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Alejandro Lavquén - El Azar de Las Fronteras
Alejandro Lavquén - El Azar de Las Fronteras
Poemas
(1983 – 2015)
ALEJANDRO LAVQUÉN
DISEÑO PORTADA
SUE CARRIÉ DE LA PUENTE
DIBUJO PORTADA
RODRIGO RÍOS ORELLANA
ISBN: 978-956-09262-2-7
DISEÑO Y COMPOSICIÓN
ESTROFAS DEL SUR SPA
AV. LIBERTADOR BERNARDO O’HIGGINS 1302
OFICINA 70 / SANTIAGO DE CHILE
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INTRODUCCIÓN
Verano
Algunas veces
Cuando niño...
Galope mortal
Barrio 29
Eterno retorno
Golpes
En un lugar de Valparaíso
El semáforo
Los náufragos
La espera
Manifiesto
Arenga al luchador social
Invierno negro
Cotidiano
Un rincón del mundo
La gran feria
Preludio de una noche de invierno
La herida abierta del mundo
Carbón y sangre
Vuelo por el interior de Valparaíso
De Respirando (1999)
Estigma
Gris atardecer
Poetas
Tangogaviotas
Horizonte
Madrugada en Alameda 777
Tonada del muerto
I
XI
XII
XIV
XV
XVI
XVIII
XXIV
XXVIII
XXIX
De A buen paso atraviesa la noche (Editorial Mosquito, 2009).
Entre líneas
Nosotros, infinitos
El día que conocí a Magdalena
Paillalef
Trasnochando
Ciudad a trasluz
Atardeciendo
Jornada
Todo
1973
La gota de agua
Antiguo
Fuego mortal
En esta hora de la tarde
Encontró nada
Epinicio
Sólo esta noche
Higuerillas
Poemas inéditos
(2014-2015)
Bordeando el siglo
Abecedario
Los ojos de los niños palestinos
La sala de hospital
Procesión
Odisea
Sin fronteras…
Al amanecer…
Satángel
Este poema se encuentra incluido, originalmente, en el poemario
Sacros iconoclastas (Editorial Mosquito, 2004).
Poemas
VERANO
A veces
algunas veces,
encuentro en alguna calle
a un buen compañero.
En algunas copas
reencendemos viejas barricadas,
charlamos del colapso
y de lo que alguna vez pudo ser.
A veces algunas veces
releo algún panfleto guardado
por si nuevamente alguna vez.
Juego con algunas balas
que alguna vez sobraron
y quizá alguna otra vez
darán en el blanco.
A veces algunas veces
veo algún futuro:
Trigo en las manos
del pordiosero,
leche y frutales
en los ojos de los niños.
A veces
algunas veces
veo al labrador
y al minero levantarse
libres y sin temores,
caer al tirano y al explotador.
A veces
alguna vez,
será para siempre
nuestras algunas veces.
CUANDO NIÑO…
Hacinamiento y olvido
en la periferia de la ciudad.
Del cielo,
desencajo una estrella
esmaltada de rojo y verde
para bailar con ella
una melodía que siempre termina
cuando comienza.
GOLPES
Golpetea el agua
de una fuente de farolas.
El frío lapida la noche
y da latigazos
a un minusválido
que busca refugio junto
a una banca
al costado de la puerta
de la Bolsa de Comercio.
Abrazados pasa un grupo
ebrio de turistas,
entonando a viva voz:
¡How picturesque is Chile!
¡How picturesque is Chile!
La noche avanza...,
comienza a llover.
EN UN LUGAR DE VALPARAÍSO
Un cirujano misterioso
ha cortado el cerro
con su fantástico bisturí.
El semáforo cotidiano
se detuvo en rojo.
Diez, y quizá más, ida
y retorno de golondrinas
han transcurrido.
A Gladys Marín
En la tragedia de la vida
me purifico.
Sostengo mi ataúd entre los dientes
y comienzo a caminar
por los callejones herméticos
del alma humana.
A la vera del camino, llora una mujer
desnutrida, violentada, sin dientes,
cuelgan de sus pechos
como collares de ultratumba.
Al reconocerla, me siento a llorar
junto a ella.
