Está en la página 1de 417

Acerca de este libro

Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.

Normas de uso

Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:

+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.

Acerca de la Búsqueda de libros de Google

El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
HISTORIA
Se tendrán por furtivo* toda tot tjemyíurus que tw
ileven esta rúbrica, . . .{ - .
HISTORIA

tccó

Contiene las guerras contra ios turcos hasta prin


cipios DEL SIGLO XVIII; por Mr. MICHAUD , DE
LA Academia Francesa

#or (9. &. García &»<ífo a «. St. ®<«for\t*.

TOMO DECIMO.

Cierna (¿s (J). cUlDoteuo, CAU1 BK FciCUI>*9, ti." 7.


vvvvvvvva/vvvvvvvvv>vvvvvvvva/vvvvaa/vvv

HISTORIA

BB ¡LÜS CHOZABAS*

L IBRO DECIMONONO.

Ya hemos llegado al fin de la época brillante de


las Cruzadas , pero aún no hemos acabado nuestra
obra; porque asi como la curiosidad de los lectores
aprecia mucho el saber la causa de los acontecimien
tos, debe tambien apreciar el conocimiento de lo que
han producido , y la influencia que tuvieron en el
estado de las sociedades. Despues de haber visto
durante cerca de dos siglos , conmoverse la Europa
y dirigirse al Asia, ¿quién no tendrá deseo de saber
el modo conque las pasiones, que babian agitado el
mundo cristiano, han perdido poco á poco su vio
lencia y energía ; cuales son las combinaciones de
la política y las mudanzas acaecidas en el espíritu
de los pueblos, que han debilitado aquel entusias
mo universal ; y en una palabra, cuales han sido
los intereses, las costumbres y los hábitos, que han
reemplazado la devocion de las peregrinaciones de
ultramar, y sucedido á los prodigios de las Cruzadas?
Aquí la filosofía y la historia vienen á alumbrarnos
con su antorcha, y mostrarnos el curso continuo
Tomo X i
de las cosas humanas: el fin de las grandes revolu
ciones puede compararse á aquella época de la vida
del hombre en que concluye la juventud; allí es
donde se recogen los frutos de una experiencia ad
quirida en medio del ruido y el ardor de las pasio
nes , y allí es donde va á reflejar, como en un es
pejo fiel , lo pasado con sus recuerdos y sus adver
tencias saludables.
Continuaremos , pues , con seguridad la tarea
que hemos principiado. Si en el camino que nos
queda que andar , tenemos pocas cosas que decir
que puedan despertar la curiosidad del vulgo; los
hombies ilustrados hallarán, sin duda, algun interes
en seguir con nosotros los largos ecos de una revo
lucion que habia conmovido el Oriente y el Occi
dente , y cuyas consecuencias debian de sentirse
hasta en la posteridad.
Luego que llegó á Europa la noticia de la toma
de Tolemaida , el Papa ¡Nicolao IV, á quien habían
acusado de una culpable indiferencia, no se dedicó
á otra cosa que á predicar una Cruzada. En una
bula dirigida á todos los fieles , lamentó , en tér
minos patéticos , los últimos desastres de los cris
tianos; y cuanto mayores eran aquellas desgracias,
tanto mas se apresuraba el soberano Poutífice á
ofrecer á los nuevos Cruzados las misericordias di
vinas, y las indulgencias de la iglesia.. Una de cien
dias se concedió á los que asistiesen á los sermones
de los predicadores de la Cruzada , y fuesen á oir
á las iglesias los gemidos de la ciudad de Dios. Los
oradores sagrado» tuvieron permiso de predicar la
s
guerra del Oriente hasta en los parages prohibidos;
y para que los grandes pecadores pudiesen admitir
se en el número de los soldados de la Cruz , lo»
predicadores recibieron la facultad de conceder
ciertas absoluciones reservadas á la autoridad su
prema de la Santa Sede (i).
En mochas provincias se reunió el clero , segua
la indicacion del Pontífice , para deliberar sobre
los medios de recobrar la Palestina. Los pastoree
de la iglesia se dedicaron con celo á esta piadosa
mision, y las opiniones de todos los prelados se re
unieron desde luego para rogar encarecidamente al
soberano Pontífice que trabajase sin descanso e»
restablecer la paz entre los príncipes cristianos.
Muchos monarcas habian tomado ya la Cruz, y
Nicolao envió legados á instarles que cumpliese»
un voto que al parecer habian olvidado. Eduardo,
rey de Inglaterra , aunque, habia exigido los diez
mos del clero para los gastos de la Cruzada , mos
tró poca eficacia en abandonar sus estados para

(i) El Papa Nicolao, ademas de la bula mencionada, dirigio car


tas á Felipe , rey de Francia , á los genoveses , i los venecianos , á
machos Obispos, y á diferentes prmcipes de Oriente, como el empe
rador de los griegos , y los reyes de Armenia y de Georgia. Estas cartas
tienen la fecha en Viterbo, el mes de setiembre de i»oi. El Pontifi
ce exhorta á las potencias á que hagan la paz entre si, para ir al
socorro de la Tierra Santa , ocupada injustamente por los sarracenos.
Prohibe á los fieles que envien ninguna especie de mercaderias á los
enemigos de la fé, ya sea madera, hierro o armas, bajo las penas
impuestas por el Concilio de Leon. Manda tambien i los Obispos
que convoquen Concilios prorinoiales , en los crisies acordarán los
medios de preparar ana Cruzada. (Véase Anat. Bectet: ad s*M» 1x91,
núms. 20 y siguientes.
1:
volver al Asia. El emperador Rodulfo, que''en la
conferencia de Lausana habia prometido al Papa
hacer el viage de ultramar , murió en aquella épo
ca , mas ocupado en los negocios de Alemania , que
en los de los cristianos de Oriente. Nicolao IV hizo
preseute á Felipe el Hermoso , que el Occidente
tenia puestos en él los ojos , y que su ejemplo po
dia atraer á toda la cristiandad ; y al mismo tiem
po exhortaba el soberano Pontífice á los prelados
de la iglesia de Francia á que se reuniesen á él
para determinar al rey , á los grandes y al pueblo
á tomar las armas contra los infieles.
El padre de los cristianos no se contentó con
esforzarse á despertar el celo de los príncipes y de
los pueblos del Occidente ; sino que dirigió sus
mensages apostólicos , en los cuales anunciabala
próxima libertad de los santos lugares , al empera
dor griego And rúnico Paleólogo, al emperador de
Trebisonda , y á los reyes de Armenia , de Georgia
y de Chipre. Como los cristianos en su angustia
habian dirigido algunas veces sus miradas á los tár
taros , enviaron dos misioneros á la corte de Ar
gon (i ) , encargados de ofrecer al emperador mo
gol las bendiciones del soberano Pontífice , y de
solicitar sus poderosos auxilios contra los musul
manes.

(0 Se lee tambien en los Anales eclesiásticos , la carta que el Papa


dirigio á Argon , oonvidándole á que se reuniese á los cristianos de
Occidente , J la que escribio á su hijo Carbagan, que habia recibido
el bautismo. Estas dos cartas tienen la fecha de Viterbo el 10 y el
ii de las calendas de setiembre del mismo año.
5
Todo el Occidente , como ya hemos visto , se
habia sumergido en el dolor al saber las ruinas de
las colonias cristianas ; pero este profundo senti
miento no pudo reanimar en el espíritu de los pue
blos el entusiasmo de las Cruzadas ; y ¡Nicolao IV
murió sin haber podido reunir un ejército cristia
no (i). Despues de su fallecimiento, no estuvo de
acuerdo el Cónclave para nombrar un Gefe de la
iglesia , y la Santa Sede permaneció vacante por el
espacio de veinte y siete meses. En este largo in
tervalo , los pulpitos en donde resonaban los la
mentos de los fieles de ultramar, quedaron mudos,
y el Occidente olvidó las últimas calamidades dela
Tierra Santa.
Los negocios de los cristianos en el Oriente , no
tomaban una direccion mas favorable. La discordia
suscitada entre los príncipes de la familia de Hay-
ton , desolaba la Armenia , y abandonaba este pais
á la invasion de los bárbaros (2). El reino de Chi
pre , último asilo de los francos establecidos en
Asia, no debia entonces una seguridad pasagera,
sino á las sangrientas divisiones de los mamelucos
de Egipto , y solo estaba ocupado , al parecer , con
sus propios peligros.

{1) El Papa Nicolao IV murio el 4 de abril de 129a.


(a) En cuanto á los estragos de la Armenia en aquella éprca,
léase á Sanuti, lib. 3.*, part. i3, cap. ».• y el manuscrito de Jordan
nüm. 1960. Véanse tambien los autores árabes. Hayton , rey de aquel
pais, que Labia tomado el nombre de Juan, despucs que liabia ahra-
zado la disciplina de san Francisco , imploro el socorro de los tárta
ros , ofreciendo el cebo de un rico botin. Desgraciadamente fueron
inútiles sus diligencias.
6
Pero mientras que los cristianos no pensaban
ya en la libertad de Jerusalen , los tártaros de la
Persia, á quien el Papa habia enviado misioneros,
vinieron de repente á reanimar las esperanzas de
la cristiandad, y formaron el proyecto dé arrancar
á los musulmanes la Siria y la Palestina ; empresa
á la cual solo faltaba, para ser una Cruzada , que
tuviese por gefe un principe cristiano, y la hubiera
proclamado el Padre de la iglesia.
Hacia ya mucho tiempo que los tártaros, como
se ha visto en el libro anterior, estaban en guerra
con las potencias enemigas de los cristianos ; y
cuando Argon falleció se hallaba ocupado en los
preparativos de una grande expedicion contra los
dueños de la Siria y del Egipto (i). Aquellos pre
parativos habian causado tan vivos temores á los
musulmanes , que colocaron éstos la muerte im
prevista del principe mogol , en el número de los
milagros obrados en favor del islamismo.
Entre los sucesores de Argon, que fueron alter
nativamente amigos y enemigos de los musulma-

(i) Este principe murio en 1291. El a&o precedente su ermud»


Busquerel habia entregado de su parte al rey de Francia una carta y
una nota diplomática, que se han conserrado en los archiros del rei
no. Argon convidaba a Felipe el Hermoso á pasar al Asia para pe
lear contra los sarracenos ; le prometía todos loa socorros que pudiera
desear en hombres , caballos y provisiones. Mr. Abel-Remusat es el
primero que nos ha dado á conocer estas dos piezas interesantes. Se
hallan al fin de su segunda memoria sobre las relaciones politicas de
los principes cristianos, y particularmente de los reyes de Francia,
con los emperadores mogoles. (T. 7.° de las Memorias del institui*
real da Francia, Academia de las inscripciones y buenas letras).
7
ries, se halló un gefe hábil , belicoso , y mas ani
mado que todos los demas por la ambicion de las
conquistas. El historiador griego Pachimere y el
armenio Hayton , tributan los mayores elogios al
valor, á la virtud y aun á la piedad de Cazan (i).
Este príncipe mogol miraba a los cristianos como
á sus mas fieles aliados, y en sus ejércitos, en don.«
de servían georgianos , la bandera de la Cruz,
brillaba al lado del estandarte imperial. La con
quista de las riberas del INilo y del Jordan ocupaba
todos sus pensamientos; y cuando se edificaban
nuevas ciudades en su imperio , se complacia en
ponerlas el nombre de las ciudades del Egipto, de
la Siria ó de la Judea.
Cazan salió de la Persia al frente de un ejército;
y los reyes de Armenia y de Georgia, el rey de
Chipre, y las órdenes de san Juan y del Templo,
advertidos de sus proyectos, habian ido 4 reunirse
á sus banderas. Se dio una gran batalla cerca de
Emesa (2), y la victoria se declaró contra el sultan
de Egipto, que perdió la mejor parte de su ejército
y fue perseguido hasta el desierto por los caballe
ros armenios.
Alepo y Damasco abrieron las puertas á sus

(i) Cazan era ríe pequeña estatura y de un aspecto horroroso;


pero ninguno , dice Hayton , le excedia en probidad y en virtud.
{Historia oriental, cap. 4°).
(i) Acerca de esta batalla , dada algunos dias antes de Navidad
de 1299, se puede consultar a Juan Villani, lib. 8, cap. 35; A An-
tonino, par. 3, tit. ao, cap. 8.» §. 8; y al historiador Hayton, cap.
4i, que estaba presente.
8
vencedores , y si hemos de creer al historiador
Hayton , los cristianos volvieron á entrar entonces
en Jerusalen , y el emperador de los tártaros visitó
eon ellos el sepulcro de Jesucristo.
Desde al li envió Cazan embajadores al Papa y
á los soberanos de Europa (i), para solicitar su
alianza y ofrecerles la posesion de la Tierra Santa.
En medio de las singularidades de aquella época,
es admirable sin duda el ver un emperador mogol
procurando reanimar el espíritu de las Cruzadas
entre los príncipes de la cristiandad ; y es asom
broso el observar á unos bárbaros , que habian ve
nido de las orillas del Irtis y del Jaxarte , esperan
do sobre el Calvario y el monte Sion á los guerre
ros de la Francia, de la Alemania y de la Italia
para pelear contra los enemigos de Jesucristo. El
soberano Pontífice recibió los embajadores de Ca
zan, pero no pudo responder á sus proposiciones
y demandas, sino con promesas que quedaron sin
ejecucion. Desde el principio de su reinado se ha
llaba Bonifacio VIH en contiendas con la podero
sa familia de los Colonas, que trataba de someter
á sus leyes el reino de Sicilia , y no podia pensar

fi) Sobre esta embajada enviada á los reyes de Francia y de In


glaterra, consúltese ía Cronica de san Dionisio , reinado de Felipe el
Hermoso, cap. 4y¡ l»' actas de Eimer, lomo a.", pág. 918 y 919, ¡y las
memorias de Mr. Abel-Remusat , acerca de las relaciones politicas de
los principes cristianos , y particularmente de los reyes de Francia,
con los emperadores mogoles , pág. 588 del tomo 7.* citado mas ar-
nba. La maeile de Cazan, que acontecio on i3o4, dejo sin efecto el
objeto de esta embajada.
9
seriamente el santo Padre en la libertad de Jeru-
salen. Genova, que sufría entonces el peso de una
excomunion, fue la única ciudad de Europa en
donde se dedicaban á una Cruzada, y por una
circunstancia muy rara fueron las señoras genove-
sas las que dieron la señal y el ejemplo (i).
Nos queda un breve del Papa , en el cual fe
licita el santo Padre á las señoras que habian to
mado la Cruz y no temian seguir los pasos de
Cazan, emperador de Tartaria , el cual, aunque
pagano , continuaba en la generosa resolucion de li
bertar la Tierra Santa. La historia nos ha conser
vado otras dos cartas del Papa , la una dirigida á
Porchetto , Arzobispo de Genova , y la otra á cua
tro nobles genoveses que habian de dirigir la expe
dicion. «¡ O prodigio! ¡O milagro ! decia á Porchet
to , un sexo frágil y débil se anticipa á los guer
reros en esta grande empresa , en esta guerra con
tra los enemigos de Cristo , en este combate con
tra los artífices de la iniquidad. ¡Los reyes y prín
cipes del mundo, sin ningun miramiento á todas
las solicitudes que se les han hecho , se niegan á

(i) Estos son los nombres <lc las señoras genovesas : A. de Carmen-
dino, I. de Gisulfes , M. de Grimaldi , C. de Franeta, A. de Auria,
B. de Spinula, S. y P. de Cibo y P. de Caris. Estas señoras dierom
sus bienes para el armamento de una escuadra. Algunas de ellas se de
dicaron al servicio militar. Su ejemplo atrajo á otras que sacrificaron
sus joyas para la defensa de la fé contra los sarracenos.
Los comandantes de la escuadra fueron Benito de Zacheria, Lan-
franc, Tártaro, Santiago Lomellin y Juan Blanco. (Véanse el libro 7.*
délas Epistolas de Bonifacio VIII, ep. 59, 60 y 61, y los Analts tele-
tiátticos , año de i3oi, núms. 33 y siguientes).
Tomo X. *
10
enviar socorros á los cristianos desterrados de la
Tierra Santa, y mirad ahi esas mugeresquC vienen
sin ser llamadas! ¡De dÓDde puede nacer esta re
solucion magnánima , sino es de Dios , origen de
toda fuerza y de toda virtud!"
El Papa concluía su carta (i) mandando al
Arzobispo que reuniese el pueblo y el clero, y pro
clamase el sacrificio de las nobles señpras genove-
sas , á fin de que su ejemplo pudiese echar en el
corazon de los fieles las semillas de las buenas
obras.
Por lo demas, tan heroicos proyectos no tu
vieron ningun resultado ; y no eran semejantes
auxiliares los que esperaban los tártaros en las mu
rallas de Jerusalen. Esta Cruzada no se predicó
sin duda sino para excitarla emulacion de los ca
balleros , y el Papa solo puso en ella su atención
para dar á los príncipes cristianos una lección de
la cual no se aprovecharon. Se han conservado du
rante mucho tiempo en los archivos de la repúbli
ca de Genova 'las cartas escritas en aquella ocasion
por el Papa Bonifacio VIII, y en el último siglo,
se mostraban todavia en el arsenal de aquella ciu
dad los cascos y las corazas con que las señoras
genovesas habian de armarse en su expedicion á
ultramar (2).
Los tártaros, á pesar de sus victorias, no h a—

(1) Véause las cartas Sy, 63, 188 y 189 de este Pontifice.
(») En un Nuevo viagede Italia, traducido del inglés, Missoo, 3 tc^
moi en i*.*, La Haya, 1702 , se lee en la pág. 41 dd tomo 3,»¡ tTam-
11
bian podido triunfar de la constancia y del valor
disciplinado de los mamelucos , que habian salido
como ellos de los desiertos de la liscitia. Sucedió
entonces á los mogoles lo que sucedió casi siempre
á los francos en el fervor de las Cruzadas ; que
conseguían al principio grandes ventajas: pero al
gunos acontecimientos inesperados, las discordia»
civiles, y las amenazas de un vecino poderoso , los
llamaban á su pais y los bacian abandonar sus
conquistas. Cazan se vio obligado á dejar la Siria
para regresar á'la Persia; intentó otra segunda ex
pedicion que abandonó tambien ; y cuando en la
tercera invasion, se babia adelantado su ejército
basta Damasco, cayó enfermo y murió , llevando
consigo al sepulcro las últimas esperanzas de los
cristanos (i). .:<:.)
Los guerreros de Armenia y de Chipre salieron

bien nos han hecho observar, en el pequeño arsenal de Génova, algu


nas corazas que se hicieron para mugeres , como puede juzgarse por la
forma del seno. Se dice que algunos nobles genoveses se han servido de
ellas en una Cruzada contra los turcos."
(i) La segunda expedicion intentada por Cazan, solo se principio.
La noticia de la enfermedad de este principe , esparcida en fi\ mo
mento en que su teniente Cotulosa habia reunido consigo los cipriotas,
el señor de Tiro y los grandes maestres del Hospital y del Templo,
ocasiono la retirada de los tártaros. El rey de Armenia vol?io á en»
frar en sus estados , y los demas cristianos regresaron á Chipre.
La tercera expedicion se verifico en i3o3. Cazan reunio en las ori
llas del Eufrates un ejército tan numeroso , que ocupaba una exten
sion de tres jornadas de camino ; pero habiendo invadido un euemig*
formidable las tierras de los tártaros , Cazan resolvio regresar á sus
estados, Dio i Cotulosa cuarenta mil hombres , con orden de entrar
en Siria, de apoderarse de Damasco, y de destruir á los sarracenoi,
Cutulpí» penetro en Siria con el sioero y el fuego en la mano., y fue
SU
la
entonces de la ciudad santa, cuyas murallas co
menzaban á reedificar, y en cuyas almenas ya no
habian de volver á ver los estandartes de la Cruz.
El Papa Clemente V, que habia fijado su perma
nencia en este lado de los Alpes, procuró excitar
con sus exhortaciones apostolicas el entusiasmo
de la nobleza y del pueblo. Convocó en Potiers
una asamblea , á la cual asistieron los reyes de
Francia, de Navarra, de Nápoles, el conde de
Flandes y Cárlos de Valois, y se trató en ella de
quitar al mismo tiempo el reino de Jerusalen á los
sarracenos , y á los griegos el imperio de Bizancio.
Las fuerzas del Occidente no podian bastar para
estas dos grandes expediciones, para las cuales no
se hizo otra cosa que votos estériles y predicacio
nes sin fruto ; porque los guerreros no tomaron la
Cruz , y el clero se mostraba poco dispuesto á pa
gar los diezmos que exigia el Pontífice. Una cosa

a filiar á Emesa en donde esperaba hallar , como la primera vez , el


ejército egipcio. Tomo aquella ciudad á viva fuerza , y paso á cuchi
llo todos los sarracenos. Fue despues á sitiar á Damasco ; pero ha
biendo los habitantes de aquella ciudad dejado correr durante la no
che las aguas del rio por conductos y arroyos , se inundo toda la cam
piña en donde acampaban los tártaros , de los cuales quedo sumer
gido un gran número de hombres, de caballos, de armas y de ame.
sea. El rey de Armenia perdio mucha gente y bagages ; y los tártaros
te libertaron con dificultad de aquel peligro , y ganaron el Eufrates,
•n cuyo paso sufrieron nuevas pérdidas. El historiador Hayton, que nos
dá estos pormenores , estaba tambien en aquella expedicion. Cazan
murio en i3o4. Hayton lamenta amargamente la pérdida de este princi
pe , que habia mostrado tanto ardor por el restablecimiento de la re
ligion de los cristianos. (V. la Historia Oriental, cap. »>S).
i3
digna de observacion , es que Clemente se creyó
obligado en aquella circunstancia á recomendar la
moderacion á los colectores , y que les prohibió
formalmente tomar los cálices, los libros y ¡os orna
mentos de las iglesias (i). Esta prohibicion del Pa
pa manifiesta que la violencia habia presidido fre
cuentemente á la percepcion del tributo destinado
á las guerras santas ; lo cual debia de entibiar el
celo y el ardor de los pueblos por unas empresas
lejanas , de cuyas resultas quedaban arruinadas
las ciudades cristianas y despojados los altares de
Jesucristo.
Entretanto esperaba entonces la Europa con im
paciencia el resultado de una expedicion que acaba
ban de emprender los caballeros de san Juan de Je-
rusalen (2). Un gran número de guerreros, excita
dos por la narracion de las aventuras de la caballe
ría j y por la pasion de la gloria militar, habian se-

(1) Esta prohibicion te lee en las Cartas que el Papa publico en


i3i2 para fijar la partida de los Cruzados en la octava de Pentecos
tés. En otras Cartas que publico el año siguiente con el mismo ob
jeto , prohibio los juegos de suerte y los torneos. (Raynaldi , año de
i3ií). j
[») En el año de i3o6 fue cuando los Hospitalarios , ayudados de un
ejército de cristianos, comenzaron á atacar la isla de Rodas y cinco islas
inmediatas habitadas por turcos sometidos al emperador de Constanti-
oopla. Los Hospitalarios se apoderaron primero de algunas islas y de al
gunos castillos ; despues lidiaron durante cuatro años, ya como sitiadores
ya como sitiados ; y en fin se hicieron dueños de Rodasen i3io, el dia
de la Asuncion. El gran maestre Fulco de Villaret tuvo todo el honor de
esta conquista , y sus caballeros recibieron desde entonces el nombre de
caballeros de Rodas. (Véase la' Crónica de Bernaidij. Segun las cartas
enciclicas del Papa Clemente, muchos Templarios se habian reunido i
los Hospitalarios y tuvieron parte en su gloria.
«4
guido álos Hospitalarios en su empresa; las muge-
res mismas quisieron tener parte en esta expedicion,
y vendieron sus joyas para ayuda de los gastos de
la guerra (i).
El ejército de los nuevos Cruzados se embarcó
en el puerto de Brindes, y en breve se supo en el
Occidente que los caballeros del Hospital se habian
hecho dueños de la isla de Rodas y de cinco islas
inmediatas, que habian quitado á la dominacion de
los griegos y de los musulmanes. La fama publica
ba por todas partes las hazañas de los Hospitalarios
y de sus compañeros de armas; y el Concilio de
Viena (2), que fue convocado en aquella época, hu
biera podido dirigir de nuevo el espíritu de los guer-

(1) El historiador que refiere este hecho , pretende que los caballeros
do sao Juan , porque nu conocian el valor de las joyas de las señoras, la»
vendieron a bajo precio. (Quinta vita Clementis. V. Bal. )
(a) Muchos años antes de la celebracion del Concilio de Viena , el
Papa Clemente V habia intentado restablecer los negocios de los cristia-
nos en Siria,
En i3o6 prometio socorros i los reyes de Chipre y de Armenia. Puso
bajo la proteccion de l* Santa Sede á Antonio de Durham , nombrado Pa
triarca de Jerusalcn , sus bienes y los de sus compañeros de peregrina
cion.
En 1507 Clemente convoco la asamblea de Potiera para deliberar so
bre los negocios de Siria. Prometio socorros al rey de Ñapoles , que se
habia obligado á ir a la Tierra Santa, y ordeno la exacoion de los diez
mos decretados por el Concilio do Leon. Segun los archivos del Vaticano
el Papa favorecio el proyecto de Carlos de Anjou , que se babia unido con
los venecianos para arrancar el imperio de Constantinopla & los cismáti
cos griegos. Convido á Federioo , rey de Sicilia , á reunirse á aquel prin-
pipe o á ordenar á los Obispos de sus estadas la exaccion del diezmo, par»
la Cruzada. Al mis ojo tiempo excomulga al emperador Andronico Pa
leologo , y prohibio i todos los principes catolicos hacer alianza con él.
En t3o3 Clemente convoco mu. Concilio Ecuménico para determinar
i5
reros cristianos hacia las conquistas del Oriente, si
la persecucion contra los Templarios no hubiera
ocupado entonces toda la atencion del Pontifice,
ác los prelados y del rey de Francia.
Despues de haber recibido en la isla de Chipre á
los caballeros del Templo, se retiraron á Sicilia,
en donde el rey los habia empleado en una expedi
cion contra la Grecia. Esta belicosa milicia, reuni
da á los catalanes y á. algunos guerreros de Italia,
se apoderó de Tesalónica (i) , se hizo dueña de

«cerca de la Orden de los Templarios y acerca de libertar la Palestina de


la (irania de los sarracenos.
Por una bula dirigida en iJoo á Jaime de Aragon, el Papa con
cedio á los que se cruzasen las indulgencias acostumbradas y ks diezmo*
que habian de recoger en los estados de aquel principe.
Por una carta del 12 de las calendas de julio Pedro, Obispo de Ca.
hors , su legado en el ejército de los Cruzados , que los Hospitalarios de
bian de conducir á Palestina , predico para reanimar el celo de los fie
les á la reconquista de los santos lugares.
En otras cartas escritas a los Obispos de Oriente y á Enrique, rey de
Chipre, el Papa recomendaba este legado, y mandaba que se le obede
ciese y respetase como se debia ; pero segun refiere Bosio y la Cronica de
Bernard, Faltaron navios á la multitud de los Cruzados, y los vientos
contrarios detuvieron en los puertos de Sicilia los que estaban dispues
tos : sin embargo, la ocasion era Favorable á los cristianos, porque segun
Jordan y Sanuti, la discordia reinaba entre los sarracenos. Tambien se
introdujo entrelos cristianos; y en el Concilio de Viena, celebrado en i3n,
la expedicion de la Siria fue la única que no pudo arreglarse á causa de
estas divisiones.
(1) Bosio en su Historia de los caballeros de Jerusalen , part. a , lib.
!, refiere que un caballero del Templo, llamado Rugero , hombie muy
hábil en el ejercicio de las armas, fue el que mando esta expedicion.
Los Templarios, despues de haberse apoderado de Tesalonica, se arroja
ron sobre los latinos que ocupaban algunas provincias de la Grecia; en
seguida saquearon las costas maritimas del Peloponeso, de la Tracia y
del Helesponto. (Año de i3o6.)
|6
Atenas, avanzó hácia el Helesponto y asoló una par
te de la Tracia. Despues de esta expedicion, los
Templarios despreciaron la posesion de las ciudades
que habian caido eo su poder, y dejaron las pro
vincias conquistadas á sus compañeros de armas,
guardándose para ellos las riquezas de los pueblos
vencidos. Entonces fue cuando cargados con los
despojos de la Grecia , vinieron á establecerse en
Occidente y especialmente en Francia , en donde
su opulencia , su lujo y su ociosidad, debieron de
escandalizar la piedad de los fieles , excitar la envi
dia y la desconfianza de los príncipes, y provocar el
aborrecimiento del pueblo y del clero.
No entra en el plan de esta obra el detenernos
á hablar del proceso de los Templarios; pero si he
mos seguido á estos nobles caballeros en todas sus
guerras contra los musulmanes, si hemos sido tan
largo tiempo testigos de sus hazañas, y como los
compañeros de sus trabajos, habremos quizá adqui
rido el derecho de manifestar nuestra opinion so
bre las acusaciones dirigidas contra ellos. Debemos
declarar primeramente , que no hemos encontrado
nada hasta la época de su proceso, ni en las Cró
nicas del Oriente ni en las del Occidente , que pue
da acreditar ó producir la idea y la sospecha de los
crímenes que les imputaban. ¿Cómo se puede creer,
en efecto, que una Orden guerrera y religiosa, que
veinte y cinco años antes habia visto trescientos ca
balleros dej arse degollar sobre las ruinas de Sefet , pri
mero que abrazar la fe musulmana; que aquella Or
den que se habia sepultado casi toda entera bajo los
•7
escombros de Tolernaida, pudiese haber contraido
una criminal alianza con los infieles, ultrajado la re
ligion cristiana con horribles blasfemias, y entrega
do álos sarracenos la Tierra Santa, llena toda de su
nombre y de la gloria de sus armas ?
¿Y en qué tiempo dirigían á los Templarios estas
acriminaciones tan odiosas' En un tiempo en que
la cristiandad parecia que habia olvidado á Jeru-
salen , y en que el nombre de Jesucristo ya no bas
taba para excitar el valor de los guerreros cristia
nos. Sin duda que la Orden de los Templarios ha
bia degenerado de la austeridad de los primeros
tiempos, y que no estaba ya animada de aquel es
píritu de humildad y de religion, celebrado por san
Bernardo ; sin duda que alguno de sus caballeros
habia traido consigo la corrupcion que se echaba en
cara entonces á todos los cristianos de Oriente , y
dela cual les ofreciala Europa misma infinitos ejem
plos; sin duda, en fin, que algunos de ellos ha
bian podido ofender la moral con su conducta , y
la religion de Jesucristo con sus desórdenes; pero
sus excesos, ó mas bien sus pecados, hablando cris
tianamente, no pertenecian á la justicia de la tier
ra, y se puede creer que en aquella circunstancia,
nuestro Dios misericordioso no habia encargado su
venganza á las leyes humanas.
La verdadera culpa de los Templarios fue el ha
ber dejado el Oriente , y renunciado al espíritu de
su instituto, que era acoger y proteger los peregri
nos , y pelear contra los enemigos de la fe cristia
na. Aquella Orden , mas rica que los monarcas mas
Tono X. 3
r8
poderosos, y cuyos caballeros eran como un ejérci
to regular, dispuesto siempre á combatir, debia
inspirar temor á los príncipes que la concedian un
asilo. Los Templarios no habian estado libres de
alguna reconvencion durante su permanencia en la
isla de Chipre ; poi que acostumbrados á dominar
en la Palestina , debieron contraer con alguna di
ficultad el hábito de obedecer. El ejemplo de los
caballeros Teutónicos , que despues de haber deja
do el Oriente, acababan de fundar en el Norte de
la Europa una potencia temida de los estados veci
nos , no era á propósito para tranquilizar á los prín
cipes acerca del espíritu belicoso y del genio activo
y emprendedor de los caballeros del Templo.
Tales fueron verosímilmente los motivos que ar
maron contra ellos la política, mas bien que la jus
ticia de los soberanos ; nada prueba el temor que
inspiraban como la violencia con que los acosa,
ron , y el cuidado que tuvieron de hacerlos odiosos.
Luego que principiaron á perseguirlos , ya no vieron
en ellos sino unos enemigos que era preciso tra
tar como criminales; y como unos rigores sin ejem
plo habian precedido á su extincion, quisieron jus
tificar esta medida con nuevos rigores. La vengan
za y el odio acabaron lo que habia principiado la
política de los príncipes, política que tenia quizá
razones para ser desconfiada , pero que no las tenia
para mostrarse bárbara. De este modo es como se
debe explicar el fin trágico de aquel proceso , en el
cual' se ^iolarón de; tal: manera las reglas de la jus
ticia:, que aün cuando; se hubieran probado las acu-
'9
saciones, todavía se podría mirar á los Templa
rios como víctimas , y á sus jueces como verdu
gos (i).
Felipe el Hermoso habia prometido en el Con-
cilio de Víena ir al Oriente á pelear cojitra los hifier
les, sin duda para que le perdonasen el encarniza
miento con que habia perseguido á los caballeros
del Templo. En medio de las fiestas que ocasionó
la llegada de Eduardo á Paris, el monarca fiantes
tomó la Cruz con los príncipes de su familia (2).
La mayor parte de los señores de la corte imitaron
su ejemplo., y las damas ofrecieron que seguirían
á los caballeros ála Tierra Santa ; pero nadie se pu-
.60 en disposicion de partir. Entonces prometían
atravesar el mar, sin pensar seriamente en aban
donar sus hogares ; y el juramento de pelear con
tra los sarracenos parecia una vana ceremonia que
á ninguna cosa obligaba. Le prestaban con una li
gereza indiferente, y le violaban lo mismo, sin mi'

(i) Nada se puede añadir á las sabias investigaciones de M. Rainouard


(obre la condenacion de los Templarios. Nuestros lectores podrán exa
minar su obra, y ver su respuesta á M. de Hamer que se baila al fin de
este tomo.
(a) Segun la Cronica de Bernard , Felipe el Hermoso, rey de Fran
cia, Eduardo, rey de Inglaterra, y Luis de Navarra tomaron la Gruí
tn i3i3 con los dos hijos y los dos hermanos de Felipe, y muchos señores
de Francia. El Cardenal Nicolás, enviado por el Papa Clemente i predi
car la Cruzada , principio sa mision en el reino de Francia. El Papa es
cribio cartas para autorizar esta predicacion á Alemania, Francia, In
glaterra y Borgoña , i las diocesis de Leon, de Arles , de Viena , etc. y
mando á los Arzobispos y Obispos que prohibiesen los juegos de suerte y
Jos torneos. (V. lib. 8, cap. 112, 118 y laS.)
[

ao
rarle como cosa mas sagrada que los juramentos qu
los caballeros hacían d las damas.
Felipe el Hermoso murió sin haber tratado de
cumplir su voto; y Felipe el Largo, que le sucedió,
tuvo por un momento el proyecto de ir al Oriente.
Eduardo, que habia liecho ya dos veces el juramen
to de pelear contra los musulmanes , renovaba en
tonces su promesa; pero el soberano Pontífice, ya
fuese porque dudase de su sinceridad, ó ya porque
necesitase el concurso de estos dos monarcas para
restablecer la tranquilidad de Europa , y resistir al
emperador de Alemania, contra el cual se habia ar
mado con los anatemas de la iglesia , ó ya en fin,
porque juzgase el momento poco favorable, no apro
bó el proyecto de su expedicion á Siria. «Antes de
pensar en el viage de ultramar, escribia al rey de
Inglaterra , quisiéramos que hubieseis afirmado la
paz, primero en vuestra conciencia y despues en
.vuestro reino." El padre de los fieles representaba al
rey de Francia que la paz (2) , tan necesaria para
emprender una Cruzada, estaba casi desterrada de
la cristiandad. La Inglaterra y la Escocia se hacian
la guerra; los estados de Alemania se hallaban di»
yididos; entre el rey de Sicilia y el de Nápoles no
habia mas que una tregua de corta duracion ; una
desconfianza reciproca impedia á los reyes de Chi-

(j) Las cartas del Papa Juan XXII dirigidas al. rey de Inglaterra,
tienen la fecha del 8 de las calendas de junio de i3i9. Las que dirigio al
rey de Francia son del 3 de las calendas de diciembre del mismo año.
(Véase el tomo ».• de la coleccion de sus cartas).
pre y de Armenia el reunir sus fuerzas contra el ene
migo comun ; los reyes de España defendian sus
estados contra los moros : lasvrepúblicas de Lom-
bardia se levantaba u unas contra otras ; todas las
ciudades de Italia eran el blanco de las facciones,
las provincias presa de los tiranos, el mar se hallaba
impracticable, y el camino de tierra sembrado de pe
ligros." Despues de haber hecho esta pintura del es
tado deplorable de la cristiandad, el Papa empeña
ba á Felipe á que examinase seriamente cómo se
habia de proveer á los gastos de la Chozada sin ar
ruinar los pueblos, y im intentar, añadia, lo im
posible , como se habia hecho en otro tiempo (i).
Los avisos paternales del soberano Pontífice, y
algunos desórdenes acaecidos en lo interior del rei
no , determinaron á Felipe á diferir la ejecucion
de su proyecto. Una multitud de pastores, aventu
reros y vagabundos , enarbolando como en el tiem
po del cautiverio de san Luis, la Cruz de los pere
grinos, se reunieron en muchos parages , persi
guieron á los judios, y se entregaron á los mas
culpables excesos (a). Se vieron obligados á em-

(i). Examina, dice el soberano Pontifice , quas expensas tanlum requi-


ret negotium; et proinde provide, unde potuerunt minislrari ; nec ad impossi-
bilia, sicut audivimus alias,' ini eonsiliarii convcrtant acics menlis sitos.
(a) La Cronica de Bernard , Walsingham , y el manuscrito de Jordan,
hablan de los excesos de estos zagales. El Papa Juan se dirigio al senescal
de Belcaire , instándole á que emplease toda su autoridad y la severidad
de las leyes contra aquellos furiosos. El rey de Francia, arrebatado al prin
cipio porsucelo , los favorecio ; y el Papa se lamento de esto á su Legado
en la corte de Francia. Estos no son Cruzados , sino lobos rapaces y bo
,12
plear la fuerza de las armas y toda la severidad de
las leyes, para contener aquellos desórdenes , cuyo
pretexto era la Cruzada. Por el mismo tiempo su
frieron muchas provincias de Francia una enferme
dad epidémica; y acusaron á los judios de haber
envenenado los pozos, con el designio de suspen
der los preparativos de la guerra santa (i). Les
acusaron tambien de toda especie de maquinacio
nes contra los cristianos; y la fermentacion delos
ánimos era tanto mayor, por cuanto las sospechas
eran vagas, y la mayor parte de las acusaciones no
podian probarse ni desmentirse. La política no ha
lló otro medio de disipar las turbulencias, que se
guir las pasiones de la multitud y desterrar á todos
los judios fuera del reino. En medio de estas cir
cunstancias desventuradas , Felipe cayó enfermo,
y murió sintiendo no haber cumplido el voto que
habia hecho de pelear contra los sarracenos.
En el abandono en que habian caido las Cru-

micidaa, dijo el Pontifice. (Y. el tom. a, pág. a.) El historiador Walsing-


liam, refiere que vinieron dé Inglaterra un gran número de pastores qua
fueron a reunirse á los zagales de Francia. Jordan habla de los exceso*
que cometieron con I03 judios que rehusaban bautizarse, y las violencias
que usaron contra los clérigos. El camarero del Papa, añade, hizo que
predicasen algunos religiosos contra aquellos aventureros, y su multitud
se disipo muy pronto. i
(i) Walsingham y Meyer, dicen que los judios y los leprosos habian
sido ganados por el oro de los sarracenos de Acre , que temian la expedi
cion que meditaban contra ellos, para envenenarlos pozos y las fuentes.
! El Papa Joan XXII , que habia tomado bajo su proteccion á los judios
mientras los perseguian los zagales , ordeno que su libro, llamado Tal
mud , se quemase, y mando construir una iglesia en el sitio de su sinago- .
ja en elcondado de Venusa, de donde los habian echado.
23
aadas, admira el ver todavía el espiritu de los fran
ceses diíigirse algunas veces hacia la libertad de
los santos lugares. El resto del entusiasmo, que con
servaban nuestros abuelos en medio de la indife
rencia universal, no dependia únicamente délos
sentimientos religiosos, sino del sentimiento de la
patria y de la gloria nacional. La Francia era la que
habia dado el primer impulso á las guerras santas;
y el nombre de la Palestina , el nombre de sau Juan
de Acre ó Tolemaida, y el de Jerusaleo , no des
pertaban menos el patriotismo que la piedad. Aun
que las dos expediciones de Luis IX habian sido des
graciadas , el ejemplo del santo monarca era una
grande autoridad para los príncipes de su familia,
y dirigía con frecuencia sus pensamientos á los lu
gares en donde habia hallado dos veces la gloria
del martirio. El recuerdo de sus hazañas y aun de
sus infortunios, y el de tantos héroes muertos en
las orillas del Nilo y del Jordan , interesaba todas
las familias del reino; y los guerreros de la Fran
cia no podian olvidar enteramente aquella ciudad
en donde reposaban las cenizas de Balduino y de
Godofredo de Bullon , y aquellas regiones lejanas
en que se habian dado tantos combates gloriosos.
Despues de la muerte de Felipe el Largo, lle
garon á Europa embajadores del rey de Armenia,
que abandonado de los tártaros, y amenazado por
los mamelucos de Egipto (i), pedia socorros al Oc-

(1) Elsultandel Cairo, informado de los preparativos del rey de Fran-


24
cidente. El Papa escribió á Cárlos el Hermoso, su
cesor de Felipe , y le rogó encarecidamente que to
mase las armas contra los infieles. Cárlos recibió
con sumision los consejos y exhortaciones del so
berano Pontífice (i) ; y se ocupaba en los prepara
tivos de una Cruzada, cuando la sucesion del con
dado de Flandes hizo estallar una guerra en los Pai
ses Bajos. Desde entonces la Francia, solo atendió
ya á los acontecimientos que tenia á la vista , y en
los. cuales estaba interesada su propia gloria. Al
acercarse su muerte, y en un tiempo en que el rei
no ya no tenia nada que temer, Cárlos el Hermo
so se acordó de su juramento ; y sus últimos pen
samientos se dirigieron á la libertad de Jerusalen.
«Dejo, dice en su testamento , á la Tierra Santa,

cia, se puso en estada de defensa; y para impedir que los Cruzados se


reuniesen á los armenios, resolvio oprimir i estos últimos. Se unio por un
tratado 0011 los tártaros y con los turcos , que hasta entonces habian socor
rido á los cristianos ; y estos tres pueblos saquearon y devastaron la Arme
nla sucesivamente. El Papa Juan XXII , dirigio á todos los fieles de la
cristiandad cartas escritas en Aviñon , el 1 3 de las calendas de enero, pa -
ra exhortarlos á que volasen al socorro de la Armenia y de la isla de Chi
pre , amenazada tambien por los egipcios. (V. á Juan Villani , lib. 9, cap.
i48; y Antonino, part. 3, tit. ai, cap. 5).
(1) El Papa habia ya exhortado á Felipe el Largo, á que llevase socor
ros á la Armenia. Renovo sus instancias con su sucesor Cárlos el Hermoso.
Sus cartas á éste tienen la fecha de Aviñon , el 10 de las calendas de julio
de 1022. El rey de Francia envio al Papa embajadores para tratar de la ex
pedicion de Asia. El conde do Clermoat, una de sus embajadores, perma
necio en Roma mucho mas tiempo que los otros: convino con el Pontifice
en el número de caballeros é infantes que habian de enviarse, en el suel
do de las tropas, en los gastos de la escuadra y en los medios de recoger
el dinero necesario. El Papa concedio por cuatro aiios los diezmos del cle«
ro de Francia y de Navarra. (V. á Juan Villani , ibid).
35
cincuenta mil libras, á pagar y entregar cuando se
haga el pasage general, y es en la inteligencia, de
que si el pasage se hace durante mi vida, iré yo
allá en persona (•)•" De este modo se mostraba to
davía en aquella época el espíritu de las Cruzadas;
la mayor parte de los testamentos (2) que hacian
entonces los príncipes y los ricos hombres (estas pa
labras designaban la nobleza) , contenian algunas
disposiciones en beneficio de la Tierra Santa; pero
es necesario decir tambien, que la facilidad de com
prar con dinero el mérito de la peregrinacion , de
bió disminuir mucho el número de los peregrinos
y delos Cruzados.
Mientras que se derramaban todavía pródiga
mente los tesoros para la guerra santa, nadie to
maba las armas. Sin embargo, quedaban algunos
hombres dotados de una imaginacion viva y de una
alma fogosa, para quienes nada parecia imposible,
y que en una generacion indiferente, creían en
contrar todavía las pasiones heroicas de otro siglo.
El Petrarca , que se hallaba entonces en la corte
de Aviñon , lamentaba en sus versos la servidum
bre de la Ciudad Santa , y sus acentos poéticos ex
hortaron frecuentemente á los guerreros cristianos

. (i_J Este articulo del testamento de Cirios el Hermoso , le refiere Du-


cange. Se lia notado'que tiene la fecha de >4 de octubre de i3»4 , J Cir
ios murio en 1327: debemos pensar que la fecha es inexacta , o que Cirios
el Hermoso no cumplio su voto. >
(3) Hemos visto un testamente hecho en aquella fecha, en el cual, na
gentil-hombre de la familia de Castülnn , ya ilustre en tiempo de las Cru
zadas, dio una suma para los gastos de la Tierra Sania. Sen limo; no poder
publicar el texto de asta pieia, que nos ha comunicado la tuistna iamilia»
Tomo X. 4
¿armarse por la herencia de Jesucristo. En unas
estancias llenas de armonia, dirigidas al Obispo de
Lombez , que pertenecia á una de las familias mas
ilustres de Roma , expresa las esperanzas que le
daban las promesas del Papa, y los juramentos de
muchos monarcas de la cristiandad. «El hijo de
Dios, decia, acaba de volver sus ojos á los lugares,
en donde le tendieron sobre la Cruz... Los que
habitan las provincias situadas entre el Ródano, el
Rbin y el mar, Iqs que abrasan los ardores, del me
dio dia, como los que viven en> ¿as regiones lejanas
del camino q>ue recorre el sol, van á seguir el es-»:
laudarte de la Cruzada. ¿La ciudad de los hijos de
Marte, la ciudad de los santos Pontífices permane
cerá indiferente á la gloriosa empresa que se pre
para (i)?" Tales eran los sentimientos expresados.
por el Petrarca. Este poeta, á quien ya no$e co
noce en el dia sino como el cantor ingenioso de la
hermosa Laura, era mirado entonces como el dig
no intérprete de la sabiduría de los antiguos ., y.sm
palabras tenian una gran autoridad entre los hom
bres ilustrados.. Todos los que cultivaban las letras
ó estudiaban la historia , debian de estar mas sor-

(1) Esta ocla o cancion, esnna de las piezas de Feitrarca mas notables
por el encanto del estilo: no liemos podido dar aqui mas cjue el sentido.
▼ la idea general. Tenemos tambien de este poeta un soneto en que habla
de ta Cruzada. Petrarca veia con sentimiento que fuesen los sarraceno*
«tuerto* de la Tierra Santa, y que los Papas residiesen en Aviüon. En casi
todas las cartas que escribia entonces, no cesaba de manifestar sus que
jas «n este particular , y por el regreso del Papa a Roma. (V. las Memorial
del Abad Sade para servir á la vida del Petrarca). ; , •
*7
-prendidos , que los otros , de la gloria de los siglos
iprecedentes, y muchos consagraban sus vigilias á ha
cer renacer un entusiasmo, cuyos prodigios admi
raban. Entre los últimos apóstoles de las Cruzadas,
no se puede olvidar al famoso Raimundo Lulio,
una de las lumbreras de la escuela en la edad me
dia (i). ; .
Lulio no turo en toda su rida sino un pensa
miento , que era el de pelear y convertir á los in
fieles. Por la proposicion de este celoso misionero
decidió el Concilio de Viena que se escablecicseu
en las universidades de Roma , de Bolonia , de Pa
rís y de Salamanca, cátedras para la enseñanza de
las lenguas del Oriente. Presentó al Papa muchas
-memorias sobre los medios de aniquilar el culto de
Mahomety la dominacion de sus discipulos. Lulio,
-siempre' ocupado de su proyecto , hizo una pere
grinacion á la Palestina, recorrió la Siria , la Ar
menia y el Egipto , y volvió á Europa á referir las
desgracias y el cautiverio de los cristianos de ul
tramar. A su regreso , visitó todas las cortos del Oc
cidente, procurando comunicar á los soberanos los
sentimientos de que estaba animado. Despues de
vanos esfuerzos, le arrastró su celo á las costas de
Africa , en donde se esforzó en convertir con su
elocuencia , á aquellos mismos sarracenos, contra

(i) Una Memoria acerca de la parte que tomaron los espaáoles en la*
Cruzadas, que hemos citado , refiere los trabajos, avenluias y viage» de
Raimundo Lulio, (V. tambien los Anales cdesiáiútos , año de i3j?, «áW.

4:
'28 .
los cuales habia invocado las armas de los guerre
ros cristianos. Volvió á pasar á Europa , recorrió
la Italia, la Francia y la España , predicando por
todas partes la necesidad de una- Cruzada. Se em
barcó de nuevo. para ir á Jerusalen , y trajo de su
peregrinacion útiles nociones sobre el modo de ata
car los paises de los infieles. Todos sus trabajos,
sus investigaciones y sus- ruegos, no pudieron mo
ver la indiferencia de los reyes y de los pueblo».
¡Lulio, desesperando en fin de ver realizarse sus
proyecto», y lamentándose- de la ceguedad de sus
contemporáneos , se retiró á la isla de Mallorca,
su patria. Desde lo interior de su retiro , escribia
todavía memorias sobre una- expedicion al Orien
te » pero-én breve la soledad fatigó. su espíritu ar
diente é inquieto, y dejó á Mallorca, no ya para
hablar á los príncipes de la Europa, que no le escu<-
chaban , sino á los musulmanes , que esperaba
atraer al Evangelio. Pasó por segunda vez al Afri
ca, y sufrió en fin, en premio de sus predicacio
nes, el suplicio y la muerte de los mártires.
, Mientras que Lulio procuraba encaminarlos
pensamientos de los fieles á la libertad de los san^-
tos lugares, un noble veneciano consagraba tam*
bien su vida y sus talentos á reanimar el espíritu
de las Cruzadas. Sanuti refiere de este modo la pri
mera audiencia que obtuvo del soberano Pontífice:
Yo no soy embajador, le dijo , de ningun rey , ni
principe, ni república ; de motu propio vengo á los
pie3 de Vuestra Santidad , á proponerle un medio
fácil de abatir los enemigos de la fé , de extirpar U
a9
secta de Mahomet y de recobrar la Tierra Santa.
Mis viáges á Chipre, á Armenia, á Egipto, y una
larga permanencia en Romania, me han dado co
nocimiento y luces que pueden ser muy útiles á la
cristiandad (r).» Al acabar estas palabras, Sanuti
presentó al Papa dos libros , el uno forrado de en
carnado y el otro de amarillo , con cuatro mapas
geográficos; el primero , del mar Mediterráneo ; vi
segundo, de la tierra y del mar ; el tercero ,. de la
Tierra Santa; y el cuarto, del Egipto, tos dos li
bros del patricio de Venecia, contenian la historia
de los establecimientos cristianos en Oriente , y sa
bios consejos sobre la empresa de una Cruzada»
Su celo , ilustrado por la experiencia, no le dejaba
olvidar la. menor circunstancia acerca del camino
que se debia seguir, del punto que era preciso ata
car, del número de las tropas, del armamento y de .
la provision de los navios. Aconsejaba que se des
embarcase en Egipto, y se principiase debilitando'
«1 poder de los sultanes del Cairo. El medio mas
seguro de conseguirlo, era sacar directamente de .
Bagdad las mercaderías de la India , que el comer
cio europeo traia de las ciudadés de Alejandría y
dé Dámieta. Sanuti aconsejaba al mismo tiempo al
soberano Pontífice, qae se redoblase la severidad
dé las censuras eclesiásticas contra los que llevasen ;
al Egipto armas , metales, madera de construccion .

(i) Véase lo que refiere Sanuti mismo en ta libro , cuyo extracto be


mol dad» ea-la .¡¡ibliehca de las Crutadas.'
3o
y iodo lo que pudiera servir al armamento de las
escuadras ó de. la milicia de los mamelucos.!
El Papa dio grandes elogios á Sanuti , y le re
comendó á muchos soberanos de la Europa ; los
príncipes cristianos, y especialmente el rey de Fran
cia, le acogieron con bondad, celebraron su piedad
y su ingenio, y no siguieron.sus consejos. Sanuti
se dirigió tambien al emperador de Constantinopla
con el objeto de empeñarle en una expedicion con-
.tía los infieles; por todas partes buscaba enemigos
contra. los musulmanes , y pasó su vida> eh predij-
-car Aína Cruzada sin lograr mejor éxito que .Hai-
m mido LuÜOt . '.> ¡.«. > ..
„ No puede compararse el celo de estos dos honr
ares de que acabamos de hablar , sino al de Pedro
•el Ermitaño; ambos tenian mas luces que: este ce
nobita; pero no pudieron conseguir que los escu
chasen: la inutilidad de sus esfuerzos, muestra su
ficientemente lo que se habían mudado los tiem
pos. Pedro predicaba en las ciudades y en las pla
cas públicas, y la multitud, acalorada con sus dis
cursos, arrastraba álos grandes. - .- , t. .' „ .[
En tiempo de Lulio y de Sanuti , no se podían
dirigir eficazmente sino á los soberanos , y estos,
"ocupados en sus propios intereses, mostraban poco
entusiasmo por unos proyectos que pertenecian á
la cristiandad en general. Sin embargo, no faltaban
á los fieles las predicaciones en favor de los santos
lugares; porque los Papas no dejaban de exhorta
á los pueblos á tomar las armas, de mandar la exac
cion de los diezmos, ni de proclamar las indul-
3rT
geticias que :coiiced¡a la iglesia ]á los Cruzados.
Los reyes y los principes , sin interesarse como an
tes en las desgracias de la Tierra Santa, no duda
ban en revestirse con las señales de los peregrinos;
y el juramento de la Cruzada 3 repetido como una
fórmula consagrada por el tiempo , nada costaba á
su piedad ni á su valor. Bajo el pontificado de Juan
XXII, algunos enviados del rey de Chipre y del
rey de Armenia , vinieron á anunciar á la corte de
Aviñon que los estados cristianos que quedaban en
Asia, iban á perecer enteramente sino los socorrían,
con prontitud; y el Papa hizo segun acostumbra
ba resonar sus gemidos y quejas por toda la cris-
tiandad. i i ' .<>.':.•..:' • .'•
X ¡El rey de Francia , Felipe> de Valois, convocó
en Paris (i), en la santa capilla , una asamblea á
i ' ' .. . . . .<¡.•..: .

(i) Eo 1 33 1, Felipe deValois recibio embajadores del rey de Armenia,


que pedia socorros contra los sarracenos. Este monarca hábia ya manifes-
tadoisu deseo de quitada Palestina á losinfieles; Tuto tina a«sjmb]ea de loa
grandes del reino, y se ofrecio á ir ala Tierra Santa: pero habiendo hecho
al Papa algunas peticiones, que se desecharon por injustas ¡ se entibio' su
celo por la Cruzada. En i33i, por las exhortaciones del Pontifice , toItio
4 »u .proyecto. Publico despachos para, anunciarsu nueva resolucion, y li
jar la época del viage, etc: pero otras empresas malograron este proyecto,. .
Eo i533, Felipe fue nombrado gefedela Cruzada, yefcPapa escribio á
todos los Obispos de la cristiandad ordenando la recoleccion de. diezmos.
Bosio, dice, que Felipe debia de suminisliar veinte mil soldados de ca
balleria, y cincuenta mil infantes ; que los venecianos babian de equipar
una escuadra que pudiese transportar cuatro mil combatientes, y que se '
esperaba- que los genoveses, los písanos , y otras potencias maritimas, se
reunirían i la empresa. Entretanto, habiendo hecho los turcos muchas
incursiones en Europa, el Papa sq dirigio á los venecianos, á Juan , conde
de Alenzon, al rey de Francia , y a Roberto de Sicilia, excitándolos <^ to^
mar Ls armas contra los infieles. Trabajaba al mismo tiempo en teunii la
3a
la cual asistieron Juan, rey de Bohemia, e! f«y>dé'
Navarra, los duques de Borgoña , de Bretaña , de
Lorena, de Brabante y de Borbon , y la mayor
parte de los prelados y barones del reino. Pedro de
la Palue, nombrado Patriarca de Jerusalen , y que
acababa de recorrer el Egipto y la Palestina, aren
có. al auditorio sobre la necesidad de atacar á los
infieles, y de contenerlos progresos de su domi
nacion en el Oriente. Felipe, que estaba ya cruza
do-, .renovó el juramento que habia hecho ; y co
mo si se dispusiese á dejar su reino, los barones
prestaron juramento de obediencia á su hijo , el
príncipe Juan, levantando las manos hácia la co
rona de espinas de Jesucristo- Juan de Bohemia,
rey de Navarra, y un gran número de príncipes y
señores de la corte, recibieron la Cruz de raános>
del Arzobispo de Ruan. La Cruzada se predicó -en,
todo el reino , y « causaba á todos los señores, di
ce Froissard , mucho placer, y especialmente á los.
que querían dedicar el tiempo á las armas, y que:
no podian emplearlo mas razonablemente en otra
parte." i • . ; ..
El rey de Francia envió al Papa el Arzobispo
de Ruan, que subió despues á la silla de san Pe
dro con el nombre de Clemente IV. El Arzobispo
^pronunció en pleno consistorio un discurso sobré
la Cruzada., y declaró cu presencia de la mages-
...... i

iglesia, griega ¡i la iglesia latina, en pacificar la Italia , j en propagar la fe


éutre los principes barbaros. (Véanse, Juan Villani ,Au Ionio Bosio¿ M».
yer.y'las cartas del Papa -Juan KXU). - . . i » <*
33
tad Divina, del santo Padre, de la iglesia de Ro
ma, y de toda la cristiandad, que Felipe de Valois
partiría para el Oriente en el mes de agosto del
año de 1 334- El Papa felicitó al monarca frances
por su resolucion , y le concedió los diezmos du
rante seis años. Estas circunstancias las refiere
Juan Villani (i) , que se hallaba entonces en Avi-
ñon , y que despues de haber hablado en su histo
ria de la promesa hecha en nombre del rey de
Francia , dice : Y yo, historiador , oí el Juramento
que acabo de referir.
Felipe dio órdenes para que estuviese pronta
una escuadra, reunida en el puerto de Marsella , á
recibir cuarenta mil Cruzados. Eduardo , á quien
la Cruzada ofrecia el medio fácil de imponer con
tribuciones , prometía acompañar al rey de Franeia
con un ejército á la peregrinacion de ultramar.
La mayor parte de las repúblicas de Italia, y los re
yes de Aragon, de Mallorca, y de Hungría, se obli
gaban á suministrar para la expedicion dinero, tro
pas y navios (2). En medio de estos preparativos,

(1) Juan Villani, lib. a.*


(1) Nuevas discordias detuvieron la ejecucion de este provecto. El
Papa escribio desde Aviñon á los principes disidentes, y sus cartas no pro
dujeron ningun efecto. Este Pontifice murio el dos de las nonas de diciem
bre de aquel año. Gregorio Stella , en los Anales de Genova, le atribuye la
prosa de la iglesia que empieza con estas palabras: Stabat Mater doloroso,
Mateo Villani, dice, que este Pontifice habia gastado para la Cruzada
mas de diez y ocho millones de monedas de oro. Juan Villani y Antoni-
no, refieren que habia vendido ademas otros siete millones en piedras
preciosas, alhajas, etc. (Véanse Mateo Villani, lib. 7, cap. a.°, Juan Vi
llani, lib. 1, cap. 20; y Antonino, tercera parte, tit. 21, cap. 5, $. i5¡.
Tomo X. 5
34
los Cruzados perdieron al que los dirigia , y era el
alma de la empresa. Todo quedó interrumpidopor
la muerte del Papa Juan XXII, y ahora es cuando¡
debemos manifestar una de las causas que en los
siglos XIII y XIV desgraciaron tan numerosas ten
tativas para llevar la guerra al Oriente. Como los
sucesores de san Pedro no llegaban casi nunca al
trono pontificio hasta una edad avanzada, les fal
taban la energía y actividad necesarias para con
mover el pueblo cristiano, dirigir unas guerras le
janas , y acalorar un entusiasmo en otro tiempo
difícil de contener , y ahora tan difícil de re
animar. Cada Cruzada exigía siempre largos pre
parativos , y la vida de un soberano Pontífice,
apenas bastaba para concluir tan grandes empre
sas. Sucedia con mucha frecuencia que el Papa
que habia predicado una guerra santa, no podia
ver la partida de los Cruzados, y que el que veía
partir los ejércitos de los fíeles , no vivía bastante
para seguirlos en sus expediciones , conducirlos en
sus triunfos, ni socorrerlos en sus reveses. De este
modo no se encontraba en los proyectos que ha
bian formado las circunstancias, aquel espíritu de
constancia y de union que debia de asegurar su
ejecucion y su buen éxito. Añádese á esto , que
desde que los Papas estaban establecidos en Avi-

Por aquel tiempo se hizo un tratadoentreelPapa, Felipe, rey de Fran


cia, Roberto, rey de Sicilia, el gran maestre de Rodas, y el emperador
Andronico, para equipar una escuadraron tra los turcos, que principiaban
a amenazar la Europa; pero Andronico falto al tratado, y no tuvo el pro
yecto resultado alguno.
35
ñon, y no se hallaba la silla apostólica en el cen
tro de la cristiandad , no ejercian ya el mismo as
cendiente sobre las provincias lejanas , y su auto
ridad perdia diariamente aquel prestigio unido al
nombre solo de Roma, mirada , durante tantos si
glos, como la capital del mundo.
Entretanto se habia esparcido por el Oriente la
noticia de una Cruzada ; y los cristianos que ha
bitaban el Egipto y la Siria, y los peregrinos y
mercaderes que habian ido de Europa, sufrieron
toda especie de persecuciones. El sultan del Cairo,
y muchos príncipes musulmanes reunieron ejérci
tos, ya para resistir á los Cruzados, ó ya para ve
nir á atacar á los fieles en Occidente. Un descen
diente de los Abasidas , que residia en Egipto , y
tomaba el título de califa, envió á todas partes
cartas y mensages para empeñar á los sarracenos á
tomar las armas, prometiendo á los mártires de la
fé musulmana que en el paraiso de Mahomet asis
tirían á banquetes deliciosos , y que cada uno ten
dría por esposas siete vírgenes.
El objeto de esta especie de Cruzada, predica- >
da en nombre del profeta de la Meca , era pene
trar en Europa por el estrecho de Gibraltar; los
guerreros musulmanes juraban aniquilar el cristia
nismo , y convertir en establos todos los templos
de los fieles. A medida que los sarracenos se infla
maban de este modo por una expedicion que lla
maban tambien una guerra santa, la Europa veía
debilitarse y apagarse el celo de los príncipes y de
los guerreros que habian jurado pelear contra los
5:

J
36
enemigos de Jesucristo. Cuando Benedicto XII str-
eedió á Juan XXII, halló mudadas todas las dis
posiciones; los odios, las desconfianzas, y las en
vidias liabian ocupado el lugar de un entusiasmo'
pasagero y poco sincero; en vanolos cristianos que
habian llegado de Oriente referían las persecucio
nes que habian padecido, y los preparativos de los
infieles contra las naciones del Occidente; y en
vano continuaba el Papa sus exhortaciones y rue
gos (i); porque cnanto mas razon habia para em
prender una Cruzada, tanto mas indiferentes se
mostraban los ánimos, y tanto mas parecia que se
alejaban del pensamiento de pelear contra los in
fieles. Entonces fue cuando el hermano Andres de
Antíoquía fue á Aviñon con el designio de rogar al'
Pápa y á los príncipes de la cristiandad. Felipe de
Valois habia pasado á la corte del soberano Ponti*
fice para anunciar que diferia su viage al Oriente;
y cuando montaba á caballo para volver á Paris, se
le presentó delante el hermano Andres y le dijo (a):

(i) Despues de tantas derrotas como padecieran en Asia los cristianos,


ya'noles quedaba mas que la Armenia. El sultan del Cairo, con la noti
cia de lo que se preparaba en Occidente, rompio la tregua concluida con
el rey de Armenia, y cayo sobre sus estádos. El rey, que no podia resis
tirlos, se encerro en una fortaleza, y envio una embajada al soberano Pon:
tifice y al. rey dé Francia para implorar sus socorros: El Papa Benedic
to XII, escribio á Felipe, yeste principe pidio al Pontifice el tesoro re
unido por el Papa J uan para hacer la guerra, 'folomeo de Loca refiere que
el Papa no quiso darle, si el rey no Se embárcaba y no cumplia la promesa
que habia hecho al Pontifice anterior; pero Felipe no se dejo llevar dees.'
ta promesa para ir al socorro de los armenios. (Historia Eclesiástica , lib.
a4,cap.45).
(a) Véase en la Uisl. de las Cruzad, el articuló de Mateo Villani,
37
«¿Sois vos Felipe, rey de Francia, el que ba prome
tido á Dios y á su iglesia libertar la Tierra Santa?
El rey respondió: «Sí." Entonces, replicó el religio
so: »Si vuestra intencion es hacer lo que habeis re
suelto, ruego á Jesucristo que dirija vuestros pasos
y os conceda la victoria; pero si la empresa que
habeis comenzado solo ha de ser para vergüenza y
desgracia de los cristianos , sino estais decidido á
concluirlo con el auxilio de Dios, habeis engaña
do á la santa iglesia católica; la justicia Divina cae
rá sobre vuestra familia y sobre vuestro reino 3 y
caerá sobre vos la sangre que ha hecho derramar
la noticia de vuestra expedicion." El rey, sorpren
dido de este extraño discurso, respondió: «Herma
no Andres, venid con nosotros;" y el hermano
Andres replicó sin conmoverse y con un tono de
inspiracion: «Si vais al Oriente, iré delante de vos;
pero como vais al Occidente , os dejo ir. Yo vol
veré á hacer penitencia de mis pecados á la tierra
que vos abandonais á los sarracenos."
Tal era todavía la autoridad de los oradores
que hablaban en nombre de Jerusalen, que las úl
timas palabras del hermano Andres derramaron la
turbacion y la incertidumbre en el ánimo de un
poderoso monarca : pero nuevas tempestades polí
ticas acababan de estallar; porque la rivalidad am
biciosa de Eduardo III , dió la señal de una guer
ra que habia de durar mas de un siglo, y derra
mar en Francia las mayores calamidades.- Felipe,
atacado por un enemigo tan formidable , se vió
obligado á renunciar á su expedicion de ultramar,
38
y emplear, para defender su propio reino las tro
pas y las escuadras que habia reunido para liber
tar la herencia de Jesucristo.
El Papa, sin embargo, no abandonó el proyec
to de la guerra santa (i). El poeta Petrarca, que
se hallaba entonces en Padua, participando del ce
lo del soberano Pontífice, dirigió una carta elo
cuente al dux de Venecia para empeñarle á pelear
contra los sarracenos (2). Algunos estados de Ita
lia reunieron sus fuerzas para hacer una expedi
cion al Oriente. Una Crónica de los condes de Ason
refiere que vieron salir de Milán un gran número
de Cruzados vestidos de blanco, con una Cruz en
carnada (3) ; y una escuadra armada por el sobe-

(1) El Papa Benedicto , siguiendo las intenciones de su predecesor,


envió en i335 embajadores al rey de Francia, al gran maestre de Rodas,
ya Francisco Dandolo para exhortarlos á equipar una escuadra poderosa
contra los turcos. Escribio á Roberto, rey de Sicilia, para que reuniese á
ella algunos navios auxiliares; y se dirigio tambien al Obispo de Mallorca
y álos demas Obispos para que excitasen los pueblos á tomar la Cruz. Si
esta expedicion «o tuvo buen éxito, no se debe atribuir a la falta de cui
dado, ni á la negligencia de Benedicto. (Véase la coleccion de cartas d«
este Pontifice, tom. cartas 5o8, 43 1, »o8, Si).
(a) En i35i, Petrarca escribio de Padua la carta que aquise mencio
na, para exhortar al dux de Venecia á poner fin á la guerra que existia en
tre los genoveses y los venecianos, y á dirigir sus armas comunes contra
los bárbaros. «Pluguiese á Dios, dice el poeta , que tuvieseis por enemi
gas las ciudades de Damasco o de Suza , de Menfis o de Esmirna , y que
tuvieseis que pelear contra los persas o los árabes, los trácios o los ¡lirios:
porque ¿ qué es lo que haoeis? ios que os esforzáis en. destruir, son vuestros
hermanos."
(3) Véase el Opusculum de Guavaneo déla Flamma, Ve rekusgtstis ai
Aione el vice comUibus, Colecc. de Muratory, tom. i3, pag. 997, 000 la
fecha de i343.
39
rano Pontífice, por la república de Venecia y el
rey de Chipre , recorrió el Archipiélago y sorpren
dió la ciudad de Esmima, en donde los Cruzados
se vierou muy pronto sitiados por los turcos. El
Legado del Papa y muchos caballeros perecieron
defendiendo la ciudad (i) , y esto determinó al so
berano Pontífice á hacer nuevos esfuerzos para re
animar el ardor de la Cruzada. Entonces fue cuan
do el delfín de la provincia de Viena, Humber
to II., resolvió tomar la Cruz, y pasó a la corte de Avi-
ñon á suplicar al Papa que le concediese ser capitan
del santo viage contra los turcos , y contra los des~
leales d la iglesia de Roma. Humberto obtuvo facil
mente lo que pedia , y volvió á sus estados á hacer
los preparativos de su expedicion. Enagenó sus do
minios , vendió privilegios á la nobleza , exencion
de cargas á las ciudades; exigió sumas considera
bles á los judios, á los mercaderes italianos esta
blecidos en el territorio, impuso un tributo á todos
sus vasallos que no le acompañaban á la Cruzada,
y habiéndose embarcado con cien hombres de ar
mas , fue á buscar al Asia la fortuna de los con
quistadores , ó la gloria de los mártires. No halló
ni uno ni otro, y regresó á Europa sin fama y car-

(4) La historia de tosCortusi, ademas del Legado del Papa , cita tam
bien i Marim Zacharie , almirante genovés, á muchos caballeros de Ro
das, y á otros veinte , cuyascabezas fueron presentadas al general turco.
Este, envanecido con la victoria, quiso intentar otro nuevo asalto; pero
fue rechazado. {Hut.'Cort. lib.8.», cap. 16 ; y Juan Villani, lib. 12, cap.
38).
4o
gado de deudas (i). La historia nos representa á
Humberto II , como un príncipe débil, inconstan
te y sin resolucion. Se arruinó al principio por sus.
disipaciones, despues por los gastos de la Cruza
da; y cansado del mundo y de los negocios, aban
donó en fin á la corona de Francia su principado,
que habia empeñado á Felipe de Valois, y se reti
ró á un monasterio de los padres dominicos. En el
retiro del claustro desplegó bastantes virtudes para
que el Pontífice le nombrase Patriarca de Alejan
dría, y las prendas pastorales que manifestó en es
ta dignidad, movieron al rey de Francia á que le
nombrase Arzobispo de Reims (2).
Tales fueron los acontecimientos y consecuen
cias de esta Cruzada, originada en Europa por la
llegada de los embajadores de Chipre y de Arme-

(1) Para sostener los gastos de la guerra habia impuesto el Papa un tri
buto extraordinario sobre los bienes del clero de Francia, de España y de
Inglaterra; pero la guerra cruel que hacían entonces los ingleses en Fran-
cia,.y la pérdida de la batalla de Crecy, no permitieron que se recaudase
aquel dinero , y el Papa aprobo con alegria el proyecto de una tregua que
pidieron los turcos , y le propuso el delüa de Vieua. ( Historia del Detfí
nado, pag. a8|).
(2) Humberto habia llerado consigo á la expedicion á la princesa Ma
ria de Baux , su esposa, que murio en la isla de Rodas mientras su marido
estaba en el mar. Humberto, despues de enviudar, dirigio sus miras á Jua
na, bija primogénita de Pedro de Borbon , pero estuvo dudoso , y al fia
abrazo el estado .eclesiástico: recibio en un mismo dia las ordenes desub-
diácono, diácono y presbitero. En la misa que se decia á media noche, le
hicieron subdiácono; en la del alba, diácono, y en la mayor, presbitero; y
celebro en seguida él misma la misa. Ocho dias despues el Papa le consa
gro Obispo. (Véase Hittor. del Delfinado, tom. 2, pag. 507, los ¿nales de
Enrique de Rehdorf, Mateo Villani, lib. 1, cap. 26; y la Cronica de Al
berto de Estrasburgo, año de i35o).
4i
nia. Ya se habian pasado algunos años cuando un
nieto de Hugo de Lusiñaa vino él mismo á supli
car al soberano Pontífice ; pero ocupado entonces,
el Papa en restablecer en el estado romano su au
toridad vacilante por la revolucion de Rienz.i , tuvo
la idea singular de nombrar tribuno de Roma al
joven príucipe que habia llegado del Oriente-
No hemos podido averiguar si fue aceptada esta
proposicion , ni si el Pontífice trató de socorrer á
los fieles de ultramar. La cristiandad estaba enton
ces dividida, y en breve se juntó al furor de las
armas, la peste que llamaban negra , y habia na
cido en la gran llanura de la Tartaria, habia recor
rido todas las provincias del Oriente y del Occiden
te, -y causó en pocos años la muerte de trece millo
nes de hombres (t). Los historiadores han obser*

(i) Precedio i esta calamidad (tegua dice la Hitt. de lot Cortusi, lib.
4>* cap. ib), un gran terremoto, que se sintio á la una del dia, el sf de
♦ñero de 1 348. La peste traida del Oriente á Venecia , se derramo por la
Lorobardia, la Marca, la Toscana, la Alemania , la Francia, y casi por
todas partes. Se manifestaba por tumoresen las ingles, debajo de los bra-
ros, y en otras partes del cuerpo, y por una calentura -contagiosa. A los
que acometia, morian al primero o ; segundo dia. A algunos sorprendia
durmiendo, y no despertaban jamas. Era muy raro que los enfermos lle
gasen al tercer dia. Los médicos declaraban ^abiertamente que no cono
cian ningun remedio. Esta plaga duro seis meses en todos los parages en
que se manifesto ; y el autor que citamos observa como cosa admirable,
que ningun rey ni principe murio de ella.
El Papa, que residia en Aviñon, se preservo de la peste prohibiendo
qne nadie tratase con él , y encendiendo grandes hogueras en sn palacio
para purificar el aire.
Acerca de los estragos de aquella peste, se puede leer tambien a Ma
teo Villani, y la séptima carta del lib, 8.» de la coleccion de lasCartasdel
futiar.ca.
Tomo X. 6

fado qué esta calamidad había seguido en s¡ü cur
so fúnebre el camino que seguian los mercaderes
que traian á Europa las producciones de la ludiai
y los peregrinos que volvían de la Palestina. • •' •
Luego que cesaron los estragos de la peste, re
cobró la guérra todos sus furores. El estado deplo
rable en que la discordia sumergía entonces á la
Europa , y especialmente á la Franciar debia hacer
sentir los tiempos' en que la predicacion de una
Cruzada imponia silencio á todas las pasiones, y
suspendia todas las hostilidades. El Papa habia in
tentado muchas veces restablecer la paz: dirigió al
pWnCipío súplicas al monarca ingles j le amenazó
después Con las excomuniones de la iglesia, pero
ta voz del padre de los fieles se perdió entre el rui
do de las armas.
. Felipe de Valois habia muerto en medio de la -
lucha terrible que sostenia con la Inglaterra. La
pérdida de la batalla de Potiers, y el cautiverio del
tey Juan , fueron la señal de los mayores desurde*
□es que turbaron el reino en la edad media. Las
maquinaciones del rey de Navarra , las intrigas de
los grandes , el extravío del pueblo, el furor de las
facciones, y las escenas sangrientas, derramaron
el espanto y la desolacion en la capital y en las
provincias. Luego que la Francia acabó de agotar
sus tesoros para rescatar lalibertad del rey Juan, la
presencia de su monarca no pudo restituirla la tran
quilidad que necesitaba para reparar sus desgra
cias. Los soldados de las dos naciones, que habian
despedido sin sueldo , y que se hallaban sin asilo,
se habian reunido en cuadrillas armadas, y con el
nombre de compañías blancas, retornan el reino,
despreciando las órdenes del rey y las excomunio
nes del Papa, y llevando por todas partes la licen
cia, el asesinato y la devastacion. Todo lo que se
habia libertado del hierro de los ingleses y de la
codicia de los que cobrabanlos impuestos, era pre
sa de aquellos salteadores, cuyo número se aumen
taba á proporcion de su impunidad y de sus exce
sos. Los campos permanecian incultos ; todos los
ramos del comercio se hallaban interrumpidos; y
el terror y la miseria reinaban en las ciudades. Asi
la suspension de las hostilidades no habia traido
ningún alivio á las desgracias de los pueblos, y los
desórdenes que estallaban en la paz, eran mas in
soportables que los que se habian padecido en la
guerra.
En estas circunstancias desventuradas fue cuan
do Pedro de Lusiíían , rey de Chipre , vino á im
plorar las armas de los príncipes cristianos cooitra
los infieles, é bizo adoptar á Urbano V el proyeclo
de «na nueva Cruzada. Quizaesperaba que aquel es
tado de confusion en que se hallaba la Francia, le
efrecefcia un medio de levantar tropas, y que todos
aquellos soldados que desolaban el reino tomarían
la Cruz para seguirle al Oriente.
El rey de Chipre proponia atacar el poder de los
sultanes del Cairo , cuyo dominio se extendia hasta
Jerusalen. La cristiandad tenia entonces , entre Jas
naciones musulmanas, enemigos mas temibles que
los mamelucos de Egipto. Los tu reos, dueüos del
44
Asia menor , acababan de pasar el Helesponto , de
dilatar sus conquistas hasta el monte Hemo, y de
llevar el trono de su imperio á Andrinópolis. liste
era sin duda el enemigo que se debia atacar; pero
los turcos no inspiraban todavía serios temores sino
en los paises que habian invadido ó amenazado (i).
En la corte de Aviñon, donde se hallaban con el
rey de Chipre el de Francia y de Dinamarca , no
se trató ni. de la invasion de Ta Romania , ni de los
peligros de Constantínopla , sino de la pérdida de
las colonias cristianas en Siria , y del cautiverio en
que gemia la ciudad de Jesucristo*
Pedro de Lusíñan hablaba con' entusiasmo de
la guerra contra los infieles y de la libertad de los
santos lugares ; el rey Juan no le escuchó sin emo-
eion , y llegó á olvidar sus propias desventuras para
tratar de la de los cristianos de ultramar. Valdema-
ro III, rey de Dinamarca, estaba igualmente con
movido con los discursos y la relacion del rey de
Chipre. El Papa predicó la Cruzada delante de los
tres monarcas ; se hallaban entonces en la semana
santa; la memoria de los padecimientos de Jesucris
to parecia que daba mayor autoridad á las palabras
del Pontífice ; y cuando lamentó las desgracias de
Jerusalen, los principes que le escuchaban no pu-

(1) El *ia¡rc de Pedro I , rey de Chipre , se rerifico en i36a. Despue$


de haber dejado al Papa en Aviñon, recorrio la Alemania, los Paises-Bá-
joü y la Inglaterra , para excitar los pueblos á la Cruzada. Regreso i
Francia, y asistio á los funerales del rey Juan, y & la coronacion de Car
los V. Se volvii. por Italia en i365. (Véase Villaui, lib. a , cap. 34, y las
Gestas de Urbano por Bosa,.)
dieron contener las lágrimas , y juraron que irían á
pelear contra los sarracenos.
Se debe creer, sin duda, que el rey de Francia se
resolvió á tomar la Cruz por un sentimiento de pie
dad, y por la elocuencia del Papa (i) ; pero tam
bien debemos pensar que los consejos de la política
no dejaron de tener parte en su determinacion. El
espíritu de la guerra santa, si llegaban á conseguir
excitarle, debia de apaciguar ó extinguirlas discor
dias y las pasiones encendidas por la revolucion y
la guerra civil. El rey Juan podia tener la esperan
za de reunir bajo el estandarte de la Cruzada y lle-
var consigo al otro lado de los mares las compañías
blancas, que su autoridad no habia podido someter.
El soberano Pontífice no estaba menos impaciente
por ver alejarse aquellas cuadrillas de salteadores
que despreciaban su poder espiritual, y le amena
zaban diciendo que le harían prisionero en Aviñon.
Muchos grandes señores , Juan de Artois, el con
de de Eu , el conde Dammartiu , el conde de Tan-
carville y el mariscal Boucicault, siguieron el ejem
plo del rey Juan. El Cardenal Taillerand de Peri-
gord fue nombrado Logado del Papa en la Cruza
da (2); y el rey de Dinamarca prometió reunir sus
fuerzas á las de los franceses. Para alentar su celo,

(1) Las cartas que el Papa Urbano dirigio al rey Juan para inclinar,
le á que se oruia9e, tienen la fecha de Aviñon, el 11 de las calendas de
abril de i363. (Véanselos Anal, celes., con esta fecha, núm. íS.)
(a) Véanse las Gestas de Urbano V, porBosq. Taillerand de Peiigord . I.
tenia «1 titule de Cardenal de Albano.
46
le dió el soberano Pontifice un fragmento de la ver
dadera Cruz, y otras muchas reliquias , cuya vista
debia recordarle sin cesar la santa causa que habia
jurado defender fi). Valdemaro 111 habia ido á la
Corte de Aviñon á poner su reino bajo la proteccion
de la Santa Sede, é hizo todos los juramentos que
le pidieron ; pero las bulas que obtuvo de Urbano,
en premio de su piedad, no pudieron restablecer
la paz en sus estados , y las turbulencias que 6e le
vantaron á su regreso, le hicieron olvidar sus pro
mesas.
El rey de Chipre, con las recomendaciones mas
eficaces del Papa, visitó todas las cortes de Europa;
admiraron en todas partes el celo y la elocuencia
caballeresca del héroe y apóstol dela Cruzada; pero
no recibió sino promesas vagas para su empresa, y
vanas felicitaciones por un sacrificio que no encon
traba imitadores.
De todos los príncipes cristianos el rey de Fran
cia era el único que parecia que se dedicaba á la
Cruzada. Urbano V mostraba, sin embargo, poca
confianza en la firmeza de su resolucion, porque
amenazó con la excomunion á todos los que procu
rasen disuadir al monarca de la santa empresa. To
das estas precauciones del Pontífice, el ejemplo del
rey, y las indulgencias de la Cruzada, no pudieron

(i) TjI Papa dio al rey rie .Dinamarca cahellos y restidos de la Virgen,
madera de la Cruz, reliquias de san Juan flautista , de san Jorge y de san
.Vicente, ete. y ademas una rosa de oro. (Veanse las Gestas de Urianoy
ta Historia de Dinatnarca , de Crantz., lib. 7, cap. 39.J
47
atraer la nacion á tomar las armas , ni determinar
álas compañías blancas á dejar ti aposento: así lla-
Biaban las compañías al reino que asolaban con sus
latrocinios. Se acercaba el término fijado para la
expedicion, y nada habia dispuesto, porque no te
nían ni escuadra ni ejército. Entonces fue cuando
el rey Juan murió en Londres , á donde habia vuel
to para ofrecerse en rehenes en lugar del duque de
Anjou que habia huido de su prision, y quizá tam
bien para libertarse de los cuidados de una empre
sa que no tenia ningun medio de ejecutar ni diri
gir con buen éxito.
El Papa temblaba en Aviñon , y solo se dedicaba,
á alejar aquellas cuadrillas formidables, cuyos gefes
se apellidaban los amigos de Dios, y los enemigos de
todo el mundo. La historia refiere que empleó para
hacerles la guerra el poco dinero que habia recogi
do para la Cruzada, lo cual excitó violentas mur
muraciones. El emperador de Alemania, Cárlos IV,
de acuerdo con el rey de Hungría , propuso entonces
tomar á su sueldo las compañías y enriarlas contra
los turcos (i). Si este proyecto se hubiera ejecuta
do, nosotros hubiéramos podido añadir el nombre

f i) El emperador Carlos IV paso á Aviñon, donde turo una conferen


cia con el Papa. Se trato en ella de conducir las compañias blancas al
Oriente, atravesando la Hungría. Si los húngaros les negaban el paso, el
emperador se obligaba á llevarlas á sus expensas á los puertos de Venecia
y de Italia en una escuadra equipada á este fin. Urbano informo al rey
de Francia Cirios V de este designio por cartas escritas en Aviñon el 5
de los idus de junio de i365. (Véame las Gestas de Urbano, y el tomo Si*'
de tus Cartas, pág. 1 14).
48
de Bertrando Duguesclin á todos los nombres glo-*
riosos que adornan las páginas de esta historia; por
que el héroe Breton debia de ser el gefe de las tro
pas destinadas á pelear contra los musulmanes en
las riberas del Danubio. El soberano Pontífice le
habia escrito muchas cartas para empeñarle á to
mar parte en la Cruzada; pero el proyecto de Cár-
Jos 1-V quedó al fin abandonado, y Duguesclin con
dujo á España las compañías blanca*.
Entretanto el rey de Chipre habia conseguido
alistar en sus banderas un gran número de aventu
reros de todas clases, acostumbrados á vivir en .me
dio de los peligros , y que le seguían con la esperan
za de saquear las provincias mas ricas del Oriente.
La república de Veuecia no habia dejado de tomar
parte en una expedicion de \% cual podia sacar gran
des ventajas su comercio. Pedro de Lusiñan recibió
tambien socorros de los valientes caballeros de Ro
das, y de regreso á la isla de Chipre, se embarcó al
frente de un ejército de diez mil hombres (r). Los
Cruzados, á quien el Papa habia enviado un Lega
do, fueron á atacar á Alejandría que hallaron casi

(i) Felipe de Mazeres, que se hallaba en la expedicion, y escribiola vi


da del Legado Pedro Tomas , dice que el rey de Chipre y este Legado,
procuraron en rano detener á los Cruzados , y que éstos estuvieron sor
dos á su voz y se reembarcaron. Petrarca,, en una carta ,¡ Juan Bocacio,
dice lo mismo ; pero acusa roas particularmente 4 lps ingleses que esta
ban en la expedicion. Tomás Walsingham confirma esta acusacion, di
ciendo que aquellos ingleses volvieron mas cargados de botin que de
jgloria .
Apenas los Cruzados salieron del puerto de Alejandría, cuando las
sin defensa. Luego que la plaza cayo en su poder,
el rey de Chipre quería que se fortificasen en ella
y esperasen allí los ejércitos, del Cairo ; pero sus
soldados y aliados no pudieron resistir al deseo de
saquear una ciudad floreciente, y temiendo des
pues que los sorprendiesen los mamelucos , pusie
ron fuego á la ciudad y la abandonaron al cuarto
día de la conquista. Sin haber vencido á los musul
manes , los habian irritado; y despues dela partida
precipitada de los Cruzados, el pueblo egipcio, lle
vado de la venganza y del odio , cometió toda clase
de violencias contra los cristianos que habitaban en
Egipto. Los Cruzados, sin embargo, hicieron algun
tiempo despues un desembarco en los costas de Si-
ría, y se apoderaron de la nueva ciudad de Trípoli
entregándola á las llamas. Tortosa, Laodicea , y
otras muchas ciudades de la Fenicia, experimenta
ron la misma suerte. Este modo de hacer la guerra
en un pais que querían libertar, debia de excitar el
furor de los musulmanes , sin reanimar las espe
ranzas y el valor de los cristianos; pero como el
sultan del Cairo tenia otros enemigos que comba
tir, y su escuadra no podia medirse con la de los

acometio ana borrasca , durante la cual , segun refiere Felipe Mazerea,


«l Legado escribio tranquilamente una carta al Papa y al emperador so
bre el éxito de la empresa. El historiador copia esta carta y da bastantes
pormenores acerca de esta expedicion. (Véase la vida de Pedro Tomas
en los Bolandistas , tomo a. *, 19 de enero).
El año siguiente los musulmanes de Egipto hicieron alianza con los
torcos para arrojará los cristianos de la isla de ChTpre y de Rodas , y
obligaron i los Cruzados á dispersarse , y al rey de Chipre á concluir una
tregua. (Véase Itaynaldi, año de i366, nútti. 21).
Tomo IX. 7
56
.cristianos» solicitó una tregua. Convinieron en qae
se restituirían por una parte y otra todos los pri
sioneros, y que el rey de Chipre tendría la mitad
de los derechos percibidos de las mercaderías que
entrasen en Tiro, Berouth, Jerusalen , Alejandría y
Damasco. El tratado arregló el tributo que habian
de pagar los peregrinos en los lugares de la Tierra
Santa á donde los llamaba su devocion. El sultan de
Egipto restituyó » los caballeros de san Juan la casa
que poseían antiguamente en Jerusalen ; y los cris
tianos lograron el permiso de reparar la iglesia del
Santo Sepulcro» de Belén, de Naiareth, etc. Tales
,eran las ventajas que obtenian loe Cruzados sin ha
ber ganado una sola victoria notable sobre los in
fieles. El rey de Chipre y los cristianos no las «dis
frutaron mucho tiempo; y cuando las fuerzas de esta
Cruzada se disiparon, el sultan no respetó unos
privilegios concedidos con la única esperanza ¡de en
gañar y desarmar unos enemigos (i) cuyo valor
temía.
Entretanto al ardor de las Cruzadas habia su
cedido en el espíritu de los guerreros una pasion
de distinguirse y enriquecerse con empresas caba-

(1) No hay cosa. que mas nos sorprenda que las condiciones ventajo,
tu que lograron el rey de Chipre y los cristianos en el tratado hecho con
«l sultan de Egipto. ¿Tenia este algunos disturbios interiores f ¡ temió
los progresos de los turcos, o la audacia aventuiada de los Cruzados? Lq»
monumentos historicos que quedan , no nos permiten ilustrar este hecho.
Aquella época de la historia es en general muy obscura , y nos pone m»
cha* reces en la necesidad de no decir mas <[ le probabilidades, j no-
•xpr«sar mas que conjetuias,
Si
llereseas y expediciones arriesgada sr á las cuales se
mezclaban siempre algunos recúerdos de las guer
ras santas. Habiendo los geuoTeses formado el pro
yecto de hacer una expedicion á las costas de Ber
bería, cuyos habitantes turbaban la navegacion del
Mediterráneo , y llevaban la devastacion hasta la
ribera de Genova , pidieron un gefe y tropas al
rey de Francia Carlos VI. Solo á la noticia de esta
empresa lejana , acudió de todas las provincias del
reino, y tambien de la Inglaterra , una multitud
de guerreros ansiosos por señalar so valor. El del
fin de Auvernia, el señor de Cuci, Gui dela Trimou-
Jle, y el señor Juan de Yiena, solicitaron el honor
de ir á pelear contra los sarracenos del Africa, y
mil cuatrocientos caballeros y señores , bajo las ór
denes del duque- de Borbon , tio del rey, pasaron
a Genova, y se embarcaron en la escuadra de la
república. La expedicion pasó por delante de la»
islas de Elba ,> Córcega y Cerdeña , y despues de
haber sufrido una borrasca en el golfo de Leon,
llegó á vista de la eiudad de Africa (i).
Esta ciudad de Africa , de la cual nos da una
descripción el historiador Froissard, y que por su
situacion y su puerto se parecia á la ciudad de Ca
lés en Francia , pasaba entonces por la llave de las
provincias y estados de Berbería , y no estaba lejos

