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DQ

A Mis Ancestros, por haber formado parte de mi vida


durante toda mi vida, cohabitando a través de mi en un proceso cada vez más cercano a la Plenitud.

Gracias a Beatriz Perlinda Ramirez Gómez por su implicación:
Por las importantes aportaciones que desde su esmerada dedicación,
inspiración y entrega, forman parte también de este libro.








DESCODIFICACIÓN CUÁNTICA


Libro 2


El Duelo Cuántico


José Vaso























© 2019 José Vaso
Coordinación Editorial: José Vaso y Perlinda Gómez
Diseño de cubierta y maquetación: José Vaso
Revisión: Helga Caballero

Primera edición: Junio 2019
www.descodificacioncuantica.com






Nada muere, solo podemos nacer.

Nacemos cuando venimos y nacemos cuando morimos, porque nada se va.

Todo permanece porque “Todo ya Es”, ahora.
Lo creado, creado está, y a nosotros nos toca decidir qué hacer
con ello.

Si alguien piensa que la muerte representará algún tipo de solución, le durará
muy poco. Hasta que comprenda que nunca murió y que todo continúa
conforme está, ya que la muerte, por sí misma, no puede suponer ningún tipo
de "salto en la evolución”.


Todas las posibilidades están Aquí y Ahora:
«Jamás hubo ni habrá ningún otro momento
que no sea éste».


Notas
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN. Confrontando el árbol

La Pérdida y el Dolor
La Etapa del Luto
El Sentido del Duelo
Duelo Resentido: Duelo Bloqueado
La Integración del Duelo
La Cuarentena Cuántica
PRÁCTICA DE LOS DUELOS I
Duelos con los Ancestros
Aclaraciones Especiales
Arquetipo Paterno - Duelo con el padre.
Resentires con El Padre
Agradecimientos y Re-conocimientos con el Padre
Corte del Vínculo Emocional con El Padre
Abrazo y Despedida con El Padre
Arquetipo Materno - Duelo con la Madre
Resentires con La Madre
Agradecimientos y Re-conocimientos con La Madre
Corte del Vínculo Emocional con La Madre
Abrazo y Despedida con La Madre
Duelos con los abuelos
Duelos con los bisabuelos
Consideraciones Especiales
PRÁCTICA DE LOS DUELOS II
Duelos con los Abortos
Agradecimientos y Re-conocimientos con los abortos
Corte del vínculo emocional
Abrazo y despedida
Duelos con los hermanos
Duelos con los hijos
PRÁCTICA DE LOS DUELOS III
Duelos de Relación
El egregor de la relación.
Duelos Coyunturales
Visita del Yo Cuántico al Niño Herido
Consideraciones Adicionales sobre los Duelos
La Integración Consciente del Plan Familiar Inconsciente
Últimas consideraciones



—oOo—
INTRODUCCIÓN
Confrontando el árbol

Resulta habitual coexistir durante generaciones con situaciones de desconsuelo,
angustia y aflicción que perviven de forma activa a través del inconsciente
generacional, como si de alguna manera “algo indetectable” conviviese con
nosotros a modo de compañía fantasmagórica y, de muchas formas, dominase
nuestro ánimo y nuestra presencia vital.
Estos estados de «dolor», —vivir con dolor—, (angustia existencial, tristeza
insondable, inmovilidad o frustración), nos acompañan como un profundo
estigma que condiciona de forma inconsciente nuestra experiencia, sin ser
debidamente entendido ni atendido.
Nuestros sistemas educacionales y sociales, han estado y están dirigidos de
forma expresa a evitar un contacto cercano con esta realidad, catapultando
nuestro entendimiento hacia un mundo alternativo; creando vidas paralelas y
recreando enormes lagunas en nuestra percepción.
Hacer un Duelo Cuántico supone “finiquitar el lastre”; terminar el periodo de
luto y re-comenzar o continuar con nuestra vida de alguna forma “recuperada”;
Intervenidas las cargas del legado delegado, por primera vez asumido e
integrado desde una visión soberana y respetuosa; resolutiva y equilibrada.
Estos duelos están argumentados en la transferencia de información de nuestro
clan, teniendo muy en cuenta nuestro árbol generacional. Es necesario
comprender que un duelo solo
tiene sentido cuando se conocen las causas del dolor; los programas activos que
perduran como encargos o tendencias enquistadas; las energías encapsuladas de
antepasados que están o pueden estar en líneas de posesión; los familiares
dobles, las mochilas impuestas por la sombra de la maternidad…
¿Qué duelo vamos a realizar desconociendo las improntas activas que portamos
de nuestros ancestros?
¿Qué, o cuáles programas, estigmas, sistemas codificados y organizados de
información emocional, (equivalentes a implantes psíquicos, larvas energéticas,
parásitos energéticos o egregores), vamos a poder comprender y transformar,
partiendo de un total desconocimiento de las causas, las claves de nuestro
inconsciente y las razones que sustentan la existencia de estas improntas?
Como en todos los casos, la consciencia de quienes somos con respecto al clan,
argumenta tanto el sentido de nuestra situación como de nuestras posibles
soluciones.
Este libro de duelos está concebido para aquellos que, conociendo en
profundidad su programación transgeneracional, están dispuestos a trascenderla.
Por lo tanto resulta del todo imprescindible realizar con antelación un estudio del
árbol en detalle, teniendo en cuenta aspectos destacados en el libro anterior de la
DQ. “Introducción y Transgeneracional”.
Estos duelos se hacen bajo la estricta responsabilidad de cada cual y por decisión
propia, resultando cualquier manifestación colateral sintomatológica normal, por
un lado, e igualmente propia del
proceso en que cada cual, usando su albedrío, se compromete a resolver desde su
sagrada intención, «consciente», en este caso.
Adicionalmente y en casos de persistencia o resistencia extrema se recomienda
ayuda profesional y guía, especialmente implementada por personas capacitadas,
versadas en los procesos propios de esta metodología.
Habitualmente, los duelos propuestos ajenos a la DQ, se han centrado en
procesos donde se valora la posibilidad de hacer un ritual con este fin, y se
enfocan en alguna o algunas personas concretas del clan, limitándose a lo que se
considera su vinculación más relevante con lo unos o con los otros.
Los duelos propuestos en este libro, sin embargo, incluyen no solo a todos
nuestros ancestros comenzando por nuestros padres y llegando a la cuarta
generación, sino a los abortos, los hijos, las relaciones de pareja en curso o
vividas con antelación, y un recorrido completo de nuestra vida coyuntural,
desde los primeros recuerdos de nuestra infancia hasta el potencial de nuestro
momento presente, donde trataremos en el último apartado las desvalorizaciones
y “traumas” de forma muy especial, intercambiando aquellos potenciales que
todavía operan en nuestra vida como activos disparadores desde el inconsciente.
Es así como, incluyendo al clan al completo, podemos hablar de una revisión
profunda y de actualización de la información del clan en su conjunto, pues
habremos de tener en cuenta determinada información, que aún repartida en
“muchas porciones de la tarta familiar” nos afecta seguro en mayor o menor
medida englobando múltiples posibilidades.
Los duelos planteados a través de este libro suponen un «ejercicio nuevo»: Un
Gran Ritual para “ese y desde ese inconsciente”, que solo puede hacer lecturas
reales sobre aquello que es representado a través de nuestra sentida imaginación,
ya que es a través del trance y lo que conocemos por imaginación como se
habrán de realizar.
Si de veinte personas hacemos dos grupos de control de diez individuos cada
uno, y al grupo 1 lo sometemos a un programa de acondicionamiento físico, en
un gimnasio de pesas, con un monitor especializado; realizando distintos
ejercicios, con series y repeticiones estudiadas para generar tono muscular, y
mejoras en los niveles generales de sangre y regeneración celular y articular...
Y al grupo 2, lo sentamos en una silla o camilla, realizando los mismos ejercicios
a través de su imaginación, guiados por un inductor de trance y empleando el
mismo tiempo que el grupo anterior; recreando idéntica actividad con la
salvedad de que, en esta situación, operaremos sin mover un solo músculo; (tan
solo empleando la visión interior y la recreación simbólica imaginaria de los
mismos ejercicios), con las mismas series y repeticiones estudiadas para generar
tono muscular, y mejoras en los niveles generales de sangre, regeneración celular
y articular…
Una vez finalizado el experimento, no solo serán similares los avances físicos en
ambos grupos, sino que aquellos que hicieron su acondicionamiento sin mover
un solo músculo, aún superaron en resultados a los del grupo 1 de control, que
hicieron todos los ejercicios sudando en el gimnasio.
Este relato corresponde a un experimento real, como tantos otros realizados en el
campo de la neurociencia, que demuestran la clara particularidad de nuestro
cerebro consistente en funcionar por igual, produciendo de forma indistinta los
mismos neurotransmisores, péptidos, cadenas de aminoácidos, neurohormonas y
neuropéptidos, y resto de reacciones eléctricas y sustancias químicas que
afectarán, de forma indistinta al cuerpo físico y al emocional, cuando hacemos
algo o cuando imaginamos que lo hacemos con la suficiente concentración:
«Más aún, cuando de evocar emociones se trata».
Joe Dispenza, bioquímico y doctor en medicina, John Hagelin, profesor de física
y director del instituto para la ciencia de la Universidad Maharishi; Candance
Pert, profesora en la universidad de medicina de Georgetown, el Instituto
Tecnológico de Massachussets, o incluso el científico japonés Massaru Emoto,
son solo algunas referencias sobre las enormes argumentaciones de este hecho.
Sin embargo, hasta ahora, no existe ningún tipo de registro ni constancia
científica que haya conseguido representar, medir o analizar en laboratorio al
«pensamiento».
Mucho menos representar, medir o analizar a la Conciencia.
A través de instrumentos tecnológicos de medición, conocemos la repercusión
gráfica experimental de los pensamientos o las emociones, pero jamás se ha
podido medir, ni registrar, nada que tenga que ver con el fundamento esencial
que rige nuestra realidad en lo conocido como “mundo físico”.
«No se puede detectar, ya que no está en ninguna parte
y está en todas partes a la vez».

La dualidad onda-partícula, continúa siendo el enclave fundamental, que hace
que todo cuanto percibamos o manifestemos genere lo que llamamos “la
creación de la realidad”, que estamos dando por válida a cada instante.
Vivimos, creemos que vivimos.
Soñamos, creemos que vivimos.
Pensamos, creemos que vivimos.
Sentimos, creemos que vivimos.
Nos emocionamos, «Vivimos».

Todo cuanto se despliega desde el umbral emocional, en los duelos que vamos a
realizar, puede ser tan real como la máxima sensación de estar vivos en cualquier
momento de nuestra existencia.
La efectividad de estos duelos, radica en esa incapacidad de diferenciar por parte
de nuestro inconsciente entre realidad y ficción; razón por la cual los resultados
equivalen a tener una experiencia, tan constatable, como si lo que vamos a
realizar lo estuviésemos viviendo.
El inconsciente que da valor al resto de los acontecimientos de nuestra vida, —
ese compendio estructural de pensamientos, sentimientos y emociones— es re-
programable y maleable hasta extremos no racionalizados hasta el momento.
Si el pasado no existe como tal, es porque está vivo en este instante atemporal,
perfectamente activo y dirigiendo nuestra vida desde esa «zona oculta del
inconsciente» (la sombra), donde se encuentran grabados y acumulados los
programas negados con antelación.
Todo lo que llamamos futuro, por ende, depende de esta información, porque
volveremos a tener de nuevo “presente”, cada vez, y ese presente se genera una y
otra vez desde esa impronta activa que llamamos “pasado”.
¿En qué momento del tiempo nos encontramos ahora?
En el presente.

Hagamos una pequeña prueba:
Vamos a hacer un viaje a un futuro cercano, a ver qué nos encontramos allí...
Contemos hasta 5:
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco...



—Ya estamos en el futuro—


¿Qué tenemos en este futuro?


—Presente—
Viajemos hacia el futuro y contemos ahora cinco años...

¿Qué tenemos en ese futuro dentro de cinco años?

—¡Presente otra vez!—



Ahora. Ahora...

Todo el tiempo es Ahora.


«Lo único que podemos hacer, estemos donde estemos,
es cambiar el potencial atemporal “Aquí y Ahora”».




—oOo—



La Pérdida y el Dolor

Todas las pérdidas que generaron con antelación algún tipo de enclave
relacionado con la pena o el dolor, continúan activas generación tras generación.
El dolor inconsciente que arrastró un difunto durante su vida, quedará como una
impronta y lastre a equilibrar durante generaciones.
El solo hecho de percibir un fallecimiento con un sentido de liberación; “¡por fin
murió el maltratador!” o el “depredador energético”, (por fin murió mi marido,
mi mujer, mi madre o mi padre) en cualquiera de los casos, representa un duelo
sin integrar. Todo el “dolor” anterior acumulado será encubierto tras una capa
de “liberación momentánea”, (en el mejor de los casos), trascendiendo el resto
de sensaciones resentidas a las siguientes generaciones.
Las pérdidas repentinas que dejaron un imprevisto vacío en la vida de hombres o
mujeres con respecto al clan; esposos o esposas, hijos o hermanos que "se fueron
sin avisar”, suelen dejar improntas que perduran más allá de la vida de los
afectados.
Muertes en guerras, desapariciones de cuerpos que no se pueden enterrar,
accidentes, suicidios, enfermedades fulminantes, muertes de la madre en el
parto...
Los apegos exacerbados se transformarán en duelos sin resolver, (dolores
contenidos) en casos donde el fallecido represente un baluarte emocional para
los demás.
Cuando hablamos de dolor relacionado con la pérdida, tendremos que incluir
situaciones coyunturales de todos los tipos; divorcios, separaciones, abandonos,
orfandad, pérdidas de prestigio social o poderío económico; de referentes,
afecto, consideración, reconocimiento o valoración...
Los amores prohibidos.
Los sueños sin cumplir.
La mala conciencia.
Las deudas físicas o emocionales. (Económicas o morales).



Las carencias existenciales de cualquier índole en general, comprenden un
compendio amplio y complejo donde el dolor, fue encubierto con capas de
victimismo o huida; de resistencia o disimulo; de sustituciones ilusorias o
máscaras de impasibilidad:
De rigidez, maltrato o borrachera.
Todo ello edulcorado con personajes alternativos artificiales, gestados desde una
necesidad de "supervivencia y superación”.
Lo último que nos permitimos conscientemente durante el transcurso de nuestra
vida es manifestar “la maldad”, porque siempre contiene aquello que
identificamos con «el desgarro, la pena o el sufrimiento», que no son sino
«miedo, rabia, ira, odio o asco reprimido», en todos los casos.
Esa mezcla insondable conforma una o muchas entidades o "fuerzas vivas”, que
serán las que dominen el espectro de información que acompañará al clan y a sus
componentes individuales durante su transcurso existencial.
Generando el síndrome de posesión o “yaciente”, y dirigiendo vidas al completo
en todos los aspectos existenciales, coyunturales, de vocación, de relación; con
nuestros hijos, con nuestra proyección vital, nuestra personalidad y nuestro
carácter.
Siendo nuestra personalidad y el carácter, reducto y expresión inequívoca de un
conjunto de programas transgeneracionales, que conformarán lo que hemos dado
en llamar, personaje o persona.
Muchas de las situaciones regidas por programas de carencia existencial,
provienen de situaciones donde la ruina familiar o grandes conflictos
relacionados con la bonanza económica, grabaron improntas de supervivencia
para las siguientes generaciones.



¡Qué ajenos hemos estado de las cosas más obvias por evidentes!... A
la vez que veladas tras un manto casi mágico. Un sortilegio
confeccionado de palabras encriptadas, costumbres aprendidas y
programas en todo su esplendor.

Frivolizamos con el recuerdo sin prestar atención a su verdadera
cualidad: El acto de Re-cordar, (cuyo concepto real proviene de
“recuperar la cuerda o la cordura”, conteniendo en sí mismo todas las
posibilidades de reencuentro y sanación), se limitó a la evocación
efímera o anecdótica de nuestros supuestos “momentos pasados”,
nublando su enorme potencial y su literal significado.
Si recuerdas de verdad sanas, porque recuperas la cuerda que te une
contigo mismo más allá de las apariencias.

«Re-cordar = Recuperar la Cordura».

No es que estemos enfermos, es que estamos locos, pues solo un Ser
Universal que ha perdido su cuerda, (su cordura), su verdadero juicio,
(su conexión con la divinidad), o su solvencia existencial (su identidad
atemporal), —puede llegar a enfermar—.

Por eso en el recuerdo profundo y no en el olvido se encuentra la Gran
Clave que nos llevará al «Centro mismo de Nosotros Mismos».

Quizá la muerte sea la respuesta ideada por nuestra tendencia a
olvidarnos de todo...

Por eso existe el árbol transgeneracional, para «re-cordarnos que
nada se olvida»; que todo habrá de repetirse aunque nos pese.

Aunque sigamos empeñados en olvidar.

 Somos los hijos del olvido generacional, que se repite una y
otra vez hasta la locura.

Re-cordar, es la clave.


—oOo—
La Etapa del Luto

La Etapa del luto es un periodo necesario para asimilar y trascender la muerte de
un familiar o allegado. El luto y el dolor, deberían ir relacionados dentro del
mismo paquete de forma que, pasado el periodo de luto, el dolor se habría de
suponer trascendido.
Nada más lejos de la realidad en un enorme grueso de los casos, teniendo en
cuenta que, en nuestra sociedad, la muerte suele ir acompañada de un aura de
victimismo cultural, armada tras una indeterminada cuantía de generaciones de
incomprensión.
Las muertes han sido vividas como una liberación o un drama a modo cultural,
de modo que los lutos y los dolores ya inconscientes continúan de por vida,
marcando improntas que harán que, en la segunda y tercera generación, (y a
partir del fallecimiento de determinado familiar), los nietos o los bisnietos
continúen vistiendo de negro, hablando bajito o gritando lo contenido de las
formas más insospechadas.
El negro como color predominante en el ropero de cualquiera es mucho más
que un símbolo, pues engloba cada pequeño detalle de ese “dolor” que se
traspasa a través de la sombra, generación tras generación.

 «“Duelo”, significa directamente “dolor”, sin que el término
contenga ningún otro tipo de acepción o significado».

Lo que vemos o lo que sentimos con respecto al suceso al que llamamos muerte,
sin embargo, solo depende de nuestra percepción con respecto a este hecho.
Básicamente, nuestra percepción inconsciente sobre la idea de la vida siempre es
eterna, por eso nos cuesta tanto asimilar la idea de la muerte y la idea de la
desaparición con lo vivido, lo sentido, lo querido o lo logrado.
Lo que dejamos como lastre sin resolver, es al tiempo nuestro propio rechazo
adicionado con los anteriores rechazos que quedaron sin resolver, tanto por los
que se van por los que se quedan; representando un conjunto unitario difícil de
disociar.
«La asimilación de la idea de la muerte comienza
en la propia vida de cada cual».

Las famosas 5 etapas del duelo conceptuadas por la psiquiatra Elisabeth
Kübler-Ross, están dirigidas expresamente a aquellas personas que se encuentran
en estado terminal; «aquellas personas que saben, creen o le han dicho que se
van a morir», pronto.
Curiosa y paralelamente, vamos lidiando con estas 5 etapas de forma constante
durante el transcurso de nuestra vida, (más o menos consciente e inconsciente)
ya que, contando con la relatividad del tiempo, todos estaríamos en “fase
terminal”, porque sabemos, creemos o nos han dicho que «algún día vamos a
morir».
Veamos a continuación las cinco etapas propuestas por Kübler-Ross,
(especializada en pacientes en fase terminal), y hagamos un pequeño ejercicio de
adaptación a la «vida normal de cualquiera de nosotros», desde que tuvimos en
nuestra infancia el primer encuentro con la noción de la muerte, trasladando las
fases típicas de una persona en proceso activo de muerte, al devenir expandido
que supone nuestro recorrido vital al completo.
Negación

«Me siento bien, esto no me puede estar pasando; no a mí».


La negación es solamente una defensa temporal para el individuo. Este
sentimiento es generalmente reemplazado con una sensibilidad aumentada de las
situaciones e individuos que son dejados atrás después de la muerte.
Ira.

«¿Por qué a mí? ¡No es justo!», «¿cómo me puede estar pasando esto a
mí?».
Una vez en la segunda etapa, el individuo reconoce que la negación no puede
continuar. Esta persona es difícil de ser cuidada debido a sus sentimientos de ira
y envidia. Cualquier individuo que simboliza vida o energía es susceptible de ser
blanco con proyecciones de resentimiento y envidia.
Negociación
«Dios, déjame vivir al menos para ver a mis hijos graduarse», «haré
cualquier cosa por un par de años más».
La tercera etapa involucra la esperanza de que el individuo puede de alguna
manera posponer o retrasar la muerte. Usualmente, la negociación por una vida
extendida es realizada con un poder superior a cambio de una forma de vida
reformada. Psicológicamente, la persona está diciendo: «Entiendo que voy a
morir, pero si solamente pudiera tener más tiempo»...
Depresión

«Estoy tan triste, ¿por qué hacer algo?»; «Voy a morir, ¿qué sentido
tiene?»; «Extraño a mis seres queridos, ¿por qué seguir?».

Durante la cuarta etapa, la persona que está muriendo empieza a entender la


seguridad de la muerte. Debido a esto, el individuo puede volverse silencioso,
rechazar visitas y pasar mucho tiempo llorando y lamentándose. Este proceso
permite a la persona moribunda desconectarse de todo sentimiento de amor y
cariño. (No es recomendable intentar alegrar a una persona que está en esta
etapa).
Es un momento importante que debe ser procesado.
Aceptación

«Esto tiene que pasar, no hay solución, no puedo luchar contra la realidad,
debería prepararme para esto».

La etapa final llega con la paz y la comprensión de que la muerte está


acercándose. Generalmente, la persona en esta etapa busca la soledad.
Además, los sentimientos y el dolor físico pueden desaparecer. Esta etapa
también ha sido descrita como “el fin de la lucha contra la muerte”.1

«Además, los sentimientos y el dolor físico pueden desaparecer. Esta etapa


también ha sido descrita como el fin de la lucha contra la muerte».
Por aproximación conceptual, casi podríamos asegurar que, si solucionamos el
conflicto de la muerte en vida, el dolor emocional durante el transcurso de
nuestra vida y por lo tanto el dolor físico dejarían de tener sentido.
Se dice, que en esta última fase se manifiesta el momento donde hacemos las
paces con la pérdida (tanto propia como ajena), permitiéndonos una oportunidad
de vivir a pesar de la ausencia del ser querido o, en cualquier caso, la amenaza
de esa “ausencia de nosotros mismos” que conlleva la idea de nuestra propia
desaparición.
Es decir, «podremos entonces permitirnos una oportunidad para vivir, a pesar
de la ausencia programada que percibe nuestro personaje de que algún día se
va a morir».
Nosotros, desde nuestra posición, podemos hacer mucho a nivel cognitivo,
aclarando que “cognitivo”, proviene del latín cognoscere, ‘conocer’, y se define
a su vez como la facultad de un ser vivo para procesar información a partir de
la percepción, el conocimiento adquirido (experiencia y características
subjetivas que permiten valorar la información). Por lo tanto, nuestros avances
en relación con el “suceso de la muerte”, serán de especial relevancia a la hora
de adentrarnos en ese inconsciente, donde los residuos de información derivados
de esa “ausencia de comprensión”, determinan muchas de nuestras sensaciones y
pulsiones, incluyendo la mayor parte de las decisiones que tomamos durante
nuestra vida.
«La etapa del luto equivale a aquel proceso temporal
cuyo único fin consiste en que el dolor sea trascendido».

—oOo—
El Sentido del Duelo

Estos duelos representan un homenaje y una ofrenda a la vez que un regalo,
porque nadie antes que nosotros en miles de años culminó semejante tarea.
Salvo en culturas en las que los duelos fueron entendidos desde una visión
transformadora y equilibrada, (donde estos eventos se procesaron como una
“fiesta o celebración”), trascendiendo con ese acto ritual la vida de aquellos que
a su vez abandonaban su cuerpo físico.
En nuestra cultura, prácticamente solo tenemos registros en los que la muerte ha
significado dolor, sufrimiento y pérdida...
«Cuando no desolación, horror y tenebrismo».
Incluso en los casos donde se asimilaron las pérdidas de la forma más
equilibrada, el panorama social ha impregnado al campo mórfico del colectivo,
generando una espesa energía donde la tristeza como trasfondo lo inunda todo.
«Es la percepción de la pérdida lo que genera esa visión ególatra, pues siempre
sufre uno por sí mismo, teniendo pena de sí mismo y se lacera a sí mismo en
nombre de los demás, cada vez que aparece ese compuesto de “sufro porque he
perdido algo».
Hay más: La muerte prematura de un ancestro genera sobre todo, «rabia».
Es la máscara del ego que se resiente con percepciones propias del victimario:
“Te has ido a pesar de lo mucho que te necesito”.
“¿Cómo has podido hacerme esto a mí?”
“Me has abandonado a mi o has abandonado a tu familia”...

El inconsciente, (que todo lo sabe), entiende muchas veces como un acto de
cobardía ese abandono que causa el difunto con respecto a sus hijos, la esposa o
el esposo; el hermano querido que fallece o cualquiera de los hijos que se va sin
avisar.
«Ese “tirar la toalla antes de tiempo”, es interpretado y almacenado en el
Inconsciente con muchos rencores encubiertos».
La rabia, al ser tapada y firmemente disimulada, se transforma automáticamente
en sentimientos de pena y de insondable tristeza;
En “dolores”…
«En Duelo».

El sentido más profundo del duelo a la vez que el menos practicado, entraña la
comprensión profunda de nuestro paso por el mundo, conscientes de nuestra
atemporalidad y nuestra condición esencial de Ser-Eternos, muy por encima de
los personajes que vienen y van, en esta rueda generacional donde, lo único real,
es La Conciencia.
Siempre hemos sido conscientes “de Ser”, porque esa Conciencia es lo único que
verdaderamente hemos sido, y por lo tanto seremos y tendremos, «Siempre».
Esa Conciencia es todo cuanto se conserva, generación tras generación, y siendo
todo cuanto existe lo es todo; capaz a su vez de transformarse en el constante
ciclo “sin-fin”, al que llamamos «Vida».







Como no se puede asumir aquello que no existe,
la muerte no puede ser asumible por el Ser Humano.


«Solo podemos asumir La Eternidad»



Todos sabemos que de aquí nada nos llevamos.

Ni un lápiz, trazo o esfuerzo procedente de la consecución de nuestros
atareados planes.

Ni una sola de las baldosas de las propiedades que creamos haber
conseguido o lleguemos a conseguir.

Ni un solo momento de placer, ni de gozo, ni de extremo sufrimiento...

La novedad sobre lo entendido hasta el momento, consiste en que
tampoco nos llevamos ningún logro vinculado con nuestra capacidad
de amar, o de comprender al otro, o de conexión con el todo...

La portentosa noticia es que todo eso, ¡También se queda Aquí y


Ahora!

¡Todos lo tenemos todo, todo el tiempo aquí y ahora!

En realidad, no nos llevamos nada a ninguna parte porque no existe
ninguna otra parte que no esté justo delante de nuestras narices.

Todo se queda aquí, como reducto del lugar tangible donde la vida se
manifiesta en todo su esplendor.

Porque todo es Aquí y Ahora y solo está Aquí y Ahora.

Los paraísos, los mundos de paz y amor, los peores infiernos y las
densidades superiores, o están Aquí y Ahora, o solo están en la mente
programada de aquel depredador, milenario y esquivo, que consiguió,
bajo nuestra consentidora y engañosa colaboración, separarnos de la
realidad y hacernos creer, “de toda la vida”, en paraísos que
“habitaremos”, tras nuestra vida o nuestra muerte; dependiendo de
cómo nos hemos portado en función de la ilusión del arconte que
determina lo que es bueno y lo que es malo: Mezclando los extremos
de la dualidad en un barro opaco difícil de desentramar.

Cuando consigamos comprender el verdadero sentido de A-
temporalidad y de Eter-nidad que todos representamos, daremos un
paso fundamental en nuestro acercamiento hacia el mundo real,
manifestado también a través de este mundo “todavía irreal”, e
involucrándonos en nuestro compromiso con el mismo.

«Tan Eterno y Atemporal como nosotros mismos».


Notas




Nuestra programada percepción desde la separación, tanto de nosotros con
respecto a la realidad que vemos, como de nosotros con respecto a las líneas
generacionales que nos preceden, han ocasionado “sombra adicional”, cada vez
que alguien piensa “la vida de mis abuelos fue de mis abuelos y nada tiene que
ver conmigo”; o cada vez que pensamos en términos de “estar aquí de paso”, o
“la vida son cuatro días”, que equivale a pensar que nuestra vida es algo aislado
y que, cuando “morimos”, todo se acaba.
Esto en absoluto es así: La vida continúa más allá de lo que consideramos
nuestra experiencia aislada y, todo lo que dejemos como lastre en vida, quedará
pendiente y amplificado para las siguientes generaciones, donde nosotros, como
Conciencia, nos volveremos a re-encontrar en forma de “otro personaje
separado”, hombre o mujer, que seguirá con la saga de “incoesencias” —fruto
de la separación—, y de la ausencia general de perspectiva y por lo tanto de
conexión con la vida real, y separados, nuevamente separados de nuestra vida
inter-dimensional, que no es otra cosa que nuestra proyección en el espacio-
tiempo en distintas posibilidades existenciales, ("paralelas"), alternativas todas,
donde lo único que prevalece es La Conciencia, o lo que todavía nos cuesta
comprender cuando nombramos la palabra “Vida”.
En vista de cómo ha estado funcionando la experiencia a través de los
reincidentes personajes que “repiten curso una y otra vez”, podemos asegurar
que solo hay continuidad, y que de “estar aquí de paso”, (como hemos creído
hasta ahora porque nos lo han repetido hasta la saciedad), «nada más alejado de
la realidad».
Es la continuidad de potenciales a través de los personajes desplegados que
llamamos “ancestros”, lo que da pleno sentido a todas esas “desavenencias
adquiridas”, que hasta ahora se han achacado a la casualidad o al destino.
Esta es la razón por la que nadie ha hecho realmente nada por el mundo, pues
para generar un cambio real, ha de ser implementado contando con nuestras tres
generaciones anteriores, o en aquellos enclaves, (generalmente del todo
inconscientes), que conforman el verdadero potencial a transmutar.
Esta es la razón, también, por la que el mundo contiene esa sombra tan profunda
como arraigada, quedando a libre disposición el resto de información ya desde
su “propio dominio”, autóctono y singular; territorio particular de ese “pozo
oscuro” donde todo son pesares, miedos; dramas...
Y emociones escondidas de puro estupor a ser reconocidas.
Estamos hablando de aquellos famosos “bajos astrales” que a su vez se
alimentan de nuestra energía, cada vez que vibramos en esas “bandas de
frecuencias” que responden a nuestros “invisibles huéspedes”.
Mucho se ha especulado sobre energías presenciales, o sobre larvas psíquicas, o
sobre “parásitos energéticos” que habitan en nuestro entorno como si de algo
ajeno a nosotros se tratase.
Hay que insistir, para “conocer aquello de lo que estamos hablando en realidad”,
en la primera Ley Universal de Expresión o Manifestación, (ratificada por el
que suscribe), así como en el resto de las Leyes que nos hablan de la no-
separación y nuestra Fusión con el Todo. O de esa «dualidad onda-partícula»
que hace que se genere, a través de la ilusión de nuestra percepción, una
separación virtual entre lo físico y lo intangible, cuando ha quedado más que
demostrado que, onda y partícula, responden al unísono en los experimentos
como si fuesen «la misma cosa».
Como nos hemos acostumbrado a percibirnos separados,
—creando dos bloques bien diferenciados—, entre los cinco limitados sentidos
tradicionales que todos conocemos, y el resto de las "sutiles energías
emocionales” —y siempre emocionales— que nos conforman, (dentro y fuera),
solemos achacar ajeno o separado a lo que siempre vuelve a ser nuestro,
proyectándolo al “exterior” como si de algo completamente independiente de
nosotros se tratase, sin darnos cuenta de que, antes y después, todo aquello que
estamos “percibiendo alrededor”, forma parte indisoluble de cada uno de
nosotros.
Fantasmas, poltergeist o manifestaciones extrañas, —sensaciones de todos los
tipos tradicionalmente atribuidas a señales externas—, (no justificables por la
lógica de la normativa cultural), son la expresión de densidades de “onda
vibracional” filtradas en la materia en forma de “transferencia de información”,
por descontado, producto exclusivo de nuestro propio campo energético: Ese que
abarca “dentro y fuera”, proyectando al exterior de forma inevitable nuestro
inconsciente contenido.
Estas manifestaciones se pueden revelar en forma de voces indeterminadas,
luces que aparecen en los sitios más insospechados, tirones de pierna durante la
noche o sensaciones de contacto físico, (estando completamente solos y en la
cama); “presencias, respiraciones sentidas de la forma más realista que podamos
imaginar…”
Todos estos "síntomas", se deben a esas energías de “fantasma o posesión”, que
a veces afloran en los momentos más inesperados.
Otras veces, lo hacen en forma de pensamientos o pulsiones de diferentes
facturas:
Sexuales: con cargas de violencia o repulsión.
Reactivas: dominando nuestros gestos o expresiones con vehemencia o
desprecio.
Depresivas: sumiéndonos en la tristeza, la desidia personal o el
abandono.

La lista sería interminable y tan solo hemos enumerado algunos de los efectos
más comunes. Baste decir, que muchos de los estados que nos dominan,
(aquellos que podamos considerar en fase de “fuera de control”), se deben a este
tipo de enclaves, tan cotidianos y tan extendidos como vilipendiados y
silenciados a través de nuestro colectivo, sujeto a un paradigma cultural basado
en la ignorancia y el miedo irracional, reduciendo estos casos y relegándolos en
el apartado de “misterios sin resolver”, durante generaciones:
Por más que podamos ser educados o pretendidamente responsables de nuestros
actos, la mayoría del común de los mortales está por otra parte versado y es
conocedor, en primera persona, de este tipo de sensaciones que nos acompañan
de una u otra forma a lo largo de nuestra vida.
Especialmente conveniente señalar, que si todo es “producto de nuestra mente”,
será a través del ejercicio de la Consciencia, poniendo en función los “útiles
propios de los que la Conciencia se sirve”: Razón, Intelecto, Información y
Conocimiento, como podremos operar con solvencia con respecto a lo que ahora
podemos reconocer e identificar, en consecuencia, en forma de «fenómenos
propios resultantes del miedo basado en la ignorancia y la separación radical de
Todo lo que Somos»
Estas energías, son creadas por los residuos, confusos o tediosos de información
emocional “de los unos y de los otros”, —miembros de nuestro clan—,
quedando densificadas las energías en “el invisible” (campo de ondas de
información), con un estigma encubierto engordado por el oscurantismo, la
superchería o el imaginario popular, y resultando, una vez sometidas a través del
filtro de la cordura, equivalentes a «energías propias de un niño balbuceante de
tres años».


 Nada puede hacernos daño más allá de nuestros límites como
entidades que todo lo engloban.







—oOo—

Duelo Resentido: Duelo Bloqueado

Estos “dolores inconscientes”, estamos viendo que acompañan la vida de las
personas comunes de forma tan presencial como inoportuna para la mayoría,
explicando muchas de las tendencias que van a conformar los itinerarios de toda
la vida, actuando como fuerzas invisibles y siendo extensibles a las
circunstancias de nuestras relaciones, nuestras dedicaciones o nuestras
limitaciones en general, creando situaciones tan incómodas como recurrentes.
Estas improntas grabadas, representan un compendio a veces «tan potente en
su necesidad de expresión», que conseguirán abocar la vida de hombres y
mujeres a situaciones, a veces límite, sin que el portador de la información tenga
la más mínima noción de lo que le está sucediendo.
«Incluimos aquí el suicidio y a las enfermedades
propias del transgeneracional».

Programas de carencia y precariedad, de celos e infidelidad, conflictos
laborales, dependencia emocional, accidentes programados por fechas de
aniversario...

Es lo que provoca también que vayamos directos a sufrir relaciones conflictivas,
tormentosas o abusivas: generando la típica simbiosis “víctima-perpetrador”,
donde ambos son al tiempo artífices sufridores.
Maltratadores y maltratados que formarán el compendio víctima y victimario
al completo, desarrollado en las dos caras de una sola dualidad.

“La víctima sufre por ser verdugo de su situación
y el verdugo por ser víctima de la suya”.

Estas “asignaciones”, también estarán detrás de toda tendencia sexual con carga
represiva, repetitiva e impulsora de cualquier tipo de pensamientos considerados
impuros, lascivos, vejatorios o depravados.
Tengamos en cuenta que, nosotros, —como seres puros que somos cuando
venimos a este mundo—, durante el breve transcurso de nuestra vida, sería
impensable llegar a desarrollar el suficiente nivel de intensidad requerido para
engendrar estas improntas; máxime teniendo en cuenta que pueden aparecer a
temprana edad de formas muy variadas, siendo ya el niño quien manifiesta,
siente o vivencia, determinadas situaciones vinculadas en forma de abusos,
violencia, rechazo o atracción fatal.
Los rechazos o “los ascos”, que una mujer siente de forma compulsiva sobre los
hombres o el sexo durante su vida, y al contrario, vendrán precedidos de
situaciones donde las relaciones en el matrimonio fueron vividas con
animadversión, grandes cargas de rechazo; miedo, rabia, asco, o cualquier tipo
de resentimiento acumulado tras largos años de incoherente dedicación.
Las circunstancias pueden ser muy variadas y habrán de ser identificadas
vinculándose con casos de alcoholismo, infidelidades o celos, amenaza de
infidelidad, exceso de hijos, invasión de territorio, etc.
Como vimos en el Libro 1 de la DQ, en estos matrimonios, de muchas formas,
la violencia pudo estar percibiéndose o gestándose mientras se consideraba el
sexo como una obligación, en muchos casos, un pecado en otros, o con gran
represión en la mayoría, teniendo en cuenta la “castrante moral” imperante
según la sociedad, la educación y las creencias de cada época.
Es decir, solo hablamos de formas de violencia, pues si nuestra voluntad va por
un lado y nuestras acciones por otro, el inconsciente entenderá expresando lo
que después conoceremos por “violación”.
Todas las animadversiones sobre el sexo contrario en general, proceden de la
línea materna y de la información transgeneracional que se transmite desde la
madre, pues recordemos que la información del clan es traspasada a través de la
mujer, casi en su totalidad, y aunque este no es tema de este libro, baste decir
que es la mujer la que porta la tabla cromosomática cerrada y perfecta, siendo
todos los cromosomas de su portación, XX.
Esa variación del hombre en el cromosoma 23, manifiesta el contraste
diferencial que hace que la retransmisión quede “susceptible de renovación”,
pues esa “Y” representa una “puerta abierta para la transformación”.
Si todos los cromosomas fuesen en ambos sexos cerrados (XX), todo seguiría
igual, generación tras generación, sin ninguna posibilidad de variación en la
información, repitiéndose exactos los patrones de padres a hijos, como réplicas
idénticas por los siglos de los siglos...
Esta es la base de la razón por la que en grandes territorios pertenecientes a este
mundo, el apellido del hombre es el que antecede al de la mujer, cuestión en
cierto modo contrapuesta con respecto a lo que ocurre en realidad, pues los hijos
tendrán en el fondo mucho más, —en términos de información emocional—, de
su madre que de su padre. Y aquí no valen los parecidos físicos ni las fijaciones
con el padre, ya que el padre siempre estará vinculado con el estado oficial del
arquetipo paterno con respecto a su madre, y con respecto a la madre de su
madre...
«Y con respecto a la madre de la madre de su madre».
Tanto es así, que se utilizó este recurso para dotar de una importancia «ficticia en
la forma» a la línea paterna, causando una sensación de relevante importancia al
hombre y a la supuesta información del hombre, asegurando de paso de alguna
forma una ilusión de supremacía, siempre en aras de engordar los egos con fines
de afirmar la posterior seguridad y abastecimiento de la crianza por parte del
género masculino, biológicamente dispuesto al “servicio de la mujer”, «madre
Dadora de Vida y primerísima encargada de la perpetuación de la Especie
Humana en este plano de existencia».

Ya imaginamos que sin este requisito y algunos otros, “el padre”, jamás
hubiese tenido la relevancia que se le atribuye en el mundo occidental.

Independientemente de los conocimientos y conclusiones recabados desde el
estudio del árbol familiar, en este ejercicio/ritual-cuántico donde vamos a
confrontar estas pulsiones, podremos equilibrar y percibir información oculta;
lagunas de información y todo tipo de secretos, de primera mano, sobre aquellos
aspectos que pudieron marcar improntas que inundan ahora nuestro psiquismo.
Nada será producto de nuestra imaginación en estos duelos, ya que nuestra
imaginación responde a la información inconsciente que “nos maneja” desde
umbrales considerados “sutiles” de nuestro inconsciente.
Después de recabar información precisa durante estos duelos sobre infidelidades,
asesinatos encubiertos por la familia, relaciones incestuosas, abusos y cualquier
tipo de secretos inesperados, ha resultado habitual corroborar la información
punto por punto y de forma testimonial, bien por la madre, el padre o algún
familiar cercano del operante tras conversaciones posteriores suscitadas por
efecto de este ritual.

 Se descubre que el abuelo era homosexual y tuvo relaciones secretas
con hombres de manera “extraoficial”, o que no las tuvo por guardar la
compostura hasta las últimas consecuencias.

 Se descubre que la abuela fue prostituta durante una larga etapa de su
vida, mientras la información del clan omitía por completo esta parte de
la historia familiar.

 Se descubren amantes, infidelidades silenciadas; sexo entre
familiares...



Acceder a estos registros e intervenir a través de la Conciencia (en este tipo de
situaciones vividas bajo presión y sin recursos efectivos para resolverse mientras
se desarrollaron), desactiva aquello que tuvo una intención de «herencia
biológica» (para mejora de la supervivencia), teniendo en cuenta que, en nuestra
situación actual, su antiguo significado carece ya de todo sentido práctico para
nuestra vida.
El inconsciente graba patrones para protegernos desde lo que se vivió con
agravio o grandes dosis de desarmonía. Esto es una información que funciona de
forma coherente en la biología, pudiendo salvar la vida de descendientes
vinculados a un entorno común; un programa activo de “miedo al depredador”,
consigue que las especies animales sobrevivan estando prevenidas por
“codificación ancestral”.
«Si huyen ante el depredador, el programa activo ha cumplido su cometido».
En nuestra situación actual, programas adicionales tan poderosos como los
preventivos pugnarán durante la vida de muchos, buscando el matrimonio
cuando el programa activo supone huir del matrimonio, por ejemplo, o
reclamando vida sexual sana cuando el programa activo es “tengo que
protegerme del sexo porque simboliza suciedad o violencia”, o “solo disfruto del
sexo fuera del matrimonio”, (porque si tengo sexo en el matrimonio sufriré; seré
catalogada “puta o depravado” o sentiré asco...), razón por la cual las relaciones
se adaptarán al “mal menor”, (por ejemplo rechazando el sexo en casa con el
marido y buscándolo fuera, “aunque fuera me encontraré con situaciones de sexo
violento”) teniendo en cuenta la dislocación de estos programas de carácter
biológico, desarrollándose en una sociedad hiper-programada, con todo tipo de
aditivos que tienden a posicionarnos justo en el polo contrario de lo contenido.
Las posibilidades son prácticamente ilimitadas y, la mayoría de las veces, el
inconsciente expresará en nuestras vidas, terca e insistentemente, precisamente
aquello que se encuentra en máximo conflicto en nuestro interior.
Siempre usando el deseo como acicate para llevarnos a reparar las situaciones
más variopintas e insospechadas...
 Las prohibiciones asignadas como encargos del transgeneracional
conformarán el motor de nuestros más fervientes deseos.
El inconsciente del clan encargará a una fémina de su progenie, por ejemplo, “no
tener hijos para evitar la descendencia”, (programa de infertilidad) y esta se verá
impelida a restaurar la orden buscando hijos a costa de cualquier recurso
adicional, como la conocida inseminación artificial, por “antinatural” que esto
nos pueda parecer.
Si además su nacimiento estuvo “fuera de lugar”, bien porque sus padres en
realidad no querían tener hijos, bien porque era el momento más inapropiado y
su información es de “hijo no deseado”, se tratará de reparar “deseando tener
hijos”.
Así ocurre con las profesiones, los amores prohibidos y ese largo etcétera que
abarca la complejidad de nuestros designios transgeneracionales.
Estos duelos han de servir para finiquitar estos lastres, que la mayoría de las
veces funcionarán como órdenes inconscientes.
Es por esto razón crucial conocer previamente estos encargos al detalle, o bien
suponerlos en caso de ausencias de información, observando nuestras pulsiones
y relacionándolas con los eventos de nuestro transgeneracional.



