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Evangelio en tiempos de pandemia

Ciclo A

P. Nelson Chávez Díaz


Párroco san Juan Bautista – Curicó

Mateo 5, 17-19

1. El pasaje del evangelio de hoy hay que entenderlo a la luz de lo que viene
después, a saber Mateo 5, 21-48 en donde Jesús revisa y actualiza haciendo más
exigente la ley contenida en el Antiguo Testamento. En efecto, el Señor Jesús
advierte a sus discípulos de lo que va a decir para que no mal interpreten sus
palabras sino que más bien las entiendan de forma positiva. Esto puede notarse
sobre todo en el texto cuando Jesús valora hasta la más mínima parte de la ley (ni
una “i” ni una coma) y además advierte de las consecuencias para todo aquel que
no cumpla con las exigencias más mínimas e insignificantes de la ley; al contrario,
Jesús reconoce la importancia que tendrá en la posteridad del Reino la persona
que cumpla y enseñe su importancia.
2. Las palabras del Señor Jesús en el evangelio de hoy representan una visión
crítica del modo de comprender y de vivir la ley contenida en el Antiguo
Testamento y que para el pueblo judío era sagrada porque había sido revelada por
el mismo Dios. Ahora bien, para nosotros, cristianos y creyentes en Jesucristo del
siglo XXI el cumplimiento de la ley pareciera no tener tanta importancia como para
los judíos del siglo I d.C. En efecto, para ellos el cumplimiento de la voluntad de
Dios estaba contenido en la ley, en lo que habían escrito Moisés y los profetas y
por eso era tan importante el cumplimiento y la observación rigurosa de ella. Para
nosotros, en cambio, más que el cumplimiento de una “ley” se trata de dejarse
impregnar por los valores que vivió el Señor y por las enseñanzas contenidas en
los evangelios. Nuestra fe en el Señor no se fundamenta en el cumplimiento de
una ley religiosa sino en el seguimiento de una Persona y esa Persona es
Jesucristo. Sin embargo, así como los judíos del tiempo de Jesús caían en un
“mínimo” cumplimiento de la ley o en su mero cumplimiento externo (ambas
expresiones del “legalismo religioso”) y de esta forma se desvirtuaba el sentido y
el espíritu de ella, así también es sano descubrir y mirar con ojo crítico las posibles
deformaciones de nuestras “prácticas religiosas” a las que también hoy día
nosotros como creyentes también podemos estar expuestos. Una primera
deformación puede ser reducir nuestra fe en Jesucristo a una religiosidad centrada
en obras y prácticas de piedad, a veces incluso centrada en una relación con
“objetos religiosos o sagrados”; no afirmamos que las prácticas de piedad sean
inadecuadas sino que ellas pueden, finalmente, sustituir la relación personal con
el Señor Jesús. El peligro de la práctica religiosa es quedarse en las
“mediaciones” (aquello que hace puente entre Dios y el hombre) que muchas
veces nos pueden confundir e inducirnos al autoengaño; el Señor Jesús, en
cambio, nos pide que nos relacionemos vitalmente, existencialmente con Él a
través de su “seguimiento” que es permanecer en una “relación personal con
“alguien”, Jesucristo, que hoy día sigue vivo como resucitado.

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