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HISTORIA
Se tendrán por furtivo* toda tot tjemyíurus que tw
ileven esta rúbrica, . . .{ - .
HISTORIA
tccó
TOMO DECIMO.
HISTORIA
BB ¡LÜS CHOZABAS*
L IBRO DECIMONONO.
(i) Estos son los nombres <lc las señoras genovesas : A. de Carmen-
dino, I. de Gisulfes , M. de Grimaldi , C. de Franeta, A. de Auria,
B. de Spinula, S. y P. de Cibo y P. de Caris. Estas señoras dierom
sus bienes para el armamento de una escuadra. Algunas de ellas se de
dicaron al servicio militar. Su ejemplo atrajo á otras que sacrificaron
sus joyas para la defensa de la fé contra los sarracenos.
Los comandantes de la escuadra fueron Benito de Zacheria, Lan-
franc, Tártaro, Santiago Lomellin y Juan Blanco. (Véanse el libro 7.*
délas Epistolas de Bonifacio VIII, ep. 59, 60 y 61, y los Analts tele-
tiátticos , año de i3oi, núms. 33 y siguientes).
Tomo X. *
10
enviar socorros á los cristianos desterrados de la
Tierra Santa, y mirad ahi esas mugeresquC vienen
sin ser llamadas! ¡De dÓDde puede nacer esta re
solucion magnánima , sino es de Dios , origen de
toda fuerza y de toda virtud!"
El Papa concluía su carta (i) mandando al
Arzobispo que reuniese el pueblo y el clero, y pro
clamase el sacrificio de las nobles señpras genove-
sas , á fin de que su ejemplo pudiese echar en el
corazon de los fieles las semillas de las buenas
obras.
Por lo demas, tan heroicos proyectos no tu
vieron ningun resultado ; y no eran semejantes
auxiliares los que esperaban los tártaros en las mu
rallas de Jerusalen. Esta Cruzada no se predicó
sin duda sino para excitarla emulacion de los ca
balleros , y el Papa solo puso en ella su atención
para dar á los príncipes cristianos una lección de
la cual no se aprovecharon. Se han conservado du
rante mucho tiempo en los archivos de la repúbli
ca de Genova 'las cartas escritas en aquella ocasion
por el Papa Bonifacio VIII, y en el último siglo,
se mostraban todavia en el arsenal de aquella ciu
dad los cascos y las corazas con que las señoras
genovesas habian de armarse en su expedicion á
ultramar (2).
Los tártaros, á pesar de sus victorias, no h a—
(1) Véause las cartas Sy, 63, 188 y 189 de este Pontifice.
(») En un Nuevo viagede Italia, traducido del inglés, Missoo, 3 tc^
moi en i*.*, La Haya, 1702 , se lee en la pág. 41 dd tomo 3,»¡ tTam-
11
bian podido triunfar de la constancia y del valor
disciplinado de los mamelucos , que habian salido
como ellos de los desiertos de la liscitia. Sucedió
entonces á los mogoles lo que sucedió casi siempre
á los francos en el fervor de las Cruzadas ; que
conseguían al principio grandes ventajas: pero al
gunos acontecimientos inesperados, las discordia»
civiles, y las amenazas de un vecino poderoso , los
llamaban á su pais y los bacian abandonar sus
conquistas. Cazan se vio obligado á dejar la Siria
para regresar á'la Persia; intentó otra segunda ex
pedicion que abandonó tambien ; y cuando en la
tercera invasion, se babia adelantado su ejército
basta Damasco, cayó enfermo y murió , llevando
consigo al sepulcro las últimas esperanzas de los
cristanos (i). .:<:.)
Los guerreros de Armenia y de Chipre salieron
(1) El historiador que refiere este hecho , pretende que los caballeros
do sao Juan , porque nu conocian el valor de las joyas de las señoras, la»
vendieron a bajo precio. (Quinta vita Clementis. V. Bal. )
(a) Muchos años antes de la celebracion del Concilio de Viena , el
Papa Clemente V habia intentado restablecer los negocios de los cristia-
nos en Siria,
En i3o6 prometio socorros i los reyes de Chipre y de Armenia. Puso
bajo la proteccion de l* Santa Sede á Antonio de Durham , nombrado Pa
triarca de Jerusalcn , sus bienes y los de sus compañeros de peregrina
cion.
En 1507 Clemente convoco la asamblea de Potiera para deliberar so
bre los negocios de Siria. Prometio socorros al rey de Ñapoles , que se
habia obligado á ir a la Tierra Santa, y ordeno la exacoion de los diez
mos decretados por el Concilio do Leon. Segun los archivos del Vaticano
el Papa favorecio el proyecto de Carlos de Anjou , que se babia unido con
los venecianos para arrancar el imperio de Constantinopla & los cismáti
cos griegos. Convido á Federioo , rey de Sicilia , á reunirse á aquel prin-
pipe o á ordenar á los Obispos de sus estadas la exaccion del diezmo, par»
la Cruzada. Al mis ojo tiempo excomulga al emperador Andronico Pa
leologo , y prohibio i todos los principes catolicos hacer alianza con él.
En t3o3 Clemente convoco mu. Concilio Ecuménico para determinar
i5
reros cristianos hacia las conquistas del Oriente, si
la persecucion contra los Templarios no hubiera
ocupado entonces toda la atencion del Pontifice,
ác los prelados y del rey de Francia.
Despues de haber recibido en la isla de Chipre á
los caballeros del Templo, se retiraron á Sicilia,
en donde el rey los habia empleado en una expedi
cion contra la Grecia. Esta belicosa milicia, reuni
da á los catalanes y á. algunos guerreros de Italia,
se apoderó de Tesalónica (i) , se hizo dueña de
ao
rarle como cosa mas sagrada que los juramentos qu
los caballeros hacían d las damas.
Felipe el Hermoso murió sin haber tratado de
cumplir su voto; y Felipe el Largo, que le sucedió,
tuvo por un momento el proyecto de ir al Oriente.
Eduardo, que habia liecho ya dos veces el juramen
to de pelear contra los musulmanes , renovaba en
tonces su promesa; pero el soberano Pontífice, ya
fuese porque dudase de su sinceridad, ó ya porque
necesitase el concurso de estos dos monarcas para
restablecer la tranquilidad de Europa , y resistir al
emperador de Alemania, contra el cual se habia ar
mado con los anatemas de la iglesia , ó ya en fin,
porque juzgase el momento poco favorable, no apro
bó el proyecto de su expedicion á Siria. «Antes de
pensar en el viage de ultramar, escribia al rey de
Inglaterra , quisiéramos que hubieseis afirmado la
paz, primero en vuestra conciencia y despues en
.vuestro reino." El padre de los fieles representaba al
rey de Francia que la paz (2) , tan necesaria para
emprender una Cruzada, estaba casi desterrada de
la cristiandad. La Inglaterra y la Escocia se hacian
la guerra; los estados de Alemania se hallaban di»
yididos; entre el rey de Sicilia y el de Nápoles no
habia mas que una tregua de corta duracion ; una
desconfianza reciproca impedia á los reyes de Chi-
(j) Las cartas del Papa Juan XXII dirigidas al. rey de Inglaterra,
tienen la fecha del 8 de las calendas de junio de i3i9. Las que dirigio al
rey de Francia son del 3 de las calendas de diciembre del mismo año.
(Véase el tomo ».• de la coleccion de sus cartas).
pre y de Armenia el reunir sus fuerzas contra el ene
migo comun ; los reyes de España defendian sus
estados contra los moros : lasvrepúblicas de Lom-
bardia se levantaba u unas contra otras ; todas las
ciudades de Italia eran el blanco de las facciones,
las provincias presa de los tiranos, el mar se hallaba
impracticable, y el camino de tierra sembrado de pe
ligros." Despues de haber hecho esta pintura del es
tado deplorable de la cristiandad, el Papa empeña
ba á Felipe á que examinase seriamente cómo se
habia de proveer á los gastos de la Chozada sin ar
ruinar los pueblos, y im intentar, añadia, lo im
posible , como se habia hecho en otro tiempo (i).
Los avisos paternales del soberano Pontífice, y
algunos desórdenes acaecidos en lo interior del rei
no , determinaron á Felipe á diferir la ejecucion
de su proyecto. Una multitud de pastores, aventu
reros y vagabundos , enarbolando como en el tiem
po del cautiverio de san Luis, la Cruz de los pere
grinos, se reunieron en muchos parages , persi
guieron á los judios, y se entregaron á los mas
culpables excesos (a). Se vieron obligados á em-
(1) Esta ocla o cancion, esnna de las piezas de Feitrarca mas notables
por el encanto del estilo: no liemos podido dar aqui mas cjue el sentido.
▼ la idea general. Tenemos tambien de este poeta un soneto en que habla
de ta Cruzada. Petrarca veia con sentimiento que fuesen los sarraceno*
«tuerto* de la Tierra Santa, y que los Papas residiesen en Aviüon. En casi
todas las cartas que escribia entonces, no cesaba de manifestar sus que
jas «n este particular , y por el regreso del Papa a Roma. (V. las Memorial
del Abad Sade para servir á la vida del Petrarca). ; , •
*7
-prendidos , que los otros , de la gloria de los siglos
iprecedentes, y muchos consagraban sus vigilias á ha
cer renacer un entusiasmo, cuyos prodigios admi
raban. Entre los últimos apóstoles de las Cruzadas,
no se puede olvidar al famoso Raimundo Lulio,
una de las lumbreras de la escuela en la edad me
dia (i). ; .
Lulio no turo en toda su rida sino un pensa
miento , que era el de pelear y convertir á los in
fieles. Por la proposicion de este celoso misionero
decidió el Concilio de Viena que se escablecicseu
en las universidades de Roma , de Bolonia , de Pa
rís y de Salamanca, cátedras para la enseñanza de
las lenguas del Oriente. Presentó al Papa muchas
-memorias sobre los medios de aniquilar el culto de
Mahomety la dominacion de sus discipulos. Lulio,
-siempre' ocupado de su proyecto , hizo una pere
grinacion á la Palestina, recorrió la Siria , la Ar
menia y el Egipto , y volvió á Europa á referir las
desgracias y el cautiverio de los cristianos de ul
tramar. A su regreso , visitó todas las cortos del Oc
cidente, procurando comunicar á los soberanos los
sentimientos de que estaba animado. Despues de
vanos esfuerzos, le arrastró su celo á las costas de
Africa , en donde se esforzó en convertir con su
elocuencia , á aquellos mismos sarracenos, contra
(i) Una Memoria acerca de la parte que tomaron los espaáoles en la*
Cruzadas, que hemos citado , refiere los trabajos, avenluias y viage» de
Raimundo Lulio, (V. tambien los Anales cdesiáiútos , año de i3j?, «áW.
4:
'28 .
los cuales habia invocado las armas de los guerre
ros cristianos. Volvió á pasar á Europa , recorrió
la Italia, la Francia y la España , predicando por
todas partes la necesidad de una- Cruzada. Se em
barcó de nuevo. para ir á Jerusalen , y trajo de su
peregrinacion útiles nociones sobre el modo de ata
car los paises de los infieles. Todos sus trabajos,
sus investigaciones y sus- ruegos, no pudieron mo
ver la indiferencia de los reyes y de los pueblo».
¡Lulio, desesperando en fin de ver realizarse sus
proyecto», y lamentándose- de la ceguedad de sus
contemporáneos , se retiró á la isla de Mallorca,
su patria. Desde lo interior de su retiro , escribia
todavía memorias sobre una- expedicion al Orien
te » pero-én breve la soledad fatigó. su espíritu ar
diente é inquieto, y dejó á Mallorca, no ya para
hablar á los príncipes de la Europa, que no le escu<-
chaban , sino á los musulmanes , que esperaba
atraer al Evangelio. Pasó por segunda vez al Afri
ca, y sufrió en fin, en premio de sus predicacio
nes, el suplicio y la muerte de los mártires.
, Mientras que Lulio procuraba encaminarlos
pensamientos de los fieles á la libertad de los san^-
tos lugares, un noble veneciano consagraba tam*
bien su vida y sus talentos á reanimar el espíritu
de las Cruzadas. Sanuti refiere de este modo la pri
mera audiencia que obtuvo del soberano Pontífice:
Yo no soy embajador, le dijo , de ningun rey , ni
principe, ni república ; de motu propio vengo á los
pie3 de Vuestra Santidad , á proponerle un medio
fácil de abatir los enemigos de la fé , de extirpar U
a9
secta de Mahomet y de recobrar la Tierra Santa.
Mis viáges á Chipre, á Armenia, á Egipto, y una
larga permanencia en Romania, me han dado co
nocimiento y luces que pueden ser muy útiles á la
cristiandad (r).» Al acabar estas palabras, Sanuti
presentó al Papa dos libros , el uno forrado de en
carnado y el otro de amarillo , con cuatro mapas
geográficos; el primero , del mar Mediterráneo ; vi
segundo, de la tierra y del mar ; el tercero ,. de la
Tierra Santa; y el cuarto, del Egipto, tos dos li
bros del patricio de Venecia, contenian la historia
de los establecimientos cristianos en Oriente , y sa
bios consejos sobre la empresa de una Cruzada»
Su celo , ilustrado por la experiencia, no le dejaba
olvidar la. menor circunstancia acerca del camino
que se debia seguir, del punto que era preciso ata
car, del número de las tropas, del armamento y de .
la provision de los navios. Aconsejaba que se des
embarcase en Egipto, y se principiase debilitando'
«1 poder de los sultanes del Cairo. El medio mas
seguro de conseguirlo, era sacar directamente de .
Bagdad las mercaderías de la India , que el comer
cio europeo traia de las ciudadés de Alejandría y
dé Dámieta. Sanuti aconsejaba al mismo tiempo al
soberano Pontífice, qae se redoblase la severidad
dé las censuras eclesiásticas contra los que llevasen ;
al Egipto armas , metales, madera de construccion .
J
36
enemigos de Jesucristo. Cuando Benedicto XII str-
eedió á Juan XXII, halló mudadas todas las dis
posiciones; los odios, las desconfianzas, y las en
vidias liabian ocupado el lugar de un entusiasmo'
pasagero y poco sincero; en vanolos cristianos que
habian llegado de Oriente referían las persecucio
nes que habian padecido, y los preparativos de los
infieles contra las naciones del Occidente; y en
vano continuaba el Papa sus exhortaciones y rue
gos (i); porque cnanto mas razon habia para em
prender una Cruzada, tanto mas indiferentes se
mostraban los ánimos, y tanto mas parecia que se
alejaban del pensamiento de pelear contra los in
fieles. Entonces fue cuando el hermano Andres de
Antíoquía fue á Aviñon con el designio de rogar al'
Pápa y á los príncipes de la cristiandad. Felipe de
Valois habia pasado á la corte del soberano Ponti*
fice para anunciar que diferia su viage al Oriente;
y cuando montaba á caballo para volver á Paris, se
le presentó delante el hermano Andres y le dijo (a):
(4) La historia de tosCortusi, ademas del Legado del Papa , cita tam
bien i Marim Zacharie , almirante genovés, á muchos caballeros de Ro
das, y á otros veinte , cuyascabezas fueron presentadas al general turco.
Este, envanecido con la victoria, quiso intentar otro nuevo asalto; pero
fue rechazado. {Hut.'Cort. lib.8.», cap. 16 ; y Juan Villani, lib. 12, cap.
38).
4o
gado de deudas (i). La historia nos representa á
Humberto II , como un príncipe débil, inconstan
te y sin resolucion. Se arruinó al principio por sus.
disipaciones, despues por los gastos de la Cruza
da; y cansado del mundo y de los negocios, aban
donó en fin á la corona de Francia su principado,
que habia empeñado á Felipe de Valois, y se reti
ró á un monasterio de los padres dominicos. En el
retiro del claustro desplegó bastantes virtudes para
que el Pontífice le nombrase Patriarca de Alejan
dría, y las prendas pastorales que manifestó en es
ta dignidad, movieron al rey de Francia á que le
nombrase Arzobispo de Reims (2).
Tales fueron los acontecimientos y consecuen
cias de esta Cruzada, originada en Europa por la
llegada de los embajadores de Chipre y de Arme-
(1) Para sostener los gastos de la guerra habia impuesto el Papa un tri
buto extraordinario sobre los bienes del clero de Francia, de España y de
Inglaterra; pero la guerra cruel que hacían entonces los ingleses en Fran-
cia,.y la pérdida de la batalla de Crecy, no permitieron que se recaudase
aquel dinero , y el Papa aprobo con alegria el proyecto de una tregua que
pidieron los turcos , y le propuso el delüa de Vieua. ( Historia del Detfí
nado, pag. a8|).
(2) Humberto habia llerado consigo á la expedicion á la princesa Ma
ria de Baux , su esposa, que murio en la isla de Rodas mientras su marido
estaba en el mar. Humberto, despues de enviudar, dirigio sus miras á Jua
na, bija primogénita de Pedro de Borbon , pero estuvo dudoso , y al fia
abrazo el estado .eclesiástico: recibio en un mismo dia las ordenes desub-
diácono, diácono y presbitero. En la misa que se decia á media noche, le
hicieron subdiácono; en la del alba, diácono, y en la mayor, presbitero; y
celebro en seguida él misma la misa. Ocho dias despues el Papa le consa
gro Obispo. (Véase Hittor. del Delfinado, tom. 2, pag. 507, los ¿nales de
Enrique de Rehdorf, Mateo Villani, lib. 1, cap. 26; y la Cronica de Al
berto de Estrasburgo, año de i35o).
4i
nia. Ya se habian pasado algunos años cuando un
nieto de Hugo de Lusiñaa vino él mismo á supli
car al soberano Pontífice ; pero ocupado entonces,
el Papa en restablecer en el estado romano su au
toridad vacilante por la revolucion de Rienz.i , tuvo
la idea singular de nombrar tribuno de Roma al
joven príucipe que habia llegado del Oriente-
No hemos podido averiguar si fue aceptada esta
proposicion , ni si el Pontífice trató de socorrer á
los fieles de ultramar. La cristiandad estaba enton
ces dividida, y en breve se juntó al furor de las
armas, la peste que llamaban negra , y habia na
cido en la gran llanura de la Tartaria, habia recor
rido todas las provincias del Oriente y del Occiden
te, -y causó en pocos años la muerte de trece millo
nes de hombres (t). Los historiadores han obser*
(i) Precedio i esta calamidad (tegua dice la Hitt. de lot Cortusi, lib.
4>* cap. ib), un gran terremoto, que se sintio á la una del dia, el sf de
♦ñero de 1 348. La peste traida del Oriente á Venecia , se derramo por la
Lorobardia, la Marca, la Toscana, la Alemania , la Francia, y casi por
todas partes. Se manifestaba por tumoresen las ingles, debajo de los bra-
ros, y en otras partes del cuerpo, y por una calentura -contagiosa. A los
que acometia, morian al primero o ; segundo dia. A algunos sorprendia
durmiendo, y no despertaban jamas. Era muy raro que los enfermos lle
gasen al tercer dia. Los médicos declaraban ^abiertamente que no cono
cian ningun remedio. Esta plaga duro seis meses en todos los parages en
que se manifesto ; y el autor que citamos observa como cosa admirable,
que ningun rey ni principe murio de ella.
El Papa, que residia en Aviñon, se preservo de la peste prohibiendo
qne nadie tratase con él , y encendiendo grandes hogueras en sn palacio
para purificar el aire.
Acerca de los estragos de aquella peste, se puede leer tambien a Ma
teo Villani, y la séptima carta del lib, 8.» de la coleccion de lasCartasdel
futiar.ca.
Tomo X. 6
4í
fado qué esta calamidad había seguido en s¡ü cur
so fúnebre el camino que seguian los mercaderes
que traian á Europa las producciones de la ludiai
y los peregrinos que volvían de la Palestina. • •' •
Luego que cesaron los estragos de la peste, re
cobró la guérra todos sus furores. El estado deplo
rable en que la discordia sumergía entonces á la
Europa , y especialmente á la Franciar debia hacer
sentir los tiempos' en que la predicacion de una
Cruzada imponia silencio á todas las pasiones, y
suspendia todas las hostilidades. El Papa habia in
tentado muchas veces restablecer la paz: dirigió al
pWnCipío súplicas al monarca ingles j le amenazó
después Con las excomuniones de la iglesia, pero
ta voz del padre de los fieles se perdió entre el rui
do de las armas.