—oOo—
La Integración del Duelo

Se trata entonces de finiquitar, a través de nuestro registro
consciente/inconsciente y siendo nosotros los «“encargados-delegados-
asignados” por nuestro transgeneracional» (de lo contrario no tendría sentido la
lectura de este libro), de poner fin, en la medida de lo posible y hasta donde
lleguemos en atención a nuestras posibilidades, o resistencias, a toda esa debacle
de información enquistada y recurrente que, para nosotros carece ya de todo
sentido, salvo que su sentido sea que encuentre “su fin” y entiéndase el término
«fin», relativo en este caso a “sentido o finalidad”.
En cuanto nos disponemos a realizar este Gran Ritual de Transformación, una
llamada virtual, como si de una “gran fiesta se tratase”, se expande en términos
de información a todos nuestros ancestros, o a aquella información que conforma
lo que podemos entender como «Inconsciente del Clan».
Son estas energías de los “difuntos de nuestro clan”, (a la hora de realizar estos
duelos), las que sin embargo nos darán un empuje muy especial, pues si lo
miramos desde el punto de vista de nuestra cognitiva habitual, “ya no-están
vivos como tal”, (dentro de sus cuerpos físicos y sujetos a esta línea temporal),
sino que su energía de información vive a través de nosotros, tratando
“ciegamente”, de encontrar una solución "para sus propios conflictos”, ya
carentes de todo significado desde nuestra percepción actual sobre los mismos.
Estamos hablando de esos conflictos que ahora solo viven a través de cada uno
de nosotros, y que solo a través de nosotros podrán ser reconocidos,
comprendidos, aceptados; integrados y trascendidos al fin, para dar descanso a
todos aquellos que sufrieron, a veces “sin saber que sufrían”, que “durmieron sin
saber que dormían”, o incluso que “murieron sin saber que morían”.
Realizar estos duelos supone rendir nuestro mejor Tributo y ultimar nuestro más
encumbrado Homenaje, tanto a nosotros mismos como a los demás.
Hacer estos duelos supone entregar —Nuestro mejor regalo—: (Para con
nosotros y para con nuestro clan), pues recordemos que «somos nuestro Clan».
«Y si somos nuestro clan y nuestro clan se ha desbloqueado, nosotros nos
habremos desbloqueado».
Los sufrimientos de antaño, las frustraciones, los deseos incumplidos, las faltas
de atención, la desolación o el abandono; la pena y el drama, habrán encontrado
por fin su “verdadero fin”, pues habrán adquirido ahora, a través de nosotros, su
utilidad Real, ya que si “uno”; “Solo uno de nosotros Vive”, todos lo hacen a
través de nosotros también.
Al fin sus vidas se habrán re-encontrado, o al menos direccionado hacia el
encuentro con su sentido original, históricamente desgarrado de la realidad.
En este punto, transcribo un escrito perteneciente a un correo electrónico llegado
a mi bandeja de entrada, por parte de una chica que realizó el proceso en
consulta, —justo después de la realización de estos duelos—, pues por nutrido e
interesante nos puede dar una referencia, de primera mano, sobre las sensaciones
que pueden llegar a generarse en estos rituales frontales.
En absoluto sirva esto como modelo general, pues cada cual hace los duelos “a
su manera” y las conclusiones personales sobre esta experiencia representan “un
mundo propio de percepciones por descubrir”, dependiendo de cada caso en
particular.
Aunque los nombres propios y los lugares han sido sustituidos por otros, el
contenido del texto ha sido transcrito de forma literal.
Esta chica acude a consulta por un hijo con parálisis cerebral; producto de una
saga familiar típica de gran toxicidad.
Se hace constar que este relato corresponde a informaciones recabadas
únicamente a través de este trance ritual, o duelos (exclusivos de la
Descodificación Cuántica), pues la persona que cuenta su experiencia
prácticamente carecía de cualquier tipo de información sobre sus ancestros, más
allá de las pinceladas veladas recabadas por la familia, en un ambiente de fuerte
“represión cristiana”.
Conste también, que resultará natural por el momento la ausencia de una
comprensión total sobre su escrito, sirviendo como adelanto de lo que, sin lugar
a dudas, se irá comprendiendo a través de la lectura e integración progresiva de
este libro.
Gracias multiplicadas a la persona que se tomó el tiempo de relatar sus
sensaciones, pues son ahora en este libro de máxima utilidad:



Recién respiro profundo para transmitirles los efectos resultantes de los

duelos, aclarando que percibo solo una parte de todo lo que asumo, se

mueve.
El sentimiento de soledad se ha ido. Al realizar cada duelo, al menos
con ancestros, fue revelador el sentimiento de unidad y pude ver lo
apartada que estaba de ellos, con cada corte y luz, en ellos vi la
integración en mí o me hice una a ellos... Así que a modo de broma,
cuando dediqué el tiempo para la realización de los duelos, le expresaba
a Jacques, mi pareja: “Y yo, que me sentía totalmente sola, ¡Somos
muchos en el clan!”. ¡Sí que tengo una graaaaan familia!
Al mirarlos, me conecté con lo que resistía a ver, y al aceptar mirarlos
es mirarme y como resultado nos integramos, creo...
Los síntomas reflejos aparecieron pronto.
Las historias dignas de una novela mexicana de la época revolucionaria
surgieron, la imaginación voló, locura pura, esta que me da sentido a la
vida y mis re-sentires , ¡Uf!
Sí… ¡flui con las palabras fuertes!!!
Según el orden, después de mirar lo que asumo que es la sombra y al
llegar a los agradecimientos, comprendí todas las emociones y el porqué
de sus actuares como un conjunto; o de modo grueso en cada ancestro.
Los cortes: Vi estos vínculos algunos gruesos, algunos delgados, otros
rígidos, otros casi colgantes y largos, otros que tenían una especie de
telaraña agarrada a mí; más allá de un punto de agarre, cómo al cortar
quedaran astillas como cuando quebramos una madera... También al
lanzarlos al éter y mirar irse algunos no pasaban del techo (jajajajaja),
unos se esparcían rápido; otros lentos, otros se hacían como fuegos
artificiales, descomponiéndose en diminutas partículas hasta
desintegrarse...
Con mis abuelos paternos y maternos, entiendo este puente de
información fue intenso... Imaginé historias del tipo:
Mi bisabuelo paterno Fermín, era un alcohólico violento golpeador de
mujeres, y sentí y vi como un día llegaba alcoholizado y le daba una
paliza a la bisabuela Antonia, al punto la dejó que murió!!! Me asusté al
pensar y sentir eso, pues venía a mi mente la palabra ¡Asesino!
¡Cobarde! Porque por eso huyó y abandono a sus hijos en otra ciudad
literal a su suerte, y allí “desapareció”.
Sentí que él mismo deseaba su muerte por esta culpa.
El Bisabuelo Clemente era mayor que la bisabuela y a ella la obligaron
a casarse porque era la época de la revolución, (así estaría segura).
Sentí que él era una especie de comisario o hacendado, tipo capataz y
obvio, la vida de ella fue violenta y solitaria, sin amor y por
obligación...
Al mismo tiempo sentí que este bisabuelo murió de un infarto y la
bisabuela “Rita” conocida por todos así, pero de nombre Bonifacia,
por eso enviudó y vivió como liberada de esto.
Esa muerte le trajo “paz”.
Mi abuelo Fermín y todos los hermanos sabían de lo sucedido con la
madre y el padre y huyeron. Mi abuelo buscó irse aún más lejos
de estos hermanos, viviendo con un matrimonio que lo adoptó, que
pronto sentiría el precio de este, siendo llamado bastardo y despreciado;
golpeado y abusado. Así que ya mayor él, alcohólico y golpeador de mi
abuela; mujeriego, miserable y parásito, esperando que la abuela le
hiciese todo, porque demandaba eso que le fue quitado, sentí que
violaba a la abuela, que la engañaba y que vivía de ser parasito.
Paralelo a ello, la abuela soportando todo porque en su casa era lo
mismo y al casarse pensó que cambiaría, se liberaría… Y fue a
encontrar lo mismo, así que no tuvo más que repetir lo ya conocido, es
decir “lo normal” ... ¡Qué intenso!!!!!!! Así entiendo que mi padre,
“ante problemas” siempre me dice que “es normal que suframos”.
Mis abuelos maternos:
Con ellos fue más intenso, porque sentí y vi imágenes igual de nítidas
que con los otros.
La historia va que, el bisabuelo, era sacerdote de la iglesia del Rocio —
nombre de mi bisabuela materna—, (por ello las ayudas en documentos
de iglesia y en apoyo económico a mi abuelo). Su madre, la bisabuela
Amparo, limpiaba iglesias después de renunciar a su vida de prostituta,
enamorada de Maximiliano, embarazada, vive en esa iglesia.
Mi abuelo Juan de dios y su hermano Sergio, conocedores de dicha
historia, guardan el gran secreto. (Y todas las bodas de mis tías, al
parecer, excepto mi mamá, son realizadas en la iglesia de calle
secreto)...
Sentí que además, mi abuelo Juan de Dios fue violado por sacerdotes,
más loco sentir que de su mismo padre, así que, el sentir igual que las
abuelas. Él encontró el escape con la abuela Terencia y se casaron. Vi
porqué mi abuelo Juan, tenía alzhéimer los últimos años de vida, pues la
convivencia con Terencia fue de despreció y humillación.
Abuela Terencia, ¡Uff! Con ella tuve mucha resistencia. Al momento de
su turno me invadió un gran sueño y lo hice al otro día pensando que
era cansancio, pero al comenzar con ella regresó la misma sensación
muy intensa... Así que me resultaba difícil ver su sombra, tanto, que la
única forma de verla y fluir fue mirarme a mí.
Apenas comencé a ver lo que repetía de mi abuela con mis hijos. (Cabe
mencionar que fui madre golpeadora con vara por instrucción de la
iglesia), y al hacerlo me veía y sentía como mi abuela.

Ahora sé que repetía como ella y en ese momento.. ¡Zas!, hice la


conexión y vi una historia llena de secretos...

Rocío queda embarazada por un familiar, un primo o tío, así que Rocío
no quiere casarse con él. Enamorada de Jaime sin embargo ella acepta
y se casan. La desheredan por esto y ellos cortan el lazo familiar para
iniciar “algo nuevo”. Al tiempo Terencia crece y Jaime aparece
alcohólico y violento; Abusa sexualmente de Terencia; Rocío lo sabe
y por eso entiende por qué Terencia era la consentida de Jaime.
Así mismo Terencia está enojada porque su madre lo sabe y odia
a Jaime por ello... También, el resentir que tenía es que ella se enamora
de un vecino, aunque en el duelo no siento esto; siento que uno de ellos
abusaba de ella y Rocío recibía dinero por ello. Así con esta ira ella
empuja a su hermano pequeño Jafir, y muere precipitado en el terreno
de los vecinos franceses “por accidente”.
Y esto es algo profundo que, cuando yo “corregía a mis chicos” algo
muy fuerte sentía en relación a hacer daño tal que, en las calles, sentía
“empujar a los niños y que mueran en un accidente”. Allí, ¡apareció de
nuevo la palabra asesina!, que repetí con más palabras fuertes, del
estilo pinche vieja culera, cobarde cabrona, ojete cínica, psicópata de
mierda! jajaja, ¡Uf! ya es un acto simbólico el decir todo esto jajaja. Lo
repetí y grite tanto como en los otros duelos, hasta que se diluyo o
hasta no surgir la “necesidad de expresarlo”.
De igual forma, el que Terencia viera a Jaime morir, fue una
“liberación” como tipo justicia... Igual al ver a su madre agonizar... Fue
como el pago “saldado” de su sufrimiento; las imágenes que aparecían
eran las de su boda y así, percibí que ella no estaba de luto.
Así que frustrada vivió su matrimonio. Ella no quería hijos; por eso, con
el mismo cuero que le pegaba Jaime a ella, ella les pegaba a mis tías...
la vi reírse cínicamente y querer hacer daño.. Recordé vivencias
infantiles, las pocas que viví, “siempre” algún nieto estaba o salía
herido de su juego. Vi “su maldad”.
Su intención de herir físicamente, así como las humillaciones a mi
abuelo. Uff… De ella entendí por qué me fue más difícil verla.
Cuando hice el corte, toda aquella ira encubierta que sentía sobre mis
hijos se fue.
Esto me di cuenta porque al día siguiente, hicieron un “berrinche” y no
sentí eso. ¡Ya no está!
¡Wow!
Vi como mi abuela vio morir a mi abuelo, y sentir la misma “liberación”
que con su padre. ¡Fuerte...!!! Creo que fue simbólico. Vi como
preparaba la fruta del desayuno, algo dulce deseando su muerte...
Y así como mis tías siguen atendiéndola, mi tía Consuelo limpiándole
las heridas de diabetes... limpiando como la bisabuela Amparo...
Este correo se convertirá en una novela si sigo. Sentí estos robos, estos
“permisos” de fraudes, porque habían intercambios de secretos a
cambio, y bueno… “Mucho”.
¿Es así de intenso y profundo esto??
¿La realidad rebasa la ficción??

Esta aparente ficción, es la historia “oculta”, ¿Es así de real como la
siento?
Mi madre me comento que ha estado meditando y se dio cuenta que mi
abuela es una caprichosa, frustrada, etc. Porque mi madre después de
dejar Colima, le llamo para ver como está, y resulta que, el viernes que
hicimos la consulta con ustedes, se le rompieron dos puentes de las
muelas y tuvo que ir al dentista.
El mismo viernes de la consulta, a las 12 de la noche, en el sanitario de
mi hermano, el contenedor del váter
¡Se rompió a la mitad!
El sábado que llevábamos a mi mamá al aeropuerto nos contó mi
cuñada que escucharon ese ruido, pensaron que era fuera de casa hasta
que del baño comenzó a escaparse el agua... Y no entendían por qué se
rompió, ¡Qué raro!
(Los departamentos donde viven son casi nuevos).
¡Uff! solo mire la foto y a la mitad del contenedor se partió... pensé:
Agua-emoción, contenedor de emociones de mierda... ¡Ufff!
A día de hoy tengo síntomas, mi temperatura corporal esta elevada tipo
febrícula… Me han dolido las articulaciones de rodillas, de manos, de
espalda, de cuello… Un dolor intenso en colon que duro dos días y
según recuerdo, el colon está relacionado con la toxicidad...
Mis músculos con dolor, como si hubiera realizado ejercicio de pesas...
Mucho cansancio físico, sueño, mucha sed, poca hambre. Dolor de
senos y por ratos punzadas en los pezones y ovario derecho.
Todo esto ha disminuido, pero un día sí “descansé” porque estaba débil.
Los niños, con más soltura, su hablar es más fluido, ¡Su agarre en mano
es mayor! la ex-tensión de los dedos es increíble, su fuerza, su balance
en percepción del espacio, mayor; su autonomía mayor...
Su hermano habla sin gritar y también más autónomo en sus acciones.
Por ahora más allá de ver los cambios en los niños, aún físicos, !Que
son enormes!
El hacer este ajuste con duelos, el árbol, este despertar es inimaginable.
«Por ratos me siento mareada, sin tiempo».
Creo comenzar a entender esto de integrar la sombra, aceptarla y
transmutarla. La emoción, sensación que puedo expresar aún “sabiendo
las historias” es un infinito amor, gratitud y ligereza... Hacia mi clan y
hacia mí.
Mi hermano llamó a mi mamá durante la semana, claro está que,
exponiendo su “sentir” acerca del “shock de vernos bien”,
“transformados” (pues casi no nos vemos) y vivir diferencias
aparentemente de 180 grados... (Nosotros inmersos en este viaje, ellos
ven resultados inesperados) le expresa el miedo de “no ser creyentes”,
es decir perder la fe, o sea ya salir de ser fanáticos de la salvación en
Jesús, pues le dice a mi mama que lee lo que publicamos en face (que es
de José) y le hace preguntarse: ¿Resulta que Dios no existe? ¿Y la
salvación?
Todo lo que hemos vivido ¿Es mentira?
Así que lo que hacen es que oran por nosotros.
(Para regresar al rebaño).
Lo increíble para mí y Jacques, es que mi mama viniera sin pedirle
ayuda y sin vuelos baratos… Y que al escuchar a mi hermano, ella, le
diera respuestas del tipo; no los juzgues, permite escucharlos, “mira el
fruto”. Tales respuestas que mi hermano le dijo al fiel estilo cristiano
que ella, ya era una convertida a la descodificación Jajajajaja… Mi
hermano: Mamá, ¿Tú también has escuchado sus conferencias? ¡Ten
cuidado!
Hay muchos detalles que podría seguir transmitiendo.
Mi mente sí que se fue a imaginar a lo grande y en esta grandeza me
descubrí, abrace, reconocí y liberé.
Sé que existirán capas, pero hasta ahora sé que es profundo de lo
profundo y me conozco.
¡Y lo que falta!
¡Gracias por ser parte de este maravilloso proceso!
Económicamente hemos tenido para todo, porque todo está al alcance
de la mano, pues somos abundantes.
¡Jacques ya comenzó a leer el libro!!!!
Recién ayer le dijo la jefa que lo ascendió de puesto y que pronto le
darían aumento de salario.
Las discusiones, desacuerdos con Jacques son mínimas y son
comprendidas, las diferencias con amor, ya dejaron de ser
“personales”. Es algo interno, ¡Wow!
Además de mis dolores físicos sentidos después de los duelos, mi cuerpo
expresó mucho acné.
Hoy está desapareciendo de mi piel.
Estoy aquí, entendiéndome, mirando las vidas de mis ancestros,
hermosas, y me siento ligera.
Gracias.

Mis impresiones del proceso o al menos una parte de ellas.

“Gracias por leerme”.
"


—oOo—
La Cuarentena Cuántica

En estos duelos vamos a finiquitar, en la medida de nuestras posibilidades, las
cargas y los encargos inconscientes que nos corresponden por herencias del clan:
Aquellos lastres que operan en nuestro inconsciente dirigiendo nuestra vida en
forma de toma de decisiones a todos los niveles.
En el momento en que se realiza la primera parte de este ritual, (ancestros), se
activa una “cuarentena automática”, que responde a la necesidad de “re-codificar
la información implantada”, por “otras sensaciones” completamente
transformadas.
 La información que nos domina es información emocional y esta se
encuentra codificada en cada una de nuestras células, formando parte
del campo cuántico que a través de los sentidos crea nuestra realidad.

Recordemos que para el inconsciente básicamente solo existe un año que se
repite al infinito, de modo que es durante ese año donde se encuentran
repartidas, en forma de “fechas relacionadas con los días de cada mes y los
meses de ese único año”, todos los eventos que se han ido grabando en nuestras
líneas de dobles, yacientes, herencias, proyecto sentido y resto de los enclaves
más relevantes que nos impulsan y nos conforman.
«40 días naturales, a efectos cuánticos equivalen a 1 año o ciclo completo para
nuestro espectro de información emocional».
Es por eso que resulta de especial relevancia este periodo de cuarentena, pues
nuestra información psíquica o emocional se estará simbólicamente
“formateando o reiniciando”.
Salvando las distancias, algo parecido a lo que sucede cuando ponemos a
formatear un disco duro; toda la información base del disco está en pleno
proceso de transformación.
Nuestra información se encuentra también “almacenada o compartida”, a modo
de réplica fractal, en cada una de las células de nuestro cuerpo, ya que se puede
decir que somos al completo «básicamente información».
Es por eso que tendremos que atravesar un proceso “corpuscular”, a través de la
densidad de la energía propia de nuestro “constructo físico” y surcando la línea
temporal, por lo que necesitaremos “tiempo”, para que un cambio fundamental
en la información quede implementado de forma más o menos definitiva.
Si imaginamos nuestra clásica línea temporal como un despliegue de potenciales
semejante a una “autovía de la información”, donde muchos carriles paralelos
convergen en distintos puntos, y van siempre “hacia adelante”, estaríamos
hablando de reconstruir ese trazado de forma que cambie todo ese “paisaje” de
circulación de la información.
Es por eso que durante este periodo hay que preservarse lo máximo posible,
enfocándose en el “descanso interior”; parando la rueda de pensamientos
recurrentes y expectativas en general, —de cualquier tipo—, pues estamos en
una etapa de “impasse” o “stand-bye”.
En cierto modo, podríamos pensar en la larva transformándose en mariposa, y
ahí, solo hay transformación, y entrega total a ese proceso de transformación.
Si forzamos algún punto de inflexión en esta disposición, estaremos
eclosionando en un ambiente de caos total, y los resultados de nuestra iniciativa
serán “algo más que frustrados”.
Durante este periodo de cuarentena es prioritario evitar tomas de decisiones cuya
relevancia sea trascendental, como comenzar o terminar una relación, vender una
casa, cambiar de domicilio, cancelar o iniciar empleos, empresas, etc. (Obviando
casos de urgencia, prioridad personal o relevante necesidad).
Es un periodo perfecto, sin embargo, para centrarnos en nosotros mismos con
dedicación, a modo de observadores, teniendo en cuenta que mucho se moverá
“ahí afuera”. Siendo conscientes de que aparecerán situaciones quizá insólitas,
(como que un hijo o una hija se manifieste de manera completamente inusual a
su normal proceder con respecto a nosotros). O se produzcan llamadas
imprevistas, o situaciones cotidianas cambien de forma extraña e inesperada.
Es preciso permitir que el inconsciente se re-posicione y habremos de estar
atentos, a partir de la realización de estos duelos, a los sucesos o manifestaciones
“de los demás”, pues se estará expresando justo aquello que más se necesita;
siendo determinante nuestra actitud de observación, canjeando el juicio o la
reacción por un ejercicio de aceptación y auto-silencio interior.
Estos duelos se dividen en tres grandes bloques:
1.- Ancestros
2.- Relaciones
3.- Coyuntural

Iremos detallando a continuación los pormenores y las “técnicas” para cada caso.
Es sin embargo, cuando se realizan los duelos con los ancestros, (que
representan la parte más relevante de nuestra impronta), cuando desde ese
momento contamos con la «activación de la cuarentena».
«La cuarentena cuántica se activa con la realización de los duelos con los
ancestros».









—oOo—

DQPRÁCTICA DE LOS DUELOS I




Duelos con los Ancestros
Insistimos en la necesidad previa de realizar un estudio exhaustivo de nuestro
árbol generacional, conociendo los pormenores del mismo y los vínculos
especiales que nos unen con los familiares, así como los posibles programas
heredados, patrones de repetición, encargos de reparación, yacientes en la
medida de lo posible; abortos, circunstancias generales, enfermedades, etc.
A estas alturas de este libro, contamos con una “llamada transgeneracional
inconsciente” (que bien puede potenciarse también desde el umbral del
consciente), que se activa al “remover ese árbol generacional” a través de la
intención de la realización de estos duelos.
Una energía “extra” se está preparando para ayudarnos en este Gran Ritual, pues
los “difuntos del clan", (si los tenemos en cuenta como energías residuales que
habitan en nosotros), sienten una convocatoria para que todo sea por fin
“finiquitado”; resuelto o armonizado.
 Equivalente a un llamado o puente de apertura hacia nuestro
inconsciente vinculado con el clan.
Es de máxima importancia leer este libro hasta el final, antes de realizar ningún
duelo propiamente dicho, pues será durante el transcurso de su lectura y su
comprensión final, cuando obtendremos la información crucial necesaria para la
óptima realización de estos rituales.
Este es un “libro-Guía”, y lo que vamos a realizar a partir de este punto es “esa
guía” para que usted, cuando termine este libro, se encuentre plenamente
capacitado para su efectiva resolución.
 Los duelos se han de realizar posteriormente a la lectura
de este Libro-Guía, en sesiones privadas en soledad, propiciando un
entorno de máxima intimidad.
Será usted únicamente quien los pueda realizar, dirigiendo las sesiones de
principio a fin, permitiendo que afloren las emociones pertinentes y gestionando
la información resultante; ya investido como “Maestro de Ceremonias”.
Es usted quien va a armonizar al clan a través de su presencia consciente, razón
por la cual el resto de los integrantes; padres, hermanos e hijos podrán verse
afectados posteriormente a causa de este ritual, en mayor o menor medida.
Las líneas directas de hijos, provenientes de la madre que haga este ritual, se
verán claramente “afectadas” en un tiempo acelerado, pues el enlace de
información entre madres e hijos se encuentra en fase de lo que podríamos
denominar “línea directa”.
Esto es algo que hemos comprobado una y otra vez a través de la experiencia,
pues son cientos de personas las que han realizado estos duelos con antelación a
la escritura de este libro: Casos con un seguimiento en consulta desde los cuales
podemos extraer comprobadas conclusiones.
También hemos constatado que los resultados de estos duelos han ido
incrementándose con el transcurso del tiempo y la afluencia de personas
implicadas, engrosando ese “campo morfogenético” que, a través de una masa
crítica, y a modo de egregor de este ritual, ya está de muchas formas operativo
en ese “quantum” al cual todos estamos conectados.
Las líneas directas que nos preceden, nuestros padres, se verán afectados en la
medida en que nosotros podremos contemplar la realidad de una forma distinta,
a la vez que nuestra relación con ellos (a partir de este ritual), se adaptará a los
resultados de nuestra interacción, en ese espacio virtual donde hemos
intervenido la realidad.
Lo que hagamos en estos duelos será virtualmente escuchado por nuestros
padres, hijos, pareja o hermanos, y será implementado “cuánticamente
hablando” en su/nuestra realidad, como si esta intercomunicación se hubiese
producido de forma real, en cualquier momento cotidiano de nuestro panorama
de vigilia.
Habremos removido sin duda los pilares en los que se basa el reparto de
información del clan en cuestión, y será natural que durante un periodo de
tiempo indeterminado se realicen reajustes de toda índole.
Pongamos un ejemplo sobre esto:
Si yo soy un hijo cuyo encargo familiar es cuidar de mis padres, por portar a su
vez ellos un programa de «ser cuidados», o sirvo de útil para absorber
determinado tipo de información (y debido a esto aparece un cuadro de
drogadicción), y comprendiendo mi situación “salgo” de esa línea temporal, o
potencial de realidad, (que a través de mi se encontraba adjudicado), los residuos
pendientes tendrán que repartirse entonces, también, entre los familiares que
estaban predestinados a portar “otro tipo de información”, y puede que durante
un periodo se vean “afectados” también en función de esta derivación colateral,
pues aquella parte programada que se expresaba a través de nosotros, tendrá que
encontrar otros canales o vehículos de expresión.

 Esto ocurrirá con la víctima, con la dependiente emocional, con el
perpetrador, con quien carga el gran programa de la carencia...
Al final de este libro nos adentraremos en las diferentes opciones con respecto
a las influencias de nuestro proceso en relación al resto del clan.

Tengamos en cuenta que el clan “succiona” o participa
de una información común.

Por eso «es un clan».

Imaginemos una pelota de goma virtual que representa la esfera de información
emocional de todo el clan, donde pinchamos unos alfileres de negra cabeza que
representan a su vez a cada miembro de la familia.
Las cabezas de alfileres se nutren, responden y “chupan”, la energía emocional e
información de esa pelota de forma constante, aportando datos de nuevo que
revierten en la información de la pelota, con las nuevas implementaciones
devengadas del recorrido individual perceptual o existencial de cada uno de los
alfileres.
Imaginemos ahora que «uno de los alfileres», introduce cambios drásticos en esa
pelota de la que todos succionan información, de modo que la información de la
pelota es afectada por ese alfiler de forma sustancial.
Si la información de la pelota se ha visto afectada, la información que les llega al
resto de alfileres “les obliga”, a entendérselas con
esa nueva información, y por lógica tendrán que hacer también su propia labor,
ya independiente, con respecto a estos cambios de información que ahora
comienzan a formar parte también de ellos mismos.
Estamos hablando en términos metafóricos teniendo en cuenta que la pelota de
goma simboliza al clan, siendo en el fondo la información que portamos
nosotros, sabiendo que los otros no-existen salvo como una proyección de la
pelota y, a la vez, la pelota es cada uno del resto de los miembros en su totalidad.
Si algo queda claro, es que la labor consciente de extracción de la sombra ya ha
sido encomendada a un miembro de ese clan:

«No es en vano que precisamente sea usted, quien esté leyendo este libro y no
su padre o su hermano».

Podríamos decir, que algún tipo de designio relacionado con la «necesidad de
sanación de su clan» le ha “elegido a usted” para esta misión.
En realidad, el transbordo de información generacional, al igual que genera un
hijo “toxico”, o un niño sostenedor, también genera un “hijo conciliador”, más
allá de toda pretensión consciente de los unos o de los otros.
Podemos decir pues, que los involucrados en el ejercicio que va usted a realizar
se verán afectados, aunque lo que estaría ocurriendo es que ¡Es usted quien está
cambiando!
Es por eso también, visto ahora desde la unicidad, que “todos cambian”, porque
nuestra proyección de la realidad ha sido intervenida desde la causa, o al menos
desde el estado de las causas que alguna vez “fueron”, transformadas ya en los
efectos reincidentes con tendencia a la repetición, que conforman la información
y los programas del transgeneracional.
Es aquí cuando tomamos conciencia de que “el tiempo no-existe”, o “nada nos
es ajeno” (todo nos corresponde), porque comprobaremos que todo es “Aquí y
ahora”, y solo en este instante pueden todos los tiempos ser afectados, ya que la
información solo puede cambiar desde su «verdadera situación atemporal».

Estando en un estado de provocada neutralidad, ya no es siquiera usted mismo
quien dirige la sesión, sino una fuerza intangible que reclama esa necesidad de
re-encuentro y “sanación" (gestionada a través de su espectro emocional),
puesto ya al servicio de esta proeza.

Antes de esto y mientras dure la lectura de este “libro-instructor”, el propio libro
nos inducirá, a través de su simple lectura, a experimentar un recorrido completo
en el que tomaremos contacto con muchas sensaciones, a modo de anticipación,
de forma que nuestro inconsciente se irá preparando, a la vez que re-
posicionando, para que la información a través de nuestra intención fluya con la
máxima solvencia.
Nuestra actitud, resultará determinante en este proceso y habremos de contar con
nuestra disposición «pre-clara»; asumiendo nuestro papel de observación, a la
vez que aportamos nuestro vehículo emocional como “centro motor” de aquellos
aspectos a equilibrar.
En ese momento del ritual, somos los “terapeutas del clan” y si bien nos
dispondremos a recabar información crucial, (como activos conocedores del
compendio emocional que va a ser “gestionado”), la implicación en primera
persona desde el sufrimiento, el drama, la pérdida, la culpa o la tristeza, dejan de
ser mínimamente útiles en esta situación.
Tengamos en cuenta que «ya se ha sufrido bastante»: Ya se ha padecido y
soportado en forma de cargos inconscientes de manera «más que suficiente» para
que ahora, en ese momento del ritual, las emociones contenidas que «nos
preceden», sean tratadas desde el punto de observación como «emoción en
estado puro»;
Sin más.
 «Nuestra situación de solvencia con respecto a este cúmulo
emocional, pasa por ese “estado de neutralidad” propio de un avezado
terapeuta».
El terapeuta se encuentra en un estado determinante de neutralidad, y mantiene
una “sana distancia” con respecto a las emociones que se dispone a guiar y a
equilibrar en los demás, ya que se le supone conocedor del paradigma donde se
desenvuelve.
¿Se imaginan a un terapeuta en consulta, participando de las desdichas y
sufrimientos de su cliente, en primera persona, sintiendo la misma rabia,
frustración o aflicción que la persona con la que trata en ese momento?
¿Nos imaginamos una sesión de guía o de acompañamiento, psicoterapia o
descodificación, donde el guía, especialista o terapeuta coopere, activamente,
con los pesares de la persona que trata de guiar para ayudarle a armonizar
determinado potencial?
Sería una situación un tanto peculiar en todo caso, ya que la sesión entonces se
convertiría en cualquier cosa menos en «terapéutica».
Nuestra disposición pues, habrá de ser receptiva y conciliadora, haciendo de
filtro transmutador de cada una de esas emociones, pulsiones y resentimientos
que surjan durante este ritual.
«Esa habrá de ser nuestra única función en cuanto a disposición se refiere en
estos duelos».

Somos desde ese momento el terapeuta; el "maestro de ceremonias", el
"director de la orquesta" y el guía, que conoce perfectamente su rol y su
labor en este proceso-compromiso asumido desde nuestra intención y nuestra
solvencia estructural.

En estos duelos, independientemente de estar en una situación completamente
«neutral», (fundamental por otro lado para que «fluya la información»), somos
al tiempo «sensor y artífice»; y vamos a crear una vía alternativa de expresión,
para dar salida a todo aquello que ha estado guardado en la trastienda; a todo
aquello que necesita salir a la luz:

—A todo aquello que necesita ser expresado—


Es desde una disposición de neutralidad y aceptación cuando la información
puede fluir de manera inesperada, dándonos las claves de muchos de los
acontecimientos ocultos que conforman, —o han conformado—, parte o gran
parte de la programación que nos dirige y por lo tanto nos aflige.
Utilizando un símil y hablando del inconsciente, imaginemos la casa virtual de
nuestros ancestros completamente clausurada, llena de polvo acumulado, mugre
y telarañas.
Vamos a hacer “limpieza” y nos disponemos a «ir a por faena».
Abrimos puertas y ventanas, quitamos las telarañas, desenfundamos los muebles,
quitamos el polvo, barremos, fregamos y abrillantamos...
Estamos entregados a esta dedicación y es sistemática; terminamos una fase y
comenzamos con la otra; estamos abriendo las ventanas, iluminando las zonas de
oscuridad, aligerando peso, "poniendo orden", equilibrando y saneando ese
ambiente por mucho tiempo vetado.

—Cuando no bloqueado, amurallado y enquistado—


Puede que tenga usted la sensación de estar haciendo los duelos,
—propiamente dichos—, tan solo a través de la lectura de este libro y contamos
de hecho de antemano con esa sensación, ya que la preparación que antecede a
estos duelos supone de alguna manera “cuánticamente efectuarlos”, en un nivel
indeterminado de nuestro psiquismo que dependerá de la implicación,
sensaciones y capacidad de abstracción de cada persona.

Otras veces, será más importante y determinante por el momento «comprender
estos duelos» —que hacerlos—, puesto que la comprensión ya supone un
«elevado acto en sí mismo en relación a una realización basada en la pretensión
rutinaria sin verdadero fundamento».

Mientras está usted inmerso en la lectura de este libro, puede que considere
suficiente el resultado devengado del acto de leer, y necesite cerrar los ojos en
cada pasaje y solventar, y resolver sobre la marcha aquello que quizá aflore a su
mente de forma espontánea.
Puede que requiera leer este libro tres veces, al menos, antes de hacer unos
duelos de forma completa y resolutiva, y puede que a través de la insistencia y la
repetición de la incursión, a través de esta guía mediante su lectura, usted avance
hasta completar un ritual determinante para su vida, —aunque nada más
resolutivo que hacer el ritual después, aislado y en soledad, siguiendo las
instrucciones de este aprendizaje—.
Ya que tiene en sus manos un libro de Descodificación Cuántica, podríamos
considerar los meros efectos de su lectura en consecuencia «cuánticos»,
teniendo en cuenta la inducción al trance producida por el mismo y
considerando el transbordo de información que, ahora sabemos, se implementará
de forma inevitable por correspondencia vibracional, y repercusión del campo
unificado.

 Usted es la parte de un todo que se nutre de información y
experiencia y, usted, es la parte y el todo donde revierte su Nivel de
Conciencia.





Insistimos: Este libro supone la guía de los duelos y, en principio, conforma la
“avanzadilla fundamental” para facilitar su realización de forma íntima y
personalizada, en un acto-ritual tumbados en la cama.
Teniendo en cuenta que su realización (como hemos explicado con antelación y
continuaremos insistiendo progresivamente), podrá provocar más o menos
sintomatología y, en esperables ocasiones, será recomendable la asistencia
personalizada por parte de un especialista en Descodificación Cuántica.
No obstante y en función de la necesidad y certeza de cada cual, pueden ser
realizados de forma independiente y bajo su responsabilidad, teniendo en cuenta
la preparación y guía, que supone la comprensión última de los principios y
recursos que conforman el sentido de esta metodología.
Tras la lectura de la fase principal de los duelos de los ancestros, que
detallaremos a continuación, en el apartado «Consideraciones Especiales sobre
los Duelos», podremos encontrar respuestas para determinados casos y, a través
de sus impresiones personales, (después de conocer de primera mano esta
información), podrá dosificar su lectura, retrasar su resolución, o simplemente
insistir en su lectura en distintas ocasiones, considerando que esto supondrá en
cierta medida, «algo más que un acercamiento con su inconsciente
transgeneracional», sumando la posibilidad de aportar soluciones interiores
“cuánticamente hablando”, que se irán viendo implementadas a través de la línea
temporal de una manera progresiva y sostenible.


—oOo—
Duelos con los Ancestros

Necesitaremos en torno a tres horas para realizar
esta primera parte del ritual.

Los “ancestros”, forman el primer y más importante bloque a equilibrar, puesto
que representan las líneas directas que nos preceden hasta la cuarta generación.
Nuestros padres, abuelos y bisabuelos, forman un triángulo o pirámide invertida,
donde la suma de la información nos llega de forma directa-mente relacionada.
Incluiremos padres o madres de sustitución; tíos o familiares que pudieron tener
un vínculo representativo con nuestro arquetipo materno o paterno.
 Provocaremos un momento donde podamos estar a solas el tiempo
que vayamos a emplear.
 Cerraremos puertas y ventanas, asegurándonos que podremos
vociferar o llorar si fuese necesario: Es un momento crucial donde
hay que «abrir la puerta de las emociones mientras cerramos las
ventanas del exterior».
 Nos tumbaremos en la cama o en un sofá tranquilamente, haciendo
una relajación típica, cualquiera que sirva para ir rebajando poco a
poco ese «umbral del consciente», mientras vamos provocando un
acercamiento hacia la línea virtual que nos separa del inconsciente.
No importa aquí la técnica empleada: Si tenemos alguna experiencia con la
meditación, el proceso inicial nos servirá.
Si tenernos alguna experiencia con relajación muscular, nos servirá.
De lo contrario, es suficiente hacer algunas respiraciones conscientes,
permitiendo que nuestro cuerpo se vaya relajando por zonas; brazos, manos,
piernas, cabeza, cuello....
Se trata simplemente de «rebajar el nivel de actividad general», lo suficiente
como para que, al iniciar el ritual, se produzca la conexión.
Esta conexión se activa de forma inevitable en cuanto entramos en la primera
fase, representada por los resentires.
Estaremos entrando en el primer gran bloque de los duelos, conformado por los
ancestros de nuestro clan.
En este bloque, vamos a usar un sistema, pues la dedicación ha de ser
«sistemática», terminando una fase y pasando a la siguiente, con un pequeño
descanso de unas respiraciones en los intervalos.
Son 4 los pasos o fases a implementar para la realización de estos duelos:

1.- Resentires
2.- Agradecimiento y Reconocimiento
3.- Corte del Vínculo Emocional
4.- Abrazo y Despedida


Estas fases se irán repitiendo a lo largo de estos duelos, siendo necesario
culminar la primera fase, antes de pasar a la segunda, y así sucesivamente.
Cada fase crea un estado de conciencia perfecto para que nuestro siguiente
movimiento tenga pleno sentido: de manera que resulta crucial el contacto con
todos los resentimientos que habitan en nuestro interior.
Se manifiesta completamente ilusoria la idea de agradecer o perdonar cualquier
cosa, sin antes tomar conciencia plena de aquellos odios, rabias o iras que
perviven ocultos en nosotros a tiempo total, fruto de la información programada
de las sucesivas generaciones, refiriéndonos a todo aquello que se tapó con la
intención de «pasar página», suponiendo esto un parche circunstancial ideal para
«sobre-vivir», o bien ser aceptado sin muestras visibles de la contienda interior.
Nos programamos para «ser buenos», prudentes y reguladores, lógicamente
«educados» para “tragarnos nuestros enfados”, por descontado siempre en
atención a esa premisa de «conveniencia» que marca nuestra necesidad de
supervivencia citada con antelación:
 «Sea como fuere el nivel de rebeldía empleado en nuestra infancia,
una parte irracional reducto de situaciones anteriores, fue aplacada
de forma sistemática por automatismo».

La rabia, la ira, el odio y el asco, son emociones que detectamos generalmente
como no-deseadas e incompatibles con la aceptación de nuestros progenitores, la
sociedad y el mundo; razón por la cual representan siempre nuestra zona más
oculta por relegada a las profundidades de la oscuridad.
Esto llegó a extremos donde la sumisión o la obediencia (insistimos en la lógica
adaptación para ser aceptados), presidió la situación atendiendo a programas de
«hijos muleta», o niños concebidos y programados con determinado fin,
contando con esa parte no-consciente que estuvo dirigiendo desde la sombra los
designios de cada cual, muy a pesar de nuestras «necesidades vitales», (por otro
lado), o bien suponiendo un rechazo permanente a caballo entre la frustración y
el desespero.
Estos resentires provienen de aquellos ancestros que, (como portadores),
vivieron, sufrieron y reprimieron su impronta durante generaciones; cargando un
lastre tan pesado como desconocido para la mayor parte de la “presentación
oficial”, de los unos y de los otros, siempre tendente a las conciliaciones
aparentes y los esfuerzos supremos que, —cargados de hipocresía—, han estado
presidiendo las mejores opciones de la apariencia y la corrección, absoluta o
relativa en cualquiera de sus formas.

Una vez tumbados en la cama y dedicándonos a rebajar el umbral del
consciente a través de cualquier tipo de relajación, (más o menos
provocada con la intención de acercarnos al umbral del sueño), —y sin
llegar al sueño—, visualizamos, con los ojos cerrados y a través de la
recreación de nuestra imaginación, dos sillas justo enfrente del lugar
donde imaginariamente nosotros nos hemos sentado, en un espacio
virtual neutro, que vamos a recrear en principio sin mayor relevancia.

Bien puede ser una habitación creada por nuestra mente con el tipo de luz o
entorno que mejor se adapte a nuestra percepción.
Algunos recrean la antigua casa de sus abuelos, donde fueron criados.
Otros se proyectan a un espacio sin fronteras, ni paredes que lo acoten, cuyos
límites se pierden en un ambiente tenue y sin aditivos.
En ese «espacio vacío» o neutro, o «habitación mental especial creada
para estos duelos» donde ahora nos encontramos imaginariamente
sentados en una silla cualquiera, “aparecen” nuestros padres justo
delante de nosotros, sentados en una silla indeterminada uno al lado del
otro, a una distancia natural idónea para mantener una conversación.
Sus padres están ahora frente a usted, y puede obtener registros visuales
de su representación, no importa de qué momento de sus vidas la imagen
obtenida se trate.

Podemos observar detalles de esa imagen, quizá sobre la ropa que llevan puesta,
los colores, la textura…
Puede que la imagen sea inconclusa o indefinida. —Está bien así—. Lo
importante es estar en presencia de “sus energías”, teniendo la certeza de que son
nuestros padres quienes están justo delante de nosotros, sentados cada uno en
una silla y dispuestos a entablar comunicación.
¿Dónde se encuentran situados su padre y su madre con respecto a
usted?

Cierre los ojos ahora y ábralos después de recibir la imagen.
Desde su posición, si le aparece su padre a su derecha y su madre a la izquierda,
pruebe a canjear su lugar, pues esto es señal inequívoca de que los roles de su
relación, o de su percepción con respecto a los arquetipos masculino-femenino,
están contrariados.
Vamos a comenzar por re-posicionar en este caso éstas energías, como paso
preliminar, para que el inconsciente haga la lectura más apropiada desde este
momento en relación a nuestra valoración, con respecto a nosotros mismos y los
arquetipos masculino-femenino.
Podríamos hacer el duelo así, con esa posición inicial planteada, donde se
encontraría la madre a nuestra izquierda frente a nosotros y nuestro padre a la
derecha, (contrariados), aunque estaríamos afirmando energías masculinas en
nuestra madre y viceversa, continuando en consecuencia con esa contrariedad
idéntica en nosotros, también fijándola en ese momento.
Hacer este cambio de posición, por sí mismo, ya nos re-posiciona en cierta
medida con nosotros mismos y nuestra lateralidad en conflicto.
Volviendo a nuestra disposición inicial e intercambiando su posición,
una vez nos llegue la imagen clara de nuestro padre a la izquierda y
nuestra madre a la derecha, (posición natural donde cada uno está
situado en su correspondiente lugar), nos dirigimos a nuestro padre
centrando toda nuestra atención en su representación simbólica.


