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LA BICICLETA

La bicicleta es un medio de trasporte que tiene muchas ventajas. La


pueden utilizar tanto los niños como los mayores porque es una
maquina ligera y fácil de manejar. Sirve para desplazarnos de un lugar a
otro y al mismo tiempo practicar deporte.
Además, andar en bicicleta es muy barato, porque no necesita gasolina,
ni cualquier otro tipo de combustible para funcionar.
EL DESAYUNO DE LAURA

A las ocho de la mañana Laura ya se ha tomado su café con tostadas.


Es hora de despertar a su hija o se hará tarde. Casi a oscuras, se
acerca a la pequeña cama de madera y busca su carita bajo las
sabanas para darle un beso de buenos días.
La hija de Laura sabe que el desayuno es la comida más importante del
día, y que necesita alimentarse para poder pensar con claridad.

LOS CINCO SENTIDOS DEL CUERPO HUMANO

Los seres humanos tenemos cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y
tacto. Tenemos el sentido de la vista gracias a los ojos, que nos
permiten ver todo lo que nos rodea y distinguir sus formas; a través del
oído nos llegan sonidos del exterior, como la música o el ruido de los
autos; el olfato está en nuestra nariz, podemos oler los ricos queques
recién horneados; en nuestra boca se encuentra el sentido del gusto
que nos permite distinguir los sabores; por último, el sentido del tacto
sirve para saber cómo son los objetos que tocamos y percibir algunas
de sus cualidades.

LA CARTA

La carta es un medio de comunicación, en el cual podemos enviar


distintos tipos de mensajes a personas que están cerca o incluso que
están en otros países. Las cartas son enviadas por el correo, en donde
dependiendo la dirección de destino, la van a entregar a los buzones.
Las cartas no necesariamente se pueden escribir a mano, también se
pueden escribir en un computador y enviarlo por email.
LA NAVIDAD EN NORUEGA

Por Navidad, todos los niños noruegos se acuerdan de un pequeño


gnomo llamado Nisse, que protege a todos los animales de la granja y
gasta bromas pesadas a los niños si éstos se olvidan de dejar un
cuenco de gachas para él. Una de las golosinas preferidas en
Navidad es el "sand kager", una especie de turrón que se hace
mezclando dos tazas de mantequilla, dos de azúcar, cuatro de harina y
una de almendras troceadas. Se prensa, se cuece hasta dorarlo y se
corta en taquitos. Por las tardes se practica la vieja tradición vikinga de
que los niños, disfrazados de manera extravagante, vayan de casa en
casa pidiendo aguinaldos.

PABLO PICASSO

Nació en Málaga, en 1881. Murió en Moulins, Francia, en 1973.


Hijo del también artista José Ruiz Blasco, en 1895 se trasladó con su
familia desde Málaga a Barcelona, donde el joven pintor se rodeó de un
grupo de artistas y literatos. Hacia finales de 1906, Pablo Picasso
empezó a trabajar en una composición de gran formato que iba a
cambiar el curso del arte del siglo XX: Las señoritas de
Avignon. Picasso fue pintor y escultor. Además, abordó otros géneros
como el dibujo, el grabado, la ilustración de libros, la escultura, la
cerámica y el diseño de escenografía y vestuario para montajes
teatrales. Está considerado mundialmente como uno de los mayores
artistas del siglo XX.

LA VENTANA Y EL ESPEJO
Un joven muy rico fue a ver a un rabino y le pidió un consejo que lo
guiara en la vida. El rabino lo condujo a la ventana:
- ¿Qué es lo que ves a través del cristal?
- Veo hombres pasando y un ciego pidiendo limosnas en la calle.
Entonces el rabino le mostró un gran espejo:
- Y ahora, ¿qué ves? - Me veo a mi mismo.
- ¡Y ya no ves a los otros! Fíjate que tanto la ventana como el espejo
están hechos de la misma materia prima: el vidrio. Pero en el espejo, al
tener éste una fina capa de plata cubriéndolo, sólo te ves a ti mismo.
Debes compararte a estos dos tipos de vidrio. Cuando pobre, prestabas
atención a los otros y tenías compasión por ellos. Cubierto de
plata, rico, sólo consigues admirar tu propio reflejo.
MADRE

Te digo, al llegar, madre, que tú eres como el mar; que aunque las olas
de tus años se cambien y te muden, siempre es igual tu sitio, al paso de
mi alma.