¡Cómo la amé un día!
cuando la belleza irrigaba su cuerpo,
cuando un fuego angelical excitaba
sus órganos vitales,
cuando la cópula era perfecta
extendidos y vesánicos a lo largo del mundo.
Pero no quiso ser eterna,
no quiso beber de mi sangre insomne,
prefirió la rutina del maquillaje.
Y hoy es tarde, ya es tarde para amarnos,
voy sepultando muertos por la tierra.
COTIDIANO
Se va la luz.
Mis ojos callan.
Mi voz se duerme.
Mis pies caminan automáticos,
indolentes, pasajeros, sin volver
un paso atrás.
LA HERIDA ABIERTA DEL MUNDO
Llevo angustias
y equívocos rotos en mi pecho.
Continentes sumergidos
se extienden en la distancia.
Náufragos errantes cantan a mi oído
antiguas canciones.
Una melodía, nítida como una luna
turquesa, va alejándose por la Historia.
GRIS ATARDECER
Algunas tardes
camino por los cementerios
memorizando epitafios
que siempre olvido,
tal como un hombre cualquiera
olvidará las palabras
grabadas sobre mi tumba.
POETAS
Nostalgia y serenidad
en la brisa que refresca
al final de la tarde.
Habitan fantasmas en esta hora.
Frente al mar rueda una lágrima, o una sonrisa,
no importa,
da lo mismo.
Un perro ladra
y me recuerda la distancia
extraviada en los cuatro puntos cardinales.
MADRUGADA EN ALAMEDA 777
A Dinko Pavlov
y Pavel Oyarzún
(Luciérnaga)
El otoño la trae desnuda,
con flores en sus manos
y la sonrisa de niña pobre
anunciando el alba.
En sus mejillas enrojecidas
la indiferencia
se licúa junto
a la oscuridad de la noche.
(Palabras y Miradas)
Ojos desorbitados se insertan
en los rostros dispersos
que nos acompañan en este bar.
Golpean como la noche
las escaramuzas en cada corazón.
El lenguaje de las murallas
cae como reliquia de los siglos
sobre nuestras divagaciones,
sin saber el idioma que deseamos
comprender.
Sin saber la tragedia que oculta
el peregrinar de las estrellas
sobre los rostros.
TONADA DEL MUERTO
No existe escapatoria
tras la sentencia de los dioses.
El laberinto es una encrucijada
sin solución.
El legendario rey Minos golpea
su orgullo
contra lo imposible,
los rebeldes escriben su utopía
en las alas del poder.
Ícaro sacrifica su juventud.
Dédalo
vuela hacia la libertad.
XVI
De la mano ensangrentados
los ancianos sobre el lecho.
Dos tazas de té aún humeantes.
Cuentas de agua y luz
ahogadas en el piso.
Las enfermedades dolor
de la pobreza y Asclepio
prisionero de los mercaderes.
Un pacto de amor. Dos balas
y el derecho
de sus sombras al país de los Hiperbóreos,
donde Admeto y Alcestis los esperan
con la mesa servida.
XVIII
En Valparaíso
la noche arremete como
un fantasma
embriagado de subterráneos y escaleras.
Sátiros, Ninfas y Coribantes agitan
tirsos y címbalos
en Plaza Echaurren.
Una gota de vino acaricia un pezón
de Afrodita
mientras ella broncea su piel
bajo el brillo de la luna.
XXIX
La humanidad se desintegra
en la Aldea Global.
El archienemigo de Heráclito
se pasea ufano por el planeta
en tanto Hefesto templa soldados y truenos
en su fragua bajo las Montañas Rocosas.
A los pies del Olimpo
calles horribles sirven de lecho
a los pordioseros.
Un niño golpeado por la cesantía
alcohólica de su padre
aúlla en las Favelas
y una muchacha latinoamericana
deambula por los burdeles de Singapur.
Enío,
observa todo con una sonrisa macabra
en su vientre.
ENTRE LÍNEAS
Antesala.
Madrugada.
Marginalidad y tugurio.
Nunca habitó las
delicias del mundo
mujer más eróticamente angelical,
más puta y más dama a la vez.
Groseramente hermosa, enfundada
en un lenguaje tierno y ferviente,
gracioso y obsceno.
