
minada, fue necesario ahondar los cimientos 40 pies más hasta asentarlos
en piedra viva; había reedificado ¾ partes de la torre; tenía al pie de la torre
las esquinas labradas, con la piedra, cal y arena necesarias, pero le faltaba
dinero para terminarla, a causa del gasto hecho en los cimientos (manda-
miento de no prender bajo fianza y comisión informativa, ambas para el
gobernador, en 24/04/1535, AHT, expte. 78.220).

20
Relatan el contenido de la petición del prior y la información reali-
zada el año siguiente por los visitadores Herrera y Zapata en su trabajo de
2009 (pp. 156-161).

21
En los documentos oficiales del Consejo no se recogen estas alterna-
tivas, pero son numerosas las referencias a las mismas que se conservan
en las minutas elaboradas por el secretario del mismo, que se hallan en los
borradores de los registros de provisiones.
Por aquellos años del reinado del Emperador no existía aún una Corte
permanente, sino que seguía siendo itinerante, como lo había sido en la
etapa medieval. Es dudoso que se hubiera podido construir la nueva sede
del convento dentro del recinto amurallado de Toledo, habida cuenta de la
falta de solares disponibles, razón última de que la Corte finalmente fuese
fijada en Madrid.

122
22
AHT, expte. 78.047. Incitativa de 25/11/1520.

23
Don Fernando de Rojas era corregidor de Úbeda y Baeza en el momento del
estallido de las Comunidades, debiendo ausentarse para evitar males mayores; de allí
se marchó a su encomienda del Campo de Criptana (Gómez Vozmediano, p. 153).
Salió de Úbeda a hurtadillas, dice este autor. Rojas se desplazaría a Uclés cuando
supo de la rebelión, a fin de defender las posiciones realistas; ante la ausencia de
Carrillo y de su alcalde mayor en Uclés, Lcdo. Juan Becerra, fue nombrado goberna-
dor del partido, y, acabada la guerra, elevado a la encomienda de Huélamo, donde
fallecería. Probablemente, Rojas repartiría papeles con el comendador Ordoño de
Villacorta, éste en el convento y aquél en la fortaleza. Sabemos que el 21 de marzo de
1521, en el Corral de Almaguer, el Dr. Carrillo hizo dejación de su oficio en manos
de don Fernando de Rojas (AHT, expte. 78.143).
Resultar tentador fabular con la idea de que el comendador Rojas hubiera acon-
sejado a Vandelvira trabajar en Úbeda.
24
Tres incitativas al gobernador de la Mancha de 05/10/1521, 08/02/1522 y
00/07/1522 —día en blanco— (AHT, exptes. 78.058, 78.062 y 78.067). Uso «gober-
nador de la Mancha» sólo por abreviar la denominación completa. Los documentos
de la época suelen abreviarlo bien de ese modo, bien como «gobernador de Tajo».

25
Pedro de León era abuelo del Lcdo. Pedro Velázquez, del que se hablará más
adelante (Almagro y Fernández, II, p. 380).

26
Ya hemos dicho cómo éste u otro del mismo nombre había iniciado sus ges-
tiones para ser declarado hidalgo en 1527 (Ibidem, II, p. 314). Un Alonso de Torres
había sido condenado a dos años de destierro y otras penas por el bachiller Alonso
de Uceda antes de 1529, por delito no expresado (inhibitoria de 00/11/1529, AHT,
expte. 78.157).
27
Éste u otro homónimo iniciaría las mismas gestiones un año más tarde, sin que
tampoco nos conste el resultado de las mismas (Ibid, II, pp. 691-692).

28
Dos personas de ese apellido, Pedro y Juan, también comenzarían sus litigios
por esos mismos años: Juan de Écija era primo de Juan y Pedro de Moya, hidalgos de
Uclés, y Pedro de Écija, acabaría como vecino del Quintanar, si bien era originario de
Uclés; no se conserva el resultado de ambos procesos (Ibid, I, pp. 291-292).

29
Fallecido Arias en 1522, continuarán los procesos su hijo y su viuda, Catalina
Suárez, que insistían en que su muerte traía causa de las heridas recibidas durante la
revuelta, según la última de las incitativas reseñadas en la nota 24.

30
AHT, exptes. 20.007, 1º y 2º, y 19.467, 1º y 2º. También resultaría procesado
Francisco de Librillos.

123
31
Conocemos actuaciones suyas en Cabañas de Yepes, Villasequilla y Colmenar
de Oreja (AHT, exptes. 78.078 y 78.135; sendas incitativas). Un Rodrigo de Castro,
tenido por hidalgo en años posteriores, testificaría en el proceso por la hidalguía de
Carlos de Coronado (1534-1559), originario de Uclés, aunque vecino del Horcajo;
pariente de éste último debía de ser Francisco de Coronado, del mismo origen, pero
vecino de Garcinarro; había sido criado del prior Juan de Velasco. Su proceso se ex-
tendería entre 1521 y 1602 (Almagro y Fernández, I, pp. 253-256).
Tal vez estuviera emparentado con García Gómez de Castro, que a su vez lo esta-
ba con Hernando de la Muela, hidalgo uclense; litigaría con éxito su hidalguía entre
1524-1526 (Ibidem, I, pp. 387-389).

32
Ortuño de Heredia iniciaría sus gestiones para ser considerado hidalgo en
1527, aunque no se conoce el resultado final (Almagro y Fernández, I, p. 455).
33
AHT, expte. 78.144. Entre corchetes las lecturas dudosas. Se leen con claridad
las firmas del mencionado procurador del concejo y del escribano de cabildo, Alonso
Gutiérrez. Transcrito en Apéndice I.
34
Es el caso bien conocido de Úbeda y Baeza, que por circunstancias especiales
no se dio en Jaén, como tuve ocasión de estudiar años atrás (La ciudad de Jaén y la
Revolución de las Comunidades de Castilla (1500-1523), Jaén, 1993). He reunido do-
cumentación relevante sobre las Comunidades y post-Comunidades en aquellas dos
ciudades, que espero poder editar próximamente.

35
Entre los papeles de los procesos de los hidalgos de la Chancillería de Gra-
nada consta Luis del Castillo, vecino de Ocaña, hijo de Lope del Castillo y Juana
Gutiérrez, hija del hidalgo Juan de Moya, que vivían cerca de San Juan, en Uclés, a
espaldas de la casa de Juan Osorio. Litigaría entre 1534-1539 (Almagro y Fernández,
I, pp. 228-229). Hoy se conservan en la villa tanto una plaza como una calle de San
Juan, que deben de corresponder a la existencia de una institución religiosa —una
desconocida parroquia o un ignorado convento—, cuestión sobre la que no puedo
pronunciarme aquí.

36
AHT, expte. 19.531. La sentencia le pareció insuficiente al querelloso, que ape-
ló, si bien no se conserva el fallo definitivo.
37
Una de las formas más habituales de huir a la acción de la justicia real era resu-
mir corona, esto es, recibir órdenes menores, de modo que el reo quedaba sometido
a la jurisdicción eclesiástica, mucho más laxa y benevolente, que no imponía penas
que supusieran efusión de sangre.

38
Fueron testigos Juan de Alarcón, el apuñalado por Heredia, que contaba con
40 años, Arias de Viana, de 65 años, cuyo hijo tenía parentesco con Heredia, y Mar-
tín Alonso el mozo, de 50 años. Asistieron al auto de conclusión tanto el comenda-

124
dor Mexía como el alcaide Diego de Orozco.La sentencia de primera instancia (de
12/03/1522), dictada por Juan de Alcázar, teniente de alcalde mayor, dio la razón al
cirujano y prohibió a Heredia ejercer oficio público.
La apelación de dicha sentencia sería declarada desierta, si bien el reo se pre-
sentó en suplicación ante las reales personas, sin que nos haya llegado la sentencia
del grado (AHT, expte. 10.066).

39
AHT, expte. 21.276. Actuaron de testigos durante la puja Alonso de Comon-
tes, García de Villanueva alguacil, Francisco de Narváez, Juan López Sobrino y el
mismo Rodrigo de Montemayor. Fueron fiadores de Muñoz Rodrigo de Monte-
mayor, Pedro Navarro, Francisco de Librillos y Pedro de Mora, siendo testigos de
la fianza Diego y Luis de Heredia y Francisco de San Martín escribiente; actuó de
escribano Pedro de la Torre.

40
... que el provecho de dicho oficio es de San Juan en adelante, e Santiago e Santa
María de agosto e San Miguel e Todos los Santos e Navidad, porque se cunplen los
plazos de las personas que tienen fiadas sus mercadurías, de que dan a executar, de
que se saca la renta.

41
Tras relatar lo procedido, mostraba la actitud fraudulenta de Muñoz y cómo
el alcalde mayor dio la vara a un vecino de Colmenar de Arenas —hoy Mombeltrán
(Ávila)—, a pesar de lo cual Muñoz siguió portando la vara de alguacil e dezía que
la avía de traer aunque pesase a todo el mundo. Que se temen que sólo presentará
los documentos que le convengan; que se le obligue a presentarlos todos.
Que dicho Juan Muñoz es venido con cartas de favor a esta Corte y dize y publica
que con ellas a de llevar la vara; solicitan que no se le permita, pues, si así fuera, no se
impartiría justicia en la villa: quédanse los delictos sin castigo, los ricos agravian a los
pobres y los pobres son cohechados y costeados y, lo que peor es, que quando algund
pariente o hermano o amigo del alguazil, natural y vezino, toca alguna cosa, no haze
justicia, sino dissimula y se siguen otros muchos inconvenientes.
Que se le obligue a hacer residencia del tiempo que ha tenido la vara, pues ha
causado muchos agravios.
Item, para que a V.M conste de la persona del dicho Juan Muñoz y de las públicas
desonras e injurias que a toda la villa e vezinos della e de su tierra haze y vea cómo
tracta a los vasallos de la Orden, hazemos mostración desta carta que escrivió al
alcalde mayor, estando en Ocaña, en escándalo del pueblo, y le suplicamos la vea y
vista como a todos llama moros y judíos, provea sobrello lo que fuere servido (desgra-
ciadamente, no inserta el tenor de esta carta).
42
Gómez Mexía, que estaba casado con una hija del comendador Torremocha y
era hermano de Garci Mexía, litigó su hidalguía entre 1527 y 1547. Garci Mexía, su
hermano, consta como comendador de la Orden; eran hijos de otro Garci Mexía y
nietos de Pedro Mexía, avecindado en la parroquia de San Andrés. Garci y Gómez
eran tíos de la mujer de Diego de Orozco, siendo aquél suegro del mencionado

125
Arias de Viana. Ambos hermanos litigaron conjuntamente su hidalguía ante la Au-
diencia granadina. Otro Mexía había sido en tiempos anteriores cabeza de bando en
Uclés, donde residiría su hijo Gonzalo; el hijo de éste, Francisco Mexía, vecino de
Cuenca, obtendría el reconocimiento de su condición de hidalgo tras litigar entre
1535 y 1549 (Almagro y Fernández, I, pp. 621-623).
Garci estaba casado con Francisca Pacheco; ambos litigaban en 1530 con Ma-
ría Mexía, viuda del comendador Bartolomé Mexía (incitativa de 05/07/1530, AHT,
expte. 78.163).

43
Su hijo, Juan de Herriega, iniciaría en 1528 los trámites para ser declarado
hidalgo, sin que se conserve el resto de su expediente (Ibidem, I, p. 471). Un Luis
de Herriega, vecino de Valdeganga de Cuenca, obtendría dicho reconocimiento por
aquellos años, tras litigar los años 1513-1529 (Clara Almagro Vidal, José Luis Fer-
nández Valdivieso y Agustín Rodríguez Nogueras, Pleitos de hidalguía. Extracto de
sus expedientes que se conservan en el Archivo de la Real Chancillería dee Granad.
Reinado de Juana I (1505-1516), extractados y ordenados bajo la dirección de Manuel
Ladrón de Guevara e Isasa, Granada, 2011, p. 145).
44
Rodrigo Velázquez litigaría ante los alcaldes de los hijosdalgo entre 1534 y
1543; estaba casado con una hija de Antonio Mexía, hidalgo de Tarancón. El licen-
ciado Pedro Velázquez era hermano suyo; en sus árboles genealógicos se entremez-
clan los apellidos Velázquez, Biedma y Montemayor. Eran nietos de Pedro de León
(Almagro y Fernández, II, pp. 379-381).

45
Incitativa de 29/11/1529 (AHT, expte. 78.155). El tema de la elección de los
capitulares por parentelas se mantendría en años sucesivos, así sabemos que en 1535
era García Mexía, encuadrado en el sector de los caballeros, quien se quejaba de que
las elecciones municipales se hacían siguiendo parcialidades (comisión al alcalde
mayor de la Mancha, de 22/09/1535, AHT, expte. 78.225).
Algo parecido puede decirse del tema del Peso de la villa, perteneciente al por-
tazgo de la misma; allí se pesaban todas las vituallas que se traían a vender a la villa,
causándose grandes engaños por los arrendatarios del mismo, ya que el artefacto
del peso lo guardaban en sus casas (incitativa de 19/02/1530, AHT, expte. 78.158).
Solicitaban que el peso estuviese en lugar público (incitativa de 20/09/1531, expte.
78.177). En la misma petición habían solicitado licencia para repartir 100.000 mrs.
entre los vecinos para sufragar una Puerta de villa que ha hecho e de casas que ha
conprado para hazer plaza e casas de ayuntamiento, e otras muchas lavores juntamen-
te con los muchos pleytos…
La solución del problema del Peso se retrasaría hasta 1560, siendo Diego de Pare-
ja, alcalde ordinario, el promotor de la misma. El expediente informativo que termi-
na con la licencia para construir una casa del peso ofrece datos de gran interés para la
historia local (expte. 25.301). Encuentro posible que la casa del Peso se corresponda
con el edificio actual del ayuntamiento.

126
46
Incitativa de 29/11/1529 (AHT, expte. 78.155). Las quejas son más numerosas,
pero en los demás casos no se imputan a nadie en concreto, sino a la mencionada pa-
rentela. En ambos casos Gutiérrez había solicitado el envío de juez pesquisidor, pero
el Consejo prefirió encomendar la resolución a don Álvaro de Ayala, comendador de
Palomas y gobernador de la Mancha.
La pugna particular entre Gregorio Gutiérrez y Francisco Narváez se continuaría
durante varios años después; le imputaba aquél a éste que en los últimos cuatro años
ha procurado … de thener oficios del dicho concejo en ella, siendo procurador o dipu-
tado o escrivano del dicho concejo, aprovechando sus cargos, con el apoyo del resto
del cabildo local, para manipular en su beneficio el pan de las tercias reales (comisión
informativa de 10/01/1531, AHT, expte. 78.169). Resulta evidente que Narváez, ade-
más de ocupar oficios municipales, se dedicaba a la tarea de arrendar la recaudación
de diversas rentas: en ese año las rentas del lugar de Santa María de los Llanos o la
décima de la encomienda de Monreal, debidas al prior de Uclés (la acordada sobre
la saca del pan, de 31/01/1531, misma referencia). He aquí una de las claves de los
enfrentamientos entre los habitantes de Uclés.

47
Incitativa de 11/12/1529 (AHT, expte. 78.156).

48
Se supone que quienes estaban en condiciones de aprestar dinero en metálico
con urgencia eran personas de nivel económico alto. Pasado el apuro, los demás
vecinos debían reintegrarles las cantidades adelantadas por aquéllos en nombre de
toda la vecindad.

49
Como Lorenzo Ramírez, Alonso [Camar] —tal vez se tratase de Alonso de Co-
montes—, Juan Enríquez, Luis Díaz, Álvar Pérez de Illana, Gutierre Pacheco, Franci-
so de Arellano, Pedro de Biedma y Juan Mexía; entre todos habían adelantado al rey
20.000 mrs. (mandamiento de reintegro de 19/11/1530, AHT, expte. 78.167).
50
Mandamiento al alcalde mayor de Uclés de 10/01/1531 (AHT, expte. 78.169).

51
Según Carrete Parrondo, las dedicaciones más habituales entre los judíos
uclenses habían sido, además de la medicina, el comercio, que en buena medida
quiere decir que se ocupaban del arrendamiento de rentas (op. cit., p. 185).

52
Conocemos el nombre de otro converso de mudéjar, Diego de Medina, citado
en el proceso de hidalguía de Arias de Viana (Almagro y Fernández, II, p. 393). Mi-
guel Romero ha localizado dos procesos contra judaizantes de 1492: Catalina Núñez
la Toledana, mujer de Diego de Burgos, vecina de Torrubia de Uclés, que fue relajada,
y Aldonza Gómez, mujer de Diego Gómez, vecina de Uclés; ambos procesos están
incompletos («Los judíos en la provincia de Cuenca. Desde Alfonso VIII hasta la
persecución inquisitorial», 2015, https://agoracuenca.wordpress.com/2015/11/27/
los-judios-en-la-provincia-de-cuenca/).

127
53
Gómez Mexía, miembro del grupo de los caballeros, sin embargo, parece que
fue yerno de Alonso de Comontes, con cuya viuda acabaría amancebado y con la
que tendría varios hijos. Es evidente que existía también una rivalidad sexual entre
Comontes y Herriega por la posesión de Bernardina López, mujer del primero, que
no debía de carecer de prendas de belleza.
54
Este era tenido por hidalgo de privilegio por entonces, ya que así aparece como
pariente de García Gómez de Castro, en el proceso de hidalguía de éste, de los años
1524-1526 (Almagro y Fernández, I, p. 388).
En 1520 había constituido un censo, luego reconocido en 1607, sobre la casa en
que moraba, en la calle de los Caballeros (Libro becerro, fol. 229r).

55
Para Herrera y Zapata, Esteban Gallego era maestro de obras (2009, p. 162),
algo que no me acaba de convencer; algo similar dicen respecto de Francisco Nar-
váez (p. 158), cuando le estamos viendo en estas páginas laborando como escribano
y arrendatario de rentas. Aunque mantuviera ideas estéticas personales, eso no le
convertía en profesional de la arquitectura, simplemente se trataría de una persona
leída.

56
Ambos obtuvieron seguro real contra Juan de Cárdenas y Alonso de Comontes,
sus parientes, amigos, criados y paniaguados en 21/07/1531 (AHT, expte. 78.175).

57
Era procurador de Martín Antonio Mexía (citatoria de 20/09/1531, AHT, expte.
78.177). Muñoz estaba casado con Francisca Núñez, que en 1530 litigaba un pleito de
menor cuantía con la viuda e hijos de Pedro de Biedma (inhibitoria de 14/11/1530,
AHT, expte. 78.167).
Es evidente que los grupos no eran entidades cerradas y las adscripciones podían
cambiar de bando: en este caso, vemos litigar juntos a Fernando/Hernando de Écija,
uno de los cabecillas de la Comunidad en 1520, y a Fernando/Hernando de la Muela,
al que acabamos de situar en el sector de los caballeros, cuando sabemos que un Die-
go de la Muela había sido conmilitón de Écija catorce años antes; el papel de Muñoz
parece, además, que se decantó por el lado popular, tal vez por oportunismo.
58
Mandamiento al gobernador para que nombrase otro alcalde mayor que reu-
niese los requisitos exigidos (19/03/1534, AHT, expte. 78.207).
Por muy enconadas que estuvieran las diferencias entre grupos, lo cierto es que la
villa no era muy extensa y las personas tenían que convivir y relacionarse en la vida
diaria, incluso tenían que divertirse juntas; esto lo muestra un proceso de 1541, en el
que vemos reunidos en casa de Diego de Pareja a miembros de todos los sectores que
hemos descrito como adversarios, jugando al triunfo —juego de naipes que podría
identificarse con la brisca—: el propio Pareja, Fernando de Écija, Cristóbal Suárez,
Fernando de la Muela, Diego Noguerol, Esteban Gallego, Pedro de León, Alonso de
la Torre escribano, Tristán Gutiérrez o Juan López (AHT, expte. 20.799).

128
Diego de Noguerol litigaría, sin éxito, su hidalguía los años 1533-1545, ya que los
alcaldes de los hijosdalgo fallaron a favor del concejo de Uclés (Almagro y Fernán-
dez, II, p. 11).

59
Diego estaba casado con una hija de García de Torres; tanto su encumbramien-
to como el de su padre se debían a estar encuadrados en la clientela del marqués
de Cañete. Litigaría su hidalguía entre 1536 y 1543 (Almagro y Fernández, II, pp.
59-60).