(i) Esta ciudad de Africa es la misma que la ciudad de Almahia,


contra la cual babian hecho una expedicion los pisanos y los genonv
tet algun tiempo antes de la primera Cemada. (Véase el primer el libra
i» «ata historia).
7:
5a
de aquella ribera de Cartago , en donde diez años
antes Luis IX habia encontrado el martirio bajo el
estandarte de la Cruz. Los caballeros franceses y
los genoveses se detuvieron durante algunos dias
en una isla inmediata , y resolvieron sitiar la ciu
dad que veian en la costa (i). Cuando sonaron las
trompetas para partir , dice Froissard, era gran com
placencia y hermosura el ver d los remeros bogar por
el mar que estaba hermoso y sereno , y se abría al
golge de los remos , mostrando, al parecer>'3 que tenia
gran deseo de que tos cristianos se presentasen delan
te de ¿frica. El mismo historiador , añade , que
los habitantes de la ciudad , viendo llegar de este
modo la escuadra cristiana, se quedaron todos pas
mados , y tocaron al instante en lo alto de las torres
gran multitud de timbales y tambores, tanto que el ru
mor y noticia de los que llegaban, se esparció por todo
elpais. Sin embargo, los musulmanes no trataron de
oponerse al desembarco de los guerreros cristianos,
que la mañana siguiente , dia de la Magdalena,
después de haber bebido un trago y comido ana sopa

(i) Froissard habla largamente de esta expedicion , y es el que no*


ha servido de guia en nuestra narracion , empleando algunas veces sus
mismas expresiones. Sin embargo , no es el único que ha hablado de
esta especie de Cruzada ; tambien la han mencionado san Antonino,
Paulo Emilio , Bizaro y Folietta ; pero lo singular es que Hilare y Fo-
lietta, historiadores de Genova, sostienen que los genoveses y los fran
ceses sitiaron entonces la ciudad de Tunez. Nosotros hemos preferido
el seguir á Froissard, que era contemporáneo, y que habia sacada
su narracion de las conversaciones de los caballeros que habian estado
acampados dos meses delante de los muros de la ciudad de Africa.
Paulo Emilio y Cristina de Pisan nombran tambien esta ciudad , el
«no en su hit loria y la otra en sus memorias, '<
53
tn vino griego , malvasla ó garnacha , bajaron á la
ribera y desplegaron sus tiendas : los sarracenos ti
raron algunas flechas de lo alto de las torres , y
permanecieron encerrados en sus murallas (i). El
dia siguiente vieron llegar una multitud de guerre
ros que venia de Tunez y de los paises inmediatos;
este ejército, que contaba bajo sus banderas trein
ta mil archeros y diez mil hombres á caballo, acam
pó en presencia de los cristianos. La historia con
temporánea describe las fuerzas y la disposicion del
ejército de los francos , compuesto de catorce mil
guerreros , casi todos gentiles- hombres , acampados
en un arenal árido, y levantando sus tiendas he
chas de una tela ligera que habia venido de Ge
nova.
• Ni por parte de los musulmanes ni de los cris
tianos pensaron al principio en pelear ; porque los
dos ejércitos eran el uno para el otro un espec
táculo enteramente nuevo. Se observaban con una
curiosidad inquieta , y cada uno se mantenia vigi
lante. De cuando en cuando algunas cuadrillas de
caballeros sarracenos corrían por la llanura , como
para desafiar á sus enemigos; pero no se acercaban
al campo. Entre estos caballeros sarracenos se dis
tinguía un joven guerrero , montado en un caballo
rápido , armado de venablos que lanzaba con des-

( i) Paulo Emilio , y despues de él Fulietta y Bizaro , dicen al con


trario que los africanos se opusieron al desembarco ; y que los ai cha
ros ingleses fueron los que consiguieron dispersarlos. •
54
treza , y vestido con una tela negra que atrajo to--
das las miradas. Los caballeros franceses le mira
ban como el guerrero mas valiente de los moros, y
decian entre ellos que la destreza de armas que
mostraba , era por el amor de la hija del rey de Tu
nez , una señora muy bella. ¡ ¡
Entretanto los habitantes de la ciudad de Afrir-
ra encargaron á un geuoves establecido entre ellos*
que pasase á ver á los sitiadores, y les preguntase»
especialmente á los franceses y á los ingleses, por
qué habian ido desde tan lejos á llevar la guerra á
un pueblo que no les había hecho' daño alguno.
Habiéndose reunido los barones. y señores en la
tienda del duque de Borbon , respondió este prín
cipe al enviado genoveSj que iban á hacer la guer
ra á los sarracenos de Africa , porque hablan muerto
y crucificado al Hijo de Dios , llamado Jesucristo, y
verdadero profeta. Los caballeros cristianos quedan
castigar en ellos esta maldad , y la falsa sentencia,
que habían dado los de su ley. Ademas , las sarrace
nos no creían en el santo Bautismo; tampoco en la
virgen María, ni tenían creencia ni razon. Por lo
¿ual , consideradas todas estas cosas , los guerreros
del Occidente, tenían d los musulmanes y d toda su
secta por enemigas. Cuando el enviado genoves vol
vió á la ciudad con esta respuesta , no hicieron los
sarracenos mas que reírse , y dijeron que la acusa
cion no era racional ni estaba bien probada , porque
los judíos habían muerto á Jesucristo y no ellos.
EsN> que acabamos de decir lo refiere FroissaVd,,
¿nyas' expresiones liemos conservado ; Paulo Enai
55
lio (t) cuenta el mismo hecho con alguna diferen
cia. Este último historiador trae que los caballeros
ÍDgleses y franceses acusaron á lo» sarracenos de
Africa de haber insultado el pabellon de Genova y
maltratado á los geneveses por odio á la religion
cristiana , cosa de que todos se hallaban tan ofendi
dos , como ti hubiesen acometido d París ó d Lon
dres.
Ya fuese porque los musulmanes aguardasen
una respuesta mas pacifica , ó porque no quisie
sen ser los primeros en dar la señal de la guerra,
no salieron de la ciudad ni de su campo durante
muchos dias. En fin, no viendo venir á nadie, y
no esperando ya la paz , resolvieron sorprender á
sus enemigos, y favorecidos por una noche oscura
se adelantaron en silencio y con precaucion hácia
los puestos avanzados de los cristianos. La historia
contemporánea no refiere las hazañas de los com
batientes , sino los prodigios con que Dios mismo>
defendió á sus verdaderos siervos. iComo los sar
racenos se acercaban (estas son las expresiones de
Froissard)-, vieron delante de ellos-*una compañía
de señoras todas blancas , y especialmente una
que sin comparacion era mas hermosa que todas
las demas , y llevaba delante un confalon todo
blanco y una cruz encarnada dentro i se quedaroa
entonces los sarracenos tan pasmados, que perdie
ron el ánimo y ra fuerza , y se mantuvieron todos

fi) Folietta y Btzaro han copiado acy» a Paulo Emilio como en


todo lo demag. .. , ,
ocultos, y las señoras delante de ellos." Otra cir
cunstancia no menos curiosa , es la de la aparicion
en el campo de un perro que á nadie pertenecia, y
le llamaban el perro de nuestra Señora. Siempre
que el enemigo se acercaba al campo durante la
noche , aquel perro despertaba á los que dormían;
y en esta ocasion , advirtió á los cristianos el peli
gro á que estaban expuestos, y los sarracenos to
maron la fuga. La historia del perro milagroso nos
manifiesta que los guerreros franceses casi no vigi
laban al rededor del campo , y que no se observa-
kan en el ejército las leyes de una severa disci
plina (i). . . . .
* El sitio , si se le puede dar este nombre , dura
ba ya hacia mas de un mes, sin que se hubiese
>dado ningun combate ni asalto, y sin haber hecho
-ningun prisionero por una ni otra parte. Al fin,
algunos guerreros musulmanes , entre los cuales
estaba el caballero de la princesa de Tunez, se acer
caron al campo de los cristianos , y por medio de
un genoves, propusieron á algunos caballeros fran
ceses un combate de diez contra diez: se aceptó el
combate , y todos los caballeros del ejército que
rían participar de aquella gloría. Habiendo escogi
do los diez primeros que se presentaron , estuvie
ron dispuestos para el dia siguiente; pero los ge-
íes, desconfiando de los enemigos, mandaron for-

(i) Paulo Emilio, Folietta y Bizaro , no hablan de las señoras Man


tas , ni del perro maravilloso , ni tampoco de! proyecto de los sarra
cenos de atacar los puestos avanzados de los cristianos.
57
mar en batalla á todo el ejército delante de la
ciudad de Africa. Los diez campeones del honor
de los cristianos, cubiertos con sus armas, espera
ban en la llanura á sus adversarios ; mas ninguno
venia ni se oía ninguna noticia de ellos. Decidieron
pues dar un asalto ; los cristianos ganaron la pri
mera muralla de la ciudad; y los sarracenos , sin
oponer una grande resistencia , se retiraron detras
de la segunda. El sol lanzaba sus rayos devorado-
res, y la tierra y el aire estaban abrasados; los caba
lleros permanecieron todo el dia en presencia del
enemigo , y agobiados bajo el peso de sus armadu
ras de hierro , espiraron muchos de calor y de sed.
El ejército cristiano volvió á entrar por la noche en
su campo , llevando consigo los que habian muerto
en las murallas de la ciudad, y dispuesto i vigilar
mas que antes , con el temor de una sorpresa de los
sarracenos. Froissard nos da>los nombres de sesen
ta caballeros y escuderos que murieron en aquella
jornada ; y todos los del ejército , añade , se irrita*
ron y sorprendieron con razon. Lo mas extraño en
esta narracion , es que los habitantes de la ciudad
de Africa no conocieron esta pérdida de los cris
tianos hasta despues de levantado el sitio.
Desde entonces no fueron difíciles de preveer
las resultas de semejante guerra. Los cristianos
permanecian encerrados en su campo , y no se
atrevían á recorrer el pais para buscar forrages y
víveres. Aunque les enviaban alguna provisiones de
la Sicilia y de las islas de Cerdeña y de Candia , no
estaban arregladas las remesas, y el hambre suce-
Tomo X. 8
58
dia muchas veces á la abundancia. El ejército cris
tiano no tenia abrigo contra los ardores de la cani
cula ; habian abierto pozos en la arena, de los cua
les sacaban frecuentemente una agua turbia y mal
sana , y los vinos que llegaban de la Pulla , de
Chipre y de otras islas inmediatas , en lugar de
fortificar y sostener á los guerreros franceses, les
encendia la sangre y no hacia mas que debilitarlos.
Algunas veces se hallaba acometido todo el campo
por una multitud de moscas y mosquitos, que cor
rompían el aire y atormentaban á los hombres y
los caballos. El desaliento se apoderaba de los ca
balleros que no recibían ninguna noticia de Fran
cia ni aun de Genova , de donde habia salido la
expedicion ; y para colmo de desgracia, el gefe de
la empresa , el duque de Borbon , no sostenia el
ejército ni con sus discursos, ni con su ejemplo.
Lleno de altivez , y de un caracter indolente , se le
veía siempre sentado á la puerta de su tienda,, con
las piernas cruzadas , sin permitir que los caballe
ros y los soldados fuesen directamente á manifes
tarle sus quejas , ó á recibir sus consejos y sus ór
denes (i).
El porvenir , y especialmente la estacion de las
lluvias , se presentaba á los soldados cristianos bajo
el aspecto mas fatal. «El invierno , decian en el
campo, tiene las noches largas y frías; padeceremos

(i) Froissard dice que la opinion de muchos era que la ignorancia,


la inaccion y la altaneria del duque de Borbon habian desgraciado la
empresa.
59
infinito por muchas razones ; primeramente en el
invierno estan cerrados los mares y nadie se atreve
á navegar por la crueldad de los vientos y de las
borrascas ; si nos faltan viveres solamente ocho
dias y el mar está interceptado, moriremos sin re
medio. Si no tenemos víveres en abundancia , no
podrán las centinelas tener el trabajo y el cuidado
de velar todas las noches; si la epidemia se intro
duce en nuestro campo, todos moriremos unos tras
otros , porque nada tenemos para oponernos á
ella."
A todos estos temores , se juntaban sospechas
y desconfianzas sobre la conducta de los genove-
ses , que eran gentes duras y traidoras ; y temian
especialmente que en una noche serena se metie
sen en su escuadra, y abandonasen á los franceses
y á los ingleses en un pais maldito de Dios. Los
genoveses por su parte no tenian ya la misma con
fianza que habian tenido antes en el valor de sus
auxiliares. «¿Qué guerreros sois vosotros? decian
á los franceses ; cuando partirnos de Genova, es
perábamos que la conquista de Africa seria obra
de ocho ó quince dias : pronto hará dos meses
que estamos delante de la ciudad, y vosotros na
da habeis hecho. No hay pues razon para que
la ciudad se tome este año ó el otro." Estos eran
los discursos que pronunciaban en el ejército los
soldados y el pueblo ; cuando lo supieron los
señores y barones se reunieron en consejo ; y co
mo estaban cansados de una guerra sin comba
tes , ni tenian ya esperanza de someter la ciu
8:
6o
dad sitiada , y participaban por otra parte de
la desconfianza que tenian generalmente de la
buena fe de los genoveses , resolvieron volverse
á su pais, y llamaron á los dueños de los na
vios de Genova , para anunciarles la resolucion
que habian tornado. Habiendo venido los dueños
delos navios juraron sobre su fé y honor, que
á pesar de los ofrecimientos de los sarracenos no
habian dejado jamas de tener lealtad á la caballería
francesa é inglesa. El señor de Cuci, que habia
merecido el amor y la estimacion de todo el ejér
cito , les contestó que los barones y señores te
nían á los genoveses por hombres buenos , leales y
valientes , pero que su intencion era de regresar á
Francia para empeñar al rey á que fuese en perso
na á las tierras de Berbería ; porque aquel rey era
joven y de grande voluntad* y no sabia por entonces
en donde emplear sus armas. Esta respuesta no debia
de satisfacer completamente á los genoveses que
habian ido á apoderarse de la ciudad de Africa;
pero nada pudo mudar la resolucion de los baro
nes y de los caballeros. Los heraldos de armas
anunciaron en todo el campo la partida , y convi
daron al mismo tiempo á los soldados y caballeros
á que transportasen los bagages á la escuadra. To
dos emprendieron esta obra ; porque la desconfian
za que tenian de los genoveses, y el temor de que
darse en las costas de Berberia , daba tal actividad
á los soldados y á la plebe , que las armas, las tien
das y los bagages , todo quedó colocado en los na
tíos en. uq solo dia. En el momento en que la es
6i
cuadra se hizo á la vela , los sarracenos de Africa
no pudieron dejar de levantar gran ruido , y tocar
los tambores para que todo el pais supiese esta noti
cia (i).
Hacia ya muchos meses que no tenian en Eu
ropa ninguna noticia de esta expedicion, y no sa
bian lo que habia sido de los caballeros , como si
tos hubiese tragado la tierra. En muchos paises de
Francia y del Hehau , hacian rogativas y procesio
nes para que el cielo los volviese á traer con alegría
y salud. La crónica de Froissard nos dice: «que la
señora de Cuci , la de Sully , la delfina de Auver-
nia , y todas las señoras de Francia, que tenian sus
señores y maridos en aquel viage, sufrían gran pe
na por ellos mientras duró el viage , y cuando tu
vieron noticia de que habian ya pasado el mar, se
regocijaron todas."
Esta expedicion, que los genoveses habian pro
movido con la intencion de defender el comercio
europeo contra los latrocinios de los piratas , no
hizo otra cosa que aumentar el mal que querían
remediar; y la venganza , la indignacion y el temor
armaron en todas partes á los infieles contra los

(i) Segan Paulo Emilio , Folietta y Bizaro, la expedicion concluyo


por un tratado. Despues de la respuesta que el duque de Borbon habia
dado al genoves enviado por los sarracenos , se negocio la paz y quedo
concluida con las condiciones de que los africanos no inquietarian mas
las costas maritimas de Francia y de Oénova ; que se mantendrian en
sus limites; y que pagarían inmediatamente diez mil monedas de oro.
De esta suerte , segun aquellos historiadores , la expedicion hubiera sido
gloriosa , cuando , segun Froissard , fue inutil y sin honor.
62
cristianos. Salieron de todas las costas de Africa
navios que cubrieron el Mediterráneo , é intercep
taron las comunicaciones con la Europa ; ya no se
recibieron las mercaderías que-se sacaban comun
mente de Damasco , del Cairo y de Alejandría ; y
los historiadores del tiempo se lamentan, como de
una calamidad, de la imposibilidad en que se ha
llaban Francia y Alemania de adquirir especerías.
La historia añade que en aquellos dias de turbu
lencias y peligros , se cerraron todos los caminos
del Asia , y que los peregrinos del Occidente no
pudieron visitar la Tierra Santa.
Nos hemos extendido sobre esta expedicion,
no solamente porque ofrece circunstancias curiosas,
sino porque el modo con que fue dirigida , nos dá
muy bien á conocer la mudanza de los ánimos.
Para apreciarla mas todavía , bastará comparar los
acontecimientos que acabamos de describir con la
última Cruzada de Luis IX , que por el carácter y
las costumbres de los caballeros de la Cruz, diferia
ya mucho de las primeras guerras santas. Ya no se
ve aquí aquel fervor religioso , ni aquella caridad
heroica que hacia á los Cruzados sacrificar su fortu
na, su descanso y su vida por libertar los santos lu-
ga'res y socorrer á sus hermanos de Oriente. No es
ya el soberano Pontífice, no es ya el clero, ni las
imágenes de la religion , ni la voz de los sagrados
oradores los que animan el celo de los caballeros
cristianos. Sin desenvolver mas nuestro pensa
miento , bastará decir que cuanto mas se debilita
ba en los pueblos el entusiasmo de las Cruzadas,
63
tanto mas facil es reconocer sus verdaderas causas.
En la época á que hemos llegado , cuando exami
nando con cuidado las sociedades cristianas , se
buscan en ellas inútilmente los sentimientos y pa
siones que habian animado los siglos precedentes,
se debe naturalmente inferir , que aquellas pasiones
y sentimientos son los que habian producido las
guerras santas. Asi lo que ya no se encuentra en
las costumbres y en el espíritu de las generaciones
nuevas, nos ayuda á explicar las grandes cosas de
los tiempos que ya no existían.
Las guerras contra los musulmanes no tenian
ya mas que dos móviles , el espíritu de la caballe
ría y el sentimiento de los peligros que amenaza
ban á la cristiandad. La Europa habia apartado en
tonces sus miradas de los paises que habian exci
tado durante tanto tiempo su veneracion y su en
tusiasmo, para dirigirlas á las regiones invadidas ó
amenazadas por los turcos. Hemos visto á fines del
siglo XI las hordas de aquella nacion derramarse y
dominar en toda el Asia; y nos debemos acordar,
que su invasion en la Palestina, y su dominio vio
lento en la ciudad santa, fueron los que sublevaron
la cristiandad y provocaron la primera Cruzada. Su
poder, que se extendia hasta Nicea y que excitaba
ya los sobresaltos de los griegos, fue destruido por
las armas victoriosas del Occidente. Los turcos de
que hablamos aquí , y que la cristiandad empeza
ba á temer á fines del siglo XIV, eran originarios
de los tártaros , como sus predecesores. Sus tribus
guerreras, establecidas en el Carismo, habian si
64
do arrojadas de ¿1 por los sucesores de Gengiskan,
y las reliquias de aquella nacion conquistadora,
despues de haber asolado la Siria y la Mesopota-
mia, habian venido, algunos años antes de la pri
mera Cruzada de san Luis , á buscar un asilo en el
Asia menor.
La debilidad de los griegos y la division de los
príncipes musulmanes, les permitieron conquistar
muchas provincias , y fundar un estado nuevo en
medio de las ruinas de muchos imperios. El terror
que inspiraba su valor feroz y brutal , facilitó sus
progresos y les abrió el camino de la Grecia. En
breve las provincias que habian sido la cuna de la
civilizacion , de las artes y de las luces , recibie
ron las leyes del despotismo otomano.
Sin duda que el despotismo (i), como se co
nocia entonces en Asia, es la mas frágil de las ins
tituciones humanas. Las medidas violentas que to
maba para conservarse, muestran suficientemente
que él mismo conocia su fragilidad. Cuando se le
veía inmolar todas las leyes de la naturaleza á sua
propias leyes , tener la espada suspensa sin cesar
sobre todo lo que se le acercaba, y experimentar
él mismo mas temor que el que inspiraba, es nece
sario creer que no tenia un apoyo verdadero. Le-

(i) Leyendo los Anales Eclesiásticos de Baronio, continuados por Ray-


naldi, sevéenelaño de i3oo, el principio de las invasiones de los turcos
en Europa, y tenemos, por decirlo asi , año por año una historia de sus
conquistas y de sus progresos hasta el de 1/(53, época dela toma de Cons
tan t'mopla por Maliomet II. ; ,* -• .
65
yendo la historia oriental de la edad media , nos
admiramos de ver todos aquellos imperios, que ha
bia levantado en Asia el genio del despotismo, des
aparecer repentinamente de la escena del mundo,
y caer al primer choque. Pero como aquel go
bierno monstruoso se apoyaba en las ideas de su
falsa religion, y en las preocupaciones y pasiones
de un pueblo numeroso , tenia tambien su ascen
diente popular, y nada podia resistir á su accion,
ni contener el desarrollo de su poder.
Así se elevó el imperio otomano que tenia por
móvil el odio de los cristianos y la conquista del im
perio griego, y que se sostenia por el fanatismo de
la religion mahometana y de la victoria. Los tur
cos no tenian mas que dos ideas , ó mas bien dos
pasiones siempre activas , que suplian en ellos el
patriotismo: extender su dominacion, y propagar
la fe musulmana. La ambicion, que obligaba á su
soberano á conquistar las provincias cristianas, es
taba en armonia con el espíritu de la nacion, acos
tumbrada á enriquecerse por todas las violencias de
la guerra, y á creer que obedecia el precepto mas
sagrado del alcoran exterminando la raza de los
cristianos. Sí el príncipe debia animar sin cesar
el entusiasmo religioso , y el ardor guerrero de
los vasallos , estos á su vez tenian sin cesar sobre
saltado al principe. El gefe absoluto de los otoma
nos podia impunemente cometer todos los críme
nes ; pero no podia vivir mucho tiempo en estado
de paz con sus vecinas , sin arriesgar su autoridad
y su vida. Los turcos no soportaban ni un princi-
Tomo X. 9
66
pe pacifico, ni un príncipe desventurado enla guer
ra ; porque estaban persuadidos de que debian
siempre pelear, y debían siempre vencer.
ta dinastía otomana, que principió con la na
cion turca , y le dié su nombre (i), siempre obje
to de la veneracion , y respetada por la revolucion
misma , presentaba , por su estabilidad , un espec
táculo nuevo al Oriente. Habia mostrado al mun
do una sucesion de grandes príncipes, que tienen
casi todos en la historia la misma fisonomia, y se
parecen por su orgullo, su ambicion, y su genio
militar; lo cual prueba que todos aquellos héroes
bárbaros se habian formado en las costumbres na
cionales, y que no habia entre los turcos mas que
un solo medio para ser grande. Es fácil juzgar la
ventaja que esta armonia y acuerdo entre los vasa
llos y el soberano, debia dar á la nacion otomana'
en sus guerras contra los cristianos , y aun contra
los otros pueblos musulmanes.
En tanto que la Europa no tenia para su de
fensa mas que tropas feudales, que se reunian ea>
ciertas circunstancias , y que no se podian detener
mucho tiempo en las banderas, los otomanos eran
el único pueblo que tenia un ejército regular con-

(i) Otman, gefe de la dinastia turca, entro en la provincia de Nico-


media el 27 de julio de layo de la era cristiana. El año siguiente, si lie
mos de creer á algunos historiado. es, se proclamo emperador del Asia
menor. La conquista de Prusia debe, sin embargo, servir de fecha verda
dera al establecimiento del imperio otomano. Es difícil seguir los progre
sos de esta nacion que tiene pocos monumentos historicos, especialmen
te para los tiempos anteriores á los sultanes Amurates II y Mahomet II.
67
tinuamente sobre las armas. Sus guerreros, anima
dos siempre de un mismo espíritu , tenian ademas
la ventaja de la disciplina sobre la caballería insu
bordinada de los francos, á quienes agitaba sin ce
sar la discordia , y movían mil pasiones diferen
tes.
Como la poblacion de los turcos no bastaba
siempre á sus ejércitos, obligaban á cada familia de
los paises conquistados á dar la quinta parte de sus
hijos barones para el servicio militar. De este mo
do sacaban el diezmo de la juventud cristiana, que
educada en la religion de Jesucristo , adoptaba la
creencia y las leyes del vencedor; y los hijos de los
griegos afeminados llegaron á ser aquellos invenci
bles genizaros que algun dia habian de sitiar á B¡-
zancio, y destruir hasta las ruinas del imperio de
los Césares. Tal era el pueblo nuevo que iba á co
locarse entre el Oriente y el Occidente , y fijar to
das las miradas de la cristiandad ocupada hasta en
tonces en libertar los santos lugares.
Conociendo el poder y el carácter de los oto
manos, nos admiramos de ver que los restos del
imperio griego subsistieron largo tiempo en sus in
mediaciones. Aqui es preciso volver á tomar desde
mas arriba la historia de los débiles sucesores de
Constantino , ya formando alianzas con los turcos
dispuestos á despojarlos, ya implorando los socor
ros de los latinos que aborrecian, y procurando
despertar el espíritu de las Cruzadas , cuyas resul
tas temían.
En tiempo de las primeras invasiones de los tur
9:
68
eos en la Grecia, el 'emperador Andrónico habia en
viado ana embajada al Papa prometiéndole obedecer
á.la iglesia Romana, y pidiéndole legados apostólicos,
con un ejército capaz de rechazar á los infieles y abrir
el camino del santo Sepulcro. Cantacuceno, que
habia seguido el ejemplo de Andrónico , decia á
los enviados del soberano Pontífice: «Hallaré la
gloria sirviendo á la cristiandad-; mis estados ofre
cerán á los Cruzados un paso libre y seguro y mis
tropas, mis navio*, mis tesoros se consagrarán á
hv defensa comun , y mi suerte será digna de en
vidia si logro la corona del martirio." Clemente VI,
á quien Cantacuceno se habia dirigido, murió , sin
haber podido interesar á los guerreros cristianos en
la suerte de Constantinopla. Poco tiempo despues,
el emperador se sepultó en un claustro; y el her
mano Josafat Cristodülo-, confundido entre los
monges del monte Athos, no trató ya de aproxi
marse á los latinos, ni de defender el imperio de
la invasion de los bárbaros.
En el reinado de Juan Paléologo, los progresos-
de los turcos causaron mas sobresalto , y el empe
rador mismo vino á instar al soberano Pontífice.
Despues de haber besado la mano y los pies del
v Papa en una ceremonia pública , reconoció la do
ble procesion del Espíritu Santo, y la supremacia de
la iglesia Católica (i). Movido de esta humilde su-

(1) Se pueden leer en los Anales Eclesiásticos, año de 1^69, n.* 11, las
cartas que publico para manifestar su profesion de fé. Están sacadas de los
archiros de Santangelo, m lib. priv. Rom. eccless., tom. a.0, pog. 170.
6g
mision , el Papa ofreció acudir al socorro de los
griegos \ pero cuando se dirigió á los soberanos de
la Europa, no pudo conseguir mas que vanas pro
mesas. En el momento en que Paléologo estaba dis
puesto á embarcarse en Venecia para regresar á
Oriente, le detuvieron sus acreedores, y permane
ció de este modo muchos meses, sin que los prín
cipes á quienes habia venido á rogar, y le habian
ofrecido libertar su imperio, hiciesen el menor es
fuerzo para libertarle á él mismo. Paléologo , des
pues que volvió á Constantinopla á vivir con su fa
milia dividida, y con los griegos que le menospre
ciaban , esperó en vano el efecto de las promesas
del Papa. En su desesperacion , tomó en fin el par
tido de implorar la clemencia del sultan Amurates,
y de comprar, por medio de un tributo, el permi
so de reinar sobre las ruinas de su imperio (ij. Se
quejó de esta dura necesidad al Pontífice de Roma
que mandó predicar una nueva Cruzada ; pero los
monarcas cristianos vieron con indiferencia á un
monarca, que acababa de entrar en el seno de la
iglesia , condenado á declararse vasallo de los in
fieles. El emperador de Bizancio y el soberano
Pontífice, prometiendo, el uno armar el Occiden
te por la causa de los griegos , y el otro someter
los griegos á la iglesia Romana; habian contraido
obligaciones que cada dia eran mas dificiles de

(i) Véase Cbalcondyle, Derebut Turc!cis,\ih. i., y la carta que Grego


rio XI dirigio á Paleologo al saber la noticia del tratado concluido entre
los dos emperadores; tiene la Techa de AviBcn , el 1 1 de los idus de di
ciembre de 1374, tom.4 }Ep. leerct. pag. 68.
7o
desempeñar. Mientras que se acusaban reciproca
mente de faltar á su palabra , Amurates, que cum
plia mejor sus amenazas que los principes cristianos
sus promesas, añadia nuevos rigores á la suerte de
Paleólogo , y le prohibia hasta la libertad de repa
rar las murallas de su capital. Entonces se renova
ron las súplicas dirigidas al soberano Pontífice , y
este las dirigió de nuevo á los monarcas de la cris
tiandad , que no respondieron á ellas, ó se conten
taron con compadecer al emperador y al pueblo de
Bizancio.
Sin duda que los emperadores griegos necesita
ban, para defenderse, del socorro de los latinos; pero
aquella política pusilánime , que invocaba sin cesar
las naciones extrangeras, no hacia mas que procla
mar la debilidad del imperio, y debia quitar á los
griegos, en los dias de peligro, toda confianza en sus
propias fuerzas. Por otra parte , aquellos gritos de
alarma que no cesaban de resonar en Europa , ya
no encontraban mas que espíritus incrédulos ó co
razones indiferentes. En vano repetían á los guer
reros del Occidente, que Constahtiuopla era la bar
rera de la cristiandad ; porque no podian ¡mirar co
mo un baluarte, capaz de contener al enemigo, á
¡Una ciudad que no podia defenderse á sí misma, y
que necesitaba incesantemente que la socorriesen.
.Guando Gregorio XI > solicitó que el emperador de
Alemania auxiliase á Constantiaopla , este príncipe
respondió con enfado, que los griegos habian abier
to á los turcos las puertas dé la Europa , y metido el
lobo en el aprisco.
71
Los tristes restos de la herencia de los Césares,
no tenian entonces veinte leguas de extension , y
en este corto espacio habia un imperio de Bizan-
cio , y un imperio de Rodosto 6 de Selibrca ; los
príncipes , á quienes los vínculos de la sangre y el
sentimiento de sus desventuras debian reunir, se
disputaban con furor los arapos de la púrpura im
perial. Se veía el hermano armado contra el herma
no , el padre y los hijos declarándose la guerra ; y
todos los crímenes que la ambicion habia inspira
do en otro tiempo para lograr el cetro del mundo
romano, se cometían todavía por reinar en algunas
ciudades miserables. Tal era el imperio de Oriente,
que estrechaba por todas partes la dominacion oto
mana.
En la época de que hablamos, habiendo llama
do á todos los príncipes de la familia de Paleólogo
á la corte de Bayaceto , obedecieron temblando su
orden suprema ; y salieron salvos y sanos del palacio
del sultan, que era para ellos como la caverna del
leon, porque la piedad desarmó á los verdugos, y
porque el desprecio que inspiraban á los musulmanes
fue su salvaguardia. El emperador otomano se con
tentó con mandará Manuel, hijo y sucesor de Juan
Paleólogo , no que le entregase á Conetantinopla,
sino que permaneciese encerrado en ella, como en
una prision, bajo pena de perder la corona y la vida.
Mientras que los**griegos temblaban de este mo
do delante de los turcos , los genizaros pasaban sin
obstáculo el estrecho de las Termopilas, y se ade
lantaban por el Peloponeso. Por otra parte Baya
7a
ceto, á quien la rapidez úe sus conquistas habia
adquirido el sobrenombre de Ilderim ó el Relámpa
go , invadia el pais de los servios y el de los búlga
ros, y se disponia á llevar la guerra á la Hungría.
Una cisma deplorable dividia entonces la cris
tiandad. Dos Papas habian repartido el imperio de
la iglesia, y la república europea no tenia ya gefe
que pudiese advertirla de sus peligros , órgano que
expresase sus votos y sus deseos , ni vínculo que
reuniese sus fuerzas. Las opiniones religiosas no
tenian ya bastante influencia para hacer emprender
una Cruzada , y no quedaba á la cristiandad para
su defensa, sino el carácter belicoso de algunas na
ciones de la Europa.
Los embajadores que Manuel envió al Occiden
te, repitiendo las eternas lamentaciones de los grie
gos sobre la barbarie de los turcos, solicitaron en
vano la compasion de los fieles. Mas felices fueron
los enviados de Segismundo, rey de Hungría, cuan
do llegaron á la corte de Francia é imploraron el
valor de los caballeros y barones. Carlos VI no ha
bia renunciado, si se han de creer los historiadores
de su tiempo, al intento de alguna grande empre
sa contra los enemigos de la fe : « á fin de resca
tar , dice Froissard , las almas de sus predecesores,
el rey Felipe , de buena memoria, y del rey Juan su
abuelo." Los enviados húngaros tuvieron cuida
do de insinuar en sus discursos , que el sultan' de
los turcos menospreciaba la caballería cristiana; y
no fue menester mas para inflamar el ardor de los
guerreros franceses. Cuando el rey declaró que en
7*
traba «n la liga contra lo6 infieles, todos los caba
lleros mas calientes que tenia el reino corrieron á
las armas; y la mayor parte de los barones y seño
res, que se habian hallado en la desgraciada expe
dicion de Africa , no quisieron perder aquella nue
va ocasion de ejercitar su denuedo. Esta valerosa
milicia tenia á su frente el duque de Nevers, hijo
del duque de Borgoña , príncipe joven , á quien su
temeridad adquirió en lo sucesivo el sobrenombre
de Juan sin Miedo. Entre los otros gefes , se distin
guian el conde de la Marche, Enrique y Felipe de
Bar, pariente del rey de Francia , Felipe de Ar-
tois, condestable del reino; Juan de Viena, almi
rante ; el señor de Cuci , Gui de la Trimouille y el
tnariscal deBoucicaut, cuyo nombre se halla mez
clado en la historia de todas las guerras de su tiempo.
Todas las ideas de la gloria , todos los senti
mientos de la religion y la caballería se reunian á
esta expedicion. Los gefes se habian arruinado para
hacer los preparativos de su viage , y para asombrar
el Oriente con su magnificencia ; y el pueblo im
ploraba la proteccion del cielo por el triunfo de
6us armas. Se comparaba ya la empresa de los nue
vos Cruzados á la de -Godofredo de Bullon , y los
poetas de aquel tiempo celebraban Ja próxima li
bertad de Bízancio y .de Jerusalen.
El ejército francés, ^en el cual se contaban mil
cuatrocientos caballeros y otros tantos escuderos,
atravesó la Alemania y se aumentó en el camino con
una muchedumbre de guerreros que habian venido
> i ¡. .
de la Austria y de la Babiera. Luego que llegaron á
Tomo X 10
las orillas del Danubio V hallaron toda la nobleza de
la Hungría y de la Bohemia sobre las armas; y pa
sando revista á los numerosos soldados que habian
acudido para pelear contra los tureos, Segismun
do exclamó lleno de alegría: « que si el cielo se ve
nia abajo , las lanzas del ejército cristiano le deten
drían en su caida." . .
>, Ninguna guerra principió jamas con mas felices
auspicios. No solamente ei espíritu de la caballería
habia hecho que acudiese un gran número de guer
reros a las banderas'-de la Cruz , sino que muchos
pueblos marítimos de la Italia se habian armado-
para la defensa de su comercio en Oriente. Una
escuadra veneciana, mandada por el noble Mocéni*
go , acababa de reunirse á los navios del empera*
dor griego y de los caballeros de Rodas,, en eldes*
embocadero del Danubio, y debia de hacer triunfa t>
el pabellon de los francos en el Helesponto , mien
tras que el ejército cristiano marchaba á Constan-
tinopla.
Luego que se dió la señal de la guerra , nada pu
do resistir al valor impetuoso de los Cruzados; por
todas partes batieron á los turcos, se apoderaron.
de muchas ciudades de la Bulgaria y de la Servia,
y fueron á poner sirio á Nicópolis. ¡ Dichosos ellos
si estas primeras ventajas no les hubiesen dado una
ciega confianza en la victoria (i)!

(i) Los pormenores que se van á leer sobre la batalla de Nicopolis, se


hallan eu Bonfini, décad. 3, lib. a, en Juvenal de los Ursinos, in cera-
tum 6.' : Froissard, tom. 4 , cap. 67; san An tonino, 3 part. tit. 12, cap.
3, Fiantza, lib. 1 , cap. 19, y Paulo Emilio, lib. 10.
Los caballeros franceses , que iban siempre al
frente del ejército cristiano , no podian creer que
Bayaceto se atreviese atacarlos; y cuando vinieron
á anunciarles que el sultan llegaba con su ejército,
castigaron al temerario que dió el primer aviso. En
tretanto el ejército otomano babia atravesado el mon
te Hemo, y se adelantaba bácia Nicópolis. Cuando
estuvieron á la vista ambos ejércitos, Segismundo
rogó encarecidamente á sus aliados que moderasen
su ardor belicoso y esperasen una ocasion favorable
para acometer á un enemigo que no conocian. El
duque de Nevera y los señores jóvenes que le acom
pañaban, escucharon con impaciencia los consejos
de los húngaros, y creyeron que querian disputar
les el honor de principiar el combate. Apenas hie
re su vista la bandera de la media luna ,. cuando
se precipitan fuera del campo y se arrojan sobre
él enemigo ; los turcos se retiran aparentando que
huyen; y los franceses los persiguen en desorden,
y se hallan en breve separados del ejército húngaro.
De repente salen nubes de espays y de geniaaros d«
los bosques inmediatos en donde estaban coloca
dos de emboscada. Habian plantado estacas en to
da la campiña , que detenian la marcha de la ca
ballería cristiana. Los guerreros francos no podian
Avanzar ni retroceder , rodeados por un ejercito in
numerable, y ya no peleaban para vencer, sino
para morir con gloria y vender cara su vida. Des
pues de haber hecho una horrible mortandad en las
filas enemigas, durante muchas horas, perecieron
al hierro de los musulmanes , ó quedaron prisione
10:
7s
ros cuantos franceses habia en la refriega.
Bayaeeto , despues de esta primera victoria , di
rigió todas sus fuerzas contra el ejército húngaro,
al cual habia desordenado el terror, y quedó dis
perso al primer choque. Segismundo , que en ra
mañana de aquel dia contaba cien mil hombres ba
jo de sus banderas, se metió casi solo en una bar
ca de pescador, y costeando las riberas del Euxi-
no, se refugió en Constantinopla, en donde su pre
sencia anunció su derrota y derramó la consterna
cion (i).
Tales fueron los frutos de la presuncion y de la
indisciplina de los guerreros franceses. La historia
ha lamentado- sus reveses mas que ha condenado
su conducta ; y se ha contentado con decir , que pa
ra vencer á los turcos , hubieran debido los húnga
ros mostrar el valor delos franceses, ó lós france-

(i) Bonfiai atribuye Iá pérdida de esta batalla á la imprudencia de


los franceses, que seapearon durante el combate. Juvenal de los Ursi
nos., lo atribuye á su arrogancia y á sus pecados. Dice que no quisieron
obedecer al rey de Hungria , y que se acarrearon la colera de Dios , por
que durante su marcha se habian entregado á la disolucion , af juego, y i
toda clase de excesos. Cree, sin embargo, que merecieron la misericordia
divina, habiendo muerto por la cama de la religion. Una de las pruebas
de esto que presenta', es que los cuerpos de los que fueron degollados de
orden de Bayaeeto despues del combate, permanecieron trece meses des»
nudosyexpuestosá los animales carnivoros , que no los tocaron , y se con
servaron perfectamente.
Las Memorias deBoucicaut, al contrario, acusan la cobardia y la trai
cion de los húngaros, que viendo a los caballeros franceses embarazados
en las estacas, volvieronla espalda y tomaron la fuga. ("Véase el libro
de los Hechos del mariscal Boueicaut, cap. 25, tom. fi de la coleccion de,
Tttitot;;
. 77
ses imitar la prudencia de los húngaros.
Bayaceto , que habia sido heridu en la batalla^
se mostró bárbaro despues de la victoria. Algunos
historiadores han dicho , que el sultan tenia que
rengar la muerte de muchos cautivos musulmanes
asesinados por el ejército cristiano. Mandó traer á
su presencia todos los prisioneros despojados de sus
vestidos , la mayor parte cubiertos de heridas, y
dió orden á sus genizaros para que los degollasen
á su vista. Tres mil guerreros franceses fueron sa
crificados á su venganza , y solo perdonó al duque
de Nevers, al conde de la Marche, al señor de Cuci,
á Felipe de Artois , al conde de Bar , al mariscal
Boucicaut, y á algunos otros gefes, de los cuales es
peraba el emperador otomano sacar un excesiva
rescate. 'i ...-.<. . . . !•') 't .>. u .:. ;\ • .j
La fama llevó á Paris la noticia de tan gran de
sastre ; amenazaron con que arrojarían al Sena á los
primeros que hablaron de él ; y á muchos encerra
ron en las prisiones de orden del rey. Unos rumo
res tan funestos se confirmaron al fin con la rela
cion del señor de Hely, á quien Bayaceto habia
enviado a Francia para anunciarla derrota de los
cristianos y el cautiverio de sus gefes. Esta noticia
derramó la desolacion en la corte de Carlos VI y en
todo el reino. Froissard, anadeen su estilo ingenuo:
«Que las ilustres señoras de Francia se irritaron mu
cho, y tenian razon para ello , porque esto intere
saba infinito á su corazon."
Para apaciguar la ira del emperador turco , Car
los VI le envió magnificos presentes. Algunos men
7*
sageros, atravesando la Hungría y el territorio de
Constautínopla, llevaron al saltan halcones blan
cos que habian venido de Noruega, finas escarla
tas, telas blancas y encarnadas de Reims , y paños ó
tapicerias trabajadas en Arras, en Picardía, que
representaban la historia de Alejandro, cuyas cosas,
añaden las Crónicas contemporáneas ,' eran muy
agradables de ver á todas las gentes de bien y de ho
nor. En la corte de Francia no sabian cómo enviar
el dinero necesario para rescatar la libertad de los
principes y señores aprisionados por Bayaceto. Un
banquero de Paris , hizo entonces lo que ningun
soberano de Europa hubiera podido hacer ; pues
de concierto con algunos mercaderes de Genova,
negoció- el rescate de los prisioneros , y se encargó
de pagar per él la suma convenida de doscientos
mil ducados. ; r hi". : . ' .'..< i , " .'.>:',
Los nobles cautivos que el sultan habia llevado
en su comitiva hasta Brusa , lograron en fin la li
bertad de volver áí Europa. Dos únicamente fueron
k)á que! no vieron su patria; Gui de la Trímouille
murió en la isla de Rodas; y la señora de Cuci,
que estaba inconaolable , habia enviado al territo
rio de los turcos un fiel caballero para saber la suer
te de su esposo» y trajo la triste noticia de que el
señor; de! Cuci habia muerto en su prision. !
t .Guando el duque de ¡Nevers dejó con sus com
pañeros de infortunio el campo de Bayaceto , el sul
tan les dirigió estas palabras, que refiere Froissard:
«.Conde de Nevers , yo sé y estoy bien informado,
.que tu eres en tu pais un gráii señor c hijo de otro
79
gran señor. Tú eres joven, y en lo sucesivo. podrás
y puede por ventura tomarse por vergüenza y des
honor lo que te ha sucedido en tu primera caballe
ría; y de buena gana, por recobrar tu honor, rer
unirás fuerzas para venir contra mí y darme batalla;
si yo lo dudase y si quisiese , te baria jurar por tu
fé y tu ley, que jamás te armarás contra mí, ni to
dos los que están en tu compañía ; pero no , no s
haré hacer ni á ellos ni á tí este juramento; solo
quiero cuando vuelvas , si llegues del otro lado, que
si te acomoda reunir tu po<ler y teñir contra mii
me halles siempre pronto y aparejado para tí y tus
gentes."
Este discurso, en que se man ifestaba todo el
orgullo Otomano, debió de ser sin duda una .leo
cion para unos guerreros jóvenes , cuya loca pre
suncion habia acarreado toda» las desgracias de la
guerra. Habian menospreciado á Bayaceto antes de
su derrota ; y los orgullosos desdenes de Bayaceto
despues de su victoria, no podian. pasar á sus ojos
poruña vana fanfarronada. A ti, dice Froissard, té
acordaron bien de esto" mientras vivieron.
• A su regreso á Francia, fueron recibidos los no
bles caballeros con el interés que inspira el valor des
graciado. No se cansaban en la corte de Cárlos VI
ni en la corte de Borgoña , de oírlos referir sus ha
zañas, sus trágicas aventuras , y las miserias de su
cautiverio. Contaban maravillas de la magnificen
cia de Bayaceto ; y cuando repetían los discursos
del sultan , que acostumbraba á decir: que seria se
ñor de todo el mundo, que también tendría d vtr d
8o
Roma , y comería avena su caballo en el altar de san
Pedro; y cuando hablaban de los ejércitos que el
emperador turco levantaba diariamente para cum
plir sus amenazas , algun temor, sin duda,debia
mezclarse e>n el. alma de los oyentes , al sentimiento
¡cíe la curiosidad y de la sorpresa.. . ; i: '•:
¡Las narraciones del duque de Nevers y de sus
compañeros , excitaban sin embargo la emulacion
de los guerreros,, y sus desgracias en Asia , no ins
piraban tanto ís compasion como el deseo ée ven
gar su derrota. En breve se anunció en el reino una
nueva expedicion contra los turcos , y una multi
tud de señores jóvenes y caballeros, acudió á to
marlas armas. El duque de Orleans, hermano del
rey , estaba inconsolable por no haber podido conr
seguir el permiso de ponerse á su frente y marchar
.^•cóii ellos á pelear contra los infieles. Ef mariscal
Boucicaut, que apenas acababa de llegar de su cau
tiverio, fue el que condujo los nuevos Cruzados de
Oriente. Su llegada á las riberas del Bosforo , liber
tó á Bizancio y que se hallaba sitiadapor Bayacer
to (i) ; y s^as hazañas reanimaron el valor de los
griegos y restablecieron entre los turcos el honor
jde las milicias del Occidente. Cuando, despues de
ha añ'o de trabajos y de combates gloriosos, volvie^
r..'. .i'.iü..i y ' > [ j ¡ . jji

( i) Las memdrias de Boucicaut ya citadas „ refioreu. circunstanciada


mente las hazañas de los caballeros que conducia : alli se ve como se apo
deraron de un castillo, llamado Rivedroit, situado sobre el Bosforo, y
cotn o consiguieron alejar los turcos de Constantinopla , despues dej^a-
berles quemado muchos lugares y navios (Véanse los cap. 3o j siguientes
M'll6hit* kkihehotfl '.' •.''>, . >í 1 •• ' 1 " V: '
Si
ron á su patria , el emperador griego Manuel , cre
yó ver otras nuevas desventuras próximas á caer so
bre él , y resolvió seguir al mariscal Boucicaut , pa
ra solicitar otros socorros de Carlos VI, fundando
de este modo toda la esperanza de su imperio eu
los guerreros de la Francia. Fue recibido con gran
des honores á su paso por Italia; y despues que
atravesó los Alpes , magnificas fiestas le esperaban
en todas las grandes ciudades. A dos leguas de Pa
ris , halló á Cárlos VI y todos los grandes del reino
que habian salido á recibirle; é hizo su entrada en
la capital vestido con un manto de seda blanca, y
montado en un caballo del mismo color, señales
distintivas entre los francos de la dignidad supre
ma. Todos se complacian en ver un sucesor de los
Césares, implorando las armas de la caballeria; y
la confianza que tenia en el denuedo de los france
ses, lisonjeaba el orgullo de la nacion ; pero eu el
estado en que se hallaba entonces la Francia, era
mas fácil ofrecer á Manuel el. espectáculo de los
torneos y de las ceremonias brillantes de la corte,
que suministrarle los tesoros y ejércitos que nece
sitaba (i). Cárlos VI, comenzaba á experimentar

(i) El emperador griego partio de Constantinopla con el mariscal de


Boucicaut, que dejo para guardar aquella ciudad al señor dcCIiateau Mo
rant, cod cien hombres de armas y buen número de ballesteros.
El mariscal, despues de su regreso á Francia, fue con una escuadra
genovesa á las costas de Siria, donde batio á los sarracenos en muchas
ocasiones, en Tripoli, en Baruth y en Sayeta. Volvio luego á Rodas,,
donde algun tiempo despues hizo el gran maestre un tratado ventajose!
con los sarracenos.
Tono X. u
82
nquella funesta enfermedad, que dejo el campo li
bre á las facciones , y derramó en el reino las ma
yores desgracias. La Inglaterra, cuyo socorro soli
citó tambien el emperador de Constantinopla , es
taba turbada por la usurpacion de Enrique de Lah-
caster ; y si el monarca inglés tomó entonces la
Cruz , no tanto fue con la intencion de socorrer á
los griegos , sino para que se olvidasen sus injusti
cias , y para tener un pretexto de imponer contri
buciones á su pueblo. Por el mismo tiempo, la de
posicion de Wenceslao, lo ponia todo en movimien
to en el imperio germánico; y la heregia nacien
te de Juan Hus, daba ya la señal de los desórde
nes que habian de turbar la Bohemia durante el si
glo XV. En medio de todas aquellas turbaciones de
la cristiandad, el único poder que hubiera logrado
restablecer la armonia , estaba dividido por si mis
mo , y la Iglesia Católica , siempre repartida entre
las pretensiones rivales de dos Pontífices , no podia
cuidar de la paz entre los cristianos , ni de la guer
ra contra los turcos.
Este estado de la Francia y de la Europa , aca
bó de destruir todas las esperanzas del emperador
griego, que despues de haber pasado dos años en
Paris sin lograr nada , tomó el partido de dejar el
Occidente (i) , y habiéndose embarcado en Vene-

(1) Manuel estuvO dos veces en Paris., y se volvio atravesando la Ale


mania y la Italia. Se hallaba entonces dividida la Iglesia latina con dos
Papas , el uno en Roma y el otro en Aviñon. El emperador griego no tu
vo correspondencia con uno ni con otro para contentar los dos partidos.
Atravesó toda la Italia sin pedir la indulgencia del jubilé©, que se c«k-
83
cia , se detuvo eti el Peloponeso , en donde esperó
con paciencia que la fortuna misma se encargase
de la ruina completa ó de la libertad de su imperio.
Esta libertad , que no podia ya venir de las po
tencias cristianas, llegó de repente por un pueblo
mas bárbaro que los turcos, y cuyas conquistas ha
cian temblar todo el Oriente. Tamerlan ó Timur,
del seno de las guerras civiles, habia subido al tro
no de los mogoles , y acababa de reedificar en el
norte del Asia, el imperio formidable de Geugiskau.
La historia apenas puede seguir á este nuevo conquis
tador en sus expediciones gigantescas; y la imagi
nacion se asombra de la rapidéz con que (para ser
virnos de uua expresion de Timur mismo), llevó el
viento destructor de la desolacion, desde el Zagathay
basta el Indo, y desde el Indo, hasta los desiertos
helados de la Siberia. Tal era el azote que el cielo
enviaba para abatir el orgullo amenazador de Ba-
yaceto. Los historiadores de aquel tiempo, no estan
de acuerdo acerca de los motivos que armaron al
gefe de los mogoles contra el emperador otomano;
unos atribuyen la resolucion de Tamerlan á las
quejas de los príncipes musulmanes del Asia me
nor, que el sultan de los turcos habia arrojado de
sus estados; otros , fieles al espíritu de su siglo , y
buscando las causas de los grandes acotitecimien-

braba entonce!. Esta conducta irrito al Papa de Boma, que acuso á Ma


nuel de irreverencia á la imagen de Cristo. ^Véase la historia púhtica , pu
blicada por Martin Crusius).
11:
84
tos en los fenómenos celestes , explican la invasion
de los tártaros, por la aparicion de un cometa que
se dejó ver durante seis meses en el Asia horrori
zada. Dejando apartelas explicaciones maravillosas,
nos limitaremos á decir* que la paz no podia durar
"entre dos hombres impelidos por la misma ambi
cion, y que na podian perdonarse uno á otro el
haber tenido á un mismo tiempo el pensamiento
de conquistar el mundo. Su carácter, como su po
lítica, se muestra bastante en las amenazas violen
tas que se dirigieron reciprocamente antes de las
hostilidades , y que fueron despues la señal de las
catástrofes mas sangrientas.
Tamerlan partió de Samarcande , redujo al
principio la ciudad de Sebaste (i), y como si hu
biera querido dar; á Bayaceto , antes de acometerle,
el espectáculo de los destrozos que acompañaban en
todas partes á sus armas , dirigió de repente sus
hordas tártaras hacia la Siria y las provincias gober
nadas por los mamelucos de Egipto. El valor de sus
soldados , las discordias de sus enemigos , la trai-
eion y la perfidia , que no dejaba nunca de llamar
al socorro de su poder, le abrieron las puertas de Ale-
po, de Damasco y de Trípoli. Torrentes de sangre
y pirámides de cabezas humanas, señalaban el pa-

(i) Chalcondylcs, lib. 3, y Leunclav , lib. 6, dicen que Tamerlan hizo


perecer ciento veinte mil habitantes de Sebaste; que mando matar á Or-
togulo , li ¡jo de Bayaceto ; y que habiendo reunido en un mismo parage
lasmug.eres y los niños de aquella ciudad, ordeno que su caballeria pasase
por encima de aquélla multitud débil y miserable, que perecio debajo de
los pies de los caballos. Asistio él mismo i este horrible espectáculo.
«5
so del conquistador mogol ; su llegada esparcia por
todas partes el espanto, asi entre los cristianos coc
ino entre los musulmanes; y aunque se vanagloria
ba en sus discursos de vengar la causa de los opri
midos , Jerusalen en aquella ocasion debió aplau
dirse de que no bubiera pensado en su libertad.
En fin, los tártaros avanzaron hácia el Asia me
nor, Timur atravesó la Natolia con un ejército de
ochocientos mil hombres; y Bayaceto, que habia
levantado el sitio de Constantinoplapara ir á reci
bir á su temible adversario , le encontró en las lla
nuras de Ancira. De resultas de una batalla que du
ró tres dias , el emperador otomano perdió á un
tiempo su imperio y su libertad (iJ. Los griegos, á
quien la fama anunció muy pronto aquella victoria,
dieron gracias temblando á su feróz libertador ; y
ta indiferencia con que recibió su embajada , mues
tra que no habia tenido la intencion de merecer su
agradecimiento. Luego que el vencedor de Bayace
to llegó al Bosforo* dirigió sus miradas y sus pro
yectos hácia el Occidente ; pero el dueño de los rei
nos mas vastos del Asia , no tenia una barca que
pudiese transportarle al otro lado del canal. Asi

(i) ta batalla de Ancira principio el a6 de julio de i4oa, y no conclu


yo hasta el 28. Han exagerado mucho el número de los combatientes que
perecieron en ella. Los mas moderados le hacen subir á ciento y ochenta
mil muertos por ambas partes. Bayaceto quedo prisionero, y stgun la
Wstdria Persiana de Shereff eddin-Ali , murio este príncipe de apoplegi»
en Aksher , nueve meses despues de su derrota. Su cuerpo fue transporta
do con pompa al mausoleo que habia hecho levantar en Bursa. Su hijo.
Mousá , recibio del vencedor ricos presentes con «l titulo de Soberano de
Natolia.

'
36
Constantínopla, despues de haberse librado del yu»
go de los otomanos , tuvo la dicha de libertarse tam
bien de la presencia de los tártaros , y la Europa
vió disiparse lejos de su territorio aquella violenta
tempestad.
El vencedor descargó su cólera sobre la ciudad
de Esraima, defendida por los caballeros de Rodas.
Aquella ciudad fue tomada por asalto , entregada
al pillage y reducida á cenizas; el emperador mo
gol volvió en triunfo á Samarcande , llevando en
su comitiva al sultau Bayaceto, y meditando suce
sivamente la conquista del Africa, la invasion del
Occidente, y una guerra contra la China.
Despues de la batalla de Ancha , muchos prín
cipes de la familia de Bayaceto , se disputaron las
provincias asoladas del imperio otomano. Si los fran
cos hubieran aparecido entonces en el estrecho de
Galípolis y en la Tracia , hubieran podido aprove
charse de la derrota y de las discordias de los turr
eos , y rechazarlos al otro lado del Táuro ; pero la
indiferencia de los estados cristianos, la perfidia y
la codicia de algunos pueblos marítimos de la Eu
ropa , dejaron á La dinastía otomana el tiempo y los
medios de reparar su poder abatido.
Los griegos no se aprovecharon mas que los la
tinos de las victorias de Tamerlan. Veinte años
despues de la batalla de Ancira, los otomanos ha
bian recobrado todas sus provincias; sus ejércitos
cercaban de nuevo á Constantinopla (i), y aquí

{*) Amucatei II sitio ¿ Coustantiuopi» durante dos meses con uti ejér~
podemos aplicar al poder de los turcos , la compa
racion oriental de aquella serpiente del desierto, que
un elefante ha aplastado en su curso, que reune
despues sus anillos dispersos , vuelve á levantar po
co á poco su cabeza amenazadora , coge de nuevo
la presa que habia abandonado , y ía oprime con
sus roscas monstruosas.
En tanto que los emperadores griegos no te
mieron por su capital , estuvieron sin relacion al
guna con los príncipes cristianos de la Europa ; pe
ro en el momento del peligro, la corte de Bizancio
renovó sus súplicas y promesas de obediencia á la
iglesia Romana. Una conversacion de Manuel , re
ferida por Frantza , nos manifiesta la situacion de
los griegos y la política de los tímidos sucesores de
Constantino: «No nos queda, decia este príncipe á
su hijo Juan Paleólogo, por único recurso contra
los turcos, sino su temor de nuestra union con los
latinos, y el terror que les inspiran las naciones be
licosas del Occidente. Cuando os veais estrechados
por los infieles , enviad á la corte de Roma , y pro
longad la negociacion sin tomar nunca un partido
decisivo (i)-" Manuel anadia , que la vanidad de
los latinos y la obstinacion de los griegos, se opon
dría siempre á una concordia verdadera , y que cual
quiera reunion con el Papa, despertando las pasio
nes de los dos partidos , no haría otra cosa que

cito de doscientos mil hombres : esperaba apoderarse de ella , cuando l»


sublevacion de su hermano le obligo í levantar el sitio y volver al Alia,
(i) Frantza, lib. 3, cap. i3.
ss
abandonar á Bizancio á la merced de los bárbarosv
Estos consejos , que anunciaban poca franque
za en la política de los griegos , no podian conti
nuarse por mucho tiempo con buen éxito. Los peli
gros llegaron á ser mas urgentes, y las circunstan
cias mas imperiosas; y como la cristiandad no res
pondia á unas vanas negociaciones ^ sino con vanas
promesas, el sucesor de Manuel se vió obligado á
dar prendas de su fé y su sinceridad. Adoptaron en
fin la idea de un Concilio , en donde las dos igle
sias debian de explicarse y ¿euairse; y el empera
dor Juan Paleólogo y los doctores de la iglesia
Griega pasaron á Ferrara (i), y luego á Floren-
cia (2). Despues de largos debates , los griegos re
conocieron la doble procesion del Espíritu Santo y
la .supremacia del soberano Pontífice , el cual se
obligó por su parte á mantener para la defensa de
Constantinopla dos galeras y trescientos soldados
en los tiempos comunes , y diez galeras durante
seis meses, ó veinte durante un año en los dias de
peligro. Prometió especialmente solicitar los socor
ros de Ja Europa ; y para que las relaciones entre
loslatinos y los griegos fuesen mas frecuentes, man
dó la Santa Sede á todos los dueños de los navios
que conducian los peregrinos á Jerusalen , que en
trasen en el Bosforo de Tracja , y se detuviesen en

El Concilio d« Ferrara se ahrirt el 8 de enero de i438.


(*) Véanle las actas del Concilio .de Florencia , pág. 5 ; y Audre*
Santa Crue,
«! puerto de Binando. Luego que se publicó la
xcuuion d« las dos creencias , todo el Occidente la
miró como una victoria de la iglesia Católica. Los
prelados y los doctores que habia enviado la Gre
cia al Concilio de Ferrara , fueron oprimidos de
maldiciones en Constantinopla ; y el pueblo , asi
como la mayo* parte del clero, lamentó el opro
bio de la iglesia Griega. De este modo se cumplió
la prediccion de Manuel , de que todos los esfuer
zos intentados para reunir las opiniones , no ser
virían sino para levantar una nueva barrera entre
los griegos y los latinos.
En el Concilio de Ferrara y de Florencia , los
diputados de los Armenios y de los Maronitas , de
los Jacobitas de Egipto y de Siria , los Nestoriano*
y los etiopes, se sometieron como los griegos á la
autoridad Pontificia, y sin duda tambien con la es
peranza de que los socorrerían los latinos y los li
bertarían de la tirania de los musulmanes. Este pa
so solemne no era tanto una sumision á la Santa
Sede como un homenage tributado al valor de los
francos , en los cuales veían todos los cristianos
del Asia y del Africa unos libertadores.
El Papa Eugenio, fiel á sus promesas, esperaba
que la reunion de las dos iglesias y la predicacion
de una Cruzada fijarían en él las miradas del mun
do cristiano, y restituirían á la autoridad pontificia
la confianza y la fuerza que la habian hecho per
der la cisma del Occidente y los decretos sedicio
sos del Concilio de Basilea. Escribió Eugenio á to
dos los príncipes de la cristiandad , exhortándoles k
'Tomo X. i»
90
reunirse para contener en fin la invasion de losmu-
suhnanes, y recordaba en su carta todos los males
que padecian los fieles en los paises sometidos al
dominio de los bárbaros. «Los turcos ataban con
cuerdas cuadrillas de hombres y mugeres que lleva
ban consigo. Todos los cristianos que condenaban
á la esclavitud , se confundian con .el botín mas des
preciable, y los vendían como bestias de carga. Su
barbarie separaba al hijo del padre, el hermano de
la hermana el esposo de la esposa , y aquellos á
quienes los achaques impedian caminar, los mata
ban en los caminos y en medio de las ciudades, La
infancia misma no excitaba su compasion ; y asesi
naban víctimas inocentes que apenas empezaban á
vivir, y que, no conociendo todavía el temor, se son
reían á sus verdugos al recibir el golpe mortal. To
das las familias cristianas estaban condenadas ó en
tregar sus propios hijos al emperador otomano, co
mo se habia visto antiguamente al pueblo de Atenas-
enviar en tributo la flor de su juventud al monstruo
de Creta. Por todas partes en donde habian pene
trado los turcos, las campiñas estaban estériles, las
ciudades no tenian leyes ni industria ; la religion
cristiana ya no conservaba sacerdotes ni altares , ni
la humanidad tenia ya' apoyo ni asilo." En fin, el
padre de los fieles no olvidaba ninguna de las cruel
dades que habian cometido los enemigos de Jesu
cristo; no podia contener la tristeza que le causa
ban tantas imágenes dolorosas , y conjuraba á lo*
principes y los pueblos á que socorriesen al reino
de Chipre, la isla de Rodas, y especialmente á Cons
9'
tajitinopla, últimos baluartes ck;l Occidente (i).
Las exhortaciones, del soberano Pontífice solo
encontraron corazones indiferentes en los pueblos
de la Inglaterra, de Francia y de España. El senti
miento de la humanidad y del patriotismo no pu
dieron reanimar el entusiasmo que habia producido
anteriormente el espiritu de la religion y el de la ca
ballería. Cualquiera que fuese el objeto de las Cru
zadas lejanas, no se miraban ya sino como el efecto
de una política celosa , cuyos resortes se ponian en
movimiento para alejar los príncipes y los grandes
á. quienes se intentaba despojar de su poder. En el
estado en que se hallaba la Europa , los que amaban
la guerra tenian sobradas ocasiones de ejercitar su
valor sin abandonar sus hogares. Los alemanes, que
habian levantado cuarenta mil hombres para pelear
contra los hereges de Bohemia, permanecierou in
móviles hasta que les presentaron á los turcos pró
ximos á traer el estandarte del islamismo hasta las
extremidades del Occidente.
El Papa, sin embargo, no se contentó con exhor
tar á tos fíeles á tomar las armas , sino que quiso dar
el ejemplo, levantando tropas y equípaudo navios
para hacerla guerra á los turcos (2). Las ciudades

(1) Véanse las cartas enciclicas del Papa Eugenio IV dirigidas á todos
los fieles, y escritas en Florencia en las calendas de enero del año del44?.
(lib. 33, pág. 4o, y los Anal. Eclcsiasl. ano de i44^, núm. t3). Estascar-
tas presentan un cuadro elocuente y patético del estado de la cristiandad
y de las desgracias que la adigiao por los progresos siempre crecientes de
les turcos.
(») El Papa Eugenio mando equiparen Italia una escuadra de seten
ta galeras; se empeño con los fenecianos, los genovesesy el duque dtj
y*
maritimas de Flandes, y las repúblicas de Genova y
de Venecia, que tenian muchos intereses en Orien
te, hicieron algunos preparativos: sus escuadras se
reunieron bajo los estandarte» de san Pedro- y se di
rigieron hácia el Helesponto. El temor de una pró>-
xima invasion despertó el celo de los pueblos que
habitaban las riberas de Niester y del Danubio; pre
dicaron las Cruzadas en las dietas de la Polonia y
ta Hungría ; y en las fronteras amenazadas por los
bárbaros, el pueblo , el clero y la nobleza obecie-
ron la voz de la religion y de la patria.
El soberano Pontífice nombró para Legado cerca
de los Cruzados, al Cardenal Juliano- (*), prelado
de un carácter intrépido y un genio fogoso, que ar
mado alternativamente de la cuchilla de los com
bates y de la de la palabra , era tan formidable en
el campo de batalla como en las lides sabias de ha
escuela. Despues de haber logrado la confianza del
Concilio de Basilea , el Cardenal Juliano se habia
distinguido en el de Florencia* defendiendo los dog-

Borgoña para que impidiesen á los tarcos. apoderarse de los puertos del'
HelespODto; concedio á Ladislao, rey.de Polonia-, el tributo de san Pe
dro para subvenir á los gastos de la guerra, y nombro al Cardenal Julia»
no tu Legado eu el ejército de tierra , y al Cardenal Francisco su Legado
en la armada naval. (V. el lib. 22 de sus* Cartas, y los historiadores Ma
rín Barleti, lib. a; Felipe Calimaco , lib. 4 >° Bonfihi, lib. 5; Décad. lib.
3;Crome, lib\ ai ; Eneas Silvio, cap. 5, y Franrza, Ub. avc»p. íS, etc.
(*) El. Cardenal Juliano Cesarini, descendia de una familia noble de
Soma. Se mostro en el Concilio de Basilea celoso defensor de las liber
tades de ta iglesia; despues , mudando de repente de partido, se retiro
á Ferrara , y se distinguio por su erudicion en los debates de los griego*
y latinos»
mas de la iglesia Latina. Su elocuencia habiá suble-
Tado la italia contra los husitas , y ahiora se consu
mía por sublevar toda la cristiandad contra los tur
cos. El ejército reunido bajolas banderas de la Cruz
tenia por gefes á Huniades (i) y Ladislao; el prime
ro , vaiboda de Tranwlvarria , era célebre entre los
guerreros cristianos, y el epíteto de bandido (2) que
tos turco* añadían á su nombre , muestra el odio y
el espanto que inspiraba a los míreles. Ladislao re
unia en sus sienes las dos coronas de Polonia y de
Hungría, y merecia por las cualidades brillantes de
su juventud , el amor, de lo» polaeos y de los hún
garos. Los Cruzados se reunieron en el Danubio , y
recibieron pronto la señal de la guerra , mientras
que las escuadras del soberano Pontífice, de Vene-
eia, de Genova y de Flandes cruzaban en él Heles-
ponto. Los. habitantes de la Moldavia , dé laServíay
de la Grecia prometían reunirse ai ejércitacrfcrtíano;
y el sultan de Caramania, el implacable enemigo
de Iqs otomanos, debia atacarlo» en Asia» El empe
rador griego, Juan Paleólogo , anunciaba grandes-
¡ l . '. ' • > > '*..''<¡» <*l

(1 ) Huniades , de un origen obscuro , ascendio por so mérito al man»


do de los ejércitos de Hungria. En su juventud hito las guerras de Italia;
y adquirio en ellas una gran reputacion, con el nombre del caballero b¡air
eo. Huniades gano tres victorias á los otomanos ,. defendiendo las fronte*
ras de I* Hungria. Tuvo bastante crédito para hacer que diesen la coro»
na de este pais A Ladislao de Polonia. Por recompensa dé este servicio
importante obtuvo el titulo y oficio de vaiboda deTransilvania. Despues
de la batalla de Varna fue nombrado general y gobernador dela Hungria.
(i) El historiador turco Coggia-Eftendi, del cual se hallará un extrac
to en la Biblioteca dt las Cruzadas, no le llama nunca. sino «1 maldito,
lunho.
94>
preparativos , y se disponia á marchar" al frente de>
un ejército delante de sus libertadores. .>">> .
Huniades y Ladislao avanzaron hasta Sofía , ca
pital de los búlgaros ; dos batallas les habian abier
to el paso del monte Hemo y el del camino de Bizan-
cao- Los rigores del invierno fueron los únicos qué
detuvieron la marcha victoriosa de los guerreros cris
tianos, que regresaron á Hungría á aguardar la es
tacion favorable para volver á principiar la guerra ( i ) ,
y entraron triunfantes en Buda, en medio de la»
aclamaciones de un .pueblo inmenso. El clero cete^
bró, con cánticos y acciones de -gracias las primeras
victorias de los cristianos, y Ladislao fue con los,
pies descalzos á la iglesia de nuestra Señora , en don
de colgaron en las bóvedas del santuario las bande
ras, cogidas á los. infieles, ¡>ri : : .>' > s.t ¡ • h
•,. ¡vAMtes.ídé comenzar la guerra, habían persuadi
do, á los guerreros musulmanes que la destruccion
de los cristianos estaba escrita «n el libro de los des
tinos. «Guando lodos los enemigos del profeta, de
cian entre ellos.*,,queden destruidos , cada uno do
nosotros ya no tendrá mas que conducir su arado y
mirar suíabalToi de batalla en el establo." Esta opi
nion , abortada por el orgullo de la victoria, habia

(0 El historiador Bonfini entra en largos pormenores sofcre esta expe


dicion y sobre las da» batallas ganadas por tos húngaros, á quienes el ri-
jor de U estacion y la dificultaddc los pai.agcs obligaron á retirarse. (Dé-
-cad. 3, lib, 6). Cbggia-Eifendi dice que Huniades mato en la batalla do
Sofia un número incalculable de turcos , é hizo prisioneros muchos oficia-
le^disiioju^os. .. . .. ... •¡.¡... >•.'
$5
¿astado para entibiar el' celo de loa guerreros oto*
manos, y la mayor parte de ellos habian permane
cido en sus hogares mientras que los cristianos mar-
ehaban á Andrinópolis.
Luego que llegaron á saber las victorias de los
francos en el Danubio, el temor ocupó repentina.>-
mente el lugar de aquella ciega seguridad ; y el sul*
tan Amurates envió al punto embajadores á solici
tar la paz. La historia no dice los medios de seduc
cion que emplearon ios enviados otomanos para con
los Cruzados victoriosos; pero se sabe que consi*-
guieron que escuchasen sus proposiciones (i) -y y se
resolvió la paz en el consejo de los gefes del ejérci
to cristiano. Juraron por una parte sobre el Coran,,
y por otra sobre los santos Evangelios una tregua
de diez años. Esta resolucion inesperada irritó el
orgullo y el celo del Cardenal Juliano, cuya,, mision
era ¡mimar los cristianos á la guerra ; y cuando vio.
reunirse los gefes de la Cruzada para la paz , guar
dó un melancólico silencio, y no quiso firmar un

(i) Segun Bonfini , Amurates Be dirigio desde luego al déspota de Mi-


sia , éhizo que le sondeasen acerca de los medios dé tratar de la paz. El
déspota comunico sus insinuaciones á Huniades, que las dio tambien oi
dos, atendiendo al; estado de guerra intestina en que se bailaban enton
ces la Hungria y la Polonia. Amurates, viendo á los dos con las mismas
disposiciones, envio embajadores al déspota,, y éste se, lo aviso al rey La
dislao, suplicándole que fuese con sus tropas al paragede las conferen
cias, á fin de conseguir mejoras condiciones. Disputaron durante algunos
dias con mucha obstinacion ; pero al fin concluyeron una paz por diez
años, en presencia del'Cardenal Juliano, que aunque le repugnaba aque
lla paz, no encontraba nada en su ingenio , dice el historiador, para opo
nerse á ella. (D¿c<k/. 3, lib. 5.*
96
tratado que desaprobaba. El inflexible Legado espe
ró una ocasion en que pudiese mostrar su descon
tento y obligar á los Cruzados á tomar las armas ; j
esta ocasion no tardó en presentarse.
Amurates, satisfecho de haber restituido la paz á
sus estados; y cansado dé las grandezas de la tierra,
había renunciado al imperio , y se habia sepultado
en el retiro de Magnesia (i). El sultán de Carama-
nia advirtió á los cristianos que su enemigo mas te
mible habia perdido ta razon , y acababa de cambiar
ia coroná imperial por el gorro de un cenobita. Ana
dia que Amurates habia dejado la autoridad suprema
á un niño; y en su mensage le comparaba á una plan
ta nueva, d la cual elmenor viento puede desarraigar.
£1 mismo sultan estaba tan persuadido de que el
imperio otomano tocaba á su decadencia, que iba
á entrar con un ejército en la Natolia. Por aquel
mismo tiempo se esparció la noticia de que el em
perador de Constantinopla avanzaba hácia la Tracia;
que los griegos del Peloponeso habian tomado las
armas; y que las escuadras de los confederados aguar
daban en el Helesponto la nueva señal de la guerra.

(i) El historiador Coggia.ESendi refiere el discurso que tuvo Amura.


tes á su ministre Khalil Baj.i , confiándole el designio que tenia de dejar
«I trono: «Hace 7a mucho tiempo que sin cesar, con el pie en el estribo,
y la espada desenvainada siempre, no he dejado de trabajar por el bien
.fie la religion ; ya es tiempo de que dejé el imperio y vaya al retiro á ha
blar con el Todopoderoso. Si, he resuelto consagrar al arrepentimiento
los instantes que me quedan, y poner los pies sobre el cogin del des
canso... Ya no quiero pensar sino en lavar mis culpas en las lagrimas de
la .compu acion, etc. (Véase en la Biblioteca da /u Cruzadas este discurte
jcaleroj.
97
Otra circunstancia, no meno? importante, parecia á
propósito para despertar el ardor belicoso de los Cru
zados. La victoria ganada cerca de Sofía , les habia>
dado en la Grecia un aliado poderoso. En estaba-
talla, el hijo tercero de Juan Castriot, que manda-
bala vanguardia del ejército otomano, abandonó de
repente la religion y las banderas de los turcos pa
ra defender en la Albania el culto y la herencia dé
sus antepasados ; y los mensageros de Escander-
berg (i) anunciaron á los gefes del ejército cristia
no que estaba dispuesto á reunirse á ellos con vein
te mil albaneses , alistados en el estandarte dela
Cruz. .' . . ' - :' . ! . . ¡ v -. i.''-
Todas estas noticias llegaron aun tiempo, y
cambiaron de repente el estado de los negocios y.
la disposicion de los ánimos. Se reune entonces un.
nuevo consejo; y el Cardenal Juliano toma la pala
bra en medio de los gefes, y los vitupera por haber
vendido su fortuna y su gloria; los acrimina sin
consideracion, por haber firmado una paz vergon-

(1) Escanderberg se llamaba Jorge Castriot, y era hijo de Juan Cas.


triot, principe de Epiro. Jorge , entregado en su infancia al principe mu-
miman con sus tres hermanos, como rehenes, fue circuncidado y educado
en la religion de Mahomet. Anuncio desde muy temprano el vigor y la
intrepidez de un soldado , y gano el favor de Amurates II por sus haza
ñas. OeSpues de la muerte de su padre , obtuvo el litalo y la dignidad de
sangiac del Epiro, que se había convertido en una provincia turca. Jorge
sirvió con honor en las guerras oe Europa y de Asia ; y si hemos de creer
á tu historiador Martin Barleti, medito durante mucho tiempo el proyec
to de restituir la libertad al Epiro , y de reclamar sus derechos al princi
pado. Despues de su defeccion, Escanderberg se apodero de Croia,
y renunciando públicamente al profeta y al sultan, llego á ser el vengador
de su pais y de su familia.
Tomo X. i3
9S
zosa, sacrilega, funesta á la Europa, y funesta á la
iglesia. «Vosotros habeis jurado , les decia , pelear
contra los eternos enemigos de la cristiandad ,
acabais de jurar sobre los Evangelios deponer ]as
armas. ¿A cuál de estos dos juramentos permane
cereis fieles? Habeis concluido un tratado con los
musulmanes; ¿pero no teneis tambien otros trata
dos con vuestros aliados? ¿ Abandonareis á estos
amigos generosos, cuando vuelan de todas partes á
vuestro socorro, y vienen á participar de los peli
gros de una guerra en que Dios ha protegido tan
visiblemente vuestras primeras hazañas?
«Pero ¿qué digo? No abandonais solamente vues
tros aliados , dejais sin apoyo y sin esperanza esa
muchedumbre de cristianos que habeis prometido
libertar de un yugo insoportable, y que van á ser
víctima de todos los furores de los musulmanes, á
quienes han irritado vuestras victorias. Los gemi
dos de tantas víctimas os perseguirán en vuestro
retiro, y os acusarán delante de Dios y de los hom
bres.
«Vosotros cerrais para siempre á las falanges cris
tianas las puertas del Asia, y restituis á los musul
manes la esperanza que habian perdido de inva
dir los paises de la cristiandad. ¿A qué intereses,
respondedme , habeis sacrificado vuestra propia glo
ria y la salvacion del mundo cristiano? ¿Lo que os
promete el sultan Amurates, la guerra no os la ha
bía dado? ¿No os hubiera dado mas todavía? y las
prendas conseguidas por la victoria ¿no inspiran mas
confianza que las promesas de los infieles?
99
«¿Qué diré al soberano Pontifico que me ha en
viado cerca de vosotros, no para tratar con los mu
sulmanes, sino para rechazarlos al otro lado de los
mares? ¿Qué diré á todos los pastores de la iglesia
cristiana, y á todos los fieles del Occidente que es-
tan ahora en rogativas para pedir al cielo el buen
éxito de vuestras armas?
«Sin duda que los bárbaros que hemos vencido
dos veces no hubieran consentido en la paz, si hu
biesen tenido los medios de proseguir la guerra.
¿Creeis que observarán las condiciones del tratado,
cuando la fortuna les favorezca? No, los guerreros
cristianos no pueden permanecer atados por un pac
to impío que entrega la iglesia y la Europa á los dis
cipulos de Mahomet. Sabed que no hay paz entre
Dios y sus enemigos , entre la verdad; y la mentira,
y entre el cielo y el infierno. No tengo necesidad
de absolveros de un juramento evidentemente con
trario á la religion y á la moral, y á todo lo que
constituye , entre los hombres., la santidad y la fe
de las promesas. Os exhorto, pues , en nombre de
Dios, y en nombre del Evangelio, á que volvais á
tomar las armas , y á seguirme en el camino de la
salvacion y de la gloria." ' ¡ . i -.
La violencia de este discurso tenia sin duda por
disculpa la defensa de la cristiandad ; pero la his
toria imparcial, cualquiera que sean las razones que
se puedan alegar, no sabría aprobaroste olvido ma
nifiesto de la fe de los juramentos (i ). Los gefes de

(i) El analista Raynaldi, para justificar á Ladislao de haber vuelto á


principiar la guerra, habla de un tratado, en el cual se habla obligado es
i3:
100
la Cruzada merecian las reprensiones del Legado
apostólico, que los acusaba de haber hecho una paz
vergonzosa y funesta á la Europa cristiana ; pero
merecieron tambien las reprensiones de la posteri
dad , violando los tratados que acababan de con
cluir. Cuando el Cardenal Juliano principió á ha
blar, los ánimos estaban ya conmovidos; y cuando
concluyó su discurso, el ardor guerrero que le ani
maba se apoderó de todos sus oyentes, 4y se mani
festó con las señales estrepitosas de una aprobacion
general. Juraron con voz unánime volver á comen
zar la guerra en el sitio mismo en donde acababan
de jurar la paz.
El ,entusiasmo de la mayor parte de los gefés
era tan excesivo, que apenas les permitió ver que
habian perdido la mitad de su ejército; porque un
gran número de Cruzados acababa de dejar sus
banderas, impacientes los unos por regresar á sus
hogares, y descontentos, la mayor parte, de un tra
tado que inutilizaba su denuedo y sus hazañas. El
principe de Servia, que era vecino de los turcos, y te
mía su venganza , no se atrevió á correr los riesgos
de una guerra nueva, y no envió sus tropas al ejér
cito de Huniades y de Ladislao. En vano esperaron
los refuerzos prometidos por Escanderberg, obli
gado á defender la Albania ; de suerte que no que
daban mas que veinte mil hombres bajo el estan

te principe con el de Caramania á socorrerse mutuamente si uno ú otro te


vetan atacados por Amurafes. (Véase á Raynaldi,'año de i444)«
101
darte de la Cruz. Un gefe de los valacos , reunién
dose á los Cruzados con su caballería, no pudo de
jar de manifestar su sorpresa al rey de Hungría, y
le dijo que al sultan contra el cual iba á combatir,
le seguían frecuentemente á la caza mas esclavos
que combatientes tenia el ejército cristiano.
Aconsejaron á los principales gefes que espera
sen para principiar la guerra, la llegada de nuevos
Cruzados , ó el regreso de los que habian partido;
pero Ladislao, Huniades, y especialmente el Car
denal Juliano, estaban persuadidos á que Dios de
bia de proteger á los defensores de la Cruz, y que
nada podia resistirles. Se pusieron, pues, en mar
cha, atravesaron los desiertos de la Bulgaria, y fue
ron á acampar á Warna en las costas del mar Ne
gro (i).
Allí fue donde los Cruzados , en lugar de en
contrar la escuadra que habia de ayudarlos, supie
ron que Amurates, que habia salido de su retiro de
Magnesia , acudia con un ejército de sesenta mil
combatientes. A esta noticia se desvaneció la loca
confianza que les habia inspirado el Cardenal Ju
liano; en su desesperacion acusaron á los griegos
de haberlos vendido ú abandonado; y acusaron á
los genoveses, y al sobrino dej Pontífice, que man
daba la escuadra cristiana, de haber entregado á los

— , ll i |tl I J I
(ij .Warna era una antigua colonia <le milesianps, á i^o estadios del
desembocadero del Danubio, á ai4o de Bifcaneio, y i 3.6o al norte del
promontorio del monte Hemo que entia en el mar. ( Véase Arrien, pág.
a4 y »5 , primer tomo de los geografos de Hudson). . . ^
102
turcos el paso de Galipoli, Esta acusacion se halla
repetida en todas las Crónicas de Occidente ; pero
los historiadores turcos no hacen ninguna mencion
de ella: dicen , al contrario , que Amurates atrave*
só el Helesponto lejos de los lugares que ocupaba la
escuadra cristiana, y que el gran visir, que le es
peraba en la costa de Europa, protegió con una ba
teria de cañones, el paso del ejército otomano. Al
momento que las tropas de Amurates, añade el his
toriador turco Coggia-Effendi (i), tocaron la tierra,
se pusieron á dar gracias al Dios de Mahomet, y el
céfiro de la victoria sopló sobre las banderas musul-
manas.
..¡iEl sultan prosiguió su marcha, jurando por los
profetas del islamismo castigar á sus enemigos la
violacion de los tratados (2). Si se ha de creer á
algunos autores, el emperador de los turcos supli
có á Jesucristo mismo que vengase el ultraje he
cho á su nombre por unos guerreros perjuros. Al
acercarse los otomanos, Huniades y el Legadopro-
pusieron la retirada ; pero siendo ya imposible, La
dislao resolvió morir ó vencer. Se dió la bata-

.'(iV Existe en la biblioteca del reyuna traduccion de la historia turca da


Coggia.Effendi, por Gallaod. Se bailará un extracto de esta historia, <jue
debemos á Mr. Garcin de Tassi, en la Bibliot. delas Cruz,
(») El historiador Bonfini refiere, que Amurates , sacando del pecha
el tratado de paz firmado por los cristianos, le mostro á sus tropas; y que di.
rigiendose á Jesucristo mismo, le rogo que vengase la fe jurada y la foju»
ria hecha k su nombre. Nunc Christe, siDeus es ut nos haltucmamur, tuas
measque injurias te guaso uteiscere; et hisquisanctum tuum ffomen nondum
egnovere violatae fidei paenas oslende.
io5
Ha (i) , y entonces fue, dice el historiador otoma
no, cuando hubo una gran mortandad, y cuando
una infinidad de hombres valerosos corrieron al valle
de la nada por torrentes de sangre. Desde el princi
pio del combate , el ala derecha y la izquierda del
ejército turco, empezaron á replegarse (2). Algu
nos autores dicen , que Amurates tuvo entonces la
intencion de huir, y que se contuvo por un geni-
zaro que cogió la brida de su caballo; otros cele
bran el valor inalterable del sultan, y le comparan
á una roca que resiste á todos los embates de la
borrasca. Coggia-Effendi, que ya hemos citado, aña
de que el emperador otomano dirigió, en el campo
de batalla , una oracion á Mahomet , y que le rogó
encarecidamente por sus lágrimas que alejase de los
musulmanes la copa del menosprecio y de la aflic
cion (3).
La fortuna pareció que favorecia las armas de
los Cruzados. Una gran parte del ejército otomano
habia huido delante de veinte y cuatro mil solda
dos cristianos ; y nadie se resistía al valor impetuo
so del rey de Hungría. Una multitud de prelados y
Obispos , armados de corazas y espadas , acompa
ñaban á Ladislao y le rogaban que dirigiese sus ata-

(i) Compárese la narracion de Eneas Silvio con la de Coggia.Effendi.


(a) Habiendo Huniades cargado con mucho vigor ú Caraz, Bogliei-
bey del Asia, le mato. Esta muerte causo tal desorden en el ala izquier
da , que todos los asiáticos huyeron. (Sagredo, Historia del imperio otoma
no, toro i.°,pág. lio).
(3) Se puede leer en el extracto de Ccggia Effendi (Biiliot. de las
Cru¡ad.)h oracion que este historiador pone en boca del sultan. .,
io4
quas hácia el punto en que peleaba todavía Ainu-
rates , defendido por la flor de sus genízaros. Escu
chó demasiado sus consejos imprudentes, y ha-
biéndosé arrojado en medio de los batallones ene
migos, fue atravesado á un tiempo por mil lanzas,
y cayó con todos los que habian podido seguirle.
Su cabeza, puesta en la punta de una lanza, y mos
trada á los húngaros (i) , derramó la consternacion
en sus filas: en vano Huniades y los Obispos pro
curan reanimar el valor de los cristianos, dicién-
doles que no pelean por un rey de la tierra , sino
por Jesucristo ; porque todo el ejército cristiano se
desbanda y huye desordenadamente. Huniades
mismo es arrastrado en la fuga ; y diez mil solda
dos de la Cruz perdieron la vida. Los turcos hicie
ron un gran número de prisioneros ; y «1 Cardenal
Juliano pereció en el combate ó en la fuga (2).
Despues de su victoria , Amurates recorrió el
campo de batalla; y como entre los muertos no
viese ningun cristiano que tuviese la barba canosa,
su visir le dijo que unos hombres que hubieran

(1) Coggia-EfTendi refiere que pusieron en miel la cabeza de este des


graciado principe, y la enviaron á Brusa, en donde la pasearon, puesta ea
la punta de una pica, con grandes demostraciones de alegria.
(a) Segun Eneas Silvio, el Cardenal Juliana , huyendo del combate,
y creyendo haberse librado de los infieles, no pudo libertarse de otros
enemigos. Mientras que daba de beber á su caballo en un estanque que
hallo en el camino, llegaron unos ladrones y le conocieron. Creyen
do que llevaba dinero consigo, le mataron despues de haberle derribado
del caballo, y le quitaron los vestidos, dejándole desnudo expuesto a los
animales y á las aves de rapiña.

