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ISBN: 978-612-00-3928-1
Autor-editor
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, incluido el diseño tipográfico y de portada, sea cual fuere
2018
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2018-18778 Tiraje: 1000 ejemplares
Mi especial agradecimiento a mi esposa Soledad Llatas Arteaga, y a mi hijo, Manuel Benza Llatas, por su apoyo
incondicional a la publicación de este libro.
A mis padres, María Luisa Pflücker de Benza y Capitán de Navío Manuel Benza
Chacón, quienes me inculcaron dignidad y espíritu social
Índice
Presentación
Alberto Quintanilla Chacón 11
Capítulo I
Gestación y orientación de la Constitución Política
del Perú de 1993 13
Capítulo II
Antecedentes 31
Capítulo III
Reflexiones en torno a las ideas de base del liberalismo
político y del liberalismo económico 45
Capítulo IV
El Consenso de Washington 51
Capítulo V
La Constitución peruana de 1993 y su acervo neoliberal 63
Capítulo VI
Neoliberalismo y democracia 95
Capítulo VII
Resumen corregido y aumentado 123
Bibliografía 141
Capítulo I
L
a Constitución Política del Perú fue promulgada el 29 de diciembre de 1993.
Producido el golpe de Estado del 5 de abril de 1992, la Organización de Estados
Americanos (OEA), poco después “deplora” débilmente el golpe, lo cual le otorga
legitimidad internacional al gobierno fujimorista. No toma ninguna medida de castigo
económico. Luego de un mes del golpe de Estado, el expresidente Alberto Fujimori se
compromete en sesión de la OEA en Bahamas, a convocar el Congreso Constituyente
Democrático (CCD) para cambiar la Constitución, asunto que cumplió. El 22 de
noviembre del año del golpe se efectuaron las elecciones al Congreso Constituyente
Democrático (CCD), luego de una campaña electoral asimétrica que no otorgó a los
adversarios de la propuesta de Constitución neoliberal oportunidad de defender sus
posiciones.
El Movimiento Nuevo Perú, principalmente impulsado por el economista Guillermo
Aznarán (luego decano del Colegio de Economistas y decano de la Facultad de
Economía de San Marcos, recientemente fallecido) y por mí, nunca fue invitado, ni como
movimiento político ni por intermedio de los dos dirigentes fundadores del mismo, a
alguna entrevista televisiva que permitiese explicar nuestros puntos de vista contrarios
al contenido neoliberal que ya se vislumbraba: era una programación de TV controlada
por el Gobierno. Hoy sigue siendo el gran capital, a través de sus lobbies y operadores,
el que decide los límites de un debate político, incluido en muchos casos, a quiénes se
invita, o no, a cada debate.
La visita del presidente electo Fujimori a Nueva York y su sujeción al CW es clave para
entender su gobierno y el de todos los que lo siguieron (Alejandro Toledo, Alan García,
Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y, ahora, Martín Vizcarra), todos regidos por la
misma Constitución neoliberal. A mi juicio, la de mayor liberalidad económica del mundo
y en la que el Estado tiene el rol menos protagónico en la tuición de la sociedad: la de
mayor liberalización económica de la economía, lo cual ha estimulado un cambio en la
cultura política de un significativo sector de la población, convirtiendo en “normal” o
“natural” la percepción de la privatización de servicios públicos básicos, la oferta y la
demanda como único mecanismo de fijación de precios, las tendencias a la
especulación, y a la inserción subyugada del Perú al poder económico y político
transnacional.
Alberto Fujimori puso en operación las ideas del CW en forma ortodoxa, con ello
implementó el programa de su contendor en la segunda vuelta, Mario Vargas
Llosa, traicionando el sentido del voto popular que le dio el triunfo. El candidato Fujimori
había prometido varias veces en su campaña electoral no privatizar empresas públicas y
no producir un shock en la economía (abrupta y significativa alza de precios de todos los
bienes y servicios) para combatir la hiperinflación que dejaba el Gobierno de Alan García.
Inmediatamente después que asumió el poder aplicó las mismas políticas que habían
sufrido un fracaso estrepitoso en Argentina y Brasil. El presidente de Brasil, Fernando
Collor de Mello, propuso medidas radicales para controlar la inflación, como el fin de la
fijación de precios, las que a largo plazo se mostraron ineficaces, adoptando el
“Consenso de Washington”. Collor de Mello fue vacado de la Presidencia de Brasil poco
después mediante el procedimiento de impeachment.
Las mismas políticas neoliberales aplicó Carlos Menem, principalmente desde 1990, en
Argentina. Las bases de dichas políticas eran la implementación de una economía
de mercado, la reducción al mínimo del rol del Estado, la privatización de las
empresas estatales y el despido de miles de trabajadores que fueron perdiendo
derechos laborales. El fracaso de la política económica de Menem fue total y devino
en un repudio popular que acabó con su gobierno.
Anterior a estas dos experiencias fue la del neoliberalismo en Chile, impuesto por
Augusto Pinochet dictatorialmente desde que asumió el poder mediante el sangriento
golpe de Estado de setiembre de 1973, acompañando el autoritarismo político con
medidas neoliberales hasta el cambio de rumbo en la política económica que su
Gobierno tuvo que adoptar a fines de 1982, cuando fracasaron las políticas sugeridas
por Friedrich von Hayek y Milton Friedman, visitantes de Chile en 1977 y 1981 el primero,
y en 1975 el segundo (fundadores del movimiento neoliberal en 1947). Pinochet gobernó
desde 1973 hasta 1990. En resumen, tres experiencias de aplicación de políticas
neoliberales habían fracasado en América Latina antes de que Fujimori las aplicara
en el Perú.
La Constituyente de 1979, en cambio, fue integrada por 100 miembros que debían
redactarla en un año. Sus integrantes fueron: 37 de la Alianza Popular Revolucionaria
Americana (APRA), 25 del Partido Popular Cristiano-PPC, 12 del Frente Obrero
Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP), 6 del partido Socialista Revolucionario (PSR),
6 del Partido Comunista peruano (PCP), 4 de la Unidad Democrática y Popular (UDP), 4
del Frente Nacional de Trabajadores y Campesinos (Frenatraca), 2 del Movimiento
Democrático Peruano (MDP), y 2 del Partido Demócrata Cristiano (PDC). La alianza
APRA-PPC conformó una mayoría, contando adicionalmente con los 2 votos del MDP.
Pero la bancada de las izquierdas sumó 26 votos, contando para la mayoría de las
votaciones con los 2 votos de la Democracia Cristiana (DC).
El PPC y un porcentaje de los votos apristas eran claramente neoliberales, por lo que la
alianza mayoritaria fue conservadora más no neoliberal. En todo caso, se trató de una
Asamblea con equilibrio suficiente como para dar (como dio, efectivamente) una
Constitución (la de 1979) que concilió puntos de vista divergentes y resultó
ideológicamente equilibrada, resultado de un debate serio y plural. A propósito de lo
dicho, Pedro Planas opina:
Toda Constitución, por antonomasia, debería ser una norma de consenso, en tanto se trata de
un pacto institucional de carácter supragubernamental, ubicado más allá de la tendencias
eventuales de un partido mayoritario o del gobierno de turno”[3]. Claramente, la Carta de 1993
no fue una Constitución de consenso. La organización de toda la Constitución de 1993
obedece a una lógica neoliberal, tanto en lo que respecta a derechos, como al régimen
económico y la estructura y atribuciones del Estado. Todo debe facilitar la agilización de la
interlocución entre el gran capital y el Estado. ”El neoliberalismo, que es la nueva orientación
del capitalismo norteamericano-europeo desde 1975 (y de todas sus zonas de influencia
directa e indirecta) con la era Reagan y Thatcher, desde 1980 en América Latina y 1990 en
Europa del Este ha implicado un retiro del Estado en tanto cogestor de la economía (….) por
las exigencias del gran capital para agilizar la interlocución entre la representación del Estado
con los tenedores de dicho gran capital, crecientemente concentrado. El gran capital requiere
de ágiles negociaciones[4].
El Gobierno de Fujimori arguyó que la principal razón que lo impulsó a perpetrar el golpe
de Estado del 5 de abril de 1992 era la de facilitar la lucha antisubversiva así como tomar
medidas para reactivar la economía. Esa argumentación la sigue repitiendo el
fujimorismo hasta hoy. No solo se cerró el Congreso sino que se intervino el Poder
Judicial, el Ministerio Público, el Consejo Nacional de la Magistratura y el Tribunal de
Garantías Constitucionales. Se llegó al extremo de intervenir el Colegio de Abogados de
Lima (a pesar de no ser un organismo estatal).
Pedro Planas añade que, con prescindencia de encontrarse (en 1978) en el ejercicio del
poder político un Gobierno militar de facto, se presentaron dos condiciones favorables
para “el ejercicio genuino del poder constituyente: a) ninguna agrupación política obtuvo
mayoría absoluta en la Asamblea y b) no hubo intervención alguna del poder político que
obstaculizara la reflexión institucional”[5].
Como es evidente, ninguna de las dos condiciones señaladas por Pedro Planas se dieron
cuando se convocó y desarrolló el CCD del 1993. El fujimorismo tuvo mayoría y el CCD
se convocó y se desarrolló durante el Gobierno de Fujimori.
Nunca Parlamento alguno había autorizado tantos decretos leyes al Poder Ejecutivo de
turno. Decretos leyes que fueron gravitantes no solo por su número sino por su
contenido, pues muchos de ellos enfilaron a políticas neoliberales que
contradecían la Constitución de 1979.
Cuando se produjo el golpe de Estado del 5 de abril de 1992 se emitió el Decreto Ley Nº
25418, denominado “Ley de bases del Gobierno de Emergencia y Reconstrucción
Nacional”. Según el mismo, los objetivos del Gobierno eran: “pacificación, moralización
de la administración de justicia, modernización de la administración pública, lucha contra
el narcotráfico, la inmoralidad y la corrupción, desarrollo de la economía de mercado,
reorganización de servicios sociales de educación, salud, vivienda y empleo, etc”. (el
resaltado es mío). Cuando se leen los objetivos formulados por Fujimori en 1992, estos
podrían formar parte de los objetivos del actual Gobierno de Martín Vizcarra y del actual
Parlamento, controlado por los fujimoristas 26 años después. La ironía es también, en
este caso, una tragedia. Pocos autores que abordan el análisis de la Constitución
peruana de 1993 han destacado, en primer lugar, el carácter neoliberal de la misma.
Menos aún, en segundo lugar, que dicho carácter sea el que organiza y explica la
direccionalidad principal de dicha Constitución.
Entre los que señalo en primer lugar, mencionaré al constitucionalista José Palomino
Manchego, quien revela algunos de los rasgos fundamentales de la Constitución del
1993.
A nivel de derechos fundamentales, aunque mantiene casi la mayoría de los derechos civiles
y políticos se ha suprimido un contingente de dispositivos de carácter social o derechos
sociales, económicos y culturales (aproximadamente hay cincuenta artículos
suprimidos de raíz). El fundamento de estas supresiones ha sido a través de un
razonamiento simple pero comprensible dentro del pensamiento liberal: solo se deben
precisar las normas que no tienen “costo económico al Estado”[7].
Los derechos eliminados son denominados “de segunda generación” por muchos
autores y fueron incluidos en la Constitución de 1979 como una consecuencia del
consenso alcanzado por constituyentes de izquierda, centro y derecha, composición que
no tuvo el CCD, inmensamente constituido por constituyentes neoliberales y, por tanto,
de derecha y ultraderecha. Palomino Manchego denomina “pensamiento liberal” al que
muchos autores, incluidos yo mismo, denominamos “ideología neoliberal”.
Frente a esa lógica exclusivamente jurídico-política, sostengo que una lectura económico-
política explica que la necesidad del gran capital de imponer la lógica neoliberal fue la
principal motivación para elaborar dicha Constitución.
Más que solo saturar el significado y el contenido de la democracia con valores del mercado,
el neoliberalismo ataca los principios, las prácticas, las culturas, los sujetos y las instituciones
de la democracia entendida como el gobierno del pueblo12.
La reelección de Fujimori era el mejor “candado” que se podía ofrecer al gran capital
extranjero para asegurar un programa autoritario de largo aliento de privatizaciones y de
eliminación de la soberanía nacional, condición indispensable para la inserción en la
lógica transnacional del capital.