60
Se trata del mismo proceso citado en la nota previa a la anterior. Según Alonso
de la Torre, escribano presente a todos los hechos, el Domingo de Ramos que agora
pasó, mientras la Pasión, le dieron poder los buenos honbres pecheros al dicho Juan
López e a otros para seguir [los procesos contra] los hidalgos.
En la sumaria declaró Fernando de Écija que, estando este testigo en casa de Diego
de Pareja con Diego de Pareja e Juan López e Tristán Gutiérrez, jugando al triunfo, e
estando allí otras personas sobre un tanto que avíe enbidado el dicho Diego de Pareja,
dixo el dicho Juan López que quiríe saber si lo quiríe su conpañero, y el dicho Diego
de Pareja respondió «vos avés de responder», e el dicho Juan López dixo que avíe de
responder su conpañero, e entonces el dicho Diego de Pareja se levantó para él e le dixo
«vos, puto judío, avés de responder» e le dio un bofetón o torniscón e le alcançó poco o
mucho, e que le haríe que no fuese más a Cantalapiedra.
Diego Noguerol difiere algo al relatar lo sucedido: e hechó el braço para él e que
no sabe si le alcançó o no ni le oyó golpe. … que no le oyó dezir «puto judío», sino que
le oyó dezir «noramala porque no tuve una daga en la cinta, que yo le hiziera yr a la
plaça o que no fuera a la plaça». Más detallado fue Esteban Gallego, el acusador de
Comontes años atrás, que aclaró que jugaban a parejas López y Écija contra Pareja
y Gutiérrez, que el altercado se produjo cuando Pareja disputaba con López sobre
quién habría de responder de un tanto: Pareja se levantó para él tirándole el braço
para le dar e diziendo «vos, don puto judío, avés de responder y que hos he de hazer que
no vays a Granada ni a Cantalapiedra», e como el dicho Diego de Pareja le tiró el braço
se metió Pedro de León en medio, e este testigo no pudo ver si le alcançó o no, e que se
levantaron todos y qu’el dicho Diego de Pareja yva contra el dicho Juan López, e que se
metió mucha gente en medio e los pusieron en paz.
Pedro de León añadió: Pareja dijo que si otra vez lo porfiava que le arrojaríe los
naypes y el dicho Juan López dixo que, a su parecer, no osaríe o otra palabra semejan-
te, e entonces el dicho Diego de Pareja se levantó e le rodeó con el braço un boxicón
e le alcançó en la cara y en la mano e le dixo de «puto villano de Cantalapiedra». El
escribano Alonso de la Torre avala esto último y puntualiza, poniendo el dedo en la
llaga, e le enpeçó a dezir de vellaco, puerco e que le haría que no fuese a Granada ni
a Cantalapiedra. Cristóbal Suárez y Fernando de la Muela, también presentes, no se
enteraron o no quisieron enterarse de nada.
En el texto final de la acusación se dice: Pareja dixo «por vida de Dios o no creo en
Dios, don puto judío, villano, si un puñal traxera en la cinta, si yo n’os diera de puñaladas

129
porque no fuéredes a Granada a pedir a los hidalgos». Entendió en el proceso como
alcalde ordinario el Lcdo. Viana, suegro de Pareja, que parcialmente declaró a López
por no parte y que la causa era sólo de enojo por juego de naipes. Llevado el caso
ante el Consejo, López insistió en que el motivo último de la agresión había sido la
inquina por litigar en contra de los pretendientes a eximirse por hidalgos; a la misma
denuncia añadió el procurador de los pecheros que, yendo por el monte, le salieron
al paso el Dr. Contreras y su hermano y le dieron de cuchilladas. Finalmente, el Con-
sejo remitió el proceso a los alcaldes del crimen de la Audiencia de Granada.
En el mismo año 1541 documentamos otro proceso, en que se denuncia nueva-
mente la parcialidad con la que actuaba el Lcdo. Cristóbal de Viana, esta vez acom-
pañado como alcalde ordinario de Pedro Fernández de la Caldefuera: el procurador
Diego de Alarcón había acusado de aleve y traición a los hermanos Juan y Bartolomé
Guijarro. Alarcón se había agraviado del proceder de ambos alcaldes, en especial, de
Viana: como el licenciado Viana sea parte principal e uno de los del pueblo y ser, como
es, vezino y natural del pueblo, parcialmente favoresce a las partes contrarias, sin guar-
dar orden ni forma de Derecho, respecto a la toma de testigos, designación de es-
cribanos de la probanza, acompañamiento de escribanos o presentación de testigos.
Yten, pido y suplico a V.A. que porque yo me temo de ser maltratado de los dichos
alcaldes de hecho e de obra yo y mis debdos y parientes, por la enemistad que me tiene
a mí y a ellos, y con el favor de la vara de la justicia y con él ser rico y yo pobre, me
fatigará, herirá o matará o afrontará en palabras e obras, como lo a començado, me
mande tomar so su anparo e defendimiento real, que no me matarán ni lisyarán ellos ni
sus parientes a mí ni a los míos, el qual me mande dar en forma de derecho.
También había denunciado al sastre Sebastián Torrero, que había resumido coro-
na para librarse de su acusación, lo que consiguió; no parece que sucediera lo mismo
con Alarcón (AHT, expte. 10.063).
61
Se habían comprometido a abonar en distintos plazos un total de 4.110.000
mrs. Según el procurador del comendador Mendoza, habían obtenido píngües bene-
ficios, a pesar de lo cual habían dejado impagados 970.000 mrs. Se hizo ejecución en
sus bienes, depositándose éstos en manos de Juan de Pareja, Pedro de León y Diego
de Montalbo, vecinos de Uclés, que se constituyeron como fiadores de saneamien-
to. Cuando estaba por realizarse el remate de los bienes tanto deudores principales
como fiadores se alzaron con sus bienes y se refugiaron en monasterios, iglesias,
castillos y fortalezas, sin que se pudiese cobrar la deuda.
Juan Fernández de Arteaga, que así se llamaba el procurador de Mendoza, acu-
dió al Consejo que le extendió dos incitativas, una para el gobernador de la Mancha
contra el Lcdo. Viana —Y que, porque el dicho licenciado Viana, que es uno de los
principalmente obligados por la dicha deuda, está e reside al presente en el partido de
la probincia de Çorita por juez de residencia d’él y se teme e rezela que no avrá justicia
en el dicho partido que ose exsecutar contra él— y otra para el conjunto de los alzados,
dirigida en esta ocasión a todas las justicias de tierra de Órdenes (sendas incitativas
de 13/05/1544, AHT, expte. 78.329).

130
62
No me resulta fácil saber si los antiguos comuneros, cristianos viejos, se sintie-
ron identificados en estos años con el grupo de los populares conversos. Hemos ya
visto cómo García Gutiérrez y sus hermanos, comuneros, habían motejado a Hervias
de perro moro, lo mismo de que acusaban los caballeros a Comontes. Viana, a su
vez, había provocado las iras de la comunidad local cuando escribió que eran una
cuadrilla de moros y judíos, al igual que se decía que había hecho años más tarde el
escribano Juan Muñoz. La mezcla de cristianos viejos y conversos no debería ser es-
casa y podía producir sorpresas a la hora de adscribir a unos u otros a un bando. En
cualquier caso, se diría que por aquellos años el deporte local consistía en insultarse
mutuamente acusándose de pertenencia a los linajes de hebreos y mudéjares.

63
Durante el proceso que se siguió en 1530 contra los Comontes, por los motivos
que veremos enseguida, Muñoz fue su procurador; para responder por las penas
pecuniarias que se les impusieron, por valor de 115.000 mrs., y ser sueltos de prisión
consiguió que se constituyeran como sus fiadores el Lcdo. Pedro Velázquez y Juan
Pacheco, ambos miembros del bando contrario (mandamiento de soltura bajo fian-
za, de 07/05/1530, AHT, expte. 78.161).
A la altura de 1543 los doctores Viana y Velázquez —ambos habían promociona-
do en sus grados durante esos años— trataron infructuosamente de ser declarados
hidalgos por los alcaldes de la Chancillería de Granada, con la oposición del muni-
cipio uclense, que debió reclamar amparo a dicha Audiencia ante las amenazas que
los letrados habían proferido contra sus miembros (receptoria de los alcaldes del
crimen al escribano Pedro Jiménez, de 27/08/1543, Archivo de la Real Chancillería
de Granada, expte. 5.679).

64
Montemayor estaría preso en la cárcel de la Inquisición conquense una bue-
na temporada, donde perdería la salud y la hacienda; cuando salió a comienzos de
1533 no tuvo mejor suerte; pasados algunos meses, fue muerto de una pedrada por
Francisco de los Morales, vecino de Uclés, con la ayuda de Juan de Amusco, vecino
del Corral de Almaguer, que fueron condenados en primera instancia por el ba-
chiller Ayora, alcalde mayor de Uclés, el segundo a servir en galeras a perpetuidad,
con pena de muerte si las abandonase, y el primero a amputación de la mano dere-
cha y destierro perpetuo de Uclés, y ambos en las costas (incitativa de 31/01/1533,
AHT, expte. 78.193; dos mandamientos de 10/06/1533, expte. 78.198, y citatoria de
21/07/1533, expte. 78.199). Habían abogado en la parte del occiso Íñigo y Lope de
Mendoza, vecinos de Huete, y Juan Gutiérrez, vecino del Castillo de Garcimuñoz,
prueba de la existencia de una red clientelar que desbordaba la villa de Uclés.
A mayor abundamiento, habría que añadir que existía un alto grado de movi-
lidad entre los pueblos cercanos, así, documentamos a dos sujetos, que se estable-
cieron en Huete por aquellos años: Juan Montesino y Pedro Patiño, originarios de
Uclés y Tarancón, respectivamente, que conocemos gracias a haber pretendido ser
declarados hidalgos (Almagro y Fernández, I, pp. 695-697 y II, pp. 66-67).

Mandamiento de 31/01/1531 (AHT, expte. 78.169).


65

131
66
Incitativa de 23/08/1531 (AHT, expte. 78.176).

67
Poder a su sobrino, Diego de Calatayud, vecino de Valladolid, para represen-
tarle ante el prior, de julio de 1531 (AHT, expte. 78.175). Para hacernos idea de la im-
portancia económica de estos arrendamientos, digamos que Calatayud se los había
adjudicado en 3.125.000 mrs. cada año, más 10.000 de prometido y otras adehalas y
condiciones.

68
Comisión de compulsa, comisión para hacer jurar de calumnia y licencia
para jurar y deponer, todas de 13/05/1530 (AHT, expte. 78.161). Mandamiento de
27/04/1531 (expte. 78.172). Compulsoria de 09/06/1531 (expte. 78.174). Citatoria de
11/10/1531 y citatoria y compulsoria de 27/10/1531 (expte. 78.178).
La ejecutoria ganada por los hermanos Valdés en nombre de su difunto padre,
Alonso de Valdés, arrendatario de las décimas de las encomiendas de Mohernando y
Paracuellos del trienio 1529-1531, fue condenatoria para Herriega y Viana (ejecuto-
ria de 30/06/1529); por pérdida de la misma, se dio mandamiento años después para
que fuese ejecutada (mandamiento de 05/06/1533, AHT, expte. 78.198).
Tanto la Mesa Maestral como los comendadores y cargos similares debían abonar
anualmente al prior correspondiente —en la provincia de Castilla al de Uclés y en la
de León al de San Marcos— la décima parte del total líquido de sus rentas, algo de
lo que muchos obligados se procuraron zafar total o parcialmente, sin mucho éxito.

69
Pedro Hernández de Yanguas, freile de la Orden y cura de Ribera, había arren-
dado las rentas de esos concejos y hospitales y no quería pagar la décima a Herriega
(incitativa de 03/05/1531, AHT, expte. 78.173).

70
Citatoria y compulsoria de 15/12/1530 (AHT, expte. 78.168). Litigaban Mafeo
de Taxis, Enrique Inger alemán, Juan Bautista Grimaldo y Esteban Recio, genoveses,
y Gaspar Rótulo milanés, por un lado, como recaudadores de las rentas maestra-
les del quinquenio 1528-1532, y, por otro, el bachiller Cristóbal de Viana, Diego de
Herriega y sus fiadores, Juan de Herriega, Luis de Heredia y Diego de Orozco, que
se habían obligado a pagar a aquéllos algo más de 800.000 mrs. anuales por dichas
rentas maestrales en Uclés (fueron testigos de la obligación García Mexía y Francisco
de Velasco, vecinos de la villa, y Diego Ramírez de Villaescusa, vecino de Villama-
yor). La disputa venía causada por el impago de 33.000 mrs. del montazgo de Uclés
de 1529. En primera instancia la sentencia fue favorable a los uclenses, al probar una
excepción; no se incluye en el proceso la sentencia en apelación. En el mismo pro-
ceso se aporta otra obligación de 1534, en que Diego de Herriega, junto con Amaro
Velázquez y Pedro de Alarcón, vecinos de Torrubia, se comprometían a abonar al te-
sorero Alonso Gutiérrez de Madrid 720.000 mrs. de la renta del montazgo de Uclés.

71
Al ser el documento de 1529, resulta posible también que Velázquez y los su-
yos fueran arrrendatarios del trienio anterior (1526-1528). Incitativa de 05/11/1529
(AHT, expte. 78.155).

132
72
Citatoria y compulsoria de 01/02/1530 (AHT, expte. 78.158). Comontes había
acusado durante dicho proceso al escribano Pedro de la Torre de no haber dicho
verdad en sus deposiciones por miedo a que la parte contraria le achacase falsedad,
siendo el dicho Pedro de la Torre onbre linpio en su oficio y escrivano con abtoridad de
V.M. y señores de su Consejo (incitativa de 09/02/1530, misma referencia).
73
Mandamiento de 22/05/1530 y mandamiento de pago con fianza previa de
01/07/1530 (AHT, expte. 78.163).

74
Comisión informativa de 08/02/1531 (AHT, expte. 78.170). Inhibitoria de
21/02/1531 y sobrecarta de la misma, de 02/03/1531 (expte. 78.171).

75
Mandamiento a los deudores, de 05/05/1531 (AHT, expte. 78.173), inhibitoria
de 17/06/1531 (expte. 78.174) y mandamiento de desembargo de 14/07/1531 (expte.
78.175).

76
Citatoria y compulsoria de 20/06/1531 (AHT, expte. 78.174). Un Miguel de
Marcilla iniciaría en 1528 su proceso de hidalguía, no conservado (Almagro y Fer-
nández, I, p. 585).
77
El gobernador del partido residía en Ocaña, donde tenía un teniente letrado,
que ejercía como alcalde mayor en toda la Mancha y Ribera de Tajo, salvo en el Co-
mún de Uclés y otras villas excéntricas al territorio de la Orden, como Mohernando,
Paracuellos o Huélamo. La alcaldía mayor de Uclés desaparecería en septiembre de
1537, cuando las aldeas de Tarancón y Fuente de Pedro Naharro obtuvieron su pri-
vilegio de villazgo, mediante compra al rey, de modo que ya no se pudo sufragar
su existencia —el salario del alcalde mayor se pagaba a prorrata entre Uclés y sus
aldeas —. En adelante, en Uclés habría alcaldes ordinarios y dependerían para sus
apelaciones y demás cuestiones del alcalde mayor de Ocaña. En los últimos años de
existencia de esta alcaldía mayor de Uclés los letrados que ocuparon el cargo fueron
muy cuestionados por su incompetencia, por su parentela o por realizar actividades
excéntricas.

78
Algo similar ocurría por aquellas fechas en la alcaldía mayor de Caravaca. El
territorio de la alcaldía era muy superior al que podía controlarse desde la capital,
forzando a ese oficial a no poder salir de la villa de cabecera.

79
Mandamientos de 31/01/1530, 15/02/1530 y 19/02/1530 (AHT, expte. 78.158).
Durante el período que estamos comentando el bachiller Cristóbal de Viana
mantendría un largo proceso con Mari Mexía, viuda del comendador Bartolomé
Mexía, por la tutela y curatela de Mari Suárez Mexía, hija de aquéllos, pues el bachi-
ller Uceda había determinado que fueran compartidas por la madre y Viana, que al-
gún parentesco tenía con los Mexía —Viana era hijo de Catalina Suárez— pues tanto

133
Viana como García Mexía aspiraban a entrar en la sucesión del comendador; así mis-
mo, éste había nombrado tutor de su hija a Viana en su testamento, habiendo hecho,
además, sustitución pupilar en él mismo (citatoria y compulsoria de 29/01/1530,
AHT, expte. 78.158, e incitativa de 31/01/1530, expte. 78.157). Finalmente, la niña
fallecería con año y medio y la viuda y el bachiller se disputarían una herencia de
8.000 ducados. Mari acusaba a Cristóbal de haber alterado la voluntad de su marido
durante el otorgamiento de su última voluntad, siendo ésta inválida, por tanto (nu-
merosas provisiones al respecto).

80
AHT, exptes. 78.158 y 78.159.

81
Comisión al bachiller Tomás de Ribera como juez pesquisidor por estos hechos
(21/03/1530, AHT, expte. 78.159).

82
Resulta evidente que ambos bandos tenían sus razones y sus corrupciones, no
pudiendo reducirse su valoración a una simplista distinción moral entre buenos y
malos.
83
El 3 de marzo sería condenado a ser sacado a la vergüenza pública y en costas:
Visto el presente proceso que en nonbre de la justicia a sido formado contra Juan
Tirado, vezino desta villa de Uclés, por razón de las palabras, alboroto y escándalo que
dixo en disfabor de la justi-cia y en ayuda e favor de los dilinquentes que hizieron en
quebrantamiento de la cárcel y en amenaza de las personas que fueron en faborecer la
justicia y, vistos los autos del proceso, le condena a que sea sacado de la cárcel pública,
donde está, cavallero en un asno y una soga a la garganta, atados pies e manos e una
mordaza a la lengua, e sea asy llevado a la vergüença por las calles públicas e acostun-
bradas desta villa, con alta boz de pregonero que manifieste su delito, de manera que
venga a noticia de todos e no solamente sea a él castigo, mas a otros temeroso enxenplo
que sean servidos el rey e favorecedores de su justicia, más las costas.
La sentencia del Consejo, de 9 de abril, modificaría la condena: un año de destie-
rro de la villa y su tierra, saliendo a cumplirlo a tercero día y no lo quebrante, so pena
que por la primera sea destierro perpetuo y por la segunda le sean dados 100 azotes
públicamente, y en las costas (ejecutoria, de 11/04/1530, AHT, expte. 78.160). El 7 de
marzo se había librado citatoria para Uceda (expte. 78.159).
Poco antes de la sentencia definitiva, se dio una comisión informativa al pesquisi-
dor Cervatos para que indagase qué otros delitos había cometido Tirado, además de
aquéllos por los que estaba encausado (06/04/1530, expte. 78.160).

84
Era conocido popularmente como el hospital o ermita de Santorun, simple-
mente, tal y como aparece en el libro becerro de 1615. Sin embargo, los escribanos
que redactan los documentos que he manejado más parece que transcriben ‘Santo-
rini’.

134
85
Comisión informativa de 15/03/1530 (AHT, expte. 78.159).

86
Teniendo en cuenta que por aquel entonces había en el convento 19 religio-
sos, contando el prior, el mayordomo y el supervisor de las obras —según el poder
otorgado poco después—, resulta que los 15 freiles que participaron en estos sucesos
representaban casi la totalidad del mismo, lo que pone de manifiesto lo fundado de
los sentimientos anticomuneros del bachiller Ribera, como veremos más adelante.
Sobre estos hechos véase la primera probanza de Ribera, más adelante. Según
ésta, fue precisamente el mayordomo Lucas Fernández quien encabezó la tropa que
bajó al hospital a liberar a Hernán Suárez, aunque sólo iban armados los tres criados
que les acompañaban.