—oOo—
Aclaraciones Especiales

¿Sabían que las personas que utilizan de forma cotidiana palabrotas,
improperios y expresiones malsonantes en general, resultan ser más confiables,
más sinceras y más estables emocionalmente que aquellos que las evitan?
Los investigadores de los diferentes experimentos realizados en este campo, no
parecieron encontrar una explicación a este hecho, pero desde la
Descodificación Cuántica necesariamente si la tiene, ya que los que utilizan sin
pudor palabras malsonantes, están más conectados con su sombra, así como
acostumbran a expresar los resentimientos propios y ajenos a tiempo real. (ya
que todos estamos conectados).
Otros empleos de estos experimentos fueron enfocados a medir (mediante test
psicológicos más o menos convencionales), diversos factores relativos a
capacidades cognitivas y de aprendizaje, entre las cuales se encontraban las
facultades de comunicación, así como diferentes valoraciones de inteligencia
práctica y emocional, de entre aquellos que habitualmente utilizaban palabrotas
y aquellos que no, dando como resultado una sorprendente diferencia entre
ambos grupos, posicionándose por encima en los resultados, aquellos que
hacían uso habitual de palabras social y tradicionalmente consideradas
"inapropiadas".
Otros resultados reflejaron mayor creatividad y mejor predisposición general, en
aquellos que gustaban de utilizar improperios, señalando curiosidades
adicionales como «una mayor resistencia al dolor o mejor adaptabilidad a los
ambientes de temperaturas extremas».
Según datos estadísticos, son los hombres los más tendentes a utilizarlas y, como
todos sabemos, los niños muestran especial predisposición a su aprendizaje y
similar predilección por su uso.
Esto se debe a que tanto la energía masculina como los niños, actúan como
canales de primer orden en relación a la expresión de la sombra.
Para finalizar sobre curiosidades sobre este hecho, se hace constar que una
parte al menos significativa de personajes históricos o contemporáneos,
tradicionalmente relevantes y vinculados con la genialidad, en diferentes
campos como la ciencia, la literatura o el arte en general, se encontrarían entre
el grupo de "los peores hablados".

Notas







En la primera fase consistente en los "resentires" resulta crucial, casi
imprescindible en este ritual, el uso indiscriminado de “palabras gruesas” en
cualquiera de sus formas.
«Estas palabras, consideradas degradantes, ofensivas o malsonantes para nuestro
normal comportamiento en familia o en sociedad, contienen sin embargo la clave
de la apertura y conexión con el inconsciente, repleto de rabias ignoradas y
cargas adicionales».
Cada «palabra malsonante» representa un código encriptado, estrechamente
relacionado con algún resentir que guardamos “bajo la alfombra”.
Hasta ahora hemos pensado en términos estrictamente temporales y hemos
tenido solo en cuenta nuestra información contemporánea, completamente
disociada de la información atemporal extensible a nuestros ancestros.
En estos duelos vamos a tener en cuenta «toda la información» porque la
información transgeneracional es tan nuestra como nuestras manos o nuestros
pies, aunque forme parte de esa porción de la “tarta que somos”, ciertamente
eclipsada por relegada a la oscuridad.
Esto resultará normal teniendo en cuenta que, esa información,
transgeneracionalmente hablando, «viene de atrás» fuertemente reprimida por
razones muy elementales:
En los clanes siempre se da el mayor nivel de conflictividad emocional, porque
«cuanto más amas más capacidad tienes de odiar», ya que los polos siempre
funcionan con igual intensidad en cuanto a gravedad, presión o densidad, y
«cuanto más odias a un familiar, a una pareja o a un amigo, más en conflicto
estás», porque menos capaz eres de reconocer ese odio hacia esa persona
cercana, precisamente por ser un familiar, una pareja o un hermano, y el
inconsciente biológico se resistirá a reconocer y expresar ese sentimiento, ya que
estamos dentro del rango de «seres cercanos» (donde más nos necesitamos) y,
por lo tanto, más “nos debemos amar y respetar”.

«Del amor al odio hay un paso y el ego involucrado dentro de un panorama de
supervivencia lo da con mucha facilidad».

Pensemos entonces que, esta impronta de la que hablamos, es justo la que
subyace tras varias “capas de la cebolla” de nuestro inconsciente, sin que
nosotros hayamos tenido siquiera una leve constancia-consciente de la misma.

«Re-Sentir, significa “Volver a Sentir”»

Para conocer hasta qué punto influye la interceptación de estos resentires, cuya
sustancia está compuesta sobre todo de rabia, de ira, de odio o de asco, (Las
cuatro emociones conformadas por el humano más relevantes que nos ocupan,
teniendo en cuenta que todas ellas se derivan a su vez del miedo), en las distintas
formas que adoptan por mimetismo y transformación, podrán manifestarse en
forma de ansiedad, por ejemplo, siendo esta la otra cara de la depresión, y siendo
la depresión, a su vez, un síntoma de algo mucho más profundo.
Lo que hay detrás de la depresión y por lo tanto de la ansiedad es siempre rabia,
odio, ira o asco. Y lo que hay detrás de todo esto siempre es «miedo».
La tristeza resulta de la rabia que adopta una nueva disposición en la forma,
precisamente por ser retenida en un intento frustrado de olvido o de superación.
Como todo se ha de expresar de forma inequívoca, cualquier sentimiento o lastre
de pena, tristeza, ansiedad, trastorno psíquico o depresión, es siempre en el
fondo rabia, odio, ira o asco sin liberar, ya convertidas estas emociones en lo que
conocemos ahora por un complejo despliegue de etiquetas.
Centrémonos pues en esos “cuatro jinetes del apocalipsis”, por conformar la base
de —absolutamente todo cuanto sustenta desde el inconsciente nuestros
conflictos—, desavenencias y tensiones del devenir de nuestra existencia de cada
día.

En definitiva, cuando nos encontramos en cualquiera de los indeterminados
estados citados con antelación, (“me encuentro vacío, triste, abúlico, apático,
desconectado”, “nada tiene sentido para mí”, “la vida no tiene sentido”), en el
fondo estamos “súper-rabiosos”, “súper-rencorosos”, "súper-odiosos”,
“súper-asqueados”...

—Esta es la realidad oculta de nuestra situación—

En personas que han sido educadas en un ambiente religioso o de corrección
extrema, pueden aparecer muchas reticencias con esta parte del ejercicio (Re-
Sentir), hasta el punto de mostrarse como incapaces de adjetivar a su padre o a
su madre con «semejantes improperios».
Cuando hablamos de «palabras fuertes», estamos hablando de aquellos términos,
—prohibidos por el clan—, que no solo jamás se usaron para dirigirnos a los
demás, sino que la sola idea de su pronunciación puede llegar a representar «la
más atroz de las osadías», y engloba, en sí mismo, las máximas «faltas de
respeto» concebidas o mencionables desde nuestro vocabulario y entendimiento
convencional.
Esta resistencia inicial solo prospera desde nuestra cognitiva habitual, y puede
ser muy lógica en atención a nuestras costumbres aprendidas generacionales o
normas adquiridas de convivencia y educación, pero tengamos en cuenta que
vamos a resolver un «ritual único»; un ejercicio para la mente donde
necesitamos ir «más allá de lo conocido», pues lo que importa ahora es conectar
con el inconsciente propio y por lo tanto el inconsciente generacional.
A partir del momento de la pronunciación de estos términos, una
situación «inédita» (pues de ninguna otra forma se podría reproducir, ya
que supone entrar en trance profundo, saltando todas las resistencia
habituales al instante), nos proyectará, de la manera más efectiva, justo
en esa disposición donde nos encontraremos trascendidos con respecto a
nuestro cuerpo físico, completamente proyectados en una realidad
paralela, «viviendo y actuando en forma desdoblada», en ese estadio de
la conciencia donde somos ya «nuestro doble o yo interdimensional en
estado de conciencia», manejando información de máxima relevancia, en
un lugar de la mente donde todo se manifiesta al instante y donde las
emociones, en su estado más elemental, tutelan por completo la
situación.

«Atravesar la barrera del consciente hacia el inconsciente de forma activa y
consciente, es justo lo que ahora necesitamos».
Es por eso crucial esta fase indispensable, pues nos abrirá las puertas de aquellas
estancias hasta ahora vetadas por nuestra “barrera infranqueable de la
percepción”.
Estos códigos, habitualmente considerados insultos o palabras mal sonantes, no
solo son ahora la llave que abre la puerta del cofre oculto de nuestras mejores
opciones, sino que suponen el enlace-puente de aquella información que podrá
liberar las cargas «de los demás»; es decir, al usar estos códigos específicos,
estamos liberando los resentires de nuestro padre que tiene o tuvo con su
relación, (nuestra madre); lo que quedó como residuo viscoso con respecto a los
padres de nuestros padres; los resentires de nuestros abuelos en relación a sus
respectivas esposas, los resentires de los abuelos con sus padres, (nuestros
bisabuelos), los resentires de estos con sus hijos, con sus hermanos…
Podríamos llegar a sorprendernos de lo profundo y arraigado de este compendio
estructural-emocional, que por efecto del paso del tiempo llega a adquirir,
hablando en términos metafóricos, una textura “casi solidificada”.
Muchas de las personas con más reticencias a la hora de utilizar este recurso
fundamental, son precisamente las más cargadas y acorazadas, blindado su
cuerpo emocional con una fuerte armadura de protección ante la culpa, la
devoción, la dependencia o el miedo.
Excepcionalmente, esto ha llegado hasta el punto en que, poco después de la
realización de este ejercicio, la persona en cuestión llegó a encontrarse con ese
egregor insistente de la culpabilidad, por haber sido “dura en su expresión” con
respecto a su mamá…
 «Se olvidó», que solo era un ejercicio fundamental, a través del cual
pudo por fin destapar para exponer a la luz su «cofre del tesoro más
escondido».
Tengamos en cuenta el inestimable valor de conectar, extraer y expresar estos
resentimientos que, si bien corresponden a miembros anteriores de nuestro clan,
habitan también a tiempo total en forma tan latente como residual en cada una de
nuestras células, o “grupos celulares de información”, de manera que si
«tocamos» puntos relacionados con la información celular que atañe al hígado,
por ejemplo, y expresamos al fin lo silenciado por generaciones, «las células del
hígado», —contenedoras de esa información—, quedan en igual relación
liberadas de esa retención tóxica, que muy a menudo se encuentra
argumentando, sosteniendo o alimentando lo que podemos entender, desde este
momento, como «enfermedades propias del transgeneracional».
Parafraseando al Dr. Bradley Nelson, (salvando las distancias con respecto a la
forma de expresión habitual de este libro), diremos que «Las emociones
atrapadas son emociones negativas que se han enquistado. Es decir, que se
han quedado atrapadas en una parte concreta del cuerpo y no se han liberado,
formando así un bloqueo que impide que fluya nuestra energía correctamente.
Las emociones atrapadas, a la larga, causan dolores, enfermedades, depresión,
etc.”
Como vemos, estos duelos pueden llegar a ser determinantes en casos de
“enfermedades relacionadas con el transgeneracional”, como puede ser la
diabetes, u otros, como hijos descendientes con autismo, asperger o similares, así
como indirectamente el grueso de las afecciones sintomatológicas, pues si bien
se encuentran los desencadenantes en nuestra vida coyuntural, siempre o casi
siempre, incluyendo el proyecto sentido en las etapas de embarazo, (con todas
sus circunstancias adicionales) provienen del transgeneracional.
Si un niño se muestra autista, como reparador de incestos mantenidos en secreto
por vergüenza moral, o situaciones vividas con una fuerte sensación de culpa o
suciedad, por ejemplo, la madre podrá liberar o armonizar esa información a
través de estos duelos, viéndose estos cambios reflejados de forma inevitable a
través de su hijo.
Antes que nada, la información que se precisa habrá de ser reconocida a través
de este trance, y atendida con una “nueva visión del asunto en cuestión”,
alterando así la impronta de ese potencial y provocando que «el carácter del niño
autista deje de tener pleno sentido»; pues “su misión o razón de ser”, ya ha sido
intervenida y por lo tanto alterada la información que sostuvo la etiqueta del
autismo.
Este ejercicio —equilibrador—cuántico—trascendental—, opera en el
inconsciente de la misma manera en que operan cualquiera de nuestros actos en
nuestro mundo de vigilia; (rituales simbólicos todos para la mente inconsciente).
Si bien «resulta del todo imposible agradecer con un resentir en el corazón»,
debemos saber que toda «resistencia terminal» con respecto a esta parte del
ejercicio, representa, en el fondo, una resistencia encubierta con respecto a
nuestra “emancipación” a nivel individual, ya que tratamos de boicotear,
precisamente, el punto crítico de inflexión que conseguirá acercarnos a ese
«umbral de agradecimientos», que tanto estamos necesitando.
Si llegamos al punto de Agradecer, la expresión y toma de contacto de, y con
estos resentires , habrá tenido entonces pleno sentido.
Es el Agradecimiento, el punto verdaderamente definitivo que habremos de
conseguir con respecto a cualquier situación emocional, tanto a nivel personal
como ancestral.

Hagamos una mención especial sobre el hecho de que, «la mayoría de los
mortales», han estado perviviendo en una situación a caballo entre la rabia
ancestral, la desvalorización, la incomprensión y, a lo sumo, una pátina de lejana
intuición sobre aquella sensación de “agradecimiento”, que en ocasiones se ha
hecho consciente sobre la labor de nuestros padres para con nosotros.
Es habitual encontrar, dentro de nuestro panorama social, casos en que se dice
«estar muy agradecidos a nuestros papás», sin contar en absoluto con toda una
herencia transgeneracional inconsciente que, la mayoría de las veces, provocará
un nivel de agradecimiento sostenido por lo «correcto o lo adecuado», o incluso
«lo necesario», y encontrará su solución en aquella fórmula mágica tan antigua
como arraigada:

—El perdón—

Perdonar significa literalmente “regalar definitivamente el acreedor al
deudor aquello que le debía”.
Vemos que nada es perdonable entonces sin partir de una deuda, pues
Perdonar está fundamentado en la idea de que “nos deben algo”, o
bien partimos de un agravio personal, o de cualquier situación donde
la ofensa y la víctima son el argumento principal.
“Condonar una deuda”...
Solo la víctima puede perdonar, tratando entonces de equilibrar una
situación donde, partiendo de la idea de la separación, (el otro es algo
externo a mí y puede controlar mis emociones), volvemos
inevitablemente a la separación, ya que de lo contrario el perdón
carecería de cualquier sentido.
¿Qué vas a perdonar si solo puedes agradecer al otro su función
maestra para contigo?
¿Qué vas a perdonar una vez que has comprendido que solo te están
haciendo «favores»?
¿Qué vas a perdonar si el otro solo se esfuerza para que tú puedas
conocerte realmente?
Agradecer, sin embargo es «dar la gracia».
Se agradece por la labor prestada, no por un agravio que tengamos
que resolver.
Un acto de comunión interior desde donde somos ya “conscientes de
nosotros mismos”, mientras bendecimos a nuestro ser, desde su parte
más lúcida y armonizada a través del otro.
Notas



Si tenemos en cuenta que el acto de perdonar solo está basado en un juicio, o un
prejuicio radical, (conformado a través de nuestra distorsionada y programada
visión de la realidad), llegar al perdón sin provocar cambios profundos en el
juicio, consciente o inconsciente, —ya que sustenta en exclusiva nuestra
«necesidad de perdonar»—, de poco o nada servirá el uso indiscriminado de tan
“sublimado término”, ya que solo habremos dado una “mano de pintura”,
provocando un efecto visual “estético” para que todo quede “bien presentado”,
(sin otro particular), salvo la inevitable ocultación, aún más profunda si cabe, de
aquellas razones que hicieron del perdón, (la mayor parte de las veces), un
recurso muy efectivo para que las verdaderas causas del inconsciente
queden inalterables.
Si nuestra necesidad de perdonar está basada en un juicio y cambiamos nuestra
percepción, transformando el juicio por una comprensión profunda de las
circunstancias...
¿Qué necesidad tendríamos entonces de perdonar cualquier cosa, si ese juicio ya
no existe?
Pongamos un ejemplo práctico sobre esto:
Imaginemos una situación en la que, encontrándonos de viaje, justo en la entrada
del último tren que nos llevará a nuestro hipotético destino y sin tiempo ya para
gestionar cualquier otra posibilidad, descubrimos que hemos perdido nuestro
billete necesario para el pasaje.
En una fracción de segundo, un aluvión de pensamientos atropellados inundan
nuestra mente: —Nos encontramos solos y sin billete frente al último tren de la
noche, en una estación de un lugar cualquiera—, y donde «quedarnos en tierra»,
supondría algo más que una mera incomodidad.
Justo en el momento en que más perdidos nos encontramos, sin saber qué hacer,
(dispuestos a entablar una conversación un tanto surrealista con un supervisor a
esa hora de la noche), una persona que parece salir de la nada, mostrando un
billete en su mano nos dice:
—Tome usted, su billete: Vi cómo se le caía cuando entraba en la estación.
¿Tendríamos algo que perdonar a esta persona que salva nuestra situación en ese
momento?
¿Aparecería de alguna forma lejana, algún atisbo de sensación relacionada con el
perdón, o cualquier necesidad de perdonar algo a esta persona, o algo que se le
parezca?
«Estruendosamente no».
Solo podríamos —Agradecer—.

En ese momento crucial, encontraríamos incluso dificultades para expresar
nuestra sensación de estar agradecidos. Querríamos abrazar a esa persona, abrirle
nuestro corazón en ese momento o ¡incluso hacerle un regalo!
¡Nada más lejos de la necesidad de perdonarle algo!
Claro está, es un desconocido. Nada existe en contra de esa persona en esta
situación, puesto que estamos completamente «limpios» con ella.
Algo bastante similar podría enmarcar el ideal de nuestras sensaciones con
respecto a nuestro padre, nuestra madre o nuestros hermanos, incluyendo por
extensión a nuestra pareja o allegados en general.
Lo que nos distancia de ese «Estado del Ser», (pues en realidad es de lo que
estamos hablando), es la rabia, la ira, el odio o el asco que domina nuestra
pulsión, de una forma inconsciente difícil de evaluar a primera vista. Todo ello
enraizado y enmarañado en un cúmulo de resentires inconscientes sin resolver,
—herencias del transgeneracional—, bien alimentados por una sociedad y un
mundo diseñado de forma subliminal para que se mantenga y se perpetúe,
siempre en función de «esa impronta inconsciente tan compleja de evaluar».
Hagamos una somera mención a las dificultades de prosperar en un
mundo competitivo hasta el punto de la muerte y la prostitución, en
casos de guerra o como “pan nuestro de cada día”.
Tomemos contacto, por un momento, con todas aquellas situaciones
donde a través de “la educación”, por ejemplo, fuimos tratados en los
colegios casi como reclusos, hostigados con obligaciones sin atender
mínimamente nuestra extrema sensibilidad…
Etc.

Esa «pureza del alma», que conseguiría de nuestra existencia un «remanso de
tranquilidad, quietud o placidez» (o como queramos llamarle a aquello que nos
referencia con nuestra estructura emocional más depurada), desde luego resultará
un tanto idílica de alcanzar por el momento, dadas las condiciones del campo
morfogenético en particular al que todos estamos conectados, aunque de alguna
manera «intuimos» que ese será el principio y el fin de nuestra disposición más
encumbrada.


—oOo—
Arquetipo Paterno - Duelo con el padre.

En casos de orfandad o abandono por parte del padre desde la infancia, el duelo
se habrá de resolver antes que nada con la figura paterna que tuvimos por
omisión, teniendo en cuenta los datos o ausencia de datos sobre la misma. Si
carecemos de imagen o representación consciente de nuestro padre biológico,
podrá estar representado a través de una “energía imaginaria” que de alguna
manera lo simbolice.
Solo después haremos, también, el duelo correspondiente con aquel padre de
sustitución (si lo hay), que tuvimos como referencia o sentimos que pudo haber
hecho de alguna manera esta función, bien sea nuestro abuelo, nuestro hermano
o la pareja de nuestra madre.

Resentires con El Padre


Centramos toda nuestra atención en nuestro padre situado frente a
nosotros, sentado en una silla y a la izquierda.
Comenzamos directamente usando una palabra “gruesa” para dirigirnos a
él: «Pedazo de maltratador», (por poner un ejemplo).
Usamos lo que hasta ahora hemos considerado «insultos
impronunciables»: «Hijo de p…», «mal nacido», «flojo» o «calzonazos»
(según el argot propio de cada cultura), «putero», «cobarde», «psicópata
de mierd…» «Manipulador», borracho, tacaño, mediocre, reprimido…
Etc.
En estos momentos, y partiendo de la información conocida de primera
mano por nosotros con respecto a nuestro padre, «ya se está
produciendo ese enlace que necesitamos con el inconsciente».
Lo decimos todo «de dentro hacia fuera», de forma neutral, como
mediadores de esta representación: ¡Recuerden!
—Estamos siendo los terapeutas del clan— y usamos siempre la segunda
persona en este caso. (Esto es tan importante como trascendental, pues
nos estamos disociando de la carga en primera persona). El mensaje
subliminal que le enviamos a este inconsciente es que, de alguna manera,
estamos siendo ahora «El Observador» y por lo tanto nos encontramos
operando desde una entidad atemporal, capaz de ver las cosas sin los
juicios propios del ego sufriente, que solo puede percibir su papel
distorsionado en primera persona.
«Has sido un maltratador con tus hijos» (o tu hijo/hija): Con tu mujer,
con tus padres, con tu hija Alejandra (caso de ser nosotros Alejandra).
La tendencia general sin este aviso consistiría en soltar los resentires
desde la primera persona: «Fuiste un maltratador conmigo», o «te odio».
Por eso tendremos que estar muy atentos a esta parte del ejercicio.
Recordemos, siempre “de nosotros hacia afuera”: «fuiste un maltratador
con tu hijo o hija fulanito o menganita».
Estamos en neutro, permitiendo que fluya la información.
Aquí pueden comenzar a salir frases, palabras o calificativos
desconocidos hasta el momento por el practicante.
Comenzamos por nuestro umbral consciente y vamos dando “rienda
suelta” a todo lo contenido y lo no-dicho, en forma de palabras
especialmente «malsonantes», (abrimos así un canal codificado que
conecta con nuestro inconsciente). Estamos en un estado de neutralidad,
procurando que las palabras fluyan a través de nosotros y atentos a lo
que acontece.
En algún momento pueden aparecer términos aparentemente
desvinculados, que forman parte de una información reservada y
escondida por mucho tiempo en el inconsciente.

Una chica mexicana de unos 40 años de edad, separada con dos hijos,
físicamente agraciada; estilosa, inteligente y muy dispuesta, (con todas las
características para ser una “mujer exitosa”), no entiende por qué su vida se
muestra condenada por una cadena incesante de eventos contradictorios,
sintomatologías a veces graves y otras veces crónicas.
Sus relaciones y su vida laboral, parecen estar dirigidas por un inconsciente
imprevisible y traicionero.
La historia que ella relata en consulta según sus limitadas informaciones,
sustenta una narrativa con grandes lagunas y silencios blindados.
Vivió junto con sus padres en un pueblo apartado de un estado de México, hasta
los tres años de edad, momento en que su madre abandona de súbito a su marido,
a su casa y al resto de la familia con la que convivía por parte de su marido,
desapareciendo con sus dos hijos de la noche a la mañana y trasladándose a otro
estado, justo al extremo más lejano del extenso territorio mexicano.
Desde los tres años de edad, solo recuerda la parte de su vida que comienza con
su madre y su hermano menor, (de apenas dos años de edad), en el nuevo estado
de ese país, donde crece y reproduce su vida sin la más mínima noción de la
razón sobre las causas de semejante huida, careciendo de cualquier referencia
sobre la silenciada ausencia de información, con respecto a su padre.
La madre se muestra inflexible en cuanto a la prohibición expresa de mencionar,
cualquier dato relacionado con su pasado y el padre de sus hijos, borrando todo
recuerdo sobre ese periodo y sellando esta información en una tumba.
Ella nada supo desde entonces sobre su padre.
Sin embargo, afortunadamente en el inconsciente se encuentra guardada la
información completa del clan.
Siguiendo las instrucciones de los duelos relatados en este libro, se recuesta en
su cama, hace su relajación, se proyecta mentalmente en ese espacio o habitación
cuántica-virtual, pone a su figurado padre delante a su izquierda y a su madre
delante a la derecha, (ambos sentados como hemos explicado con antelación), y
se dispone a “tirar de ese hilo simbólico” comenzando por la desdibujada figura
paterna que le muestra su imaginación.
«Parricida», es la palabra que brota de forma tan sorprendente como inesperada
de sus propios labios, subiendo el tono de sus gritos interiores mientras lo repite,
una y otra vez:
¡Parricida!, ¡Parricida!, ¡Parricida!
Curiosamente, ¡Ni ella misma conocía conscientemente con exactitud el
significado del citado término!
Cotejamos nuevamente después su árbol en consulta, llegando a la certeza como
conclusión de que «su padre mató a sus propios padres», posiblemente incluso
en presencia de ella misma o de su madre.
Este descubrimiento representa uno de esos paradójicos y extraños casos en los
que, enterarte de que tu padre asesinó a tus abuelos, puede suponer el alivio y el
descanso que estábamos necesitando.
Es el secreto la fuerza más activa y devastadora que existe en los clanes
familiares, llegando a generar todo tipo de situaciones incomprensibles para la
vida del afectado, incluyendo enfermedades y trastornos sin explicación
aparente.
Es mil veces preferible conocer «lo abominable de situaciones vividas con
antelación», que pervivir perdidos entre secretos de información, pues el secreto
carga con todo el horror, la culpa y el sentimiento de drama de lo retenido y no-
expresado; lo no-dicho y por lo tanto no-resuelto.
Esta potente energía marcará, como una constante, la expresión de la vida de
cualquier afectado vinculado en esta categoría.
Como dato adicional, siempre serán insuficientes las llamadas de atención sobre
la importancia de liberar los secretos de información, por penoso que nos pueda
parecer, antes de guardar determinada información en forma de un oscuro
silencio.
Todo tuvo sentido en un momento:
La misteriosa desaparición de la madre con los niños.
La huida hacia un lejano y anónimo territorio donde perderse para
intentar olvidar.
La prohibición por su madre siquiera de preguntar por su padre o
mencionar la historia con su padre.
la prohibición de hacer cualquier mención de esa etapa encriptada.
Una vida entera condicionada por relaciones dirigidas desde un inconsciente
programado, gestado desde la madre en el proyecto sentido de una niña de tres
años, cuya información, inevitablemente contiene improntas inequívocas sobre
la supervivencia y la adaptación codificada:
«Los padres matan».
«Los hombres matan».
«De los hombres se huye».
«Los hijos son mi carga».
«Los hijos son los herederos de la muerte y la incomprensión».

Toda esta programación inconsciente condensada en una sola palabra;
condensada en un código secreto capaz de hacer de una vida una tortura o una
causa de liberación:

«Parricida»

Lo que está oculto en ese Inconsciente Transgeneracional encuentra o puede
encontrar ahora, en este ritual, un medio para ser extraído de forma consciente;
ya que la información ha estado expresándose todo el tiempo, usando vías
alternativas en forma de circunstancias sufrientes, rasgos de carácter
incomprensibles, limitaciones en general; fobias, o muy diversos tipos de
sintomatologías.
Si abrimos una “vía directa” —un canal apropiado para que se revele esta
información—, (ya que su tendencia es “salir”), tendremos entonces una
oportunidad única.
En estos duelos muchas personas han podido conocer y comprender, de primera
mano, los misterios ocultos que operan en un inconsciente grabado a fuego, con
improntas capaces de argumentar los designios de una vida al completo.
En estos duelos, Natalia descubrió cómo su abuela se sintió violada por su
marido (su abuelo) durante toda su vida; Amanda descubrió que su bisabuelo era
homosexual, Nuria que su abuela fue prostituta en una etapa oscura y vergonzosa
de su vida, (desde que huyó de la casa-cárcel donde vivía junto a sus hermanos
adoptados); Amelia “sintió” cómo su abuelo en realidad se ahorcó usando una
cuerda en el granero...
Se descubre que la abuela fue abusada por su padre (el bisabuelo)
durante su infancia.
Se descubre que la abuela era bruja e impartió durante su vida todo tipo
de hechizos, amarres y rituales. Así se entienden las fuertes sensaciones
durante la vida de la nieta (que realiza estos duelos): Su “mal de ojo” y
su fuerte sensación de “brujería”, sacudida por la constante impresión de
vivir bajo hechizos, mientras «le hacen todo tipo de vudú».
Se descubre (en forma de imágenes presenciales a través de este ritual)
que de los doce embarazos y partos de la bisabuela materna, donde solo
seis hijos varones prosperaron, las seis niñas restantes no murieron
recién nacidas por causas desconocidas, (como rezaba la versión
familiar), sino porque ella misma las ahogaba con la almohada.
La lista sería interminable y sobra decir que »la realidad siempre supera todo
lo que conocemos por ficción”.
La ficción, en realidad, solo es una forma refinada
de contar la verdad».


Generalmente, los mayores resentires aparecen con el arquetipo mejor integrado
en apariencia hasta el momento.
Por ejemplo:
“No puedo soportar a mi madre porque me odió y maltrató durante mi infancia,
pero mi padre conmigo fue un santo”.
 Los mayores resentires aparecerán entonces en el duelo con el
padre.

“Mi padre fue un mujeriego borracho y abusó de mí, y mi mamá me dio su
cariño durante toda su vida”.
 Los mayores resentires aparecerán entonces en el duelo con la
madre.



Como ilustración, vamos a enumerar algunos casos de consulta donde los
participantes hicieron su propia lista con respecto a resentires “contra su padre”:
Caso 1.- (Argentina). «Abandono».
Familia que vivió en la precariedad y la austeridad, donde la chica que
hizo los duelos se sintió, de niña, humillada por ir al cole con su ropa
rota, representando este recuerdo tan solo "la punta de un iceberg”.

Resentires con el padre:
—«Desvalorizado, víctima, calzonudo (calzonazos), pobre infeliz,
huérfano, sumiso, sometido, manejable, manso, rendido, avasallado,
subordinado, oprimido, humillado, atropellado y mediocre».

Caso 2.- (Galicia-España). «Padre psicópata»:
A la hermana de la persona implicada y en su presencia el padre la
llevaba a la vía del tren donde la amarraba para asustarla, representando
esto una pequeña muestra de su comportamiento habitual para con las
niñas,
Resentires con el padre:
—«Cruel, déspota, ser sin alma, mal padre, mal marido, abusador,
enfermo, psicópata, animal, mujeriego, infiel, frio, padre ausente,
irresponsable, sádico, egoísta, maltratador, despreciable, repugnante,
depravado, insignificante, desvalorizado, rastrero e innoble».

Caso 3.- (México). «Padre abusador».
El padre abusaba de su hija desde pequeña llegando a dejarla
embarazada y dando a luz a una niña fruto de esa “relación”.


Resentires con el padre:
—«Agresivo, padre ausente, desgraciado, perro, “pinche cabrón”,
malparido, mal-padre, maldito, egoísta, mentiroso, avaro, enfermo,
psicópata, asqueroso, cerdo, infeliz, desgraciado, dictador, prepotente,
maltratador, ególatra, manipulador, irresponsable y víctima».

Los resentires en forma de información codificada expresados a nuestro padre,
están directamente relacionados con los que él mismo resintió con respecto a sus
propios padres: Con respecto a su mujer, sus abuelos, sus jefes...

Es por eso esperable y natural que, comenzando por lo conscientemente
conocido, acabemos pronunciando palabras del todo ignoradas por nosotros, o
bien “percibiendo información” hasta ese momento igualmente ignorada del
todo por nuestro consciente.
Desde la neutralidad de un «maestro de ceremonias» y aceptando ese preciado
contenido en información, se trata ahora de estar atentos a esos códigos que
pueden ir apareciendo, ya que es justo lo que estamos necesitando.

Vamos a abrir ahora un canal de información para liberar la rabia
contenida.

(Recordamos que mientras leemos este libro estamos “acondicionando el
terreno”; preparándonos para hacer nuestro ritual posteriormente en un acto
sagrado en la intimidad).
Resultará normal que la imaginación «vuele», mientras tanto, y se vaya
manifestando “cuánticamente” información como adelanto durante la lectura de
este libro.
Como analogía metafórica, es como si accediésemos al «registro akáshico de
nuestro clan».
Somos ahora el artífice a través del cual, cediendo nuestro vehículo
emocional, vamos a liberar esas rabias encriptadas que ni siquiera
consideramos nuestras, pues insistimos en que forman parte de una
información muy reservada en nuestro inconsciente.
Nos estamos desenvolviendo en un “espacio a-temporal”, donde las
sincronías comenzarán a producirse a través de nuestra intención de
neutralidad y aceptación.
Partimos de las improntas conocidas por nosotros y gritamos, física o
mentalmente, aquellos silencios antiguos que ahora cobran vida al ser
pronunciados.
Aprovechamos para decirle a este señor que tenemos delante, (ahora
estamos siendo “directores de orquesta”), todo lo que su hijo o hija,
padre, madre o esposa jamás le dijo:

“Fuiste un desaprensivo o un dictador”.
“Jamás supiste amar ni a tu mujer ni a tus hijos”.
“Obligaste a tu hija o hijo (nosotros en este caso), a tal o cual cosa”.
“Arruinaste la infancia de fulanito” (ponemos ahí nuestro nombre). Etc.
Se trata de expresar, liberar y soltar lo que aparece a través de este canal
abierto que hemos creado y, cada cual, habrá de emplear sus propios
recursos para la mejor consecución de este fin.
«Aquí vale todo».

En ocasiones, podrán manifestarse resistencias para entablar una
dinámica real de comunicación con este inconsciente resentido.

«Imaginariamente» y si los resentimientos son importantes, podemos comenzar
entonces por abofetear o golpear, para ayudarnos a expresar este contenido,
haciendo uso de cualquier medida que nos resulte útil, o eficaz, o necesaria en
cada momento.
Nuestra necesidad y la imaginación al poder.

No importa lo que hagamos en esta parte de los resentires con cada ancestro,
todo es correcto si cumple su cometido.
Es lo que necesitamos ahora para llegar a agradecer después, a esta persona,
como si de «aquel que nos entregó el billete perdido del tren» se tratase.
Ese es el punto al que tendremos que llegar y para eso es imprescindible
emplearse a fondo, antes, en esta parte del ritual.
Para el inconsciente ya se están produciendo cambios de potencial, puesto que
jamás se expresó determinada pulsión, residuo o rencor.
Para este inconsciente todo se está re-escribiendo aquí y ahora.
Continuamos, desde nuestra posición, sacando a la luz en su presencia
hasta el último detalle de nuestros “peores recuerdos”, (siempre en forma
no-implicada en primera persona), insistimos; si tú eres Miguel y estás
haciendo estos duelos, la fórmula es, “le hiciste a Miguel”, tu hijo.
Utilizando nuestro vehículo emocional como canal, nos dedicamos de
forma exhaustiva en esta parte a liberar, expresar, gritar en nuestra
imaginación; ¡Golpear!
Podemos gritar imaginaria o físicamente; dependiendo de las
posibilidades y preferencias de cada cual.

Ha de ser un “vómito emocional” donde el resultado concuerde con esa conocida
y vieja sensación que aparece cuando “se canta a alguien las cuarenta” y dice
después que «se ha quedado a gusto».
Todos los resortes de culpabilidad devengados de la idea de parecer
irrespetuosos con respecto a nuestros padres, en este ejercicio, solo sirven para
neutralizar nuestra mejor posibilidad.
Estamos haciendo un ejercicio para el inconsciente muy específico.
Es un ritual para la mente inconsciente y lo que hagamos aquí tiene un
fin liberador, muy por encima de aquellos preceptos sobre lo que es
correcto o incorrecto.
Somos en esos momentos "el maestro de ceremonias” o "el terapeuta del
clan”, y estamos inmersos en una dedicación al margen de nuestra
moral conocida hasta el momento.
Continuamos con nuestro padre hasta terminar esta fase...
Aquí habremos podido recabar información «privilegiada» (o no), dependiendo
de cada caso en particular.
Terminamos esta parte del ejercicio de un modo mas reflexivo,
detallando aquellos aspectos que nos guardamos por recelo, vergüenza
ajena o consideración, explicando nuestras frustraciones y cargas con
respecto a esta figura paterna, (fuiste con tu hijo, le hiciste, no fuiste, no
cumpliste con tu hijo o hijos, con tu mujer, etc.)
Detallamos momentos específicos que nos vienen a la memoria: Todo
aquello que nos gustaría «sacar de nuestro cerrado corazón».

Una vez vaciadas las rabias, odios, ascos o iras encubiertas, tanto nuestras como
aquellas que “aparezcan” a través de nuestro vehículo emocional, (lo más
importante es haberle dado salida a todo, mientras hemos fluido en esa “danza
expresiva de la información”), hacemos una breve pausa con un par de
respiraciones profundas...
Nos relajamos y ya podemos comenzar con la siguiente y segunda fase.



Agradecimientos y Re-conocimientos con el Padre
Ha llegado el momento de agradecer y esta vez lo vamos a hacer en primera
persona.
Podemos aquí investirnos del personaje —hijo o hija—, para agradecer en
nuestro nombre propio a nuestra figura paterna (quizás por primera vez en
nuestra vida) por su dedicación, mejores intenciones, implicaciones,
aportaciones, maestría, etc.
Cuando expresamos los resentires lo hacemos disociados y en segunda persona,
porque creamos así un puente en nuestro inconsciente donde nuestra implicación
emocional se potencia neutra y sanadora. Es un recurso, una manera de enviar un
mensaje donde nosotros, ya estamos actuando desde el «punto de observación».
Cuando agradecemos, lo hacemos en primera persona porque este efecto,
sentimiento o actitud, es lo que buscamos para que se haga lo más real posible;
ya vinculado en forma de ritual con “todo lo que somos”.
Tengamos muy en cuenta que cada cual hizo lo que pudo dentro de sus
limitaciones, su programación y su inconsciencia radical.
Muy a pesar de nuestras consideraciones más nefastas, en las profundidades,
cada acto presencial o dedicación, surgió de la entrega de esta persona a la causa
de la procreación y la portación de la vida a este plano de existencia.
Muy a menudo el padre sobrevivió en una vorágine de emociones copiadas de su
relación con sus propios padres; su niñez, la educación recibida y los lastres
globales del transgeneracional...
Cada pequeño gesto sin embargo, es de agradecer.
Todos sus sufrimientos fueron esfuerzos para con los hijos, su mujer y su
situación existencial.
En los " peores casos", nuestro padre nos muestra las necesidades propias, pues
siempre habitaron en nosotros antes y después de nuestra percepción sobre esta
figura.
Cuanta más dureza en la expresión, mayor maestría y aprendizaje en cuanto a la
información que necesitamos para comprender y armonizar, precisamente por
representar nuestro "padre-espejo" nuestra versión más urgente.
Sin entender esto en profundidad, nada de lo que hagamos en estos duelos
servirá, puesto que si continuamos pensando que alguien (comenzando por
nuestro padre) tiene o tuvo la responsabilidad que solo a nosotros corresponde,
jamás saldremos del atolladero.

Continuar pensando que nuestro padre o nuestra madre pudieron llegar a
hacerlo mejor, desde nuestra visión victimizada y trampeada de la realidad.
supone uno de los delirios más surrealistas e ilusorios que podamos llegar a
concebir,

Tengamos muy claro este punto de inflexión, pues la realidad cuántica funciona
justo del revés:

 No hemos venido aquí a sanar las cuestiones y lastres de nuestro
clan, sino a sanar nuestras cuestiones y lastres expresados a través de
nuestro clan.
 «Las conductas, lagunas, faltas y errores de nuestros padres, solo
evidencian la parte de nosotros que habremos de transformar,
tardemos lo que tardemos en tomar consciencia de este hecho».


La única función contenida en el acto de extraer y expresar los resentires con
antelación, consiste en llegar al punto de encontrar, en nosotros, esa afinidad con
aquel sentimiento de “estar agradecidos”, donde la necesidad de perdonar carece
ya de todo sentido.
Es muy posible que nuestro “desarrollo espiritual” a base de conectar con "el
amor incondicional”, el perdón y cosas por el estilo, (como recetas propias de
cocina fácil tan arraigadas desde la nueva era), nos hayan conformado en la
creencia de “determinada elevación del espíritu”, mientras sin embargo y
generalmente representan "meras capas de pintura sobre un fondo viscoso"; más
propias de un apaño transitorio que de una verdadera transformación interior.

Los Agradecimientos han de ser tan dedicados y explayados
como la expresión de los resentires.
«Es el momento de encontrar, en nosotros, aquellos
“motivos personales” que ahora podemos expresar,
como nunca antes lo hemos hecho».

Es necesario en este punto resaltar que, debido a la tradicional forma de concebir
socialmente nuestra realidad, en un porcentaje exhaustivo de los casos —nadie
ha sabido agradecer—, ni ha tomado consciencia plena de «hasta qué punto
realmente podemos estar agradecidos».
Agradecemos a nuestro padre encontrando esas “razones del corazón”,
partiendo de nuestros recuerdos conscientes y “tirando de ese metafórico
hilo conductor” que nos podrá llevar a situaciones quizá olvidadas: (Un
momento estelar también para tomar conciencia y valorar las pequeñas
acciones).
Si hemos sido huérfanos de padre, agradecemos su mejor intención a
“esa energía” y reconocemos su ausencia con toda su carga en
información.

Quizás su ausencia nos ayudó de muchas formas, pues a veces la persona “elige
retirarse" para brillar mejor por su ausencia que «por lo que siente que podría
aportar con su presencia».
Tengamos muy en cuenta, en definitiva, que todas las ausencias contienen «el
fin», de ser emocionalmente compensadas a través de nosotros:
«Esa es la lección que nos ofrecen».


Si no llegamos al punto, por ejemplo, de agradecer en toda su intensidad a la
función paterna en caso de tocamientos, maltratos o abusos de la infancia, es
porque todavía estamos polarizados, viviendo solo la contracara de una sola
moneda.
Teniendo en cuenta el paradigma “terapéutico tradicional”, basado en la dualidad
de los extremos, resultará imposible en una vida llegar a integrar o superar casos
de abusos de la infancia. Sin embargo, si comprendemos nuestra función desde
un “origen unificado”, llegará a resultar “fácil”, según se mire.
En consulta la persona “abusada” toma consciencia de que es “ella” también la
parte abusadora.
Mártir y perpetrador (víctima y victimario) han de reconocerse como “iguales”.
ya que —resulta del todo imposible salir del la víctima desde la víctima—:
De lo pasivo desde la pasividad; del que recibe desde el acto de recibir.
Esto aparece solo con profundizar un poco en las primeras capas superficiales,
ya que el compuesto está en ambas partes con la misma intensidad.
Parafraseando al tan conocido refrán (como la mayor parte de las veces
ignorado), «lo que está sucediendo es que estamos viendo solo “la paja en el ojo
ajeno y no la viga en el propio”».
Teniendo esto en cuenta llegaremos a comprobar que «se hace fácil, lo difícil».
Al final, siempre se trata de llegar a “a-sumirse a uno mismo”.
Desde nuestra posición en solo uno de los extremos de la dualidad, resultará del
todo imposible asumir esa realidad, ya que la persona se encuentra polarizada,
viviendo la parte de “santa”, “víctima”, “pobrecita que abusaron de mí”, etc.
Y esto es solo la contraparte de la cara de la moneda formada por la víctima y el
victimario; la moneda dual donde salga cara, o saga cruz, continúa siendo la
misma.

Y ninguna de las caras son reales.
Y ambas caras son reales a la vez.
Tan reales son los extremos como ilusorios.
—Fundamental comprender esto—.
Así, se “sanan” las cosas.
Así, «se sanan todas las cosas».


Para aclarar definitivamente el significado del término "victimario",
citemos la definición "oficial" que versa en la biblioteca pública de internet,
Wikipedia:

"El Victimario es aquella persona que le inflige un daño o perjuicio a
otra en un momento determinado (quien pasa a ser, por oposición,
la Víctima de la acción). Si bien este término puede ser usado para
referirse a cualquier persona responsable de cometer un delito, está
generalmente relacionado con los conceptos de proceso de paz, en
donde es utilizado frecuentemente en forma plural, para referirse a los
actores armados de un país, bajo un régimen dictatorial o
democrático o en un conflicto armado interno, que han
cometido crímenes terroristas, crímenes de Guerra o crímenes de Lesa
Humanidad. También se utiliza en casos de feminicidio".1

Parece ser que la propia definición oficial ya hace referencia expresa en su
acepción principal a esta dualidad, continuando por considerar a los soldados
terroristas "actores" y especificando su uso cuando de dos bandos implicados
por intereses comunes se trata. Como pueden ser los opositores políticos internos
de un país o las desavenencias entre lateralidades humanas.