Uno de los pocos políticos y constitucionalistas peruanos que identificó el carácter nocivo
de la Constitución de 1993 es Francisco Eguiguren. En agosto del 2011, siendo Ministro
de Justicia, declaró a RPP Noticias:
La Constitución de 1993 obstaculiza la transformación del país (…) su techo ideológico
es el de un Estado subordinado al interés privado (…) en esa línea que el Estado no tiene
por qué verse, desde una visión ideológica anacrónica, subordinado al interés individual,
porque éste, en la actividad económica, está guiado por un afán de lucro y ganancia
individual15.
Luego de una larga reflexión sobre la Constitución de marras, ayudado por la lectura de
varias constituciones de otros países, así como de los aportes de varios autores,
considero que no es posible emprender una reforma parcial de la Constitución: la lógica
neoliberal de la misma no solamente está en el Título III, Del régimen económico,
Capítulo I, artículos 58-65 (título o temática inexistente en todas las constituciones que
he consultado), sino en la formulación de los derechos de las personas (Título I, Capítulo
I, Artículo 2), De los Derechos Sociales y Económicos (Título I, Capítulo II, en particular
en los artículos 11 y 13, relativos a salud y educación); en fin, de casi todos los Títulos y
Capítulos, con pocas excepciones que haré explícitos.
la época en que se generó cada una. Los derechos de la primera generación fueron- y continúan siendo- los clásicos
derechos civiles y políticos; los de la segunda generación emergen como derechos sociales, económicos y culturales
(o derechos sociales, en conjunto) con el constitucionalismo social del siglo XX; los derechos de la tercera
generación atisban, incipientemente, desde hace escaso tiempo, e incluyen el derecho a la paz, a la cultura, a un
medio ambiente sano, a la comunicación e información, etc. Podrían denominarse derechos colectivos”.
Son los artículos que en la Constitución de 1993 le dan un sentido específico a lo que la
propia Constitución denomina “Economía social de mercado”. Los artículos del régimen
económico, serían para algunos constitucionalistas, como el argentino Germán Bidart
Campos, que parece que acuñó el término ”contenidos pétreos”; es decir, cláusulas que
“si bien pueden reformarse, no pueden alterarse, suprimirse o destruirse”[11], en este caso
porque otorgan sentido al conjunto de la Carta de 1993. Cualquier neoliberal ortodoxo
peruano defiende esa posición, a mi juicio deleznable pues contradice el principio de la
soberanía popular.
El daño económico, político y cultural que la actual Constitución causa al pueblo peruano
es significativo. Así mismo, la tendencia notoria al debilitamiento de las instituciones del
Estado y a la corrupción de las mismas, no puede ser comprendida sin tener en cuenta
la lógica impresa por la Constitución.
caPítulo ii
antecedentes
L
a ideología neoliberal se instituye formalmente en el siglo XX, a partir de 1947, con
la conjunción de ideas de aquellos que se reunieron en Mont Pèlerin (Vevey,
Suiza) a mediados del año 1947, por iniciativa de Friedrich von Hayek, quien
reunió a 36 pensadores, economistas, sociólogos y políticos, predominantemente
alemanes y austriacos.
De dicha reunión surgieron dos instituciones: la Mont Pèlerin Society y el Anuario ORDO,
palabra que buscó sintetizar un título muy largo: Jahrbuch fúr die Ordnung von Wirtschaft
und Gesellschaft (que traduzco libremente como: Anuario para la ordenación de la
economía y la sociedad).
Se trataba y se trata -pues dicha asociación sigue existiendo hoy- de promover el
neoliberalismo económico en el mundo, lo que implica la reducción del rol del Estado en
los procesos económicos, el favorecimiento del libre comercio, la libre circulación del
capital financiero, la privatización de empresas estatales, la flexibilización laboral y la
institucionalización de la oferta y la demanda como único mecanismo para la fijación de
precios de cualquier bien o servicio.
Como resultado de la presión de los intereses del capital, muchos Estados han
adecuado sus legislaciones a la globalización neoliberal.
Ese enfoque en el análisis de la Constitución peruana, quizá la más neoliberal del mundo,
es el que voy a desarrollar en los próximos capítulos. Desarrollaré los contenidos del
Consenso de Washington en el siguiente capítulo.
Si hay un libro en la historia del pensamiento que destaque de otros no sólo por la originalidad
de su contenido sino por el originalísimo modo en que tuvo lugar su producción, es La Fábula
de las Abejas de Bernard de Mandeville. La realización de esta obra comprende un período
de veinticuatro años y su germen primitivo fue un poema que no llegaba a treinta páginas y
llevaba por título El panal rumoroso: o la redención de los bribones[16].
Su tesis principal es que las acciones de los hombres no pueden ser separadas en
correctas o incorrectas, y que los vicios privados pueden contribuir al bien público
mientras que las acciones altruistas pueden en realidad destruirlo. Esta concepción de
la vida social, tomada de la vida en un panal de abejas, el autor asume que esa realidad
es perfectamente trasladable a la de los seres humanos. Este médico afirma que los
vicios de los ciudadanos particulares son elementos necesarios al bienestar y a la
grandeza de una sociedad.
Por lo que a mí toca diré, sin la menor consideración al amable lector ni a mí mismo, que
concibo al hombre... como un compuesto de varias pasiones y que todas, a medida que se las
provoca y van saliendo a la superficie, lo gobiernan por turno, quiéralo o no[17].
A mi juicio, pocos siglos después, estas ideas forman parte o son muy tomadas en cuenta
por los economistas y pensadores neoliberales.
Los fisiócratas se convirtieron en los paladines del liberalismo económico, del libre cambio y
de la no intervención gubernamental en los asuntos de la economía. También, del
individualismo económico, pues creyeron que la armonía del orden natural se traducía en la
armonía de los intereses individuales y los de la sociedad[19].
El libre cambio y la no intervención del Estado en los asuntos de la economía son
recogidos hoy por los neoliberales.
Médico, líder del pensamiento fisiocrático. Quesnay, médico personal del rey Luis XV,
publicó el Tableau Économique en 1758, acompañado de un suplemento Maximes
Générales du Gouvernement Économique d’un Royaume Agricole.
Seguidor de la teoría del “orden natural”, consideró que ello justificaba, por sí solo, la
riqueza obtenida por el propietario, sin tomar en cuenta el trabajo del ser humano como
factor fundamental en el proceso de generación de dicha riqueza.
El excedente agrario sobre los costes de producción es un don que brota
gratuitamente de la naturaleza; ésta origina la creación física de bienes cuyo producto
neto (o excedente) es la base que sustenta a toda la sociedad[20].
La ley natural “más ventajosa” es “conseguir la mayor satisfacción con el menor gasto,
con la menor fatiga”. Es por esto que se opuso a las barreras aduaneras, pues estas
impiden el libre desarrollo de la economía y hacen más complicadas las actividades
económicas. También en relación a este principio económico decía que cada persona
debía actuar individualmente por su bienestar propio y de esta forma se alcanzaría las
metas de la sociedad. Defendió la libertad del comercio pues es la política más justa,
segura y útil para la nación.
Individualismo y libre comercio, ideas que subsisten y forman parte del neoliberalismo de
nuestros días.
Su premisa básica era que se debía, ante todo, respetar el orden natural. Para los
fisiócratas, los intereses individuales se armonizan espontáneamente, al igual que la
naturaleza, por lo que la autoridad estatal debe incidir lo menos posible en la economía.
Como señalé, el orden natural, es un “principio básico de la escuela fisiócrata. La
naturaleza, regida por la ley natural, es la que debe gobernar todas las instituciones
humanas. El nombre de fisiocracia, extraído del griego, tiene precisamente este
significado: fisis=naturaleza y cracia=gobierno”[21].
El interés individual coincide siempre con el interés general en el mercado libre. El interés
individual, que en una sociedad desigual es manejado por el propietario, tiende a
menospreciar al salario de los trabajadores. “Los salarios, tanto de los labradores como
de los obreros, se determinan en el mínimo de subsistencia debido a la competencia
entre ellos mismos; como el trabajador no tiene más que sus brazos, se ve obligado a
vender su esfuerzo a cambio de un salario con el que “no se gana más que la vida”[22].
Considerado como uno de los más influyentes pensadores del empirismo. Su formación
como médico lo conduce -como en otros casos ya citados- a considerar que la propiedad
privada corresponde al propio metabolismo humano.
El fin principal -y podríamos decir único- del gobierno debiera ser la defensa de la vida y
la libertad para poder asegurar la propiedad.
Locke planteó que la propiedad es anterior al Estado y que éste surge precisamente para
asegurarle a cada persona que su propiedad estará protegida. Es considerado como uno
de los principales pensadores que forman parte del liberalismo clásico.
Locke sostuvo una defensa de la propiedad privada en su libro Ensayo sobre el gobierno
civil, en el que postuló que todo hombre nace con determinados derechos naturales que
el Estado debe proteger. En primer lugar, el derecho a la propiedad privada. Su
concepción del mundo, sustentada en el “orden natural”, deriva en su planteamiento por
el cual la sociedad está gobernada por un conjunto de leyes naturales, tal como en el
universo.
Esto lo condujo a postular que es la ley natural, y no una ley humana, la que debe fijar
las tasas de interés y el valor de las monedas.
En otras palabras, una justificación del origen “natural” del libre juego de la oferta y la
demanda. Y la pretensión de considerar un absurdo que la autoridad pretenda fijar reglas
de juego en la economía.
Esta teoría, que puede ser comparada con la de la “mano invisible” que conduce el
mercado, es parte de la concepción neoliberal actual.
Asegurar altos márgenes de beneficio para tratar de lograr dicho crecimiento es parte
también del discurso y de la acción neoliberal que ha conducido a la apertura de la
economía a capitales -externos a cualquier precio, en el supuesto que el ansiado
crecimiento construido, en este caso, sobre el modelo primario-exportador- va a generar
condiciones para la mejora del nivel de vida de toda la población, pasando por alto que
vivimos en una economía desigual (América Latina es la región más desigual del mundo).
David Ricardo planteó que los salarios no podían -ni debían- elevarse sobre el nivel de
la mera subsistencia.
Ricardo defendió la tesis de que los salarios reales tienden “de forma natural” hacia un
nivel mínimo, que corresponde a las necesidades mínimas de subsistencia de los
trabajadores. Cualquier incremento en los salarios por encima de este nivel provoca que
las familias tengan un mayor número de hijos y por tanto un incremento de la población,
y el consiguiente aumento de la competencia por obtener un empleo hará que los salarios
se reduzcan de nuevo a ese mínimo.
Una tesis despiadada que, sin duda, se está aplicando en la economía neoliberal
peruana.
En su libro más influyente, Tratado de economía política, sentenció que “los particulares
fabrican a menos costa que el Gobierno”[25] (usaba indistintamente los términos Gobierno
y Estado), idea-fuerza que señala su afán privatista de todo tipo de propiedad, aunque
hace la salvedad de que el Estado es necesario para la construcción de caminos, puertos
e infraestructura que apoye la producción privada[26].
Hizo hincapié en el impacto negativo que, según él, producen los impuestos sobre
la labor empresarial y la creación de riqueza, impacto que se ve reflejado a lo largo
del proceso de producción y del crecimiento económico, puesto que los impuestos
redundan en una reducción de producción que resulta en reducción de demanda en un
círculo vicioso negativo para todos.
Planteó que los productos se cambian por otros productos: el hombre es insaciable y
siempre quiere más; por lo tanto, para poder intercambiar mercancías por dinero, y este
a su vez por otras mercancías, necesita en primer lugar vender mercancías por dinero.
El dinero es solamente un facilitador de cambio. La consideración de la insaciabilidad del
hombre como un hecho natural, tiende a justificar la acumulación de capital sin límite, lo
que conduce a aceptar la condición inevitable de la desigualdad económica y de las
enormes desigualdades también sociales que se dan en nuestro medio.
Intentó desde la teoría evolucionista de Charles Darwin establecer las leyes generales
del progreso humano, trasladando la “supervivencia del más apto” al plano social desde
lo biológico.
Las consecuencias de este error son varias. Se justifica así la conquista de un pueblo
por otro, pueblos subyugados como consecuencia de la selección natural, sin alternativa
histórica para ellos, su destino es ser colonizados y sucumbir. Afirmó que los pobres eran
pobres porque eran biológicamente inferiores, los negros eran esclavos como resultado
de la selección natural, los blancos superiores por ser los más aptos.
Spencer era más bien adepto del “liberalismo”, de la no intervención del Estado (una de
sus obras, aparecida en 1850, lleva el título El derecho a ignorar al Estado).