. Felipe de Valois habia muerto en medio de la -
lucha terrible que sostenia con la Inglaterra. La
pérdida de la batalla de Potiers, y el cautiverio del
tey Juan , fueron la señal de los mayores desurde*
□es que turbaron el reino en la edad media. Las
maquinaciones del rey de Navarra , las intrigas de
los grandes , el extravío del pueblo, el furor de las
facciones, y las escenas sangrientas, derramaron
el espanto y la desolacion en la capital y en las
provincias. Luego que la Francia acabó de agotar
sus tesoros para rescatar lalibertad del rey Juan, la
presencia de su monarca no pudo restituirla la tran
quilidad que necesitaba para reparar sus desgra
cias. Los soldados de las dos naciones, que habian
despedido sin sueldo , y que se hallaban sin asilo,
se habian reunido en cuadrillas armadas, y con el
nombre de compañías blancas, retornan el reino,
despreciando las órdenes del rey y las excomunio
nes del Papa, y llevando por todas partes la licen
cia, el asesinato y la devastacion. Todo lo que se
habia libertado del hierro de los ingleses y de la
codicia de los que cobrabanlos impuestos, era pre
sa de aquellos salteadores, cuyo número se aumen
taba á proporcion de su impunidad y de sus exce
sos. Los campos permanecian incultos ; todos los
ramos del comercio se hallaban interrumpidos; y
el terror y la miseria reinaban en las ciudades. Asi
la suspension de las hostilidades no habia traido
ningún alivio á las desgracias de los pueblos, y los
desórdenes que estallaban en la paz, eran mas in
soportables que los que se habian padecido en la
guerra.
En estas circunstancias desventuradas fue cuan
do Pedro de Lusiíían , rey de Chipre , vino á im
plorar las armas de los príncipes cristianos cooitra
los infieles, é bizo adoptar á Urbano V el proyeclo
de «na nueva Cruzada. Quizaesperaba que aquel es
tado de confusion en que se hallaba la Francia, le
efrecefcia un medio de levantar tropas, y que todos
aquellos soldados que desolaban el reino tomarían
la Cruz para seguirle al Oriente.
El rey de Chipre proponia atacar el poder de los
sultanes del Cairo , cuyo dominio se extendia hasta
Jerusalen. La cristiandad tenia entonces , entre Jas
naciones musulmanas, enemigos mas temibles que
los mamelucos de Egipto. Los tu reos, dueüos del
44
Asia menor , acababan de pasar el Helesponto , de
dilatar sus conquistas hasta el monte Hemo, y de
llevar el trono de su imperio á Andrinópolis. liste
era sin duda el enemigo que se debia atacar; pero
los turcos no inspiraban todavía serios temores sino
en los paises que habian invadido ó amenazado (i).
En la corte de Aviñon, donde se hallaban con el
rey de Chipre el de Francia y de Dinamarca , no
se trató ni. de la invasion de Ta Romania , ni de los
peligros de Constantínopla , sino de la pérdida de
las colonias cristianas en Siria , y del cautiverio en
que gemia la ciudad de Jesucristo*
Pedro de Lusíñan hablaba con' entusiasmo de
la guerra contra los infieles y de la libertad de los
santos lugares ; el rey Juan no le escuchó sin emo-
eion , y llegó á olvidar sus propias desventuras para
tratar de la de los cristianos de ultramar. Valdema-
ro III, rey de Dinamarca, estaba igualmente con
movido con los discursos y la relacion del rey de
Chipre. El Papa predicó la Cruzada delante de los
tres monarcas ; se hallaban entonces en la semana
santa; la memoria de los padecimientos de Jesucris
to parecia que daba mayor autoridad á las palabras
del Pontífice ; y cuando lamentó las desgracias de
Jerusalen, los principes que le escuchaban no pu-
(1) Las cartas que el Papa Urbano dirigio al rey Juan para inclinar,
le á que se oruia9e, tienen la fecha de Aviñon, el 11 de las calendas de
abril de i363. (Véanselos Anal, celes., con esta fecha, núm. íS.)
(a) Véanse las Gestas de Urbano V, porBosq. Taillerand de Peiigord . I.
tenia «1 titule de Cardenal de Albano.
46
le dió el soberano Pontifice un fragmento de la ver
dadera Cruz, y otras muchas reliquias , cuya vista
debia recordarle sin cesar la santa causa que habia
jurado defender fi). Valdemaro 111 habia ido á la
Corte de Aviñon á poner su reino bajo la proteccion
de la Santa Sede, é hizo todos los juramentos que
le pidieron ; pero las bulas que obtuvo de Urbano,
en premio de su piedad, no pudieron restablecer
la paz en sus estados , y las turbulencias que 6e le
vantaron á su regreso, le hicieron olvidar sus pro
mesas.
El rey de Chipre, con las recomendaciones mas
eficaces del Papa, visitó todas las cortes de Europa;
admiraron en todas partes el celo y la elocuencia
caballeresca del héroe y apóstol dela Cruzada; pero
no recibió sino promesas vagas para su empresa, y
vanas felicitaciones por un sacrificio que no encon
traba imitadores.
De todos los príncipes cristianos el rey de Fran
cia era el único que parecia que se dedicaba á la
Cruzada. Urbano V mostraba, sin embargo, poca
confianza en la firmeza de su resolucion, porque
amenazó con la excomunion á todos los que procu
rasen disuadir al monarca de la santa empresa. To
das estas precauciones del Pontífice, el ejemplo del
rey, y las indulgencias de la Cruzada, no pudieron
(i) TjI Papa dio al rey rie .Dinamarca cahellos y restidos de la Virgen,
madera de la Cruz, reliquias de san Juan flautista , de san Jorge y de san
.Vicente, ete. y ademas una rosa de oro. (Veanse las Gestas de Urianoy
ta Historia de Dinatnarca , de Crantz., lib. 7, cap. 39.J
47
atraer la nacion á tomar las armas , ni determinar
álas compañías blancas á dejar ti aposento: así lla-
Biaban las compañías al reino que asolaban con sus
latrocinios. Se acercaba el término fijado para la
expedicion, y nada habia dispuesto, porque no te
nían ni escuadra ni ejército. Entonces fue cuando
el rey Juan murió en Londres , á donde habia vuel
to para ofrecerse en rehenes en lugar del duque de
Anjou que habia huido de su prision, y quizá tam
bien para libertarse de los cuidados de una empre
sa que no tenia ningun medio de ejecutar ni diri
gir con buen éxito.
El Papa temblaba en Aviñon , y solo se dedicaba,
á alejar aquellas cuadrillas formidables, cuyos gefes
se apellidaban los amigos de Dios, y los enemigos de
todo el mundo. La historia refiere que empleó para
hacerles la guerra el poco dinero que habia recogi
do para la Cruzada, lo cual excitó violentas mur
muraciones. El emperador de Alemania, Cárlos IV,
de acuerdo con el rey de Hungría , propuso entonces
tomar á su sueldo las compañías y enriarlas contra
los turcos (i). Si este proyecto se hubiera ejecuta
do, nosotros hubiéramos podido añadir el nombre
(1) No hay cosa. que mas nos sorprenda que las condiciones ventajo,
tu que lograron el rey de Chipre y los cristianos en el tratado hecho con
«l sultan de Egipto. ¿Tenia este algunos disturbios interiores f ¡ temió
los progresos de los turcos, o la audacia aventuiada de los Cruzados? Lq»
monumentos historicos que quedan , no nos permiten ilustrar este hecho.
Aquella época de la historia es en general muy obscura , y nos pone m»
cha* reces en la necesidad de no decir mas <[ le probabilidades, j no-
•xpr«sar mas que conjetuias,
Si
llereseas y expediciones arriesgada sr á las cuales se
mezclaban siempre algunos recúerdos de las guer
ras santas. Habiendo los geuoTeses formado el pro
yecto de hacer una expedicion á las costas de Ber
bería, cuyos habitantes turbaban la navegacion del
Mediterráneo , y llevaban la devastacion hasta la
ribera de Genova , pidieron un gefe y tropas al
rey de Francia Carlos VI. Solo á la noticia de esta
empresa lejana , acudió de todas las provincias del
reino, y tambien de la Inglaterra , una multitud
de guerreros ansiosos por señalar so valor. El del
fin de Auvernia, el señor de Cuci, Gui dela Trimou-
Jle, y el señor Juan de Yiena, solicitaron el honor
de ir á pelear contra los sarracenos del Africa, y
mil cuatrocientos caballeros y señores , bajo las ór
denes del duque- de Borbon , tio del rey, pasaron
a Genova, y se embarcaron en la escuadra de la
república. La expedicion pasó por delante de la»
islas de Elba ,> Córcega y Cerdeña , y despues de
haber sufrido una borrasca en el golfo de Leon,
llegó á vista de la eiudad de Africa (i).
Esta ciudad de Africa , de la cual nos da una
descripción el historiador Froissard, y que por su
situacion y su puerto se parecia á la ciudad de Ca
lés en Francia , pasaba entonces por la llave de las
provincias y estados de Berbería , y no estaba lejos
(1) Se pueden leer en los Anales Eclesiásticos, año de 1^69, n.* 11, las
cartas que publico para manifestar su profesion de fé. Están sacadas de los
archiros de Santangelo, m lib. priv. Rom. eccless., tom. a.0, pog. 170.
6g
mision , el Papa ofreció acudir al socorro de los
griegos \ pero cuando se dirigió á los soberanos de
la Europa, no pudo conseguir mas que vanas pro
mesas. En el momento en que Paléologo estaba dis
puesto á embarcarse en Venecia para regresar á
Oriente, le detuvieron sus acreedores, y permane
ció de este modo muchos meses, sin que los prín
cipes á quienes habia venido á rogar, y le habian
ofrecido libertar su imperio, hiciesen el menor es
fuerzo para libertarle á él mismo. Paléologo , des
pues que volvió á Constantinopla á vivir con su fa
milia dividida, y con los griegos que le menospre
ciaban , esperó en vano el efecto de las promesas
del Papa. En su desesperacion , tomó en fin el par
tido de implorar la clemencia del sultan Amurates,
y de comprar, por medio de un tributo, el permi
so de reinar sobre las ruinas de su imperio (ij. Se
quejó de esta dura necesidad al Pontífice de Roma
que mandó predicar una nueva Cruzada ; pero los
monarcas cristianos vieron con indiferencia á un
monarca, que acababa de entrar en el seno de la
iglesia , condenado á declararse vasallo de los in
fieles. El emperador de Bizancio y el soberano
Pontífice, prometiendo, el uno armar el Occiden
te por la causa de los griegos , y el otro someter
los griegos á la iglesia Romana; habian contraido
obligaciones que cada dia eran mas dificiles de
'
36
Constantínopla, despues de haberse librado del yu»
go de los otomanos , tuvo la dicha de libertarse tam
bien de la presencia de los tártaros , y la Europa
vió disiparse lejos de su territorio aquella violenta
tempestad.
El vencedor descargó su cólera sobre la ciudad
de Esraima, defendida por los caballeros de Rodas.
Aquella ciudad fue tomada por asalto , entregada
al pillage y reducida á cenizas; el emperador mo
gol volvió en triunfo á Samarcande , llevando en
su comitiva al sultau Bayaceto, y meditando suce
sivamente la conquista del Africa, la invasion del
Occidente, y una guerra contra la China.
Despues de la batalla de Ancha , muchos prín
cipes de la familia de Bayaceto , se disputaron las
provincias asoladas del imperio otomano. Si los fran
cos hubieran aparecido entonces en el estrecho de
Galípolis y en la Tracia , hubieran podido aprove
charse de la derrota y de las discordias de los turr
eos , y rechazarlos al otro lado del Táuro ; pero la
indiferencia de los estados cristianos, la perfidia y
la codicia de algunos pueblos marítimos de la Eu
ropa , dejaron á La dinastía otomana el tiempo y los
medios de reparar su poder abatido.
Los griegos no se aprovecharon mas que los la
tinos de las victorias de Tamerlan. Veinte años
despues de la batalla de Ancira, los otomanos ha
bian recobrado todas sus provincias; sus ejércitos
cercaban de nuevo á Constantinopla (i), y aquí
{*) Amucatei II sitio ¿ Coustantiuopi» durante dos meses con uti ejér~
podemos aplicar al poder de los turcos , la compa
racion oriental de aquella serpiente del desierto, que
un elefante ha aplastado en su curso, que reune
despues sus anillos dispersos , vuelve á levantar po
co á poco su cabeza amenazadora , coge de nuevo
la presa que habia abandonado , y ía oprime con
sus roscas monstruosas.
En tanto que los emperadores griegos no te
mieron por su capital , estuvieron sin relacion al
guna con los príncipes cristianos de la Europa ; pe
ro en el momento del peligro, la corte de Bizancio
renovó sus súplicas y promesas de obediencia á la
iglesia Romana. Una conversacion de Manuel , re
ferida por Frantza , nos manifiesta la situacion de
los griegos y la política de los tímidos sucesores de
Constantino: «No nos queda, decia este príncipe á
su hijo Juan Paleólogo, por único recurso contra
los turcos, sino su temor de nuestra union con los
latinos, y el terror que les inspiran las naciones be
licosas del Occidente. Cuando os veais estrechados
por los infieles , enviad á la corte de Roma , y pro
longad la negociacion sin tomar nunca un partido
decisivo (i)-" Manuel anadia , que la vanidad de
los latinos y la obstinacion de los griegos, se opon
dría siempre á una concordia verdadera , y que cual
quiera reunion con el Papa, despertando las pasio
nes de los dos partidos , no haría otra cosa que
(1) Véanse las cartas enciclicas del Papa Eugenio IV dirigidas á todos
los fieles, y escritas en Florencia en las calendas de enero del año del44?.
(lib. 33, pág. 4o, y los Anal. Eclcsiasl. ano de i44^, núm. t3). Estascar-
tas presentan un cuadro elocuente y patético del estado de la cristiandad
y de las desgracias que la adigiao por los progresos siempre crecientes de
les turcos.
(») El Papa Eugenio mando equiparen Italia una escuadra de seten
ta galeras; se empeño con los fenecianos, los genovesesy el duque dtj
y*
maritimas de Flandes, y las repúblicas de Genova y
de Venecia, que tenian muchos intereses en Orien
te, hicieron algunos preparativos: sus escuadras se
reunieron bajo los estandarte» de san Pedro- y se di
rigieron hácia el Helesponto. El temor de una pró>-
xima invasion despertó el celo de los pueblos que
habitaban las riberas de Niester y del Danubio; pre
dicaron las Cruzadas en las dietas de la Polonia y
ta Hungría ; y en las fronteras amenazadas por los
bárbaros, el pueblo , el clero y la nobleza obecie-
ron la voz de la religion y de la patria.
El soberano Pontífice nombró para Legado cerca
de los Cruzados, al Cardenal Juliano- (*), prelado
de un carácter intrépido y un genio fogoso, que ar
mado alternativamente de la cuchilla de los com
bates y de la de la palabra , era tan formidable en
el campo de batalla como en las lides sabias de ha
escuela. Despues de haber logrado la confianza del
Concilio de Basilea , el Cardenal Juliano se habia
distinguido en el de Florencia* defendiendo los dog-
Borgoña para que impidiesen á los tarcos. apoderarse de los puertos del'
HelespODto; concedio á Ladislao, rey.de Polonia-, el tributo de san Pe
dro para subvenir á los gastos de la guerra, y nombro al Cardenal Julia»
no tu Legado eu el ejército de tierra , y al Cardenal Francisco su Legado
en la armada naval. (V. el lib. 22 de sus* Cartas, y los historiadores Ma
rín Barleti, lib. a; Felipe Calimaco , lib. 4 >° Bonfihi, lib. 5; Décad. lib.
3;Crome, lib\ ai ; Eneas Silvio, cap. 5, y Franrza, Ub. avc»p. íS, etc.
(*) El. Cardenal Juliano Cesarini, descendia de una familia noble de
Soma. Se mostro en el Concilio de Basilea celoso defensor de las liber
tades de ta iglesia; despues , mudando de repente de partido, se retiro
á Ferrara , y se distinguio por su erudicion en los debates de los griego*
y latinos»
mas de la iglesia Latina. Su elocuencia habiá suble-
Tado la italia contra los husitas , y ahiora se consu
mía por sublevar toda la cristiandad contra los tur
cos. El ejército reunido bajolas banderas de la Cruz
tenia por gefes á Huniades (i) y Ladislao; el prime
ro , vaiboda de Tranwlvarria , era célebre entre los
guerreros cristianos, y el epíteto de bandido (2) que
tos turco* añadían á su nombre , muestra el odio y
el espanto que inspiraba a los míreles. Ladislao re
unia en sus sienes las dos coronas de Polonia y de
Hungría, y merecia por las cualidades brillantes de
su juventud , el amor, de lo» polaeos y de los hún
garos. Los Cruzados se reunieron en el Danubio , y
recibieron pronto la señal de la guerra , mientras
que las escuadras del soberano Pontífice, de Vene-
eia, de Genova y de Flandes cruzaban en él Heles-
ponto. Los. habitantes de la Moldavia , dé laServíay
de la Grecia prometían reunirse ai ejércitacrfcrtíano;
y el sultan de Caramania, el implacable enemigo
de Iqs otomanos, debia atacarlo» en Asia» El empe
rador griego, Juan Paleólogo , anunciaba grandes-
¡ l . '. ' • > > '*..''<¡» <*l
— , ll i |tl I J I
(ij .Warna era una antigua colonia <le milesianps, á i^o estadios del
desembocadero del Danubio, á ai4o de Bifcaneio, y i 3.6o al norte del
promontorio del monte Hemo que entia en el mar. ( Véase Arrien, pág.
a4 y »5 , primer tomo de los geografos de Hudson). . . ^
102
turcos el paso de Galipoli, Esta acusacion se halla
repetida en todas las Crónicas de Occidente ; pero
los historiadores turcos no hacen ninguna mencion
de ella: dicen , al contrario , que Amurates atrave*
só el Helesponto lejos de los lugares que ocupaba la
escuadra cristiana, y que el gran visir, que le es
peraba en la costa de Europa, protegió con una ba
teria de cañones, el paso del ejército otomano. Al
momento que las tropas de Amurates, añade el his
toriador turco Coggia-Effendi (i), tocaron la tierra,
se pusieron á dar gracias al Dios de Mahomet, y el
céfiro de la victoria sopló sobre las banderas musul-
manas.
..¡iEl sultan prosiguió su marcha, jurando por los
profetas del islamismo castigar á sus enemigos la
violacion de los tratados (2). Si se ha de creer á
algunos autores, el emperador de los turcos supli
có á Jesucristo mismo que vengase el ultraje he
cho á su nombre por unos guerreros perjuros. Al
acercarse los otomanos, Huniades y el Legadopro-
pusieron la retirada ; pero siendo ya imposible, La
dislao resolvió morir ó vencer. Se dió la bata-
.
io5
llegado á la edad de la razon , no hubieran inten
tado una empresa tan temeraria (i). Estas palabras
no eran mas que una lisonja dirigida al sultan;
pero pueden sin embargo servir para caracterizar
una guerra en que los gefes de los ejércitos cristia
nos obedecieron mas bien á las pasiones impruden
tes de la juventud, que á la experiencia de la edad
madura.
Las expediciones de los cristianos contra los
turcos principiaban casi siempre, como esta, con
sucesos asombrosos , y concluían con los mayores
desastres. Las mas veces no se terminaba una Cru
zada en la primera ó segunda batalla , porque los
Cruzados no tenian mas que valor , y nada de lo
que puede fijar la victoria ó reparar las desgracias.
Cuando eran vencedores se disputaban la gloria
de los combates y los despojos del enemigo ; y
cuando quedaban vencidos, se desalentaban de re
pente y regresaban á sus hogares , acusándose re
ciprocamente de sus derrotas.
La batalla de Warna aseguró á los turcos la po
sesion de las provincias que habian invadido en
Europa , y les permitió hacer otras conquistas.
Amurates, despues de haber triunfado de sus ene
migos, habia renunciado de nuevo á la corona im
perial , y la soledad de Magnesia volvió á ver al
vencedor de los húngaros revestido con el humilde
(i) Eneas Silvio dice que Amurates no manifesto ninguna, aleei ia por
su victoria, y que habiendole uno preguntado por qué estaba triste, el
sultán le respondio ; No quisiera vencer muchas veces da esta suerte.