.
io5
llegado á la edad de la razon , no hubieran inten
tado una empresa tan temeraria (i). Estas palabras
no eran mas que una lisonja dirigida al sultan;
pero pueden sin embargo servir para caracterizar
una guerra en que los gefes de los ejércitos cristia
nos obedecieron mas bien á las pasiones impruden
tes de la juventud, que á la experiencia de la edad
madura.
Las expediciones de los cristianos contra los
turcos principiaban casi siempre, como esta, con
sucesos asombrosos , y concluían con los mayores
desastres. Las mas veces no se terminaba una Cru
zada en la primera ó segunda batalla , porque los
Cruzados no tenian mas que valor , y nada de lo
que puede fijar la victoria ó reparar las desgracias.
Cuando eran vencedores se disputaban la gloria
de los combates y los despojos del enemigo ; y
cuando quedaban vencidos, se desalentaban de re
pente y regresaban á sus hogares , acusándose re
ciprocamente de sus derrotas.
La batalla de Warna aseguró á los turcos la po
sesion de las provincias que habian invadido en
Europa , y les permitió hacer otras conquistas.
Amurates, despues de haber triunfado de sus ene
migos, habia renunciado de nuevo á la corona im
perial , y la soledad de Magnesia volvió á ver al
vencedor de los húngaros revestido con el humilde

(i) Eneas Silvio dice que Amurates no manifesto ninguna, aleei ia por
su victoria, y que habiendole uno preguntado por qué estaba triste, el
sultán le respondio ; No quisiera vencer muchas veces da esta suerte.
Tomo X. 14
io6
manto de los ermitaños ; pero los genizaros, que
habia tantas veces conducido á la victoria, no le
permitieron renunciar al mundo ni gozar de la
tranquilidad que buscaba. Obligado, pues, á tomar
de nuevo el mando de los ejércitos y las riendas
del imperio, dirigió sus fuerzas contra la Albania;
y volvió despues á pelear contra Huniades en las
» orillas del Danubio. Pasó el resto de sus dias en
hacer la guerra á los cristianos ; y su último pen
samiento fue recomendar á su sucesor que diri
giese sus armas contra la ciudad de Constanti-
nopla.
Mahomet II, á quien Amurates habia legado la
conquista de Bizancio, no sucedió á su padre has
ta seis años despues de la batalla de Warna ; y en
tonces fue cuando principiaron para los griegos
los dias de luto y calamidad. Aqui nos ofrece la
historia en espectáculo ., en la última y terrible lu
cha , por una parte, un imperio antiguo cuya glo
ria habia llenado el universo , y que ya no tenia
mas defensa ni mas límites que las murallas de su
capital ; y por otra parte , un imperio nuevo cuyo
nombre apenas se conocia , y que amenazaba ya
invadir el mundo.
Constantino y Mahomet, que habian subido casi
al mismo tiempo, el uno al trono de Otman , y el
otro al de los Césares, no presentaban menos dife
rencia en su carácter que en sus destinos. Se ad
miraba la moderacion y la piedad de Constantino;
y los historiadores han celebrado su valor sereno
y prudente en el campo de batalla , y su paciencia
1 07
heroica en las desgracias. Mahomet llevó al trono
un espíritu vivo y emprendedor , una política fo
gosa y apasionada , y un indomable orgullo (i).
Aseguran que amó las artes y las letras; pero estos
estudios pacificos no pudieron suavizar su ferocidad
salvage. En la guerra no perdonó la vida de sus
enemigos , ni la de sus soldados ; y las violencias
de su carácter ensangrentaron frecuentemente la
paz. Mientras que se hallaba en Constantino un
monarca criado en la escuela del cristianismo , se
reconocia facilmente en Mahomet un príncipe for
mado por las máximas guerreras é intolerantes del
coran. El último de los Césares tenia todas las vir
tudes que pueden honrar y hacer soportar un gran
de infortunio. El hijo de Amurates mostraba las
funestas cualidades de un conquistador , y todas
las pasiones que en el dia de la victoria debian de
causar la desesperacion de los vencidos.
Luego que Mahomet ascendió al imperio , su
primer pensamiento fue la conquista de Bizancio.
En las negociaciones que precedieron al rompi-

(ij Mahomet II, hijo de Amurates II, y de madre cristiana , califi


cada con el titulo de princesa, tuvo al principio los sentimientos de un
devoto musulman; pero la edad y el trono debilitaron aquel espiritu de
devocion. Dicen que en las conversaciones con sus intimos amigos , se
atrevia á llamar al profeta de la Meca, bandido é impostor; pero que
en público manifestaba siempre respeto á la doctrina y disciplina del
Coran. Mahomet , instruido por los maestros mas hábiles , hizo rápidos
progresos; hablaba cinco idiomas extrangeroa , y sabia la historia y la
geografia. Amaba las artes, pues llamo á su corte y recompenso los pin
tores de Italia. (Véanse , acerca de la vida y el carácter de este piincipe,
á Frantia , i Cantemk y á Sponde).
íoS
miento de la paz, Constantino no ocultó la debili
dad del imperio griego, y mostró toda la resigna
cion de un cristiano. «Mi confianza está en Dios,
detia al principe otomano ; si le place suavizar
vuestro corazon , me regocijaré con esta feliz mu
danza ; si os entrega á Constantinopla , me some
teré sin murmurar á su voluntad."
El sitio de Bizancio debia de principiar en la
primavera del año de i453. Los griegos y los tur
cos pasaron el invierno en los preparativos del ata
que y de la defensa. Mahomet se dedicaba con
ardor á una empresa, á la cual se dirigian hacia ya
mucho tiempo todos los votos de la nacion turca y
todos los esfuerzos de la política otomana. En me
dio de una noche , habiendo llamado á su visir:
tTu ves , le dijo Mahomet , el desorden de mi le
cho. A él he traido la turbacion que me agita y me
devora ; de hoy en adelante no habrá para mí ya
descanso ni sueño sino en la capital de los griegos."
Mientras que Mahomet reunia todas sus fuerzas
para principiar la guerra , Constantino Paleólogo
imploraba el socorro de las naciones de la Euro
pa (i). Habian resonado tantas veces en ella Io»
gritos de alarma de Constantinopla , que los uno»
miraban los peligros del imperio griego como ima
ginarios/y los otros su ruina como inevitable. Ep
/

(i) Despues de la muerte de Juan Paleologo, la familia imperial se


hallo reducida a los tres hijos del emperador Manuel , Constantino , De
metrio y Tomas. El primero y el último estaban en lo interior de la Mo
rca. Demetrio, que poseia el dominio de Seliberia , se hallaba en los ai
.vano Constantino prometía 3 asi como todos sus
predecesores, reunir la iglesia Griega á la iglesia Ro
mana; porque el recuerdo de tantas promesas he
chas en el peligro, y olvidadas en los dias de segu
ridad , aumentaba la antipatía de los latinos á los
pueblos de la Grecia. El Papa exhortó á los guerre
ros de Occidente á tomar las armas , y envió al em
perador griego un Legado y algunos eclesiásticos ver- •
sados en los estudios de la teología. Aunque el
Cardenal Isidoro llevó consigo un tesoro conside
rable y algunos soldados italianos, su llegada á
Constantinopla produjo el desaliento entre los grie
gos, que aguardaban otros socorros, y que al pare
cer esperaban mayor premio por su sumision á la
iglesia de Roma.
Los príncipes de la Morea y del Archipiélago,
y los de la Hungría y de la Bulgaria , los unos, con
el temor de verse atacados ellos mismos, y los
otros , detenidos por la indiferencia ó el espíritu
de envidia, reusaron tomar parte en una guerra
en que la victoria iba á decidir su suerte. Como
Genova y Venecia tenian factorías y establecimien
tos de comercio en Constantinopla , dos mil guer
reros genoveses y quinientos ó seiscientos venecia-

rabales de Constantinopla al frente de un partido. Aspiraba al trono,


porque era el mayor de los hijos que habian nacido en el reinado de su
padre , pero la emperatriz madre , el senado y los soldadus , el clero y el
pueblo, se declararon unánimemente por Constantino; y el déspota To
mas, que habia vuelto casualmente á Constantinopla, sin haberle avisa
do de este acontecimiento , sostuvo con calor los derechos de su hermano
Constantino.
1 10
nos se presentaron para defender la ciudad (i).
Tambien se vio llegar una tropa de catalanes, mi
licia intrépida , que era alternativamente la plaga
y la esperanza de la Grecia , y á la cual el solo
amor de la guerra y del peligro conducia á la ciu
dad imperial. Esto era todo lo que habia de pre
sentar la belicosa Europa en el sitio de Bizancio.
En aquella época estaban en guerra muchas po
tencias cristianas. El continuador de Baronio ob
serva con este motivo , que los soldados que pere
cieron entonces en las batallas que se dieron en el
seno de la cristiandad , hubieran bastado para dis
persar á los turcos y rechazarlos hasta el centro del
Asia. Por lo demas , si la historia en esta ocasion,
acusa la indiferencia de los pueblos del Occidente,
¿qué no debe decir de la de los griegos para su
propia defensa? Los esfuerzos de Constantino para
reunir las dos iglesias , habia debilitado la confian
za y el celo de sus vasallos, que pretendian ser
ortodoxos. Entre los griegos , unos por no de
ber nada á los latinos , anunciaban que Dios mis
mo se habia encargado de salvar á su pueblo; y
sobre la fé de algunas profecias que habian hecho,
esperaban en la inaccion una libertad milagrosa.
Otros, mas sombríos y melancólicos, no querían

(i) Estos auxiliares estaban bajo las ordenes de Justiniani, noble ge-
noves. Los recompensaron generosamente y prometieron la isla de Léña
nos al valor y á la victoria de su gefe. (Véase Frantza). El historiador de
Génova, Huberto Folietti, dice que la república envio á Pera en i45i
una fuerte guarnicion compuesta de 5oo arcberos , aoo coraceros y ioo
kombres cubiertos de cascos.
111
que Constantinopla se salvase , porque habian pre-
dicho que el imperio debia de perecer para expiar
el crimen de la reunion : toda esperanza de una
victoria tenia á sus ojos alguna cosa de impía y
contraria á la voluntad del cielo. Cuando el empe
rador hablaba de los medios de salvacion que que
daban todavía , y de la necesidad de tomar las ar
mas, aquellos doctores cismáticos y atrabiliarios se
apartaban con una especie de horror, y la multi
tud á quien habian extraviado , corría á buscar al
monge Genadio (i), que en el centro de su celda
clamaba sin cesar al pueblo, que no habia ya nada
que hacer y que todo estaba perdido-
Una de las grandes calamidades del espíritu de
aquel partido, ó del espíritu de aquella secta, era
hacer á los que extraviaba indiferentes á la suerte
de la sociedad en que vivían , y á romper los lazos
que los unian á su familia y á la patria. No hay cosa
que aflija mas , que ver hombres apasionados por
un error , y llenos de un orgullo tenaz, para los
cuales seria un espectáculo menos doloroso la caida

(i) Genadio se llamaba Escolarlo antes de ser monge ; habla defen


dido en Florencia la reunion de las dos iglesias, y la combatio con furor
en Constantinopla. Puso encima de la puerta de su celda una tablilla,
donde se leian estas terribles palabras: ¡Miseros romanos! ¿Asi abando
náis la verdad? En vez de psner vuestra confianza en Dios, ¿por qué con
tais con los italianos? perdiendo vuestra fé, perdéis vuestra ciudad. ¡Se
ñor, tened piedad de mi! Protesto en vuestra presencia que no he tenido
parte en este crimen. ¡Miseros romanos! reflexionad, conteneos, y ma
nifestad arrepentimiento; en el momento en que renuncieis á la religion
de vuestros padres, uniendoos á la impiedad, os someteis & una servi
dumbre extrangera." A Genadio le hicieron Patriarca de Constantinopla
despues de la toma de esta ciudad.
lia
del mundo , que el triunfo de una opinion que re
chazan , ó de un adversario que aborrecen. En la
vispera de los mayores peligros estaba llena Cons-
tantinopla de gentes , a las cuales el odio de los
latinos hacia olvidar la llegada y las amenazas de
los turcos. El gran duque de Notaras llegó hasta
decir que quería mas ver en Bizancio el turbante
de Mahomet , que la Tiara del Pontífice de Roma.
INos es inútil recordar aquí que todas las dispu
tas y el aborrecimiento de los griegos á los latinos
era por algunos puntos de disciplina eclesiástica ; y
por esto despreciaban á los francos , sus aliados
naturales, los cargaban de anatemas , é invocaban
las maldiciones del cielo sobre su propia ciudad.
En medio de estas deplorables disputas ya no se
oia la voz del patriotismo y de la humanidad, y
la indiferencia , el egoismo y los temores pusilá
nimes , podian ocultarse bajo la apariencia respe
table de la religion y la virtud. Una gran parte de
la poblacion de Constantinopla habia abandonado
la ciudad ; y entre los que habian quedado , los mas
ricos habian sepultado sus tesoros , que pudieran
haber empleado éa su defensa , y que perdieron en
breve con la libertad y la vida. La ciudad imperial'
no halló en su seno mas que cuatro mil novecien
tos setenta defensores (i) , y el emperador se vio
objigado á despojar las iglesias para mantenerlos.

(i) Por una orden del emperador , se habia anotado el número de loa
ciudadanos y mongea que podian o querian tomar las armas. Entregaron
la lista a Frantza que era camarero mayor del emperador. Frantza, lleno
1 13
De este modo formaban ocho ó nueve mil comba
tientes toda la guarnicion de Bizancio, y la última
esperanza del imperio de Oriente.
Mahomet habia acabado sus inmensos prepara
tivos ; y como la conquista de Bizancio y el pillagb
de Consta ntinopla era la mas rica recompensa que
se pudiera ofrecer al valor de los otomanos , todo*
los soldados se hallaban en algun modo asociados
á la ambicion de su gefe. Entonces vio renovarse
entre los musulmanes el ardor y el fanatismo beli
coso de los compañeros de Ornar y de los primeros
campeones del islamismo. , De todas las regiones
que se extienden desde la cordillera del Tauro hasta
las riberas del Ebro y del Danubio , acudieron una
multitud de guerreros, atraidos al ejército del sultan
por la esperanza del botín, ó el deseo de señalarse
en una guerra religiosa y nacional (i). Para cono
cer á un tiempo la decadencia y debilidad de los
griegos , y la fuerza y poder de los otomanos, bas
tará decir que Coastantínopla , y todo lo que que
daba del territorio del imperio , contenía entonces
menos habitantes que soldados contaba Mahomet
en sus banderas.
El ejército otomano partió de Andrínópolis al

de admiracion y de dolor, advirtio á su amo que Ja nacion no podia con


tar tino oou cuatro j»¡! ouevecicntos setenta romanos, Constantino y »u
ministro guardaron este triste secreto,
(l) Dupas, Chalcondyles y Leonardo de Quio. suben .1 trescientos it
cuatrocientos mil hombres el ejercito del sultan; pero Frantra, que esta
da mas ««rea, y que observo mejor, no cuenta en él roas que doscientos
cincuenta y ocho rail hombrea,
' . . .t. '. \, ....
Tono X. i5
iV,
principio de marzo. Al aproximarse esta terrible
guerra , los turcos no podian contener su alegria,
y su historiador , para expresar la embriaguez que
sentía él mismo , se detiene aquí a describir los
hermosos dias de la primavera. tLa rosa, dice, se
mejante á la halagüeña hermosura , dejaba entre
ver sus atractivos ; el amoroso ruiseñor comenza
ba á dejar oir sus cánticos melancólicos; las pra
deras y las colinas, cubiertas de flore» y de verdor,
parecia que esperaban las legiones del equitativa
sultan (i)." El dia seis de abril plantó Mahomet su
pabellon delante de la puerta de San Roman; y en
breve se dió por una y otra ,parte la señal de los
combates. Desde los primeros dias del sitio, los
griegos y los turcos mostraron todo lo que el arte
de la guerra habia inventado ó peí feccionado entre
los antiguos y los modernos.: En aquellos formida
bles preparativos , no habia olvidado Mahomet la
artilleria , cuyo uso se extendia en el Occidente.
Uno de los cañones fundidos á su vista en Andri-
nópolis (2) tenia proporciones tan gigantescas , que
tíescientos bueyes le arrastraban con trabajo , y

(1) La descripcion de Coggia-Effendi es mucho mas larga: se puede


leer con todos sus pormenores en la traduccion fiel que lia hecho Mr. Gar-
cin de Tassi. (Véanselos extractos de los historiadores turcos, Biblioteca
de las Crinadas).
(2) Un artifice de Dinamarca o de Hungria , fundio aquel enorme ca
ñón de hronce. üicen que su calibre era de doce palmos y arrojaba una
bala de piedra, que pesaba mas de seis quintales. Guando le probaron
¿e oyo la explosion en cien estadios en redondo. El alcance de la bala fue
rie mas de una milla, y se metio una biaza dentro del terreno donde ca
yo. (Véase Leonardo de Quio, ya citado), Coggia-Effcncíi dice que la
bombarda o canoa pesaba 58o quidtalcs.
«> I ,/.>i.> T
•nJ5
que arrojaba una bala de seis ó siete quintales á
una distancia de mas de seiscientas toesas. Todos
los historiadores de aquel tiempo hablan de este
formidable aparato de guerra ; pero no dicen casi
nada del efecto que produjo en el campo de bata
lla. Examinando con cuidado la narracion de los
contemporáneos , y especialmente la descripcion
que nos han dejado de aquellas enormes máqui
nas de bronce que se movían con tanta dificul
tad , nos persuadimos á que en el sitio de Bizancio
la artillería otomana inspiró mas espanto y sorpre
sa , que causó estragos y desgracias. Los turcos no
tuvieron gran destreza ni celo en ayudar á los arti
lleros é ingenieros francos que Mahomet habia to
mado á su servicio ; y fue una gran felicidad para
la cristiandad que un descubrimiento tan funesto
no se perfeccionase entonces en manos de unes
bárbaros , á quien la Europa no hubiera podido re
sistir si hubiesen reunido aquella fuerza nueva a las
ventajas que ya tenían en la guerra.
Los turcos emplearon con mejor éxito otras ar
mas y otros medios de ataque , como las minas
abiertas debajo de las murallas, las torres rodantes
que arrimaban á ellas, y los arietes que las con
movían; las ballestas , que arrojaban vigas y pie
dras , y en fin las flechas , los venablos y aun ei
fuego griego que rivalizaba entonces con la pólvo
ra , y la cual le hizo olvidar bien pronto (i ).

(i) Acerca del sitio y toma de Coustantinopla se pueden consultar


los historiadores griegos, Ducas, FrauUa, Chalcoadyles, Leonardo de
i5:
II*
Todos estos medios de destruccion se emplea
ban á un tiempo , y los ataques se renovaban sin
cesar. A los sitiados les faltaban brazos para servir
se de todas sus máquinas de guerra, y cuando con
sideramos el corto número de los defensores de
Constantinopla , nos admiramos de que hubiesen
podido resistir por el espacio de mas de cincuenta
dias á la innumerable multitud de los otomanos.
Aquella generosa milicia ocupaba una linea de mas
de una legua, rechazaba noche y dia los asaltos
del enemigo, reparaba las brechas de las murallas,
se mostraba en todas partes á un mismo tiempo,
y bastaba para todo, animada por la presencia de
sus gefes (<)>}' especialmente por el ejemplo de
Constantino. Muchas veces favoreció la fortuna
Jos esfuerzos de aquella tropa heroica , y mezcló
alguuos vislumbres de esperanza con el sentimien
to de tristeza y de espanto que reinaba en Cons-
tantinopla.
Los sitiados conservaban la ventaja de que la
ciudad era inaccesible por la Propóntide y por el
lado del puerto; y aunque Mahomet habia reunido
en el canal del mar Negro una escuadra numero-

Quio y Spondanus, año de f453, Bonfini no trae casi ningun pormeser


s.'.lire este gran acontecimiento.
[i) Se lee en Leonardo de Quio un pasage importante y curioso so
bre los medios de defensa de los sitiados: Af in dies docliores noslri facti,
paravere contra hgstes machinamenta, auce tamen avere debentur. Pulvis erat
nitri modica, exigua; teta modica; bombarda si aderent incommoditate loei
primum hostes offendere maccriebus alvcisque Uctos non poterant, Num ti
>¡u(e magna tirani, ne murus conc*teretur noster, quiesetbant.
• ..i
n7
sa , no servia sino para transportar los vivereis y
municiones de guerra. La marina otomana no po
día disputar con la marina de los griegos , y prin
cipalmente con la de lus francos; y los mismos tur
cos confesaban que debian ceder el imperio del
mar á los pueblos cristianos.
Hacia la mitad del sitio se vieron entrar en el
canal cinco navios que llegaban de las costas de
Italia y de la Grecia. Al momento se mueve to
da la escuadra otomana (i) y se adelanta á re
cibirlos; los cerca, los ataca repetidas veces para
apoderarse de ellos ó detenerlos en su marcha,
mientras Mahomet animaba desde la playa á los
combatientes con el gesto y la voz. Cuando ve que
los otomanos iban á ceder no puede detener su có
lera , é impeliendo su caballo al mar, parece que
amenaza los elementos , y como un rey bárbaro
de la antigüedad , acusa á las ondas porque des
conocen su potestad suprema. Por otra parte,
los. griegos reunidos sobre las murallas de la ciu
dad , esperaban con inquietud el éxito del comba
te. En fin , despues de un choque obstinado y san.
griento , todos los navios de los turcos son dispei-

f l) La escuadra turca, colocada en el desembocadero del Bosforo, se


extendia de una á otra orilla en forma' de media luna ; constaba de tres
cientos navios; pero exceptuando diez y ocho galeras de alguna fuerza, ej
leslo de la escuadra se componia de bateles descubiertos, toscamente
construidos y manejados sin ninguna destreza. Estaban llenos de soldados
inexpertos, cuando los ciuco navios Cristianos estaban gobernados por há.
biles pilotos, y montados por veteranos de Italia y de Grecia, muy acos
tumbrados al Ciar, (Véate ai historiador Ducas).
n8
sados y arrojados sobre la ribera ; y la escuadra
cristiana , cargada de víveres y de soldados, llega
triunfante al puerto de Constantinopla.
Esta victoria ganada por los francos, nos mues
tra cuan facil era á los pueblos marítimos de la Eu
ropa el socorrer y salvar á Bizancio. Los musulma
nes, espantados de su derrota, perdieron un mo
mento la esperanza de vencer á los cristianos; y pa
ra reanimar su valor abatido, el cuerpo de los ule-
mas tuvo necesidad de recordarles las promesas
del coran (i). Entretanto Mahomet , que se abra
saba por vengar el ultraje hecho á sus armas, re
solvió hacer el último esfuerzo para apoderarse del
puerto de Constantinopla. Como su entrada estaba
defendida con muchos navios grandes , y cerrada
con «na cadena de hierro que no se podia romper
ni traspasar, el monarca otomano empleó un me
dio extraordinario que los sitiados no habian pre
visto , y cuyo buen éxito debia de mostrar la fuer
za de su voluntad y la extension de su poder. En
una sola noche, setenta ú ochenta navios que es
taban fondeados en el canal del mar Negro, fueron
transportados por tierra hasta el golfo de Ceras (2).

(r) Coggia-Effendi habla de la llegada de estos navio» cristianos; J


añade, que esta victo; ¡a de los francos esparcio la alegria en la ciudad , j
el terror entre loa sitiadores, «[¿os cristianos, dice, semejan tes á la tortu
ga que sale de su concha, sacaron la cabeza fuera.de las murallas , y co
menzaron á vomitar amenazas contra los musulmanes. Estos, se desani
maron de tal modo, que hablaron de lapas, pero los ulemas y los scheiks
determinaron á Mahomet Ha continuar la guerra.
(») El transporte de esta escuadra por tierra, la refiere Coggia Effendi
eou.pocos pormenores, y cita cou este motivo una prediccion esparcida
^ 119
Habian cubierto el camino de tablas untadas con se
bo, sobre las cuales una multitud de obreros y de
soldados hacian resvalar los navios. La escuadra
turca , montada con pilotos, adornada con sus ve
las desplegadas, equipada como para una expedi
cion marítima, avanzó sobre un terreno montuoso
y recorrió un espacio de dos millas al resplandor de
las hachas, al son de clarines' y trompetas, sin que
los genoveses, que habitaban en Gálata, se atrevie
sen á oponerse á su paso. Los griegos, ocupados siem
pre en guardar sus murallas, nada habian sospecha
do de los designios del enemigo; y no conocieron la'
causa ni el objetode aquel tumulto, que se habia oido.
por la noche en la ribera del mar, hasta que al na
cer el dia vieron ondear en el puerto el pabellon*'
otomano.
Puede preguntarse aqUíV'cual, fué la resistencia¡
que debieron oponer los navios que guardaban la''
cadena de hierro , y los que habian entrado en el.
puerto despues de haber dispersado la escuadra oto
mana. Debemos creer que todos cuantos guerreros;
habia en las embarcaciones de los cristianos pelea
ban/entonces en las murallas de la ciudad. Es pro
bable tambien que la parte del golfo en donde ha--

enlre los grii'gos, que decia que Constantinopla caeria cuando se viesen"
surcar por la tierra las escuadras. El medio que empleo Mahomet , hizo
creer á los vasallos de Constantino que habia llegado la hora fatal. Otro
historiador turco, SolakZadeh, cuenta lo mismo, y añade. «Cuando
los griegos vieron esta maravilla, conocieron que su ruina ibaá verificar *
asila palabra> se apago.cn su boca, y el fuego de la desesperacion s»
•iicendio en '«u pécuo.^ " " '
I «O ¡~ N
bian colocado las naves turcas, no tenía bastante
profundidad para los grandes navios, (jomo quiera,-
que sea, los musulmanes se apresuraron á aprove
charse de su ventaja; pues apenas habian echado:
sus barcos, cuando una multitud de obreros se de
dicaron á construir baterías flotantes en el mismo
para ge en que los venecianos habían dado el últi
mo asalto en la quinta Cruzada. !;; , .
Esta empresa atrevida, proseguida con tant.i
audacia y buen suceso, derramó Ja turbacion y la
consternacion entre los sitiados, que hicieron mu
chas tentativas para quemar la escuadra, y destruir,
los trabajos comenzados del enemigo» y acudieron,
en vano al socorro del fuego griego que tantas ve
ces habia salvado á Consta ntinopla del ataque de
los bárbaros. Cuarenta de sus guerreros mas intré
pidos, engajados por su valor imprudente, y qui
zá tambien por los genoveses , cayeron en manos
de los turcos, y la muerte de los mártires fue el
premio de su generoso sacrificio.
Constantino usó de represalias , y mandó ex
poner sobre las murallas de la ciudad las cabezas
de setenta cautivos. Este modo de hacer la guerra
anunciaba que los combatientes no escucharían ya
sino las inspiraciones de la desesperacion ó los
furores de la venganza. Los musulmanes, que re
cibian refuerzos diariamente, proseguían e! sitio sin
descanso, y la seguridad de la victoria redoblaba su
ardor. Constantinopla se hallaba acometida por mu
chas partes á un tiempo, y la guarnicion, debilita
da ya por los combates y los trabajos de un largo
1*1
sitio, se veía obligada á dividir sus fuerzas para de
fender todos los puntos amenazados.
Habian omitido el reparar las fortificaciones de
la ciudad por el lado del puerto ; y por el de Occi
dente se arruinaban muchas torres (i), especial
mente la de san Roman. En esta situacion casi des
esperada, lo mas deplorable era el ver á los defen
sores de Bizancio entregados al espíritu de discor
dia. Se suscitaron violentos debates entre el gran
duque Notaras (2) y Justiniani que mandaba los
guerreros de Genova. Estos y los venecianos estu
vieron muchas veces á punto de llegará las manos;
y la historia apenas puede indicar el motivo de
aquellas desventuradas querellas. Tal era la cegue
dad producida por el espíritu de envidia ó mas bien
por la desesperacion, que aquellos guerreros es
cogidos que sacrificaban diariamente su vida á la
noble causa que habian abrazado , se acusaban re
ciprocamente de cobardia y de traicion.
Constantino procuraba apaciguarlos , y siempre
tranquilo en medio de los partidos irritados , pare
cia que no tenia otra pasion que el amor de la pa
tria y de la gloria. El carácter que mostró en me
dio de los peligros , hubiera debido grangearle la
confianza y el afecto del pueblo; pero el espíritu

(1) La artilleria de los turcos derribo cuatro torres junto á esta puerta.
(a) Coggia-Effendi dice, que la dirision entre los Cruzados, nacio de
que el emperadorbabia confiado á los soldados francos la defensa de la
puerta de Andrinopolis, que era une de los puestos mas importantes de la
guarnicion. ' ,i ,
Tomo X. 16
123
turbulento y sedicioso de los griegos, y la vanidad
de sus disputas, no les permitían apreciar la verda
dera grandeza. Culpaban á Paleólogo de las des
gracias que no eran obra suya, y que su virtud so
lo podia reparar ; le acusaban de que concluía la
ruina de un imperio que todo el mundo abandona
ba, y que él era el único que podia defender. Noso-
lameute no se respetaba ya la autoridad ni las inten
ciones del principe, 8Íno que todo lo que sobresalía
porsu clase ópor su carácter, era un objeto de repro
bacion ó de desconfianza. Por una consecuencia de
este espíritu inquieto , que en los desórdenes pú
blicos impele a la multitud á buscar apoyos desco
nocidos , ciertas predicciones , acreditadas en el
pueblo, anunciaban que la ciudad de los Césares
no podia salvarse sino por un miserable mendigo á
quien Dios habia de entregar la espada de su có
lera.
A proporcion que se acercaba el dia de las gran
des calamidades, el pueblo y el clero se precipita
ban en las iglesias. Expusieron solemnemente la
imágen de la Virgen patrona de Constantinopla, y
la llevaron en procesion por las calles. Estas pia
dosas ceremonias eran sin duda edificantes, pero
no inspiraban el valor necesario para defender la
patria y la religion amenazadas ; y el cielo en los
grandes peligros de la guerra, no escuchaba los rue
gos de un pueblo desarmado y trémulo, y sobre
todo dominado por el furor del cisma y de la he-
regía.
Durante el sitio se habia hablado muchas veces
123
, de una capitulacion (i). Manome t exigía que se le
entregase la capital de un imperio del cual poseía
todas las provincias, y permitía á los griegos reti
rarse con sus riquezas. Paleólogo consentía en pa
gar un tributo ; pero quería quedarse dueño de
Constantinopla. En fin , en el último mensage, el
sultan amenazaba al emperador griego de que lesa-
crificaria con su familia, y dispersaría su pueblo
cautivo por toda la tierra, si persistía en defender
la ciudad. Mahomet ofrecia á su enemigo un prin
cipado en el Peloponeso; pero Constantino desechó
esta proposicion , y prefirió una muerte gloriosa.
El sultan mandó anunciar á su ejército un ata
que próximo y general ; las riquezas de Constanti
nopla , los cautivos y las mugeres griegas debian de
recompensar el valor de sus soldados, y él se reser
vaba la ciudad y sus edificios. Varios heraldos de
armas repitieron en alta voz por todo el campo:
t Dichosos los que van á recoger la palma de la
victoria; desgraciados de loe que quieran huir, por
que no pueden libertarse de la justicia de Maho
met, aun cuando tuvieran las alas de un pájaro."
Para aumentar el entusiasmo religioso y guerre
ro , algunos dervis recorrieronlas filas del ejército
otomano, exhortando los soldados á purificar su
cuerpo con las abluciones , y sus almas con la ora
cion , y prometiendo las delicias del .paraiso , á los

(i) ChalcondylesyDucas no estan de acuerdo en la época ni en los


pormenores de la negociacion. Si se ha de creer a FranUa, Constantino
uo penso nunca en rendirte.
16:
124
defensores de la fe musulmana (i). Luego que la»
noche principió á cubrir la tierra , se dió orden á
todos los guerreros musulmanes para que atasen
hachas encendidas en las puntas de las lanzas. De
este modo los sitiadores debian de estar siempre
dispuestos á dar un asalto, y los sitiados no podian
tener solo un momento de seguridad. Aquella mul
titud de hachas iluminaba á lo lejos el horizonte y
las riberas del mar (estas son las expresiones He un
historiador turco ) se parecian á un campo cubierto
de rosas y de tulipanes. El emperador otomano se
presentó entonces en medio de su ejército, prometió
de nuevo á sus soldados el saqueo de Bizancio , y
para dar mayor solemnidad á su palabra, juró por
el alma de Amurales, por cuatro mil profetas, por sus
hijos, y en fin, por su cimitarra. Todo el ejército
mostró su alegría, y repitió muchas veces esta acla
macion: Dios es Dios, y Mahomet es enviado por
Dios. Despues que se concluyó esta ceremonia guer
rera, mandó el sultan, bajo pena de muerte, que se
guardase en todo el campo un profundo silencio-
Desde entonces ya no se oyó al rededor de Cons-
tantinopla sino el tumulto confuso de un ejército

(i) Mahomet contaba principalmente con el efecto de las recompen


sas temporales y visibles. Prometio doble sueldo a las tropas que queda-
ten vencedoras. • La ciudad y los edificios me pertenecen, dijo el sultan,
pero os dejo los cautivos y el botin , los metales preciosos y las mugeres
hermosas. Sed ricos y felices. Las provincias de mi imperio son numero
sas: el intrépido soldado que suba el primero á los muros de Constanti-
nopla, será gobernador de las mas agradables y opulentas, y tal sei'á mi
reconocimiento, que obtendrá mas riquezas y honores que puede desear,"
135
en que todo estaba en movimiento para los prepa
rativos de un combate terrible y decisivo.
En la ciudad velaba la guarnicion sobre las mu
rallas , y seguía con inquietud los movimientos del
ejército otomano. Habian oido con espanto las acla
maciones estrepitosas de los turcos ; y el silencio
que de repente las habia seguido, redoblaba el ter
ror. El resplandor de los fuegos enemigos reflejaba
en la punta de las torres y en las cúpulas de las
iglesias , y aumentaba la obscuridad horrorosa que
cubria la ciudad. Constantinopla, en donde todos
los trabajos de la industria , ó todos los cuidados
ordinarios de la vida se habian interrumpido, esta
ba sumergida en una calma profunda , sin que na
die disfrutase en ella el descanso ni, el sueño : pre
sentaba el aspecto lúgubre de una ciudad, á la cual
habia dejado desierta una gran calamidad. Unica
mente se oian al rededor de los templos algunos so
nidos lamentables , y la voz de la oracion que im
ploraba la misericordia del cielo.
Constantino reunió los principales gefes de la
guarnicion , para deliberar acerca de los peligros
que amenazaban al imperio. En un discurso paté
tico , procuró reanimar el valor y la esperanza de
sus compañeros de armas; y hablando á los griegos
de la patria , y á los áuxiliares latinos de la religion
y de la humanidad , los exhortó á la paciencia y es
pecialmente á la concordia (i). Los guerreios que

(i) Frantza, que asistio á esta triste asamblea , la describe de una n


ñera patética: «Los guerreros, armados deí' valor de la desesperacii
126
asistían á este último consejo , escucharon al em
perador en un melancólico silencio , sin atreverse á
preguntarse unos á otros sobre unos medios de de
fensa que todos juzgaban inútiles. Se abrazaron
llorando, y se volvieron á las murallas llenos de
los mas tristes presentimientos.
El emperador entró en la iglesia de santa Sofia,
' donde recibió el Sacramento de la Comunion : la
tristeza que se advertia en su rostro , la piadosa hu
mildad con que solicitaba el olvido de sus injusti
cias y el perdon de sus tulpas, y las palabras afec
tuosas que dirigió al pueblo, y que se parecian á una
despedida eterna debieron aumentar la consterna
cion general. Amaneció én fin el último dia del im
perio romano, que era el veinte y nueve de mayo;
las trompetas y los tambores resonaron en el cam
po de los turcos , y la multitud de los soldados mu
sulmanes se precipita á las murallas de la ciudad.
El asalto se da á un tiempo por la parte del puer
to y por la puerta de san Rofnan. En el primer cho
que , los sitiadores hallan en todas partes una viva
resistencia , porque los catalanes y los genoveses
mostraban todo lo que puede el valor de los fran-

lloraron y se abrazaron ; y á pesar de sus familias y sus riquezas se sacrifi


caron á la muerte. Todos los gefes fueron a su puesto, y pasaron la noche
guardando con vigilancia las murallas."
Frantza y Leonardo de Quio , ponen en boca del emperador un dia-
curso diferente. El que le atribuye Leonardo, muestra mas considera
cion con los latinos que servian de auxiliares. El discurso de Frantza, tie
ne mas bien el estilo de un sermon , que de una arenga digna del principe
'y de las circunstancias.
127
cos. Paleólogo peleaba al frente de los griegos , y
la vista solo de la bandera imperial, llenaba de te
mor á los guerreros otomanos. Trescientos arche-
ros , que habian venido de la isla de Creta, sostu
vieron gloriosamente la antigua celebridad de los
cretenses, por su valor y destreza en lanzar las fle
chas. En esta valerosa milicia , es justo distinguir
al Cardenal Isidoro, que habia hecho reparar á sus
expensas las fortificaciones que estaba encargado
de defender , y que peleó hasta el fin del sitio al
frente de los soldados que habia conducido de Ita
lia. La historia debe tambien elogiar á los monges
de san Basilio , que habian sin duda adoptado el
partido de la union; y cuyo valor y muerte glorio
sa, expiaron la ciega y fatal obstinacion del clero
de Bizancio.
El historiador Frantza, compara las filas estre
chas de los musulmanes, á una cuerda apretada y
tendida que hubiera rodeado á la ciudad (i). Las
torres que defendian la puerta de san Roman , se
habian hundido á los golpes del ariete y á las des
cargas de la artillería otomana (2). Habian tomado
los muros exteriores , y los muertos y heridos, con
fundidos con las ruinas, habian colmado los fosos.
En aquel horrible campo de batalla , peleaban sin

(0 Broas dice, qnc doscientos cincuenta mil turcos tuvieron parte


en el asalto general. No comprende enesle número los diez mil guardias'
marineros; soldados de marina.
(a) Coggio-Effendi, habla de las brechas abiertas en las murallas de
Ta'ciudad, de este modo: «Las murallas de Constantinopla, semejanles al
corazon de un amante desgraciado , sé rompieron por mil partes,"
128
cesar los defensores de. Bizancío , y nada podia can
sar su constancia , ni alterar su valor. . • • . .
Despues de dos lloraste un choque espantoso,
se adelantó Mahomet con\sus tropas escogidas y
diez mil genizaros. Aparecia|cn medio de ellos con
.una maza en la mano¿ semejante al angel , de la
destruccion; sus miradas amenazadoras animaban
el ardor de los soldados; y con el gesto les mostra
ba los parages que era necesario atacar. Detras de
los batallones que conducia , una cuadrilla de aque
llos hombres, á quien el despotismo musulman en
carga la ejecucion de sus venganzas , castigaba, ó"
contenia á los que querían huir , y los obligaba á
correr á la mortandad. El polvo que se levantaba
de los pies de los combatientes y el humo de la ar
tillería , cubría el ejército y la ciudad. El ruido de
los tambores y de los clarines , el estrépito de las
ruínasela explosion del cañon y el choque de las
armas, no permitían ya escuchar la voz delos ge-
fes. Los genizaros peleaban en desorden , y Cons
tantino , que lo habia observado , exhortaba á sus
soldados á que hiciesen el último esfuerzo, cuando
la suerte del combate se cambió repentinamente.
Habiéndole alcanzado á Justiniani una flecha , el
dolor que le causó la herida , le obligó á abando
nar el campo de batalla (i). Los genoveses y la ma-

(t) El historiador turco Coggia , refiere la herida de Justiniani de


Ctta suerte : «El general de los francos subio á las murallas , a fia
de rechazar los batallones de Mahoma. En el mismo instante , un jd-
ven musulman , agarrándole ó la cuerda de la firme resolucion 3 se arrojé
iag
yor parte de los auxiliares latinos siguieron su eje m
plo. Los griegos , que se quedaron solos , se ve n
muy pronto agobiados por el número ; y los turcos
traspasan las murallas, se apoderan de las torres y
rompen las puertas. Constantino peleaba todavía;
pero en breve , traspasado de heridas (i), cae en
la multitud delos muertos, y Constantinopla que
da sin gefes y sin defensores.
¡Qué espectáculo el de un imperio que ya no
tiene un momento de existencia y va á concluir en
medio de los furores de la guerra y bajo la cuchi
lla de los bárbaros! De repente no tiene la socie
dad lazos que no se rompan; la religion, la patria

como una araña sobre los muros de la plaza, y habiendo tirado de abajo
arriba un tajo con la espada , hizo salir rolando de un solo golpe el alma
de aquel cristiano, como se echa al buho del centro de las ruinas. AI
verlo , se precipitaron los francos en el camino de la fuga , etc." Esta nar
racion no está conforme con la de los historiadores griegos y latinos, qus
nos parecen en esto mas dignos de fé. Frantia censura amargamente I»
evasion de Justiniani; Ducas habla de ella con mas moderacion ; Leonar
do de Quio , clama con indignacion contra este general , y el historiador
Folietta, dice que una herida grave le obligo á retirarse del combate.
(a) Coggia-Effcndi , refiere de este modo los últimos momentos de
Constantino: «El príncipe griego, hallando á los musulmanes ocupado*
en el pillage, mato muchos. Uno de ellos , nadando en su sangre y viva
todavia, se levanta de repente, animado per la desesperacion; precipita
al enemigo del islamismo de su silla dorada , le derriba sobre la tierra
negra , y hace llover sobre su cabeza las hormigas de su cimitarra guerrera.
Los que acompañaban al emperador , huyeron; ninguno de ellos quedo
en el sitio del combate. . |
Ducas dice , que el emperador fue muerto por dos soldados turcos ; y
Chalcondyles , que fue herido en el hombro y despues despachurrado de
bajo de la puerta de la ciudad. Frantza, llevado por su desesperacion,
se precipito en medio de los turcos , y no fue testigo de la muerte de
Constantino. >
Tomo X. 17
i3o
y la naturaleza , no tienen ya leyes que puedan in
vocar; y los consejos dela sabiduría y la experien
cia son ya inútiles. Todo el ascendiente y esplen
dor que puede tener la virtud , el genio y el valor
mismo , no sirven ya para distinguir ni proteger á
los ciudadanos. ¡Nadie posee ya aquellos magnifi
cos palacios que envanecian á los príncipes. Nadie
tiene ya asilo ni morada entre los numerosos edi
ficios de una gran capital. La ciudad no tiene ya
guerreros ni magistrados, nobles ni plebeyos, po
bres ni ricos ; y toda la poblacion no es mas que un.
rebaño de esclavos que espera con espanto la pre
sencia de un dueño irritado. Tal era Constantino-
pla en el momento en que los vencedores se dispo
nían á entrar en ella.
Cuando algunos de los que habian defendido
las murallas (i), volvieron á entrar en la ciudad
anunciando la llegada de los turcos , no los qui
sieron creer; pero luego que vieron llegar los bata
llones musulmanes, el pueblo, dice el historiador
griego Ducas, estaba medio muerto de espanto y no
podía ya respirar. La multitud huia por las calles
sin saber donde iba , arrojando gritos agudos. Mu-

(1) Va genizaro, llamad» Hassan, de una estatura gigantesca, y da


ana fuerza de atleta, fue el primero qne meraciola recompensa prome
tida por el sultan. Con la cimitarra en un» mano y el broquel en la otra,
escalo el muro exterior. De treinta guerreros que seguian sus pasos , diez
y ocho perecieron al acero del enemigo. Luego que llego arriba , defen
diendose cou doce de sus compañeros, cayo precipitado al foso ¡ se le
vanto de rodillas ; pero quedo al punto sepultado debajo de una graniza
da de dardos y piedras. {.Véanse los historiadores Ducas y Coggia-Enendi).
.5i
geres , niños y ancianos, corrían á las iglesias , co
mo si los altares de Cristo hubieran sido un asilo
contra los feroces discipulos de Mahomet.
No tenemos que describir los desastres que si
guieron á la toma de Constantinopla. La mortan
dad de los habitantes desarmados, la ciudad entre
gada al saqueo (i), los lugares santos profanados,
las vírgenes y las matronas oprimidas de ultrajes,
una poblacion entera cargada de cadenas : tales
son las narraciones lamentables que se hallan á un
tiempo en los Anales de los turcos, de los griegos
y de los latinos (a). Esta fue la suerte funesta de
aquella ciudad, que las frecuentes revoluciones ha
bían cubierto de ruinas, y que llegó en fin 6 ser
el juguete y la presa de un pueblo , al ¡cual habia
despreciado largo tiempo. Sí alguna cosa puede con
solar , en medio de tantas escenas dolorosas , es la
virtud de Constantino , que no quiso sobrevivir' á

(i) El historiador turco que hemos citado, habla asi de la toma j


saqueo de Constantinopla: «Con el permiso del sultan , las tropas afor
tunadas saquearon la ciudad durante tres dias y tres noches. Al tercer dia,
los heraldos dela corte sublime , dieron á conocer la voluntad de Maho
met, tan absoluta como el destino: era que los soldados cesasen en el sa
queo ; no hiciesen mala nadie y permaneeie¡en tranquilos. Habiendose eje
cutado esta orden auguata , las espadas entraron en la vaina , y los arcos
en (2)
el ángulo del reposo."
El historiador turco, despues de haber Celebrado' la última victo
ria del islamismo, que hizo callar el ruido detestable de las campanas, y
que hizo desaparecer de las iglesias las imágenes que le manchaban , con
cluye asi su narracion : «Aquella mansion encantada , que rivaliza con la
ciudádtla Verde del cieto, llena por mucho tiempo de insectos y reptiles,
Fue por la gracia de Dios, la morada de los musulmanes, y la llave de aquel
pais asi conquistado, abrió.la cerradura de'madiai de las tosas dificiles.
su patria, y cuya muerte fue la última gloria del
imperio de Oriente.
Viendo la debilidad del imperio griego y el po
der de sus enemigos , nos admiramos de que pu
diese resistir-tan largo tiempo. Los otomanos te
nían todas las pasiones que favorecen la conquista,
y los griegos ninguna de las cualidades que sirven
para la defensa : para convencernos de esto, no hay
mas que observar el modo de proceder de los dos
pueblos. Luego que Mahomet anunció su empresa,
los otomanos acudieron armados de todas las pro
vincias de sn imperio * cuando á la primera noticia
dril sitio, abandonó la ciudad una gran parte de la
poblacion de Constantinopla. Hemos visto que los
dervis animaban á los soldados musulmanes, y les
presentaban la guerra contra los griegos como una
guerra santa. Los sacerdotes griegos , al contrario,
desanimaban los defensores de Bizancio , y poco
faltó para que no mirasen la resistencia de Cons
tantino como una accion sacrilega. En medio de
los asaltos dados á la ciudad imperial , los solda
dos turcos , para llenar los fosos , echaban en ellos
sus tiendas y bagages , prefiriendo la victoria a to
do lo que poseían. Sabemos que al mismo tiempo,
los griegos mas ricos se ocupaban en esconder sus
riquezas, prefiriendo sus tesoros á la patria (i ). Pu-

{i) Frantza refiere , que habiendo el gran duque Lucas Notaras , pre
sentado á Mahomet un rico tesoro que habia conservado para suavizar el
genio de aquel principe, elsultan le reprendio con mucha aspereza , por
que no habia empleado aquellas riquezas en socorrer á su emperador, á la
ciudad y á su patria. (Lib* 3, cap. 18).
i33
diéramos añadir otros hechos notables ; pero es
tos nos manifiestan bastantemente de qué parte es
taba la fuerza. Lo que debia especialmente presa
giar la ruina de Bizancio , es la poca confianza que
los griegos tenian en la duracion de su imperio.
Los antiguos romanos , nunca mostraron mejor el
poder y el ascendiente de su patriotismo , que lla
mando á Roma ta ciudad eterna. Constantinopla
vió disminuirse el número y debilitarse el valor de
sus defensores , á proporcion de la facilidad con que
se acreditaban en el pueblo algunas predicciones
siniestras acerca de su próxima ruina.
Cuando Bizancio , á principios del siglo XIII,
cayó bajo los golpes de los latinos, el imperio te
nia entonces grandes medios de defensa , y sin em
bargo, hicieron su conquista veinte mil Cruzados;
lo cual prueba que el valor de los francos era muy
superior al de los turcos. Este seria quizá el lugar
de examinar cuál fue el influjo de las Cruzadas en
el destino del imperio de Oriente. En la primera
expedicion de los latinos, se hallaba el Asia menor
libre de los turcos, que eran ya dueños de Nicéa y
amenazaban á Constantinopla; pero los Cruzados
vendieron muy caros sus servicios; y por una par
te la violencia, y por otra la perfidia, turbaron la
armonia que hubiera debido subsistir entre los grie
gos y latinos. En fin, la toma de Constantinopla
por los francos, dió un golpe mortal al imperio de
Bizancio (i). En medio de la guerra, el odio au-

(1) Lus latinos, dice Gibbon, do habian arruinado mari que su imperio (de
Constantinopla); pero los musulmanes rencedores destruyeron la religion.
i34
mentó la cisma, y esta á su vez, mantuvo y redo
bló el odio reciproco. Esta division favoreció los
progresos de los turcos y les abrió las puertas de
Constantinopla.
Los bárbaros que trastornaron el imperio de Oc
cidente, habian adoptado la religion y las costum
bres de los pueblos vencidos, y por esto desapare
cieron poco á poco las señales de la invasion y de
la conquista. Los turcos, al contrario , querían que
triunfase el coran, y querían establecer sus leyes
y sus costumbres en todos los parages en donde
llevaban sus armas. Despues que se apoderaron de
Bíiiancio, la religion , las costumbres , el lenguage,
los recuerdos de ra 'Grecia, y aun el nombre mis
mo de la ciudad conquistada , todo lo destruyeron
y mudaron. Como la capital que acababan de con
quistar, era para los infieles la puerta del Deciden'
te, la Europa cristiana , que durante dos siglos ha
bía enviado sus escuadras y ejércitos al Asia , de
bió al fin temblar por sí misma ; y desde enton
ces las Cruzadas tomaron un nuevo carácter, y ya
no fueron otra cosa que guerras defensivas.
vvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvv

HISTORIA

LIBRO VIGÉSIMO.

Cruzadas contra tos turcos.

El Occidente habia visto con indiferencia los pe


ligros que amenazaban al imperio griego ; pero al
saber el último triunfo de Mahomet , todos los pue
blos cristianos se sobrecogieron de espanto , cre
yendo ya ver los genizaros derribar los altares del
Evangelio en la Hungría y en la Alemania. Se estre
mecian al pensar que la Italia no se libertaria de
la dominacion de los turcos, y que algun dia se oi-
ria predicar el coran en las iglesias de Roma, trans
formadas en mezquitas. En todas partes se susci
taban murmuraciones contra el Papa Nicolao V,
al cual le acusaban de no haber predicado una Cru
zada para precaver la desgracia que lloraba toda la
cristiandad. Algunos socorros enviados antes del
sitio , hubieran efectivamente salvado á Constanti-
nopla , pero habiendo caido la ciudad en poder de
los bárbaros , era ya esta pérdida irreparable. La
i36 .
reunion de todas las potencias cristianas podian úni
camente arrancar á los turcos su conquista, y esta
reunion encontraba cada dia mayores obstáculos.
En vano, para conmover todavía de nuevo al
Occidente , la elocuencia de los oradores cristianos
se dirigió unas veces al dolor , y otras á la piedad
de los fieles (i) ; en vano emplearon sucesivamen
te el poder de los pensamientos religiosos y el as
cendiente de la caballería : todo el mundo lamentó
los progresos délos turcos; pero una ciega' resigna
cion , ó mas bien una cruel indiferencia, ocupó muy
pronto el lugar de la consternacion universal.
Pocos meses despues de la toma de Constanti-
nopla, Felipe el Bueno, duque de Borgoña, reunió
en Lila, en Flandes, toda la nobleza desus estados;
y en una fiesta, cuya relacion fiel nos ha conserva
do la historia , procuró despertar el celo y el valor
de los caballeros esforzados , con un espectáculo de
todo lo que podia entonces herir su imaginacion ca
balleresca. Presentó primeramente á la asamblea un
gran número de cuadros y de escenas curiosas, en
tre los cuales se distinguían los trabajos de Hércu
les , las aventuras de Jason y de Medea , y los en-

(i) El soberano Pontifice escribio un diploma apostolico , en el cual,


despues de haber hecho una pintura de los males espantosos que habian ya
causado los turcos á la iglesia , exhortaba á todos los fieles á cruzarse con
tra ellos. Concedia para esta guerra todos los frutos y rentas qae recibia
la Cámara apostolica delos beneficios de los Arzobispos, Obispos, Aba
des, etc., y el diezmo de las rentas de los Cardenales , etc. Recomendaba
la paz á todas las potencias. Este diploma estí dado en Roma la vispera
de las calendas de octubre de i í 5 j.
.canto» de Melusina (i), Vieron llegar despues á la
sala del festín el simulacro de un elefante conduci
do por un gigante sarraceno, y llevando una torre
de donde salia una matrona vestida de luto , que re
presentaba la iglesia cristiana. Habiendo llegado el
elefante delante de la mesa del duque de Borgoña,
la dama cautiva recitó una larga querella en verso
sobre los males de que estaba oprimida , y dirigién
dose á los principes, á los duques y á los caballeros,
se lamentó de la lentitud é indiferencia que ponian
en socorrerla. Entonces apareció un heraldo de ar-*
mas que traia en la mano un faisan , ave que la ca
balleria habia adoptado como el simbolo del pre
mio y del valor. Dos nobles señoritas y muchos ca
balleros del toison de oro se acercaron al duque, y
le presentaron el ave de los valientes, rogándole que
los tuviese en la memoria. Felipe el Bueno , que sa
bia , dice Oliveros de la Marche, con qué intencion
tenia aquel banquete , dió una mirada de compasion
á la señora que representaba la santa iglesia (a) , y
sacó del pecho un escrito que el heraldo de armas le
yó en alta voz. Eu este escrito, el duque prometía pri
meramente d Dios, su criador, d la muy santa Virgen,

(1) ^Oliveros de la Marche , despues de hacer la descripcion de la fies


ta y de los diversos espectáculos que presentaron á los convidados, añade:
•^TaleS fueron los intermedios mundanos de aquella fiesta , que dejaré á
otros el hablar de ellos, para contar un intermedio lastimero,, mas par
ticular que .todos los demasíete.
(2) Oliveros de la Marche dice que el duque de Borgoña habia ya
determinado tres años antes , el hacer usa Gratada cODtra los tarcos, en
una asamblea celebrada en Mqns, ' «. >s ;,'«> . ,
Tomo X. 18
i33
y después d las damas y al faisan, que «si complacia
al rey de Francia el expouersu cuerpo por la defen
sa de la fe cristiana, y resistir á la maldita empre
sa del gran turco, le serviría con su persona y su
poder en dicho santo viage, lo mejor segun la gra
cia que Dios le concediese ; si el dicho rey encarga
ba esta santa expedicion á algun principe de su san
gre ú otro señor, se obligaba a obedecerle ; y si por
sus grandes negocios no estaba dispuesto á ir allá ni
á enviar, y otros poderosos príncipes tomaban la
Cruzada , se ofrecia á acompañarlos lo mas lejos que
pudiese. Si durante el santo víage, podia por algu
na Tía 6 manera que fuese, saber ó conocer que el
dicho gran turco tuviese voluntad de pelear con él
cuerpo a cuerpo, él, Felipe, por la dichafe cristiana
le combatiría de buena gana con el socorro de Dios
Todopoderoso y de su muy dulce Virgen madre, á
quienes llamaba siempre en su ayuda."'
La señora que representaba la santa iglesia, dio
gracias al duque por el celo que manifestaba en su
defensa. Todos los señores y caballeros que estaban
presentes, invocaron sucesivamente el nombre de
Dios y de la Virgen , sin olvidar las damas y el fai
san, y juraron consagrar sus bienes y sus vidas alser-
vicio de Jesucristo y de su muy temido señor el du
que de dorgoha. Todos' expresaron el! más ardiente
entusiasmo , y ajgunos se distinguieron. por la rare
za y singularidad de sus promesas. El conde de Es
tampas, sobrino de Felipe el Bueno, se obligabá,á
proponer un cartel á algunos grandes principes y se
ñores de la compañía del gran turco , y prometía pe
'i3g
iear con ellos cuerpo d cuerpo, dosd dos, tres d tres,
cuatro d cuatro , cinco d cinco, etc. El bastardo de
Borgoña juraba dar uu combate á un turco , de
cualquiera manera que quisiese pedir , y se obligaba
á hacer llevar el desafio al palacio del turco. El se
ñor de Pons hacia el juramento de n© permanecer
en ninguna ciudad hasta que hubiese encontrado
un sarraceno que pudiese combatir cuerpo á cuer
po, con ayuda de nuestra Señora , por cuyo amor
no se acostaría jamas en cama er> sábado, antes de
cumplir enteramente su voto. ¡ ,\>p - );¡>¡;
Otro caballero se obligaba , desde el dia de su
partida , d no comer el viernes cosa que hubiese reci
bido la muerte, «hasta que hubiese llegado á las ma
nos con uno ó muchos enemigos de la fér si la ban--
dera de su señor y la de los sarracenos estaban des
plegadas para el combate , hacia v.oto de ir derecho
á la bandera del gran turco , echarla por tierra , ó
morir en castigo (i)." El señor de Toulongeon, lue
go que llegase al pais de los infieles, habia de de
safiar á uno de los hombres de armas dei gran tur
co , y pelear contra él .en presencia de su señor el

(i) Algunos historiadores modernos , que han hablado de estas pro


mesas de los caballeros , han exagerado su singularidad. líe visto en una
de estos autores, Mr. de Salaberry, Historia del imperio otomano, esta fra-
le: nEn fin, lo que da una ideado la devocion de estos Cruzados nuevos , ei
fue hubo uno de ellos que declaro que si hasta el momento de la partida na
podía lograr el cariño de su dama, secutarla con la primera señorita que ha
llase y tuviese veinte mil escudos/' Nada hemos encontrado semejante i
estoen Monstrelet , ni en Oliveros de la Marche, que son las únicos au
tores de aquel tiempo» que hablan d« esta fiesta. : , £ , / , .•: > .,,
1$;
duque de Borgoña, ó si el sarraceno no quería ve
nir, hacia propósito de ir á combatirle en presencia
del dicho gran turco, con tal que pudiese tener buena
seguridad.
Todas estas promesas, que no llegaron á cum
plirse, sirven á lo menos para darnos á conocer el
espíritu y las costumbres de la caballeria. La sen
cilla confianza que tenian los caballeros en sus ar
mas , nos muestran lo poco que conocian á los ene
migos á quienes declaraban de este modo la guerra.
Despues que cada uno expresó sus votos , una
señora vestida de blanco y que traia en la espalda
esta inscripcion en letras de oro : Gracias d Dios,
vino á saludar á la asamblea y presentó doce seño
ras con doce caballeros. Estas señoras figuraban
doce viitndes ó cualidades, cuyo nombre llevaban
en la espalda : fe, caridad , justicia , razon, pruden
cia, templanza, fuerza, verdad, liberalidad, diligen
cia, esperanza, valentía: tales eran las virtudes de
la caballería que debian de dirigir la Cruzada.
- leyendo la descripcion de esta fie»ta caballeres
ca , se ha podido ver todo lo que quedaba entonces
de los sentimientos belicosos y de la heroica piedad
que habian animado á los compañeros de Godofre-
do, de Luis VII , de Felipe' Augusto , y del rey Ri
cardo. Cuando nos acordamos del Concilio de Cler-
mont, de las predicaciones de Pedro el Ermitaño
y de san Bernardo, del entusiasmo grave, de la de
vocion austera que presidia los juramentos de los
primeros Cruzados ; cuando vemos despues Las so
lemnidades brillantes de la caballería, las promesas
*4>
medio profanas y medio religiosas de los caballeros,
en fin , todos los espectáculos mundanos en medio
de los cuales se proclamaba la guerra santa , nos
sentimos de repente transportados á otro siglo y á
una sociedad nueva. La religion , que habia llevado
al Asia toda la Europa , no tenia ya ningun impe
rio si las damas no eran sus intérpretes , y si las pre
dicaciones de la iglesia no se mezclaban a las fies
tas yá los usos de la caballería.
Sabemos ademas que esta clase de predicacio
nes no dejó una impresion profunda y duradera en
el corazon delos caballeros, y no tuvo especialmen
te ningun influjo en la multitud , que no asistia á
aquel espectáculo, y quenada hubiera comprendido
de él si hubiera asistido. No sucedia lo mismo en
las asambleas de los fieles convocadas por el gefe
de la iglesia, á donde todo el mundo era llamado
y donde el pueblo , como los grandes, se apasiona
ba por la defensa de la causa comun y de las opi
niones dominantes. Tampoco podemos dejar de re
conocer aquí que el espíritu religioso fue siempre
el móvil mas activo y mas poderoso entre los hom
bres, y que en los siglos, cuya historia referimos,
ninguno otro móvil tomado de las pasiones huma
nas hubiera podido mover el mundo, como el que
habia producido y mantenido el entusiasmo de las
Cruzadas. .; .
Sin embargo, algunos hombres piadosos hicie
ron increíbles esfuerzos para que reviviesen los pri
meros tiempos de las guerras santas. Juan Capis
l42
trano(i), religioso de san Francisco, y Silvio Eneas,
Obispo de Sena, no omitieron ninguno de los me
dios que podian inflamar los ánimos y excitar la de
vocion belicosa de los Cruzados. El primero, que
estaba en opinion de santo, recorría las ciudades
de la Alemania y de la Hungría, hablando al pue
blo reunido de los peligros de la fe y de las amena
zas de los infieles. El segundo, que era uno de los
Obispos mas ilustrados de su tiempo , versado en las
letras griegas y latinas , y orador y poeta , exhortaba
á los príncipes á tomar las armas para precaver la
invasion de sus propios estados , y salvar la repú
blica cristiana de una próxima destruccion.
Eneas Silvio escribió al soberano Pontífice, y se
esforzó en despertar su celo, diciéndole que la pér
dida de Constantinopla mancharía eternamente su
nombre si no hacia los mayores esfuerzos para aba
tir el poder de los turcos. El piadoso orador pasó á
Roma, y predicó la Cruzada en un consistorio (2);
y para mostrar la necesidad de una guerra sarita,
citó sucesivamente delante del Papa y de los Car
denales la autoridad de los filósofos griegos y la de
los Padres de la iglesia. Deploró la servidumbre de
Jerusalen, cuna del cristianismo, y la servidumbre
de la Grecia , madre de las ciencias y de las artes.

(1) Juan Gapistrano era de una familia noble de Anjou.


(1) En el tomo II de la Coleccion de los historiadores alemanes de
Struve , se halla el discurso que Eneas Silvio pronuncio en el consistorio
para proponer de parte del emperador Federico III , un paso general.
[ Véase su extrac to.en la Biblioteca de las Cruzadas).
i43
Eneas celebró el valor heroico de los alemanes, el
noble sacrificio de los franceses , el generoso orgu
llo de los españoles, y el amor de la gloria que ani
maba los pueblos de la Italia. El rey de Hungría,
cuyo reino estaba amenazado por Mahomet II , asis-
tia á esta asamblea , y el orador de la Cruzada, mos
trando este príncipe al soberano Pontífice y á los
prelados , les rogó encarecidamente que se compa
deciesen de sus lágrimas.
Federico III , emperador de Alemania , habia es-
erito (i) al mismo tiempo á Nicolao V para supli
carle que salvase la cristiandad. tLas palabras que
salían de la boca del hombre, no podian dar una
idea de la desgracia que acababa de experimentar
la iglesia Católica, ni mostrar toda la ferocidad de
aquel pueblo que asolaba la Grecia y amenazaba al
Occidente." El emperador convidaba al Papa á que
reuniese contra aquel enemigo formidable todas las
potencias cristianas, anunciando que él mismo iba
á convocar los príncipes y los estados de Alemania.
El Papa aplaudió las intenciones del emperador,
envió sus legados á las dictas de Ratisbona y Franc
fort, y Eneas Silvio predicó de nuevo la Cruzada (2)
contra los turcos en aquellas dos asambleas. El du
que de Borgoña , que habia asistido tambien, re-

(1) La carta del emperador Federico III tiene la fecha del mismo año
de la toma de Cunstantinopla.
W El discurso que prenuncio Eneas Silvio en la dieta de Francfort M
halla en la coleccion de sus cartas, ném. i3i. ( Véase tamhUn el historia
dor Gobelin Parspaa).
144
novó en presencia de los príncipes y de los estados
del imperio, el juramento que habia hecho á Dios,
d la Virgen, d las damas y al faisan.
Algunos diputados húngaros vinieron á anunciar
que las riberas del Danubio y las fronteras de Ale
mania iban á ser invadidas por los turcos, si en to
das partes no se apresuraban á tomar las armas. La
dieta determinó que se enviasen contra los turcos
diez mil hombres de caballeria y treinta^y dos mil
de infantería. Pero como no se decidió nada sobre
el modo de levantar este ejército y sobre los medios
de mantenerle , en breve se entibió el entusiasmo
de la Cruzada , y nadie se presentó para oponerse
á los progresos de los otomanos. Eneas Silvio nos
explica, en una de sus cartas, las causas de esta in
diferencia y de esta inaccion de la cristiandad.
«La Europa cristiana no era mas que un cuerpo
sin cabeza, ó una república sin magistrados y sin
leyes (i); el Papa y el emperador, autoridades res
petables por su nombre, inspiraban respeto y no
obediencia. En cuanto á los demas príncipes cada
uno se ocupaba en sus propios intereses , los cuales
eran frecuentemente un motivo de guerra. ¿Qué se
ria de un ejército levantado entre muchas naciones,
animado de mil pasiones diversas, hablando len
guas diferentes, siempre próximo á ser vencido si
era en corto número, y cayéndose por su propia
mole si era numeroso? ¿Quién se encargaría de dar-

(1) Véase la carta 127 que hemos citada.


1 45
le armas, víveres y disciplina? ¿Qué gefe detendri a
jamas bajo las ^mismas banderas á los franceses y
los ingleses, á los soldados de Genova y los de Ara
gon, álos guerreros de la Alemania y á las milicias
de la Hungría y de la Bohemia? ... • .
Eneas Silvio demostraba de este modo la impo
sibilidad de la Cruzada, y siempre llevado de su cejo
pasó la vida en predicarla. Mientras que arengaba
inútilmente á los príncipes de Alemania , el Papa
procuraba restablecer la concordia entre los estados
de Italia. El ascendiente de la autoridad pontificia
no pudo conseguir el tranquilizar los ánimos, y la
paz fue obra de un pobre ermitaño, cuyas pala
bras tenian mucho poder en el corazon de los fie
les. El hermano Simonet , que salió de repente de
su retiro, recorría las ciudades, y dirigiéndose á los
pueblos y á los príncipes , los exhortaba á reunirse
contra los enemigos de Jesucristo : á la voz-del san
to orador , Venecia , Florencia y el duque de Milan
depusieron las armas. Se formó una liga , en la cual
entraron la mayor parte de las repúblicas y de los
principados de Italia; pero está liga nada produjo,
porque el celo de los confederados no fue dirigido
por el Papa , que habia de dar la señal y el ejem
plo , ni por el emperador de Alemania que prome*
tia sin cesar ponerse al frente de una Cruzada, y
permanecia en sus estados. Federico III se detenía
por su avaricia, y especialmente por un excesivo
amor al descanso que le echan en cara las Crónicas
contemporáneas. ¡Nicolao Y, apasionado por la anti
güedad sábia, siempre rodeado de eruditos, se ocu-
Tomo X. 19
: paba mucho m'as'én recoger los tesoros literarios de
. Roma y de Átenaí, que en liberta ria ciudad de Cons-
"'tá'ntino. Cuando los turcos tomaban á Bizancio, ha
cía tráducir con grandts gastos los autores griegos
mas célebres; y puede creerse que empleó algunas
Veces los diezmos impuestos para la Cruzada en la
adquisicion de las obras maestras de Platon, de
frerodoto y de Tucidides.
iSicolao: dirigió -'algunas exhortaciones á los fie
les, y murió ( i) sin haber allanado ninguna de las
dificultades que ste oponían á la empresa de una
guerfa santa. Calixto III, que le sucedió, mostró
'trias celó (a) , y desde el principio de su pontifica-
ífo , envió legados y predicadores á toda la Europa
°para próélámar lá Cruza-da é imponer diezmos. Una
c .embajada del Pontífice fóe á instar a los reyes de
'rPérs,ia: y dé' Armenia, 'y alian de los tártaros ár que
se Veuníeséii'á,lós cris'tianos'de Occidente para hacer
ía guerra^ los turcos. Diez y -seis galeras- Constrüi-
!....'-. ^' « '.„.¡.'- i : ' '
* ' * t ' ' ./ ' ". • *' * .' . . ' ' . . j I f , ' 't> t |
(i) El Papa Nicolao V murio el j4 de abril cie i455. Francisco Pile-
fe, en una carta dirigida á Calixto III , habla de su predecesor, cuya pie
dad celebra, y especialmente su munificencia para las letras y los litera
tos. Casi todos los historiadores de aquel tiempo mencionan el fomento
que este Pontifice dio 4 las ciencias, Enriqueció, dice Jannotius Manet-
tus, la Biblioteca pontificia con mas de cinco mil manuscritos.
(a) El priirier cuidado de Calixto , luego que snb'io al trono pontificio,
fue renovare! voto que habia hecho, segun eUiistqriador Platina, de re
primir el furor delos turcos. Juan Cocleus, ea saHist. delot Hus,, lib. a.»
nos ha conservado la fórmula de este juramento. Platina, Cócleus , Pilefe,
Eneas Silvio, están de acuerdo en decir que Calixto envio á toda la Eu
ropa predicadores para excitar los pueblos á la guerra contra los turcos.
El diploma que dirigio cpn éste objeto, está dado en san Pedro de Roma
én los lifus" dé mayó' de* iíf55,' '' . .
147
das con el producto de los diezmos , se echaran al
mar bajo el mando del Patriarca de Aquilea, y naos-
traron el pabellon de san Pedro en el Archipiélago
y sobre las costas de Jonia y del Asia menor. San
Antonino (i) arengó al Papa en nombre de la ciu
dad de Florencia, y le prometió el concurso de to
das las potencias de la cristiandad , si . $u Santidad
abría los tesoros de la iglesia > y si por sus exhorta
ciones evangélicas , llamaba todos los obreros d la
siega. Calixto III se dirigió ai gefe; del imperio ,. 4,
quien no dejó de aconsejar para, las negocios de la
guerra santa , y le convidó á,q>ue diese el. ejemplo.
Pero el indolente Federico se contentó con reno
var sus promesas; y mientras que el emperador ex
hortaba de este modo al Pontifice á que proclama/-;
se la Cruzada , y el Pontifice por .$U'p^r'teexhortah*
al emperador á tomar las. aminas y ios .otomanos pe
netraron en la Hungría y se adela ataaron contra Bel
grado. • •;: ": -i • : t:;
Ésta ciudad i. uno de lofr balas rtáfc del Q«c|iden*
te , norecibiá ninguh socoairo «fe tó cíistiaiidad ;, j¡
no le quedaba- bisa eíperarrta: quftní»! el. valor de
Huniades , y en el celr* apostólico de Juau Capis-*
trano. El uno mandaba las tropa» de los húngaros.,,
y los arrastraba con su, ejemplo; y efcotfo,; quepo*;

( ) El discurso que san Antonipo pronuncio en esta ocasion nos le ha


cnnserrado él n\ismo en su Cronica, lib. aa, cap. 16 ; peto ha ténidcr lar
modestia de oeiihar &up nontbre. Sabemos (fié. es-^uyo périétnlstoflador
Jjeamjer, De viris illust. ord. pvcbi. lib. ^¿mtin uita.^* Auten, El analista»
jjlaynaJdHe ha dado entero en el año de 1,45?, nina, ai y siguientes.
i48
sus predicaciones habia reunido un gran número
de Cruzados alemanes , animaba al combate á los
soldados cristianos , y les inspiraba un ardor inven
cible.
Las Crónicas contemporáneas. nos refieren que
en aquella época se mostraron en el cielo dos co
metas ; el uno aparecia antes de la aurora , y el
otro despues de puesto el sol ; los pueblos de la
cristiandad creían ver en ellos la señal profética de
grandes desgracias ; y coma la mayor que tenian
entonces que temer era la invasion de los turcos,
Calixto quiso aprovecharse de esta disposicion ge
neral dé los ánimos para inspirarles la idea de una
Cruzada. Exhortó los cristianos á la penitencia , y
fes presentó la guerra santa como un medio de ex
piar sm culpas y apaciguar la cólera celeste.
. "Sin embarga, no tornaron las armas sino en los
países' amenazados por los turcos ; y entonces fue
cuando el soberano Pontífice ordenó que todos los
dias al medio dia, tocasen las campanas en todas las
pairoquias-, á fin de advertir á los fieles que roga
sen por los húngaros y por todos los que comba
tían contra los tureos. Calixto concedia las indili
gencias á todos los cristianos que á esta señal , re
pitiesen tres veces la oracion dominical y la salu
tacion angélica. Tal fue el origen del Angelus, que
los usos de la iglesia han consagrado y conservada
hasta los tiempos modernos.
Él cielo se compadeció' sin duda de aquellos
fervientes ruegos que le dirigían reunidas, y á la
misma hora , dV todos los puntos de la Europa
149
cristiana. Mahomet habia conducido su ejército de
lante de Belgrado ; y despues de hiber establecido
su campo , dice el historiador Coggia-Effendi , los
turcos se precipitaron sobre la ciudad , como las
abejas á su colmena', pero hallaron una resistencia
invencible. El sitio duraba \hacia ya cuarenta dias,
cuando Huniades y el monge Capistrano acudieron
al socorro de los sitiados, el uno conduciendo nu
merosos batallones, y el otro sin tener para triun
far del enemigo mas que su piadosa elocuencia y
sus fervientes oraciones (i). En un solo combate
los soldados cristianos pusieron en fuga el ejército
de Mahomet , y destruyeron la escuadra otomana
que cubría el Danubio y el Sava. Huniades hizo
prodigios de valor; y en el momento del mayor
peligro, se vió á Capistrano recorrer las filas del
ejército cristiano , llevando una Cruz en la mano,
y repitiendo estas palabras: \victoria , Jesus, victo
ria! Mas de veinte mil musulmanes perdieron la

(i) Juan Taliacoti y Nicolis de Fara, compañeros de Juan Capistra


no, dicen que turo el honor de ganar la victoria de Belgrado. Segnn ellos,
Huniades babia prohibido, bajo pena de muerte, ásus soldados, que pa
sasen el Sava, temiendo que la infanteria de los cristianos quedase des
truida en la llanura por la caballeria de los turcos ; pero Juan Capistrano,
al frente de un corto número de Cruzados, desprecio esta prohibicion , y
atraveso el Sava , gritando : Este es el dia que esperábamos; pasemos. Casi
todo el ejército cristiano le siguio. Los turcos abandonaron sus máquinas,
y fueron muertos o dispersos en nombie de Jefus, que repetian todos los
soldados cristianos. Dicen que se habian visto ar geles excitar á los Cruza
dos al combate. Li batalla habia durado seis horas. Capistrano, en ana
carta dirigida al' Papa , dice que hubo veinte y cuatro mil turcos muertos,
y perdieron estos trescientas máquinas de guerra. (Consúltense los ¿nales
ttleiUttico* , año de i£&jt núms. 3o y siguientes).
i5o
vida en la batalla ó en la fuga ; el sultan quedó he
rido en medio de sus jenizaros, y se alejó precipi
tadamente de Belgrado con su ejército vencido.
Toda la Europa dió gracias al cielo por esta victo
ria, á la cual no habia concurrido sino con sus
oraciones, y que debia mirar como un milagro. La
tienda y las armas de Mahomet fueron enviadas al
Papa como un trofeo de la guerra santa , y como
un Lomen a ge hecho al padre de los fieles. La reli
gion celebró con sus ceremonias el dia en que ha
bían sido vencidos sus mas crueles enemigos. La
fiesta de la Transfiguracion , instituida por una bula
del Papa., y señalada el seis de agosto, recordó to
dos los años k la iglesia universal la derrota de los
turcos delante de Belgrado (i). .
Haniades y Capis trono no sobrevivieron .mucho
tiempo áisns triunfos , y murieron ambos cuando
la cristiandad mezclaba todavía sus nombres á los
himnos de su gratitud. El sentimiento de la envidia
emponzoñó sus últimos instantes, y el calor poco
evangélico con que cada uno de ellos reclamó el
honor de haber salVado á Belgrado, echó una man
cha á su fama» Eneas Silvio.y recomendando su

(i) La. Bula do institucion de esta festividad tiene la fecha de 8 de loi


ídtia,del roes-de agosto.de i45^> El' P. Martenue ha probado. en su obra
de- la. aatiguai diseipliolade la. iglesia , acerca de, la celebracion de los oü-
eids-, y segimtun raisal.de T.uts., escrito antes del aüode 800, que esta fes
tividad estaba establecida hacia ya nwiclio tiempo, no solamente entre loa
latinos, sino tambien entre los {¡riegos. El Papa, Calixto , por su bula, no
bizo.otraiaosa que ordenar que se guardase como festividad doble solem
ne, y que. se obsérvase couto toda s las demas que se llaman de precepto.
(Véase la nota del F. Maasi, Anele^celesiásticosytño de i4$7, pág. 128),
'|
i5i
memoria á la posteridad , celebra las virtudes de
Capistrano, y se admira que un humilde cenobita
que habia hollado todos los bienes de este mundo,
no tuviese fuerzas suficientes para resistir los atrac
tivos de la gloria (i).
Mientras que los húngaros derrotaban los tur
cos delante de Belgrado , la escuadra dtl Papa lo
graba algunas ventajas en el Archipiélago. Calixto
no dejó de contar á todos los fieles las hazañas y
los triunfos del Patriarca de Aquilea , persuadido
de que las noticias de las victorias ganadas á los
musulmanes restituirían la esperanza y el valor a

(i) Eneas Silvio, en su Historia de Bohemia, cap. 65, se expresa en


estos términos con respeto A Capistrano : Spreverat Capiilranus seeuli
pompas, fugerat delicias, calcaverat avaritiam , Ubidincm subegeral , con-
temnere gloriam non poluit ; qui summo Pontifici bellum atque exitum belli
describáis , nulla Hunniadis , nutla Cardinalis facta mentione, toium suum
csse dixit quod gtstum crat , quamvis Deum imprimis victoria confessus
fuerit auctorcm.
El analista Raynaldi opone á esta acusacion la carta misma de Capis
trano al Papa, en la cual se lee lo siguiente : 'Non ego, inermis et inutUis
servus , aul pauperes et rudes Cruce signati potuimus nostris viribus ha?c fa
cere, Deut dominas cxcrcituum fecit ha'.c omnia : itti gloria in secula secuto-
rum. Estas palabras dirigidas al papa, y que no son mas que una fyrmuja
comun , no podran destruir ni debilitar «l testimonio do Eneas Silvio. Aun
confesando que Dios habia hecho todas estas cesas {hcec omnia), Capistraao
podia muy bien persuadirse que habia sido á lo menos el principal instru-
' mento de que Dios se habia servido: nada prueba mejor esta persuasion,
que la narracion sencilla de los dos discipulos de Capistrano, citada en
- nnanota precedente. Segun ellos, la derrota de Mahomet no era obra.de
Humarles, sino de Juan Capistrano, que habia despreciado las ordenes
det,gefe del ejército cristiano , y que habia rlecidido de este modo la suer
te de la batalla. No se ve , pues, que Capistrano haya desmentido la aser
cion de sus dos compañeros , que no le dejaron basta su muerte. (Véase la
neta píg. i49).
lía
todos los que habian consternado y abatido los re
veses de los cristianos. Se predicó una nueva guer
ra santa en Francia , en Inglaterra , en Alemania,
y hasta en los reinos de Castilla , de Aragon y de
Portugal (i). Por todas partes escuchó ^el pueblo
con un piadoso recogimiento las predicaciones de
la Cruzada, pero se quejaron generalmente contra
la exaccion de los diezmos. El clero de Ruan , la
universidad y el parlamento de Paris, y muchos
Obispos , se opusieron abiertamente á este impues
to (2). En Alemania fueron las quejas mas violen
tas que en ninguna otra parte. A medida que el
espíritu de las guerras santas se resfriaba, se juz
gaban con mas severidad los medios empleados
para renovar aquellas expediciones lejanas. Ya he
mos dicho que los soberanos Pontífices habian pro
hibido muchas veces á los cristianos que llevasen

(t) El Papa, despues de la batalla de Belgrado, Labia solicitado que


los reyes de Francia y de Aragon , los florentinos, los geooveses, los vene
cianos y algunos principes de Macedonia , se armasen contra los turcos.
Escribio al rey de Etiopia con el mismo objeto; todas sus cartas son po
co mas o menos del mismo tiempo, es decir, del roes de diciembre de
l456. Despues de la victoria de su escuadra, renovo sus instancias con el
rey de Aragon , con el emperador y con el rey de Hungria.
(a) Sobre la oposicion y convocacion , como abusos hechos por la uni
versidad de París y el clero de Ruan, contra la exaccion de los diezmos
ordenada por la corte de Roma , Calixto dirigio una carta á Alan , Carde
nal de san Praxedes, mandándole volver á París, para sostener alli la au
toridad de la Santa Sedt, y condenar las protestas del clero y de la uni
versidad como temerarias c impias. Esta caita es del 28,de junio de i45?-
Se ordeno la exaccion de los diezmos , se equipo una escuadra que habia
de servir contra los turcos; pero se empico contra los ingleses. (Véase á
San Antonino, 3 parte, lib. 22, cap, 16, §. 1). . .
i53
municiones y armas á los infieles; pero el comer
cio de las ciudades marítimas despreciaba frecuen
temente las amenazas de la Santa Sede , y la ava
ricia hacia que los mercaderes violasen en este
punto las órdenes mas severas. Les exigían , sin
embargo, una suma de dinero á los que se acusa
ban de esta transgresion fi), condenándolos á pa
gar la cuarta ó quinta parte de las utilidades que
les producia aquel comercio ilícito ; y habia comi
sarios encargados de cobrar este impuesto, cuya
percepcion estaba arreglada por decretos como la*
demas cargas públicas. Las sumas impuestas en
nombre de la Santa Sede se llamaban socorros para
los húngaros ; y como estos los necesitaban siem
pre , la exaccion de los diezmos venia á ser como
un estado de cosas permanente , que el pueblo y
el clero soportaban cada dia con menos paciencia
y resignacion. Debemos añadir tambien , que la
Santa Sede no recibia siempre los productos del
tributo que habia impuesto á los cristianos ; porque
los príncipes, con el pretexto de hacer la guerra á
los turcos , se apoderaban de ellos algunas veces,
y sucedió con frecuencia que los diezmos para la
guerra santa se emplearon en sostener las querellas
de la ambicion.
Entretanto, las reclamaciones de los alemanes
contra los comisarios y agentes de la corte de Ro
ma fueron tan vivas y numerosas , que el soberano

(i) Este hecho está sacado de la disertacion española , que hemoa


sitado.
Tomo X ' 20
i54
Pontífice respondió á ellas (»). En su apología, re
dactada por Eneas Silvio, declaraba que Scander-
berg y el rey de Hungría habian recibido infinitos
socorros ; que se habian armado escuadras contra
los musulmanes; que se habian enviado navios y mu
niciones de guerra á Rodas, á Chipre, y á Mitílene;
y en una palabra , que el dinero cobrado de los
fieles no se habia empleado sino en la defensa de
la fe y de la cristiandad. Es preciso confesar que
lo que decia el apologista de la corte Pontificia es
taba fundado en la verdad , y la historia debe ce
lebrar el celo que manifestó el padre de los cris
tianos para contener los progresos de Mahomet , y
libertar una multitud de víctimas de la tiranía de
los otomanos.
Calixto no cesaba de instar á los príncipes cris
tianos á que se reuniesen á él , y procuraba espe
cialmente excitar el entusiasmo belicoso de la Fran
cia contra los turcos. «Sime ayudan los franceses,
decia con frecuencia , destruiremos la raza de los
infieles (2)." No omitió ni ruegos ni promesas para

(1) Calixto habia escrito muchas cartas, dirigidas al duque de Borgoüa


y al Legado de Aviñon , en que les decia, que para equipar su escuadra
habia agotado el tesoro pontificio, y enagenado los objetos mas preciosos,
y aun algunos dominios de la iglesia. (Lib. breu., pág. 12, a3, 29, 43y5i).
Bebatio en seguida las calumnias de los alemanes escribiendo á San Anto
nino, Arzobispo de Florencia y al emperador Federico. La apologia que
extendio á su favor Eneas Silvio, se lee en dos cartas dirigidas al Arzobis
po de Maguncia. (Véase la coleccion de las cartas de Eneas Silvio, ep. 838
y 366). La del Papa al emperador, se baila en la misma coleccion,
ep. 3;i.
(aj La carta en que el Papa Calixto se explica de este modo , tiene la
fecha de ai de mayo de i45"-
empeñar á Cárlos VII á que socorriese la Hungría,
y defendiese los baluartes de la Europa. Le envió
aquella rosa de oro que los Papas bendecian el
cuarto domingo de cuaresma, y la cual regalaban
á los príncipes cristianos , en testimonio de su es
timacion y aprecio. Se ve por estos agasajos del
Pontífice , la distancia que habia de aquellos tiem
pos en que los gefes de la iglesia no hablaban á los
monarcas sino en nombre del cielo irritado , y no
los exhortaban á tomar la Cruz, sino reprendién
doles sus culpas y mandándoles que las expiasen
por la guerra santa. Los Papas, predicando la Cru
zada , no eran ya los intérpretes de las opiniones
dominantes; porque sus llamamientos no se ni iraban
como leyes , y los príncipes usaban ampliamente
de sus facultades sin obedecerlos. Cárlos .Vil que
tenia siempre que temer las empresas de los ingle
ses, resistió á las instancias repetidas de Calixto (i).
En vano el delfin , que reinó despues con el nom
bre de Luis XI (a) , retirado entonces en la corte

(1) El desembarco de los ingleses en el Medoo , el sitio de Castillon en


Perigord , la retirada del delfin Luis cerca del duque de Borgoña , y la
conspiracion del duque de Alenzon, ocupaban demasiado al rey de Francia
para que pudiese entonces pensar en una Cruzada.
(2) Monstrelet, Paulo Emilio y Gaguin , dicen que el delfin perdio el
cariño de su padre , porque queria conducir un ejército contra los turcos,
y que por esto fue en parte por lo que se retiro cerca del duque de Borgo-
fia: pero otros motivos mas poderosos , referidos por Felipe de Cominea,
como sus proyectos para apoderarse del gobierno ; su matrimonio contra
tado con Carlota de Saboya , á pesar de las probibiciones expresas del rey;
sus preparativos de guerra , y especialmente el poco efecto de todas sus
tentativas contra su padre, determinaron al delfin i tomar la fuga.
20:
í56
de Borgoña, se declaró abiertamente por la Cruza
da , y quiso adquirir un partido en el reino toman
do la Cruz ; porque la Francia permaneció indife
rente á la guerra predicada contra los infieles , y
Cárlos se contentó con permitir la exaccion de
diezmos en sus estados , con la condicion expresa
de vigilar sobre su inversion.
Mientras que el Papa imploraba los socorros de
la cristiandad para los húngaros , la Hungría esta
ba llena de turbulencias , ocasionadas por la suce
sion de Ladislao, muerto en la batalla de Warna.
Calixto empleó la autoridad paternal de la Santa
Sede para apaciguar los furores de la discordia y
proteger á Matías Huniades , encadenado largo
tiempo habia , y proclamado en fin rey de un pais
que habia salvado el valor de su padre (i). La

(i) Juan Huniades babia gobernado la Hungria durante la minoridad


del joven rey Ladislao V. Despues de su muerte, sus hijos Ladislao y Ma
tias Huniades entraron en una conspiracion formada contra Ulrico, con
de de Cilia , tio del joven rey. Ulrico , atraido A una conferencia secreta,
fue asesinado por Ladislao Huniades. Algun tiempc. despues , el joven rey
para vengarla muerte de su tio, mando prender á los dos Huniades, y
condeno A Ladislao á perder la cabeza y A Mat as á permanecer en la pri
sion. Miguel Zilagio, su tio, quiso vengarlos; levanto un ejército en Tran-
silvania , penetro en la Hungria, y se apodero de ella. Habiendo muerto
el joven rey durante estas turbulencias, Zilagio convoco los estados de
Hungria y los persuadio A que elevasen al trono i Matias Huniades, en re
conocimiento de que su padre habia preservado á los húngaros del yugo
de los turcos.
Las pretensiones que tenia, hacia ya mucho tiempo, el emperador de
Alemania al reino de Hungria, pretensiones que se habian aumentado
considerablemente , eran una de las principales causas de las turbulencias
de aquel pais. ¡ Eneas Silvio, Hi t. de Holiem., cap. 66 y sig.: Thuros.Chron.,
cap. 5S y sig.; y Bonfini , Dccad. 3, lib. 8).
conducta del Pontífice, no pareció tan digna de
elogio ni tan desinteresada, cuando la sucesion de
Alfonso , rey de Ñapoles , produjo nuevas guerras
en Italia (i). La historia refiere que el soberano
Pontífice olvidó en aquella circunstancia los peli
gros de la Europa , y que empleó los tesoros re
unidos para la guerra santa en la defensa de una
causa que no era esencialmente la de la cristian
dad (a).
Entretanto, el infatigable orador de la Cruzada,
Eneas Silvio, sucedió á Calixto III en la silla de
san Pedro. La Tiara parecia que era la recompen
sa de su celo por la guerra contra los turcos, y
todo hacia esperar que nada omitiria para ejecutar
él mismo los proyectos que habia concebido , y
para despertar en los pueblos de la cristiandad

(i) E6 la muerte del rey Alfonso, publico el Papa Calixto una bula,
en la cual declaraba que el reino de Ñapoles habia vuelto á la Santa Sede,
y prohibia á Fernando, hijo natural de aquel principe , que tomase el titu
lo de rey de Nápolcs. Esta bula tiene la fecha de San Pedro de Roma el 4
de los idus de julio, i458. Los historiadores Suritay Joviano Pontano do-
claman por esto contra el Papa ; y el último especialmente le acusa de ha
ber sido enemigo de Alfonso, y de haber negado á Fernando el trono de
Nápoles.
El analista Raynaldi defiende á Calixto III, y le representa dedicado
sin cesar á excitar los principes á la Cruzada. Calixto, segun dice el ana
lista, reuniendo el reino de Ñapoles á la Santa Sede , queria aumentar las
fue üas que podian reprimir la tirania de Ins turcos.
(a) El P.ipa Calixto l11 fallecio á los ochenta años de edad, ago
biado por la vejez y los achaques , el 8 de los idus de agosto , dia en
que liabia instituido la festividad de la Transfiguracion. Platina dice
que dejo al morir ciento quince mil escudas de oro para hacer la guerra
a los turcos; y San Antoniuodice que se hallaron ciento y cincuenta mil
en su cabecera.
i58
aquel entusiasmo guerrero y aquel patriotismo re
ligioso que respiraba en todos sus discursos.
Mahomet II proseguía siempre el curso de sus
victorias, y su poder era de dia en dia mas formi
dable. Se ocupaba entonces en despojar á todos los
príncipes griegos que se habian libertado de sus
primeras invasiones , y cuya debilidad se ocultaba
bajo los títulos fastuosos de emperador de Trebi-
sonda , de rey de Iberia , y de déspota de la Mo-
rea. Todos estos príncipes, á quienes nada costaban
los actos de sumision por reinar algunos dias mas,
ó solamente por conservar su vida , se habian
apresurado , poco tiempo despues de la toma de
Constantínopla , á enviar embajadores al sultan
victorioso , para felicitarle por sus triunfos. Satis
fecho de su humilde sumision, no vió Mahomet en
ellos sino una presa fácil de devorar , y unos ene
migos que podia vencer cómodamente. La mayor
parte de aquellos príncipes deshonraron los últi
mos instantes, de un dominio que se les escapaba,
por toda la perfidia, las crueldades y la traicion^ que
pueden inspirar la ambicion ) la' envidia y el es
píritu de discordia. Luego que los musulmanes
penetraron en las provincias griegas , manchadas
con todos, los crímenes de la guerra civil , y las re
dujeron á la servidumbre, se hubiera podido creer
que Dios mismo los enviaba para vengar su,s leyes
ultrajadas , y ejecutar las amenazas de su justicia.
Mahomet, ni aun se dignó desplegar todas sus fuer
zas contra los tiranos pusilánimes que se disputaban
al gunos restos del imperio griego , y le basló solo
decir una palabra para que cayese del trono Deme
trio , déspota de la Morca, y David, emperador de
Trebisonda. Si todos los que quedaban de la familia
de los Comnenos fueron degollados por sus órdenes,
aquel feroz conquistador no obedeció tanto en
aquella ocasion á los temores de una política rece-
losa* como á su ferocidad natural. Siete años des
pues de la toma de Bizancio, condujo sus geniza-
ros al Peloponeso; y á su llegada tomaron la fuga
ó quedaron esclavos los príncipes de Aeaya. No ha-
llando casi resistencia , recogió con desprecio los
frutos de una conquista fácil. Meditaba mas gran
des proyectos , y cuando enarboló el estandarte de
la media luna en medio de las ruinas de Esparta y
de Atenas, buscaba un camino que pudiese con
ducirle á las riberas de Italia.
El primer cuidado de Pio II fue proclamar los
nuevos peligros de la Europa: escribió á todas las
potencias de la cristiandad, y convocó una asam
blea general en Mantua , paía deliberar sobre los
medios de contener los progresos de los otomanos.
La bula del Pontífice recordaba á los fieles que la
iglesia de Jesucristo habia estado muchas veces
agitada por la tempestad; pero que el que manda
á los vientos babia velado siempre por su salvacion.
»M¡s predecesores , añadia, lian declarado la guer
ra á los turcos por tierra y por mar ; á nosotros
nos toca ahora proseguirla ; y no ahorraremos tra
bajos ni gastos por una guerra tan útil , tan justa y
tan santa."
i6o
Toáoslos estados de la cristiandad prometieron
enviar á Mantua sus embajadores. Pio II fue allá
en persona ; en su discurso de apertura clamó
con fervor contra la indiferencia de los príncipes
y de los soberanos ; y mostró á los turcos asolan
do la Bosnia y la Grecia, próximos á -caer como
un rápido incendio sobre la Italia y la Alemania,
y sobre todos los paises de la Europa. El Pontifice
declaró que no dejaría á Mantua , hasta que los
príncipes de los estados cristianos le hubiesen dado
testimonio de su sacrificio á la causa de la cris
tiandad ; y protestó en fin , que si se veía abando
nado de las potencias cristianas, se presentaría solo
en aquella lucha gloriosa . y morirla defendiendo
la independencia de la Europa y de la iglesia (i).
El lenguage de Pio II estaba lleno de religion,
y su religion llena de patriotismo. Cuando Demós-
tenes y los oradores griegos subian á la tribuna de
las arengas á instar á sus conciudadanos á que de
fendiesen la libertad de la Grecia contra las empre
sas de Filipo ó las invasiones del gran rey , habla
ban sin duda con mas elocuencia ^pero jamas fue
ron inspirados por mayores intereses , ni mas no
bles motivos.
El Cardenal Bessarion , á quien la Grecia habia
visto nacer, y la iglesia de Roma habia adoptado,
habló despues de Pio II , y declaró que todo el co
legio de los Cardenales estaba animado del mismo

(i) El discurso que el Papa Fio II pronuncio en el Concilio de Man


tua se halla en la coleccion de cartas de este Pontifice, núm. 397.
i6i
celo que el padre de los fieles. Los diputados de
Rodas, de Chipre, del Epiro , los de Iliria , del
Peloponeso y de muchas provincias que habian in
vadido los turcos, hicieron en presencia del Conci
lio una relación lamentable de los males que pa
decian los cristianos bajo la dominacion de los mu
sulmanes ; pero los embajadores de las grandes po
tencias de Europa no habian llegado todavía , y
aquel retraso anunciaba bastante la indiferencia de
los monarcas cristianos por la Cruzada. Los deba
tes que se suscitaron despues sobre las pretensio
nes de las familias de Anjou y de Aragon al reino
de Nápoles , y en fin las disputas de etiqueta y de
presidencia que ocuparon al Concilio durante mu
chos dias, acabaron de manifestar que los espíritus
no estaban bastante conmovidos por los peligros de
la Europa cristiana, y que no tomarían para preca
verlos ninguna resolucion generosa.
El Papa propuso imponer para la Cruzada un
diezmo sobre las rentas del clero, un veinteno so
bre los judios, y un trigésimo sobre los príncipes y
los seculares. Propuso al mismo tiempo levantar un
ejército de cien mil hombres en los diferentes esta
dos de Europa, y confiar su mando al emperador de
Alemania. Para ejecutar estas proposiciones , era
necesario la aprobacion de los soberanos , y la ma
yor parte de los embajadores, no hicieron mas que
promesas vagas. Tuvieron un gran número de con
ferencias; el Concilio duró muchos meses , y el Pa
pa dejó á Mantua sin haber conseguido nada de
positivo para la empresa que meditaba. Volvió á
Tomo X. 21
i6a
Boma , y escribió desde allí de nuevo á los prínci
pes cristianos, conjurándolos á que enviasen em
bajadores para deliberar otra vez sobre la guerra
contra los turcos.
Perseguido siempre por el pensamiento de liber
tar el mundo cristiano, y perdiendo de dia en dia
la esperanza de mover el Occidente, concibió la
idea extraña de dirigirse al mismo Mahomet II, y
emplear todas las fuerzas de la dialéctica para corir
vertir el príncipe musulman al cristianismo. Su car
ta , que se nos ha conservado (i) , ofrece un tratan
do completo de la teología y de la filosofía de aquel
tiempo. El Pontífice opone á los apóstoles del isla
mismo la autoridad de los profetas y de los padres
de la Iglesia, y la autoridad profana de Licurgo y
y de Solon. Procurando especialmente interesar la
ambicion del emperador otomano , le proponia el
ejemplo del gran Constantino, que obtuvo el cetro
del mundo recibiendo el bautismo y revistiéndose
con el signo sagrado , por el cual tenia el don de
vencer. El sultan no tenia mas que reconocer al
Dios, de donde viene toda la autoridad, para que
los abisinos, los árabes, los mamelucos, los persas
y todos los pueblos del Asia, se sometiesen á su do
minio; y si necesitaba la intervencion de la corte de
Roma, para reinar en el Oriente, el gefe de la Igle
sia le ofrecia el auxilio de sus oraciones , y el apo
yo de la soberania pontificia.