Más allá de todo esto, mientras la posición mental de la víctima continúe
afincada en ese platillo de la balanza, continuará siendo víctima de por vida,
pues en su empeño de castigar a los demás o "hacer justicia" pretendiendo
erradicar a los perpetradores de la faz de la tierra, se encuentra su propia
condena.
Donde jamás se hará justicia, ya que si estamos comprendiendo que solo
hablamos de extremos de una polaridad, para la Ley Universal Unificada todo
está siendo «certeramente justo», en una medida tan precisa como difícil de
valorar a primera vista.
La víctima ya era victimario y el victimario víctima a modo generacional, y
tendrá que "vérselas y entendérselas" durante toda su vida con ese potencial.
No podrá cambiar su pasado pretendiendo borrar su desazón, ni cambiarán
aquellos que gozan infligiendo algún daño, ni podrá variar un solo ápice de su
visión (pasada y proyectiva a la vez) de aquellos recuerdos que le persiguen por
más esfuerzos de erradicarlos que haga.
De nada servirá un solo minuto de odio enfocado al exterior, ni de culpa, ni de
flagelación, ni de rechazo por la suciedad que nos invade el alma desde nuestros
más profundos adentros.
Hasta que nos responsabilicemos de la moneda al completo, pasaremos nuestra
vida "enfermos", en una contienda constante donde la incomprensión, la
frustración, la culpa y los resentimientos internos, dominarán por completo
nuestro psiquismo y por lo tanto nuestro sentido existencial.
A cambio de esto, podemos comenzar a responsabilizarnos de nosotros mismos
sabiendo que, si una persona es “víctima”, es seguro a su vez también abusadora
y es imposible que esto resulte de cualquier otra manera, ya que lo que se
resiente en un polo está activo en el contrario con igual intensidad. Sin embargo,
como cita Bert Hellinger en sus Constelaciones Familiares, «la víctima
continúa siéndolo porque le interesa perseverar en su papel, reprimiendo la parte
de perpetrador que igualmente vive a través de ella».

Si la víctima acciona por una vez, toma contacto con su rabia reprimida de
manera más que suficiente como para ponerse a la altura de su más
perverso verdugo y, teniendo en cuenta que el tiempo es ilusorio para el
inconsciente, eso es lo único que ha existido siempre, antes y después de
cada cambio de posición, seamos ahora víctimas o verdugos.

«Lo que resientes enfrente, rechazas y percibes con desprecio como una viscosa
suciedad, es la parte de ti que no aceptas; de eso estamos hablando todo el
tiempo».
Sin tener pre-clara esta información, seguramente la realización de estos duelos
en absoluto conseguirá que salgamos de tan arcaico potencial, y mucho menos
acercarnos siquiera a la posibilidad de una transformación consciente, aunque
podrá suponer un «punto de inflexión crucial» por revivir nuestra situación
existencial con una perspectiva “nueva”, viéndonos a nosotros mismos desde
una posición más cercana a nosotros mismos.
Además, —de hecho y en el mejor de los casos— para que algo de todo esto se
asiente de forma real, deberíamos contar con un año natural al menos tras el
impulso inicial de la cuarentena.

Es una historia que carga información de miles de años:
¡Ni pensar en cambiarlo en unos días!
Los duelos suponen un punto de inflexión y un cambio “potencial de potencial",
que después habrá de irse macerando desde nuestra implicación e intención a
través del espacio-tiempo.


Continuamos agradeciendo a nuestra figura paterna aquellas cuestiones más
genéricas, que engloban su implicación vital y su mejor intención; sus
sufrimientos con los trabajos, su aguante y su entrega; sus dedicaciones para con
nosotros, para con su mujer, para con la familia...
En casos de separaciones matrimoniales se agradecen sus decisiones, sus
implicaciones, sus dudas y sufrimientos así como su función de padre —hasta
donde pudo llegar—, pues siempre y como ley universal, cada cual hizo lo que
supo hasta el límite de sus posibilidades.
Nos explayamos agradeciendo...

Agrademos ahora como nunca lo hemos hecho pues somos conscientes, desde la
observación, de la "película al completo", vista desde un estado trascendido de
neutralidad y comprensión superior de las cosas. —Esa ha de ser la actitud—.
Repetimos, comenzamos en primera persona:
«Fulano de tal, agradezco la dedicación de tu vida entera: Tus mejores
intenciones; aquel momento donde me ayudaste, me enseñaste o me
regalaste tu atención»...

Estos agradecimientos habrán de ser exhaustivos, buscando o aceptando aquellas
informaciones que nos lleguen dignas de mención, y fluyendo con el momento
desde la neutralidad.
Culminamos los agradecimientos con un ritual imaginario ahora agradeciendo en
nuestro nombre y en el del clan, completamente investidos de “maestros de
ceremonias”, mientras nos acercamos apoyando nuestra mano en su hombro
(puede ser nuestra mano izquierda o la derecha, el hombro izquierdo o el
derecho de la persona a reconocer, o ambos a la vez con ambas manos). Poco
importa aquí la forma y, lo idóneo, es que todo «surja» de la manera más
espontánea.
Cuando en la edad media alguien era nombrado caballero, la ceremonia ritual era
tan potente que el recién “bautizado”, (aun no creyendo conscientemente su
nueva designación), inconscientemente "se levantaba siendo Caballero”.
De ahí la importancia de los rituales utilizados en todo tipo de logias y
organizaciones; El bautismo, la comunión, y aquellos actos a través de los cuales
se invisten de atributos, poderes o rasgos inconscientes al iniciado.
Usaremos esa fuerza ceremonial en estos duelos para reforzar y culminar con los
agradecimientos, nombrando a nuestros ancestros “simbólicos caballeros del
clan”, y emplearemos ahora este anclaje ceremonial en "nuestro propio
beneficio".
Pronunciando las frases:
«En mi nombre y en el nombre del clan, quedas agradecido y reconocido
desde este momento».
O bien, «El clan a través de mí, agradece y reconoce en aceptación y
plenitud tu participación desde este momento».
O bien, «Yo ................ en mi nombre y en el nombre del clan, agradezco
y reconozco tu vida al completo desde este momento».

Insistimos en el eslogan «la imaginación al poder», y nos permitimos crear
nuestra frase prototipo para este ritual, de modo que todo puede funcionar si así
lo sentimos mientras lo creamos:
“Por el poder que me otorgo en nombre del universo, yo, fulano de tal, te
reconozco en nombre del clan.”
“En este ritual y a partir de ahora, yo, en nombre de nuestro clan, me
otorgo la facultad de reconocerte y agradecerte”...
Etc.
Corte del Vínculo Emocional con El Padre
Una vez que terminamos de agradecer y re-conocer en esta ceremonia
imaginaria, (recordamos que estamos en trance y el inconsciente se encuentra
“grabando” todo cuanto estamos produciendo), pasamos a la siguiente y tercera
fase del ritual, donde cortamos simbólicamente el cordón emocional de
información que nos mantuvo inconscientemente enlazados con nuestro padre,
—personaje o persona que representa nuestro arquetipo paterno—.
Aclaremos que para el inconsciente unificado nada se corta realmente, ya que
todo revertirá de vuelta por formar parte integral de aquello que
"verdaderamente somos", de modo que el acto ritual de corte será empleado
como un gesto, meramente simbólico, significando una ayuda y un paso
fundamental para representar, de manera virtual, los cambios que se han
producido en la fase anterior. (Tengamos en cuenta que el lenguaje que maneja el
inconsciente es 100% ritualista; simbólico y metafórico).
Un lazo de energía virtual aparece ante nosotros, claro y nítido,
uniéndonos con aquel personaje que representó nuestro papel de padre.
Este enlace puede aparecer en forma de “cordón de energía lumínica” y puede
adquirir cualquier color en el momento de su manifestación. Puede ser blanco,
azul, verdoso, grisáceo o ennegrecido: Pueden ser hilos difusos de luz, pueden
ser cuerdas de energía densa o incluso de textura solidificada...
Puede representar una energía neutra, o bien cargada de aquellos lastres que
pesan sobre nosotros como un cargante estigma, arcaico y olvidado.
Puede aparecer una gruesa cuerda, una cadena de metal o un denso vínculo
similar al tronco de un árbol.
En principio y teniendo en cuenta el cordón de energía, utilizamos las tijeras
personales (que ya tenemos preparadas a nuestro lado, encima de una mesita
imaginaria que sirve como soporte), mientras sentimos su tacto o su firmeza,
comprobamos cómo se adaptan como un guante a nuestra mano...
Estas son nuestras “tijeras cuánticas especiales de corte del vínculo
emocional", y pueden ser como nos las imaginemos, “aparezcan” o ambas
cosas a la vez: Pequeñas o enormes, blancas o doradas, plateadas, azules o
nacaradas; confeccionadas de energía lumínica, de plasma o láser; livianas o
pesadas, cortas, gruesas, estilizadas o de un metro de longitud.
Nos disponemos a cortar ahora ese enlace que vemos cómo nos une, nos
vincula o “nos ata”, desde nuestro plexo solar, al de la persona
representativa que tenemos en frente.
Ponemos las tijeras en posición de corte...

Esto puede resultar un momento intenso
y puede que las tijeras “tiemblen”.
Tenemos en cuenta que estamos cortando aquellos reductos de información que
portan una carga pesada de devociones familiares, obligaciones, resentimientos y
culpas ancestrales.
Cortamos con solvencia y decisión el Vínculo Emocional con las tijeras
cuánticas, mientras pronunciamos al tiempo la frase:

«Te libero de mí porque te amo y
me libero de ti porque me amo».

«Esta será la única frase a memorizar a la hora de realizar el ritual».
En caso de que nos cueste trabajo memorizar o en el momento del corte
dudemos, bastará con un simple “te libero de mí”.
Esta frase la pronunciamos masticando cada letra, de forma solemne y tomando
plena conciencia de su significado:

—Sintiendo su significado—.

«Ha de ser como cuando el párroco pronuncia las palabras en un bautizo, el
apoderado declara los términos de un contrato; el juez sentencia una unión
matrimonial: El rey nombra a un caballero»...
Vemos cómo la parte del lazo virtual desde nuestro punto de corte se acaba por
desprender y comienza a flotar en ese éter del ambiente donde nos
encontramos...
Contemplamos como el fragmento de enlace restante que sale de nuestro
plexo solar, flota ahora sin ningún tipo de conexión...
Podemos, con nuestras propias manos, ayudar a desprenderse la parte
ligada al Ser que tenemos enfrente, pues ahora se suelta con solo tocarla.
Podemos hacer lo propio con nuestro fragmento restante, visualizando
cómo se desprende de nosotros mientras lo soltamos de nuestros dedos
en ese espacio vacío...
Nos dedicamos a observar el efecto de disolución de aquellos restos
flotantes, mientras se van desdibujando ante nosotros hasta que,
lentamente, poco a poco desaparecen de nuestra vista por completo.

Es recomendable emplear el tiempo necesario en esta dedicación de observación,
después de cada corte, pues nuestro inconsciente “necesita” ese soporte visual
para grabar el nuevo potencial.
Según numerosas experiencias, hemos recabado distintos informes desde la
práctica de la realización de estos duelos, y las posibilidades pueden ser muy
variadas:
En ocasiones, la persona implicada tuvo que ingeniárselas para cortar una gruesa
cadena de hierro, intercambiando las tijeras propuestas por una "sierra laser de
corte", o bien una potente y enorme motosierra especial para metales.
Otras veces y en puesto de las tijeras la persona prefirió utilizar una “espada
laser”, al modo de las conocidas espadas lumínicas de los jedáis de la película
“La Guerra de las Galaxias”.
Otras veces se usaron catanas o espadas de cualquier tipo...
Cada situación requirió su "propia fórmula" según las necesidades resultantes de
los duelos personalizados de cada cual.
Lo importante es proyectar un argumento expresado a nuestra forma particular,
recordando la máxima de creatividad y soluciones magistrales que, nuestro
propio inconsciente, nos irá brindando a cada momento para la mejor resolución
de este episodio.
«Soltar a alguien desde la consciencia equivale a integrarlo».

Abrazo y Despedida con El Padre


Tras cortar el vínculo emocional y terminado el proceso completo hasta su
completa desaparición, damos un abrazo a esta persona, ya re-convertida en
forma de energía emocional integrada, atendiendo al desempeño de "una función
sagrada”, y nos despedimos viendo cómo se aleja hasta perderse en ese “espacio
cuántico” donde nos encontramos.
Ese abrazo ha de ser fundamentalmente un acto ritual “conciliador”, de carácter
“neutral”.
Quizá el primer abrazo verdaderamente “sanado” que damos a nuestro padre.
Quizá un abrazo donde sellamos y transmitimos aquellos sentimientos por fin
conscientemente equilibrados, armonizados; aliviados o depurados a través de
nuestra intención y nuestro re-conocimiento.
En caso de estar nuestro padre fallecido, después del abrazo convocamos la
típica “tronera de luz” que aparecerá justo detrás de nuestra figura paterna, a
unos metros de nosotros.
Esta luz vertical, que “baja desde las alturas conectando con el suelo”, es
simplemente una vía de acceso a “otras dimensiones existenciales” y representa
el paso a otro Estado de la Conciencia.
La hemos visto en películas como “Ghost”, aunque ahí no se inventaron nada,
ya que este arquetipo se encuentra de muchas formas arraigado en el
inconsciente colectivo.
Es por eso que en cuanto convocamos ese “foco de luz”, aparece con presteza y
rotunda claridad.
A cierta distancia de la luz y acercándonos a ella, vamos acompañando a
este “ser” que acabamos de soltar (la figura paterna), como si de la
energía de un niño perdido de tres años se tratase, pues tan solo necesita
que le enseñen "el camino de vuelta a casa”.

En realidad y teniendo en cuenta la pureza resultante de la descarga de toxicidad
y resto de "entelequias adicionales" que otorgamos a esa figura transitoria, lo que
queda es exactamente eso:
—«La energía pura de un niño perdido de 3 años»—.

Lo acompañamos... Quizá cogiendo su mano sin importar su aspecto o la
exactitud de su representación; su tamaño o la imagen que adquiera en
este momento crucial.

Le hablamos con frases del tipo:
«Ahora puedes marchar tranquilo».
«Todo está resuelto y saldado».
«Mira, te están esperando».
«La Vida continúa».
«Hay mucho que hacer en el otro lado»...

Enfocamos nuestra mirada hacia esa “fuente de luz”, pudiendo apreciar como
seres resplandecientes, quizá translúcidos; antiguos familiares atemporales re-
convertidos en puras formas de luz; “seres trascendidos vibrando en amor
incondicional”, lo esperan para acogerlo y sostenerlo “en el otro lado”.
Al igual que nuestra llegada a este mundo estuvo precedida y auspiciada por
nuestro clan, contando con una “madre íntimamente receptora” y el resto de
circunstancias que nos precedieron para acogernos. (Independientemente de
nuestra subjetiva valoración sobre este hecho).

Si algo es seguro, es que si estamos leyendo estas líneas una madre
receptora nos sostuvo alrededor de nueve meses en su propio vientre.

Cualquier cambio dimensional sucedería de idéntica manera en cuanto a nivel de
receptividad, teniendo en cuenta de forma especial, ahora, el benefactor cambio
de potencial que acabamos de producir, crear, recrear o manifestar en la
constante atemporal.
Vamos acompañando a ese “niño-energía” hacia esa “fuente de luz”,
donde visualizamos a esas entidades benefactoras que van apareciendo
para acogerlo.
Pronunciamos frases del tipo “ahora puedes marchar tranquilo, te están
esperando”, etc.
Nos esperamos a que nuestro “niño-padre-energía” se adentre en ese
gran foco de luz, mientras contemplamos cómo es acogido por esos seres
trascendidos, mientras lo abrazan, celebrando el encuentro.
Buscamos un momento para despedirnos en la distancia y continuamos
contemplando como, seres y luz, se van desdibujando ante nosotros hasta
desaparecer por completo.

Ese será el momento donde habremos integrado, ritualmente hablando, esa
energía paterna que siempre estuvo en nosotros y formó parte de nosotros.
Esto supone hacer un Duelo Real una vez comprendidos, re-ajustados y resueltos
aquellos aspectos inconscientes que medraban en nuestro interior.
Para aquellos (que los hay) que tengan resistencias con respecto a la tronera de luz, por creer que
forma parte de una «trampa arcóntica para redirigir las almas de nuevo al plano físico»,
entiéndase que este ejercicio se encuentra completamente al margen de cualquier función
relacionada, ya que estamos usando un arquetipo y símbolo ritual para otro fin, que nada tiene
que ver con trampas ni hechizos; salvo nuestro propio sentido de integración para con nosotros
mismos.
En cualquiera de los casos, lo único que “revierte al físico con tintes de reparación", es
precisamente aquellos resentimientos e incomprensiones en forma de energía emocional —ya
organizados como programas—, que habrán de ser dirimidos y confrontados a través de una vida
cualquiera, de cualquier “personaje o persona”, (con nombre y apellidos), que se verá inmerso en
una historia que llamamos “Vida en la Tierra”, y así será el medio o “útil creativo” a través del
cual la conciencia tendrá de nuevo la oportunidad de manifestarse para auto-encontrarse;
viviendo un bucle repetitivo o bien ejerciendo el inviolable albedrio para intervenir, haciendo
justo lo que estamos haciendo ahora.
Llegar a pensar que nos libraremos de nuestro designio inexorable por el simple hecho de temer
nuestro compromiso supra-dimensional (esta vez en forma de arconte), equivale a pretender
"liberarse de nuestra sombra esquivando a los malos".
O liberarse de una enfermedad expulsando al demonio que la provoca.
Caso de ser esta paranoia extrema, hasta el punto de impedir la mejor resolución de esta parte del
ritual, puede canjearse la fuente de luz por un globo aerostático o un transparente ascensor,
reproduciendo la escena de manera análoga y teniendo en cuenta que la importancia radica en
nuestra implicación emocional, siendo la forma o los símbolos usados de carácter accesorio.
Así mismo y continuando con la máxima de «la imaginación al poder», cada cual puede diseñar
su escenario y vehículos de transición de la manera que mejor se adapte a su paradigma
particular.

Nada existe ajeno a nosotros, por lo tanto, pensar que existen unos
arcontes que nos engañarán a la primera ocasión, equivale a ceder nuestra
capacidad y albedrío de forma definitiva a una parte de nosotros separada
de la realidad.

Tan efectivo ha resultado el símbolo de la tronera de luz en estos duelos, que se
han dado situaciones en las que, cuando se invitó a dirigirse hacia la luz a un
yaciente directo del operante, (en este caso una abuela que murió acuchillada),
“se empeñó en volver a enterrarse bajo su tumba”, con el consiguiente mensaje
que, insistente, enviaba a la persona receptora de su información, (en este caso
no demasiado resuelta desde su función de “maestra de ceremonias” razón por la
que fue imprescindible repetir este duelo”), donde dejaba constancia de su
intención de volver a “echar tierra encima” para mantener enterrada bajo la
sombra su compuesto al completo, tratando así con este recurso de continuar su
propia impronta desde una sombra del todo operativa.
(Vemos aquí como el acto del enterramiento, en sí mismo, [en contraposición de
la cremación, más cercana a la transmutación que simboliza la tronera de luz]
entraña ese ritual donde “tapamos con lápida”, “enterramos bajo tierra” tanto la
información como los lastres dejados por la persona en cuestión).
Repasemos brevemente los pasos que hemos detallado volviendo al esquema
principal:
1.- Resentires
2.- Agradecimientos y reconocimientos
3.- Corte del vínculo emocional
4.- Abrazo y despedida

Estos cuatro pasos son los que vamos a utilizar como un sistema para nuestros
ancestros, comenzando por nuestros padres, ya que ostentan el triángulo más
cercano y, en consecuencia, representan el nudo donde se comprimen y
potencian los resentires ancestrales más activos vinculados a nosotros.
La mayor parte de las veces, esta fase será previsiblemente la más intensa,
descendiendo porcentualmente la fuerza de lo contenido conforme vayamos
avanzando, pasando posteriormente a la anterior generación, los abuelos, y
terminando por los bisabuelos, donde podremos encontrar información de índole
variable, ya más atenuada en función de lo experimentado con antelación.
En otras ocasiones, sin embargo, la máxima tensión se ha reproducido en los
duelos con los abuelos, cuando estos son dobles de gran intensidad y en esa línea
se encuentra el grueso de la toxicidad, que de alguna forma "nos corresponde", o
bien correspondemos a ella con especial relevancia.


Una vez finiquitado el proceso con nuestro padre, veremos que queda nuestra
madre sentada en una silla frente a nosotros y a la derecha, esperando para
comenzar con ella siguiendo el protocolo anterior encabezado por los resentires.
Arquetipo Materno - Duelo con la Madre

Al ser la madre para el inconsciente la "portadora oficial responsable” de la
mayor parte de la información que nos conforma, la carga principal de los
resentires se centrará en la línea materna, siendo la contraparte paterna un
reflejo extendido y equivalente de esta.
Tenemos en cuenta aquí el proyecto sentido constituido por la etapa del
embarazo, donde nuestra madre nos llevó en el vientre durante nueve meses,
contando con nueve meses de antelación, y extendiendo este periodo de
trasmisión de información hasta pasada nuestra niñez. «Con creces».
Aparecerán resentires vinculados con esta etapa que conforma el proyecto
sentido, que habremos de activar a través de ese estado donde la información
“fluye”, ofreciéndonos sensaciones propias de este periodo.
Si sabemos que nuestra madre tuvo un embarazo complicado, donde "se
obsesionó desde sus patrones más reincidentes", extraeremos los resentires
específicos relativos a este periodo de su vida, pues aquí encontraremos mucho
de aquella mochila que cargamos potencialmente durante nuestra vida. (Al
menos hasta este momento).
Tendremos que tener en cuenta las situaciones programadas en las que, el
inconsciente del clan a través de nuestra madre, nos pre-determinó como hijo o
hija con una función específica tipo "hijo-tóxico, o niño muleta, o niño soporte-
emocional, o marido de sustitución, o cuidador de por vida, o encargado con
cualquier otra misión reconocida en cualquiera de sus formas"...
 O persona frustrada, repudiada, víctima, “santa o mártir”, postergada,
abandonada, desterrada, castrada; limitada o fracasada...
Imaginemos a una mujer embarazada que odia inconscientemente a los hombres,
por abusos en el transgeneracional o maltratos reincidentes, dispuesta a dar a luz
a un hijo varón, con toda esa información activa, ahora enfocada desde el
inconsciente hacia el hombre-niño que ha de venir; representante oficial del
arquetipo grabado en la familia como «aquello que maltrata o menosprecia»; Lo
más natural en estos casos, es que el inconsciente materno tienda a “castrar al
niño que trae”, precisamente con ese sentido: «Reparar», re-convirtiendo al
varón que maltrata en energía femenina predominante, anulando así su
masculinidad.
Imaginemos ahora a una mujer embarazada cuya programación incluye la férrea
creencia de que “todas las mujeres sufren”, o “solo puedo traer varones”,
¡Dispuesta a dar a luz a una niña!
La niña que porta esta información desde su nacimiento basculará a masculino
para ser valorada o aceptada por la madre, o bien vivirá una existencia con una
fuerte tendencia a la frustración en todo cuanto emprenda.
En los casos donde nazca una niña en un ambiente programado, donde el
arquetipo masculino está considerado tendenciosamente abusivo, violento o
perjudicial para la estabilidad familiar, la niña que viene podrá ser “lanzada
inconscientemente hacia la búsqueda de compañía sexual para relacionarse
exclusivamente con mujeres”, asegurando así el mejor funcionamiento de su
situación existencial “con respecto a la familia” y siendo impulsada
inconscientemente a masculinizarse, ya que desde el inconsciente su solución
existencial estará regida por la clave “desde lo femenino estoy en grave peligro
frente al hombre”.
En casos de orfandad o abandono desde la infancia por parte de la madre, el
duelo se habrá de resolver, antes que nada, con la figura materna que tuvimos
por omisión (madre biológica), teniendo en cuenta los datos o ausencia de datos
sobre esta figura.
En este caso, si carecemos de imagen o representación física consciente, estará
representada a través de una “energía imaginaria” que simbolice a nuestra
madre.
Solo después haremos, también, el duelo correspondiente con aquella madre de
sustitución (si la hay), que tuvimos como referencia o sentimos que pudo haber
hecho de alguna manera esta función, bien sea nuestra abuela, nuestro hermana o
la pareja de nuestro padre.

Resentires con La Madre


Estamos de lleno inmersos en trance y comenzamos con las "palabras gruesas
obligatorias” cuya función consiste en recabar la información que irá fluyendo
en esta fase inicial, del duelo con nuestro arquetipo materno.
Recordamos los pasos anteriores para aplicarlos en nuestra dedicación con este
arquetipo.
Extraemos los resentires acumulados en forma de palabras lo más “codificadas”
que podamos encontrar, haciendo brotar lo más escondido de nuestro icono-
grama léxico particular.
En muchos de los casos, podremos expresar “rabias, iras u odios” en forma de
“literales guantazos imaginarios” (hasta quedar exhaustos), para llegar a
sentirnos liberados de las cargas reprimidas de la forma más efectiva posible.
Insistimos una vez más en la importancia de la expresión de estas emociones
reprimidas, pues siempre sustentan muchas de las limitaciones y repeticiones de
nuestras vidas, así como gran parte de la sintomatología de tipo
transgeneracional, sin que hayamos tenido la más mínima noción de su causa
hasta el momento, teniendo en cuenta, además, que estamos sacando los
resentires,
—ya no vinculados expresamente como propios—, sino incluyendo los que
nuestra madre tuvo con respecto a su propia madre, con respecto a su padre, con
su marido, etc.
Nos explayamos con los resentires tanto como lo haremos después con los
agradecimientos.
Para que nos pueda servir de referente, citamos algunos ejemplos reales de
duelos realizados por otras personas con antelación, quedando transcritos los
resentires extraídos con respecto a la madre de forma literal a continuación:
Caso 1.- (España). «"Hijo castrado” por su madre y marido de
reposición».
Varón, funcionario que vive con su madre, incapaz de abandonar el
territorio materno y codificado con la prohibición de emprender
cualquier tipo de relación sentimental, (fuera de ese núcleo madre-hijo).

Resentires contra la madre:
—«Manipuladora, agresiva, rencorosa, rabiosa, desvalorizada,
arrogante, soberbia, víctima, sufrida, zorra, asquerosa, pusilánime,
dictadora, perra, vampira, desgraciada, puta, cornuda, madre ausente,
pérfida, dominante, superficial, malnacida, ambiciosa, codiciosa y
exigente».
Caso 2.- (Colombia). Gemelas. «Conflicto de separación».
La madre separó a las niñas del padre, manteniendo después una
relación furtiva con otro hombre, mientras utilizaba a las gemelas como
cómplices de un engaño sostenido durante la infancia de ambas.
—Abusadas de pequeñas mientras su madre no les creyó—.

Resentires contra la madre:
(Gemela 1).
—«Grosera, puta, tragona, alegona, malgeniada, egoísta, autoritaria,
interesada, chismosa, envidiosa, zorra, mentirosa, hipócrita, altanera,
bipolar, sobreprotectora, controladora, manipuladora, aprovechadora,
cerda, sumisa, tacaña, infiel, lambona, envidiosa, chantajista,
desvalorizada y egocéntrica».
(Gemela 2).
—«Puta, egoísta, insensible, sobreprotectora, descuidada, caprichosa,
morbosa, mentirosa, superficial, hipócrita, falsa, fría, irresponsable,
calculadora, impulsiva, temerosa, cobarde, orgullosa, obstinada,
rencorosa, sorda y falsa».


Caso 3.- (España). «Madre diagnosticada bipolar».
La madre tortura psicológicamente a los hijos y emite continuas señales
de perversión sexual.
Resentires contra la madre:
—«Loca, maniaca, depresiva, eufórica, obsesiva, madre ausente,
perversa, manipuladora, maquiavélica, envidiosa, mentirosa, agresiva,
fría, calculadora, distante, arrogante, desequilibrada, psicópata, malvada,
trastornada, impulsiva, tenaz, chalada»...


Estamos de lleno sumergidos en trance y permitimos que broten las palabras
como agua que fluye por un río.
Lo decimos todo «de dentro hacia fuera», de forma neutral, como mediadores de
esta representación:
!Recordemos! —estamos siendo los terapeutas del clan— y usamos siempre la
segunda persona en este caso, disociándonos así de la carga en primera persona.
Estamos siendo ahora «El Observador de todo cuanto sucede».
«Has sido una extorsionadora con tus hijos» (o tu hijo/hija); con tu marido, con
tus padres, con tu hija o hijo... (nombre real, refiriéndonos en segunda persona a
nosotros mismos).
Recordamos, «tu hija (ponemos aquí nuestro nombre) "te odia", (en vez de “te
odio”)».
Continuamos en neutro, permitiendo que fluya la información...
Atentos teniendo en cuenta que pueden comenzar a salir frases, palabras o
calificativos cuya procedencia nos resulta por completo ajena a nosotros. Esas
frases podrán darnos claves precisas sobre situaciones e informaciones
completamente desconocidas hasta el momento.
Comenzamos por nuestro umbral consciente y vamos dando “rienda suelta” a
todo lo contenido y lo no-dicho, en forma de palabras especialmente
«malsonantes».
Partimos de las improntas en principio conocidas por nosotros y gritamos,
(literal o imaginariamente), aquellos silencios antiguos que ahora cobran vida al
ser pronunciados.
Aprovechamos para decirle a esta mujer que tenemos enfrente, (desde nuestra
posición de “maestros de ceremonia”), todo lo que su hijo o hija, padre, madre o
esposa jamás le dijo; vaciando la trastienda de los secretos guardados y liberando
la rabia contenida procedente de los rincones más oscuros.
Recordemos que en este ritual vale lo que sirva, y podemos ritualizar la
extracción de la ira o el odio en forma de bofetones imaginarios, «o lo que
surja», (si fuese necesario), teniendo en cuenta esta necesidad como premisa
imprescindible para lograr después un equilibrio consciente.

«Nuevamente la imaginación y
nuestra necesidad más primaria al poder».

Recordemos que para el inconsciente ya se están produciendo cambios de
potencial, y estamos —expresando y liberando resentires del clan—, tanto
nuestros como de los demás, porque todo es la misma “esfera de conciencia
emocional”.
Recordemos que para este inconsciente todo se está re-escribiendo «aquí y
ahora».
Continuamos, desde nuestra posición, sacando a la luz en su presencia hasta el
último detalle de nuestros “peores recuerdos”, (siempre en forma no-implicada
en primera persona): Insistimos; si tú eres María y estás haciendo estos duelos, la
fórmula es, “le hiciste a María”, tu hija, o fuiste una madre fría con tu hija María,
tu marido, tus hijos, etc.
Nos dedicamos en esta parte de forma exhaustiva, a través de nuestro vehículo
emocional, a liberar, expresar, gritar en nuestra imaginación; ¡Golpear!
Gritamos imaginaria o literalmente; dependiendo de las posibilidades y
preferencias de cada cual...
Ha de ser un “vómito emocional” donde el resultado concuerde con esa vieja
sensación que alguien tiene cuando “canta a alguien las cuarenta” y siente que
«se ha quedado a gusto».
Insistimos: Todos los resortes de culpabilidad devengados de la idea de
parecer irrespetuosos con respecto a nuestros madre, en este ejercicio, solo
sirven para neutralizar nuestra mejor posibilidad.

 Estamos haciendo un ejercicio para el inconsciente muy especifico.
 Es un ritual para la mente inconsciente y lo que hagamos aquí tiene un
fin estrictamente liberador, muy por encima de aquellos preceptos sobre
lo que es correcto o incorrecto.
 Somos en estos momentos "el maestro de ceremonias” o “el terapeuta
del clan”, y estamos inmersos en una dedicación al margen de nuestra
moral conocida hasta el momento.

Continuamos con nuestra madre hasta terminar esta fase.
Posiblemente aquí habremos podido recabar información «privilegiada», que nos
ayudará a comprender mejor a nuestra madre y a los demás, dependiendo de
cada caso en particular.
Terminamos esta parte del ejercicio más reflexivos, detallando aquellos aspectos
que nos guardamos hasta ahora por recelo, vergüenza ajena o consideración,
explicando nuestras frustraciones y cargas con respecto a esta figura materna:
(Fuiste con tu hijo o hija, le hiciste, no fuiste, no le hiciste o no cumpliste con tu
hijo o hijos, con tu marido, etc.)
Detallamos momentos específicos que nos vienen a la memoria:
—Todo aquello que nos gustaría «sacar de nuestro
cerrado corazón»—.

Una vez vaciadas las rabias, odios, ascos o iras encubiertas, tanto nuestras como
aquellas que “aparezcan” a través de nuestro vehículo , (lo más importante es
conectar lo máximo posible con la rabia o la ira, ya en forma de energía
emocional en estado puro), y mientras fluimos en esa “danza expresiva de la
información”, hacemos una breve pausa con algunas respiraciones profundas...

Agradecimientos y Re-conocimientos con La Madre


Ha llegado el momento de agradecer y esta vez lo vamos a hacer en
primera persona.
Recordemos que, cuando expresamos los resentires lo hacemos disociados y en
segunda persona, pues creamos así un puente en nuestro inconsciente donde
nuestra implicación emocional se potencia neutra y sanadora.
Actuamos así desde el «punto de observación».
En los agradecimientos podemos investirnos por un momento del acostumbrado
personaje —hijo o hija— para agradecer en nuestro nombre propio, (quizás por
primera vez en nuestra vida) a nuestra figura materna representativa por toda su
dedicación, mejores intenciones, aportaciones, maestría, etc.
Cada acto presencial suyo o dedicación fue la entrega de esa persona a la causa
de la procreación, y estuvo regido por una entrega siempre amorosa, ya que el
amor no distingue entre diferentes formas de dedicación.
Se dedica y se entrega lo que se tiene, lo que se puede o lo que se necesita para
sobrevivir.
—Cada pequeño gesto es de agradecer—.

Todos sus sufrimientos fueron esfuerzos para con los hijos, su relación o
relaciones en función de su programada situación existencial.
«Dadas las situaciones socioculturales y educacionales que nos preceden,
toda su actuación al completo fue básicamente regida desde el inconsciente.
Por lo tanto no hubo ningún tipo de responsabilidad real, ni conciencia real,
ni posibilidad de elegir nada que no fuese vivir un guión preestablecido».
En los peores casos, siempre, nuestra madre nos muestra las necesidades
propias, ya que si continuamos pensando que alguien, comenzando por nuestra
madre, tiene o tuvo la responsabilidad que solo a nosotros corresponde, jamás
saldremos del atolladero.
Muchos creen que por culpa o causa de su madre se hicieron fríos, crueles,
desgraciados, ansiosos, desvalorizados, cobardes o violentos.
Cuando es justo lo contrario:
“Por causa de nuestra frialdad atemporal, crueldad, desgracia, ansiedad,
desvalorización, cobardía o violencia generamos la madre que tuvimos”.
—Ya que ahora somos los creadores absolutos de nuestra realidad—
Recordemos especialmente que la realidad cuántica funciona justo al contrario
de lo que nos enseñaron:

No hemos venido aquí a sanar las cuestiones y lastres de nuestro clan, sino
a sanar nuestras cuestiones y lastres que expresamos a través de la
construcción «de lo que conocemos por nuestro clan».

«Las conductas, lagunas, faltas y errores de nuestra madre, solo evidencian la
parte de nosotros que habremos de transformar, tardemos lo que tardemos en
tomar consciencia de este hecho».


Cuando hablamos de “hijos no deseados” (por la madre), en casos donde el
embarazo fue “no planificado o inesperado”, o bien nunca existió una vocación
ni preparación materna real
—propiamente dicha—, (cuestión de lo más habitual), tengamos en cuenta al
inconsciente materno que si, provoca este embarazo. Por lo tanto existe un hecho
fehaciente e irrevocable, y es que fuimos realmente deseados, seguro, por el
inconsciente materno para empezar, el paterno para continuar, el del clan para
redondear y la vida misma a través de todos estos agentes para culminar.
De modo que solo podremos hablar de hijos “no deseados”
—conscientemente—, siendo esta parte consciente, además, la parte
representativa de un insignificante 5%, (como máximo), de las razones que
esconde la vida para traernos a este mundo.
La vida nos deseó, seguro, por encima de todas las cosas.
Nuestra madre cumplió, —también por encima de todas las cosas—, y si
conectamos con este axioma fundamental, podremos conectar también con la
vida, en su plenitud, al margen de las apariencias locales que solo sirvieron para
ayudarnos, precisamente, a establecer un tipo de vínculo con nuestra existencia
que incluye a nuestra madre como "parte de esa vida misma”, que a su vez
manifestó su deseo de que estuviésemos aquí, “por encima de todas las cosas”.
Sobre el concepto de “hijos no amados” podríamos establecer idéntica
correspondencia, teniendo en cuenta que ese Amor Superior del que hablamos,
también se manifiesta “por encima de todas las cosas”.
Quizá, podremos encontrar entonces un nuevo sentido a esa conocida referencia
aislada e inconclusa:“Ama a Dios por encima de todas las cosas”, cuya premisa
nos lleva a su extensión “ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Pues si intercambiamos “Dios”, por “La Vida”, ya obtendremos un resultado
más cercano y entendible, quedando la frase de la siguiente manera:
“Ama La Vida por encima de todas las cosas”.
Porque si una cosa es segura es que estamos vivos, y por lo tanto somos
“representantes oficiales” de esa Vida que se manifiesta, siempre, a través de
cada uno de nosotros.
Llegaremos al punto de comprender, que "en el peor de los casos” nuestra
madre cumplió, a la perfección, por el simple hecho de portarnos en su vientre
durante 9 meses.
Del resto, ya se encargó la vida, pues de lo contrario no estaríamos leyendo estas
líneas.
Aquellos que piensan que nada tienen que agradecer a su madre por sentirse
abandonados por la misma desde su infancia, están viviendo bajo la ilusión de la
separación con la Vida Misma que les trajo a este mundo, pues la madre
simboliza la vida en este mundo y, si estamos aquí, es porque esa «Madre—
Vida» cumplió a la perfección con su función, en relación a las necesidades
superiores de equilibrio que se manifiestan, precisas, con respecto a la idea del
arquetipo materno; «nuestro y solo nuestro», con todas sus expresiones en forma
de “vacío” o “ausencia” que demandan un esfuerzo, —equivalentemente
superior—, sin otro sentido que dignificar reconociendo a la madre ausente, en
nosotros, con una presencia consciente sobre este hecho.


Nos explayamos agradeciendo...
Comenzamos esta vez en primera persona, agradeciendo aquellas dedicaciones
que sentimos de forma consciente, aprovechando para agradecer como nunca lo
hemos hecho y pronunciando frases que jamás fueron pronunciadas, ya que los
resentires inconscientes evitaron tradicionalmente llegar a este punto.
Agradecemos todo lo que vivimos en primera persona, conscientes de hacer un
repaso dedicado y general.
«¡María! (ponemos ahí el nombre de nuestra madre), agradezco tu vida y
tu maestría. Gracias por traerme al mundo. Agradezco el sentido de tu
vida entera: Tus mejores intenciones; aquel momento en que me diste tu
cariño y lo sentí con fuerza».

Continuamos agradeciendo a nuestra figura materna aquellas cuestiones más
genéricas, que engloban su mejor intención y su implicación vital; sus
sufrimientos con sus labores, frustraciones o dedicaciones; su aguante y su
entrega para con nosotros y para con los demás...

 Tus esfuerzos para conmigo y las noches sin dormir...
 Tus cuidados, tu dedicación y tu entrega.

Estos agradecimientos habrán de ser exhaustivos, buscando o aceptando aquellas
informaciones que nos lleguen dignas de mención, fluyendo con el momento
desde la neutralidad.
Si hemos sido huérfanos de madre, agradecemos a “esa energía” su mejor
intención, reconociendo su ausencia con un nuevo sentido desde esta nueva
información.
Tenemos muy en cuenta que todas las ausencias tienen «el fin», de ser
emocionalmente compensadas a través de nosotros.
Si hemos sido criados por una madre de sustitución, bien sea la abuela, una tía,
una madrastra, la vecina o una amiga de la familia, tengamos en cuenta el
sentimiento de abandono que se suele proyectar hacia esta figura de reposición,
generalmente poco valorada en cuanto a su implicación con respecto a nosotros,
precisamente por representar “la ausencia” de la madre biológica.
Aprovechamos para agradecer a esta figura (ya que ha sido nuestra madre
funcional y por lo tanto para nuestro inconsciente nuestra madre real), con todo
el peso del re-conocimiento y la capacidad de valorar que tenemos ahora.
Culminamos los agradecimientos con el arquetipo materno, sea quien sea, con
un ritual imaginario ahora agradeciendo en nuestro nombre y en el del clan,
completamente investidos de “maestros de ceremonias”, mientras nos acercamos
apoyando nuestra mano en su hombro.
Pronunciando las frases:
«En mi nombre y en el nombre del clan, quedas agradecida y
reconocida».
O bien, «El clan a través de mi, agradece y reconoce en aceptación y
plenitud tu participación desde este momento».
O bien, «Yo, (ponemos aquí nuestro nombre) en mi nombre y en el
nombre del clan, agradezco y reconozco tu vida al completo»...
«En el nombre del Clan tu vida entera es reconocida y agradecida desde
este momento».

Insistimos en el eslogan «la imaginación al poder», y nos permitimos crear
nuestra frase prototipo para este ritual, de modo que todo puede servir si así lo
sentimos mientras lo creamos:

 “Por el poder que me otorgo en nombre del universo”...
 “En este ritual y a partir de ahora, yo, ...............”... Etc.
Ya que llegar al punto de agradecer es lo más importante, (pues recordemos que
los resentires de la fase anterior solo habrán de servir para llegar a completar de
la forma más sentida esta parte del ritual), podemos pasar a la siguiente fase.

Corte del Vínculo Emocional con La Madre


Una vez terminamos de agradecer y re-conocer en esta ceremonia imaginaria,
(recordamos que estamos en trance y el inconsciente se encuentra “grabando”
todo cuanto estamos produciendo), pasamos a la siguiente y tercera fase del
ritual, donde cortamos simbólicamente el lazo emocional que nos une, por
exceso o por defecto, con aquella persona que cumplió con creces su función.
Recordamos que este enlace puede aparecer en forma de cordón de energía
lumínica, simbolizando esta vez el cordón umbilical, y puede adquirir cualquier
forma o color en el momento de su manifestación. Es muy posible que veamos
un “auténtico cordón umbilical”, y puede representar una energía neutra, o bien
estar cargado de aquellos lastres que pesan sobre nosotros (pesaban), como un
cargante estigma arcaico y enquistado.
Recordamos que puede aparecer una gruesa cuerda, una cadena o un denso
vínculo similar a la consistencia del tronco de un árbol.
En principio y teniendo en cuenta el cordón de energía, utilizamos las tijeras
personales que ya tenemos preparadas a nuestro lado.
Nos disponemos a cortar ahora este enlace que vemos cómo nos une, nos vincula
o “nos ata”, desde nuestro plexo solar al de la persona representativa que
tenemos en frente, en este caso nuestra figura materna.
Ponemos las tijeras en posición de corte:

Puede que las tijeras “tiemblen”...
Tenemos en cuenta que estamos cortando aquellos reductos de información que
portan una carga pesada de devociones para con la madre; obligaciones,
resentires o culpas; encargos, lastres o antiguas percepciones erróneas sobre la
realidad.
Cortamos con solvencia y decisión el vínculo emocional usando las tijeras
cuánticas mientras pronunciamos al tiempo la frase:

«Te libero de mí porque te amo y
me libero de ti porque me amo».

Respiramos profundamente tomando consciencia del momento que estamos
viviendo.
Lo hacemos de forma solemne, teniendo muy en cuenta el carácter de la frase y
su significado. —Sintiendo su significado—.
Vemos cómo la parte del lazo virtual que nos une con esta persona, desde
nuestro punto de corte, se acaba por desprender y comienza a flotar en ese éter
del ambiente donde nos encontramos.
Vemos como el fragmento de enlace restante que sale de nuestro plexo solar
flota ahora sin conexión.
Con nuestras propias manos, podemos ayudar a desprenderse la parte ligada al
Ser que tenemos enfrente, pues ahora se suelta con solo tocarla.
Podemos hacer lo propio con nuestro fragmento restante, visualizando cómo se
desprende mientras lo soltamos de nuestros dedos en ese espacio vacío...
Nos dedicamos a observar el efecto de disolución de aquellos restos flotantes
mientras se desvanecen ante nosotros y, lentamente, poco a poco desaparecen de
nuestra vista hasta diluirse en el éter por completo.
Recordemos la importancia de esta dedicación de observación, después de cada
corte, pues nuestro inconsciente “necesita” ese soporte visual para grabar el
nuevo potencial.
Todo esto es una manera de sellar, en forma ritual, los pasos que hemos realizado
con antelación.
Una vez disuelto este lazo virtual, sentimos el vacío representativo de nuestro
acto de “desprendimiento sagrado”, considerando resueltos y finiquitados los
enlaces que nos vinculaban con esa persona.
Esta es la manera de ritualizar un acercamiento a la trascendencia con nuestro
arquetipo materno, dando por saldadas las desavenencias que solo vivieron en
nuestro interior.