Defendió la idea de que el Estado no debe intervenir en los procesos económicos por
ser nociva, intrínsecamente, cualquier intervención. Tal como apunta el neoliberalismo
actual y precisa el Consenso de Washington.
El darwinismo social tiende a justificar la lógica del dominio de los más fuertes sobre los
más débiles. Las políticas sociales que tiendan a revertir dicha tendencia, no solamente
no se justifican, sino deben ser desterradas.
caPítulo iii
L
Hay varios autores de diversas especialidades que identifican liberalismo
económico con liberalismo político.
Las revoluciones europeas, generalmente producidas por una alianza de facto entre
sectores populares y burgueses contra monarquías absolutistas, que devinieron en el
control del poder político y económico por las respectivas burguesías y que se
produjeron, mayoritariamente, entre 1789 y 1848 dieron lugar a un nuevo tipo de Estado
que los historiadores denominan “liberal”. La ideología que sustentaba estos regímenes
es el denominado liberalismo. Algunos autores consideran que tales términos se usaron
por primera vez, en idioma castellano, a propósito de la Constitución de Cádiz de 1812.
Algunos juristas hacen hincapié en que el Estado Liberal solo puede imperar cuando hay
“Estado de Derecho”, concepto que merece un debate aparte. Únicamente nos
detendremos en el tema de la división de poderes como elemento central de un “Estado
de Derecho” en las democracias liberales.
Fueron Locke y, sobre todo, Montesquieu quienes plantearon esta clásica división. El
poder y las decisiones no debían concentrarse para evitar la tiranía. Así pues, debían
existir órganos de poder distintos que se controlarían unos a otros, todo articulado en un
sistema de equilibrios y contrapesos. La división de poderes se convirtió en un puntal
básico de las Revoluciones liberales porque atacaba de lleno una de los pilares de la
Monarquía absoluta[28].
Locke no coincide con Montesquieu (que fue posterior) en la concepción de los tres
poderes como iguales e independientes porque subordina al poder legislativo los otros
dos. Es, por tanto, Montesquieu quien traza la división de poderes que fue y sigue siendo
uno de los pilares del “Estado de derecho” en las democracias liberales.
Para llegar a la postulación de los tres poderes independientes y autónomos entre sí,
Montesquieu partió de su afán de asegurar lo mejor posible la libertad política. Con este
objetivo, “el sistema jurídico distribuye el poder del Estado en tres órganos: el Legislativo,
representante de la voluntad general del pueblo que expresa a través de las leyes; el Ejecutivo,
encargado de dar cumplimiento a dicha voluntad, y el Judicial, que juzga los delitos y las
diferencias entre particulares”[29].
Al utilizar como foco el tema del sistema jurídico para Montesquieu, la autora citada,
Claudia Fuentes, anota que: “El principio de distribución jurídica correspondería a una
forma de organización moderna en la que las funciones del Estado se relacionan con
instituciones y no con clases sociales”[30].
Considero, por ello, que junto a este liberalismo político, el Estado burgués del siglo XIX
hasta nuestros días está asentado en el liberalismo económico: un conjunto de teorías y
de prácticas al servicio del gran capital, antes predominantemente de origen industrial y,
hoy, financiero y transnacional.
La esencia del liberalismo económico fue la no intervención del Estado en los procesos
económicos, sociales, financieros y empresariales. Hoy, y desde 1947, se le denomina
“neoliberalismo”.
Se puede comprender por ello que el tránsito del liberalismo económico, que se forjó
desde el siglo XVIII y se fortaleció hasta comienzos del siglo XX, hacia el neoliberalismo
formalmente creado como ideología dominante, no fue traumático: se dio de manera
pacífica.
Las ideas de Mandeville, Gournay, Quesnay, Turgot, Adam Smith, Locke, David Ricardo,
Say, Spencer y otros, fueron antecedentes asumidos en mayor o menor medida por los
neoliberales de nuestra época, que ajustaron las ideas precedentes a la ideología
neoliberal que pretende aplicar las nociones económicamente liberales precedentes al
presente, más complejo y mundializado.
Por último, los conceptos de liberalismo y, por ende, de neoliberalismo, parten de lo que
les da origen y sustento: el concepto de libertad. Por razones puramente instrumentales
vamos a utilizar ambos conceptos derivados de libertad, pero no porque aceptemos que
la libertad se da “naturalmente” o proviene de “leyes naturales”. En ello acepto
explícitamente el raciocinio de Friedrich Engels, quien en el Anti-Düring, precisa:
La libertad no reside pues en una soñada independencia de las leyes naturales (…); la libertad
consiste, pues, en el dominio de nosotros mismos y de la naturaleza exterior, basado en la
conciencia de las necesidades naturales; es por tanto un producto del desarrollo histórico (…)
cada paso dado en la senda de la cultura será un paso dado en la ruta de la libertad.[32]
De ello se deriva que las libertades no sean concedidas por igual a todos los ciudadanos,
sino que su ejercicio real dependa de la ubicación que individuos y grupos tengan en
cada estructura de poder económico social.
caPítulo iV
El consenso de Washington
L
a formulación del llamado “Consenso de Washington” se debe a John Williamson,
economista norteamericano, quien redactó el documento titulado Lo que
Washington quiere decir cuando se refiere a reformas de las políticas
económicas, en 1990. El escrito plantea diez temas de política económica en la línea de
la ideología neoliberal, en los cuales, según el autor, “Washington” está de acuerdo en
su afán de promover el crecimiento de las economías latinoamericanas y de países que
ellos llaman “emergentes” y que, a mi juicio, deben denominarse subdesarrollados.
“Washington” significa, en este contexto, el aparato político-económico-intelectual,
integrado por organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el
Banco Mundial, el Departamento del Tesoro de EUA, el Congreso de los EUA, la Reserva
Federal, altos cargos de la Administración y grupos de expertos.[33]
1. Disciplina presupuestaria.
2. Cambios en las prioridades del gasto público.
3. Reforma fiscal encaminada a buscar bases imponibles amplias y tipos marginales
moderados.
4. Liberalización financiera, especialmente de los tipos de interés.
5. Búsqueda y mantenimiento de tipos de cambio competitivos.
6. Liberalización comercial.
7. Apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas.
8. Privatizaciones.
9. Desregulaciones.
10. Garantía de los derechos de propiedad.
Uno de los ideólogos fundacionales del neoliberalismo, quizá el más ortodoxo, Ludwig
von Mises, llegó a considerar al mercado como lo único que podía conducir a mejorar la
condición de vida de las poblaciones. Por tanto, toda limitación o regulación del mercado
era nociva. La búsqueda del bien común o de la solidaridad como objetivos, los
consideró vallas para para mejorar el nivel de vida.
Ello tiende a fomentar el crecimiento del subempleo y, en menor rango, del desempleo,
por la particular habilidad de nuestro pueblo para crearse su propio empleo (por lo
general, precario y mal remunerado). Ello va en contra de los derechos humanos, y
particularmente, de los derechos laborales, que por eso son flexibilizados en favor de las
cada vez menos (en términos relativos) empresas formales. La creciente informalidad
anula la pretensión de convertir en realidad la recomendación Nº 3.
Mejores niveles de vida para toda la población en sociedades inequitativas que agudizan
su inequidad por el Consenso de Washington, es imposible.
Cito a estos importantes autores porque los tomo como base para mi crítica a la puesta
en operación del “Consenso”.
Las políticas sociales tienden a recortarse, así como los derechos laborales. La
capacidad ciudadana a decidir democráticamente, se reduce, como señala Ocampo en
el acápite “c”, anteriormente citado.
El éxito alcanzado en términos de mayor participación en los mercados mundiales y
atracción de inversión extranjera directa no se reflejó, sin embargo, en un crecimiento
rápido del producto interno bruto (PIB) o de la productividad. De hecho, la tasa de
crecimiento promedio en 1990-2003, de 2.6% por año, es inferior a la mitad de aquella
obtenida en el período de industrialización dirigida por el Estado: 5.5% por año entre 1950
y 1980[43].
John Williamson, autor del documento primigenio del Consenso de Washington, se une
a Pedro Pablo Kuczynski, luego ministro de Economía del Perú y presidente del Perú,
para publicar Después del Consenso de Washington. Relanzando el crecimiento y las
reformas en América Latina, y, por ese solo hecho, los autores ponen en evidencia que
el CW, según ellos, había que “perfeccionarlo” pues no logró los resultados esperados.
En el texto plantean diez recomendaciones adicionales a las diez del CW, para obtener,
según ellos, un “CW extendido”:
Ø Instituciones reguladoras.
Ø Anticorrupción.
Ø Flexibilidad del mercado laboral.
Ø Acuerdo con la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Ø Códigos y estándares financieros.
Ø Apertura “prudente” de la cuenta capital.
Ø Regímenes de tipo de cambio no intermediados.
Ø Redes de seguridad social. Ø Reducción de la pobreza.
De las diez medidas planteadas, las que ocupan el primer, segundo, cuarto, quinto,
sexto, séptimo y octavo lugar, están dirigidas a orientar a los Estados hacia generar leyes
e instituciones que aumenten o aseguren las tasas de ganancia del capital.
La tercera, novena y décima, son la simple proclamación de “buenos deseos” muy
generales que no se pueden llevar a cabo.
caPítulo V
Hay muchas definiciones sobre lo que es una Constitución. En la lógica del liberalismo
político, la primigenia formulación, de enorme valor histórico, es la del artículo 16 de la
“Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” de 1789: “Una sociedad en
la que no esté establecida la garantía de los derechos, ni determinada la separación de
los poderes, carece de Constitución”.
Para los efectos de lo que expongo es pertinente la definición que plantea Marcial Rubio:
La Constitución puede ser definida como aquella norma legal que declara los derechos
más importantes de las personas, que organiza el poder del Estado señalando quiénes
lo ejercen y con qué atribuciones, y que por ello mismo es la norma legal suprema del
Estado. Esto último quiere decir que ninguna otra norma se le puede oponer porque
automáticamente deja de ser aplicable, es decir, de tener fuerza jurídica [44].
Derechos de las personas que han evolucionado en las constituciones desde los
derechos individuales hasta los derechos sociales, económicos, culturales y de tercera
generación o colectivos. La Constitución no determina en todos sus extremos, pero sí
condiciona el tipo de sociedad que se quiere o niega la que los constituyentes rechazan.
Héctor Cornejo Chávez era muy consciente de ello en el debate constituyente de 1978-
1979.
Hay que cambiar el sistema. Después de haber tenido el sistema capitalista siglo y medio
de oportunidad, ensayemos otro camino, porque ese, ciertamente, no es el camino que
nos conduce al desarrollo. ¿Y cuál es el otro camino que queda?: crear otro tipo de
empresas, dándole al Estado una intervención mayor que antes (…), intentemos eso, un
Estado más vigoroso y una empresa social diversificada con predominio del trabajo.(…)
Yo no veo porque razón vamos a ocultar la necesidad nacional de que se intente ahora
una vía de desarrollo basada en una presencia estatal más grande y una presencia de
las empresas sociales, mucho mayor[45].
...la estructura y las superestructuras forman un ‘bloque histórico” (…) tenemos que el
aporte fundamental de Gramsci no consiste en la distinción estructura-superestructura,
sino en el vínculo orgánico entre ellas. Y es fundamental por su gran utilidad en el análisis
y la actividad políticos. En efecto, negar la primacía de la estructura o de la
superestructura, afirmando la unidad dialéctica de ellas, evita los errores del
economicismo y del ideologismo (…) La importancia que en el pensamiento gramsciano
tiene la sociedad civil implica la relevancia de la difusión de una concepción del mundo
(ideología) en la sociedad por parte de la clase dirigente. A las clases “auxiliares” o
“aliadas”, tal difusión se dará por adhesión, mientras que las clases subalternas serán
absorbidas[47].
Es obvio que en una definición no podrían incluirse aspectos o elementos que demandan
de un mayor desarrollo. Aspectos, por ejemplo, derivados de la naturaleza del poder, es
decir, del poder político, económico, social y/o cultural. En consecuencia, de las diversas
dimensiones que deben tomarse en cuenta para la democracia.