Tomo X. 14
io6
manto de los ermitaños ; pero los genizaros, que
habia tantas veces conducido á la victoria, no le
permitieron renunciar al mundo ni gozar de la
tranquilidad que buscaba. Obligado, pues, á tomar
de nuevo el mando de los ejércitos y las riendas
del imperio, dirigió sus fuerzas contra la Albania;
y volvió despues á pelear contra Huniades en las
» orillas del Danubio. Pasó el resto de sus dias en
hacer la guerra á los cristianos ; y su último pen
samiento fue recomendar á su sucesor que diri
giese sus armas contra la ciudad de Constanti-
nopla.
Mahomet II, á quien Amurates habia legado la
conquista de Bizancio, no sucedió á su padre has
ta seis años despues de la batalla de Warna ; y en
tonces fue cuando principiaron para los griegos
los dias de luto y calamidad. Aqui nos ofrece la
historia en espectáculo ., en la última y terrible lu
cha , por una parte, un imperio antiguo cuya glo
ria habia llenado el universo , y que ya no tenia
mas defensa ni mas límites que las murallas de su
capital ; y por otra parte , un imperio nuevo cuyo
nombre apenas se conocia , y que amenazaba ya
invadir el mundo.
Constantino y Mahomet, que habian subido casi
al mismo tiempo, el uno al trono de Otman , y el
otro al de los Césares, no presentaban menos dife
rencia en su carácter que en sus destinos. Se ad
miraba la moderacion y la piedad de Constantino;
y los historiadores han celebrado su valor sereno
y prudente en el campo de batalla , y su paciencia
1 07
heroica en las desgracias. Mahomet llevó al trono
un espíritu vivo y emprendedor , una política fo
gosa y apasionada , y un indomable orgullo (i).
Aseguran que amó las artes y las letras; pero estos
estudios pacificos no pudieron suavizar su ferocidad
salvage. En la guerra no perdonó la vida de sus
enemigos , ni la de sus soldados ; y las violencias
de su carácter ensangrentaron frecuentemente la
paz. Mientras que se hallaba en Constantino un
monarca criado en la escuela del cristianismo , se
reconocia facilmente en Mahomet un príncipe for
mado por las máximas guerreras é intolerantes del
coran. El último de los Césares tenia todas las vir
tudes que pueden honrar y hacer soportar un gran
de infortunio. El hijo de Amurates mostraba las
funestas cualidades de un conquistador , y todas
las pasiones que en el dia de la victoria debian de
causar la desesperacion de los vencidos.
Luego que Mahomet ascendió al imperio , su
primer pensamiento fue la conquista de Bizancio.
En las negociaciones que precedieron al rompi-
(i) Estos auxiliares estaban bajo las ordenes de Justiniani, noble ge-
noves. Los recompensaron generosamente y prometieron la isla de Léña
nos al valor y á la victoria de su gefe. (Véase Frantza). El historiador de
Génova, Huberto Folietti, dice que la república envio á Pera en i45i
una fuerte guarnicion compuesta de 5oo arcberos , aoo coraceros y ioo
kombres cubiertos de cascos.
111
que Constantinopla se salvase , porque habian pre-
dicho que el imperio debia de perecer para expiar
el crimen de la reunion : toda esperanza de una
victoria tenia á sus ojos alguna cosa de impía y
contraria á la voluntad del cielo. Cuando el empe
rador hablaba de los medios de salvacion que que
daban todavía , y de la necesidad de tomar las ar
mas, aquellos doctores cismáticos y atrabiliarios se
apartaban con una especie de horror, y la multi
tud á quien habian extraviado , corría á buscar al
monge Genadio (i), que en el centro de su celda
clamaba sin cesar al pueblo, que no habia ya nada
que hacer y que todo estaba perdido-
Una de las grandes calamidades del espíritu de
aquel partido, ó del espíritu de aquella secta, era
hacer á los que extraviaba indiferentes á la suerte
de la sociedad en que vivían , y á romper los lazos
que los unian á su familia y á la patria. No hay cosa
que aflija mas , que ver hombres apasionados por
un error , y llenos de un orgullo tenaz, para los
cuales seria un espectáculo menos doloroso la caida
(i) Por una orden del emperador , se habia anotado el número de loa
ciudadanos y mongea que podian o querian tomar las armas. Entregaron
la lista a Frantza que era camarero mayor del emperador. Frantza, lleno
1 13
De este modo formaban ocho ó nueve mil comba
tientes toda la guarnicion de Bizancio, y la última
esperanza del imperio de Oriente.
Mahomet habia acabado sus inmensos prepara
tivos ; y como la conquista de Bizancio y el pillagb
de Consta ntinopla era la mas rica recompensa que
se pudiera ofrecer al valor de los otomanos , todo*
los soldados se hallaban en algun modo asociados
á la ambicion de su gefe. Entonces vio renovarse
entre los musulmanes el ardor y el fanatismo beli
coso de los compañeros de Ornar y de los primeros
campeones del islamismo. , De todas las regiones
que se extienden desde la cordillera del Tauro hasta
las riberas del Ebro y del Danubio , acudieron una
multitud de guerreros, atraidos al ejército del sultan
por la esperanza del botín, ó el deseo de señalarse
en una guerra religiosa y nacional (i). Para cono
cer á un tiempo la decadencia y debilidad de los
griegos , y la fuerza y poder de los otomanos, bas
tará decir que Coastantínopla , y todo lo que que
daba del territorio del imperio , contenía entonces
menos habitantes que soldados contaba Mahomet
en sus banderas.
El ejército otomano partió de Andrínópolis al
enlre los grii'gos, que decia que Constantinopla caeria cuando se viesen"
surcar por la tierra las escuadras. El medio que empleo Mahomet , hizo
creer á los vasallos de Constantino que habia llegado la hora fatal. Otro
historiador turco, SolakZadeh, cuenta lo mismo, y añade. «Cuando
los griegos vieron esta maravilla, conocieron que su ruina ibaá verificar *
asila palabra> se apago.cn su boca, y el fuego de la desesperacion s»
•iicendio en '«u pécuo.^ " " '
I «O ¡~ N
bian colocado las naves turcas, no tenía bastante
profundidad para los grandes navios, (jomo quiera,-
que sea, los musulmanes se apresuraron á aprove
charse de su ventaja; pues apenas habian echado:
sus barcos, cuando una multitud de obreros se de
dicaron á construir baterías flotantes en el mismo
para ge en que los venecianos habían dado el últi
mo asalto en la quinta Cruzada. !;; , .
Esta empresa atrevida, proseguida con tant.i
audacia y buen suceso, derramó Ja turbacion y la
consternacion entre los sitiados, que hicieron mu
chas tentativas para quemar la escuadra, y destruir,
los trabajos comenzados del enemigo» y acudieron,
en vano al socorro del fuego griego que tantas ve
ces habia salvado á Consta ntinopla del ataque de
los bárbaros. Cuarenta de sus guerreros mas intré
pidos, engajados por su valor imprudente, y qui
zá tambien por los genoveses , cayeron en manos
de los turcos, y la muerte de los mártires fue el
premio de su generoso sacrificio.
Constantino usó de represalias , y mandó ex
poner sobre las murallas de la ciudad las cabezas
de setenta cautivos. Este modo de hacer la guerra
anunciaba que los combatientes no escucharían ya
sino las inspiraciones de la desesperacion ó los
furores de la venganza. Los musulmanes, que re
cibian refuerzos diariamente, proseguían e! sitio sin
descanso, y la seguridad de la victoria redoblaba su
ardor. Constantinopla se hallaba acometida por mu
chas partes á un tiempo, y la guarnicion, debilita
da ya por los combates y los trabajos de un largo
1*1
sitio, se veía obligada á dividir sus fuerzas para de
fender todos los puntos amenazados.
Habian omitido el reparar las fortificaciones de
la ciudad por el lado del puerto ; y por el de Occi
dente se arruinaban muchas torres (i), especial
mente la de san Roman. En esta situacion casi des
esperada, lo mas deplorable era el ver á los defen
sores de Bizancio entregados al espíritu de discor
dia. Se suscitaron violentos debates entre el gran
duque Notaras (2) y Justiniani que mandaba los
guerreros de Genova. Estos y los venecianos estu
vieron muchas veces á punto de llegará las manos;
y la historia apenas puede indicar el motivo de
aquellas desventuradas querellas. Tal era la cegue
dad producida por el espíritu de envidia ó mas bien
por la desesperacion, que aquellos guerreros es
cogidos que sacrificaban diariamente su vida á la
noble causa que habian abrazado , se acusaban re
ciprocamente de cobardia y de traicion.
Constantino procuraba apaciguarlos , y siempre
tranquilo en medio de los partidos irritados , pare
cia que no tenia otra pasion que el amor de la pa
tria y de la gloria. El carácter que mostró en me
dio de los peligros , hubiera debido grangearle la
confianza y el afecto del pueblo; pero el espíritu
(1) La artilleria de los turcos derribo cuatro torres junto á esta puerta.
(a) Coggia-Effendi dice, que la dirision entre los Cruzados, nacio de
que el emperadorbabia confiado á los soldados francos la defensa de la
puerta de Andrinopolis, que era une de los puestos mas importantes de la
guarnicion. ' ,i ,
Tomo X. 16
123
turbulento y sedicioso de los griegos, y la vanidad
de sus disputas, no les permitían apreciar la verda
dera grandeza. Culpaban á Paleólogo de las des
gracias que no eran obra suya, y que su virtud so
lo podia reparar ; le acusaban de que concluía la
ruina de un imperio que todo el mundo abandona
ba, y que él era el único que podia defender. Noso-
lameute no se respetaba ya la autoridad ni las inten
ciones del principe, 8Íno que todo lo que sobresalía
porsu clase ópor su carácter, era un objeto de repro
bacion ó de desconfianza. Por una consecuencia de
este espíritu inquieto , que en los desórdenes pú
blicos impele a la multitud á buscar apoyos desco
nocidos , ciertas predicciones , acreditadas en el
pueblo, anunciaban que la ciudad de los Césares
no podia salvarse sino por un miserable mendigo á
quien Dios habia de entregar la espada de su có
lera.
A proporcion que se acercaba el dia de las gran
des calamidades, el pueblo y el clero se precipita
ban en las iglesias. Expusieron solemnemente la
imágen de la Virgen patrona de Constantinopla, y
la llevaron en procesion por las calles. Estas pia
dosas ceremonias eran sin duda edificantes, pero
no inspiraban el valor necesario para defender la
patria y la religion amenazadas ; y el cielo en los
grandes peligros de la guerra, no escuchaba los rue
gos de un pueblo desarmado y trémulo, y sobre
todo dominado por el furor del cisma y de la he-
regía.
Durante el sitio se habia hablado muchas veces
123
, de una capitulacion (i). Manome t exigía que se le
entregase la capital de un imperio del cual poseía
todas las provincias, y permitía á los griegos reti
rarse con sus riquezas. Paleólogo consentía en pa
gar un tributo ; pero quería quedarse dueño de
Constantinopla. En fin , en el último mensage, el
sultan amenazaba al emperador griego de que lesa-
crificaria con su familia, y dispersaría su pueblo
cautivo por toda la tierra, si persistía en defender
la ciudad. Mahomet ofrecia á su enemigo un prin
cipado en el Peloponeso; pero Constantino desechó
esta proposicion , y prefirió una muerte gloriosa.
El sultan mandó anunciar á su ejército un ata
que próximo y general ; las riquezas de Constanti
nopla , los cautivos y las mugeres griegas debian de
recompensar el valor de sus soldados, y él se reser
vaba la ciudad y sus edificios. Varios heraldos de
armas repitieron en alta voz por todo el campo:
t Dichosos los que van á recoger la palma de la
victoria; desgraciados de loe que quieran huir, por
que no pueden libertarse de la justicia de Maho
met, aun cuando tuvieran las alas de un pájaro."
Para aumentar el entusiasmo religioso y guerre
ro , algunos dervis recorrieronlas filas del ejército
otomano, exhortando los soldados á purificar su
cuerpo con las abluciones , y sus almas con la ora
cion , y prometiendo las delicias del .paraiso , á los
como una araña sobre los muros de la plaza, y habiendo tirado de abajo
arriba un tajo con la espada , hizo salir rolando de un solo golpe el alma
de aquel cristiano, como se echa al buho del centro de las ruinas. AI
verlo , se precipitaron los francos en el camino de la fuga , etc." Esta nar
racion no está conforme con la de los historiadores griegos y latinos, qus
nos parecen en esto mas dignos de fé. Frantia censura amargamente I»
evasion de Justiniani; Ducas habla de ella con mas moderacion ; Leonar
do de Quio , clama con indignacion contra este general , y el historiador
Folietta, dice que una herida grave le obligo á retirarse del combate.
(a) Coggia-Effcndi , refiere de este modo los últimos momentos de
Constantino: «El príncipe griego, hallando á los musulmanes ocupado*
en el pillage, mato muchos. Uno de ellos , nadando en su sangre y viva
todavia, se levanta de repente, animado per la desesperacion; precipita
al enemigo del islamismo de su silla dorada , le derriba sobre la tierra
negra , y hace llover sobre su cabeza las hormigas de su cimitarra guerrera.
Los que acompañaban al emperador , huyeron; ninguno de ellos quedo
en el sitio del combate. . |
Ducas dice , que el emperador fue muerto por dos soldados turcos ; y
Chalcondyles , que fue herido en el hombro y despues despachurrado de
bajo de la puerta de la ciudad. Frantza, llevado por su desesperacion,
se precipito en medio de los turcos , y no fue testigo de la muerte de
Constantino. >
Tomo X. 17
i3o
y la naturaleza , no tienen ya leyes que puedan in
vocar; y los consejos dela sabiduría y la experien
cia son ya inútiles. Todo el ascendiente y esplen
dor que puede tener la virtud , el genio y el valor
mismo , no sirven ya para distinguir ni proteger á
los ciudadanos. ¡Nadie posee ya aquellos magnifi
cos palacios que envanecian á los príncipes. Nadie
tiene ya asilo ni morada entre los numerosos edi
ficios de una gran capital. La ciudad no tiene ya
guerreros ni magistrados, nobles ni plebeyos, po
bres ni ricos ; y toda la poblacion no es mas que un.
rebaño de esclavos que espera con espanto la pre
sencia de un dueño irritado. Tal era Constantino-
pla en el momento en que los vencedores se dispo
nían á entrar en ella.
Cuando algunos de los que habian defendido
las murallas (i), volvieron á entrar en la ciudad
anunciando la llegada de los turcos , no los qui
sieron creer; pero luego que vieron llegar los bata
llones musulmanes, el pueblo, dice el historiador
griego Ducas, estaba medio muerto de espanto y no
podía ya respirar. La multitud huia por las calles
sin saber donde iba , arrojando gritos agudos. Mu-
{i) Frantza refiere , que habiendo el gran duque Lucas Notaras , pre
sentado á Mahomet un rico tesoro que habia conservado para suavizar el
genio de aquel principe, elsultan le reprendio con mucha aspereza , por
que no habia empleado aquellas riquezas en socorrer á su emperador, á la
ciudad y á su patria. (Lib* 3, cap. 18).
i33
diéramos añadir otros hechos notables ; pero es
tos nos manifiestan bastantemente de qué parte es
taba la fuerza. Lo que debia especialmente presa
giar la ruina de Bizancio , es la poca confianza que
los griegos tenian en la duracion de su imperio.
Los antiguos romanos , nunca mostraron mejor el
poder y el ascendiente de su patriotismo , que lla
mando á Roma ta ciudad eterna. Constantinopla
vió disminuirse el número y debilitarse el valor de
sus defensores , á proporcion de la facilidad con que
se acreditaban en el pueblo algunas predicciones
siniestras acerca de su próxima ruina.
Cuando Bizancio , á principios del siglo XIII,
cayó bajo los golpes de los latinos, el imperio te
nia entonces grandes medios de defensa , y sin em
bargo, hicieron su conquista veinte mil Cruzados;
lo cual prueba que el valor de los francos era muy
superior al de los turcos. Este seria quizá el lugar
de examinar cuál fue el influjo de las Cruzadas en
el destino del imperio de Oriente. En la primera
expedicion de los latinos, se hallaba el Asia menor
libre de los turcos, que eran ya dueños de Nicéa y
amenazaban á Constantinopla; pero los Cruzados
vendieron muy caros sus servicios; y por una par
te la violencia, y por otra la perfidia, turbaron la
armonia que hubiera debido subsistir entre los grie
gos y latinos. En fin, la toma de Constantinopla
por los francos, dió un golpe mortal al imperio de
Bizancio (i). En medio de la guerra, el odio au-
(1) Lus latinos, dice Gibbon, do habian arruinado mari que su imperio (de
Constantinopla); pero los musulmanes rencedores destruyeron la religion.
i34
mentó la cisma, y esta á su vez, mantuvo y redo
bló el odio reciproco. Esta division favoreció los
progresos de los turcos y les abrió las puertas de
Constantinopla.
Los bárbaros que trastornaron el imperio de Oc
cidente, habian adoptado la religion y las costum
bres de los pueblos vencidos, y por esto desapare
cieron poco á poco las señales de la invasion y de
la conquista. Los turcos, al contrario , querían que
triunfase el coran, y querían establecer sus leyes
y sus costumbres en todos los parages en donde
llevaban sus armas. Despues que se apoderaron de
Bíiiancio, la religion , las costumbres , el lenguage,
los recuerdos de ra 'Grecia, y aun el nombre mis
mo de la ciudad conquistada , todo lo destruyeron
y mudaron. Como la capital que acababan de con
quistar, era para los infieles la puerta del Deciden'
te, la Europa cristiana , que durante dos siglos ha
bía enviado sus escuadras y ejércitos al Asia , de
bió al fin temblar por sí misma ; y desde enton
ces las Cruzadas tomaron un nuevo carácter, y ya
no fueron otra cosa que guerras defensivas.
vvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvv
HISTORIA
LIBRO VIGÉSIMO.
(1) La carta del emperador Federico III tiene la fecha del mismo año
de la toma de Cunstantinopla.
W El discurso que prenuncio Eneas Silvio en la dieta de Francfort M
halla en la coleccion de sus cartas, ném. i3i. ( Véase tamhUn el historia
dor Gobelin Parspaa).
144
novó en presencia de los príncipes y de los estados
del imperio, el juramento que habia hecho á Dios,
d la Virgen, d las damas y al faisan.
Algunos diputados húngaros vinieron á anunciar
que las riberas del Danubio y las fronteras de Ale
mania iban á ser invadidas por los turcos, si en to
das partes no se apresuraban á tomar las armas. La
dieta determinó que se enviasen contra los turcos
diez mil hombres de caballeria y treinta^y dos mil
de infantería. Pero como no se decidió nada sobre
el modo de levantar este ejército y sobre los medios
de mantenerle , en breve se entibió el entusiasmo
de la Cruzada , y nadie se presentó para oponerse
á los progresos de los otomanos. Eneas Silvio nos
explica, en una de sus cartas, las causas de esta in
diferencia y de esta inaccion de la cristiandad.
«La Europa cristiana no era mas que un cuerpo
sin cabeza, ó una república sin magistrados y sin
leyes (i); el Papa y el emperador, autoridades res
petables por su nombre, inspiraban respeto y no
obediencia. En cuanto á los demas príncipes cada
uno se ocupaba en sus propios intereses , los cuales
eran frecuentemente un motivo de guerra. ¿Qué se
ria de un ejército levantado entre muchas naciones,
animado de mil pasiones diversas, hablando len
guas diferentes, siempre próximo á ser vencido si
era en corto número, y cayéndose por su propia
mole si era numeroso? ¿Quién se encargaría de dar-
(i) E6 la muerte del rey Alfonso, publico el Papa Calixto una bula,
en la cual declaraba que el reino de Ñapoles habia vuelto á la Santa Sede,
y prohibia á Fernando, hijo natural de aquel principe , que tomase el titu
lo de rey de Nápolcs. Esta bula tiene la fecha de San Pedro de Roma el 4
de los idus de julio, i458. Los historiadores Suritay Joviano Pontano do-
claman por esto contra el Papa ; y el último especialmente le acusa de ha
ber sido enemigo de Alfonso, y de haber negado á Fernando el trono de
Nápoles.