Abrazo y Despedida con La Madre


Tras cortar el vínculo emocional, damos un abrazo conciliador a esta persona, ya
re-convertida en forma de energía emocional armonizada, aceptando al pleno el
desempeño de su función, en un encuentro donde podremos calibrar nuestra
nueva sensación de neutralidad o ausencia de cargas.
Quizás un abrazo donde sellamos y transmitimos aquellos sentimientos por fin
conscientemente equilibrados, sanados o depurados a través de nuestra intención
y nuestro re-conocimiento.
Quizás el primer abrazo sincero que damos a nuestra madre...
Quizás el primer abrazo verdaderamente “sanado” que damos a nuestro madre.
Nos despedimos viendo cómo se aleja su figura con normalidad, hasta perderse
en ese “espacio cuántico” donde nos encontramos.
En caso de estar nuestra madre fallecida, (y solo en caso de estar fallecida),
después del abrazo convocaremos la típica y ya conocida “tronera de luz”
descrita con antelación, que aparecerá justo detrás de aquella figura materna, a
unos metros de nosotros.
A cierta distancia de la luz y acercándonos a ella, vamos acompañando a este
“ser” que acabamos de soltar (nuestra figura materna), como si se tratase de la
energía de una niña pérdida de tres años, que solo necesita que le enseñen el
“camino de vuelta a casa”.
La acompañamos, le brindamos nuestra mano, da igual su representación,
tamaño e imagen que adquiera en ese momento crucial.
Le hablamos, acompañándola con frases del tipo:
«Este es el momento en el que puedes marchar tranquila».
«Todo está resuelto y equilibrado»....
«Mira, te están esperando».
«La Vida continúa».
«Hay mucho que hacer en el otro lado»...

Podemos apreciar cómo seres resplandecientes, quizá translúcidos; antiguos
familiares atemporales re-convertidos en puros seres de luz; la esperan para
acogerla y sostenerla “en el otro lado”.
Nos esperamos a que nuestra “niña-madre-energía” se adentre en ese gran foco
de luz (o ascensor interdimensional), mientras contemplamos cómo es acogida
por esos seres atemporales, mientras la abrazan y la reciben, celebrando el
encuentro.
Nos despedimos en la distancia y seguimos contemplando cómo seres, y luz,
(foco o ascensor), se van desdibujando o elevando ante nosotros hasta
desaparecer por completo.
Este será el momento donde habremos reinstaurado, ritualmente hablando, esa
energía materna que siempre estuvo en nosotros y continuará formando parte de
nosotros, a partir de ahora con este principio de integración revisado, actualizado
y desentramado desde nuestro inconsciente, potencialmente dispuesto a ser
integrado a través de la línea temporal, que ya solo puede colaborar en adelante
con nuestro proceso.




—oOo—



Duelos con los abuelos

Volvemos a remarcar los 4 pasos que estamos repitiendo en este ritual:
Resentires
Agradecimientos y reconocimientos
Corte del vínculo emocional
Abrazo y despedida

Desaparecen de nuestra vista las dos sillas correspondientes a nuestros padres y
aparecen cuatro sillas ante nosotros:
Una por cada uno de los abuelos.
Van apareciendo estos abuelos y ya están tomando posición, o bien se
manifiestan sentados cada uno en su lugar, comenzando por el abuelo paterno a
la izquierda (frente a nosotros), seguido de la abuela paterna, abuelo y abuela
materna a continuación y hacia nuestra derecha por ese orden.
Hemos ya efectuado el primer triángulo y más intenso, —padre, madre y yo—,
donde se concentran de forma más cercana aquellos conflictos o desequilibrios
que nos acompañaron durante nuestra vida. A través de este proceso y sobre todo
en la fase de los resentires, conforme vamos avanzando y profundizando en los
ancestros de nuestro clan, podremos encontrar cada vez una información más
detallada, de aquello que estuvo oculto bajo el velo de los silencios y los secretos
donde, por pudor o por vergüenza, fueron gestándose a través de lo que
llamamos “nuestro pasado transgeneracional”.
Es en la franja de los abuelos y los bisabuelos donde encontraremos nuestros
verdaderos “agentes a reparar”, pues recordemos que reparamos a las dos
siguientes generaciones anteriores a nuestros padres, y no especialmente a
nuestros padres.
En principio y a no ser que exista una gran diferencia de edad, reparamos «junto
a nuestros padres» de manera que, padres e hijos, adoptan distintas disposiciones
dentro de lo que acaba por manifestarse como “dos caras de la misma moneda”.
Para que estos duelos tengan verdadero sentido, es imprescindible conocer
cuáles son los abuelos de los que somos dobles, ya que han sido a estos a los que
hemos estado reparando, a veces en una enorme medida.
Si bien desde nuestro proyecto sentido y a través de la madre nos llegó la
impronta de ese periodo y fue lo que condicionó gran parte de nuestra situación:
psíquica, sintomatológica y estructural-emocional, otras cuestiones provienen
directamente de nuestros abuelos a reparar.
Aquí hay que tener en cuenta a los Herederos Universales,
—abuelos cuya fecha de defunción coincide en fecha de dobles con nuestra
fecha de nacimiento, durante o después de nuestro nacimiento—, pues la
Herencia Universal significa dos cosas:
1.- Que portamos su herencia a niveles “positivos”, tanto en lo relativo a dones y
capacidades que llamamos “innatas”, dícese de la facilidad para dibujar, pintar,
cantar o escribir (incluyendo nuestras inclinaciones, gustos y tendencias que
estarán muy a menudo motivadas por esta energía), como aquellos principios
éticos que nos hacen sentir orgullosos, como aquellas facilidades para resolver
problemas, o actitudes beneficiosas que ya logró recabar, durante su vida, aquel
ancestro que ahora nos dona su mejor bagaje.
2.- La Herencia Universal significa también que estamos de muchas formas
“obligados” a realizar lo que no-hicieron y a hacer realidad sus «sueños-versus
frustraciones», y aquí cabe todo:
Desde nuestras tendencias sexuales hasta la urgencia de separarnos de relaciones
repetitivas, vivir determinadas experiencias como construir una gran casa; viajar,
saldar cuentas pendientes y ese largo etcétera, que ha conformado una gran parte
de las derrotas y devenires de nuestros impulsos y los sucesos de nuestra
existencia.
Como analogía metafórica, diremos que las herencias del transgeneracional son
como todas las herencias: Si heredas una casa te llega con paredes y tejado,
incluyendo el estado de las paredes y el tejado.
Te llega con su terreno y con sus cañerías, su instalación eléctrica, sus baldosas y
su mobiliario.
Si las cañerías están mal, habrá que repararlas o renovarlas. Si la instalación
eléctrica está obsoleta habrá de ser renovada: Si el suelo está en mal estado, hay
que quitarlo y poner uno nuevo.
También podremos renunciar a la herencia, venderla directamente como “suelo
aprovechable” o tirarlo todo y hacer una casa nueva.
Cada uno decide, en función de aquellos beneficios o perjuicios que encuentre
con esa herencia emocional que le llega, (cargada además con el resto de
energías que acompaña cada ingrediente de este “cóctel de información”), «para
lo bueno y para lo malo», donde se heredarán también los miedos encriptados,
los programas de carencia o las necesidades frustradas de cualquier cosa que
quedó escondida bajo "siete llaves": tan postergada como guardada entre
"asuntos pendientes” para las siguientes generaciones.
Mucha gente no encuentra grandes ventajas en todo esto y prefiere cortar con la
herencia al completo.
Otros toman conciencia de su utilidad, aceptando aquellas enseñanzas o
aprendizajes que nos llegan por “implementación cuántica” y que nos hacen
quizá ser pacientes, tolerantes, buenos oradores, simpáticos o capaces de
mantener la calma en la tempestad.
Sea como fuere, en el acto del corte de vínculo emocional liberamos la parte que
se entiende como innecesaria para nuestra vida, agradeciendo después las
mejores intenciones como de costumbre.
Y como de costumbre, volvemos a insistir en lo más importante:

 Es la integración a través de la aceptación lo que obrará milagros
en nuestra vida, pues ya seremos nosotros los que, de muchas
formas, tendremos esa capacidad de “elegir”, en tanto en cuanto
nuestro albedrío consciente, nuestra intención y nuestra «coesencia
recuperada» nos dará las claves para dilucidar las mejores
opciones.

Siempre resultará un tanto inmaduro pensar que por hacer un corte nos
libraremos de algo, ya que lo creado, creado está, y las inercias continuarán más
allá de nuestras primeras impresiones.
Este ritual nos ayuda a tomar consciencia de nuestras decisiones a nivel interior,
a cambio de reaccionar de forma automática como resortes emocionales, sin
ningún tipo de registro consciente sobre nuestra percepción o nuestras acciones.
Entre los abuelos encontraremos a abuelos «simplemente dobles», cuya fecha de
nacimiento coincide con la nuestra sin concordancia en la fecha de defunción,
(ya que solo consideraremos Herederos Universales cuando la fecha de
defunción coincida con nuestro nacimiento en fecha coincidente de dobles).
Por último, prestaremos especial atención a los yacientes, que son aquellos
ancestros que fallecieron en fecha de doble, —da igual si por nacimiento o
defunción—, «antes de nuestro nacimiento». De manera que en principio a un
abuelo yaciente no lo hemos podido conocer.
Al margen de esta regla general, podremos considerar energía dentro del rango
de esta categoría a cualquier familiar, doble nuestro, cuyo fallecimiento haya
dejado un duelo sin cerrar.
En mayor o menos medida, esta energía de "yaciente o posesión" puede estar
presente en otros muchos supuestos, vinculados con familiares fallecidos —y no
solo en casos donde no conocimos personalmente al fallecido—, aunque en estos
duelos nos vamos a centrar en el yaciente típico, precisamente por desconocido,
ya que con familiares conocidos el proceso de este ritual producirá efectos
directos con su sola realización.
En los casos que nos ocupan, —tratándose de abuelos dobles fallecidos con
anterioridad a nuestro nacimiento—, contaremos con descubrir una energía de
tipo “fantasma” en nosotros, y la podremos considerar en estos casos de
“primera categoría”, pues hablamos de un yaciente en segunda generación, línea
de los abuelos. Esta energía podrá estar muy activa en nuestro campo de
información emocional, determinando en gran medida muchas de nuestras
sensaciones vitales.
 Somos herederos de aquellos abuelos dobles fallecidos durante o
después de nuestra fecha de nacimiento coincidente con su fecha de
defunción.
 Seremos dobles cuando nuestro nacimiento coincida exclusivamente
en fechas de nacimiento de abuelos.
 Cargaremos el fantasma de ese abuelo cuando su fallecimiento se
produjo en fecha de dobles (da igual si por nacimiento o defunción)
antes de nuestra fecha de nacimiento.

En este breve repaso sobre las herencias universales, —ya explicadas en el libro
1 de la DQ—, recordemos que nuestros padres también entrarán en esta
categoría "de Herencia", siempre y cuando fallezcan en fecha de doble con
nuestra fecha de nacimiento, aunque su impronta podrá ser algo más leve —
según los casos— en relación a un abuelo del cual somos herederos.
Dicho esto y teniendo en cuenta de forma muy especial a los posibles yacientes,
comenzaremos por nuestro abuelo paterno, que se encuentra sentado en el
extremo de la izquierda y nos centraremos en la primera y ya conocida fase de
los resentires, especialmente dirigidos a su persona, usando el mismo tipo de
lenguaje antes mencionado y tirando de ese “hilo metafórico-conductor”,
(completamente en neutro), a través del cual podremos recabar información
hasta ahora del todo desconocida.
No importa si a este abuelo lo conocimos o no; no importa si la relación estuvo
carente de roces o elementos que reseñar; estamos expresando ahora los
resentires que nuestro padre tuvo sobre su padre y éste último sobre el suyo;
sobre su madre, su mujer o cualquiera de sus hijos.
Esos resentires conviven por igual, residualmente y a nivel celular, dentro de
cada uno de nosotros.
Una vez extraída y expresada esta información en forma de resentires, tirando
del hilo de lo conocido y continuando por lo desconocido, prestando especial
atención a las palabras que brotan a través de nosotros y culminando esta
primera fase, podremos pasar a la segunda fase de los agradecimientos.
Aquí nos volcamos con igual intensidad, y agradecemos a esta «persona-abuelo-
energía » aquello que nos corresponde desde la primera persona. Continuamos
con agradecimientos más genéricos y terminamos con los “nombramientos
oficiales” (ya típicos de este ritual), donde en nuestro nombre y en el nombre
del clan lo reconocemos y agradecemos, como si de una sentencia última se
tratase: Sintiendo cada verbalización y a la manera de un nombramiento clásico
de los antiguos caballeros, con nuestra mano sobre su hombro.
Nos alejamos lo suficiente como para visualizar con cierta perspectiva el vínculo
emocional, y nos disponemos a realizar esta tercera fase que corresponde al uso
de nuestras “tijeras cuánticas”, (especialmente diseñadas y preparadas para este
fin), para cortar el simbólico enlace de energía de información emocional que
nos une.
Pronunciamos las palabras ya conocidas para este momento mientras cortamos:
Te libero de mí porque te amo y me libero de ti porque me amo.
La mejor manera de recordar esta frase es usarla «con sentido». Lo primero a
recordar es siempre “te libero”, (yo a ti), y la razón es porque te amo. “Te libero
a ti porque te amo a ti”. La frase siguiente es igual aunque invertida, y cae por su
propio peso: "Y me libero de ti”, (yo de ti), pues si “me libero”, es porque me
amo.
Cortamos ese enlace energético con decisión mientras pronunciamos este
“sortilegio sanador” y nos deleitamos contemplando cómo, poco a poco, se
desvanece ese filamento de energía ante nosotros.
Ha llegado el momento del abrazo y aquí tendremos que tener en cuenta si este
abuelo falleció o continúa en el mundo de los vivos, pues esto marcará la
diferencia entre enviarlo hacia la luz o despedirnos sin más, como si de cualquier
situación cotidiana se tratase.
En alguna ocasión la persona implicada se olvidó, y quiso llevar a la luz a un
ancestro todavía vivo, con la consiguiente resistencia extrema que, como es
natural, se produce esperablemente en estos casos.
Muy atentos a esto porque de llevar a la luz a alguien vivo, tendremos que
repetir este duelo lo antes posible para cambiar ese potencial, sellando de nuevo
su presencia con un abrazo y despidiéndonos con normalidad.
No entraremos a especular sobre los posibles resultados devengados de
semejante situación, pues recordemos que para el inconsciente nada
existe ajeno a nosotros.

Es por eso que este ritual entraña en sí mismo muchos de los atributos
tradicionalmente atribuidos a la magia, o los conjuros de toda la vida,
entendiendo ahora este precepto de una forma científica y propia de nuestra
facultades naturales, disponiendo las atribuciones de la magia tradicional a
nuestro servicio, con plena consciencia de lo que estamos haciendo.
Acompañaremos hacia la tronera de luz (o hacia el ascensor, globo aerostático
etc.), tanto a los fallecidos, (teniendo en cuenta que esto supone la trascendencia
ritual definitiva de aquellos fallecimientos encriptados), como por supuesto y
muy importante a «nuestros yacientes», caso de conocerlos de forma efectiva.
Con los yacientes dedicaremos una especial atención en todo el proceso
comenzando desde los resentires, continuando por los agradecimientos, cortando
el vínculo emocional, y llegando a este punto crucial, —el acompañamiento de
estas almas hacia la tronera de luz— donde formalizaremos el “exorcismo
científico” que nos ayudará a que esta energía quede por fin “consciente y
potencialmente finiquitada de por vida”. Y atentos al término “potencialmente
finiquitada”, pues volvemos a la máxima teniendo en cuenta que «no por hacer
un acto ritual conseguiremos que las cosas desaparezcan “por arte de magia”».
En sucesiones de nuestra vida cotidiana, después, tendremos que poner
conciencia en cada situación donde identifiquemos esta energía y, poco a
poco, será nuestra conciencia la que "irá ganando terreno", hasta imperar de
forma definitiva en nuestro espectro de energía emocional.
Cuando hablamos de “exorcismos” solo nos podemos referir al empleo de un
acto ritual en casos de “posesión”, (fantasma o yaciente), ya ampliamente
explicado este compuesto en el libro anterior, (Introducción y
Transgeneracional), que forma parte de la iniciación del proceso en el que nos
encontramos.
Tradicionalmente, todos hemos oído hablar de los exorcismos practicados a
través de la iglesia, en casos valorados como de “posesión”, mientras se
identificaban las distintas opciones dentro del rango relegado a lo “satánico y lo
demoniaco”, haciendo referencia inequívoca, sin embargo, con o sin
conocimiento de causa, a un evento propio del transgeneracional,
correspondiente a muertes complicadas o duelos sin resolver, dentro de la propia
familia.
Es bien sabido que, a costa del miedo inyectado a través de todo tipo de
demonios y figuras arquetípicas, se ha conseguido de forma muy efectiva
concentrar nuestra sombra en el «nombre del mal» o en algo ajeno y temible
hasta el punto de dominar la vida de aquellos que, sirviendo como carnaza y pila
a la vez, han conformado una masa temerosa y víctima, también a la vez, de un
paradigma completamente alienado y sumido en la más profunda de las
ignorancias.
«A través de este sistema temeroso relativo a "agentes del mal", se han podido
dirigir y sugestionar a millones de almas durante generaciones».
Además, cualquier “exorcismo” perpetrado por un “artífice empoderado y
salvador a la vez”, (el sacerdote legitimado), siempre es algo que “nos hacen”
«desde fuera» estando nuestra conciencia por lo tanto completamente anulada,
sumisa de cuantos virtuales “trucos de magia” serán atribuidos a agentes tan
externos como “el mal”, o el "mismísimo satanás”, manifestándose en muchos
casos proveedores por igual, tanto de grandes causas como de numerosos
efectos.
Si somos nosotros, en un “acto superior de conciencia”, los que nos
reencontramos con nosotros mismos a través de este ritual, por vez primera
estaremos tomando atribuciones propias, desde la intención consciente y el
conocimiento responsable.


Pasamos a continuación a hacer el duelo con la abuela paterna, una vez
terminado el ritual correspondiente al ancestro anterior, «padre de nuestro padre
en este caso».
Volvemos a insistir en la toma de conciencia preliminar sobre nuestra asociación
inconsciente con esta persona: si es Doble, Heredera Universal , o nos
encontramos en línea de Posesión. (Yaciente) con respecto a ella.
Si nos encontramos en línea de doble con esta abuela, (bien sea por fecha,
parecido o rasgos comunes que nos relacionen de forma evidente), tengamos en
cuenta que estaremos frente a «una de las representaciones más directamente
vinculadas con nuestra necesidad de reparación»; figura por lo tanto en que
recaen muchas de las repetitivas o sufrientes experiencias vitales, de las cuales
hemos sido partícipes actores hasta el momento.
Visualizamos a esta abuela permitiendo nos lleguen detalles de su imagen y, caso
de no haberla conocido, pondremos una energía indeterminada sabiendo que se
trata de quien se trata.
 Y comenzamos por los resentires, como ya viene siendo habitual,
"tirando de nuevo del hilo metafórico" que abre las puertas de nuestro
inconsciente. Continuamos con el protocolo hasta terminar esta fase al
completo.
 Pasamos a los agradecimientos terminando por los nombramientos que
ya conocemos, descritos con anterioridad.
 Corte del vínculo emocional siguiendo el sistema habitual.
 Abrazo y despedida sin más, suponiendo que se encuentre esta abuela
viva, o acompañamiento hacia la luz si está fallecida, teniendo en cuenta
la especial implicación y atención caso de ser motivo de posesión.
(Yaciente).
Continuamos con el abuelo materno siguiendo idéntico protocolo:
Resentires, agradecimientos, corte de vínculo emocional, abrazo y
despedida.
(Usamos el recurso de la luz en los casos de fallecimiento prestando especial
atención y dedicación a los yacientes conocidos).
Acabamos esta “sección conformada por nuestros abuelos", con la persona
coincidente situada en la última silla de la derecha; «nuestra abuela materna».
Hacemos el protocolo habitual, teniendo en cuenta las implicaciones
emocionales especiales, estaremos atentos a los secretos y muy conscientes de
estar haciendo el duelo con la madre de nuestra propia madre, (posible agente
inconsciente especialmente reparador representativo durante nuestra vida) y
línea directa de la información que, sin lugar a dudas, en cualquiera de los casos
nos llega a través de nuestra propia madre.



—oOo—
Duelos con los bisabuelos

Estamos ya encontrándonos con la cuarta y última generación desde nuestra
posición, representando los bisabuelos la tercera sin contar con nosotros.
(Padres-Abuelos-Bisabuelos).
Tenemos tres generaciones antes que nosotros a tener en cuenta, suponiendo esto
un fractal completo de la información, que de alguna forma se concentra en estas
generaciones, siendo nosotros virtualmente la primera tanda del siguiente fractal,
(la cuarta generación) pues engloba y acaba por recoger la información de las
anteriores.
Son tres generaciones anteriores a la nuestra las que nos interesan y no cuatro,
ni cinco.
En las tribus indígenas originarias, sin embargo, cada uno de los miembros
constituyentes de un clan simbolizaban la tribu al completo, de ahí que antiguas
culturas como los Hopi contaban con siete o más generaciones.
En la biblia vienen estipuladas cuatro, coincidiendo con nuestra versión actual
desde la psicogenealogía.
En realidad, toda la información está en nosotros, ahora.
«En esta generación».
Aquellas generaciones anteriores que superen a los bisabuelos, de alguna forma
se han "renovado o reiniciado" pues o bien cierta parte se reparó, o bien se
encuentra entre las cuatro generaciones que contamos para el transgeneracional,
incluyendo la nuestra.
Este principio universal de transmisión y cierre de ciclos se va repitiendo cada
cuatro generaciones, conteniendo en nuestra etapa la información en curso
necesaria para nuestro mejor conocimiento.
Aquí, "en esta tanda de los bisabuelos", ya hemos hecho desaparecer las cuatro
sillas vacías que quedaron después de los abuelos y vamos a poner Ocho sillas:
Una por cada uno de los bisabuelos.
Imaginemos ahora, por un momento, que aún siguiésemos hacia atrás en el
tiempo y tuviésemos que vérnoslas con nuestros tatarabuelos, ¡encontrándonos
entonces con sendas dieciséis sillas frente a nosotros!
Y en la quinta generación anterior a nosotros contaríamos con treinta y dos sillas,
y en la sexta generación con sesenta y cuatro...
De no ser por el constante “reset” que el árbol provoca con la información que
se despliega englobando a tres generaciones, (cuatro con la nuestra), habríamos
de contar con los tatarabuelos y estaríamos hablando de reparar las vicisitudes y
enclaves vitales nada más y nada menos que de ¡dieciséis avatares con toda la
carga de sus experiencias vividas; sufridas o frustradas!
Según el diccionario de la RAE en su acepción 6, se estipula que una generación
engloba un «conjunto de personas que por haber nacido en fechas próximas y
recibido educación e influjos culturales y sociales semejantes, se comportan de
manera afín o comparable en algunos sentidos», y se entiende, por
aproximación, que este cambio generacional ocurre cada treinta y cinco años.
Teniendo en cuenta que cada treinta y cinco años se sucede una generación, y
continuando con el hilo de nuestros ancestros, (que se multiplican por dos en
cada generación), tendremos que en el año 1000 (por poner una cifra de
referencia histórica), cualquiera de los habitantes del planeta sería ancestro
directo de sangre nuestro.
Es decir, todos los que poblaron la tierra en el año 1000 eran presumiblemente
ancestros directos nuestros, sin posibilidad matemática de excepción:
Presumiblemente incluyendo a esquimales, chinos, japoneses o senegaleses...
Esto sería así por repercusión fractal de las líneas que nos preceden, teniendo en
cuenta la multiplicación en progresión geométrica "hacia el pasado” de los
mismos.
Si nuestros tatarabuelos eran 16 en la 5ª generación, y vamos doblando el
número en cada generación de forma retrospectiva, teniendo en cuenta que la
anterior generación serían 32 y la siguiente anterior 64; la siguiente más
inmediata 128 y así sucesivamente hasta encontrarnos con que, en el año 1000,
la cifra resultante de ancestros (nuestros y solo nuestros) superaría con creces a
la población mundial de aquella época.
Es por eso que, cuando se dice que los humanos somos "una gran familia”
resulta mucho más literal de lo que nos pudimos imaginar en primera instancia.
Sobre todo si tenemos en cuenta el factor no-tiempo que rige la realidad más
allá de las apariencias.
Dicho esto, nos vamos a centrar ahora en esa 4ª generación que a nosotros
corresponde, por línea directa y como la última posibilidad de reparación
manifiesta a través de nosotros, proveniente de nuestra familia.
Cuando nos sabemos dobles de algún bisabuelo, estamos en “fase terminal” con
respecto a la reparación transgeneracional, y todo aquello que reste desde aquel
umbral de experiencia será «especialmente comprimido» a través de nosotros.
Muchas de las frases, pensamientos o sentencias que repetimos, las dicen
«ellos», —todavía —, a través de nosotros sin nuestro conocimiento de causa,
creyendo ser nosotros los que hablamos cuando en realidad se está
«expresando un difunto».
 Muchas de nuestras sensaciones con respecto a la vida y la muerte.
 Muchas de nuestras pretensiones, deseos, frustraciones, obsesiones,
requerimientos y “maldiciones”.
En esta generación, de entre los bisabuelos aparecerán la mayoría de yacientes
que nos corresponden, (sepamos o no sus fechas de nacimiento o defunción), por
lo que ya podemos contar con seguridad con este tipo de energías en esta
generación.
(Por eso aseguramos que «todos portamos yacientes», en mayor o menor
medida).
Una vez convocados, irán apareciendo estos ancestros en forma de energía ante
nosotros y se irán disponiendo, cada uno según el orden pre-establecido de
izquierda a derecha, de pié frente a nosotros y delante de su silla
correspondiente.
No importa si los conocimos o no y si tuvimos alguna referencia sobre ellos.
Es posible que ignoremos cualquier tipo de datos conscientes sobre sus vidas,
sus dedicaciones o intenciones; sus rasgos físicos o sus dolencias; sus sueños o
sus frustraciones.
Nada de eso importa a estas alturas del ritual.

Se trata de que aparezca la información que necesitamos y estamos en trance
profundo en ese momento.

Ya hemos hecho los duelos con los abuelos y la información quiere “salir a la
luz”.

—Necesita salir a la luz—

Cada bisabuelo puede representar una “energía propia”, y podemos partir de
antiguas fotos o versiones simbólicas sobre los mismos, reducto de
informaciones familiares o historias conservadas por el clan.
En cualquier caso, la neutralidad y la ausencia de pretensiones crearán el entorno
más despejado, para que puedan mostrarse aquellos aspectos que son realmente
los que nos interesan.
En principio, ni siquiera tiene porqué aparecer una representación física de los
mismos, sino una energía indeterminada que nos aporte “datos emocionales”
sobre los mismos.
Pasamos un imaginario “escaner virtual” sobre ellos y estamos atentos a la
vibración emocional que de cada uno se desprende.
 Atentos al tipo de sensación que provoca en nosotros.
Sabemos muy bien quien es cada uno de ellos y a quien representa ya que están
por orden, de izquierda a derecha. De manera que el primero de la izquierda será
el padre del padre de nuestro padre, la siguiente figura representa a la madre del
padre de nuestro padre...
Después, el padre de la madre de nuestro padre seguido de la madre del padre de
nuestro padre y sucesivamente, según el orden establecido, de izquierda a
derecha quedarían así:
1.- Padre de nuestro abuelo paterno.
2.- Madre de nuestro abuelo paterno.
3.- Padre de nuestra abuela paterna.
4.- Madre de nuestra abuela paterna.
5.- Padre de nuestro abuelo materno.
6.- Madre de nuestro abuelo materno.
7.- Padre de nuestra abuela materna.
8.- Madre de nuestra abuela materna.

Además, se han dado casos donde aparecen figuras o añadidos adicionales
representativos de antiguas trifulcas que han quedado sin resolver.
Tal y cómo ha sido relatado por experiencias en consulta, es habitual que entre
los bisabuelos puedan aparecer personajes de lo más imprevisto; desde la
aparición de un «mal llamado “indio”» típico de las conocidas películas de
vaqueros; Sioux, Apache o Cheyenne, con sus correspondientes coloridas
plumas en la cabeza y un hacha bien dispuesta en su mano, sentado en mitad de
los ancestros de un varón del país vasco (España) que jamás salió de su territorio
y con ancestros conocidos vascos hasta la cuarta generación; sin ningún tipo de
vínculo aparente con “las Américas”.
A veces, el psiquismo de cada cual evoca, expresa o convoca arquetipos
simbólicos que por razones desconocidas se dan cita en este encuentro virtual,
especialmente en esta 4ª generación conformada por los bisabuelos.
Aquellas entidades fantasma vinculadas con la familia, metafórica o realmente,
que de una u otra forma han dejado un reducto de información lo
suficientemente relevante para el inconsciente del clan, pueden aparecer en
forma iconográfica o imaginariamente literal, presentándose para ser también
“liberadas”, en esta especie de “fiesta de fin de curso” que para estas energías
supone este ritual.
Si pensamos en términos duales, podemos imaginar dichas energías —un tanto
hastiadas de su situación—, aún apegadas por los residuos de maleficios,
hechizos o conjuros de los unos sobre los otros, clamando algún tipo de
atención, desde una mente consciente capaz de zanjar el asunto, "finiquitando
cargas”, que solo necesitan una alternativa psíquica con respecto a su necesidad
de resolución. (Necesidad de expresión).
En esta fase de los bisabuelos y según la experiencia de diferentes casos,
recabados a través de las sesiones propias de la DQ, han aparecido dispares
situaciones dignas de reseñar: Desde el caso relatado con antelación, hasta una
mujer vestida de la época de Maria Antonieta, (sentada entre los bisabuelos),
siendo tratada con el rigor sistémico que estamos usando para este ritual:
Resentires, agradecimientos, corte del vínculo emocional, despedida y
acompañamiento hacia la luz.
Las inesperadas situaciones que puedan aparecer en estos duelos, se han resuelto
por parte de las personas implicadas de una forma tan intuitiva como
especialmente resolutiva, pues estando en situación “normal de trance", todo son
“soluciones magistrales” que surgen sobre la marcha...
«Como si cada caso contuviese en sí mismo las claves fundamentales para su
mejor resolución».
Sobre estos duelos, hemos de resaltar que mucho de lo aprendido (y por lo tanto
expuesto en este libro) proviene de la práctica y los aportes recabados desde una
intensa y dilatada experiencia en consulta; testimonios de cientos de personas
que han realizado este proceso de la DQ, con duelos incluidos.
Aprovechamos la ocasión para agradecer su experiencia y sus valiosos
aportes, pues han enriquecido con sus nutridos ejemplos un tema tan tabú
como desconocido hasta este momento.
Otras veces, en la realización de los duelos de esta última generación, se ha
presentado un grueso y expectante grupo de personas detrás de los bisabuelos,
"atisbando desde la penumbra", —De aproximadamente cien personas—.
Al preguntar sobre cómo se resolvió semejante situación, la persona que hace los
duelos nos relata que, cuando terminó el ritual con los bisabuelos, les agradeció
a todos su presencia, hizo con ellos un corte de vínculo general, y con una
actitud respetuosa los envió a todos hacia la luz.
Vemos como todo son soluciones desde nuestra actitud de neutralidad, ya
conectados con la “inteligencia del clan”, que ahora son reunificadas para
ayudarnos, de forma maestra, en conjunción con la certeza de ser nosotros los
“directores únicos de esta representación”.
Comenzamos por el primero de los bisabuelos, teniendo en cuenta que en esta
línea se encontrarán la mayoría de nuestros ancestros difuntos, «antes de nuestro
nacimiento», y por lo tanto aquí encontraremos energías propias de “la posesión”
(fantasma o yaciente).
Tendremos en cuenta historias conocidas o por conocer, de aquellos reductos de
información conservados en el clan sobre hombres mujeriegos, posibles pérdidas
de territorio por derroches o mala gestión de los bienes familiares; infidelidades,
prostitución, dramas, muertes en guerra, fallecimientos inesperados o situaciones
análogas, que dejaron un gran lastre para los demás: Suicidios, asesinatos,
enfermedad, celos, abandonos...
Extraemos los resentires si los hay, teniendo en cuenta que en estas “alturas del
transgeneracional” estos resentires pueden ser débiles en su expresión y en otros
casos inexistentes, ya que los hemos ido depurando con antelación en las fases
de los abuelos, especialmente con nuestros padres, pues representan el frente
más intenso por cercano para nuestro psiquismo.
Dejamos fluir las expresiones que aparezcan a través de nosotros, (si las hay),
expresando aquello que podrá ofrecernos datos quizá tan valiosos como precisos,
sobre secretos o situaciones completamente desconocidas conscientemente por
nosotros.
Independientemente de los resentires que cada una de estas energías pueda
inspirarnos, a modo particular, lo más importante en esta franja es la fase de
reconocimientos y agradecimientos.
«Esa parte ritual donde los vamos a nombrar, uno a uno, virtualmente
“caballeros de la familia” y “representantes oficiales de la necesidad y los
valores de nuestro clan”».
Atentos a los yacientes, pues tendremos una sensación muy especial con éstos,
pudiendo identificar de primera mano aquellos ancestros que, siendo enviados
hacia la luz, con especial esmero y dedicación, podrán continuar en "solvencia y
libertad" su camino hacia otras posibilidades, desvinculadas ya de nuestro campo
emocional.
Extraemos y expresamos los resentires (si los hay) con el bisabuelo paterno.
Agradecemos y reconocemos con las frases propuestas ya conocidas.
Cortamos el vínculo emocional con nuestras “tijeras cuánticas especiales”. Nos
detenemos a contemplar cómo se disuelve el enlace virtual de energía mientras
se convierte en “polvo de estrellas”, o simplemente se desvanece ante nosotros...
Abrazo receptivo a cada uno de ellos y acompañamiento hacia la luz, «de forma
especialmente entrañable y dedicada a aquellos susceptibles de ser yacientes
nuestros», conocidos o descubiertos sobre la marcha en este ritual: Siendo
conscientes de lo efímero de aquellos arcaicos lastres, que ahora sabemos
disueltos a través de la solvencia interior, la comprensión superior de sus
vivencias y la Conciencia Activa que, en ese momento, podremos descubrir en
«la certeza de nuestras acciones con respecto a nuestro universo emocional
interior».
Desde la experiencia de estos bisabuelos nuestros, que hasta ahora estaban
ocupando un gran “espacio inconsciente de nuestro interior”, teniendo en cuenta
que su información ha estado formando parte también de la nuestra sin
posibilidad de separación, (ya que todos “somos el clan en estas cuatro
generaciones"), podemos imaginar, por un momento y «poniéndonos en su
lugar», cuál sería su sorpresa y sensación si, de repente, algún descendiente
venido de un lejano futuro se presenta ante nosotros diciendo:
«Yo, bisnieto tuyo, hijo o hija del hijo de tu hija tercera, me presento
ante ti para poner en tu conocimiento el fruto de la preciada labor y la
dedicación de toda tu vida».
«Gracias a tu experiencia y tu dedicación, has propiciado y conseguido
generar a través de ti, una conciencia capaz de viajar desde el futuro
para reconocerte, valorarte y agradecer tu existencia al completo».
«Gracias a tu existencia yo, tu bisnieto, he llegado a comprender el
conocimiento superior que me dota de esta capacidad de conectar
contigo, a través del tiempo, solo para comunicarte en mi nombre y en
el nombre del clan, que eres agradecido y reconocido desde este
momento».

Esto es justo lo que se está produciendo en realidad, ya que hemos trascendido
los avatares ilusorios de nuestros devenires matriciales de tercera dimensión.
Aquellos que han estado imperando en la medida en que nuestra realidad, estuvo
sesgada «tan solo», desde y a través de un enfoque cognitivo cerrado y limitado
hasta lo ridículo, pues estamos hablando del empleo más natural y accesible de
nuestras facultades, también elementales:
Cuánticas, e irrefutables:

«El tiempo es una mera ilusión de los sentidos».
El Entrelazamiento Cuántico es la propiedad en que se fundamenta
el mundo físico y la materia.

Somos seres eminentemente cuánticos de la A a la Z: Desde nuestro
nacimiento hasta la muerte y más allá, antes y después; coparticipes de
nuestra vida y nuestra creación donde todos los tiempos son uno y en donde
los personajes se funden y se confunden, en una danza extrasensorial que se
realiza en una constante atemporal.

Con o sin nuestro conocimiento.

Acabamos de terminar la fase de duelos que engloba a nuestros ancestros, y


para la normal realización de este bloque, (conformado por nuestros padres,
abuelos y bisabuelos), dadas las repeticiones sistemáticas que vamos a realizar,
con cada personaje representativo de los que nos preceden, serán necesarias al
menos tres horas de dedicación.
Algunas personas necesitarán cuatro horas o más, otras invertirán tres horas solo
con sus padres y habrán de dividir los duelos en distintas sesiones y otras, en dos
horas y media habrán terminado el bloque completo. Todo depende de los
requerimientos, las necesidades y la implicación de cada cual.
Esta es la fase más extensa a la vez que determinante, pues de éstas generaciones
depende la mayor parte de la información que nos ocupa y ha estado dirigiendo
nuestra vida desde la sombra.



—oOo—
Consideraciones Especiales

Desde el momento en que terminamos la fase de los ancestros
entramos automáticamente en cuarentena.

Recordemos que la cuarentena comprende un periodo aproximado de cuarenta
días naturales, cuánticamente hablando equivalentes al ciclo de un año natural.
Los duelos subsiguientes representados por los abortos, los hijos, las relaciones
y nuestra vida coyuntural, podrán ser realizados dentro del periodo de la
cuarentena, dejando unos días de margen entre unos y otros, pudiendo oscilar
según la necesidad o las circunstancias puntuales de cada cual.
Los recursos están a nuestro servicio.
No existe un tiempo “recomendable”: Cada proceso es único y solo nosotros
somos los responsables de organizar nuestros espacios en función de nuestras
necesidades.
En general, se recomienda un periodo de descanso y adaptación entre sesiones
de duelo, siendo estos periodos necesarios a la vez que nos marcarán las
cadencias más apropiadas para cada uno de nosotros.
Una vez realizada esta primera parte del ritual —Duelos con los Ancestros— (ya
que se trata del bloque más intenso), se recomienda descanso y máxima
tranquilidad, como si de una fase de convalecencia se tratase, propicia también
para repasar, durante esos días, partes de esta fase del duelo que pudieron quedar
a falta de resolución.
Después de los duelos de los ancestros será normal sentirnos agotados.
Necesitaremos descansar al menos durante cuarenta y ocho horas, como mínimo,
previsibles para recuperarnos energéticamente y, aunque cada persona muestra
una sintomatología colateral muy diferente, el cansancio y el sueño suelen los
síntomas más comunes.
Ocasionalmente puede aparecer lo que llamamos “sintomatología refleja”
derivada de aquellos puntos que se han estado tratando y, lógicamente, podrá
ocasionar cualquier tipo de reflejo pasajero como muestra residual a través de
nuestro vehículo físico.
En cuanto a este tipo de sintomatología habremos de señalar que puede resultar
del todo imprevisible, pues cada cual es un mundo y podrá “somatizar” de forma
muy personal: Desde sensaciones de extraño vacío hasta impresiones de levedad,
pasando por todo tipo de expresiones como la aparición repentina de granos en
el rostro (desapareciendo en un tiempo acelerado), molestias físicas fugaces de
cualquier índole, llagas en la boca...
En situaciones comunes independientes de estos duelos, si los síntomas físicos
aparecen en la fase de resolución de un conflicto, o bien cuando el conflicto «ya
se ha solucionado», entenderemos como natural que a través de nuestro umbral
físico puedan aparecer brotes, o evidencias, relacionadas con conflictos que
durante los duelos «se han resuelto o fluctúan en fase de resolución».
Atendiendo a los preceptos de las cinco leyes biológicas comprobadas por el Dr.
Ryke Geerd Hamer, y teniendo en cuenta que muchos lectores serán
conocedores de algunos o muchos de los preceptos de la Nueva Medicina
Germánica, será interesante señalar, en este punto, que las posibles
sintomatologías resultantes de esos duelos funcionarán de forma parcial, o
completamente alternativa a estas leyes biológicas, teniendo en cuenta que
estamos saltando o puenteando, muchos de los sistemas naturales biológicos que
se activan en el normal devenir de nuestras vidas programadas, y dirigidas por lo
tanto por un inconsciente radical.

Si «La descodificación cuántica comienza en el umbral donde la biología se
empieza a desdibujar», es precisamente por este aditivo hasta ahora en desuso
que supone la implementación de «La Conciencia», a través de nuestra
intención consciente en la constancia de lo que somos, más allá de un sistema
de programas basados en estrictos registros de procreación y supervivencia.

Estas expresiones sintomatologías pasajeras se han dado en personas donde, por
ejemplo, su impronta estaba dominada por la vergüenza transgeneracional,
(apareciendo durante una tarde granos en el rostro), o la ausencia de
comunicación (distintos tipos de afecciones de garganta que pudieron durar
unos minutos, unas horas o unos días), etc.
En casos donde se efectúan estos duelos bajo el padecimiento de síntomas
reincidentes o enfermedades crónicas, como puede ser una psoriasis sostenida
por veinte años, o un estado prolongado durante tres, cinco o diez años de
dolores articulares; reumatoides, lesiones musculares, enfermedades tipificadas
"graves" desde la medicina convencional, como el cáncer, el sida o cualquier
déficit inmunitario; «hipertensión crónica, colesterol, disfunción renal, diabetes,
hepatitis, tiroides etc.», como respuesta inequívoca a la máxima típica de la
descodificación, es esperable que se presenten cuadros variables de aumentos
significativos o bajadas drásticas en nuestros valores habituales, ya que
entenderemos que hemos “removido los pilares emocionales que sustentan
cualquier cuadro sintomatológico con base en el transgeneracional”.
En estos casos, resultará habitual transitar por una etapa sucesiva donde la
sintomatología aparece y desaparece, se intensifica y decrece en fases más o
menos caóticas; señales todas de movimientos fundamentales y, por lo tanto,
señales evidentes del desenlace de ese “nudo temporal” que ha estado
sosteniendo y expresando "aquello que le llamamos enfermedad", dolencias
crónicas o estados "alterados de salud”, en cualquiera de sus formas.
Otras veces un síntoma leve cronificado y presente durante años simplemente
desaparece sin otro particular.
Otras, el síntoma habitual presenta una notable mejoría en una progresión
descendente hasta desaparecer por completo.
Sin embargo, en absoluto estos duelos por sí mismos pueden ser considerados
una panacea en casos de enfermedad, pues tengamos en cuenta que será el grado
y la implicación de la persona afectada la que determinará las variables en el
resultado, así como los enlaces inconscientes con patrones de comportamiento
(programados por el transgeneracional), que habrán de ser localizados y
dirimidos a través del resto del proceso de la DQ.
Muchos de los síntomas y los compendios estructurales de información
emocional que determinan y argumentan cualquier enfermedad, pueden ser
removidos sin embargo ya en la terapia anterior del transgeneracional, (aplicada
desde la versión de la DQ), y encuentran su camino hacia la reversión en esa
primera fase: Otras veces la terapia o el estudio exhaustivo del árbol
genealógico, (fundamental antes de realizar estos duelos bien por motivos de
consulta, o por medios autodidactas tras el estudio de nuestra situación a través
del libro 1 de la DQ), puede representar el primer movimiento que encontrará un
desenlace a través de estos duelos.
En general, la información desplegada en este libro así como su práctica y
comprensión, nos prepara para introducirnos de forma efectiva en la tercera fase,
donde se tratarán los sistemas de creencias y las programaciones coyunturales,
«que igualmente dependen del transgeneracional», pues continuarán rigiendo
nuestra proyección, nuestras pulsiones y nuestras circunstancias. Ahora
accesibles y “a flor de piel” por efecto del resultado de la práctica de este ritual.
Esta programación la podremos conocer entonces de forma específica y
pormenorizada para continuar con una labor donde, nuestra dedicación a través
de nuestra intención, junto al acercamiento de las Leyes que regulan nuestro
inconsciente, y la comprensión de los resortes y sistemas que crean la realidad,
propiciarán los escenarios que de muchas formas se adecuarán a los cambios
interiores en los que estamos interviniendo.
Estos duelos removerán los cimientos de cualquier estado sintomatológico
cuyo trasfondo tenga un carácter “transgeneracional”.
Importante señalar que, desde la cognitiva de la Descodificación Cuántica no
existen tales enfermedades crónicas o graves, sino conflictos sostenidos a través
del tiempo o situaciones fuertemente resistidas por encontramos separados de
la realidad, dependientes hasta entonces por lo tanto nuestras emociones de un
sistema completamente en conflicto con las Leyes Universales más elementales.
Se tipifican enfermedades “graves”, aquellas para las cuales la medicina
tradicional no encuentra o desconoce una forma efectiva de tratar su
sintomatología, representando una amenaza para la vida del paciente médico
convencional.