(i; Esta ca,ta , de cerca de 3o páginas en folio, se halla en la colec


cion df cartas de Pio II , lib. i , a. 396, y se lee tambien en Raynaldi, año
de 1461 , n. 44 y siguientes.
>63
En esta singular negociacion con Mahomet II,
no fue el Papa mas feliz que con los príncipes cris
tianos, los cuales, aunque los estimulaba á defen
der sus propios estados , le respondian con vanas
promesas. Mahomet, a quien ofrecia la conquista
del mundo en nombre del Cristianismo, se con
tentó con responder, que estaba inocente de la muer
te de Jesucristo , y que pensaba con horror en los
que le habían clavado en la Cruz.
El emperador otomano acababa de apoderarse
de la Bosnia, habia hecho perecer en los suplicios
al rey de aquel desgraciado pais que se habia so
metido á sus armas; y por otra parte, los turcos
asolaban las fronteras de la Iliria , y amenazaban á
Ragusa. El estandarte de la media Luna ondeaba
en todas las islas del Archipiélago y del mar de Jo-
aia; y los peligros de la Italia y de la Europa cris
tiana , eran de dia en dia mas urgentes. Eí Papa
reunió su consistorio (i), y le hizo presenté que
habia llegado el tiempo de contener los progresos
de los turcos y principiar la guerra santa que ha
bia predicado." El duque de Borgoña y la república
veneciana estaban dispuestos á favorecer su em
presa. Mientras que los húngaros y los polacos se
preparaban á pelear contra los otomanos en el Nies-
ter y en el Danubio , los épirotas y los albaneses
iban á levantar entre los griegos el estandarte de

(i) Este consistorio se verifico en i463. Gobelin Persona , nos ha con


servado el discurso que el Papa pronuncio en ¿l. (Véase el lib. 11).
ai:
i6i
la independencia; y en el Asia, el sultan de Carama-
nia y el rey de Persia habian de acometer á los turcos
y ayudar los esfuerzos reunidos de los cristianos. El
Pontífice declaró que estaba resuelto á marchar
en persona contra los infieles. Cuando los princi
pes cristianos vean al Vicario de Jesucristo partir
para la guerra santa, ¿no se avergonzarán de perma
necer en la inaccion? Cargado de años y de acha
ques, no tenia ya mas que pocos instantes que vi
vir;, corria á una muerte casi cierta ; ¿pero qué im
portaba el sitio y la hora de su fin , con tal que mu
riese por la causa de Jesucristo y por la salvacion
de la cristiandad ?"
Los Cardenales dieron su consentimiento uná
nime á la resolucion de Pio II. Desde entonces, el
Papa se dedicó á los preparativos de su partida ; y
dirigió una exhortacion (i) á todos los fieles, para
empeñarlos á que le favoreciesen en sus designios.
Despues de haber retratado en esta exhortacion
apostólica, con una viva elocuencia, las desgracias
y los peligros de la iglesia cristiana , el Pontífice se
explicaba de este modo.
«Nuestros padres han perdido á Jerusalen y to
da el Asia ; nosotros hemos perdido la Grecia y una
gran parte de la Europa ; y la cristiandad ya no es
tá sino en un rincon del mundo. En este peligro
extremo, el padre comun de los fieles va en perso-

(i) Esta exhortacion tiene la fecha del 11 delas calendas de noviem


bre de i46S: concluye con una súplica que el Papa dirige á Dios por el
buen 4xito de la expedicion. (Véase la coleccion de sus cartas, n. 397).
i65
na á encontrar al enemigo. Sin duda que la guerra
no conviene á la debilidad de los ancianos, ni al
carácter de los Pontifices ; pero cuando la reli
gion está próxima á quedar vencida , ¿quién podrá
detenernos? Nos verán durante el combate sobre
la popa de un navio ó encima de una colina elevada
dando nuestras bendiciones a los soldados de Je
sucristo , é invocando para ellos al Dios de los ejér
citos. Asi el patriarca Moisés rogaba sobre la mon
taña y levantaba sus manos al cielo, mientras que
Israel peleaba contra los pueblos que Dios habia
reprobado. Nos seguirán nuestros Cardenales, y un
gran número de Obispos ; y marcharemos con el
estandarte de la Cruz desplegado , con las reliquias
de los santos , y con Jesucristo mismo en su Eu
caristía. ¿Qué cristiano se negará á seguir al Vica
rio de Dios, yendo con su senado sagrado y todo
el acompañamiento de la iglesia á la defensa de la
religion y de la humanidad?
«¿Qué guerra hubo nunca mas justa ni mas ne
cesaria? Los turcos atacan todo lo que mas esti
mais, y lo mas santo que tiene la sociedad cristia
na. Si sois hombres , ¿os debe faltar la compasion
para vuestros semejantes? Si sois cristianos, la re
ligion os manda que socorrais á vuestros herma
nos. Si las desgracias agenas no os mueven, pen
sad en vuestra propia salvacion , y tened compa
sion de vosotros mismos. Os creeis en seguridad,
porque os hallais todavia lejos del peligro; pero
mañana amenazará la espada vuestras cabezas. Si
no llevais socorros á los que estan delante de vos
i66
otros , los que se bailan detras os abandonarán
tambien en el peligro.
«Si os sentis con fuerza para soportar el oprobio
y la humillacion de un dominio bárbaro, permane
ced en Vuestras moradas, esperad en ellas á vues
tros enemigos ; esperad en ellas á aquellos viles asiá
ticos, que ni aun son hombres, y que tienen la in
solente pretension de gobernar todos los pueblo»
de la' Europa. Pero si teneis un corazon noble, un
espíritu elevado, un carácter generoso, y un alma
cristiana , vosotros seguireis los estandartes de la
Iglesia , nos enviareis socorros , y ayudareis al ejér
cito del Señor.
«A los que nos ayuden, Dios los bendecirá ; pero
los que permanezcan indiferentes, no tendrán par
te en los tesoros de las misericordias divinas. ¡Qué
los malos y los impíos , que turben la paz pública,
sean malditos de Dios ! ¡ qué el cielo haga caer so
bre ellos todos los castigos de sü cólera! ¡qué vi
van sin cesar en el temor, y que su vida esté pen
diente como de un hilo! Ni el poder ni las rique
zas los defenderán ; las flechas del remordimiento
los alcanzarán en todas partes, y las llamas del abis
mo consumirán su corazon.'*
El Pontífice dirigía esta exhortacion á los prín
cipes, á la nobleza y a los pueblos de todos los
paises. Indicaba la ciudad y el puerto de Ancona,
como el parage adonde debian dirigirse los Cruza
dos; y prometía la remision de sus culpas á todos
los que sirviesen durante seis meses á sus expen
sas, ó mantuviesen uno ó dos soldados de la Crua
167
por el mismo espacio de tiempo. Nada tenia que
dar en este mundo á los fieles que tomasen parte
en la Cruzada ; pero rogaba encarecidamente al
cielo , que dirigiese sus pasos, multiplicase sus dias,
y conservase y aumentase sus reinos, sus principa
dos y sus posesiones. Al terminar su discurso apos
tólico se dirigía á Dios Todopoderoso: «¡Oh, tú,
que penetras lo interior de las almas y los corazo
nes! decia ; tú sabes si tenemos otro pensamiento
que el de pelear por tu gloria y por la salvacion del
rebaño que nos has confiado. Venga la sangre crisr
tíana que corre bajo la espada de los turcos y que
por todas partes sube hácia tí. Echa una mirada
favorable sobre tu pueblo : condúcenos a la guerra
emprendida por el triunfo de tu ley; haz que la Gre
cia se rinda á tu culto, y que toda la Europa ben
diga tu nombre."
Esta bula del Papa, se envió á todo el Occiden
te , y se leyó públicamente en las iglesias. Eos fie
les reunidos , derramaron lágrimas á la narracion
de las desgracias de la cristiandad; y en los, paises
mas lejanos de las invasiones de los turcos, y hasta
en las provincias del Norte, tornaron la ('ruz y las ar
mas. Eos unos se dirigieron á Ancona ; y los otros fue
ron á Hungria á reunirse con el ejército de Matias Cor-
bin, dispuesto á ponerse en marcha contra los turcos.
El Papa escribió al dux de Venecia, rogándole
que asistiese en persona á la guerra que se iba á ha
cer á los infieles (1) , y le decia, que la presencia

fi) La carta del Papa al dux de Veceria, tiene la lucha d(¡ san Pedro
de Roma, el 8 delas calendas de noviembre de i463.
i68
de los príncipes en los ejércitos, inspiraba confian
za á los soldados , y terror á los enemigos. Como
el dux era de edad avanzada, Pio II le recordaba^
que él mismo tenia los cabellos encanecidos por el
tiempo; y que el duque de Borgoña , que prometía
seguir los Cruzados al Oriente, habia llegado á los
dias de la vejez. Estaremos , a-ñadia el santo Padre,
tres ancianos al frente del ejército cristiano. Dios se
complace en el número de tres , y la Trinidad que es~
td en el cielo no dejará de protejer esta trinidad so
bre la tierra.
El dux de Venecia dudaba en embarcarse ; pero
como el estado veneciano estaba en guerra con Ma-
homet II, y le importaba confundir sus intereses
con los de la Cruzada, el gefe de la república se
tío obligado á seguir al Pontífice de Roma. El du
que de Borgoña no se disponia á reunirse al ejérci
to de los Cruzados ; y el Papa , en sus cartas , le
recordaba sus promesas solemnes (i), y le vitupe
raba por haber engañado á los hombres y á Dios
mismo. Añadia que su falta de fé iba á derramar .
el duelo en toda la cristiandad , y podia malograr
el éxito de la santa empresa. Felipe, á quien Pio II
habia prometido el reino de Jerusalen, no pudo re
solverse á partir, por el temor de perder sus esta
dos, y se contentó con enviar dos mil hombres de
armas al ejército cristiano. Temía entonces la polí-

(i) 15l duque de Borgoña nofueel único que falto á su promesa: Fran-
cisco Esforcia , duque de Milan , eludiendo con diferentes pretextos el
cumplir sus ofertas, recibio tambien del Papa una carta llena de queja8-
169
íica de Luis XI que cuando era delfin , queria
pelear contra los turcos , y despues que subió al
trono, no tenia ya otros enemigos que sus vecinos.
Pio II , despues de haber implorado la protec
cion de Dios en la Basilica de los santos Apóstoles,
partió de Roma en el mes de julio de Aco
metido de una calentura lenta, y temiendo que la
vista de sus dolencias desalentase los soldados de la
Cruz, disimuló sus padecimientos, y encargó á su
médico que guardase silencio acerca de su enferme
dad. En todo el camino los pueblos dirigían súpli
cas al cielo por el buen éxito de su empresa, y la
ciudad de Ancona le recibió en triunfo y le saludó
como libertador del mundo cristiano (2).
Habian llegado á aquella ciudad un gran nú
mero de Cruzados (3); pero la mayor parte sin ar
mas, sin municiones y casi desnudos. Las vivas ex
hortaciones del Papa no habían podido mover los
caballeros y barones de la cristiandad. Los pobres

(1) Luis XI proinaüo al Papa enviar setenta mil hombres contra los
turcos si se reconocian los derechos de René de Anjou al reino de Ñapoles
y de Sicilia, y si Génova se reunia á la Francia. Como el Papa no hizo lo
que pedia el principe , ya no quiso este hacer nada por laCiuzada.
.(a) El Cardenal de Payia, y los historiadoresjJuan Antonio Campana,
y Platina, en la vida que han escrito del Papa Pio II, y Esteban Iniissura,
manuscrito de los archivos del Vaticano , n.° 3 , están de acuerdo en los
pormenores que traen 6obre la marcha del soberano Pontiiice hasta An
cona. i
[ó) Monstrelet, cap. 106, dice que llego de todas partes un gran ni
ñero de Cruzados para hacer la guerra á los turcos, pero que , no encon
trando gei'e á quien seguir, y raminando en partidas de diez, y de
veinte, se cansaron en fin de esperar un geueral que los reuniese á todos
bajo sus ordenes, y i« volvieron a sus casas.
Tomo X¿ aa
170
y los hombres de la última clase del pueblo eran al
parecer á los que habian interesado los peligros de
la Europa mas que á los grandes y los ricos de la
tierra. La multitud de Cruzados reunidos en An-»
cona no se parecia tanto á un ejército como á una
cuadrilla de mendigos y de vagabundos. La esca
sez y las enfermedades r sacrificaban á muchos.
Pio II se compadeció de sus miserias; pero como
no podia alimentarlos , se quedó con los que esta
ban en estado de hacer la guerra á sus expensas,
y despidió á los otros con las indulgencias de la
Cruzada.
El ejército cristiano debia dirigirse á las costas
de la Grecia, y reunirse con Scanderberg, que aca
baba de vencer á los otomanos en las llanuras de
Ocrida (1). Se habian enviado diputados á los húnga
ros , al rey de Chipre, y á todos los enemigos de
los turcos en Asia, sin olvidar al rey de Persia, pa
ra advertirles que estuviesen prontos á comenzar
la guerra contra Mahomet.
La pequeña ciudad de Ancona , atraia las mi
radas de Europa. En efecto, ¿qué espectáculo mas
interesante para la cristiandad que el del padre co
mun de los fieles arrostrando los peligros dela guer
ra y del mar, para ir á paises lejanos á vengar la

(1) Segun Mario Barleti, Escanderberg mato diez mil turcos en ca


ta accion, que se verifico en i3G5, é- hizo un gran nárnero de prisione
ros, entre los cuales se hallaban el cuestor del ejército enemigo , y su hi
jo, que estaban encargados de la guarda del campo, y otros doce perso
najes de distincion, [Vida de Escanderberg, lib.
humanidad ultrajada , romper las cadenas de los
cristianos, y visitar á sus hijos en la afliccion? Des
graciadamente las fuerzas de Pio II aun no corres
pondian á su celo, y no le permitían concluir su sa
crificio. La escuadra estaba pronta á darse á la
reia, cuando la calentura que tenia al salir de Ro
ma , agravada por las fatigas del viage, se hizo una
enfermedad mortal. Conociendo que se acercaba su
fin, convocó los Cardenales y les hizo jurar que
proseguirían la guerra contra los infieles. Murió (i)
recomendándoles los cristianos de Oriente , y las
iiltimas miradas que echó sobre la tierra , se diri
gieron á la Grecia oprimida por los enemigos de.
Jesucristo.
Paulo II, que fue elegido Papa, se obligó en
medio del Cónclave á seguir el ejemplo de su pre
decesor; pero ya los Cruzados reunidos por Pio II,
se habia n vuelto á sus hogares. Los venecianos,

(t) Santiago, Cardenal de Pavia, en au Epist. ii , refiriendo el fio dé


Pio II, trae la eiliortacion que este Pontifiee dirigio á los Cardenales.
•Ha llegado mi tiora, les dijo el moribundo? Dios me llama á si; muero en
la fé catolica en que be vivido. Ue becho basta boy todo lo que he podido
por las ovejas que me han confiado. No he perdonadotrabajoe ni peligros,
y he ofrecido mi vida porla salud comun. No puedo concluir lo que he
principiado. A vosotros os toca proseguir la obra de Dios. No dejéis pere
cer por vuestra negligencia la cansa de la fé: porque vosotros sois llamados
i la iglesia para socorrerla cuando lo necesite." lil soberano Pontifice con
cluyo su exhortacion, que hemos abreviado, pidiendo perdon á los Car
denales por los pecados que habia cometido contra Dios, y por las injush
ticias que podia haber becho contra ellos; y despues, levantando un poco
la mano, los abrazo á todos llorando. Los Cardenales, con los ojos baña
dos en lágrimas se arrodillaron i los pies de la cama, y le pidieron par»
dúo de sus culpas.
172
que se habian quedado solos , llevaron la guerra al
Peloponeso , sin poder conseguir grandes ventajas
contra los turcos; asolaron los paises que iban á li
bertar, y el mas notable de sus trofeos fue el sa
queo de Atenas (1). Los griegos del territorio de la
Lacedemonia y de algunas otras ciudades, que con
la esperanza de recibir socorros, habiau levantado el
estandarte de la libertad, no pudieron resistir á los
genizaros, y fueron víctimas de su rendimiento á
la causa de la religion y de la patria. Scauderberg,
cuya capital sitiaban los turcos , vino entonces en
persona á solicitar los socorros del soberano Pontí
fice (2). Paulo II le recibió en presencia de los Car- ,
denales, y delante del sacro colegio declaró que ya
no habia en Oriente mas que el Epiro, y en el Epi-
ro su corto ejército que peleaba todavía por la cau
sa de los cristianos ; y añadió que si morían, nadie
quedaba para defender los caminos de Italia. El
Papa dió los mayores elogios al valor de Scander-
berg, le regaló una espada que habia bendecido, y
escribió al mismo tiempo á los príncipes de la cris
tiandad, para obligarles á socorrer la Albania. En
una carta dirigida al conde deBorgoña, gemía Pau-

(1) Felipe, en tu libro si, refiere que efdux de Venecia, Luis Lort-
dano, fue muerto de una pedrada atacando á Corinto en i>}64-
(?) Despues de la batalla de Ocrida, Escanderberg consiguio grandes
triunfos contra las tropas de Mahomet; pero bailandose luegoen medio de
grandes dificultades, falto de fuerzas y de dinero, se refugio cerca de Pau
lo 1 I para pedirle socorros. (Véase á Marin Bari"ti, lib. 3.», ¡n fita Sean-
derlt.) El Papa Paulo dio i Escanderberg una gran suma de dinero, y le
tilo ¡rraude» regalos. (Hi'.l). ,
t33
lo IT por la suerte de los pueblos de la Grecia, arro
jados de su patria por los bárbaros; deploraba el
destierro y la miseria de las familias griegas } que
venian á buscar un refugio á Italia, muriendo de
hambre y sin vestidos, amontonados unos con otros
en las riberas del mar, levantando las manos al'
cielo, y suplicando á sus hermanos, los cristianos,
que los socorriesen ó los vengasen (i). El gefe de
la iglesia referia todo lo que habian hecho sus pre
decesores, y todo loque habia hecho él mismo pa
ra evitar tan tremendas desgracias; acusaba la in
diferencia de los príncipes y de los pueblos; y ame
nazaba á toda la Europa con las mismas calamida
des, sino se apresuraba á tomar las armas contra
los turcos. Las exhortaciones del Papa quedaron
sin efecto; Scanderberg, no llevando consigo mas
que algunas cantidades de dinero que habia obte
nido de la Santa Sede, volvió á su pais asolado por
los otomanos ; y poco tiempo despues de su regre
so, murió en Lisa (2), cubierto de gloria , pero
desesperando de la noble causa por la cual habia
peleado toda su vida.

(r) Esta carta de Paulo II, dirigida al duque de Borgoña , se halla en


Ja coleccion de las del Cardenal de Pavia, Ep, i63.
(2) Escanderberg, vencido por Mahomet, volvio á Italia; se dirigio i
los venecianos , y les entrego la ciudadela de Croja. ( Véanse las vidas d»
los gefes de fenecia, por Sanuti , y el historiador Nauclerci. Escanderberg
pensaba atacarla ciudad de Valmore, que Mahomet habia edificado en la
Albania, cuando le acométio la enfermedad de que fallecio. Fue enterra
do en la iglesia de san Nicolás de Lisa. ("Véase a Maria BarUti , lib.. l3,<
cap. apj.
i 74
Tal fue entonces el ascendiente de un gran hom
bre , que bajo sus banderas, recordaron los griegos,
degenerados hacia ya mucho tiempo, los dias mas
ilustres de la gloria militar de la Grec^p; la peque
ña provincia de Albania habia resistido durante
▼eiote años á todas las fuerzas del imperio otoma
no. La muerte de Scanderberg derramó el desalien
to entre sus compañeros de armas. Acudid bravos
alb aneses , gritaban en las plazas públicas, redoblad
el valor, porque las murallas del Epiro y de la Ma-
cedonia estan ahora reducidas d polvo. Estas palabras
eran á un tiempo la oracion fúnebre de un héroe,
y la de todo su pueblo (i). Apenas habian pasado
dos años, cuando la mayor parte de las ciudades
clel Epiro cayeron en poder de los turcos; y como
el mismo Scanderberg lo habia anunciado al Pon
tífice de Roma, no quedó ya ningun atleta de Je
sucristo al oriente del mar Adriático.
Todas las empresas contra los infieles se limi
taron desde entonces á algunas expediciones maríti
mas de los venecianos y de los caballeros de Ro
das , pero estas expediciones no bastaban para con
tener los progresos de los otomanos. Mahomet II,
se ocupaba siempre en la invasion de la Alemania
y de la Italia. Resuelto á dar el último golpe á sus
enemigos, quiso á ejemplo de los Pontífices roma
nos, emplear el ascendiente de la religion para ex-

(>) Marin Bsrlcti, ibid. , no* ka transmitido utos lamento* de los »l-
paítese*.
175
citar el entusiasmo y el valor de los musulmanes.
En medio de una ceremonia solemne, en presencia
del divan ydelmufti, juró (1) renunciar d todos
los placeres , y no volver jamas el rostro del Occiden
te al Oriente, si no derribaba y no ponia d los pies
de sus caballos los dioses de las naciones , y aquella»
imágenes de madera, de bronce, de plata, de oro y
de pintura , que tos discípulos de Cristo liacian por
sus manos. Juró exterminar de la faz de la tierra la
iniquidad de los cristianos, proclamar del Levante al
Poniente , la gloria del Dios de Sabaot y de Maho-
met. Despues de esta declaracion amenazadora, el
emperador turco convidaba á todos los pueblos
circuncidados que seguían sus leyes, á que fuesen
á reunirse con él para obedecer el precepto de Dios-
y de su profeta.
El juramento de Mabomet II, se leyó en toda»
las mezquitas del imperio á la hora de la oracion,
y de todas partes acudieron los guerreros otomanos
á Constantinopla. Ya asolaba un ejército del sul
tan la Croacia y la Carniola, y cuando una es
cuadra formidable salió del canal, y fue á atacar la
isla de Ubea ó de Negro-Ponto, separada por el Eu--
ripe de la ciudad de Atenas, que los historiadores
turcos llaman la ciudad ó la patria de los filósofos.
A la primera noticia del peligro, babia ordenado el
Papa rogativas públicas en la ciudad de Roma , y

(1) Este voto de Mahomet se refiere en la Ep. 379 del Cardenal d«


Pavia, el 6 do las nonas del mes de agosto, del vigésimo quinto año del rei*
nado de^Mahomet, ei decir, el año de lijí.

4
.i*
él mismo fue con los pies descalzos en procesion
ante la imágen de la Virgen , pero el cielo, dice el
analista de la iglesia , no se dignó escuchar los rue
gos de los cristianos. Negro-Ponto cayó en poder
de los turcos (i) ; toda la poblacion de la isla fue
exterminada ó quedó en la esclavitud ; y un gran
número de los que habian defendido su patria con
valor, espiraron en los suplicios. La fama publicó
en Europa los excesos de la barbárie otomana , y
todas las naciones cristianas se sobrecogieron de
horror y espanto.
Despues de las últimas victorias de los turcos,
la Alemania debia temer una próxima invasion, y
las costas de Italia se hallaban amenazadas. El Car
denal Bessarion dirigió una exhortacion elocuente
á los italianos, y los conjuró á que se reuniesen
contra el enemigo comun. El Papa hizo los mayo
res esfuerzos para apaciguar las discordias, y llegó
á conseguir el formar una liga entre los principa
les estados de Italia (2). Sus legados fueron á soli
citar los socorros de los reyes de Francia y de In
glaterra (3). El emperador Federico III, convocó

(i) -Dicen que los turcas perdieron en la toma de Negro-Ponto cua


renta mil hombres. (Véase Fracitza, lib. 3.* , cap. 3o ; y Filepe , lib. 3i;
y Sauuti, Vida de los gefis de Venecia).
(í) La liga se concluyo en Ñapoles entre Fernando, rey de Sicilia,
paleas, duque de Milan, y la república de Florencia. El Papa mando ha
cer rogativas solemnes en todas las ciudades del estado eclesiástico , y
fuegos artificiales al principio de la noche , como lo manifiesta la carta
que dirigio con este motivo al gobernador de Bolonia , el ?4 de diciembre
de 14.70.
f3) Las cartas dirigidas al emperador, son del 24 de enero de 1Í71.
Federico indica una dicta en Ratisbooa para el 8 de las calendas de oiaya
•77
una dieta ea Ratisbona , y'despues en Nuremberg,
enja cual se presentaron los diputados de Venecia,
de Sena, de Nápolesy los de la Hungría , y los de
la Carniola; que todos refirieron los. destrozos de
los otomanos , y representaron, con los colores mas
vivos , Jas desgracias que amenazaban á la Europa.
En aquellas dos asambleas se tomaron muchas re
soluciones para la guerra contra los musulmanes;
pero ninguna tuvo ejecucion. Tal era la ceguedad
general, que ni las exhortaciones del Papa, ni los
progresos espantosos de los turcos, pudieron des
pertar el celo de los príncipes y los pueblos. Las
Crónicas de aquel tien&po hablan de muchos mi
lagros con los cuales manifestó Dios su poder en
aquellos dias desventurados (i); pero el mayor de
los milagros de la Providencia, fue sin duda el que
la Italia y la Alemania no cayesen en poder de los
otomanos , cuando nadie se presentaba ya ,á defen
derlas.
Despues
, ; de la muerte de Paulo II (2), que no

Francisco, Cardenal de Sena , fue enviado para asistir á ella como Le


gado.
' (1 ) Marsilio Ficino, en su libro 5.«de Jtetiglnne eliristianá, refiere con
fecha del año de 1469, que una hija de Ancona, paralitica desde su infan
cia , y uno llamado Blindelle de Florencia , que bacia ya muchos años
que no podia hablar á causa de un» contusion en la gargauta, se cura
ron repentinamente en confirmacion de la fe; ( "¡
(1) El Cardenal de Paria mira la muerte repentina del Papa Paulo II
como un castigo de la violacion del voto que habia hecho, antea y des
pues de su pontificado, de reunir un Concilio ecuménico para restable
cer el esplendor de la religion, y para reunir todos los reyes contra los tm*
eos. Raynatdi disculpa á Paulo con las circunstancias dificiles en que ra
hallo , y con los esfuerzos que había hecho para armar las potencias cria»
Tomo X. a3
i7S
pudo ver el buen éxito de ninguna de sus predica
ciones y de sus empresas, su sucesor Sixto IV no
omitió nada para la defensa de la cristiandad (i).
Apenas subió al trono pontificio , envió muchos Car
denales á varios estados de Europa, á predicar la
paz entre los cristianos y la guerra contra los turcos.
Los legados llevaban instruccion especial de activar
la exaccion de los diezmos para la Cruzada, éiban
autorizados para excomulgar & los que se opusiesen
á este impuesto, 6 diesen otra direccion á sus pro
ductos. Esta severidad , que causó algunas turbu
lencias en Inglaterra, y especialmente en Alema
nia, tuvo buen resultado en otros paises, y sumi
nistró al soberano Pontífice medios de preparar la
guerra. Pero ninguno de los príncipes de Occidente
tomaba las armas , y la cristiandad se hallaba siem
pre expuesta á los mayores peligros, cuando la Pro
cidencia la envío desde el centro del Asia un socor
ro que no esperaba. \
De todas las potencias que habían prometido
pelear contra los otomanos, la única que cumplió

Ilion contra los otomanos. Añade despues qne no hay necesidad de re


currir á los juickx» secretos de Dios para explicar esta muerte repentina,
euyaoausa era bastante manifiesta, teniendoel Papa siempre mucha abun
dancia de sangre. Este Pontifice murio en la noche de 16 de julio de i4/i.
(Raynaldi, nom. 60 y siguientes).
(1) El Papa Sixto IV anuncio la intencion que tenia de proseguir la
guerra contra tos turcos, y dedicar á ella' no solamente los tesoros de ta
iglesia , sino su propia sangre. (Véanse en el libro dé los Breves y dé las
Bulos de este Pontifice la pág. i5, ep. 11, y la p»g. 11, númt, 10).
Un su primera bula dice que su predecesor Paulo I ( ha consumido
doscientas mil uawoedtas de oro en la guerra contra los infieles.
'79
«u promesa fue la del rey de Persia , á quien Calix
to III habia enviado un misionero, y que se habia de
clarado fiel aliado de los cristianos. En su respues
ta, el rey de Persia tributaba al Papa los mayores
elogios , y le animaba en su resolucion de atacar á
Mahomet II , anunciándole que él mismo iba á prin
cipiar las hostilidades (i). Cuando se recibió su car
ta en Roma sus tropas se adelantaban por medio de
la Armenia y ya habian caído en poder de los per
sas muchas ciudades otomanas. Mahomet se vió
obligado á abandonar ó suspender sus proyectos de
conquista por el lado de la Europa, para marchar
contra sus nuevos enemigos con la mayor parte de
las fuerzas de su imperio.
Se hubiera podido aprovechar esta poderosa di
version de los persas; pero los venecianos, el rey
de Nápoles y el Papa se presentaron solos á hacer
la guerra á los otomanos. El soberano Pontífice ha
bia mandado construir veinte y cuatro galeras con
el producto de los diezmos cobrados para la Cruza
da. Esta escuadra , mandada por el Cardenal Cara-

(i) La carta que el rey de Persia dirigio al Pontifice de Roma se halla


en el manuscrito de Vauxcclles, letra B, núm. 19, pág. 179. Se lee tam
bien en Raynaldi, año de 1 .j 7 1 , núm. 48. El analiata, despues de ha
berla copiado, añade estas reflexiones : «Las promesas del rey de Persia,
no fueron vanas, y si Luis, rey de Francia, hubiera conducido su ejército
contra los turcos; si los doscientos mil hombres, cuyo alistamiento sé
acordo en la dieta de Ratisbona , hubieran entrado en el imperio de los
turcos ; si Matias hubiera reunido á ellos sus tropas victoriosas, y si toda
la Italia , 'seguu la liga que acababa de hacerse, hubiera equipado una
escuadra con ios caballeros de Rodas, no hay duda ninguna que Assum-
ea«an hubiera restablecido los negocios de la cristiandad, y que los turcoi
hubieran sido destruidos."
a3:
i8o
fa . y reunida en el Tiber despues de haberla ben
decido Sixto IV (í), fue á reunirse á la deVenecia y
de Nápoles , y recorrió las costas de Jonia y de la '
Panfília , llevando el terror á todas las ciudades ma
rítimas de los otomanos. Los venecianos no deja
ron de dirigir la escuadra cristiana contra las ciu
dades cuya riqueza y comercioles causaban envidia.
Satalia yEsmirna fueron entregadas á todos los fu
rores de la guerra ; la primera , situada en las cos
tas de la PanAlia , era el depósito de las produccio
nes y mercaderías que sacaban de la India y de la
Arabia ; y la segunda, situada en el mar de Jonia,
tenia ricas manufacturas y un comercio floreciente.
Los soldados cristianos cometieron en ambas ciuda
des todos los excesos de que habian acusado hasta
entonces á los turcos. Despues de esta expedicion
de piratas , la escuadra volvió á los puertos de Ita
lia, y el Cardenal Carafa entró en Roma triunfante,
seguido de veinte y cinco cautivos montados en mag
níficos caballos , y de doce camellos cargados de los
despojos del enemigo (a). Las banderas cogidas á los
musulmanes, y la cadena del puerto de Satalia, se
colgaron solemnemente en las 'puertas y las bóvedas
del Vaticano.
Mientras que se celebraban en Roma estas cor-

(1) Acerca del apresto y ta bendicion de esta escuadra por Sixto IV,
véase á Santiago Volaterran, manuscrito de los archivos del Vaticano,
núui. 4o i y la ep. 449 del Cardenal de Pavia.
(i) Coriolano Cepio: lio. L», Bosio , Hist. hitr. , pág. a, lib. 9,
pag> 9 ; y Pedro Justiniano, lib. 9, traen algunos pormenores sobre esta '
expedición de la escuadia pontificia» "
iSi
tas ventajas conseguidas sobre los infieles , Maho-
met daba golpes trias terribles á sus enemigos ; y
cuando volvió á Constantinopla ya habia destruido
los ejércitos del rey de Persia. Lo que daba al em
perador turco una ventaja inmensaisobre las poten
cias que se armaban contra él, era qae nanea se
bailaban estas acordes entre sí, ni para la defensa ni
para el ataque. La discordia no tardó en renacer
entre los principes cristianos, y especialmente en
tre los estados de Italia; y Venecia, habiéndose que
dado sola en la lucha contra los otomanos , se vió •
obligida á pedir la paz á Mahomet.
Los otomanos se aprovechaban de la paz como
de la guerra para aumeutar su poder. Ya no que
daba nada de los tristes restos del imperio griego;
Venecia habia perdido la mayor parte de sus pose
siones ert el Archipiélago y en la Grecia; Genova
perdió en fin la rica colonia de Cafa en Crimea ; y
ds todas las conquistas de las Cruzadas no habian
conservado los cristianos mas que el reino de Chi
pre y la isla de Rodas.
Durante mas de un siglo, los reyes de Chipre
habian implorado los socorros del Occidente, y ha
bían peleado con algun buen éxito contra los sarra
cenos, y especialmente contra los mamelucos de
Egipto. Las ciudades marítimas de Italia protegían'
un reino de cuyo comercio y navegación sacaban
grandes ventajas ; y diariamente los guerreros que
iban de Europa le prestaban el apoyo de sus armas.
Pocos años despues de la toma de Constantinopla,
Santiago Coeur, que habia logrado la restitucion.
i8a
de sus bienes , se estableció en la isla de Chipre, y
consagró su fortuna y su vida á la defensa de los
cristianos de Oriente. Despues de su muerte, se veía
en la iglesia de B urges, que habia fundado, esta
inscripcion : El señor Santiago Coeur, capitan gene
ral de la iglesia contra los infieles ( i ).
El reino de Chipre , despues de haber resistido
largo tiempo á los musulmanes, llegó á ser por úl
timo el teatro y Ja víctima de las revoluciones. Aban
donado en algun modo de las potencias cristianas,
obligadas ellas mismas á defenderse de los turoos,
se babia puesto bajo la proteccion de los mamelu
cos de Egipto. En los tiempos de las turbulencias,
los descontentos se retiraban al Cairo, y hacianque
los protegiese una potencia que tenia un gran inte
rés en mantener la discordia. La familia de Lusiñan
estaba para extinguirse, y una hija , único renuevo
de muchos reyes, se habia casado primero eon un
príncipe portugués, y luego con Luis, conde de
Saboya. Pero el sultan del Cairo y Mahomet II, no
quisieron sufrir que un principe latino llévasela co-

(i) Santiago Coenr fue condenado i muerte y confiscados sus bienes,


('arlos Vil se contento con desterrarle ; pero no se restituyeron sus bie-
t>es hasta mucho tiempo despues. Sesenta dependientes de Santiago Goeur
escotaron y le dieron una suma de sesenta mil escudos, con la cual se re-
.lirú á Chipre, en donde restablecio su comercio. Fundo alli un hospital
jiara los peregrinos y un convento de Carmelitas , donde fue enterrado.
Santiago Coeur habia edificado muchas casas en Marsella, en Moiupeller'
T en Buiges, entre otias el edificio donde está en el dia el ayuntamien
to. Luis XI fue el que rehabilité la memoria de Santiago Cocur. Li ins
cripcion que aqui se menciona-debia de estar tambien en el hospital de
Chipie para los peregrinos.
*83
roña de Chipre, éhiciir'on elegirá un hijo natural
del último rey. Santiago, á quien alejaba del trono
eu nacimiento ilegitimo , y que habia turbado el
reino con sus pretensiones ambiciosas , fue corona
do rey de Chipre en la ciudad del Cairo , bajo los
auspicios y en presencia de los mamelucos (r). Lo
que debió aumentar el escándalo de aquella coro
nacion , fue que el nuevo rey prometió ser fiel al
sultan de Egipto, y pagar cinco mil escudos de oro-
para mantener las grandes mezquitas de lo Meca y
.de Jerusalen. Juró sobre el Evangelio cumplir esta
promesa, y para no omitir nada de lo que exigían
ios mamelucos: «si falto á mi palabra , añadió, ser¿
;. . ' :•'¡..',.. i. i ! ;

(t) Santiago, hijo natural dé Juan III , rey de Chipre, habia are*
tendido el arzobispado de Nicosia ; pero Elena , viuda del rey, y su Ujar
Carlota, se habian opuesto y habían escrito al Papa sobre este asunto. Ha
biendo Santiago interceptado sus cartas, reunio una cuadrilla de faccio*
sos, entro en N ¡cosia , asesino i todos mis contrarios , y se apodero del.
gobierno de la ciudad; pero a la llegada de Luis, hijo del duque de Sa--
•boya , que habia de casarse eon Carlota y dividir el trono con ella , San*
tiago, aterrado , se refugio cerca del sultan del Cairo. El Papa Pio II
envio embajadores al sultan para obligar á Santiago.a restituir á su her
mana las insignias de la dignidad Real. El principe musulman estaba ya'
Apunto de consentirlo; pero los emires y los mamelucos que favorecían
al usurpador, se lo disuadieron. El emperador Mahomet le exhorto ade<
mas á que prefiriese Santiago á Carlota , cuyo marido, descendiente de
aangre francesa , podia inducirá sus compatriotas i volverá Siria. El'
aullan del Cairo cedio á esta razon y suministro á Santiago una escuadra*
con la cual desembarco el principe en Chipre el año dé 1 46o. Luis , si
tiado en Cerines con Carlota , suesposa, perdio el valor y se retiro á Sa-
boya. Viendose Carlota sin recurso, tomo el partido de refugiarse en Ro-.
da«, y Santiago quedo pacifico poseedor de la isla. Despues de un rei
nado de doce a ñ is, le envenenaron los lios de sn .muger en i4?3. Habia
sido excomulgado por el Papa, y fue privado de los honores fúnebres que
se bacian á los reyes. (Boato, pajrt: a, lib. 7.»)
i84
apóstata y falsario, negaré la existencia de Jesucris
to y la virginidad de su madre; mataré un camello
en la pila del bautismo, y maldeciré al sacerdo
cio (i)." Tales eran las palabras impias que el de
seo de reinar ponia en boca-de un principe que iba
á gobernar un reino fundado por soldados de Jesu
cristo. Murió poco tiempo despues de haber toma
do posesion de la autoridad suprema; y su pueblo
debió creer que la justicia Divina habia abreviado
los dias de su reinado.
(Catalina Cornaro, viuda de Santiago, que per
tenecia á una familia veneciana, érala heredera de
la corona de Chipre (2). Como la república de Ve-
necia no perdia ninguna ocasion de aumentar sus
posesiones en Oriente, hizo venir á Italia la nueva
rejna , y las solicitudes del senado y del dux .logra
ron de ella la cesion de todos sus derechos á la isla
de Chipre. De este modo Venecia vió bajo sus leyes
un reino fundado por la familia de Lusiñan, y le
defendió durante cerca de un siglo contra las armas
de los otomanos y de los mamelucos.
>J.a isla de Rodas fijaba entonces todas las mira-

(1) Esta promesa de Santiago la refieren (l historiador Gobelin, lib. j


y Eneas Silvio , ¿fistol.. Jsiat., cap..97.
(*) Santiago III , que nacio despues de la muerte de su padre Santia
go II, fue al nacer proclamada rey de Chipre , de Jerusalen y de Arma-
nra. Habiendo fallecido dos años despues, la reina Catalina, su madre,
-quiso- hacer, valer sus derechos. Los, venecianos se declararon por ella , y
la man'uviwon en posesion de la isla. En (48», la reina Carlota cedio sus
«derechos; ¿Ciirlos I, duque de Saboya, y i sus sucesores en el mismo dis
ecado. Por su parte, Catalina, habiendose dejado atraerá Venecia eu 1489,
Jfrjio alli donacion de la isl»¿le Chipre á la cepública.
)85
das dol mundo cristiano mucho mas que el reino
de Chipre- Aquella isla , defendida por los caballe
ros de san Juan, recordaba á los fieles la memoria
de la Tierra Santa, y los mantenia siempre en la
esperanza de volver á ver algun dia ondear el estan
darte de Jesucristo sobre los muros de Jerusalen.
Una juventud guerrera acudia sin cesar de todas las
provincias del Occidente , y hacia revivir , en algun
modo, el ardor, el celo, y las hazañas de las primeras
Cruzadas. La Orden de los Hospitalarios, liel á su an
tiguo instituto, protegía siempre á los peregrinos que
se dirigían á Palestina, y defendia los navios cristia
nos contra los ataques de los turcos, de los mame
lucos y de los piratas. Mahomet II , desde, el prin
cipio de su reinado , habia intimado al gran maes
tre que le pagase un tributo, como á su soberano;
pero éste se contentó con responder: Nosotros no
debemos la soberanía de Rodas sino d Dios y d nues
tras espadas. Nuestro deber es ser enemigos y no tri--
butarios de los otomanos (i);
Mahomet, despues de haber triunfado de los per
sas, habia vuelto á Constanjtinopla con nuevos pro
yectos de conquista sobre la Europa, y nueva ani
mosidad contra los cristianos ; y todo su imperio se
preparaba á servir su ambicion y su cólera. Si los
turcos no habian hasta entonces precipitado su in-

(i) Seis meses despues de la toma de Constan tinopla , fue cuando Ma,
bometbJzo á los caballeros de Bodas esta intimacion. El gran maestre, '
que le dio la respuesta que se acaba de leer, era Juan de Lastic , antes
gran prior de Auvernia. Historia Ue Malta , por el Abad Vertot, lib. 6«?
Tomo X. a/j
iS6
vasion en el Occidente , era porque la diferencia de
religion y de costumbres les quitaba toda comuni
cacion con las naciones cristianas , y porque igno
raban enteramente el estado y las disposiciones de
la cristiandad, las fuerzas que podría oponerles, y
aun el camino que tenian que seguir. Aprendian á
conocer las fronteras de la Europa , estudiaban las
costas del mar, expiaban los momentos favorables;
y semejantes al leon de la Escritura, rondaban sin
cesarpara buscar su presa. Aseguraban puestos avan
zados y marchaban con precaucion hacia el pais que
deseaban conquistar, como un ejército enemigo se
acerca á una plaza que quiere sitiar. En excursio
nes repetidas con frecuencia, derramaban el terror
en los pueblos que tenian designio de acometer ; y
con los destrozos que causaban , debilitaban los
medios de resistencia de sus enemigos. Mahomet
se h:ibia apoderado primero de Negro-Ponto y de
Escútari, para dominar en los mares del Archipié
lago y en el mar de Sicilia y de Ñapoles. Por otra
parte , muchos ejércitos suyos se habian dirigido
al Danubio para abrirse los caminos de Alemania,
y algunas tropas otomanas habian penetrado con
el hierro y el fuego en la mano, hasta el Friul, pa
ra aterrar á la república de Veneeía y reconocer las
avenidas de la Italia.
Luego que todo estuvo dispuesto para la ejecu
cion de sus terribles designios , el gefe del impe
rio otomano resolvió atacar la cristiandad en mu
chos puntos á un tiempo. Un numeroso ejército se
puso en marcha para invadir la Hungria y todas
187
las provincias inmediatas al Danubio. Dos escua-
dras> que llevaban un gran número de tropas, de
bian dirigirse, la una contra los caballeros de Rodas,
cuyo valor temblaba Mahomet (1) , y la otra con
tra las costas de Ñapoles, cuya conquista abría los
caminos de Roma y de la Italia meridional. En
tan urgente peligro , las esperanzas de los alemanes,
y tambien de una parte de los estados italianos, des
cansaban en los húngaros. Se miraba entonces al
rey de Hungría como el guardian de la Europa ; y
para estar siempre dispuesto á pelear contra los tur
cos, recibía todos los años socorros en dinero de la
república de Venecia y del emperador de Alema
nia, El Papa añadia a estos socorros una parte de
los diezmos impuestos para la Cruzada ; y los Le-
- gados de la Santa Sede , tenian la mision de dis
tribuir indulgencias á los guerreros de la Hun
gria , y de exhortar incesantemente á los pueblos

(1) El historiador Belcaire , antes de hablar de la «ni presa de Maho-


met contra la isla de Rodas, presenta en estos términos el estado de la
Kuropa, despedazada por las divisiones de los principes : «Al principio
de este año de í'jSo, cuando el emperador Federico permanece tranquilo
en sus estados sin emprender ninguna cosa grande, y consumido por la
avaricia; cuando Luis, rey de Francia, disputa á Maximiliano, hijo de
Federico, las provincias de Boigoña ; cuando Fernando , despnes de ha
berse apoderado del reino de Castilla , procura someter los principes de
aquel pais, y el pueblo, que es su contrario; cuando el Papa Sixto IV,
reuniendose ¡i Alfonso de Calabria, hijo de Fernando, rey de Ñapoles,
hace la guerra á los florentinos; y cuando los venecianos disuaden en al
gun modo á Matias, rey de Hungria , de que se apodere de Corilia , Ma
homet , emperador delos turcos envia contra Rodas al bojii Misetes, des
cendiente de los griegos Paleologos, y contra Otranlo , ciudad de la Pu.
Ha , al baja Acomat , nacido en Albania.» (Belc, Dccad. i , Irb. 3, n. 58),
• 24 =
i88
de aquel pais á armarse contra los enemigos de los
cristianos.
Al acercarse el ejército otomanoi toda la Hun
gría, gobernada por Matías Corvin , hijo de Ruina-
des , corrió á las armas. El ejército húngaro encon
tró a los turcos en la Transifvania , les presentó la
batalla (i), y la victoria se decidió por los cristia
nos, que en un solo combate destruyeron el ejér
cito enemigo. Las Crónicas contemporáneas no se
han dedicado tanto á describir este terrible com
bate, como la alegría de los vencedores despues de
su triunfo. El ejército victorioso asistió todo entero
á un banquete preparado en el campo de batalla,
cubierto de cadáveres- y humeando todavía con la-
sangre de la mortandad. Los gefes y los soldados
mezclaron sus cánticos de alegría con los gritos de "
los heridos y moribundos ; y en la embriaguez del
festín y de la victoria , formaron danzas bárbaras
sobre los cadáveres mutilados de sus enemigos.
La guerra de los cristianos y de los turcos era
de dia en dia mas cruel, no presentaba ya sino las
escenas de la barbárie y de la destruccion. Las ame
nazas de Mahomet, el derecho de gentes, y la fé de
juramentos Violados sin cesar por los turcos en la
paz y en la guerra ; mucho* millares de cristianos
condenados á morir en los suplicios por defender
su patria y su religion ; y veinte años de combates,

(0 Esta batalla «e diocu el año de 1479. (Vúase áBonfini, Dicad. 4,


lib. 5).
i8o
úe peligros y de infortunios, habian irritado el odio
de los soldados de la Cruz. La sed de la venganza,
los hizo algunas veces tan feroces como sus enemi
gos; y en sus triunfos , olvidaron con demasiada
frecuencia que peleaban por la causa del Evangelio.
Mientras que los turcos experimentaban una
sangrienta derrota en el Danubio , la escuadra de
Mahomet, que avanzaba sobre la isla de Rodas, de
bia de hallar en los caballeros de san Juan , unos
enemigos no menos intrépidos ni menos temibles
que los húngaros. El bajá que mandaba esta expe
dición (i), pertenecia á aqüella familia imperial de
los Paleólogos, cuyos humildes ruegos habian so
licitado tantas veccis los socorros de la Europa cris
tiana. Despues de la torna de Bizancio , abrazó la
religion musulmana, y no procuró otra co^a que
ayudar á Mahomet lien su proyecto de extermi
nar la raza de los cristianos en Oriente.
Muchos historiadores han referido con exten
sion los acontecimientos del sitio de Rodas, y esta
es quizá la ocasion de reparar una grande injusti
cia, cometida contra uno de los escritores que no»
han pieccdido. Una palabra que se le escapó al
Abad Yertot , y por la cual se armó la crítica contra
él, ha bastado para arrebatarle el premio mas noble
de los trabajos de un historiador, que es la reputa
cion de veracidad (2). Despues de haber examinado

(O Este bajá se llamaba Misetés; otros le llaman Misac.


(a) La palabra del Abad Vertctt, no era mas que una expresion de ur
banidad dirigida á alguno que le ofrecia documentos no interesantes para
con algun cuidado ios monumentos históricos que
nos quedan, y segun los cuales, el autor de la Hit-
torta de los caballeros de Malta, ha descrito el sitio
de Rodas, nos complacemos en celebrar la exacti
tud de su narracion , y no tememos recomendár
sela á nuestros lectores. En este historiador elegan
te, es en donde ha de verse la constancia heroica de
Aubusson, gran maestre de la orden de San Juan,
jr la infatigable intrepidez de sus caballeros , defen
diéndose en medio de las ruinas contra cien mil
otomanos, armados de todo lo que habia inventa
do el arte de los sitios y el genio de la guerra. Al
acercarse los turcos, el gran maestre de Rodas ha
bia implorado las armas de los principes cristianos;
pero todos los socorros que le enviaron, consistie
ron en cuatro navios napolitanos y genoveses , que
no llegaron hasta despues de levantado el sitio , y
algunas sumas de dinero, que fueron el producto
de un jubileo ordenado por el Papa á ruego de
Luis XI. Segun las antiguas tradiciones, la defen
sa de Rodas se señaló con varios prodigios , que
traian á la memoria el tiempo de las primeras Cru
zadas. Los turcos vieron en el cielo una Virgen ves-

la verdad , sino para algunas familias q«c no queiian que se mencionasen


sus nombres. En efecto, si los documentos que le presentaban interesa
ban parala verdad, no hubiera tenido mas que publicarlos; pero no he
mos visto nada publicado sobre el sitio de Rodas , que pueda probar que
el Abad Vei tot se haya engaitado 6 haya olvidado xlguna cosa importante.
Tampoco se ba intentado atacar la autenticidad de los hechos que refiere
eu ninguna critica que haya llegado íi nuestras manos. Solo nos ha queda
do la expresion famosa , mi sitio está hecho, sin que nadie haya procurado
explicar en qué sentido , y con qué motivo se ha dicho esla expresion.
19<
tida de blanco, y las falanges de la milicia celes
te , llegando á socorrer la ciudad sitiada ; los pri
sioneros otomanos , atribuyeron su derrota á esta
aparicion, y Pedro de Aubusson, en su relacion di
rigida al emperador Federico (i), no deja de referir
los milagros atestiguados por los infieles.
La tercera expedicion de Mahomet, y la mas im
portante para sus proyectos de conquista , era la
que debia dirigirse contra el reino de Ñapoles. La
escuadra otomana se detuvo delante de Otranto ; y
despues de algunos dias de sitio , tomó la ciudad
por asalto , la entregó al saqueo, y su poblacion
fue pasada á cuchillo ó arrastrada. al caativerio (2).
Esta invasion de los turcos, la cííal no se esperaba,
derramó el espanto en toda la Italia ; y "Bonfinio
nos dice, que el Papa tuvo un momento la idea de
dejar la ciudad de los Apóstoles y pasar al otro la
do de los Alpes á buscar un asilo en el reino de
Francia. : ; ;
Es probable , que si Mahomet II hubiese re
unido todas sus fuerzas contra el reino de ¡Ñapoles,

( 1) Esta carta de Pedro de Aubusson se halla en la coleccion de Fre-


herus, rerum germ. script. tom. 2. Guille huo de Charges y otros historia
dores han leferido el mismo prodigio.
(a) El Arzobispo de Otranto , segun dice un historiador , fue serrado
cu das con una sierra de madera , y ochocientos ciudadanos sufrieron el
martirio antes que renunciar á la religion cristiana. Esta ejecucion se ve
rifico en un corto valle, que se llamo despues el valle da tus mártires.
(Leand. Albert. in disce/it. Salcnt in regn. Iial. 9). Este hecho se refiere
tambien en la bula que el Papa publico para la pacificacion de la Italia y
para exhortar á los fieles á la defensa de la cristiandad. (Véase Raynaldj,
año de 1480, nn. 18, ao y siguientes).
hubiera podido adelantar sus conquistas hasta Ro
ma; pero la pérdida de su ejército en Hungría y la
pérdida de sus mejores tropas delante de la ciudad
de Rodas, debieron contener ó suspender la ejecu
cion de sus proyectos. Sixto IV, recobrado de su
primer sobresalto, imploró los socorros de la cris
tiandad: se dirigía á todas las potestades eclesiásti
cas y seculares, y á los cristianos de todas condi
ciones, y los conjuraba por la misericordia y los
tormentos de Jesucristo, por el juicio final, en el
cual cada uuo seria colocado segun sus obras, por
las promesas del bautismo, y por la obediencia de
bida á la Iglesia ; y los suplicaba , que conservasen
entre sí , á lo menos , durante tres años, la caridad,
la paz y la concordia, E¡nv¡ó á todas partes Legados,
encargados de apaciguar las turbulencias y las guer
ras que dividian el mundo cristiano. Estos Lega
dos llevaban la instruccion de obrar con modera
cion y prudencia; de atraer por medio de la per
suasion, los pueblos y los reyes al verdadero espí
ritu del Evangelio; y de parecerse en sus incursio
nes piadosas , á la paloma que volvió al arca , lle
vando la oliva pacifica. A fin de alentar á los prín
cipes con su ejemplo , el Ponlífice mandó partir
para las costas de Nápoles las galeras que habia
destinado á socorrer la isla de Rodas. Ordenó al
mismo tiempo que se hiciesen rogativas públicas;
y para atraer las .bendiciones del cielo sobre las ar
mas de los cristianos , y excitar la piedad de los
fieles, mandó que la octava de todos los santos se
celebrase en la iglesia universal , principiando des-
i93
de el afio de 14S0 , y que llamaba,en su bula la oc-
taba del siglo.
Antes de la toma de Otranto, se hallaba la Ita
lia raas dividida que nunca. El ardor de las faccio
nes, y las animosidades que producia la envidia,
habían extraviado de tal modo los ánimos, que
muchos estados y muchos ciudadanos, no veían en
una invasión de los turcos mas que la ruina de
un estado vecino ó de una faccion rivah Acusaron
entonces á 'Yenecia de haber atraido las tropas oto
manas al reino de Nápoles ; pero es preciso decir
sin embargo, que la presencia del peligro, y espe
cialmente la relacion de las crueldades ejecutadas
por los vencedores de Otranto, despertaron en to
dos los corazones sentimientos generosos.
Sixto IV quiso aprovecharse de esta disposicion
de los ánimos, y convocó en Roma una asamblea,
solemne, á la cual asistieron los embajadores de
los reyes y principales estados de la cristiandad.
Hicieron un tratado, en que el rey de Francia se
obligaba á enviar tropas contra los turcos , el Pa
pa á equipar tres navios, y el rey de Nápoles cua
renta; el rey de Hungría prometía cincuenta rail es-t
cudos de oro , y el duque de Milan, treinta rail du
cados; Genova, cinco navios todo? los anos; Flo
rencia, veinte mil ducados; el duque de Ferrara,
cuatro navios; Sena, otros tantos; Luca, uno; el
marques de Mantua , uno ; y Bolonia , dos. En la
misma asamblea se hicieron otros tratados , á los
cuales accedieron la mayor parte de los estados de
Europa ; y se decretó ademas una multa de mil mar-
Tomo X. 35
: 104
eos de piala á los que faltasen a sus promesas (i).
Esta disposicion penal , que invocaban como garan
tía de los tratados, anunciaba bastante que á la ma
yor parte de los estados cristianos les faltaba celo, y
sobre todo perseverancia en sus empresas contra lo»
musulmanes , y que no tardarían en olvidar todo lo
que habian prometido. Otros intereses y otros cui
dados ocupaban á la Inglaterra , ta Francia y la Ale
mania ; los Legados fueron recibidos en todas par
tes con respeto ; pero no pudieron poner término á
la guerra suscitada entre los ingleses y los escoce
ses, ni ahogarlos gérmenes de una division pronta
siempre á estallar entre Luis XI y el emperador Ma
ximiliano. En una dieta germánica que se convocó;
hicieron, como se acostumbraba, discursos patéti
cos sobre las calamidades que amenazaban á la
Europa cristiana; pero no tomaron las armas.
Los otomanos encerrados en Otranto , es cier
to que no tenian bastantes fuerzas para adelantarse
en Italia., pero podian recibir refuerzos todos los
dias. Despues de haber levantado tres ejércitos, el
emperador turco reunia el cuarto en la Bitinfa, pa
ra dirigirle, segun las circunstancias, contra los
mamelucos de Egipto , ó contra los cristianos de
Occidente. Aunque la cristiandad supo estos pre
parativos , los pueblos y los principes que no se
¿reían" amenazados , volvieron á sus divisiones y
querellas. Habian en fin abandonado la salvacion
del mundo cristiano al cuidado de la Providencia^

(i) Vénee los Anal, teles, año de 1181.


i95
cuando se 'supo la muerte de Mahomet II , cuya
noticia se derramó por todas partes á un tiempo , y
se recibió como la de una grande victoria , espe
cialmente eu los paises que temían los primeros
ataques de los otomanos. En Roma , donde el te
mor habia sido mas vivo , ordenó el Papa oracio
nes, fiestas y procesiones, que duraron tres dias,
durante los cuales la pacifica artillería del castillo
de Santángelo no dejó de oírse, anunciando la li
bertad de la Italia (i). í
Esta alegría que sucedió al terror universal,
pinta mejor que las largas narraciones de la histo
ria la ambicion , la fortuna y la política del héroe
bárbaro del islamismo. Durante el curso de su rei-
oado , cinco Pontífices habian ocupado la silla de
San Pedro; todos habian desplegado el ascendiente
de su poder temporal y espiritual para contener log
progresos de sus armas , y todos murieron con el
dolor de ver crecer y dilatarse aquel imperio , de*
lante del cual temblaba todo el Oriente , y cuyas
invasiones temia sin cesar la Europa
Los turcos abandonaron á Otranto (a), y la di-
.» . "' > , . , .. )i
(ij Mahomet II murio repentinamente en su campo oerca de Cons-
tantinopla , el 3 de mayo , dia de la festividad de la Invencion de la Crui,
El Papa , con la noticia de esta muerte , mando, segun Santiago de Vo»
laterre, una fiesta de tres dia*, durante los cuales se cerraron las tiendas
y los tribunales (lib. 7.°).
(a) Sobre la reconquista de Otranto , que so veri6co en to de setiem
bre de l48l , se puede leer la carta del rey Fernando dirigida al soberano
Pontifice , con fecha del 1 1, que trae Santiago de Volaterre, lib. 3,° Esta
ciudad, atacada por mar y por tierra, la defendieron los turcos obstina*
damente 1 tambien les quitaron una parte de la Macedonia. (Véanse 1'
Juan Albiu, De bella hydronl.: y á Mateo Volaterre , lib. $,*),
25:
'96
vision que estalló entre los hijos de Mahomet obli
gó á suspender por algun tiempo los proyectos' ó
las amenazas de la política otomana. Aqui es don
de podemos contemplar con comodidad los ca
prichos de 1^. fortuna ; y en aquella familia de
conqursta.dores vamos á ver en espectáculo todx>s
los extremos de las cosas humanas. Habiendo
proclamado sultan al hijo primogénito de Maho
met , con el nombre de Bayaceto II, su hermano
Gem (t) , que reinaba en el pais de Iconio ó la Ca-
ramania , quiso que le asociasen al imperio, y re
unió un ejército para sostener sus pretensiones;
pero vencido por Bayaceto , y vendido por los- su
yos , se vió obligado á huir, y se refugió en la isla
de Rodas. El gran maestre Pedro de .Aubu&sonj
viendo todo el partido que podia sacar de semejan
te huésped , olvidó los deberes de la hospitalidad,
y no tuvo ningún escrúpulo en detener en su po
der un príncipe que se habia entregado á su fé.
Como temia que la inmediacion de los turcos no
le permitiese guardar largo tiempo á su prisionero,
resolvió alejarle, y con diferentes pretextos le hizo
partir para el Occidente (2).
El príncipe musulman , acompañado de sus
Oficiales y criados , llegó primero á Niza , donde,
segun la observacion de una Crónica turca (3) , se

(1) Nuestros historiadores llamad á este principe Zczim oZizim.


{a) El Papa, á quien consulto el gran maestre, celebro su designio- y
escribio al rey de Francia pata empeñarle á recibir á Zizim. (Véanse las
cartas de Sixto IV de 9 de noviembre y de »8 de juuio de i48a).
¡3) Las memorias del principe Gem, manuscrito turco, se han tradu
«97
vetan muchas mugeres hermosas y cantidad de jardi
nes deliciosos. Poco tiempo despues de su llegada
á JNiza, le condujeron á la villa de Exiles en el
Piamonte. de allí á Chamberí y á San Juan de
Moriena , y en fin al castillo de Kumiili , que per
tenecia á los caballeros de Rodas. La presencia del
príncipe Gem excitaba eu toWas partes una viva cu
riosidad ; lo* señores del pais , y el mismo duque
de Saboya , acudieron á visitar al hijo del sul
tan que habia tomado d Comtantinopla. Esta solici
tud despertó la desconfianza de los guardias de
Gem, que se apresuraron á mudarle de domicilio.
Los caballeros de Rodas tomaron entonces tantas
precauciones para ocultar á su prisionero, que ape
nas puede la historia en el dia seguir sus pasos por
medio de las montañas del Delfinado , de la Auver-
nia y del Limosin , y nombrar las fortalezas é in
dicar los castillo» (i) en donde sucesivamente le
encerraron. Solo se sabe que le embarcaron en el
Isere y eu el Ródano , que atravesó un gran nú
mero de ciudades, que habitó muchos meses en
un castillo edificado sobre una roca, y que per
maneció dos años en un fuerte situado en medio

eido en la BiblinUca de las Cruzadas por Mr. Gaiciü de Tassi ; estas me


morias, muy circunstanciadas , se han redactado por alguno de la comiti
va del piincipe musulman.
. ( i) Las memorias del principe Gem eitan los. nombres de mochos cas»
tillos del Deliiuado, de la Auvernia, del Limosin y dela Marche ; pero
estan de tal manera desfigurados estos nombres que es muy difícil lecono-
cerlos. Hemos , sin embargo, reconocido muchos, que citaremos en la
JSittiottea de las Cruzadas, <
19* '
de un lago. En vano el rey de Hungría y el rey de
Nápoles se dirigieron al gran maestre de Rodas y
le pidieron que enviase el príncipe Gem á Italia 6
á las orillas del Danubio; cuanto mas insistían pa
ra que el hermano de Bayaceto saliese de manos
délos caballeros, tanto mas redoblaban estos su
vigilancia. El gran maestre habia mandado cons-
truir en Bourganeuf , eu el condado de la Marche,
lina torre que habia de habitar el príncipe musul
man. Condujeron á ella al desventurado Gem; allí
perdió toda esperanza de recobrar su libertad . y se
resignó sin murmurar á su suerte, suavizando las
penas de su destierro y de su prision con la poe
sía (i) que cultivaba con buen éxito.
Los caballeros de Rodas habian logrado ocultar
de la vista de todos al príncipe Gem ; pero su cau
tiverio no dejaba por eso de causar una viva sensa
cion. Algunas tradiciones populares, y algunas an
tiguas canciones que han llegado hasta nosotros»
muestran especialmente el vivo interes (2) que las
damas de Francia tomaban por el ¡lustre cautivo.
Dos oficiales de Gem habian huido á la corte del
duque de Borbon , que residia en Mulins: si cree
mos la Crónica turca de donde sacamos nuestra

(1) La Cronica turca nos dice que Gem era poeta.


(a) Existen todavia algunos antiguos romances que hablan de los amo
res del principe Gem J de ta princesa de Sassenage. Las memorias turcas
nos dicen que el gobernador del castillo en que estaba encerrado Gem te.
nia una bija muy hermosa , y que esta se enamoro del principe, que cor»
respondio á su pasion. (Véase en la Bibtiot. de las Cruz. , la traduccion de
Mr. Garcia de Tassi). .. ... . .
'99
narracion , el duque aplaudia el proyecto que aque
llos fieles servidores habir-n formado de libertar á
su dueño , y dió veinte y cuatro mil monedas de
plata para el buen éxito de la empresa.
Se bablaba con frecuencia del príncipe musul
man en la corte de Francia ; y se complacian en
recordar la inmensa herencia que Labia disputado
al sultan Bayaceto , que contenia dos imperios y onct
reinos (;). El rey manifestaba el deseo de ver al
príncipe Gcm ; pero los ministros , dice la Crónica
turca , ganados por el gran maestre de Rodas, der
cian que el príncipe infiel no podia resolverse á
presentarse delante de un monarca cristiano, y que
por nada en el mundo se decidiría á dejar la comn
pañí a de los caballeros que le habian traido al Oc
tidente. Cuando Gem pedia por su parte que, que
ría ver al poderoso monarca de los francos , le res
pondian que el rey de. Francia no podia sufrir á
ningun musulman ni en su capital ni en su eoijtc.)
Entretanto los soldados otomanos no habian
olvidado el nombre de Gem, y las inquietudes de
Bayaceto anunciaban suficientemente que su her
mano no habia dejado el mundo todavía. Con el
temor de que le opusieran un rival terrible, escribió
al gran maestre de Rodas , manifestándole que ha
bía mandado suspender lo» preparativos de una
guerra contra los cristianos. En reconocimiento del
' ' ' s '. ' v i
i J
(i) Véase la historia de Cárlos VIII, por Jaligny. Esta historia dice
algunas palabras de Gem ; pero trae pocos pormenores. Por lo demas, no'
es mas circunstanciada en lo ejae dice de la expedicion de Cárlos VIII.
aoo
servicio que le habian hecho los caballeros , les en
vió regalos, entre los cuales se distinguía un brazo
de su patron San Juau Bautista , hallado en la basí
lica de Constautínopla. Varios embajadores del sul
tan se presentaron á los reyes de Nrvpoles y de Frau-
cia, ofreciéndoles todas las reliquias que se bailasen
en las ciudades conquistadas á los cristianos. Anun-
tiaban ademas, que su amo tenia el designio de con
quistar el ',Egipto, y que les cedería con gusto el
reino de Jerusalen , si detenian á Gem en el Occi
dente. Por el mismo tiempo el sultan del Cairo en
riaba al Papa uno de los padres latinos del santo
Sepulcro, y pedia que le entregasen al hermano
del emperador otomano , que quería mostrar al
frente: de su ejército en una guerra contra los tur
cos; ofrecia al soberano Pontífice cien mil ducados
de oro , la posesion de la ciudad santa , y aun la
ciudad de Constautínopla si lograba apoderarse de
ella. Advertido portan altas promesas de la impor
tancia que daban á la persona de Gem , Inocen
cio VIH pidió al rey de Francia que enviase á Ro
ma y confiase á su guardia al príncipe musulman.
La embajada turca y el Legado del Papa se halla
ron al mismo tiempo en; Paris ; aconsejaban a Car
los VIH que aceptase las ofertas magnificas de Ba-
yaceto ; pero quiso mejor, dice su historiador, mos
trarse verdadero hijo de la iglesia, y no quiso prefe
rir la avaricia d la liberalidad y lealtad. Gem se ?¡ó
libre de su prision y conducido á Roma : el Papa
le re.cib¡ó con grandes honores, le djó una audien
cia ¡solemne en presencia de los enviados de la cris-
201
tiandad. La Crónica turca refiere que el soberano
Pontífice manifestó pródigamente al desventurado
Gem los testimonios de una sincera amistad, y que
en una audiencia particular el príncipe musulman y
el padre de los cristianos lloraron juntos las vicisitu
des de la fortuna. El designio de Inocencio VIH era
empeñar al príncipe Gem á que pasase á la Hungría,
donde sus Legados predicaban ya la guerra santa en
todos los pueblos del Rin, del Danubio y del Vistula.
En una dieta convocada en Nuremberg, el empera
dor Federico III habia propuesto una expedicion con
tra los turcos , y habia anunciado á los soldados de
la Cruz que el hermano de Bayaceto habia ;d¡e , en
trar delante del ejército cristiano en el territorio
otomano. El Papa renovó muchas veces sus ins
tancias con Gem ; pero este príncipe en las mise
rias de su destierro habia aprendido á despreciar
las vanidades de este mundo : los cetros, las coro
nas, y la victoria misma, ya no teniau , precio &
sus ojos; solo mostraba sentimientos de modera
cion y de paz, de los cuales no se podia sacar nin
gun partido. El Pontífice desesperaba de asociarle
á las empresas de los cristianos, cuando se vió lla
gar á Roma al emir Mustafá-Agá , enviado por Ba
yaceto. El emperador otomano solicitaba la amis
tad del poderoso apóstol de la creencia de Issa , y
le conjuraba á que pusiese mucho cuidado en im
pedir que su hermano se acercase a lus fronteras
musulmanas. No se conocen las condiciones del tra
tado que se concluyó entonces entre el Papa y el
sultan ; es probable que Inocencio VIH, recibiese
Tomo X. 26
502
ventajas proporcionadas á la importancia del servi
cio que se le pedia , y qae el fiero Bayaceto con
sintiese en ser tributario del gefe de la iglesia cris
tiana. ;
La larga permanencia que Geni habia hecho
en el reino de Francia, y la embajada y las pro
mesas de Bayaceto, habian dirigido los pensamien
tos de la corte y del pueblo hácia el Oriente. Cuán
to mas sobresalto habian mostrado, tanto mas se
persuadian de que había llegado el momento de der
ribar su poder. No se hablaba en la corte de Gar
los 'VIH, sino de la conquista de la Grecia, de la
libertad de la Tierra Santa , y de que el hermano
del emperador turco era el que habia de abrir á los
soldados cristianos las puertas de Bízancio y de Je-
íusalen. En la misma época, el duque de Milan y
otros muchos estados pequeños del otro lado de los
Alpes, ocupados sin cesar en turbar la Italia, y en
atraer á ella las armas oxtrangeras para aumentar y
conservar su dominio , persuadieron al rey Cáilos
á que hiciese valer los derechos de la casa de Anjou
al reino de Nápoles. Sus solicitudes y promesas
'despertaron la ambicion del joven rey , que resol
vió conquistar la Pulla y la Sicilia, y proclamó el
designio de extender sus conquistas á los reinos
del Oriente (i).

(i) Véanse los despachos publicados por este rey el aa de noviembre


de 1 49 i .' estan dirigidos a todos los fieles de la cristiandad. Carlos anun
cia en ellos que despues de haber hecho la conquista del reino de Nápo
les, al cual tiene justos derechos , irá á libertarla Grecia del yugo de los
turcos. (Uaynaldi, año de i4y4 , núm. a3.).
203
La pasion de las armas, el espíritu de la cába*
Hería, y el resto que quedaba en los corazones del
antiguo ardor de las Cruzadas, favorecieron al prin
cipio la empresa del monarca frances; y se hicie
ron en todo el reino rogativas públicas y procesio
nes por el buen éxito de una expedicion contra los
infieles.
Luego que Carlos VIII pasó los Alpes con su
ejército, todos los pueblos de la Italia le recibieron
con demostraciones de alegría. Al mismo tiempo
que recibian á los caballeros franceses como los
campeones del honor de las damas , daban á Cárlos el
titulo de enviado de Dios , de libertador de la iglesia
Romana, y de defensor de la fe, Todos los actos del
rey se dirigían á hacer creer que su expedicion no
tenia otro objeto que la gloria y la conservacion de
la cristiandad. Escribia á los Obispos de Francia
para pedirlos los diezmos de la Cruzada ,, y les decia
en sus cartas : «Nuestra intencion no se limitavúÁi-
camente á recobrar nuestro reino de Nápoles, sino
al bien de la Italia, y ála reconquista de la Tierra
Santa (1)1" . . í;> ¡:.'..\i:t ¡.!:.._.-. j¡¡o!
Mientras que al uno y otro lado de los Alpes se
abandonaban los pueblos á la alegría reinaba el ter
ror en el estado de Nápoles. Alfonso se dirigía á to
dos sus aliados; imploraba principalmente los so-
. . ,¡ i , , . ¡,

(i) Sobre la expedicion de Carlos VIII en Italia , se pueden consol-,


tar las Memorias de Felipe de Camines, tomo i3 de la coleccion de memo
rias por M. Petitot, y las Memorias de VUleneuvt, tora; \\ de la misma
coleccion , pag. 1S6 y siguiente*. " . ;' t-.m . .. '.>«..» -,i K .
a6t
20-4
corros de la santa Sede, y por un contraste singu
lar mientras que fundaba sus mayores esperanzas en
la corte de Roma, enviaba embajadores á Constan-
tiaopla para advertir á Bayaceto los proyectos de
Carlos Vill sobre la Grecia, y para conjurar al em
perador musulman á que le ayudase á defender su
reino contra la invasion de los franceses. El suce
sor de Inocencio, Alejandro VI, cuya política se ad
hería á la causa de los príncipes de Aragon, no veía
siq¡la tnas viva inquietud la marcha triunfante, del
rey de Francia, que caminaba hacia Roma sin en
contrar obstáculos (i). En vano llamó á su socorro
¿t íos estados de Italia y á los musulmanes dueños
de lacGrecia!, y. eri vano procuró emplear el ascen>
diente de su poder espiritual ; porque se rió en bre
ve obligado á someterse y abrir las puertas de su ca
pital á un príncipe que miraba como su enemigo,
y á quien habia amenazado sucesivamente con la
cólera del cielo y con la de Bayaceto;
De este modo la guerra que el rey de Francia ha-
bia jurado hacer á los infieles principió por una vic
toria conseguida contra el Papa. Luego' que entró
en Roma Carlos' VIII ,; pidió que le entregasen al
prínéipe Gem ; pero Alejandro VI que recibia por el

(i) Segun el Diario de Burctíard , Alejandro VI envio al turco Baya


ceto su secretario Jorge Brusard, para prevenirle que el rey de Francia
meditaba una expedicion á la Grecia , y le convidaba á defender el reino
de Nápoles contra los franceses. Bruzard fue preso á mi vuelta , y te halla
ron todos los papeles que contenian todas las proposiciones del empera
dor turco. La principal era que se deshiciese de Zizim. Bayaceto ofrecia
por este servicio una gran suma de dinero. (Rayualdi, año de i4y4)-
ao5
cautiverio del príncipe musulman un tributo anual
de la Puerta Otomana, se encerró con él en el cas
tillo de Santángelo, y solo despues de haber sufrido
un sitio de veinte dias consintió en lo que le pedía
el rey de Francia (i). El desventurado Getri, que
nada conocia de la politica i de que lera juguete, -y,'
de la cual seria pronto la víctima, se felicitaba de
hallarse protegido por el mayor rey del Occidente. Cár-
los lamentó sus desgracias, y los guerreros franceses
se preparaban á seguirle á las ricas comarcas del
Oriente. Aunque la presencia de Ge.m pareció coma
la señal de las conquistas que iban á hacer, Cárlos
no dejó de emplear otros medios, y entre ellos fue
el mas singular sin duda el comprar á precio dé
dinero el imperio de Constantinúpla. Se ha hallado
en el último siglo, en la cancilleria de Roma, un
instrumento público, por el cual Andres Paleólogo,
déspota de Acaya, y sobrino del último emperador
griego, habia cedido al rey de .Francia todos sus
derechos al imperio de Oriente, por una suma- de
cuatro mil y trescientos ducados de oro. Un ins
trumento por el cual sé compraba ante un nota
rio un imperio que era necesario conquistar, rioa.
muestra por una parte cual era la política que pre
sidia en aquella especie de Cruzada, y por otra cual
era el precio que los griegos mismos daban enton
ces á la herenciaI de Constantino. : . i .'. ut

(i) En la Memoria del principe Gem se puede ver con cuantas dificul
tades consiguio el rey de Francia que le entregasen este principe, y la con
versación que tuvo Zizim Con Cárlos VIII y el Papa. (Véanse en la Biblia
teca de las Cruzadas las Cronicas turcasj. . ..;
206
.¡.¡ Mientras que Cárlos VIII prolongaba su perma
nencia en Roma, y se ocupaba de este modo en rei
nar sobre la Grecia, Alfonso II , rey de Nápoles,
abandonado á sus propias fuerzas , victima del ter
ror y los remordimientos, y perseguido por las que
jas de los napolitanos, descendia del trono y corría
á sepultarse en un monasterio de Sicilia. Su hijo
Fernando, que le liabia sucedido, aunque habia ar
rojado los turcos de la ciudad de Otranto, y liabia
sido proclamado libertador de la Italia, no pudo
reanimar el valor del ejército ni la fidelidad de los
pueblos. Desde que se anunciaba la llegada délos
franceses , el yugo de la casa de Aragon parecia cada
dia mas insoportable. Cuando Cárlos dejó el estado
romano, en vez de encontrar ejércitos enemigos,
solo hallé en el camino diputaciones que iban á ofre
cerle la corona de Nápoles , cuya capital le recibió
•en triunfo, y se le sometió todo el reino; .;..;;•,> >
No tardó la fama en llevar á la Grecia la noticia
de las conquistas milagrosas de Cárlos VIH; y los
turcos del Epiro , sobrecogidos de terror , creían á
cada momento ver llegar á los franceses. Nicolás Vi-
guier añade que Bayaceto, tuvo tal espanto, que man
dó venir todo su equipage de mar al estrecho del bra
zo de san Jorge para salvarse en Asia.
La presencia de Gem en el ejército cristiano ex
citaba esencialmente los temores de los otomanos;
pero la. fortuna habia agotado todos sus prodigios
para la causa de los franceses. El príncipe musul
man» á quien miraba el rey de Francia como un
instrumento de sus victorias futuras , ya no debia
20^
servir sino para mostrarle la instabilidad y el fin de
Jas cosas de la tierra. Aquel príncipe, que habia cai
do enfermo en Tarracina , falleció al llegar á la ca
pital de la Pulla , y segun lá expresion de los orien
tales , después de haber agotado la copa del maíti
rio , fue d bañarse en el rio de la vida eterna (i).
Acusaron de esta muerte al Papa Alejandro VI,
á quien el emperador otomano habia prometido tres
cientos mil ducados de oro, si ayudaba a su herma
no d salir de las miserias de la vida. Nosotros creemos
que el Papa se contentó con dejar obrar la justicia
de Bayaceto, y acordándonos de que el sultan ha
bía enviado á Roma embajadores , pensamos que
estos no permanecerían ociosos en aquella ocasion.
Las conquistas de Cárlos VIII, que derramaban
tanto temor entre los turcos, principiaban á causar
vivas inquietudes á muchos estados cristianos; y se
formó contra los franceses una liga en que entra
ron el Papa, el emperador Maximiliano, el rey de
España , y los principales estados de Italia. A ejem
plo de Cárlos VIH, se anunció al principio esta li-

(i) Gem , entregado al rey de Francia el 28 de enero, murio el a5 de


febrero siguiente. Unos acusaron á los venecianos de haberle hecho enve
nenar á instancia de Bayaceto; y otros pretenden que el Papa habia en
tregado aquel principe atacado de nn veneno lento. Felipe de Cominas
dice que corrió la voz de que el principe habia sido entregado emponzoña
do. La relacion turca de las aventuras de Gem supone que un barbero,
enviado por el Papa entre las gentes del ejército de Cárlos VIII, le enve
neno afeitándole, pero que el veneno obro con lentitud. Burchard , cuyo
manuscrito no es favorable al Papa , dice que Gem murio enCapua de
resultas de su intemperancia ; y añade que los sirvientes de la comitiva
del principe , lograron despues los favores de Bayaceto.
20S
ga para haber la .guerra á los turcos ; 'pero su ver
dadero designio no permaneció oculto mucho tiem
po, .porque solicitó la adhesion y los socorros de
Bayaceto. La política en aquella ocasion, no temió
sacrificar víctimas cristianas para cimentar una
alianza con los discipulos del coran. Los griegos
del Epiro y del Peloponeso procuraban aprove
charse de la empresa de Carlos VIII, para sacudir
el yugo de los otomanos. Un navio que montaba
el Arzobispo de Durazo, enviado á Epiro por el rey
de Francia, y en el cual segun la narracion de Fe
lipe de Comines, había muchas espadas^ broqueles y
jabalinas, para entregar d aquellos con quien se estaba
de inteligencia, fue cogido por tos venecianos, que en
viaron d advertírselo d las, gentes del turco en las
plazas inmediatas (i). El senado de Venecia hizo
arrestar los diputados del Peloponeso, y entregó
toda su correspondencia á los enviados del sultan.
Cincuenta mil habitantes de la Grecia perecieron

(i) Tío será inoportuno poner aqui la opinion de Felipe de Cominea


acerca del poder de Bayaceto, ydela esperanza que tenian de destruirle.
Este historiador habia estado mucho tiempo en Venecia , y no habia ce
gado de tener relaciones con la Grecia. «El turco , dice, era tan fácil de
perturbar, como lo habia sido el rey Alfonso; porque era y es todavia de
ningun valor. Tantos millares de cristianos estaban dispuestos á rebelarse
que nadie podia pensarlo... Todos aquellos paises son albaneses , esclavo
nes y griegos ¡ estan muy poblados; tenian noticias del rey Cárlos VIH,
por sus amigos, que estaban en Venecia y en la Pulla , y á quienes escri
bian tambien y no aguardaban mas que mensages para rebelarse; y eu-
yio^el rey alli un Arzobispo de Durazo que era albanes... En Tesalia, mas
de cinco rn.il se hubieran vuelto, y tambien se hubiera tomadaá Escátari.
Esto lo sabia yo por inteligencia, y por el señor Constantino, principe grie
go, que estuvo muchos dias oculto en Venecia conmigo."
'209
.victimas de aquella politica codiciosa que vendia de
este modo la libertad y la sangre de los cristia
nos. ' . .'
Por otra parte, la inconstancia de los pueblos,
favorable al principio á las armas del rey de Fran
cia, y el descontento que inspira siempre la pre
sencia de un ejército victorioso , mudaron repenti
namente el estado de las cosas en el reino de Ná-
poles. Los franceses , que babian sido recibidos coa
tanto entusiasmo, llegaron á ser odiosos, y todas
las esperanzas se dirigieron á la familia de Aragon,
á quien habian abandonado. Cárlos, en lugar de
dirigir sus miradas á la Grecia, las volvió á Francia;
y mientras se hacia coronar emperador de Rizan
do y, rey de Sicilia, ya solo pensaba en dejar sus
conquistas. Formaba un singular contraste el es
pectáculo que se presentaba á un tiempo de los
preparativos de una retirada y de una ceremonia
triunfal. Cuando la nobleza., el clero, y todos los
cuerpos del estado, iban á felicitar al príncipe vic-»
torioso , el pueblo invocaba contra él la proteccion
del cielo, y el ejército francés esperaba en silencio
la orden y la señal de su partida. Al dia siguiente
de su coronacion, y como si no hubiera ido á Ña
poles mas que á esta vana ceremonia , Cárlos VIH
partió acompañado de sus guerreros mas escogidos
y volvió á tomar tristemente el camino de su reí-
no. A su llegada á Italia 3 no habia oido en su via-
ge sino bendiciones é himnos de triunfo; y á su
vuelta solo escuchaba las maldiciones de los pue
blos, y las amenazas de sus enemigos. Al principia
Tomo X. ai
210
habia atravesado la Italia sin pelear , y para salir
de ella, se vió obligado á dar una batalla, y miró
como una victoria la libertad que le dejaban de vol
ver á conducir los restos de su ejército al otro lado
de Los Alpes.
De este modo sé concluyó la empresa de Cár-
los VIII , que hicieron al principio presentar como
una guerra santa , y cuyas resultas fueron tan fu
nestas á la Francia y á la Italia. Cuando se dedica
ban á los preparativos de esta guerra, aparecieron,
como hemos dicho mas arriba, muchos escritos en
prosa y en verso, en que se pronosticaban gran
des victorias. Estas profecias no tenían solamen
te el objeto de excitar el entusiasmo del pue
blo, sino de afirmar en su empresa á un monar
ca débil é irresoluto. Cuando se leen las cancio
nes y los himnos de los poetas, se cree ver á loa
franceses partir á la conquista de los santos luga
res ; pero la escena se muda cuando se lee la his
toria. Puede decirse que en aquella circunstancia
las opiniones religiosas, y los sentimientos de la,
caballería, solo fueron los auxiliares de una ambi
cion imprudente y desventurada (i). Por lo demas,
esta expedicion no se decidió en el consejo de los
Pontífices, ni tampoco en los consejos de los reyes.
En medio de las fiestas que Carlos dió en Leon,
algunos cortesanos jóvenes concibieron de repente