Muchos señalamos (….) que no basta un sistema electoral periódico para que haya
verdadera democracia y que, por el contrario, un verdadero sistema democrático es aquel
en el cual se consigue lo siguiente: democracia económica, entendida como una
adecuada distribución de la riqueza entre todas las personas en función de su trabajo
aportado y de sus necesidades, democracia social, entendida como una situación en la
que cada persona pueda vivir en solidaridad con los demás, sin marginaciones o
postergaciones educativas o culturales, y sin la explotación de unos hombres por otros o
por el Estado, democracia política que implica la plena vigencia de los derechos de la
persona (…) y la verdadera y cotidiana participación de todo el pueblo en la toma de
decisiones políticas, en algunos casos mediante representantes (…) y en otros casos
directamente (…)[48].
Estoy de acuerdo con Rubio en lo citado: supera un enfoque liberal clásico con la
salvedad que lo que él discierne, evidentemente, se refiere al ámbito del “deber ser“ y no
de la realidad. Cobra validez aquí el concepto de “tipo ideal” de Max Weber, en el
entendido que la democracia es precisamente un tipo ideal, una construcción que se
refiere a un horizonte.
La Constitución estadounidense federal de 1787 (o su precedente más cercano, la del
Estado de Massachusetts de 1780), la Constitución de Francia de 1789; y otras, como la
de México de 1917 (que fue la primera en el mundo en incorporar derechos sociales y
económicos) y la de Weimar de 1919, fueron referentes para las que vinieron después
en América Latina y España: todas incorporaron un listado de derechos y plantearon la
separación y autonomía de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, tomando esto
último de Montesquieu, Rousseau Stuart Mill y otros autores seguidores del liberalismo
político.
Los poderes fácticos (poderes de hecho, no elegidos) tienen tal fuerza, que tienden a
condicionar las decisiones (de distinta manera pero con parecidas consecuencias) de los
poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como de los Organismos
Constitucionalmente Autónomos (OCA en adelante) que son en su mayoría,
incorporados a América Latina en el siglo XX, como la Defensoría del Pueblo
(Ombudsman, originaria de la Carta Magna de Suecia-1809), los Bancos Centrales de
Reserva, los órganos recaudadores de impuestos (SUNAT, en el Perú), la Contraloría de
la República, los órganos de conducción y fiscalización de procesos electorales (Jurado
Nacional de Elecciones, Oficina Nacional de Procesos Electorales-ONPE y Registro
Nacional de Identificación y Estado Civil -RENIEC, en la Constitución peruana de 1993),
los Gobiernos subnacionales, en el caso peruano, regiones y municipios que reciben una
parte significativa de sus ingresos de parte del Gobierno; es decir del Poder Ejecutivo y,
concretamente, del Ministerio de Economía[50].
Boloña había declarado que “no existen razones técnicas para que el Estado tenga
empresas”. En el período estudiado, la comisión declaró:
Hasta la fecha se han transferido mediante varias modalidades más de 228 empresas públicas
al sector privado, que han significado ingresos del orden de $9,221 millones, de los cuales
sólo $6,993 han ingresado al Tesoro Público. Del total de ingresos al Tesoro Público se han
gastado $4,363 en el período 1992-2000. Este gasto ha sido incluido en los presupuestos
anuales sin tener en consideración que su origen era la venta de los activos del Estado
Peruano.
De acuerdo a lo estipulado en el artículo 62: ”Solo autorizado por ley expresa, el Estado
puede realizar subsidiariamente actividad empresarial, directa o indirecta, por razón de
alto interés público o de manifiesta conveniencia nacional”. El principio de la
solidaridad, que es fundamental para la vida en comunidad, fue trocado por el de
la subsidiariedad, que alude a un rol del Estado supletorio en lo económico y
social.
Uno de los ideólogos fundacionales del neoliberalismo, quizá el más ortodoxo, Ludwig
von Mises, llegó a considerar al mercado como lo único que podía conducir a mejorar la
condición de vida de las poblaciones. Por tanto, toda limitación o regulación del mercado
era nociva. La búsqueda del bien común o de la solidaridad como objetivos, los consideró
vallas para para mejorar el nivel de vida.
Tan ilimitada era su adhesión al mercado absoluto que llegó a afirmar que “bajo la égida
del mercado libre e inadulterado, el problema de la pobreza surge tan sólo en relación
con quienes, por razones fisiológicas, no pueden ganarse la vida”[52].
Crecimiento económico que, para darse, implicó e implica pérdida de trabajos formales
y subsecuente crecimiento superlativo de trabajadores informales, además de la merma
relativa en la producción industrial nacional, la consolidación de un modelo primario-
exportador, la reducción significativa en la inversión estatal en servicios esenciales
(salud, educación, vivienda, etc.), tendencias a la concentración de capital, inversión de
gran capital en sectores intensivos en capital y no en mano de obra, tasas de interés
abusivas en la banca privada, aumento de la “naturalización” de tendencias
especulativas y abusivas en la sociedad (tendencias que aproximan al delito, la
corrupción y al abuso en las relaciones sociales y culturales). En suma, ”un retroceso
para el ejercicio de los derechos económicos, sociales e incluso culturales de las grandes
mayorías”[54].
Resalto aquí algunos elementos fundamentales que fueron suprimidos: Todos tienen
derecho a la protección de la salud integral y el deber de participar en la promoción y
defensa de su salud, la de su medio familiar y de la comunidad[57]; el Estado reglamenta
y supervisa la producción, calidad, uso y comercio de los productos alimenticios,
químicos, farmacéuticos[58] y biológicos; el Estado atiende preferentemente las
necesidades básicas de la persona y de su familia en materia de alimentación, vivienda
y recreación; la ley regula la utilización del suelo urbano, de acuerdo al bien común y con
la participación de la comunidad local; el Estado promueve la ejecución de programas
públicos y privados de urbanización y de vivienda; el Estado apoya y estimula a las
cooperativas, mutuales y en general a las instituciones de crédito hipotecario para
vivienda y los programas de autoconstrucción y alquiler-venta. Concede alicientes y
exoneraciones tributarias a fin de abaratar la construcción. Crea las condiciones para el
otorgamiento de créditos a largo plazo y bajo interés. La persona incapacitada para velar
por sí misma a causa de una deficiencia física o mental tiene derecho al respeto de su
dignidad y a un régimen legal de protección, atención, readaptación y seguridad. Las
entidades que sin fines de lucro prestan los servicios previstos en este régimen, así como
quienes tienen incapaces a su cargo, no tributan sobre la renta que aplican a los gastos
correspondientes; tampoco las donaciones aplicadas a los mismos fines. Las pensiones
de los trabajadores públicos y privados que cesan temporal o definitivamente en el
trabajo son reajustadas periódicamente, teniendo en cuenta el costo de vida y las
posibilidades de la economía nacional.
Así mismo, la educación impartida por el Estado (…) se complementa con la obligación
de contribuir a la nutrición de los escolares que carecen de medios económicos y la de
proporcionarles útiles, el Estado garantiza la formación extraescolar de la juventud con
la participación democrática de la comunidad, las empresas están obligadas a contribuir
al sostenimiento de centros de educación, las escuelas que funcionan en los centros
industriales, agrícolas o mineros son sostenidas por los respectivos propietarios o
empresas, el Estado reconoce, ayuda y supervisa la educación privada, cooperativa,
comunal y municipal que no tenga fines de lucro, ningún centro educativo puede ofrecer
conocimientos de calidad inferior a los del nivel que le corresponde, la comunidad y las
universidades se coordinan en la forma que la ley señala, el Estado preserva y estimula
las manifestaciones de las culturas nativas, así como las peculiares y genuinas del
folklore nacional, el arte popular y la artesanía.
Del Capítulo V, Del Trabajo, la Carta de 1979 tenía 16 artículos referidos a este rubro.
En la Carta de 1993 se reducen a 7 (del 22 al 29) y se agrega uno más, el 42, que
reconoce los derechos de sindicalización y huelga de los servidores públicos, pero
prohíbe explícitamente este derecho a los funcionarios del Estado con poder de decisión,
a los que desempeñan cargos de confianza o de dirección, así como los miembros de
las Fuerzas Armadas y Policía Nacional.
Los eliminados se referían a que el Estado reconoce al trabajo como fuente principal
de la riqueza, el trabajo es un derecho y un deber social, corresponde al Estado
promover las condiciones económicas y sociales que eliminen la pobreza y aseguren por
igual a los habitantes de la República la oportunidad de una ocupación útil y que los
protejan contra el desempleo y el subempleo en cualquiera de sus manifestaciones.
En toda relación laboral queda prohibida cualquier condición que impida el ejercicio de
los derechos constitucionales de los trabajadores o que desconozca o rebaje su dignidad,
el trabajo, en sus diversas modalidades, es objeto de protección por el Estado, sin
discriminación alguna y dentro de un régimen de igualdad de trato, a nadie puede
obligarse a prestar trabajo personal sin su libre consentimiento y sin la debida retribución,
el trabajador tiene derecho a una remuneración justa que procure para él y su familia el
bienestar material y el desarrollo espiritual, el trabajador, varón o mujer, tiene derecho a
igual remuneración por igual trabajo prestado en idénticas condiciones al mismo
empleador, la ley organiza el sistema de asignaciones familiares en favor de los
trabajadores con familia numerosa, todo trabajo realizado fuera de la jornada ordinaria
se remunera extraordinariamente.
La ley establece normas para el trabajo nocturno y para el que se realiza en condiciones
insalubres o peligrosas, los trabajadores tienen derecho a descanso semanal
remunerado, vacaciones anuales pagadas y compensación por tiempo de servicios,
también tienen derecho a las gratificaciones, bonificaciones y demás beneficios que
señala la ley o el convenio colectivo, la ley determina las medidas de protección a la
madre trabajadora, el Estado estimula el adelanto cultural, la formación profesional y el
perfeccionamiento técnico de los trabajadores, para mejorar la productividad, impulsar el
bienestar social y contribuir al desarrollo del país, corresponde al Estado dictar medidas
sobre higiene y seguridad en el trabajo, el Estado reconoce el derecho de estabilidad en
el trabajo[60].
El trabajador solo puede ser despedido por causa justa, señalada en la ley y debidamente
comprobada, se reconoce al trabajador a domicilio una situación jurídica análoga a la de
los demás trabajadores, el Estado propicia la creación del Banco de los trabajadores y
de otras entidades de crédito para su servicio, el Estado reconoce a los trabajadores el
derecho a la sindicalización sin autorización previa, la huelga es derecho de los
trabajadores, el Estado reconoce el derecho de los trabajadores a participar en la gestión
y utilidad de la empresa[61], los derechos reconocidos a los trabajadores son
irrenunciables (...) Todo pacto en contrario es nulo.
Tal como he señalado, prosigo en citar los derechos que se han eliminado, que
estuvieron vigentes en la Constitución de 1979 y ya no están en la de 1993.
Continúo con los artículos 64 al 71, De los derechos políticos. No han sido considerados
en la Constitución de 1993 los artículos 70 y 71 de la Carta de 1979, referidos al acceso
de los partidos políticos a los medios de comunicación. El Estado no da trato preferencial
a partido político alguno. Proporciona a todos acceso gratuito a los medios de
comunicación social de su propiedad, con tendencia a la proporcionalidad resultante de
las elecciones parlamentarias inmediatamente anteriores, durante las campañas
electorales, los partidos inscritos tienen acceso gratuito a los medios de comunicación
social de propiedad del Estado.
De los artículos 79 al 88, Del Estado y la Nación, de la Carta de 1979, se advierte que
el artículo 79 precisaba que la República del Perú es democrática y social, independiente
y soberana, basada en el trabajo. El artículo 43 de la Carta de 1993 repite la formulación
pero omite “basada en el trabajo”. En el mismo sentido, el artículo 80 de la Constitución
de 1979 es reproducido por el 44 en la de 1993, pero en esta última se omite que el
bienestar general también se basa en eliminar toda forma de explotación del hombre por
el hombre y del hombre por el Estado. El artículo 88 de la Carta del 1979, que decía que
el Estado rechaza toda forma de imperialismo, colonialismo, neocolonialismo y
discriminación racial; además de ser solidario con los pueblos oprimidos del mundo, fue
suprimido. En el mismo sentido, el artículo 80 en la de 1979 es reproducido por el 44 en
la de 1993, pero en este último se omite que el bienestar general también se basa en
eliminar toda forma de explotación del hombre por el hombre y del hombre por el Estado.