El analista Raynaldi defiende á Calixto III, y le representa dedicado
sin cesar á excitar los principes á la Cruzada. Calixto, segun dice el ana
lista, reuniendo el reino de Ñapoles á la Santa Sede , queria aumentar las
fue üas que podian reprimir la tirania de Ins turcos.
(a) El P.ipa Calixto l11 fallecio á los ochenta años de edad, ago
biado por la vejez y los achaques , el 8 de los idus de agosto , dia en
que liabia instituido la festividad de la Transfiguracion. Platina dice
que dejo al morir ciento quince mil escudas de oro para hacer la guerra
a los turcos; y San Antoniuodice que se hallaron ciento y cincuenta mil
en su cabecera.
i58
aquel entusiasmo guerrero y aquel patriotismo re
ligioso que respiraba en todos sus discursos.
Mahomet II proseguía siempre el curso de sus
victorias, y su poder era de dia en dia mas formi
dable. Se ocupaba entonces en despojar á todos los
príncipes griegos que se habian libertado de sus
primeras invasiones , y cuya debilidad se ocultaba
bajo los títulos fastuosos de emperador de Trebi-
sonda , de rey de Iberia , y de déspota de la Mo-
rea. Todos estos príncipes, á quienes nada costaban
los actos de sumision por reinar algunos dias mas,
ó solamente por conservar su vida , se habian
apresurado , poco tiempo despues de la toma de
Constantínopla , á enviar embajadores al sultan
victorioso , para felicitarle por sus triunfos. Satis
fecho de su humilde sumision, no vió Mahomet en
ellos sino una presa fácil de devorar , y unos ene
migos que podia vencer cómodamente. La mayor
parte de aquellos príncipes deshonraron los últi
mos instantes, de un dominio que se les escapaba,
por toda la perfidia, las crueldades y la traicion^ que
pueden inspirar la ambicion ) la' envidia y el es
píritu de discordia. Luego que los musulmanes
penetraron en las provincias griegas , manchadas
con todos, los crímenes de la guerra civil , y las re
dujeron á la servidumbre, se hubiera podido creer
que Dios mismo los enviaba para vengar su,s leyes
ultrajadas , y ejecutar las amenazas de su justicia.
Mahomet, ni aun se dignó desplegar todas sus fuer
zas contra los tiranos pusilánimes que se disputaban
al gunos restos del imperio griego , y le basló solo
decir una palabra para que cayese del trono Deme
trio , déspota de la Morca, y David, emperador de
Trebisonda. Si todos los que quedaban de la familia
de los Comnenos fueron degollados por sus órdenes,
aquel feroz conquistador no obedeció tanto en
aquella ocasion á los temores de una política rece-
losa* como á su ferocidad natural. Siete años des
pues de la toma de Bizancio, condujo sus geniza-
ros al Peloponeso; y á su llegada tomaron la fuga
ó quedaron esclavos los príncipes de Aeaya. No ha-
llando casi resistencia , recogió con desprecio los
frutos de una conquista fácil. Meditaba mas gran
des proyectos , y cuando enarboló el estandarte de
la media luna en medio de las ruinas de Esparta y
de Atenas, buscaba un camino que pudiese con
ducirle á las riberas de Italia.
El primer cuidado de Pio II fue proclamar los
nuevos peligros de la Europa: escribió á todas las
potencias de la cristiandad, y convocó una asam
blea general en Mantua , paía deliberar sobre los
medios de contener los progresos de los otomanos.
La bula del Pontífice recordaba á los fieles que la
iglesia de Jesucristo habia estado muchas veces
agitada por la tempestad; pero que el que manda
á los vientos babia velado siempre por su salvacion.
»M¡s predecesores , añadia, lian declarado la guer
ra á los turcos por tierra y por mar ; á nosotros
nos toca ahora proseguirla ; y no ahorraremos tra
bajos ni gastos por una guerra tan útil , tan justa y
tan santa."
i6o
Toáoslos estados de la cristiandad prometieron
enviar á Mantua sus embajadores. Pio II fue allá
en persona ; en su discurso de apertura clamó
con fervor contra la indiferencia de los príncipes
y de los soberanos ; y mostró á los turcos asolan
do la Bosnia y la Grecia, próximos á -caer como
un rápido incendio sobre la Italia y la Alemania,
y sobre todos los paises de la Europa. El Pontifice
declaró que no dejaría á Mantua , hasta que los
príncipes de los estados cristianos le hubiesen dado
testimonio de su sacrificio á la causa de la cris
tiandad ; y protestó en fin , que si se veía abando
nado de las potencias cristianas, se presentaría solo
en aquella lucha gloriosa . y morirla defendiendo
la independencia de la Europa y de la iglesia (i).
El lenguage de Pio II estaba lleno de religion,
y su religion llena de patriotismo. Cuando Demós-
tenes y los oradores griegos subian á la tribuna de
las arengas á instar á sus conciudadanos á que de
fendiesen la libertad de la Grecia contra las empre
sas de Filipo ó las invasiones del gran rey , habla
ban sin duda con mas elocuencia ^pero jamas fue
ron inspirados por mayores intereses , ni mas no
bles motivos.
El Cardenal Bessarion , á quien la Grecia habia
visto nacer, y la iglesia de Roma habia adoptado,
habló despues de Pio II , y declaró que todo el co
legio de los Cardenales estaba animado del mismo
fi) La carta del Papa al dux de Veceria, tiene la lucha d(¡ san Pedro
de Roma, el 8 delas calendas de noviembre de i463.
i68
de los príncipes en los ejércitos, inspiraba confian
za á los soldados , y terror á los enemigos. Como
el dux era de edad avanzada, Pio II le recordaba^
que él mismo tenia los cabellos encanecidos por el
tiempo; y que el duque de Borgoña , que prometía
seguir los Cruzados al Oriente, habia llegado á los
dias de la vejez. Estaremos , a-ñadia el santo Padre,
tres ancianos al frente del ejército cristiano. Dios se
complace en el número de tres , y la Trinidad que es~
td en el cielo no dejará de protejer esta trinidad so
bre la tierra.
El dux de Venecia dudaba en embarcarse ; pero
como el estado veneciano estaba en guerra con Ma-
homet II, y le importaba confundir sus intereses
con los de la Cruzada, el gefe de la república se
tío obligado á seguir al Pontífice de Roma. El du
que de Borgoña no se disponia á reunirse al ejérci
to de los Cruzados ; y el Papa , en sus cartas , le
recordaba sus promesas solemnes (i), y le vitupe
raba por haber engañado á los hombres y á Dios
mismo. Añadia que su falta de fé iba á derramar .
el duelo en toda la cristiandad , y podia malograr
el éxito de la santa empresa. Felipe, á quien Pio II
habia prometido el reino de Jerusalen, no pudo re
solverse á partir, por el temor de perder sus esta
dos, y se contentó con enviar dos mil hombres de
armas al ejército cristiano. Temía entonces la polí-
(i) 15l duque de Borgoña nofueel único que falto á su promesa: Fran-
cisco Esforcia , duque de Milan , eludiendo con diferentes pretextos el
cumplir sus ofertas, recibio tambien del Papa una carta llena de queja8-
169
íica de Luis XI que cuando era delfin , queria
pelear contra los turcos , y despues que subió al
trono, no tenia ya otros enemigos que sus vecinos.
Pio II , despues de haber implorado la protec
cion de Dios en la Basilica de los santos Apóstoles,
partió de Roma en el mes de julio de Aco
metido de una calentura lenta, y temiendo que la
vista de sus dolencias desalentase los soldados de la
Cruz, disimuló sus padecimientos, y encargó á su
médico que guardase silencio acerca de su enferme
dad. En todo el camino los pueblos dirigían súpli
cas al cielo por el buen éxito de su empresa, y la
ciudad de Ancona le recibió en triunfo y le saludó
como libertador del mundo cristiano (2).
Habian llegado á aquella ciudad un gran nú
mero de Cruzados (3); pero la mayor parte sin ar
mas, sin municiones y casi desnudos. Las vivas ex
hortaciones del Papa no habían podido mover los
caballeros y barones de la cristiandad. Los pobres
(1) Luis XI proinaüo al Papa enviar setenta mil hombres contra los
turcos si se reconocian los derechos de René de Anjou al reino de Ñapoles
y de Sicilia, y si Génova se reunia á la Francia. Como el Papa no hizo lo
que pedia el principe , ya no quiso este hacer nada por laCiuzada.
.(a) El Cardenal de Payia, y los historiadoresjJuan Antonio Campana,
y Platina, en la vida que han escrito del Papa Pio II, y Esteban Iniissura,
manuscrito de los archivos del Vaticano , n.° 3 , están de acuerdo en los
pormenores que traen 6obre la marcha del soberano Pontiiice hasta An
cona. i
[ó) Monstrelet, cap. 106, dice que llego de todas partes un gran ni
ñero de Cruzados para hacer la guerra á los turcos, pero que , no encon
trando gei'e á quien seguir, y raminando en partidas de diez, y de
veinte, se cansaron en fin de esperar un geueral que los reuniese á todos
bajo sus ordenes, y i« volvieron a sus casas.
Tomo X¿ aa
170
y los hombres de la última clase del pueblo eran al
parecer á los que habian interesado los peligros de
la Europa mas que á los grandes y los ricos de la
tierra. La multitud de Cruzados reunidos en An-»
cona no se parecia tanto á un ejército como á una
cuadrilla de mendigos y de vagabundos. La esca
sez y las enfermedades r sacrificaban á muchos.
Pio II se compadeció de sus miserias; pero como
no podia alimentarlos , se quedó con los que esta
ban en estado de hacer la guerra á sus expensas,
y despidió á los otros con las indulgencias de la
Cruzada.
El ejército cristiano debia dirigirse á las costas
de la Grecia, y reunirse con Scanderberg, que aca
baba de vencer á los otomanos en las llanuras de
Ocrida (1). Se habian enviado diputados á los húnga
ros , al rey de Chipre, y á todos los enemigos de
los turcos en Asia, sin olvidar al rey de Persia, pa
ra advertirles que estuviesen prontos á comenzar
la guerra contra Mahomet.
La pequeña ciudad de Ancona , atraia las mi
radas de Europa. En efecto, ¿qué espectáculo mas
interesante para la cristiandad que el del padre co
mun de los fieles arrostrando los peligros dela guer
ra y del mar, para ir á paises lejanos á vengar la
(1) Felipe, en tu libro si, refiere que efdux de Venecia, Luis Lort-
dano, fue muerto de una pedrada atacando á Corinto en i>}64-
(?) Despues de la batalla de Ocrida, Escanderberg consiguio grandes
triunfos contra las tropas de Mahomet; pero bailandose luegoen medio de
grandes dificultades, falto de fuerzas y de dinero, se refugio cerca de Pau
lo 1 I para pedirle socorros. (Véase á Marin Bari"ti, lib. 3.», ¡n fita Sean-
derlt.) El Papa Paulo dio i Escanderberg una gran suma de dinero, y le
tilo ¡rraude» regalos. (Hi'.l). ,
t33
lo IT por la suerte de los pueblos de la Grecia, arro
jados de su patria por los bárbaros; deploraba el
destierro y la miseria de las familias griegas } que
venian á buscar un refugio á Italia, muriendo de
hambre y sin vestidos, amontonados unos con otros
en las riberas del mar, levantando las manos al'
cielo, y suplicando á sus hermanos, los cristianos,
que los socorriesen ó los vengasen (i). El gefe de
la iglesia referia todo lo que habian hecho sus pre
decesores, y todo loque habia hecho él mismo pa
ra evitar tan tremendas desgracias; acusaba la in
diferencia de los príncipes y de los pueblos; y ame
nazaba á toda la Europa con las mismas calamida
des, sino se apresuraba á tomar las armas contra
los turcos. Las exhortaciones del Papa quedaron
sin efecto; Scanderberg, no llevando consigo mas
que algunas cantidades de dinero que habia obte
nido de la Santa Sede, volvió á su pais asolado por
los otomanos ; y poco tiempo despues de su regre
so, murió en Lisa (2), cubierto de gloria , pero
desesperando de la noble causa por la cual habia
peleado toda su vida.
(>) Marin Bsrlcti, ibid. , no* ka transmitido utos lamento* de los »l-
paítese*.
175
citar el entusiasmo y el valor de los musulmanes.
En medio de una ceremonia solemne, en presencia
del divan ydelmufti, juró (1) renunciar d todos
los placeres , y no volver jamas el rostro del Occiden
te al Oriente, si no derribaba y no ponia d los pies
de sus caballos los dioses de las naciones , y aquella»
imágenes de madera, de bronce, de plata, de oro y
de pintura , que tos discípulos de Cristo liacian por
sus manos. Juró exterminar de la faz de la tierra la
iniquidad de los cristianos, proclamar del Levante al
Poniente , la gloria del Dios de Sabaot y de Maho-
met. Despues de esta declaracion amenazadora, el
emperador turco convidaba á todos los pueblos
circuncidados que seguían sus leyes, á que fuesen
á reunirse con él para obedecer el precepto de Dios-
y de su profeta.
El juramento de Mabomet II, se leyó en toda»
las mezquitas del imperio á la hora de la oracion,
y de todas partes acudieron los guerreros otomanos
á Constantinopla. Ya asolaba un ejército del sul
tan la Croacia y la Carniola, y cuando una es
cuadra formidable salió del canal, y fue á atacar la
isla de Ubea ó de Negro-Ponto, separada por el Eu--
ripe de la ciudad de Atenas, que los historiadores
turcos llaman la ciudad ó la patria de los filósofos.
A la primera noticia del peligro, babia ordenado el
Papa rogativas públicas en la ciudad de Roma , y
4
.i*
él mismo fue con los pies descalzos en procesion
ante la imágen de la Virgen , pero el cielo, dice el
analista de la iglesia , no se dignó escuchar los rue
gos de los cristianos. Negro-Ponto cayó en poder
de los turcos (i) ; toda la poblacion de la isla fue
exterminada ó quedó en la esclavitud ; y un gran
número de los que habian defendido su patria con
valor, espiraron en los suplicios. La fama publicó
en Europa los excesos de la barbárie otomana , y
todas las naciones cristianas se sobrecogieron de
horror y espanto.
Despues de las últimas victorias de los turcos,
la Alemania debia temer una próxima invasion, y
las costas de Italia se hallaban amenazadas. El Car
denal Bessarion dirigió una exhortacion elocuente
á los italianos, y los conjuró á que se reuniesen
contra el enemigo comun. El Papa hizo los mayo
res esfuerzos para apaciguar las discordias, y llegó
á conseguir el formar una liga entre los principa
les estados de Italia (2). Sus legados fueron á soli
citar los socorros de los reyes de Francia y de In
glaterra (3). El emperador Federico III, convocó
(1) Acerca del apresto y ta bendicion de esta escuadra por Sixto IV,
véase á Santiago Volaterran, manuscrito de los archivos del Vaticano,
núui. 4o i y la ep. 449 del Cardenal de Pavia.
(i) Coriolano Cepio: lio. L», Bosio , Hist. hitr. , pág. a, lib. 9,
pag> 9 ; y Pedro Justiniano, lib. 9, traen algunos pormenores sobre esta '
expedición de la escuadia pontificia» "
iSi
tas ventajas conseguidas sobre los infieles , Maho-
met daba golpes trias terribles á sus enemigos ; y
cuando volvió á Constantinopla ya habia destruido
los ejércitos del rey de Persia. Lo que daba al em
perador turco una ventaja inmensaisobre las poten
cias que se armaban contra él, era qae nanea se
bailaban estas acordes entre sí, ni para la defensa ni
para el ataque. La discordia no tardó en renacer
entre los principes cristianos, y especialmente en
tre los estados de Italia; y Venecia, habiéndose que
dado sola en la lucha contra los otomanos , se vió •
obligida á pedir la paz á Mahomet.
Los otomanos se aprovechaban de la paz como
de la guerra para aumeutar su poder. Ya no que
daba nada de los tristes restos del imperio griego;
Venecia habia perdido la mayor parte de sus pose
siones ert el Archipiélago y en la Grecia; Genova
perdió en fin la rica colonia de Cafa en Crimea ; y
ds todas las conquistas de las Cruzadas no habian
conservado los cristianos mas que el reino de Chi
pre y la isla de Rodas.
Durante mas de un siglo, los reyes de Chipre
habian implorado los socorros del Occidente, y ha
bían peleado con algun buen éxito contra los sarra
cenos, y especialmente contra los mamelucos de
Egipto. Las ciudades marítimas de Italia protegían'
un reino de cuyo comercio y navegación sacaban
grandes ventajas ; y diariamente los guerreros que
iban de Europa le prestaban el apoyo de sus armas.
Pocos años despues de la toma de Constantinopla,
Santiago Coeur, que habia logrado la restitucion.
i8a
de sus bienes , se estableció en la isla de Chipre, y
consagró su fortuna y su vida á la defensa de los
cristianos de Oriente. Despues de su muerte, se veía
en la iglesia de B urges, que habia fundado, esta
inscripcion : El señor Santiago Coeur, capitan gene
ral de la iglesia contra los infieles ( i ).
El reino de Chipre , despues de haber resistido
largo tiempo á los musulmanes, llegó á ser por úl
timo el teatro y Ja víctima de las revoluciones. Aban
donado en algun modo de las potencias cristianas,
obligadas ellas mismas á defenderse de los turoos,
se babia puesto bajo la proteccion de los mamelu
cos de Egipto. En los tiempos de las turbulencias,
los descontentos se retiraban al Cairo, y hacianque
los protegiese una potencia que tenia un gran inte
rés en mantener la discordia. La familia de Lusiñan
estaba para extinguirse, y una hija , único renuevo
de muchos reyes, se habia casado primero eon un
príncipe portugués, y luego con Luis, conde de
Saboya. Pero el sultan del Cairo y Mahomet II, no
quisieron sufrir que un principe latino llévasela co-
(t) Santiago, hijo natural dé Juan III , rey de Chipre, habia are*
tendido el arzobispado de Nicosia ; pero Elena , viuda del rey, y su Ujar
Carlota, se habian opuesto y habían escrito al Papa sobre este asunto. Ha
biendo Santiago interceptado sus cartas, reunio una cuadrilla de faccio*
sos, entro en N ¡cosia , asesino i todos mis contrarios , y se apodero del.
gobierno de la ciudad; pero a la llegada de Luis, hijo del duque de Sa--
•boya , que habia de casarse eon Carlota y dividir el trono con ella , San*
tiago, aterrado , se refugio cerca del sultan del Cairo. El Papa Pio II
envio embajadores al sultan para obligar á Santiago.a restituir á su her
mana las insignias de la dignidad Real. El principe musulman estaba ya'
Apunto de consentirlo; pero los emires y los mamelucos que favorecían
al usurpador, se lo disuadieron. El emperador Mahomet le exhorto ade<
mas á que prefiriese Santiago á Carlota , cuyo marido, descendiente de
aangre francesa , podia inducirá sus compatriotas i volverá Siria. El'
aullan del Cairo cedio á esta razon y suministro á Santiago una escuadra*
con la cual desembarco el principe en Chipre el año dé 1 46o. Luis , si
tiado en Cerines con Carlota , suesposa, perdio el valor y se retiro á Sa-
boya. Viendose Carlota sin recurso, tomo el partido de refugiarse en Ro-.
da«, y Santiago quedo pacifico poseedor de la isla. Despues de un rei
nado de doce a ñ is, le envenenaron los lios de sn .muger en i4?3. Habia
sido excomulgado por el Papa, y fue privado de los honores fúnebres que
se bacian á los reyes. (Boato, pajrt: a, lib. 7.»)
i84
apóstata y falsario, negaré la existencia de Jesucris
to y la virginidad de su madre; mataré un camello
en la pila del bautismo, y maldeciré al sacerdo
cio (i)." Tales eran las palabras impias que el de
seo de reinar ponia en boca-de un principe que iba
á gobernar un reino fundado por soldados de Jesu
cristo. Murió poco tiempo despues de haber toma
do posesion de la autoridad suprema; y su pueblo
debió creer que la justicia Divina habia abreviado
los dias de su reinado.