(i) Puede explicarse especialmente a esta expedicion de Ñapoles lo


>e dice un autor hablando de las Cruzadas : La intriga de los gabinetes
brollaba los negocios, con el pretexto de ta religion.
í1 I
esta idea (i) ansiosos de ver cosas nuevas y de hacer co
sas de que pudiesen hablar de ellos; el rey mismo que
no tenia experiencia, se dejó llevar fácilmente, y el
espíritu aventurero que habia provocado la guer
ra fue el que dirigió toda la empresa y produjo sus
desgracias (2).
La política, ó mas bien la traicion de Venecia,
no la habia preservado de la cólera de Bayaceto,
que la declaró la guerra ; los venecianos perdieron
entonces á Metrona, Caron y otras muchas ciuda
des en las costas de la Grecia; y el socorro de una
escuadra enviada por la Francia , y por la isla de
Rodas, no pudo hacerlos triunfar de los turcos,
que tenian en el mar doscientos setenta navios.
Los estados de la Europa se hallaban entonces di
vididos entre sí; en vano Alejandro VI procuró res
tablecer la concordia (3) ; porque no hicieron caso
de la autoridad de sus consejos ; no quisieron re
cibir á sus Legados en Alemania ; y el clero fran-

(1) Felipe de Comines dice, que Esteban Devers, senescal de Belcay-


re, y el general Brissonnet fueron los principales instigadores de esta ex
pedicion de Ñapoles, que condenaban todos los hombres prudentes y racio
nales.
(2) Cuatro años despues de la expedicion de Ñapoles , se reunio en
Friburgo, en Brisgau, una asamblea general, en la cual un embajador del
rey de Hungria solicito los socorros de la Alemania contra los turcos y los
tártaros, que asolaban las mirgenes del Vistula. Los alemanes permane
cieron inmoviles, y dejaron el cuidado de destruir los tártaros át rigor del
invierno y del clima, que mato mas de cuarenta mil.
(3) Alejandro VI envio á Venecia , en i499j á Juan Borgia para con
ciliar los venecianos y los milaneses, y á estos con los franceses, á fin de que
se reuniesen todos contra los enemigos de la fé. (Surit, ,tom. 5 , lib'. 3.
27:
212
ees y el de Hungría no escucharon sus exhortacio
nes , y se negaron á pagar los diezmos de las Cru
zadas. Es preciso decir aqui en alabanza del Pon
tífice j que la resistencia de los príncipes y de los
Obispos, no excitó ¡amas su cólera , ni desalentó
su celo. En fin, logró formar una liga entre la
Francia , la España, Venecia y Rodas, que se obli
garon a poner en el mar una escuadra numerosa, á
la cual debia el Papa reunir sus navios. Alejan
dro VI exhortaba al mismo tiempo á los húngaros
á tomar las armas, y él mismo prometía ponerse al
frente de los Cruzados. Ultimamente, en una die
ta que se celebró en Metz, el emperador Maximi
liano , solicitado por el Papa, tomó la Cruz é hizo
el juramento de conducir un ejército contra los in
fieles. El historiador Nauclere habla de muchos
prodigios que se advirtieron entonces, y que eran
al parecer la señal y el presagio de una guerra for
midable. «Se veían, dice este cronista, en las igle
sias , en las plazas públicas , y en las casas, cruces
encarnadas y negras en las cuales se advertían mu
chas parecidas a las gotas de sangre." El analista
de' la iglesia habla de otros muchos prodigios que
anunciaban la voluntad del cielo. «El emperador Ma
ximiliano, añade, no se admiró menos; porque no
trató mas que de buscar enemigos á la república de
• . . . i ./ .

cap. 38.) Sanuti dice que por el mismo tiempo envio el emperador secreta
mente embajadores á solicitar que los turcos volviesen sus armas contra
Ion venecianos.
arí3
Venecia, siempre en guerra con los turcos." Du
rante este tiempo, los soldados de Bayaceto conti
nuaban asolando la Hungría y la Polonia, penetra
ban en la Iliria, y se adelantaban hácia las fron
teras de la Italia y de la Alemania. Todos los es
fuerzos del Papa fueron inútiles; y Alejandro .VI
murió sin haber podido dirigir una escuadra ni un
ejército contra el imperio otomano.
Hemos manifestado las causas que habian de
bilitado el espíritu de la Cruzada ; y ahora diremos
que á fines del siglo XV y principios del XVI, dos
grandes acontecimientos llamaron del todo la
atencion del Occidente. La América acababa de
darse á conocer al mundo antiguo (i), y los portu
gueses habian doblado el cabo de Buena-Esperan-
za. Sin duda que los progresos'de la navegacion,
durante las guerras santas , habian contribuido á
los descubrimientos de Vasco de Gama y de Cris
tobal Colon ; pero luego que la Europa conoció es
tos descubrimientos, se apoderaron inmediatamen
te de aquel espíritu emprendedor y aventurero que
habia mantenido durante tanto tiempo el ardor de
las expediciones contra los infieles. La direccion de
los ánimos, las miras de la política, y las especu
laciones del comercio, todo se mudó ; y se vió en
tonces la gran revolucion de los Cruzados en sude-

(i) Cristobal Colon descubrio la America en liqi, y la reconocio con


masperfeccion Américo Vespueio en 1 497- ^n e6te mismo año, Vasco de
Gama doblo el cabo de Buena-Esperanza, y abrio un camino .1 las Indias
orientales.
2l4
cÜnacion, encontrándose en algún modo con la re
volucion nueva que nacia del descubrimiento y la
conquista de un nuevo mundo. La primera de es
tas revoluciones habia enriquecido muchos pueblos
marítimos; y la segunda debia aniquilarlos y enri
quecer á otros. ;
Los venecianos , dueños de los antiguos cami
nos del comercio de la India, fueron los primeros
que advirtieron las mudanzas que se verifica rian, y
cuyas consecuencias serian para ellos funestas. En
viaron secretamente diputados al sultan de Egipto,
interesado como ellos en combatir el influjo de los
portugueses. La diputacion de Venecia empeñó al
sultan del Cairo á confederarse con el reydeCalicut
y algunas otras potencias indianas, para atacar las
escuadras y tropas de Portugal. La república se en
cargó de enviar á Egipto y á las costas de Arabia ar
tistas para fundir cañones, y carpinteros de ribera
para construir navios de guerra. El monarca egip
cio, que tenia los mismos intereses que Venecia,
entró facilmente en el plan que le proponian; ypa-
ra contener los progresos de los portugueses en la
India , quiso primero inspirar temores por los san
tos lugares, que habian sido durante mucho tiem
po, y eran todavía, un objeto de veneracion para
todos los fieles del Occidente. Amenazó con que
arruinaria hasta los cimientos la iglesia del Santo
Sepulcro, que esparciría por el viento las cenizas
y huesos de los mártires, y que obligaría á todos los
cristianos de sus estados á renegar de la fe de Je
sucristo.
at5
Un religioso franciscano de Jerusalen vino á
Roma á manifestar los sobresaltos de los cristianos
en la Palestina y de los guardas del Santo Sepul
cro. El Papa se sobrecogió de terror, y se apresuró
á enviar el religioso al rey de Portugal, a quien ro
gaba encarecidamente que hiciese á Dios y á la
cristiandad el sacrificio de sus nuevas conquistas.
El monarca portugués acogió al enviado del Papa
y de los cristianos de Oriente, le dió sumas con-?
siderables para la conservacion de los santos luga
res, y respondió al soberano Pontífice que no te
mía ver realizarse las amenazas del sultan, y que
al contrario esperaba quemar la Meca y Medica, y
someter á la fe del Evangelio las vastas regiones
del Asia, si los príncipes de la cristiandad querían
reunirse á él.
El sultan de Egipto, que recibia tributos de to
dos los peregrinos , no destruyó las iglesias de Je
rusalen; pero intentó una expedicion contra los
portugueses , de acuerdo con el rey de Cambaya y
de Calícut. Equipó en Suez una escuadra compues
ta de seis galeras y un galeon y de cuatro bastimen
tos de carga, en la cual se embarcaron ochocientos
mamelucos (i). La escuadra egipcia descendió por
la orilla del mar Rojo, costeó la Arabia, dobló el
golfo de Persia y fue á dar fondo en la isla y puer-

( i) Sobre esta expedicion del sultan de Egipto, y sobre la uDion que


h abian formado con él los venecianos , puede consultarse á Baronio, dé
cad. ». , 11b. 3.«, cap. 5 y 6, Oscilo, lib. 6; Maffeo, lib. 4; y Maiiana, de
Rcbut H'up., lib. 19, cap. 16.
ái6
to de Diu, uno de los puntos mas importantes pa
ra el comercio de la India. De esta expedicion habla
el autor de la Luisiada, cuando dice en el libro nue
ve: «Con el socorro de las escuadras que habian
llegado del puerto de Asinoe , los de Calcuta es
peraban reducir á cenizas la de Manuel ; pero
el arbitro del cielo y de la tierra halla siempre me
dios de ejecutar los decretos de su profunda sabi
duría."
La expedicion de los mamelucos , á pesar de los
triunfos que logró al principio , no tuvo el resulta
do que esperaban el sultan del Cairo y la repúbli
ca de Venecia. Entonces se esparció por Europa la
noticia de que los portugueses habian empeñado
al rey de Etiopia á que mudase el curso del Nilo (i).
$0 nos detendremos en demostrar la inverosimilitud

(i) Se lee en la Cronica austriaca de Tomas EbendorlT, que despues


de la toma de san Juan de Acre por el hijo de Ivelaoun, y la destruccion
de las colonias cristianas , un rey de Etiopia , llamado Preste Juan, y cris
tiano de religion, desvio momentáneamente el curso del Nilo, y causo e»
el Egipto la esterilidad. (Véase la Biblioteca de /«» Crinarlas).
Makrizi refiere un hecho análogo: dice que eu el año de 726 de la egi-
ra, i3a6de J. C, el rey de Abisinia escribio al sultan de Egipto para
intimarle que reedificase las iglesias cristianas, amenazándole, en casa
de negarse áello, conque mudaiia el curso del Nilo. Makrizi afiade que
el sultan se riyo de estas amenazas.
Makrizi refiere tambien, con fecha de 83a de la «gira (i4>8) que ar
restaron en un puerto de Egipto á un diputado del rey de Abisinia que
volvia del pais de los francos, y a quien el rey habia encargado que forma
se una liga entre todos los pueblos cristianos, para que mientras los abi-
sinios atacaban el Egipto por tierra , los cristianos de Europa le atacasen
por mar. El diputado fue juzgada y condenado á muerte. (Véanse, acer
ca de estos hechos, las Memorias geográficas o históricas sobre el Egipto,
por Mr. Quatremere, tora, a.*, pag. 275 y siguientes).
217
de este rumor popular, renovado muchas veces en
la edad media ; pero el proyecto de cerrar por la
fuerza y la violencia los caminos abiertos al comer
cio por el cabo de Buen a-Esperanza , no era mu
cho roas racional. En lugar de emplear el medio
de las armas , hubiera favorecido mejor los intereses
de Venecia y los de su propio dominio , si hubiera
multiplicado los canales en sus provincias , y hu
biera abierto un pasage cómodo , pronto y seguro
á las mercaderías de la India. Por lo demas , otras
revoluciones pueden mudar lo que hicieron las re
voluciones de los siglos pasados- En el momento eu
que escribimos, parece que se da una nueva direc
cion por todas partes á la actividad de los merca
deres y de los navegantes. Si las esperanzas que
promete el gobierno actual del Cairo , y el descu
brimiento reciente de los barcos del vapor llegan á
realizarse , no es imposible que el Egipto vuelva
á ser uno de los caminos del comercio de la In
dia , y que lar navegación del Mediterráneo en
cuentre otra vez una parte de las ventajas que ha
perdido.
Mientras que la república de Venecia veía con
espanto las causas de su decadencia futura, toda
vía inspiraba envidia por el esplendor de sus rique
zas y de su magnificencia. Se levantaban innumera
bles quejas contra los venecianos, á quienes acu
saban generalmente de sacrificarlo todo al interes
de su comercio, y de vender ó favorecer la causa
de los cristianos, segun ej provecho que les produ
cia la fidelidad ó la traicion. En una dieta que Ma-
Tomo X. 2$
ximilíano habia convocado en Augsburgo , el em
bajador de Luis XII, Helían (i) , pronunció un
discurso vehemente contra la nacion veneciana. La
echó en cara primeramente el haber estorbado,
por sus utilidades y sus intrigas, una liga formada
contra los turcos entre el Papa, el emperador de
Alemania, el rey de Francia y el rey de Aragon, y
acusaba á los venecianos de haber negado socorros
á Consta ntinopla sitiada por Mahomet H« «Su es
cuadra estaba en el Helesponto durante el sitio ; y
podian oir los gemidos de un pueblo cristiano que
perecia bajo la cuchilla de los bárbaros. Nada pudo
mover su compasion ; porque permanecieron in
móviles, y luego que se tomó la ciudad, compraron -
los despojos de los vencidos, y vendieron á los mu
sulmanes los desventurados habitantes de la Grecia
refugiados bajo sus banderas. Despues, cuando los
Otomanos sitiaban á Otranto (a) , no solamente las
ciudades y los príncipes , sino las órdenes mendi
cantes habian enviado socorros a los sitiados ; pero
los venecianos , cuya escuadra se hallaba entonces

(i) La dieta de Augsburgo se verifico en 1S10, un año despues de la


batalla de Agnadel. El emperador Maximiliano habia rogado al rey de
Francia que enviase á ella un jurisconsulto que pudiese preparar los ánia
nos á las peticiones que él mismo habia de hacer. Heliano de Verceil pa
sola Alemania y pronuncio en la dieta este discurso , que puede leerse en
la Biblioteca de tas Cruzadas , y en la coleccion de Struvc, tomo a.
(a) Lo que pasaba entonces nu deja de parecerse á lo que pasa en
nuestros dias. Las violentas declamaciones de Ileliano contra la politica
veneciana, pueden recordarnos lo que se ha dicho en muchas épocas, y
•e repite todavia contra la politica de una potencia que es muy superior
a Ycnecia,
aigr
anclada delante de Corfú, vieron con indiferencia,
y tal vez con alegría, los peligros y desgracias de
una ciudad cristiana. No , Dios no podia perdonar
á una nacion que por su avaricia, su envidia y su
ambicion , Labia vendido la causa de la cristiandad,
y parecia que estaba de acuerdo con los turcos. pa
ra reinar con ellos en el Oriente y en el Occidente.
Helian , al concluir su discurso , convidaba á
los estados y los principes á que reuniesen sus -es
fuerzos para ejecutar los decretos de la justicia di
vina, y consumar la ruina de la república de Ve-
necia. '.'•««
Este discurso , en que se. invocaba el nombre
del cristianismo , al mismo tiempo que respiraba
el odio y la venganza , hizo una viva impresion en
la asamblea. Las pasiones que se acaloraron en la
dieta de Augsburgo, y que no dejaban pensar en la
guerra contra los turcos , manifiestan bastante el
estado de agitacion y de discordia en que se halla
ba entonces la cristiandad. No hablaremos de la
liga formada desde luego contra Veuecia , de la
que se formó despues contra Luis XII , ni de los
acontecimientos que llevaron la turbacion á la Ita
lia y hasta el seno de la iglesia, amenazada de una
cisma.
En el Concilio de Letrac , convocado por el su
cesor de Alejandro IV y de Pio 111, se lamentaron
los desórdenes de la cristiandad sin remediarlos (i ),

(i) En la sexta sesion del Concilio de Letran, nn sugeto llamado Si


mon Begnius, cuj as posesiones habian destruido los turcos, fue el jnime
a<3:
220
y se trató de Ja guerra eontra lo» turcos , sin dedi
carse á los medios de proseguirla. El Papa Julia
no II no pudo ser conciliador ai restablecer la paz, -
y se hallaba en la imposibilidad de dirigir una
empresa contra los enemigos de la fe.
Por otra parte, las predicaciones de la Cruzada,
tan frecuentemente repetidas , no movían ya los *
ánimos. Habian anunciado tanta» Tece» á los pue
blos desgracias que no habian sucedido , que no-
podian excitar sus temores. Despues de la muerte
de Mahomet II , parecia que los toreos habian re
nunciado al proyecto de conquistar la Europa , y
Bayaceto , que habia al principio atacado sin buen
éxito á los mamelucos de Egipto , se habia ador
mecido despues en la molicie y los placeres del ser
rallo, lo que habia dado á los cristianos algunos
años de reposo y seguridad. Pero como un prínci
pe indolente y afeminado no desempeñaba la pri
mera condicion del despotismo otomano , que era
la guerra, irritó el ejército contra él, y sus gustos
pacificos le hicieron caer del trono* Selim, que le
sucedió , mas ambicioso y cruel que Mahomet,
acusado.de haber envenenado á-su padre, y man"
chado con la sangre de su familia, apenas ascen
dió al imperio , cuando prometió á los genizaros
la conquista del mundo , y amenazó á; un tiempo

yo que propuso una Cruzada contra ellos. Refirio sus progresos.continuoa-


enlalliria, y rogo i los padres del Concilio que hiciesen suspender la»
guerra* civiles de los cristianos, para que se pudiese libertar eLOriente
«lei yugo de los otomanos. (RaynaJdi, a¡k>. de- i5i5., uúm. ai)v
321
h Italia y la Alemania , la Persia y el Egipto.
Ed la duodécima y última sesion del quinto
Concilio de Letrau , Leon X se dedicó á predicar
una Cruzada contra el formidable emperador de
los otomanos. Mandó leer delante de los padres
del Concilio una carta del emperador Maximilia
no (i) , que mostraba su dolor por ver á la cris
tiandad expuesta á las invasiones de una nacion
bárbara. l"
Por el mismo tiempo , el emperador de Alema
nia , escribiendo á su consejero en la dieta de Nu-
remberg, le manifestaba el deseo que habia tenido
siempre de restablecer el imperio de Constantino
y libertar- la Grecia de la dominacion delos turcos»
♦Hubieramos de buena gana, decra , empleado en
esta empresa nuestro poder y ann nuestra persona»
si los demas gefes de la cristiandad nos hubieran
ayudado. " Leyendo estas cartas de Maximiliano se
podia creer que aquel príncipe sentia mas que to
dos los demas las desgracias de los griegos y los
peligros de la cristiandad. Pero la inconstancia y la
ligereza de sir carácter no le permitieron proseguir
con ardor una empresa, que al parecer miraba cor>

(i) Ademas de la carta de Maximiliano, se leyeron en esta última se¿


sion las de lbs reyes de España y de Francia, qne prometian enviar socor
ros. El 16 de marzo de ¡Siy, dia de la conclusion del Concilio, publico
el Papa un decreto que anunciaba. solemnemente la Cruzada y las resolu.v
ciones adoptadas para emprenderla. La exacción de los diezmos v era
uno de los primeros medios de.ejecucion. El Pontifice cor¿vocri al'ibstan.
te una asamblea de personages de importancia para tratar dé todo lo quet
pertenecia í la. guerra santa, (¿laynaldi , año de 151.7-, otiluf 19 y sig)..
524
entre todos los estados de la Europa , y amenazó
con la excomunion á los que turbasen la paz.
Mientras que el Papa dirigía de esta suerte toda
su atencion á los preparativos de una Cruzada, los
poetas y los oradores, euyos trabajos animaba, le
representaban ya como libertador del mundo cris
tiano. El célebre Vida, en una oda sáfica, dirigida
? Leon X, cantaba las conquistas futuras del Pon
tífice. Ya creía ver la Italia y la Europa levantán
dose armadas , cubriéndose los profundos mares
de navios cristianos ; oía el choque del aeero be
licoso y el ruido de los clarines , señal de los com
bates; arrastrado él mismo por el ejemplo de los
guerreros, y buscando otra gloria que la de las mu
sas, el poeta juraba arrostrar los desiertos abrasa
dores del Africa , agotar en su casco las aguas del
Janto y del Indo , y derribar con su espada las ca
bezas de los reyes bárbaros del Oriente (i). Vida,
en su oda á la Cruzada , que contiene diez y seis
estrofas, no habla de Jesucristo ni de Jerusalen, si
no de los ejercicios sangrientos de Beloua, y de los
laúceles de Apolo y de Marte. Sus versos parecen

(i) Citaremos aqui tres estancias de Vida.


Jam mihi dentum videor per agmen, Non ego pro te , laribut et ara,
Casside inclusas eaput, insuetum Horream extremos penetrare*d Afro*,
Fuñera horrtndum fera fulminanti Non ego Xantum galeá eava po-
Spargeredettri. .> tare , nec Indum.
Est mihi peetus , mihi sanguis , et vis
Vivida; est praesens animas ; tremanti
Jlarbari tellure cadent mea sub
"" ' ' ' ." Cúspide reges, ele.
<aa5
.mas bien una imitacion de Horacio, que iina ins
piracion del Evangelio ; y las alabanzas que dirjge
,a} Gefe de; la iglesia. cristiana ¿ .se parecen ¡entera
mente, en el topo y: la forma á. las que el cantor de
Tiber dir/gia á. Augusto.. Mientras que Vida, en ver
sos profanos , felicitaba ¡da esta manera á Luis X
por la gloria coa que iba á cubrir su nombre , otro
literato no menos célebre « en; una epistola ep pro*
,say impresa al freíate ¡de ¿as oraciones de Ciceron','
dirigia al Pontífice las mismas felicitaciones> y' 'los
mismos elogios. Novageri se complacia en celebré
con anticipacion aquellos dias de .gloria que pro1-
metía la Cruzada al mundo cristiano y^aípadvede
Jos fieles, íVeremos , deeia á Leah X , veFfemos:líd* .
cir aquel hermoso dia * en¡ que vencedor de las na*
cioaes infieles, volverás cubierto de dos laureles
de la yiptoriaj aqMei..dJia ^raorableiea quejada H
Italia y.toda Ja, tierna. te saludará como un dios H4
bert^dor , y eü:qu,e, innumerables ciudadanos dé
todas piases saldrán de. las villas y ciudades ¿ y ¿or
re rán á encpntíaríe precipitadamente, dándote 'gra
cias poí haber .^Jvado ^us. hogares , m libertad , y
ítf.?[íri?|i(t*¡)*Tr.-i';: ' '» i¡.) >-".) r;.. : Mil .sr>1
. .i «\> v M.M'...v;ii>.., .., _..,
(i) Estas son las palabras mismas de Novageri : *Erit , erit proferto
cites illa , ta tpngffsime, prolfitls fmibijt, , devielis pmnibur , qua,.chris-
ttano unquam domini infe¡\tae,fucrini nationibus, eum insigne laurea redi un-
tem infucri ticeak'; ^«óW totati Italia, toiui ierrarum orbit] út quemdam ad
teianda nostra incommoda ¿ eash dciupsum Dewn , véturetur ; ijutírt Ubi oh-
viam eunctis exoppidis, omnium generum,omnium cetatutn, mu Hitado ttomni»
efl'undat ; Ubi patriam , tibi penates, Ubi salutem ac vitam'deniqne, depulso
erudelissimum heslium metu, aeeeptam referal. " (Nang. Epist. ad LeonX).
Ifovagcri fue embajador de' Yenecia en la coríé de Francia no, era sjjja-
Tomo X. 29
vencible defensor de la fé ;. ár Manuel , rey de Pof-0
tugal,, .siempre dispuesto á sacrificar sus propias'
intereses >á la Iglesia ; á Luis II, rey de Hungría ,. y*J
á Segismundo , rey de Polonia : el primero , prin-¡
cipe joven , esperanza de los cristianos ,: y fe1 segun-"
do , digno de ser su gefe? ár rey de Dinamai^a^'éU-^
yo celo por la religion conocia la Europa V y a Ja-
cobo , rey de Escocia, á quien los ejemplos de. su.'
familia debian de detener en el camino-de la virtud
y de la gloria. l.jy':. .« "r.: . oi . > !-i
«.Entre los estados cristianos , en que la huma
nidad y la religion Ajaban sus esperanzas, Salodet
no olvidaba la nacion Helvética , nacion poderosa y
guerrera , que profesaba un celo extraordinario por
la guerra de los turcos , y cuyos numerosos soldad
dos estaban ya dispuestos á marchar', y solo espé- -
raban la señal del Gefe de la iglesia. El orador sa
grado concluia con un ap6strofe vehemente á la ra- '
za de los otomanos , á quienes amenazaba con- las
fuerzas reunidas de la Europa, y con una invotía-;
cion á Díos , á quien rogaba encarecidamente que
bendijese las armas de tantos príncipes y tantos
pueblos cristianos ; á fin deque arrebatasen el im
perio del mundo ¡á Mahomety y <jue: las alabanzas de
Jesucristo pudiesen; m'fíri ,: resXínar desde el Medid* .
dia al Septentrión, y desde el Occidente al Oriente."
Leou X-.e,siaba incesantemente, ocupado, en la
Cruzada que habia predicado , y consultaba á los
...>> Í....V n?T .«¡..¡.cl.nit-fti' J,..)i:í¡. .,:i; . : -;>.. .ni. , j ,
capitanes n^ja^ >expertip>s ,., informandpse acerca del
poder de los turcos , y de los medios de atacarlos
con ventaja. Lo que muestra cuán lejos estaban en
229
totebW dé* lá' dévúcion dé ÍOs ' primeros Cruzados,
era que el Pontífice, éii sus' cartas á los príncipes
y-á los fieles, decia que no bastaban las oraciones
para vencer á los bárbaros , y que na podia espe
rarse buen éxito para la Cruzada , sino levantando
ejércitos forlnidables y> marchando. contra. el ene
migo con todas las fuerzas reunida* del mundo cris
tiano (Y). De acuerdo con los principales estados
de la cristiandad , acordó en fin el plan de la guer
ra santa (2) emperador de Alemania se obliga
ba á suministrar uivejéi'cito , al cual se reuniría la
caballería húngara y polaca , y atravesando la Mi-
sia y la Tracia , babia ,de atacar á los infieles por
uno y otro lado del monte Hemó¿ El rey; de Fran
cia, con todas sus fuerzas , con las de ^os venecia
nos y muchas ciudades de Italia, y con diez y seis
mil suizos, debia de embarcarse en Brindes y des
embarcar en las costas de la Grecia , mientras que'
las escuadras de España, de Portugal y de Ingla
terra, partían de Cartagena y de los puertos inme
diatos , para transportar las tropas españolas á las
riberas del Helesponto. El Papa mismo se> proponia
embarcarse en el puerto de Anconá''j para dirigirse •
árfb:s tridrós tle Constantinoplay eiYfcúyo' punto dé-'
blan reunirse todas las fuerzas cristíanas>. Éste plan '
era gigantesco, y nunca el imperio otomano habia
- . . ;.i i-— *n < :. T.if- t ': n . ¡ ! .>' . ;
fe ¡ , h¡ ¡M ,í ,i no ''.I ii, '>:}.> . . . ¡i
; Puede verse esta opinion del Papa jen jFab^ory , Fjtce Leonú X,
pig. 73.
(a) El historiador Belcaire , Obispo de Metz , nos ha; transmitido este '
pian de campaña. . ¡' O • ..; '• . . .> t¡ . j -r ^ ,,j .'
230
estado expuesto á tan gran peligro , si unos desig
nios tan vastos hubieran podido ponerse en ejecu
cion. Pero los monarcas cristianos apenas pudie
ron observar , durante algunos meses , la tregua
proclamada por el Papa , y la eual habian acepta
do : todos se habian obligado á suministrar para la
Cruzada unas tropas que cada dia necesitaban mas
«511 sus propios estados, los cuales querían aumen
tar ó defender. La ancianidad de Maximiliano , y la
vacante próxima del trono imperial, mantenian to
das las ambiciones en espectativa de algunos gran
des acontecimientos; en breve, la rivalidad de Cár-
los V y de Francisco I , volvió á encender la guerra
en Europa; y la cristiandad, turbada por las que
rellas de los príncipes , no se acordó ya de que po
dian invadirla los turcos.
Por lo demas, no fueron estas disensiones po
liticas el único obstáculo á la ejecucion de los pro
yectos de Leon X. Otra dificultad nacia de la co
branza de los diezmos ; pues el clero tenia al pare
cer la misma indiferencia que los príncipes á unas
guerras que le arruinaban ; y los pueblos temían
que se empleasen sus limosnas en unas empresas,
cuyo objeto no era el triunfo de la religion. £1 Le
gado del Papa en España, se dirigió primero á los
-aragoneses, que le dieron una negativa formal, ex
presada en un sínodo nacional. El Cardenal Jimé
nez, declaró en nombré del rey de Castilla, que'lós
españoles no creíanlas amenazas de los turcos , y
<jue no darían dinero hasta que se hubiese anun
ciado positivamente el uso á que se dedicaba. Si
las disposiciones y la voluntad de la corte de Roma,
hallaron menos resistencia y causaron menos tur
baciones en Italia y en Inglaterra , fue porque el
Cardenal Bolseo , ministro de Enrfqiié VIH , se aso-
icio á \k comision del, Legado apostólico , y porque
Leon X abandonó á Francisco I la percepcion de
los diezmos en su reino.
Tenemos á lavistá muchas piezas históricas que
nunca se han impreso, y qiie nos sirven para acla
rar mucho las circunstancias de que hablamos. La
primera es una carta de Francisco I, fecha en Am-
boysa el 16 de diciembre de 1 5 16, por la cual el se
ñor Josse (1) de la Garúe, doctor en iéólógía y vica
rio general de ta iglesia catedral de Tolosa , está nom
brado comisario tocante d la Cruzada, en la diócesis.
E\ íey de Francia expone en otra carta el fin del ju
bileo que iba á celebrarse : era para pedir para hacer
la guerra d los infieles, y conquistar la Tierra Santa
y el imperio de Grecia , detenidos y usurpados por di
chos infieles. A estas cartas patéticas se hallan reuni
das unas instrueciones dadas por el rey, con el acuer
do del Legado del Papa , para la ejecucion de la bula
que Ordena la predicacion de la Cruzada en el rei
no de Francia durante los dos años de i5i? y 1 5 1 3.
Estas instrucciones recomiendan primero . que se
elijan buenos predicadores, encargados de hacer ex-
celentes y devotos sermones al pueblo , y de explicar
tas facultades y dispensas que se hallan en la bula, así

i (1) Daremos la coleccion de estas piezaa manuacritai al Cu de eite


202
como las justas y s/intas causas y razones por las cua
les se ha mandado que se suspendan y revoquen, du
rante dos años , todas las demas indulgencias , y todos
los demas perdones generales .y particularef. : ¡
Despues de haber hablado de Ja eleccion .de lo?
predicadores y de la manera con que deben de pre
dicar, las cartas pateutes del rey dan algunas ins
trucciones sobre. la,, eleccion d^ h^s> confe.sore*. El
Comisario general de 1^ Cruzada pqdia^lflgir las que
juzgase convenientes para cada iglesia,, en , dqnfje se
hallaban cepos y cuestas del jubileo. Se Je recomen
daba que nombrase seis para la, catedral: , de. la diár
cesis, gentes de buena conciencia y libres de sospecha.
Los eclesiásticos elegidos de este modo por el Cami?
sario, tenian el cargo de confesar á los que quisie
sen ganar las indulgencias; y para evitar toda espe-
£iev de desórdenes que pudiesen nacer del espíritu
de rivalidad, tenían, con exclusion de todos los demas,
la facultad de hacer composiciones y, restituciones , y
de absolver de ellas , etc. .
. En fin , el> reglamento Real no olvida ninguna
¿circunstancia de las ¿jue acompañaban la predica
cion de una Cruzada., y el modo con,que se debia
proceder en la distribucion de las indulgencias. Se
extiende plasta arreglar la construccion délos cepos
colocados en las iglesias para recibir las ofrendas de
Jos fieles, y las ceremonias reUginsa^ quedebian ob-
Bervarse durante el jubileo. Entre otras disposicio
nes, traia este reglamentó que se harían una gran
cantidad de confesonarios ó cédulas de absolucion y
de indulgencias; que estas cédulas firmadas por un
a33
notario, se enviarían al Comisario general, que las se
llaría con el sello enviado por el rey, y que se dejaría
en ellas un hueco en blanco para escribir el nom
bre de la persona que quisiese adquirirlas. La ins
truccion Real añadia que el Comisario haría bien y
honradamente en adornar su cepo , en medio del cual
habría una hermosa y grande Cruz, en la cual se es
cribiría con grandes y bellas letras , in hoc signo vin-
ces.... Para que nada faltase de cuanto podia mover
el pueblo d la devocion, se babia mandado ademas
hacer procesiones solemnes y llevar en ellas an her
moso estandarte en que estuvieran por un lado los
retratos del Papa y del rey de Francia, y en el otro
unas pinturas llenas de turcos y otros infieles.
Una circunstancia que debía animar el celo de
los fieles, y que refieren las cartas misivas del rey,
es una incursion de algunos musulmanes de Africa
en las islas de Hieres y en las costas inmediatas á
Tolon y á Marsella. Os advertimos , decian las car
tas patentes dirigidas á los Comisarios de la Cruza
da, os advertimos, para que lo hagais saber y predicar,
que hace poco que los moros y bdrbaros, infieles y ene
migos de nuestra divina fe , han corrido y llegado con
gran poder hasta las islas de nuestro condado de Pro-
venza (i) , en donde kan cogido, arrebatado y lleva
do muchos cristianos, para atormentarlos y entregar
los al martirio.

(i) El rapa y Genova habian reunido machos navios á la escuadra de


Francisco I para arrojar á los blrbaros. El rey habia nombrado coman
dantes de aquella escuadra al conde Peter de Navarra y al hermano Ber-
nardino de Vauli. (Véanse las piezas justificativas de este tomo).
Tono X. 3o
234
No se limitaron sin duda á predicar la guerra
santa en la diócesis de Tolosaí y aunque no tene
mos ningun documento ni tradicion escrita .sobre
la predicacion que debió hacerse al mismo tiempo
en las demas provincias del reino, lodo nos inclina
á creer que el temor de una invasion, la elocuencia
de los predicadores, el ejemplo y las advertencias
del rey, yla pompa de las ceremonias religiosas, solo
excitaron débilmente la piadosa liberalidad de los
pueblos. Si hemos de dar fe á los procesos verbales
y las cuentas que nos quedan, los gastos que oca
sionaron la predicacion de la guerra santa y la dis
tribucion de las indulgencias pontificias, no estaban-
lejos de igualar la suma á que ascendian las ofren
das de los fieles. No hay cosa que manifieste mejor
que se entibiaba de dia en dia la devocion de las
Cruzadas; y esto puede tambien hacernos ver la exa
geracion de muchas quejas que se levantaban en
tonces acerca del empleo del dinero reunido en nom
bre de los gefes de la iglesia para los gastos de la
guerra santa. Como causaban siempre mucho rui
do aquella clase de predicaciones , y ros cepos de las
iglesias permanecian vacios, se lo atribuían á los pre
dicadores, y los acusaban de haber disipado el di
nero que no habian recibido. Por lo demas, cuanto
mas propenso estaba el pueblo á la desconfianza,
tanto mas se debian aplaudir las precauciones que
se habian tomado. Los gastos de la predicacion y
del jubileo podian algunas veces haberse aumenta
do por estas mismas precauciones ; pero habian tran
quilizado los espiritus , y habian hecho bastante. En
a35
cuanto á la percepcion y empleo del dinero de la
Cruzada , y en cuanto á otras muchas cosas , la au
toridad del rey tenia necesidad de ejercer una vigi
lancia severa, porque los que recibian las ofrendas
de los cristianos no eran siempre gentes de buena
conciencia y libres de toda sospecha , y porque entre
los oradores de la Tierra Santa se hallaban siempre
algunos que mostraban mas celo que prudencia, y
cuyas predicacioues eran á veces un verdadero mo
tivo de escándalo. Como la mayor parte de ellos re
cibian una paga proporcionada á la cantidad de di
nero que hablan echado en los cepos de las iglesias,
muchos no dejaban de exagerar las promesas del
soberano Pontífice y los privilegios concedidos á las
ofrendas de la caridad. Para decirlo pues en una
palabra, expondremos que esta predicacion , orde
nada por el Papa y por el rey, no adelantó mucho
los negocios de la Cruzada; pero que á lo menos la
sabiduría cuidadosa del gobierno, y la prudencia
de los gefes de la iglesia evitaron grandes desórde
nes en el reino. No sucedió lo mismo en Alemania,
donde los ánimos habian llegado al mayor grado dé
irritacion y descontento , y donde las semillas de la
turbacion y la heregía principiaban á manifestarse
hasta en lo interior del clero.
Hemos podido ver hasta aquí la facilidad con
que la corte de Roma, abria diariamente los tesoros
de las indulgencias pontificias. Estas en las prime
ras expediciones del Oriente no se habian concedi
do sino á los peregrinos de la Tierra Santa ; despues
se concedieron á los fieles que escuchaban los scr
3o:
:a3G
mones de los predicadores de la Cruzada , y algu
nas veces tambien á los que asistían á la Misa de
los Legados del Papa ; pero Leoo X las acordó no so
lamente á los que con sus limosnas contribuían (i)
á los gastos de la guerra contra los turcos , sino a to
dos los fieles, cuya piadosa liberalidad ayudaba á
acabar de construir la iglesia de san Pedro, princi
piada por su predecesor Julio II. Aunque este des
tino era noble y verdaderamente útil, y aunque fue
se digno en alguna manera , de un siglo en que las
artes derramaban un gran esplendor, algunos cris
tianos, especialmente en Alemania, lo miraron co
mo un abuso de la autoridad pontificia.
. .: Alberto, Arzobispo de Maguncia, encargado de
nombrar los predicadores del jubileo y los distribui
dores de las indulgencias pontificias , nombró para
la Sajonia á los religiosos de la Orden de predicado
res ó dominicos , excluyendo á los religiosos meno
res ó agustinos, que habian algunas veces desempe
ñado esta clase de misiones. Estos últimos se mos
traron celosos de la preferencia ; y como no se ha
bia tomado ninguna precaucion, ni para evitar los
efectos de esta rivalidad, ni para contenerlos abu
sos que pudieran cometerse, sucedió que los agus
tinos censuraron con amargura la conducta, las cos
tumbres y las opiniones de los dominicos.
Lulero, religioso agustino, se dió á conocer por
sus violentas querellas, y se distinguió por el calor

fi) Se pued* consultar aqui la Historia eelesiáMtita de Flcury.


de su elocuencia (i) ; se levantó vivamente contra
los predicadores que habian elegido para recoger
los tributos de los fieles * y entre las proposiciones
que dijo en el pulpito, la historia nos ha conservado
esta, que fue censurada por Leon X: Es un pecado re
sistir á los turcos, atendiendo d que la Providencia se
sirve de esta nacion infiel para visitar las iniquidades
~ de su pueblo. Esta extraña máxima se acreditó entre
los partidarios de Lutero ; y cuando el Legado del
Papa pidió en la dieta de Ratisbona la exaccion de
los diezmos destinados ála Cruzada , halló una viva
oposicion. Se suscitaron en todas partes de Alema
nia murmuraciones y quejas; compararon la corte
de Roma con un pastor infiel que esquila las ove
jas confiadas á su cuidado; y la acusaron de que
despojaba los pueblos crédulos, de que arruinaba
las naciones y los reyes, y acumulaba sobrelos cris
tianos mas miserias que las que podia causarles la
dominacion de los turcos.
Hacia ya mas de un siglo que resonaba esta es
pecie de acusaciones en Alemania , cada vez que sa
caban dinero para las Cruzadas ó que el soberano
Pontífice imponiacualquiera tributo á los cristianos.
Los reformadores se aprovecharon de esta disposi
cion de los ánimos para derramar ideas nuevas* é

i, > ' . '. ,j>¡ •


(i) Alguno escritores, contra la opinion de Rossnet y David Ilrirr,
ban querido sostener que no le arrastro á Lutero en su oposicion un mo
tivo de envidia y un sentimiento de amor propio ; peroa petar de susib-
jecione» el hecho está demcstiado. £l sabio Mcshein noha juzgado i pro
posito defender, «d ta historia, á Lutero en este punto.
238
intentar una revolucion en la iglesia. En una nacion
aficionada por su genio y su carácter á las ideas es
peculativas, debian hallar las novedades ¡filosóficas
y religiosas mas partidarios acalorados que en otra
parte, y mas ardientes apóstoles. Despues que rom
pió el vínculo que unia los ánimos, y sacudió el yu
go de una autoridad sagrada , no tuvo ya límites la
oposicion : la iglesia se vi6 acometida por todas par-
tes á un tiempo , y por mil sectas diferentes, todas
opuestas á la verdadera fe, y la mayor parte de ellas
opuestas entre sí mismas. Desde entonces, estalló
aquella revolucion que separó de la sola verdadera
iglesia muchos pueblos de la cristiandad.
. . . >No tenemos que hablar de los acontecimientos
que acompañaron la cisma de Lutero ; pero es cu
rioso el ver que el origen de la reforma se halla
unido, no directamente á las Cruzadas, sino ala pre
dicacion de las indulgencias promulgadas para las
Cruzadas. , ,.
Lutero, como todos los que principian las revo
luciones, no sabia hasta donde podia llegar su opo
sicion á la corte de Roma; poique atacó al princi
pio, algunas providencias de la autoridad pontificia,
y en breve se propasó á atacar su autoridad misma.
Las opiniones que habia acalorado con su elocuen
cia, y las pasiones que habia inspirado á sus disci
pulos, lcarrastraron á él mismo mucho mas lejos de
lo> que podia preveer; y los que tenian mayor interés
en combatir las doctrinas del reformador, no cono
cieron mejor que él loque estas doctrinas habian de
traer consigo. La Alemania, dividida en mil estados
a39
diferentes y abandonada á todo género de desórdenes,
no tenia ninguna autoridad bastante fuerte ni pre-
yenida para evitar los efectos de una cisma. En la
corte de Roma, nadie habia podido creer que un
simple religioso conmoviese nunca las columnas de
la iglesia; y en medio de la pompa y esplendor de
las artes que protegía Leon X, y distraido por los
cuidados de la política, olvidó tal vez demasiado
los progresos de Lutero. Se equivocó sin duda, prin
cipalmente en abandonar del todo la expedicion con
tra los turcos, que habia anunciado á todo el mun
do cristiano, y que podia, á lo menos en los pri
meros momentos , presentar una útil distraccion á
los espíritus dominados por las ideas de la reforma.
La empresa de una guerra santa, que habla seguido
con tanto calor al principio de su pontificado , y-J
por la cual le habian prometido los poetas la gloria
eterna, esta empresa, cuando murió, no ocupaba
ya su pensamiento ni el de sus contemporáneos.
Entretanto, el sucesor de Selim, Soliman (i),
acababa de apoderarse de Belgrado, y amenazaba
a la isla de Rodas , que era la última colonia de los
cristianos en Asia. Mientras que los caballeros de
san Juan la poseían, el sultan de los turcos podia
temer que se formase en Occidente alguna grande
expedicion para recobrar la Palestina y la Siria, y
aun para la conquista del' Egipto que acababa de
reunirse al imperio otomano. ..
El gran maestre de los Hospitalarios envió á so-

i (i) Soliman «e apodero de Belgrado en líii-, el mismo año en qne


murio el Papa León X.
aAo
licitar los socorros de la Europa cristiana. Carlos V
acababa de reunir en su frente la corona imperial y
la de España; y ocupado enteramente en abatir el
poder de la Francia , y procurando empeñar al Papa
Adriano VI en una guerra contra el rey cristianisi
mo , hizo poco caso del peligro que amenazaba á los
caballeros de Rodas (i). El soberano Pontífice no
se atrevió á socorrerlos ni á solicitar para ellos el
apoyo de la cristiandad ; y aunque Francisco I mos
tró sentimientos mas generosos, en la situacion en
que se hallaba el reino , no pudo enriar los socor
ros que habia prometido.
Los caballeros de Rodas se quedaron reducidos
á.sus propias fuerzas; y la historia ha celebrado los
trabajos y los prodigios de heroismo con que la or
den de los Hospitalarios ilustró su defensa. Des
pues de muchos meses de combates, Rodas cayó
en poder de Soliman (a). Fue un espectáculo muy
sensible el del gran maestre Isle-Adam, el padre de
sus caballeros y de sus vasallos , llevando consigo
los. tristes restos de la orden y todo el pueblo de
Rodas, que habia querido seguirle. Desembarcó en
las costas del reino de Ñapoles, no lejos del parage
cu que Virgilio hizo desembarcar al piadoso Eneas
con los gloriosos restos de Troya. Si el espiritu de

' . i . . . i . ,j i

(i) El Papa Adriano, en lugar de enviar la escuadra de España al


socorro de Rodas , la dejo marchar contra los franceses. Por su parte los
venecianos se negaron á auxiliar á los radios.
(>) Segun Belcaire, el sitio de Rodas costo i los ioGcles cerca de se
senta mil hombres.
las Cruzadas hubiera podido reanimarse, ¿qué co
razon no se hubiera conmovido, viendo aquel ve
nerable anciano seguido de sus fieles compañeros
de infortunio, buscar un asilo, implorar la compa
sion, y solicitar por premio de sus servicios pasa
dos un rincon de tierra , en donde él y sus guerre
ros pudiesen todavía desplegar el estandarte de la
religion y pelear contra los infieles?
Guando el gran maestre se puso en marcha pa
ra Roma, Adriano VI declaraba la guerra al rey de
Francia: se habia formado una liga entre el so
berano Pontífice , el emperador, el rey de Inglater
ra y el duque de Milan, en cuyo estado de cosas no
podian esperar los cristianos de Oriente ningun au
xilio. Despues de la muerte de Adriano, el Papa
Clemente VII, se mostró mas favorable á la orden
de los Hospitalarios , y acogió al gran maestre con
todas las demostraciones de una ternura paternal.
Cuando en el consistorio refirió el canciller de la
orden las hazañas y reveses de los caballeros , el
soberano Pontífice y los prelados de Roma derra
maron lágrimas^y prometieron interesar en tan no
bles infortunios' á todas las potencias del mundo
cristiano. Por desgracia de la orden de san Juan,
los príncipes de Europa estaban entre sí -mas divi
didos que nunca. Francisco I cayó prisionero en
la batalla de Pavía ; y el Papa , que habia querido
ser conciliador, no hizo otra cosa que animar con
tra él el odio y la cólera de Carlos V. En medio
de estas divisiones se olvidaron de los caballeros
de Rodas , y diez años despues de la conquista de
Tomo X. 3i
24a
Soliman, fue cuando aquellos nobles guerreros pu
dieron conseguir delempcrador la roca de Malta (i),
en donde fueron todavía el terror de los musul
manes.
Mientras que la Europa estaba turbada de este
modo, el conquistador de Rodas y de Belgrado vol
vía á parecer amenazando las riberas del Danubio.
Luis II, procuró reanimar el patriotismo de los
húngaros , y resucitó el antiguo uso de poner en
público un sable ensangrentado, señal de la guerra
y de los peligros de la patria. Las exhortaciones del
monarca, las del clero, y la inmediacion del ene
migo, no pudieron apaciguar las discordias nacidas
de la anarquía feudal , y de las largas desgracias de
la Hungria ; y el monarca no logró reunir mas que
veinte y dos mil hombres bajo el estandarte de la
Cruz.
Estos veinte y dos mil cristianos, mandados por
un prelado, tenian que pelear contra un ejército de
cien mil otomanos; y los húngaros fueron los que,
segun el consejo de los Obispos, presentaron la ba
talla á los infieles (2). Lo que hay de notable en

(1) El Papa Clemente VII, yel emperador Cáilos-V, ofrecieron i lo»


Hospitalarios la isla de Malta en elañode i5a6; pero no la poseyeron has
ta el He i53o. (Véase la nota del P. Maosi, Anales Eclesiásticos , tomo 3o,.
pág. 585).
(i) Los historiadores contemporáneos, dicen de acuerdo, que habiendo
conducido Soliman con mcreible celeridad cerca de doscientos rail
hombres i Hungria , el rey Luis quiso, contra el consejo de personas ji
bias y experimentadas, dar la batalla con veinte y seis mil hombres , y no
pudo resolverse á esperar cuarenta mil transil vanos que venian de Iliria.
(Véanse los ¿nales húngaros, Sansovino in Bell. Ture.; Nicolas Istuanfio,
Ub. 8; Maucler, etc).
a43
las guerras santas , es~que la persuasion en que es
taban los eclesiásticos de que peleaban por la causa
de Dios , y su ignorancia de la guerra, les impe
dian ver los peligros, no les permitian dudar déla
victoria , y muchas veces no se acordaban de los
medios de la prudencia humana. En la confianza'
de un éxito milagroso , no dudó el Arzobispo de
Colotza presentar el combate decisivo de Mohás.
El clero que le acompañaba, animó á los comba
tientes con sus discursos , y dió el ejemplo del va
lor ; pero el entusiasmo religioso y guerrero, no pu
do triunfar del número. La mayor parte de los pre
lados recibieron en la pelea la palma del martirio,
y diez mil cristianos quedaron en el campo de ba
talla ; pero la mayor desgracia fue que desapareció
Luis II, y pereció en la derrota general, dejando
su reino entregado á las facciones y asolado por
los turcos (i).
La pérdida de los húngaros desconsoló el alma
de Clemente VIL El Pontífice escribió á todos los
soberanos de la Europa ; y aun habia formado el
proyecto de visitarlos en persona , y empeñarlos
con sus ruegos y lágrimas, á defender la cristian-

(1) El rey fue muerto procurando atravesaran arroyocenagoso. El fru


to de la victoria para Soliman, fue la toma de la ciudad de Buda. (Istuan-
fio, lib. 8.«). ' . -'
Zapoli , un noble húngaro, fue nombrado rey de Hungria.; Fernando,
hermano de Cárlos V, que se habia casado con una hija de Ladislao , re
clamaba la posesion de aquel desgraciado reino. Cada partido solicito el
poder de Soliman, que se aprovecho de sus divisiones para asolar el pais
y amenazar i la Alemania.
Su
244
dad (i); pero las lastimeras exhortaciones del Papa
y su actitud suplicante, no pudieron mover el co
razon de los príncipes. Como el emperador turba
ba la Italia con su ambicion, y se negaba á favo
recer los designios del Pontífice , la corte de Ro
ma procuró predicar contra él una especie de Cru
zada, y el Papa se puso al frente de una liga que
llamaron liga santa ; pero esta confederacion , me
dio religiosa , y medio política , se disipó como por
sí misma , y Clemente no tardó en ser victima de
una hostilidad inútil. Las tropas imperiales en
traron en Roma, como en una ciudad enemiga; y
el emperador, que tomaba el titulo de gefe tempo
ral de la iglesia , no temió presentar á La Europa el
escándalo de la cautividad de su Pontifice. Aunque
la autoridad de los Papas no inspiraba ya e] mismo
respeto , y habia mucha distancia c, itonces del si
glo de Inocencio IV y de Gregorio IX , que habian
contrarestado al emperador Federico II, sin embar
go, las violencias de Cárlos tV ,: excitaron vana in
dignacion general (2}. La Inglaterra y la Francia
corrieron á las armas; se turbó toda la Europa; unos
querran vengar los ultrajes hechos al Vicario de

(1) No se realiaso esta resolucion del Papa, que se limito á pedir toda
la plata de las iglesias de Italia, para emplearla en la guerra contra los
turcos, y enviar legados al emperador y al rey de Portugal. (Guicbardin,
lib..7).
{aj Segun Cornelio Fabricio, Soliman mismo participo' de esta in
dignacion. Cárlos V, para justificarse, escribo uuu larga carta á su prisio
nero, atribuyendo á sus generales las injusticias de que le acusaba la cris
tiandad. La historia añade que mando hacer rogativas en sus estados por
la libertad del Papa.
a45
Jesucristo; otros aprovecharse del desorden; y na
die trató ya de defender la cristiandad de la inva
sion de lus otomanos.
Entretanto Clemente VII , desde la prision en
que le detenia el emperador, velaba todavía por la
defensa de la Europa cristiana ; y sus legados fue
ron á exhortar á los húngaros á pelear por su Dios
y por su patria (i). La activa solicitud del Papa iba
a buscar enemigos contra los turcos hasta en el
Oriente y entre los infieles. Acomat, que habia sa
cudido en Egipto el yugo de la Puerta, se alentó por
la corte de Roma, y un Legado del Papa fue á pro
meterle el apoyo de los cristianos del Occidente. El
soberano Pontífice mantenía continuas relaciones
en todas las fronteras y todas las provincias del ejér
cito turco, para saber los designios y preparativos
de los sultanes de Constantinopla. No es inútil de
cir aqui que la mayor parte de los predecesores de
Clemente habian tenido como él el mayor cuidado
en observar los proyectos de los infieles. Asi losgefes
de la iglesia no se limitaban á estimular á los cris
tianos á defenderse en su propio territorio, sino que
tenian como centinelas vigilantes los ojos fijos sin
cesar en los enemigos de la cristiandad , para ad
vertir á la Europa de los peligros que la amenaza
ban.

fi) Por caitas de i4 de junio de i5ao, el Papa empeño á todas las


clases del estado en Hungria á reunirse á Fernando, rey de Bohemia. Publi-
co ademas un decreto apostolico , que concedia indulgencias á los fieles
que diesen socorros de hombres y de dinero, o tomasen las armas contra
los turcos. (Raynaldi, año de i5»9, □.• ai).
a46
Despues que el emperador dejó en libertad á
Clemente VII, el santo Pontifice olvidó los ultrajes
que habia recibido, para no pensar mas que en el
peligro del imperio germánico, que iba á ser ataca
do por los turcos (ij. En las dietas de Augsburgo y
de Espira , el Legado del Papa , se esforzó en nom
bre de la religion., en despertar el ardor de los pue
blos de la Alemania para su propia defensa. Un di
putado del emperador reunió sus exhortaciones á
las del Legado apostólico ( 2); clamó por la antigua
virtud de los germanos; recordó á sus oyentes el
ejemplo de sus antepasados, que no habian sufri
do jamas una dominacion extrangera, y convidó á
los príncipes, á los magistrados y á los pueblos á
pelear por su independencia y por su propia con
servacion. Fernando , rey de Bohemia y de Hun
gria, propuso á los principes y á los estados del
imperio que tomasen medidas prontas y eficaces
contra los turcos; pero estas exhortaciones y con
sejos produjeron poco efecto y hallaron una fuerte
oposicion en el espíritu siempre activo de las doc
trinas nuevas. Todas las ciudades y provincias es
taban ocupadas en las cuestiones agitadas por la re-

(1) Soliman. prosiguiendo coa ardor sn proyecto de destruir la cris


tiandad, vino en 1529 á acampar delante de los moros de Vicna; pero se
gun refiere Istuanfi» y Surio , se vio obligado á levantar el sitio de esta
ciudad, despues de haber perdido en ¿l ochenta mil hombres.
(3) Ricio , judio convertido , que'lldgo á ser médico del Cardenal de
Goritz. El discurso que pronuncio en la dieta de Espira , celebrada eo
láiS, o 1 5 i>), se halla en el tomo 3." de la coleccion de Struve. ( Véase la
JHbtiol. de las Cruzad).
a47
forma ; y podian entonces compararse los pueblos
de la Alemania, amenazados por los turcos, á los
griegos del bajo imperio, que nos pinta la historia
entregados á vanas disputas, cuando estaban los
bárbaros á sus puertas. Asi como entre los griegos,
se hallaban entre los alemanes una multitud de
hombres , que no temían tanto el ver en sus ciu
dades el turbante de Mahomet, como la Tiara del
Pontífice de Roma: los unos , impelidos por un es
píritu de fanatismo que apenas se halla en el co
ran , sostenian que Dios habia juzgado á la Hun
gría, y que la salvacion de aquel reino no estaba ya
en poder de los hombres; los otros (los milesíanos)
anunciaban con una alegría fanática la aproxima
cion del juicio final; y mientras que los predica
dores de la Cruzada exhortaban á los alemanes á de
fender la patria, el orgullo envidioso de una secta
impia, invocaba los dias de la desolacion universal.
Soliman acababa de entrar en Hungría al fren
te de un poderoso ejército , y como no hallaba ya
enemigos con quien combatir, se adelantó hasta
la Alemania. La capital del Austria, sitiada por los
turcos, solo debió su salvacion á la avenida del
Danubio, al valor de su guarnicion, y si hemos de
creer á algunos historiadores , á la infidelidad del
gran visir, ganado por el dinero de los cristianos.
A la señal del peligro, el emperador hizo adelantar
sus tropas; pero siempre preocupado con el desig
nio de extender su imperio en Italia, se detuvo de
repente en las llanuras de Líntz, y no trató de per
seguir á los turcos que se retiraban , llevándose
»4«
treinta mil cautivos. Por el mismo tiempo, una es
cuadra española, mandada por l)oria , recorrió el
mar del Archipiélago, sin conseguir ninguna ven
taja sobre la marina turca; y esta expedicion se li
mitó á la toma de Coron y de Patrás , que se vol
vieron muy pronto á los otomanos.
Los pasos y consejos paternales del Papa , no
pudieron reanimar el entusiasmo de una guerra
santa, no solamente en Alemania , sino tampoco
entre los húngaros. Fernando , hermano de Cár-
los V , á quien el poder imperial habia hecho de
clarar rey de Hungría , y el conde Zapoli, palatino
de Transilvania , que con la proteccion de los tur
cos reinaba en las ruinas de su pais, se disputaban
aquel desgraciado reino, maltratado á un tiempo
por sus enemigos y por sus aliados; y Soliman, due
ño de Buda , asolaba todas las provincias y hacia
grandes preparativos. Se convocaron muchas dietas
para deliberar sobre los medios de coutener la in
vasion de los ejércitos otomanos; y lo que muestra
muy bien la disposicion de los ánimos en aquella
época, .es que en una asamblea celebrada en Vene-
cia para la Cruzada contra los turcos, no se hizo
ninguna mencion de ella. Las tropas enviadas á
Hungría fueron derrotadas y dispersadas por Soli-
( man, y Fernando no tuvo otro recurso que pedir
la paz á los turcos; y es circunstancia digna de no
tarse que comprendieron al Papa en el tratado (i),

(i) Be aqui los términos del tratado que Istuanllo nos ha dejado: «El
príncipe de las turcos , Soliman , reconocia al Pontifice Clemente como
^49
y que Soliman daba en él al Pontífice romano el tí
tulo de padre, y el de hermano al rey de Hungría.
Clemente VII, despues de tan inútiles tentativas
con los príncipes cristianos , parecia que no tenia
ya mas esperanzas que en la Providencia, y excla
maba con amargura, aprobando el resultado de las
negociaciones pacificas : ya no nos queda mas que
suplicar al cielo que vele él mismo por la salud del
mundo cristiano (i)."
Se hubiera podido creer que las guerras santas
tocaban á su fin, puesto que el Gefe de la iglesia
habia dejado las armas y hecho la paz con Jos in
fieles. Por lo demas, este tratado de paz, como los
anteriores , no podia considerarse sino como una
tregua 3 y no podia menos de volver á principiarla
gaerra, cuando por parte de los cristianos ó de los
musulmanes tuviesen la esperauza de proseguirla
. . ~. 'i

padre, y al emperador Carlos y al rey Fernando como hermanos. Dará


orden á Luis Gritto para empeñar al rey Juan á ceder á Fernando la par
te de la Hungria que posee ahora, o arreglar la paz con condiciones equi
tativas. Por su parte, se obligará Fernando á enviar á Soliman las llaves
de Estrigonio, que, entregará en señal de obediencia poreltiempo que sub
sista la paz, durante la vida del uno o del otro, o mientras Fernando quie
ra. Se hará tambien con el emperador y el Pontifice un tratado de siete
años o mas, con condicion de que se entregará Coron á Salinas n , que da
rá en cambio al emperador <> á Fernando, una plaza en Hungria mucho
mas rica que Coron. Se prohibirá igualmente á Hairadeno, gefe de pira.
tas , y á ¡os piratas moros y turcos, que infesten eon sus excursiones y sus
robos las riberas de España y de Italia." Este tratado se concluyo en el
mes de diciembre de i553. . .
'(i) Estas expresiones se hallan en la carta que el P^opá escribio á Fer
nando, rey de los romanos, el i3 de diciembre de i533, dáudule graciai
por haberle comprendido en el tratado.
Tomo X. 3a
*5o
con ventajas. Tal era la política de aquel tiempo, y
especialmente la que dirigía en sus relaciones reci
procas á las potencias cristianas y á las musulma
nas. Soliman habia abandonado sus proyectos so
bre la Alemania y la Hungría , no tanto por respe
tar los tratados, como porque empleaba sus fuerzas
en una guerra contra los persas. Por otra parte , la
cristiandad dejaba en paz á los otomanos, porque
era víctima de la discordia, y porque la mayor par
te de los príncipes cristianos, ocupados en sus pro
pios intereses, solo escuchaban los consejos de su
ambicion.
La Europa tenia entonces tres grandes monar
cas, cuyas fuerzas reunidas hubieran bastado para
abatir el poder de los turcos; pero estos tres prínci
pes se hallaban opuestos entre sí, tanto por la po
lítica, como por su caracter y por su genio. El rey
de Inglaterra Enrique VIH, que habia refutado á
Lutero, y que se habia coligado con el rey de Fran
cia para libertar al Papa prisionero, acababa de se
pararse dela iglesia romana. Unas veces aliadode la
Francia, y otras aliado del emperador, ocupado en
hacer que triunfase la cisma, de que era apóstol y
gefe , no dirigía ya sus pensamientos á la guerra de
Oriente. Francisco I, habia pretendido al princi
pio la corona imperial, y despues el ducado de Mi
lan y el reino de Nápoles. Estas pretensiones , que
fueron un manantial de desgracias para él y parala
Francia, turbaron todo su reinado, y no le permi
tieron dedicarse seriamente a la Cruzada contra los
turcos, la cual habia mandado predicar él mismo
«n sus estados.
a5i
El sentimiento de odio y de envidia que le ani
maba contra un rival feliz y poderoso , le inspiró
dos veces la idea de solicitar la alianza de los infie
les. Con gran escándalo de la cristiandad, se vio
una escuadra otomana acogida en el puerto de Mar
sella, y el estandarte de las lises mezclado con el
de la media luna bajo los muros de Niza (i). Cár-
los V, ducüo de todas las Españas, gefe del impe
rio germánico, soberano de los Paises-Bajos , y po
seedor de muchos imperios en el nuevo mundo , se
ocupaba mas bien en abatir la monarquía francesa
y establecer su dominio en Europa, que en defender
la cristiandad. Durante la mayor parte de su rei
nado, contempló este monarca á los partidarios de
la reforma en Alemania, á causa de los otomanos,
y no persiguió á estos, á causa de sus enemigos en
la república cristiana. Se contentó con proteger dos
veces la capital del Austria con la presencia de sus
ejércitos; y cuando el Papa le rogó encarecidamen
te que defendiese la Hungría, quiso mejor llevar la
guerra á las costas de Africa. Las potencias berbe
riscas acababan de formarse bajo la proteccion de
la Puerta Otomana, y empezaban á ser temibles en

(O En 1 543, nna escuadra turca, á las ordenes de Barbaroja, vino á


reunirse a la francesa, y las dos juntas fueron i sitiar á Niza. Los habitan
tes de esta ciudad se libraron de los males que temian de los turcos en
tregándose á los franceses por un convenio militar. El rey de Francia
trato de justificarse con el Papa de su alianza con los infieles: viendo des
pues que no sacaba ningun fruto de su alianza , rehuso en i544 10S ser"
vicios que Barbaroja le ofrecio en nombre de su amo, y rompio con el
faltan.
3a:
2$2
el Mediterráneo. Carlos , en la primera expedicion,
se apoderó de Tunez, plantó sus estandartes sobre
las ruinas de Cartago, y libertó mas de veinte mil
cautivos , que fueron á publicar sus victorias por to
dos los paises del mundo cristiano (i). En otra se
gunda expedicion , tenia el proyecto de destruirá
Argel , en donde se reunian los piratas, azote de las
costas de Italia y de España. A pesar de las ad
vertencias de los hombres mas experimentados , no
temió embarcarse en la estacion de las lluvias y de
las tempestades. Apenas habia desembarcado en la
costa de la antigua Numidia, cuando su ejército y
su escuadra desaparecieron en una tempestad que
estremeció el mar y la tierra (2). Despues de haber
corrido su vida los mayores peligros, volvió casi
solo á Europa, en donde sus enemigos (3) le acu
saron de haber dejado sin defensa la Alemania y
aun la Italia, amenazadas mas que nunca por So
liman (4).
Entonces resonaron en Euíopa nuevos gritos de
sobresalto, y entre los que exhortaban álos pueblos

(1 ) El historiador Paulo Jove, lib. 34, entra en grandes pormenores so


bre esta primera expedicion de Cirios V al Africa , y los triunfos que lo
gro alli este principe.
(a) Cárlos perdio muchos naviosy un gran número de embarcaciones
de transporte. (Véanse sobre esta segunda expedicion al historiador Pau
lo Jove , y la Hiitoria de Cárlos V, por Robertson , año de i5£i).
(3) Despucs de esta expedicion fue cuando Caí los V envio al famoso
Aiet¡no uua espada adornada de diamantes. Todo el mundo sabe que el
satirico juzgo de la enormidad de la falta por el valor del regalo.
(4) Los turcos sitiaron á Otranto y asolaron las costas de la Pulla. Hi
cieron una expedicion contra la isla de Corfú ; y una tempestad, acompa
ñada de piedia, que mato los hombres y los animales, les obligo á retirarse.
353
á pelear contra los turcos, se oyó la voz. de Martin
Lutero. En un libro intitulado, Oracion contra el
turco (i), condenaba el reformador la indiferencia
de los pueblos y de los reyes , y aconsejaba á los
cristianos que resistiesen á los musulmanes, si no
querían verse conducidos al cautiverio como lo fue
ron en otro tiempo los hijos de Israel. En una fór
mula de oracion que habia compuesto, se explica
ba en estos términos: «.Levántate, Señor, gran'Dio*'\
y santifica tu nombre que ultrajan tus enemigos', ¡a/íru
ma tu reinado que quieren destruir, y no permitas que
nos pisen aquellos que no quieren que tú seas nuestro
Dios."
Muchas veces se habian levantado murmuracio
nes contra Lutero, á quien acusaban de haber de
bilitado con sus doctrinas el valor de los alemanes.
Algun tiempo antes de la época de que hablamos,
habia ya publicado una apología, en la cual, sin ne
gar la famosa proposicion censurada por el Papa,
daba á sus palabras otro sentido que el que las daba
la corte de Roma. Todas sus explicaciones, que no
es fácil analizar, se reducen á la distincion que ha
cia entre la autoridad civil y la autoridad eclesiás
tica (2). Ala primera, dice el reformador, que per-

(1) Los escritores de aquel tiempo , como Ulemberg Surio, Juan Fa>
ber y Coclus, no dejan de acusar al reformador de los males que habian
causado á la cristiandad sus primeros escritos , produciendo la 'indiferen
cia sobre los progresos de los turcos, indiferencia que él mismo condenaba
entonces. '"
(a) Aunque el gefe di.» la reforma exigia las cualidades de un perfecto
cristiano. en los guerreros llamados á pelear contra los musulmar.es, y
a54
tenece pelear co!ntra los turcos; y que el deber de
la segunda era esperar , someterse , orar y gemir.
Anadia que la guerra no era negocio de los Obispos
sino de los magistrados; y que el emperador, en
esta circunstancia , debia considerarse como el gefe
de la confederacion germánica , y no como protec
tor de la iglesia , ni como apoyo de la fe cristiana,
cuyo titulo solo podia darse á Jesucristo. Todas es-
tasidisitincionca, y la opinion de Lutcro sobre la au-
tal^dad . «iwl * que solo adoptó para oponerla á la
pontificia, estaban llenas de errores graves, y habia
puesto para sostenerlas todo el furor del orgullo ir
ritado.
No contento con esta apología , que habia inti
tulado: De ta guerra contra tos turcos (i), dos años
despues del sitio de Viena publicó otra obra inti
tulada: Discurso militar, en el cual convidaba tam
bien á los alemanes á tomar las armas. Este segun
do discurso principia como el primero, con distiu-

aunque sacaba todas las razones de su predicacion de la religion de Je.


auerislo, el estandarte de la Cruz en un ejército cristiano , decia que l»
causaba mas horror que el aspecto del diablo. Fácil es de adivinar el ver
dadero motivo de su extrema repugnancia á la Cruzada : era porque la
Cruzada pedia la asUteucia del Papa , y esta asistencia á una guerra qu»
interesaba ta cristiandad era lo que Lutcro temia mas en el mundo. Tenia
tanta aversion á la corte de Roma , que en su escrito, se pregunta si se
ha de hacer la guerra al Papa como al turco , y arrebatado de su odio j>
su impiedad no duda en responder : Al uno como al otro.
(O Lutero compuso tres obras sobre este asunto : la primera se titula
Disertacion sobre la guerra contra los turcos. Está dedicada á Felipe, Land-
grave de Hesse, y tiene la fecha de i5a8. La segunda es un Discurso mili'
tar contra los turcos, año de 1 5 29. La tercera es uua Exhortacion a la guer
ra contra los turcos.
255
dones y sutilezas, con declamaciones contra el Papa
y los Obispos, ton predicciones sobre el próximo
fin del mundo y sobre el poder de los turcos, que
el autor hallaba claramente anunciadas en Daniel.
Aunque se esfuerza en probar, como en su primer
escrito, que la guerra contra los musulmanes no es
una guerra religiosa , sino una empresa puramente
política , no deja por eso de prometer las palmas del
martirio á los que mueran con las armasen la mano.
Presenta aquella guerra como agradable á la Divi
nidad, y como el deber de un verdadero discipulo
del Evangelio. «Tu brazo y tu lanza, dice al solda
do cristiano, serán el brazo y la lanza de Dios. Sa
crificando á los turcos, no derramarás la sangre
inocente, y el mundo te mirará como el ejecutor
delos decretos de la justicia divina, porque no ha
rás mas que matar á los que Dios mismo ha con
denado." Bien puede juzgarse cuanto difiere este
género de predicacion de la de los oradores que pre
dicaban la Cruzada en los siglos precedentes. En
la segunda parte de su discurso , el gefe de la re
forma se dirige á las diversas clases de la sociedad:
á la nobleza, que se pierde en el lujo y los placeres
y para la cual ha llegado en fin la hora de los com
bates; ajos comerciantes y mercaderes, dedicados
durante mucho tiempo á la usura y á la codicia; y
á lós trabajadores y aldeanos, á quienés acusa de
engañar y robar á su prógimo. El tono del predica
dor está lleno de excesiva dureza ; habla como un
hombre á quien no incomodan las desgracias que
van á suceder, por la razon de que las ha predicho
a56
y han despreciado sus advertencias. Dice con una
espeeie de satisfaccion, que despues de los dias de
la^ alegria; yi del desorden, y despues de los tiempos
de las fiestas y los placeres, viene el tiempo de las
lágrimas , de las miserias y de los sobresaltos.
; Concluye con un: apostrofe vehemente, dirigido
a'todos los que permanezcan sordos á su voz, y ha
lle sin defensa el enemigo : « Escuchad ahora al dia
blo en el turco, vosotros que no quereis escuchar á
Dios en Jesucristo í el turco quemará vuestras ha
bitaciones; robará vuestros ganados y ,vuestras mie-
ses ; ultrajará y degollará á vuestros ojos vuestras
mugeres y vuestras hijas; empalará á vuestros niños
en las mismas estacas del vallado que sirve de cer
cado á vuestro patrimonio.; os sacrificará á vosotros
mismos, os llevará á'Turquía para exponeros en el
mercado como un ganado vil ; y os enseñará lo que
habeis perdido y lo que hubierais debido hacer. Al
turco es á quien pertenece someter la nobleza so
berbia, hacer dócil ála clase media, y castigar y do
mar al pueblo grosero (i)." . :
:.'r 'Por aquel tiempo poco mas ó menos público
el célebre Erasmo un escrito sobre la cuestion de
saber si debia hacerse la guerra á los turcos (2). Se
j (ij Lutcro di despues su opinion sobre el modo dé hacer ja guerra á
lbs turoos: quiere que los oristianos se defiendan hasta morir , que se
asolen todos los paises por donde debe ;de pasar el enemigpp.eppglujje jp
discurso dirigiendo consuelos i los que caigan en manos de los turcos , y
les señala un plan de conducta para el tiempo de su cautiverio entre los
inflele?. .> • .'- i . . . i ¡. .
(a) El escrito de Erasmo se titula : Vitissima consultado de bullo T»r-
cis inferendo. Tiene la fecha de Friburgo en^Érisgau',' el 17 de marzo del
añodei55q. ¡ ' I. ¡ ¡« : ' j ;
a57
halla en este escrito alguna cosa de aquella filoso
fía delirante y cáustica que era el espíritu de Ta re-
forrna; pero Erasmo se abandona á ella con menos
violencia y amargura que Lulero: atribuye las des
gracias que desolaban el mundo á la corrupcion de
las costumbres y de los espíritus, y mira los pro
gresos siempre crecientes de los turcos, como el úl
timo castigo que reservaba el cielo á los cristianos
degenerados. Despues de haber pintado con, granw
des rasgos la tirania de los bárbaros, de aquel pue
blo sin Dios y sin rey, Erasmo combate sucesiva
mente á los que querían que se hiciese siempre la
guerra á los turcos , y á los que querían que no la
hiciesen jamas. Sin duda^que la Providencia irrita
da enviaba ella misma á los cristianos aquella na
cion cruel; pero resistiendo á los turcos, no se des
obedecia mas á Dios que cuando se invoca los so
corros de los médicos para curar las enfermedades
que el cielo nos envia. Erasmo quiere, como Lute-
ro , que se preparen á la guerra contra los> turcos
por la penitencia ; quiere que los príncipes cristia
nos se reunan francamente contra el enemigo co
mun; no excluye ál Papa de una liga cristiana; pero
no puede sufrir á los pastores de la iglesia entre ,los
combatientes. Un Cardenal, general, de ejército, un
Obispo, capitan, y un sacerdote , centurion, le pre
sentan la imagen de una e&fatua, compuesta de ,oro'
y de barro, de un centauro¿mitad de hombre y mi
tad de caballo. E\ sospechoso escrito»' ¿pone a lw
prelados guerreros el ejemplo de Cristo , que no
hizo jamas la guerra, sino que trajo al género hu-
Tomo X. 33
258
mano la filosofía celeste, instruyó á los que seguían
el camino del error, advirtió á los incrédulos , con
soló á los afligidos , sostuvo á los débiles, y se atra
jo con beneficios, á los hombres que los merecian, lo
mismo que á los que no eran dignos de ellos. Mu
chos cristianos pensaban que para lograr la paz de
bian abandonarla Hungría á los otomanos. Erasmo
pregunta á estos políticos prudentes si les parecia
justo que los fieles recibiesen sus príncipes y aun
sus Obispos de manos de los turcos. Aun cuando
aquellos bárbaros dominasen la Hungría, no podia
quedar satisfecha su ambicion, no debian descan
sar hasta que hubiesen caminado sobre las cabezas
de los reyes, de los príncipes, y hasta que todo*
los tronos de los reinos cristianos hubiesen queda
do deshechos como el polvo de sus pies.
Este escrito ó consultacion de Erasmo 3 de la
cual no damos aquí mas que una ¡dea débil , con
tenia muchos razonamientos y sutilezas, que seria
imposible analizar con exactitud. Semejante obra
era por otra parte mas á propósito para ser leida y
apreciada entre los sábios , que para animar el en
tusiasmo y la devocion de los fieles. El espíritu de
secta y de controversia , alteraba cada dia mas el
carácter y los sentimientos de los pueblos : cada
vez miraban con mas indiferencia los peligros de la
cristiandad y aun los de la patria, especialmente
en. Alemania , en donde parecia mas fácil sostener
con esplendor cuestiones filosóficas , y aun convo
car dietas numerosas, que hacer la guerra y reunir
ejércitos. Del seno de las querellas religiosas qwe
a59
turbaban el santuario , habian nacido las disensio
nes' políticas que agitaban el estado y la sociedad.
En medio de los violentos debates que alteraban
el imperio germánico , la iglesia , y aun la autori
dad civil, proclamada porLutero, perdieron aque
lla union de accion , sin la cual no puede comba
tirse con ventaja á un enemigo formidable. Tal era
el estado de los ánimos , que los alemanes se abor
recian unos á otros mas que aborrecian á los turcos,
y cada partido tecnia menos el triunfo de los infie
les que el de sus adversarios. Los luteranos duda
ban tomar las armas , temiendo sin cesar que ten
drían que rechazar los ataques de los católicos , y
éstos se contenian por el temor de los luteranos (i).
Asi fue como la reforma , que habia nacido de re
sultas de las Cruzadas , acabó de extinguir aquel
entusiasmo religioso que armó tantas veces el Oc
cidente , primero contra los sarracenos y despues
contra los turcos.
El nombre de los turcos se pronunció de nuev»
en las dietas de Alemania y en el Concilio de T ren
to ; pero no tomaron ninguna medida para hacer
les la guerra. Desde entonces nada sucedió en la
Hungría ni el Oriente que pudiese llamar la atencion
del mundo cristiano; y el único acontecimiento en
que la Europa fijó todavía sus ojos, fue la defensa
de Malta contra todas las fuerzas de Soliman (a).

(i) Los historiadores de Alemania no han caracterizado bastante esta


época.
(i) £l sitio de la isla de Malta se rerifico en i565. Los tres generados
33:
260
Aumentó esta defensa gloriosa la opinion de la
orden de San Juan; y el puerto de Malta llegó á-sflr
el único abrigo de los navios cristianos, en el cami
no que conducia á las costas de Egipto, de la Siria
y de la Grecia. Los corsarios de Tunez y de Argel,
y, iodos los piratas que infestaban el Mediterráneo,
temblaron al aspecto de la roca de Malta y de las
galeras en donde ondeaban los estandartes de la
Cruz. Esta colonia militar, armada siempre contra
los infieles , y renovada sin cesar por la nobleza
belicosa de la Europa , nos presenta hasta el final
del siglo XVIII una imagen viva de la antigua ca
ballería y de la época heróica de las Cruzadas. He
mos referido el origen de esta orden ilustre; la he
mos seguido en sus dias de triunfo, y en sus des
gracias, mas gloriosas todavía que sus victorias, y
nada diremos de la revolucion que la destruyó (i),
ni como ha perdido aquella isla , que se le habia
dado como premio del valor , y que defendió por
espacio de mas de doscientos años contra todas
las guerras otomanas y los bárbaros del Africa.
Mientras que los turcos cedian delante de la isla
de Malta , Soliman proseguía la guerra en Hungn'a.
Miiuió en las orillas del Danubio , en medio de sus

i i\\ . > -.¡:. r.. /;;!> , i'.'., . ', .' vi


turcos mas hábiles» lyiustafá , Piali y Draguty majidahan la escuadra, que,
segun refiere Surio , se componia de mas de 240 navios de todos tamaños.
Despues de tres meses.de sitio ,.mujio Dragut, j Mustafá tuvogue retirar
se. Los turcos, segun el mismo historiador, perdieron mas de veinte mil
hombres.
(1) Véase en las piezas justificativas una noticia sobre la toma de Mal
ta , por Bonaparte. . ; '. . *' . ''. . -¡ - ,J ' >' •« - •
a6i
victorias contra los fieles (i) , y la cristiandad de-
. bió alegrarse de su muerte , como se habia alegra
do en otro tiempo de la de Mahomet. Bajo el rei
nado de Soliman I , que fue el mayor principe de
la dinastía otomana , los turcos no solamente ha
bían invadido una parte del imperio germánico,
sino que su marina , favorecida por el genio de
Barbaroja y de Dragut, hacia progresos que de
bian sobresaltar á todas las potencias marítimas de
la Europa. Selim II, que le sucedió, no tenia las
prendas ni el ingenio de la mayor parte de sus pre
decesores , pero no por eso dejó de seguir sus pro
yectos de conquista. Los otomanos, dueños de las
costas de la .Grecia, de la Siria y del Africa, qui
sieron añadir á su imperio el reino de Chipre (a),
que poseían entonces los venecianos.
Despues de un sitio de muchos meses, los oto
manos se apoderaron de las ciudades de Fama-
gosta y de ¡Nicosia (3); y mancharon ambas vic
torias con unas crueldades sin ejemplo. Los de
fensores mas valientes de la isla de Chipre expia
ron en los suplicios la gloria de una resistencia te
naz; y puede decirse que fueron los verdugos los

(i) Soliman murio en el sitio de Sigeth en i566.


(a) Desde el tiempo de su padre , deseaba Selim quitar á los venecia
nos la isla de Chipre, que produce excelente vino. Én 1S70, envioáde-
clarar al senado de Venecia sus dereohosá esta isla, y él designio que te
nia de hacerlos valer. Los venecianos se prepararon á la guerra é implora
ron los socorros de los principes cristianos. (Véanse , la Historia Universal
de Tliou., lib. 49> y Calchondyles, Historia de los turcos, tom. a.«, lib. i5),
(5) Tomaron á Nicosia á los cuarenta y ocho dias, de sitio en 1070; y
Famagosta, falta de viveres, se vio obligada a capitular en. 1571. (Ibid)..

\
a6a
que acabaron la guerra. Esta barbarie de los tur
cos excitó la indignacion de los pueblos cristianos,
y las naciones marítimas vieron con espanto una
invasion que procuraba cerrar al comercio europeo
los caminos de Oriente.
Al acercarse el peligro , el Papa rio V babia
exhortado á las potencias cristianas á tomar las ar
mas contra los otomanos; y se formó una confede
racion , en que entraron la república de Yenecia,
el rey de España, Felipe II, y el Papa mismo, dis
puesto siempre á dar á sus predicaciones la autori
dad de su ejemplo (i). Una escuadra numerosa,
armada para defender la isla de Chipre, llegó muy
tarde á los mares del Oriente , y no pudo servir
sino para reparar la vergüenza de las armas cristia
nas. Esta escuadra, mandada por Don Juan de Aus
tria, encontró á la de los otomanos en el golfo de
Lepanto ; en el mismo mar en que Augusto y An
tonio habian disputado el imperio romano La ba
talla que se empeñó entre los cristianos y los tur
cos , se parecia en alguna cosa al espíritu y entu
siasmo de las Cruzadas. Antes de principiar el com
bate , don Juan mandó enarbolar en su navio el
estandarte de San Pedro , que habia recibido del

(i) Esta confederacion , principiada en 1570 , y entorpecida todos lot


dias oon nuevas dificultades , se concluyo en fin el ano de 1571, en el Va
ticano , por el modelo de la que se bizo en tiempo de Paulo III, es decir,
que debia ser perpetua y no limitada á cierto tiempo. Felipe II hixo con
ferir el mando de la escuadra combinada á don Juan de Austria , su her
mano bastardo, y el Papa eligio á Marco Antonio Colona para reempla
zar á Don Juan en caso de ausencia. (Véase á Tbou, l1b, 49).
263
Papa , y el ejército saludó con gritos de alegría
aquella señal religiosa del triunfo. Los gefes de los
cristianos recorrían las filas en los barcos , exhor
tando á los soldados á pelear por la causa de Jesu
cristo ; y todos los guerreros , poniéndose de rodi
llas imploraron la proteccion divina , y se levanta
ron llenos de confianza en su valor y en los mila
gros del cielo.
Ninguna batalla naval de la antigüedad (i) se
puede comparar á la de Lepanto , en la cual pe
leaban los turcos por el imperio del mundo , y los
cristianos por la defensa de la Europa. El valor y
la habilidad de don Juan y de los demas gefes , la
intrepidez y ardor de los soldados , y la superiori
dad de los francos en la maniobra de los navios y
en la artillería, hicieron que la escuadra cristiana
lograse una victoria decisiva. Doscientos navios
enemigos quedaron prisioneros, fueron abrasados 6
echados á pique ; y los restos de la escuadra turca,
anunciando la victoria de los cristianos , llevaron
la consternacion á todas las costas de Ja Grecia y
á la capital del imperio otomano.
Entonces fue cuando Selim aterrado (2) mandó

(1) Acerca de la batalla de Lepanto, léase la historia de Mr. Thou, li


bro 5o, y la continuacion de la Historia eclesiástica de Fleury, año de 1571.
(i) Al sentimiento de temor que experimento el emperador de los tur
co*, se mezclo tambien un setimiento de admiracion por el vencedor.
En la Biblioteca del rey se conserva un manuscrito de Pedro Oupuis , coa
el núm. (ki, ea el cual hay una carta de Selim, diiigida á don Juan, al
gun tiempo despues dela batalla de Lepanto. Oice en ella el emperador
turco, que no tiene amenos el cumplimentar ta virtud de un joven muy g.f-
neroso ,que ha sido el único que ha principiado tas pérdidas y perjuicios qut'
a64
edificar el castillo de los Dardanelos , que en el dia
de hoy defiende todavia la entrada del canal de
Constantinopla. El mismo dia en que se dio la ba
talla , se hundió el techo del templo de la Meca, y
los turcos creyeron ver en este accidente una señal
de la cólera del cielo. El techo era de madera , y
para que pudiese ser, dice Cantemir, un emblema
mas sólido del imperio, el hijo de Soliman le man
dó volver á construir de ladrillos.
Mientras que los turcos deploraban de este mo
do el primer reves de sus armas, toda la cristiandad
escuchaba con alegría la victoria de Lepanto , y los
yenecianos , que aguardaban sobresaltados el éxito
de la batalla , celebraron el triunfo de la escuadra
cristiana con fiestas, extraordinarias. Para que nin
gun sentimiento de tristeza se mezclase á la alegría
universal , el senado puso en libertad á todos los
presos , y prohibió á los vasallos de la república
que llevasen luto por sus parientes ó sus amigos
que habian muerto peleando contra los turcos. La
batalla de Lepanto se inscribió en sus monedas ; y

la casa otomana jamas habla experimentado ni recibido de tos cristianos ; lo


que le ha estimulado d darle , con los regalos que le envia , un amplio é ilustre
testimonio de su virtud.
En seguida de esta carta se halla la lista de los regalos enviados por
Selim , y la respuesta de Don Juan al emperador turco.
«He recibido de tu parte, dice el duque de Austria , con buen agüero,
tu carta y tus regalos; lo uno digno de tu liberalidad, y lo otro del testi
monio de la virtud que Dios se ha dignado darme para la defensa de sus
fieles y ofensa de la casa otomana..." Daremos en las piezas justificativas
la carta entera de Selim , aunque tenemos algunas dudas sobre su auten
ticidad.
a65
fomo los infieles hablan sido derrotados el dia de
Santa Justina,, mandó la señoría que aquel dia me
morable fuese festivo todos los años en el pueblo
de Venecia (i).
En Toledo y en todas las iglesias de España,
el clero y el puéblo dirigieron al cielo himnos de
.gratitud , por la victoria que acababa de conceder
al valor de los soldados cristianos. Ningun pueblo
ni príncipe de la Europa permaneció indiferente á
la derrota de h?s turcos'; y si hemos de creer á un
historiador, el rey de Inglaterra, Jacobo I, celebró
en un poema la gloriosa jornada de Lepante
Como el Papa habia contribuido eficazmente al
buen éxito de las armas cristianas, en Roma fue
donde se mostró la mas viva alegría. Marco Anto
nio Colona, que habia mandado los navios del so
berano Pontífice, fue recibido en triunfo y condu
cido al capitolio, precedido de un gran número de
prisioneros de guerra. Colgaron en la iglesia de
Ara-cmli las banderas cogidas á los infieles; y des
pues de una Misa solemne , Marco Antonio Muret
pronunció delante del pueblo reunido el panegírico
del triunfador. De este modo se mezclaban las ce
remonias de la antigua Roma y de la moderna , pa
ra celebrar el valor y las hazañas de los defensores
de la cristiandad. La iglesia misma quiso consagrar
en sus fastos una victoria ganada á sus enemigos;
Pío V instituyó una festividad en honor de la Vir-

(i) Continuacion de la Historia ecletiéitica de Eleury , año de 1571.