El Título II, Capítulo II, De la nacionalidad, que se desarrollaba en los artículos 89 al 96,
ha sido suprimido en la Carta de 1993 en sus ocho artículos y sustituido por dos artículos,
el 52 y 53, del Título II. El artículo 91 decía que adquiere la nacionalidad peruana el
extranjero mayor de edad, domiciliado en la República por lo menos dos años
consecutivos, que solicita y obtiene carta de naturalización y renuncia a su nacionalidad
de origen. Dicho plazo mínimo de dos años desaparece en el artículo 52 de la carta de
1993, que no demanda plazo de residencia y solo se refiere a residencia en el Perú.
Entre los artículos suprimidos está el 92, que decía que los latinoamericanos o españoles
de nacimiento domiciliados en el Perú pueden naturalizarse, sin perder su nacionalidad
de origen, si manifiestan expresa voluntad de hacerlo. Así mismo, que el peruano que
adopta la nacionalidad de otro país latinoamericano o la española no pierde la
nacionalidad peruana.
En el Título II, Del Estado y la Nación, Capítulo III, Del territorio, de la Carta de 1979, se
desarrollaba en los artículos del 97 al 99. Fue copiado literalmente por el artículo 54 de
la Carta de 1993. Se eliminó en su integridad del Capítulo IV, De la integración, el artículo
100, que decía que el Perú promueve la integración económica, política, social y cultural
de los pueblos de América Latina, con miras a la formación de una comunidad
latinoamericana de naciones[63].
También se eliminaron otros que consideramos significativos, como la los artículos 110
al 117 y la modificación del 115. Fueron eliminadas, entre otras, las siguientes
formulaciones:
En el Título III, Capítulo III, De la Propiedad, cabe subrayar la supresión total del artículo
124 de la Carta de 1979.
• La propiedad obliga a usar los bienes en armonía con el interés social. El Estado
promueve el acceso a la propiedad en todas sus modalidades.
• La sustitución del artículo 128, los bienes públicos cuyo uso es de todos, no son
objeto de derechos privados por el artículo por el segundo párrafo del artículo 73
de la Carta del 1993,que a tono con el resto de su contenido dice que los bienes
de uso público pueden ser concedidos a particulares conforme a ley, para su
aprovechamiento económico.
El Título III, Capítulo IV, De la empresa (que incluye desde el artículo 130 hasta el 137),
fue eliminado en la Carta de 1993 aunque algunos artículos han sido recogidos en otra
parte.
El Capítulo V del mismo Título, De la Hacienda Pública, que contiene los capítulos 138
al 147, también ha sido eliminado de la Carta de 1993. Ha sido sustituido por el Capítulo
IV, del régimen tributario y presupuestal, que añade la atribución del Poder Ejecutivo de
regular aranceles y tasas mediante Decretos Supremos.
Quedó eliminado, sin sustitución de ningún tipo, el contenido del artículo 142 de la
Constitución de 1979, que indicaba que la tributación, el gasto y el endeudamiento
público guardan proporción con el Producto Bruto Interno (PBI).
Lo mismo sucedió con el contenido del artículo 144 de la Carta de 1978-79, que
prescribía que la ley especifica las normas de organización, funcionamiento, control y
evaluación de las empresas del Estado. El importante rol de los procuradores públicos
estaba consignado y definido en el artículo 147. En la Carta de 1993, dicha institución
ha perdido rango constitucional, pues ya no se la menciona.
Del Capítulo VI del mismo Título, De la Moneda y la Banca, que se desarrolla desde el
artículo 148 al 155 en la Constitución de 1979, solo el artículo 148 es recogido
literalmente en la Carta de 1993, mientras que el artículo 149 parcialmente y el resto
eliminados.
El Capítulo VIII del mismo Título, De las Comunidades Campesinas y Nativas, estaba
desarrollado en los capítulos 161 al 163. La Carta de 1993 los modifica e incluye en dos
artículos: 88 y 89.
Las bancadas del APRA y de las izquierdas promovieron este artículo. La Alianza
Popular Revolucionaria Americana (APRA) fue latinoamericanista bajo la conducción de
su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre, presidente de la Asamblea Constituyente que
dio a luz la Constitución de 1979. Hoy, bajo el mandato de Alan García ha derivado en
una fuerza política neoliberal y, por ende, prima en sus dirigentes la ideología de la
globalización neoliberal, lo que explica también por qué el APRA defiende la Carta
de 1993.
Con el mismo afán latinoamericanista se postuló en la Carta de 1979 (artículo 106), que
los tratados de integración con Estados latinoamericanos prevalecen sobre los demás
tratados multilaterales celebrados entre las mismas partes. Este artículo fue eliminado
de la carta de 1993.
También fue eliminado el artículo 105, que planteaba que los preceptos contenidos en
los tratados relativos a derechos humanos tienen jerarquía constitucional. No existe esa
explícita ponderación en la Carta de 1993, lo cual sin duda puede interesar a los
adversarios de la suscripción del Perú a la jurisdicción de la Convención Americana de
Derechos Humanos (CADH), que buscan librarse de ser condenados por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, cuyos fallos son vinculantes para los países
signatarios.
Volviendo al Título III, Capítulo I, como lo adelanté señalo que al haberse suprimido los
artículos 110 al 117 y modificado el 115 (del Título III, del Régimen Económico), la
Constitución de 1993 se fundamenta en la creencia de que el mercado, por sí solo,
tenderá a resolver los diversos problemas económicos de los ciudadanos.
• A que el comercio exterior sea libre dentro de la ley, es decir, determinado por
razones de interés social y de desarrollo del país.
Volviendo esta vez al Título III, Capítulo II, De los Recursos Naturales, como señalé
anteriormente, la Carta de 1979 disponía:
En el mismo marco, el artículo 124, que pertenece a la carta del 1978-79, Título III,
Capítulo III, señala que la propiedad obliga a usar los bienes en armonía con el interés
social.
La mención al interés social o al bienestar general no es propio del pensamiento
neoliberal: es contrario a dicha ideología. En la Constitución de 1979, en cambio, el
concepto se vincula con varias atribuciones del Estado. Está implícito, por ejemplo, en el
segundo párrafo del artículo 125, cuando señala que la expropiación por causa de
guerra, de calamidad pública, para reforma agraria o remodelación de centros poblados
o para aprovechar fuentes de energía, el pago de la indemnización justipreciada puede
hacerse en efectivo, por armadas o en bonos de aceptación obligatoria y libre
disposición, redimibles forzosamente en dinero.
También cuando en los artículos 127 y 128 se plantea que la ley puede establecer
restricciones o prohibiciones especiales para la adquisición, posesión, explotación y
transferencia de determinados bienes por su naturaleza, condición o ubicación, y que los
bienes públicos, cuyo uso es de todos, no son objeto de derechos privados.
Francisco Fernández Segado, citando a Marcial Rubio Correa, agrega elementos muy
significativos que perfilan la nueva dirección a la que apunta la Constitución del 1993 en
relación a la de 1979, cuestionando “la práctica eliminación de todo rastro expreso
de las obligaciones sociales del Estado presentes en la Constitución de 1979.
De ese Capítulo IV, De la empresa, que tuvo ocho artículos en la Carta del 1978-79, solo
fue recogido el artículo en la segunda parte del artículo 61 de la Carta de 1993, en el
Título III, Del Régimen Económico: aquel relativo a los medios de comunicación.
Se eliminó la vinculación entre libertad de comercio e industria con interés social, moral,
salud o seguridad pública cuando se planteaba que el Estado reconoce la libertad de
comercio e industria. La ley determina sus requisitos, garantías, obligaciones y límites.
Su ejercicio no puede ser contrario al interés social ni lesivo a la moral, salud, o a la
seguridad pública.
En todo caso, el Estado y las personas de derecho público pueden, según decía la Carta
de 1978-79, someter las controversias derivadas de los contratos con extranjeros a
tribunales judiciales o arbitrales constituidos en virtud de convenios internacionales de
los cuales es parte el Perú.
El rol del Estado es mínimo para muchos efectos y nulo para otros. La ciudadanía está
desprotegida en beneficio del capital.
Uno de ellos, un reforzamiento del presidencialismo y una reducción del Parlamento, que
de bicameral pasó a ser unicameral y pequeño. También es pertinente que aquí se
incluya la eliminación del Sistema Nacional de Planificación, que como se dijo
anteriormente citando a Sánchez Albavera, se hizo por una connotación ideológica.
Resumiendo lo planteado por dicho autor sobre la necesidad del planeamiento
estratégico:
B. Necesidad de una mediación entre el futuro y el presente (…) El efecto de los actos
de gobierno no se agota en el presente sino que se prolonga en el tiempo.
Un parlamento bicameral como el anterior, que tenía 180 diputados y 60 senadores, fue
sustituido por uno unicameral de 120 y luego 130 congresistas. Hoy, en el año 2018, el
Perú tiene aproximadamente 31 millones de habitantes.
caPítulo Vi
n eoliberalismo y democracia
L
a ideología neoliberal está ganando adeptos activos y pasivos. Muchos, de buena
fe, consideran un peligro contradecir los dogmas del “mercado libre”. Una batería
de argumentos se usan diariamente en la prensa escrita, en la TV y también por
muchos escritores famosos -como el Nobel Mario Vargas Llosa- mediante los cuales se
tildan de “populistas” y otros epítetos, cualquier cuestionamiento a los efectos nocivos
del neoliberalismo en el mundo.
Es cierto que en el siglo XXI dichas brechas no se reducen y, que incluso tienden a
aumentar. Es cierto que el libre mercado no ha sido capaz de contribuir a cerrar dichas
brechas y que, en muchos casos, ha contribuido a profundizarlas. Es cierto que millones
de personas están al margen de lo que muchos llaman “los beneficios de la modernidad”
y que muchos preferimos denominar, los estándares mínimos para la realización de la
persona humana.
La mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día,
con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento. El miedo y la
desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados
países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia
crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo,
para vivir con poca dignidad[80].
La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada
en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo
verdaderamente humano[83].
Para hacer un análisis de los principales rasgos culturales que se promueven desde el
discurso neoliberal debemos tomar como punto de partida las ideas que lo sustentan. Si
bien se trata de una gran corriente en la que se aglutinan diferentes perspectivas, existen
características comunes que nos permiten conceptualizarla:
Wilhelm Röpke, uno de los fundadores del Grupo ORDO y de la colectividad neoliberal
que inició concertadamente su trabajo intelectual desde 1947, denomina “orden mundial
liberal”[87] a lo que aquí llamamos ideología neoliberal.
En su alegato en favor de dicho “orden mundial liberal”, Röpke plantea, que para darse
como tal, son dos las condiciones previas para posibilitarlo:
Tiene que existir, en primer lugar, un dinero estable, libre y de circulación general, (….) y
es preciso, en segundo lugar, cuidar de que mediante un ordenamiento jurídico
inquebrantable (…) de normas, principios y valoraciones, todos los miembros de la
sociedad se sepan protegidos por un mínimo de confianza recíproca y por una atmósfera
de seguridad y continuidad[88] .
Hay que reconocer que Röpke entrevió con sagacidad (desde 1952) que el “orden liberal”
demandaría libertad de circulación al dinero y al capital (no pidió libertad a la circulación
de personas) y un inmutable ordenamiento que genere confianza y certeza de
continuidad a dicha libre circulación. Esto último obliga, sin duda, a la redacción de
constituciones neoliberales y tratados internacionales que aseguren dicha libertad al
capital, reglas de juego que hoy están aseguradas.
Desde 1945 existen el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI),
ambos con mayoría relativa en manos de cinco países el primero (Estados Unidos,
Japón, Alemania, Francia y Reino Unido); en manos de seis el segundo (Estados Unidos,
China, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido), aunque casi todos los países del mundo
posean una muy pequeña parte de la propiedad de ambas organizaciones. No se puede
dejar de mencionar que uno de los mecanismos más importantes a través del cual opera
el BM es el Programa de Ajuste Estructural (PAE) por el cual, el BM interviene en las
economías y en las decisiones de los gobiernos deudores o con problemas financieros
mediante ajustes (que implican restricciones en planes y presupuestos). También el FMI
interviene en decisiones internas que implican ajustes. En ambos casos, las decisiones
democráticas, ciudadanas no intervienen.
Además, existen acuerdos en la China, Japón y Corea del Sur (o República De Corea);
en ASEAN+6: China, Japón, Corea del Sur, India, Australia y Nueva Zelandia; el
recientemente firmado Tratado de Libre Comercio de países africanos (marzo de 2018)
que involucra a 44 de los 55 países que conforman la Unión Africana.