Estos duelos son apropiados y compatibles durante el embarazo con aquellas
gestantes que se encuentren al tiempo en proceso de revisión transgeneracional,
dispuestas a equilibrar su mundo emocional a través de este proceso.
Recordemos que el bebé quedará “exento de cargas” en función de la
responsabilidad que asuma su madre sobre sí misma y sobre los programas que
transporta; bien en forma de negaciones o de creencias sobre ella misma y sobre
la realidad.
Teniendo en cuenta que el niño portará durante su vida la sombra de la madre,
vinculada con la sombra del transgeneracional de la madre, (formando esto un
todo indisoluble hablando en términos de información), todo lo que la madre
resuelva en sí misma sobre sí misma y su transgeneracional, será efectivo en
diferentes grados e intensidades en relación al “futuro del niño que ha de venir".

Volviendo a situaciones generales, en casos de gran inestabilidad psíquica o
emocional, —tradicionalmente diagnosticados dentro del "campo de la
enfermedad mental”— (con cuadros típicos donde se incluye medicación
psiquiátrica), será recomendable abstenerse de hacer estos duelos, al menos
hasta recabar un mínimo de estabilidad interna en relación a nuestro estado
natural, ya que la medicación inhibe nuestro contacto interior, a veces de forma
considerable y otras en enorme medida.
(De ahí la eficacia de este tipo de medicación cuando de mantenernos
desconectados se trata).
Es normal en estas situaciones que la sombra contenida encuentre una vía de
expresión sin precedentes y, las paranoias, alucinaciones y tendencias obsesivas
podrán incluso aumentar de forma considerable; tanto en frecuencia como en
intensidad. Esto, que puede suponer el principio activo en que se basa la
expresión de la sombra residual, (y que de muchas formas formaría parte de un
proceso natural de transformación), puede resultar en ocasiones insostenible sin
una guía apropiada y la asistencia adecuada.
Resulta por eso recomendable y en ocasiones imprescindible el
acompañamiento y la orientación especializada para la realización de estos
duelos.
Las condiciones de consumo diario de marihuana, serán tenidas en cuenta en
diferente categoría que los supuestos planteados en el párrafo anterior, pues
aunque la situación pueda resultar análoga y suponiendo la ausencia de brotes
psicóticos recientes, (a veces comunes en casos de consumo intensivo de
marihuana), el efecto de la planta tenderá a mitigar determinados aspectos de
estos duelos, a la vez que potenciará otros, siempre en función del estado de
conciencia de la persona en cuestión.
Contamos sin embargo con diferencias respecto a la implicación conseguida en
función de los “efectos protectores de la marihuana”, haciendo constar por otro
lado que la planta tiene un «egregor propio» y por lo tanto puede actuar como si
de una larva psíquica en sí misma se tratase.
La marihuana, al igual que las benzodiacepinas, sirve para rebajar los umbrales
de conexión con nuestros sistemas de alerta consciente, (nos aísla), y por lo tanto
provoca una disminución y alejamiento sustancial con respecto a nuestros
conflictos interiores, sean cuales sean.
Esta es la principal razón por la que su éxito como “tranquilizante” en cierto
modo queda asegurado.
Su función, en definitiva, consiste básicamente en separar, creando un
adormecimiento de nuestras conexiones neuronales con nuestro inconsciente «y
en consecuencia con nuestros programas inconscientes». Es decir, su función
principal consiste en mantener adormecidas nuestras capacidades de profundizar
en el inconsciente.
Muchos consumidores tendrán la sensación contraria, sin embargo, precisamente
porque la planta suple o modela éstas capacidades, produciendo un efecto
placebo donde la imaginación y la ensoñación toman el relevo de la Verdadera
Conciencia.
Tanto es así, que artistas de todos los tiempos han atribuido a la planta
cualidades especiales de "conexión con algún tipo de fuente de inspiración”
cuando la realidad es algo diferente, pues si bien han podido desarrollarse en
actividades artísticas con cualquier resultado, ha sido precisamente gracias a la
función “aislante” de la planta, sumiendo a la conciencia en un “espacio uterino”
o “mundo alternativo”, donde la protección—separación de nuestra situación
vital—programada: la angustia existencial, las resistencias a la sociedad; la
precariedad económica o la frustración sexual o amorosa, quedan relegadas a un
suficiente segundo plano, consecuentemente aletargado como para permitirnos
componer, pintar, escribir, y dar salida de muchas formas a esa parte del
inconsciente que necesita un medio de expresión.
Según esto, no es que la marihuana sea una planta especialmente inspiradora, es
que nos aísla lo suficiente como para poder “estar inspirados”, cosa que ocurriría
de forma natural una vez aireadas las cargas y los lastres emocionales que lo
impiden.


En casos donde la sintomatología se muestra especialmente activa o sintamos de
alguna manera que la sesión nos "removió en profundidad", quedando fases por
cerrar, repetir estos duelos resultará recomendable por resolutivo, ya que en
muchas ocasiones esta "segunda o tercera vuelta" facilitará el cierre general de
las cuestiones que han sido afectadas en profundidad.
Incluso hacerlos por tercera vez, haciendo alusión especial al conocido dicho "a
la tercera va la vencida".
En general, una vez pasada la cuarentena y a lo largo del tiempo, el sistema,
técnica o recurso propuesto en estos duelos podrá ser utilizarlo en cada ocasión
puntual, donde por situaciones cotidianas susceptibles de revisión nos
encontremos airados o desvalorizados, incluyendo eventuales conflictos directos
con familiares y ancestros, que podrán ser tratados «a modo coyuntural», como
si de un vecino o un conocido se tratase.
Cada vez que tengamos un conflicto con alguien, y antes de incidir en conductas
y reacciones que solo representarán "dar rienda suelta a nuestra frustración",
(incurriendo en excesos que pueden representar un conflicto adicional con los
demás), estos duelos se manifiestan como un recurso maestro a la hora de
ayudarnos en nuestro proceso vital.
«Llegará un momento de nuestra vida en que nos parezca que ya no son
necesarios y aún mucho después, podrá llegar un momento en que los
necesitemos»












—oOo—


























DQPRÁCTICA DE LOS DUELOS II


Duelos con los Abortos
Duelos con los hermanos
Duelos con los hijos


























No es que te amen, lo que necesitas.
Ni siquiera es amor lo que necesitas.
Porque el amor está polarizado en todas las partes; en todos los gestos,
las atracciones, las repulsiones y los desprecios.
Es que te acepten, te valoren y te reconozcan,
tal y como eres, lo que necesitas.
Y el único requisito indispensable para que eso se produzca, es que tú
aceptes, valores y reconozcas a los demás,
sin condiciones:

«Tal y como son»

 Es valorar a los demás lo que necesitas.
 Es valorarte a ti mismo lo que necesitas.


Notas



Estamos en el segundo bloque relativo a la guía del ejercicio ritual, que
conforma la totalidad de los duelos propuestos por la Descodificación Cuántica
en este libro.
Se han dividido los duelos en dos bloques, por ser demasiado extensos para una
sola sesión, pudiendo ser realizados con un intervalo de tiempo oportuno entre
ambos bloques, quedando la determinación del tiempo más apropiado para su
realización, como hemos explicado con antelación, en función de las decisiones
del practicante.
Los duelos conformados por el bloque anterior con los ancestros, (como
ejemplo), se han llegado también a subdividir en atención a necesidades y
resistencias de algún caso en particular, de modo que se recomendaron hacer tan
solo los duelos relativos a los padres, en una sesión única, pudiendo llegar a
durar esta sesión ¡Cuatro horas!.
—Repetimos: Se necesitaron cuatro horas «solo para realizar el duelo con los
arquetipos paterno-materno».
Estos casos (como nos podremos imaginar), contenían enormes capas y grandes
dosis de arraigado y profundo resentimiento, de forma que el practicante
necesitó emplearse a fondo en esta fase inicial del ritual, llegando a terminar
exhausto tras la primera sesión.
Lo normal, es hacer el primer bloque conformado por los ancestros: «Padres,
abuelos y bisabuelos» en una sola sesión, recordando que, en la mayoría de las
ocasiones, será ocupado un espacio temporal de entre tres y cuatro horas para su
realización.
Si alguna recomendación argumenta la realización del primer bloque en una sola
sesión, hace referencia a una mera cuestión de concentración, ya que una vez
sumidos en el ritual, aprovechamos el trance para una profunda intervención, sin
que esta premisa determine un condicionante insalvable en ninguno de los casos.
Igual ocurrirá con este segundo bloque que formulamos a continuación,
pudiéndose realizar en su totalidad en una sesión, o bien podrán ser realizados de
forma fraccionada; subdividiendo en varias sesiones las diferentes secciones, en
atención a las necesidades y las oportunidades que cada persona presente en
relación a sus ocupaciones, disposición y recursos temporales.
Esta segunda parte, si bien puede ser menos profunda que la anterior, engloba
situaciones devengadas igualmente del transgeneracional.

Aunque ya vinculadas con nosotros de una forma más directa.




—oOo—

Duelos con los Abortos

Teniendo en cuenta que al llegar a este paso ya habremos hecho duelos con los
ancestros, y que de muchas formas la historia de los ancestros argumenta las
razones que determinan que una mujer aborte, los duelos con los abortos
suponen un ritual en relación, rápido, una vez hemos comprendido el sentido
último contenido en este tipo de acontecimiento.
Ya hemos hablado en el libro primero de la DQ sobre la impronta que contiene el
acto ritual de abortar, (pues para el inconsciente todo son rituales), significando
el acto de abortar, en sí mismo, uno de los rituales más contundentes con
respecto a los factores que engloban la maternidad y los asuntos asociados a la
maternidad; tanto relativo a historias de frustración como a síndromes de
yaciente o posesión.
Un aborto puede significar muchas cosas, según los casos.
En general, el inconsciente «pretende reparar algo a través de este evento».
El acto de abortar puede estar precedido de una energía de yaciente, y los abortos
suelen representar un intento de expresar esa impronta de “no-vida” que
impregna de muchas formas el espectro energético de la “madre frustrada”.
A pesar del aborto, la parte de energía emocional residual que aún perdura por
parte de la madre será traspasada a los siguientes hijos conforme vayan
naciendo, si los hay, y en caso contrario la misma información tenderá a pervivir
a través de la «mujer-madre-frustrada».
Los casos de necesidad extrema de abortar, tanto en un aborto natural como
provocado (pues para el inconsciente no existirán grandes diferencias) pueden
ser un simbolismo a través del cual la mujer cede esa parte de sí misma, que de
alguna manera “mata”,
—y muere—, para poder ella continuar.
Así, “se mata simbólicamente a la madre que alguna vez será”, (y hablamos de la
madre como arquetipo de aquello que engloba la realización de la maternidad),
«para salvarse ella misma».
Abortar, puede ser considerado un crimen, pero tengamos en cuenta que un hijo
siempre contiene un sentido proyectivo, desde el desdoblamiento de una parte de
cesión fundamental, con respecto a una extensión de nosotros mismos.
Traer a un niño a este mundo significa cambiar la vida al completo en muchos
sentidos de la mujer que queda embarazada, y el compuesto “crimen”, en
muchas ocasiones, basculará entre la sensación inconsciente de matarnos a
nosotros mismos o la alternativa de “matar solo esa parte”.
Lo más importante en casos de aborto, independientemente de cuestiones
morales, éticas o sociales, es la consciencia plena y la coherencia de lo que se
hizo, se está haciendo o se está por hacer.
Supongamos que hace años, en nuestra juventud, tuvimos un aborto natural
provocado, quizá producto de un embarazo ectópico, restándole toda la
importancia por carecer en ese momento de un significado práctico para nuestra
vida.
Ya que para el inconsciente no existe el tiempo y en absoluto puede diferenciar
entre una gestación de tres meses, y la vida de una persona de noventa años:
¿Qué pasa entonces con esta energía, teniendo en cuenta que para el inconsciente
tenemos un hijo simbólicamente proyectado en este mundo, completamente no-
asumido y no-reconocido, pero vivo al fin y al cabo porque jamás se produjo un
ritual que pudiera ratificar su defunción?
Casi de forma inevitable, viviremos con esa carga inconsciente en forma de
energía residual, de aquello que «aún vive porque no murió», (aunque no lo
conocemos), y «no vive porque lo consideramos muerto» (ya que no lo vemos),
porque para nosotros fue solo un episodio a olvidar, lo antes posible.
Eso es lo que también define la idea de convivir con un fantasma, y por lo tanto
entraña en sí, en algún grado un estado de posesión, ya que es imposible asumir
aquello que se desconoce.
«A los vivos se les reconoce y a los muertos se les trasciende».
Y esto siempre ha sido una forma de integrar nuestro proceso vital, una vez
asumido aquello que tiene relación con nuestro intercambio de información entre
la vida y la muerte, lo vivo y lo no-vivo, lo nacido y lo fallecido en este plano de
existencia.
En estos duelos vamos a hacer el ritual dedicado a los abortos que hubieron en el
clan, tanto por nuestra parte, (caso de que los hubiera) como por parte de nuestra
madre, abuelas o bisabuelas: Abortos conocidos, naturales o provocados y
abortos secretos, ocultos y silenciados que podrán aparecer durante el transcurso
del trance de este ritual.
Caso de contar con algún aborto en nuestra historia coyuntural o algún aborto
conocido ocasional por parte de nuestra madre, esta parte del ritual puede ser
realizada justo al final del duelo anterior con los ancestros, como si de una
ampliación se tratase.
Si conocemos en nuestro historial familiar o coyuntural un número de abortos
significativo, bien por nuestra parte o por parte de nuestro clan, los duelos con
los abortos pueden ser realizados al inicio de este segundo bloque, como
apertura de la segunda fase en la que nos encontramos.


Para la realización de este segundo bloque y comenzando por los abortos,
volvemos a recuperar una situación similar a la inicial propuesta para estos
duelos, previniendo dos horas al menos de aislamiento en la intimidad.
Cerramos puertas y ventanas, nos recostamos cómodamente en la cama, el sofá o
el espacio que hemos dispuesto para este fin.
Hacemos unas respiraciones provocando una relajación consciente a nuestra
manera particular, y nos dirigimos rápidamente a través de nuestro enfoque y
nuestra imaginación a esa «habitación mental», creada y ya conocida por
nosotros para la realización expresa de estos duelos.
En esta habitación o «espacio cuántico interdimensional», ya estamos operando
de forma atemporal, pues contamos con un «espacio de carácter estrictamente
mental», perfecto para permitir que aparezca ante nosotros una energía que, al
ser convocada, represente a ese Ser que formó parte de aquel proyecto de vida
para nosotros frustrado.
Esta imagen puede aparecer en forma de niño o de niña y quizá podamos incluso
observar los detalles de esa imagen, aunque igualmente podremos ver una
energía «simplemente lumínica», representante oficial de aquel hijo nuestro o
hijo del clan, que ahora vamos a reconocer, en primer lugar, para hacernos
conscientes del todo de su presencia.

Agradecimientos y Re-conocimientos con los abortos


Con los abortos y salvo necesidades específicas, será lógico en cierto modo
prescindir de la fase de resentires, pues siempre carecemos de una interacción
constatable con el ser que ahora tenemos delante. Sin embargo, si sentimos que
aquella etapa o la situación propia de abortar, nos produjo gran desasosiego;
rabia o frustración, podemos expresar, en atención a ese momento, nuestros
sentimientos con respecto al impacto emocional como parte de los duelos
coyunturales, propuestos más adelante en este mismo libro.
Como está siendo habitual en estos duelos, lo más importante es llegar a
reconocer y a agradecer, tanto la presencia simbólica de esta entidad como su
intención última de expresión para con nosotros, en relación a nuestra necesidad
vital.
Se trata de reconocer primero, agradecer después, cortar simbólicamente ese
"cordón umbilical", o enlace energético que aún nos une, y despedirnos por
último de este ser que siempre ha formado parte de nuestro inconsciente y del
inconsciente de nuestro clan, como si de un «espectro psíquico» se tratase.
Dirigiéndonos a esta energía sabiendo que estamos frente a aquel hijo “no-
nacido”, (sea como sea la forma en que estamos visualizando su proyección), lo
reconocemos como si de un bautizo se tratase, tomando conciencia de su
presencia con total aceptación.
Podemos ponerle un nombre propio y recabar los posibles apellidos que por
relación correspondan, o bien simplemente nos disponemos a reconocerlo como
esa energía que representa a «nuestro hijo».
«Yo, desde este momento y para que conste en los albores de la
eternidad, te reconozco como hijo legítimo de Ana María Valdés Núñez
(ponemos ahí nuestro nombre y apellidos) y de Antonio Lagos Ulloa
(ponemos ahí el nombre del padre si lo conocemos o en su defecto lo
nombramos hijo nuestro e hijo del clan)».

Hemano de... (se citan los nombres completos de los hermanos si los hay,
de mayor a menor)... y como tu madre legítima te nombro en este
momento Nicolás Lagos Valdés (el nombre y los apellidos que
correspondan), siendo aceptado, reconocido y agradeciendo tu intención
y tu presencia en esta familia (si la hay) o en mi nombre y en nombre de
mi clan (caso de no existir familia vincular directa).

Estas frases son una mera propuesta general, y pueden ser
remodeladas o ampliadas según la intuición y
la necesidad de cada maestro de ceremonias:

«Usted»


Corte del vínculo emocional
Visualizamos el enlace energético en forma de cordón luminoso que nos une con
nuestro hijo recién reconocido, como símbolo de aquella unión inconsciente que
ahora adquiere presencia ante nosotros, y nos disponemos a cortar este enlace
con nuestras tijeras especiales.
Producimos el corte mientras pronunciamos las palabras clave:
«Te libero de mi porque te amo y me libero de ti porque me amo», quedándonos
a contemplar la disolución en el éter de aquellos restos flotantes...

Abrazo y despedida
Abrazamos a aquel niño puro como símbolo de nuestra reconciliación
consciente, tomando contacto con esa parte de nosotros que siempre estuvo ahí,
ya en este momento recogida como una cálida energía de amor incondicional, y
acto seguido acompañamos, lentamente, a este niño-hijo del clan hacia la tronera
de luz propuesta para los difuntos, con palabras de agradecimiento y despedida,
volviendo a usar las mismas frases ya utilizadas para los casos de yaciente o
posesión:
«Ahora puedes marchar tranquilo, hay mucho que hacer en el otro lado, la
vida continúa, te están esperando»...
Nos quedamos a presenciar cómo seres interdimensionales de su misma
vibración, entidades trascendidas de cuerpos lumínicos y guías espirituales del
clan, lo acogen, recibiéndolo entre saludos y abrazos de bienvenida.
A través de la disipación progresiva de la tronera de luz, que acaba de cumplir
con su cometido, nos despedimos con un último adiós del grupo que ahora se
dispone a desaparecer ante nosotros.



Insistimos en el sentido especial que adoptan estos recursos visuales de la
fuente de luz citada y de los seres de luz, recordando que nadie se marcha
realmente y que los seres volvemos a ser nosotros, desdoblados en el
espacio tiempo, convocados ahora como referente de nuestro más sabio
potencial.

Precisamos tener recursos adicionales válidos para nuestro ejercicio ritual, razón
por la cual estos duelos se manifiestan como "necesarios", más allá del ritual
propio del enterramiento ejercido como práctica habitual en nuestra cultura, ya
que suponen una incursión consciente en el umbral emocional, psíquico y
mental, algo ajeno y desterrado por tradición para la mayoría.
Caso de estar haciendo duelos con abortos conocidos por parte de nuestra madre,
abuelas o incluso bisabuelas, de ser numerosos, podemos agrupar hijos no-
nacidos, hermanos no-nacidos e incluso tíos no-nacidos, (hijos fallidos de
nuestros abuelos), desempeñando el duelo con varios a la vez, nombrándolos
uno a uno, reconociéndolos progresivamente, cortando los vínculos y
despidiéndolos acompañándolos hacia la fuente de luz.


—oOo—
Duelos con los hermanos

En determinados clanes y por muy diversas circunstancias los hermanos a
menudo representan, o han podido representar, grandes acumuladores y emisores
de todo tipo de resentimientos, más o menos conscientes o del todo
inconscientes para nuestro devenir vital.
Tengamos en cuenta que el clan lo primero que hace es replicar matrimonios
anteriores conformados por abuelos, esta vez entre hermanos; situaciones de
gran tensión entre padres e hijos de anteriores generaciones y un gran abanico de
posibilidades, en las que podremos encontrar representantes de cualquier
ancestro donde, por ejemplo, la abuela fue violada y vejada sistemáticamente por
un abuelo alcohólico, o el bisabuelo fue abandonado y menospreciado por su
mujer, o la bisabuela maltrataba a sus hijos, odiando a su propia descendencia.
Lo más común: Dos hermanos que reparan matrimonios entre abuelos, aunque
igualmente un hermano puede haberse criado, desde bien pequeño, con una
hermana que representa a la madre maltratadora de otra generación, donde este
hermano fue su hijo.
O al contrario.
En esta generación y entre los hermanos igualmente pueden estar “en pista”
antiguas rencillas por herencias consideradas injustas, muertes por accidente o
ausencia de responsabilidad, y un largo etcétera que cada cual habrá de ir
adaptando desde su caso y situación particular.

En muchas situaciones y bajo aparente normalidad, dos abuelos pudieron
sufrir entre ellos todo tipo de desavenencias encubiertas bajo apariencias
de compostura, circunspección o pundonor, relegando a la sombra de las
siguientes generaciones lo guardado bajo celosas "losas de silencio y
contención".

Una vez realizado nuestro árbol y conocido el vínculo inconsciente que nos une
con nuestros hermanos, podremos enfocar estos duelos teniendo en cuenta,
también, y en la medida de nuestras posibilidades, aquella necesidad de reparar
que hasta ahora hemos servido sin ser conscientes de nuestra verdadera
situación.
Trifulcas, separaciones y resentidas distancias entre hermanos, así como cargos
de antiguas situaciones vividas, y otros potenciales por descubrir.
En los duelos con los hermanos que vamos a realizar, pueden ser finiquitadas y
de muchas formas transformadas las energías sustentadoras de cualquier
situación en conflicto entre hermanos.
Si hemos comenzado esta segunda fase de los duelos con los abortos,
continuamos en trance y siguiendo con el protocolo habitual, vamos disponiendo
a los hermanos implicados en orden de mayor a menor, uno a uno y completando
a nivel individual los cuatro pasos ya habituales:
Resentires
Agradecimientos y reconocimientos.
Corte del vínculo emocional.
Abrazo y despedida.

Es la fórmula idéntica realizada para los ancestros, esta vez empleada para
nuestro más cercano campo coyuntural, pues generalmente los hermanos han
sido o continúan siendo partícipes de nuestra misma generación. Es decir,
obviando casos donde un hermano hizo de padre o madre en relación a sus
hermanos menores, y salvando las distancias conscientes que, por cercanías,
conseguirán que entre hermanos la tensión pueda llegar a ser especialmente
intensa, para el inconsciente son considerados «colaterales», a idéntico nivel de
un primo, una relación, un amigo, un compañero de trabajo, un jefe, un vecino,
un tío, un hermanastro o un pariente lejano.
«El "nido estricto”, es considerado el eje principal conformado entre la línea
directa «Abuelos-padres-hijos».
Recordamos que lo más importante es llegar a conseguir ese agradecimiento que
solo con un corazón limpio se puede materializar, de modo que será de máxima
relevancia, una vez más, comenzar por los resentires de la forma habitual
descrita con antelación.
«Cuánticamente hablando» lo que se produzca en este acto de intimidad con
nuestro hermano, en nuestra presencia virtual, podemos considerar que será
escuchado por el mismo, «implementada esta interacción como si realmente se
hubiese producido».
De ahí que después de estos duelos sea esperable y natural que esa relación
adquiera un nuevo sentido, antes impensable.
Sobra decir, que cualquier teatrillo sin implicación emocional, realizado como un
mero protocolo rutinario, tendrá un efecto tan limitado como nuestra resistencia
a conseguir un "verdadero acto de sanación”.
Estos duelos por si solos no harán magia, ni afectarán cambios reales al margen
de nuestra implicación e intención consciente, por descontado, aunque su
efectividad se ha comprobado hasta en estos extremos, pues el solo hecho de
confrontar, expresar y mover emociones ya supone una acción relevante y
novedosa «en sí misma».
En la fase inicial de los resentires comenzaremos empleando el mismo tipo de
“códigos de información”, (descritos con antelación para conectar con los
resentires de los ancestros), usando esas «palabras gruesas» que nos llevarán
directos a traspasar la barrera del consciente donde, a partir de ese momento,
comenzará la transferencia de información que tanto estamos necesitando.
En esta fase lo relatamos todo de nuevo en segunda persona, hablándole a
nuestro hermano desde esa «posición disociada» que incluirá ese giro donde nos
disponemos a ser ese “maestro de ceremonias” (terapeuta del clan), formulando
nuestros resentires como si de un emisario se tratase:
«Le hiciste a tu hermano o hermana, te comportaste con tu hermano Gabriel,
(ponemos ahí nuestro nombre)», etc.
Proseguimos más reflexivos, permitiendo aflorar todo aquello que vaya fluyendo
desde nuestro resentir, pasando de una situación a otra y dedicándonos
exhaustivamente a expresar, liberar, soltar...
Una vez terminada esta fase, respiramos.
Agradecemos en primera persona con equivalente esmero y dedicación.
Reconocemos, nombrando a estos hermanos como legítimos nuestros e hijos del
clan, en nuestro propio nombre y en el nombre del clan.
Cortamos el vínculo emocional que aparecerá en forma de enlace energético con
nuestras tijeras especiales.
Abrazo imaginario donde sellamos ahora nuestra nueva disposición.
Despedida, observando cómo se aleja de nosotros sin otro particular.
Caso de hacer un duelo con hermanos fallecidos haremos las cuatro fases
“reglamentarias” de la forma habitual, con la diferencia del acompañamiento
hacia la tronera de luz, para ritualizar nuestra integración en forma de despedida
virtual.
Tengamos en cuenta a hermanos fallecidos con antelación sobre los cuales
podremos estar en línea de posesión, por ser nosotros hermanos de reposición.
Muy atentos a estos casos de duelo, porque aquí reconoceremos al hermano
fallecido como una línea independiente y “libre de cargas”, otorgándonos así con
este acto ritual —mientras lo despedimos a través de la fuente de luz— nosotros
la “independencia personal como «Seres Completos»".
En situaciones de trifulcas activas con mucho resentimiento con respecto a
hermanos en el presente, prestaremos especial atención a todo aquello que
nuestro hermano «nos refleja», adaptando nuestra posición de forma muy
especial a ese «terapeuta del clan que está actuando en estos momentos» como
árbitro de toda situación, donde podremos conectar con las máscaras del ego que
han dominado hasta ahora nuestro psiquismo.
Quizá este duelo haya de ser repetido más adelante varias veces, en
función de los resentimientos que tenderán a retomar el control de la
situación.







DQ










Duelos con los hijos

Sorprendería la carga y la complejidad de los resentimientos acumulados con
respecto a los hijos en la historia humana de la procreación.
La madre, al ser la portadora directa de cualquier posibilidad relacionada con la
reproducción, (unido al hecho de representar el enlace de información más
relevante desde su clan para con sus hijos), supone el máximo exponente en toda
situación a la hora de implementar duelos con su descendencia.
Al ser el padre brazo extensor y ejecutor energético de la mujer, y teniendo en
cuenta que el padre muchas veces podrá compensar, con una implicación
adicional las carencias maternas con respecto a sus hijos, o bien sentir que
sacrifica su vida en pro de su descendencia, (al igual que la mujer), también será
susceptible de acumular resentires y cualquier tipo de desavenencias interiores
con respecto a ellos.
Tanto los conflictos de maternidad y paternidad, como la situación de
correspondencia emocional con los hijos, y entre los hijos, se encuentran
estrechamente vinculadas a través de resentires devengados de las cargas y las
deudas inconscientes relativas al transgeneracional, por lo tanto nuestra
implicación reparadora y dedicación en este sentido ha estado inevitablemente
dirigida, auspiciada y gobernada por esta «necesidad de reparación».
Muchas pueden ser las razones inconscientes que sustentan esta necesidad de
hacer duelos con los hijos, y nos remitiremos en este episodio a ejemplificar tan
solo algunas de las posibilidades más generales:
 La demanda de mis hijos ha requerido tanta dedicación, tiempo y
esfuerzo que siento que se ha escapado mi vida.
 Mis hijos me han hecho sufrir por mantenerme en un estado constante
de alerta, ya que el miedo a perderlos fue una constante durante mi vida.
 He tenido hijos por inercia social o circunstancias de alguna forma
impuestas o no elegidas por mí, y esto ha supuesto una limitación
expresa para mi desarrollo personal y el resto de mis posibilidades.
 Las necesidades básicas para su manutención y supervivencia me han
obligado a desempeñar labores o trabajos tediosos, que de alguna forma
odio o he odiado.
 Mis hijos han actuado en mi contra, representando un sufrimiento
adicional para mi vida.
 Mis hijos han manchado el nombre familiar, rechazando cualquier
consejo y poniendo en evidencia mis modelos con respecto a la
educación y los comportamientos convencionales.
 Han sido rebeldes o desobedientes; hirientes o insolentes, desalmados
y egoístas...
 Etcétera.

Otras veces encontraremos auténticas situaciones de repulsión mutua, más o
menos encubiertas con respecto a nuestra descendencia, culpando
inconscientemente a unos o a otros de nuestras desdichas.
En otras ocasiones los excesos de dedicación o preocupación por causas de
enfermedad, las frustraciones con respecto a nuestras expectativas sobre ellos,
los disgustos, las peleas y todo tipo de contrariedades y desavenencias, habrán
marcado un denominador común en nuestra experiencia parental.
«Un porcentaje transgeneracional de asignaciones inconscientes recae en hijos
varones cuando “se casan con el fin de separarse” para acabar cuidando o
sosteniendo de muchas formas a su propia madre, por estar proyectados desde su
nacimiento como maridos de sustitución».
Otro porcentaje, (tan extendido como encubierto y esquivo), nos muestra un
panorama donde las hijas son proyectadas por el inconsciente materno, de forma
tan contundente como irracional, como activas «parejas del ex-marido de la
madre» —de por vida—.
Una vez se produce la separación del matrimonio parental, se reproducen
situaciones en las que se boicotea, de forma recurrente, cualquier intento de
relación del padre fuera de este núcleo vincular.
La mujer que carga con un proyecto de matrimonio frustrado, basado en un
paradójico programa de “necesidad matrimonial”, proyectará a su hija o hijas
como parejas de sustitución sobre el marido separado; encargadas estas de forma
rotundamente inconsciente a boicotear, y hacer fracasar, no solo cualquier
intento de relación conyugal de su “padre—marido” sino en no pocas ocasiones,
cualquier cuestión adicional relacionada con su proyección, a otros niveles
existenciales, como pueda ser “tener éxito”, o acercarse a cualquier situación
donde el hombre pudiera "disfrutar su vida de forma independiente”.
Esto, estará fundamentado en los odios inconscientes relativos al arquetipo
masculino por parte de la mujer, (ya explicados y argumentados con antelación),
y funcionará de forma oculta y radicalmente disimulada, —desde la sombra—,
(ya que será algo más que difícil de asumir a nivel consciente) produciendo todo
tipo de situaciones donde la hija o las hijas demandarán al padre de forma muy
especial «en nombre de su madre y como extensión programada suya»; lanzadas
de forma automatizada a labores donde la venganza, como trasfondo, será el
motor y la norma establecida en este tipo de relación.
"Si mi marido como marido me falló o me abandonó, sufrirá las
consecuencias pagando con creces su falta u osadía".
Entenderemos en estos casos que el padre de las “hijas—esposas” igualmente
participará de idénticos patrones encubiertos, razón por la cual la situación podrá
ser sostenida por ambas partes durante tiempo indefinido.
En estos duelos con los hijos, (caso de provenir de una separación con hijos que
han pasado de la pubertad), ya podremos tener muy en cuenta este cúmulo de
factores en cualquiera de las partes: bien por parte de las madres, que ahora
podrán identificar el bloqueo que están ejerciendo sobre sus hijos, “maridos de
sustitución”, bien por parte de los padres que mantienen (sin consciencia de este
hecho), una relación simbólica de pareja cerrada con cualquier opción de su
descendencia femenina, bien por parte de las hijas, pues podrán revisar esa
tendencia a buscar al padre como marido de sustitución, tanto en sus relacione de
repetición, (encontrando en sus relaciones a hombres reincidentemente dobles
del padre), como en su simbiosis inconsciente en las bases que fundamentan la
relación con su propio padre, o bien por parte de los hijos, fuertemente lanzados
a vivir una relación reparadora, donde desempeñan ese papel de maridos de su
propia madre.

En general, los hijos siempre han restado con su demanda de atención nuestra
disponibilidad hacia nosotros mismos y, aún a pesar de nuestra mejor disposición
y entrega, las sensaciones inconscientes pudieron llegar a acumularse con
“sordos resentimientos guardados bajo la alfombra”.
Sobre el amor hacia los hijos y las recompensas emocionales con las que
contamos desde nuestra parte consciente, podrán ser asumidas ahora a través de
la conocida fase donde reconocemos y agradecemos, como una parte
verdaderamente integrada o en proceso consciente de integración.
Recordemos la máxima “es del todo imposible agradecer con un resentir en el
corazón”.
La necesidad de hacer duelos con los hijos responde a una nueva expresión de la
herencia transgeneracional, de forma que supone un «hasta ahora ignorado
encuentro con la información ya desplegada entre las distintas generaciones que
nos preceden», pudiendo ser nuestro hijo un representante oficial encubierto, de
los odios inconscientes que tuvo nuestra propia madre contra su madre, —doble
ahora nuestro hijo de esa abuela—, «madre de su madre», repetición del
conflicto vital inconsciente sostenido entre su madre y su abuela.
Este tipo de enlaces son los que justifican la herencia transgeneracional, y los
árboles familiares se deben en una enorme medida a ellos, de modo que ya
podremos hacernos una idea de «cómo funciona “aquel compendio de
información de tipo reparador"», que los hijos han representado desde el
inconsciente para con sus padres hasta este momento.
Será entonces normal traer hijos varones representantes todos de varones
ancestros que maltrataron a mujeres del clan; habitual traer a un hijo doble del
padre abusador, de la madre castigadora, de la abuela arpía, torturadora, pérfida
o pegadora: Del abuelo que se suicidó, del que fue alcohólico en su matrimonio;
psicópata o infiel durante toda su vida: Del que provocó la ruina familiar, del que
desheredó a sus hijos; del dictador, el rígido, el putero y pendenciero...
Estas mujeres que se sintieron profundamente vejadas, vilipendiadas, violadas o
despreciadas por el arquetipo masculino, producirán hijos o nietos en
consecuencia cargados de limitaciones programadas, con el único fin de evitar
daños posteriores al arquetipo femenino en consiguientes generaciones.
Por descontado, estamos hablando de algo que se produce desde el inconsciente
biológico, tendente a compensar los registros que permanecen encubiertos por
enraizados, sin ningún otro tipo de posibilidad de expresión ni solución, y en
absoluto planteamos cualquier atisbo de decisión consciente, planificada por
ninguna mujer con nombre y apellidos.
Podremos comprender a hijos lanzados a una experiencia de tipo eminentemente
“toxica”, en la que se verán abocados a vivir en condiciones límite con la
justicia, o amenazas de penas de cárcel (por ejemplo), ya que su abuelo —padre
de su madre— fue brutal o despiadado, y por supuesto mereció acabar encerrado
en una cárcel mientras tal circunstancia jamás se produjo.

Siendo el hijo ahora doble del abuelo, la carga inconsciente de la
madre operará de forma determinante sobre su propio hijo.

Los eventos del transgeneracional donde quedaron resentires inconscientes ,
sobre los padres o las madres de los unos o de los otros, continuarán su andadura
hasta cerrar los ciclos o cumplirse aquellos encargos, «ya programados con
antelación», explicando así todo tipo de tensiones y circunstancias de lo más
variopinto.
Como ejemplos de referencia, tendríamos que señalar la gestación de un amplio
abanico de hombres sumisos, con su masculinidad recortada donde, en muchos
casos, el niño basculará a femenino para ser aceptado por su madre, hasta el
punto de vivir la prohibición de acercarse en términos de relación sexual o
conyugal a cualquier mujer; convirtiéndose sin embargo en amigo, confidente o
aliado de "la fémina" (por semejanza simbólica), y abocado a tener relaciones
con hombres en igual situación con el objeto de reparar, desconociendo por
completo aquella inercia, siempre programada y esquiva, que provocó que un
niño descendiente cualquiera de cualquier situación del clan, al despertar a su
sexualidad, misteriosamente se inclinase por aquellos de su mismo sexo.

A esto se le ha llamado “homosexualidad”
Estos son los llamados “gays”

Antes de este grado existirán numerosos niveles, donde los proyectos de «niños-
hombre» serán programados, en más de un modo, con diferentes tendencias e
intensidades relacionadas con la castración simbólica; tanto en el ámbito
emocional como en el conductual, apareciendo hombres apocados, femeninos;
zurdos contrariados todos, reactivos con la autoridad o carentes de la misma por
representar esta al arquetipo paterno; utilizando tan solo su parte femenina sin
saberlo, despreciando su lado masculino sin saberlo; contrariadas por completo
ambas lateralidades sin saberlo.
Con respecto a los proyectos biológicos de «niñas-mujer», y partiendo de
idéntica situación, tengamos en cuenta que el inconsciente de clan, podrá recibir
todo tipo de señales relativas a compuestos de inferioridad; sometimiento y
humillación, desprecio o abandono con respecto al arquetipo femenino, mientras
de forma inevitable este tipo de información será transmitida a la niña, y vivirá
con un claro mensaje grabado en su inconsciente:
 “Ser mujer es sinónimo de absoluta desvalorización...”
 “Si soy mujer sufriré los maltratos o el desprecio de los hombres en
mis relaciones”.
«Niñas programadas para criar a sus hijos ellas solas».

Esto ha generado relaciones solo con el fin de procrear y liberarse
posteriormente del "hombre—bestia", acabando por fin la situación en solterías
contrariadas en un gran número de mujeres de nuestra generación,
«especialmente en Iberoamérica», debido a las particularidades propias de la
construcción y deconstrucción cultural de las comunidades americanas, donde
las situaciones de dependencia extrema, servilismo y predominio histórico de la
supremacía racial del hombre blanco sobre la mujer indígena, han sido
determinantes.
Situación por cierto que ha generado en esa cultura la inmensa mayoría de
la mezcla racial que hoy conocemos.
En casos donde las violaciones, reales o simbólicas, fueron determinantes con
respecto a los disparadores biológicos inconscientes de supervivencia en el clan,
aparecerán mujeres que rechazarán a los hombres como si de una fobia se
tratase, (ya que su inconsciente los detectará como un formidable depredador),
refugiándose entre iguales, viéndose abocadas a tener relaciones entre
semejantes en vibración, (mujeres todas) con la prohibición expresa de formar
lazos parentales con el arquetipo masculino.

A esto se le ha llamado igualmente homosexualidad.
Estas son las llamadas “lesbianas”

Paralelamente, también encontraremos aquí un fenómeno transgeneracional de
forma que, mujeres con rasgos indígenas, se verán abocadas a reparar buscando
inconscientemente hombres blancos, rubios o representantes de aquellos
“colonos” que dejaron como lastre situaciones pendientes a reparar de todos los
tipos.
Al igual que en el caso anterior, relativo a hombres afeminados, también existirá
un amplio abanico de escalas hasta llegar a extremos de lesbianismo radical;
«véanse mujeres masculinas que contendrán todo tipo de reticencias
inconscientes en las relaciones», si bien podrán ir saltando de un modelo de
hombre abusivo a otro, compitiendo con ellos de manera compulsiva o con
tendencias polarizadas, encontrándose análogamente también, como versión
opcional, con hombres del tipo simbólicamente “castrado”.
Necesariamente se manifestará este compuesto a través de efectos colaterales,
comprendidos entre las fobias sexuales relacionadas de una u otra forma contra
el arquetipo masculino: la “falofobia”, (rechazo visceral al pene) la coitofobia
(rechazo o pánico ante la penetración), gimnofobia (miedo a la desnudez) o
hafefobia (miedo al contacto o a ser tocado).
Desde el punto de vista de la herencia transgeneracional, estas improntas
funcionarán llegando a tener la fuerza equivalente de auténticos maleficios.
En la medida de lo posible, tendremos en cuenta estas improntas a la hora de
hacer el duelo con nuestros hijos, y podremos “corregir”, o enmendar, muchos
de los episodios que, al hacerse conscientes especialmente por la madre de sus
hijos, podrán ser equilibrados de forma consciente en los reconocimientos
oficiales.
La cuestión, no es tanto la necesidad de realzar la masculinidad en hombres o la
feminidad en mujeres, sino la armonización de los rechazos, fobias y
programaciones inconscientes que conforman, a nivel particular, los extremos de
un desequilibrio interno en relación a nuestras lateralidades: En este caso
aplicado a nuestra descendencia.
Con respecto a cuadros donde estemos conscientes de situaciones relativas a
enlaces con nuestros hijos, como esposos o esposas de sustitución, podremos
enfocar una parte de estos duelos a la liberación expresa de estas energías de
forma específica y consciente.
Así mismo incluiremos frases de liberación a la hora de los reconocimientos, en
los casos donde previamente nos hemos descubierto como "madres araña”, cuya
tendencia programada consiste en rodear, con una simbólica tela emocional,
«pegajosa y egoísta», la energía vital tanto de hijos varones como mujeres de
nuestra descendencia.


Usamos el mismo sistema empleado hasta el momento y, si estamos en
pleno trance tras efectuar los duelos con los hermanos, hacemos unas
respiraciones para desplegar, en ese «entorno imaginario cuántico donde
nos encontramos», a nuestros hijos vivos delante, de mayor a menor,
dispuestos ante nosotros a entablar este ritual de carácter consciente y
conciliador, que a continuación vamos a realizar.

Caso de efectuar estos duelos con los hijos en una sesión aparte, (por haber
suspendido la sesión anterior hasta este punto), repasamos con antelación este
apartado del libro y directamente nos acostamos, hacemos la relajación ya
conocida, nos proyectamos rápidamente a nuestra habitación cuántica especial,
y comenzamos con la imagen detallada con antelación; Dirigiendo nuestra
atención a nuestro hijo mayor, entramos sin más preámbulos a recorrer el
protocolo habitual:
Resentires.
Agradecimientos y reconocimientos.
Corte del vínculo emocional.
Abrazo y despedida.

Vuelve a ser la fórmula idéntica realizada para los ancestros, esta vez empleada
para nuestros hijos, de modo que utilizaremos el sistema ya sobradamente
conocido en este ritual.
Insistimos una vez más, en que lo más importante es llegar a conseguir el
agradecimiento y reconocimiento, que solo con un corazón limpio puede ser
manifiesto, de modo que será de máxima relevancia, una vez más, comenzar por
los resentires de la forma habitual.
Recordemos que, «Cuánticamente hablando», lo que se produzca en este acto de
intimidad, con nuestros hijos, igualmente será implementado como si de una
experiencia real se tratase. Puede ser esperable, a modo de “torrente de
expresión” que cualquiera de nuestros hijos, tras estos duelos, puedan mostrarse
por momentos aparentemente reactivos, o de alguna manera hagan lo propio con
nosotros, en forma de resentires, de forma anacrónica e insospechada. Esto,
podrá formar parte de una situación colateral tan normal como esperable, de
modo que nuestra actitud de respuesta, habrá de ser en consecuencia alineada
con el acto ritual que hemos realizado, comprendiendo el sentido “purificador”
de cualquier evento relacionado.
Tengamos en cuenta que el despliegue de los códigos de información que hemos
removido en estos duelos, tendrá su repercusión a través de la línea temporal, y
esto también formará parte de «aquella expresión que estamos nosotros mismos
también necesitando»; volcando la mirada hacia el interior y re-posicionando
nuestro agradecimiento y comprensión desde un «nivel superior», propuesta
fundamentada como principio de toda transformación en este libro.
Digamos que, en atención a aquellos lastres de información emocional que van a
ser removidos, serán esperables las expresiones necesarias, cuya intención estará
vinculada con la realización del propio ritual. Esta vez en forma de situaciones
vividas con posterioridad en nuestra realidad cotidiana.
Volviendo a los duelos con los hijos:
En la fase inicial emplearemos el recurso de las palabras gruesas, teniendo en
cuenta el ejercicio puntual que estamos realizando y permitiendo fluyan las
palabras como puente de conexión con nuestro inconsciente.
A partir de ese momento, comenzará la transferencia de información, contando
con el nivel de intensidad emocional que conseguirá destapar «aquello por
mucho tiempo bloqueado», resistido y por lo tanto resentido.
En esta fase volvemos a verbalizar en segunda persona, hablando a nuestros
hijos desde esa «posición disociada» que incluirá ese giro donde nos disponemos
a ser el terapeuta cuántico del clan, formulando nuestros resentires como si de
un emisario se tratase, a la vez que siendo el vehículo emocional que actúa como
“canal de transferencia de datos”:
«Fuiste un obstáculo para la relación o la realización de tu madre, o
siempre estabas enfermo para recabar toda su atención, o tienes a tu
madre harta con tus demandas, quejas o “faltas de consideración”...
(Según la edad y la circunstancia del hijo en cuestión con el que estemos
interactuando en ese momento).