Mujer de risa sonora,
simpatía religiosa y profana.
Delicados gestos de monja
y cadencias lascivas le recorrían
las riberas del cuerpo,
sostenido por dos columnas irresistibles.
Pelo naranja, largo y ensortijado,
acariciando
sus senos erectos y desnudos.
Durante horas,
consumió con su impronta
y tersura
su piel contra mi piel,
la extensión de su carne
contra mi carne.
Al abandonar la madriguera,
ardiendo el mediodía,
nos dijimos adiós..., y tal vez.
PAILLALEF
Todo,
menos la pausa,
la quietud.
No te detengas,
jamás te detengas
en las esquinas
que has bebido demasiado,
en las esquinas
que has acariciado
hasta sangrar
dentro de la muerte
de los que abandonaron
la vereda.
1973
El polvo navega
en el devenir
descolorido de las azoteas,
el barrio antiguo
huele a muerte
en sus maderas
y augustos vitrales.
El cité de la cuadra
adoquinada
ya no tiñe su pelo
y asume a los ancianos muertos
bajo los dinteles
vacíos.
El polvo, regresa cabizbajo
al útero de la tierra.
FUEGO MORTAL
A Eduardo Miño
El cementerio es textual
en esta hora de la tarde,
los deudos sacan lustre
a las lápidas.
Los más acaudalados yacen en insignes
mausoleos, lejos de la tierra
que cubre los huesos de la fosa común.
El Patio 29 es más triste al anochecer,
posee una extraña
escenografía.
Quizá sea la levedad
de los difuntos que comienzan
a desperezarse.
ENCONTRÓ NADA
Observo el mar
cuando ya la noche cubre
su extensión.
En mis labios, un cigarrillo
quema sordas cenizas por la ausencia.
Como un vuelo, los mástiles
de los botes en la bahía
hieren la noche.
La cama y la ventana son las mismas.
Un recuerdo
cae lentamente
hasta hacerse invisible en la oscuridad.
Mañana, brillará otro sol…
EL POLEN QUE RENUNCIÓ AL SILENCIO
Junto a la mirada fría de las aguas se atora una ilusión que pierde
lastre en su alocada navegación sobre el Estrecho de Magallanes.
Deambula una idea mortal en este cementerio, ausente y lluvioso,
elevada por el viento hacia otro continente que no es mi continente. Se
fractura un latido arterial por la noticia que golpea indiferente encima
de los árboles y destino. La escarcha se consume negra y maldecida,
con un espolón clavado en su quilla. Los muertos comienzan con la
muerte sin muerte. Un día vendrá allí la tardanza de su cabalgata a lo
largo de los puertos, vendrá el eco de su voz para tender flores sobre
las flores, circulando al garete en la ocasión de los deseos. Se
despertarán las llamas de la espera, se escucharán los naufragios de
ancestrales timoneles estrellados contra el silencio. Crecerán símbolos
extraños en el origen de la ansiedad; algo súbito en las manos, que
debieran ser otras manos. Se formalizará un regreso que nacerá y
morirá en estos mismos parajes cuando los recuerdos sean redención
en los recuerdos, cuando el viento corte la carne y sólo encuentre un
cadalso y una hoguera.
LA CALLE ESTÁ VACÍA Y CLARA
Una bala atraviesa el corazón de quien busca pan para sus hijos. La
forestal Arauco acuna los dólares y el crimen, depreda la savia y
florece la muerte. La sangre del obrero es un fertilizante más de la
codicia. El dinero ceba las billeteras del empresario y los trabajadores
se duermen en la arboladura de las pulperías que renacen en las
tarjetas de crédito. La calle está vacía y clara, alerces y lengas
sucumben tal como sucumbe la vida de Rodrigo Cisternas.
BITÁCORA DE UN COSMONAUTA
Viví más años de los que tengo, habité un planeta por fin habitable, fui
testigo de los meteoros fugados de las llamas, emprendí el retorno
cuando aún era eterna la longitud del universo, la Tierra vomitaba
gases como una chimenea saturada por la industria de la demencia.