Así mismo, el Tratado de Agadir (subregional) que abarca a Marruecos, Túnez, Egipto
y Jordania; el GAFTA, Área de Libre Comercio Pan-Árabe que se pactó en 1997 y que
luego se decidió iniciar en el 2015: Argelia, Bahrein, Egipto, Irak, Kuwait, Líbano, Libia
Marruecos, Omán, Palestina, Qatar, Arabia Saudita, Sudán, Siria, Túnez, Emiratos
Árabes Unidos y Yemen.
En el siglo XXI se han multiplicado los tratados de libre comercio subregionales en todo
el mundo.
Para construir el orden neoliberal existente, que crece constantemente, se está siguiendo
la ruta que Röpke demandaba también en el año 1959: “poner fin con el equívoco juego
que se lleva a cabo con el concepto de soberanía”[89] y proseguir “el método de la
economía de mercado, de la integración económica internacional, que implica una
restricción de la soberanía político-económica de las naciones en favor del mercado y
del libre tráfico internacional de pagos”[90].
La expansión de la ideología neoliberal no había tenido jamás una escala mundial tan
rápida. El neoliberalismo es la actual etapa que asume la expansión capitalista.
Todo lo que podemos decir es que este es un movimiento ideológico a escala
verdaderamente mundial, como el capitalismo jamás había producido en el pasado. Se
trata de un cuerpo de doctrina coherente, auto-consistente, militante, lúcidamente
decidido a transformar el mundo a su imagen, en su ambición estructural y en su
extensión internacional[91].
Este fenómeno ha sido observado por muchos autores desde diversas perspectivas
teóricas e ideológicas. El propio Friedrich von Hayek, uno de los pilares del pensamiento
neoliberal, también lo observó.
Parece que tales nuevas ideas (se refiere a las que defienden la economía de mercado)
generalmente no penetran en amplios círculos en su forma abstracta, sino más bien a
través de su interpretación de determinados hechos[92].
“El mundo real debe ser traído al salón de clase con un debate pluralista donde participen
todas las escuelas económicas”, dice el Manifiesto, pidiendo que se incluya un curso sobre el
análisis del crash del 2008 y también otro sobre el cambio climático y seguridad alimentaria, y
que la economía se transforme en una ciencia interdisciplinaria donde participe la ciencia
política, la sociología y la ecología, para poder comprender los efectos morales y ecológicos
de las decisiones económicas.
El Manifiesto termina invitando a los estudiantes de todos los países a unirse al movimiento
para crear la masa crítica necesaria para cambiar la enseñanza de la disciplina económica en
todo el mundo.
Esta protesta de los estudiantes coincide con el best seller del profesor Thomas
Piketty, Capitalismo en el Siglo XXI, una investigación grandiosa de 452 páginas, donde
critica a los profesores que siguen usando modelos matemáticos que han sido destruidos
por la realidad. Y para ello, Piketty, nada menos, recurre a 200 años de historia estadística
para demostrar sólidamente que el capitalismo del siglo XXI ha creado un abismo de
desigualdad social en el mundo.
También este movimiento global de estudiantes coincide con el “Movimiento por una
Nueva Economía (The New Economy Movement) creado por destacados profesores de
economía norteamericanos para revisar los fundamentos de la economía, que como
ciencia está en crisis[94].
El Crash del 2008 también ha transformado la economía global con el trillón de dólares, que
la Reserva Federal de los EEUU y los Bancos Centrales europeos, le dieron a su banca
privada para salvarla de la bancarrota. Esta enorme inyección de liquidez, no solo salvó a los
bancos privados sino que los hizo más fuertes, hasta el punto que las finanzas se han
convertido en la actividad principal de la economía global. Hoy, el enorme casino financiero
de los bancos transnacionales y el lavado de dinero en los paraísos fiscales, es muy superior
a las inversiones productivas en la economía global real. La Bolsa de Nueva York está más
alta que nunca. Todo el mundo quiere hacerse rico en la bolsa y así cada vez la riqueza en el
mundo se concentra en las manos de pocos financistas.
Uno de los principales fundadores de la Mont Pèlerin Society y del Grupo ORDO,
precisamente quien convocó a la reunión en 1947 que instituyó ambos instrumentos fue
Friedrich Von Hayek. Él llamó “meros mitos” que no se apoyan en hechos probados, al
“crecimiento progresivo del monopolismo, sobre la destrucción deliberada de existencias
de mercancías como consecuencia de la competencia (…), sobre la no utilización de
descubrimientos beneficiosos, sobre las causas y efectos del “imperialismo” (las comillas
son de dicho autor), y, finalmente, sobre el papel de la industria de armamento en
particular, o de los “capitalistas” (nuevamente, las comillas son del autor) en general, en
la provocación de las guerras” (...), ”leyenda política” destinada a “desacreditar el sistema
económico al que debemos nuestra civilización actual.
A esta larga lista de supuestos mitos que Hayek enumera, habría que agregar otros que
han cobrado mucha importancia en los últimos años, como el del calentamiento global y
la creciente destrucción medio-ambiental, así como de la creciente dominación-
dependencia que la mayoría de las poblaciones de países periféricos del capitalismo
padecen desde el centro del mismo, lo que genera una asimetría creciente por la
descapitalización de unos en favor de los otros. Menciono dos de los más importantes
elementos que caracterizan al capitalismo neoliberal de nuestros días porque también
son negados por múltiples autores, políticos y gobernantes neoliberales. Estos últimos
elementos, como los anteriores, se dan. No son “mitos” ni “leyendas”.
La lucha ideológica contra los supuestos básicos de las bondades del libre mercado ha
arreciado en los últimos años.
El neoliberalismo está agotado como proyecto ideológico y político definido de forma
estricta. La posibilidad misma de su continuidad se vincula no tanto al carácter unitario
de su proyecto político y si a sus lazos de articulación con el gigantesco proceso de
cambio estructural producido en el mundo capitalista. Es decir, con las transformaciones
ocurridas en el triángulo institucional del capitalismo (empresas, mercados y Estados), y
con las variaciones en el tamaño relativo de cada una de estas tres esferas (...) El proceso
que caracteriza estos últimos diez o quince años del desarrollo capitalista es una
extensión enorme de los mercados (especialmente de los mercados de divisas y, sobre
todo, de finanzas), los cuales expanden su dominio sobre los Estados como sobre las
empresas. Comienza el auge del poder anónimo del mercado frente al poder de los
ciudadanos de los Estados y de los trabajadores de las empresas. Es en este contexto
que debemos situar al neoliberalismo[97].
La rápida expansión de la lógica neoliberal ha sido del interés de varios autores. Para
algunos de ellos, dicha rapidez está asociada al rol de los Estados, permeados por los
intereses del capital privado a través de los lobbies y la corrupción que ellos estimulan
en autoridades estatales y por el rentismo.
El neoliberalismo no es un proyecto tecnocrático basado en la aplicación desinteresada
de una ortodoxia económica, sino un proyecto político donde los intereses y ambiciones
de coaliciones rentistas se imponen a la racionalidad económica[98].
Citaré solo algunos casos, todos recientes: Enron, Worldcom y Madoff en Estados
Unidos de Norteamérica; Interbolsa y Foncolpuertos en Colombia; Viglioni, Blaksley en
Argentina; HSBC, Fobaproa en México; Société Générale, Kerviel en Francia: MOP-
Gate, caso “chispas” en Chile; Barclays Bank, Leeson-Barings en Reino Unido; BNDES-
JBS, Petrobras en Brasil; Bankia, Gürtel, Bárcenas en España, etc. El caso de los
“Panamá papers” involucró a personalidades de casi todo el mundo. Varios políticos y
empresarios peruanos, aún no investigados, están entre ellos.
Que los intereses particulares pueden, en los tiempos actuales, obrar por encima del
interés general como consecuencia del financiamiento de las campañas políticas fue
observado por Susan Stokes:
Desde el otro extremo del debate se plantea que con el advenimiento de elecciones
competitivas, se pueden generar incentivos para el aumento de la corrupción y el
rentismo, ya que “la política del dinero” adquiere una mayor importancia en las campañas
políticas, pero sobre todo, porque los intereses particulares de los representantes pueden
llegar a predominar por encima del interés genera[102].
El mercado en reemplazo del Estado, también ha desarrollado tendencias absolutistas,
con la diferencia que este último puede morigerar su postura en ciertos casos, por la
presión ciudadana. La capacidad de coerción por parte del mercado puede ser más
opresiva y extensiva que la de los políticos déspotas que hoy ocupan algún puesto de
mando como resultado de elección popular.
Ningún déspota antiguo hubiera soñado con penetrar de manera tan minuciosa y efectiva
las vidas de sus súbditos -sus elecciones, preferencias, opiniones, y relaciones- como
el mercado, cuyos imperativos de competencia y rentabilidad tienen una fuerza
coercitiva suficiente para reducir todos los valores y relaciones sociales a
mercancías[103].
La fuerza coercitiva del mercado -algo que los tradicionales creado res del neoliberalismo
entrevieron bajo el concepto de “orden liberal”- se sustenta en varios elementos. Uno de
ellos, nada desdeñable, de naturaleza sociológica y antropológica, resulta de la
combinación del individualismo, el “apoliticismo”, la “cosificación” de las personas, la
disolución de lazos de solidaridad, la competencia inevitable de “todos contra todos”, y
el “todo vale” para lograr un empeño individual. Emilia Castorina subraya, de este
proceso de deterioro ciudadano, al menos tres niveles:
¿Requiere el ciudadano circular por cierta vía? Paga peaje por el uso de la carretera que
se construyó con sus impuestos y hoy, pues, debe pagar:su “derecho de paso”. Está
controlado por un consorcio que desconoce, al cabo de un proceso en que el Estado
concesionó sin su conocimiento ni consentimiento dicha carretera a una compañía
desconocida, cuyas ganancias y el destino de dichas ganancias tampoco conoce.
Cualquier día sube el precio del peaje y no sabe por qué.
¿Requiere el ciudadano prender la luz de su casa? Suma una deuda de consumo que
va a parar al reciente accionista mayoritario de la empresa proveedora de electricidad,
que obtuvo el derecho del anterior accionista mayoritario, que a su vez lo obtuvo por
alguna venta que cierto Gobierno del Estado realizó del sistema de generación y
distribución de electricidad sin que el ciudadano se enterase ni pudiera fiscalizar.
¿Se muere el ciudadano? Su familia tendrá que averiguar cuánto le corresponde cobrar
de su dinero por el hecho de haber cotizado diferente a otros ciudadanos a una empresa
administradora privada de pensiones, vinculada a capitales de riesgo en el extranjero y
sujeta, por tanto, a los vaivenes, aciertos y errores de administradores anónimos y a otras
contingencias del mercado. Esto es, si es que el ciudadano ha cotizado a alguna
Administradora de Fondos de Pensiones (AFP), pues la mayoría no lo ha hecho.
La enorme cantidad de ejemplos que aquí puedo seguir mencionando apuntan a mostrar
una sociedad atomizada, en la que el ciudadano se ha convertido en un simple
consumidor en un Estado al servicio del mercado de capitales.
Mientras el capital corporativo está cada vez más organizado, la población está dispersa,
se tienen miedo los unos de los otros, no pueden construir lazos solidarios y se fragmenta
cada vez más[105].
La dispersión y consiguiente “individualización ciudadana” difi culta y, en las más de las
veces, torna imposible el reclamo colectivo. El ciudadano suele encontrarse solo frente
a un Estado cómplice que no lo defiende. Por lo tanto, cuando puede hacerlo, el
ciudadano responsabiliza de su indefensión a dicho Estado, denigra del Parlamento, no
solo se siente, está muy lejos del poder. ¿Es Democracia lo que en ese trance define la
sociedad de cada día? (demos, pueblo; kratías, gobierno).
El Estado se ha retirado, o está a punto de hacerlo, de cierto número de sectores de la
vida social que le correspondían y de los que se responsabilizaba: la vivienda social, la
televisión y la radio públicas, la escuela pública, la sanidad pública, etcétera (...), un
Estado por lo menos, que garantizara el servicio público como servicio abierto y ofrecido
a todos, sin distinciones (...). Lo que se describe como una crisis de lo político, un
antiparlamentarismo, es, en realidad, una desesperación respecto al Estado como
responsable del interés público[106].
Junto a esa responsabilidad del Estado y de sus instituciones, visibles ante el ciudadano,
también son visibles los políticos.
Según los científicos del Panel de la ONU, el clima del planeta recalentado en 1,5 grados
causará la desaparición de los glaciares de las montañas del mundo, y con ello una escasez
de agua y alimentos para nuestra civilización, que en el año 2040 será urbana y global, puesto
que más de las 2/3 de la humanidad vivirá en ciudades.