87
Incitativa a Ribera, de 10/03/1530 (AHT, expte. 78.159).

88
Incitativa a Ribera, de 19/03/1530 (ibidem).
Expuso Isabel que un pesquisidor procedía en absencia contra el dicho licenciado,
su marido, sobre razón que dizen aver mandado dar ciertos palos a un Estevan Gallego,
vezino de la dicha villa, y ansy procediendo contra el dicho licenciado Moncayo, fue a
su casa y le tomó y secrestó todos los bienes que falló en la dicha casa, ansy los vestidos
y joyas de oro e seda de la dicha Ysabel de Comontes, como todos los bienes dotales y
de arras que ella traxo en casamiento al tienpo que se casó con el dicho licenciado, su
marido, sin que se los quisiera restituir.
Ese mismo día se libraba un mandamiento a Uceda, pues no procedía contra
Alonso de Comontes por la causa de la usura, ni Gallego le instaba a ello (idem).

89
Se le concedieron 60 días para su comisión, con salario de 350 mrs. diarios; su
escribano, Bartolomé López de Carcarazo, llevaría 85 más sus derechos por arancel
y el alguacil Diego de Cárdenas 200, todo ello a costa de los reos.

90
Mandamiento de 22/03/1530 (AHT, 78.159).
91
Sendas incitativas a Ribera, de 24/03/1530 (ibidem). Una a instancias de Juan y
otra de Alonso, probable error del escribiente del Consejo.
92
… e agora por algunas justas cabsas fue acordado en el dicho mi Consejo que
devía mandar remover e por la presente remuevo al dicho licenciado Tomás de Ribera
del dicho cargo de mi juez pesquisidor.
E otrosy, mandéys de my parte e Yo por la presente mando al dicho licenciado
Tomás de Ribera que no conozca más de cosa alguna tocante a los dichos negocios e
cabsas, que Yo por esta my carta lo ynibo y he por ynibido del conoscimiento dellas
(comisión como nuevo juez pesquisidor, de 29/03/1530, idem). En realidad, Gudiel
de Cervatos se subroga en el nombramiento anterior.

135
93
AHT, expte. 78.177, ejecutoria en seis pliegos, de 15/09/1531. Transcrita en el
Apéndice III.

94
AHT, expte. 1.424. En realidad, son algo más que las actas, como se verá.

95
AHT, expte. 25.538. Incluye la probanza del prior, del mismo día de autos
—también contenida en las actas—, la del pesquisidor Cervatos, de poco después,
otra conjunta del prior y Vandelvira y la segunda de Ribera. Éste realizaría una
primera probanza, el día de autos y siguientes, sobre lo acaecido en el Hospital de
Santorun, a fin de justificar su comportamiento ante el convento (ésta sólo viene
recogida en las actas).
Actas y probanzas son documentos conocidos desde antiguo, aunque el hecho
de que quienes se hayan ocupado hasta la fecha de Vandelvira sean historiadores
del arte y el que estos testimonios, con tan pocas referencias a esa materia, queden
descontextualizados de los acontecimientos, explica, a mi entender, que no hayan
sido estudiados aún con detalle. Como decía más arriba, Herrera y Zapata ofrecen
un breve resumen del proceso.
Chueca los conocía a través del artículo de Miguel Durán, «Excursión a Uclés»,
editado en 1928 en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones (tomo 36, pp.
152-162), aunque yerra al decir que fue Ribera quien siguió pleito contra el prior (p.
73; la referencia al artículo en la nota 17).

96
Este término, que hoy todo el mundo comprende, tenía connotaciones distintas
en aquella época: se esperaba que las personas de cierto nivel social hubieran tenido
en casa de sus padres o señores o en otra parte donde hubieran crecido, incluida
la Corte regia en lo relativo a sus criados, acceso a unos modales, que incluían el
respeto a los superiores y, en particular, a la autoridad del padre, del señor, del Rey
y, por supuesto, a la Divina Providencia. Tratar, por tanto, de malcriado a alguien
era negarle la posesión de los signos externos y comportamiento de una persona de
buena educación o crianza. De hecho, los comportamientos de criados y esclavos
calificaban la clase de crianza que recibían en casa de su señor.

97
La actuación del prior y de sus freiles no dejaba de ser problemática, a la vista
de lo perpetrado por Hernán Suárez, familiar del convento y sobrino del prior, acom-
pañado de freiles y criados; el papel de los mismos durante las Comunidades había
dejado mucho que desear, desde el punto de vista realista —al igual que el jugado por
los freiles estudiantes en la Universidad de Alcalá de Henares—, además, era sabido
en la Corte que el prior no velaba por la observancia estricta de las normas religiosas
por parte de sus feligreses: se imputaba a don Pedro García de Almaguer su inacción
en casos de hechicería, alcahuetería, amancebamiento de clérigos, blasfemias contra
la Virgen, incestos o permisión en la celebración de matrimonios entre personas
previamente casadas (mandamiento de 07/12/1531, AHT, expte. 78.180).

136
98
Presentada ante el Consejo en 04/04/1530. Desgraciadamente, al estar en el
folio inicial, el escrito está casi ilegible. Las dos provisiones alusivas se conservan en
el expte. 78.160.
99
Presentada en 06/04/1530. Ahí quedó el proceso contra Cervatos, pues Ribera
obviamente no había huido, sino que, como acabamos de ver, se presentó ante el
Consejo, para suplicar ser repuesto en el oficio. Acompañaba a la petición el poder
de todo el convento:
1530/03/06. Convento de Uclés. Pedro García de Almaguer, prior, estando re-
unido el cabildo a campana tañida, con los freiles: Antonio López, Alonso López
Valero, Francisco Martínez Regaño, Gil Hernández, Pedro Díaz de Ribera, Francisco
de Vargas, Luis de Jaén, Diego Ballesteros, Cristóbal Román, Francisco Palomino,
Pedro Pérez, Alonso Murciano, Juan Cano, Tomás de Villanueva, Martín de Ayala,
Diego Martínez y Juan de V[alencia], nemine discrepante, otorgan poder a Lucas
Fernández, freile y mayordomo del convento, y a Diego de la Muela, fiscal del prior,
vecino de Uclés, general para cobrar y para pleitear.
Testigos: Diego López de Torremocha, comendador de la cámara de los privile-
gios, Ginés de Fuensalida y Gonzalo Ruiz, vecinos de Yeste. Ante Cristóbal Calderón,
notario apostólico y escribano de la audiencia del prior.
Al dorso: sustitución hecha por Diego de la Muela a favor de Francisco de Vera
procurador (Toledo, 09/03/1530). Traslado sacado en Madrid, estando los Consejos,
05/04/1530, y presentado allí al día siguiente.

100
Fueron testigos el Lcdo. Velázquez, Juan de Pastrana y Bernal Muñoz. Al día
siguiente el mayordomo obtuvo testimonio de Narváez de todo ello, siendo testigos
el bachiller Viana, Andrés de Vergara y Pedro Hernández.

101
Testigos el bachiller Viana, Cristóbal Román y Juan Muñoz.
102
Uceda les mandó dar testimonio de mano de Pedro de Yepes, escribano públi-
co de Uclés.
Todo esto se había presentado ante el Consejo el día 6 de abril. El día siguiente
Vera pidió traslado de la información hecha por Cervatos contra Ribera para poner
acusación contra éste y así se le mandó. El día 9 Ribera pidió se le alzase la carcelería
para ir a Alcalá de Henares, pues tenía necesidad de que un juez conservador le alza-
se la excomunión fulminada contra él, ofreciéndose a constituir fianzas de que luego
volvería; así se la alzan tras prestar juramento.
103
Vemos cómo los antiguos miembros del bando realista colaboraron sin proble-
ma con los freiles del convento, olvidando las evidentes veleidades comuneras de los
religiosos; es obvio el interés económico que les iba en ello.

137
104
Andrés se había conducido con cierta ligereza, propia de su edad, tomándose
una confianza inadecuada con el pesquisidor, seguro como se sentía de su posición
en el convento; Ribera no estaba para bromas y tomó muy a mal que mencionase al
Emperador, exageración que costó cara a nuestro cantero, ya que, como reconocería
más tarde, ese mandato del prior nunca había existido.
105
De esta práctica proviene, a mi juicio, el insulto popular, corriente en la Man-
cha, de tratar a alguien de «pregonado», que quiere decir tanto como infamado o
condenado a la vergüenza por la justicia. Esta acepción es casi desconocida en el
diccionario de la Real Academia, que dice que el verbo «pregonar» indica «declarar a
alguien malhechor, proscribir», como última acepción poco usada.
106
Esta pena era conocida certeramente como «vergüenza pública». Aun cuando
en la sentencia de este proceso resultara restituido en su honor, la humillación públi-
ca sufrida no se podía borrar.

107
Gómez Mexía, que también fue recogido en la plaza, añade que la amenaza
incluía también pena de 100.000 mrs.

108
Sobre lo dicho por Vandelvira da una versión ligeramente distinta: que no
tenya culpa el portero, porque el señor prior le tiene mandado que, aunque fuese el
enperador, sin fazérselo saber no abriese a nadie, e que el dicho pesquysidor asyólo e se
bolvió desde la puerta del convento a llevar preso al dicho Vandelvira e fue con él fasta
llevallo a la villa.

109
Tras bajarse de la mula en que subió, Ribera preguntó al mayordomo Lucas
Fernández si podía ver al prior: «¿pues no podremos entralle a hablar?».
Luego, ante la segunda puerta, le ordenó al supervisor de las obras, «fazed abrir
la puerta, padre, o dadme las llaves». Cuando le dijo que estaba cerrada por dentro,
dixo que le diese un canto o con qué las derribe. Diego Fernández, viéndole aporrear la
puerta con una piedra, le dijo «no las derribará v.m., que no será bien hecho». Ribera
mandó callar al freile, diciendo «que bien me avían dicho a my destas vellaquerías que
se fazían en esta casa». Contestó Hernández «por cierto aquy no se fazen vellaquerías
nyngunas».
110
Todos los testigos firmaron de su nombre, salvo éste último, haciéndolo en su
lugar el bachiller Viana.

111
Hoy Nuestra Señora de la Defensa.
112
Heredia es el único que depuso sobre lo que dijo el portero para provocar la
reacción del pesquisidor; tras remitirse a lo dicho en la sumaria, añadió que él había
entrado en el convento después que los demás, pero que había oído a Gómez Mexía

138
que el portero le había pedido a los acompañantes de Ribera que depositasen las
armas en la entrada.

113
Las tres veces que cita al juez le antepone el tratamiento de señor; las tres
veces fue tachado. Si hemos de dar más credibilidad a las declaraciones tomadas
por el prior, el escribano estaba mintiendo al mencionar el modo de expresarse de
Vandelvira.

114
Gracias a esta respuesta sabemos la fecha en que Vandelvira había llegado a
Uclés: el 17 o 19 de marzo.

115
Había litigado su reconocimiento como hidalgo en 1520-1528; su madre era
sobrina del prior Juan Díaz de Coronado, siendo él mismo paje del prior Juan de
Velasco. Consta un Martín de Castilejo, que inició su proceso en 1528, sin que se
conserve el resto del mismo (Almagro y Fernández, I, pp. 222-223).

116
Todos los testigos firmaron de sus nombres, no así Vandelvira, por ser la suya
confesión y no testimonio.
117
Debe de referirse al cuello del jubón o saya; el diccionario de la Academia da
sólo referencias arbóreas al término.

118
En realidad, dicha provisión, dirigida tanto al prior como a Vandelvira, fue
librada el día 4 de abril, emplazándoles en 15 días y ordenando al escribano de la
causa apelada a que les diese compulsa de la misma en 4 días (AHT, expte. 78.160).
El mismo día, a instancias también de Ribera, dieron mandamiento para el prior
de Uclés a fin de que no le emplazara ante juez conservador ni otro eclesiástico. Al
propio tiempo, encomendaron al Lcdo. Cervatos que se informase del tiempo inver-
tido y los autos realizados por Ribera durante su comisión, pues dijo haber estado en
el cargo 32 días, llevando diariamente 350 mrs., que hacían un total de 11.200 mrs.;
además, había gastado 17 reales en mensajeros a jueces eclesiásticos, lo que importa-
ba en suma 11.778 mrs., de los que no había cobrado nada (ibidem).

119
La lectura de la segunda notificación no resulta clara, por estar el texto co-
rrupto. Fue presentado testimonio de las notificaciones ante el Consejo por Ribera
el día 26.

120
Parece evidente que la causa seguida por los religiosos contra Ribera se sus-
tanció ante jueces conservadores, designados por el convento, en Alcalá de Henares.

121
Otorgado en Uclés, el primero de abril a favor de Lucas Fernández, freile y
mayordomo del convento, y de su suegro, cantero y maestro mayor de las obras del
monasterio, vecino de Villanueva de los Infantes. Iba firmado por Vandelvira y ru-

139
bricado por Francisco de Narváez. La sustitución fue firmada por Luna y rubricada
por el escribano Alonso Guerrero. Transcrito en Apéndice II.
Según Herrera y Zapata, esta es la primera mención conocida a Luna como direc-
tor de las obras del convento (2009, pp. 165-166).

122
En mayo de 1531 Juan de Goitia vizcaíno y María de las Peñas, su prometida,
estaban presos por un delito intederminado cometido contra Mari Díaz y Ana Ortiz,
vecinas de Uclés (comisión de 10/05/1531, AHT, expte. 78.173). Dos años más tarde,
sería Martín de Oma, maestro de cantería vizcaíno, quien ganaría incitativa para
que los de su bando pudiesen portar armas para defenderse de los otros vizcaínos
que trabajaban en las obras: por sí y en nombre de los otros vizcaínos que labran en
la obra del convento de Uclés, expuso que el alcalde mayor había prohibido que los
vizcaínos llevasen armas o espadas, so pena de azotes y prisiones, lo que les resultaba
muy perjudicial además de contrario a la real pragmática; otros vizcaínos, enemigos
de éstos, sí las portaban, por lo que temían por sus vidas —se presumía que era viz-
caíno el que degolló a un hombre, desdichada e injustamente—, y así podrá castigar
a los otros que hizieren lo que no deben, pero quitarles su defensa, no lo puede hazer,
en especial, dando libertad a uno que traygan armas y quitándolas a otros, porque la
ley o estatuto ha de ser ygual a todos y no parcial ni favorable (incitativa de agosto de
1533, expte. 78.200).
Otro cantero de aquella hora, Pedro Beléndiz de Zabala, obtuvo el reconocimien-
to de su hidalguía durante su participación en las obras, ya que litigó en los años
1536-1538 (Almagro y Fernández, I, pp. 151-152).
En la época moderna, los vizcaínos eran tenidos en Castilla bien por personas
pendencieras, bien como merecedoras de toda confianza; prueba de esto último es
el hecho de que solían encontrar empleo como secretarios, cuando eso significaba,
literalmente, que sabían guardar una confidencia con acrisolada fidelidad.
Dados los apellidos de algunos de los maestros canteros citados más adelante, es
probable que algunos de los canteros reputados como vizcaínos fueran, en realidad,
de Trasmiera, área oriental montañesa que por aquellos años gravitaba en su identi-
dad hacia el polo de atracción vecino. Los canteros trasmeranos fueron una leyenda
en la Castilla de la época moderna (véase la reciente tesis de Ana Isabel Cagigas
Aberasturi, Los maestros canteros de Trasmiera, Santander, 2015, disponible en red:
https://repositorio.unican.es/xmlui/handle/10902/8345).
En los registros del libro becerro constan tres entalladores, hoy diríamos escul-
tores, que trabajaron en Uclés en el siglo XVI: en 1527 había constituido un censo
sobre una casa en el barrio de San Pedro Diego Martínez (fol. 228v-229r), pero no
es posible datar con precisión las fechas en que Andrés Martínez y Juan de Alarcón
fundaron sus respectivos censos sobre una viña en las Anorias (fol. 225r) y sobre una
casa en la calle de la Sillería (fol. 227r-v).

123
Dichas leyes disponían que el que menospreciare o no honrare al rey incurría
en delito de aleve y traición, respectivamente, que traía aparejada la pena capital.

140
124
Petición presentada el 20 de mayo, luego la parte del cantero concluyó para
prueba, no sin antes acusar las tres rebeldías.

125
Cristóbal y Francisco se habían obligado mancomunadamente en la fianza de
Tomás de Ribera, en Madrid, el 11/05/1530, ante Rodrigo Zapata, siendo testigos los
escribanos Íñigo de Ormaeche y Pedro y Alonso Guerrero, sujetos éstos del círculo
familiar y administrativo de Francisco Guerrero, secretario del Consejo de Órdenes.

126
La requisitoria al gobernador de la Mancha o a su teniente se libró el día 13 de
septiembre, concediéndoles para realizar sus probanzas 40 días, a contar desde el día
9; los querellantes alegaban que necesitaban presentar testigos de fuera del partido y
sería costoso hacerlos venir en persona. Otra similar se dictó para la parte querellada
(AHT, expte. 78.165).

127
Alonso de Uceda, titulándose licenciado, rendiría residencia de su oficio en
otoño de 1531, pues a primeros de noviembre apelaría de la sentencia condenatoria
dictada por el Lcdo. Juan de Vergara, juez de residencia del partido de la Mancha
(AHT, expte. 78.179). Había sido condenado a restituir 5.000 mrs. del tercio de su
salario anual, por haber estado ausente 4 meses, y a abonar 6 ducados del alquiler de
la casa, propiedad del municipio, donde había residido un año de su mandato.
128
Nueve días antes habían dado requisitoria para todas las justicias del Reino a
fin de que ejecutaran la mencionada sentencia, en lo tocante a los bienes de Ribera y
de su fiador, Baltasar de Villalón (AHT, expte. 78.177).
Al dorso de otra provisión se conservan algunas anotaciones sobre la gestión de
los gastos generados por este proceso (AHT, expte. 78.179), que dicen así:
Lo que se ha de ver para asentar en la quenta del convento de Uclés es esto:
-Ver todo lo que debe el convento, syn lo que ha pagado del proceso del licenciado
Ribera, de su parte del convento. [al margen]: No debe nada.
- Yten, todo lo que se hallare que debe el dicho licenciado de la vista del dicho
proceso e abtos y cosas d’él que no aya pagado lo qual aya de poner por costas en la
executoria. [al margen]: ya está puesto.
- Yten, lo que montare la dicha carta executoria contra Tomás de Ribera, con sello
y registro y traslado para él.
- Yten, la requysitoria sobre lo que debe el dicho Tomás de Ribera al convento de
principal y costas, con el traslado para el registro.
129
El 17 de mayo de 1530 Ribera obtuvo licencia para ausentarse de la Corte,
que tenía puesta como carcelería, para trasladarse a Alcalá de Henares y presentarse
ante el juez eclesiástico que le seguía esta otra causa; como tenía dados fiadores y su
salario embargado, el Consejo se la dio syn eceder dello en cosa alguna, so pena de ser
considerado perjuro, ynfame e fementido e de ser avido por confeso de los delittos de
que hes acusado, más 50.000 mrs. para la cámara.

141
130
Los tres se obligaron a dicha restitución, estando la Corte en Ocaña, el
20/04/1531, ante Juan de Landa, escribano público, siendo testigos Pedro de Salazar
escribano, Juan de Pecina y Hernando, criado del mercader Corbalán.

131
La orden de pago a Gallego fue librada el día 28 (AHT, expte. 78.172).

132
Los despreces eran la pena pecuniaria que se llevaba a los responsables de
delito de sangre que no acudían al emplazamiento de la justicia, por entenderse que
la despreciaban —hoy diríamos desprecio, en lugar de desprez; el diccionario de la
Academia los da como sinónimos, si bien, en mi opinión, no acierta con su conteni-
do jurídico—, pena que se atribuía el juez que lo sentenciaba.
Ribera dijo que él dexó condenados siete desprezes quando el licenciado Cervatos
fue, el qual los cobró y le pertenescen a él, pues él condenó. Contestó Gudiel de Cervatos
que no había lugar a ello, porque no suele llevar el desprez sino el que da sentencia
difinitiva, como es costunbre, y, por tanto, me parece pertenecerme a mí, y, porque yo
no quiero pleyto en quantidad tan poca ni me pusiera en ello, V.A. mande lo que sea
servido, que luego se hará.

133
Entre las provisiones conservadas entre esas fechas y mediados de 1544 sólo
existe una referencia a un Lcdo. Ribera, que en mayo de 1541 redactó una petición
del comendador de Caravaca (AHT, expte. 78.292). No me es posible pronunciarme
sobre si se trata de la misma persona.

134
AHT, expte. 78.159. Como se puede apreciar en la exposición de Vandelvira,
reproducida en el texto de la provisión, no menciona la referencia que había hecho al
Emperador, causa de su desgracia. El texto en negrita es de mi cosecha.