Escuadrillas de mutantes bombardeaban la nada, enloquecidos en sus
vuelos macabros, sin luz, sin aire, sin rostro humano. Un horror
quirúrgico azotaba las ciudades, el morral de la historia colgaba en el
apéndice de las catacumbas electrónicas, los auto-elegidos de siempre
lo habían logrado.
I
Vinieron del cielo con su corazón azul
para poblar vegas y ríos,
montañas, bosques y volcanes.
Traían en su garganta el idioma de Wenu Mapu,
que sería el mismo de la humanidad.
Conocían el lenguaje
de los animales y de los árboles,
del viento y del agua.
Chao Kalfú y los buenos espíritus
se habían entristecido al observar un mundo
de páramos y desolación.
Con la espuma blanca del cielo amasaron
a los nuevos padres y besaron sus frentes,
pues temían abandonar el firmamento.
Pero Chao Kalfú dijo su palabra:
“Cuándo canten muchos hombres sobre la tierra,
ustedes volverán arriba y brillarán”.
II
Abrazaron la tierra y se vistieron de azul,
recolectando el sabor que ofrecían
los valles y el mar.
Convivieron con las aguas y lo sólido,
con la lluvia y el sol en armonía,
hasta que la lucha entre
Cai Cai y Tren Tren fue feroz
y las aguas cubrieron la tierra.
Los hombres escaparon a los cerros
para luego regresar
–los que sobrevivieron-
a repoblar cuencas y riberas.
III
Abajo había más peces y piedras,
más paciencia, más bosques y vidas seculares,
el Nguillatún y la calma.
Arriba, los antepasados corrían
por Wenu Leufú tras el choique,
marcando la Cruz del Sur
en el horizonte.
Vinieron del cielo, y un día volverán
a ser estrellas.
OVALLE EL NAVEGADO
En memoria de su tripulación
A Úrsula
De palabras y de hechos,
de copas y piel, destellas.
Te presiento como el misterio
de un libro ausente,
guardado en la biblioteca
de tus labios.
Escucho tus puertas
cuando beso tu cuello.
Crece la noche y los motivos,
fluye un acertijo,
un deseo que respira.
Navegamos nuestros
puntos cardinales
sin fronteras ni anclas.
Amanece con fuego alrededor,
las llamas aún no se apagan.
AL AMANECER
(Febrero 16/ 2015)
(Ven Satángel, ven, aquí están las terrazas del mundo y sus jardines
de flores ya extinguidas sobre la tierra)
Satángel cruzó el ventanal y penetró en la ciudad donde el pasado
continúa su sobrevivencia. La ciudad era luz y polvo, miles de años
confundidos entre sí, mares y vientos contra el muro visceral del
planeta.
Avanzó como si cabalgara suspendido en el aire. Miles de
imágenes se estimulaban a su paso. Antigüedad, presente y futuro,
mezclados en una sola razón.
Su parte del siglo era su única pertenencia, lentamente
volviéndose olvido o distancia en el otoño errático del mundo. Su
mayor extensión, un rostro de niña sonrosado por el alba. Y era
octubre, siempre era octubre en el corazón del hemisferio.
Traía en su sangre un callejón polvoriento donde aprendió el
lenguaje doloroso y heroico de los que murieron en septiembre con
sus rostros incrustados en las estrellas al amanecer.
En sus maletas, cargaba playas tristes como principal equipaje, y
un lugar remoto lleno de escaleras torcidas y antojadizas le subía por
la noche de sus huesos.
Un farol y una glorieta, deshojándose en el ala de una gaviota,
transportaban en los años encanecidos algo de tortuosa y singular
bohemia.
(Observa bajo aquel olivo Satángel, allí yacen las ruinas que la
condición humana sepultó, llevándose en su lengua descerebrada las
palabras Pueblo y Diversidad)
Satángel no olvidaba el daño del cohecho y la mierda farandulera
en las pantallas de los televisores. Los escupió y los volvió a escupir
con el fuego de sus vísceras mientras iba escribiendo versos en las
murallas de las ciudades otoñadas:
-Nunca has escuchado decir “todo depende del cristal con que se mire”.
-Un ojo sano no necesita acomodarse tras ningún cristal para poder observar
la plenitud de la naturaleza.