No es preciso medida ni cálculo para el conocimiento de ese cielo de tu


alma; el color, hora eterna, la luz de tu poniente, te señalan ¡oh madre!
entre las olas, conocida y eterna en su mudanza.

COMO TÚ

Así es mi vida, piedra, como tú. Como tú, piedra pequeña; como tú,
piedra ligera; como tú, canto que ruedas por las calzadas y por las
veredas; como tú, guijarro humilde de las carreteras; como tú, que en
días de tormenta te hundes en el cieno de la tierra y luego centelleas
bajo los cascos y bajo las ruedas; como tú, que no has servido para ser
ni piedra de una lonja, ni piedra de una audiencia, ni piedra de un
palacio, ni piedra de una iglesia… como tú, piedra aventurera… como
tú, que tal vez estás hecha sólo para una honda… piedra pequeña y
ligera…

ENERGÍA MECÁNICA

Es la energía que poseen los cuerpos por el hecho de estar en


movimiento o de encontrarse desplazados de su posición de equilibrio.
En el primer caso se trata de energía cinética, presente en cualquier
cuerpo en movimiento. En el segundo caso, de energía potencial, por
ejemplo la almacenada en el muelle de un reloj de cuerda o la que tiene
un cuerpo en razón de su altura.
EL GRAN PROBLEMA DEL PULPO
Había una vez un pulpo tímido y silencioso, que casi siempre andaba solitario porque aunque quería
tener muchos amigos, era un poco vergonzoso. Un día, el pulpo estaba tratando de atrapar una ostra
muy escurridiza, y cuando quiso darse cuenta, se había hecho un enorme lío con sus tentáculos, y no
podía moverse. Trató de librarse con todas sus fuerzas, pero fue imposible, así que tuvo que terminar
pidiendo ayuda a los peces que pasaban, a pesar de la enorme vergüenza que le daba que le vieran
hecho un nudo.
Muchos pasaron sin hacerle caso, excepto un pececillo muy gentil y simpático que se ofreció para
ayudarle a deshacer todo aquel lío de tentáculos y ventosas. El pulpo se sintió aliviadísimo cuando se
pudo soltar, pero era tan tímido que no se atrevió a quedarse hablando con el pececillo para ser su
amigo, así que simplemente le dio las gracias y se alejó de allí rápidamente; y luego se pasó toda la
noche pensando que había perdido una estupenda oportunidad de haberse hecho amigo de aquel
pececillo tan amable.
Un par de días después, estaba el pulpo descansando entre unas rocas, cuando notó que todos nadaban
apresurados. Miró un poco más lejos y vio un enorme pez que había acudido a comer a aquella zona. Y
ya iba corriendo a esconderse, cuando vio que el horrible pez ¡estaba persiguiendo precisamente al
pececillo que le había ayudado!. El pececillo necesitaba ayuda urgente, pero el pez grande era tan
peligroso que nadie se atrevía a acercarse. Entonces el pulpo, recordando lo que el pececillo había
hecho por él, sintió que tenía que ayudarle como fuera, y sin pensarlo ni un momento, se lanzó como un
rayo, se plantó delante del gigantesco pez, y antes de que éste pudiera salir de su asombro, soltó el
chorro de tinta más grande de su vida, agarró al pececillo, y corrió a esconderse entre las rocas. Todo
pasó tan rápido, que el pez grande no tuvo tiempo de reaccionar, pero enseguida se recuperó. Y ya se
disponía a buscar al pulpo y al pez para zampárselos, cuando notó un picor terrible en las agallas,
primero, luego en las aletas, y finalmente en el resto del cuerpo: y resultó que era un pez artista que
adoraba los colores, y la oscura tinta del pulpo ¡¡le dio una alergia terrible!!
Así que el pez gigante se largó de allí envuelto en picores, y en cuanto se fue, todos los peces acudieron
a felicitar al pulpo por ser tan valiente. Entonces el pececillo les contó que él había ayudado al pulpo