135
Tradicionalmente se ha pensado que la formación técnica de Vandelvira y la
impronta dejada por éste en Uclés deben mucho a esta etapa, algo que Herrera y
Zapata ponen en duda.

136
Entre 1523 y 1528 Vandelvira había trabajado intensamente en su ciudad natal,
formándose a las órdenes de su convecino, Francisco de Luna; así se convertiría en
un cantero virtuoso, antes de ser arquitecto y trazador, papel en el que ya le vemos
en Uclés. Casó con Luisa de Luna, hija mayor de su mentor, el cual en su testamento
le trataría como a hijo y le encargaría que velase por su familia (Galera, pp. 11-14 y
Herrera y Zapata, 2009, pp. 52-75).
137
Proceso del alcalde mayor de Uclés contra Alonso de Comontes por logro
(AHT, expte. 20.536). También incluye los autos de apelación, si bien faltan las sen-
tencias de la instancia.
138
Entendía el juez que el dinero condonado de la alcabala era el precio del prés-
tamo.

142
139
Mediante esta diligencia el encartado debía responder bajo juramento sí o no
a una serie de posiciones, elaboradas por el juez o por la parte contraria, so pena
de ser tenido por confeso. Así, se evitaban averiguaciones posteriores. En este caso
se trató de un procedimiento un tanto extraño, al dejar el juez abierta la respuesta,
permitiendo al reo una salida elusiva.

140
Así, se tomaron nuevas declaraciones, tras haber presentado Comontes el
mismo día 8, conocimientos de pago del cogedor Baltasar de Alarcón y del regidor
Fernández de la Caldefuera —fueron testigos de esto el Lcdo. Moncayo y el alguacil
Fernando de Encinas—; el día 10 el escribano público Cristóbal Román dijo haber
estado presente a la toma de cuentas en que los regidores mandaron descontar los
800 mrs.; Baltasar de Alarcón, cogedor de las alcabalas de 1527, reconoció haber
recibido de Comontes 300 mrs. de orden de Caldefuera y éste afirmó que, como
Comontes había sido perjudicado en el reparto de las alcabalas de 1526, en el del
siguiente año año vos repartieron más alcavala de cómo un hidalgo de pueblo, el que
a vos el dicho Alonso de Comontes nonbráredes, pues ansí vos lo soys, obligándose a
responder con su persona y bienes si más alcabala se le repartiese.
Por su parte, Uceda mandó sacar traslado del asiento en el que se le habían per-
donado de Alonso 825 mrs. de derechos de alcabala, así como relación de las canti-
dades devueltas a Comontes del dinero que había prestado.
141
Alegaba el reo que el contrato fue lícito, el qual hallará v.m. en derecho ser per-
mitido y así lo tiene Especulator in titulo de usuris in fine, nove altercat q. i. stampro
y Suma angelica in titulo de usu in g. los .VIII. ubi un debe tener quod Especulator
utraque parte et finaliter coneludit hoc, y tiénenlo los doctores in c. con que estas de
usuris (la lectura del párrafo latino es literal, como la que sigue en la nota posterior).
Los autores citados son: Guillermo Durand, autor francés del siglo XIII, conoci-
do como Speculator, por su obra más famosa (Speculum judiciale, 1574, reimpresa
cincuenta veces hasta 1678); fue también autor del Rationale divinorum officiorum,
editado en Maguncia, en 1450. El segundo es Angelo Carletti Beato, teólogo moral
del siglo XV, autor de la Summa angelica de casibus conscientie cum additionibus no-
viter additis, publicada en 1486.

142
Comontes declara que había prestado lo dicho contra las tercias del pan de
Pastrana. Se los había pedido Martín Alonso el mozo, vecino de Uclés, para el to-
ledano. Al mismo Martín había prestado 50.000 mrs. para que los diese a Diego de
Uceda, sobre 25 marcos de plata; dio el dinero, pero nunca vio dicha plata. Comontes
presenta escrito diciendo ser contrato lícito, est expresus in .l. cum filium .ff. delige, y
lo tiene Especulator in titulo de usu. in fine y Suma Ang. in titulo de usu, en q. .VIII.
Presenta deposición de Diego de Uceda, que expuso que lo ganado por Comon-
tes lo había gastado en la prosecución de su negocio.

143
AHT, expte. 78.159 (mandamiento de 19/03/1530).

143
144
AHT, expte. 78.160 (incitativa de 06/04/1530), también recogida en el proceso
que venimos comentando.

145
Para seguir su apelación ante el Consejo, Comontes y Saelices otorgaron poder
a Juan Muñoz, Juan de Alarcón, Juan de Cárdenas y Baltasar de Alarcón, vecinos
de Uclés, y a Luis Daza, vecino de Toledo, siendo testigos el contador del conde de
Coruña, Juan de Morales y Pedro, ambos criados del contador, todos vecinos de
Guadalajara.

146
Incorpora un pequeño escrito en latín, con la argumentación en cuestión.

147
AHT, expte. 78.160 (mandamiento de 29/04/1530).

148
Incitativa al alcalde mayor de Uclés: Alonso de Saelices había denunciado a la
mujer de Juan de Salinas, también vecina, que hes muger muy reboltosa e levantadora
de falsos testimonios, porque ella ha disfamado a muchas mugeres casadas y donzellas,
diziéndolas de putas públicamente e otras cosas muy feas no seyendo verdad; todos
los días andaba revolviendo con sus vecinos deshonrándolos a ellos y a sus mujeres
e hijos, diciendo cosas muy feas contra sus honras y personas, y esto haze porque se
rebuelba el pueblo e aya muertes de onbres, algo en lo que perseveraba cada día. Soli-
citaba se diese comisión al alcalde mayor para que realizase información contra ella
en tres días, porque si V.M. no lo manda remediar, no puede ser syno que esta muger
ha de rebolber por donde un día se pierda la villa e los vezinos que biben en el barrio se
bayan a vivir fuera del pueblo y lo dexen. Se dio comisión al alcalde para determinarlo
brevemente, oídas las partes, enviando relación al Consejo de lo actuado (Ibidem).
149
Ibid (compulsoria de 30/04/1530).

150
Mandamiento al gobernador de la Mancha o a su alcalde en Uclés: Juan Mu-
ñoz, vecino de la villa, como uno del pueblo, había denunciado que la escribanía
pública de la villa se sacaba en almoneda y se remataba en el mejor postor, el cual
colocaba en su lugar a personas que no eran escribanos reales y usaban del oficio sin
ser hábiles para ello; que el designado, a su vez, nombraba en su lugar a otros que
tampoco eran escribanos ni eran hábiles, sin tener utilidad ni título real para dar fe,
de que redundan en muchas escripturas que los susodichos fazen por no yr sustancia-
das de renunciaciones de leyes e otras cláusulas garenticias que de derecho se requieren
muchas dellas no fazen fe demás de no ser fechos por escrivanos syn licencia de V.M.
se pueda yntitular de escrivano, e ansymismo como ay tantos escrivanos e todo a de
acudir al escrivano prencipal las escripturas que las partes presentan, se pierden e los
procesos van dessustanciados e mal continuados, ansy por no yr los abtos judiciales
e extrajudiciales, como se requieren, como quando se una parte del proceso en uno e
otras en otro, e demás desto, no sabiendo quanto conviene guardar registro, quando
alguna persona va a buscar algún registro de escrivano, algunas escripturas no se allan
ni el escrivano sabe dar razón por la diversidad de los escrivanos e mal horden que se

144
tiene en usar del dicho oficio. Solicitaba que no se nombrase escribano que no tuviese
título real, utilidad y edad para dar fe.
Orden de no recibir como escribano público a nadie que no sea notario real o
examinado primero por el Consejo o por el gobernador o juez de residencia del par-
tido, mostrando carta de ese examen, siendo hábil y suficiente para el oficio (Ibid).

151
Citatoria y compulsoria y mandamiento de soltura bajo fianza (30/04/1530).

152
AHT, expte. 78.161 (citatoria y compulsoria de 23/05/1530, a Uceda, que, junto
a los regidores, le había ordenado cerrarla).
A decir verdad, esta medida no debió tomarse ad hominem, ya que la misma
queja presentaron Juan Enríquez y Francisco Narváez, a los que se había ordenado
que cerrasen ciertos postigos que tienen en las casas de sus moradas (citatoria y
compulsoria de 31/05/1530) (ibidem).

153
Ibid (comisión a Juan de Cuéllar, escribano del Consejo, para desplazarse a
Uclés a saber de la denuncia y capítulos puestos por Alonso de Saelices, como uno
del pueblo, contra el bachiller Cristóbal de Viana, Diego y Francisco de Orozco, Die-
go de Herriega, García Mexía, Juan de Herriega, Gómez Mexía, Francisco Narváez, y
sus parientes y amigos, todos vecinos de la villa, por excesos y delitos cometidos en
perjuicio de aquél y de todo el pueblo).
Orden de ver los capítulos, que le dará el secretario Guerrero, y examinar los
testigos que presentase el denunciante, enviando información cerrada y sellada al
Consejo. Plazo de 15 días, a 120 mrs. diarios, más los derechos de sus actuaciones

154
AHT, expte. 78.162 (incitativa al alcalde mayor de 01/06/1530).

155
Ibidem (requisitoria de 01/06/1530).

156
Ibid (comisión de 04/06/1530).
157
El bachiller Cristóbal de Viana denunció que 4 años atrás Juan Muñoz, escriba-
no público, falsificó un poder de varios labradores de Saelices a favor de Juan Hance,
vecino de Uclés, para obligarse por una cierta cantidad a la Mesa Maestral; llegado
el tiempo de las pagas, Hance, que era el principal, quebró e se absentó, de modo
que el receptor de la Mesa Maestral ejecutó a los labradores, uno de los cuales murió
por esta causa y los demás se opusieron; finalmente, Hance confesó y los labradores
fueron dados por libres. Luego vino el Lcdo. Montoya como juez de residencia y
prendió a Juan Muñoz, el cual quebrantó la cárcel y se ausentó, siendo condenado
en rebeldía a amputación de la mano y destierro. Recientemente, al ausentarse de la
villa el alcalde mayor, el bachiller Alonso de Uceda, dejó en su lugar al bachiller de
la Torre, vecino de la villa, con la limitación de no entender en dicho caso; a pesar de
lo cual secretamente lo enjuició y dio por libre, estando su falsedad más claramente
provada que la luz. Solicitaba compulsoria para que el escribano Pedro de Yepes die-

145
se el original del poder de Uceda a de la Torre, se castigase al juez y los pecadores
de los labradores cobren lo que tan injustamente pagaron (Ibid).
La contestación se produjo pasado casi un año, cuando obtuvo una incitativa
al gobernador de la Mancha o a su teniente en Uclés: Juan Muñoz, escribano real
en Uclés, expuso que el Lcdo. Montoya, juez de residencia que fue del partido, por
molestarle procedió contra él y le condenó por falsedad en cierta escritura, de la
que en apelación fue dado por libre; ahora muchas personas, con odio y henemistad
contra su honra y buena fama, en que fue por dicha sentencia restituydo, dizen [que]
mis escripturas no hazen fee, otros que no puede usar del dicho oficio por razón que
fuy acusado por falsario. Solicitaba se actuase contra los murmuradores e maculado-
res de su honra e buena fama (AHT, expte. 78.171).

158
AHT, expte. 78.161 (compulsoria de 14/05/1530).

159
AHT, expte. 78.176 (ejecutoria a petición de Alonso de Saelices y su mujer,
Luisa de Comontes, contra el fiscal Valderrábano).

160
En 21/05/1531 se daba comisión a Martín del Colmenar, vecino de Villa-
rrubia: el Lcdo. Gudiel de Cervatos, pesquisidor en Uclés sobre ciertos delitos, ha-
bía condenado al Lcdo. Moncayo, Amador, su criado, Hernando de Montemayor,
Hernán Suárez, Rodrigo de Segura, Francisco, esclavo de Alonso de Comontes, y
Alonso, criado de Alonso de Saelices, en rebeldía, a pena de muerte y a pérdida de
la mitad de sus bienes para la cámara y otras penas; a Alonso de Comontes, Alonso
de Saelices, Luisa de Comontes, su mujer, e Isabel de Comontes, mujer del Lcdo.
Montoya, en ciertos mrs. y otras cosas para la cámara; a Marcos de Ventura, negro,
esclavo de Francisco de Castro, vecino de Huete, a servir en galeras perpetuamente
o donde el Consejo le mandase.
Como quería administrar justicia, cometen a Martín que vaya a Uclés y demás
partes (plazo de 8 días y salario de 400 mrs. diarios, a costa de los reos) y los ponga
en la cárcel pública (las mujeres en casa separada) y que el carcelero no los suelte
sin su licencia en modo alguno, so las penas contenidas en la legislación y, además,
en pena de 50.000 mrs.; orden a las justicias de que le ayuden en todo lo que precise
(AHT, expte. 78.170).

161
Mandamiento de soltura bajo fianza de 07/03/1531 (AHT, expte. 78.171).
Gudiel de Cervatos no había querido permitírles salir de la prisión, a pesar de su
ofrecimiento de constituir fianzas; cuando por fin salieron los Comontes y Saelices,
no el esclavo, fueron vueltos a prender por Martín de Colmenar.
162
Mandamiento al alguacil (de 08/03/1531): éste había expuesto que Martín
del Colmenar, por comisión del Consejo, había prendido a un esclavo de Alonso
de Comontes, condenado a pena de muerte, y se lo había entregado y tenía preso
dicho alguacil en la cárcel pública, e que porque algunas personas della e de otras
partes han tentado de noche de lo sacar el dicho esclavo, e temíades que os lo llevarán

146
de la dicha cárcel por el mal recabdo que ay en ella, solicitaba que se le remitiese a la
Corte y fuera allí encarcelado, a costa de quien debiera de pagarlo.
Acuerdan que lo tenga en buena prisión hasta que se le mande otra cosa, pero
que le ponga uno o dos hombres de vigilancia, a costa de su amo (Ibidem).
Comisión informativa del mismo día: el alguacil García de Carrascosa había de-
nunciado que teniendo preso al esclavo negro condenado a muerte, propiedad de
Alonso de Comontes, ciertas personas desconocidas fueron de noche a la cárcel a
liberarlo, rompiéndola y quebrantándola; pidió se hiciese información del caso, pero
Peralta escribano no se la había querido dar, antes diz que Gómez Mexía, consuegro
del dicho Alonso de Comontes, lo ha afrontado de palabra, porque no le quiso dar
en fiado al dicho esclavo, a cuya cabsa diz que teme que gelo an de sacar por fuerça
de la dicha cárcel.
Comisión al gobernador para realizar información, para que la mande cerrada
y sellada junto a la hecha por el mencionado Peralta, con persona de confianza para
proveer en ello (Ibid).

163
Mandamiento de soltura bajo fianza de 01/04/1531 (AHT, expte. 78.172).

164
Comisión de búsqueda y prisión, de oficio, de 08/07/1531 (AHT, expte. 78.175).

165
Requisitoria de 23/08/1531 (AHT, expte. 78.176).

166
Comisión para juez pesquisidor, de 07/12/1531 (AHT, expte. 78.180).

167
Comisión de búsqueda y prisión, de 07/12/1531 (Ibidem). El día doce se dio
incitativa al mismo pesquisidor a petición del prior y convento de la villa, aunque no
se ha conservado el tenor de la causa, que, sin embargo, sabemos gracias a la comi-
sión citada dos notas más abajo (Ibid).
La resolución del caso de Moncayo y sus cómplices huidos aún se prolongaría
un tiempo.

168
Incitativa de 10/01/1532 (AHT, expte. 78.181).

169
Comisión de 19/12/1531 (AHT, expte. 78.180).
170
Incitativa de 02/12/1529, al alcalde mayor del partido de la villa de Uclés: el
convento de Uclés había denunciado que en Cabeza del Griego, donde antyguamente
diz que ovo muy gran población de hedeficios e que de tyenpo ynmemorial a esta parte
se ha acostunbrado sacar piedra del dicho sytio e térmimo para las obras y hedeficios
que se han fecho en el dicho convento y en otras partes e lugares, e que de un año a
esta parte por mandado del dicho convento diz que se a sacado del dicho sytio e tér-
mino cierta cantydad de piedra para la obra que por mi mandado se haze en el dicho
convento, que durante este tiempo Martín Cardete, vecino de Saelices, y ciertos criados
suyos sacan piedra de noche e hurtyblemente y ascondidamente, contra la voluntad de

147
los dichos prior e convento llevaron e tomaron seys carretadas de la dicha piedra (AHT,
expte. 78.156).
A la vista de los sillares reutilizados en la construcción del convento todo parece
indicar que las antiguas inscripciones romanas, que eventualmente pudieron con-
servarse en los mismos, fueron eliminadas, desgraciadamente, o colocadas en lugar
no visible hoy.
171
Incitativa al gobernador de la Mancha o a su teniente en Uclés, para que fallen
pleito entre el concejo de Santa Cruz de la Zarza y el convento uclense: Juan López
de la Cabeza, procurador del concejo, había apelado de un auto del bachiller Gaspar
de la Fuente, alcalde mayor de Uclés, que había denegado al concejo cierto plazo de
ferias y pan coger en pleito con el convento, el cual les había denunciado por haberle
perturbado la posesión que diz que tienen de sacar e llevar piedra para las obras del di-
cho convento de una parada de molinos que diz que está en el río de Tajo (03/07/1532,
AHT, expte. 78.187).
El texto del proceso se halla en el expte. 16.199; se conserva la sentencia del Lcdo.
Blázquez, alcalde mayor del partido, de 05/03/1533, en Ocaña, no así la del Consejo
en apelación. Decía aquélla: devo condenar e condeno al concejo de la dicha villa de
Santa Cruz de la Çarça a que de aquí adelante dexe e consyenta sacar y llevar de los
términos de la dicha villa toda la piedra que el dicho convento oviere menester para
adobar e reparar las presas e molinos del heredamiento de Buenamesón, qu’es del dicho
convento, e otro qualquier edifycio que en ellos quysyeren hazer e hizieren, e no para
otra cosa alguna, e que no les perturben ni molesten en la casi posesyón, uso e costunbre
que para ello an tenido e tienen, so pena de 10.000 mrs. para la cámara; sin costas.
Defendía el municipio que el convento siempre había pedido licencia a ellos para
hacerlo y pagado por ello.

172
El 18/01/1529 el Consejo había encargado comisión informativa sobre esa dis-
ponibilidad al alcalde mayor de Uclés, diziendo que Yo e mandado qu’el dicho con-
vento se reedifique e se hagan en él ciertas obras. En la información remitida a dicho
órgano se recibieron las opiniones de ocho testigos (AHT, expte. 23.660).
La legua usada en la meseta sur equivalía a cinco kilómetros.

173
Mandamiento de pago al contador Sancho de Paz a favor del cantero Adonce
(04/08/1531, AHT, expte. 78.176).

174
Otro mandamiento de pago al contador a favor de Regúlez (20/12/1529) por
las obras de cal y canto en el castillo, por valor de 14.000 mrs. (AHT, expte. 78.156).
Comisión informativa al prior de Uclés (de 20/05/1530), a petición de Regúlez,
para que le sea abonada la primera mitad de las obras, ya terminada, en la torre del
Homenaje (expte. 78.161).
Otra similar al Lcdo. Almodóvar, alcalde mayor del partido (de 13/08/1530), pre-
via al recibimiento de las obras de albañilería y carpintería realizadas en la fortaleza
por los adjudicatarios: Regúlez, Pedro de Garay, Juan de Hornedo, Juan de Oropesa,

148
Francisco de Frías y otros no detallados; alguien había denunciado que no se habían
coronado satisfactoriamente (expte. 78.164).
Véase también lo ya dicho sobre los problemas de Regúlez por haber tenido que
consolidar los cimientos de la torre el Homenaje, más allá de los esperado: comisión
informativa y mandamiento de no prender bajo fianza, de 24/04/1535 (expte. 78.220).

175
Incitativa de 07/11/1531 (AHT, expte. 78.179): había tomado a su cargo hacer
una portada en las cassas de la encomienda de la villa de Villamayor e un alverca en
una huerta que la encomienda tiene en Villaverde, rematadas por Diego de Aleger,
mayordomo de dicha encomienda, y el depositario de la media annata, Juan Becerro,
no se las quería pagar.