(Catalina Cornaro, viuda de Santiago, que per
tenecia á una familia veneciana, érala heredera de
la corona de Chipre (2). Como la república de Ve-
necia no perdia ninguna ocasion de aumentar sus
posesiones en Oriente, hizo venir á Italia la nueva
rejna , y las solicitudes del senado y del dux .logra
ron de ella la cesion de todos sus derechos á la isla
de Chipre. De este modo Venecia vió bajo sus leyes
un reino fundado por la familia de Lusiñan, y le
defendió durante cerca de un siglo contra las armas
de los otomanos y de los mamelucos.
>J.a isla de Rodas fijaba entonces todas las mira-
(i) Seis meses despues de la toma de Constan tinopla , fue cuando Ma,
bometbJzo á los caballeros de Bodas esta intimacion. El gran maestre, '
que le dio la respuesta que se acaba de leer, era Juan de Lastic , antes
gran prior de Auvernia. Historia Ue Malta , por el Abad Vertot, lib. 6«?
Tomo X. a/j
iS6
vasion en el Occidente , era porque la diferencia de
religion y de costumbres les quitaba toda comuni
cacion con las naciones cristianas , y porque igno
raban enteramente el estado y las disposiciones de
la cristiandad, las fuerzas que podría oponerles, y
aun el camino que tenian que seguir. Aprendian á
conocer las fronteras de la Europa , estudiaban las
costas del mar, expiaban los momentos favorables;
y semejantes al leon de la Escritura, rondaban sin
cesarpara buscar su presa. Aseguraban puestos avan
zados y marchaban con precaucion hacia el pais que
deseaban conquistar, como un ejército enemigo se
acerca á una plaza que quiere sitiar. En excursio
nes repetidas con frecuencia, derramaban el terror
en los pueblos que tenian designio de acometer ; y
con los destrozos que causaban , debilitaban los
medios de resistencia de sus enemigos. Mahomet
se h:ibia apoderado primero de Negro-Ponto y de
Escútari, para dominar en los mares del Archipié
lago y en el mar de Sicilia y de Ñapoles. Por otra
parte , muchos ejércitos suyos se habian dirigido
al Danubio para abrirse los caminos de Alemania,
y algunas tropas otomanas habian penetrado con
el hierro y el fuego en la mano, hasta el Friul, pa
ra aterrar á la república de Veneeía y reconocer las
avenidas de la Italia.
Luego que todo estuvo dispuesto para la ejecu
cion de sus terribles designios , el gefe del impe
rio otomano resolvió atacar la cristiandad en mu
chos puntos á un tiempo. Un numeroso ejército se
puso en marcha para invadir la Hungria y todas
187
las provincias inmediatas al Danubio. Dos escua-
dras> que llevaban un gran número de tropas, de
bian dirigirse, la una contra los caballeros de Rodas,
cuyo valor temblaba Mahomet (1) , y la otra con
tra las costas de Ñapoles, cuya conquista abría los
caminos de Roma y de la Italia meridional. En
tan urgente peligro , las esperanzas de los alemanes,
y tambien de una parte de los estados italianos, des
cansaban en los húngaros. Se miraba entonces al
rey de Hungría como el guardian de la Europa ; y
para estar siempre dispuesto á pelear contra los tur
cos, recibía todos los años socorros en dinero de la
república de Venecia y del emperador de Alema
nia, El Papa añadia a estos socorros una parte de
los diezmos impuestos para la Cruzada ; y los Le-
- gados de la Santa Sede , tenian la mision de dis
tribuir indulgencias á los guerreros de la Hun
gria , y de exhortar incesantemente á los pueblos
(i) En la Memoria del principe Gem se puede ver con cuantas dificul
tades consiguio el rey de Francia que le entregasen este principe, y la con
versación que tuvo Zizim Con Cárlos VIII y el Papa. (Véanse en la Biblia
teca de las Cruzadas las Cronicas turcasj. . ..;
206
.¡.¡ Mientras que Cárlos VIII prolongaba su perma
nencia en Roma, y se ocupaba de este modo en rei
nar sobre la Grecia, Alfonso II , rey de Nápoles,
abandonado á sus propias fuerzas , victima del ter
ror y los remordimientos, y perseguido por las que
jas de los napolitanos, descendia del trono y corría
á sepultarse en un monasterio de Sicilia. Su hijo
Fernando, que le liabia sucedido, aunque habia ar
rojado los turcos de la ciudad de Otranto, y liabia
sido proclamado libertador de la Italia, no pudo
reanimar el valor del ejército ni la fidelidad de los
pueblos. Desde que se anunciaba la llegada délos
franceses , el yugo de la casa de Aragon parecia cada
dia mas insoportable. Cuando Cárlos dejó el estado
romano, en vez de encontrar ejércitos enemigos,
solo hallé en el camino diputaciones que iban á ofre
cerle la corona de Nápoles , cuya capital le recibió
•en triunfo, y se le sometió todo el reino; .;..;;•,> >
No tardó la fama en llevar á la Grecia la noticia
de las conquistas milagrosas de Cárlos VIH; y los
turcos del Epiro , sobrecogidos de terror , creían á
cada momento ver llegar á los franceses. Nicolás Vi-
guier añade que Bayaceto, tuvo tal espanto, que man
dó venir todo su equipage de mar al estrecho del bra
zo de san Jorge para salvarse en Asia.
La presencia de Gem en el ejército cristiano ex
citaba esencialmente los temores de los otomanos;
pero la. fortuna habia agotado todos sus prodigios
para la causa de los franceses. El príncipe musul
man» á quien miraba el rey de Francia como un
instrumento de sus victorias futuras , ya no debia
20^
servir sino para mostrarle la instabilidad y el fin de
Jas cosas de la tierra. Aquel príncipe, que habia cai
do enfermo en Tarracina , falleció al llegar á la ca
pital de la Pulla , y segun lá expresion de los orien
tales , después de haber agotado la copa del maíti
rio , fue d bañarse en el rio de la vida eterna (i).
Acusaron de esta muerte al Papa Alejandro VI,
á quien el emperador otomano habia prometido tres
cientos mil ducados de oro, si ayudaba a su herma
no d salir de las miserias de la vida. Nosotros creemos
que el Papa se contentó con dejar obrar la justicia
de Bayaceto, y acordándonos de que el sultan ha
bía enviado á Roma embajadores , pensamos que
estos no permanecerían ociosos en aquella ocasion.
Las conquistas de Cárlos VIII, que derramaban
tanto temor entre los turcos, principiaban á causar
vivas inquietudes á muchos estados cristianos; y se
formó contra los franceses una liga en que entra
ron el Papa, el emperador Maximiliano, el rey de
España , y los principales estados de Italia. A ejem
plo de Cárlos VIH, se anunció al principio esta li-
cap. 38.) Sanuti dice que por el mismo tiempo envio el emperador secreta
mente embajadores á solicitar que los turcos volviesen sus armas contra
Ion venecianos.
arí3
Venecia, siempre en guerra con los turcos." Du
rante este tiempo, los soldados de Bayaceto conti
nuaban asolando la Hungría y la Polonia, penetra
ban en la Iliria, y se adelantaban hácia las fron
teras de la Italia y de la Alemania. Todos los es
fuerzos del Papa fueron inútiles; y Alejandro .VI
murió sin haber podido dirigir una escuadra ni un
ejército contra el imperio otomano.
Hemos manifestado las causas que habian de
bilitado el espíritu de la Cruzada ; y ahora diremos
que á fines del siglo XV y principios del XVI, dos
grandes acontecimientos llamaron del todo la
atencion del Occidente. La América acababa de
darse á conocer al mundo antiguo (i), y los portu
gueses habian doblado el cabo de Buena-Esperan-
za. Sin duda que los progresos'de la navegacion,
durante las guerras santas , habian contribuido á
los descubrimientos de Vasco de Gama y de Cris
tobal Colon ; pero luego que la Europa conoció es
tos descubrimientos, se apoderaron inmediatamen
te de aquel espíritu emprendedor y aventurero que
habia mantenido durante tanto tiempo el ardor de
las expediciones contra los infieles. La direccion de
los ánimos, las miras de la política, y las especu
laciones del comercio, todo se mudó ; y se vió en
tonces la gran revolucion de los Cruzados en sude-
' . i . . . i . ,j i
(1) No se realiaso esta resolucion del Papa, que se limito á pedir toda
la plata de las iglesias de Italia, para emplearla en la guerra contra los
turcos, y enviar legados al emperador y al rey de Portugal. (Guicbardin,
lib..7).
{aj Segun Cornelio Fabricio, Soliman mismo participo' de esta in
dignacion. Cárlos V, para justificarse, escribo uuu larga carta á su prisio
nero, atribuyendo á sus generales las injusticias de que le acusaba la cris
tiandad. La historia añade que mando hacer rogativas en sus estados por
la libertad del Papa.
a45
Jesucristo; otros aprovecharse del desorden; y na
die trató ya de defender la cristiandad de la inva
sion de lus otomanos.
Entretanto Clemente VII , desde la prision en
que le detenia el emperador, velaba todavía por la
defensa de la Europa cristiana ; y sus legados fue
ron á exhortar á los húngaros á pelear por su Dios
y por su patria (i). La activa solicitud del Papa iba
a buscar enemigos contra los turcos hasta en el
Oriente y entre los infieles. Acomat, que habia sa
cudido en Egipto el yugo de la Puerta, se alentó por
la corte de Roma, y un Legado del Papa fue á pro
meterle el apoyo de los cristianos del Occidente. El
soberano Pontífice mantenía continuas relaciones
en todas las fronteras y todas las provincias del ejér
cito turco, para saber los designios y preparativos
de los sultanes de Constantinopla. No es inútil de
cir aqui que la mayor parte de los predecesores de
Clemente habian tenido como él el mayor cuidado
en observar los proyectos de los infieles. Asi losgefes
de la iglesia no se limitaban á estimular á los cris
tianos á defenderse en su propio territorio, sino que
tenian como centinelas vigilantes los ojos fijos sin
cesar en los enemigos de la cristiandad , para ad
vertir á la Europa de los peligros que la amenaza
ban.
(i) Be aqui los términos del tratado que Istuanllo nos ha dejado: «El
príncipe de las turcos , Soliman , reconocia al Pontifice Clemente como
^49
y que Soliman daba en él al Pontífice romano el tí
tulo de padre, y el de hermano al rey de Hungría.
Clemente VII, despues de tan inútiles tentativas
con los príncipes cristianos , parecia que no tenia
ya mas esperanzas que en la Providencia, y excla
maba con amargura, aprobando el resultado de las
negociaciones pacificas : ya no nos queda mas que
suplicar al cielo que vele él mismo por la salud del
mundo cristiano (i)."
Se hubiera podido creer que las guerras santas
tocaban á su fin, puesto que el Gefe de la iglesia
habia dejado las armas y hecho la paz con Jos in
fieles. Por lo demas, este tratado de paz, como los
anteriores , no podia considerarse sino como una
tregua 3 y no podia menos de volver á principiarla
gaerra, cuando por parte de los cristianos ó de los
musulmanes tuviesen la esperauza de proseguirla
. . ~. 'i
(1) Los escritores de aquel tiempo , como Ulemberg Surio, Juan Fa>
ber y Coclus, no dejan de acusar al reformador de los males que habian
causado á la cristiandad sus primeros escritos , produciendo la 'indiferen
cia sobre los progresos de los turcos, indiferencia que él mismo condenaba
entonces. '"
(a) Aunque el gefe di.» la reforma exigia las cualidades de un perfecto
cristiano. en los guerreros llamados á pelear contra los musulmar.es, y
a54
tenece pelear co!ntra los turcos; y que el deber de
la segunda era esperar , someterse , orar y gemir.
Anadia que la guerra no era negocio de los Obispos
sino de los magistrados; y que el emperador, en
esta circunstancia , debia considerarse como el gefe
de la confederacion germánica , y no como protec
tor de la iglesia , ni como apoyo de la fe cristiana,
cuyo titulo solo podia darse á Jesucristo. Todas es-
tasidisitincionca, y la opinion de Lutcro sobre la au-
tal^dad . «iwl * que solo adoptó para oponerla á la
pontificia, estaban llenas de errores graves, y habia
puesto para sostenerlas todo el furor del orgullo ir
ritado.
No contento con esta apología , que habia inti
tulado: De ta guerra contra tos turcos (i), dos años
despues del sitio de Viena publicó otra obra inti
tulada: Discurso militar, en el cual convidaba tam
bien á los alemanes á tomar las armas. Este segun
do discurso principia como el primero, con distiu-
\
a6a
que acabaron la guerra. Esta barbarie de los tur
cos excitó la indignacion de los pueblos cristianos,
y las naciones marítimas vieron con espanto una
invasion que procuraba cerrar al comercio europeo
los caminos de Oriente.
Al acercarse el peligro , el Papa rio V babia
exhortado á las potencias cristianas á tomar las ar
mas contra los otomanos; y se formó una confede
racion , en que entraron la república de Yenecia,
el rey de España, Felipe II, y el Papa mismo, dis
puesto siempre á dar á sus predicaciones la autori
dad de su ejemplo (i). Una escuadra numerosa,
armada para defender la isla de Chipre, llegó muy
tarde á los mares del Oriente , y no pudo servir
sino para reparar la vergüenza de las armas cristia
nas. Esta escuadra, mandada por Don Juan de Aus
tria, encontró á la de los otomanos en el golfo de
Lepanto ; en el mismo mar en que Augusto y An
tonio habian disputado el imperio romano La ba
talla que se empeñó entre los cristianos y los tur
cos , se parecia en alguna cosa al espíritu y entu
siasmo de las Cruzadas. Antes de principiar el com
bate , don Juan mandó enarbolar en su navio el
estandarte de San Pedro , que habia recibido del
J>) . Balas consideraciones generales se podrá ver cual era.,el estado de.
lar costumbres y 'de la civilizacion en aquella ¿poca,.
*7°,
y eran ya otros tantos vinculos que los unian á la
patria.
En el siglo precedente, el genio de la navega
cion habia descubierto la América y el paso del ca
bo de Buena-Esperanza ; y los resultados de este
descubrimiento hicieron una gran revolucion en el
comercio, fijaron la atencion de todos los pueblos,
y dieron á los ingenios una nueva direccion. Todas
las especulaciones de la industria, fundadas duran
te mucho tiempo en las Cruzadas, se dirigieron á
la América y á las Indias Orientales. Grandes im
perios y ricos climas se presentaron de repente á la
ambicion y á la codicia de todos los que buscaban
la gloria, la fortuna ó las aventuras; y las maravi
llas de un mundo nuevo hicieron olvidar las del
Oriente. .
En aquella época tan memorable , se advertía
en Europa una emulacion general por la cultura
de las artes y de las letras,. El siglo de Leon X ha
bía producido obras maestras en todos géneros. La
Francia, la España, y especial iiKmte la Italia, apli
caban ea provecho de la industria la invencion re
ciente de la imprenta. En todas partes reviviau los
excelentes genios de la antigua Grecia y de la an
tigua Roma, y á proporcion que se ilustraban los
talentos se presentaba delante de ellos una nueva
carrera* Otro entusiasmo distinto, sucedia al de las .
.empresas religiosas; y las hazañas de los tiempos
heroicos de nuestra historia, no tanto inspiraban
el deseo de imitarlas , como excitaban la admira
cion de los romancistas y de los poetas. Entonces
]a musa de la Epopeya ,: coya voz no celebra mas
que acontecimientos lejanos , cantaba los héroes
de las guerras santas; y las Cruzadas, por la mis
ma razon de que el Taso podia adornar su narra
cion con todas las riquezas de su fantasía , las Cru
zadas, decimos, no eran ya para la Europa mas
que un recuerdo poético. «.
Una circunstancia feliz para la cristiandad , e»
que en el tiempo mismo en que las Cruzadas, cu
yo objeto había s(do la defensa de la Europa , em
pezaban á declinar, los turcos perdieron algun tan
to aquel poder militar que habian desplegado con
tra los pueblos cristianos. Los otomanos habian sido-
al principio, corrio ya hemos dicho/ la única na
cion que mantenía en pie un ejército regular y per
manente, lo cunl la daba una grande superioridad
sobre los pueblos que queria someter á sus ar
mas (i). En el siglo XVI, la mayor parte de los
grandes estados de la Europa , tenían también ejér
citos que podian siempre oponer á sus enemigos.
La disciplina y la táctica militar r habian hecho rá
pidos progresos entre los pueblos de la cristiandad;
y la artillería y la marina se perfeccionaban cada
373
Ja idea de que eran invencibles , y que el mundo
debia someterse á sus armas. Se observa , que des
pues de aquella época, la mayor parte de los gefes
de los ejércitos y de las escuadras turcas , fueron
mas tímidos, y no se abandonaron tanto á la se-*
guridad de la victoria en presencia del enemigo.
Los astrólogos, que habian visto hasta enton
ces en todos los fenómenos del cielo , el acrecenta
miento y la gloria del imperio otomano , no vieron
ya en el reinado de Selim y en los reinados siguien
tes , mas que agüeros siniestros en los aspectos de
los cuerpos celestes. Hablamos de este modo de los
astrólogos, porque sus predicciones influían mucho
en¡la política de los turcos. Es probable que aque
llos pretendidos adivinos no se contentasen con ob
servar los cuerpos celestes ,. sino que observasen
tambien las costumbres y las opiniones del pueblo,
y el curso de los acontecimientos y de los nego
cios. Por esto se han hallado justas algunas de sus
profecias , que pertenecian «n algun modo á I* his^
toria. .'.>.. >>' >''. * ¡•,•'>>-> >"..
y traducidas en francés se han publicado, hace poco tiempo por Mr. Sal-
vaodi: estas cartas son un monumento precioso para la época de que ha
blamos aqui. >
(i) . El mismo Sobieski refiere estas apariciones en sus cartas i la rti-
oa María Casimira.
285
ta salvacion de la cristiandad (i). Persiguieron á los
turcos hasta la Hungria , en donde las reliquias de
sus ejércitos no pudieron defender las ciudades y
las provincias que habian conquistado. Lafamapu-
blicó las victorias de los cristianos , y de todos los
paises de la Bu ropa , se vió acudir una multitud de
nobles guerreros deseosos de pelear contra los tur
cos. Eutre estos guerreros que animaba el celo de
la religion y de la gloria ,. debemos citar al joven
duque de Bei wick ( a ) á quien el desventurado Ja-
cobo II envió dos veces á la defensa de la Europa
y de la iglesia. Toda esta caballería cristiana fue
(i) Venena do quedo dueña de una parle déla Morra tino duran
te quince años. Los tuicosse aprovecharon dula division que »e susci
to en la ciistiai dad , y de la guerra que. Lacia ¡ arte de la Europa 4
Luis XIV para volverá entraren sus antiguas conquista?. I. oí otomanos,
no encontraron entre los griegos tantos auxiliares como enemigos.
288
el tratrado , se vieron aparecer los Czares de Mos
covia, potencia nueva que no se habia percibido
basta entonces en la lucha de los cristianos contra
los infieles , y que mas tarde habia de dar los gol
pes mas terribles al imperio otomano.
Hemos mostrado el origen y los progresos de
los turcos ; y ahora solo nos queda que hablar de
las causas de su decadencia. . ; .; '>'• •:
Los turcos no estaban constituidos sino para
combatir contra pueblos bárbaros como ellos , ó
contra pueblos degenerados como los griegos.
Cuando encontraron naciones que no estaban cor
rompidas ni les faltaba valor ni patriotismo , se
vieron obligados á detenerse. Es cosa digna de ob
servarse , que no pudieron jamas separar los pue
blos de la iglesia latina, y la única nacion que se
hallaba distante de la cristiandad por la conquista
de los turcos, fue la que se apartó de ella por su
creencia. Cuando los otomanos no tuvieron ya na?
da que invadir , todas las pasiones que les habian
impelido á la conquista, solo sirvieron para con
mover su imperio , que es el destino ordinario de
los pueblos conquistadores. : ; ¡ , . ¡ >.- ..;.«.• r
Una de las primeras causas que debilitaron el
poder militar de los turcos, fueron las guerras que
proseguían á un tiempo contra la Europa cristiana
y contra la Persia. Los esfuerzos qñeThícierbn con-.
tra los persas, los distrajeron de sus expediciones
contra los cristianos ; y sus empresas contra estos,
perjudicaron al buen éxito de sus guerras en Asia.