unos días antes, pero que nunca había conocido a nadie tan agradecido que llegara a hacer algo tan
peligroso. Al oír esto, los demás peces del lugar descubrieron lo genial que era aquel pulpito tímido, y no
había habitante de aquellas rocas que no quisiera ser amigo de un pulpo tan valiente y agradecido.
EDUARDO Y EL DRAGÓN
Eduardo era el caballero más joven del reino. Aún era un niño, pero era tan valiente e inteligente, que sin
haber llegado a luchar con ninguno, había derrotado a todos sus enemigos. Un día, mientras caminaba
por las montañas, encontró una pequeña cueva, y al adentrarse en ella descubrió que era gigantesca, y
que en su interior había un impresionante castillo, tan grande, que pensó que la montaña era de mentira,
y sólo se trataba de un escondite para el castillo. Al acercarse, Eduardo oyó algunas voces. Sin dudarlo,
saltó los muros del castillo y se acercó al lugar del que venían las voces. -¿hay alguien ahí?- preguntó.
¡Socorro! ¡Ayúdanos! -respondieron desde dentro -llevamos años encerrados aquí sirviendo al dragón
del castillo. ¿Dragón?, pensó Eduardo, justo antes de que una enorme llamarada estuviera a punto de
quemarle vivo. Entonces, Eduardo dio media vuelta muy tranquilamente, y dirigiéndose al terrible dragón
que tenía enfrente, dijo: Está bien, dragón. Te perdono por lo que acabas de hacer. Seguro que no sabías
que era yo. El dragón se quedó muy sorprendido con aquellas palabras. No esperaba que nadie se le
opusiera, y menos con tanto descaro. ¡Prepárate para luchar, enano!, ¡me da igual quien seas!(rugió el
dragón). Espera un momento. Está claro que no sabes quién soy yo. ¡Soy el guardián de la Gran Espada
de Cristal!.-siguió Eduardo, que antes de luchar era capaz de inventar cualquier cosa- Ya sabes que esta
espada ha acabado con decenas de ogros y dragones, y que si la desenvaino volará directamente a tu
cuello para darte muerte.
Al dragón no le sonaba tal espada, pero se asustó. No le gustaba nada aquello de que le pudieran cortar
el cuello. Eduardo siguió hablando.
De todos modos, quiero darte una oportunidad de luchar contra mí. Viajaremos al otro lado del mundo.
Allí hay una montaña nevada, y sobre su cima, una gran torre. En lo alto de la torre, hay una jaula de oro
donde un mago hizo esta espada, y allí la espada pierde todo su poder. Estaré allí, pero sólo esperaré
durante 5 días.
Y al decir eso, Eduardo levantó una nube de polvo y desapareció. El dragón pensó que había hecho
magia, pero sólo se había escondido entre unos matorrales. Y el dragón, deseando luchar con aquel
temible caballero, salió volando rápidamente hacia el otro lado del mundo, en un viaje que duraba más de
un mes. Cuando estuvo seguro de que el dragón estaba lejos, Eduardo salió de su escondite, entró al
castillo y liberó a todos los allí encerrados. Algunos llevaban desaparecidos muchísimos años, y al
regresar todos celebraron el gran ingenio de Eduardo.
¿Y el dragón? ¿Puedes creer que en el otro lado del mundo era verdad que había una montaña nevada,
con una gran torre en la cima, y en lo alto una jaula de oro? Pues sí, y el dragón se metió en la jaula y no
pudo salir, y allí sigue, esperando que alguien ingenioso vaya a rescatarle...
EL PIRATA BUENO
Manos Largas era un niño pirata, hijo, nieto y bisnieto de piratas. Él realmente nunca
había robado nada ni asaltado ningún barco, pero en su familia todos daban por seguro
que sería un pirata de primera. Sin embargo, a Manos Largas no le atraía para nada la
idea de dedicarse a robar a la gente. Lo sabía porque de pequeño uno de sus primos le
robó uno de sus juguetes favoritos y aquello le había caído muy mal.