176
Ver apéndice IV, fol. 144r.

177
La vecindad de los trabajadores de la construcción por aquellos años debe
tomarse en sentido relativo, ya que su labor la realizaban de modo itinerante, de
acuerdo con la duración de las obras. Es habitual encontrar a un cantero con vecin-
dades sucesivas.

178
Comisión informativa sobre las demasías que se había obligado a hacer en el
aposento para que quedase perfecto (09/05/1530, AHT, expte. 78.171).
Comisión informativa sobre las nuevas demasías que, de orden del prior, había
tenido que realizar en el mismo aposento (18/04/1531, expte. 78.172); incluye una
comisión del mismo tipo, de 18/08/1529.

179
Mandamiento de pago al citado contador para abonar al maestro Adonce y a
Juan Gutiérrez, su criado, 6 ducados por haber ido a ver ciertas obras que son a mi
cargo de la fortaleza de la villa de Uclés e de las casas maestrales del heredamiento de
Aranjuez (13/08/1530, AHT, expte. 78.164).
Otro similar al mismo contador Paz por las obras en Aranjuez, tasadas por Luna;
el otro tasador había sido Urtín Pérez cantero, vecino de Ocaña (04/08/1531, expte.
78.176).
Este cantero realizó varias parroquias en territorio santiaguista, como es el caso
de la de Villamanrique, al sur de la provincia de Ciudad Real actual.

180
Comisión informativa sobre las obras finalizadas según traza y condiciones, así
como de las demasías necesarias (07/11/1530, AHT, expte. 78.167).
Sendos mandamientos de pago a Sancho de Paz a favor de ambos canteros (de 13
y 15/12/1530, expte. 78.168). El de Hornedo por 8.400 mrs. —se conserva borrador
de dicha provisión, pero seguramente por error, dirigida a los dos conjuntamente—
y el de Güemes por 37.000 mrs.: ciertas obras e lavores de la Torre del Omenaje viejo
e de un petril e otras cosas de la fortaleza de la villa de Uclés; Güemes acabaría estas
obras a medias con Hornedo.

149
181
Mandamiento de pago al contador Paz para que abonase 4.998 mrs. de los sa-
larios del alcalde, de su escribano y de los cuatro maestros (02/11/1530, AHT, expte.
78.167). Dudo mucho que este Narváez carpintero sea el escribano uclense homó-
nimo.

182
Comisión al alcalde mayor de Uclés para que compeliese a los maestros cante-
ros obligados o a sus fiadores para que lo hiciesen en breve, según traza y condicio-
nes (04/01/1535, AHT, expte. 78.217).

183
Comisión de 03/02/1535 (Ibidem).

184
El mandamiento inicial, ordenando tasar las obras, de 19/08/1513 (AHT, exp-
te. 25.878).
185
Licencia de 30/04/1530 (AHT, expte. 78.160).

186
El prior del convento había expuesto que muy cerca de la obra que por mi
mandado se haze en el dicho convento están ciertos corrales, e que, porque asy para el
servicio de la dicha obra como para hazer las entradas y subidas del dicho convento tie-
nen necesydad dellos, pedía licencia para tomarlos de sus dueños pagando su precio
a tasación. Orden al gobernador de que haga juntarse a dos personas elegidas por las
partes para hacer la tasación; si se pusieren de acuerdo, que haga pagar esa cantidad
a los dueños, si no, que nombre un tercero en discordia y se determine el precio así
(AHT, expte. 78.179).
187
Incitativa al gobernador de la Mancha, de 26/04/1531: Francisco Narváez, ve-
cino de Uclés, como un vecino de ella, expuso que en los ayuntamientos de los años
pasados se proveyó apear y desocupar las entradas, salidas y ejidos de la villa, porque
muchos vezinos los thenían ocupados; tomaron a personas antiguas y salieron al cam-
po a ponerlo en obra, pusieron por escrito lo que estaba ocupado y lo inventariaron,
ordenando que nadie lo volviese a ocupar, y es que muchos de los que ansy tenyan el
dicho ocupamiento an quitado los mojones e posehen todavía lo que antes, por ser pa-
rientes y amigos de los que residen en el dicho concejo; los gobernadores han mandado
cumplirlo, pero la justicia de la villa lo ha ignorado.
Comisión al gobernador para ir personalmente a hacer cumplimiento de justicia,
vista la denuncia anterior, sin dar lugar a que nadie se vaya a quejar (AHT, expte.
78.172).

188
Citatoria y compulsoria de 23/05/1530, a Uceda, que le había ordenado cerrar
una puerta de su casa (AHT, expte. 78.161).

189
Citatoria y compulsoria de 22/11/1530, a Alonso de Hervias, vecino de Uclés:
Gregorio Gutiérrez, procurador de María de Resa, también vecina, se había presen-
tado en grado de apelación de sentencia dada contra ella y a favor de aquél por el

150
Lcdo. Alonso de Uceda, en que le había mandado que derribase e abaxase cierta parte
de las casas de Lucas de Güete, su padre, y en otras cosas (AHT, expte. 78.167).

190
Citatoria y compulsoria (31/05/1530) al bachiller Alonso de Uceda: Antonio
Mexía, procurador de Juan Enríquez y Francisco de Narváez, vecinos de la villa, se
presentó en grado de apelación de un mandamiento y pregón dado contra ellos para
que cerrasen ciertos postigos que tienen en las casas de sus moradas (AHT, expte.
78.161).
Otra similar (05/09/1536) a don Juan de Castilla, comendador de la Puebla de
Sancho Pérez y gobernador de La Mancha: Francisco de Vera, procurador de Fran-
cisco Sevillano, Juan López de Yllana, Alonso de Hervias, Juan de Santa Cruz, Luisa
de Comontes (ésta por sí y en nombre de Alonso de Saelices, su marido), Juan de
Santa María y Francisco Narváez platero, vecinos de Uclés, se había presentado en
grado de apelación de mandamiento pronunciado por dicho gobernador, por el qual
en efecto diz que mandastes a los susodichos que ciertos postigos y entradas que tienen
por baxo de los muros de la dicha villa para mandar ciertos corrales y huertas puestas
que cada uno tiene junto a su pertenencia por la parte de fuera, diz que les fueron da-
dos y señalados a cada uno, con acuerdo y parecer del ayuntamiento de la dicha villa,
con cierta carga de censo, que cada uno tiene sobre sy, que los cerrasen dentro de diez
días (expte. 78.237).

191
Comisión al gobernador o a su teniente en Uclés (31/10/1531), reiterándoles la
licencia (AHT, expte. 78.178). La licencia anterior, inserta en ésta, era de 21/07/1525.

192
Incitativa de 20/09/1531 (AHT, expte. 78.177). El dato es recogido en la peti-
ción, pero el Consejo no se ocupa del mismo en su resolución, dictando otra nueva,
dos días más tarde, encomendando una información al gobernador (Ibidem).
193
Incitativa de 29/04/1536: el concejo della diz que hizieron y hedificaron en las
dichas casas unas casas de Abdiencia e tomaron así mismo el dicho corral para plaça,
como al presente lo es y hacía más de cuatro años que el concejo no les quería pagar
el censo (AHT, expte. 78.232).

194
Francisco de Murcia y Pedro de Biedma carpinteros y albañiles, vecinos de
Uclés, dictaminaron esto al respecto: … a de ser e se a de hazer en la plaça pública de
la dicha villa, en una casa del concejo de la dicha villa, que está apegada e confina con
las casas del ayuntamiento de la dicha villa, que es donde el concejo de la dicha villa
tiene una tienda de bastecimiento de hazeite e pescado, e tres cubas que el concejo de
la dicha villa arrienda a recatones e donde está el Peso del Rey en la dicha villa, lo qual
todo es del dicho concejo, e que las dichas casas donde se a de hazer la dicha Casa de
Peso es un quarto de casa baño, que syrve solamente para el dicho peso, e que entrando
por el dicho quarto de casa, a la mano yzquierda, ay un quarto de casa, que es largo,
e debaxo d’él un sotano de madera mal reparado, y encima d’él está la sala del ayunta-
miento, e tiene el dicho quarto la tienda que tienen declarada, e delante de la sala de

151
ayuntamiento ay un corredor byen adreçado, que tiene ochenta pies, poco más o menos;
e que la dicha casa se a de quedar como está para la dicha Casa de Peso, la qual es casa
conbenyente e bastante para el dicho hefeto, salbo que para ponella en perfición, como
a de estar e conbyene que esté para semejante casa e peso e para la guarda e mercadu-
ría que obyere en ella, cobyene y es menester gastar en ella yeso e madera e clabazón
e puertas e cerraduras y escaleras, e, fecho lo susodicho, la dicha casa e peso quedará
buena e puesta en perfición, e que para ello les parece que es menester seys mill mrs.,
antes más que menos, e que con ellos se pueden hazer lo que dicho tienen, e que lo que
quedare de los sesenta e tres mill mrs., de que se pide licencia par tomallos a censo, es
menester para caudal de las mercadurías que se mercaren e para mercar pesos e pesas,
los quales dichos mrs. se pueden tener en pie e caudal e de la ganancia que obyere en la
dicha Casa del Peso se puede pagar el rédito del dicho censo e ganar el concejo e Casa
del Peso cantidad de dineros e con ello la dicha villa de Uclés e sus vezinos estarán byen
probeydos… Juran y firman (AHT, expte. 25.292).

195
Esta ya existía a mediados de 1530, como consta en el litigio por una huerta
situada allí cerca entre Garci Mexía y los herederos de su hermano, el comendador de
la Orden, Bartolomé Mexía (incitativa al prior, de 04/06/1530, AHT, expte. 78.162).
196
Compulsoria al comendador de la Cámara sobre su propiedad, de 20/02/1531
(AHT, expte. 78.170).

197
El 12 de octubre de 1538, reunido el concejo en las casas de cabildo: Domingo
Velasco, alcalde mayor del partido, García de Torres y Francisco de Pareja, regidores,
Cristóbal Suárez veedor, el Lcdo. Cristóbal de Viana, Diego de Heredia y Francisco
Sevillano, diputados, otorgaron poder a Juan Muñoz, vecino de la villa, para oponer-
se ante quien compitiera a la independencia de las villas de su Común (Tarancón,
Almendros, Fuente de Pedro Naharro y otros), para negociar el encabezamiento de
las alcabalas y para todos sus pleitos. Testigos, Rodrigo de Montemayor, Francisco
de Librillas y Francisco de Zafra, vecinos. Firman los otorgantes. Ante el escribano
Juan de Peralta.
En virtud de dicho poder, Muñoz solicitó la unificación de las parroquias y la
construcción de la nueva; el 4 de agosto de 1539 el Consejo encomendó al goberna-
dor de la Mancha que hiciese información de testigos sobre el asunto y le remitiese el
resultado de sus deposiciones, junto con su parecer. Así lo hizo Adurza, incluyendo,
también, la información presentada por el médico (AHT, expte. 23.079).

198
Como se puede apreciar, la cédula va sin data temporal, si bien puede datarse
aproximadamente por la fecha del registro de la provisión en que se incluyó el borra-
dor; esta provisión es de enero de 1531 (AHT, expte. 78.169).
199
Ver nota 13.

200
Sobre la situación de las parroquias Milagros Rivera dice que la de San Pedro
está todavía adosada al primer cerco de la muralla, en el extremo oeste de la villa —la

152
plaza de San Pedro, además, así lo atestigua—; la de la Trinidad, también arrimada
a dicha muralla, la sitúa cuatro calles más hacia el este —según esto, estaría en la
intersección de las calles Trinidad y Matadero—; en mi opinión, no acierta con la
ubicación de las dos restantes: la de Santa María estaba, como hemos visto, delante
del convento y fue derribada al reconstruirse éste, en tanto que fue la de San Andrés
la que se amplió en la plaza mayor, recibiendo la doble advocación de Santa María y
San Andrés, que tiene hoy, aunque el edificio actual es posterior al desgraciado de-
rrumbe de la antigua iglesia en 1920, dando lugar a una construcción que mejor no
comentar. Es probable, a mi juicio, que la antigua mezquita aljama estuviese situada
en el solar de la parroquia de Santa María del Castillo, como iglesia principal de la
villa.

201
Se documenta en el siglo XVI una segunda ermita, la de San Sebastián, situada
en el camino que iba de Uclés a Huete; se sabe que había una cruz junto al camino y
que la capilla de la ermita miraba hacia las tenerías, entre varias eras —una de los he-
rederos del Dr. Contreras— y el cementerio de la ermita (libro becerro, fol. 151r-v).

202
Esta Puerta debía de estar en la zona oeste, no lejos de la fortaleza: a la salida
de la misma tenía el convento una tierra —en la vuelta de los cohes—, que había sido
de Juan Rodríguez, cuyos linderos eran: casas y corrales de Andrés de Alcalá, solar
de María López, viuda de Diego Sánchez, el camino que bajaba del convento y, por
las espaldas, unos cervigajos y las peñas que había hacia el Humilladero (Ibidem, fol.
149r).

203
La mayor parte de las calles son fácilmente localizables. La de la Valdresería
era una calle estrecha, como se nos cuenta en el relato de la huida de Hernán Suárez,
durante la persecución del bachiller Uceda; no lejos, por tanto, debía de estar el hos-
pital de Santorun, en la zona de la Trinidad.
Existían calles con esa denominación, además, en Alcalá de Henares, Salamanca
o Palencia, según muestra una sencilla búsqueda en la red; suelen estar presentes en
antiguas juderías y su nombre se remite a los curtidores que trabajaban pieles finas,
propias para fabricación de lubas o guantes (José Luis Herrero, «Toponimia urbana
en la Salamanca de los Siglos de Oro», http://www.cisi.unito.it/artifara/rivista6/testi/
salamanca.asp; véase el término ‘baldés’ en el diccionario de la RAE).
204
Cabría cuestionarse cuáles fueron esas calles habituales por las que eran pa-
seados y pregonados los reos condenados a vergüenza pública, como fue el caso del
cantero Vandelvira. Nada aclara el documento, salvo que discurrió por las calles de
la villa, sin llegar hasta el convento. Es de suponer que recorriese las calles Sillería
y Angustias, San Pedro y la Trinidad, pero sólo es una especulación, pues tampoco
sabemos dónde estaba situada la cárcel del partido, de la que había sido sacado.

205
En otro lugar del becerro se menciona que junto a dicha Puerta estaba la huerta
de Julián de Pastrana, que había sido dividida por sus herederos, vendiendo la mitad

153
al Lcdo. Juan Bautista, cura de San Andrés, y el resto la mantenían ellos; lindaba con
huertas de herederos del capitán Antonio Velázquez, del beneficio curado de Santa
María y el río de la villa, que venía de la Fuente Redonda (Libro becerro, fol. 133r).

206
Ibidem, fol. 225r-235v; la letra de esta relación es de factura mucho más pobre.

207
El alcaide Diego de Orozco había levantado la escalera principal de su casa
sobre un corral, que tenía acensuado, al menos, desde 1510 (Ibidem, fol. 228v).

208
No quisiera acabar esta exposición sin hacer una aclaración: a conciencia he
utilizado a lo largo de la misma el gentilicio ‘uclense’, en lugar del habitual ‘ucleseño’
o ‘uclesino’. He preferido hacer uso del término utilizado tradicionalmente en la villa,
que se corresponde, además, con la acepción culta del mismo. Así, resulta claro que
la denominación latina del prior de Uclés siempre fue prior uclensis. Pido disculpas
si alguien se siente extrañado por ello.

154
APÉNDICES
APÉNDICE I

[c. 1521]
El concejo de Uclés relaciona las calamidades por las que estaba atravesan-
do durante las Comunidades por estar en servicio real.
AHN, OO.MM., AHT, expte. 78.144 (conservada en borrador de docu-
mento muy posterior).

Muy poderosos señores


El concejo, justicia, regidores y oficiales de la villa de Uclés parescen ante
V.M. y dizen que ya V.A. sabe e es ynformado con quánta lealtad y fidelidad en los
movimientos pasados y presentes an estado y están en vuestro real servicio e como
tales personas y servidores hemos padescido mucha aflición y trabajo de amenazas
y temores de ser muertos, saqueados y robados, allende de la pérdida de nuestras
haziendas y trabajos de nuestras personas, porque, demás de que toda la tierra y
provincia comarcana estava endurescida en su perversa rebelión y maldad e ynclina-
da en nuestro destruymiento y perdición, los lugares subgetos y vasallos a esta villa
nos ponían en cuyd[ado, quitá]ndonos la subgeción e juridición devida, buscando y
siguiendo los abtores y seguido[res de la encarnizada y perversa Comunidad, sola-
mente para nuestro mamparo, defensa y redenpción […] desta villa la mucha fideli-
dad que el alcaide Diego de Horozco a vuestro real servicio tuvo, de lo qual, porque
sabemos que V.M. es ynformado cómo y de qué manera tuvo e sostuvo vuestro real
nonbre y servicio, e aun porque la obra e hefeto que se consyguió de su lealtad vos lo
publican, no lo repetimos.

159
Allende del qual, para acabarnos de redemir y asegurar vuestro real estado,
V.M. mandó venir al comendador Ordoño de Villacorta, cavallero de la Orden, a
estar y resydir en el convento desta villa, de donde, no solamente del mal obispo de
Çamora y de los que con él andavan, nos defendió y ensalçó vuestro real nonbre,
porque de aquí dependía la pacificación deste Reyno de Toledo y aun casy d’España,
segund la voluntad que los tiranos y usurpadores de vuestros Reynos, de usupar esta
villa y convento y fortaleza tenían, pero aun quitonos las sospechas y manifiestas
presunciones que los que regían y mandavan el dicho convento y de algunos oficiales
de la casa teníamos.
Porque, sabrá V.M. que, no solamente Francisco Sánchez, prior que a la
sazón hera, juró e aprovó la reprovada Comunidad, pero aun favorescía e ayudava
con dyneros e dádivas a los capitanes y personas della, e procuró tratos y mensageros
con Juan de Padilla y aun, lo que peor es, que fue llamado para que se entrase en este
dicho convento para lo usurpar un cavallero comarcano y nuestro vezino, lo qual se
posiera por obra sy don Fernando de Rojas, comendador del Canpo de Critana, no
lo estorvara, viniéndolo a remediar con su persona, y como luego se syguió por la
providencia de V.M. la venida del dicho comendador Villacorta, enpesçó a proveer
cosas conplideras a vuestro servicio e que estorvavan su mal propósyto, enpesçáron-
le a tener y syenpre le an tenido odio y mala voluntad, como a persona puesta por
V.M. y que mirava vuestro servicio, no solamente el dicho Francisco Sánchez, pero
aún un Diego de Avilés, a quien él hizo soprior quando espirava su tienpo, el qual es
hechura e criança de sus manos e el norte por donde se rige y govierna, le muestra e
a mostrado mala voluntad, e por su respeto a todas las personas que lo an seguido,
acatado y mirado, porque les mandava e avisava las cosas conplideras a vuestro real
servicio.
E agora hemos sabido que por ciertas palabras que el dicho alcaide pasó
con el dicho Diego de Avilés vicario, tocantes y defendientes vuestro real servicio, an
ynbiado o quieren ynbiar a V.M. con relaciones agenas de la verdad, de que conosce-
mos estar todavía en su mala opinión y dañado propósyto, porque sabemos que todo
lo que hazen por quitarnos y hecharnos de aquí al dicho comendador Villacorta, y
porque al dicho alcaide se dilaten las mercedes que meresce, e los que hemos servido
no seamos remunerados, e ansí no aya diferencia de personas, pues es claro que,
gratyficando a los servidores, se contarán con el dedo los que no lo fueron.
A V.M. suplicamos que, pues este convento, junto con la fortaleza y villa es
puerta y escudo deste Reyno de Toledo y el Reyno de Valencia, no tyene fasta aquí
resystencia, estando dañado, como está, y es en quien los deservidores de V.M. e tira-
nos tienen puestos los ojos, no dé ocasyón ni permita a que lo que hemos ganado por
ser leales perdamos por falta de providencia, porque, al menor viento contrario que
venga, somos ciertos de la mudança y para nuestra seguridad y para lo que cunple al
servicio de V.M. mande remover y quitar a estas dos personas y más a los que dañan
la casa, pues quedan en ello muchos religiosos y personas deseosas de vuestro real
servicio y que son muy pesantes de quán poco se mira y acata lo que a V.M. conviene.
Y porque, allende desto, nuestro procurador hará más larga relación a V.M., le supli-
camos le mande oyr y dar entera creencia, en lo qual V.A. hará su servicio y redimirá
sus vasallos en dalles cierta pacificación e esperança de perseverar en lo que hasta
aquí.