En estas dos especies ¡de guerras ; tenian, un modo
\
23g
enteramente distinto de pelear ; porque despues de
haber combatido algun tiempo á los guerreros del
Ojo y del Cáucaso, se hallaban inhábiles para ha
cer la guerra en Europa. Jamas pudieron triunfar
de los persas, ni de los pueblos cristianos; y se
vieron al fin oprimidos entre dos naciones, intere
sadas igualmente en su ruina, y animadas por las
pasiones religiosas.
Los turcos habian traido consigo, como todos
los bárbaros que habian venido del Norte del Asia,
el gobierno feudal ; y la primera cosa que hacian
á todos aquellos pueblos errantes que se establecian
en los paises conquistados, era la reparticion de las
tierras con ciertas condiciones de proteccion y de
obediencia ; y de cuya reparticion debia de nacer
el régimen de la feudalidad. La diferencia que exis
tia sin embargo entre los turcos y los demas bárba
ros quehabian conquistado el Occidente, era que el
despotismo celoso de los sultanes no permitió jamas
que los feudos llegasen á ser hereditarios y que se
levantase á su lado una aristocrácia , como en las
monarquías de la cristiandad. Así es que no se vio
en el imperio turco, por una parte, sino la autoridad
de un dueño absoluto, y por la otra, una democra
cia militar (i).
Han comparado los turcos á los romanos; por
que ambos pueblos principiaron del mismo modo,
y porque nadie se parece mas á los compañeros de
» a
2^2
sen siempre dueños de él. Toda su oposicion con
sistía en impedir cualquiera mejoría en la disciplina
y los usos militares; y los abusos y preocupaciones
mas difíciles de destruir en una nacion, son los que
pertenecen á un cuerpo ó á una clase en donde re
side la fuerza. El despotismo omnipotente de los
musulmanes no pudo jamas vencer la oposicion de
los genizarosy de los espays ; y estos cuerpos formi
dables, que habian contribuido tan eficazmente á
las antiguas conquistas , llegaron á ser el mayor obs
táculo para que se hiciesen otras nuevas.
Los turcos establecidos en la Grecia, tenian mas
respeto á los antiguos usos y preocupaciones, que
amor al pais que habitaban. Dueños de Stamboul,
tenian sin cesar fijos los ojos en el pais de su ori
gen, y parecian que no eran mas que viageros y con
quistadores pasageros en Europa. Detras de ellos es
taban los sepulcros de sus abuelos, la cuna de su
culto , y todos los objetos de su veneracion ; y de
lante unos pueblos que aborrecian , religiones que
querían destruir, y paises que les parecian malde
cidos de Dios.
En medio de su decadencia , nada fue mas fu
nesto á los turcos que el recuerdo de su gloria pa
sada, y nada les perjudicó mas que aquel orgullo
nacional que ya no estaba en armonia con su for
tuna ni en proporcion con sus fuerzas. Las ilusio
nes de un poder que ya no exislia , les impedían
preveer los obstáculos que debian encontrar en sus
empresas y los peligros que les amenazaban. Cuan
do los otomanos hacian una guerra dssveaturuda ó'
*.
(i) Mahomét 111 al subir al trono, mando matar diez y nuere herma
nos suyos. Un sultan sacrifica su familia atestado despotico, como up
feroz republicano dela antigüedad sacrificaba sus hijos i la república.
Aqui es donde se tocan lus extremos y se confunden : esta barbarie de los
sucesores de Otman es uno de los graves inconvenientes de la poligamia
y del desprecio de las santas leyes del matrimonio. Por lo demas, advei ti
mos que cuanto aqui se dice es solo bajo el punto de vista de nna poli-
tica inmediata , pues seria excusado buscar fuera de la religion la causa
primera de estos males.
294
quedasen siempre violadas impunemente , y la di
nastia otomana, en expiacion de tantos crímenes,
cayó en fin en una especie de degradacion. Los prin
cipes otomanos, educados en la servidumbre y el
temor, perdieron la energía y las facultades necesa
rias para gobernar un gran imperio. Soliman II no
hizo otra cosa que aumentar el mal , decidiendo por
una ley constitutiva que ningun hijo delos sultanes
pudiese mandar los ejércitos, ni gobernar las pro
vincias , pues desde entonces no se vieron ya en el
trono sino príncipes afeminados, y hombres tímidos
é insensatos.
Bastaba que estuviese corrompida la voluntad
del príncipe para que fuese general la corrupcion, y
que á proporcion que degeueraba el carácter de los
sultanes, degenerasen todos los demas. Un letargo
universal habia reemplazado la estrepitosa actividad
de la guerra y de la victoria, y á la pasion de las
conquistas habia sucedido la codicia, la ambicion,
el egoismo y todos los vicios que señalan y conclu
yen la decadencia de los imperios. Cuando los es
tados se elevan y caminan á la prosperidad, hay una
emulacion para aumentar sus fuerzas; pero cuando
declinan , hay también otra emulación para impe
lerlos á su pérdida y aprovecharse de su ruina.
El imperio tenia siempre un numeroso ejército;
pero este ejército, en que la disciplina degeneraba dia
riamente, no era temible sino en la paz. Una multi
tud de thimariots ó poseedores de feudos vitalicios,
no teniendo nada que dejará sus familias, pasaban
por las tierras que les habian dado , como las lan
gostas , que en los campos á donde las arroja el vien
to, destruyen hasta el germen de las cosechas. Los
bajaes gobernaban las provincias como conquista
dores, y los ricos del pueblo eran para ellos seme
jantes al botin que los vencedores se distribuyen el
dia de la victoria. Los que amontonaban tesoros,
compraban la impunidad, y los que tenían ejérci
tos, proclamaban su independencia.
Los sultanes de Constantinopla, adormecidos en
su serrallo, despertaban frecuentemente al ruido de
las revoluciones populares ; y las violencias del ejér
cito y del pueblo eran la única justicia que podia
alcanzar á su despotismo ; pero esta justicia mis
ma era otra nueva calamidad que no hacia mas que
precipitar la decadencia general. Lo mas singular
era que los turcos, cuando se rebelaban contra un
principe de la dinastía otomana, conservaban una
profunda veneracion á esta dinastía. Inmolaban el
tirano á su venganza, y se mostraban siempre dis
puestos á sacrificarse ellos mismos por la tirania;
así, la licencia en sus mayores excesos , respetaba
siempre al despotismo; y, lo que debia de poner el
colmo al desorden , el despotismo á su vez respeta
ba la licencia.
La sociedad se hallaba de este modo constitui
da entre los turcos por la religion musulmana, que
se mezcla á un mismo tiempo en las costumbres de
la licencia y de la servidumbre: esta religion falsa
inspiraba al esclavo una sumision ciega que se pa
recia al rendimiento ; al príncipe un respeto á las
preocupaciones que se pa recia á la moderacion y á
*96
la justicia ; y á todo el pueblo una profunda aver
sion á los extrangeros , y un ardor de vencer á los
enemigos que se parecia al patriotismo. La ley del
coran que mantenia en los corazones el menospre
cio de todo lo que no habia previsto, podía sin du
da mirarse como una institucion maravillosa para
conservar las cosas en el estado en que estaban;
pero era un obstáculo invencible, cuando llegaba
el tiempo de hacer mudanzas saludables y de escu
char las lecciones de la experiencia. Esta ley admi
rable para fundar un estado bárbaro, era impotente
para proteger á un imperio en su declinacion y para
precaver su decadencia. Los turcos, llenos siempre
de un fanático orgullo, no podian persuadirse, en
medio de su abatimiento, de que faltase nada á su
poder, á su legislacion y á su disciplina. No hay
cosa mas notable en la historia que esta soberbia
ignorancia de un pueblo, en medio de una revolu
cion que la arrastra diariamente á su pérdida; y es
ta revolucion se hacia entre los turcos, no por ideas
nuevas, sino por ideas antiguas; no por el amor de
la libertad, sino por los hábitos de la esclavitud ; y
en fin, no por la pasion á las mudanzas, sino por
una vana obstinacion en no mudar nada jamas. Los
turcos respetaban la causa de su ruina porque se li
gaba á la historia de los tiempos bárbaros; y la re
ligion musulmana, repitiéndole sin cesar que debían
obedecer al destino , y que el que estd en el fuego debe
resignarse, les impedia contener los progresos del
mal (i).
I 71 - ' > | . ,. .—:
(?) lin todos los pueblos que caminan á su decadencia , se hallan eo
Se nos podrá preguntar por qué la cristiandad
no se aprovechó de esta 'decadencia de los turcos
para echarlos al Asia. Ya hemos visto en esta histo
ria que los pueblos de la Europa cristiana no pudie
ron entenderse jamas, ni ponerse de acuerdo para
defender á Constantinopla cuando la atacaron los
otomanos. No tuvieron mas union para libertarla
despues que fue conquistada, yes preciso añadir que
cuanto menos temieron á los turcos, menos esfuer
zos hicieron para vencerlos. No inspiraban ademas
ninguna envidia á las naciones comerciantes de la
cristiandad; y en vano la fortuna los habia coloca
do entre el Oriente y el Occidente, y los habia he
cho dueños del Archipiélago, de las costas de Afrk
cay de los puertos del mar Negro y del mar Rojo;
porque sus mas hermosas provincias estaban desier
tas, sus ciudades permanecian abandonadas, y todo
perecia en manos de un pueblo indolente y grosero.
Dejaron á los turcos por la razon de que no se apro-.
vechaban de sus ventajas, y porque eran , sirviéa-r:
donos de una expresion de Montesquieu, de todo»
los hombres los mas á propósito para poseer inútil
mente grandes imperios.
Lo que hubiera podido hacerse en el siglo XV
(i) Juan Bautista Rousseau , que había dirigido una oda á los prin
cipes cristianos , con motivo de la declaracion de guerra que hito la
Puerta á la república de Venecla , compuso una nuera á la victoria de
Peter-Waradin ; y publico otra tercera sobre la par de PassarortiU.
Tomo X. 3a
3o6
las banderas cogidas á los infieles se pusieron en los
altares de la Virgen , cuyo auxilio habian implora
do (i) ; circunstancia notable que mientras que la
iglesia de Roma celebraba las hazañas y los triun
fos de los ejércitos cristianos , el cuerpo del ulema
en Constantinopla condenaba aquella guerra que le
parecia mas injusta porque era desgraciada ; y el
mufti maldecia á los que la habian provocado. Los
otomanos poniendo su esperanza en la paz , renun
ciaron desde eutonces á todo proyecto de conquis
ta ; y satisfechos con haber recobrado algunas ciu-
PIEZAS JUSTIFICATIVAS.
NUMERO PRIMERO.
(i) «Esta disertacion llena las cien páginas en folio del primer cua
derno del tomo 6." de la obra periodica: Funrfgruben des Orientt , etc.
Minas del Oriente, beneficiadas por una sociedad de aficionados, ele.
Viena 1818. En esta nota he extractado y analizado los dos articulos del
Diariodc los sabios , (marzo y abril de 1819) en donde he dado cuenta de
la disertacion de Mr. Hammer, y me he servido tambien de dos articulos
insertos en la B. universal, tova. 10, pag. 3»7, y t. n,pag, 3, ' ',
Tomo X. 4°
3i4
las personas que prepararon y concluyeron el infortunio de la
orden del Templo? ¿Cómo se hablan escapado á las pesquisi
ciones industriosas de la envidia y del odio, y a la sagacidad
de los inquisidores? ¿Porqué los diversos apóstatas, que por
ambicion, ó por temor, depusieron contra la orden, no indi
caron unos monumentos, que entonces hubieran sido mas
numerosos y evideutes, y cuya existencia hubiera justificado
s u vergonzosa desercion? Y cuando las iglesias y las casas de
los Templarios fueron ocupadas por unos sucesores que tenian
tanto interesen hacer perdonar el rigor de la expoliacion, ¿có
mo ninguno de estos sucesores descubrió aquellas pruebas
materiales , que segun Mr. Hamnier, proclaman todavia en el
dia de hoy la apostasia de los Templarios?
La obra de este sabio se titula : «El misterio del Pafomet
be velado , ó los hermanos de la milicia del Templo con
vencidos, por sus propios monumentos, de participar de
la apostasia, ta idolatría, y la impiedad de tos Gnós
ticos , y aun de los Ofianitas.
He aqui la exposicion, la análisis y el resumen del sistema
de Mr. Ilammer.
«Se lee en el proceso formado contra la orden del Templo,
que los caballeros adoraban un idolo en forma de Bafomet (i)
in flguram bafometi. La descomposicion de esta última pa-
(ij Falta mucho para que las informaciones tomadas contra los Tem
plarios hayan suministrado la prueba moral ni legal de la existencia de las-
figuras bafométicas. El acta de acusacion no habla de ellas. Nose mencio
nan en el gran proceso formado en Paris , ni en las numerosas declaracio-
nesde los testigos que se interrogaron.
Solamente de seis testigos oidos en Garcasona, que les presentaron un
idolo, dos le designaron i» nr.ua tu bafometi. El uno , Gaucerand de Mont-
pesat, llevado á Paris, se retracto de toda su confesion anterior; no que
da, por consiguiente, mas que un solo testigo , de quien se ignora su con
ducta ulterior, y su fin. Está probado que de otros cuati o interrogados en
Carcasona, Juan Cassauhas y Pedro de Mossi, retractaron su piimcra de
posicion , y que Juan Cassauhas fue quemado en aquella ciudad.
3i5
labra significa en grisgo Bautismo dei espiritu; y por con
siguiente el Bafomet de los Templarios era el bautismo Gnós
tico, que no se hacia por el agua de la redencion, sino que
era una lustracion espiritual por el fuego. Bufomet significa
pues la iluminacion del espiritu.
«Como los Gnósticos habian suministrado á los Templarios
las ideas y las imágenes bafométicas (i), la palabra Mete (me-
tis) ha debido ser venerada entre los Templarios; asi, añade
Mr. Hainmer, yo suministraré pruebas de esta circunstancia
decisiva.
«Los Gnósticos estaban acusados de vicios infames. El
metis estaba representado bajo formas simbólicas , principal
mente en las de serpientes y de una cruz truncada en forma
de T.
«Los Gnósticos, coutinúa Mr. Hammer, ao empicaban siem
pre la palabra Mete en sus monumentos, se servian tambien
de la palabra gnosis, que es sinónima y se halla entre los Tem
plarios."
Desenvolviendo su sistema de acusacion, Mr. Hammer sos
tiene siempre que está probado en el proceso hecho contra los
Templarios, que adoraban figuras bafométicas ; produce me
dallas que ofrecen estas supuestas figuras bafométicas, y es
pecialmente algunas medallas en que se lee metis con una
cruz truncada (a), y otras que representan un templo con
la leyenda: Sakctissima qtjinosis, es decir gnosis. Indica tam
bien vasos y cálices gnósticos; y atribuyéndolos á los Templa-
(i) Mr. Hammer mira este hecho como constante, pero no presenta
ninguna prueba de él.
(a) La supuesta cruz truncada que Mr. Hammer ha creido ver en al
gunas medallas, que por otra parte no han pertenecido jamas á los Tem.
plaiios, no es mas que el efecto de la superposicion de una mano encima
de lo alto de la cruz comun : esta mano , que tiene la cruz por arriba, se
halla en muchas medallas o monedas, que el mismo Mr. Hammer no se
atreverá í atribuir á los Templarios.
4o:
3i6
rios, sienta que el romance de siisrosui,,» santa copa, es
un romance simbólico que oculta y prueba á un tiempo la
apostasia dii los caballeros; en fln, cree reconocer en las iglesias
que antiguamente pertenecieron á los Templarios, ó que su
pone haberles pertenecido, figuras bafométicas, y símbolos
gnósticos y ofiticos.
Mr. Hamuiar gasta mucha erudicion para indicar los diver-
tos y numerosos sistemas que han precedido ó han traido la
secta de los gnósticos; llega en fin, a las figuras bafométi
cas : produce veinte y cuatro de ellas que á su parecer reunen
los caracteres del Bafomet; estan cargadas de signos astro
lógicos; muchas de ellas tienen una serpiente por cintura, y
aquella cruz de asa, que se llamaba llave delNilo por los egip
cios, y que se ha mirado como el simbolo de la fecundidad;
tienen inscripciones, unas en latin y en griego, que no de
signan mmbres propios, y otras en árabe que serian inin
teligibles sino se tuviera el medio de cotnpararlas con lasque
se hallan en algunos vasos. El principal de estos , presenla
una inscripcion árabe que se refiere al culto de una divinidad
llamada Mete; la dan el titulo de Teala, omnipotente, y de
N Asen, productora. Mr. Hainmcr defiende que el Mete era lo
mismo que los Sofia, Achamot, de diversas sectas gnestieas.
Pero nada presenta de cerca ni de lejos conexion alguna
con los Templarios.
Mr. Nicolai, que en una obra alemana titulada: ensayos
sobre tos secretos de los Templarios , fue el primero que
usó esta palabra Bafomet, y unió á ella la idea de la imagen
del ser Supremo , en el estado de quietud que le atribuian los
gnósticos maniqueos; este sabio fue el primero que supuso
que los Templarios tenian una doctrina secreta , ó iniciaciones
de muchos grados, y defendia que los sarracenos les habian
comunicado esta doctrina.
Para destruir todos estos sistemas , bastará probar que
es imposible que la palabra Bafometi, que se halla referida
en el proceso de los Templarios, signifique otra cosa que Ma-
homet.
3i 7
El señor baron Silvestre de Sacy (i), habia condtnado
esta explicacion de Mr. Hammer; y cuando este último ha in
sistido en no reconocer en Bafomet el nombre de Mahomet, ha
sido fácil de probar que los autores de la edad media han es
crito frecuentemente Bafomet por Mahomet, para lo cual no
fallan autoridades (2).
Si la palabra misma de la secta bafomética ó gnóstica no
existe ni ha existido jamas, el sistema entero se hunde por los
cimientos.
Pero aun cuando se probase que ha existido una secta ba
fomética, y aun cuando hubiese pormenores ciertos sobre sus
opiniones y sus misterios, ¿cómo prueba Mr. Hammer que los
Templarios han pertenecido á esta secta?
Mr. Hammer ha reunido y hecho grabar hasta cien meda- 1
lias y otros diferentes monumentos, que atribuye á los Tem
plarios, porque cree ver en ellos el Mete, y el Tatj de lo»
gnósticos.
Los medallas y los monumentos que cita , no son tampoco
pruebas de una secta de gnósticos, y aun cuando se demos
trase su existencia, aquellas medallas y monumentos, siendo
extraños enteramente á los Templarios, ¿ por qué se les apli
caba.!?
Para dar una idea de la manera con que Mr. Hammer tra
ta de probar, por las medallas, que los Templarios eran gnós
ticos, citaré solamente aquellas en que este sabio ha creido
leer la palabra Qoisosis ó gnosis. «
En la moneda ochenta se halla, segun Mr. Hammer, el
templo de Jerusalen con cuatro torres ; la inscripcion trae:
■J- S. S. Simoonjü cu A ; pero leyendo al reves, y principian
do , no por la A. final, sino por la D tendida que Mr. Hammer
«UMERO B.
4l
3a4
v _ Francisco di NEcrviLtis.
P. Archieptjs aqeem.
Dalbiac. Viserott. ,
NUMERO III.
NUMLERO IV.
NUMERO V.
NUMERO VI.
/
377
servar Jerusalen y la soberania cristiana en Asia, mientras
no fie destruyese la monarquia egipcia, y que para lograrlo
era preciso apoderarse primero de Dauiieta. D<¡ esto nació una
discusion entre Felipe y Ricardo, etc. Ricardo mismo, des
pues de haber teuido mal suceso en Palestina, quiso empren,
der una expedicion contra Egipto, pero la muerte se lo im
pidió. „l
Las potencias cristianas llegaron á conocer con el tiempo
su error, y el Papa Inocencio III decretó contra el Egipto
una expedicion, cuyo éxito fue desgraciado. Vino despues la
expedicion de san Luis que se malogró por la imprudencia é
incapacidad de los gefes. Luis expuso su ejército en lo inte
rior del pais, entre los brazos del Nilo, dejando su espalda j
el curso del rio en poder del enemigo. En lugar de apoderarse
de las costas y del Nilo con una escuadra, únicos medios de
afirmar su conquista , de asegurar los viveres de su ejército,
y de ponerse al abrigo de cualquiera ataque, se dejó cercar;
los sarracenos interceptaron su subsistencia, y destruyeron al
fia el ejército cristiano.
