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Evangelio en tiempos de pandemia

Viernes 08 enero 2021


Ciclo B.

Pbro. Nelson Chávez Díaz


Párroco san Juan Bautista – Curicó

¿De qué enfermedad espiritual nos quiere “sanar” el Señor?

¿Qué camino de maduración espiritual me invita a hacer el Señor a partir del


sufrimiento?

Lucas 5, 12-16.

1. Por los estudios bíblicos más recientes hoy día podemos afirmar que la “lepra”
de la cual se habla en los evangelios es muy poco probable que haya existido en
Israel; los estudiosos plantean que la “lepra” que aflige a estos enfermos podría
más bien referirse a enfermedades de la piel tales como soriasis, tiña, eccemas,
erupciones o tumores pero nunca a la lepra. Sea como sea, esta enfermedad
tornaba la vida de una persona en una verdadera tragedia no tanto por la dolencia
física cuanto también por la humillación y la vergüenza que producía en el propio
enfermo al sentirse sucio o repugnante para la gente. Un enfermo de “lepra”
estaba privado de llevar una vida normal, de casarse y formar una familia, de vivir
integrado a la comunidad o de poder colocar su trabajo al servicio de la sociedad,
en el fondo, de aspirar a vivir una vida con un desarrollo más pleno y no quedarse
atrapado en la exclusión, el aislamiento y, en definitiva, en la infelicidad.
2. Hay dos gestos en esta escena que son dignos de destacar a la hora de
situarnos como aprendices y discípulos del Señor; en primer lugar la súplica del
enfermo: se coloca “rostro en tierra” y apela a la bondad y la compasión de Jesús.
Tal vez la enfermedad ha operado en este enfermo un proceso de humildad y de
apertura profunda del corazón que lo ha llevado a un estado en que sólo la fe y la
confianza absoluta y total en Jesús puede verdaderamente curarlo en su cuerpo y
sanarlo en su alma. Es que, muchas veces, la enfermedad no es sólo cuestión de
una patología orgánica que sólo se “soluciona” en el “nivel biológico” sino que
también afecta los niveles más profundos del corazón; toda enfermedad,
especialmente las más graves, tienden a involucrar las diversas dimensiones de lo
humano, a saber: afecta a nuestra “biología”, a nuestra “biografía” y a nuestra “bio-
filia” o “amor por la vida. Detrás de ese gesto del enfermo de lepra se hace
presente el sufrimiento que tiene siempre un carácter multidimensional en toda
persona pero que, sobre todo, nos afecta profundamente en nuestra vida psíquica
y espiritual ante la cual, muchas veces, nos cuesta más encontrar la sanación
completa. ¿Cómo nos afecta la enfermedad en nuestra dimensión espiritual?
¿Cómo nos sanamos de nuestras llagas espirituales? El camino que nos muestra
el enfermo del evangelio de hoy culmina en la aceptación humilde de su
sufrimiento y de su “límite” y en la entrega confiada a la misericordia del Señor. El
enfermo se deja tocar por el Señor Jesús con lo cual expresa dos cosas, a saber:
es capaz de pedir ayuda; el dolor ya no lo “retuerce sobre sí mismo” sino que ha
llegado a la madurez para sentir la necesidad de pedir ayuda a otro dejando de
lado la soberbia y el orgullo personal. Y en segundo lugar, el proceso de
maduración al que lo ha sometido la enfermedad lo ha hecho abrirse a esa
“dimensión trascendente” que lo conecta y lo pone en contacto con lo más
profundo de su ser en donde toma conciencia de que, precisamente cuando
llegamos a nuestros límites, allí aparece el Señor para llevarnos más allá. “Quiero,
queda limpio. Y al instante le desapareció la lepra”.

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