Estos resentires sirven de forma indistinta para un bebé de un año que para un
hijo adulto de cuarenta, siendo conocedores de la necesidad de “expiación” que
estamos necesitando, con el único fin de extraer y liberar la información
encriptada que nos permitirá, quizá por primera vez, agradecer y reconocer tanto
al bebé que tenemos delante como a los hijos adultos.
Proseguimos más reflexivos, sacando todo aquello que vaya fluyendo desde
nuestro resentir, pasando de una situación a otra mientras nos dedicamos
exhaustivamente a expresar, liberar; soltar...
Una vez terminada esta fase respiramos, permitiendo un espacio temporal de
transición para pasar a la segunda fase:
Agradecemos ahora en primera persona, con equivalente esmero y dedicación
que empleamos en los resentires.
Reconocemos, nombrando a estos hijos como legítimos y, caso de ser nosotros la
madre de nuestros hijos, ponemos especial atención a ese sentimiento de apoyo
sincero, respeto y liberación con respecto a su derrotero vital, en cualquiera de
sus formas; tomando consciencia del nivel de aceptación plena y amor
incondicional que, en un acto de integración y entrega, por decisión propia ahora
nos permitimos.
Cortamos el vínculo emocional que aparecerá en forma de enlace energético con
nuestra tijeras especiales, conscientes de estar finiquitando, con este acto ritual,
aquellos enlaces que nuestros hijos «representaban», con respecto al
transgeneracional y a sus antiguas demandas.
Abrazo imaginario y sentido, donde sellamos nuestra nueva disposición.
Despedida, observando cómo se aleja de nosotros sin otro particular.
Si somos una mujer embarazada y tenemos este libro en nuestras manos,
podemos aprovechar para entablar una conversación con el niño que portamos
en nuestro interior: Transmitiéndole mensajes de aceptación y apoyo;
reconociéndolo como hijo legítimo desde antes de su nacimiento, y ofreciéndole
nuestra mejor disposición en atención a nuestra intención consciente.
Caso de estar efectuando un duelo con hijos fallecidos, realizaremos las cuatro
“fases reglamentarias con normalidad”, incluyendo en este caso la parte ritual
que comprende el acompañamiento ya conocido, hacia la tronera de energía
lumínica, que simbolizará nuestra integración en forma de despedida virtual.
Los hijos fallecidos, pueden llegar a dejar en los padres empedernidas improntas
de culpa y grandes dosis de dolores encriptados. Quizá jamás se hizo un duelo
consciente desde ese fallecimiento y, es ahora, cuando nos podemos otorgar la
posibilidad de trascender, por fin, aquellos lastres que hasta este momento solo
han supuesto una carga y un bloqueo, (sin ningún tipo de utilidad más allá de un
sufrimiento adicional), basado en la separación y la incomprensión de las
circunstancias que se despliegan ante nosotros.
De encontrarnos en fase de duelo activo, debido a un fallecimiento reciente o
inesperado, o estamos viviendo una situación de «pérdida con grandes dosis de
resistencia ante este hecho», antes de hacer un duelo de estas características,
habremos de permitirnos transitar por un proceso inicial de adaptación natural,
en casos extremos, equivalente al tiempo que comprende al menos una
cuarentena.
En todos los casos será la persona afectada quien establecerá, en atención a su
proceso emocional, los plazos y el mejor momento para efectuar un duelo
cuántico con el fallecido. Si bien este punto de inflexión será determinante con el
fin de finiquitar cualquier situación en tránsito, hacia el restablecimiento normal
de los asuntos que nos afectan.

Volviendo a los duelos con los vivos, en situaciones de trifulcas activas,
vividas en el presente con mucho resentimiento en relación con los hijos,
prestaremos especial atención a «todo aquello que nuestro hijo nos
refleja», adaptando nuestra
posición de forma muy especial a ese “terapeuta del clan”, que actuará en
esos momentos como «árbitro de aquella situación», donde podremos
conectar con las máscaras del ego, que han dominado hasta ahora nuestra
percepción de la realidad, o dicho en términos más coloquiales, “nuestra
visión de las cosas”.


Quizá los duelos con los hijos precisen ser repetidos también en ocasiones
posteriores, en función de los resentimientos que tenderán a retomar el
control de la situación.







—oOo—








DQPRÁCTICA DE LOS DUELOS III




Duelos de Relación
Duelos Coyunturales











Ni los quarks, ni los aniones ni los cationes.
Ni los protones, ni los electrones.
Ni los neutrones.
Ni por lo tanto los átomos, existen,
sin la presencia del observador.
Sin la existencia del observador...
Sin la mirada del observador.
Si los átomos representan «el ladrillo que
confecciona aquello que denominamos “materia” »,
y por lo tanto conforman el escenario de aquello
que llamamos realidad…
Y esos átomos ni siquiera existen sin nuestra presencia...
—Es nuestra presencia lo que crea la realidad—,
y sin nuestra presencia por lo tanto la realidad «no existe».

¿Qué crea entonces la realidad?
—Nuestra presencia crea la realidad—.


Notas


La mecánica cuántica tradicional en absoluto define ni incluye en ninguno de sus
postulados el concepto «inconsciente», (salvo alusiones sin vincular sobre
materia oscura, agujeros de gusano o “ADN basura”), mientras la
descodificación cuántica aúna e incorpora, «también», el comportamiento de la
onda de información como pieza indisoluble e inherente de nuestro
inconsciente.
Si decimos que “el inconsciente crea nuestra realidad” (cuestión que hemos
comprobado con creces y redoblada intensidad a lo largo de nuestras vidas),
podemos asegurar entonces que esos patrones de interferencia que aparecen
cuando son observados, se encuentran irremediablemente mediatizados por
nuestro inconsciente.
La pregunta es:
¿Quién determina tanto la existencia como las diferencias, entre los
comportamientos de los protones en estado de partícula, aún en una situación
donde solo existen ondas o patrones de interferencia?
La respuesta recae en el observador, ya que vuelve a ser el mismo observador
quien «determina la existencia de esos patrones de interferencia». (Aunque de
este pequeño detalle por el momento parecen no percatarse la mayoría de los
físicos que realizan los experimentos).
¿Existía quizá ese campo de interferencias «antes» de que fuese observado, tal y
como se asegura en muchos círculos de la intelectualidad mecanicista más
especializada?
Según las características más elementales que definen al inconsciente, o
mejor dicho, —que definen «nuestro Universo Inconsciente»—, resultará
del todo imposible esta aseveración, ya que el concepto «antes», (donde el
tiempo no es un factor), carece por lo tanto de cualquier relevancia.
Tendremos que entender entonces que las diferencias entre los comportamientos
de «la onda» como forma de patrones de interferencia, o la partícula como forma
de materia; observador y observado, solo pueden ser, salvando las diferencias
temporales, la misma cosa, y que coexisten como testigos mutuos de su
“Unificada e inseparable presencia y manifestación».
En este tercer y último bloque de los duelos, podremos permitirnos revisar,
cuantos momentos o circunstancias pudieron dejar una huella indeleble en
nuestro inconsciente.
Haremos una especial mención a la particularidad cuántica con la que ahora
contamos, (a través del conocimiento y la experimentación), de las
características de las partículas subatómicas que nos conforman: Esas que tanto
se pretende diferenciar de lo que supone el funcionamiento de nuestra realidad
corpuscular, en un perseverante intento conceptual de separar lo pequeño de lo
grande; —lo intangible de lo físico—, como si la dualidad onda-partícula fuese
un “cuento de hadas”.
Las distancias que separan los aparentes comportamientos entre la onda y la
partícula, son reconciliadas una y otra vez en cuanto quitamos de la ecuación el
concepto “línea temporal”, apareciendo entonces —como una constante—, el
mismo tipo de respuestas en cuanto a la construcción de la realidad se refiere,
cuando de física cuántica hablamos, desde un paradigma dogmatizado y sin tener
en cuenta la «realidad corpusculada» como parte inherente de esa misma
mecánica, pues todo concepto matérico, temporal o ilusoriamente concebido
desde la separación, de la misma física cuántica también deviene.
Independientemente de habernos separado por completo de nuestras capacidades
primordiales:
«Somos cuántica en acción, veinticuatro horas al día de cada día».
Es ahora, cuando podemos atribuirnos con normalidad las características propias
del pensamiento y la imaginación, en un Universo que solo responde a ondas de
información; (realidades paralelas y alternativas todas), pues afectan al
despliegue de lo físico y lo matérico, como si de un campo plástico y
radicalmente unificado se tratase.
Si por carecer por completo de una verdadera cualidad temporal, nuestros
recuerdos no son exactamente lo que creímos que eran, se descubren entonces
como un potencial que convive en “nuestro ahora”, y solo tendremos que
convocarlo para comprobar «cómo puede ser revisado y modelado a voluntad»,
ya que en nuestro imperecedero presente con nosotros convive, y en ninguna
otra parte se encuentra que no sea en nuestra mente programada, aquí y ahora.
Volviendo al tema de los «Universos o Realidades Paralelas», (que de alguna
forma tanto nos conforman a nivel de información, como respondemos a esa
información sin ser conscientes de este factor); podremos imaginar una serie de
autopistas de la información, coexistentes todas en una constante atemporal, y el
efecto al que llamamos “tiempo” aparece cuando saltamos de una realidad a otra:
de una secuencia de la realidad a otra; de un conjunto de fotogramas a otro; de
un fotograma a otro fotograma.
Estamos hablando de secuencias de información presumiblemente «grabadas»,
que generan una realidad que a su vez se manifiesta en forma de «historia»
donde la información emocional resulta ser el cianotipo, a través del cual, esa
realidad puede ser de alguna forma observada: Cuyo reflejo se construye a través
de un entorno perceptible, inmerso a su vez en un paradigma donde su expresión
se reproduce en forma de colores, sonidos, olores, texturas o sabores.
Nos estamos refiriendo a la dimensión específica que llamamos “tercera
dimensión”, donde se manifiestan los colapsos de ondas o pulsos
electromagnéticos que crean lo que llamamos realidad, y nos estamos refiriendo
a «solo una pequeña parte del umbral donde existimos», en realidad.
Si tenemos en cuenta el resto de los umbrales; psíquicos, mentales o astrales, o
dicho de forma más general: «aquellos que ahora conviven en nosotros en
forma de onda de información», pueden ser afectados en tanto en cuanto en
ellos nos proyectamos, como los seres multi-dimensionales que solo podemos
ser, en este caso de forma consciente a través de la comprensión de este ritual.
Cuando se trata de recordar nuestro pasado, como seres humanos, solo podremos
recrear «secuencias aisladas», con la particularidad de que, la mayor parte de las
veces, las secuencias se encontraran desconectadas de un hilo conductor. Es
decir, podemos recordar el momento en que nos dimos nuestro primer beso,
(independientemente de hacerlo a través de una «nebulosa de información»,
donde el recuerdo se mostrará a veces esquivo y otras dubitativo), y es muy
probable que de ninguna manera recordemos cómo llegamos hasta allí, y por
supuesto resultará del todo imposible recordar lo que hicimos el día anterior, y
mucho menos qué estábamos haciendo un día después.
Estas secuencias, responden a una construcción de la mente cuyo argumento
principal es «estrictamente emocional», y si cambia nuestra información
emocional, «el recuerdo», (que solo estaba sujeto a esa información), también
cambia. O al menos, habrá cambiado con seguridad nuestra percepción sobre el
mismo.


—oOo—





Duelos de Relación

Ninguna posibilidad de tener la pareja anhelada,
en ninguno de los casos, mientras perseveren
los programas de reparación.
Solo existen posibilidades de continuar la trama,
donde quedó el último capítulo representado
por la relación anterior.
Las posibilidades que el universo nos ofrezca,
vendrán trampeadas para hacernos creer que,
la nueva opción, será diferente en relación
a lo «hasta ahora conocido».
Esto siempre estará magistralmente disimulado
y al principio completamente escondido,
edulcorado o embellecido, y “con el tiempo”
—que no existe—, saldrá a relucir el principal
motivo reparador que utilizó la fuerza trampeada
que ahora os unirá.

Notas


A estas alturas de los duelos de este libro, teniendo en cuenta el recorrido “casi
obligado” con respecto a la identificación y aceptación —en la medida de lo
posible del transgeneracional que nos corresponde—, hablar de relaciones
supone hablar de «relaciones con la mitad inconsciente de nosotros mismos»
desde una situación creada por el inconsciente, y pasar a ser conscientes del
sentido reparador, «maestro y enriquecedor», (al menos en cuanto al despliegue
de información que cada una de estas relaciones ha expresado o expresa desde
nuestro inconsciente), será crucial a la hora de hacer lo máximo posible efectivos
estos duelos.

Si en el fondo de cualquier relación, comenzando por las relaciones con
nuestros familiares y allegados más cercanos, solo estamos manteniendo
relaciones con nosotros mismos, será fácil imaginar la importancia que
puede llegar a tener disponernos a armonizarnos con nosotros (en
nosotros), a través de estos duelos, (en este caso con la relación), donde
cualquier lastre o resentir acarreado continúa operando como si de un
desencuentro interior constante se tratase: completamente activo en el
centro mismo de aquello que somos «más allá de la ilusión de la
separación».

Si nuestro inconsciente se encuentra codificado, y su despliegue en información
conforma un conjunto de experiencias, de alguna forma «grabadas en aquello a
lo que llamamos pasado», se trata de hacer un recorrido para detenernos en cada
una de esas relaciones; tormentosas, denigrantes o frustradas, ahora de forma
específica y pormenorizada.
Cada una de nuestras relaciones ha supuesto un encuentro fundamental, con
alguna parte importante concerniente a nuestro transgeneracional, de modo que
una vez más nos estamos encontrando con «características del árbol a reparar».
De forma predeterminada, nos hemos visto impelidos a recrear situaciones
inconscientes en conflicto, y hemos vivido relaciones simbólicas (para el
inconsciente equivalentes a relaciones reales) con el equivalente literal de
nuestro padre o nuestra madre; relaciones con la abuela haciendo el papel del
abuelo esposo y al contrario, y una variada carta extensible a repeticiones,
necesidades de compensar o expresar frustraciones, resentimientos y todo tipo de
episodios generadores de la máxima: «repetimos, repetimos, repetimos».
Lo que hayamos desplegado hasta ahora durante nuestra vida en cada repetición;
comprendido o integrado, ha supuesto el logro de solucionar unos u otros
aspectos, de aquel maremágnum de información, que quedó sin respuesta o pasó
a formar parte de la sombra de nuestro clan, impulsando en este caso la
posibilidad de “pasar a pelar otra capa de la cebolla”, o bien repetir relaciones de
encuentro con nuestro padre o nuestra madre, tres, cinco, o diez veces; cada una
de esas interacciones sacando a relucir "más de lo mismo"; o novedosos
episodios donde, nuestra dedicación al completo, ha consistido en desarrollar
encuentros de cualquier índole con nuestro inconsciente.

Los esfuerzos que hemos hecho por "llevarnos bien en nuestra relación",
han sido esfuerzos por reconciliar asperezas y rechazos; deudas y
resentimientos con nuestra madre, nuestro padre y, más allá, con
situaciones de vidas enteras de duración, relacionadas con los vínculos
matrimoniales de nuestros abuelos y bisabuelos: Entrando en esta
categoría lo más arraigado de nuestra programación.


Por encontrar en nuestro cónyuge aquellos aspectos que añoramos o suplimos
desde el compuesto paterno o materno, quizá hemos tenido tan solo una relación
y llevamos mucho tiempo implicados en la misma.
Posiblemente estemos viviendo una relación colapsada, que mantiene su fuerza
de unión en principios de reposición, supervivencia o sostén emocional; miedo a
la soledad, costumbre o dependencia.
Sea como fuere, cada cual habrá de detenerse para relacionar esta vez nuestros
programas ligados al transgeneracional, y así comprender el sentido último de
cualquier suceso con respecto a nuestras relaciones; el vínculo que nos une y las
razones inconscientes que han dominado «nuestra historia amorosa».
Esta vez los duelos incluyen cambios fundamentales con respecto al sistema
utilizado en el duelo habitual hasta el momento, adaptada esta fase a las
necesidades más apropiadas para nuestra experiencia coyuntural:
En este caso los recuerdos de las experiencias en pareja que hemos tenido en
vida, desde que tuvimos consciencia de nuestro personaje.
Hemos terminado los duelos con los hijos, continuamos en trance, hacemos unas
respiraciones y, con la intención de reencontrarnos con esas relaciones que
forman parte activa de nuestra experiencia, dejamos volar nuestra mente
haciendo un recorrido “experimental” en sentido inverso a nuestra línea temporal
habitual.
Al modo en que rebobinamos una antigua cinta de vídeo, donde las imágenes
pasan rápidamente ante nosotros a gran velocidad hacia el inicio de la película,
dejamos “caer nuestra mente” mientras se despliegan ante nosotros imágenes
recientes de nuestras últimas vivencias, en sentido retrospectivo, (siempre hacia
atrás), y vamos percibiendo escenas de nuestra relación en curso (si la hay) sin
detenernos y “volando hacia la relación anterior” donde podremos recabar
secuencias y sensaciones de la misma; rápidamente, continúa rebobinando esa
cinta en nuestra moviola mental-virtual-particular, hasta posicionarnos en esa
primera relación, grabada en nuestra historia personal, susceptible de ser ahora
revisada con fines de re-actualización y equilibrio consciente.
Puede ser una “relación” de los doce, quince o veinte años; puede ser un
encuentro traumático de tipo sexual, donde nos sentimos despreciados o
desvalorizados, o puede ser cualquier tipo de experiencia enmarcada en aquellos
inicios de la pubertad, donde las dudas y las desvalorizaciones dominaban gran
parte de la situación.
Puede ser una situación donde se expresó un cargo de conciencia de carácter
residual, siendo nosotros los que resentimos de alguna manera por provocar
algún daño con nuestro rechazo, desprecio o desconsideración.
En general, vamos a priorizar las relaciones de convivencia que pudieron
suponer una implicación intensa para nuestra vida consciente, y es ahí donde
vamos a centrar especialmente nuestra atención. No sin antes tener en cuenta
aquella primera experiencia, pues de muchas formas pudo contener, en su
expresión, los patrones básicos que después se repetirán, como un fractal, en el
resto de las relaciones que vivimos con posterioridad.
Nuestra primera experiencia como relación, a menudo conlleva las claves
originarias de nuestra programación más primaria con respecto al arquetipo
contrario: Si en nuestra primera relación “nos dejaron”, es muy posible que en
todas las relaciones “nos dejen”. Por descontado, este fenómeno vendrá
precedido por toda una compleja programación, "guardada bajo la alfombra",
que sostendrá y generará la trama vital que expresaremos desde esa “inercia
original codificada”.


Nos detenemos en esa primera situación, quizá de la pubertad, y rápidamente
aparecen detalles correspondientes a la imagen de ese momento que, de alguna
forma, “se manifiesta ante nosotros”, como un episodio representativo que aúna
y engloba la relación, o el periodo al completo de esa relación en particular, con
ese chico o chica de “aquel entonces” que vamos por un momento a actualizar,
como si lo estuviésemos viviendo de nuevo en este instante, ya que la realidad es
que «ese momento», convive con nosotros a tiempo total «ahora», de forma
paralela y conteniendo en todo su esplendor su información emocional original,
más que posiblemente 100% operativa en nuestro inconsciente.
Tenemos ahora quince o diecisiete años; nos encontramos con ese “novio o
novia” de nuevo delante de nosotros, y nos dejamos influenciar por los detalles
de esta imagen: Quizá nos lleguen detalles nítidos sombre la ropa, los colores y
las texturas de nuestro interlocutor. Quizá percibamos con claridad el tono de su
voz...
Nos sumimos en ese momento que está ocurriendo «ahora» —en nuestra
presencia— (en nuestro presente), y nos permitimos imbuirnos de los sonidos
que nos rodean; el rumor producido por el viento en las hojas de los árboles
cercanos, la algarabía de voces de personas alrededor: Quizá el ruido del mar; el
eco de los coches que circulan en la lejanía, los olores del ambiente donde nos
encontramos...
Contemplamos virtualmente de forma visual los detalles del lugar donde nos
encontramos, sintiéndonos otra vez allí; Inmersos en la situación y reviviendo el
momento aceptando su información al completo.
Tomamos conciencia en la medida de lo asumible de la ropa que llevamos, de la
temperatura; la humedad del aire...
Nos disponemos a revivir el desenlace de la situación con una notable diferencia:
 Somos ahora nosotros, desde nuestra versión actualizada, los que
vamos a operar en aquel chico o chica de quince o diecisiete años.
Y esta vez, a diferencia de los duelos anteriores propuestos hasta el momento,
pronunciaremos los resentires en primera persona.

Resentires:
Pondremos nuestra conciencia actual a operar en aquel momento representativo
de esa historia que aún pervive dentro de nosotros, en este momento donde nos
podremos explayar con los resentires hacia esa persona, (esta vez en primera
persona) aprovechando para extraer ese “lastre encapsulado”; ese profundo
fondo oscuro que ahora vamos a liberar mientras nos expresamos, “con total
impunidad”, haciendo uso de nuestro mejor repertorio para desahogarnos
como jamás lo hemos hecho.
Caso de ser nosotros los afectados por sentirnos de alguna forma culpables, o
aparezcan cargos de conciencia con respecto a nuestro comportamiento para con
esa persona, “a modo de disculpa”, explicaremos el profundo respeto que de
alguna forma inconsciente “siempre estuvo” y podremos explicar y argumentar,
«desde nuestra posición cuántica donde somos a la vez lo que fuimos y lo que
somos ahora», lo inconscientes e irresponsables que pudimos llegar a ser,
añadiendo las causas que consideremos más oportunas en función de nuestra
experiencia y conocimiento actual sobre nosotros mismos.
Este será el caso de excepción intercambiado por la primera fase habitual de los
resentires, (ya sobradamente conocida por nosotros a estas alturas de la lectura
de este libro).
Una vez finalizada esta fase inicial de resentires, donde igualmente podremos
emplear cuantos recursos nos sirvan para desahogarnos, pasaremos a la fase de
agradecimientos, teniendo muy en cuenta que, nuestra capacidad de agradecer,
dependerá de la implicación y comprensión de los fundamentos que justificaban
nuestro resentimiento.
Agradecemos de forma pormenorizada la implicación de aquella persona con
respecto a nosotros, en cualquier caso y circunstancia, pues nos dedicó su
energía y tiempo en respuesta a nuestra necesidad maestra de aprendizaje.
Atentos al Corte del Vínculo Emocional, pues será de máxima importancia para
el inconsciente su resolución visual, imaginaria y emocional de este acto ritual
simbólico, representante a la vez de la disolución, suelta e integración de
aquella energía, ya completamente transformada y actualizada, mientras
visualizamos el vínculo energético que todavía nos une con esa persona.
Cortamos, con nuestra tijeras simbólicas, ese residuo significativo que podemos
presenciar en forma de energía lumínica, pronunciando la conocida frase: “Te
libero de mí porque te amo y me libero de ti porque me amo”, o bien con un
sencillo y sentido “te libero de mi”, contemplando cómo se disuelven los restos
ya inconexos; laxos y sin asidero emocional, en el éter del lugar donde nos
encontramos.
Abrazo y Despedida, sellando el encuentro a través de un abrazo incondicional
con esa persona y, mientras nos deleitamos con la nueva sensación que ahora nos
inunda, nos despedimos sin otro particular.
Hacemos unas respiraciones y nos disponemos a seguir la línea temporal hacia
adelante, deteniéndonos ahora en la relación que verdaderamente sentimos «nos
marcó», o en una de las primeras relaciones consideradas relevantes para nuestra
vida.
Tengamos en cuenta que pondremos especial atención a aquellas relaciones de
convivencia, matrimoniales o de larga duración, donde la implicación existencial
y emocional fue determinante para nuestra experiencia.
Tengamos en cuenta, también, que una relación de tres meses nos pudo marcar
de una forma muy especial, superior en cuanto a su impronta que una relación de
largos años de duración, incluso de toda una vida.
Especialmente en las relaciones de larga duración, sin embargo, podremos
encontrar todo tipo de “profundos resentires con nuestros ex”, máxime teniendo
en cuenta situaciones de malos tratos vinculadas o no con alcoholismo,
infidelidades, irresponsabilidad familiar, abandono de hijos y, en general,
cualquier especie de etiquetado que pueda ser «sintetizado a través del
concepto», —mal entendido— de “relación tóxica o tortuosa”, pues no es
tóxica en sí misma ninguna relación, sino la expresión de nuestros programas en
la sombra «a través de la relación», que por lógica elemental se verán
especialmente intensificados —desde nuestra toxicidad particular—, tanto en el
desarrollo como en el resultado de cualquier tipo de relación que establezcamos.
Solo podremos hablar entonces de «relaciones inconscientes», pues se han
estado produciendo desde una programación para nosotros “irracional”, donde
nos hemos visto imperiosamente sumergidos, no por designio divino ni por
casualidad, (o cualquier suerte de infortunio), sino por expresión matemática de
lo contenido en nuestra sombra.
Por descontado, completamente inconscientes de esa sombra nosotros hasta el
momento:
De lo contrario, determinado tipo de relación jamás se hubiese producido, o bien
hubiésemos aplicado «nuestro verdadero raciocinio», ya en función de las
tomas de conciencia que nos predisponen a entablar un «contacto real con
nosotros mismos».
Lejos de la pretensión de efectuar estos duelos, con la sabiduría superior que nos
otorgaría la ausencia de la necesidad de la resolución de los mismos, baste decir,
que al menos nuestra predisposición habrá de estar “teóricamente invadida por
este conocimiento”, (en atención a los preceptos ya explicados en el libro 1 de la
DQ), donde nos adentramos en los principios de unicidad e inseparabilidad del
“Ser Uno”, (con todo lo que eso implica), considerando estos principios de
forma unificada e igualmente inseparable de las Leyes del Inconsciente,
relativas todas a la creación de la realidad que nos invade, hasta ahora sin la
preparación ni las nociones básicas sobre su inmutabilidad y radicalidad: Este
“refresco y actualización” de las improntas grabadas en nuestro inconsciente,
sobre tal o cual relación de pareja, por tortuosa que fuere o pudiese parecer,
potencialmente nos preparará para hacer después una dedicación más profunda;
detallada en el libro 3 de la DQ, enfocada a nuestros sistemas de creencias en
relación a su importancia con respecto a la «creación de la realidad», que hasta
ahora hemos expresado y percibido a la vez, derivados estos resultados de los
sistemas de percepción inconscientes que hemos utilizado, y continuaremos
utilizando como personas (personajes), en mayor o menor medida a lo largo de
nuestro periplo existencial, con o sin conexión consciente de este hecho.

Continuamos accediendo a los momentos cruciales marcados por cada relación
de forma consecutiva, recorriendo ahora de vuelta en la línea temporal de “atrás
hacia adelante”, cada vez más cerca de nuestro momento actual, prestando
especial atención a aquellas relaciones donde existen residuos, o grandes dosis
emocionales de resentimientos “bajo la alfombra”.
El sistema empleado será el mismo para todas ellas.

Repasemos:
Nos sumimos en un momento especialmente representativo, escogido por
nuestro inconsciente, que simbolice y contenga en sí mismo la totalidad de
aquella historia del pasado, permitiendo nos lleguen detalles de las imágenes de
esa persona; la situación circunstancial que nos envuelve en ese momento, los
detalles propios del lugar... Prestando especial atención a los detalles: sonidos,
colores, olores y características del ambiente en que nos encontramos
proyectados, mientras nos disponemos a soltar, en forma de improperios para
romper el hielo, todo aquello que necesitamos expresar en este momento estelar
que hemos dispuesto para nosotros.
Usamos cuantos recursos fluyan en la fase del resentir, permitiéndonos actuar
“con total impunidad”, dejando a un lado las limitaciones acostumbradas de
nuestros sistemas tradicionales de corrección educacional, y expresando cada
uno de los sentimientos que ahora afloran ante esta persona: «en primera
persona», de forma imaginaria exagerando nuestros gestos y teatralizando la
situación, para ayudarnos a recabar la información que necesita ser expresada.
Lo agradecemos después «absolutamente todo», centrándonos de forma muy
especial en recabar cuantos motivos podamos descubrir sean “dignos de
agradecer”, tanto en las relaciones de la juventud como en los duelos con
relaciones recientes o en curso.
Nos explayamos en esta fase con todos los recursos que tengamos a nuestro
alcance.
Una vez liberada la rabia y el odio con aquellos supuestos "maltratadores de
antaño", este será el momento estelar donde podremos comprender la entrega, la
dedicación y el esmero de nuestro ex-compañero o compañero habitual como
maestro de vida, teniendo muy en cuenta nuestra necesidad evolutiva, y la
completa ausencia de casualidades con respecto a lo que nos tocó, o en caso de
una relación actual, lo que nos está tocando vivir en estos momentos.
Esta parte del ritual que comprende los duelos de la relación, veremos que
resulta equivalente a los duelos con los ancestros: Resentires, Agradecimientos,
Corte del Vínculo Emocional, Abrazo y despedida.
Si se trata de una pareja fallecida, en la fase de los agradecimientos haremos un
especial acompañamiento hacia la fuente de luz, siguiendo los pasos ya
ampliamente detallados con antelación.
Cuando lleguemos a nuestra pareja actual, caso de mantener una relación en
curso, y cualquiera que sea la situación de esta relación, hacemos el duelo con
esa persona siguiendo el protocolo habitual.
Si tenemos una relación de amistad con "derecho a sexo" y sin aparente
compromiso ¡Atención a las trampas de la película del consciente! ya que para el
inconsciente esa persona es tan relevante para el inconsciente biológico como
nuestra más comprometida relación matrimonial.
Siempre en función de cada caso en particular, y cuando de hacer el duelo con
una pareja en curso se trate, estos duelos podrán suponer cambios en la relación,
tan inmediatos como exponenciales y proyectivos en el tiempo.
Como recurso adicional, cuando la relación se encuentre activa y pretendamos
preservar nuestra unión de forma específica o determinada, para el momento del
corte de vínculo emocional podremos generar dos enlaces energéticos
diferenciados .
Uno para los elementos considerados “tóxicos” que intuitivamente veremos
representados a través del enlace habitual, si bien podrán manifestar una energía
densa y oscura, y otro delgado y adicional, «intocado enlace de energía que
podremos visualizar como un delgado hilo de luz plateada y pura», como
símbolo de nuestra unión, que dejaremos consecuentemente sin cortar hasta el
momento de la despedida.
Este recurso adicional en absoluto puede considerarse de carácter imprescindible
y sirva tan solo para posibles reticencias, donde cortar el enlace único pueda
generar una "equívoca sensación de ruptura”, ya que el corte de vínculo
emocional solo aligerará de cargas nuestra relación, pues en todos los casos se
refiere a aquellos enlaces; «representación simbólica de los resentimientos o
apegos compulsivos que permanecen operativos bajo las sombras».
La verdadera unión de una relación se forja día a día, basando sus principios en
valoraciones y aceptaciones mutuas, donde la comunicación y la responsabilidad
de nuestros estados interiores representan la piedra angular de la misma.
Solo podemos “crecer interiormente a través de una relación”, y esto es algo
cuya tendencia resulta inevitable, pues cuanto más pesar, resistencia y deterioro
de la misma, más nos «aprieta nuestro inconsciente para hacernos cargo de
nosotros mismos», a través de la misma.
A partir de este momento la relación solo podrá ser considerada “un tesoro de
crecimiento e información”, sea cual sea la intensidad y el tipo de enlace que nos
vincule con la misma en todo momento.
En casos donde pretendamos forjar o forzar, —consciente o inconscientemente
—, un enlace con características vinculantes más allá del natural desarrollo de
nuestra relación, tengamos en cuenta que incurriremos en la ratificación
ritualista de un amarre, donde solo una máscara del ego desde su “pretensión
enfermiza particular” estará dominando la situación y, por descontado,
repercutirá de forma equivalentemente antagónica en los resultados, como
sucede invariablemente en todos los casos.

«Toda pretensión de fijar una alianza forzada
terminará por manifestarse con una fuerza igual
y equivalente en sentido contrario».

El egregor de la relación.
Para acabar este apartado merece hacer mención especial, al agente extra con el
que de alguna forma tendremos que contar, cuando de relaciones de pareja se
trate.
En términos muy generales diremos que un egregor es una «entidad de
información emocional independiente», creada desde el alimento emocional
recurrente entre dos o más personas.
Tendremos en cuenta que, como entidad, contiene “vida propia y consciencia de
sí misma” ya que de nuestra energía de conciencia se nutre, en ella habita y solo
de ella depende.
Este egregor se crea y se mantiene por repercusión del enlace emocional, que se
genera en una relación entre dos personas especialmente vinculadas y, al margen
de lo extenso que podría resultar este apartado, baste decir que toda relación
cuenta con uno; equivalente a un hijo emocional de la misma y conformado por
la mezcla de las energías yin y yang, que inevitablemente tenderán a recrear una
"unidad energética en la sombra”.
En casos de rupturas de relación, el alejamiento de los cuerpos físicos y la
separación situacional, en absoluto asegura una separación en el umbral
emocional o psíquico, teniendo en cuenta que habitamos en distintos umbrales
de la conciencia, y la mayor parte de la actividad vital que desplegamos se
encuentra en esos umbrales no-físicos, que tanto forman parte de nosotros como
formamos parte, siendo creadores titulares de los mismos.
El egregor de la relación es generado por los enlaces emocionales derivados
de una potente implicación, tanto a niveles afectivos, como derivados del resto
de las facetas que el inconsciente entenderá como propias, con idéntica
valoración e intensidad vincular: Dícese de las broncas, los repudios, los odios
mutuos y resentimientos en general, así como los enlaces energéticos creados
por la práctica sexual, y ese largo etcétera de gestos, inclinaciones y atenciones
que se producen en el normal desarrollo de la convivencia, en cualquier relación,
y continuará vivo y demandante de alimento energético durante tanto tiempo
como perdure la implicación, y los enlaces inconscientes entre dos personas.
Esto argumenta en más de un modo las inexplicables temporadas añadidas que,
independientemente de las intenciones de cada cual, dominan la psique de los
separados, sin llegar a comprender la procedencia de esos "enganches
inexplicables", que van mucho más allá de lo razonable, en cuanto a tiempo e
intensidad, no solo de lo previsible sino de lo deseable en la mayoría de los
casos.
Realizar un duelo virtual con este egregor en casos de ruptura, teniéndolo en
cuenta como un «hijo energético y "parásito residual" de la relación»,
intensificará el nivel de conciencia con respecto a la extensión emocional con la
que debemos contar, más allá de nuestra habitual percepción limitada sobre
nosotros mismos.
Este duelo puede realizarse como si del duelo con un aborto o yaciente se
tratase, visualizando a esta entidad como una gran esfera de energía , desde la
que penderán sendos dos enlaces: Uno bien arraigado a nosotros y otro
equivalente enlazado con la persona de nuestra relación anterior.
De esta esfera tendremos en cuenta su información, confeccionada de la mezcla
de energías polarizadas que, a través del tiempo, fueron forjándose como una
entidad ya independiente de nuestras sensaciones conscientes.
A esta entidad-energía la reconoceremos como legítimo reducto de nuestra
última unión, y agradeciendo su mejor intención, procederemos a cortar los
vínculos energéticos activos, que nos mantienen unidos más allá de lo visible,
(ahora perfectamente visibles para nosotros), tanto el nuestro como el de la "ex-
pareja" en cuestión.
Con idéntica devoción que en ocasiones anteriores, pronunciaremos la frase "te
libero de mí porque te amo y me libero de ti porque me amo" , simbolizando
nuestro agradecimiento y nuestra mejor intención, con respecto a esa entidad
cargada de energías y de recuerdos, —creación de nuestra propia experiencia—,
que ahora podremos reconocer como algo tan real y tan vivo como nosotros
mismos.
A continuación nos quedaremos a contemplar, cómo esta esfera, al quedar
privada de los enlaces que le sirvieron de alimento y sostén, se va disolviendo
poco a poco en el éter del espacio virtual donde nos encontramos.
En atención a la necesidad resultante de nuestra sensación y experiencia, este
duelo podremos repetirlo cuantas veces consideremos apropiadas para ayudarnos
en nuestro proceso.
Así mismo, resultará de máxima relevancia el intencionado proceso consciente
que nos acercará a nosotros mismos, teniendo en cuenta la fuerza remanente de
los apegos programados y la natural persistencia de estos enlaces, cuando de
energías emocionales residuales se trate.



—oOo—


Duelos Coyunturales



Solo podrás entrar en contacto con lo ilimitado,
lo infinito, invaluable, preciado, imprescindible
y capaz que eres en realidad,
cuando reconozcas
lo impresionante de tu limitación.




«Cuando comprendas lo profundo de tu desvalorización»











Los duelos del coyuntural están diseñados para tratar las desvalorizaciones
proyectivas y lo que comúnmente conocemos por “traumas”, acumulados en
nuestra vida en momentos específicos a través de nuestro recorrido existencial.
Aclaremos, que el término «trauma» proviene de un vocablo y concepto griego
que significa, literalmente, «herida».
Los momentos de desvalorización que hemos vivido desde nuestra infancia no
han sido precisamente ni casuales ni gratuitos: Han sido los intentos automáticos
generados desde el inconsciente transgeracional, que se han ido re-produciendo
en función de una desvalorización pre-establecida.
Esta des-valorización, teniendo en cuenta la ilusión que simboliza nuestro
pasado desplegado en una línea temporal, se entenderá como un alejamiento
esencial de nuestro impugnable valor —como seres universales completos—, y
aunque estemos hablando de un potencial «exclusivamente nuestro»,
perteneciente a una constante atemporal, (pues codificado se encuentra y
presente en nuestras etapas evolutivas relativas a la infancia, la pubertad, la
juventud etc.) habremos de recorrer la misma "ilusoria línea temporal" pues será
la única manera de intervenir y cambiar esos potenciales.
Aclaremos del todo, que hablamos de programación "relativa al pasado", como
una forma de entender los potenciales pertenecientes al “no-tiempo”, ya que
solo hacemos referencia a la Ley Universal de Atemporalidad, ya desplegada a
través de una ilusoria línea espacio-temporal.
Atendiendo pues a esta línea temporal, como registro fundamental donde
podremos encontrar nuestra información limitante, si en nuestra realidad hemos
experimentado secuencias donde nos hemos visto diezmados en nuestra
autoestima, o hemos generado expresiones circunstanciales donde hemos vivido
determinada situación, dolosa o traumática para nuestra psique, solo ha supuesto
una repetición, quizá diferente en la forma, de aquella información encriptada
que ahora se despliega ante nosotros desde su función más primaria. Es decir,
cada momento vivido ha sido la expresión de una información codificada que, a
través del inconsciente generacional, se ha “servido de nosotros para ser
expresada”.
¿Acaso podemos pensar que la historia de la infancia de cada cual, se debe a
causas fortuitas o aleatorias, y de repente un niño se vuelve pegador y otro
víctima, o existen niños extrovertidos y tímidos por cuestiones del azar, producto
de la suerte o la fatalidad, o procedente de un “sorteo sin propósito ni finalidad"?
No-hemos vivido situaciones donde hemos herido o hemos sido heridos:
 Hemos sido los vehículos extrasensoriales a través de los cuales una
necesidad de herir o una herida se ha expresado dotando de
argumento a una historia.