Posteriormente las guerras entre la Francia y la Inglater
ra , así como las que estallaron entre la Francia y la casa de
Austria, hicieron perder de vista el Egipto, y no se ha vuel
to á pensar en él basta el tiempo del Cardenal Jimenez, que
fue el autor de una liga formada para la conquista de aquel
rico pais, entre Fernando de Castilla, Manuel de Portugal y
Enrique VIII de Inglaterra." Tres principes, dice Lcihnilz,
de quienes se puede decir que cada uno de ellos ha establecido
los fundamentos del poder y del comercio de su pueblo .res
pectivo; y esto es lo que la Francia espera ahora de Luis."
Este proyecto no se realizó por la muerte de Fernando , por
la cual pasó la Corona de España á la casa de Austria. .
Leiitnitz da despues un extracto de las revoluciones de
Egipto desde los primeros siglos hasta que le subyugaron los
turcos, para demostrar la importancia que se lia dado en to
dos tiempos á la posesion del Egipto , y para probar que nun
ca ha opuesto mucha resistencia a un conquistador hábil.
Tomo X. 4$
378
(H(tc exponenda putavi ; ut quantum in reius humani
ai» omni asvo JEgyptus habita sit appartret; atque Utud
quoque intetíigeretur , nunquam rede aggredientibus
difficitem fuisse).
El Egipto, convertido en una provincia del imperio oto
mano, será ja mas facil someterle , no solamente d causa de
la dificultad que experimentaria la Puerta para socorrerle , y
de la propension de sus habitantes á la rebelion, sino tam
bien porque no es ya la capital de un imperio. (Quia de-
tiit esse imperii sedes).
Despues de este preámbulo, Leibnitz, desenvolviendo lue
go su plan, sienta esta proposicion:
Que la conquista del Egipto es el camino mas seguro para
la supremacia en Europa, ó en otros términos, que asegurará
los intereses mas apreciados de la Francia.
Que la empresa es muy facil para la grandeza del objeto.
Que nada se arriesga en ella.
Que está de acuerdo con la politica.
Que no permite ninguna dilacion.
En fin, que es grande, justa y piadosa. (Nune adipsum
propositionis eorpus veniendum est, ubi mihi ostendert
posse videor expeditionem Mgyptiacam.
i.* Efjicacissimam esse ad summam rerum, seu id
quod Francia} maxime interest.
a.* FacUern esse. pro rei magnitudine et maximo
christianissimo regi.
3.* Pericuíi expertem.
4-* Prcesenti consUiorum tinew eonsentaneam.
5. * Diutius non differendam.
6.* Eam suscipi de regno interesse generis humani,
religionisque christianai, et quod idem est , votuntati
divinas eonsentaneam, juxtam, piam esse, ac proinde
facilem fore).
Esta supremacia que importa a la Francia conseguir, con
tiste en la posesion de tanto poder como puede esperarse ra
zonablemente; porque no se trata de una monarquia universal
3^9
sino Je la direccion general ó arbitramento de los negocio?.
(IIune ato non monarehiam universalem , nuna pras-
sertim , inter christianos; sed directionem generale m
v el arbitrium rerum esse).
La monarquia universal es un absurdo que prueba la his
toria de'la Europa. Haciendo la guerra á estados cristianos,
nuDca pueden conseguirse sino débiles engrandecimientos, ni
adquirir mas que una pequeña porcion de territorio. Estos
medios no convienen ¡1 un rey cristianisimo y á un gran mo
narca. Los matrimonios, elecciones y sucesiones, producen
mas.
La guerra debería dirigirse únicamente contra nacionei
bárbaras; y entre ellas es incontestable que, con un solo gol
pe afortunado (y los franceses son particularmente d propósito
para darle) pueden destruirse y fundarse en un momento los
imperios. En esto se hallan los elementos de un poder emi
nente, y de una gloria sublime. (Rex christianissimus in
christianorum generalem seu ducem , Galtia in scho-
iam Europa;] militaron , academiamque confluentium
prceelarorum ingeniorum , imperiumque Oeceani ti-
muí et Mediterranei maris erigetur; et si honor em,
si indisputabilem pr&rogativm plenos tocum quwrimust
tituli ac jura imperatoria Orientalis á Tureis oppresi,
á Francis in quorum jam tum manu atiquamdiú sub
Batduinis imperium Constantinopoli fuit restituti, de-
ñique arbitrium rerum universale , monarchid opiabi-
lius , apud prudentes acquirentur).
Es cierto que el poder de la Francia' ha de aumentars»
con la paz de la Europa, y que debe debilitarse con guer
ras intempestivas. Emplee aquel contra los bárbaros y en la
restauracion del Egipto. En América, imposibilitarian cual
quiera empresa los españoles, los ingleses y los holandeses,
pero dirigida contra la Turquia , nadie se atreveria á opo
nerse á ella; una vez invadido el Egipto, la guerra que ha
riamos entonces, se convertiria en guerra Sagrada por la
aprobacion general ; y , en lugar de las provincias desiertas
48:
38o
fie la Palestina, únicamente célebre par suí minas, tendría
mos, en premio de nuestros esfuerzos, aquel ojo de tos pai
tes, aquella madre de tos g ranos , y aquella siila de( co
mercio. (Non deserta illa, ruinis tantúm nobilis Pa~
ta'stina; sed oeulus regionum, mater frugum, sedes
commereiorum acquiretur).
De todas las regiones de la. tierra, eí Egipto debe consi
derarse como la primera despues de la China ; porque reune
tantas ventajas que la imaginacion nada puede aumentarlas.
Es el principal istmo del globo , que divide los mares , de
suerte que obliga á dar la vuelta del Africa. Es a un mismo
tiempo la barrera y el paso entre el Africa y el Asia ; es el
punto de comunicacion , y la escala general del comercio,
por una pai te para la India, y por otra para- la Europa; es,
en algun modo, el ojo de los paises adyacente», rico por la
fertilidad, de su suelo, y por su grande poblacion en medio de
los desiertos que le rodean; y reune las maravillas de la na
turaleza y del arte , que despues de tantos siglos,, parece que
presenta motivos de nueva admiracion.
Despues de apoyarse en numerosas citas acerca de Tos recur
sos que ofreee el Egipto , Leibnitz continúa de este modor
Supongamos que el Egipto se halla ocupado por un ejér
cito del rey cristianismo, y veremos cuanto deberá1 contribuir
este acontecimiento 6 la supremacia politica.
Es evidente que al imperio turco podrian destruirle los
ataques de los alemanes y de los polacos , si se desarrollasen
los gérmenes de rebelion que actualmente se forman en él por
todas partes; y no h;iy duda que la Moscovia y la Persia sa
carán p.utido de esta circunstancia. Entonces, la porcion
mas preciosa de aquella monarquia tocará á la Francia, que
haciéndose de esta suerte dueña d«l Mediterráneo, restable
ceria el imperio de Oriente. (Par* mtlior Francioe cedet;
hete maris Mediterranei domina, imperium Oriénta
le ressuscilabit) . Del Egipto extendería su imperio sobre tt
Occéano, y tomarin, sin ninguna dificultad, posesion del
mar Rojo , de las islas reciñas y de Madagascar. No lardaría
3St
en poseer el mar de Etiopia, el golfo Pérsico, y la isla de
OrmuX que le domina-.
De fa Conquista .del Egipto resultarian grandes é" impor
tantes «uníanlas en Europa. (ín Europá mira rerum con~
versio occupatam Égyptunt se quetuf). El rey de Francii
podría entonces , por nú derecho incontestable, y con el coit-
Seniimiento del Papa, lomar el titulo y disfrutar las prero»
gatitas de ün emperador de Oriente. [tmpetaíoris Oriew
talis titulo et pratrogaliva rex Francim summo jure,
nec dubio , Pontifícis atsensu, tlletur); podría añadir de
nuevo á su titulo de hijo primogénito , el de patrono ( ad-
vocatus) de la Iglesia, y por las grandes ventajas agenciadas
fi la Santa Sede, tener á los Pontifices mas bien en su poder,
que si residiesen en Avifion; la Italia y la Alemania quedaria
enteramente libres del temor de los turcos, y la España del de
los moros: el comercio del mundo se dividiria enTre la Francia'
y la casa de Austria; y en fin, la reconciliacion entre las familias
mas poderosas, se cimentaría en la satisfaccion de. una y otra,.
teniendo la Francia porsu parte el' Oriente, y la España el Oc
cidente. (Imperium orbis cumdomo Austríaca partietur;
ea domum verareconciliatio erit potentissimarum fami-
iiarum qud utraque contenta erit, Francia: Orientem,
Hispanice Occidentem offerentibus falis). Y si querían
unirse por el laio indisoluble del interes, comurt , consegui
rían el fin d que habian aspirado los ministros mas s.lbios
en las conferencias de los Pirineos; llegarian ¡i ser las Arbi
tras de las demás potencias; prepararían la felicidad de la es
pecie humana, y harian respetar para siempre la memoria
del rey cristianisimo, h quien se deberian tantas maravillas.
( Quod día sapicntissimi minislri in Pyrenccis congres-
sibus agitaiant, arbitrium ccelerorum et humani gene-
ris félicitalem sacram in omne avum memoriam chris-
tianissimi authoris).
Desde el Egipto quitarian ¡i los holandases, sin dificultad,
el comercio dela India, del cual depende en el dia todo su
poder, y les causarian de este moio directa y necesaríamen
38a
te mucho mas daño q"fle con los triunfos mas distinguido* de
una guerra abierta (i). (Hollandi ex Mgypto commerciis
Indicis nuda negotio depetientur quibus omnis eorum
potentia hodie nititur et ionge certius, rectiusque af-
fligentur quam possit maximo successu btlli aperti).
La religion cristiana volverá á florecer en Asia; el mundo
obedecerá las mismas leyes, y toda la especie humana se ha
llará unida por tos mismos vínculos, da suerte que, excep
tuando la piedra filosofal, no conozco nada que pueda imagi
narse mas importante que la conquista del Egipto.
Discutiendo la facilidad de la ejecucion, Leibnitz con
sidera:
Las fuerzas que se han de emplear,
Los medios de transportar las tropas.
El clima del pais,
Sus fortificaciones y fuerza militar,
El modo de hacer alli la guerra,
Sus disensiones interiores,
Las disposiciones de las naciones Tecinas,
Y, en fin, los aliados y auxiliares, tanto de los agresores
.coma del pais invadido.
Relativamente á las fuerzas de la Francia, Leibnitz se re
fiere á Luis XIV, que debe conocerlas mejor que él; pero
cree, sin embargo, .que tiene muchas mas que las que se ne
cesitarían.
Francisco, duque de Urbino , pedia cincuenta mil hom
bres., para destruir el imperio otomano. Para la conquista del
Egipto, bastarian treinta mil escogidos. Manuel el Sabio, rey
'de Portugal, se lisongeaba de conseguirlo con una fuerza
mucho mas inferior. No hay duda, añade Leibnitz, que nues
tro número se aumentaria prodigiosamente en poco tiempo
oou el concurso de los árabes y de los sumidas , mientras
( i) Aqui el autor inglés añade ana nota que, matalo nomine, pueden
leer los ingleses en este pasage su propio destino, j cita eo su apoyo la
proclama da Bonafarte de aa de juuio de 1798.
583
que las fuerzas , turcas en aquella provincia no pueden ser
considerables.
Pero supongamos, dice Leibnitx, que fuese preciso em
barcar cincuenta mil hombres; esta es una fuerza de que la
Francia puede facilmente disponer. Pues , aunque yo esté
persuadido de que bastarían ampliamente veinte mil para
ocupar y guardarlas costas de Egipto, seria prudente sacar
ventaja de las fuerzas reunidas en la actualidad , y ejecutar
de un golpe, coa una operacion vigorosa, la conquista en
tera del Egipto. Leibnitz aconseja ademas que se animen las
tropas con discursos, indulgencias, socorros, honores, etc.
y juzga que no es tan importante emplear un gran número
de tropas, como escogerlas bien.
Algunas personas no quieren que se transporten por mar
grandes ejércitos; pero otras personarmas sabias son de opi
nion contraria, y piensan que los débiles inconvenientes de
este medio de transporte estan compensados con grandes ven
tajas. Las primeras incomodidades que se experimentan á
bordo, no son peligrosas, ni de larga duracion; y aun pue
den mirarse como evacuaciones provechosas á la salud. Las
afecciones escorbúticas solo provienen de los largos viajes, y'
las enfermedades agudas de la intemperancia que la discipli
na puede precaver, ó de un cambio de clima que no puede
verificarse en el Mediterráneo. Alli no debe temerse ningu
na sublevacion, pues los soldados se hallan en algun modo
en poder de los marinos. , . -
La memoria de Leibnitz presenta aqui un sumario histó
rico de los ejércitos embarcados en diferentes épocas desde
las guerras púnicas hasta las últimas conquistas hechas en.
Asia y en América por los españoles , los portugueses, los-
ingleses , etc. , y recomendando que no se embaracen mucho
los navios, manifiesta que la navegacion por el Mediterráneo
hace mucho tiempo que es familiar á los marinos franceses,
y que nunca han corrido en él ningun peligro por poco que
hayan atendido & las estaciones. Las embarcaciones frúnce
las y venecianas visitan habitualuaente a Caudía, y de e»ta>
334
¡ola á Egipto no es dificil la travesia. Añadamos á esto, que U
isla de Malta ofrecerá á la escuadra uo apostadero seguro,
bailándose unida á la Francia por uua infinidad de vinculos,
puesto que la mayor parte de los caballeros y el gran
maestre de la orden son franceses. (Accedit quod Mé-
IíUr tula navium statio est; quee Francia} muttis mo
dis de viñeta est; nam maxima equitum pars et ipse
magnus ordinis magister ejus nationis est).
Despues de apoderarse del puerto de Alejandria , por
un golpe de mano , que no puede dejar de conseguirse,
deberán caer necesariamente las costas de la Siria, co
mo las islas de Chipre y de Candia ; porque los turcos no
podrán emprender ninguna cosa por mar para evitarlo.
La memoria de Leibnitz dice que no habrá entonces que
temer la insalubridad del clima de Egipto ; habla larga
mente de la calidad saludable de las aguas del Nilo , da
reglas dietéticas , recomienda la abstinencia del vino , y
manifiesta las variaciones del tiempo en los diferentes me
ses del afta.
Trata del salitre que pioduce el Egipto en abundancia,
y continúa :
"Los medios de defensa natural del Egipto sen los desier
tos y -los manes que le rodean , y el Nilo; los medios ar
tificiales sou su« -castillos y sus ciudades. El mar y «l Nilo,
lejos de perjudicar , facilitarán el uso de las faenas nava
les ; y los desiertos cortarán la comunicacion con lu oiras
.partes del imperio otomano, y se opondrin d que lor lar»
«os envien grandes socorros al territorio de Egipto.
Las plazas fuertes estan en la costa ó en lo interior , y
las primeras en el mar Rojo ó en el Mediterráneo. Aquí
describe Leibnitz Alejandria , Roseta y Damasco con el fio»
gaz , tuauifeslafido la debilidad de estas plazas. La costa del
mar Rojo está aún mas abandonada , y caería prontamen
te en poder de una escuadra portuguesa que obrase de
jconcierto con una fuerza francesa de Madaga&uar; porque
Leibnitz supone que los portugueses estarian mas dispues
385
tos á favorecer las miras de la Francia , que á contrariar
las. (Quantuiw Lusitana} vires? Ut taceam etiam nune
Lusitanos in mari rubro obsecuentes fore) .
La memoria describe muy por menor el golfo arábigo y
el estrecho de Babehnandel; afirma que á todas las plazas si
tuadas en las costas, les faltan fortificaciones ; y habla par
ticularmente de Suez , de Coseir, de Suakim , y en fin del
Cairo, que no presentaria tan poco una gran resistencia.
¿Y la resistencia sola del Cairo, dice Leibnitz , podría
impedir que la Francia se elevase sobre toda la gloria pasada
y la presente? Seria vergonzoso para una nacion tan pode
rosa, y empeñada en tan grande empresa, que dudase ua
momento del éxito final á vista d« este primer obstáculo.
Porque no se pelearia entonces por Dunquerque 6 Graveli-
nes, ni por Maestric; sino por el dominio de los mares, por
el imperio de Oriente, por la destruccion de la Puerta, y
por la supremacia universal, cuyos resultados dependen de
la conquista del Egipto. (¡Seque enim hiede Gravetingd
vel Dunkerka, vet, si matit aiiquis , Motes Trajeólo
capiendo; sed de dominio maris et imperio Orientis et
ruind ottomanied , et arbitrio universaU certatur, quat
ostensum est occupatai JEgypto coheerere).
Siguen algunos pormenores geográficos sobre la costa de
Siria, los puertos y las ciudades de aquel pais; á saber: el
Arirch, Ascalon, Jopé, Acre, Tiro, Sidon , Beiita, By-
blos , Tripoli, Alejandreta, Alepo y Damasco.
Alejandreta domina los desfiladeros de la Cilicia. Con l*
posesion de esta plaza se puede obligar á un ejército., que
yaya del Asia menor d la Palestina, á dar un rodeo molesto
y penoso, por en medio de un pais, la mitad desierto, y
atravesando parte de la Cilicia, de la Armenia y de la Me-
sopotamia.
Alepo y Damasco son las únicas ciudades capaces de re
tardar momentáneamente nuestros progresos ulteriores des
pues de la sumision del Cairo. Aunque están distantes del
mar, sin embargo será preciso apoderarse de ellas, pues en-
Tomo X. 49
386
tonces dominaremos todo el pais de la parte de acá del mon
te Amanas (i). (Post Cairum nullam fore urbem Turci-
cain in Oriente proeter Aleppum et Damascum quoa
arma nostra, exiguo licet tempore, morari possit).
Es verdad que los turcos, si se lo advierten, pueden in
troducir refuerzos en Egipto, y aun fortificar á Alejandria y
hacer el Egipto casi inaccesible. Sera, pues, necesario guar
dar el mas profundo secreto acerca de este designio, y ace
lerar la partida del armamento para su destino. Hecha la ex
pedicion , no podrán ya los turcos oponerse á su buen éxito,
pues la salida de una escuadra tan formidable les hará temer
por la misma corte del gobierno. Bajo este punto de vista se
rá tambien útil esparcir la noticia de que efectivamente está
destinada contra Constantinopla, á fin de que la Puerta re
una y concentre, para proteger la capital, sus fuerzas dividi
das , y debilite de este modo las provincias distantes. Desem
barcando asi repentinamente en Egipto el ejército francés,,
necesitarán los turcos seis meses para reunir una fuerza igual,
y aun mucho mas tiempo si la Puerta se halla entonces em
peñada en una guerra con la Polonia ó la Hungria. Ademas
de esto, luego que se realice la expedicion, la Persia, que
no puede determinarse únicamente por nuestras promesas,
no dejará tambien de levantarse. Y si la expedicion se verifica
se en esta estacion del afio que, segun la opinion de personas
experimentadas , me parece la mas oportuna, seria absoluta
mente imposible á los turcos acudir á tiempo, aun cuando
tuviesen cien mil hombres disponibles, porque el Egipto se
hallaria inundado por las aguas del Nilo , en donde domina
ria nuestra escuadra, y porque el ejército turco no, podría
ponerse en marcha sino el invierno siguiente, etc.
Supongamos ahora que el Egipto esté en nuestro poder,
NUMERO VIL
396
bre estan establecidos dentro y fuera de la ciudad de Jcm-
salen, en la iglesia del Santo Sepulcro, llamada Kamama,
no serán inquietados por los lugares que habitan, y que es-
tan en sus manos, los cuales permanecerán en ellas como
antes, sin que puedan ser inquietados en este asunto, ni
tampoco con pretensiones de impuestos; y si les ocurriese
algun pleito que no pueda decidirse en aquel parage , será
enriado á mi sublime Puerta.
Los franceses ó los que dependen de ellos, de cualquiera
nacion ó calidad que sean, que rayan á Jerusalen, no serán
inquietados al ir ni al, reñir.