Este maligno y crucial proceso de autodestrucción del planeta poco o nada tiene que ver
con los deseos ciudadanos, con su cada vez más recortado poder de decisión en cada
sociedad.
Los ideales democráticos, en mayor o menor medida realizados por algunos países, son
absolutamente inalcanzables, en tanto se refieren a un “horizonte” en el que todo el
pueblo tiene todo el poder. Pero hay sociedades donde dichos ideales se acercan o se
distancian más de dichos ideales. La liberalización de la economía y su correlato en el
subsecuente tejido de poderes fácticos tornan aún más difíciles y lejanos los ideales
ciudadanos del poder del pueblo. Las democracias viven la peor crisis de realización
desde que se intentó su construcción en la modernidad, digamos, desde la Revolución
Francesa y la creación de los Estados Unidos de Norteamérica.
Plutonomía y precariado. Citigroup, uno de los bancos más grandes que existen, publicó
recientemente un estudio para sus inversores donde se identificaba una nueva categoría,
“plutonomía”: aquellos que poseen una riqueza sustancial. Esta nueva clase es la principal
impulsora de la economía-son los principales consumidores y allí es donde va a parar toda la
riqueza-,por lo que Citigroup ha creado una “cartera de inversiones para la plutonomía” que
existe desde mediados de los ochenta, cuando Reagan y Thatcher en Inglaterra impulsaron
políticas que enriquecían a los más ricos y hacían sufrir al resto. Citigroup señala que dicha
cartera de inversiones ha proporcionado unos beneficios muy superiores al mercado y urge a
los inversores a que se concentren en ella. De manera que hay que centrarse en el pequeño
porcentaje de la población que cada vez acapara más riqueza…y a olvidarse del resto[112].
La “libertad” para acumular tiene algunas barreras, a pesar de la captura del Estado por
el capital. Tiene que ver con los valores afines a la democracia, como la solidaridad. En
la medida que algunos resortes de la democracia funcionen, los gobiernos se ven
presionados a llevar a cabo acciones decididas o estimuladas por la población. Los
movimientos de capital no requieren de las decisiones de la gente. Pero un gobierno
puede ser permeable, en ciertos casos, a dichas decisiones.
Está claro, entonces, que para la libre movilidad de los capitales, su acumulación y hasta
su poder de influenciar en decisiones que afecten a los demás, la democracia y los
gobiernos son, en cierta medida, un estorbo, una valla. Salvo en los casos de potencias
financieras y militares, que requieren un Estado que pueda movilizar a los contribuyentes
para que los rescaten o para solventar los gastos militares que sirven, finalmente, para
asegurar el dominio de los intereses de los más fuertes. A esto último juegan también los
neoliberales de ciertos países latinoamericanos, como Chile o Brasil.
Millones de pobres no tienen otra alternativa que inventar su propio trabajo. Es cierto
que, abandonado a su suerte, el ciudadano tiene que sobrevivir como sea.
Según datos aparecidos en el Diario Gestión[113] más del 60% de los micros y pequeños
emprendedores tienen dificultades por falta de liquidez y apoyo del Estado. Solo el 9.7%
confía en la rentabilidad de su idea
En resumen, “El Estado, en su papel de facilitador de las condiciones de libre mercado,
se enfoca en tal labor, dejando de lado la garantía de derechos para el ciudadano”[114].
4.- En el artículo 60 del Título mencionado, se plantea que “solo autorizado por ley
expresa, el Estado puede realizar subsidiariamente actividad empresarial, directa
o indirecta, por razón de alto interés público o de manifiesta conveniencia nacional”.
De esta manera, el Estado no puede desarrollar empresas, pues se supone que es
un tópico reservado al sector privado.
Ø En quinto lugar, porque el precio de los minerales no es controlable por el Perú, lo que
nos hace vulnerables a la variabilidad de precios.
Ø En sexto lugar, porque no hay regulaciones suficientes para evitar el daño que
producen los pasivos mineros (PAM). Decir esto no me convierte en antiminero.
Simplemente en un peruano contrario a la Constitución de 1993.
8.- Los artículos 58, 60, 62 y 63 son, sin duda, el núcleo
de la Constitución de 1993. El constitucionalista
argentino Germán Bidart Campos, formuló el concepto
de “cláusulas pétreas” o “contenidos pétreos” por
primera vez. Se refería a cláusulas que “si bien pueden
reformarse, no pueden alterarse, suprimirse o
destruirse”, tal como ya he citado anteriormente. El
concepto es, a mi juicio, no aceptable: su concepción
atenta contra la soberanía popular, que puede cambiar,
modificar o anular, lo que considere de una
Constitución.
Pues bien, a mi juicio los neoliberales, por su posición
ideológica, han convertido en “cláusulas pétreas” los
artículos mencionados, y seguramente algunos más.
Nunca se ha debatido en medios de comunicación la
Constitución de 1993 o este Título II.
9.- El dilema sobre neoliberalismo y/o democracia es, a
mi juicio, el más importante de las democracias
modernas. A mi juicio, el neoliberalismo contradice
la democracia, o la limita, la distorsiona y, en última
instancia, la impide, trabando las instituciones
estatales, contribuyendo a que la lógica de la oferta
y la demanda se introduzca como criterio de
asignación de recursos por parte del Estado,
sustituyendo el concepto y la práctica de servicio
por la del lucro, y, a la vez, a la mayor corrupción en
las instituciones estatales en nombre de una supuesta
democracia.
La lógica excluyente del mercado se contradice con la
lógica incluyente de la democracia. La reducción del
papel público en la economía, la disminución de los
gastos sociales, las privatizaciones, la reforma fiscal
favorable al capital, la desregulación del mercado
laboral, el abandono de aspectos fundamentales de la
soberanía de los Estados, la supresión de los controles
de cambio, la desregulación de los intercambios
comerciales para el favorecimiento de las economía
más fuertes, el impulso a las operaciones bursátiles, y
otras medidas que devienen en anticiudadanas y
antidemocráticas, configuran lo que Wendy Brown
denuncia como un ordenamiento que “más que sólo
saturar el significado y el
contenido de la democracia con valores del mercado, el neoliberalismo ataca los
principios, las prácticas, las culturas, los sujetos y las instituciones de la democracia
entendida como el gobierno del pueblo”.[117]
Ideas principales son que la búsqueda del pleno empleo es incompatible con la
economía de mercado, que aquella política presupuestaria y monetaria que
pretende conseguir la ocupación total produce inflación, que la introducción de
controles en la vida económica es nociva. Uno de ellos, Friedrich von Hayek,
sostiene que en un mercado puedan existir formas monopolistas (Economía de
mercado y política económica). La idea central que subraya el inventor del concepto
“economía social de mercado”, Alfred Müller-Armack, en el sentido que es lo mismo
“economía de mercado” que “economía social de mercado”. Planteamientos de
Walter Eucken, son reconocer que la presencia del neoliberalismo implica no
garantizar derechos fundamentales y se pregunta, con pertinencia: “¿Cómo ha
modificado el ordenamiento jurídico “el derecho creado por la economía misma?”
Uno de los ideólogos fundacionales del neoliberalismo, quizá el más ortodoxo, Ludwig
von Mises, llegó a considerar al mercado como lo único que podía conducir a
mejorar la condición de vida de las poblaciones. Por tanto, toda limitación o
regulación del mercado era nociva. La búsqueda del bien común o de la solidaridad
como objetivos, las consideró vallas para para mejorar el nivel de vida.
14.- En una visión de conjunto, las ideas liberal-económicas de los siglos XVII-XIX
fueron la base en la cual se fundamentaron varias de las propuestas más
organizadas y ambiciosas de los fundadores del neoliberalismo en 1947.
La acción del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional así como la puesta en
operación del Consenso de Washington impulsaron la enorme y rápida
intensificación y extensión de las políticas de libre mercado con sus subsecuentes
consecuencias.
La corriente neoliberal de pensamiento traza una línea de continuidad entre las ideas
que desde Friedrich von Hayek, pasando por Milton Friedman, llegan hasta el
denominado “Consenso de Washington”.
Pero sólo si consideramos que la “intención” manifiesta de las políticas de ajuste fue la
de promover el crecimiento y la modernización de los países de la región podemos
hablar de un “fracaso” Si entendemos que su propósito consistió en buscar una
salida rentable para la especulación del capital financiero internacional, entonces
no hubo ningún “fracaso”, aquellas políticas obtuvieron un “éxito” indiscutible[120].
La visión de conjunto que tiene Matías Cristobo nos induce a citarlo en su versión sobre
la mundialización del neoliberalismo:
Ante la crisis de legitimidad sufrida por el Estado de Bienestar, la lógica mercantil comienza a
regir el conjunto de las relaciones sociales en un contexto signado por el desplazamiento de
los capitales desde el sector productivo hacia el sector financiero. En cuanto a su alcance éste
ha sido reducido, ya que sólo fue implantado en los países anglosajones y América Latina, lo
cual no impide que ideológicamente fuese hegemónico a nivel mundial constituyéndose
en el sentido común de la época.
Finalmente, en cuanto a sus efectos, el neoliberalismo no sólo
no redujo las desigualdades sociales, sino que aumentó las ya existentes al punto de
conformar una sociedad “dual” de integrados y excluidos[121].
15. El Papa Francisco hace una crítica profunda al neoliberalismo. Desde la perspectiva
católica es una voz importante que, a mi juicio, ha sido silenciada cuando se refiere
a este tópico. Cuestiona la lógica de la competitividad como un “juego” que conduce
a la desigualdad creciente, a la opresión, a la explotación y a la exclusión. Critica
la falsa suposición de que el “derrame”(que también suele denominarse “chorreo”)
generado por el afán de crecimiento pueda lograr equidad.
Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el
poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la
población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera
al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos
dado inicio a la cultura del “descarte” que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente
del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda
afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está
en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son
“explotados” sino desechos, “sobrantes” (…). En este contexto, algunos todavía defienden
las teorías del “derrame”, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido
por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión
social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa
una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y
en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante.
Francisco denomina con acierto “ideología” a las ideas neoliberales que defienden la
autonomía absoluta de los mercados y la especula-
ción financiera y defiende el derecho de los Estados a velar por el bien común:
“Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría
se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este
desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de
los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de
control de los Estados, encargados de velar por el bien común.
Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral
e implacable, sus leyes y sus reglas. Finalmente, considero remarcable que
Francisco vincule directamente este sistema con la destrucción del medio
ambiente: “En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar
beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa
ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”[122].
Uno de los problemas ideológicos centrales que enfrenta el modelo capitalista neoliberal, es
el lograr legitimar la democracia parlamentaria en el marco de un proceso de concentración
creciente del poder económico y político. En la democracia liberal, cuyos fines como la
“libertad” y la “igualdad” se deprecian cada vez más debido a una pobreza en aumento y a
que las posibilidades de encontrar un empleo estable se desvanecen. La igualdad de
oportunidad económica se ha convertido en un mito y la libertad de los que no cuentan con
recursos resulta ser una simple burla[123] (…) La democracia representativa se ha convertido
progresivamente en un simple mecanismo de mercado: los votantes son los consumidores, y
los políticos los empresarios[124].
17.- Un asunto fundamental para los que negamos el neoliberalismo como alternativa
política útil y democrática es el de poseer una correcta visión frente al rol de un
Estado alternativo al estado neoliberal. No se trata de defender el estatismo. Se
trata de postular un modelo de Estado basado en la solidaridad y no en la
subsidiariedad, como señala el artículo 60 de la Constitución de 1993.
Debemos comprender el significado del mercado y su relación con un Estado de nuevo tipo;
aunque, ciertamente, no con el modelo de Estado que los neoliberales nos atribuyen. Frente
al efecto negativo de estas políticas debemos plantearnos varios problemas. En primer lugar,
la cuestión misma del aparato estatal. Nosotros no defendemos un modelo de Estado
corrupto. Defendemos una concepción política en la cual, efectivamente, la intervención
estatal debe basarse en la solidaridad social. Es decir, en la disminución de las
desigualdades y no solamente en la mera eficacia económica. Por otro lado, debemos
preguntamos cuáles son los objetivos éticos de ese Estado, cuál es el proyecto de
sociedad que él implica. Creo que, frente al desastre, enormemente. Sin embargo, los
efectos de las políticas neoliberales no concluyen ahí. Todavía más grave es que las
desigualdades han crecido entre los mismos pobres. Nos enfrentamos a un proceso nuevo: la
pauperización de la pobreza[125].