Según fue creciendo, el bueno de Manos Largas empezó a angustiarse con la idea de
que en cualquier momento surgiera su verdadera personalidad de pirata, y no pudiera
evitar dedicarse al robo, al abordaje y los pillajes. Cada mañana, al despertar, se miraba
al espejo para ver si se había producido aquella horrible transformación que tanto
temía. Pero cada mañana tenía el mismo aspecto de buena persona del día anterior.
Con el tiempo, todos se dieron cuenta de que Manos Largas no era un pirata como los
demás, pero era tan larga la tradición familiar de estupendos piratas, que ninguno se
atrevía a decir que no era pirata. "Simplemente", decían, "es un pirata bueno", y lo
seguían diciendo a pesar de que Manos Largas hubiera estudiado medicina y dedicara
sus días a cuidar de los enfermos de la ciudad.

Sin embargo, Manos Largas seguía temiendo convertirse en pirata, y cada mañana
seguía mirándose al espejo. Hasta que un día, viéndose viejecito, y mirando a sus hijos
y sus nietos, ninguno de los cuales había llegado a ser pirata, se dio cuenta de que ni él
ni nadie tenía que ser pirata ni ninguna otra cosa de forma natural ni por obligación.
¡Cada uno podía hacer con su vida lo que quería! Y él, que había sido lo que había
elegido, se sentía profundamente satisfecho de no haber elegido la piratería.
EL ROBOT DESPROGRAMADO
Ricky vivía en una preciosa casa del futuro con todo lo que quería. Aunque no ayudaba mucho en casa,
se puso contentísimo cuando sus papás compraron un robot mayordomo último modelo. Desde ese
momento, iba a encargarse de hacerlo todo: cocinar, limpiar, planchar, y sobre todo, recoger la ropa y su
cuarto, que era lo que menos le gustaba a Ricky. Así que aquel primer día Ricky dejó su habitación hecha
un desastre, sólo para levantarse al día siguiente y comprobar que todo estaba perfectamente limpio.
De hecho, estaba "demasiado" limpio, porque no era capaz de encontrar su camiseta favorita, ni su mejor
juguete. Por mucho que los buscó, no volvieron a aparecer, y lo mismo fue ocurriendo con muchas otras
cosas que desaparecían. Así que empezó a sospechar de su brillante robot mayordomo. Preparó todo un
plan de espionaje, y siguió al robot por todas partes, hasta que le pilló con las manos en la masa,
cogiendo uno de sus juguetes del suelo y guardándoselo.
El niño fue corriendo a contar a sus padres que el robot estaba roto y mal programado, y les pidió que lo
cambiaran. Pero sus padres dijeron que de ninguna manera, que eso era imposible y que estaban
encantados con el mayordomo. que además cocinaba divinamente. Así que Ricky tuvo que empezar a
conseguir pruebas y tomar fotos a escondidas. Continuamente insistía a sus padres sobre el "chorizo"
que se escondía bajo aquel amable y simpático robot, por mucho que cocinara mejor que la abuela.
Un día, el robot oyó sus protestas, y se acercó a él para devolverle uno de sus juguetes y algo de ropa.
- Toma, niño. No sabía que esto te molestaba- dijo con su metálica voz.
- ¡Cómo no va a molestarme, chorizo!. ¡Llevas semanas robándome cosas! - respondió furioso el niño.
- Sólo creía que no te gustaban, y que por eso las tratabas tan mal y las tenías por el suelo. Yo estoy
programado para recoger todo lo que pueda servir, y por las noches lo envío a lugares donde a otra
gente pueda darles buen uso. Soy un robot de eficiencia máxima, ¿no lo sabías? - dijo con cierto aire
orgulloso.
Entonces Ricky comenzó a sentirse avergonzado. Llevaba toda la vida tratando las cosas como si no
sirvieran para nada, sin cuidado ninguno, cuando era verdad que mucha otra gente estaría encantada de
tratarlas con todo el cuidado del mundo. Y comprendió que su robot no estaba roto ni desprogramado,
sino que estaba ¡verdaderamente bien programado!
Desde entonces, decidió convertirse él mismo en un "niño de eficiencia máxima" y puso verdadero