Por otra parte, este fenómeno se encuentra al margen de la intención de cualquier
tipo de registro que, por sí mismo trate de solucionar antiguos problemas de
nuestros ancestros, sino que responde a un patrón completamente automatizado
por el inconsciente, y ese inconsciente, como onda de información, se
manifestará en forma de partícula, teniendo en cuenta su cualidad en la
dualidad.
Seremos nosotros entonces los que, «desde nuestro umbral consciente»,
podremos aceptar la responsabilidad de transformar esa impronta programada
para que, «cuando determinado potencial se represente en la materia»,
previamente se haya intercambiado esa cualidad desde su causa y, como en
todos los casos, estamos hablando de causas que se encuentran operativas en
forma de onda de información a tiempo permanente.
En esta fase de los duelos del Coyuntural, por lo tanto, operaremos de forma
diferente a los duelos hasta ahora descritos con antelación:
La fase de los resentires contendrá una peculiaridad específica y esta consistirá
en una variación con respecto a la fórmula anterior, tanto en la intención como
en la forma.
Aquí vamos a tratar «desvalorizaciones y traumas», especialmente aquellos que
por ausencia de gestión propia, en atención a nuestra «lógicamente limitada
capacidad de respuesta», pudieron dejar en nuestro espectro de conciencia lo que
literariamente conocemos como una “huella indeleble”, (teniendo en cuenta que
nada se puede borrar y todo puede ser transformado), y que dicha huella ha
estado formando parte activa de nuestro inconsciente, actuando de forma
operativa y completamente alternativa a nuestra experiencia; interfiriendo con su
presencia en muchas de las ocasiones cotidianas, donde nuestra reacción
aparecerá condicionada o bien determinando otras situaciones, igualmente
correspondientes a nuestras experiencias comunes de un día cualquiera de
nuestras vidas.
Independientemente de derivarse estas improntas de asuntos del
transgeneracional, somos profundamente inconscientes de hasta qué punto estas
improntas pueden llegar a cohabitar con nosotros a tiempo total, dirigiendo de
insospechadas maneras nuestras respuestas condicionadas:
Disparando nuestro carácter y conformando nuestra personalidad.
Son las historias grabadas que representan nuestra desvalorización, con toda la
carga ancestral de su necesidad última de expresión.
Asimismo en esta sección, nos encontraremos con el famoso “niño interior
herido” que habita de igual manera en cada uno de nosotros.
El encuentro con el niño interior herido representa una “visita cuántica” de
nuestro “yo desdoblado en el espacio tiempo”, y representa un momento crucial
que nos preparará, a su vez, a efectos cuánticos para recibir información de
cuantos posibles potenciales “futuros” puedan ser actualizados en nuestra vida a
través de aquello que podemos entender como “nuestro yo”, o “nuestros yoes”
desdoblados en el espacio-tiempo.
En atención a los indicios, cada vez más evidentes sobre lo que está ocurriendo
en realidad, cada una de estas situaciones vividas conviven con nosotros en una
realidad -paralela.
Aquí y ahora, ese niño de siete años está teniendo esa experiencia en este mismo
instante, en otro “canal espacio temporal” donde todas las realidades conviven
en ese «no-espacio/no-tiempo» al cual hemos pertenecido y continuamos
perteneciendo, a pesar de la sensación de separación que deviene de nuestro
volcado en «solo uno de cuantos potenciales habitamos a la vez».
Comenzaremos esta sección partiendo de nuestra posición primaria,
(cómodamente sentados en una cama) bien como continuación del duelo
anterior, bien en otro apartado que podremos realizar de forma especial para
tratar nuestros asuntos coyunturales.
Respiramos, hacemos la relajación introductoria acostumbrada y, siguiendo
idéntico sistema que en ocasiones anteriores, dejamos “caer nuestra mente” en
un sentido retrospectivo, mientras permitimos se sucedan imágenes en esa
moviola que ahora rebobina al modo de la cinta expuesta con antelación: Hacia
atrás.
Hacia nuestro pasado, vemos esas secuencias sin detenernos y observamos ese
viaje que comienza desde nuestra posición actual; rápidamente se suceden
imágenes que simbolizan el transcurso del último año, nuestra situación
anterior... Continúan sucediendo esas imágenes mientras vuelan los momentos
grabados en nuestra imaginación; aparecen imágenes de nuestra relación
anterior, de la anterior, de nuestros últimos trabajos, la juventud, la pubertad...
Continuamos “hacia atrás” en ese viaje retrospectivo observando aquellos
flashes de la infancia y nos situamos en aquel momento perdido que somos
capaces ahora de recordar: Justo en la primera situación donde nos sentimos
desvalorizados, sin los recursos apropiados para solventar esa experiencia de los
tres o los cuatro años, cuando con nuestros vecinos vivimos aquel momento
crucial, o cuando de niños fuimos golpeados, vejados o maltratados por
cualquier elemento colateral: sean nuestro tío, nuestro hermano o nuestro primo.
A pesar de haber hecho duelos con los hermanos, podremos incluirlos también
en esta fase de los duelos, a modo de confrontar situaciones puntuales que de
alguna manera grabaron determinada impronta en nuestro inconsciente.
Aquí nos enfocaremos en “agentes coyunturales”, —propiamente dichos—, de
modo que aquellos que han formado las líneas ancestrales hasta el momento;
nuestros padres, abuelos y bisabuelos, quedarán excluidos en la medida de lo
posible en esta representación.
Tampoco incluiremos eventos relativos a las relaciones de pareja, pues ya hemos
realizado estos duelos en una sección especial.
Contaremos pues con primos, tíos, vecinos, compañeros del cole, amigos de la
infancia, profesores, compañeros de trabajo, jefes, etc.
Una vez nos encontramos en esa situación inicial, (pongamos con cuatro años de
edad), nos disponemos a revivir la situación con un elemento fundamental
diferencial:
«Esta vez vamos a ser nosotros, con nuestra conciencia actual de los veinte, los
treinta o los sesenta años los que vamos a estar operativos en esa situación de la
infancia, mientras de alguna manera “ocupamos” el cuerpo del niño que está
anclado en ese instante atemporal.
Con esta intención, vamos a cambiar el potencial aplicando nuestra conciencia y
«poniendo las cosas definitivamente en su sitio», actuando desde el niño de
cuatro, seis o diez años con nuestra conciencia actual, teniendo en cuenta nuestro
bagaje, experiencia y conciencia recabada a través de todos nuestros años de
experiencia.
Si nuestro momento de desvalorización, por ejemplo, se dio con otros chicos
donde nos sentimos víctimas de abusos, menosprecios o humillación,
reviviremos la situación esta vez cambiando todos los potenciales:
Diremos todo aquello que no-dijimos en aquel entonces y callamos por
inexperiencia y ausencia de resolución. Nos defenderemos repartiendo tortas a
diestro y siniestro si ésta fuese nuestra necesidad; le pararemos los pies a aquella
profesora o profesor que nos dejó en evidencia delante de toda la clase,
«explicándole cuantas razones se nos ocurran expresar ahora con respecto a la
situación», increpando de forma directa y sin contemplaciones a la persona en
cuestión: «¡Esta no es forma de tratar a un niño! ¡Lo que le ocurre a usted es que
es una reprimida rabiosa que paga sus carencias con los niños! ¡Es gorda y fea,
se siente repulsiva y solo lamenta que nadie la quiera porque es usted incapaz de
amar a nadie!... Etc.
Aportaremos cuantos recursos léxicos o imaginarios necesitemos, para salir de
ese momento crucial con el potencial completamente transformado, pasando de
quedar apocados, apagados e indefensos a sentirnos «revalorizados», habiendo
puesto a esos niños o esa persona “por fin en su lugar”.
Recordemos que estamos reviviendo el momento en toda su intensidad,
imbuidos de aquel ambiente del lugar, siendo conscientes de los colores, olores,
sonidos y detalles que nos rodean...
Lo que estamos haciendo es «viajar a esa realidad paralela y operar en ella», en
ese potencial alternativo que convive con nosotros a tiempo total, y que hasta
ahora teníamos en estado de abandono o, mejor dicho, completamente operativo
como una información donde las cosas están así, como están, antes de ser
nosotros conscientes de nuestras capacidades multidimensionales y nuestra
cualidad de desplazarnos en nuestro espacio A-temporal, conociendo la
inseparabilidad del inconsciente y su incapacidad de diferenciar entre un
recuerdo y una situación real.
Es por eso que, una vez lo hemos comprendido, se hace necesario este recorrido
a través de la línea temporal, desde el primer momento que podamos recabar
hasta nuestra situación actual, uno por uno, revisando cada situación donde nos
pudimos sentir menospreciados; incapaces de resolver nuestra experiencia o
“traumatizados”, pues veremos que también podremos acceder a cuantos
momentos frustrados perviven de forma constante en nuestro inconsciente.
Resulta imprescindible una vez más el uso de palabras gruesas en este ritual;
palabras «mal sonantes», groseras y consideradas tradicionalmente
improcedentes por la sociedad, revelándose en ese instante como los «términos
maestros más apropiados».
Volvamos a tener muy en cuenta que estos términos responden a aquellas
“claves”, que nos ayudarán a conectar con nuestro inconsciente de forma
fulminante, debido a su codificación específica y a los enlaces que desde su
articulación se conectan con la rabia, la ira, el odio o el asco, pues son ahora de
imprescindible utilidad.
Una vez hemos revivido y confrontado esta primera parte donde remodelamos la
realidad, “poniendo las cosas en su sitio”, nos disponemos a agradecer a esos
niños, primos, tutores, profesores o vecinos, su función maestra para con
nosotros, comprendiendo que todo tuvo un sentido revelador desde nuestra
experiencia y sabiéndonos conocedores de la no-separabilidad (nuestra fusión
con el todo), conscientes de ser nosotros en este momento los que hemos creado
determinada realidad, desde nuestros umbrales inconscientes, con esa necesidad
de auto-armonización de aquellos patrones, «grabados desde el
transgeneracional», que se fueron manifestando en nuestra primera infancia,
juventud, y más allá hasta nuestro potencial actual.
Agradecemos con la sensación de ser capaces de hacerlo por primera vez (ya que
hemos cambiado el potencial original donde nos sentíamos indefensos y por lo
tanto pletóricos de rabia acumulada), cortamos con nuestras tijeras cuánticas
personales el vínculo emocional que nos une con la persona o personas
involucradas , visualizando cómo se desvanece en ese ambiente donde
mentalmente nos encontramos proyectados, damos abrazos dedicados y nos
despedimos, pasando directamente al consiguiente momento donde nuestra
psique nos catapulte, dispuestos a operar en el siguiente potencial.
Vamos reviviendo momentos desde los tres a los cinco años, pasando por aquella
situación de los siete, los diez, los catorce, los diecisiete o los veinte...
La primera impresión de muchas personas es que, si tuviésemos que revisar cada
momento donde nos sentimos desvalorizados ¡no acabaríamos nunca! mas sin
embargo serán momentos cruciales, representativos de otros análogos donde
repetimos vivencias similares, posiblemente borrados en nuestra memoria o con
gran necesidad de revisión.
La mayoría, paralelamente, los hemos ido confrontando y reparando por pura
necesidad a modo consciente en nuestras vidas, de manera que los que vamos a
“tratar” oscilarán en un número aproximado comprendido entre ocho, diez o
doce momentos cruciales, como máximo.
Continuamos en esa línea que ahora estamos reviviendo siguiendo la línea
temporal esta vez, «de pasado a futuro», haciendo unas respiraciones entre cada
potencial, y permitiendo que sea el inconsciente quien nos guíe, con esa
intención original de re-encontrarnos con esos puntos de inflexión donde se
fueron manifestando nuestros programas de desvalorización.
Si en alguna ocasión aparecen situaciones muy enquistadas con alguno de
nuestros padres, las atenderemos por igual, aunque trataremos de enfocarnos
siempre en situaciones coyunturales, teniendo en cuenta que ya hicimos los
duelos generales más intensos con la línea parental.

Este tipo de duelos con los padres los podremos hacer igualmente
más adelante de forma ocasional, conforme aparezca sobre la
marcha esa necesidad, y podrán ser tratados «a modo coyuntural»,
teniendo en cuenta ya a papá o a mamá como si fuesen un
compañero de clase, un primo o un vecino.


Al final de este libro veremos cómo utilizar estos duelos más allá de estas
sesiones generales, revisando su especial trascendencia y efectividad para
ayudarnos a gestionar nuestro mundo emocional «sobre la marcha».



En esta fase de los duelos trataremos cuantos momentos perviven en esa “cripta
emocional”, en la que encontraremos lo que genéricamente conocemos como
«traumas de la infancia».
Para poner ejemplos generales sobre esto, imaginemos que a los tres o los cinco
años de edad, vivimos una situación que nos impactó emocionalmente de forma
intensa e inesperada, como sorprender a nuestros padres haciendo sexo o al
contrario, en situaciones consideradas “sucias”, o siendo repudiada nuestra
inocente sexualidad infantil con reprimendas o acciones desproporcionadas, o en
situaciones vinculadas con el abuso, la vivencia de algún accidente grave
familiar, etc.
Con estas secuencias procederemos al modo habitual, reviviendo la situación
desde el niño con la presencia consciente del adulto, utilizando nuestra
conciencia actual, permitiendo que nos lleguen detalles de la imagen, las
personas que nos rodean, los sonidos del entorno, las voces, colores y rasgos
propios de aquel ambiente donde ahora nos proyectamos...
Estos momentos son especialmente propicios para atender al «niño herido», así
como otros donde nos sentimos desolados por estar sumidos en nuestra más
rotunda sensación de soledad; «llorando en nuestra habitación con grandes
sensaciones de desprotección o abandono».
En cualquiera de los casos, siempre y cuando no exista en ese momento una
interacción con los demás, (caso que resolveremos remodelando la historia
haciendo cambios drásticos de potencial como se ha explicado con antelación),
podremos usar la visita de nuestro “Yo Cuántico proveniente del futuro”, en este
caso “encarnando nosotros ese papel” desde nuestra conciencia del ahora.


Visita del Yo Cuántico al Niño Herido
Una vez localizado ese o esos momentos especiales, (pues podremos provocar
dicho encuentro en cuantas ocasiones nos resulten de utilidad), localizaremos un
momento en particular donde, de niños, entre los tres y los doce años, estuvimos
inmersos en un “nudo existencial” donde nuestro sentimiento de abandono,
frustración, incomprensión o tristeza nos inundaba por completo.
Con una proyección de nuestra conciencia a esa otra realidad, tomamos contacto
y revivimos la situación desde la posición del niño, sumergiéndonos en ese
momento que vamos a revivir, permitiendo aparezcan detalles de esa imagen...
Supongamos que estamos solos en nuestra habitación a los siete años de edad,
llorando desconsoladamente sentados en la cama:
Podemos entrar y salir de la frecuencia del niño a voluntad,
percibiéndonos ahora desde el interior del niño, ahora como
espectadores de la situación, efectuando por momentos ese ejercicio
clásico de disociación, donde el observador ya está presente y operativo
en el desarrollo de toda la función.

Vamos a realizar una “visita cuántica” a este niño desde nuestra realidad actual,
teniendo en cuenta nuestra imagen de ahora, con todo nuestro bagaje de
aprendizaje puesto al servició del niño de cinco o siete años, que solo conoce su
conciencia limitada y suscrita a ese momento existencial.
Somos el “Yo Cuántico del niño que vive en su futuro y convive con él en otra
realidad paralela” y vamos a presentarnos ante él para tener un contacto de
doble dirección:
El niño que vive en su realidad paralela que estamos siendo a la vez todo
el tiempo, conocerá a su yo desdoblado de otra realidad paralela que
igualmente está siendo él, todo el tiempo; “en su futuro”, y el hombre o
la mujer de treinta o cuarenta años, que vive en su realidad paralela de
los treinta o los cuarenta, se encontrará con su niño herido proyectándose
a esa otra realidad, (la del niño de siete años) en un “no-espacio/no-
tiempo” (donde conviven todas las realidades paralelas a la vez),
conscientes por fin de nuestras verdaderas capacidades de auto-
conocimiento, re-encuentro y lógica transformación.

Con una proyección de nuestra mente, ocupamos el cuerpo de aquel niño
angustiado y perdido, reviviendo esas emociones que nos inundan por completo,
tomando consciencia del lugar donde nos encontramos y permitiendo nos
lleguen detalles de cuanto nos rodea...
Ante el niño, aparece alguien dirigiéndose a él mientras recaba toda su atención,
pudiendo oscilar en ese momento entre ambos, siendo conscientes del niño a la
vez que de nosotros mismos frente al niño, percibiendo a ese niño que todavía
somos justo ahí, enfrente de nosotros en este decisivo punto de inflexión.
Vamos ahora a consolarlo de una manera que nadie, salvo nosotros por ser él,
podría hacerlo.
Vamos a darle algunas pinceladas sobre lo que le queda por vivir, lo mucho que
recorrerá en su vida y lo seguro que puede estar a través de este encuentro, ya
que si hemos podido acceder hasta él, para darle esta información, es seguro
también que nuestro nivel evolutivo (su potencial nivel evolutivo) ha conseguido
llegar a descubrir, que puede viajar en el tiempo, para encontrarse consigo
mismo e intercambiar impresiones en este momento trascendental.
Vivimos la sensación del niño, contemplándose a sí mismo "de mayor" con
asombro y fascinación, sabiéndose extrañamente relacionado con ese Ser que
ahora le habla y se muestra ante él:
«Mírame, yo soy tú, que vengo de tu futuro».
«Tienes mucho por recorrer y vas a vivir grandes experiencias: A partir
de este momento podrás contar con mi soporte y guía para toda la vida,
sabiendo que siempre te acompañaré y estaré presente para ayudarte en
todo momento».

Esto, es justo lo que se está produciendo ya que estamos haciendo los duelos del
coyuntural, interviniendo en los momentos más relevantes de nuestra infancia y
por lo tanto suponen “sanar al niño potencialmente en todas sus facetas”, y
cuánticamente equivale a acompañar al niño a tiempo total, en ese no-
espacio/no-tiempo que habita de forma paralela a nuestra percepción.
De lo que se trata es de “abrazarnos virtualmente en nuestra totalidad”, siendo
conscientes del proceso que estamos viviendo y contando desde aquí, además,
con nuestro Yo Desdoblado que igualmente nos asiste en el resto de
posibilidades que nos deparan, antes, y después de este punto de inflexión.
Se trata de ofrecer a ese niño un recurso vital; un mensaje tranquilizador y de
“asistencia presencial” conscientes de nuestra capacidad de transformar la
realidad.
Podemos hablarle a ese niño como mejor fluya la información en ese momento,
utilizando nuestro propio vocabulario y empleando este acercamiento de la
forma que mejor se adapte a los requerimientos del niño, pues nadie mejor que
nosotros conoce su necesidad.
Lo abrazamos, transmitiéndole ese sentimiento de Amor Incondicional,
apoyo y seguridad; sintiendo cómo le transmitimos esa información,
desde nuestro plexo solar, en forma de una potente fuente de luz dorada
y pura que le irradiamos con claridad, ahora trasladando nuestra
conciencia a la posición del niño, que ya está recibiendo esa energía y
puede sentirla como una bendición sanadora, mientras la integra en ese
momento.

En este ejercicio, como excepción, no efectuaremos corte alguno de vínculo de
ningún tipo. Simplemente nos despediremos del niño con la sensación de la
constancia de este encuentro; sintiéndonos desde el niño completamente
reconfortados con este encuentro.

Recapitulemos esta fase de los duelos desde el principio:
1.- Nos relajamos y dejamos “caer nuestra mente” en sentido retrospectivo
«hacia el pasado» visualizando rápidamente las imágenes que se suceden en
sentido inverso a la línea temporal, dispuestos a ser guiados por nuestro
inconsciente para que nos sitúe en el primer recuerdo donde nos sentimos
desvalorizados.
2.- Una vez situados en ese punto de inflexión, vamos reviviendo uno a uno los
momentos que se vayan presentando de forma cronológica, desde el primero
hasta el último.
3.- Operamos de forma similar a los duelos anteriores, con la diferencia en la
fase primera de los resentires, pues ahora vamos a cambiar los potenciales de la
situación, aplicando por completo nuestra conciencia actual a cambio de la
conciencia del niño y siendo el propio niño testigo presencial de todo cuanto
acontece; «sintiendo todo cuanto acontece».
Agradecemos, eso sí, cortamos el vínculo emocional a la manera ya conocida
con la dedicación apropiada, damos abrazos y nos despedimos.
4.- Escogemos uno o varios momentos propicios para realizar “la visita al niño
herido”, (o contacto del Yo Cuántico del niño), presentándonos ante él desde su
futuro (nosotros, desde nuestro presente).
5.- Continuamos nuestro recorrido cronológico particular revisando cuantos
momentos aparezcan susceptibles de armonizar, transformando esos potenciales
que forman parte de nuestra vida coyuntural.
6.- Llegamos hasta los últimos episodios de nuestra vida, dejando el último para
convocar un encuentro con nuestro Yo Cuántico que se nos presentará asimismo
desde “nuestro futuro”, (cuestión que veremos a continuación).

Con respecto a la posibilidad de revivir situaciones de forma
completamente diferente "como si estas no hubiesen sucedido", tal cual
podrían ser situaciones de abuso, tengamos muy en cuenta que estaremos
utilizando una falsa pretensión, basada en una necesidad de "borrar", sin
atender realmente (atender-nos realmente) a la situación desde su sentido
principal, pues cada momento descubierto o recordado forma parte de
algo con pleno sentido, siendo imprescindible el cambio de potencial desde
"su cualidad original".

Mientras continuamos avanzando en estos momentos cruciales, veremos que
seremos perfectamente capaces de operar, pues nuestra conciencia actual nos
servirá a la perfección para actuar en puesto del niño de tres o diez años, o en
puesto del chico de dieciocho si hemos pasado ya la veintena en la actualidad, y
en puesto de cuando tuvimos treinta si tenemos ahora cuarenta o más. Puede ser
que nuestra situación a resolver sea tan cercana en el tiempo, que todavía no
hayamos desarrollado la suficiente perspectiva como para abordar con solvencia
el asunto, y es ahí donde podemos convocar a nuestro Yo Cuántico “del futuro”
con el fin de permitirle operar en puesto de nosotros mismos, siendo nosotros
mismos, desdoblados, los que actuaremos desde una conciencia superior.
Supongamos que estamos llegando al final de nuestro recorrido y nos
encontramos en un punto de inflexión que hemos vivido hace tan solo unos
meses, y supongamos que carecemos de los recursos actualizados para solventar
la situación.
De igual manera que de primera mano hemos conocido la experiencia del
desdoblamiento, cuando con siete o diez años recibimos la visita de nuestro
doble del futuro ("nosotros viajando hacia el pasado"), siendo nosotros entonces
el Yo Cuántico del niño, ahora vamos a convocar a nuestro Yo Desdoblado que
aparecerá, puntual y diligente, desde ese potencial futuro que aún desconocemos,
por estar inmersos en nuestra limitada posición espacio-temporal, relativa a
nuestro presente.
Este “Ser”, que ahora sabemos «ser nosotros», puede aparecer desde instancias
muy superiores, si atendemos esta superioridad como equivalencia a cientos o
miles de años de experiencia y transformación interior, ya que sabemos que
cambiamos de cuerpo pero no de «identidad etérico-atemporal», y nuestra
andadura previsiblemente no tiene fin.
Es entonces cuando, inmersos en determinada situación, podemos presenciar su
actuación, a través de nosotros, para que guíe nuestras acciones de la forma más
eficaz, teniendo en cuenta nuestra necesidad del momento y contando con la
maestría equivalente a cientos (“o miles”) de años de experiencia.
También, antes o después y al final de nuestro recorrido, podemos hacer una
"llamada especial", situándonos en un momento más o menos reciente o bien
actual, donde nos sentimos especialmente tristes, perdidos, desprotegidos,
angustiados o incapaces, con el sentido de revivir la situación de forma análoga a
la visita anterior del niño herido, esta vez siendo nosotros "los niños heridos”
que, de forma consciente, se van a preparar para tener una experiencia de
«contacto interior multidimensional», presenciando esa figura luminosa en
forma humana, (quizá parecida a nosotros), que se presentará para darnos un
recurso personal, o una información crucial que estamos precisando en ese
momento.
Estamos conscientes de estar viviendo una experiencia tan real, como real puede
ser cualquier experiencia cotidiana de un día cualquiera de nuestra vida: Así, nos
dejamos impregnar de la magnificencia de esa presencia y nos permitimos vivir
esta experiencia de forma consciente, hasta el punto de sentir que hemos
realizado una conexión directa con lo que conocemos como “Yo desdoblado en
el tiempo”.
En esta transferencia de información, bien podemos obtener algún tipo de
mensaje más o menos directo, bien una sensación o conjunto de sensaciones,
bien una información emocional indeterminada, relacionada con nuestra
necesidad, o simplemente un acto presencial donde nos reconocemos, en
silencio, como testimonio de nuestro ilimitado potencial.
Una vez “sellado este intercambio de información”, tomaremos contacto con
nuestra posición actual «tumbados en una cama», respiramos de forma
consciente, vamos abriendo los ojos, moviendo progresivamente las manos, los
pies, los brazos, las piernas y, poco a poco, nos vamos incorporando hasta
quedar sentados unos minutos antes de levantarnos de la cama.



Con esto, habremos terminado la última parte de los duelos que conforman el
argumento principal de este libro y, con esto, habremos intervenido de forma
irreversible en la información encriptada de nuestro clan, la cual ha estado
conformando «lo que hemos sido hasta ahora» como entidades programadas
hasta el último de nuestros detalles.

Es abrazar a nuestro clan lo que equivale a abrazarnos a nosotros mismos, y
es comprender a nuestro clan comprendernos a nosotros mismos, y es
integrar a nuestro clan integrarnos a nosotros mismos..

En mayor o menor medida, estos duelos significarán una apertura iniciática de
las puertas de nuestro inconsciente y, aunque su realización en absoluto pueda
implicar una evolución por sí misma, nos prepararán de muchas formas para las
siguientes fases del proceso de la DQ, ya que los duelos conforman la segunda
parte de las cuatro de este proceso, significando la realización de cada una de
estas fases la apertura hacia la siguiente, a la vez que la siguiente se encontrará
sostenida por la anterior.
En términos de información, diremos que todo proceso entraña una progresión
de las diversas “puertas” o “capas de la cebolla” que se irán descubriendo, o bien
iremos accediendo en función de nuestra resistencia, permiso interno o
necesidad de conocimiento y aceptación.





—oOo—








Consideraciones Adicionales sobre los Duelos

Previo a la realización de estos duelos, podemos efectuar una relajación donde
solicitemos el permiso del inconsciente de nuestro clan, para que nos ayude
durante el proceso.
Esto puede hacerse en forma de convocatoria de aquella parte de nuestro
inconsciente vinculada expresamente con el clan, siendo dirigida esta petición
por nosotros teniendo en cuenta que, en el fondo, «todo lo estamos imaginando»,
todo el tiempo, incluyendo este acto donde nuestro inconsciente familiar
responderá en función de nuestras demandas.
Tengamos en cuenta de forma especialmente relevante aquí, que nuestros
ancestros necesitan “sanar”, tanto como nosotros.
De forma adicional y posteriormente a estos duelos, conforme nuestro
requerimiento interior lo necesite y teniendo en cuenta la “apertura cuántica” que
acabamos de producir «en nosotros», escribir una carta sobre nuestras
sensaciones con respecto a nuestro padre, nuestra madre o dirigida al familiar
con el que tengamos un nudo emocional activo, aún por cerrar, puede suponer un
refuerzo de cuanto en estos duelos hayamos logrado recabar, para cerrar asuntos
que quedaron a medias tras estas sesiones, o como forma alternativa de recabar
información.
Escribir una o varias cartas de carácter emocional, dirigidas a familiares muy
vinculados para quemarlas después, una vez realizado los duelos de este ritual,
puede ayudarnos a cerrar cuestiones de nuestro proceso.
Las cartas utilizadas como un medio para realizar un duelo profundo y efectivo,
como ritual único, en la mayoría de las ocasiones representarán un intento o
marcarán una intención, y aunque el acto de escribir represente en sí mismo una
forma especial de conectar con nuestro inconsciente, este se tornará
especialmente significativo como recurso adicional, en los casos donde los
duelos cuánticos se presenten con resistencias.


Recordemos que la cuarentena queda activada de forma inmediata en la
realización de la fase inicial «duelos con los ancestros» y será normal hacer las
siguientes fases de los duelos en plena cuarentena, siendo este un espacio-
temporal perfectamente apropiado para la consecutiva realización de los mismos.
Suponiendo casos de fuerte resistencia y gran resentimiento vinculados con
situaciones de violaciones o abusos, (por ejemplo), la efectividad de la
realización de duelos en estos casos, (como en el resto), quedará vinculada y por
lo tanto dependiente a nuestro estado actual de conciencia.
Este estado de conciencia responderá de forma directa al nivel de profundidad en
cuanto a nuestra comprensión de cada situación vivida, en función de una
programación, y será más que posible que tengamos que recorrer diferentes
fases, en nuestro proceso vital, antes de llegar a una situación real de
agradecimiento.
Es por eso que los duelos muchas veces se presentan como la apertura de una
puerta, antes cerrada, así como el ritual que desencadenará todo tipo de
circunstancias y movimientos internos que, potencialmente, descubrirán esa
parte del inconsciente de muchas formas sellada hasta ese momento.
Nada, absolutamente nada de lo que hagamos, supondrá un acto terminal por
sanador en sí mismo. Ninguna técnica por sí misma; ningún intento de
recreación o contacto con otra realidad paralela será definitivo, «ni mágico» —
salvo nuestra experiencia interior relacionada con un proceso donde el
conocimiento profundo de nuestra verdadera situación, será la gran clave de toda
la cuestión—.
Así, si hemos comprendido nuestra implicación con el «Todo de la Creación»,
vivida a través de una serie de eventos que han conformado «aquello a lo que
llamamos “nuestra historia y la historia del transgeneracional”», los duelos
servirán como un ritual para que todo sea representado de forma que, para
nuestro inconsciente, cualquier potencial pueda posicionarse en Coesencia con
nuestra situación interior.
Si después de realizar un transgeneracional, o tras el estudio del libro primero de
la DQ, hemos conseguido introducirnos en los recovecos que argumentan el
sentido de nuestras vidas, hacer estos duelos cerrará ciclos en algún sentido,
abrirá otros en otro, despertará intuiciones según los casos, recibiremos
información crucial, o desencadenaremos eventos en nuestras circunstancias
vitales relacionados con nuestra «más relevante necesidad de transformación».
En todos los casos, de una u otra forma supondrán un punto de inflexión
trascendental en nuestro proceso, y por lo tanto en nuestras vidas.



—oOo—

La Integración Consciente del
Plan Familiar Inconsciente


"La oveja negra del clan" siempre es la incomprendida, denostada y
puesta en tela de juicio de forma que se forja un precedente conceptual
sobre la misma.
Además, es el paria o la paria de la familia; “la que no sienta la
cabeza", generalmente considerada irresponsable e inmadura.
Su dilema existencial; la inestable persona, el loco de turno que solo
sabe perder el tiempo, quienes desaprovechan su vida, los que siempre
están dando tumbos...
A su vez, sirven como chivo expiatorio de toda la familia, pudiendo
erigirse el resto como “los cuerdos”;
los socialmente integrados; trabajadores responsables
o estudiosos en su mayoría; ímprobos, inteligentes
e intachables de “conducta ejemplar”: Ahorradores, planificadores,
bien estructurados y fieles cumplidores
de su rol social.
Posiblemente sin las ovejas negras quedarían un tanto perdidos al
faltarles esa referencia fundamental, pues a la vez les dota de cierto
sentido a sus vidas, si no del todo basadas en ese contraste necesario,
sí como soporte para sostenerse en una posición de superioridad
moral; económica, intelectual, espiritual, religiosa, cultural o
ideológica; perfectamente adecuada a lo que se espera de “la
corrección de una vida bien encauzada”, (en cualquiera de sus
formas).
Invariable e inconscientemente resentidos sin embargo, casi siempre
por motivos difíciles de valorar, cavadores por lo tanto de su propia
tumba, muchas veces preparada decenas de años con minuciosa
anticipación.
Es la oveja negra también la encargada de exponer las miserias del
clan, pues con el tiempo conformarán la titularidad de esa parte de la
historia de la debacle familiar, siendo en principio los peor parados de
este proceso, incluso durante décadas.
Esas ovejas negras, capaces de afrontar los más duros envites de la
sombra familiar, forjados a fuego lento en largas horas de soledad,
incomprensión e inevitable abandono, son ahora los que habrán de
asumir, también,
la salvación del resto, mientras se empoderan conscientes de la
inefable programación que, antes o después, habrán de asumir como
propia para que ésta tenga alguna oportunidad de ser transformada.
Surge la sombra a borbotones en esta era donde colapsan todos los
tiempos y, los locos de antaño: los inadaptados, los parias y los
desterrados, hoy se erigen como los portadores de una información
capaz de transformar todo alrededor: Padres y madres adoptivos de los
demás; conocedores de aquella cualidad de trascenderse a uno mismo,
en una aventura sin vuelta atrás, donde el patito feo se convierte en
cisne y la oveja negra en la luz que brilla, constante e inalterable por
encima de la tormenta.

Muchas personas preguntan cómo desarraigarse de los ancestros para vivir su
propia vida, siendo paradójica y precisamente los que más desarraigados están,
pues cuanto más desarraigo inconsciente más necesidad de vincularse prevalece,
y más tensión domina la psique de los implicados.
Es en realidad desde la integración del clan, desde donde podemos comenzar a
funcionar como “Seres Plenos”, y esto muchas veces supondrá un gran ejercicio
de revisión interior en la que, los cambios de posición con respecto a esto, no
siempre coincidirán con las expectativas que se esperan de una familia funcional
al uso. Es decir, si la familia funcional incluye que toda su fuerza esté
predestinada a que un miembro del clan (nosotros) cargue con determinada
asignación para que el resto “prospere”; cuando este toma conciencia de la
situación y comienza a cambiar su antiguo “designio escondido”, es de esperar
que el resto de la familia se vea “salpicada”, de forma que los tradicionales
repartos en las funciones familiares, sufran inevitables cambios de adaptación a
corto, medio y largo plazo.
Estamos proyectando nuestra realidad y decimos que «cuando cambiamos
nosotros, todo cambia», y esto incluye que “los demás” (hablando especialmente
de los miembros de nuestro clan) se vean de alguna forma obligados a
readaptarse, «cuánticamente hablando», a los cambios de aquel a través del cual,
la vida, estaba de muchas formas tan condicionada como justificada.
Si hemos sido el paria de la familia durante toda nuestra vida, (posiblemente sin
tener conciencia siquiera de este hecho), variar un solo ápice nuestra posición,
contribuirá a que se produzca un reparto en la morfología de la información
familiar, ya que la necesidad de canalizar determinados compuestos
programados continuará activa, con la diferencia de que, ahora, el delegado
oficial, —paria de la familia—, ha declinado semejante función, para pasar a
dedicarse a sus "asuntos propios", al margen de esta potente designación familiar
inconsciente o bien contando con ella, haciendo su parte y formando parte a su
vez de la «transformación familiar inevitable» que deviene de transformarnos
nosotros, ya que todo se encuentra estrechamente vinculado más allá de nuestra
ilusión de la separación.
Pongamos un ejemplo esquemático y básico sobre esto: Supongamos que de
entre dos hermanos, uno próspero y de vida estructurada y otro lacrado con todo
tipo de inconveniencias vitales, el último realiza un proceso de revisión de su
árbol, establece parámetros que lo ayudan a comprender su programación, y
hace duelos en relación a todo cuanto esto implica.
«Es muy posible que ahora el hermano “perfecto” se vea forzado a revisar los
pilares en los cuales su vida se encontraba fundamentada».
Este tipo de afectaciones familiares derivadas de los cambios que puedan llegar a
producirse desde «uno solo de los miembro del clan», resultarán del todo
imprevisibles para el resto en cuanto a intensidad, derivaciones, tiempos y
repartos de los cambios en la información que «desde sí mismo se hayan
producido a nivel particular».
Lo más habitual es que se acelere la expresión de la sombra del clan, a la vez que
se abran puertas desde el inconsciente que faciliten la comprensión, —desde
cada cual—, sirviendo estos cambios en la comprensión como detonante, a nivel
personal, en relación con los movimientos interiores que, inevitables, se
producen en este proceso de acercamiento a la realidad.
Repasemos:
Cuando es madre la persona implicada y como resultado de estos duelos, es
seguro que los hijos (independientemente de su edad) se verán afectados de
manera especialmente directa, ya que podremos considerar la existencia de un
«cordón umbilical virtual» que en la mayoría de ocasiones permanece activo.
En situaciones donde los hijos son infantes todavía, contaremos con una especial
velocidad en la repercusión de los cambios provocados por la madre, teniendo en
cuenta que, si son menores de tres años, manifestarán cambios relacionados
"cuánticamente al instante".
Cuando un varón con hijos realiza el proceso, aún teniendo en cuenta que
somos creadores de nuestra realidad, habremos de contar con las diversas capas
que la información “tendrá de atravesar”, hasta llegar a ellos, (sus hijos) teniendo
en cuenta el prioritario vínculo materno, pues dominará el espectro de
información de los hijos por encima de todas las cosas.
Posiblemente los cambios producidos en el hombre con respecto a su
descendencia, puedan ser potencial y especialmente “proyectivos en el tiempo”,
quedando estos relegados a la información materna como prioridad, en un
porcentaje tan difícil de valorar como previsiblemente enorme, en atención a la
importancia y representatividad de la madre como arquetipo, y canal principal de
la transferencia de la información en el clan.
La matemática que utiliza el inconsciente en cualquiera de sus fórmulas, se
presenta con unos niveles de complejidad y sutileza tal, que resultará del todo
imposible aventurar previsiones desde la psique humana con respecto a esto:
Suponiendo en el más tecnológico de los casos el uso de supercomputadoras de
apoyo, aún nos faltaría profundizar en las teorías del "aparente caos" que el
universo todavía supone para nosotros.
Esto quiere decir, que la pretensión de establecer valores efectivos, para
anticiparnos o medir las derivas evolutivas de la programación inconsciente,
resultarán del todo falaces y por lo tanto equivalentemente ineficaces.
Es por eso que, campos como la intuición, la “percepción extrasensorial”,
(retransmisión cuántica de la información), lo que tradicionalmente se conoce
como “corazonadas”, y el resto de señales que sintetizan el lenguaje del
inconsciente, serán las opciones más apropiadas para establecer un
entendimiento de «nivel superior», mucho más realista que todos los cálculos y
especulaciones que pretendamos desde nuestra limitadísima y tradicional forma
de valorar la realidad.
Cuando son los hijos los que realizan un proceso vincular con su programación,
en relación a los padres y cómo estos podrán verse afectados, habremos de
valorar la lógica disposición de la línea temporal, donde la información se
transmite a través de las conocidas «generaciones», funcionando estas de forma
superpuesta la una con respecto a la otra, y siendo los hijos los portadores
«herederos» de lo que entendemos por “información anterior”, de modo que
habremos de contar, siguiendo ésta lógica temporal «igualmente programada»,
con un fenómeno cuántico donde la información tendrá que revertir el espacio-
tiempo, hasta llegar a afectar a una generación anterior : —Nuestros padres
—.
Cuestión que invierte de muchas formas el ciclo asumido como “natural”,
(dentro de esta dinámica transgeneracional), y por lo tanto resultará previsible
considerar un "factor tiempo-espacio adicional", de manera que resultará un
tanto ilusorio pretender, a corto plazo, cambios visibles en nuestros padres por el
hecho de haber realizado cambios interiores, nosotros.
Paralelamente y en todos los casos, si una rama solitaria (la "oveja negra”) se
desprende de su información asignada y programada por el clan, —sin ningún
tipo de proceso consciente de integración por parte del resto de la familia—, aún
menos podrán esperarse cambios sustanciales, (quizá interpretados como
"favorables"), en el resto del clan, contando en estos casos sin embargo con un
efecto potencial en el tiempo de carácter, ahora sí, irreversible.
En situaciones donde la comunicación de la familia se encuentra permeable y
activa, hasta el punto en que dos o más implicados, proceden al unísono con
procesos relativos a la información familiar, se multiplicará exponencialmente el
efecto de sus acciones, así como en el resto de supuestos donde las interacciones
de los unos hacen posible la participación de los otros.
Integrar a la familia supone comprender la información transgeneracional, dentro
de un marco donde hemos sido peones condicionados por la cultura, la sociedad,
y el miedo biológico inconsciente al rechazo irremediable del clan.
Devolver a tus padres o abuelos “lo que no te pertenece y es «suyo»”, (como en
muchas ocasiones se pretende desde la ingenuidad), supondrá perseverar de
forma inevitable en la rueda de la separación, donde trataremos de
desvincularnos inconscientemente de la información del clan «que somos», en
una suerte de pretensión de “truco de magia” donde habremos forzado, en un
nuevo giro del destino, la predestinación del potencial espacio-temporal que nos
demostrará, poco después, que todo aquello que tratamos de devolver nos será
devuelto, y que el universo no es algo donde “puedan hacerse devoluciones”, ni
rebajas, de aquello que forma parte y formará, de la información holística que
con certeza y por Ley Universal nos corresponde.
Tratar de devolver a otros “lo que no-es tuyo”, resultará del todo imposible ya
que jamás estarás separado de nada, ni de nadie, pues todo «en nuestra propia
mente habita» y por lo tanto, tan solo podremos esconderlo en un profundo y
oscuro rincón, manteniendo la sombra y la no-inclusión de «nuestro Ser Real»
«fuera de nuestra aparente visión», habida cuenta de que lo escondido para no
ser visto no implica hacerlo desaparecer.
Si la energía solo se puede transformar y somos «Uno con el Todo», mucho más
unidos nos encontramos por cercanía al «todo que conforma la información del
clan», y mucho más urgente resultará comprender que solo desde la integración
las cosas pueden ser transformadas. Aunque eso incluya un cambio de posición
interior «consciente», lo suficientemente clarificador como dificultoso en
ocasiones de asumir para el resto de la familia.
Muchas veces, “mantenernos en una posición de coherencia interior”, significará
comprender que “los demás” habrán de vivir su “propio proceso" con sus
resistencias hacia nosotros incluidas, a través del tiempo, en una dinámica donde
la succión de energía remanente, de la distancia generada entre los duelos que
hemos hecho y, “los demás”, habrá de transitar su propio recorrido al margen de
nuestras pretensiones.
La integración del clan a través de la comprensión de los cambios de
información dentro del mismo que, —de forma inevitable estamos
implementando desde un ejercicio interior—, incluirá los cambios en la
disposición de los demás con respecto a nosotros, y esto, es un factor que habrá
de tenerse presumiblemente en seria consideración.
La integración del clan, por otro lado, no puede darse desde unos principios
donde presuponemos unas variables asumibles, o desde unas expectativas pre-
concebidas arbitrariamente por nosotros, sino desde una posición interior de
«comprensión superior», donde la aceptación y la entrega a nosotros mismos, —
por encima de todo lo demás—, será la clave de «cuantas aceleraciones en el
tiempo habrán de ser manifiestas en lo externo», en un proceso donde la
identificación de nuestras máscaras pretenciosas, —y su progresiva intervención
a través del conocimiento profundo de lo que está sucediendo—, facilitará tanto
nuestro proceso como el proceso inevitable del resto de la familia.

Representando en última instancia idéntico proceso.






—oOo—
Últimas consideraciones

Estos duelos son «para toda la vida».
No solo por los resultados inmediatos de los mismos y su proyección a corto,
medio y largo plazo, sino porque su técnica está conceptuada para reproducirlos
en sucesivas ocasiones, cada vez que los podamos necesitar.
Después de cualquier interacción personal donde nos hemos sentido
«suficientemente revueltos interiormente», bien sea con cualquier familiar, la
pareja, un compañero de trabajo; un hermano o un amigo, tendremos la opción
de dirigirnos, —a la mayor brevedad temporal posible—, a un espacio con la
suficiente intimidad como para hacer un duelo puntual con esa persona.
Estos duelos funcionarán en adelante a «modo coyuntural», suponiendo una
sublimada ayuda en nuestro proceso, pues conseguiremos alinear nuestro umbral
emocional «a tiempo real», cada vez que nos sintamos "tocados", evitando de
muchas formas trifulcas, contiendas y situaciones que de otra manera podrían
generar o perpetuar conflictos mayores, solo devengados de nuestra distancia
con nosotros mismos y su correspondiente proyección al exterior.
«La técnica» una vez conocida y puesta en práctica siguiendo los pasos
aprendidos en este libro, será la misma para situaciones locales que requieran
una "herramienta válida" para armonizarnos en cualquier momento.
Estos duelos podrán hacerse en adelante casi en cualquier ocasión, pues solo se
requiere el uso de la imaginación para su realización, pudiendo hacerse "duelos
exprés" (según los casos), o bien emplear
unos minutos de nuestro tiempo para equilibrar, de forma consciente, la última
"molesta interacción" que tuvimos con nuestro padre, nuestra madre o un
hermano, siguiendo el desarrollo conocido según los pasos: «Resentires,
Agradecimientos, Corte de Vínculo Emocional, Abrazo y despedida».
Los duelos efectuados con los padres siguiendo el protocolo de este libro, han
sido concebidos como duelos arquetípicos, relativos a las funciones materno-
paterna, que han simbolizado nuestros nudos más representativos con respecto a
nosotros. Y los duelos que necesitemos hacer en lo sucesivo con nuestros padres,
con los hijos o con la pareja, podrán ser tratados como si de cualquier agente
colateral se tratase: dícese un vecino o un compañero de trabajo.
En lo sucesivo y como es de esperar, podremos vivir situaciones especialmente
"dolosas" a través de nuestra trayectoria vital, así como determinadas situaciones
ocasionales, devengadas de conflictos personales de fuerte intensidad, y es
entonces cuando los duelos se mostrarán de especial utilidad, pudiendo hacerse
un duelo puntual con un evento o una persona, susceptible de ser repetido varias
veces.
En realidad, durante una temporada indeterminada podremos hacer uso de estos
duelos a discreción, teniendo en cuenta que cada avance en relación a nuestro
registro emocional interior, supondrá un «salto cuántico» fundamental, para
nuestro proceso de adaptación hacia el mejor entendimiento con nosotros
mismos.
Si nos descubrimos en situaciones vitales muy persistentes y arraigadas,
sintiendo grandes dosis de rechazo con respecto al arquetipo materno o paterno,
la insistencia en un duelo diario con esa "persona representativa" durante un
ciclo temporal específico, (que puede oscilar entre una semana o un mes),
conseguirá ir "haciendo mella" en nuestro sistema defensivo, hasta llegar al
punto en que los resentimientos disminuyan de forma sustancial, apareciendo
espacios donde, por fin, podamos comenzar a agradecer a esa persona con
soltura.
Muy a pesar de usar una cognitiva avanzada en cuanto a la idea de nuestra
vinculación con el todo, y teniendo muy en cuenta que para nuestro inconsciente
universal «el otro siempre responde a una proyección de nuestra situación
interior», podremos encontrarnos en disposiciones donde la necesidad de
expresar nuestra «rabia activa» será determinante, así como la posibilidad de
elevar nuestro sistema de comprensiones, hasta el punto de «ritualizar», a
cambio, un acto de verdadero agradecimiento.
Durante la cuarentena que se activa tras la inmediata realización de la primera
fase "duelos con los ancestros", podremos aprovechar para emplearnos a fondo
en labores propias de «aceptación superior», de cuantos agentes en el exterior
puedan resultar afectados por efecto de estos duelos.
Recordemos la importancia de secundar este periodo de cuarentena, desde la
implicación que determinará nuestra intención consciente, conocedores ya de las
necesidades de reconfiguración celular que, a efectos de intercambio de
información, se irán produciendo de forma especial durante el transcurso de la
cuarentena.
Y más allá.

—Cada vez más cerca de nosotros mismos—





Cuando fallece un familiar o allegado muy vinculado emocionalmente a
nosotros, tendremos que aceptar una parte de nosotros que con esa persona
también muere, aunque de nada nos servirá aceptar esa parte que muere sin
aceptar, al mismo tiempo, la resurrección de esa parte que resucita también a
través de nosotros.

«Su resurrección, a través de nosotros».

De modo que solo podremos Vivir, para dignificar a la persona que continuará
viviendo a través de nuestra existencia.
Rindiendo así el tributo que esa persona más necesita...

El tributo que tú, necesitas.

¡Vive!
¡Y esa persona vivirá!

Y tú vivirás...

Porque ambos sois la vida pues sois lo mismo.

La vida nos insta a vivir permanentemente,
aún a pesar de continuar percibiéndonos
en términos de separación:

—Solo hay vida—





Vivir.

Esa es la lección que la partida de un ser querido nos ofrece.
Centrándonos en nosotros, estando serenos y seguros de que nadie ni nada
muere en realidad.
Solo podemos morir en vida, a través de nuestros miedos y nuestros apegos
hacia ninguna parte...

Siempre será lo que tenga que ser, y solo quedará al final nuestro espíritu
encerrado o nuestro espíritu liberado.

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