Tomo X. 34
a66
gen, por cuya intercesion habian vencido á los
musulmanes. Esta festividad se celebraba el 7 de
octubre , dia de la batalla , bajo la denominacion
de nuestra Señora de las Victorias (1). El Papa de
cidió al mismo tiempo que se añadiese á la letania
de la Virgen estas palabras: refugio de los cristianas,
rogad por nosotros, y que el 8 de octubre se cele
brase el oficio de difuntos por el descanso de las
almas de todos los que habian muerto en la bata
lla. Tambien Gregorio XIII instituyó seis meses
despues una festividad pública del Rosario, que se
fijó en el primer domingo de octubre, en memoria
de la victoria de Lepanto. Debemos observar aquí
que jamas lograron tan grandes honores los héroes
de las primeras Cruzadas; y que la iglesia no habia
celebrado con tanta solemnidad la conquista de
Jcrusalen y de Antioquía. Cuanto mas habian te
mido á los turcos, tanto mas admiraban á sus ven
cedores ; porque sí las victorias de los primeros
Cruzados habian libertado algunas ciudades de
Oriente , la de Lepanto habia salvado la Europa.
Todos los fieles se reunieron entonces para dar
juntos gracias al Dios de los ejércitos ; pero en
breve esta armonia toda cristiana, y este sentimien
to comun del peligro , dió lugar á pasiones rivales.
La ambicion , las desconfianzas reciprocas , la d¡-

(1) La festividad de nuestra Señora He las Victorias se celebra todavia


en machas iglesias ; asi como tambien la festividad del Rosario en la igle
sia universal, el primer domingo de octubre. (Véase el continuador de
Fleury , y M. de Tliou , lib, 5o, p¿g. 75a).
267
tersidad de intereses, y todo lo que habia favore
cido hasta entonces los progresos de los turcos, fue
causa de que los cristianos no se aprovechasen de
su victoria. Los venecianos querían proseguir la
guerra para volver á recobrar la isla de Chipre ; pe
ro Felipe II, temiendo ver acrecentarse el poder
de Venecia , renuiíció á la confederacion ; y aque
lla república, abandonada de sus aliados , se apre
suró á pedir la paz , que logró, dejando todas las
posesiones que habia perdido durante la guerra.
Extraño resultado de la victoria por la cual dicta
ban los vencidos la ley á los vencedores , y que nos
manifiesta hasta donde hubieran llevado sus pre
tensiones los turcos , si la fortuna hubiese favore
cido sus armas.
La guerra que se terminó por la batalla de Le-
panto , fue la última en que se vio el estandarte de
la Cruz animar á los combatientes.
El espíritu de las guerras santas, pendia al prin
cipio de las opiniones populares ; pero cuando se
debilitaron estas y se formaron las grandes poten
cias , todo lo que propendia á la guerra y á la paz,
se concentró en el consejo de los monarcas. No se
formaron ya proyectos de expediciones lejanas en
los Concilios , ni se habló ya de empresas guerreras
en los pulpitos de las iglesias y delante de los fieles
reunidos. Los estados y los príncipes, llamados á
decidir los negocios, aun cuando hiciesen la guer
ra á los musulmanes, no obedecian tanto á la in
fluencia de las ideas religiosas como á intereses pu
ramente políticos ; y desde entonces ya no se hacia
34:
a65
ningun aprecio del entusiasmo de la multitud ni de
todas las pasiones que habian dado origen á las
Cruzadas.
La alianza de Francisco I con Soliman , habia
sido al principio un gran motivo de escándalo para
toda la cristiandad. El rey de Francia se habia jus
tificado, acusando la ambicion y la perfidia de Cár
los V (1) ; pero éste no tardó en seguir su ejemplo,
y otros estados cristianos. La política , abandonan
do de dia en dia lo que tenia de religiosa , hizo al
fin que se mirase á la Puerta Otomana , no ya como
á un enemigo á quien era preciso combatir siem
pre, sino como á una gran potencia á quien era
necesario contemplar algunas veces , y cuyo apoyo
podia solicitarse, sin ultrajar á Dios , y sin perju
dicar los intereses de la iglesia.
Como no se armaban contra los infieles sino á
la -voz del soberano Pontífice, el espíritu de las
Cruzadas debió debilitarse á proporcion que decli
naba la autoridad de los Papas. Es necesario aña
dir que se iba desenvolviendo el sistema político de
la Europa, y que los lazos y las relaciones que ha
bian de fundar el equilibrio de la república cristia
na , propendian á establecerse mas que nunca. Ca
da estado tenia su plan de defensa y de engrande-

(i) El tomo 3.» de la coleccion de Struve contiene la de las carlas es


critas por Francisco 1, o en su nombre, con motivo de sus desavenencia»
con Cárlos V. En unas procura el rey justificar su conducta con respeto ¿r
los turcos ; y en otras ofrece socorros y su intervencion para apaciguar las.
turbaciones que la reforma babia producido en la iglesia. (Véase la BiL tia-
Uta delas Cruzadas)..
a69'
cimiento que seguía con una constante actividad; '
y todos se dedicaban á alcanzar el grado de poder
y de fuerza á que los llamaba su situacion y la for
tuna de sus armas. De aqui nacieron aquellas am
biciones inquietas, aquellas desconfianzas mutuas, '
y aquel espíritu de rivalidad siempre activo, que'
casi no permitían á los soberanos dirigir su aten
cion k guerras lejanas.
Mientras que la ambicion y la necesidad de au
mentar ó defender su poder detenia á los príncipes
en sus estados , los pueblos lo estaban tambien en
sus bogares por las ventajas ó rriaá bien por las
promesas de una civilizacion naciente. En el siglo
XII, los francos, los normandos, y los demas bár
baros que vinieron del Norte, no babian perdido
enteramente el carácter y los hábitos de los pue*-
Wos errantes, lo cual favoreció el vuelo y Tos pro
gresos de aquel entusiasmo belicoso que habia pre
cipitado á los Cruzados en Oriente. En el siglo XYI,
los adelantamientos de las luces, de la industria y
de la agricultura (i), los recuerdos de cada'ciudad:
y de cada familia, las tradiciones de cada pueblo
y de cada provincia; los títulos, los privilegios, y
los derechos que habian adquirido, la necesidad'
de disfrutarlos y defenderlos, y la esperanza de au
mentarlos ¿' habia niudado' él carácter de los fran
cos, alterado su inclinacion por la vida errante,
|-i i| m«i.: -i ! í>I) ; .' : i fi:! ' :.. *. i

J>) . Balas consideraciones generales se podrá ver cual era.,el estado de.
lar costumbres y 'de la civilizacion en aquella ¿poca,.
*7°,
y eran ya otros tantos vinculos que los unian á la
patria.
En el siglo precedente, el genio de la navega
cion habia descubierto la América y el paso del ca
bo de Buena-Esperanza ; y los resultados de este
descubrimiento hicieron una gran revolucion en el
comercio, fijaron la atencion de todos los pueblos,
y dieron á los ingenios una nueva direccion. Todas
las especulaciones de la industria, fundadas duran
te mucho tiempo en las Cruzadas, se dirigieron á
la América y á las Indias Orientales. Grandes im
perios y ricos climas se presentaron de repente á la
ambicion y á la codicia de todos los que buscaban
la gloria, la fortuna ó las aventuras; y las maravi
llas de un mundo nuevo hicieron olvidar las del
Oriente. .
En aquella época tan memorable , se advertía
en Europa una emulacion general por la cultura
de las artes y de las letras,. El siglo de Leon X ha
bía producido obras maestras en todos géneros. La
Francia, la España, y especial iiKmte la Italia, apli
caban ea provecho de la industria la invencion re
ciente de la imprenta. En todas partes reviviau los
excelentes genios de la antigua Grecia y de la an
tigua Roma, y á proporcion que se ilustraban los
talentos se presentaba delante de ellos una nueva
carrera* Otro entusiasmo distinto, sucedia al de las .
.empresas religiosas; y las hazañas de los tiempos
heroicos de nuestra historia, no tanto inspiraban
el deseo de imitarlas , como excitaban la admira
cion de los romancistas y de los poetas. Entonces
]a musa de la Epopeya ,: coya voz no celebra mas
que acontecimientos lejanos , cantaba los héroes
de las guerras santas; y las Cruzadas, por la mis
ma razon de que el Taso podia adornar su narra
cion con todas las riquezas de su fantasía , las Cru
zadas, decimos, no eran ya para la Europa mas
que un recuerdo poético. «.
Una circunstancia feliz para la cristiandad , e»
que en el tiempo mismo en que las Cruzadas, cu
yo objeto había s(do la defensa de la Europa , em
pezaban á declinar, los turcos perdieron algun tan
to aquel poder militar que habian desplegado con
tra los pueblos cristianos. Los otomanos habian sido-
al principio, corrio ya hemos dicho/ la única na
cion que mantenía en pie un ejército regular y per
manente, lo cunl la daba una grande superioridad
sobre los pueblos que queria someter á sus ar
mas (i). En el siglo XVI, la mayor parte de los
grandes estados de la Europa , tenían también ejér
citos que podian siempre oponer á sus enemigos.
La disciplina y la táctica militar r habian hecho rá
pidos progresos entre los pueblos de la cristiandad;
y la artillería y la marina se perfeccionaban cada

(i) El vizconde de Tavannes, asigna en sus memorias dos causas á los


progresos de los turcos : la primera , su ciega obediencia á las ordene».
del sultan ; la segunda , que todas sus fuerzas estan mandadas por un solo
gefe; y al contrario, los cristianos estan obligados á tener muchos, cuya
unión dura tan poco, que cuando hay apariencias de victoria, y de recibir
tes frutos'de illa, se descomponen , conciben sospechas envidiosas de la gloria
dfuiios y¡otros , etc. (Memorias de Gaspar Tavannc», JL, lo .,; pijf- lll. po*^
leccion delas Memorias de Mr. Pfelitot). M. Thou, lib.. 54 / reconoce tam
bien ias uiiuuas causas.
>7*
dia.en Occidente, mientras, que los turcos, «R todo
lo que pertenece al arte de la guerra y de la nave
gacion, despreciaban la lecciones de la experiencia,
y no se aprovechaban de las luces esparcidas entre
sus contrarios y entre sus vecinos, i r :
Debemos añadir, q.ue el espíritu de supersticion
y de intolerancia que los tureos llevaban en la guer
ra, perjudicó mucho á la conservacion y á la ex
tension de sus conquistas. Cuando se apoderaban
de una provincia , querían hacer que dominasen en
ella sus leyes, sas usos y su culto. Tenian que mu
darlo y destruirlo todo en el p ais en que querían
establecerse., y era preciso que exterminasen su po
blacion , ó que la redujesen á la imposibilidad de
perturbar un dominio extrangero. Asi hemos podi
do observar, que dueños muchas veces de la Hun
gría , se retiraban sin embargo des pues de cada cam
paña., y que no pudieron jamás, en medio de to
das sus victorias, fundar allí una colonia ó un es
tablecimiento durable. La poblacion otomana, que
híibia bastado para ocupar y sujetar las provincias
del imperio griego, no podia ser suficiente para po
blar y conservar unos paises mas distantes ; y esto
fue especialmente lo que salvó la Alemania y la Ita
lia de la invasion de los turcos. Los otomanos hu
bieran tal vez conquistado el mundo , si hubiesen
podido imponerle sus costumbres ó suministrarle
habitantes.
Los turcos , despues de ta batalla de Lepanto,
aunque hubieran conservado la isla de Chipre y
dictado leyes á la república de Venecia , perdieron
I

373
Ja idea de que eran invencibles , y que el mundo
debia someterse á sus armas. Se observa , que des
pues de aquella época, la mayor parte de los gefes
de los ejércitos y de las escuadras turcas , fueron
mas tímidos, y no se abandonaron tanto á la se-*
guridad de la victoria en presencia del enemigo.
Los astrólogos, que habian visto hasta enton
ces en todos los fenómenos del cielo , el acrecenta
miento y la gloria del imperio otomano , no vieron
ya en el reinado de Selim y en los reinados siguien
tes , mas que agüeros siniestros en los aspectos de
los cuerpos celestes. Hablamos de este modo de los
astrólogos, porque sus predicciones influían mucho
en¡la política de los turcos. Es probable que aque
llos pretendidos adivinos no se contentasen con ob
servar los cuerpos celestes ,. sino que observasen
tambien las costumbres y las opiniones del pueblo,
y el curso de los acontecimientos y de los nego
cios. Por esto se han hallado justas algunas de sus
profecias , que pertenecian «n algun modo á I* his^
toria. .'.>.. >>' >''. * ¡•,•'>>-> >"..

Sin embargo, el espíritu de conquista que ha


bía animado largo tiempo á la nacion, subsistía to
davía, y algunas veces la fortuna volvió á llevar la
TÍctoria á las banderas otomanas. A fines del siglo
XVI, los turcos derramaron la guerra en las orillas
del Danubio y en las fronteras de la Persia. Entre
los guerreros cristianos que volaron al socorro de la
Alemania , se debe distinguir al duque de ¡Vlercoeur,
hermano del conde de Mayena : le seguia una mul
titud de soldados franceses , que habían peleado
Tomo X. 55
contra Enrique IV, y que iban á expiar los críme-
nes de la guerra civil , combatiendo á los infieles.
El duque de Mercoeur (i) , á quien el emperador
Rodulfo II habia dado el mando del ejército impe
rial , logró mjichas ventajas sobre los otomanos.
Mientras que peleaban en Hungría , el rey de
Persía habia enviado una embajada al emperador
de Alemania y á los príncipes del Occidente , para
empeñarlos á hacer una alianza con él contra los
turcos. Los embajadores persas sé habian dirigido
al Papa y á muchas potencias cristianas , rogándo
les encarecidamente que declarasen la guerra á los
otomanos. Esta embajada del rey de Persia (2) y
las hazañas de los franceses en el Danubio y causa
ron vivas inquietudes al divan , que envió un em
bajador al rey de Francia, á quien temía mas que
ó todos los demas príncipes cristianos. Las car-'
tas credenciales del enviado turco, tenian este tí
tulo: *Al mas glorioso, magnánimo y mas gran se
ñor de la creencia de Jesus ^pacificador de las diferen-
eias que sobrevienen entre los principes cristianos , se-
. y.l -i '" " i" . —i
-(1) El viiconde de Tavánhes, atribuye los triunfos de Mercoeur en
Hungria , ai modo conque supo conducirse contra los turcos. Despue»
de haber referido la derrota de Juan , rey de Hungria, la de Juan , du
que de Borgoña , y la muerte de Ladislao IV en Warna , causadas por la
temeridad 6 falta de disciplina de los cristianos, añade : «Prudente por
los errores agenos,,el duque de Mercoeur biao la retjrada de enfrenfe d«
Canisa , cuidando de no desordenarse, ni seguirla victoria, inconside
radamente."
(2) La embajada de que aqui se babla , se verifico en 1607 , y se diri- *
gia .principalmente al rey de España. El Sofi envio regalos considerable*
con las cartas obsequiosas que entrego á sus embajadores. Véase la Hit
torio univenal dé J. A. de Thou, libro i38).
275
ñor de grandeza , magestad y riqueza , y gloriosa
guia de los mas grandes , Enrique IV , emperador
de Francia." El sultan de los turcos conjuraba al
monarca francés , en su carta, á que proporciona
se Una tregua entre la Puerta y el emperador' de;
Alemania, y que llamase de la Hungría al duque;
de Mercoeur, cuyo valor y habilidad mantenia la
victoria en las banderas de los alemanes. Enri
que IV habló con el embajador otomano, y le pre
guntó por qué temían los turcos de este modo al
duque de Mercoeur.
El embajador respondió, que una profecia, acre--
ditada entre los turcos, anunciaba que la espada de
los francos los arrojaría de la Europa y destruiría
•u imperio. Enrique IV no llamó al duque de Mer
coeur : y este hábil capitan continuó batiendo á los
otomanos ; pero despues de haberse cubierto de glo
ria en la guerra contra ellos, le acometió al volver
á Francia un tabardillo, el cual, dice Meceray , le
envió á triunfar al cielo (1).
Despues de la muerte de Rodulfo II, que había
contenido los ejércitos de los turcos, se víó estallar
aquella guerra que desoló la Alemania durante
treinta años. Fue una gran felicidad para la cris
tiandad, que en aquel largo período de tiempo se

:: > > ..'> fí. v .../.. ..vs .¡! '>: * <-


(O El 3 de setiembre de 1601 , el duque de Mercoeur, con un ejércite
de diez mil hombres,' se apodero de Alba-Real. El 10 de octubre siguien
te , derroto en campo raso un ejército de diez mil turcos , y les impidio
que volviesen á tomar esta ciudad. Esta fue su última batalla contra loa
infieles. Murio en Nurenjberg el año de 1601, á la edad de ouarenta j
y tres anos. (Véase á Thoa , lib, 126 y 1 37^). »'»>¡• • ' -' '>. -«
35:
a:6
hallase la Puerta Otomana ocupada unas reces en
la guerra contra la Persia , y turbada otras vece*
por las revoluciones del serrallo y por las sedicio
nes populares y las rebeliones de los bajaes. El im
perio germánico, la Dinamarca y la Suecia, los lu
teranos y los católicos , levantaron mas ejércitos
y derramaron mas sangre en los combates , que se
necesitaba para arrancar á Bizancto de la domina
cion de los musulmanes. Pero en medio de las pa
siones religiosas y políticas que dividia» y turbaban
el Occidente, nadie podia acordarse de atacar á
los turcos. El Papa, instado por el emperador Fer
nando II, publicó un jubileo por el buen éxito de.
las armas imperiales, y faltó poco para que nopre»
dicase una Cruzada contra Gustavo Adolfo y sus
aliados. Cuando estaba para concluirse esta guerra
de treinta años, por un tratado que fue como una
ley general de la Europa, permitió el cielo que los
otomanos renovasen su? hostilidades contra. los pue
blos cristianos. Acometieron primero la Dalmacia,
provincia veneciana, y la isla de Candia ó la anti
gua Creta!, importante colonia de Venecia.; y poco
despues. entró en la Hungría un ejército formida
ble, y se adelantó hasta las fronteras dela ¡Vforavia
y del Austria. • .. ' \ .
El Papa Alejandro YH, trató de formar una li
ga entre los principes y estados de la cristiandad,
y se dirigió al rey de Polonia, al de España, y par
ticularmente al de Francia , para implorar sus so
corros contra los turcos. .........
Luis XIV, auoque.fue ,aliadp. d& \% Puerta,,., ae?>
*7)
cedió á los rue gos del soberano Pontífice , y mandó
*alir para Roma an embajador, encardado de anun-»
oiar á su Santidad , que estaba pronto k* entrar eñ
la confederacion de los príncipes cristianos. Por
Otra parte, los estados del imperio germánico, que
estaban aliados á Id Francia', se, reunían en Franc
fort y se obligaban á recoger dineros yá levantar
tropas, prometiendo unir sus esfuerzos á los del rao*
Barca francés para la defensa de la cristiandad (i).
Esta generosa actividad , merecia sin duda la
gratitud de Leopoldo; pero el emperador no podia
ver sin envidia que los estados germánicos se con
certasen con un monarca extrangero , mas-bien qué
con el gefe del imperio. No habia olvidadola con
ducta de Francia en la guerra de treinta años, y en
las negociaciones que habian precedido al tratado
dé Westfalia. El celo que mostraban Luis XIV y sus
aliados por la causa comun , y que sobrepujaba
mucho á sus esperanzas, no hizo otra- cosa que ex
citar sus sospecbas. Se debe creer que Leopoldo co
municó sus temores á la corte de Roma , que ha
bia visto con disgusto las alianzas recientes del rei
no cristianisimo con los príncipes luteranos de la
Alemania- Alejandro Vil recibió con indiferencia las
proposiciones del rey de Francia, y dijo á su em
bajador , que no habia nada que hacer; porque él
rey de España tenia grandes' désavenencias con Por-
' ., I —¡ -——Ll—JiL-UU .
(i) Todos los hechas referidos aqni , se hallan rhnobo mas desenyuel-
tos en una memoria muy curiosa, exteudida por las piezas diplom ticas
que se hallan en los archiros de negocios extranjero». Esta uiemoiia te
ha impreso al fin de este tomo como pieia justificativa; . *.
«7&
tugal:i;ej rey de Polonia no se hallaba en estado
de entrar en la liga ; . que el emperador no se apresu
raba ; y que en fin , era preciso suspender las cosas.
Luego que se supo en Roma la decision unánime
de la dieta de Francfort, que ofrecia levantar veinte
jj> veinte y evíatro mil hombres por la ca¡usa de la
cristiandad, la corte pontificia recibió con indife
rencia , y aun rehusó publicar esta feliz noticia, por
la cual el Papa en otro tiempo no hubiera dejado
de dar solemnes acciones de gracias en la iglesia de
san Pedro ó de san Juan de Letran. El rey de Fran
cia no pudo disimular la sorpresa, y en una carta
escrita al embajador francés , se halla este pasage
notable : «Por lo demas, este negocio es mas de su
Santidad, que nuestro. Bastará á su magestad, pa
ta su satisfaccion y descargo con Dios , el haber he
cho todas las prevenciones con respecto á aquella
;liga, que un rey, primogénito de la iglesia y prin
cipal defensor de la religion, podia hacer en el pe
ligro eminente de los perjuicios que la cristiandad
podia temer/'. í; . , >. .!;'-; ¡¡
A poco tiempo.» se supo que los turcos se ade
lantaban por el territorio de la Moravia ; y propu
sieron volver á empezar las negociaciones ; pero las
preocupaciones de la envidia, no permitieron que
se tratase de esto seriamente , y, todo se redujo á
las noticias que se recibian de los progresos de\
rejercito otomano. El tímido Leopoldo , negociaba
alternativamente con el divan y con el Papa, te
jiendo la invasion de los turcos , pero temiendo
«mas todavía.el deber>sa salvacion á unos aliados.
demasiado activos en defenderle. Antes' de hablar
de las condiciones de la liga que habia de Formar
se, fue preciso examinar los poderes de los emba
jadores. El emperador, en las cartas ,credencialoí,
dadas á> su ministro , tomaba los títulos de duque
de Bargoña , de Landgrave de Alfeficla,"f llel á ftiáT
antiguas pretensiones de la casa imperial , se pre
sentaba como gefe temporal de la iglesia, CapuC
fopuli christiani. El rey de Espafra¡, que mostraba
igualmente poco ardor por la liga santa, tomaba el
título de rey de Navarra , y no llamaba «1 rey de
Francia sino, con estas palabras , en que respiraba
el orgullo castellano: otros Reges , los otros reyes.
La república de Venecia , por su parte , parecia que
afectaba no hablar de Luis XIV ni' del monarca es
pañol, y no designaba á uno ni á otro, sino coi»'
estas palabras : Ell due coronne. No referimos aquí
todos estos pormenores , sino para mostrar cómo.
se trataban entonces unos negocios en que 9C ha
llaba interesado el mundo cristiano; y q<íe ta'fitaS'
v anas dificultades , anunciaban sobradamente que
no se: queria tomar ningun partido. Se pidieron
nuevos poderes j que el Papa no comunicó despues
que se recibieron en Roma, y poco tiempo despues,
un insulto hecho al embajador de Francia (i), fue
causa -de que se rompiesen todas las negociaciones,
oo 'fl H >'.",• " • >*. .'. !•.' ' > >..' > • .•>'>.. i
ti,i rvi.'í". ... ¡ i'. ! . " . •. .. ' , ' •
(i) El «utor habla como francés: se tupene que trata aqtii del ver-
gomoso asunto delas inmunidades, y en este caso, debe leerse: .Unr
atroz insulto becho por el representante de Luis XIV al sumo Pontifica'
•n »u misma corte etc."' (Jf. de los T.) .'(!.;. '. . *> . .. ' ,
a.So
Tal fue el éxito de aquel negocio , que ocupó á mu
chas potencias cristianas durante cerca de dos años,
y en el cual seria muy dificil encontrar nada de
aquel espíritu que dirigia á las antiguas Cruzadas.
Entretanto, los turcos se adelantaban siempre,
y,el emperador de Alemania , que habia abandona-
do. su capital lleno de temor , dejó sus vanas pre
tensiones al acercarse el- peligro. No pudiendo lo
grar la paz de los otomanos , consintió Leopol
do en que le socorriesen, los príncipes cristianos.
Luis XIV, para contemplar el espíritu inquieto del
emperador, se contentó con enviar á Hungría sei*
mil hombres escogidos , bajo las órdenes del con
de de Colifii y del marques de La Feullade. El Pa
pa no quiso permanecer neutral en aquella guerra
que se iba a hacer á loa musulmanes , y concedió
val emperador un subsidio de setenta mil florines,
y> la facultad de recoger diezmos de todos los bie*-
nes eclesiásticos en.Jos estados austríacos , suminis
tró algunas tropas levantadas en Ios.estados roma>-
njps; y para mantener esta milicia, empleó dosoien.--
t©s mítescudos que el Cardenal Mazarino habia le»
gado en su. testamento para la guerra contra los tur
beos. Todos Ios-socorros reunidos del Papa , del rey
de . Francia y de los demas estados confederados,
formaron. un ejército de treinta mil hombres , que
reunido con el del emperador, marchó bajo las ór-
de Montecuculi , y ganó una victoria decisiva en
las> llanuras de san Gotardo. Los otomanos solicir-
taxon .una suspension de armas,.y las pasiones en
vidiosas , que habian impedido al principio que se
28t
llevase la guerra coa vigor , permitieron al divan
concluir una paz ventajosa.
Libres de este modo los otomanos de una gu er
ra formidable, pudieron dirigir todas sus fuerzas
contra la isla y la ciudad de Candia, que Yenecia,
ayudada solamente delos navios del Papa, y del va
lor de algunos caballeros de Malta, no podia ya de
fender. La Francia envió una escuadra y seis mil
hombres de tropas al socorro de una ciudad cris
tiana sitiada por los infieles. Mandaban estas tro
pas el duque de Beaufort y el duque de Navailles;
y el aventurero duque de la Feuillade, fue tambien
á arrostrarlos peligros de aquella guerra , al frente :
de trescientos gentiles-hombres, que mantenia á
sus expensas. Entre los caballeros que el amor de
la religion y de la gloria conducia entonces al
Oriente, la historia se complace en citar al conde
de san Pablo , á un conde de Beauveau, á un con
de de Crequí, y al marques de Fenelon, cuyos cui
dados habian ensalzado al Arzobispo de Cambray,
y á quien su siglo miraba como el modelo de los
valientes. Su hijo joven , que habia llevado consi
go, fue herido eniüh ataque contra los turcos, y
murió de sus heridas. La Francia, en la misma ex
pedicion, tuvo que llorar otra esperanza de la pa
tria y de la religiou en el duque de Beaufort, Mas
caron , qae pronunció la oracion fúnebre de este
nuevo máeabeo, describe de este modo su muerte.
tDespues de la fuga de todos los demas, cediendo
mas bien al número que á la fuerza, cae sobre sus
propios trofeos, y perece con una muerte la mas
Tomo X. 36
a8 3
gloriosa que puede desear un héroe cristiano, con
la espada en la mano contra los enemigos de su
Dios y de su rey, á la vista del Africa y del Asia,
y mas que todo esto, á la vista de Dios y de sus
ángeles."
Tanto valor y tantos sacrificios no pudieron
salvar la ciudad de Candia, que cayó en poder de
los turcos, despues de un sitio de veinte y ocho
meses. Esta conquista restituyó á la nacion otoma
na su fanático orgullo; y desde entonces repitieron
con mas frecuencia en las mezquitas los preceptos
del coran, que ordenaba conquistar los paises delos
iufíeles. Una gran parte de la nobleza húngara, que
no podia soportar la dominacion del emperador
Leopoldo , imploró las armas de Mahomet IV, y le
instó á que enviase un ejército contra los alema
nes. En fin , los genizaros pidieron á gritos que se
llevase la guerra á las márgenes del Danubio , y el
ulema declaró que habia llegado el tiempo de so
meter á las leyes del islamismo los paises mas re
motos del Occidente.
El soberano Pontífice, advertido de los nuevos
peligros de la cristiandad , solicitó los socorros de
los estados católicos, y se dirigió especialmente á
Juan Sobieski , cuya gloría militar, y en particular
sus victorias ganadas á los turcos , habian elevado
al trono de Polonia. En breve un ejército, levanta
do precipitadamente en el Vistula y el i\ieper,
acudió á la defensa de la Alemania amenazada: la
capital del imperio se hallaba siliada por trescien
tos mil musulmanes; y el emperador y su familia,
a83
buscando un asilo en la ciudad de Lintz, se habla
librado como por milagro de la persecucion de al
gunos caballeros tártaros. La Alemania no tenia ya
para su defensa mas que un ejército desalentado , y
el valor del duque de Lorena , y el celo patriótico
de los electores de Sajonia y de Baviera ; pero la
presencia de Sobieski, mudó repentinamente el as
pecto de los negocios. Al acercarse este principe,
sintieron los alemanes reanimarse su valor, y el des
aliento pasó al ejército de los turcos: toda la pro
vincia de Austria estaba llena de batallones otoma
nos ; cien mil tiendas cubrian las riberas del Da
nubio ; y la del gran visir , segun refiere Sobieski,
ocupaba mas espacio que la ciudad de Varsovia ó
la de Leopoldo. El presuntuoso ministro de la Puer
ta otomana, confiaba en este aparato de guerra;
fundaba su esperanza en la multitud innumerable
de sus soldados ; y este aparato incómodo , y esta
multitud tan dificil de conducir , fue lo que dió la
vietoria á los cristianos. El ejército de Sobieski , y
el del duque de Lorena , á los cuales se habian re
unido las tropas de muchos príncipes del imperio,
apenas contaban setenta y cinco mil combatientes.
Los dos ejércitos vinieron á las manos el trece de
setiembre de i683, y la victoria no estuvo mucho
tiempo indecisa. «Bendito sea Dios, escribia el rey
de Polonia despues de la batalla (i) ; Dios ha dado

(O Esta relación de la batalla de Viena, se halla en las cartas de


Juan Sobieski á la reina Haria Casimira. Estas cartas, escritas en polaco,
36:
284
la victoria á nuestra nacion , y ha concedido un
triunfo que no han visto jamas otro igual los si
glos pasados: toda la artilleria, todo el campo de
los musulmanes y sus riquezas infinitas han caldo
en nuestras manos; las cercanias de Viena ¿ y to
dos los campos inmediatos estan cubiertos de muer
tos del ejército infiel , y el resto huye en la cons
ternacion." El padre de Abiano, enviado por el Pa
pa, decia que habia visto una paloma blanca volar
sobre el ejército cristiano durante la batalla ; el
rey de Polonia mismo , habia percibido algunos
di as antes en el cielo un fenómeno extraordina
rio (i) 'y y sin duda todas estas apariciones celestes
publicadas en el ejército , conmovieron el espíritu
de los guerreros cristianos , y fueron causa de que
se hiciesen como se hicieron prodigios infinitos de
valor. El dia siguiente de la victoria, el clero cantó
el Te Deum en las iglesias de Viena , que hubieran
sido transformadas. en mezquitas, si se hubiera re
tardado solamente algunos dias la llegada de los
polacos. Enviaron el gran estandarte de los musul
manes al soberano Pontífice; y lo que fue mas glo
rioso para la Francia, el libertador de Alemania
creyó que debia dirigir á Luis XIV como rey cris
tianismo, su relacion de la b alalia ganada , y de

y traducidas en francés se han publicado, hace poco tiempo por Mr. Sal-
vaodi: estas cartas son un monumento precioso para la época de que ha
blamos aqui. >
(i) . El mismo Sobieski refiere estas apariciones en sus cartas i la rti-
oa María Casimira.
285
ta salvacion de la cristiandad (i). Persiguieron á los
turcos hasta la Hungria , en donde las reliquias de
sus ejércitos no pudieron defender las ciudades y
las provincias que habian conquistado. Lafamapu-
blicó las victorias de los cristianos , y de todos los
paises de la Bu ropa , se vió acudir una multitud de
nobles guerreros deseosos de pelear contra los tur
cos. Eutre estos guerreros que animaba el celo de
la religion y de la gloria ,. debemos citar al joven
duque de Bei wick ( a ) á quien el desventurado Ja-
cobo II envió dos veces á la defensa de la Europa
y de la iglesia. Toda esta caballería cristiana fue

(i) Es de creer que Sobicski dirigio su relacion á Luis XIV, porque es


taba descontento del emperador tle Alemania : el servicio que hacia era
demasiado grande, para que no tuviese que. quejarse de la ingratitud de
los que habia salvado. Es preciso ver en sus cartas á la reina Maria Casi
mira el modo sencillo ynatural cou que expresa su disgusto , y el sosiego
envidioso de los imperiales, que la vispera de la batalla le ponian en las
nubes, y mas alio sies posible. . . ,
(a) En el elogio del mariscal de Bcrwlch por Sfonlesqa&a, le Galla lo
«guíente: •Habiendo el duque de York logrado la corona el 6 de febrero
de i685, le envio el año siguiente á Hungria y se hallo en el sitio deBuda.
Paso el invierno en Inglaterra, y el rey le creo duque de Berwick. Volvio en
la primavera á Hungria, donde el emperador le dio una comision de coro
nel para mandar el regimiento de los coraceros de Treff. Hizo la campaña
de 1687, en que el duque de Loiena gano la victoria de Mchatz , y á su,
regreso á Viena , el empei ador le hizo sargtnto de batalla. ..la 1688, su
cedio la revolucion de Inglaterra ; y en él circulo de'desgracias que ro«
dearon al rey repentinamente , encaigo á Beivrick negocios que pediani»
mayor confianza. .."
He aqui lo que se lee en las memoiias del mariscal de Berwick, escri
tas por él mismo: «Habiéndose abierto la brecha en el primer circuito'
(en el sitio de linda en 1686), se dio porella el asalto... Fueron al instan
te rechazados; se perdieron alli pocos soldados; pero muchos íolnntarios
quedaron alli muertos o .heridos. El duque d« Bejar, grande de España,
iue del número, de los primeros „< ' . : t. >,. . ¡q
a86
uq modelo de heroismo , y recordó las virtudes be
licosas de los primeros Cruzados.
Mientras que los turcos se veian acometidos en
Hungría por los soldados escogidos de la Alemania
y de los otros paises de la cristiandad, los polacos
y los moscovitas, derramaban el terror en las riberas
del Pruth y en la Crimea. Venecia, á la cual ha
bia exhortado el Papa á tomar las armas contra los
infieles, declaró la guerra á los otomanos; y los
navios del Gefe de la iglesia con la escuadra de la
república, recorrieron triunfantes los mares de la
Grecia y del Archipiélago. Se vió ondear el estan
darte de san Pedro y el de san Marcos sobre las
murallas de Coron , de Navarino , de Nápoles de
Romania , de Corinto, de Atenas, etc. ; los turcos
perdieron casi toda la Morea y muchas islas, y sus
ejércitos quedaron vencidos y dispersos. Dos visi
res, y un gran número de bajaes pagaron con su
cabeza las derrotas del islamismo. Mahomet IV,
acusado por el pueblo, por el ejército y por el ule-
ma, cayó precipitado del trono al rumor de aque
llos grandes desastres , que atribuían á la cólera
del cielo , y los cuales esparcieron el desorden y la
confusion en todo el imperio. Despues de diez y
seis años de combates desgraciados y de revolucio
nes en el serrallo, los otomanos, aunque se halla
sen favorecidos por la guerra que la Francia habia
declarado al imperio germánico, se vieron al fin
reducidos á solicitar la paz fi) sin haber vencido

(i) La victoria de Zante, ganada por el principe Eugenio en 1698,


puto á los turcos en estado de no poder continuar la guerra.
287
á sus enemigos, lo cual ofendia al mismo tiempo
su orgullo nacional y las máximas del coran. El
famoso tratado de Carlowítz, atestigua las pérdi
das que habia sufrido la nacion turca, y la incon
testable superioridad de los estados cristianos. La
decadencia de la .Turquía , como potencia maríti
ma , habia principiado en la batalla de Lepanto;
y su decadencia, como potencia militar y conquis
tadora , se señaló en la derrota de Viena. Los grie
gos hubieran podido entonces libertarse del yugo
otomano ; pero habian conservado sus preocupa
ciones ó su antipatía contra los latinos (1) , y Ye-
necia nada hizo para que su dominacion pareciese
mas soportable que la de los turcos. La historia tie
ne dos cosas que observar en las negociaciones y
en los tratados de Carlowitz. La Hungría, que du
rante dos siglos habia resistido á todas las fuerzas
del imperio otomano, y cuyo territorio era como
las Termopilas de la cristiandad, debilitada en fin
por las discordias civiles , por las guerras extran-
geras, y siendo á un tiempo el blanco de los em
peradores de Alemariia y de los sultanes de Cons-
tantiuopia, perdió entonces su independencia y se
hülló reunida á las posesiones de la casa de Aus
tria. Entre los estados y los príncipes que firmaron

(i) Venena do quedo dueña de una parle déla Morra tino duran
te quince años. Los tuicosse aprovecharon dula division que »e susci
to en la ciistiai dad , y de la guerra que. Lacia ¡ arte de la Europa 4
Luis XIV para volverá entraren sus antiguas conquista?. I. oí otomanos,
no encontraron entre los griegos tantos auxiliares como enemigos.
288
el tratrado , se vieron aparecer los Czares de Mos
covia, potencia nueva que no se habia percibido
basta entonces en la lucha de los cristianos contra
los infieles , y que mas tarde habia de dar los gol
pes mas terribles al imperio otomano.
Hemos mostrado el origen y los progresos de
los turcos ; y ahora solo nos queda que hablar de
las causas de su decadencia. . ; .; '>'• •:
Los turcos no estaban constituidos sino para
combatir contra pueblos bárbaros como ellos , ó
contra pueblos degenerados como los griegos.
Cuando encontraron naciones que no estaban cor
rompidas ni les faltaba valor ni patriotismo , se
vieron obligados á detenerse. Es cosa digna de ob
servarse , que no pudieron jamas separar los pue
blos de la iglesia latina, y la única nacion que se
hallaba distante de la cristiandad por la conquista
de los turcos, fue la que se apartó de ella por su
creencia. Cuando los otomanos no tuvieron ya na?
da que invadir , todas las pasiones que les habian
impelido á la conquista, solo sirvieron para con
mover su imperio , que es el destino ordinario de
los pueblos conquistadores. : ; ¡ , . ¡ >.- ..;.«.• r
Una de las primeras causas que debilitaron el
poder militar de los turcos, fueron las guerras que
proseguían á un tiempo contra la Europa cristiana
y contra la Persia. Los esfuerzos qñeThícierbn con-.
tra los persas, los distrajeron de sus expediciones
contra los cristianos ; y sus empresas contra estos,
perjudicaron al buen éxito de sus guerras en Asia.
En estas dos especies ¡de guerras ; tenian, un modo

\
23g
enteramente distinto de pelear ; porque despues de
haber combatido algun tiempo á los guerreros del
Ojo y del Cáucaso, se hallaban inhábiles para ha
cer la guerra en Europa. Jamas pudieron triunfar
de los persas, ni de los pueblos cristianos; y se
vieron al fin oprimidos entre dos naciones, intere
sadas igualmente en su ruina, y animadas por las
pasiones religiosas.
Los turcos habian traido consigo, como todos
los bárbaros que habian venido del Norte del Asia,
el gobierno feudal ; y la primera cosa que hacian
á todos aquellos pueblos errantes que se establecian
en los paises conquistados, era la reparticion de las
tierras con ciertas condiciones de proteccion y de
obediencia ; y de cuya reparticion debia de nacer
el régimen de la feudalidad. La diferencia que exis
tia sin embargo entre los turcos y los demas bárba
ros quehabian conquistado el Occidente, era que el
despotismo celoso de los sultanes no permitió jamas
que los feudos llegasen á ser hereditarios y que se
levantase á su lado una aristocrácia , como en las
monarquías de la cristiandad. Así es que no se vio
en el imperio turco, por una parte, sino la autoridad
de un dueño absoluto, y por la otra, una democra
cia militar (i).
Han comparado los turcos á los romanos; por
que ambos pueblos principiaron del mismo modo,
y porque nadie se parece mas á los compañeros de

(i) La monarquia otomana estaba de esta suerte apoyada en lo nía»


débil que tienen las sociedades politicas! que es la TOluntad de uno
solo, y la de la multitud.
Tomo X. 37
ago
Rómulo que los compañeros de Otman; pero lo
que distingue en la historia las dos naciones , es que
la última ha permanecido como era en su origen.
Los romanos en sus conquistas no despreciaban las
luces, ni los usos, ni aun los dioses de los pueblos
vencidos; cuando los turcos al contrario, no toma
ban nada de los demas pueblos, y fundaban todo
su orgullo en permanecer bárbaros.
Hemos dicho mas arriba que la aristocracia he
reditaria no habia podido nunca establecerse al la
do del despotismo musulman , y esta es quizá una
de las causas por las cuales la nacion otomana ha
bia permanecido en el estado de barbarie. Los que
han estudiado el curso de las sociedades, saben que
por la aristocracia se forman las costumbres y los
estilos de un pueblo, y que por la clase intermedia
llegan las luces y principia la civilizacion. La ausen
cia de la aristocracia en los imperios orientales, no
solamente nos presenta la fragilidad de aquellos go
biernos , sino que tambien nos explica la causa de
que no adelante en ellos el espiritu humano. Bajo
el mortal nivel de una igualdad absoluta, y de una
dominacion celosa de todo esplendor que no nace
de ella, no puede haber emulacion , ni modelo que
seguir, ni amor de la gloria, condiciones en las cua
les toda sociedad está condenada á permanecer en la
ignorancia grosera que tenia en su origen, yá per
der de este modo la mayor parte de sus ventajas (i).

(ij Eu los gobiernos orientales , todo sigue el impulso del dueño: si


favorece los estudios, todos se dedican á ellos; pero despues, todo vuelfi
á caer en la oscuridad.
291
Por una consecuencia de la indiferencia de los
turcos á.las ciencias y á las artes, los trabajos de la
industria, dela agricultura y de la navegacion , los
confiaron á sus esclavos que eran sus enemigos. Co
mo tenian horror á todo lo que era nuevo y á todo
lo que no habian traido del Asia, tenian necesidad
de recurrir á los extrangeros para todo lo que se
habia inventado ó perfeccionado en Europa. De este
modo los manantiales de la prosperidad y del poder,
y la fuerza de sus ejércitos y de sus escuadras, no
se hallaba en sus mauos ; y se sabe todo lo que los
turcos han perdido por dejar de conocer y segun
los progresos de la táctica militar de los europeos.
Mientras que no se trataba sino de reunir y man
tener bajo las banderas una multitud de soldados
animados por el fanatismo musulman, estuvo la
ventaja por los otomanos; pero desapareció esta
cuando la guerra llamó á su socorro las ciencias hu
manas ; y cuando el ingenio , con sus descubrimien
tos, llegó á ser el formidable auxiliar del valor.'
Algunos escritores modernos, buscando en to
das partes conexiones , han comparado los geniza-
ros á las cortes pretorianas; pero esta comparacion
no tiene ninguna exactitud. Entre los romanos , el
imperio era electivo, y los pretorianos se habian
apoderado de él para ponerle en almoneda pública;
pero entre los turcos, no se presentó jamas al es
píritu del pueblo y de los ejércitos el pensamiento
de elegir su principe. Los genizaros se contentaban
en turbar el gobierno y mantenerle en un estado de
desorden que no los pudiese despedir nunca, y fue-

» a
2^2
sen siempre dueños de él. Toda su oposicion con
sistía en impedir cualquiera mejoría en la disciplina
y los usos militares; y los abusos y preocupaciones
mas difíciles de destruir en una nacion, son los que
pertenecen á un cuerpo ó á una clase en donde re
side la fuerza. El despotismo omnipotente de los
musulmanes no pudo jamas vencer la oposicion de
los genizarosy de los espays ; y estos cuerpos formi
dables, que habian contribuido tan eficazmente á
las antiguas conquistas , llegaron á ser el mayor obs
táculo para que se hiciesen otras nuevas.
Los turcos establecidos en la Grecia, tenian mas
respeto á los antiguos usos y preocupaciones, que
amor al pais que habitaban. Dueños de Stamboul,
tenian sin cesar fijos los ojos en el pais de su ori
gen, y parecian que no eran mas que viageros y con
quistadores pasageros en Europa. Detras de ellos es
taban los sepulcros de sus abuelos, la cuna de su
culto , y todos los objetos de su veneracion ; y de
lante unos pueblos que aborrecian , religiones que
querían destruir, y paises que les parecian malde
cidos de Dios.
En medio de su decadencia , nada fue mas fu
nesto á los turcos que el recuerdo de su gloria pa
sada, y nada les perjudicó mas que aquel orgullo
nacional que ya no estaba en armonia con su for
tuna ni en proporcion con sus fuerzas. Las ilusio
nes de un poder que ya no exislia , les impedían
preveer los obstáculos que debian encontrar en sus
empresas y los peligros que les amenazaban. Cuan
do los otomanos hacian una guerra dssveaturuda ó'
*.

on tratado desventajoso , no dejaban nunca de acu


sar á sus gefes, á quienes la venganza popular con
denaba á la muerte ó al destierro ; y mientras que
sacrificaban de este modo víctimas á su vanidad,
sus desgracias eran cada vez tanto mas irrepara
bles por cuanto se obstinaban en desconocer sus ver
daderas causas.
Tácito expresa algunas veces la alegria que ex
perimentó viendo á los bárbaros hacerse la guerra;
y despues se ha experimentado parte de aquella
alegría cuando se ha visto al despotismo musulman
amenazado por sus propias instituciones y atormen
tado por los instrumentos mismos de su poder. No
tiene la historia una leccion mas grande que aquel
espectáculo en que vemos un poder sin freno y sin
piedad , descargando sus golpes á la ventura é hi
riendo á todo lo que le rodea; y una familia de dés
potas, cuyo nombre solo derrama el terror, y la
cual se devora á sí misma (i). Ya sabemos cuantas
víctimas ofrecia cada sultan, al subir al trono, al
genio desconfiado del despotismo; pero el cielo no
permitía que las leyes mas santas de la naturaleza

(i) Mahomét 111 al subir al trono, mando matar diez y nuere herma
nos suyos. Un sultan sacrifica su familia atestado despotico, como up
feroz republicano dela antigüedad sacrificaba sus hijos i la república.
Aqui es donde se tocan lus extremos y se confunden : esta barbarie de los
sucesores de Otman es uno de los graves inconvenientes de la poligamia
y del desprecio de las santas leyes del matrimonio. Por lo demas, advei ti
mos que cuanto aqui se dice es solo bajo el punto de vista de nna poli-
tica inmediata , pues seria excusado buscar fuera de la religion la causa
primera de estos males.
294
quedasen siempre violadas impunemente , y la di
nastia otomana, en expiacion de tantos crímenes,
cayó en fin en una especie de degradacion. Los prin
cipes otomanos, educados en la servidumbre y el
temor, perdieron la energía y las facultades necesa
rias para gobernar un gran imperio. Soliman II no
hizo otra cosa que aumentar el mal , decidiendo por
una ley constitutiva que ningun hijo delos sultanes
pudiese mandar los ejércitos, ni gobernar las pro
vincias , pues desde entonces no se vieron ya en el
trono sino príncipes afeminados, y hombres tímidos
é insensatos.
Bastaba que estuviese corrompida la voluntad
del príncipe para que fuese general la corrupcion, y
que á proporcion que degeueraba el carácter de los
sultanes, degenerasen todos los demas. Un letargo
universal habia reemplazado la estrepitosa actividad
de la guerra y de la victoria, y á la pasion de las
conquistas habia sucedido la codicia, la ambicion,
el egoismo y todos los vicios que señalan y conclu
yen la decadencia de los imperios. Cuando los es
tados se elevan y caminan á la prosperidad, hay una
emulacion para aumentar sus fuerzas; pero cuando
declinan , hay también otra emulación para impe
lerlos á su pérdida y aprovecharse de su ruina.
El imperio tenia siempre un numeroso ejército;
pero este ejército, en que la disciplina degeneraba dia
riamente, no era temible sino en la paz. Una multi
tud de thimariots ó poseedores de feudos vitalicios,
no teniendo nada que dejará sus familias, pasaban
por las tierras que les habian dado , como las lan
gostas , que en los campos á donde las arroja el vien
to, destruyen hasta el germen de las cosechas. Los
bajaes gobernaban las provincias como conquista
dores, y los ricos del pueblo eran para ellos seme
jantes al botin que los vencedores se distribuyen el
dia de la victoria. Los que amontonaban tesoros,
compraban la impunidad, y los que tenían ejérci
tos, proclamaban su independencia.
Los sultanes de Constantinopla, adormecidos en
su serrallo, despertaban frecuentemente al ruido de
las revoluciones populares ; y las violencias del ejér
cito y del pueblo eran la única justicia que podia
alcanzar á su despotismo ; pero esta justicia mis
ma era otra nueva calamidad que no hacia mas que
precipitar la decadencia general. Lo mas singular
era que los turcos, cuando se rebelaban contra un
principe de la dinastía otomana, conservaban una
profunda veneracion á esta dinastía. Inmolaban el
tirano á su venganza, y se mostraban siempre dis
puestos á sacrificarse ellos mismos por la tirania;
así, la licencia en sus mayores excesos , respetaba
siempre al despotismo; y, lo que debia de poner el
colmo al desorden , el despotismo á su vez respeta
ba la licencia.
La sociedad se hallaba de este modo constitui
da entre los turcos por la religion musulmana, que
se mezcla á un mismo tiempo en las costumbres de
la licencia y de la servidumbre: esta religion falsa
inspiraba al esclavo una sumision ciega que se pa
recia al rendimiento ; al príncipe un respeto á las
preocupaciones que se pa recia á la moderacion y á
*96
la justicia ; y á todo el pueblo una profunda aver
sion á los extrangeros , y un ardor de vencer á los
enemigos que se parecia al patriotismo. La ley del
coran que mantenia en los corazones el menospre
cio de todo lo que no habia previsto, podía sin du
da mirarse como una institucion maravillosa para
conservar las cosas en el estado en que estaban;
pero era un obstáculo invencible, cuando llegaba
el tiempo de hacer mudanzas saludables y de escu
char las lecciones de la experiencia. Esta ley admi
rable para fundar un estado bárbaro, era impotente
para proteger á un imperio en su declinacion y para
precaver su decadencia. Los turcos, llenos siempre
de un fanático orgullo, no podian persuadirse, en
medio de su abatimiento, de que faltase nada á su
poder, á su legislacion y á su disciplina. No hay
cosa mas notable en la historia que esta soberbia
ignorancia de un pueblo, en medio de una revolu
cion que la arrastra diariamente á su pérdida; y es
ta revolucion se hacia entre los turcos, no por ideas
nuevas, sino por ideas antiguas; no por el amor de
la libertad, sino por los hábitos de la esclavitud ; y
en fin, no por la pasion á las mudanzas, sino por
una vana obstinacion en no mudar nada jamas. Los
turcos respetaban la causa de su ruina porque se li
gaba á la historia de los tiempos bárbaros; y la re
ligion musulmana, repitiéndole sin cesar que debían
obedecer al destino , y que el que estd en el fuego debe
resignarse, les impedia contener los progresos del
mal (i).
I 71 - ' > | . ,. .—:
(?) lin todos los pueblos que caminan á su decadencia , se hallan eo
Se nos podrá preguntar por qué la cristiandad
no se aprovechó de esta 'decadencia de los turcos
para echarlos al Asia. Ya hemos visto en esta histo
ria que los pueblos de la Europa cristiana no pudie
ron entenderse jamas, ni ponerse de acuerdo para
defender á Constantinopla cuando la atacaron los
otomanos. No tuvieron mas union para libertarla
despues que fue conquistada, yes preciso añadir que
cuanto menos temieron á los turcos, menos esfuer
zos hicieron para vencerlos. No inspiraban ademas
ninguna envidia á las naciones comerciantes de la
cristiandad; y en vano la fortuna los habia coloca
do entre el Oriente y el Occidente, y los habia he
cho dueños del Archipiélago, de las costas de Afrk
cay de los puertos del mar Negro y del mar Rojo;
porque sus mas hermosas provincias estaban desier
tas, sus ciudades permanecian abandonadas, y todo
perecia en manos de un pueblo indolente y grosero.
Dejaron á los turcos por la razon de que no se apro-.
vechaban de sus ventajas, y porque eran , sirviéa-r:
donos de una expresion de Montesquieu, de todo»
los hombres los mas á propósito para poseer inútil
mente grandes imperios.
Lo que hubiera podido hacerse en el siglo XV

medio de la corrupcion una cierta cortesania y elegancia en las costum


bres y modales , como hemos visto entre los griegos del bajo imperio;
pero un pueblo en el cual no tienen las mugeres ningun influjo, y loa
hombres son poco inclinados á reunirse , debe de hab.er una corrupcion
brutal y salvage ; y el imperio otomano envejecia sin que la nacion turca
hubiese perdido nada de aquella orgullosa aspereza que la habian dad*
sus victorias , y que provenia de la barbarie' de las primeras edades.
Tomo X- 38
sg9
y XVI presentaba despues grandes dificultades. Las
naciones, como quiera que sean, se parecen á los ríos
ó á los torrentes, que aumentan cada dia la profun
didad de su alveO, y cuyo curso trazado ya una vez
no es facil de mudar. Los turcos habian dejado de
ser temibles , como potencia militar; pero como, na*
cion no les faltaba cierta fuerza para resistir á un do
minio extranjero. Si era ya dificil y aun imposible
á las armas otomanas el conquistar una sola provin
cia ó una sola ciudad de la cristiandad, era al mis
mo tiempo dificil á los cristianos , no el vencer un
ejército, sino el someter una poblacion turca, de
fendida por sus preocupaciones y por el exceso mis
mo de su barbarie* . ; : •
Añadiremos aquí la última consideracion. En el
tiempo eu que los turcos fundaban su imperio en
Europa , se formaba entre todos los pueblos de Oc
cidente una vasta asociacion, cuyos lazos ha estre
chado el tiempo, y la. cual se llama todavía en el
dia de hoy la república cristiana. Esta confederacion,
en la¡cuál se experimentaba continuamente la nece
sidad He mantener un cierto equilibrio entrelas na
ciones rivales, y en que el concierto de muchas po
tencias era á lo menos necesario para invadir ó des
truir un grande imperio, esta confederacion, repe
timos, llegó á ser para los otomanos como una es
pecie de salvaguardia, y como un medio de salva
cion. De este modo la potencia otomana, á propor
cion que se debilitaba en lo interior, hallaba en lo
exterior un apoyo ó á lo menOs un motivo de segu
ridad,- no ya como en otro tiempo en las eternas
*99
discordias de los cristianos , sino en el temor que
estos tenia» de turbar la, paz general y mudar el or
den establecido en Europa. No temían ya las em
presas de la media luna, sino la ambicion de los
que podían tener la idea de invadir su territorio, ó
de aprovecharse de su decadencia.
Nuestros lectores observarán tal vez que nos he-
mos detenido mucho tiempo en el imperio otoma
no, pero el origen de este imperio , sus progresos y
su decadencia , están ligados á los acontecimientos
que hemos tenido que describir, El cuadro que he
mos trazado ha podido servir algunas veces para dar
á' conocer el espíritu y el carácter de las guerras
contra los infieles, y bajo este punto de vista , no
puede ser inútil nuestro trabajo.
En la época de la historia á que hemos llegado,
Jas pasiones que habian producido los prodigios de
las Cruzadas, se habían hecho opiniones especu
lativas, que no llamaban tanto la atención de los re
yes y de los pueblos, como las de los escritores y eru
ditos; y de este modo las guerras santas, con sus cau
sas y sus efectos, se hallaron entregadas á las argu
mentaciones de los doctores y los filósofos. Nuestros
lectores se acordarán de la oposicion de Lulero, y
aunqueél hubo desaprobado y retractado en alguna
manera su primera opinion acerca de la guerra
contra los turcos , la mayor parte de sus partidarios
seguían mostrando una grande aversion á las Cru
zadas*
El ministro Jurieu va mucho mas lejos que Lu-
texo ; este fanático apóstoi de la reforma, lejos de
38:
3oo
pensar que se debiera hacer la guerra á los musul
manes , no dudaba en mirar á los turcos como los
auxiliares de los protestantes, y decia que los fe
roces sectarios de Mahomet habian sido enviados
para trabajar con los reformados en la grande obra
de Dios , que era la ruina del imperio pontificio.
Despues de haber levantado el último sitio de Víe-
na en i683, y de haber revocado el edicto de Nan-
tes, el mismo Jurieu se afligía de la desgracia de
los reformados y de la derrota de los turcos , aña
diendo al mismo tiempo que Dios no los había aba
tido sino para volver d levantarlos juntos y hacer d$
ellos los instrumentos de su venganza contra los Pa
pas. Tal es el exceso de ceguedad á que puede
conducir el espíritu de partido ó el espiritu de sec
ta, extraviado por el odio.
. Entretanto otros escritores afamados por su
ingenio, que pertenecian tambien á la reforma,
sostenian que se debia pelear contra los infieles;
se lamentaban de la indiferencia de la cristiandad,
y de las guerras que estallaban todos los dias en
tre las naciones cristianas, mientras que dejaban
en paz á un pueblo enemigo de todos los demas
pueblos. El canciller Baeon , en su diálogo de Be-
Ib sacro, desplega toda su dialéctica para probür
que los turcos estan fuera de la ley de las nacio
nes. Invoca sucesivamente el derecho natural y el
derecho de gentes, y el derecho divino, contra
aquellos bárbaros, á los cuales niega el nombre de
pueblo, y sostiene que se les debe hacer la guerra
como se hace á los piratas , á los antropófagos , j
3oi
& los animales feroces. El ¡lustre canciller cita en
apoyo de su opinion algunas máximas de Aristóte
les , de la Biblia, y ejemplos sacados de la histo
ria y aun de la fábula. Su manera de razonar se
resiente un poco de la política y de la filosofía
del siglo XVI, y creemos que debemos omitir la
relacion de unos argumentos , cuya mayor parte
no seria capaz de persuadir á los ingenios del si
glo presente.
Mejor queremos manifestar con alguna extension
las ¡deas de Leibnitz , que para hacer revivir el es
píritu delas expediciones lejanas, se dirigía á la
ambicion de los príncipes , y cuyas miras políticas
han recibido una memorable aplicacion en los
tiempos modernos. En el momento en que Luis XIV
se disponia á dirigir sus armas contra los Paises-
Bajos , el filósofo aleman le enviaba una larga me
moria (i), para determinarle á renovar la expedi
cion de san Luis en Egipto. La conquista de aque
lla rica provincia , que Leibnitz llamaba la Holanda
del Oriente (2), debia favorecer el triunfo de la
propagacion de la fé; debia dar al rey cristianisimo
el glorioso renombre de Alejandro, y á la^monar-
• quía francesa los mayores medios de poder y de
prosperidad. Despues de la ocupacion de Alejan-

(1) La memoria de Leibnitz , que ba estado ignorada mucho tiem


po, es muy curios* : damos la parte mas importante de ella en las pie-
. ías jufti6c«tiTtft i " v . ' ¡ .; j ' ' ." *;
(a) Es bueno advertir aqui que la memoria de Leibnitz se presento
á Luis XIV en el momento mismo en que el monarca trataba de atacai
j conquistar la Holanda.
3o a
dría y del Cairo, la fortuna presentaba á los ven
cedores la feliz ocasion de volver á levantar el im
perio de Oriente. La potencia otomana , acometida
por los polacos y los alemanes , turbada por sus
divisiones interiores, estaba próxima á caer en rui
nas; la Moscovia y la Persia se preparaban ya á
aprovecharse de su ruina ; si la Francia se presen
taba, no habia cosa mas facil que>r«¡poger la in
mensa herencia de Constantino, dominar en el
Mediterráneo, dilatar su imperio en el mar i' ojo,
en el mar de Etiopia y en el golfo Pérsico, y apo
derarse del comercio de la India; Todo el esplen
dor de ¡la guerra y de la grandeza dte los imperios
se presentaba entonces áto imaginacion de Leib-
niti; y aquel excelente ingenio, deslumhrado por
su< propias ¡deas, y uniendo á su política las pre
ocupaciones de su siglo, no hallaba cosa superior á
la conquista de Egipto sino el descubrimiento de la
piedra filosofal. ..'>.,'...'.. ¡: i ; J , ¡ .
Después de haber desenvuelto las ventajas de
la vasta empresa que proponia, no olvida Leibnitz
ninguno de los medios que debian de aseg,urar.su,
buen éxito y. facilitar su ejecucion» En esta parte
de su memoria es donde ¡muestra íoda la superiori
dad de su talento, y despues de leer la relacion de
la última guerra de los franceses en Egipto, nos
persuadimos de que Bonaparte habia conocido el
plan de campaña dirigido á Luis XJV. Por lo de-
mas, esta empresa gigantesca , cuyo resultado ha
bia de ser mas brillante que sólido y permanente,
convenia menos á un monarca dirigido. en su poli
3«3
tica por el sentimiento de la verdadera grandeza,
que á un héroe moderno, dominado siempre de una
gloria aventurada y novelesca. . .
: Las ideas de Leibnitz, despreciadas en los con
sejos de los principes , no eran por eso menos esti
madas entre los sabios y los hombres piadosos, que
conservaban las imágenes siempre vivas de las Gra
sadas y las preocupaciones de una política especu
lativa. Hemos tenido á la vista un gran número de
memorias compuestas en los siglos XIV, XV y XVI,
para empeñar á las potencias de la cristiandad á
llevar la guerra al Oriente. San Francisco de Sales,
que vivia en tiempo de Enrique IV, expresa mu
chas veces en sus cartas ( i ^ el deseo de ver la Tier
ra Santa Ubre del yngo de los infieles. Bongars,
dando á la coleccion de historias que ha publica
do, el titulo de Gesta Dei per francos, muestra to
do su entusiasmo por las guerras emprendidas en
nombre de la Cruz. En su dedicatoria á Luis XIII,
no deja de recordarle el ejemplo de sus abuelos,
que fueron al Oriente, y prometerle la gloria de
un héroe y de un santo , si su piedad le llevaba a
libertar á Constantinopla y á .Terusalen (2). Mas
tardeci cclebte Ducange, publicando las memorias
de Joinville (3), se cliiigia á Luis XIV, y le conju
raba, en nombie de la Fiancia y de la religion, á

(0 Véanse las cartas de San Francisco Je Sales, al marques de D«-


sayes , embajador de Fiancia en Constantinopla.
(a) Véase la colección de Eorgars. Jlill'uuca de las Cruzadas).
(3) La edicion de Joinville , por Dccangc , es del año de 1668.
3o4
que cumpliese una antigua profecia que anunciaba
que la destruccion del poder otomano estaba reser
vada al valor de un monarca francés. Estos recuer
dos de los tiempos antiguos herían vivamente la
imaginacion de las generaciones nuevas ; y cuando
en su epistola al rey, decia Boileau;
Te espero dentro de seis meses en las orillas
del Helesponto (i).
No dirigía solamente una alabanza poética al
monarea , sino que se mostraba ingenioso intérpre
te de un gran número de sus contemporáneos.
No habia entonces cosa mas popular que las
guerras del Oriente. Diez y siete años antes del
tratado de Cárlowitz, vemos todavía la cristian
dad interesarse en los acontecimientos de una guer
ra contra los turcos. Venecia, que temía perder sus
posesiones en la Morea, imploró el socorro del so
berano Pontífice ; y Clemente 3£I , envió á todas par
tes sus Legados y sus breves apostólicos para em
peñar á los pueblos y á los reyes á tomar las ar
mas. Las musas cristianas reunieron su voz á la
del Pontífice; la guerra declarada por los otoma
nos á la república de Venecia , inspiró la cólera
pindárica de 3aa.a Bautista Rousseau, desterrado
en Bruselas , y los versos de este gran poeta, lle
nos de la memoria de las guerras santas , recorda
ron á los príncipes de la cristiandad el ejemplo de
Godofredo, dispersando los infieles en las llanuras

(i) ta Epístola al re; se publico por la primera Tez en 167a.


3o5
de Ascalon, y el de Sobieski, vencedor de los oto
manos bajo los muros de Viena. La España el Por
tugal , Génova , la Toscana y la orden de Malta,
armaron navios, y la escuadra de los confederados,
á la cual reunió el Papa sus galeras , recorrió el
Archipiélago con el pabellon de la iglesia. Los Pon
tífices de Roma, desde la reforma de Lutero , dis
tribuían rara vez las indulgencias de la Cruzada;
Clemente dió pródigamente sus propios tesoros
para una guerra, cuyo buen éxito hubiera compra
do de buena gana, segun decia, vendiendo los cdlieet
y Jos copones. A su voz marchó el ejército imperial
á recibir á los turcos que se adelantaban hácia la
Alemania ; seis mil suizos levantados con los subsi
dios de la corte de Roma , y un gran número de
gentiles-hombres , á quienes habian conmovido los
peligros de la iglesia y las exhortaciones del sobe
rano Pontífice , se reunieron al ejército de los ale
manes; y se hicieron rogativas en todas las iglesias
por el triunfo de los guerreros cristianos que pelea
ban en Hungria y en el Pelopoueso. Luego que el
principe Eugenio derrotó á los turcos en Peter-Wa-
radin (i) y bajo los muros de Belgrado, que se res
tituyó á los cristianos , el Papa acompañado del sa
cro Colegio , se dirigió á la iglesia de Santa María
la Mayor á dar gracias al Dios de los ejércitos , y

(i) Juan Bautista Rousseau , que había dirigido una oda á los prin
cipes cristianos , con motivo de la declaracion de guerra que hito la
Puerta á la república de Venecla , compuso una nuera á la victoria de
Peter-Waradin ; y publico otra tercera sobre la par de PassarortiU.
Tomo X. 3a
3o6
las banderas cogidas á los infieles se pusieron en los
altares de la Virgen , cuyo auxilio habian implora
do (i) ; circunstancia notable que mientras que la
iglesia de Roma celebraba las hazañas y los triun
fos de los ejércitos cristianos , el cuerpo del ulema
en Constantinopla condenaba aquella guerra que le
parecia mas injusta porque era desgraciada ; y el
mufti maldecia á los que la habian provocado. Los
otomanos poniendo su esperanza en la paz , renun
ciaron desde eutonces á todo proyecto de conquis
ta ; y satisfechos con haber recobrado algunas ciu-

( i) En la historia del Papa Clemente XI , se hallan los hechos si


guientes :
• En i^ií, Achmet III se disponia á hacer la guerra á los cristia
nos. Clemente se obligo á dar á la orden de Malta, y agenciarla de los
principes cristianos , los socorros que necesitaba. Poco despues creye
ron que el armamento se dirigia á la Polonia , lo que llamo toda la
atencion del Papa hacia aquel reino. Envio al rey y á la republica
socorros en dinero muy considerables , para las fortificaciones de Ka-
tninieck... Muy pronto el gran seȖor volvio toda la fuerza de sus ar
mas contra los venecianos. La república pidio socorros al Papa. Cle
mente se dirigio á todos los principes catolicos ; al emperador , al rey
de Polonia , al rey de Francia, al de Portugal, á los principes del
imperio, á los Obispos y Abades mas poderosos, al gran maestre d«
la orden Teutonica y al de Malta.,. Hizo armar con la mayor activi
dad sus galeras y todos los demas barcos que tenia , y fueron a au
xiliar la escuadra veneciana...
• Como no habia medio mas a prepósito para desconcertar los pro
yectos de los turcos que atacarlos por el lado de la Hungria , escribio
al emperador para empeñarle á tomar las armas..."
1716 'Clemente XI da todo el dinero necesario para el alistamien
to de seis mil suizos : se obliga á pagar un subsidio considerable al
emperador durante la guerra , para cuyo buen éxito decia que vende
ria hasta los cálices y los copones.
• La escuadra del Papa se aumento con las de los principes cato
licos ; «l rey de España envio doce navios ; el rey dé Portugal otros
3o7
dades en el Peloponeso, no pensaron ya sino en de
fender su imperio , amenazado á su vez por los ale
manes y los rusos. Desde que cesaron los sobresaltos
de la cristiandad , cesó la iglesia de predicar Cru
zadas contra los turcos , y las guerras de Oriente
no tuvieron ya otro móvil que la ambicion de los
soberanos, y los recuerdos de la antigua Grecia (i).
Sin embargo , Jerusalen , en cuyo nombre se
habian emprendido tantas expediciones lejanas, no

tantos ; el gran maestre de Malta sus galeras , asi como el gran du


que de Toscana y la república de Génova... Esta escuadra se hizo á
la vela bajo el pabellon de la iglesia.
• Hespues que el principe Eugenio gano la batalla de Peter.Wara-
din... Clemente paso con el sacro Colegio á la iglesia de Santa Ma
ria la Mayor... El embajador del emperador le presento los estandar
tes cogidos á los turcos ; y el Papa los mando colocar en esta iglesia,
y en la de nuestra Señora de Loreto."
1717 >La escuadra cristiana no hizo una campaña menos gloriosa
que la del año precedente. Los venecianos hicieron un desembarco en
la Morea , y recobraron la mayor parte de las plazas que los turcos
les habian tomado dos años antes."
1718 «Clemente XI deseaba con ardor que los cristianos se apro
vechasen de la superioridad que les habian dado los triunfos precedentes
sobre los infieles: otras dos campañas tan funestas para ellos como las
anteriores, podian arrojarlos de Europa ; pero el emperador no tenia el
mismo designio , porque se hallaba entonces ocupado en la guerra con
Felipe V, rey de España."
(1) No hablaremos de la Grecia sublevada contra los turcos , ni
de los acontecimientos que suceden eu Oriente en el momento en que
acabamos de escribir esta historia. Cuando se da algun valor á la verdad,
y se ha buscado largo tiempo en los documentos que nos suministra lo
pasado, debemos siempre tener algun temor de engañarnos hablando de
lo presente y de lo porvenir.
Creemos que se esperarán durante mocho tiempo los resultados de
lo que acaba de principiar: es posible que las cuestiones que se agi
tan en el dia , no dejen de aumentarse y complicarse prodigiosamen
te autes de que se resuelvan por hechos decisivos.
3o8
estaba del todo olvidada en el Occidente. Mientras
que sededicaban á contener las invasiones de los
turcos, varios peregrinos , llevando el bordon y la
esclavina , no cesaban de visitar la Tierra Santa.
Entre los hombres piadosos que desde el siglo XV
habian pasado á las orillas del Jordan y á las ruinas
de Sion., se distingue el célebre Ignacio de Loyola.
Visitó dos veces la Palestina , y hubiera concluido
allí sus dias como San Gerónimo, si los padres la
tinos no le hubieran obligado á volver á Europa,
en donde fundó á su regreso la Compañía de Jesus.
Entonces se vió, como antes de las Cruzadas , mez
clarse los principes con la multitud de cristianos
que iban á Je.rusalen. Federico III, antes de subir
al trono imperial , hahia ¡do en peregrinacion á la
Tierra Santa (i)- Nos queda una relacion de los
viages que hicieron sucesivamente á la ciudad
santa un príncipe de Radziwil , un duque de Ba-
viera (2), un duque de Austria (3), y tres electo
res de Sajorna (4)» entre los cuales se halla el. que
fue protector de Lutero.
La mayor parte de los soberanos de la cristian
dad , á ejemplo de Cárlo-Magno, no fundaban ya

(1) Fedcric.o III paso á la Tierra Santa en i436.


(2) Enrique X, llamado el Leon, duque de Raviera : se verifico su
peregrinacion en 1172.
(3) Alberto IV , duque de Austria, visito los santos lugares en í.joo.
(Véase Chronicon austrianum Thomai Ebendorffyri de Hatetbaeh ; scrip-
toret rerum austriacarum, vtteres , etc. Hyeron. Pea).
(4) Alberto, duque de SajonLa , acompaño a! emperador Federico II
al Oriente en 1228.
3ogi
su gloria en deliberar , sino en proteger la ciudad
de Jesucristo contra las violencias de los musul
manes. Las capitulaciones de Francisco I, renova
das por la mayor parte de sus sucesores, contie
nen muchas disposiciones (i) que se dirigen á ase
gurar la- paz de los cristianos , y el libre ejercicio
de la religion cristiana en el Oriente. Bajo el rei
nado de Enrique IV , Deshayes , embajador de
Francia en Constantinopla , fue á visitar á los fie
les de Jerusalen, y les llevó los consuelos y los so
corros de una caridad enteramente real. El conde
de Nointel , que representaba á Luis XIV cerca del
sultan de los turcos , pasó tambien á la Tierra San
ta , y Jerusalen recibió en triunfo al enviado del
poderoso monarca, cuyo crédito y fama iban á pro
teger á los cristianos hasta el otro lado de los ma
res. Despues del tratado de Passarowitz (2) en-
tíó la Puerta una embajada solemne á Luis XV,
encargada de presentar al rey cristianisimo un fir
man del gran señor , que concedia á los católicos
de Jerusalen la entera posesion del Santo Sepul
cro y la libertad de reparar sus iglesias. Los prín
cipes de la cristiandad enviaban todos los años sus

(1) Las últimas capitulaciones son del reinado de Luis XV.


(a) Mehemet-effendi , que hab¡a firmado el tratado de Passarowitz,
estaba al frente de esta embajada. Nos queda un itinerario de este
embajador, en qne da cuenta de muchos observaciones que hizo en
»u viage á Francia.
Kn cambio de su firman pedia la Puerta que la Francia intervi
niese con la orden de Malta para que los navios malteses respetasen
la marina otomana. Desde aquella época respetaron les navios malte,
ees á los navios otomanos.
tributos á la ciudad santa, y en las ceremonias so
lemnes ostentaba, la iglesia de la Resurreccion los
tesoros de los reyes del Occidente (i) ; no recibian
ya á los peregrinos en Jerusalen los caballeros de
San Juan , sino los guardianes del sepulcro, que
pertenecian á la regla de San Francisao de Asis.
Conservando> las costumbres hospitalarias ide los
tiempos antiguos, el superior lavaba por si mismo
los pies de los viageros , y les daba todos los so
corros necesarios para su peregrinacion. Por un
milagro renovado sin cesar , los monumentos sa
grados de la religion cristiana , defendidos largo
tiempo por las armas de la Europa, sin tener ya
para su defensa maá que los recuerdos religiosos,
se conservaban en medio de los bárbaros sectarios
del islamismo : la seguridad que reinaba en la ciu
dad de Jerusalen, hizo que se pensase menos en su
libertad. Lo que habia suscitado el espíritu de las
Cruzadas en el siglo XI, era principalmente la
persecucion dirigida contra los peregrinos, y el es
tado miserable en que gemian los cristianos de
Oriente. Luego que cesaron de verse perseguidos,
y tuvieron menos miserias que sufrir, las relacio
nes lamentables no despertaron ya la piedad ni la

(i ) La piedad activa de un solo sacerdote ha bastado hace algunos


añas para reemplazar las liberalidades de los monarcas. Hablamos del
abad Dcsmazurcs , cuyas predicaciones en favor de los pobres habitan
tes de la Tierra Santa, han resonado durante mucho tiempo en Fran
cia y en' la Europa. ¡ No seria de desear que se instituyese en la cris
tiandad una orden de caballeria con el objeto de asegurar socorros
para los santos lugares!
3u
indignacion de los pueblos del Occidente , y la
cristiandad se contentó con dirigir á Dies sus ,ora
ciones por el mantenimiento de la paz en los pa-
rages que habia santificado con sus milagros. Ha
bia entonces un espíritu de resignacion (i) que
reemplazaba el entusiasmo de las Cruzadas ; la
ciudad de David y de Godofredo , se confundia en
el pensamiento de los cristianos , con la Jerusalen
celeste, y como los oradores sagrados decian que
era preciso pasar por el cielo para llegar al territorio
de Sion , ya no debieron dirigirse al valor de los
guerreros, sino á la devocion y á la caridad de los
fieles.
En las consideraciones generales, que se leerán
en el libro siguiente de esta historia, se verá cual

(i) Este espiritu de resignacion se halla expresado de una manera


muy singular en un extracto de los manuscritos de la Biblioteca da
Berna :
De la causa de que les sarracenos posean la Tierra Santa.
El hermano Vicente , en un sermon que compuso , y cuyo texto era;
Ecce ascendimus Hierosolimam , indica tre» razones;
La primera , dice , es por la excusa de los cristianos , la segunda para
la confusion de los sarracenos , y la tercera para la conversion de los judios.
En cuanto á la primera razon, debemos saber que no hay cristiano tan
santo que no peque o baya pecado , excepto Jesus y su madre la gloriosa
Pirgen Maria , y Dios no quiere que los cristianos pequen en ta tierra
en que Jesucristo, su Hijo, padecio pasion pur tos pecados de tos hom
bres , y reputaria esto á gran injuria. No es injuriado de este modo de
los sarracenos , porque son perras. Desagradaria mucho al rey si sus hi
jos o caballeros orinasen en su aposento ; pero cuando un perro se orina
alli , no hace caso."
Véase Catalogus codium M. SS. Bibliothecos Bernensis , etc. tom. i.'
pág. 79.
3l3
fue la influencia de las Cruzadas en la civilizacion
del Occidente; y nuestros lectores pueden ver des
de ahora los resultados que tuvieron estas guerras
lejanas para el Oriente y para la Tierra Santa.
IWIWViVVWVlIVVIVVVVWMM/VVVVVVV^

PIEZAS JUSTIFICATIVAS.

NUMERO PRIMERO.

Nota de Mr. Raynouqrd sobre la obra de Mr. Hammer,


intitulada: Mysterium Baphometi revelatum (i), etc etc.

Despues de la proscripcion de los caballeros del Templo y


la abolicion de la orden, quinientos años habian pasado cuan
do las acusaciones, los testigos, y los juicios se sometieron á
la revision dela historia, y la fama de la orden, y la m'moria
de los caballeros, se han rehabilitado en el dia en la opinion
de las personas imparciales.
Un nuevo adversario de los Templarios se ha presentado,
y dejando aparte las acusaciones que los perseguidores con
temporáneos hablan imaginado, ha supuesto otros crimenes.
A pesar del intervalo de los tiempos, se ba lisongeado de po
der producir pruebas materiales: «No hay necesidad de pala
bras, á dicho Mr. Hammer, cuando las piedras sirven de tes
tigos."
¿Cuáles son esos monumentos ignorados ú olvidados por

(i) «Esta disertacion llena las cien páginas en folio del primer cua
derno del tomo 6." de la obra periodica: Funrfgruben des Orientt , etc.
Minas del Oriente, beneficiadas por una sociedad de aficionados, ele.
Viena 1818. En esta nota he extractado y analizado los dos articulos del
Diariodc los sabios , (marzo y abril de 1819) en donde he dado cuenta de
la disertacion de Mr. Hammer, y me he servido tambien de dos articulos
insertos en la B. universal, tova. 10, pag. 3»7, y t. n,pag, 3, ' ',
Tomo X. 4°
3i4
las personas que prepararon y concluyeron el infortunio de la
orden del Templo? ¿Cómo se hablan escapado á las pesquisi
ciones industriosas de la envidia y del odio, y a la sagacidad
de los inquisidores? ¿Porqué los diversos apóstatas, que por
ambicion, ó por temor, depusieron contra la orden, no indi
caron unos monumentos, que entonces hubieran sido mas
numerosos y evideutes, y cuya existencia hubiera justificado
s u vergonzosa desercion? Y cuando las iglesias y las casas de
los Templarios fueron ocupadas por unos sucesores que tenian
tanto interesen hacer perdonar el rigor de la expoliacion, ¿có
mo ninguno de estos sucesores descubrió aquellas pruebas
materiales , que segun Mr. Hamnier, proclaman todavia en el
dia de hoy la apostasia de los Templarios?
La obra de este sabio se titula : «El misterio del Pafomet
be velado , ó los hermanos de la milicia del Templo con
vencidos, por sus propios monumentos, de participar de
la apostasia, ta idolatría, y la impiedad de tos Gnós
ticos , y aun de los Ofianitas.
He aqui la exposicion, la análisis y el resumen del sistema
de Mr. Ilammer.
«Se lee en el proceso formado contra la orden del Templo,
que los caballeros adoraban un idolo en forma de Bafomet (i)
in flguram bafometi. La descomposicion de esta última pa-

(ij Falta mucho para que las informaciones tomadas contra los Tem
plarios hayan suministrado la prueba moral ni legal de la existencia de las-
figuras bafométicas. El acta de acusacion no habla de ellas. Nose mencio
nan en el gran proceso formado en Paris , ni en las numerosas declaracio-
nesde los testigos que se interrogaron.
Solamente de seis testigos oidos en Garcasona, que les presentaron un
idolo, dos le designaron i» nr.ua tu bafometi. El uno , Gaucerand de Mont-
pesat, llevado á Paris, se retracto de toda su confesion anterior; no que
da, por consiguiente, mas que un solo testigo , de quien se ignora su con
ducta ulterior, y su fin. Está probado que de otros cuati o interrogados en
Carcasona, Juan Cassauhas y Pedro de Mossi, retractaron su piimcra de
posicion , y que Juan Cassauhas fue quemado en aquella ciudad.
3i5
labra significa en grisgo Bautismo dei espiritu; y por con
siguiente el Bafomet de los Templarios era el bautismo Gnós
tico, que no se hacia por el agua de la redencion, sino que
era una lustracion espiritual por el fuego. Bufomet significa
pues la iluminacion del espiritu.
«Como los Gnósticos habian suministrado á los Templarios
las ideas y las imágenes bafométicas (i), la palabra Mete (me-
tis) ha debido ser venerada entre los Templarios; asi, añade
Mr. Hainmer, yo suministraré pruebas de esta circunstancia
decisiva.
«Los Gnósticos estaban acusados de vicios infames. El
metis estaba representado bajo formas simbólicas , principal
mente en las de serpientes y de una cruz truncada en forma
de T.
«Los Gnósticos, coutinúa Mr. Hammer, ao empicaban siem
pre la palabra Mete en sus monumentos, se servian tambien
de la palabra gnosis, que es sinónima y se halla entre los Tem
plarios."
Desenvolviendo su sistema de acusacion, Mr. Hammer sos
tiene siempre que está probado en el proceso hecho contra los
Templarios, que adoraban figuras bafométicas ; produce me
dallas que ofrecen estas supuestas figuras bafométicas, y es
pecialmente algunas medallas en que se lee metis con una
cruz truncada (a), y otras que representan un templo con
la leyenda: Sakctissima qtjinosis, es decir gnosis. Indica tam
bien vasos y cálices gnósticos; y atribuyéndolos á los Templa-

(i) Mr. Hammer mira este hecho como constante, pero no presenta
ninguna prueba de él.
(a) La supuesta cruz truncada que Mr. Hammer ha creido ver en al
gunas medallas, que por otra parte no han pertenecido jamas á los Tem.
plaiios, no es mas que el efecto de la superposicion de una mano encima
de lo alto de la cruz comun : esta mano , que tiene la cruz por arriba, se
halla en muchas medallas o monedas, que el mismo Mr. Hammer no se
atreverá í atribuir á los Templarios.
4o:
3i6
rios, sienta que el romance de siisrosui,,» santa copa, es
un romance simbólico que oculta y prueba á un tiempo la
apostasia dii los caballeros; en fln, cree reconocer en las iglesias
que antiguamente pertenecieron á los Templarios, ó que su
pone haberles pertenecido, figuras bafométicas, y símbolos
gnósticos y ofiticos.
Mr. Hamuiar gasta mucha erudicion para indicar los diver-
tos y numerosos sistemas que han precedido ó han traido la
secta de los gnósticos; llega en fin, a las figuras bafométi
cas : produce veinte y cuatro de ellas que á su parecer reunen
los caracteres del Bafomet; estan cargadas de signos astro
lógicos; muchas de ellas tienen una serpiente por cintura, y
aquella cruz de asa, que se llamaba llave delNilo por los egip
cios, y que se ha mirado como el simbolo de la fecundidad;
tienen inscripciones, unas en latin y en griego, que no de
signan mmbres propios, y otras en árabe que serian inin
teligibles sino se tuviera el medio de cotnpararlas con lasque
se hallan en algunos vasos. El principal de estos , presenla
una inscripcion árabe que se refiere al culto de una divinidad
llamada Mete; la dan el titulo de Teala, omnipotente, y de
N Asen, productora. Mr. Hainmcr defiende que el Mete era lo
mismo que los Sofia, Achamot, de diversas sectas gnestieas.
Pero nada presenta de cerca ni de lejos conexion alguna
con los Templarios.
Mr. Nicolai, que en una obra alemana titulada: ensayos
sobre tos secretos de los Templarios , fue el primero que
usó esta palabra Bafomet, y unió á ella la idea de la imagen
del ser Supremo , en el estado de quietud que le atribuian los
gnósticos maniqueos; este sabio fue el primero que supuso
que los Templarios tenian una doctrina secreta , ó iniciaciones
de muchos grados, y defendia que los sarracenos les habian
comunicado esta doctrina.
Para destruir todos estos sistemas , bastará probar que
es imposible que la palabra Bafometi, que se halla referida
en el proceso de los Templarios, signifique otra cosa que Ma-
homet.
3i 7
El señor baron Silvestre de Sacy (i), habia condtnado
esta explicacion de Mr. Hammer; y cuando este último ha in
sistido en no reconocer en Bafomet el nombre de Mahomet, ha
sido fácil de probar que los autores de la edad media han es
crito frecuentemente Bafomet por Mahomet, para lo cual no
fallan autoridades (2).
Si la palabra misma de la secta bafomética ó gnóstica no
existe ni ha existido jamas, el sistema entero se hunde por los
cimientos.
Pero aun cuando se probase que ha existido una secta ba
fomética, y aun cuando hubiese pormenores ciertos sobre sus
opiniones y sus misterios, ¿cómo prueba Mr. Hammer que los
Templarios han pertenecido á esta secta?
Mr. Hammer ha reunido y hecho grabar hasta cien meda- 1
lias y otros diferentes monumentos, que atribuye á los Tem
plarios, porque cree ver en ellos el Mete, y el Tatj de lo»
gnósticos.
Los medallas y los monumentos que cita , no son tampoco
pruebas de una secta de gnósticos, y aun cuando se demos
trase su existencia, aquellas medallas y monumentos, siendo
extraños enteramente á los Templarios, ¿ por qué se les apli
caba.!?
Para dar una idea de la manera con que Mr. Hammer tra
ta de probar, por las medallas, que los Templarios eran gnós
ticos, citaré solamente aquellas en que este sabio ha creido
leer la palabra Qoisosis ó gnosis. «
En la moneda ochenta se halla, segun Mr. Hammer, el
templo de Jerusalen con cuatro torres ; la inscripcion trae:
■J- S. S. Simoonjü cu A ; pero leyendo al reves, y principian
do , no por la A. final, sino por la D tendida que Mr. Hammer

(1) Véase el Almacen enciclopédico; 1810, tom. 6.°, pág. 179.


(a) Raimundo de Agiles dice de los mahometanos: In ecclesiis autem
■¿femarías faciebanl... habebant monticulum ubi dum erant iiafcmabi*. j
Los trabadores empleaban bafouabia por mezquita, y Bafomet por
Jtfahomet.
3j 8
ha lomado por Q , al paso que los demas sabios que han ci
tado esta medalla, hao visto en ella una D, lee ssta quinoomis
aunque no haya ninguna T en la inscripcion ; y considerando
la.M como tendida, Mr. Hammer ha encontrado qtjinoosis;
despues mudando qvi en G, y no haciendo mas que una sola
O dj dos, saca gnosis , lo que segun él rebela y prueba el
secreto de los Templarios gnósticos.
Mr. Hammer no solamente lee al revés, sino que tambien
principia la lectura en la penúltima letra, y lee la A, despues
de la cual está una f que separa el principio del fin de la ins
cripcion. Anade un T, y supone una letra griega mezclada en
la inscripcion latina; y en fin, despues de todas estas mudan
zas, no saca todavia la palabra gnosis.
¿Y por qué ha visto en esta inscripcion lo que no hay, y no
lia querido ver lo que hay en ella. S. S. Simon Jüda?
En la medalla noventa 3' nueve, se lee tambien S. Simo»
vel Jtjda ; en la noventa y tres S. Simon Jüda, etc. No hay
nada mas comun en la edad media, que las monedas que por
un lado tienen el nombre de un santo, al mismo tiempo que
por el otro presentan el nombre de la ciudad ó del principe.
Dos de las monedas en que, en lugar de S. Simon t Jüda,
lee Mr. Hammer santa Gnóstica , traen tambien el nombro de
OttoMarchio. Esta circunstancia es embarazosa para Mr. Ham
mer; pero la explica dicien lo que este Marques Otton era un
gnóstico, protector de los Templarios, y estaba anunciado en
su doctrina secreta.
Seelander (1) no ha leido en estas monedas sino san Simon
y san Judas; y ha creido que este Otton podia ser Otton ih
marques de Brandeburgo, que vivió por el ano de iaoo. Si
la opinion de Seelander no bastaba á Mr Hammer para acep
tar esta explicacion, sencilla, natural y evidente, hubiera ha
liado en Otto Sperlingius (a) la explicacion de semejante 1110-

(1) Nicolas Seetander X. Schrifien von Deutschen, ffümzeri, Mittlerer,


Zeilen, etc. Hannover, 1743, in 4.°
(aj OttonisSperliQgü... Je Nummorum bracteatorum et c*vorum,elc.
Lubec.-e , 1700 iu 4.0 » pag- /5.
3ig
neda con la inscripcion de s. Simon t s. Judas. Las cabezas de
loá dos santos estan unidas bajo la misma corona. A. Mellen
pensaba que esta moneda se babia acunado en Goslar, y Sper-
linguis adoptaba esta opinion. Pero aun cuando fuese preciso
admitir que estas monedas han pertenecido á una secta de
gnósticos, repetiré siempre que Mr. Hammer, no prueba que
los Templarios se hayan servido de ellas. Los razonamientos
de este sdbio se reducen casi siempre & esta forma: «Estos
monumentos son gnósticos; luego pertenecen a los Templa
rios," y a esta otra. «Estos monumentos son relativos A loa
Templarios; luego son gnósticos."
Pero permitaseme decir todavia, si los Templarios habian
tenido entre ellos semejantes signos gnósticos, ¿cómo estos
signos no habian sido conocidos y denunciados cuando se tra
tó de destruir la orden? ¿Cómo no se hallarian en el dia de boy
sino en Alemania?
Lograría siempre el mismo resultado si yo examinase de este
modo detenidamente todo lo que es relativo á las copas y cá
lices, en que Mr. Hammer cree ver emblemas gnósticos; no
solamente no se hace en ellos mencion de los Templarios, sino
que Mr. Hammer no los ha recogido sino enparages ó en mo
numentos extraños á la orden del Templo.
En cuanto á las esculturas gnósticas que Mr. Hammer ve
obstinadamente en algunas iglesias, ¿no se sabe que se hallan
en las iglesias de la edad media esculturas y monumentos
que es dificil explicar, ya sea á causa de las ideas morales y
religiosas que los artistas de aquel tiempo expresaban con
imágenes poco convenientes, ó á causa de las alegorias pia
dosas cuya tradicion no ha llegado hasta nosotros?
Los relieves de los capiteles de la iglesia de san German, han
embarazado á los anticuarios, y si Mr. Hammer hubiera en
contrado otros semejantes en umviglesia de los Templarios,
no hubiera dejado de aumentar con ellos su acta de 'acusacion.
Cita siete iglesias de Alemania, en que pretende recono
cer emblemas gnósticos; pero no prueba que estas iglesias
hayan pertenecido á los Templarios , y aun cuando las hu
. t
320
biera edificado la Orden, podría ooocebirse que si habia exis
tido alguna doctrina secreta, ¿los gefcs hubieran expuesto los
simbolos de ella en pública en las iglesias? ¿y cómo hubie
ran elegido siete iglesias de Alemania, para consignar alli es
tos signos de irreligion, cuando no hicieron lo mismo en las
mil iglesias que poseían en la cristiandad?
Mr. Hammer no es mas feliz, cuando busca en los roman
ces que hablan de S. Graal , la histeria emblemática y el sím
bolo de la orden del Templo.
Estos romances, nada presentan que sea contrario á la re
ligion; y los caballeros, que son en ellos los principales per-
sonages , prometen fidelidad á Dios y á las hermosas ; y se ar
man y pelean por la religion y las damas. ¿Será de admirar,
que en la época en que se compusieron aquellos romances,
se haya admirado la investigacion de san Graal ó de la santa
a como una hazaña digna de la caballeria ?
Mr. Hammer, ha creido sacar un gran partido del pasage
siguiente : «Corno san Graal vino á Tramelot el día de Pente
costés,» hace observar, que la fiesta de san Graal no se ce
lebraba el dia del Corpus , sino el dia de Pentecostés. «Si por
esta copa, dice^ habian creido entender, asi como algunos lo
han supuesto, el Cáliz del Sefior, la festividad se hubiera ce
lebrado en el dia del Corpus, ó en el Jueves Santo, y no en
el dia de Pentecostés, que los gnósticos miraban como muy
santo, asi como el dia del Espiritu Santo, que era para los
gnósticos Sofia, y para los Templarios Mete.»
La respuesta es fácil : primero , el rey Artus , tenia su con
sejo pleno en las grandes festividades del año , y no es pues
sorprendente, que el san Graal llegue á Pentecostés, a." El
autor del romance no podia elegir el dia del Corpus, cuya fes
tividad no estaba instituida en tiempo del rey Artus. 3.° Es
tambien verosimil, que el romance deque se trata, se com
pusiera jtotarde la institucion de esta festividad por Urba
no IV , en 1264.
Mr. Hammer, ha conocido que era extraño formar, despoes
de cinco siglos, una acusacion contra los Templarios entera
3a i
mente distinta de la que sirvió de pretexto á los opresores con
temporáneos. Tambien ha sostenido, que el Papa, por la sen
tencia que se pronunció contra los Templarios, habia querido
ocultar las culpas de sus verdaderos crimenes; pero sostiene,
que cuando los archivos de Roma salgan al público, se hallará
en ellos la prueba de los crímenes que hoy denuncia.
¿Cómo puede creerse, que si los caballeros hubieran sido
.culpables de los crimenes que supone Mr. Harauior , hubieran
preferido los Tejes el sistema de acusacion que emplearon , 6
un sistema como el que anuncia Mr. Haminer? Pero ademas,
«s .muy cierto, que todos los documentos que contienen los
archivos de Roma, se eonocen en el dia; y todos estan indi
cados por sus números en las noticias de las piezas inéditas
que haa servido para componer los Monumentos históricos,
relativos á /a condenacion de los caballeroi del Tem
plo, etc. Mr. Hammer, no tiene por consiguiente nada que
esperar de los archivos i'el Vaticano.
Este sabio distinguido, conocerá algun dia que no hubiera
debido ceder tan fácilmente al deseo de ostentar un nuevo
sistema de denunciacion contra la Orden y los caballeros del
Templo. Su terrible y célebre catástrofe, nos impone la obli
gacion de ser muy circunspectos y muy severos en la eleccion
de los medios que se pueden tomar para quitarles la justa pia-
dad que la posteridad no ha negado a* su suerte.