cuidado en tratar bien sus cosas, tenerlas ordenadas y no tener más de las necesarias. Y a menudo
compraba cosas nuevas para acompañar a su buen amigo el robot a visitar y ayudar a aquellas otras
personas.
UNA PUERTA AL MUNDO
Alberto era un niño que se moría por los computadores y los juegos. Podía pasar horas y horas delante de la
pantalla y, a pesar de que sus padres no creían que fuera posible, él disfrutaba de verdad todo aquel tiempo
de juego. Casi no se movía de la silla, pero cuando se lo decían, cuando otros le animaban a dejar aquello y
conocer el mundo, él respondía: "ésta es mi puerta al mundo, aquí hay mucho más de lo que piensan". De
entre todos sus juegos, había uno que le gustaba especialmente. En él guiaba a un personaje recogiendo
tortuguitas por infinidad de niveles y pantallas. En aquel juego era todo un experto; posiblemente no hubiera
nadie en el mundo que hubiera conseguido tantas tortuguitas, pero él seguía queriendo más y más y más....
Un día, al llegar del colegio, todo fue diferente. Nada más entrar corrió como siempre hacia su cuarto, pero al
encender el computador, se oyeron unos ruidos extraños, como de cristales rotos, y de pronto se abrió la
pantalla del monitor, y de su interior empezaron a surgir decenas, cientos y miles de pequeñas tortuguitas que
llenaron por completo cada centímetro de la habitación. Alberto estaba inmóvil, sin llegar a creer que aquello
pudiera estar pasando, pero tras pellizcarse hasta hacerse daño, apagar y encender mil veces el ordenador, y
llamar a sus padres para comprobar si estaba soñando, resultó que tuvo que aceptar que ese día en su casa
algo raro estaba sucediendo. Sus padres se llevaron las manos a la cabeza al enterarse, pero viendo que las
tortuguitas no iban más allá de la habitación de Alberto, pensaron que sería cosa suya, y decidieron que fuera
él quien las cuidara y se hiciera cargo de ellas. Cuidar miles de tortuguitas de un día para otro, y sin haberlo
hecho nunca, no era tarea fácil. Durante los días siguientes Alberto se dedicó a aprender todo lo relativo a las
tortugas; estudió sus comidas y costumbres, y comenzó a ingeniárselas para darles de comer. También trató
de engañarlas para que dejaran su cuarto, pero no lo consiguió, y poco a poco fue acostumbrándose a vivir
entre tortugas, hasta el punto de disfrutar con sus juegos, enseñarles trucos y conocerlas por sus nombres, a
pesar de que conseguir tanta comida y limpiar todo el día apenas le dejaba tiempo libre para nada. Y todos,
tanto sus padres como sus amigos y profesores, disfrutaban escuchando las historias de Alberto y sus
muchos conocimientos sobre la naturaleza.
Hasta que llegó un día en que no se acordaba de su querido computador. Realmente disfrutaba más viviendo
junto a sus tortugas, aprendiendo y observando sus pequeñas historias, saliendo al campo a estudiarlas, y
sintiéndose feliz por formar parte de su mundo. Ese mismo día, tal y como habían venido, las tortuguitas
desaparecieron. Al saberlo, sus padres temieron que volviera a sus juegos, cuando era mucho más triste y
gruñón, pero no fue así. Alberto no soltó una lágrima, ni perdió un minuto buscando tortugas entre los cables
y chips del computador, sino que tomando la alcancía con sus ahorros, salió como un rayo a la tienda de
mascotas. Y de allí volvió con una tortuga, y algún que otro animal nuevo, a quien estaba dispuesto a
aprender a cuidar. Y aún hoy Alberto sigue aprendiendo y descubriendo cosas nuevas sobre la naturaleza y
los animales, incluso utilizando el computador, pero cada vez que alguien le pregunta, señala a sus animalitos
diciendo, "ellos sí que son mi puerta al mundo, y en ellos hay mucho más de lo que pueden imaginar".

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