18.- A los pretendidos “contenidos pétreos” que señalé en el acápite 8 del presente
resumen (artículos 58,60, 62 y 63), es preciso añadir artículos de la Constitución
de 1993 que se desarrollan “en sinto-
nía” con los mencionados. Son artículos que aluden a cuestiones sociales. El
artículo 11 dice:
El Estado garantiza el libre acceso a prestaciones de salud y a pensiones, a través de
entidades públicas, privadas o mixtas. Supervisa asimismo su eficaz funcionamiento.
Todo ello explica las carencias graves que derivan en una organización desacertada y,
sobre todo, en la incapacidad de atender fluidamente a la ciudadanía, la que se ve
obligada a aceptar plazos muy largos para recibir servicios de toda índole
(sobrecarga de pacientes). Ello atenta contra los Derechos Humanos de la
población mayoritariamente pobre, y obliga a una parte de esa población pobre a
buscar atención en clínicas privadas. El camino indicado por el artículo 11
estimula la privatización de los servicios de salud y convierte en “letra muerta”
el inicio del artículo 7 de la misma Constitución: ”Todos tienen derecho a la
protección de su salud”.
Lo mismo ocurre con la formulación del artículo 13, que en su segundo párrafo señala:
“El Estado reconoce y garantiza la libertad de enseñanza”. No dice que garantiza
la enseñanza o la educación, por último. Así que el ciudadano es “libre” de buscar
instituciones educativas privadas o públicas, solo que a las públicas (sean estas
escuelas, colegios, universidades o centros de educación superior) no les otorga el
presupuesto requerido y, por parecidas razones a las señaladas en el caso de la
salud pública, la educación pública ha decaído ostensiblemente.
19.- El retiro del Estado en muchas de sus obligaciones anteriores y la baja capacidad
de solventar inversiones en rubros básicos como salud y educación también se
explican por la baja presión tributaria (cociente entre el PBI y la masa tributaria).
Las exoneraciones tributarias al gran capital, la evasión así como la elusión
tributaria, dan como resultado, este año 2018, una presión tributaria de 13.9%. En
América Latina, el promedio es 22.7%, en los 36
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Precisa, Lima, 1993, p. 85.
[10] Bidart Campos, Germán; Manual de la Constitución perforada; Tomo I, Ediar, Buenos
Aires, 2007, p. 489. Dice: “Se habla, así, de tres «generaciones» de derechos por
[17] Mandeville, Bernard de; citado por García-Trevijano, op. cit., p. 10.
[22] Turgot, Jacques; citado por Escartín González, Eduardo, op. cit., p. 151.
[24] Borón, Atilio; “La sociedad civil después del diluvio neoliberal”, en La Trama del
neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social, CLACSO, Buenos Aires, Eudeba,
2003, p. 60.
Say, Jean-Baptiste; Tratado de Economía Política o Exposición sencilla del modo con
[25]
que se forman, se distribuyen y se consumen las riquezas, Tomo primero, traducción por
Juan Sánchez Rivera, imprenta de Fernando Villalpando, Madrid, 1821, p. 252.
Montagut,
[28] Eduardo; “La división de poderes de Locke y
Montesquieu”; nuevatribuna.es, 7 de agosto de 2017.
[32] Engels, Federico; Anti-Dühring, Editorial Hemisferio, Buenos Aires, 1956, p. 107.
Entre los miembros de los altos cargos de la administración del Gobierno de EUA y
[33]
grupos de expertos del sector privado financiero cercanos a dicha administración, hay
que mencionar, por ejemplo, al secretario del Tesoro norteamericano de entonces,
Robert Rubin, proveniente de Wall Street, al igual que los anteriores secretarios, Roger
C. Altman y Nicholas Brady, bajo la Administración Bush. Todos estuvieron o están
trabajando en sociedades de inversión. Ernest Stern, antiguo presidente del Banco
Mundial, era en ese momento el director del banco de inversión J.P. Morgan, al igual que
el presidente actual de dicho banco James Wolfensohn, que trabajó antes en un banco
de inversión. No puedo asegurar que Pedro Pablo Kuczynski peruano-norteamericano y
luego presidente del Perú, haya participado en la elaboración de este documento, pero
lo menciono aquí, porque elaboró años después el segundo Consenso de Washington
con el autor principal del primero, John Williamson. Varios de los datos expresados aquí
los he tomado de Jagdish Bhagwati, hindú-EUA, economista.
[34] Batista Polo, Johanna; El condicionamiento al capital externo como instrumento para
la implementación de reformas neoliberales en América Latina: la aplicación del
Consenso de Washington en Argentina, Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario, Bogotá, 2009, p. 2.
Stiglitz, Joseph; “Knowledge for Development: economic science, economic policy and
[36]
economic advice”. The World Bank. Annual World Bank Conference on Develop-
Ocampo, José Antonio; Más allá del Consenso de Washington: una agenda de
[37]
desarrollo para América Latina, CEPAL, Naciones Unidas, México, 2005, p. 8.
[40] Williamson, John; “Visión general. Una visión para relanzar el crecimiento y las
reformas”, en Kuczynski, Pedro Pablo y John Williamson, Después del Consenso de
Washington. Relanzando el crecimiento y las reformas en América Latina, UPC, 2015,
Lima, p. 26.
[41] Williamson, John; Una visión para relanzar el crecimiento y las reformas, op. cit., p.
28.
[42] Martínez Rangel, Rubí y Soto Reyes Garmendia, Ernesto; op. cit, p. 55.
[44] Rubio, Marcial; Para conocer la Constitución peruana, Mesa Redonda Editores, Lima,
1983, p. 7.
[45] Héctor Cornejo Chávez, citado por Acosta Iparraguirre, Vicente; La Constitución
económica del Perú en el derecho comparado, UNMSM, Lima, 2003, p. 189.
[46] Valadés, Diego; El control del poder, UNAM, México D.F., 1998, p. 180.
[47] Betancourt, Carlos Emilio, Gramsci y el concepto del Bloque Histórico, Universidad
Nacional de Colombia, Bogotá, 1988, pp. 6 - 9.
[51] Martínez Rangel, Rubí y Soto Reyes Garmendia, Ernesto; op. cit., p. 49.
[52] Von Mises, Ludwig; La acción humana, Unión Editorial, Madrid, 1986, p. 1208.
[55]La eliminación del Artículo 2, inciso 20, sub-inciso L de la Carta de 1979, facilitó
posteriormente la instalación por el régimen de Fujimori y al amparo de la carta de 1993,
el juzgamiento por parte del Tribunal de Justicia Militar (TJM) de civiles. Tal error fue
observado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) lo que condujo a
que se vuelva a juzgar a los sentenciados por el TJM en tribunales
civiles.
Se destina a salud en el presente año, 2018, un 10% del presupuesto. Esto equivale
[56]
a un 2.1% del PBI total. En Argentina es del 5.4 % y en Brasil 5.0%.
[57]Este artículo de la Carta de 1979 (Art. 15) fue sustituido por el artículo 11 de la Carta
de 1993, que, al plantear que el Estado garantiza el libre acceso a prestaciones de salud
y a pensiones a través de entidades públicas, privadas o mixtas, genera las condiciones
a la creciente privatización de los servicios de salud. Ya no se proclama el derecho a la
protección de salud integral sino el “libre acceso” a prestaciones, sean privadas o
públicas. La experiencia demuestra que se han reducido, relativamente, los
presupuestos para salud pública y han proliferado los negocios privados en salud. Se ha
sustituido un derecho fundamental por el criterio del lucro.
[62] “No hay, no existe y al parecer no existirá por ahora un «ambiente constituyente» ni
«pre-constituyente» que permita la vuelta a la Constitución de 1979 o la convocatoria a
una constituyente. Siendo la política el arte de lo posible, y la Constitución el fruto de una
decisión política, es obvio que las cosas seguirán así. Lo más sensato es, pues,
dejarlas como están”. García Belaunde, Domingo; “La Constitución peruana de 1993:
sobreviviendo a todo pronóstico”, Tribunal Constitucional, Revista peruana de Derecho
Constitucional, Lima, 2013, p. 32.
[64]En consecuencia con el punto 2 del “Programa Máximo” del APRA, Por la unidad
política de América Latina, la Asamblea Constituyente de 1978-1979 incluyó este texto.
Hoy ya no es postulado que defiendan desde las posiciones neoliberales adoptadas por
Alan García y sus seguidores.
[69]Se constata fácilmente que las empresas autogestionarias han desaparecido y que
las comunales han disminuido, además que muchas se han desvirtuado. Las empresas
estatales que quedan, como Petroperú, son agredidas. Petroperú no puede retomar su
integración vertical: explotación, refinación y comercialización, lo que alentaría la
competencia y beneficiaría al consumidor. Esta desventaja solo se puede explicar por
razones ideológicas: el neoliberalismo ortodoxo se aplica en el Perú.
La consideración de bienes o servicios estratégicos, que por tal condición deben ser
[70]
reservados al Estado, ha desaparecido.
Los Pasivos Ambientales Mineros (PAM), según el MINEM, son más de 8,600 en 21
[71]
departamentos del Perú, de los cuales más de la mitad son de alto riesgo.
Esta afirmación no se puede dar en la Carta de 1993 por las mismas razones
[74]
señaladas en el punto anterior.
Rubio Correa, Marcial; “El modelo del Proyecto Constitucional del Congreso
[75]
Constituyente y Democrático”, en Revista del Foro, Colegio de Abogados de Lima,
LXXXI, 1, enero-junio 1993, p. 11, citado por Fernández Segado, Francisco; “El nuevo
ordenamiento constitucional del Perú: aproximación a la Constitución de 1993”, Revista
de estudios políticos 84, Nueva Época, 1994, Madrid, pp. 37-38.
[76] Sánchez Albavera, Fernando; op. cit., p. 4.
[77]Conscientes del error, los congresistas han aprobado en los primeros días de octubre
del 2018 la bicameralidad, que debe ser sometida a referéndum el 9 de diciembre. 130
Diputados y 50 Senadores. Un error que, de ser enmendado, lo sería el año 2021, 28
años después de haber sido generado. Ad portas de la realización del referéndum la
pregunta sobre la bicameralidad ha perdido aceptación por haber sido aprobada con la
adición de restarle capacidad al Poder Ejecutivo para disolver el Parlamento.
Rossi, Cecilia Brenda; “¿El descentramiento teórico del mundo del trabajo como
[85]
forma de resistencia al neoliberalismo?”, en Theomai, 23, Red de Estudios sobre
Sociedad, Naturaleza y Desarrollo, Proyecto “Modos de acumulación y conflictos
sociales”. Buenos Aires.
[86]Ortiz Gómez, María Guadalupe; “El perfil del ciudadano neoliberal: la ciudadanía de
la autogestión neoliberal”, en Sociológica, año 29, 83, México, 2014, pp. 165-200
[93] Sader, Emir; “La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social”,
Capítulo VI. En Emir Sader y Pablo Gentili (compiladores), La trama del neoliberalismo.
Mercado, crisis y exclusión social. CLACSO, Editorial Universitaria de Buenos Aires op.
cit., p. 160.
De Rivero, Oswaldo; “Como el crash del 2008 transformó al mundo”, Diario Uno,
[95]
Lima, 15 de mayo de 2014.
Sandoval, Irma, op. cit., p. 2 (Nota: Ahí donde dice “liberación” lo entendemos mejor
[99]
como ”liberalización del capital”).
Hall, Peter; The Political Power of Economic ideas: Keynesianism across Nations,
[100]
Princeton University Press, Princeton, 1989, p. 19.
De Rivero, Oswaldo, “El cambio climático en carne propia”, 2018, Diario Uno, Lima,
[109]
31 de octubre.
[110] Brown, Wendy; El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo, op.
cit., p.7.
Kliksberg,
[119] Bernardo; “América Latina: la región más desigual”,
en Democracia/Estado/Ciudadanía: Hacia un Estado de y para la Democracia en
América Latina, 2007, Lima, PNUD, p. 60.
[125] Salama, Pierre; “La trama del neoliberalismo: mercado, crisis y exclusión social”,
Capítulo IV. En Emir Sader y Pablo Gentili (compiladores), La trama del neoliberalismo.
Mercado, crisis y exclusión social. Buenos Aires: CLACSO, Editorial Universitaria de
Buenos Aires, pp. 96-97.
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