«UMERO B.

Las piezas siguientes, que nunca se han impreso, y cuy»


manuscrito se halla en la biblioteca del rey, con el número
9879, son las mas curiosas que pueden leerse para la Historia
de las Cruzadas. Contienen documentos preciosos que no se
hallan en ninguna Crónica ni en ninguna otra pieza histórica de
la edad media , acerca del modo tson qwe se percibian los tri
butos para las guerras sanias. Es curioso principalmente, ver
alli las infinitáis precauciones que tornaba el gobierno del rey
para evitar y precaver los abusos y las discordias religiosa»
Tomo X. 4'
que turbaban la Alemania , y que tambien hubieran podido
perturbar la Francia. Aquí solo se habla de Tolo»; pero es
probable que hubiesen enviado tambien despachos á las de-
mas provincias, y que hubieran tomado las mismas precau
ciones y las mismas medidas para todas las diócesis del reino.

Despachos del rey nuestro señor , dados á Ambrosio,


el dia 16 de diciembre de i5i6, por loi cuales, resulta
dicho señor haber cometido y diputado al señor Josse da
la Garde , doctor en teología. , Vicario general de la igle
sia catedral de Tolosa, Comisario por lo respectivo d la
Cruzada en dicha diócesis de Tolosa, y el tenor de
dichos despachos es el siguiente.

COLLSCTIO VACTA COK LJTTE&IS OUGISALIMIS HIC HEDD1TIS.

Franciscos, Dei gratia Francorum rcx, Mediolani dux, et


Gi:nuas dominus, charissimo el dilecto austro magistro Judo-
co de la Garde, doctore in theologia, canonico et Vicario ge-
neraü in ecclesia cathedrali et diocesi Tholosse, salutem. Cum
lanctissimus dominus noster Papa Leo deciinus , veros Christi
in terris Vicarius ac saneli Petri apostoli successor, et universí
gregis dominici pastor Vigilantissimus, omnes sibi commissos,
nec non spirituali cibo reficere cupial, sed á lupis rapacibus,
íidei christiau» hostibus, materiali gladio defendere suis viri-
busconetur, et immanissimas Thurcarum gentes, Mahumeti-
que sectetn sequentes , ab eorum damoabili errore revocare el
atlorthodoxse fidei observautiam convertere intimocordis affeo-
tu dssnleret , nosque prsedecessorum nostrorum vestigia imi-
fáodo, gratia nobis divina assistante, ad Constantinopolita-
natn ac alias provincias ultra marinas ab infidelibus oteupatas,
ctiam proprium sanguinein cffundendo , transferre et ab cis-
dem loojsgenlem inQdelera omnino extirpare decrevisse cer-
tior elícctus fucrit, ideuj «anctissimus dominus in animo rc-
Tolfoo*»¡ucer» devoliouis uostraj affectum, et quaua sil dig-
3a5
aum et laudabile ac omnibus Christifidelibus otile necnon
ad exaltationem Christi nominis necessarium , sanctissimunt
ac piutn institutum ut hoc nostrum sanctum et laudabile pro
positan) tarente Alüssimo ad effectum perducere valeremus,
luis litteris apostolicis omnibus Christi fidelibus in regno,
tetris dominiciá, et aliis locis nobis subjectis commorantibus,
qui aut ad hanc sanctissimam expedilionem nobiscutu profecti
fuerint, et tempore constiluto permanserint, aut de boaissuis
taqtam quantum eis juxta formam et tenorein dictarum litte-
rarum apostolicarum fuerit ordinatum, largiti fuerint plena-
rium omnibus peccatorum suorum indulgentiam et remissio-
nem concesserit, cumque pro adimplcndis omnibus et sin-
gulis in dictis litteris apostolicis contentis , referendum in
Christo patrem Ludovicum de Canossa, episcopum Tricarien-
scm, suutn apud nos oratoreui et aliuni a nobis deputatum
commiserit; notum igitur facimus quod nos juxta facultatela
nobis concessatn de vestra probitate, Qde, intcgritate et pro
vida circumspeslione plené confidentes, vos ad omniaet sin-
gula in praefatis litteris apostolicis contenta implenda , expe-
dienda el exequenda commissimus et deputamus , tenorequ*
praesentium committimuset deputamus in quorum testimonium
bis praesentibus sigillum nosttum duxiuius apponenduin. D*-
lum Ambasiae , die 17 mensú decembris, anno domini mille-
sinio quingentesimo decimo sexto et regni nostri secundo: sio
sigiiatum et per regem.
Db Newftillb.

4l
3a4

Instrucciones enviadas por el rey al señor Joste de


ta Garde , Vicario de Tottsa, encargado y diputado
por el rey nuestro señor y por el reverendo padre en
Dios , monseñor el Obispo de Tricari , acerca de dicho
rey por nuestro santo padre el Papa, tocante á la ejecu
cion de la bula concedida y establecida por él, del ju
bileo y Cruzada en este reino durante dos años, con
cluidos en. i5iy y i5i8, cuyas instrucciones son del
tenor siguiente.

Instrucciones al señor Jósse de la Garde, Vicario de To-


losa,..encargado y diputado por el rey, y el reverendo padre en
Dios, monseñor el Obispo de Tricari , embajador cerca de di
cho señor por nuestro santo padre el Papa , tocante á la eje
cucion de la bula, concedida y decretada por él, del jubileo y
Cruzada, ordenado y establecido en este reino, paises, tier
ras y seDorios- de la obediencia del rey,' durante dos años ., pa
ra hacer la guerra álos infieles, de lo que el dicho Comisa
rio tendrá que hacer para ejecutar dicha comision.
Primeramente verá y. entenderá el dicho Comisario , los
despachos que el rey le escribe, y el vidimus de dicha bula
que le envia, junto con to,das las facultades y poderes- que
le son dadas por ella, tanto de las absoluciones , composicio
nes, dispensas, confesonarios ó declaraciones, como delas
demas facultades-contenidas en dicha bula.
Item. Hablará dicho Comisario ú algunos distinguidos per-
•onages, religiosos ó legos, de la ciudad principal ó de'otras
ciudades de la diócesis, que han acostumbrado á predicar; y
en especial á los que predican en dichas ciudades el advien
to, y que prediquen en ellos la cuaresma y las fiestas solem
nes, para predicar dicha Cruzada , perdon y jubileo , come
tambien todas las facultades y dispensas que en ella se con
tienen, y las justas y santas causas y razones, por Jas cuales
te ha mandado, y que durante dos años quedan suspendidos y
revocados todos los deinas perdonese indulgencias genérale»
.
3s5
y' particulares ; y para dárselo mejor A critiendir aV dicho pre"-
dieador, se le entregará una doble copia de dicha b,.ila en la
tín la una, j la otra en francés, y se le prometerá algun pre
mio y beneficio por el trabajo que tenga en predicarla.
Item. Hará dicho Comisario poner y pegar á los postes de
las iglesias de dichas ciudades y grandes feligresias, y villas de
dicha diócesis , los sumarios de las referidas facultades que $¡e
le envían, á fin de que cada uno las entienda , cuyos suma
rios, que estan impresos, el rey los manda reimprimir en los
que estan compendiados todos los capítulos de dicha bula, y
los dará al mismo diputado.
Item. Dicho señor mandará hacer buena porcion' de de
claraciones, que firmará un notario, y dejará en ellas un es
pacio en blanco para poner alli el nombre de aquel ó aquella
que quiera tener dichas declaraciones , y se enviarán á dicho
diputado para sellarlas con el sello que el rey le envia , el cual
servirá para este y para todos los demas despachos que sea
necesario hncer para la referida Cruzada , perdon. y jubileo.
Item. Escogerá y elegirá el dicho Comisario, el numerw
de buenos confesores suficientes é idóneos , que jiiigue eii
cada iglesia de dicha diócesis en que esten ios cepos de dicho'
jubileo , para confesar i todos los que quieran hacerlo, y ten
drán facultades para absolver segun la fórmula de dicha bula.
Euíre los cuales, en la iglesia catedral de dicha diócesis, habrá
seis de ellos, gentes de buena conciencia , libres de sospecha,
que tendrán autoridad, y no otros, para hacer composiciones
de restituciones y entregar las soluciones de estas, y será ex
presamente mandado á los demos confesores, que si alguno'
te dirige á ellos para las expresadas restituciones , que los en-
.vien y dirijan á los seis citados , los cuales no recibirán nr
tendrán ningun dinero de dichas compo jioiones , bajo pena
de excomuniou, sino que mandaráu á los quo hagan dichas
restituciones, que lé' pongan ellos mismos en los ceposy en el
registro de los gastos : las entregarán dicho Comisario y no
otro.
Item. £1 rey hará tasar todas las facultades que estancon»
3a6 .
iínidis en dicha bula, y las hará imprimir y remitir a dich»
Comisario.
Item. Hará hacer el dicho Comisario los referidos cepos
de madera en la principal iglesia de cada una de dichas ciuda
des de la misma diócesis, en los euales , aquellos que quieran
ganar el jubileo , colocarán lo que dieren para ganarle; y en el
cepo de la iglesia catedral habrá dos divisiones , la una para
los dineros del perdon, y la otra para los dineros que proven
gan de dichas composiciones que se hagan por el referido Co
misario y seis confesores diputados, y tambien el dinero de los
gastos de las dispensas y declaraciones y otras gracias qu«
conceda. , . ,
Item. Ea cada uno de dichos cepos habrá tres cerradu
ras y tres llaves , una de las cuales estará en manos de dicho
Comisario, la otra en las del recibidor y la otra en las del con
tralor.
Item. En el adviento, festividades y cuaresmas pasadas,
ó cuando dicho Comisario vea que es necesario, llamará á di
cho recibidor, y contralor y á los principales canónigos, rec
tores ó beneficiados de la iglesia en que estén los cepos , y los
abrirán , contarán y pondrán por inventario las monedas, tan
to de oro, de plata, como sortijas y otras cosas que se halle»
en dichos cepos, y las dejará y entregará dicho Comisario en
manos del recibidor, que entregará su recibo que registrará, el
contralor, y por cuyo recibo y registro será responsable dicho
recibidor.
Item. Y para hacerlo , es preciso que dioho Comisario,
-recibidor y contralor, se dirijan á las ciudades de dichas dió
cesis, y en lodo y por todo hagan de suerte, que Dios, nues
tro santo padre el Papa, y el rey, sean eu esto bien y leal-
mente servidos; y quedarán como es raxon solventes de sus
trabajos y salarios. . . , , > . ,.¡ i
Item. Ha mandado el rey á dicho recibidor, que pague
los gastos que sean necesarios en este asunto por orden de di- ,
cho Comisario y certificacion del contralor, y se mandará á di-
.chos seis confesores delegados por el Comisario el salario com-
pétente, á 6n de que no exijan ni tomen ninguna cosa do di
cha? composiciones que hagan. Firmado :

v _ Francisco di NEcrviLtis.

Memorias firmadas de mano delrey, enviadas al mismo


Comisario para dicha Cruzada, cuyo tenor
es el siguiente.

Memorias de lo que se ha de hacer tocante á la Cruzada.


Primeramente, es necesario enviar muchos carteles de los
articulos déla bula de dicha Cruzada , trasladados del latin en
francés, y en crecido número, porque se deben pegar en las
puertas principales y en las esquinas de las calles de todas las
ciudades y villas principales del reino, y en las iglesias prin
cipales de dichas villas y ciudades.
Item. Es necesario enviar otro gran número de declara»
ciones, segun la forma compuesta de dicha bula, porque ha
brá bastantes gentes que las tomen, y seni preciso que dichas
declaraciones estén selladas con el sello de dicha Cruzada, Or
inadas y aprobadas del notario diputado por dichos señores
Comisarios.
Item. Es de notar, que será necesario entregar á cada
confesor , diputado y ordenado, para oir las confesiones, una
bula en latin y olra en francés, con upa declaracion, y tasa de
las rehabilitaciones, absoluciones , dispensas y composiciones,
y podrá dicho Comisario diputar el número de confesores que
juzgue necesario. - ,. .
Item. Serán diputados por cada uno de dichos Comisarios
seis de los m s notables, doctos y sabios confesores, que «ean
gentes de buena conciencia, á las cuales se entregara una bu
la en latin y eu francés, y esta, con muchas declaraciones, ta
sas y ordenanzas en forma de absolucion, y se Ips entregará
la superintendencia y otras facultades de absolver, dispensar
y rehabilitar á cada penitente; y segun lo exija el caso, etn
3ü5
picando la forma Je absolucion, y mostrar á los demas con
fesores como se deberán conducir y gobernar, tocante á las
materias de dispensa, composiciones y otros casos contenidos
en dicha tercera fórmula, á los cuales seis confesores , se les
entregarán muchas fórmulas de dicha tercera fórmula de ab
solucion , á fin de que segun ella , puedan absolver y dispensar
á'tos pobres penitentes de los casos contenidos en dicha ter»
cera fórmula; y hecho esto, «s decir, despues que dichos con
fesores ó uno de ellos haya absuultoálos penitentes., los man
daran ir al Comisario , y delante de ellos meterá en el cepo la
composicion ordenada, y si el penitente quisiese tener eartas
«le absolucion, dispensa, ó rehabilitacion, para seguridad
suya, dicho señor comisario las podrá entregar»*» foro COTU-
óientiee dumtaxat , bajo el sello de dicha Cruzada , siguien
do el testo de dicha tereera fórmula de absolucion.
Item. Es necesario que cada uno de dichos señores comi
sarios , en su lugar, se preparen para hacer publicar é inti
mar la dicha Cruzada, y abrir los tesoros de la iglesia el do
mingo de septuagésima, y que el sábado de ella haga un Co
misario adornar bien y decentemente el cepo, en medio del
cual habrá una hermosa y grande Cruz , en que se inscri
ban estas palabras en granies y bellas letras: //* hoc sig~
no vinecs, igualmente se epcjrga , que cada Comisario haga
una hermosa bandera , en que esté pintado el Papa de gran
pontifical, acompañado de muchos Cardenales y otros prela^
dos, con mitras blancas, eoloeados todos á la diestra, y el rey
a -la siniestra , armado todo de blanco , excepto el arnés de ca
beza, que llevará su escudero mayor, acompañado de muchos
principes y otros señores, todos armados; y al otro lado do
dicha bandera, estandartes y otras banderas llenas de turcos
y «tros infieles, y que el referido doníingo de septuagésima^
mande 'bauer dicho señor una procesion solemne , y que la
bandera de la Cruzada vaya delante de la Cruz; y que haya
un hermoso y devoto sermon al pueblo : y podrá desple
gar dicha bandera todos los domingos y fichas ¡unto id
3a 9
. Item. Será necesario que dicho señor Comisario mande
llamar á su presencia todos los mayores predicadores de las
ciudades y villas de su cargo , á fin de que vayan a exhortar y
predicar la Cruzada , y virtuosamente á excitar el pueblo á
«Ha, prometiéndolos alguna retribucion honesta, segun su mé
rito. Firmado.: • . .. .
Fbakcisco de Neüfvilli.

.Cartas misivas del rey nuestro señor, dirigidas d Juan


Clucher, recibidor de dicha Cruzada , y al señor Rai~
mundo Raffin , contralor , y al señor Josse de la Gar-.
de, Vicario general, Comisario Subdelegado , por las
cuates , el rey nuestro señor , les manda dedicarse y
entender cada uno en su clase y ejecutar su comision,
cuyas letras misivas, firmadas, son del tenor
siguiente.

De parte bel rey querido y muy amado , nuestro sanio pa


dre el Papa, ha tenido a bien ordenar un jubileo y plena re
mision, durante dos anos , á todos los verdaderos cristianos
de nuestro reino, paises, tierras y señorios de nuestra obe
diencia y sujeccion , que den y. concedan algo de sus bie
nes , para emplearlo en hacer la guerra á los infieles y con
quistar la Tierra Santa y el imperio de Grecia, detenidos y
usurpados por dichos infieles, asi como se contiene en las bu
las que sobre esto, nuestro referido santo Padre, ha ordenado
y enviado, por las cuales, tambien da y concede otras mu
chas gracias é indultos declarados en ellas ; y nos da poder y
á su embajador cerca de nos , el Obispo de Tricari, de comi
sionar gentes y personages para poner en ejecucion dichas bu»
las; con este motivo hemos comisionado para hacerlo á nues
tro caro y muy amado señor Josse de la Garde, Vicario de
Tolos?, y á vos, para hacer la recepcion de los dineros en la
diócesis de Tolosa , bajo el registro, y certificacion del señor
Raimundo Rafifin ; asi os mandamos y ordenamos muy expre-
Tomo X. 4a
33o
sámente, que os encarguéis y dediqueis á hacer dicha recep
cion, tanto en la iglesia catedral de la citada diócesis , como
en las demas iglesias y parroquias de las ciudades de ella , en
donde se pongan y establezcan las cajas y cepos, segun las ins
trucciones que acerca de esto enriamos á dicho señor Josse
dela Garle, delas cuales, lomareis una copia para gober
nar segun ellas; y os hallareis siempre juntos , dicho contra
lor y tos, á la abertura de dichos cepos,, de los cuales ten
dreis cada uno una liare; y los dineros que recibáis de ellos
y que produzcan dichos cepos, distribuireis y entregareis, asi
como será mandado y ordenado por nos, y nos servireis en
esto como tenemos confianza , y el registro de los gastos que
convendrá para hacerlo, los hareis y pagareis por orden de
dicho la Garde , y o's serán abonados. Dado en Amboisa el
dia 17 de diciembre del ano de i5i6. Firmado. Francisco de
Neufville , y debajo de dichas cartas , está escrito lo que sigue:
A nuestro querido y muy amado Juan Clucher, notario de
Tolosa.
De parle dei rey querido y muy amado , nuestro sanio
padre el Papa ha tenido á bien conceder un jubileo de plena
remision, durante dos ajnos, á todos los verdaderos cristianos
de nuestro reino, paises, tierras y señorios de nuestra obe
diencia y sujecion que den y ofrezcan de sus bienes pura em
plearlo en hacer la guerra á los infieles , y conquistar la Tier
ra Santa y el imperio de Grecia, detenidos y usurpados por
dichos infieles , asi como se contiene en las bulas que sobre
esto ha expedido y enviado nuestro santo Padre, por las cua
les tambien da y concede otras muchas gracias é indultos de
clarados en ellas , y nos da poder á Nos, y á su embajador
cerca de Nos, el Obispo de Trican', de comisionar gentes y
personages para poner en ejecucion dichas bulas ; por esta
causa, hemos comisionado para ejecutarlo á nuestro caro y
muy amado señor Josse de la Garde, Vicario de Tolosa, y á
Vos para hacer el registro y la recepcion de los dineros en la
dicha diócesis y ciudad de Tolosa , que se hará por nuestro
euro y muy amado Juau Clucher, al cual hemos tambien co
33i
misionado para esto; asi, os or leñamos y mandamos muy ex
presamente, que os ocupéis y dediquéis á hacer dicho regis
tro tanto en la iglesia catedral de dicha, diócesis, como en las
otras iglesias y parroquias de las ciudades de ella, donde se
pongnn y establezcan las cajas y cepos, segun las instruccio
nes que acerca de esto enriamos á dicho señor Josse de la
GarJe, de que sacareis una copia, para segun ella, goberna
ros y hallaros siempre juntos, el dicho recibidor y vos, á la
abertura de dichos cepos, de los cuales tendreis cada uno una
llave. Dado en Ambosia el dia 17 de diciembre de i5i6; fir
mado, Francisco de Neufville; y debajo de dichas cartas está
escrito: á nuestro caro y. muy amado señor Raimundo Baf
fin, canónigo de la iglesia metropolitana deTolosa, en Tolosa.
De parte del rey, querido y muy amado : Nuestro san -
to padre el Papa, Vicario de Dios, nuestro criador en (ierra,
y pastor de la universal cristiandad, deseando por exhorta
cion divina aumentar nuestra santa fé católica y religion cris
tiana, extirpar y destruir en gloria y alabanza de Dios nues
tro Criador, los infieles y enemigos de nuestra fe, turcos y
mahometanos, y sus condenadas sectas y errores para redu-,
cirios y convertirlos á la ley de gracia , considerando que
para conseguirlo , es necesario ante todas cosas conquistar y
poner fuera de sus manos y sujecion el imperio de Grecia,
Constantinopla y otros lugares y- paises ultramarinos que
ocupan, y tiránicamenté usurpan á la cristiandad, y que so
mos el sucesor é imitador de los muy laudables, esforzados
y virtuosos reyes cristianisimos, que han defendido, conser
vado y guardado la iglesia militante , exaltado y aumentado,
por la expedicion de sus propias personas, el nombre de
nuestro salvador y redentor Jesus ; tambien el gran celo y
afecto que tenemos', imitando nuestros dichos predecesores^
en poner en efecto por nuestro poder su santo deseo y em
presa, como primer hijo de la iglesia, nos ha exhortado,
rogado y requerido que lo hagamos, lo cual hemos empren
dido y deliberado, con ayuda de nuestro divino Redentor, y
por los socorros y auxilios que esperamos, que los demás
principes y todos los buenos cristianos que aman á Dio» y
desean 'su salvacion, nos darán, tanta con sus personas como
con sus bienes: con este motivo, y á fia de que esta santa y
laudable empresa surta efecto; nuestro dicho santo Padre,
por sus bulas que nos ha enviado, ha dado por su poder y
gracia, y ha concedido y otorgado á todos los verdaderas
cristianos estantes y habitantes en nuestro reino, paises, tier
ras y seftorio* de nuestra sujecion y obediencia , que vayan y
permanezcan con nos en esta santa expedicion y viage duran
te el tiempo prefijado, ó que para subvenir á ella, dieren y
entregaren de sus bienes, segun la forma y tenor de dichas
bulas, plena remision é indulgencia de todos sus pecados, con
otras muchas gracias, concesiones é indultos declarados en
ellas, y para ponerlas en ejecucion, nos, y nuestro muy ca
ro y grande amigo el Obispo de Tiieari, embajador de nues
tro dicho santo Padre, cerco de nos, en virtud- de poder que
tenemos por dicha- bula, como personage que sabemos ser
virtuoso y de buena conciencia, asi como se requiere en
tal caso , os hemos elegido y comisionado para hacerlo en la
ciudad y diócesis de Tolosa,y os enviamos sobre esto nues
tras cartas de nombramiento y comision. E igualmente el
dicho Obispo de Tricari las suyas , que están unidas con el
duplicado de dicha bula, y tambien os enviamos instruccio
nes de la forma que debéis observar , rogándoos tan eficaz
mente como podemos, que os ocupeis y dediqueis cuidadosa
y virtuosamente á esto , y hagáis vuestro deber, como tene-
pios confianza en vos, de modo que no se cometa ninguna
falla ni abuso, y haciendo esto, sereis firme fi Dios y á vues
tro santo Padre; y tambien os advertimos, para que lo hagáis
saber y predicar, que hace poco que los moros y bárbaros in
fieles y enemigos de nuestra divina fé, han corrido y llegado
con mucho poder hasta las islas de nuestro condado de Pro-
venza, donde han cogido, arrebatado y llevado muchos cris
tianos para atormentarlos y entregarlos al martirio, y para
evitarlo nuestro santo Padre, nos, y los genoveses sus súb-
ditos , hemos puesto y armado una gran escuadra que incon
333
tinentl partió para alcanzarlos , J ha derrotado tina parle de
ellos, y se ha traido los dichos pfisioneroscrislianos , y' to
davia -tenemos en el mar, por esta causa, dos de nuestros
principales capitanes, el conde Peter de Navarra, y el her
mano Bernardino de Vaulx, con muchos navios, fustas y ga.'
leras, para perjudicar a dichos enemigos, por lo cual ha con
venido y conviene hacer grandes gastos que se muestren al
pueblo por dichos predicadores, á fin de excitarlos mas á
subvenir y ayudar á ello ; igualmente escribimos á vuestro
Obispo este capitulo , que para mover mas al pueblo á devo
cion, sehaga el dia de la abertura de dicho jubileo y perdon,
procesion general para dar gracias á nuestro Dios redentor,
porque ha tenido á bien nuestro santo Padre abril* los teso
ros de la iglesia . para el beneficio, y también para ' gozar a'
nuestro divino Redentor; que para aumento y exaltacion de
su fé nos dé gracia para triunfar de sus enemigos. Dada en
Ambosia el dia 17 de diciembre de i5i6. Firmado, Francisco
de Neufville; y debajo de dichas cartas está escrito: á nuestro
carojy muy amado señor Josse déla Garde, Vicario general dé
nuestro amado y fiel consejero el Arzobispo de Tolosa;

Cuenta deí señor Juan Cluchcr, notario real, vecino


de Tolosa, comisionado por el rey nuestro señor, y sus car
tas misivas dadas en Ambosia el dia 17 de diciembre de 1 5 16'
para recibir en la diócesis de Tolosa los dineros procedentes
del jubileo y perdon general de plena remision, dado y con
cedido por nuestro santo padre el Papa, durante dos años , á
todos los verdaderos cristianos de este reino, paises, tierras
ir. señorios de la obediencia y sujecion del rey nuestro señor,
á los que dieren y entregaren de sus bienes para emplear y
hacer la guerra á los infieles, y conquistar la Tierra Santa
y el imperio de Grecia, detenidos y usurpados por los infie
les, asi como se contiene en las bulas que ha enviado nues
tro dicho santo Padre , por las cuales tambien da y concede
otras muchas gracias é indultos declarados en ellas, y da po
der al rey nuestro señor y al Obispo de Tricari , su embaja
dor enviado cerca de él, de comisionar gentes y personages
para poner en ejecucion las dichas bulas segun ellas, por el cual
poder el rey nuestro señor, para hacerlo, ha comisionado y
diputado al señor Jossc de la Garde, Vicario general de mon
señor el Arzobispo de Tolosa, Comisario en dicha diócesis,
para la ejecucion y publicacion de dichas bulas, perdones é
indulgencias; y para registrar dichos dineros que provengm
y se saquen de estos perdones y jubileos, el rey nuestro se
ñor ha comisionado al señor Raimundo Raffin , canónigo de
la iglesia metropolitana de Tolosa, como aparece por otras
dos cartas misivas del rey nuestro señor, dadas como las pre
cedentes. Todas las cuales cartas misivas, estan trasladadas y
.copiadas arriba , é igualmente lo están las instrucciones y me
morias hechas y enviadas por el rey á dicho señor Josse de la
..Carde, Comisario, segun cuyas instrucciones y memorias
los referidos Comisario , recibidor y registrador, deben eje
cutar y ejercer sus cargos y comisiones, y asimismo poner
y .atar á las puertas de las iglesias, ciudades, villas y grandes
parroquias de dicha diócesis los sumarios de dichas faculta
des , y en algunas iglesias de la misma diócesis los cepos y
cajas pata poner. los dineros que produzcan, y otras cosaa
mas extensamente especificadas y declaradas en dichas ins
trucciones, memorias, comisiones, despachos y cartas misivas
.del rey nuestro señor, de la cobranza y gastos hechos por di
cho señor Juan, recibidor, de los dineros que hayan entrado
y provenido en dicha diócesis de Tolosa , tanto por las de
claraciones, como por los dineros del jubileo hallados en los
.cepos existentes, tanto en dicha ciudad de Tolosa, como fue-
,ra,» especificados y declarados en un cuaderno de papel, fir-'
tnado y liquidado de mano de dicho señor Josse de la Garde,
,.Comi. .rio, y de dicho señor Raimando Raffin, recibidor,
'hecho asi para la verificacion del gasto de esta presente cuen
ta dada por Guillelmo Voisin , procurador de dicho señor
Juan, fu uda Ja en los poderes aqui expresados como sigue* ;
Primeramente: abertura de los cepos para el primera de
dijhos dos años que concluyen en 1 5 1 7.
El domingo de Cuasimodo, dia iQ<le abril del ano de 1 5 1 7,
¿ hopa de las ocho á las nueve de la noche, se quitó y llevó
el cepo de la iglesia metropolitana de Sun Esteban de Tolosa,
cubierto todo y cerrado con tres llave*, y sellado con dos se
llos y puesto en la casa arzobispal de Tolosa por dithos Co
misario, tesorero , recibidor y registrador en presencia del
señor Juan de Verramino, canónigo y ecónomo de dicha igle
sia, de Tomas le Franc, rector en dicha iglesia, de Domingo
Vausonet, vecino, y de otros muchos; y el dia siguiente en pre
sencia de dichos Comisarios , recibidor y registrador, abrie
ron dicho cepo, en el cual tomaron y encontraron por'las cé
dulas la suma de 63 1 lib. , 6 sueld. y 6. din. torneses en toda
moneda, por mil ciento y quince cédulas que se han distri
buido. Por esto 65 1, 6, 6
De otros dineros hallados en dicho cepo los dias y ano ar
riba dichos, procedentes del perdon y jubileo de la Cruzada,
la suma de 449 l1b., 1 5 sueld. y 4 din. torneses 449» i5, 4
De otra abertura hecha del cepo de Tolosa en la festivi
dad de Navidad siguiente de dicho ano de i5iy , la suma de
lib., 3 sueld. y 27 din. torneses 27, 3, q
De otra abertura de dicho cepo de Tolosa , hecha el primer
dia de mayo de i5i8, que es porel segundo ahoen que se ha ha
llado, tanto del dinero de los jubileos como de las cédula-, ¡a can
tidad de ao5 lib. , 10 sueld. y 6 din. torneses. ao5, 10, 6
De otra abertura hecha el dia 7 de junio de dicho año, se
ha hallado, tanto del jubileo como de las cédulas, la suma de
127 lib.) 2 sueld. torneses. 127V .2
De otra abertura de dicho cepo de Tolosa hecha el dia 3o do
diciembre de dicho año, se ha hallado tanto del jubilen co
mo de las cédulas, la suma de 33 lib., u sueld. y 8 din. tor
neses. . 33, 12, 8
Mas en la íiltiina abertura se ha hallado el dia 9 de enero
de 1819, tanto del jubileo como de las cédulas, la suma de 43
lib., 11 sueld. y 6 din. torneses. 43, n, 6
336
Abertura de los cepos puestos y colocados en ciudades y
villas, iglesias y parroquias de dicha diócesis, fuera
de dicha villa de Tolosa.
De la abertura del cepo que está en el lugar de Castannet,
.tanto délas cédulas como del jubileo, se ha sacudo la suma
de 14 üb. , 1 sueld y 5 din. torneses. i.4, 1, 5
De la abertura del cepo de Mongiscat , tanto de las cédulas
como del jubileo, se ha sacado la suma de 54 lib., i3 sueld.
y 5 din. torneses. - 34, i3, 5>
De la abertura del cepo de Montesquieu, etc. 10, 12, n
De la abertura del cepo de Villafranca, etc. 8, 19, 1
De la abertura del cepo de Cossales, etc. 36, 18, 3
De la abertura del cepo de Morville HauUes, «lc. 1 1, 18, 8
.De la abertura del cepo de San Félix, etc. 8, 9, 6
.De la abertura del cepo de Auriac, etc. 5a, 14, 3
De la abertura del cepo de Carmain, etc. a5, 5, 5
De la abertura del cepo de Francan í lie, etc. 5, 2, 11
Do la abertura del cepo del lugar de .San Bernar
do.» .éjc. 6, 6, 7
<De la abertura del cepo de Versel, etc. 6, 6, 7
•De la abertura del cepo de Monlaslruc, etc. 1-1, 5, 4
J)e la-abertura del cepo de Jloquescours , etc. 6, 18, g
•De la abertura del cepo de Bussec, etc. 10 lib.
De la abertura del cepo de Frontoin, etc. ao, 12, j
De U> abertura del cepo de Chateau-Neuf de Estroicte-
font., .ete. ,9, l5, 1
De la abertura del cepo de Boloc, etc. 36, 1, 4
•De la abertura del cepo de Caslel-Genest, etc. 35 lib.
De la aberturadelcepodeCastel Mauro, etc. -8, 16,
De la abertura del cepo d« Totens, etc. *8, i3, 11
.De la abertura del cepo de Floren f, etc. 36, 8, 10
•De la abertura del«epode Lania, ete. 6, 10, 1
.De la abertura del cepo de Taravel, etc. a5, 16, 6
•De la abertura del cepo de Forquebaulx, etc 10, 5, 7
J)e la abertura del cepo de 'Vernecque, etc. 41»
De la abertura del cepo de MiramontdeJLa Sades. 8, 18, 9
337
De la abertura del cepo de Gardella , etc. 4, 3, 5
De la abertura del cepo de Sta. Fe de Peyrol, etc. 9, ía, 8
De la abertura del cepo de Isle-en-Jourdain, etc. 16, 9, 9
De la abertura del cepo de Levignac, etc. 11, y, a
De la abertura del cepo de Lionac, etc. 14, 4, 5
De la abertura del cepo de Granlet, etc. '4j 4, 5
De la abertura del cepo de Verdun, etc. 7, a, o
De la abertura del cepo de Anconville, etc. 3, i3, 7
De la abertura del cepo de Grenade,, etc. 63, a, 10
De la abertura del cepo de Begabin , etc. 5, 7, 11
De la abertura del cepo de Puy, etc. ai, 5, 7
De la abertura del cepo de la antigua Tolosa, etc. ai, 3, 6
De la abertura del cepo de Pourtel, etc. ao, 7, 4
De la abertura del cepo de Haulte-Rire, etc. 7, 3, 1
De la abertura del cepo de Fontanilles, etc. 3, 9, o
De la abertura del cepo de Villeuorelle, etc. 5, i3, 7
De la abertura del cepo de la Vallette, etc. 3, 8, 4
Delaabert. delcepodel'Isleen Jourdain; a.'aüo. 198, 3,7
De la abertura del cepo de Greoade, etc. i.o3, 3, 4
De la abertura del cepo de Lennac, ele, 4*< 3, 4
De la abertura del cepo de Tillb, etc. i5, a, 5
De la abertura del cepo de Gaullet, etc. 4» 9j 0
De la abertura del cepo de Bolhac, etc. 5, a, 1
De la abertura del cepo de Castennet, etc. 7, la o
De la abertura del cepo de Santa Inés, etc. 6, t i, 9
De la abertura del cepo de Haulte-Rive, etc. 78, ip, 4
De la abertura del cepo de Miramont, etc. íia, i5, 5
De la abertura del cepo de Forquevals, etc. So. 1, 3
De la abertura del cepo de la Bastida de S.Sarin, etc. 5q, i5o
De l? abertura del cepo de Fronterp^ etc. 32, o, o
De la abertura del cepo de Grisolles, etc. i4, O, o
Delaabertura delcepode CastelnaudeEstroictefont. 24, 5
De la abertura del cepo de Feurilbert, etc. .3, 16, 6
De la abertura del cepo de Cuasqueoils, etc.. 5, 8, o
De la abertura del cepo de Verfeuil, etc. 2o5, i5, 5
DelaaberturadclcepodelayilladeS. Bernardo. 29,17, o
Tomo X. 43
338
Déla abertura del cepo de S. Sulpícioy Lanta. 45» 160
De la abertura del cepo de Vessiere, etc. so, o
De la abertura del cepo de Montascoui , etc. 5. 3, 11
De la abertura del cepo de Buset, etc. 5, i3, o
De la abertura del cepo de Sta. Fe de Pcirol,.etc. g ig, 5
De la abertura del cepo de San Lie, etc. a3, o» o
De la abertura del cepo de Plasencia, etc. 48» o, O
De la abertura del cepo de Mongiscard, etc. tfi, o, o
De la abertura del cepo de Montgiard y Montesquieu,
etc. 4o, 6, o
De la abertura del cepo de Villafranca, etc. 44» la, 0
De la abertura del cepo de Villanueva, etc. 26, o, o
De la abertura del cepo de Gardout, etc. 3, 12, o
De la abertura del cepo de San Leon., ele. 26, o, o
De la abertura del cepo de Montgaillar Labastida de Vilne-
le , etc. ai,. i3, o
De la abertura del cepo de San Félix, etc. 48, i5, o
De la abertura del cepo del Pino, etc. 4°, °> 4
De la abertura del cepo de Carmain, etc. 10, 11,9
De la abertura del cepo de Auriac, eto. 2, g, 6
De laabertura del cepode Fercheet-Murel, etc. 60, 18, u
De la abertura del cepo de Azas-Paulhac y Caroi-
dech, etc. 2, 18, 10
De la abertura del cepo de la Vega, etc. 4, 6, 6
De la abertura del cepo de S. Pedro de Lages etc. 2, 12, 10
De la abertura del cepo deBassiege, etc. 3i, o
De la abertura del cepo de Osmille, etc. 1 10, 3
De la abertura del cepo de Eurdille, en donde se han en
contrado tanto en lienzo, ropas, arneses, ballestas, lanzas,
vino, plata quebrada y vellon, la cantidad de j4, 4» 6
Summa totalis receptan praesciitis computi 5,700, 88, 6

Gastos de esta presente cuenta, y primeramente dineros


entregados d gentes que deban dar cuenta de ellos.

Al señor Juan Grossier, notario y secretario del rey N. S.


359
y comisionado por él para llevar la cuenta y recibir los di
neros de lu Cruzada, concedida por nuestro santo Padre el
Papa al rey, nuestro dicho señor, en su reino y otras tier
ras y señorios de su obediencia, la cantidad de i. 53a lib., ¡y
sueld. y 4 din. torneses, acerca de lo que el presente reci
bidor puede deber á causa de la dicha recepcion que ha he
dio de los dineros de la Cruzada en la referida diócesis de
Tolosa, cuya cantidad ha sido pagada á dicho Grossier, en
virtud de las cartas misivas del rey , nuestro dicho señor,
dadas en Ambosia, el dia a5 de enero aqui entregadas, como
por su carta de pago firmada de su mano el dia 26 de febre
ro del aiio de i5ty tambien adjunta. , 1.532, 17, 4
Al dicho seflor Juan Grossier, por su caria de pago, es
crita el dia 10 de junio del ano de 1 5 1 8 , la cantidad de 24S
lib. y 3 sueld. torneses, acerca de lo que el dicho recibidor,
a causa de dicha entrega á él pagada, en virtud de las cartas
misivas del rey, nuestro dicho señor , dadas en Ambosia el
último dia de abril, seguu aparece de dicha carta de pago
aqui adjunta. 348, 3, o
Al mismo señor Juan Grossier, por otra carta de pago,
«scrita el dia ao de mayo del ano 1620 la cantidad de 6¿5
lib. 14 sueld. 5 din. torneses, acerca de lo que el dicho reci
bidor puede deber á causa de dicha recepcion á él pagada,
como aparece de dicha carta de pago adjunta. 6a5, 14, 5

Otro gasto hecho por dicho señor Juan Clucher, por


orden del señor Jossedeta Garda, doctor en teología,
Vicario general del reverendo padre en Dios, monte-
ñor Arzobispo de Tolosa, Comisario encargado por et
rey nuestro señor , de la ejecucion dela Cruzada , y se~
gun las cartas misivas é instrucciones firmadas de la
mano del rey, y trasladadas y entregadas al prin*
cipio de esta cuenta.

Por el gasto de los Comisarios, recibidor, registrador y


notario por haber estado eon siete caballos, saliendu el dia af
43:
34o
de abril del ario de i 5 1 7 para la diócesis del Arzobispado de
Tolosa, á quitar los cepos y cajas, en que han estado ocupa
dos el espacio de treinta dias, la cantidad de 20 lib. g sueld.
y 5 din. que ha pagado el presente recibidor por orden de
dicho Comisario, como aparece por un cuaderno de papel
firmado y certificado de su mano, y por mi sefror Raimundo
Jliiffin , canónigo de la iglesia metropolitana de Tolosa, re
gistrador , diputado por el rey N. S. para asistir á sacarlos
dineros de ta Cruzada, conteniendo el gasto de esta cuenta
que aqui se da, é igualmente certificacion del pago de todo
el dicho gasto , en lugar de carta de pago. ao, 9, 5
A Pedro Laugiere, la cantidad de 16 sueld. torneses, por
haber pegado 400 carteles, y haber puesto y sentado cerca de
200 en las puertas y esquinazos de dicho Tolosa para la festi-
ridad de Pascuas, por esto 16, o
Al señor Pedro Forestier , Antonio Chassanhe , y Durant
Veissiere , sacerdotes, por haber llevado dichos carteles en
el referido tiempo d Montrastruc, Yersveü y Carmaing, la
cantidad de 60 sueld. torneses 60, o
A Jorge Rusveres, por haber hecho dos cajas de hoja de
late para poner encima del cepo, la cantidad de 10 sueld. tor
neses. 10, o
A Tomas Noel , por haber hecho el cepo de dicha Cruzada
en Tolosa , la cantidad de 65 sueldos y 4 d¡Q- torneses. 63, 4
A JuanDemont, por haber forrado de hierro el cofre de di
cho cepo, y haber hecho el candado , la cantidad de 1 1 l'fb. 1 1
Al señor Esteban Fabri, y Joan Galmart , por haber lleva
do dichos carteles á muchos lugares, y por papel para escri
bir y bramante para atar los paquetes, la cantidad 4 libras a
sueldos y 9 dineros torneses. í\, 2, 9
Al señor Arnaud Sammatier, por haber puesto los cepos
en el arciprestazgo de Monlastruc, la cantidad de a libras y 5
sueldos torneses. a, 5
A Raimundo de Long, por haber hecho seis docenas y
media de escudos de armas , para poner en las puertas, la
cantidad de 3 libras tomesas. 3
34 i
Al fcfior Pedro Forestier , Durand Veissiere y Antonio de
Chassauhe , paro su completo pago de huber llevado dichos
Carteles, la cantidad de 6o sueldos torneses. 6o
A Guillcluio Periolte-, por haber llevado patentes á Au-
riac , la cantidad de la sueldos torneses. ia
A Leon de Veausclera, por cuatro candados para dichos
cepos, la cantidad de 4o sueldos torneses. 4°
Al seiior Antonio Carriere , por haber llevado carteles á
la Gascuña, la suma de 6 libras tornesas. 6
Al seiior de Reniesi , por cuatro candados para los cepos,
la cantidad de 4o sueldos. 4*
A los campaneros de San Esteban de Tolosa, por lo que
se les puede deber por haber tocado las campanas d las in
dulgencias y en la festividad de Pascuas, la cantidad de 6o
sueldos torneses. 6o
A la Roussignolle, por doce talegos de lienzo para poner el
dinero, la cantidad de 8 sueldos y 6 dineros torneses. 8, 6
Al señor Juan Galmar, por haber ¡do á sentar los cepos en
muchos parages, y haber suministrado clavos para los can
dados, la cantidad de 27 sueldos y 6 dineros torneses. 27, 6
A Bertrando Boix, por haber servido en el cepo de San
Esteban de Tolosa , durante quince dias, la cantidad de 17
sueldos y 6 dineros torneses. 17, 6
Por la comida que se ha dado á los que han estado pre
sentes á ver contar el dinero del cepo de dicho San Esteban
de Tolosa , y para el cocinero , la cantidad de 72 sueldos
torneses. >yi
A los predicadores de Tolosa, por haber predicado dichas
indulgencias, la cantidad de 18 libras tornesas. 18
Al señor Juan Bourlier, notario, por haberse ocupado en
poner dichos cepos en la diócesis de Tolosa, por espacio de
quince dias en dicho tiempo de Pascuas, la cantidad de i5 li
bras tornesas. . i5
Al Hermano Pedro Servati, por haber predicado dichas
indulgencias en el lugar de Auriac, la cantidad de 3o suel
dos torneses. 3o
34á
Al sañor Clinet Tasta, por haberse empleado en ¡tentar los
cepos, la cantidad de 44 sueldos y 7 dinero» torneses. 44» 7
Al sefior Juan Terreiu , de Tolosa, la cantidad de too
sueldos torneses, por haberse dedicado á entregar las cartas
y sentar los nombres y apellidos de los que las tomaban en la
glesia de Tolosa , en el tiempo de Pascuas. loo
A los campaneros de dicho San Esteban , por haber toca»
do las campanas y limpiado la iglesia, ta cantidad de 4o suel
dos torneses. .i 4°
A los que han sellado las patentes de dicha Cruzada y ju
bileo la cantidad de 6 libras tornesas. 6
Al señor Juan Bonissent, secretario de monseñor de Tolo
sa, por haber hecho ocho despachos en pergamino, y haber
firmado 4oo carteles para ponerlos á las puertas de las igle
sias, la cantidad de 6 libras tornesas. 6
A Juan Grant, impresor, por haber impreso >ooo carteles
pequeños y too patentes en pergamino, la cantidad de no
sueldos torneses. 1 lo
A Juan Bodret, boticario en Tolosa, por treinta y una
libra de cera encarnada, y tambien por catorce manos de
papel, la cantidad de 10 libras 17 sueldos 6 din. 10, 17, 6
Al señor Guillelino de Villano , notario , por haber firma
do y llenado las patentes y comisiones, y haber hecho los
demas actos de la Cruzada , la cantidad de 10 libras tor
nesas. 10
Al recibidor de dicha Cruzada , por haber ido á sentar
los cepos y sacar el dinero, por su trabajo de trece dias, la
cantidad de 28 libras tornesas. 28
Al señor registrador de dicha Cruzada, por igual motivo,
la cantidad de 28 libras tornesas. a8
Al señor Comisario de la misma Cruzada, con tres caba
llos, por igual motivo la cantidad de 40 libras tornesas. 4°
Al señor Juan Bourlier, por haber hecho dos duplicados
dé la recepcion y gasto de dicha Cruzada, la cantidad de
5o sueldos torneses. 3a
343

Otro gasto por ta festividad de Navidad.

A Tomas Nouvel, por haber hecho otro cepo mejor para


poner en la iglesia de Tolosa , la cantidad de ia lib. torn. 19
A Raimundo de tlino, por haber hecho 35o escudos de
armas á precio de ia din. torneses cada uno, y valen la can
tidad de 17 lib. y 10 «ueld. torneses. 17, 10
A Mateo Grant Juan, por haber hecho otras dos cajas de
hoja de lata , para poner en el cepo nuevo, la cantidad de 20
sueldos torneses. 20
Al señor Fratherin, mercader , por haber forrado en hierro
«l escritorio y cofre nuevo de dicha Cruzada, la cantidad de
10 libras 5 sueldos torneses. 10, 5
Al softor Juan Terrein, y d los campaneros, por haber
guardado los cepos y tocado las campanas de la iglesia de San
Esteban , la cantidad de 4> libras tornesas. 4>
A Juan Bodret, boticario, por haber suministrado 17 libras
de cera y ia manos de papel , y bramante para atar las pa
tentes; por todas estas cosas la cantidad de 6 libras 4 sueldos
10 dineros torneses. . 6,4» >o
A Cartere por haber puesto los escudos de armas y carte
les por la ciudad, la cantidad de 35 sueld. torneses. 35
Al señor Esteban Privat, por lo menos que se le puede deber
por haber predicado la dicha Cruzada en los lugares de Fron-
tein , Bolot , Sirac y Villandrie , I» cantidad de 6 lib. torn.
Al señor Guillermo de Villario, notario, por haber firmado
las cartas y articulos de dicha expedicion y comision, y otro»
actos necesarios , por los cuales iba y venia , y por dicha fes
tividad de Navidad ., la cantidad de 6 lib. tornesas. 6
Para los que han sellado dichas patentes , tanto en perga
mino como en papel, y haberlas adornado, la cantidad dé
4 libras tornesas. 4
344

Otro gasto hecho por dicho tesorero en el segundo y úl


timo año de esta cuenta , tanto para ios gastos de pre
dicar y publicar el jubileo y santa Cruzada en todas las
iglesias de la diócesis de Tolosa , como para recoger
los dineros, cuyos gastos y pagos se han hecho segun
el decreto de tos señores generales de nuestro santo Padre
ti Papa y del rey N. S., conforme al tenor de la bula
original de dicho jubileo, que se ha entregado y libra-
do á ios predicadores que han predicado dicho jubileo
en ta ciudad de Tolosa y dicha diócesis, ta quinta par-
te de todas y de cada una de las ofrendas y dinero que
se han ofrecido y entregado para ganar dichas patentes
£ indultos en la manera que sigue:

Primeramente: A los predicadores que han predicado en la


ciudad de Tolosa, por la quinta parte de 409 libras 16 suel
dos y 8 dineros lorneses , que se han hallado en dicho cepo,
que se ha abierto en muchas festividades, se les ha entregado
la cantidad de Si lib. 19 sueld. torneses y 4 din. 81, 19, 4
Al Predicador del Isle en Jourdain , por su quinta parte de
198 libras 3 sueldos 7 dineros torneses, se le ha pagado la
cantidad de 39 liaras 3 sueldos y 7 diner. torneses. 3y, 3, 7
Al predicador de Grenade , por su quinta parte de io3 li
bras 4 sueldos y 10 dineros torneses,., se le ha pagado la can
tidad de 20, 12, 11
Al predicador de Lemilhac, por su quinta parle de 4> Hbra9
3 sueldos y 4 dineros torneses , se le ha pagado la cantidad
d« V • ..' .. .. ; i " ... „ : 8, -4». 7
Al predicador de Tillh, por su quinta parte- de i3 libras 4
sueldos y seis dineros torneses, seje ha pagado la cantidad
de t . v. 60, 6
Al predicador de la Greulet, por su quinta parte de 4 libras
y 9 sueldos torneses, se le ha pagado la cantidad de 17, 9
Al predicador deBoulhac, por su quinta parte de 101 sueldos
y 1 dinero tornes, se le ha pagado la cantidad de 20, 5
345
Al predicador de Castenet, por SU quinta parte de 7 libras
y 12 sueldos torneses , se le ha pagado la cantidad de 3o, 4
Al predicador de San Ainé, por la quinta parle de 6 libras
1 1 sueld. y 9 din. torn., se le ha pagado la cantidad de 26, 3
Al predicador de Haulte-Rive , por su quinta parte de 68
libras 10 sueldos y 4 dineros torneses , se le ha pagado la
cantidad de i5, 14
Al predicador de Miramont, por su quinta parte de $2 lib.
1 5 s. y 5 din. torn., se le ha pagado la cantidad de 16, 11, 1
Al predicador de Forquevalx, por su quinta parte de 5o lib.
1 sueld. y 3 din. torn., se le ha pagado la cantidad de 10, 4» 3
Al predicador de la Bastida de san Furni, por su tercera par
te de 59 lib. y i5 sueld. torneses, se le ha pagado la cantidad
de 1 1>. 19
. Al predicador de san Frontin, por la cuarta parte de 29 li
bras tornesas, se le ha pagado la cantidad de 4, 16
Al predicador de Grisolles, por su quinta parte de 14 lib.
tornesas, se le ha pagado la cantidad de > . 56
Al predicador de Castelnau de la Ferte, por su quinta parte
de 24 lib. y 5 sueld. torneses , se le ha pagado la cantidad
de 4, 17
Al predicador de Feurilet, por la quinta parte de 76
sueld. y 6 dineros torneses, se le ha pagado la cantidad
de ,5, 3
Al predicador de Squalquenis, por su quinta parte de
108 sueld. torneses, se le ha pagado la cantidad de - 21, 7
Al predicador de Versveil, por su quinta parte de 2o5 lib.
i5 sueld. y 5din. torn., se leha pagado la cantidadde 4i, 3, 1
Al predicador de la villa de san Bernardo, por su quinta
parte de 29 lib. y 17 sueld. torneses, se le ha pagado la
cantidad de :. • 1 «9, 5
Al predicador de san Sulpicio y Lauta , por la quinta par
te de 45 lib. y 16 sueld. torneses, se le ha pagado la can
tidad de 9, 3, 2
. Al predicador de Vessieres, porsu quinta parte de 20 sueld.
torneses, se le ha pagado la cantidad de 4
Tomo X. 44
546
.Al predicador de JIoutastruc, por la quinta parte de io3
sueld. y 1 1 din. torn. , se le ha pagado la cantidád de ao, 9
Al predicador de Buzet, por su quinta parte de i3o sueld.
torn,, se le ha pagado la cantidad de 32, 7
Al predicador de santa Fé de Peirol, por la quinta parte
de 9 lib. y 19 sueld. toraeses , se le ha pagado la cantidad
de : 39, 10
Al predicador de san Luis , per su quinta parte de a3 lib.
torn., se le ha pagado la cantidad de 4, la
Al predicador de l'Iasencia, por su quinta parte de 19 lib.
y 5 sueld. torn. , se le ha pagado la cantidad de 76
Al predicador de Monguear, por su quinta parte de 48 lib.
torn., se le ha pagado la cantidad de 9, la
Al predicador de Montgiard y Montesquieu, por su quinta
parle de 40 lib. torn., se le ha pagado la cantidad de . 8
Al predicador de Villafranca , por la quinta parte de 44
y ia sueld. torn., se le ha pagado la suma de 18, \
, Al predicador de Villanueva, por su quinta parte de 26 lib.
torne sa», se le ha pagado la cantidad de 104
Al predicador de Gardoulx, por la quinta parte de 72 sueld.
torneses, se le ha pagado, la suma de 14, 4
Al predicador de Montgaillard y la Bastida de Belvese,
por su quinta parte de 21 lib. y i3'suuld. torneses, se le
ha pagado la cantidad de 4» G, 7
Al predicador de san Leon , por su tercera parte de 26. lib.
torn., se le ha pagado la cantidad de . . . . j 104
Al predicador de san Félix, por su quinta parte de 48 lib.
i5 sueld. torn. , se le ha pagado la cantidad de 9, i5
Al predicador del Pino, por su quinta parto de 4o lib. tor-
nesas, se le ha pagado la cantidad da • . 8
Al predicador de Carming, por su quinta parte de 10 lib.
11 sueld. y 10 din. torn., se le ha pagado la cantidad de 4'j 4
Al predicador de Auriac, por su quinta parte de 49 sueld. y
6 din. torneses, se le ha dado la cantidad de 9, 8
Al predicador de Saixes y Mu reí, por la quinta parte do
547
6o lib. 18 sueld. y 11 din. torneses, se le ha pajado la can
tidad de .. 12, 3, 9
Al preídicador de Axas, Paulac y Garoiduch , por su quiñi
ta parte de 38 sueld. y 10 dio. torneses, se le ha pagado
la cantidad de : i . .. , . .' . í • . 7, 9
Al predicador de Vage, por su quieta parte de4Hb. 0. sueld.
y 9 din. torn., se le ha pagado la cantidad de 17, 5
Al predicador dc:san Pedro Lages, por su quinta parte de
52 sueld. y 10 din. tora., se le> ha dado la cantidad de 10, 6
' Al predicador de Basiege', por su-quiqta parte de 3i sileld.
torn., se le ha dado la Cantidad de ... ' .> .'6, 2
Al predicador de Osuaille, por su quinta parte de 1 10 sueld.
y 2 din. torneses, se le ha dado la cantidad de 32
Item. Mu* al señor Juan Terrean ,¡ por haber guardada
el cepo, de las pascuas del año intimo , la cantidad de 60
A los campaneros de san Esteban, por haber locado la
campana grande, la cantidad de a5 sueld. torneses. s5
A un niño que gritaba en el cepo, la cantidad de i5
sueldos í '-i;<;, v t .—.¡(i.- . ¡ . - "
A los que han sellado las patentes, la cantidad de '4'
A Villario, notario, por haber .firmado las patentes, artícu
los y sumarios . . . .• • ;>¡. . > .1 '•• ' '•« 4
A Gervasio Aigret, por haber sentado y pegado los car
teles grandes, y unirlos con las armas á las puertas y es
quinas' de Tolpsa . í . , : '•' '.' >. ; ; ¡ : i 27, 6
Mas: se ha pagado al señor JuanGrant, Juan y Faures, im
presores > . por haber impreso siete resmas de patentes, una
resma y trescientos sumarios y cincuenta escudos de Cruzada,
la cantidad de 18 lib. ' 18
Mas: á Juan Bodret, droguero, por papel y cera encarna
da engomada , para sellar .las. patentes , se le ha pagado Ja i
cantidad de 6 lib,, 1» sueld. y 8 din.' . ' ' ' ' 6, 12, 8
Item. A Andi és Thibau'lt ., yS Miguel Mahault , por haber
sellado todas las patentes' para el segundo año del jubileo , sé'
les ha pagado la cantidad de 19.lib. y 10 sueld. 19, 10
^Mas: se ha pagado al señor Ju^n Te«rein por trece dias que
*44:
:
348
ha empleado con un caballo, para ir por la diócesis, tanto
para sentar los cepos y llevar las patentes como para recoger
el dinero, que á razon de i5 sueld. torneses por dia, im
portan . . : 9, i5
Item. A los que han llevado las patentes á la isla en Jourdain,
á S in Félix, á Castelnau de Estroiclefont, y á Montgaillard, se
les ha pagado la cantidad de 5o sueld. 5o
Item. A Francisco Villasier, por haber llevado el estan
darte de la Cruzada á las ciudades y pueblos notables de di
cha diócesis, para las procesiones, la cantidad de i3 lib. i3
Al Vicario de Grenade, por haber distribuido las patentes,
se le ha pagado la cantidad de 3o
Al Vicario de Miramont, por haber distribuido las patentes
y guardado el cepo, se le ha pagado la cantidad de 4^ s.
Al Vicario de Forcquevals, por haber distribuido las paten
tes y guardado el cepo, se le ha pagado la cantidad de 3os.
A los campaneros de San Esteban , que han tocado las cam
panas para dicho jubileo, y en los dias solemnes, como Pas
cuas, Pentecostés, Todos santos y Navidad, se les ha pagado
la cantidad de 4<> sueld. lorneses. , . 4°
Al Vicario de Verdun por sus trabajos. 20
Al tesorero de la Cruzada, por haberse ocupado él y su cria- -
do con dos cabailos en el año último de dicha Cruzada duran
te quince dias en recoger los dineros de dicho jubileo y Cru-
lada, á razon de 4-3 sueld. diarios, se les ha pagado In canti
dad de .'¡..•■.: ,. 3o lib.
Al Vicario de Versveil por haber distribuido las patentes en
dicho pueblo y en el lugar de Bourg, se le ha pagado la can
tidad de 10 lib. tornesas. 10
Al notario, por haber hecho diez y ocho despachos y haber
firmado todos los articulos, sumarios y patentes, se le ha pa
gado la cantidad de 20 lib. •> > i, ¡ .> 10
AI vicario de San Luis, por haber distribuido las patentes en
dicho lugar, se le ha pagado la cantidad de 10 s.
Pagado por un cofre con la cerradura y clavos en Haulte-
R¡ ve, y por hacer el cepo, la cantidad da '. . 3o,, 8
3/49
Mas : pagado al sacristan de dicho lugar de Haulte-Rivo,
por haber tocado las campanas y guardado el cepo de dicho
pueblo, la cantidad de 3 s. 4 d.
A un mensagero por haber ido á buscar de dicho pueblo de
de Haulte-liire á Tolosa patentes, se le ha pagado la canti
dad de 5
Al Vicario y Bedel del Isle en Jourdain, por sus trabajos y
salarios de haber guardado el cepo todos los dias, se le ha pa
gado la cantidad de 20 s.
Al notario de dicho pueblo del Isle en Jourdain , que ha lle
nado y distribuido todas las patentes, se le ha pagado la can
tidad de 45 sueld. 45
Al campanero de dicho pueblo del Isle en Jourdain, por ha
ber tocado las campanas al jubileo, se le ha pagado la can
tidad de 5 s.
Al cerragero de Versveil , por dos cerraduras puestas en el
cepo de este pueblo , se le ha pagado la cantidad de 4o suel
dos. 4°
Al Vicario de Busel, por haber distribuido las patentes, se
le ha pagado Ja cantidad de 5 sueld. 5
Al señor Juan Terrein por haber guardado el cepo de la
iglesia metropolitana de Tolosa, y por haber distribuido y lle
nado las patentes, en lo cual ha gastado el espacio de ocho
dias en el último cepo, se le ha pagado la cantidad de 27 s. 6 d.
Al señor Raimundo Baffin, registrador de dicha santa Cru
zada , ordenada por el rey N. S. por haber estado él y su cria
do con dos caballos, recogiendo el dinero de los cepos en
los lugares de fllurel, Senxez, Mongiscard, Villanueva, Moni-
gaillard y Villafranca, en lo que han estado el espacio de siete
dias cuteros, á razon de 40 lib. tornesas cada uno, se les ha
pagado la cantidad de 14 lib. 14
Item. A Gervasio Certaire, por haber sentado y pegado los
carteles y escudos de armas en las puertas y esquinas, para
el último cepo de Navidad y Pascuas, se le ha pagado la can
tidad de 4o S(
Por haber Tendido en público por Antonio Bacher y lleva
35»
do los arnescs, se le ha pagado la cantidad de 35 s.
Pagado por el porte de armas y vino la cantidad de io5
sueldos. io5
Mas: pagado a) señor Juan, notarioy secretario del reyN. S.,
y encargado de llevar cuenta y recibir los dichos dineros de
la Cruzada, la cantidad de i53a lib., 17 sueld. y 4 din. ton).,
segun aparece por el recibo dudo el dia 26 de febrero de i5i7
firmado de mano de dicho Grossier . , . i53a, 17, 4
Item. Mas: pagado d dicho Grossier 248 lib. y 3 sueld., se
gun aparece del recibo dado el dia 10 de junio de i5i8, y
firmado por el mismo Grossier. >' 248 3
Item. Por las pagas del señor Josse de la Garde, doctor en
teofogiay Vicario general del muy reverendo padre eu Dios
monseñor ekArzobispo de Tolosa, el cual ha dirigido lodo el
negocio y ordenanza de dicha Cruzada, los sumarios y otros
negooioS necesarios y útiles á este asunto , por los dos años
de dicha Cruzada, d razon de 100 lib. en cada uno que im
portan aoo
Item. Para el registrador de dicha Cruzada el señor Rai
mundo Ralfiu, canónigo de San Esteban de Tolosa, por el di
cho tiempo á razon de 5o lib. por año, importan los dos
años' .>¡.: '. i . ' ¡ . , 100
Mas: para el recibidor de dicha Cruzada, por el mismo
tiempo , á 100 lib. cada año, importan los dos años. 200
Más :: para el gasto de dos cuadernos de papel , que contie-
nert,ai pliegos y inedioj eo los cuales se contienen las cobran-,
zas /'gastos de esta' presente, cuenta la cantidad de 20 s.
A Gerosme de Valmorin, alguacil, poruña citacion que ha
hecho al dicho tesoro, se le ha pagado la cantidad de 20 s.
j . ... ¡ t; í, i ¡ ,;.>> , . Summa factionum 952, 14
.¡! i í ¡ • 'I ¡ ' • ' '. .
«vi i.í v ". Htn >- 1 .Gasto combK. ,:;
.. . - . r. ;>' . > f.. i-. ..: .>, . ..r
Por lá formacion de la cuenta entregada por el presente
racibjLdor en Mompeller, la cantidad de 46. s. Gd.
Pi)r>el vjage; 4el se.upr,Pe4ro;de la Font, notario y apode-
35 1
rado del presenle recibidor, por haber entregado dicha cuen
ta en Mompeller, la cantidad de 6 lib.
Por la extension y escritura dela presente cuenta, que
contiene cincuenta hojas , a razon de veinte din. cada una,
importa 4 lib. 5 sueld. y 4 din., y por la duplicada de igual
número de hojas, á razon de 9 din. cada una, 4o sueld. y 8
din., que todo importa 6, 11, 4
Por la ocupacion de Guillelmo Voisin , apoderado del pre
sente registro, por haber entregado esta cuenta, asistido á la
conclusion de las juntas, y tomado los acuerdos del duplica
do de ella, la cantidad de 8 lib.

SllMMA EXtENS.S COMMOIUS 23, 17, 10


SlTMMA T0TA11S EXPENS.JE PBJESENT1S COMPlilI 54o8, 5

P. Archieptjs aqeem.

Dalbiac. Viserott. ,
NUMERO III.

Sumario histórico de ta toma de Malla en 1797.

A fines del año de 1797, una escuadra francesa, á las ór


denes del almirante Brueis, se presentó delante de la isla, con
la intencion de sondear los ánimos de los habitantes, que ha
cia ya algun tiempo, que con mañejos secretos habian pro
vocado á la rebelion. El almirante francés , protegiendo una
revolucion , hubiera querido apoderarse de aquel baluarte de
la cristiandad; pero do habiendo germinado bastante en los
espiritus los principios revolucionarios, para favorecer seme
jante empresa, levantó el crucero el almirante.
El diez del raes de junio de 1798 , una nueva armada na
val, bajo las órdenes del general Bonaparte, escoltando un
comboy de trescientos barcos mercantes, que transportaban
un ejército de tierra de cuarenta mil hombres y una numero
sa artilleria, apareció delante de la ciudad de Yalette. AIgu
35*
nos emisarios, enviados por el directorio, habian llegado an
tes que la escuadra, y habian reunido numerosos partidarios,
todos dispuestos á favorecer las empresas revolucionarias.
Bonapartu pidió al gran maestre Hompesch, por me
dio del cónsul de Francia, el permiso de entrar en el puer
to con su escuadra, con el pretexto de renovar los viveres
y tomar agua (i). Pedia tambien la cesion de algunos fuertes.
El general esperaba una negativa , y su peticion era solo un
prclexlo hostil. El gran maestre, respondió que no podia ad
mitir toda la escuadra en el puerto; pero que las chalupas de
cada navio, podian irá tomar. el agua que necesitasen, asi co
mo las provisiones de boca para el ejército ; y que en cuanto
á la entrega de los fuertes, el cónsul seguramente no habia
comprendido bien las palabras del general.
Bonaparte procuró al instante hacer que se mirase esta
respuesta como un insulto. Reunió su consejo de guerra , y
ordenó el desembarco de todo el ejército , para ir, segun de
cia, á tomar el agua que le habian negado.
Eo un momento cuarenta mil hombres invadieron el ter
ritorio de una ciudad amiga ; y al mismo tiempo que las cha
lupas recibian provisiones, los enemigo^ cercaban algunas
milicias que el gran maestre habia dirigido para observar su
marcha. Enviaron los soldados á sus pueblos, y d los caballe
ros que los mandaban, I03 condujeron prisioneros á los na
vios de guerra.
Al primer rumor de la invasion, todos los habitantes de la
Isla corrieron á refugiarse d la capital, y su llegada fue la pri
mera serial de ios desórdenes y de la confusion.
Cuatro mil revolucionarios pusieron'en movimiento todos
los medios que podian realizar la desorganizacion. Persuadie-

(1) La Orden descansaba con buena fé en la neutralidad de su puerto,


arreglada en el tratado de Utrec , en el cual se habia decidido , que no se
podrian admitir en el puerto mas de cuatro navios de guerra , pertene
cientes i las potencias beligerantes.
353
ron al pueblo, que los caballeros los vendian (i); la fuerza
armada se puso en completa rebelion, y asesinó á sus oficia
les. Los gefes de muchos puestos, perecian sacrificados en
aquella ceguedad popular, y se veian transportar a la ciudad
caballeros heridos ó moribundos, á quienes habian herido sus
propios soldados.
La noche siguiente á estos tristes acontecimientos, fue to
davia mas horrorosa» Gritos de muerte resonaban por todas
partes, delo alto de las fortificaciones de la ciudad, llama
das los Caballeros ; el ruido del canon se oia cada momento,
y las balas, tiradas sin objeto, caian sobre la ciudad para au
mentar el espanto de los habitantes. Las órdenes que se die
ron para que cesare aquella conñiMon, quedaron sin efec
to, y algunas patrullas desoldados fieles, fueron arcabucea
dos recorriendo las calles, en donde procuraban restablecer el
orden (2).
El ejército enemigo, que cercaba la ciudad, alentaba con
su presencia las escenas sangrientas de que era victima la
ciudad.
El gran maestre, y los dos miembros del consejo, que no
tenian ningun puesto que mandar, estaban en sesion perma
nente en el palacio maestral. Un melancólico dolor estaba pin
tado en los rostros ; porque consideraban con espanto el hor
ror de una situacion, que ni aun permitía á los caballeros mo
rir con gloria.

(O En la época en que atacaron la isla, habia perdido la Orden su*


posesiones en Francia , es decir, la mitad de sus rentas; daba socorros
a los emigrados que iban alli en cuadrillas á buscar un asilo ; el tesoro del
estado estaba enteramente agotado , y los preparativos q.ie tiabia hecho
a la llegada de la escuadra francesa se habian pagado del dinero del gran
maestre. Esta falta de fondos no habia contribuido pocoá la desobedien
cia de las tropas.
(2) El regimienio de caladores fie un ejemplo de fidelidad. Cada sol
dado era propietario, y ninguno de ellos dejo el puesto q le se le habia
confiado. Los gefes de este cuerpo eran el bailio deNiveu, halconero
■iayor,yel comendador de Unateauueuf , comandaule de los aiseualo**
Tomo X. 45
354
Una multitud de facciosos fuerza las puertas del palacio,
inunda Id sala del consejo, gritando que era necesario salvar
la ciudad de los horrores del asalto, y obliga al gran maes
tre A enviar una diputacion al general francés , para pedirle
las razones de semejante atentado contra el derecho de gentes.
Inmediatamente envió el general á uno de sus edecanes, para
parlamentar; y despreciando la respuesta de un enemigo re
volucionado, redactó la capitulacion que Grmó é bizo firmar
á cinco habitantes de la isla (i). El gran maestre y el consejo
á quien se presentó , se negaron con horror á manifestar la
menor señal de adhesion á aquel acto de iniquidad.
El ejército enemigo inundó la ciudad; algunos fuertes qui
sieron resistir; pero les presentaron aquella capitulacion ilu
soria , y la isla entera cayó en poder del general Bonaparte (.lY.
De este modo, despues de una posesion de trescientos
años, atacada por una revolucion inaudita, y contra la cual
no podia oponerse ninguna resistencia, se yió la Orden obli
gada á abandonar la capital de su residencia, y los caballeros,
que daban un asilo al honor y á la desgracia , tuvieron ello»
mismos que buscarle en otra parte. Los apoyos de la religion
y de la monarquia, cayeron por la revolucion, á los esfuer
zos de los enemigos de ambas potestades.
El gran maestre y una parte del consejo, se retiraron á
Trieste; el emperador Paulo I, concentró durante algun tiem
po en Petersburgo la residencia de los caballeros ; y bajo de
un nuevo gran maestre, se establecieron en Mesina, y des-

( i) El Comendador Bosredon de Rensijat, ya conocido del general


Bonaparte , firmo el tratado siu ningun poder. El bailio de Tricari, mi.
nistro de Ñapoles , protesto en favor del derecho de soberania de su amo
á la isla. Se puede verla verdad de estos, hechos , consultando el Monitor
que los publico un mes despues de la capitulacion.
(i) Luego que Bonaparte tomo las riendas del gobierno, se arrepin
tio de no haberse apoderado de esta isla, la llave del Mediterráneo, sino
para que pasase a manos de la potencia rival de la Francia ; el principal
objeto del tratado de Amicus , era el hacer restituir á la Orden esta impor
tante posesion.
355
pues en Catane. Una conmion , nombrada en Paris por los
caballeros ^franceses , recibió 9U9 poderes por una bula del
Papa Pio VII , y el consentimiento del lugar-teniente del
maestrazgo y del consejo de la Orden. Tuvo el honor de pre
sentarse en 1814 á S. M., Luis XVIII , y su existencia se
autorizó con todas las formas legales.
La Orden espera su reorganizacion de la justicia y de la
piedad delos soberanos, puesto que ha caido sosteniendo su
gloria; y ya el augusto emperador de Alemania ha alargado
hacia ella una mano protectora y benéfica. En estas últimas
circunstancias, el islamismo necesita una barrera en la cris
tiandad, y la santa alianza un cuerpo encogido para garantir
la proteccion que ofrece a la Europa. ¿Pudiera tener mejor elec
cion que en la brillante milicia de la orden soberana de san
Juan de Jerusalen , luego que sus numerosos batallones se
reunan en una capital para verificar ambos objetos , de los
cuales , depende evidentemente la seguridad de los estados y
la armonia oontinental? * ..

NUMLERO IV.

Carta de Selim, emperador de los turcos-, á don Juan de


Austria, enviándote regalos; traducida del turco, y
extractada del manuscrito de P. Dupuy que está, en la
biblioteca del rey con el numero 429, y tiene por título:
Diversas Memorias para servir á la historia de
Turquía.

Selim, del muy alto y muy glorioso Soliman, hijo décimo-


tercero , emperador de los turcosyrey de los reyes, domador
de provincias, disipador de los ejércitos invencibles por tier
ra y por mar, no tiene á desprecio, entre sus muy altos pen
samientos, el dar lugar y colocarte á ti, Juan de Austria, ca
pitan de singular valor, y consu sello de oro é incomparab le(
que hace feliz á quien le mira, visitar tu virtud, oh joven muy
generoso, que has merecido en ese espacio de tiempo que has
45:
356
estado solo, el haber Jado principio á las pérdidas y perjui
cios , que nunca la muyalta y siempre feliz y admirable casa
de los otomanos, ha sentido y recibido de los cristianos ; lo
que me ha excitado, aunque estoy, ofendido, á darte, con los
regalos y preseutes que te envio , amplio é- ilustre testimonio
de tu virtud ; y los cuales regalos y presentes, si tu los consi
deras como debes , los estimarás ciertamente, mucho mas
que tu alta y buena fortuna , atendiendo que te los en fia. aquel,
que siendo entre todos los hombres el mas grande, se hace un
poco menos que igual á ti , por estos sus presentes y liberali
dades ; lo cual ha sido á muchos mas fácil desear, que espe
rar conseguir. Ruega á Dios que te guarde de nuestra ira.
4 Ikajas enviadas.
Sei s mantos ccbetlinos, uno de los cuales se ha comprado
en 180 escudos.
Dos ropas de marta, de valor de mil escudos. ,
Tres rop'>s de lobo cerval.; la una de las cual ¿s está forrada
de raso carmesi, J*ordado al rededor de oro batido de mas des.
una cuarta de añono, donde está, retratada la vida de Selimv
abuelo de Cestui, gran.turco, de valor de 5ooo ducados.
Cuatro alfombras grandes, trabajadas de. oro y de seda,
muy hermosas. .
Diez y seis cobertores de cama sin pelo, bordados en parta
de oro, y en .parte de seda.
Dos docenas de cobertores , trabajados todos con oro J
seda, muy hermosos.
Doce docenas de cuchillos de mesa, guarnecidos de pe
dreria.
Dos docenas de cimitarras, parte con vaina y mango coa-
mucha pedreria; en la unade ellas hay una muy gruesa per-.
la y de muy. gran valor, y son hechas en Damasco,, de muy-
buen temple y de perfecto- corte.
Cuatro docenas de arcos con sus flechas-
Seis sillas de caballo, .todas guarnecidas de oro y de plata,
y muy hermosas.
357
Cinco docenas de estribos, adornados á la damasquina, y
muy hermosas espuelas.
Una docena de rasos y vasijas de cuero para beber, guar
necidos de oro.
Otros tres frascos ó botellas muy hermosas para beber
agua , guarnecidos de oro, y. otras muchas cosas señoriales.
Muchas ropas á la turquesca, parte cortas, parte largas, de
tela de oro con piedras preciosas.

Respuesta de don Juan de Austria, general del ejército


cristiano , á Selim , emperador de ios turcos.

Por mano de Acomat de Natolia, eunuco, he recibido de


tu parte con buen agüero , tu carta y tus regalos ; lo uno , di
go de tu liberalidad , y lo otro del testimonio de la virtud que
Dios ha tenido á bien darme para la defensa de sus fieles y
ofensa de la casa otomana , á la cual, como muchacho de po
ca experiencia (segun tú me llamas)., he sido el único prin
cipio de la pérdida que han podido experimentar tus armas.
Puedes considerar lo que debe seguirse de esto, puesto que me
conGesas capitan de virtud singular. Te doy. gracias por todo,
y para recompensa, te vuelvo á enviar á Scolti. Scolli... ve
nido... de tu orden á reconocer el aparato de los cristianos, al
eual, habiéndole podido matar , no solamente le he dado la
vida , sino que le he hecho ver á su satisfaccion todas mis pro
visiones y designios, que son de hacerte continua guerra; por
tanto, lú no te desdeñarás de contar entre el soberano grado
de tus mayores grandezas , que Juan de Austria ha. aceptado
los presentes y respondido á las cartas de Selim, emperador
turco.
Estas dos cartas estan sin fecha; pero es facil conocer que
se escribieron despues de la batalla de Lepanto. La carta ori
ginal de Selim, escrita en. turco, .está.sellada al principio y al
fin con el sello imperial.
358

NUMERO V.

La pieza justificativa, que sigue, es un extracto de una ex


celente memoria redactada por las correspondencias muy vo-
luminosas que no se han publicado nunca, y se han conserva
do en los archivos de negocios extrangeros.

Sumario de las negociaciones que se verificaron en


Roma en 1661 y 1662 , entre el Papa, el emperador,
el rey de Francia, el rey de España y la república de
Venecia , para la formacion de una liga contra
los turcos.