160
[6 firmas:] Ortuno de [Heredia]. [Bartolomé] Mexía regidor. Arias de Vyana.
El bachiller Antonio [Suares]. [Gaspar] Carrillo. Juan de Salinas, procurador de con-
cejo.
Por mandado de los señores del ayuntamiento, los quales aquy fyrmaron
sus nonbres. Alonso Gutierres, escrivano del concejo.

161
APÉNDICE II

1530/04/01. Uclés
Andrés de Vandelvira cantero, vecino de Alcaraz, otorga poder para repre-
sentarle en sus pleitos a Lucas Fernández, freile y mayordomo del convento de Uclés,
y a su suegro, Francisco de Luna, cantero y maestro mayor de las obras del convento,
vecino de Villanueva de los Infantes.
AHN, OO.MM., AHT, expte. 1.424.

Sepan quantos esta carta de poder vieren cómo yo, Andrés de Vandelvi-
ra cantero, vezino de la cibdad de Alcaraz, avitante en esta villa de Uclés, otorgo
e conozco por esta presente carta que doy e otorgo todo my poder conplido, libre,
llenero, bastante, según que yo lo puedo dar o otorgar de derecho a vos, el señor
Lucas Hernández, mayordomo del convento de Uclés, e a vos, Francisco de Luna,
cantero y maestro mayor de las obras del convento de Uclés, vezino de Villanueva de
los Ynfantes, abitante en esta dicha villa de Uclés, para que por my y en mi nonbre
podáys seguyr mis pleytos y causas ceviles e criminales, quantas yo tengo en esta villa
de Uclés o en otras partes qualesquyer destos Reynos y señoríos, así en la Corte de
S.M., en el Consejo de las Hórdenes, o ante el presidente e oudores del su muy alto
Consejo Real, e podáys pedir e demandar, aver y atrás seguyr, dexar de syguyr, como
mi persona misma lo haría, presente seyendo, cada qual de los otros susodichos, y
para que podáys sostituyr una persona o dos o las que demás quysyéredes por mi
mesmo, y quyero que valan como sy yo mesmo las sostituyese o nonbrase, e para que
en todos los dichos mis pleytos e causas, en cada uno dellos, ante S.M. e ante otros

163
e qualesquyer juezes e justicias qualesquyer, eclesiásticas e seglares, vos o qualquyer
de vos e los dichos unos sostytutos e sostitutos e cada uno dellos podáys hazer e po-
ner e oyr todos e qualesquyer pedimientos, demandas, respuestas, negar e conoscer,
replicar e pedir e hazer e desolver qualesquier juramentos de calunia e cesorio e ver-
dad dezir e concluyr e ynterponer qualesquyer apelaciones e suplicaciones para ante
quyen con derecho se devan seguyr e presentar qualesquyer testigos e provanças,
testigos, preguntas, testimonios, ynstrumentos, e hazer e dezir e tachar qualesquyer
autos, testigos, escrituras que por la presente o presentes contrarias son o fueran
presentados y hechos, que para todo [lo] susodicho e para todo lo della e a ello anexo
e conexo e dependiente doy el dicho mi poder a vos, los dichos Lucas Fernández e
Francisco de Luna, e a los dichos vuestros sostitutos, con libre e jeneral administra-
ción, que para todo ello vos doy e otorgo, e vos relevo de toda carga de satisdación e
aución e fiança, so la cláusula judicion sysque judicatun synsque solbe, e me obligo de
lo aver por firme este poder e todo lo que por virtud deste poder obráredes e no yr
en contra ello, so obligación que para ello hago de mi persona e todos mis bienes, e
pido a S.M. e a todas e qualesquyer justicias para que me apremien a lo así conplir e
testo. Otorgué esta carta de poder en la manera que dicho es, que fue fecha en la villa
de Uclés, primero de abril de mill y quinientos e treynta años.
Testigos que fueron presentes, llamados e rogados, Juan de Regules y Barto-
lomé del Caño, vezinos desta villa, y Pero Martínez Castero, vezino de Torregonçalo.
E firmolo de su nonbre. Andrés de Vandelvira.
E yo, Francisco Narvaes, escrivano público, que presente fuy, en uno con los
testigos, y lo fise escrevyr segund que ante mí pasó, en fe y testymonyo de verdad fise
aquy este mío syno atal. Francisco Narvaes.
[Presentado en Madrid, 20/04/1530, por Francisco de Luna, que sustituyó
el poder en manos de Francisco de Vera. Firma de Francisco de Luna, junto a la del
escribano Alonso Guerrero].

164
APÉNDICE III

1531/09/15. Ávila
Executoria contra el licenciado Tomás de Ribera en el pleyto que ha tratado
con el prior y convento de Uclés y Andrés de Vandelvira, vezino de Alcaraz.
[al margen, en la cabecera] El convento de Uclés y Andrés de Vandelvira.
Ávila. Septienbre. .MDXXXI. años.
[al pie de la regesta] Tres Hórdenes.
AHN, OO.MM., AHT, expte. 78.177, ejecutoria de seis pliegos.

Don Carlos, etc. A vos, los mys governadores o juezes de resydencia que
soys o fuerdes de las provincias e partidos de las dichas Hórdenes e a vuestros lugar-
thenientes en los dichos oficios e a los alcaldes hordinarios e otros qualesquier juezes
e justicias de todas las ciudades, villas y logares de las dichas Hórdenes e a cada uno
e qualquyer de vos en vuestros lugares e juresdiciones que con esta my carta fuere
requerido. Salud e gracia.
Sepades que pleyto pendió ante mí en el my Consejo de las dichas Hórde-
nes en grado de apelación entre, de la una, apelante, el licenciado Tomás de Ribera,
e de la otra parte, apelada, el reverendo padre prior e convento de Uclés e Andrés
de Vandelvira, vezino de la ciudad de Alcaraz, e sus procuradores en sus nonbres,
sobre razón que en la villa de Madrid, a veynte e nueve días del mes de março del año
próximo pasado de myll e quinientos e treynta años, yo, con acuerdo de los del dicho
my Consejo, ove mandado dar e dy una my carta e provisyón en él librada, sellada
con my sello de la dicha Orden de Santiago, su thenor de la qual es este que se sigue:
[1530/03/29. Madrid]

165
«Don Carlos, por la gracia de Dios, Enperador senper augusto, rey de Ale-
maña, de Castilla, de León, de Aragón, etc. A vos, el licenciado Gudiel de Cervatos,
my juez pesquisydor en la villa de Uclés y su partido sobre cierto delitto cometido
contra Estevan Gallego, vezino de la dicha villa, e sobr’el quebrantamiento de la cár-
cel pública della. Salud e gracia.
Sepades que por parte del reverendo padre prior, fleyres y convento de la
dicha villa de Uclés presentaron ante my en el mi Consejo de las dichas Hórdenes
una petición, el thenor de la qual es este que se sigue:

«Muy poderoso señor


Lucas Hernández, fleyre profeso del convento de Uclés e mayordomo e pro-
curador del dicho convento, paresco ante V.M. y, en nonbre del dicho convento, prior
e fleyres d’él, me querello del licenciado Tomás de Ribera, juez pesquysidor por V.M.,
e, contando el caso de my acusación, digo qu’el susodicho licenciado Ribera, con
poco themor de Dios, nuestro Señor, y en menosprecio e velipendio de la Horden de
Santiago, en grand desacato y en menosprecio de la dicha Religión e religiosos del di-
cho convento, con ánymo e yntinación de cometer e perpetrar delito contra el dicho
convento e prior e religiosos d’él, por los ynjuriar e afrentar y demenguar sus honras,
sosiegos e conciencias e famas, el jueves primero pasado deste presente mes, que se
contaron veynte e quatro días deste presente mes de março, vino el dicho licenciado
Ribera al dicho convento con mucha gente y furia con escándalo y alboroto y entró
dentro en el dicho convento e pidió que le diesen la casa llana, para que quería buscar
ciertos delinquentes, e fuele dada la puerta he dicho que yo lo yría a hazer saber al
prior, porque estava a ley con sus religiosos en el coro en mysa.
Y, ansí, dexándolo dentro en el convento y mientras yo lo fuy a notificar al
prior, my parte, savrá V.M. que porqu’el portero del dicho convento dixo con buena
creencia y sosegadamente a algunos de los que querían entrar que dexasen las armas
a la puerta, como todos lo hazen, el dicho licenciado Ribera arremytió a él e le puso la
mano en la garganta para lo ahogar e pidió con mucha priesa una soga para le ahor-
car e, como no se la dieron, determynó de despeñarle y echarle de un adarve abaxo, e
lo efettuó tomándolo en peso e poniéndolo encima de un palenque, e ya que le tenía
la mitad del cuerpo fue para lo echar, arremetieron a se lo quitar ciertas personas y
se lo quitaron y, sy no se lo quytaran, lo hiziera pedaços.
Y, no contento con esto, como vido que no ovo efetto su propósitto, arre-
mytió a él y con una vara que tenya en la mano le dio tantos de palos que se la quebró
en la cabeça e le dixo «vellaco, villano» y otras muchas ynjuriosas palabras.
Y, continuando el dañado propósito que traya contra el dicho convento, my
parte, syn que le hiziese ny dixese cosa alguna [a] Diego Hernández, fleyre profeso
del dicho convento e clérigo presvítero de misa, le dixo muchas y muy feas y escan-
dalossas palabras, llamándole «vellaco, comunero, malcriado» y amenaçándolo que
lo tomaría y hecharía unos grillos e lo llevaría a la Corte y aún más adelante.
Y demás dixo contra todo el convento que bien sabía él las vellaquerías del
dicho convento.
Y, por mayor ynjuria e afrenta haser al dicho my parte, le sacó del dicho
convento de dentro d’él un su oficial de cantería e, syn le oyr e syn le faser cargo ny
quererle esperar que alegase de su justicia, aceleradamente lo sacó a la vergüença con
una mordaça a la lengua, syendo honbre de honra e muy buen maestro.

166
E a fecho e hizo otras muchas cosas en offensa de los dichos mys parte.
Por tanto, a V.M. pido e suplico me mande hazer e haga entero conplimyen-
to de justicia e que, aviendo esta my relación por verdadera o la parte que baste para
fundar la yntención del dicho convento, prior e fleyres, my parte, por esa mysma
sentencia condene al dicho licenciado Ribera a las mayores penas que de derecho
deviere padescer, no yntervenyendo en la execución dellas muerte ny mutilación
de myenbro ny execución de sangre, segund y conforme a my religión e proffesyón
e ábitto, e le castigue de manera que con su pena se resciba enxenplo y my parte al-
cance justicia, la qual le pido y por todo el oficio de V.M. ynploro, e pido las costas e
testimonyo».

E juraron la profisyón que hizo qu’esta determinación no la pide de malicia.


Y en el dicho my Consejo, vista la dicha petición, fue acordado que devía
mandar dar esta my carta para vos en la dicha razón e Yo, confiando que soys tal
persona que guardaréys my servicio y el derecho a las partes e que bien e fielmente
haréys lo que por my os fuere cometido e mandado, tóvelo por bien, e por la pre-
sente vos cometo y mando que como con ella fuerdes requerido durante el térmyno
conthenydo en la comysyón que de my tenéys para entender en los dichos negocios
e cabsas, veades la dicha petición que de suso va yncorporada e ayáys ynformación
cerca de lo en ella conthenydo e sepáys cómo e de qué manera a pasado e pasa e, sy
por ella fallaredes culpados a alguna persona o personas, prendelde los cuerpos e
poneldos en la prisión o carcelería que os paresciere devan estar, por manera que no
se puedan yr ny ausentar della. E, ansy avida la dicha ynformación e fecho lo susodi-
cho, firmado de vuestro nonbre, synado, cerrado e sellado en manera que haga fee,
lo enbiad al dicho mi Consejo para que yo lo mande ver e hazer sobrello lo que sea
justicia. Para lo qual vos do poder conplido con sus yncidencias e dependencias, ane-
xidades e conexidades. E non fagades ende al por alguna manera, so pena de la my
merced e de diez myll mrs. para la my cámara. Dada en la villa de Madrid, a veynte e
nueve días, del mes de março, año del nascimiento de Nuestro Salvador Jesuchristo
de myll e quinientos e treynta años.
El conde don García Manrique. Ludubicus licenciatus. Licenciatus Luxan.
Licenciatus Perero de Neyra. Licenciatus Sarmiento. Yo, Francisco Guerrero, escri-
vano de cámara, de su Cesárea y Cathólica Magestad, la fiz escrivyr por su mandado,
con acuerdo de los del su Consejo de las Hórdenes. Registrada. Francisco Guerrero.
Pero Guerrero por chanciller».

Por virtud de la qual dicha my provisyón el dicho my juez pesquisydor ovo


cierta ynformación de testigos, presentados por parte del dicho prior e convento,
e demás mandó acomular el processo e abtos que sobre lo conthenido en la dicha
my provisyón avía fecho el dicho licenciado Ribera en el dicho convento, en el qual
estava ynserta una sentencia dada e pronunciada por el dicho licenciado Ribera, su
thenor de la qual es este que se sigue:

«E luego el dicho señor juez, visto este processo y el desacato del dicho
Andrés de Vandelvira e de otros honbres que a la puerta de la dicha portería estavan,
e como puso la lengua en S.M. y en su poder y en disfamya del dicho convento e
prior, diziendo qu’el prior lo mandava ansy, no syendo verdad, como consta por el
processo, e atentas las respuestas por él dadas e todo lo demás qu’en este caso myrar

167
a considerar se debe, que ansy en fecho como en derecho se consisten, fallava que lo
devía condenar e condenava a que, cavallero en un asno, atadas las manos e pies, sea
sacado con una mordaça en la lengua a la vergüença por las calles públicas acostun-
bradas sea traydo con boz alta de pregonero que diga la cabsa de su pena. Amás, le
condeno en destierro desta villa y su tierra por un año, más o menos, quanto fuese
su voluntad. E juzgando por esta su sentencia ansy lo pronunció e mandó en estos
escriptos e por ellos.
La qual dicha sentencia mandó a Diego de Cárdenas alguazil la execute
como en ella se contiene, con costas.
Testigos, Diego de Cárdenas alguazil e Francisco Narváez e Alonso de Co-
montes, vezinos de la dicha villa, e otros.
El Licenciado Ribera».

E por el dicho my juez, rescib[id]a la dicha ynformación e vista la dicha


sentencia, proceso e abtos fechos por el dicho licenciado Tomás de Ribera e cierto
requerimiento que le fue hecho por el dicho Lucas Hernández, procurador del dicho
prior e convento, para que toviese preso e a buen recabdo al dicho licenciado Ribera,
dixo que mandava e mandó al dicho licenciado Ribera que toviese la posada en que
al presente estava en la dicha villa de Uclés, que heran las casas de Christóval Román,
vezino de la dicha villa, por cárcel e no se fuese ny absentase della syn su licencia e
mandado, son pena de confieso en lo que ante my contra él hera opuesto e de veynte
myll mrs. para la my cámara e fisco, lo qual mandó a Bartolomé López de Carcaraso,
escrivano de la dicha cabsa, lo notificase al dicho licenciado Ribera; lo qual paresce
que fue notificado por el dicho escrivano al dicho licenciado Tomás de Ribera en su
persona, en la dicha villa de Uclés, a treynta e un días del dicho mes de março del
dicho año.
E por el dicho licenciado Ribera fue respondido que no avía visto comys-
yón ninguna por donde el dicho my juez pesquysydor pudiese proceder contra él ny
tanpoco él avía fecho cosa alguna por donde deviese estar preso, syno mucha justicia.
Por tanto, que apelava e apeló del dicho mandamyento de carcelería e de la pena en
él conthenyda, para ante my e para ante los del dicho mi Consejo o por ante quyen o
con derecho deviese. E ansy lo pidyó por testimonyo.
Después de lo qual, en la villa de Madrid, a dos días del dicho mes de abrill
del dicho año de myll e quinientos e treynta años, el dicho licenciado Tomás de Ri-
bera se presentó en el dicho mi Consejo con su persona e una petición en el dicho
grado de apelación, e por los del dicho my Consejo le fue mandado dar carta d’enpla-
zamiento e conpulsoria en forma.
Después de lo qual, en la dicha villa de Madrid, en nueve días del dicho
mes de abrill del dicho año, Francisco de Vera, en nonbre y como procurador que
se mostró del dicho prior e convento, e presentó ante los del dicho my Consejo un
escripto de acusación, su thenor de la qual es este que se sigue:

«Muy poderosos señores


Francisco de Vera, en nonbre e como procurador que soy del prior, fleyres e
convento de Uclés, de la Horden de la Cavallería de Santiago, de la provincia de Cas-
tilla, me querello a V.M. del licenciado Tomás de Ribera, juez pesquysydor que fue
por V.M. sobre la ynjuria que diz que fue fecha a un Estevan Gallego, vezino de Uclés,
e sobre lo dello dependiente, e con protestación que, ante todas cosas, hago que por

168
esta querella y acusación contra el dicho licenciado Ribera y los otros culpados, no
sea procedido a muerte ny mutilación de myenbro un a fusyón de sangre, digo que
ansy es que en un día del dicho mes de março próximo pasado, que se contaron
veynte e quatro días del dicho mes, el dicho licenciado Ribera, so color que quería
buscar en el monesterio e convento de Uclés ciertos culpados en el negocio que le es-
tava cometido, vino a la casa e convento con mucho ayuntamiento de gentes armadas
e con grande escándalo, diziendo que avía de entrar a la dicha casa e monesterio por
fuerça.
E a la sazón llegava a la puerta del dicho convento Lucas Hernández, fleyre
e mayordomo del dicho convento, e, como vio el dicho escándalo e alboroto, le dixo
«¿Qué es lo que buscáys o qué queréys que se haga en esta cosa para conplimiento de
los mandamientos de S.M., que syn escándalo ny ayuntamiento de jentes se puede
fazer?». El qual dixo que quería entrar a buscar ciertos culpados y el dicho mayordo-
mo le dixo «Pues esperad, señor, yré al prior, qu’está en las oras, para que os muestre
o mande mostrar la casa». Y fue al coro al prior a se lo dezir.
Y en tanto quedó a la segunda puerta el dicho licenciado con mucha gente,
el qual, syn esperar respuesta, mandó que entrase toda la gente, e porque el portero
del dicho convento, Bartolomé Duque, le dixo «Señor, en esta casa los que vienen
dexan e suelen dexar las armas. Fazedlas dexar a éstos», el dicho licenciado se enojó
e arremytió al dicho portero e le hechó mano a la garganta e lo quyso ahogar allí e
dyo bozes pediendo una soga para le ahogar, e como no se le dieron, dixo «Dadme
por testimonyo que por falta de soga le ahogo con las manos». E ya que lo tuvo asy
muerto, determynó de lo hechar del muro abaxo e palenque, e para lo efettuar e des-
peñarle le puso las manos en la horcaxadura e le levantó encima del palenque, e ya
que yba fuera para caer, ciertas personas le travaron de los pies, por que no se hiziese
tan mal recabdo e delito dentro de la dicha casa e convento, lo qual, sy no hizieran,
él fuera despeñado e muerto.
E, no contento con lo susodicho, porque un religioso de la dicha casa le dixo
que no convenya faser tales cosas, el juez dixo «¡Anda, que yo bien sé las vellaquerías
deste convento!». Y porqu’el dicho fleyre le dixo qu’el convento e religiosos heran
buenos e onestos e que no avía de fablar tan sueltamente de una casa e convento de
tanta onestidad e religión, le llamó de vellaco e otras palabras ynjuriosas e que jurava
a Dios que lo trayría con unos grillos a la Corte e más adelante e que no creya en Dios
sy luego no lo hazía.
E bolvió contra el dicho portero, que lo acavava de subir del palenque por
los pies, donde lo avía arrojado, e diole tantos de palos que le quebró la vara en la
cabeça.
E pasó adelante por quebrar la puerta segunda del dicho convento, todavía
heriendo al dicho portero e maltratándole de lengua.
E porque Andrés de Vandelvira, maestro de cantería del dicho convento,
llegó al dicho juez con el bonete en la mano, diziendo «Señor, no maltratéys al por-
tero, qu’es mandado e le tyenen mandado que a nadye avra syn licencia del prior, e,
syn hasérselo saber, aunque S.M. vinyese, no faría otra cosa, syno esperar mandado
del prior», el dicho juez puso las manos en el dicho Andrés de Vandelvira maestro y
encontinente, syn otro proceso ny sentencia, diziéndole e faziendo muchas ynjurias,
lo hizo luego cavalgar en un asno e le hechó una tabla a la lengua e lo sacó del dicho

169
monesterio e lo hizo traer a la vergüença públicamente por la villa de Uclés, todo
fecho voluntariosamente, syn tela ni horden de juyzio.
En lo qual, demás de aver quebrantado e violado la ynmunydad del dicho
convento, yglesia e monesterio, cometió delito de sacrilegio e ynjurió grave e atroz-
mente al dicho convento e a toda la religión e cayó e yncurrió en grandes e graves
penas capitales e de privación e ynavilitación de oficios públicos y en perdimiento de
bienes, porque a V.M. suplico me haga conplimiento de justicia del dicho licenciado
Tomás de Ribera y de todos los otros que en lo susodicho se hallaren culpantes.
E, sy más pedimiento e conclusyón es necesario, pido e suplico a V.M. que
pronunciando lo susodicho ser e aver pasado ansy o tanta parte que baste para fun-
damento de la yntinción del dicho prior e convento, mys partes, condene al dicho
licenciado Ribera e a los otros culpantes en lo susodicho e a cada uno dellos en las
mayores e más graves penas que por fuero e por derecho y establescimientos de la
Horden son establescidos contra semejantes delinquentes e las execute en sus per-
sonas e bienes, para lo qual y en lo nescesario el real oficio de V.M. ynploro e pido
conplimyento de justicia e las costas pido e protesto e juro a Dios e a la señal de la
Cruz, en ányma de mys partes, qu’esta querella e acusación no fago maliciosamente,
salvo porque en la verdad pasa ansy e por alcançar conplimiento de justicia.
E otrosy, porque el delito es de calidad, que requyere pena corporal e per-
dimyento de bienes, suplico a V.M. mande thener preso en la cárcel pública y en
presyones al dicho licenciado Tomás de Ribera e a los otros culpados e secrestarle sus
bienes, porque las penas en que han yncurrido puedan ser executadas en sus perso-
nas e bienes y el dicho prior e convento, mys partes, puedan alcançar conplimiento
de justicia.
E otrosy, para en prueva de lo susodicho fago presentación desta ynforma-
ción que, a pedimiento del dicho licenciado Ribera, hizo el dicho prior de lo que avía
pasado, fecho e cometido por el dicho licenciado Ribera, e ofréscome a provar lo
nescesario para ser fecho lo de suso por my pedido e suplicado en el dicho nonbre.
El doctor Valdiviesso».