Las dos ordenes de religiosos franceses que estan en Gá
fela, á saber, los jesuítas y los capuchinos, y tienen alli
dos iglesias , que estan en su poder ab antiquo , permane
cerán tambien en sus manos, y las poseerán y disfrutarán: y
como la una de estas iglesias se ha quemado, será reedifica
da con permiso de la justicia , y quedará como antes en po
der de los capuchinos , sin que puedan ser molestados en es
te particular. No se inquietará tampoco á las iglesias que
la nacion francesa posee en Esmirna, en Seide, en Alejan
dria y en otras factorias, y no se les exigirá ningun dinero
bajo de este pretexto.
No se inquietará á los franceses cuando, en los limite»
de su estado, lean el Evangelio en su hospital de Gálata.
No habiendo tenido una exacta ejecucion muchas de estas
condiciones, la Puerta las renovó en i;4°. Véase esta re
novacion , como se halla expresada en el artículo ochenta-
y dos.
Cuando los lugares, que los religiosos dependientes de
la Francia poseen y disfrutan en Jerusalen, como se ha he
cho mencion en los articulos anteriormente acordado» , y ac
tualmente renovados , tengau necesidad de ser reparados por
la série de los tiempos, será permitido conceder, á peticion
del embajador de Francia residente en mi Puerta de felici
dad, órdenes para que se hagan estas reparaciones de una.
manera conforme á las tolerancias de la justicia; y los cadis,
397
comandantes y otros oficiales, no podrán poner ninguna suer
te de impedimento á las cosas concedidas por mandato ; y
como ha sucedido que nuestros oficiales, con pretexto de
que se habiau hecho reparaciones secretas en dichos lugares,
los visitaban muchas veces en el año, y tiranizaban á los re
ligiosos, queremos que, por parte de los bajas, cadis, co
mandantes y otros oficiales que se hallen ulli, no se ha
ga mas que una visita por año en la iglesia delparage que lla
man Sepulcro de Jesus, lo mismo que en las demás iglesias
y parages de visita. Los Obispes y religiosos dependientes
del emperador de Francia, que se hallen en mi imperio, se
rán protegidos, en tanto que se mantengan en los limites de
su estado , y nadie podrá impedirles el ejercicio de su rito,
segun su uso , en las iglesias que estan en su poder, lo mis
mo que en los demas parages en que habitan: y cuando nues
tros vasallos tributarios y los franceses vayan y vengan los
unos á casa de los otros , para ventas , compras y otros ne
gocios, no se les podrá molestar contra las leyes sagradas,
por causa de esta comunicacion ; y como se ha expresado en
los articulos anteriormente estipulados, que podrán leer el
Evangelio en los limites de su deber, en su hospital de Gá-
lata,sin embargo» no habiéndose esto ejecutado, queremos
que en cualquier parage en que pueda hallarse este hospital
en lo sucesivo, en una forma juridica , puedan, conforme á
las antiguas capitulaciones, leer allí el Evangelio en los lí
mites de su deber , sin ser inquietados con este motivo-
TABLA
■aHMWw
de 1301 i 1330.
Su embajada al Papa , 8. - Cruzada de los señores genoveses ; Cazan
se ve obligado á abandonar la Siria , 9. - Esfuerzos de Clemente V para
resucitar el espiritu de las Cruzadas , 1». - Expedicion de los Hospitala
rios y de les caballeros cristianos , i3. - Principio del proceso de los
Templarios , i5. - Reflexiones sobre este proceso, 16. - Felipe el Her
moso promete cruzarse, 19. - Muere , 20. - Proyectos de Felipe el Lar
go , ao. - El Papa le disuade 20. -Mortandad de los judios, ai. -Llegada
"i Europa de los embajadores del rey de Armenia , 43. - El Papa escribe
á Felipe el Hermoso exhortándole á la Cruzada , >4- - Su testamento , 24.
Versos del Petrarca sobre la esclavitud de la Tierra Santa, a5. - Esfuerzos
de Raimundo Lulio, 27. - De Sanuti, 28.
de 1331 á 1360.
Asamblea de la santa capilla , en el reinado de Felipe de Valois , 3i.
Se predica una Cruzada , 3a. - El Papa concede diezmos, 33. - Muerte
del Papa Juan XXII , 34. - Efecto que produce en Orien/e la noticia
de una Cruzada , 35. - Los musulmanes se proponen pasar á Europa , 36.
Viage del hermano Andres de Anlioquia, 36„.- Su entievista con Felipe
de Valois , 37. - Carta del Petrarca para empeñar al dux de Venecia á la
guerra contra los infieles, 38. - Cruzada de Humberto, 5p..- Peste qua
4oo
destruye la Europa, ¿i. ' Situacion de la Europa en la muerte de Felipe
de Valois : desordenes de las Companiat blancal en Francia, 4>.
de 1361 á i4oo.
Pedro de Lusiñan, rey de Chipre, viene á implorar las armas de los
principes cristianos contra los infieles , 4.5.- Urbano V predica la Cru
zada delante de los reyes du Chipre , de Francia y de Dinamarca , 44-
Muchos señores se cruzan con el rey Juan, 45- - El rey de Chipre visita
todas las cortes de Europa , 46. - El rey de Francia muere en Londres; el
emperador Carlos IV, de acuerdo con el rey de Hungria, propone tomar
las Compañias blancas á su sueldo y enviarlas contra los turcos, 47- - El
rey de Chipre se embarca al frente de un ejército de diez mil hom
bres, 48. - Los Cruzados atacan , saquean y abandonan á Alejandria,
docembarcan en las costas de Siria, donde entregan á las llamas muchas
ciudades, 4o- - Tratado del rey de Chipre con el sultan del Cairo , 5o.
Expedicion de los geuoveses sobre las costas de Berberia ; señores fran
ceses é ingleses que toman parte en ella : los Cruzados llegan á vista ds
Ja ciudad de Africa , 5i. - Descripcion y sitio de esta ciudad , 5¡. • Res
puesta del duque de Borhou i un enviado d.e los habitantes, 54.- Prodi
gios referidos por Froissard , 55. - Combate propuesto de diez contra
diez : asalto dado á la ciudad , 56. • Triste situacion de los cristianos , 5y.
Desconfianza reciproca de los Cruzados, 59. - Los barones y caballeros
franceses anuncian la resolucion de retirarse, 60, - La expedicion de los
genoveses no hace mas que aumentar el mal que han querido reme
diar , 61. - Mudanza de los ánimos con respecto á las Cruzadas , 6a.
Conquistas y progresos de los turcos , 63. - A quien se deben , 64. - Di
nastia otomana , 66. - Poder y carácter de los otomanos ; debilidad de
los sucesores de Constantino, 67. - Su politica , 68. - Paleologo paga un
tributo á Amurates, 69, - Indiferencia de los latinos por el imperio grie
go , 70. - Triste estado de este imperio : desprecio de los musulmanes á
los principes griegos, 71. - Cisma en la cristiandad : Cárlos VI rey de
Francia declara que entra en la liga contra los infieles, 7a. - Nombres
de los barones y señores franceses que van á Hungria á pelear contra
ellos, 73. - Escuadra veneciana: triunfos de los cristianos contra los tur
cos, 74. - Batalla de Tficopolis, funesta á los cristianos, 73. -Crueldad de
Bayaceto despues de la victoria , 77. - Desolacion de la corte de Cárlos
VI : regalos enviados por este rey al emperador turco, 77.
de 140a á 1444.
de 1444 á 1453.
Batalla de Warn» funesta á los Cruzados, 102. - Muere en ella el rey
.Ladislao, 104. -El Cardenal Juliano perece en la foga, 104. -Mahomet II
y Constantino, 106. • Mahomet se ocupa en la conquista de Bizancio, 107.
-Sus preparativos ; Constantino implora los socorros de las naciones de la
Europa, 108. - Indiferencia de los griegos por su propia defensa, 110.
El ejército otomano se presenta delante de Constantinopla , 114. - Sitio
de esta ciudad , 1 15. < Los francos atacan y dispersan la escuadra otoma
na , 117. -Como se apodera Mahomet del puerto de Constantinopla , 118.
Tranquilidad de Constantino en medio de los partidos exaltados, 121.
Pre.'iere una muerte gloriosa á las vergonzosas^ condiciones que le propo
nen de parte de Mahomet, ia3.- Su discurso para reanimar el valor v la
esperanza de sus compañeros de armas, ia5. -Asalto dado á la ciudad,
126. - Queda herido el veneciano JpptinjapL, 128. - Constantino muere
atravesado de heridas, 129. - Tom$ d^j^a ciudad y mortandad de los
habitautes, 100. • Deflexiones, i3a.
LIBRO VIGÉSIMO. , \ / .
de T453 á 1469. .
Espanto de los pneblos cristianos, 1 35. - El duque de Borgoiia reune
tn Lila toda. la nobleza de sus estados , y en una fiesta procura despertar
el celo y el denuedo de I03 valientes, 1 36. .Descripcion de esta fiesta,>'^.
Tomo X. 5i
4 02
E>ftierzOs del monge Juan Capistrano y de Silvio Eneas, para reanimar
la devocion belicosa de los Crinados , l4l.- Carta del emperador Fede-
tico III al l'apa Nicolao V , sobre la toma de Constantinopla , 1 4 2. - Sil
vio Eneas predica de nuevo la Cruzada , i43. - Predicaciones del hermano
Simonet ; pasion del Papa Nicolao V por la antigüedad sabia , i¿5.
Celo de Calixto III por la Cruzada , i46. - San Antonino arenga al Papa
en nombre de la ciudad de Florencia ; los otomanos avanzan contra
Belgrado , 1 47- - El Papa Calixto instituye la oracion del Angelus , 148.
Huniades y Capistrano libertan á Belgrado, i4jt. - La escuadra del Papa
consigue algunas ventajas en el Archipielago ; murmuraciones contra la
exaccion de los diezmos, 1 5 1 . - Apologia del Papa Calixto, 1S4. - Insta
á Carlos VI] á socorrer la Hungría , i55. . El delfin Luis se declara por
la Cruzada , i56. - Turbulencias en Hungria , i56. - El poder de Maho
met II se bacc cada dia mas formidable, i58. - El Papa I'io II convoca
una asamblea general en Mantua , i5n. . Pormenores de esta asam
blea, 160. - Pio ll trata de convertir i Mahomet II al cristianismo, 161.
Respuesta del principe turco; sus conquistas; Consistorio tenido por
el Papa , iG5. - Resolucion que se adopta en él : exhortacion del Papa á
todos los fieles , 164. - Escribe al dux de Venecia invitándole para que
asista á la guerra que se va i hacer á los turcos 167. . Pasa á Ancana:
llegada de los Cruzados á esta ciudad : el Papa despide una parte de
ellos, 169. - Muerte del Papa Fio II, 171. -Débiles ventajas ganadas
por lo» venecianos á los turcos, 172. - Escanderberg viene á Roma á
solicitar los socorros del Papa Paulo II; este Pontifice escribe á los
principes de la cristiandad para empeñarlos i socorrerla Albania, 17a.
Muerte de Escanderberg, 170.
de 1470 i 1490.
de 1494 á 1520.
Designio de Inocencio VIII : tratado concluido entre el Papa y el
emperador. turco , aoi. - Cárlos VIII, persuadido de hacer valer los
derechos de la casa de Anjou al reino de Nápoles , anuncia el desig
nio de dilatar sus conquistas por los reinos del Oriente , 201. • Alfonso,
rey de Nápoles , implora el socorro de la Santa Sede , y avisa á Ba
yaceto de los proyecto* de Cárlos VIII : Alejandro VI se ve obligad»
á abrir las puertas de Roma al rey de Francia , y despues i entre
garle el principe Gem , ao3. - Cárlos pretende comprar á precio d«
dinero el imperio de Constantinopla , ao5. - Entra triunfante en Nápo
les , 206. - El principe Gem muere en la Pulla: rumores acerca de
esta muerte, 207. - Liga formada contr* los franceses , 207. - Cárlo*
piensa regresar á Francia, 209. - Triste resultado de su expedicion , 210.
Los venecianos experimentan los efectos de la colera de Bayaceto ,211.
Alejandro VI logra formar una liga contra los turcos entre la Francia,
la España, Venecia y Rodas : el emperador Maximiliano toma la Cruz,
112. - El descubrimiento de la América y la llegada de los portugueses
i las Indias orientales, distraen la atencion del Occidente: nueva di»
reccion de los ánimos, ai3. - Los venecianos son los primeros que ad
vierten las mudanzas que se verifican en el mundo politico , y procuran
precaver sus efectos , 214. - Expedicion de los mamelucos contra lo*
portugueses en la India, a 1S. - Envidia que excitan la magnificencia y
las riquezas de Venecia, 217. -Discurso deHelian, embajador de Luis XII,
en la dieta de Augsbourg, 218. - Concilio de Letran : carácter del Papa
Julio II : no puede restablecerla paz, 219. - El emperador turco Selim
amenaza á un tiempo la Italia , la Alemania , la Persia y el Egipto:
Leon X predica una Cruzada contra él, 220. - El emperador Maximilia
4o4
no manifiesta el deseo que ha tenido siempre de restablecer el imperio
de Constantino , 221. - Gonquittas de Selim : se apodera de los santos
lugares, 222. - Leon X anuncia al Colegio de los Cardenales el proyecto
de armar las principales potencias contra los turcos : proclama una tre
gua de 5'aiios, 223. . Los poetas y los oradores le representan como el
libertador del mundo cristiano, 224. - El Papa arregla el plan de la
guerra tanta, 219. - Obstáculos que encuentra en la ejecucion, 23o.
Como se hace la exaccion de los diezmos en Francia, a3i. -Guerra santa
predicada en la diocesis de Tolosa , 232. - Descontento en Alemania con
motivo de los diezmos , a35. - Lutero se levanta contra los predicadores
de las indiligencias, 236.-Una de sus proposiciones censurada por Leon X:
principio de la reforma , 237. - Leon X se olvida mucho de los progresos
de Lulero, y abandona demasiado pronto su proyecto de Cruzada : Soli
man amenaza la isla de Rodas , 239.
de igíi á 1570.
Toma de esta isla, 24o. - Acogimiento que hace al gran maestre de
los Hospitalarios el Papa Clemente Til: divisiones en Europa, 241.
Derrota de los húngaros por los turcos : Luis II perece en la derrota
general , a43. - Exhortaciones del Papa á todos los soberanos de la Euro
pa : toma de Roma por las tropas del emperador Cárlos V, a44.- Prisio
nero el Papa, no deja por eso de velar en la defensa de la Europa cris-
liana , a45. - Dietas de Augsburgo y de Espira , 246. - Los turcos sitian la
capital del Austria: como se liberto, 247. - Soliman derrota y dispersa
las tropas alemanas enviadas á Hungria ; tratado de paz entre aquel em
perador y el rey Fernando, en el cual se comprende el Papa , 248.
Francisco I se une con el sultan, 25i. - Cárlos V protege la capital de
Austria: llev'a la guerra á las costas de Africa, 2S1. - Latero condena la
indiferencia de los' pueblos y de los reyes, y aconseja á los cristianos que
resistan á los musulmanes , 253. - Sus escritos sobre la guerra contra loa
turcos, 253. - Escritos de Erasmo sobre el mismo asunto, a56. - Defen
sa de Malta contra las fuerzas de Soliman, 259. -Muerte de este prin
cipe , 260. - Los turcos se apoderan de Famagosta y de Nicosia : Vene-
cia, el rey de España y el Papase reunen contra ellos , 261.
de i6»i á 1718.
Embajada del sultan turco á Enrique IV , 174. - Guerra de 5o
anos : jubileo publicado por el buen éxito de las armas imperiales , 275.
El Papa Alejandro VII implora el socorro de los principes cristianos
contra los turcos : Luis XIV entra en la confederacion , 276. - Ale
jandro VII acoge con indiferencia las proposiciones de este rey y la
decision unánime de la dieta de Francfort , 277. - Se renuevan inútil
mente las negociaciones , 278. - Leopoldo consiente en fin en que le
socorran los príncipes cristianos, aSo. - Ejército de 3o mil hombres de
los estados confederados : victoria decisiva ganada por Mdntccúculi en
la llanura de san Gotardo : paz concluida con los turcos ; la isla y la
ciudad de Candia socorridas por tropas francesas, 281. - Caen sin em
bargo en poder de los turcos , 282. - Juan Sobieski liberta á la Ale
mania de su presencia, a83. - El joven duque de Berwick acude con
una multitud de nobles guerreros á combatir á los turcos, 280. . Pér
didas que sufren estos últimos, 286. - Se ven reducidos á solicitar la
paz: tratado de Carlowitz , 287. - Reflexiones sobre este tratado, 287.
Causa de la decadencia de los turcos, 288. - Opiniones de los escrito
res de la reforma en pro y en contra de la guerra hecha á los turcos, 299.
Memoria de Leibnitz presentada á Luis XIV , 3oi. - Análisis de esta
memoria, 302. - Clemente XI envia Legados i todas partes para em
peñar los pueblos y los reyes á tomar las armas contra los turcos:
oda de J. B. Boosseau sobre la guerra declarada por los otomanos á
la república de Venecia , 3©4. - Sobre la victoria de Peter-Waradin
ganada por el principe Eugenio , y sobre la paz de Passarowilz , 3o5.
Pormenores sobre estos acontecimientos, 3o6. - Por qué dejan de pre
dicar Cruzadas contra los turcos, 307. - Peregrinaciones á Jerusalen, 3o8.
Embajada solemne de! sultan á Luis XV , relativa al santo Sepulcro, 3o9,
Costumbres hospitalarias de los religiosos de san Francisco de Asia,
guardianes del santo Sepulcro , 3 10.
4o6
PIEZAS JUSTIFICATIVAS.
i
NUMERO i.«
Nota de Mr. Renouard sobrela obra de Mr. Hammer, 3i5.
NUMERO ».•
Piezas relativas a la predicacion de la Cruzada en la diocesi! da
Tolosa , Sai.
NUMERO 3.»
Sumario historico de la toma de Malta en 1797! 3St.
NUMERO 4.*
Carta de Selim, emperador de los turcos, a don Juan de Austria, 355.
NUMERO 5.«
Sumario de las negociaciones que se verificaroa en Roma en 1664
| 1663, 358.
NUMERO 6.'
Memoria de Leibnitz dirigida a Luis XIV, 374.
NUMERO 7.»
Capitulaciones entre la Francia y la Puerta otomana , igo.
FE DE ERRATAS.
EN MADRID.
Sr. D. Joaquin Alvarez Quiñones.
Si. D.Juan Piñuelas.
EN TOLEDO.
Sr. Dr. D. José Cárlos Calba.
Sr. Dr. D. José Maza.
Sr. D. Nicolas García.
EN JAEN.
Sr. Licenciado D. Mateo Candalija.
Sr. D. Alonso Adan.
EN MALAGA.
Sr. D. José Fenaris.
Sr. D. Manuel de Torres.
Sr. D. Diego de Rute.
Sr. D. Francisco de Paula Sánchez de Castilla.
Sr. D. Diego Miguel Garcia.
Sr. D. Manuel Rodriguez Sanchez.
Sr. D. Francisco Peña.
EN BARCELONA
Excmo. Sr. Baron de la Barré.
Sr. D. Tomas Gorchs.
Sr. D. Francisco Brigem.
Sr. D. José Marti y Coma.
4o8
Sr. D. C. P. y M.
Sr. D. Francisco Torruellon.
EN SALAMANCA.
Sr. D. A. C. G. y D.
Sr. D. Tomas Serafín Rodrigues.
EN ZARAGOZA.
Sr. D. Ignacio Sabal.
Sr. D. Manuel Justeros Nenaido de Lerida.
Sr. D. José Berges.
Sr. D. Martin Marticorcna.
Sr. D. Joaquin Cistué.
Sr. D. Isidro Dolz.
EN GE UTA.
Sr. D. Antonio Feirido.
Sr. D. José María Tovil.
EN MURCIA.
Sr. D. Mateo de Masegosa.
Sr. D. José Calahorra.
Sr. D. Francisco Ramirez. .>
Sr. D. Santiago Soto.
Sr. D. Luis Manresa. ;-•,„•' £
Sr. D. José Gasi Fernandez.
Sr. D.José Santo Domingo. . „ „ ,
Sr. D.José Zarandona.
Sr. D. Agustin Juan Maeerandis.
Sr. D. Ramon Reyllo.
Sr. D. Gabriel Gonzalez Maldonado.
Sr. D. José Gonzalez Estéfani.
Sr. D. Miguel Molina. (Se continuará).