La toma de Gross-Waradin , habia esparcido el espanto


en Viena , en Hungria, y aun en toda la Alemania.
El Papa Alejandro VII, cediendo á las solicitudes del em
perador y de los venecianos , concibió la idea de una liga
contra los turcos, mas general que la que habia formado con
tra ellos el Papa Pio V, en 1571 , con el rey de España y la
república de Venecia. Por consiguiente, mandó á su Nuncio
en Paris en 1660, y en abril de 1661, que .hiciese vivas instan
cias cerca de Luis XIV, para que este monarca entrase en la
lio.a, y enviase a Roma una persona de confianza, á fin de to
mar parte en la negociacion. El rey , para responder á los de
seos del soberano Pontifice, mandó partir en el mes de junio
á Mr. de Aubevil'.e, gentil-hombre de su cámara, con instruc
ciones y plenos poderes, á fin de intervenir en las negociacio
nes y el tratado de la liga con el Cardenal Antonio Barberio,
que estaba ya en Roma, en calidad de protector de las igle-
tiai de Francia.
Mr. de Aubeville recibió orden de hacer presente al sobe
rano Pontifice , todas las consideraciones que hubieran po
dido separar al rey de abrazar las insinuaciones que le habia
hecho la Santa Sede; tales, por ejemplo, como la protec
cion de la religion ea las posesiones otomanas, el interei
359
muy notable que tenian los subditos del rey de conservar el
comercio de Levante, que quedaria infaliblemente arruinado
con un rompimiento declarado con la Puerta, y el modo con
que el emperador Leopoldo , despues de su eleccion , habia
procedido con el rey. Pero S. Al. cristianisima, siendo su
perior á estas consideraciones , y a sus agravios personales,
queria, no solamente dar pruebas de su adhesion á una causa
que interesaba á la cristiandad, sino tambien hacer á.sus alia
dos los principes del imperio, tanto protestantes como cató
licos, las instancias necesarias para determinarlos á entrar en
la liga. Como habian ya objetado la lentitud de las resolucio
nes germánicas para llevar unos socorros, que demasiado
tardios serian ineficaces, en el caso probable de que los tur-
eos cayesen próximamente sobre la Hungria y el Austria,
Mr. de Aubeville estaba encargado de responder que depen
día del emperador mismo precaver la lentitud de las deli->
beraciones, permitiendo que las sesiones de la dieta, que.
estaban suspensas, continuasen en Ralisbona , segun la pe
ticion de los principes y estados, que prometían por su
parte no tratar en ellos de otra cuestion que de la de los so
corros contra los turcos.
La abertura de la dieta respondia á las objeciones, é inuti
lizaba el expediente que el Nuncio del Papa habia propuesto
de la formacion de tres cuerpos de ejército para obrar en Hun
gria; el primero, compuesto de tropas del emperador ; el se«
gundo, de las del Papa, del rey, y de los principes de Italia;
y el tercero, de las tropas reunidas de los estados del impe
rio. El Nuncio pensaba que se podia dirigir inmediatamente
el segundo cuerpo á la Hungria; pero el rey juzgaba que es
te cuerpo no podia tener bastante poder al llegar A Hungria,
para hallarse con la fuerza conveniente á la dignidad de los
soberanos que le enviaban. Por otra parte , S. M. y sus
aliados del imperio, se habian obligado mutuamente á no to
mar semejantes resoluciones sino de comun acuerdo , y a no
mandar marchar ni obrar sus fuerzas sino reunidas. El segun
do cuerpo, debia componerse de las tropas del rey, y de las
56o
fuerzas de Italia, y era preciso, para que las de S. M.
se dirigiesen á Hungria, que atravesasen la ranyor parte de
la Alemania aisladamente , y siu poder fija? con exactitud el
pange en que podian reunirse i las de Italia; lo cual no ha
llaba S. M. practicable sino en el caso de que las fuer
zas de sus aliados se juntasen al mismo tiempo , que las su
yas marchasen por el imperio. Mr. de Aubeville debia ade
mas manifestar al Papa, que S. M. no esperaba que
el cuerpo en que se hallaban sus tropas, se encontrase por
su mediania enteramente dispuesto á discrecion del empera
dor, cuya conducta anterior podia hacer temer que tuviese
con el tiempo la intencion de arruinar ó extinguir las tropas
francesas, por las fatigas de la guerra , y por otros medios
indirectos, luego que hubiese sacado de ellas algun servicio.
Se añadió á estas instruciones, y para la direccion par
ticular de Mr. de Aubeville, que con respecto á la calidad de
los socorros que podrian prometerse al emperador, ni el rey
ni sus aliados consentirían, de cualquier modo que se for
mase la liga, en darle jamas ningun socorro en dinero, sino
únicamente en tropas.
Mr. Aubeville llegó á Roma el doce de julio de 1661 , y
tuvo su primera audiencia del Papa el dia cinco de julio si
guiente. Una particularidad notable, y en algun modo inex
plicable de aquella audiencia , es que el soberano Pontifi
ce , despues de haber celebrado la piedad del rey, que
le llevaba á la liga contra el turco, añadió: «Que al pre
sente no habia nada que hacer; que el rey de España tenia
grandes negocios con el de Portugal; que el rey de Polonia
no se hallaba en estado de entrar en la liga ; que el empera-
, dor no se apresuraba, y que en fin, era necesario suspender
las cosas (Le cose errano in suspenso)." Esta fuá la expre
sion de su Santidad.
Esta respuesta del Papa al principio de la negociacion,
contrastaba mucho con el vivo deseo que habia manifestado
por ver llegar al negociador. ¿Dependia de la repugnancia
que habia manifestado el rey de adoptar las medidas provi
36 1
«orias propuesta» por el Nuncio? esto es lo que no se sabe:
pero es probable que el Pontifice cediese, en aquella cir
cunstancia , á los temores que habia manifestado el empe
rador.
Entretanto, Luis XIV, fiel al sistema que habia adopta
do, enrió á sus aliados de Alemania al señor de Gravelle,
con instrucciones iguales á las que habia llevado Mr. de Au-
beville. El éxito de este paso fue rápido y completo , y uná
nime la deliberacion de los principes y estados católicos y
protestantes. Ei rey recibió la noticia de Francfort el 6 de
julio; la comuuicó al Nuncio, y Mr, de Lioune la dirigió á
Mí. de Aubeville el g del mismo mes.
«Ahora, decia este secretario de estado, que se ha resuel
to el principal punto, el ministro del rey en Francfort se
dedica á hacer que se tomen las demas resoluciones tocante al
número y calidad de las tropas de que podrá formarse aquel
cuerpo auxiliar, su marcha , su accion, y las precauciones
que se han de pedir al emperador para su seguridad , en lo
cual no se perderá tiempo.
«Entretanto , puedo deciros que nosotros vemos con bas
tante claridad este negocio para juzgar que la alianza puede
formar un cuerpo de veinte á veinte y cuatro mil hombres,
al cual se unirán tambien las tropas del Papa y de los demas
principes de Italia, y solo dependerá de aqui adelante del em
perador el aprovecharse de una asistencia tan considerable,
que se puede decir que duplicará todas las fuerzas que ahora
tiene levantadas, y esto tambien por el medio y la buena vo
luntad de una alianza de principes, contra la cual habian de
clamado tanto sus ministros,"
El soberaoi/ Pontifice recibió esta noticia por el correo
del Nuncio, y Mr. Aubeville, por el de su corte, y la hizo
publicaren Aoma'al momento que la supo. La poca actividad
que habia reinado en la primera audiencia, causaron senti
miento y admiracion en la «orte de Versalles. «El rey, escri
bía Mr. de Lionne con este motivo, se ha sorprendido al sa
ber la indiferencia coa que se ha hablado de la liga de lo*
Toiío X. 46
36a
principes cristianos contra el enemigo comun, despues Je la
eficacia que se habia manifestado á S. M. anteriormente;
pero este ya mas bien es negocio de la Santa Sede que
nuestro , y bastará á S. M. para su satisfaccion, y descargo
con Dios, el haber hecho todas las disposiciones , con respe
to a esta liga, que un rey, hijo primogénito de la iglesia, y
principal defeosor de la religion, podia hacer en un peligro
eminente de los perjuicios que la cristiandad podia temer. Por
lo demas, es necesario conducirse en este negocio con la
circunspeccion que su Santidad misma juzgue d propósito."
Mr. de Lionne escribia el veinte de agosto, con motivo
de la deliberacion de Francfort: «Elrey ha aprobado que se
baya hecho público todo lo que os ha comunicado en este
asunto directamente por el correo ; asi con respecto a las
disposiciones que ha tomado, como á las deliberaciones que
S. M. ha hecho adoptar, por su crédito y ejemplo, á lo»
principes sus confederados en Alemania."
Entretanto, se habia presentado el turco en Transilvania.
con una vanguardia de diez y seis mil hombres, seguida de
un cuerpo de ejército mucho roas considerable. Cuando se
supo esta noticia en Roma, el Cardenal Chigi, sobrino del
Papa, preguntó á Mr. de Aubeville si tenia poderes del rey
para tratar de las condiciones de la liga, Mr. de Aubeville res
pondió que no habia pensado en proveerse de poderes, desde
que su Santidad le habia dicho que las cosas debían 'perma
necer suspensas; que en cuanto á la irrupcion de los turcos,
el remedio se hallaba en el ofrecimiento hecho por los aliados
del rey, de poner veinte y cuatro mil hombres sobre las ar
mas. El Cardenal Chigi dijo tambien que su Santidad de
searia que el rey le mandase librar los doscientos mil escu
dos que el Cardenal Mazarino habia legado para que se em
pleasen en la guerra contra los turcos. Mr. de Aubeville ex
pidió en consecuencia un correo d Versalles, para dar cuen
ta de la conferencia que acababa de tener con el Cardenal,
y de las diligencias que habia hecho para lograr una audien
cia de su Santidad.
363
Esto es lo que respondió Mr. de Lionne.
ciS. M. esta muy incomodado, y con razon, deque pare-
ce que estais reducido, óá negociar solamente con el señor
Cardenal Chigi, ó a tratar por medio de notas. Vos no debéis
conformaros ni á uno ni á otro, que seria contra el honor
del rey, é igualmente, contra su servicio, y basta decir qua
nunca se ha tratado de este modo al enviado de un gran rey.
Contamos aqui que han pasado ya cincuenta dias de-de vues
tra llegada á esa corte, y nada habéis adelantado eu las ne
gociaciones..."
Todas estas cosas daban á conocer en la ciudad misma
que era preciso restablecer, el crédito del rey, y. los .enemigo*
de Francia eran los primeros que desaprobaban la conducta
que se observaba con respecto á Mr. de Aubeville. £l mar
ques Matéis, embajador del emperador, no tardó en conocer
todos los inconvenientes que resuilaiian ds esto para la nego
ciacion principiada, y procuró determinar al soberano Pon
tifice á dar una audiencia á aquel enviado,
£l Papa no se hallaba muy contento con los españoles.
£l embajador de Madrid se oponia á todas las empresas
del Santo Padre, y su Santidad , para manifestar su des
contento , habia encargado i una congregacion de Car
denales que examinasen si debia proveer las iglesias de
Portugal. £l embajador no hizo caso de esta amenaza, y el
Papa declaró que si el rey de España no llamaba inmediata
mente á su embajador, no volveria á verle. # . ,
Este estado de cosas explica el motivo de que el Papa es
tuviese al parecer dispuesto un momento á no hacer la liga
sino con el emperador y los venecianos. Se lo anunció posi
tivamente á Mr. de Aubeville en el mes de setiembre de i6tíi,
deciéndole, que quería formar aquella liga por temor do
que no se separasen los venecianos, y esperando la reso
lucion de los dos reyes. £l Papa nombró en efecto A don
Mario, al Cardenal Chigi y al Cardenal Ro^pigliosi, para tra
tar y concluir aquella, liga con el embajador de Venecit¡ y el
marques Matéis; el embajador de España al saberlo *e iuco
46:
m
modo mucho diciendo que era despreciarlos reye«; que el
suyo no entraria jamas en la liga, y que ella causaria la pér
dida del emperador. El marques Matéis y los ministros del
Papa trataron en vano de apaciguarle.
En cuanto al embajador de Yenecia anunció que no con
sentiria en ningun tratado hasta que llegase la respuesta de
los monarcas : porque aquella liga parcial seria la pérdida de
la cristiandad, y el medio infalible de hacerla abandonar del
emperador y su república de reyes.
El mismo marques Matéis, habiéndose excusado de tra
tar aisladamente, y habiendo dicho que le parecia racional
esperarla respuesta de los reyes, le contextaron segun sus
propias expresiones. Decian que el Papa no habia dado
i entender que haría la liga inmediatamente, sino que daría
a conocer su resolucion de hacerla al momento que volviese
el correo y le trajese noticias ncerca de las intenciones de los
monarcas. Desde entonces no se habló ja de la negociacion
parcial ni separada, sino únicamente de apresurarla remision
de plenos poderes.
Los del rey de España llegaron á principios de octubre,
y los del rey de Francia á mediados del mismo mes , y el
Cardenal Antonio Barberin debia de estar autorizado para
tratar en nombre del rey, con la intervencion de Mr. de Au-
beville. En cuanto i los doscientos mil escudos legados por
el Cardenal Mazarino para la guerra contra los turcos , el rey
de Francia no habia juzgado á propósito concederlos todavia,
habiendo traido los últimos avisos de la Hungria la noticia
de que los negocios estaban en camino de arreglarse por la
declaracion que habia hecho el gran señor, de que dejaria
tranquila la Transilvanía, con tal que los pueblos eligiesen
otro principe que reconociese que recibia este estado de la
Puerta, y la pagase el tributo acostumbrado.
Con respecto á los temores que habia manifestado el errr-
perador, acerca de la gran fuerza del cuerpo que le habían
ofrecido el rey y los principes de Alemania, Mr. de Lionne
habia escrito á Mr, de Aubeville: «Que el rey procedia coa
565
«na completa sinceridad , y que sí el emperador concebía
sospechas , aunque injustas , de la gran fuerza de los cuerpoi
que le ofrecian, creyendo hacerle mayor favor, no tenia maí
que responder que no tenia al presente necesidad de tan gran
socorro, siuo de la mitad ó la porcion que juzgase a propósito
que le bastase, porque no habiéndolo hecho, debian sacarse
dos consecuencias: la una, ó que no tenia necesidad de so
corros , ó que preferia no recibirlos que debérselos a esta
corona y rt sus amigos. '
La asociacion de Mr. de Aubeville al Cardenal Antonio Bar»
berin en los poderes del rey , fue un nuevo obstáculo. El Car
denal se vió ofendido, y expidió un correo para obtener que
se quitase de los poderes el nombre de aquel enviado, ha
ciendo presente que dependia de esto su honor con respec
to á la corte de Roma , que no aprobaba la eleccion de Mr.
de Aubeville. Mr. de Lionne, en una carta al Cardenal Alvíz-
«i , contexta á las alegaciones y razonamientos del Cardenal
Antonio.
«Si vuestra eminencia , le dice, hubiera Sabido de qué rao»
do pasaban aqui las cosas cuando se tomó la resolucion de en
viar d Roma á Mr. de Aubeville , estoy seguro que hubiera
disuadido al señor Cardenal Antonio, de despachar un correo
extraordinario para el asunto que le ha obligado á ello.»
«El Papa, hace seis ó siete meses, envió d decir al rey,
por medio del señor Nuncio, que tenia designio de dispo
ner y promover una liga de los principes cristianos contra
el enemigo comun. S. M. alaba el celo de su Santidad , j
manifiesta su disposicion á dar á conocer en esta ocasion que
es verdaderamente el hijo primogénito de la Iglesia. £l Nun
cio representa sobre esto, que como la negociacion no se po
dia tratar bien sino en Roma misma, su Santidad desea
ría mucho que S. M. tuviese d bien enriar alli una perso
na expresa, bien instruida de sus intenciones; y para escu
char tam.bien los sentimientos y proposiciones de su Santi
dad , con poderes para tratar y componer la referida liga , y
•obre esto, el rey resolvió enviar alli d Mr. de Aubeville, y
36S
encargó al Nuncioque se lo dijese íi su Santidad. El presunta
i vuestra excelencia, ¿cómo, despues do esto, se puede ex
cluir á dicho señor de Aubeville de ser á lo menos nombrado
en el poder, a menos de querer degradar enteramente á este
gentil-hombre , lo cual S. M. no debe hacer.
Han tenido ademas la consideracion, extendiendo el po
der, de no ponerle en la misma linea que al citado señor
Cardenal, sino únicamente al fin de las patentes , como para
intervenir simplemente y presenciar las negociaciones , y fir
mar tambien el tratado que se concluyese. Parece tambien,
que el sennr de Aubeville deben a tener algun motivo de pa-
xecerle extraño, que habiendo sido enviado solo y expresa-
píente para este negocio, no sea ya mas que como uu simple
concurrente.
«Tenemos un principe firme eo sus resoluciones, que con
sidera todas las cosas al hacerlas, y que no las muda fácil
mente sin poderosas razones que no haya previsto al principio.
En cuanto al inconveniente de que el setlor embajador de
España haya declarado que no queria .concurrir con Mr. de
Aubeville, es una razon que obligaria mas bien a S. M. á
nombrarle en esta comision , no estando acostumbrado a re
cibir la ley de ninguno, y mucho menos, de los caprichos
de un embajador de España.
«Si monseñor el Cardenal Antonio, y el referido señor de
Aubeville , fuesen en cosas importantes de diferente opinion,
podrán consultar á S. M. para la decision ; y esta razon mis
ma , manifiesta que es bueno para su servicio , que en ma
teria de tan grande importancia, en que puede haber diferen
tes opiniones , haya tambien diferentes personas que las exa
minen, á fin de q*)e su servicio sea mejor...»
Respondió en igual sentido al Cardenal mismo, y Mr. de
Bourlemont procuró, pero en vano, atraerle á ideas pacificas;
y Mr. de Aubeville, viendo la ineficacia de sus pasos, tomó á
su cargo dar uno directamente cerca del Cardenal. Le- dijo,
que ya se habia esparcido en liorna, que la conducta de su
eminencia en los uegocios de la liga, era efecto de las órde
36?
nes del rey , y no de la delicadeza de su eminencia ; que
S. M, no queria entrar en la liga; que no habia enviado po
der á su eminencia , aunque aparentaba haberle recibido; y
que en fin, la conducta que observaba, no era mas que una
farsa , palabras 'que Mr. Aubeville tenia por injuriosas a la
reputacion del rey, y las cuales creia que era preciso reme
diar. El Cardenal Antonio, se quejó de la poca consideracion
que le tenian en Francia, añadiendo, que habia servido al
rey con celo y afecto, y que sin embargo , se veia expuesto
6 la severidad de S. M. Mr. de Aubeville opuso á las quejas
de su eminencia las infinitas obligaciones que tenia á S. M.,
particularmente de haber sido protegido de algunas persecu
ciones , y haberle promovido d las dos mejores dignidades
eclesiásticas del reino, la de gran limosnero de Francia, y la
de Arzobispo de Reims.
El Cardenal , vencido por las razones de Mr. de Aubevi»
He , no cedió inmediatamente; pero sin embargo, le declaró
por último, que queria sacrificarse por el rey, que asistiría á
la junta indicada para el 20 de diciembre; pero desearia que
no asistiese á ella. Mr. de Aubeville , no insistió en acom
pañarle.
Se presentaron en aquella junta por parte del Papa Ioj
Cardenales, Chigi, Barberini, Imperiali, Rospigliosi, y Cor-
rado. El Cardenal Antonio, por el rey, el marques Ponce da
Leon , embajador de España, por S. M. Católica,, el em
bajador de Venecia, por la República, y el marques Ma
téis, como embajador del emperador Leopoldo; y habiendo
llegado todos los poderes, se entregaron al Cardenal Chigi. El'
Cardenal Antonio, encargó á Mr. de Aubeville , que llevase
los del rey al Cardenal.
Viendo el rey el poco acuerdo que habia entre SU3 dos
plenipotenciarios, y no logrando por otra parte satisfacción á
las diversas reclamaciones que les habia encargado, se deci
dió á llamarlos y á enviar al duque de Crequi en calidad de
embajador extraordinario. Entretanto que llegaba, recibie
ron orden el Cardenal Antonio y Mr. de Auvebille, de con
363
tinuar simultáneamente la negociacion , y asistir d las juntas
que se celebrasen con este objeto,
Mr. de Aubeville, asistió por la primera rez á la que se
Teriücó el 8 de diciembre con el Cardenal Antonio y los otros
Cardenales, y con los ministros de los principes; y se trató en
ella la cuestion de los plenos poderes, aunque los Cardena
les querían que se hablase inmediatamente de los medios que
se habian de emplear para oponerse á las empresas de los tur
cos. El Cardenal Antonio, sostuvo que era necesario salvar
las dificultades que se hallaban en los poderes antes de tratar
i fondo la cuestion, y que para esto era preciso enviarlos al
rey y esperar sus órdenes. Los Cardenales se admiraron, de
que despues de haberse comunicado aquellos poderes recipro
camente hacia ya mas de seis semanas, hubieran tardado tan
to en reparar lo que tenian que decir. £l Card.nal Antonio
pretendia haber hablado al Cardenal Chigi, y al Papa mismo,
de aquellas dificultades, dos dias despues de la comunicacion.
Le reconvinieron por no haber hablado de ellas en las juntas
subsiguientes, á las cuales habia asistido, y el Cardenal Chi
gi manifestó, que el retraso de la negociacion s<¡ habla debido
á la negativa del Cardenal Antonio, que debia hallarse con
Mr. Aubeville. El embajador del emperador y el de Venecia,
se quejaron de hallarse al principio de un negocio que creian
muy adelantado. En cuanto al embajador de España, cuando
le pidieron su opinion , dijo : que se debia caminar paso á
•paso en aquel negocio; que siendo de muy grande con
secuencia , era necesario tratarle con orden , y que pa
ra observarle , era de opinion que se detuviesen en las
formalidades, puesto que se trataba de ellas , antes que
entrar en materia.
Mr. Aubeville tomó la palabra y dijo: «Que hacia efecti
vamente dos meses que se habian comunicado los poderes, y
que habiendo encontrado en ellos algunas dificultades esen
ciales, habian sido de opinion de hablar de ellas en la prime
ra junta, á fin de no perder tiempo, y de corresponder en
algun modo al celo de S. M. por el bien de la cristiandad;
369
pero como él no se habia hallado en las juntas celebradas
despues que habiau encontrado algunas dificultades en los
poderes, no sabia porqué las habian tenido tan secretas, pues
to que habian resuelto hablar de ellas en la primera junta que
se celebrase."
La junta se disolvió sin determinar nada , despues de ha
ber rogado el Cardenal Antonio y Mr. de Aubeville que hi
ciesen presente al Papa las dificultades que detenian el curso
de la negociacion.
Tres dias despues, habiendo sido llamado Mr. de Aubevi
lle solo á la audiencia del Papa, su Santidad entró en materia
acerca del negocio de la liga, y preguntó á este enviado cua
les eran las disposiciones del rey en este asunto. Mr. de Au
beville le aseguró que ninguna cosa deseaba tanto S. M.
como el bien de la cristiandad, y la satisfaccion de su San
tidad.
«El Papa (escribió Mr. de Aubeville á Mr. de Lionne) me
respondió que lo creia; y puesto que era asi, no debian los
ministros del rey poner dificultades. Yo dije a su Santidad,
que las dificultades no procedian de los servidores del rey,
sino que los ministros del emperador y del rey de España las
habian puesto en los poderes, y que los servidores de S. M.
solo las habian observado: y que si habia alguna falta en es
ta ocurrencia, debia imputarse á los ministros del empera
dor y del rey de España, que debian haber procedido como
el rey , que habia enviado un poder hecho de tal modo, que
nadie podia hallar en él que censurar, y que manifestaba
bien la pureza de las intenciones de S. M.
»El Papa, despues de esto, me preguntólas dificultades
que hallaban en los poderes; yo principié á hablar del empe
rador, y dije á su Santidad .que aquel monarca tomaba cua
lidades que no se le debian, como las de duque de Borgona,
conde de Ferete y deLandgrave Alsacia, perteneciendo el du
cado de Borgofia, el condado de Ferete y la Alsacia al rey.
Me quejé tambien de aquel pasage en que dice el emperador:
Caput christiani populi, cualidad que el rey no permitiria
Tomo X. 47
3;o
jamas que ninguno pudiese tomar sino el Papa, y que
S. SI. se ofendería tanto por la gloria de su Santidad co
mo por la suya propia.
»Eu cuanto al poder de España , que lenian que decir que
este soberano lomaba la cualidad de rey de Navarra, y de
duque de Borgoña ; que en otro parage, habiendo sido nom
brado el emperador, el rey no se hallaba comprendido allí
sino bajo el nombre de otros reges , y que su magestad me
recia seguramente mas honor que el que le habian hecho en
colocarle , si puede asi decirse , con un populacho de reyes,
y de lo cual me hallaba muy escandallado. Su Santidad me
dijo* que era preciso remediarlo, y que esto no debia impe
dir un designio tan piadoso como el de la liga, á la cual me
instaba otra vei para contribuir á ella, y que esperaba mucho
de la piedad del rey, etc."
Las observaciones de los plenipotenciarios franceses con
tra los poderes enviados por la república de Venecia, se
fundaban en que no se habia hecho mencion expresa del rey,
no hallándose S. M. designado en ellos sino bajo el tér
mino colectivo dclle due corone; de lo cual se podia in
ferir una igualdad que no habia entre S. M. y el rey ca
tólico. .
Conjeturando el Papa que la reforma de los poderes acar
rearía mucha pérdida de tiempo, ofreció al Cardenal Antonio
una declaracion escrita , por !a cual prometió su Santidad que
el emperador desistiria de los titulos de Landgrave de Alsaciuy
de conde de Ferete. El Cardenal Antonio ofreció que exami
naría aquella proposicion con Mr. de Aubeville, y entretanto
declaró que ni Mr. de Aubeville ni él, podían acudir á las re
uniones de la junta, en tanto que no se reformasen los po
deres del emperador, ó que el marques Matéis hubiese dado
él mismo la promesa escrita de adquirir otros.
El dictamen dado por el embajador de España, en la jun
ta á que habia asistido Mr. de Aubeville, sobre la utilidad de no
precipitar nada, y de observar las formalidades, no se habia
escapado de la vigilancia del rey y de su ministro. Sacaron
37i
de él dos consecuencias; la una, que el embajador, que es-
taba descontento del Papa hasta el último punto , habia que
rido atestiguarlo aun á expensas del buen servicio y de los
intereses del emperador; la otra , que el rey do cuidaba mu
cho de la conclusion de la liga, ó por lo menos que se que
daria muy satisfecho si «¿vitaba entrar en ella, porque preveia
que le obligarian á dar socorros de hombres y dinero, que que-
ria emplear mejor en sujetar á Portugal.
Por lo demás, los mas interesados en la negociacion no po
nían en ella una gran eficacia; y despues de las observaciones
sobre los poderes, comunicadas por los plenipotenciarios
franceses, se pasó mucho tiempo sin que el enviado del em
perador, ni et embajador de Venecia , hiciesen ninguna insi
nuacion para vencer las dificultades que se encontraban en
ellos. «
En fin, habiendo recibido Mr. de Lionne el despacho en que
Mr. de Aubcville daba cuenta del ofrecimiento hecho p.or el
Papa para salir garante de la remision de nueyos poderes de
parte del emperador, insistió desde luego en tener con prefe
rencia, una promesa positiv.. del marques Matéis. Sin embar
go, el rey se determinó á admitir la garantia del soberano
Pontifice, é hizo pedir que la reformacion de los poderes se
ejecutase lo mas pronto posible. Quince dias antes, con la no
ticia de que la caballeria imperial habia sufrido un descala
bro, Luis XIV habia mandado que se pagasen al Nuncio los
doscientos mil escudos legados por el Cardenal Mazarino,
para emplearlos segun dispusiese de ellos el Papa en la pre
sente guerra. £1 Nuncio, que no lo esperaba, manifestó una
gran alegria.
Estos actos de condescendencia de Luis XIV con el Papa,
allanaban las dificultades de la cuestion, á lo menos en lo que
correspondia á este monarca y parecia que debian quitar
cualquiera obstáculo que se opusiera al curso de la negocia
cion. Sin embargo, aunque Mr. Aubeviüc anunció al so
berano Pontifice que el rey consentía, por complacer á su
Sautidad, en que ao se dejase de tener conferencias y tía»
47:
372
tar de la materia , no recibió entonces ninguna respuesta.
£u fin, llegó á Francia la noticia de que el emperador
se habia resuelto á reformar sus plenos poderes en los tér
minos deseados. Como habia dudado largo tiempo, supu
sieron que lo que habia decidido en fin á este principe, era la
esperanza de tomar los doscientos mil escudos que habia de
jado el Cardenal ¡Vlazarino, y los cuales acababa de dejar
Luis XIV á disposicion del Papa.. El rey, informado por otra
parte de las insinuaciones hechas por orden de Leopoldo al
gran visir para una reconciliacion, hizo recomendar al duque
de Crequi, que se opusiese vigorosamente á que la suma de que
se trataba se le diese al emperador, cuya conducta vitupera
ba en esta ocasion ; conducta que como lo probó el aconte
cimiento, debia producir la cesion del reino de Candia a fa
vor de los turcos.
El duque de Crequi habia llegado á Roma en los prime
ros dias de junio, autorizado con plenos poderes parala liga,
y de instrucciones que no diferian de las de Mr. Aubeville,
sino por lo expuesto de las circunstancias de la negociacion,
y de los incidentes que la habian retrasado, y particularmen*
te por las dificultades que habia producido la redaccion de
los poderes del emperador, y de los de la república de Yene-
cia. Contenian la recomendacion formal de interrumpir el
curso de todas las conferencias sobre este asunto, sino halla
ba el duque á su llegada , reformados y corregidos los pode
les de estas dos potencias segun los deseos del rey.
Aunque se habia anunciado, no llegaban los plenos poderes
reformados del emperador, y por otra parte declaró el Papa
que no quería ya intervenir en la reforma de los de Venecia,
aunque habia prometido hacerlos corregir. Ademas de esto,
el emperador continuaba siempre tratando con el sultan ; y
Luis XIV que lo supo, encargó á Mr. de Crequi que se opu
siese á que el legado de Mazurino pasase á manos del em
perador , prefiriendo S. M. que se dispusiese de él en favor
de los venecianos.
El duque de Crequi manifestó al Papa, en la segunda au
3?3
diencia que le contedió , las intenciones del rey. Su Santi
dad respondió, que si el emperador no entraba en guerra
abierta con los turcos, no recibiría jamas nada de la canti
dad legada por el Cardenal Mazaríuo; pero que no la entre
garia a los venecianos, habiendo resuelto emplearlo en levan
tar tropas para socorrerlos, porque juzgaba que de este mo
do produciría mayor utilidad. Pero su Santidad nada dijo
acerca de la mudanza de su resolucion con respecto á la re
forma de los plenos poderes de Venecia. El duque de Crequí,
manifestando en una respuesta al rey su, opinion sobre la ne
gativa del Papa á intervenir en la reforma de los plenos po
deres, sacó la consecuencia de que et rey no debía esperar
gran cosa de aquel designio de ta (iga, y que no era mas
que un hermoso proyecto que se disiparía como el humo.
Sin embargo, se habian reformado estes plenos poderes;
pero los embajadores del emperador y de la república no los
entregaron, ó el Papa creyó que no debia comunicarlos, á
causa de su disposicion poco favorable á Mr. Crequi , con
el cual probablemente no queria que se continuase la nego--
ciacion.
Su Santidad habia tambien insinuado al rey que se pres--
taria tambien á concederle todo lo que le pidiere, si este prin
cipe mandaba retirar a M. de Crequi.
«Vos me conocéis bastante, escribió Luis XIV á su emba
jador, para juzgar si este es un buen medio de conseguir se
mejante cosa, aun cuando mis mayores intereses estuviesen
en la corte de Roma; pero como no tengo ninguno que no
sea de muy mediana consideracion, ó en el cual pueda re
cibir algun perjuicio; asi debo deciros que en el permiso'
que os he dado para haoer lo que juzgueis a propósito, no
tengo otro motivo ni objeto que el que me he propuesto en'
toda clase de negocios, que es hacer justicia y tener la razon
de mi parte."
Tales eran las disposiciones respectivas , cuando sucedió
el atentado cometido el ao de agosto por la guardia corsa, ea
las inmediaciones del palacio de Francia, contra machos fran
374
ceses , y aun contra el embajador y su esposa. Todos saben
sus consecuencias. El duque de Crequi dejó a Roma , y este
acontecimiento Analizó absolutamente el proyecto dela liga.

NUMERO VI.

Memoria de Leibnitt dirigida á Luis XIV.

Se cree generalmente que la memoria de Leibnitz sobre la


expedicion de Egipto, se habia conservado hasta la época de la
revolucion francesa en los archivos de Versalles; pero es proba
ble que este monumento histórico haya desaparecido en las tur
bulencias politicas de la Francia. Hemos hallado un extracto de
él en un folleto inglés (i) publicado en i8o3, poco tiempo des.
pues de la paz de Amiens, en cuya época temia el gabinete
británico ó aparentaba temer , que Bonapartc volviese á em
pezar su expedicion de Egipto. Hemos encootrado otro ex
tracto de la memoria de Leibnitz en un Viage á Hannover,
publicado en i8o5 (2). El autor de este viage 51. Mangourit,
ha visto en la Biblioteca de Hannover, una copia de la memo
ria dirigida 6 Luis XIV, escrita de mano del mismo Leibnitz;
esta memoria tenia el titulo: De expeditione Egyptiacd, epís
tola ad regem Francia scripta. M. Mangourit nos dice
que el mariscal Mortier habi>i mandado sacar una copia para
«nviarla á París , y ha debido depositarse en la biblioteca del
rey. El autor que hemos citado, añade á su escrito una carta
de Leibnitz, dirigida á M. de l'ompope, ministro de negocios
extranjeros de Luis XIV, y una respuesta de este ministro:

(1) A Summary accouni of Leibnitz's , memoir adressed lo Ltwts the


fourle&nth , recommanding to ihat irionarch the conquest ofEgipi as conduc
tiva ta the establishing ú suprema aulhority overthe govermenls of Europe.
{Londrcs, i8o3. toni. cu 8.* de 89 págs., las 9 de prologoj.
H) Yiagi: á liannover hecho en los años de i8o3 y i8o4 , que contie
ne la descripcion de aquel pais con respecto á la politica , religion, agri
cultura, «1c. por M. Mangourit , autiguo agente diplomático, etc.
3;5
resulta dejas cartas y de las negociaciones que siguieron, que
la memoria dt; Leibnitz fue copiada y en viada poco tiempo an
tes del célebre paso del tlhin y la guerra contra la Holanda.
M. Mangourit parece que está persuadido de que Leibnitz, a
quien nos presenta como el instrumento de algun gabinete,
no tenia otro objeto habiéndole de la conquista de Egipto, que
separarle de su proyecto de atacar ¡i la república batava. Esta
opinion parece poco verosímil, porque el autor no da de ella
ninguna prueba satisfactoria.
Debemos advertir á nuestros lectores que en la análisis que
ponemos aqui de la memoria de Leibnitz, hemos seguido al
autor inglés, cuyo extracto nos ha parecido mas circunstan
ciado que el de M. Mangourit.
Leibnitz empieza su memoria declarando que la fuma de
la sabiduria de S. M. le ha determinado á presentarle algu
nas reflexiones sobre un asunto familiar a las edades preceden-
íes, pero abandonado por último y entregado al olvido: sé
trataba de una empresa, (da mayor que se puede intentar, y
al mismo tiempo la mas facil de las que son grandes. Me atre
vo á añadir, prosigue, que es la mas santa, mas justa addero
.audeo, sanctissimumjustissimumque), y que no es peligro
sa aunque se intentase en vano. Se conforma ademas tan per
fectamente con el género de los preparativos actuales, que pa
rece que se ha meditado hace mucho tiempo, y aumentaría
de esta suerte la admiracion de los que llaman con justo titulo
las ideas de V. ¡M. el milagro del secreto. Hará mas perjui
cio 4 los holandeses que el que pudiera esperarse del jtriunfo
mas completo de una guerra abierta , y sin que puedan opo
ner ningun obstáculo. Llenará completamente el objeto del
armamento actual , facilitando á la Francia el imperio de los
mares y del comercio. En fin , apagándose de este modo de
un solo golpe todas las envidias y los odios, V. M. será, con
aprobacion general, el arbitru supremo de la cristiandad , el
mas alto que sea posible concebir, y cubrirá su nombre. da
gloria inmortal por haber abierto, ya para si mismo, ya par»
6us descendientes, el camino de hazañas semejantes días de
Z76
Alejandro." (Dtniqut Majestatem vesíram , detetis flW»-
nibus odiis et suspicionibus , público aplausu ad arbi-
trium rerum et generalatum ckristianorum, maxima
eorura qu.ce ratione desiderari possunt, et gioriam im-
mortalem evecturum , structa vel sibi vel posteris ad
Alexandreos usus vid).
Despues de haber expuesto en seguida que el momento
actual era infinitamente favorable , y que no habia ningun
monarca mas poderoso que el rey de Francia, ni mas amado
de sus vasallos, «estoy persuadido , dice, que no hay en el
mundo conocido ningun pais cuya conquista sea mas digna
de intentarse, ni que sea mas propia para dar la supremacia
que el Egipto, al cual suelo llamar la Holanda del Oriente,
como llamo á la Francia la China del Occidente." (Contra
nuitam esse regionem in mundo cognito tentari dignio-
rem, et si teneretur efjicaciorem ad summam] rerum
quam Mgyptum; cuamego Holiandiam Orientis, ubi
ex adverso Frandará Occidentis Chinam appellarc
soleo).
.La union entre este principe y este pais , es decir , entr«
*\ rey de Francia y de Egipto , me parece que interesa igual
mente al género humano y á la religion cristiana. (Huno
principem, faanc terram, id est, regem Francioe et /Egyp'
tum inter se maritari , generis humani et christianat
religionis interesse putavi).
Leibnitz dice despues que dedicándose á examinar á fondo
Jos motivos que podian haber determinado á san Luis á inten
tar la conquista del Egipto antes que la de Jernsalen , se ha
.convencido de que merecian la mayor atencion.
Despues dela muerte del emperador Federico Barbaroja,
Felipe, ¡llamado Augusto, y Ricardo, rey de Inglaterra, si
tiaron y tomaron A San Juan de Acre. Habia entre los pri
sioneros un árabe, llamado Carracous , que presenta la his
toria como un profeta. Este hombre , oyendo á Felipe hablar
frecuentemente del fin que se proponian las potencias cristia
na» en aquella guerra, manifestaba que nunca se podria coa»

/
377
servar Jerusalen y la soberania cristiana en Asia, mientras
no fie destruyese la monarquia egipcia, y que para lograrlo
era preciso apoderarse primero de Dauiieta. D<¡ esto nació una
discusion entre Felipe y Ricardo, etc. Ricardo mismo, des
pues de haber teuido mal suceso en Palestina, quiso empren,
der una expedicion contra Egipto, pero la muerte se lo im
pidió. „l
Las potencias cristianas llegaron á conocer con el tiempo
su error, y el Papa Inocencio III decretó contra el Egipto
una expedicion, cuyo éxito fue desgraciado. Vino despues la
expedicion de san Luis que se malogró por la imprudencia é
incapacidad de los gefes. Luis expuso su ejército en lo inte
rior del pais, entre los brazos del Nilo, dejando su espalda j
el curso del rio en poder del enemigo. En lugar de apoderarse
de las costas y del Nilo con una escuadra, únicos medios de
afirmar su conquista , de asegurar los viveres de su ejército,
y de ponerse al abrigo de cualquiera ataque, se dejó cercar;
los sarracenos interceptaron su subsistencia, y destruyeron al
fia el ejército cristiano.
Posteriormente las guerras entre la Francia y la Inglater
ra , así como las que estallaron entre la Francia y la casa de
Austria, hicieron perder de vista el Egipto, y no se ha vuel
to á pensar en él basta el tiempo del Cardenal Jimenez, que
fue el autor de una liga formada para la conquista de aquel
rico pais, entre Fernando de Castilla, Manuel de Portugal y
Enrique VIII de Inglaterra." Tres principes, dice Lcihnilz,
de quienes se puede decir que cada uno de ellos ha establecido
los fundamentos del poder y del comercio de su pueblo .res
pectivo; y esto es lo que la Francia espera ahora de Luis."
Este proyecto no se realizó por la muerte de Fernando , por
la cual pasó la Corona de España á la casa de Austria. .
Leiitnitz da despues un extracto de las revoluciones de
Egipto desde los primeros siglos hasta que le subyugaron los
turcos, para demostrar la importancia que se lia dado en to
dos tiempos á la posesion del Egipto , y para probar que nun
ca ha opuesto mucha resistencia a un conquistador hábil.
Tomo X. 4$
378
(H(tc exponenda putavi ; ut quantum in reius humani
ai» omni asvo JEgyptus habita sit appartret; atque Utud
quoque intetíigeretur , nunquam rede aggredientibus
difficitem fuisse).
El Egipto, convertido en una provincia del imperio oto
mano, será ja mas facil someterle , no solamente d causa de
la dificultad que experimentaria la Puerta para socorrerle , y
de la propension de sus habitantes á la rebelion, sino tam
bien porque no es ya la capital de un imperio. (Quia de-
tiit esse imperii sedes).
Despues de este preámbulo, Leibnitz, desenvolviendo lue
go su plan, sienta esta proposicion:
Que la conquista del Egipto es el camino mas seguro para
la supremacia en Europa, ó en otros términos, que asegurará
los intereses mas apreciados de la Francia.
Que la empresa es muy facil para la grandeza del objeto.
Que nada se arriesga en ella.
Que está de acuerdo con la politica.
Que no permite ninguna dilacion.
En fin, que es grande, justa y piadosa. (Nune adipsum
propositionis eorpus veniendum est, ubi mihi ostendert
posse videor expeditionem Mgyptiacam.
i.* Efjicacissimam esse ad summam rerum, seu id
quod Francia} maxime interest.
a.* FacUern esse. pro rei magnitudine et maximo
christianissimo regi.
3.* Pericuíi expertem.
4-* Prcesenti consUiorum tinew eonsentaneam.
5. * Diutius non differendam.
6.* Eam suscipi de regno interesse generis humani,
religionisque christianai, et quod idem est , votuntati
divinas eonsentaneam, juxtam, piam esse, ac proinde
facilem fore).
Esta supremacia que importa a la Francia conseguir, con
tiste en la posesion de tanto poder como puede esperarse ra
zonablemente; porque no se trata de una monarquia universal
3^9
sino Je la direccion general ó arbitramento de los negocio?.
(IIune ato non monarehiam universalem , nuna pras-
sertim , inter christianos; sed directionem generale m
v el arbitrium rerum esse).
La monarquia universal es un absurdo que prueba la his
toria de'la Europa. Haciendo la guerra á estados cristianos,
nuDca pueden conseguirse sino débiles engrandecimientos, ni
adquirir mas que una pequeña porcion de territorio. Estos
medios no convienen ¡1 un rey cristianisimo y á un gran mo
narca. Los matrimonios, elecciones y sucesiones, producen
mas.
La guerra debería dirigirse únicamente contra nacionei
bárbaras; y entre ellas es incontestable que, con un solo gol
pe afortunado (y los franceses son particularmente d propósito
para darle) pueden destruirse y fundarse en un momento los
imperios. En esto se hallan los elementos de un poder emi
nente, y de una gloria sublime. (Rex christianissimus in
christianorum generalem seu ducem , Galtia in scho-
iam Europa;] militaron , academiamque confluentium
prceelarorum ingeniorum , imperiumque Oeceani ti-
muí et Mediterranei maris erigetur; et si honor em,
si indisputabilem pr&rogativm plenos tocum quwrimust
tituli ac jura imperatoria Orientalis á Tureis oppresi,
á Francis in quorum jam tum manu atiquamdiú sub
Batduinis imperium Constantinopoli fuit restituti, de-
ñique arbitrium rerum universale , monarchid opiabi-
lius , apud prudentes acquirentur).
Es cierto que el poder de la Francia' ha de aumentars»
con la paz de la Europa, y que debe debilitarse con guer
ras intempestivas. Emplee aquel contra los bárbaros y en la
restauracion del Egipto. En América, imposibilitarian cual
quiera empresa los españoles, los ingleses y los holandeses,
pero dirigida contra la Turquia , nadie se atreveria á opo
nerse á ella; una vez invadido el Egipto, la guerra que ha
riamos entonces, se convertiria en guerra Sagrada por la
aprobacion general ; y , en lugar de las provincias desiertas
48:
38o
fie la Palestina, únicamente célebre par suí minas, tendría
mos, en premio de nuestros esfuerzos, aquel ojo de tos pai
tes, aquella madre de tos g ranos , y aquella siila de( co
mercio. (Non deserta illa, ruinis tantúm nobilis Pa~
ta'stina; sed oeulus regionum, mater frugum, sedes
commereiorum acquiretur).
De todas las regiones de la. tierra, eí Egipto debe consi
derarse como la primera despues de la China ; porque reune
tantas ventajas que la imaginacion nada puede aumentarlas.
Es el principal istmo del globo , que divide los mares , de
suerte que obliga á dar la vuelta del Africa. Es a un mismo
tiempo la barrera y el paso entre el Africa y el Asia ; es el
punto de comunicacion , y la escala general del comercio,
por una pai te para la India, y por otra para- la Europa; es,
en algun modo, el ojo de los paises adyacente», rico por la
fertilidad, de su suelo, y por su grande poblacion en medio de
los desiertos que le rodean; y reune las maravillas de la na
turaleza y del arte , que despues de tantos siglos,, parece que
presenta motivos de nueva admiracion.
Despues de apoyarse en numerosas citas acerca de Tos recur
sos que ofreee el Egipto , Leibnitz continúa de este modor
Supongamos que el Egipto se halla ocupado por un ejér
cito del rey cristianismo, y veremos cuanto deberá1 contribuir
este acontecimiento 6 la supremacia politica.
Es evidente que al imperio turco podrian destruirle los
ataques de los alemanes y de los polacos , si se desarrollasen
los gérmenes de rebelion que actualmente se forman en él por
todas partes; y no h;iy duda que la Moscovia y la Persia sa
carán p.utido de esta circunstancia. Entonces, la porcion
mas preciosa de aquella monarquia tocará á la Francia, que
haciéndose de esta suerte dueña d«l Mediterráneo, restable
ceria el imperio de Oriente. (Par* mtlior Francioe cedet;
hete maris Mediterranei domina, imperium Oriénta
le ressuscilabit) . Del Egipto extendería su imperio sobre tt
Occéano, y tomarin, sin ninguna dificultad, posesion del
mar Rojo , de las islas reciñas y de Madagascar. No lardaría
3St
en poseer el mar de Etiopia, el golfo Pérsico, y la isla de
OrmuX que le domina-.
De fa Conquista .del Egipto resultarian grandes é" impor
tantes «uníanlas en Europa. (ín Europá mira rerum con~
versio occupatam Égyptunt se quetuf). El rey de Francii
podría entonces , por nú derecho incontestable, y con el coit-
Seniimiento del Papa, lomar el titulo y disfrutar las prero»
gatitas de ün emperador de Oriente. [tmpetaíoris Oriew
talis titulo et pratrogaliva rex Francim summo jure,
nec dubio , Pontifícis atsensu, tlletur); podría añadir de
nuevo á su titulo de hijo primogénito , el de patrono ( ad-
vocatus) de la Iglesia, y por las grandes ventajas agenciadas
fi la Santa Sede, tener á los Pontifices mas bien en su poder,
que si residiesen en Avifion; la Italia y la Alemania quedaria
enteramente libres del temor de los turcos, y la España del de
los moros: el comercio del mundo se dividiria enTre la Francia'
y la casa de Austria; y en fin, la reconciliacion entre las familias
mas poderosas, se cimentaría en la satisfaccion de. una y otra,.
teniendo la Francia porsu parte el' Oriente, y la España el Oc
cidente. (Imperium orbis cumdomo Austríaca partietur;
ea domum verareconciliatio erit potentissimarum fami-
iiarum qud utraque contenta erit, Francia: Orientem,
Hispanice Occidentem offerentibus falis). Y si querían
unirse por el laio indisoluble del interes, comurt , consegui
rían el fin d que habian aspirado los ministros mas s.lbios
en las conferencias de los Pirineos; llegarian ¡i ser las Arbi
tras de las demás potencias; prepararían la felicidad de la es
pecie humana, y harian respetar para siempre la memoria
del rey cristianisimo, h quien se deberian tantas maravillas.
( Quod día sapicntissimi minislri in Pyrenccis congres-
sibus agitaiant, arbitrium ccelerorum et humani gene-
ris félicitalem sacram in omne avum memoriam chris-
tianissimi authoris).
Desde el Egipto quitarian ¡i los holandases, sin dificultad,
el comercio dela India, del cual depende en el dia todo su
poder, y les causarian de este moio directa y necesaríamen
38a
te mucho mas daño q"fle con los triunfos mas distinguido* de
una guerra abierta (i). (Hollandi ex Mgypto commerciis
Indicis nuda negotio depetientur quibus omnis eorum
potentia hodie nititur et ionge certius, rectiusque af-
fligentur quam possit maximo successu btlli aperti).
La religion cristiana volverá á florecer en Asia; el mundo
obedecerá las mismas leyes, y toda la especie humana se ha
llará unida por tos mismos vínculos, da suerte que, excep
tuando la piedra filosofal, no conozco nada que pueda imagi
narse mas importante que la conquista del Egipto.
Discutiendo la facilidad de la ejecucion, Leibnitz con
sidera:
Las fuerzas que se han de emplear,
Los medios de transportar las tropas.
El clima del pais,
Sus fortificaciones y fuerza militar,
El modo de hacer alli la guerra,
Sus disensiones interiores,
Las disposiciones de las naciones Tecinas,
Y, en fin, los aliados y auxiliares, tanto de los agresores
.coma del pais invadido.
Relativamente á las fuerzas de la Francia, Leibnitz se re
fiere á Luis XIV, que debe conocerlas mejor que él; pero
cree, sin embargo, .que tiene muchas mas que las que se ne
cesitarían.
Francisco, duque de Urbino , pedia cincuenta mil hom
bres., para destruir el imperio otomano. Para la conquista del
Egipto, bastarian treinta mil escogidos. Manuel el Sabio, rey
'de Portugal, se lisongeaba de conseguirlo con una fuerza
mucho mas inferior. No hay duda, añade Leibnitz, que nues
tro número se aumentaria prodigiosamente en poco tiempo
oou el concurso de los árabes y de los sumidas , mientras

( i) Aqui el autor inglés añade ana nota que, matalo nomine, pueden
leer los ingleses en este pasage su propio destino, j cita eo su apoyo la
proclama da Bonafarte de aa de juuio de 1798.
583
que las fuerzas , turcas en aquella provincia no pueden ser
considerables.
Pero supongamos, dice Leibnitx, que fuese preciso em
barcar cincuenta mil hombres; esta es una fuerza de que la
Francia puede facilmente disponer. Pues , aunque yo esté
persuadido de que bastarían ampliamente veinte mil para
ocupar y guardarlas costas de Egipto, seria prudente sacar
ventaja de las fuerzas reunidas en la actualidad , y ejecutar
de un golpe, coa una operacion vigorosa, la conquista en
tera del Egipto. Leibnitz aconseja ademas que se animen las
tropas con discursos, indulgencias, socorros, honores, etc.
y juzga que no es tan importante emplear un gran número
de tropas, como escogerlas bien.
Algunas personas no quieren que se transporten por mar
grandes ejércitos; pero otras personarmas sabias son de opi
nion contraria, y piensan que los débiles inconvenientes de
este medio de transporte estan compensados con grandes ven
tajas. Las primeras incomodidades que se experimentan á
bordo, no son peligrosas, ni de larga duracion; y aun pue
den mirarse como evacuaciones provechosas á la salud. Las
afecciones escorbúticas solo provienen de los largos viajes, y'
las enfermedades agudas de la intemperancia que la discipli
na puede precaver, ó de un cambio de clima que no puede
verificarse en el Mediterráneo. Alli no debe temerse ningu
na sublevacion, pues los soldados se hallan en algun modo
en poder de los marinos. , . -
La memoria de Leibnitz presenta aqui un sumario histó
rico de los ejércitos embarcados en diferentes épocas desde
las guerras púnicas hasta las últimas conquistas hechas en.
Asia y en América por los españoles , los portugueses, los-
ingleses , etc. , y recomendando que no se embaracen mucho
los navios, manifiesta que la navegacion por el Mediterráneo
hace mucho tiempo que es familiar á los marinos franceses,
y que nunca han corrido en él ningun peligro por poco que
hayan atendido & las estaciones. Las embarcaciones frúnce
las y venecianas visitan habitualuaente a Caudía, y de e»ta>
334
¡ola á Egipto no es dificil la travesia. Añadamos á esto, que U
isla de Malta ofrecerá á la escuadra uo apostadero seguro,
bailándose unida á la Francia por uua infinidad de vinculos,
puesto que la mayor parte de los caballeros y el gran
maestre de la orden son franceses. (Accedit quod Mé-
IíUr tula navium statio est; quee Francia} muttis mo
dis de viñeta est; nam maxima equitum pars et ipse
magnus ordinis magister ejus nationis est).
Despues de apoderarse del puerto de Alejandria , por
un golpe de mano , que no puede dejar de conseguirse,
deberán caer necesariamente las costas de la Siria, co
mo las islas de Chipre y de Candia ; porque los turcos no
podrán emprender ninguna cosa por mar para evitarlo.
La memoria de Leibnitz dice que no habrá entonces que
temer la insalubridad del clima de Egipto ; habla larga
mente de la calidad saludable de las aguas del Nilo , da
reglas dietéticas , recomienda la abstinencia del vino , y
manifiesta las variaciones del tiempo en los diferentes me
ses del afta.
Trata del salitre que pioduce el Egipto en abundancia,
y continúa :
"Los medios de defensa natural del Egipto sen los desier
tos y -los manes que le rodean , y el Nilo; los medios ar
tificiales sou su« -castillos y sus ciudades. El mar y «l Nilo,
lejos de perjudicar , facilitarán el uso de las faenas nava
les ; y los desiertos cortarán la comunicacion con lu oiras
.partes del imperio otomano, y se opondrin d que lor lar»
«os envien grandes socorros al territorio de Egipto.
Las plazas fuertes estan en la costa ó en lo interior , y
las primeras en el mar Rojo ó en el Mediterráneo. Aquí
describe Leibnitz Alejandria , Roseta y Damasco con el fio»
gaz , tuauifeslafido la debilidad de estas plazas. La costa del
mar Rojo está aún mas abandonada , y caería prontamen
te en poder de una escuadra portuguesa que obrase de
jconcierto con una fuerza francesa de Madaga&uar; porque
Leibnitz supone que los portugueses estarian mas dispues
385
tos á favorecer las miras de la Francia , que á contrariar
las. (Quantuiw Lusitana} vires? Ut taceam etiam nune
Lusitanos in mari rubro obsecuentes fore) .
La memoria describe muy por menor el golfo arábigo y
el estrecho de Babehnandel; afirma que á todas las plazas si
tuadas en las costas, les faltan fortificaciones ; y habla par
ticularmente de Suez , de Coseir, de Suakim , y en fin del
Cairo, que no presentaria tan poco una gran resistencia.
¿Y la resistencia sola del Cairo, dice Leibnitz , podría
impedir que la Francia se elevase sobre toda la gloria pasada
y la presente? Seria vergonzoso para una nacion tan pode
rosa, y empeñada en tan grande empresa, que dudase ua
momento del éxito final á vista d« este primer obstáculo.
Porque no se pelearia entonces por Dunquerque 6 Graveli-
nes, ni por Maestric; sino por el dominio de los mares, por
el imperio de Oriente, por la destruccion de la Puerta, y
por la supremacia universal, cuyos resultados dependen de
la conquista del Egipto. (¡Seque enim hiede Gravetingd
vel Dunkerka, vet, si matit aiiquis , Motes Trajeólo
capiendo; sed de dominio maris et imperio Orientis et
ruind ottomanied , et arbitrio universaU certatur, quat
ostensum est occupatai JEgypto coheerere).
Siguen algunos pormenores geográficos sobre la costa de
Siria, los puertos y las ciudades de aquel pais; á saber: el
Arirch, Ascalon, Jopé, Acre, Tiro, Sidon , Beiita, By-
blos , Tripoli, Alejandreta, Alepo y Damasco.
Alejandreta domina los desfiladeros de la Cilicia. Con l*
posesion de esta plaza se puede obligar á un ejército., que
yaya del Asia menor d la Palestina, á dar un rodeo molesto
y penoso, por en medio de un pais, la mitad desierto, y
atravesando parte de la Cilicia, de la Armenia y de la Me-
sopotamia.
Alepo y Damasco son las únicas ciudades capaces de re
tardar momentáneamente nuestros progresos ulteriores des
pues de la sumision del Cairo. Aunque están distantes del
mar, sin embargo será preciso apoderarse de ellas, pues en-
Tomo X. 49
386
tonces dominaremos todo el pais de la parte de acá del mon
te Amanas (i). (Post Cairum nullam fore urbem Turci-
cain in Oriente proeter Aleppum et Damascum quoa
arma nostra, exiguo licet tempore, morari possit).
Es verdad que los turcos, si se lo advierten, pueden in
troducir refuerzos en Egipto, y aun fortificar á Alejandria y
hacer el Egipto casi inaccesible. Sera, pues, necesario guar
dar el mas profundo secreto acerca de este designio, y ace
lerar la partida del armamento para su destino. Hecha la ex
pedicion , no podrán ya los turcos oponerse á su buen éxito,
pues la salida de una escuadra tan formidable les hará temer
por la misma corte del gobierno. Bajo este punto de vista se
rá tambien útil esparcir la noticia de que efectivamente está
destinada contra Constantinopla, á fin de que la Puerta re
una y concentre, para proteger la capital, sus fuerzas dividi
das , y debilite de este modo las provincias distantes. Desem
barcando asi repentinamente en Egipto el ejército francés,,
necesitarán los turcos seis meses para reunir una fuerza igual,
y aun mucho mas tiempo si la Puerta se halla entonces em
peñada en una guerra con la Polonia ó la Hungria. Ademas
de esto, luego que se realice la expedicion, la Persia, que
no puede determinarse únicamente por nuestras promesas,
no dejará tambien de levantarse. Y si la expedicion se verifica
se en esta estacion del afio que, segun la opinion de personas
experimentadas , me parece la mas oportuna, seria absoluta
mente imposible á los turcos acudir á tiempo, aun cuando
tuviesen cien mil hombres disponibles, porque el Egipto se
hallaria inundado por las aguas del Nilo , en donde domina
ria nuestra escuadra, y porque el ejército turco no, podría
ponerse en marcha sino el invierno siguiente, etc.
Supongamos ahora que el Egipto esté en nuestro poder,

(i) Aqui vemos, dice el autor inglés en una nota , el verdadero mo


tivo de la invasion de la Siria, por Bonaparte , que casi no preveia que,
su carrera victoriosa se concluiria en San Juan de Acre, gracias á la*
operaciones de Sidney-Smitb. ! ¡„ ' ,. ......
387
y lo que no es inverosimil, que se hallen en paz con todos sus
vecinos, que no haya ninguna sublevacion entre ellos, y se
encuentren en estado de avanzar con cien mil hombres esco
gidos ; supongamos por otra parte que nosotros no pudiése
mos oponer á estas fuerzas mas de treinta mil hombres , pues
to que será preciso dejar veinte mil detras para mantener
nuestra posicion en Egipto, y sujetar las plazas no someti
das : sostengo que estos treinta mil hombres serian mas que
suficientes para rechazar á los turcos. Añadimos que, si se
toman bien las medidas , no es dudoso que vayan de Euro
pa refuerzos considerables, y que los subditos cristianos de
la Puerta, asi como los naturales acudan apresuradamente
a alistarse en nuestras banderas. Pero, suponiendo que nues
tras fuerzas no pasasen de treinta mil hombres, esta tropa
se hallaría perfectamente en 'estado de resistir á los turcos
por dos maniobras diferentes, sea esperándolos en las lla
nuras de Egipto, entre Suez y el Cairo, ó saliendo á recibir
los en la Arabia Pétrea, entre Gaza y las montañas , ó en
Siria, entre Alejandrela y el monte Amanus , llamado ahora
Monte di Scanderona ó el Lucan.
Hay en la Arabia Pétrea tres desfiladeros estrechos , por
donde pasan las caravanas que van del Egipto al Asia. El un'o
de estos pasos se halla á la derecha cuando se viene de Egip
to, y conduce á las riberas orientales del mar Rojo; el otro
paso está á la izquierda, en la orilla del Mediterráneo , y con
duce á Palestina y á Siria; y el tercero ,situado:entre los ,dos
anteriores, va 5 parar al monte Horeb y al monasiério de san
ta Catalina. Los dos primeros pasos conducen á Arabia, en
donde no puede penetrar ningun ejército sin mucha dificultad.
No queda, pues, mas que el tercer camino, que va del Egip
to á Palestina por en medio de la Idúmea; pero este paso es
tan estrecho por un lado con la costa del Mediterráneo, y por
el otro con la falda de las montañas de la Arabia Pétrea , que
el sultan de Egipto hubiera podido fácilmente alejar de su
pais el ejército deSelim, si hubiera tenido cuidado de apode
rarse del paso entre la Siria y la Cilicia : por haber omitido es
49:
338
ta precaucion, facilitó mucho Dario á Alejandro la conquista
del Asia. Si el sultan de los mamelucos, abandonando la Pa
lestina, hubiera tomado una posicion en el estrecho desfilade
ro, cerca de Gaza, ó cerca de Tihor (llamado en la santa Es
critura , la ribera del Egipto), que es una especie de bar
ranla ahondada desde las montanas al mar , y si hubiera es
peradlo alisal enemigo, es cierto que en esta posicion, treinta
mil hombres hubieran podido resistir á mas de cien mil.
Suponiendo que los turcos fuesen capaces de forzar no so
lamente el paso de Alejandrela , sino tambien. el de Gaza, no
podrian tampoco recobrar el Egipto; porque en este ca
so , nuestro ejército conservaria d sus espaldas el Nilo y. y
un paia extremadamente fértil , mientras que el enemigo no
tendría detras de él mas que los desiertos de la Arabia. Y si
en esta posicion evitásemos una batalla, lo que seria fácil por
la naturaleza del pais , el ejército turco se aniquilarla necesa
riamente, y se veria obligado, porfalta.de provisiones, d. re
tirarse á Siria, y á dejarnos disfrutar tranquilamente de nues
tra conquista.
Leibnitz, refiere muchos hechos históricos en apoyo de sn
opinion ; demuestra que los turcos son mucho menos temi
bles, meoos guerreros, y menos numerosos que antiguamen
te ; describe circunstanciadamente el serrallo, las rentas , los
establecimientos militares y maritimos del imperio otomano.
El autor hace esperar despues, que á la primera noticia.del
triunfo de Luis XIV, haya revoluciones parciales, luego una
insurreccion general de los bajáes, de los funcionarios civiles,
de los soldados, delos cristianos, y finalmente de todo el pue
blo. M« atrevo á afirmar, dice, que todos los vasallos del im
pecio otomano son desgraciados, y estan descontentos y de
seosos de una. mudanza, y que en este momento sola los con
tiene el recuerdo desesperado de sus tentativas anteriores para
sacudir el yugo. (Subditis omnes ausim dicere miseros*
malí contentos, ad res novas pronos, nec nisi hactenüs
desperationc successuum totics irrilorum reteñios esse\.
Vu autor francés, muy instruido eu los negocios de la Xur>
389
quia, y que eslá sorprendido de que un imperio constituido
de este modo, subsista tanto tiempo, forma la congetura, de
que Dios, «que hace con perfeccion todas las cosas , ha ele
vado y sostenido aquella poderosa nacion para el bien de su
Iglesia, y para castigar á los cristianos sus pecados y sus vi
cios.» Pero yo, prosigue Leibnitz, estoy convencido de que
se acerca el tiempo en que el Todopoderoso quiere visitar su
pueblo , en que el furor de los bárbaros tendrá su término , y
que principiará una época mas feliz para el mundo cristiano.
Pudieran decirse muchas cosas sobre la conformidad de las
profecias; sobre los periodos de los negocios humanos ; sobre
las catástrofes de los imperios; y aun sobre las propias tradi
ciones de los turcos, que les hacen esperar su destruccion de
un pais entre dos mares. (A regione bimari ruinara expcc~
tant). Esta prediccion se ha aplicado comunmente á Constan-
tinopla, y algunas veces á la Moréa; pero nadie parece que
ha pensado hasta ahora en el Egipto. {¡Semine hactenús </e
Mgypto somniante).
Sin embargo, sin querer penetrar los secretos del desti
no, saquemos nuestras consecuencias del curso ordinario de
los negocios humanos. Es notorio que el sultan ha perdido en
teramente, en la opinion de sus vasallos, su carácter de invio
labilidad, y esta circunstancia debe facilitar necesariamente su
derrota*
Todo loque sigue, no es mas que una pintura del desor
den que reina en la organizacion politica del imperio turco.
Asi Leibnitz, cree que la conquista del Egipto, conmoverá la
Puerta hasta en sus cimientos; anude: Audacitcr dico, fla-
grabit Turcia seditionibus, si volumus; y si la Puerta
está al mismo tiempo complicada en una guerra con la Polo
nia ó la Hungria, jam ruina ipsa, dice , et totius corporis
paralysis universaiis indubitata est,.
5 go

NUMERO VIL

Capitulaciones entre la Francia y la Puerta Otomana,

Francisco I ha sido el primero de nuestros rejcs que ha


hecho tratados con la Puerta. Obtuvo en i535, de Soliman
el Canonista, las primeras capitulaciones á favor del comercio
.y dela religion católica en los estados del gran señor: en
1604 logró Enrique IV del sultan Ahraedl, su renovacion
con algunas adicioues; en 1673 se renovaron y aumentaron
bajo el reinado del sultan Mahemcd I V , á peticion de Luis XIV;
y en 1740, consiguió Luis XV del sultan Mahmud, que se
renovasen los antiguos tratados con adiciones considerables.
La Francia ka tenido despues de aquella época , otras ne
gociaciones con la Puerta ; pero no han producido ningun
tratado, cuyas disposiciones sean nuevas é importantes. La
cancilleria de la embajada francesa en Constantinopla, ha con
servado siempre con fidelidad los documentos necesarios á la
historia de Francia con el imperio otomano. Alli se encontra
rán nociones exactas para aumentar todo lo que hemos dicho
sobre esta materia.
Daremos de estas capitulaciones lo que pertenece mas par
ticularmente al asunto de nuestra historia, y lo que sirve pa
ra caracterizar la politica otomana.
El emperador sultan Mahmud, hijo del sultan Mcstafá,
siempre victorioso.
. Hé aqui lo que ordena este signo glorioso é imperial, con
quistador del mundo, esta señal noble y sublime, cuya efi
cacia procede de la asistencia divina.
Yo, que por la excelencia de, los favores infinitos del Al
tísimo, y por la eminencia de los milagros llenos de bendi
cion del gefe de los profetas (á quien se den las salutaciones
mas amplias , lo mismo que á su familia y á sus compañeros),
soy el sultan de los gloriosos sultanes , el emperador de los
poderosos emperadores, el repartidor de las coronas á los Cos
39i
roes que estan sentados en los tronos, la sombra de Dios
sobre la tierra, el siervo de las dos ilustres y nobles ciuda
des de la Meca y Medina, parages y lugares augustos y sagra
dos, á donde todos los musulmanes dirigen sus votos , el pro
tector y dueflo de la santa Jerusalen; el soberano de las tres
grandes ciudades de Constantinopla, Aridrinópolis y Brussa,
lo mismo que de Damasco, olor de Paraiso, de Tripoli, de
Siria, del Egipto, la singularidad del siglo y famoso por sus
delicias; de toda la Arabia, del Africa, de Barca, de Cairo-
van, de Alepo, de Irak, Arab y Adgen; de Bassora de Lah-
sa, de Dilem, y particularmente de Bagdad, capital de los
califas; de Rakka, de Mosul, <le Chehrezour, de Diarbekir,
de Zulkadria, deEczerum la deliciosa, de Scbaste, de Adana,
de Caramania, de Kars, de Tchildir, de Van, de las islas de
Morea , de Candia, Chipre, Quio y Rodas; de la Berberia,
de la Etiopia, de las plazas de guerra de'Argel, dé Tripoli y
de Tunez; de las islas y costas del mar Blanco y del mar Ne
gro; de los paises de Natolia y de los reinos de Romelia; de
todo el Curdistan , de la Grecia , de la Turcomania, de la Tar
taria , de la Circasia , del Cabarta y de la Georgia , de las no
bles tribus de los tártaros y de todas las hordas que dependen
de ellos; de Cafa y otros lugares circunvecinos ; de toda la
Bosnia y sus dependencias; de la fortaleza de Belgrado, pla
za de guerra, de la Servia, lo mismo que de las fortalezas y
castillos que se hallan en ella ; de los paises de Albania , de to
da la Valaquia, de la Moldavia, y de los fuertes y fortines
que se hallan en sus territorios ; poseedor, en fin,, de una
multitud de ciudades y fortalezas, cuyos nombres es super- ¡
fluo referir y celebrar aquí. Yo, que soy el.emperador, el asi
lo de la justicia y el rey de los reyes,' el centro de la victo
ria, el sultan, hijo de sultan, el emperador Mahinud el con
quistador, hijo del sultan Muhamod: yo , que por mi poder,
origen de la facilidad, estoy adornado con el titulo de empera- ,
dor dedos tierras, y para colmo de la grandeza de mi califato,
estoy ilustrado con el titulo de emperador de los dos mares.
La gloria de los grandes principes de la creencia de Jesus,
302
la flor de los grandes y magnificos de la religion del Mesias,
el árbrtro y el mediador de los negocios de las naciones cris
tianas , revestido con las verdaderas señales de honor y de
dignidad, lleno de grandeza, de gloria y de magestad, el em
perador de Francia y de oiros vastos reinos que dependen
de ella, nuestro muy magnifico, muy honrado, sincero y
antiguo amigo, Luis XV, á quien Dios conceda todo triunfo
y felicidad, habiendo enviado á nuestra augusta corte, que es
la silla del califato, una carta que eontieue testimonios de la
mas perfecta sinceridad y del mas particular afecto , candor y
rectitud , y estando destinada dicha carta para nuestra subli
me Puerta de felicidad, que, por la bondad infinita del Ser
supremo incontestablemente majestuoso, es el asilo de los sul
tanes mas magnificos y delos emperadores mas respetables; el
modelo de los seftores cristianos, hábil, prudente, estimado y
honrado ministro, Luis Salvador, marques de Yilleneuve, su
consejero de estado actual , y su embajador á nuestra Puerta
de felicidad (cuyo fin sea colmado de ventura) , ha pedido el
permiso de presentar y de entregar dicha carta, lo que se le
ha concedido por nuestro consentimiento imperial, conforme
al antiguo uso de nuestra corte; y en consecuencia, habiendo
sido admitido dicho embajador hasta delante de nuestro tro
no imperial, cercado de luz y de gloria, ha entregado la refe<
xida carta, y ha sido testigo de nuestra magestad, participan
do de nuestro favor y gracia imperial ; despues ha sido pre
sentada y referida la traduccion de su contenido, segun el an
tiguo uso de los otomanos, al pie de nuestro sublime tro
po, por el conducto del muy honrado Elhadjy Mehemed Bajá,
nuestro primer ministro, el intérprete absoluto de nuestras
órdenes, el ornamento del mundo, el mantenedor del buen
orden de los pueblos, el ordenador de los grados de nuestro
imperio , el instrumento de la gloria de nuestra corona , el
conducto de las gracias de la magestad real, el muy virtuoso
gran Visir, mi venerable y afortunado ministro , lugar-te-
nUn te- general, cuyo poder y prosperidad haga Dios perpe
tuar y triunfar.
393
Y como las expresiones de esta carta amigable hacen co
nocer el deseo y celo de S. M., de hacer, como antes , todos
los honores y antigua amistad hasta ahora mantenidos desd
un tiempo inmemorial entre nuestros gloriosos antecesores
(sobre los cuales está la luz de Dios) y los muy magnificos
emperadores; y que en dicha carta se trata, en consideracion
a la sincera amistad y !\ la adhesion particular que la Fran
cia ha manifestado siempre á nuestra casa imperial, de reno
var otra vez, durante el feliz tiempo de nuestro glorioso rei
nado, y de confirmar y aclarar, por la adicion de algunos
articulos, las capitulaciones imperiales , ya renovadas el año
de la egira 10S4, bajo el reinado del difunto sultan Mehe-
med, nuestro augusto abuelo , noble y generoso durante su
vida, y bienaventurado en su muerte; las cuales capitula
ciones tenian por objeto (i) que los embajadores , cón
sules , intérpretes , negociantes , y otros vasallos de
la Francia, sean protegidos y mantenidos en toda quie
tud y tranquilidad , y que en fin ha llegado á nuestro co
nocimiento imperial que se ha conferenciado sobre estos pun
tos entre el dicho embajador y los ministros de nuestra su
blime Puerta: los fundamentos de la amistad, que, desde un
tiempo inmemorial , subsiste con solidéz entre la corte de
Francia y nuestra sublime Puerta, y las pruebas convincen
tes que S. M. ha dado de ella particularmente en el tiempo
de nuestro glorioso reinad», haciendo esperar que lps lazos
de semejante amistad no puedan menos de apretarse y afir
marse de dia en dia; estos motivos nos han inspirado senti
mientos conformes á sus deseos; y queriendo procurar al co-
ineroio una actividad, y á los yentes y viniente? una segu
ridad, que son los frutos que debe producir la amistad , no
idamente hemos confirmado por estas presentes, en toda su

f 1 ) Siendo ente pasage la base de todos los privilegios de tos france


ses en Turquia , sirve muchas veces de motivo á las solicitudes de los.
embajadores, y de fundamento i loa firmanes del gran señor,
Tomo X. 5o
3g4
extension, las capitulaciones antigua; y renovadas , lo mismo
que los articulos insertos despues de la referida fecha, sino
que para procurar todavia mas quietud a los negociantes, y
vigor al comercio, les hemos concedido la exencion del de
recho de Mezetcria que han pagado en todo tiempo, lo mis
mo que otros muchos puntos correspondientes al comercio y
á la seguridad de losyentes y vinientes , los cuales habiendo
sido discutidos , tratados y arreglados en buena y debida for
ma en las diversas conferencias que se han tenido con este
motivo, entre el expresado embajador, provisto de un poder
suficiente , y las personas comisionadas de parte de nuestra
sublime Puerta. Despues de la entera conclusion de todo, mi
sublime y absoluto gran visir, ha dado cuenta a nuestro es
tribo ¡mpñrial , y siendo nuestra voluntad atestiguar espe
cialmente en esta ocasion el caso y estimacion que hacemos de
ta antigua y constante amistad del emperador de Francia, que
acaba de darnos muestras particulares de la sinceridad de su
corazon, hemos otorgado nuestra señal imperial para la ejecu
cion d.! los articulos nuevamente concluidos; y en su conse
cuencia las capitulaciones antiguas y renovadas, habiéndose
copiado y relacionado exactamente , palabra por palabra al
principio , y despues los articulos nuevamente arreglados y
acordados; estas presentes capitulaciones imperiales serán en
tregadas y consignadas en el orden referido, en manos de di
cho embajador. .>.....,. i . >
Ló* articulos 3*, 33 , 3^, 35 y 36 de las capitulaciones
contienen lo que sigue:
Gomo las naciones enemigas que no tienen embajadores
determinados en tni Puerta de felícidid', iban y venian an
tes de ahora á mis estados bajo la bandera del emperador de
Francia , ya para el Comercio , ya paral 'la peregriUac'ioñ , se
gun el permiso, imperial que habian tenido bajo el reinado
de nuestros abuelos , de gloriosa memoria , lo mismo que
está contenido en las antiguas capitulaciones concedidas á los
franceses, y como despues, por ciertas razones, la entrada en
nuestros estados se habia prohibido absolutamente a estas mis
395
mas naciones, y que tambien se hablan excluido de dichai
capitulaciones; sin embargo, el emperador de Francia, ha
biendo manifestado por una carta que ha enviado á nuestra
Puerta de felicidad, que deseaba que las naciones enemigas
á las cuales estaba prohibido comerciar en nuestros estados,
tuviesen la libertad de ir y venir á Jerusulen , lo mismo que
ellas tenian costumbre de ir y venir, sin ser de ninguna ma
nera inquietadas; y que, si en lo sucesivo las era permitido
ir y venir á traficar en nuestros estados, fuese tambien bajo
la bandera de Francia, como anteriormente, habiendo ad
mitido la demanda del emperador de Francia, en conside
racion á la antigua amistad que desde mis gloriosos antepa
sados, subsiste de padres á hijos entre S. M. y mi sublime
Puerta, ha emanado la ordeu , cuyo tenor es el siguiente:
que las naciones cristianas y ene-migas que están en paz con
el emperador de Francia, y que deseen visitará Jerusalen,
puedan ir y venir á ella en los limites de su estado, en la
manera acostumbrada, con toda libertad y seguridad, sin que
nadie les cause ningun desorden ni ponga impedimento, y si
en lo sucesivo conviene conceder á dichas naciones la libertad
de comerciar en nuestros estados, irán y vendrán bajo la ban
dera del emperador de Francia, como antes, sin que se les
permita ir y venir bajo ninguna otra bandera.
Las antiguas capitulaciones imperiales que estan en ma
nos de los franceses desde los reinados de mis magnificos
abuelos hasta hoy, y que acaban de referirse arriba, que
dan ahora renovadas con una adicion de algunos nuevos ar
tículos, conforme al mandato imperial, emanado en virtud
de mi Rattcherif : el primero de estos articu'los trae, que los
Obispos dependientes dela Francia, y los dttmqs religiosos
que profesan la religion cristiana , de cualquier nacion ó es
pecie que sean , cuando so mantengan en los límites de su
estado, no sean turbados en el ejercicio de sus funciones en
los parages de nuestro imperio, en donde estan hace mu
cho tiempo.
. Los religiosos francos, que, segun la antigua costurar
5o:
i

396
bre estan establecidos dentro y fuera de la ciudad de Jcm-
salen, en la iglesia del Santo Sepulcro, llamada Kamama,
no serán inquietados por los lugares que habitan, y que es-
tan en sus manos, los cuales permanecerán en ellas como
antes, sin que puedan ser inquietados en este asunto, ni
tampoco con pretensiones de impuestos; y si les ocurriese
algun pleito que no pueda decidirse en aquel parage , será
enriado á mi sublime Puerta.
Los franceses ó los que dependen de ellos, de cualquiera
nacion ó calidad que sean, que rayan á Jerusalen, no serán
inquietados al ir ni al, reñir.
Las dos ordenes de religiosos franceses que estan en Gá
fela, á saber, los jesuítas y los capuchinos, y tienen alli
dos iglesias , que estan en su poder ab antiquo , permane
cerán tambien en sus manos, y las poseerán y disfrutarán: y
como la una de estas iglesias se ha quemado, será reedifica
da con permiso de la justicia , y quedará como antes en po
der de los capuchinos , sin que puedan ser molestados en es
te particular. No se inquietará tampoco á las iglesias que
la nacion francesa posee en Esmirna, en Seide, en Alejan
dria y en otras factorias, y no se les exigirá ningun dinero
bajo de este pretexto.
No se inquietará á los franceses cuando, en los limite»
de su estado, lean el Evangelio en su hospital de Gálata.
No habiendo tenido una exacta ejecucion muchas de estas
condiciones, la Puerta las renovó en i;4°. Véase esta re
novacion , como se halla expresada en el artículo ochenta-
y dos.
Cuando los lugares, que los religiosos dependientes de
la Francia poseen y disfrutan en Jerusalen, como se ha he
cho mencion en los articulos anteriormente acordado» , y ac
tualmente renovados , tengau necesidad de ser reparados por
la série de los tiempos, será permitido conceder, á peticion
del embajador de Francia residente en mi Puerta de felici
dad, órdenes para que se hagan estas reparaciones de una.
manera conforme á las tolerancias de la justicia; y los cadis,
397
comandantes y otros oficiales, no podrán poner ninguna suer
te de impedimento á las cosas concedidas por mandato ; y
como ha sucedido que nuestros oficiales, con pretexto de
que se habiau hecho reparaciones secretas en dichos lugares,
los visitaban muchas veces en el año, y tiranizaban á los re
ligiosos, queremos que, por parte de los bajas, cadis, co
mandantes y otros oficiales que se hallen ulli, no se ha
ga mas que una visita por año en la iglesia delparage que lla
man Sepulcro de Jesus, lo mismo que en las demás iglesias
y parages de visita. Los Obispes y religiosos dependientes
del emperador de Francia, que se hallen en mi imperio, se
rán protegidos, en tanto que se mantengan en los limites de
su estado , y nadie podrá impedirles el ejercicio de su rito,
segun su uso , en las iglesias que estan en su poder, lo mis
mo que en los demas parages en que habitan: y cuando nues
tros vasallos tributarios y los franceses vayan y vengan los
unos á casa de los otros , para ventas , compras y otros ne
gocios, no se les podrá molestar contra las leyes sagradas,
por causa de esta comunicacion ; y como se ha expresado en
los articulos anteriormente estipulados, que podrán leer el
Evangelio en los limites de su deber, en su hospital de Gá-
lata,sin embargo» no habiéndose esto ejecutado, queremos
que en cualquier parage en que pueda hallarse este hospital
en lo sucesivo, en una forma juridica , puedan, conforme á
las antiguas capitulaciones, leer allí el Evangelio en los lí
mites de su deber , sin ser inquietados con este motivo-

Todo lo restante de estas capitulaciones ó tratados, ajus«


tados entre Luis XV y el sultan Mahmud, tienen tanta
extension que no permiten insertar entero este documento
diplomático. La parte que presentamos al público , basta para
el objeto de nuestra obra, y para manifestar su importan
cia. Los articulos del tratado llegan hasta el húmero de ochen
ta y cinco ; en ellos se arreglan y determinan con claridad los
398
derechos de las personas y los privilegios, ó exenciones parti
culares del comercio, cuya posesion concede la Puerta otoma
na á todos los franceses que se establezcan ó viagen en los
paises de su dominio ; y se señalan y fijan las relaciones di
plomáticas de ambas potencias, y las prerogativas de los
cónsules y de los embajadores del rey de Francia.
'99

TABLA

e¿e ¿a<f ma/eiiaj con¿eruc¿atf en &)¿e ¿orno.

■aHMWw

LIBRO DÉCIMO NONO.

Año de 1291 i 1300.


Idea de los nnevos cuadros que van á presentar las Cruzadas, pág. 1.
Bula de NicolíO IV con motivo de la Toma de Tolemaida, ». - Prepa
rativos de los principes de Occidente, 3. - Muerte de Nicolao IV, 5.
Estado del Oriente, 5. • Invasion de los tártaros, 6. - Cazan, 7, • Su
expedicion á Siria , 7.

de 1301 i 1330.
Su embajada al Papa , 8. - Cruzada de los señores genoveses ; Cazan
se ve obligado á abandonar la Siria , 9. - Esfuerzos de Clemente V para
resucitar el espiritu de las Cruzadas , 1». - Expedicion de los Hospitala
rios y de les caballeros cristianos , i3. - Principio del proceso de los
Templarios , i5. - Reflexiones sobre este proceso, 16. - Felipe el Her
moso promete cruzarse, 19. - Muere , 20. - Proyectos de Felipe el Lar
go , ao. - El Papa le disuade 20. -Mortandad de los judios, ai. -Llegada
"i Europa de los embajadores del rey de Armenia , 43. - El Papa escribe
á Felipe el Hermoso exhortándole á la Cruzada , >4- - Su testamento , 24.
Versos del Petrarca sobre la esclavitud de la Tierra Santa, a5. - Esfuerzos
de Raimundo Lulio, 27. - De Sanuti, 28.

de 1331 á 1360.
Asamblea de la santa capilla , en el reinado de Felipe de Valois , 3i.
Se predica una Cruzada , 3a. - El Papa concede diezmos, 33. - Muerte
del Papa Juan XXII , 34. - Efecto que produce en Orien/e la noticia
de una Cruzada , 35. - Los musulmanes se proponen pasar á Europa , 36.
Viage del hermano Andres de Anlioquia, 36„.- Su entievista con Felipe
de Valois , 37. - Carta del Petrarca para empeñar al dux de Venecia á la
guerra contra los infieles, 38. - Cruzada de Humberto, 5p..- Peste qua
4oo
destruye la Europa, ¿i. ' Situacion de la Europa en la muerte de Felipe
de Valois : desordenes de las Companiat blancal en Francia, 4>.

de 1361 á i4oo.
Pedro de Lusiñan, rey de Chipre, viene á implorar las armas de los
principes cristianos contra los infieles , 4.5.- Urbano V predica la Cru
zada delante de los reyes du Chipre , de Francia y de Dinamarca , 44-
Muchos señores se cruzan con el rey Juan, 45- - El rey de Chipre visita
todas las cortes de Europa , 46. - El rey de Francia muere en Londres; el
emperador Carlos IV, de acuerdo con el rey de Hungria, propone tomar
las Compañias blancas á su sueldo y enviarlas contra los turcos, 47- - El
rey de Chipre se embarca al frente de un ejército de diez mil hom
bres, 48. - Los Cruzados atacan , saquean y abandonan á Alejandria,
docembarcan en las costas de Siria, donde entregan á las llamas muchas
ciudades, 4o- - Tratado del rey de Chipre con el sultan del Cairo , 5o.
Expedicion de los geuoveses sobre las costas de Berberia ; señores fran
ceses é ingleses que toman parte en ella : los Cruzados llegan á vista ds
Ja ciudad de Africa , 5i. - Descripcion y sitio de esta ciudad , 5¡. • Res
puesta del duque de Borhou i un enviado d.e los habitantes, 54.- Prodi
gios referidos por Froissard , 55. - Combate propuesto de diez contra
diez : asalto dado á la ciudad , 56. • Triste situacion de los cristianos , 5y.
Desconfianza reciproca de los Cruzados, 59. - Los barones y caballeros
franceses anuncian la resolucion de retirarse, 60, - La expedicion de los
genoveses no hace mas que aumentar el mal que han querido reme
diar , 61. - Mudanza de los ánimos con respecto á las Cruzadas , 6a.
Conquistas y progresos de los turcos , 63. - A quien se deben , 64. - Di
nastia otomana , 66. - Poder y carácter de los otomanos ; debilidad de
los sucesores de Constantino, 67. - Su politica , 68. - Paleologo paga un
tributo á Amurates, 69, - Indiferencia de los latinos por el imperio grie
go , 70. - Triste estado de este imperio : desprecio de los musulmanes á
los principes griegos, 71. - Cisma en la cristiandad : Cárlos VI rey de
Francia declara que entra en la liga contra los infieles, 7a. - Nombres
de los barones y señores franceses que van á Hungria á pelear contra
ellos, 73. - Escuadra veneciana: triunfos de los cristianos contra los tur
cos, 74. - Batalla de Tficopolis, funesta á los cristianos, 73. -Crueldad de
Bayaceto despues de la victoria , 77. - Desolacion de la corte de Cárlos
VI : regalos enviados por este rey al emperador turco, 77.

de 140a á 1444.

Como se rescatan los prisioneros franceses. Palabras de Bayaceto al


4o i
duque de Nevers , 78. - El Mariscal de Boucicaut conduce nuevos Cru
zados al Oriente, 80. - Se trae consigo al emperador griego Manuel: en
trada de este principe en Paria, 81. - Estado de la Europa , 82. - lamer
ian marcha contra Bayaceto, 83. - Batalla de Ancira, 85. - Ni los griegos
ni los latinos se aprovechan de las victorias de Tamerlan: conversacion
de Manuel, que manifiesta la situacion y la politica de los principes
griegos, 86. - Concilio de Ferrara: se proclama la reunion de las dos igle
sias griega y latina , 88. - El Papa Eugenio escribe á todos los principes
cristianos para exhortarlos á reunirse contra los turcos, 89. - Levanta
tropas y equipa navios; quien es el que le ayuda , 91. - El Cardenal Ju
liano , nombrado Legado cerca de los Cruzados ; su carácter, 92. ' Hu-
niades y Ladislao se abren el camino de Bizancio, 94. - Se resuelve en
el consejo de los gefes del ejército de los Cruzados la paz con Amura-
tes , 95. - El Cardenal Juliano hace que se rompa esta paz : su discurso
en el consejo de los gefes , 97. . .:

de 1444 á 1453.
Batalla de Warn» funesta á los Cruzados, 102. - Muere en ella el rey
.Ladislao, 104. -El Cardenal Juliano perece en la foga, 104. -Mahomet II
y Constantino, 106. • Mahomet se ocupa en la conquista de Bizancio, 107.
-Sus preparativos ; Constantino implora los socorros de las naciones de la
Europa, 108. - Indiferencia de los griegos por su propia defensa, 110.
El ejército otomano se presenta delante de Constantinopla , 114. - Sitio
de esta ciudad , 1 15. < Los francos atacan y dispersan la escuadra otoma
na , 117. -Como se apodera Mahomet del puerto de Constantinopla , 118.
Tranquilidad de Constantino en medio de los partidos exaltados, 121.
Pre.'iere una muerte gloriosa á las vergonzosas^ condiciones que le propo
nen de parte de Mahomet, ia3.- Su discurso para reanimar el valor v la
esperanza de sus compañeros de armas, ia5. -Asalto dado á la ciudad,
126. - Queda herido el veneciano JpptinjapL, 128. - Constantino muere
atravesado de heridas, 129. - Tom$ d^j^a ciudad y mortandad de los
habitautes, 100. • Deflexiones, i3a.

LIBRO VIGÉSIMO. , \ / .

de T453 á 1469. .
Espanto de los pneblos cristianos, 1 35. - El duque de Borgoiia reune
tn Lila toda. la nobleza de sus estados , y en una fiesta procura despertar
el celo y el denuedo de I03 valientes, 1 36. .Descripcion de esta fiesta,>'^.
Tomo X. 5i
4 02
E>ftierzOs del monge Juan Capistrano y de Silvio Eneas, para reanimar
la devocion belicosa de los Crinados , l4l.- Carta del emperador Fede-
tico III al l'apa Nicolao V , sobre la toma de Constantinopla , 1 4 2. - Sil
vio Eneas predica de nuevo la Cruzada , i43. - Predicaciones del hermano
Simonet ; pasion del Papa Nicolao V por la antigüedad sabia , i¿5.
Celo de Calixto III por la Cruzada , i46. - San Antonino arenga al Papa
en nombre de la ciudad de Florencia ; los otomanos avanzan contra
Belgrado , 1 47- - El Papa Calixto instituye la oracion del Angelus , 148.
Huniades y Capistrano libertan á Belgrado, i4jt. - La escuadra del Papa
consigue algunas ventajas en el Archipielago ; murmuraciones contra la
exaccion de los diezmos, 1 5 1 . - Apologia del Papa Calixto, 1S4. - Insta
á Carlos VI] á socorrer la Hungría , i55. . El delfin Luis se declara por
la Cruzada , i56. - Turbulencias en Hungria , i56. - El poder de Maho
met II se bacc cada dia mas formidable, i58. - El Papa I'io II convoca
una asamblea general en Mantua , i5n. . Pormenores de esta asam
blea, 160. - Pio ll trata de convertir i Mahomet II al cristianismo, 161.
Respuesta del principe turco; sus conquistas; Consistorio tenido por
el Papa , iG5. - Resolucion que se adopta en él : exhortacion del Papa á
todos los fieles , 164. - Escribe al dux de Venecia invitándole para que
asista á la guerra que se va i hacer á los turcos 167. . Pasa á Ancana:
llegada de los Cruzados á esta ciudad : el Papa despide una parte de
ellos, 169. - Muerte del Papa Fio II, 171. -Débiles ventajas ganadas
por lo» venecianos á los turcos, 172. - Escanderberg viene á Roma á
solicitar los socorros del Papa Paulo II; este Pontifice escribe á los
principes de la cristiandad para empeñarlos i socorrerla Albania, 17a.
Muerte de Escanderberg, 170.

de 1470 i 1490.

Juramento de Mahomet II de exterminar los cristianos : el Papa


ordena rogativas públicas en'*ta"b5udad de Roma, 175. - Toma de Ne-
groponto por los turcos: Ksfuerizo*' del Papa para apaciguar las dis
cordias: dietas de Ratisbona y de Kuremberg, 176. - Resoluciones qne
se toman eji ellas, 177. -El Papa Sixto IV envia Cardenales á toda la
Europa á predicar la paz entre los cristianos , y la guerra contra los
turcos, 178. - Carta del rey de Persia al Papa , 179. - Los venecianos,
el rey de Ñapoles y el Papa hacen la guerra á los otomanos : su es
cuadra saquea y destruye á Satalia y a Esmirna , 1 j.9. - Los venecianos
se ven obligados á pedir la paz á Mahomet, 181. - Santiago de Lu-
siñan es coronado en el Cairo rey de Chipre , i83. . Promete ser fiel
al sultan de Egipto , i83. - Venecia obtiene de la viuda de Santiago
la cesion de todos sus derechos á la isla de Chipre , v84. - Empresa
4o3
de Mahomel contra la isla de Rodas y contra la Hungria , i83. • So
ejército queda destruido en la Transilvania , 188. - Sitio de Rodas, 189.
Los turcos se ven obligados á abandonarle ; toman por asalto la ciudad
de Otranto y la entregan al saqueo, 191. - El Papa Sixto IV i01plora
los socorros de la cristiandad, 192. - Divisiones en Italia , 193. - Asam
blea solemne celebrada en Roma : tratado hecho entre las potencia*
cristianas , 193. - Muerte de Mahomet II : fiesta ordenada por el Papa
con este motivo 195. - Los turcos abandonan á Otranto; division entra
los hijos de Mahomet , 195. - El principe Gem se refugia en la isla de
Rodas : le enwan á Francia , 1961 - Inquietudes de Bayaceto II por
él , 199. - Sus embajadas al rey de Nápole* y al rey de Francia ; Ino
cencio VIII pide á é*te que envie el principe Gem á Roma, y l*
confie i su custodia : Gem es con ducido á Roma , 200.

de 1494 á 1520.
Designio de Inocencio VIII : tratado concluido entre el Papa y el
emperador. turco , aoi. - Cárlos VIII, persuadido de hacer valer los
derechos de la casa de Anjou al reino de Nápoles , anuncia el desig
nio de dilatar sus conquistas por los reinos del Oriente , 201. • Alfonso,
rey de Nápoles , implora el socorro de la Santa Sede , y avisa á Ba
yaceto de los proyecto* de Cárlos VIII : Alejandro VI se ve obligad»
á abrir las puertas de Roma al rey de Francia , y despues i entre
garle el principe Gem , ao3. - Cárlos pretende comprar á precio d«
dinero el imperio de Constantinopla , ao5. - Entra triunfante en Nápo
les , 206. - El principe Gem muere en la Pulla: rumores acerca de
esta muerte, 207. - Liga formada contr* los franceses , 207. - Cárlo*
piensa regresar á Francia, 209. - Triste resultado de su expedicion , 210.
Los venecianos experimentan los efectos de la colera de Bayaceto ,211.
Alejandro VI logra formar una liga contra los turcos entre la Francia,
la España, Venecia y Rodas : el emperador Maximiliano toma la Cruz,
112. - El descubrimiento de la América y la llegada de los portugueses
i las Indias orientales, distraen la atencion del Occidente: nueva di»
reccion de los ánimos, ai3. - Los venecianos son los primeros que ad
vierten las mudanzas que se verifican en el mundo politico , y procuran
precaver sus efectos , 214. - Expedicion de los mamelucos contra lo*
portugueses en la India, a 1S. - Envidia que excitan la magnificencia y
las riquezas de Venecia, 217. -Discurso deHelian, embajador de Luis XII,
en la dieta de Augsbourg, 218. - Concilio de Letran : carácter del Papa
Julio II : no puede restablecerla paz, 219. - El emperador turco Selim
amenaza á un tiempo la Italia , la Alemania , la Persia y el Egipto:
Leon X predica una Cruzada contra él, 220. - El emperador Maximilia
4o4
no manifiesta el deseo que ha tenido siempre de restablecer el imperio
de Constantino , 221. - Gonquittas de Selim : se apodera de los santos
lugares, 222. - Leon X anuncia al Colegio de los Cardenales el proyecto
de armar las principales potencias contra los turcos : proclama una tre
gua de 5'aiios, 223. . Los poetas y los oradores le representan como el
libertador del mundo cristiano, 224. - El Papa arregla el plan de la
guerra tanta, 219. - Obstáculos que encuentra en la ejecucion, 23o.
Como se hace la exaccion de los diezmos en Francia, a3i. -Guerra santa
predicada en la diocesis de Tolosa , 232. - Descontento en Alemania con
motivo de los diezmos , a35. - Lutero se levanta contra los predicadores
de las indiligencias, 236.-Una de sus proposiciones censurada por Leon X:
principio de la reforma , 237. - Leon X se olvida mucho de los progresos
de Lulero, y abandona demasiado pronto su proyecto de Cruzada : Soli
man amenaza la isla de Rodas , 239.

de igíi á 1570.
Toma de esta isla, 24o. - Acogimiento que hace al gran maestre de
los Hospitalarios el Papa Clemente Til: divisiones en Europa, 241.
Derrota de los húngaros por los turcos : Luis II perece en la derrota
general , a43. - Exhortaciones del Papa á todos los soberanos de la Euro
pa : toma de Roma por las tropas del emperador Cárlos V, a44.- Prisio
nero el Papa, no deja por eso de velar en la defensa de la Europa cris-
liana , a45. - Dietas de Augsburgo y de Espira , 246. - Los turcos sitian la
capital del Austria: como se liberto, 247. - Soliman derrota y dispersa
las tropas alemanas enviadas á Hungria ; tratado de paz entre aquel em
perador y el rey Fernando, en el cual se comprende el Papa , 248.
Francisco I se une con el sultan, 25i. - Cárlos V protege la capital de
Austria: llev'a la guerra á las costas de Africa, 2S1. - Latero condena la
indiferencia de los' pueblos y de los reyes, y aconseja á los cristianos que
resistan á los musulmanes , 253. - Sus escritos sobre la guerra contra loa
turcos, 253. - Escritos de Erasmo sobre el mismo asunto, a56. - Defen
sa de Malta contra las fuerzas de Soliman, 259. -Muerte de este prin
cipe , 260. - Los turcos se apoderan de Famagosta y de Nicosia : Vene-
cia, el rey de España y el Papase reunen contra ellos , 261.

Batalla de Lepanto , 262. - La gana don Juan de Austria, 260. - Se


lim hace edificar el castillo de los Dardanclos : los venecianos celebran
con fiestas el triunfo de la escuadra cristiana , 264. - Marco Antonio
Colona es conducido en triunfo al Capitolio , precedido de un gran
número de prisioneros de guerra: fiesta, instituida por el Papa en me
moria de la victoria ganada en Lepanto , »6í. - El estandarte de la Cruz
no parece ya en las guerras contra los turcos , 367. - La politica de los
principes cristianos no mira ya la Puerta Otomana como una po
tencia rival : causas de su mudanza , a68. - Causa de los progresos de
los turcos , 270. - Causas que perjudicaron la conservacion y la exten
sion de sus conquistas , 272. - El duque de Mercoeur logra muchas
ventajas sobre los otomanos : embajada del rey de Persia á los prin
cipes del Occidente , 173.

de i6»i á 1718.
Embajada del sultan turco á Enrique IV , 174. - Guerra de 5o
anos : jubileo publicado por el buen éxito de las armas imperiales , 275.
El Papa Alejandro VII implora el socorro de los principes cristianos
contra los turcos : Luis XIV entra en la confederacion , 276. - Ale
jandro VII acoge con indiferencia las proposiciones de este rey y la
decision unánime de la dieta de Francfort , 277. - Se renuevan inútil
mente las negociaciones , 278. - Leopoldo consiente en fin en que le
socorran los príncipes cristianos, aSo. - Ejército de 3o mil hombres de
los estados confederados : victoria decisiva ganada por Mdntccúculi en
la llanura de san Gotardo : paz concluida con los turcos ; la isla y la
ciudad de Candia socorridas por tropas francesas, 281. - Caen sin em
bargo en poder de los turcos , 282. - Juan Sobieski liberta á la Ale
mania de su presencia, a83. - El joven duque de Berwick acude con
una multitud de nobles guerreros á combatir á los turcos, 280. . Pér
didas que sufren estos últimos, 286. - Se ven reducidos á solicitar la
paz: tratado de Carlowitz , 287. - Reflexiones sobre este tratado, 287.
Causa de la decadencia de los turcos, 288. - Opiniones de los escrito
res de la reforma en pro y en contra de la guerra hecha á los turcos, 299.
Memoria de Leibnitz presentada á Luis XIV , 3oi. - Análisis de esta
memoria, 302. - Clemente XI envia Legados i todas partes para em
peñar los pueblos y los reyes á tomar las armas contra los turcos:
oda de J. B. Boosseau sobre la guerra declarada por los otomanos á
la república de Venecia , 3©4. - Sobre la victoria de Peter-Waradin
ganada por el principe Eugenio , y sobre la paz de Passarowilz , 3o5.
Pormenores sobre estos acontecimientos, 3o6. - Por qué dejan de pre
dicar Cruzadas contra los turcos, 307. - Peregrinaciones á Jerusalen, 3o8.
Embajada solemne de! sultan á Luis XV , relativa al santo Sepulcro, 3o9,
Costumbres hospitalarias de los religiosos de san Francisco de Asia,
guardianes del santo Sepulcro , 3 10.
4o6

PIEZAS JUSTIFICATIVAS.
i

NUMERO i.«
Nota de Mr. Renouard sobrela obra de Mr. Hammer, 3i5.
NUMERO ».•
Piezas relativas a la predicacion de la Cruzada en la diocesi! da
Tolosa , Sai.
NUMERO 3.»
Sumario historico de la toma de Malta en 1797! 3St.
NUMERO 4.*
Carta de Selim, emperador de los turcos, a don Juan de Austria, 355.
NUMERO 5.«
Sumario de las negociaciones que se verificaroa en Roma en 1664
| 1663, 358.
NUMERO 6.'
Memoria de Leibnitz dirigida a Luis XIV, 374.
NUMERO 7.»
Capitulaciones entre la Francia y la Puerta otomana , igo.

FE DE ERRATAS.

En la pág. i>5, linea 6, donde dice Luit X, leaseXem» X.


CONTINUA

LA LISTA DE LOS SEÑORES SÜSCRITORES.

EN MADRID.
Sr. D. Joaquin Alvarez Quiñones.
Si. D.Juan Piñuelas.

EN TOLEDO.
Sr. Dr. D. José Cárlos Calba.
Sr. Dr. D. José Maza.
Sr. D. Nicolas García.

EN JAEN.
Sr. Licenciado D. Mateo Candalija.
Sr. D. Alonso Adan.

EN MALAGA.
Sr. D. José Fenaris.
Sr. D. Manuel de Torres.
Sr. D. Diego de Rute.
Sr. D. Francisco de Paula Sánchez de Castilla.
Sr. D. Diego Miguel Garcia.
Sr. D. Manuel Rodriguez Sanchez.
Sr. D. Francisco Peña.

EN BARCELONA
Excmo. Sr. Baron de la Barré.
Sr. D. Tomas Gorchs.
Sr. D. Francisco Brigem.
Sr. D. José Marti y Coma.
4o8
Sr. D. C. P. y M.
Sr. D. Francisco Torruellon.

EN SALAMANCA.
Sr. D. A. C. G. y D.
Sr. D. Tomas Serafín Rodrigues.

EN ZARAGOZA.
Sr. D. Ignacio Sabal.
Sr. D. Manuel Justeros Nenaido de Lerida.
Sr. D. José Berges.
Sr. D. Martin Marticorcna.
Sr. D. Joaquin Cistué.
Sr. D. Isidro Dolz.

EN GE UTA.
Sr. D. Antonio Feirido.
Sr. D. José María Tovil.

EN MURCIA.
Sr. D. Mateo de Masegosa.
Sr. D. José Calahorra.
Sr. D. Francisco Ramirez. .>
Sr. D. Santiago Soto.
Sr. D. Luis Manresa. ;-•,„•' £
Sr. D. José Gasi Fernandez.
Sr. D.José Santo Domingo. . „ „ ,
Sr. D.José Zarandona.
Sr. D. Agustin Juan Maeerandis.
Sr. D. Ramon Reyllo.
Sr. D. Gabriel Gonzalez Maldonado.
Sr. D. José Gonzalez Estéfani.
Sr. D. Miguel Molina. (Se continuará).

También podría gustarte