E, presentada la dicha acusación, por los del dicho my Consejo fue man-
dado noteficar al dicho licenciado Tomás de Ribera e darle della traslado para que
dentro de cierto término, que por ellos le fue asygnado, respondiese e alegase de su
justicia.
Y en veynte e seys días del dicho mes de abrill del dicho año, ante los del
dicho my Consejo paresció el dicho licenciado Tomás de Ribera e presentó una peti-
ción, respondiendo a la dicha acusación, su thenor de la qual es este que se sigue:

«Muy poderoso señor


El licenciado Ribera, respondiendo a la acusación presentada por Francisco
de Vera, en nonbre del prior, fleyres y convento de Uclés, su thenor repetido, digo
que no solamente V.A. me deve mandar dar por libre e quyto dello, pero aun faserme
merced e remunerarme, por lo que en el dicho negocio hize e por averme mandado
venyr, como lo mandaron, por las razones syguientes:
[1] Lo uno, por no ser puesta por parte bastante, que no es el dicho Vera, ny
tal poder tiene, a lo menos legítimo e bastante, e ya que lo tenga, que nyego ny ello

170
puede thener en este caso del dicho prior e convento, porque, aunque ello no serían
ny son partes bastantes para lo que acusan, pues no les toca, como de su mesma re-
lación se colige e sigund y como parescía.
[2] Lo otro, porque su relación no es verdadera e yo la niego, porque lo que
pasa es, sigund y como ynformado tengo a V.A., que un día, siendo yo ynformado
que en el dicho convento estavan ciertos delinquentes que avían sydo en el quebran-
tamiento de la cárcel y los fuy a buscar para ynformarme de la verdad e hazer cerca
dello justicia, e luego que llegué a la primera puerta topé a Lucas Hernández, ma-
yordomo del dicho convento, al qual dixe que quería faser ciertos requerimyentos al
prior para que me hiziese la casa llana e que bastava para ello que me mandase abrir
las puertas y entrar conmygo; el qual, diziendo que yba a buscar al dicho prior, se
entró e cerró la puerta detrás de sy e me dexó ansy, syn más desir ny faser cosa alguna
de lo que por my le fue dicho, en desacato de vuestra vara real e de la justicia que en
la mano llevava, como tal juez delegado.
No ostante esto, yo lo estuve esperando un buen ratto, a tanto que, visto ser
mala criança, acordé de entrar en la segunda puerta, ya que entrava un moço, que yo
no supe quién hera, que más parescía moço d’espuelas o del canpo que portero, lle-
vando yo la dicha vara de justicia en la mano, me asyó, diziendo que no podía entrar
e yo, visto su desacato, le quebré la vara en la cabeça, e porque defendía las armas y
entrada, ansy mismo, a los que conmygo yvan, por no dar lugar a que más se me des-
atacasen ny hiziesen afruenta alguna o enojasen a la vara que ansy llevava, porque es-
tavan allí cinquenta o sesenta vizcaynos canteros, me mostré rezio e comencé como
honbre enojado a pedir una soga para ahorcarlo e hize muestra que a falta della lo
quyse ahogar e despeñar, lo qual no fue my yntinción, más de poner myedo, porque
no se me atreviesen ny se me desacatasen más de lo fecho, como a otras justicias en
la dicha villa avía fecho e amí me constava, especial, al alcalde mayor de la dicha villa
que a la sazón hea y es, según paresce por esta ynformación que al caso de que hago
presentación, asy que, aunque lo aorcara o despeñara, fuera bien hecho o por V.A.
deviera ser por tal tenydo, en lo qual sólo dicho el moço e no sería parte.
E no puedo negar que a cierto religioso dixe que ynviaría sy no hallase con
unos grillos a la Corte, porque, altercando con él de palabra e no me queriendo abrir
la dicha puerta, siendo portero e tenyendo la llave, no hera mucho hazerlo, quanto
más dezirlo, quanto más que, entre otras cosas que me dixo, que aquello hera del
maestre, yo le respondí que el rey hera el rey e maestre e todas sus tenporalidades las
sustentava e admynystrava él, de manera que por hazerme más fuerte, por que no
me tuviesen por flaco, no hera mucho dezírselo, pero nyego averle dicho otra palabra
alguna, a lo menos el «no creo en Dios», que dizen que dixe, porque nunca tal dixe
ni acostunbro a dezir ny desque nací, con enojo ny syn él, burlando ny de veras, se
hallará onbre de quantos conmygo han conversado, syendo o no syendo juez, que
tal palabra me aya oydo nunca ny allí me la oyeron, porque ansy lo dizen muchos
testigos a los que yo sobre el caso tomé e tomó el juez, sy vien los examyno.
Ansy mesmo, sy al dicho Andrés de Vandelvira yo mandé traer a la ver-
güença con una mordaza, no lo puedo negar, porque el proceso se hizo sobre él, al
qual me remyto, lo qual hize, no sólo en servicio de V.A., por por honra del dicho
prior e convento, según paresce por my sentencia, a la qual me refiero, por la qual
se colige más su mala yntención que su buena justicia, pues que en este caso ellos

171
no son partes, pues no le va nada en ello y el dicho Andrés de Vandelvira, sy no lo
prosigue el prior, que se vee justamente condenado, el qual, aunque aya seydo citado,
según paresce por esta carta, no viene ny paresce, al qual yo le acuso la reveldía o no
con verdad se puede dezir que lo saqué de sagrado, porque no lo hera ny es ny tal me
constó a my ny me fue dicho, porque ello no hera en la yglesia ny en cimiterio, donde
yo prendí al dicho Vandelvira, antes, después a la tarde yo lo pregunté por más abun-
dancia a Pedro d’España, clérigo teniente del arcipreste en la dicha villa, el qual me
dixo que no lo hera y es de creer que, sy lo fuera, como tal arcipreste e juez de la causa
hiziera proceso en tal caso necesario, pero, como no hera sagrado, lo dexó, y aun me
dixo otro día seguiente, que hera día de Nuestra Señora, estar en su mysa, diziéndola
él ansy, que, demás de no ser partes, se colige su mala justicia e yntinción por que lo
hazen, que fue porque no les cay en ruego quando me rogavan por el dicho Vandel-
vira e porque en lo de adelante no hiziese justicia como devía, lo qual todo pasa y es
ansy como creo yo que constará por la ynformación enviada sobre el caso, la qual yo
apruevo en quanto por mi parte haze y no más ny allende, quedando my derecho a
salvo de tachar en dichos y en personas muchos testigos dellos, por lo qual todo devo
ser dado por libre y remunerado y al dicho parte contraria condenando en costas y
en los dapnos que a su cabsa y por su relación falsa se me recresciere. Lo qual todo
ansy lo pido y sobre todo cunplimiento de justicia y costas.
Otrosy, pido e suplico a V.A., pues está ynformado de la verd[ad] y le cons-
ta, me mande alçar la carcelería, pues, atenta su acusación, no la devo de tener, que
para más abundancia syn perjuizio de mi derecho, yo estó presto de dar todas las
fianças que V.A. fuere servido. Para lo qual y ansymysmo ynploro su real oficio e pido
cunplimiento de justicia.
El licenciado Ribera».

Después de lo qual, en la dicha villa de Madrid, a syete días del mes de mayo
del dicho año de myll e quinyentos e treynta años, el dicho Francisco de Vera, en
nonbre e como procurador que se mostró del dicho Andrés de Vandelvira, presentó
ante los del dicho mi Consejo una acusación, su thenor de la qual es este que se sygue:

«Muy poderoso señor


Francisco de Vera, en nonbre de Andrés de Vandelvira, oficial de cantería,
beso las reales manos de V.A., ante la qual me querello y acuso crimynalmente al
licenciado Tomás de Ribera, estante en esta Corte, y contado el caso de mi acusación
digo que, reynando V.A. en este presente año, por el mes de março próximo pasado,
estando el dicho licenciado Ribera en la villa de Uclés entendiendo en ciertos nego-
cios que le fueron cometidos por los del vuestro Consejo de las Hórdenes, syn ser el
dicho my parte culpado en nynguna cosa de las que le fue cometida, el dicho licen-
ciado Ribera, de hecho, lo prendió exsarrutamente, syn conoscimyento de cabsa, syn
hazer proceso contra él ny darle traslado de nynguna acusación ny syn lo rescibir a
prueva ny le oyr sus descargos, lo mandó traer a la vergüença con una mordaça a la
lengua, syn enbargo qu’el dicho mi parte apeló de todo lo que mandava, e el dicho
licenciado asentó su mandamiento, lo qual de derecho no pudo hazer e lo hizo como
persona privada, syn tener jurisdición para ello y, en caso que la tuviera, le hizo man-
yfiesta fuerça y agravio en le condenar y executar la dicha sentencia, por lo qual yn-

172
currió en muy grandes e graves penas cebiles y crimynales estabescidas por las leyes
y fueros destos vuestros Reynos, las quales pido e suplico sean executadas en su per-
sona y bienes e se declare la dicha sentencia ser nynguna e de nyngún balor y efetto,
no aver cometido el dicho my parte delito alguno por donde meresciese la pena que
de hecho se le dio e que se[a] restituydo en su primera fama e honra, e, sy nescesario
es, yo apelo de la dicha sentencia, salvo el derecho de la nulidad, y me presento ante
V.A. en grado de apelación, nulidad e agravio, pido según de suso, e para que conste
del delito que el dicho licenciado cometió en aver executado contra el dicho my parte
la dicha sentencia, pido e suplico mande al escrivano de la cabsa que trayga el dicho
proceso de la cabsa oreginalmente al vuestro Consejo. Para todo lo qual vuestro real
officio ynploro e pido cunplimiento de justicia e las costas e los daños e yntereses e
menoscabos que sobre esto se an recrescido e recrescieren al dicho my parte hasta
sentencia difinytiva y execución della e juro a Dios e a esta Cruz que esta acusación
e pidimyento no la pongo maliciosamente, salvo por alcançar justicia».

De lo qual fue mandado dar traslado al dicho licenciado Ribera e notificarle


que dentro de cierto térmyno respondiese y alegase de su justicia.
Y en honze días del dicho mes del dicho año, el dicho licenciado Ribera
presentó ante los del dicho my Consejo otra petición, respondiendo a la dicha acu-
sación, su tenor de la qual es este que se sygue:

«Muy poderosos señores


El licenciado Ribera, respondiendo a la quexa e pedimyento hecho por
Andrés de Vandelvira, su tenor repetido, digo que, no solamente V.A. me deve dar
por libre e quyto, aprovando el proceso contra él por él por my hecho, mas aun
gualardonármelo e premyármelo, como honbre que haze mui bien lo que devía,
poniendo exenplo e dando castigo a semejantes palabras, las quales e la pena e
todo lo demás que dize que yo hize yo, ansy mysmo, me refiero al proceso que
contra él hize, el qual ansy mysmo pido ser traydo ante V.A. oreginalmente o como
más fuese servidio, en el qual no hallará apelación nynguno por él ynterpuesta,
porque aun él se alló digno de muerte e que le hazía meced Dios en no mandársela
yo dar, el qual, si yo no castigara, herrara gravemente, porque, sy qualquyera del
pueblo deve de querer syenpre oyr bien e no mal de su rey, como lo dizen las leyes
segunda e diez e syete del título treze de la Segunda Partida, quanto más yo, siendo
su juez e mynystro de su ynstancia e su servidor antiguo en semejantes negocios
de judicaturas, lo deve e devía querer oyr e, oyendo el mal, castigarlo, mayormente,
siendo en su desacato y en perjuizio del prior e convento de Uclés, lebantándoles lo
que no hera verdad, lo qual paresce por el proceso por su confisión en él [fecha], lo
qual, sy no castigara, hera dino de castigo e pena por las dichas leyes, pues fueron
tan malas palabras que dixo, consyderando el tienpo e lugar e cabsa e personas de
quyen se dixo que fuese V.A. e a quien se dixieron, que a fue a my, siendo su juez,
teniendo la vara de justicia en la mano, e quyen la dixo, que es el dicho Andrés
de Vandelvira, heran dinas de mayor punyción e castigo, que yo la di, y el tienpo
e cabsa e lugar que las dixo consta del dicho proceso, por el qual fue convencido
ansy por muchos testigos como por su confesyón, según todo por el dicho proceso

173
consta, al qual me refiero, e por tanto, pido ser dado por libre e gualardonado e
remunerado e, sobr etodo, pido justicia e costas.
El licenciado Ribera».

Contra las quales dichas respuestas por parte de los dichos prior e convento
e del dicho Andrés de Vandelvira fue replicado e por anbas partes contendido hasta
tanto qu’el proceso del dicho pleyto fue concluso e por los del dicho my Consejo fue-
ron anbas las dichas partes e cada una dellas rescividas a prueva con cierto térmyno y
en cierta forma, y por las dichas partes fueron presentados ciertos testigos, escrituras
e probanças, de las quales fue fecha publicación e dado copia e traslado a las dichas
partes e a cada una dellas, por las quales fue dicho e alegado de su justicia hasta tanto
que el dicho proceso del dicho pleyto fue concluso e, por los del dicho my Consejo
visto, dieron e pronunciaron en él sentencia, su tenor de la qual es este que se sigue:

«En el pleyto e cabsa que ante nos penden entre partes, de la una, el prior,
fleyres e convento de la villa de Uclés y Andrés de Vandelvira cantero e, de la otra,
el licenciado Tomás de Ribera, juez pesquysidor en la dicha villa: Fallamos, atentos
los abtos e méritos deste proceso y cabsa, que devemos rebocar y rebocamos la sen-
tencia dada contra el dicho Andrés de Vandelvira por el dicho licenciado Tomás de
Ribera y la execución que por virtud de la dicha sentencia fue fecha en su persona y
lo damos todo por nynguno, absolvemos e damos por libre e quyto al dicho Andrés
de Vandelvira de la cabsa y cargo que por el dicho licenciado Tomás de Ribera le fue
fecho, contenydo en la dicha sentencia, restituymos al dicho Andrés de Vandelvira
en su honra e buena fama y en el estado en que estava antes e al tienpo de la dicha
sentencia se diese y executase.
Y por la culpa que del dicho proceso resulta contra el dicho licenciado, con-
denámosle en pena de destierro de la dicha villa de Uclés e del partido de la Mancha
e Ribera de Tajo por tienpo y espacio de un año primero seguiente. Mandamos que
guarde e cunpla el dicho destierro y no lo quebrante, so pena que por la primera vez
sea doblado y por la segunda perpetua. Y condenámosle más a que dentro de nueve
días primeros seguientes que esta nuestra sentencia le fuere leyda e notificada dé y
pague al dicho Andrés de Vandelvira seys ducados de oro, por razón de los daños y
menoscabos que a rescivido por razón de lo susodicho. E condenámosle en más al
dicho licenciado en todas las costas en la prosecución desta cabsa ante nos derecha-
mente hechas, la tasación de las quales en nos reservamos.
E por esta nuestra sentencia difinytiba juzgando ansy lo pronunciamos e
mandamos.
Licenciatus Perero de Neyra. Licenciatus Sarmyento»

La qual dicha sentencia fue pronunciada en la cibdad de Ávila, a doze días


del mes de jullio próximo pasado deste presente año de myll e quinyentos e treynta e
un años.
Y el dicho día fue notificada al dicho licenciado Ribera e al dicho Francisco
de Vera, procurador de los dichos prior e convento de Uclés e del dicho Andrés de
Vandelvira.
Después de lo qual, en la dicha cibdad de Ávila, en diez e ocho días del
dicho mes de jullio dl dicho año, el dicho Francisco de Vera, en nonbre de los dichos
prior e convento e del dicho Andrés de Vandelvira, presentó ante los del dicho my

174
Consejo una petición, en que en efeto dixo que, por quanto la dicha sentencia por
ellos dada e pronunciada hera pasada en cosa juzgada, me suplicava e pedía por
merced le mandase dar my carta executoria della e como la my merced fuese.
Lo qual, visto por los del dicho my Consejo, fue acordado que devía mandar
dar esta my carta para vosotros en la dicha razón e Yo tóvelo por vien, porque vos
mando que, como con ella fuéredes requerido, vos o qualquyer de vos, como dicho
es, veades la dicha sentencia dada e pronunciada por los del dicho my Consejo, que
de suso va yncorporada, e la guardedes e cunplades y executedes en todo e por todo,
según e como e por la forma y manera que en ella se contiene, ecepto por los seys
ducados e costas, en que por la dicha sentencia fue condenado el dicho licenciado
Ribera, por quanto por los del dicho my Consejo fue dado un su mandamyento para
executar por los dichos seys ducados e costas, pero en todo lo demás mando que
hagáys e cunpláys lo de sus contenydo, haziendo cerca dello todas las prendas e pre-
myas, execuciones, prisiones, venciones e remates de bienes e todas las otras cosas
que convengan e necesarias sean, en guisa que no falte ny mengüe ende cosa alguna.
E los unos ny los otros no fagades ny fagan ende al por alguna manera, so pena de la
my merced e de diez myll mrs. para la my cámara. Dada en la cibdad de Ávila, a .XV.
días del mes de setienbre de .MDXXXI. años.
El conde don García Manrique. Licenciatus Luxan. Licenciado Perero de
Neyra. Licenciatus Sarmiento. Secretario, Guerrero.

175
APÉNDICE IV

Libro bezerro en que están las heredades, zensos, juros y situados, con las
demás rentas que tiene y possee este Convento real de Santiago, fecho por mandado
del señor prior don Antonio Mexía en su segundo triennio. Año de 1615.
AHN, Códices, libro 171, fol. 142v-148r.

[142v]
Censos perpetuos que el dicho conbento tiene sobre casas en la villa de
Uclés en cada un año, con más la décima del valor en que se vendieren o enagenaren,
todas las veces que se bendieren.

Vario de la Calde[fuera]
Sobre unas casas en el Barrio de la Caldefuera, que posee Francisco Fernández
de Elena y Ana López, su muger, y Domicila y Luis Díaz, están a linde de casas de
Joán de Leyva y el muro de la villa y casas de Alonso Sabroso y la calle principal.
Tienen de censo perpetuo en cada un año quatrocientos y beynticinco mrs.

Frontero la Carnicería
Sobre otras casas que están frontero de la Carnicería, que las poseen herederos
de Joán Gómez y alindan con casas de Marcos de Prada y erederos de Joán Romero
y una calle que está entre las casas del dicho Joán Gómez y Joán Romero y con corral
de Bartolomé de Gualda y con calle real. Pagan ciento y treynta mrs. de censo per-
petuo al dicho conbento.

177
Calle Cantarilla
Otras casas que están en la calle que sube desde la Puerta la Cantarilla a la
plaça, que poseen herederos de Francisco Loçano clérigo y Ordóñez, [143r] yerno
de Ugena, que alindan con casas de Pedro de Resa y de Mari Díaz y con corrales de
Francisco López el viejo y con la calle real. Pagan de censo en cada un año seis reales.

Tenería
Sobre una tenería que era de Joán de Alcalá y de Pedro de Olmedo, su hierno,
que poseen Agustín Sánchez y Martín Loçano, que alinda con la cerca y muro de la
villa y Postigo por donde salen los çurradores al río y con corral de arinero. Pagan de
censo por año ochenta y cinco mrs.

Tenería
Sobre una tenería que alinda con la partida antes y con la callejuela que ban de
las tenerías hacia la puerta falsa del mesón arinero y con corrales de Diego Muñoz
de Arellano y con la muralla. Paga por año otros ochenta y cinco mrs. Poséela [en
blanco].

Tenería
Sobre otra tenería que posee Francisco Fernández, que solía ser de Alonso Ari-
nero, y está junto a las dichas tenerías de arriba, en los dos capítulos antes d’éste, tiene
de censo perpetuo en cada un año ciento y dos mrs.
[143v]

Hacia Puerta Cantarilla
Sobre otra casa que posee Francisco Fernández Jerónimo, que alinda con dos
callejuelas, en que hace esquina la dicha casa, que la una biene de la Puerta Cantari-
lla a salir a las tenerías y la otra sale de la dicha calle a la principal que dizen de San
Pedro, y alinda con casa y corral de Miguel Loçano. Tiene de censo ochenta y cinco
mrs. perpetuos en cada un año.

Aponte
Sobre un corral de las casas de don Diego de Aponte, sobre el qual está edi-
ficada la escalera de la dicha casa y una cavalleriça que alinda con casas de Beatriz
de Montoya y acia el río con el adarbe y por arriba las dichas casas y con la calle
principal que subre de la Puerta Nueba al barrio Sant Pedro. Paga en cada un años
setenta y cinco mrs.

A la Puerta Nueva
Sobre otras casas que posee Pedro Garcés, hierno de Francisco de Orea, linde
acia la Puerta Nueba, casas de Francisco de Arrieta y de Alonso García y por otro
lado la callejuela que ba al conbento y casas de Pedro de Huélamo. Tienen de censo
perpetuo en cada un año quatro reales.

178
A la Puerta Nueva
Sobre otras casas que poseen herederos de Bernardo López, que están en la
dicha calle que sube desde la Puerta Nueva acia el conben[144r]to, y alinda con casas
de herederos de Pedro Sánchez y de Francisco Pérez, y por detrás del corral la Torre
de los Cornudos. Pagan de censo en cada un año ciento y treynta mrs.

Otras
Sobre otras casas de los herederos de Ynés de Regules, qu’están yncorporadas
en las casas princi-pales que posee don Sebastián de Aguirre, y es un pedaço de casa
en que está edificado una cocina alto y bajo y un pedaço de portal con un pedaço de
corral que tenía delante, sigún está deslindado por los apeos, y alinda con casas que
eran de María de Marcilla, y está frontero de las casas que eran de Diego de Pareja.
Tienen ciento y dos mrs. de censo perpetuo.

Calle Escuderos
Sobre otras casas junto a las de suso, que son de la de Joán de Aguirre y de
Uricio Rodríguez, con la calle real que llaman de los Escuderos. Paga otros tres reales
de censo.

Hacia Sancta María
Sobre otra parte de casa junto con la de Antonio de Torres, que la derribó e
hiço en ella corral y cavalleriça, que alinda con casas de Joán Anríquez y por las
demás partes las cas del dicho Antonio de Torres, y está esta parte de casa en la calle-
juela que sube desde la calle de los Escuderos para yr a la de pla[144v]çuela vieja, por
detrás de la yglesia, y solía ser esta casa de Joán Mançano. Paga de censo dos reales
en cada un año.

En la plaça
Sobre otras casas que eran de Francisco de Almodóbar, que poseen Agustín
Gonçález la mitad y el licenciado Gill Martínez la otra mitad, que alindan con la
plaça desta villa y con la casa de Diego Belázquez y huerta de Francisco de Contreras
y con la calle los Escuderos que sube a la plaça. Tienen de censo cada un año quatro-
cientos y quarenta y dos mrs.

Junto a San Pedro
Sobre otras casas que eran tres casillas, que posee Diego Fernández Gerónimo,
que eran de Alonso Marcos, que alindan con casas de Alonso Marcos y de Miguel
Romero y de la de Gill Fernández biuda, y por delante la calle que ba de San Pedro a
la plaça, qu’es cerca de la dicha yglesia. Pagan en cada un año una gallina y un pollo.

En la calle de San Pedro
Sobre otras casas que posee Andrés de Pliego y sus hijos, que alindan con casas
de herederos de Juhán de Pliego y de Pedro Fernández de la Caldefuera y de Pedro
García Monpeán, qu’están en la dicha calle que sube de San Pedro a la plaça. Tienen
de censo perpetuo en cada un años ciento y sesenta mrs.

179
En la dicha calle
Sobre otras casas en la dicha calle que sube de Sant Pedro a la plaça, que posee
Pedro Fernández [145r] de la Caldefuera el moço, que alindan con casas de la parti-
da antes d’ésta y con casas de Chris-tóbal de Çafra y por detrás la placeta del Dotor
Contreras. Tiene de censo ciento y cinco mrs.

Placeta de Contreras
Sobre otras casas que eran de Pedro de Saceda sacristán, que están divididas y
las poseen una parte Francisco Loçano, hierno del dicho Saceda, y la otra parte doña
María de Pareja y por ella Mari Romera, su criada, que las bendieron Pedro y Geró-
nimo de Saceda, que alindan hacia la plaça con casas de doña María de Pareja y por
otra parte casas de Christóbal de Saceda y por otra casas de Catalina López y delante
dellas está una placeta que llaman de Menchior de Contreras. Pagan en cada un año
beynte y quatro mrs. de censo.

Calle del Padrón
Sobre otras casas que están a espaldas de las contenidas en el capítulo antes
d’éste, que posee Brígeda Martínez, muger de Joán de Saceda, y están a linde de casas
de Lucía Martínez, biuda de Bernabé de Saceda, y de corral de Menchior de Contre-
ras y la callejuela del Padrón. Tiene de censo en cada un año diez mrs.

Otras
Sobre otras casas que posee Catalina López, hija de Rodrigo López, que eran de
Joán de Biancos, que alindan por partes de arriba Francisco Loçano y por avajo casas
de Ana de Billaseñor y por las espaldas el dicho Francisco [145v] Loçano. Y tiene la
dicha casa diez mrs. de censo perpetuo en cada un año.

Cavo la dicha
Sobre otras casas que posee Ana de Villaseñor, que eran de la muger de Chris-
tóbal García, que alinda con casas de Catalina López y de Francisca Gonçález. Tiene
medio real de censo perpetuo.

Otra casa
Sobre otras casas que posee Elvira Martínez, digo Lucía Martínez, viuda de
Bernabé de Saceda, que eran de Joán Cabronero, que alindan con casas de Jusepe la
Cueba y de Francisco García y con casas de la dicha Lucía Martínez por las espaldas.
Tienes dos reales de censo.

En la plaça
Sobre otras casas que están en la esquina de la calle que baja de la plaça a San
Pedro y tienen puertas a la dicha calle y a la plaça y las poseen Joán de Viana y Tho-
más de Resa y el licenciado Joán López de la Torre y alindan con casas de Beatriz de
Montoya y pasa por delante de las puertas que salen a la plaça la calle que sube de la
Puerta el Agua al conbento y por el otro lado la dicha calle que baja de la plaça a Sant
Pedro. Tiene de censo ciento y beynte mrs.

180
Plaça de Uclés
Sobre otras casas en la dicha calle, al principio della, que la puerta sale a la
plaça, que está frontero de las contenidas en el capítulo antes d’éste, que las posee don
Diego de Aponte, que alindan con casas de Joán de Torres y del licenciado Contreras.
Tienen ciento y cincuenta mrs. de censo.
[146r]

En la Sillería
Sobre otras casas que posee el licenciado Joán Ramírez, digo Gaspar Rodríguez
clérigo, en la calle de la Sillería, que sube de la plaça al conbento, cerca de la plaça,
que alindan con casas de Joán Juárez y de Menchior de Montalvo y con corrales de
Joán de Ureña. Tiene dos reales de censo en cada un año perpetuos.

Sillería
Sobre otras casas más arriba en la mesma calle, que posee el licencido Rodrí-
guez clérigo, que alindan con casas de Ana Ramírez y por partes de arriba casas del
dicho licenciado Rodríguez, que eran de Joán Muñoz. Tienen de censo ciento y dos
mrs. en cada un año.

Sillería
Sobre otras casas que están juntas con las del capítulo antes d’éste, que eran de
Joán Muñoz, hijo de Gill Muñoz, que las compró el dicho licenciado Rodríguez de
Alonso de León, que alindan con casas de Diego de Arriba y de Ana Ramírez. Tienen
ciento mrs. de censo perpetuo y una gallina en cada un año.

Sillería
Sobre otras casas en la misma calle la Sillería, en la dicha hacera, que posee el
licenciado Rodríguez, que alindan con casas del dicho licenciado Rodríguez y de
don Joán de Trimiño y de Alejo Hurtado. Tiene beynticino mrs. de censo.

Sillería
Sobre otras casas enfrente de las del capítulo antes d’éste, que poseen el licen-
ciado Gonçález y Alonso Melero, como herederos de Diego de Arriba, y alindan con
[146v] casas del licenciado Rodríguez y de Ana Ramírez y de Joán de Prades. Paga
en cada un año dos gallinas y cincuenta mrs.

Sillería
Sobre un quarto de casa que posee don Joán de Trimiño, que era del licenciado
Peralejos que está a la larga de la calle de la Sillería, y alinda por arriba una torre del
dicho quarto, que es de la dicha casas, y de partes de abajo con casas del licenciado
Rodríguez y por parte de adentro alinda con las mismas casas principales. Tiene de
censo quarenta mrs. en cada un año.

Sillería
Sobre otras casas que posee Joán de Alarcón, que son al fin de la dicha calle,
que hacen esquina en ella, para subir al conbento y pasar a la plaça viene; tienen

181
estas casas un corral y un palomar y alindan con casas de Joán Sánchez pastor y por
las espaldas corral y palomar, que era de la Portilla y aora lo posee Luis de Arboleda.
Tiene diecisiete mrs. de censo perpetuo.

Calle a la plaça Vieja


Sobre otras casas más adelante que bive Joán Sánchez, que eran de Andrés de
Solana y de Mari Rosa, que alindan con las casas del dicho Joán de Alarcón y por
más abajo casas de Joán de Tordelaguna y por delante la calle que ba a la plaça Vieja
y por las espaldas corral y palomar que posee Luis de Arboleda y del dicho Joán de
Alarcón. Tiene de censo perpetuo medio real en cada un año.
[147r]

En la dicha calle
Sobre otras casas que posee el dicho Joán de Tordelaguna, que son las que
alindan en la partida antes d’ésta, y por avajo con casas de la de Martín de Belasco
viuda y por un lado casas de Alexo Fernández y por las espaldas el corral y palomar
de la Portilla, que aora posee Luis de Arboleda. Tiene doze mrs. de censo perpetuo.

La mesma calle
Sobre otras casas en la misma calle, que son frontero de las del capítulo antes
d’éste, que posee la viuda de Gaspar Sánchez, digo de Pasqual Sánchez, que hacen
esquina en la dicha calle y alindan con casas de Agustín Sánchez y de Pedro Polo.
Tienen seis reales de censo.

Plaça Vieja
Sobre otras casas más bajo de las dichas, que las posee el dicho Agustín Sán-
chez, que las obo de Acacio Carrillo, y alindan con las casas de Pascual Sánchez y de
herederos de Francisco López. Tienen tres reales y medio de censo perpetuo.

Plaça Vieja
Sobre otras casas que posee Luis de Arboleda y Amador de Saabedra, y un co-
rral que tienen los herederos de Diego Martínez Cereço, que lo posee Felipe Plupillo,
que sale a la callejuela que sube al conbento. Sobre estas casas, que son tres suertes,
y sus corrales ay de censo cincuenta y tres mrs., como más largo lo dicen los apeos.

Plaça Vieja
Sobre otras casas que están frontero de las del capítulo antes d’éste, que las
posee Joán Gómez [147v] de Andrés Gómez y alindan por un lado con la calle y
costanilla de Carpintero, qu’es la que baja del conbento a dar a la Baldresería, y por
delante la calle de la Plaça Bieja, que en ella y en la dicha callejuela hace esquina, y
por el otro lado alinda con casas de herederos de Damián Gonçález y de Pedro Mejía.
Tiene ocho reales de censo en cada un año perpetuos.

182
Plaça Vieja
Otras casas en la plaça Vieja, que posee el licenciado Joán de Resa arcipreste,
que alindan con casas del padre Joán de Murcia y del dicho licenciado Resa y por las
espaldas corrales. Tiene de censo en cada un año tres reales y medio.

Plaça Vieja
Sobre otras casas más delante, en la misma calle, qu’están en la costanilla pos-
trera, y las posehe Francisco Martínez, que hacen esquina en la calle y costanilla,
y alindan con casas de Pedro Gonçález y erederos de Jorge Cortés. Tiene de censo
ciento y sesenta mrs.

Plaça Vieja
Sobre otras casas en la misma calle, más delante, que las posee Gabriel López
de Cuéllar, que alindan con casas de Diego Gonçález y de Francisco Bázquez y por
las espaldas las casas de Salmerón. Tienen en cada un año doscientos y quarenta mrs.

Plaça Vieja
Sobre otras casas más delante en la misma calle, que eran de Alonso Briceño,
que las posee Joán Gonçales, y alindan por arriba con casas de Damián Gonçález,
que están yncorporadas y juntas con éstas y por las espaldas llegan a un corral, que
[148r] hera de Joán García Alcayde, y lo posee el dicho Joán Gonçález, y por avajo
casas de Francisco Bázquez, que eran de Joán de Cueba. Tienen dos reales de censo
en cada un año.

Corral
Sobre un corral que antes avía en él un palomar, que era del licenciado Pera-
lejos, que al presente lo posee Luis de Arboleda, y alinda acia la Puerta de los Viz-
caínos, con otro corral del mismo Arboleda que era de Láçaro Romero, y por abajo
corrales de la de Sola viuda, y por otro lado la calle que sube por la de la Sillería al
conbento. Tiene de censo ocho mrs. y medio, y otros tantos tiene el dicho Luis de
Arboleda, que, como dicho es, era de Láçaro Romero, que llega a la callejuela que
baja del conbento a dar a la Baldresería y con casas de la de Joán Serrano viuda.

El Carmen Viejo
Sobre otro pedaço de casa, que es un portal de las casas en que bive Alonso
Moreno, en la calle del Carmen Viejo, qu’es el portal de las casas del dicho Alonso
Moreno, que alinda por arriba con casa de Ana Megía, viuda de Ontanilla, y por
avajo casas del mismo Moreno y por las espaldas el muro de la villa. Tiene de censo
cincuenta mrs. en cada un año.

183
APÉNDICE V
Fachada NE del convento: Fachada NE del convento:
decoración de capiteles de pilastras (foto Ana Gálvez) decoración plateresca de arco (foto Ana Gálvez)

Fachada NE del convento:


decoración plateresca de arco (foto Ana Gálvez)

187
Fachada NE del convento:
decoración plateresca de muro (foto Ana Gálvez)

Fachada NE del convento: decoración plateresca Fachada NE del convento: decoración plateresca
de muro (foto Ana Gálvez) de ventana con armadura de caballero de la Orden
de Santiago (foto Ana Gálvez)

188
Fachada NE del convento:
decoración plateresca de arco (foto Ana Gálvez)

Puerta de entrada al con- Fachada NE del convento:


vento desde la villa y fachada NE del mismo decoración plateresca de ventana (foto Ana Gálvez)
(foto Pedro Porras).

189
Fachada NE del convento: decoración plateresca Fachada NE del convento:
de muro (foto Pedro Porras) decoración plateresca de ventana
(foto Pedro Porras)

Ayuntamiento de Uclés (foto Pedro Porras)

190
Contrafuerte del ábside, hor- Fachada principal de la
nacinacon imagen de monarca (foto Pedro Porras) iglesia del convento: cruz de Santiago con veneras
(foto Pedro Porras)

Fachada NE del convento: decoración plateresca de ventanas (foto Pedro Porras)

191
Fachada NE del convento: decoración plateresca de ventanas (foto Pedro Porras).

Puerta de la muralla (1759) (foto Pedro Porras)

192
Torre albarrana de la fortaleza y edificio auxiliar (foto Pedro Porras)

Vista de la fortaleza y murallas de la villa por el SO (foto Pedro Porras)

193
Vista aérea de Uclés desde el NE (foto Ayuntamiento de Uclés)

Vista aérea de Uclés desde el NE (foto Ayuntamiento de Uclés)

194
Vista aérea de Uclés desde el E (foto Ayuntamiento de Uclés)

Vista aérea de Uclés desde el SO (foto Ayuntamiento de Uclés)

195
Plano de la villa (autora Ana Gálvez)

196
Plano de la villa (autora Ana Gálvez)

197
INDICE
PRESENTACIÓN 11
INTRODUCCIÓN 15
1.EL EPISODIO DE LAS COMUNIDADES 19
2. LOS BANDOS DURANTE LAS POST-COMUNIDADES 25
3. LOS ENFRENTAMIENTOS ENTRE
DIEGO DE HERRIEGA Y ALONSO DE COMONTES 33
4. LA FALTA DE JUSTICIA EN UCLÉS
Y EL DESENCADENAMIENTO DE LOS ALBOROTOS 37
5. LOS HECHOS DEL JUEVES, 24 DE MARZO DE 1530 43
5.1 LAS PROBANZAS DEL PROCESO CONTRA RIBERA 50

5.1.1 PROBANZA DEL PRIOR DEL CONVENTO 50

5.1.1 PRIMERA PROBANZA DEL Ldo. RIBERA 57

5.1.3 PROBANZA DEL Ldo. GUDIEL DE CERVATOS 65

5.1.4 PROBANZA DEL PRIOR Y DE ANDRÉS DEL VANDELVIRA 68

5.1.5 SEGUNDA PROBANZA DEL Ldo. RIBERA 73

5.2 DESARROLLO DEL PROCESO 79

5.3. CONSECUENCIAS DEL PROCESO 86

6. LA CONTINUACIÓN DE LOS PROCESOS


DE ALONSO DE COMONTES Y SU MUERTE 91
7. ALGUNOS DATOS SOBRE LA ACTIVIDAD CONSTRUCTIVA
Y URBANÍSTICA EN EL UCLÉS DE AQUELLOS AÑOS 103

199
8. PUERTAS, CALLES Y PLAZAS DE UCLÉS EN 1615 109
NOTAS 117
APÉNDICE I 159
APÉNDICE II 163
APÉNDICE III 165
APÉNDICE IV 177
APÉNDICE V 185

200
Este libro se acabó de imprimir en los
Talleres de la Exma. Diputación de Cuenca
el día 15 de diciembre
en el año del quingentésimo décimo
segundo aniversario del nacimiento
de Andrés de Vandelvira

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