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ÉTICA FILOSÓFICA
DOCENTE:
DONALDO DURÁN GELVEZ
ALUMNO:
MAYER ANDRÉS CAMARGO MORALES
SEMESTRE: 5
INSTITUCIÓN:
UNIDADES TECNOLÓGICAS DE SANTANDER
2020
ÉTICA FILOSÓFICA
La reflexión filosófica no podrá olvidar por tanto que la lógica para el gobierno de
sí mismo no es elaborada por cada persona a partir de la nada. Tiene unos
presupuestos naturales específicos, los primeros principios prácticos y las
tendencias que constituyen el dinamismo profundo de la psique. Tiene además unos
presupuestos experienciales, en cuanto que la comprensión de las verdades éticas
no se alcanza por la sola razón independientemente de las formas de la experiencia
y de las relaciones prácticas, como si se tratase de teoremas matemáticos. Y tiene
en tercer lugar unos presupuestos histórico-sociales. Desde un punto de vista
genético, el ethos del grupo es anterior al ethos de la persona singular. En cada tipo
de sociedad (Estado, familia, clan, comunidad religiosa) existen fines y costumbres
compartidas, leyes, fiestas que exaltan acontecimientos o personajes del pasado
importantes para la identidad del grupo, símbolos significativos a los que se tributa
respeto, etc. La personalidad moral del individuo se va constituyendo en un contexto
ético determinado, que será siempre un punto de referencia, aunque en la medida
en que la persona madura puede distanciarse críticamente, de modo parcial o
incluso total, del ethos social en que ha sido educada.
El ethos del grupo social está sometido a una cierta evolución, que normalmente
no tiene un carácter de ruptura, ya que responde más bien al hecho de que el
cambio de las circunstancias y condiciones de vida muestra que determinados fines
compartidos por todos (justicia, igualdad, etc.) admiten o requieren ahora una forma
diferente de realización concreta. Por otra parte, diversas sociedades pueden
concebir de modo diverso la mejor realización de esos fines, o pueden considerar
como dignos de realización fines diferentes e incluso opuestos. En la sociedad
actual, vistosamente caracterizada por el pluralismo racial, cultural, religioso, etc.,
así como por el predominio del sentido de la autonomía personal sobre la fidelidad
a las propias raíces sociales, culturales, éticas, etc., es fácil encontrarse ante modos
de gobernar la propia vida (“modos de conducirse”) diversos e incluso parcialmente
opuestos entre sí, tanto desde el punto de vista estructural como desde el punto de
vista de los contenidos.
1) La ética como investigación acerca del tipo de vida que es mejor para el
hombre. Es el planteamiento común a la casi totalidad de los filósofos griegos
y, con algunas transformaciones, también entre los filósofos medievales (San
Agustín, Santo Tomás de Aquino). A partir del siglo XIV fue progresivamente
abandonado, y sólo en la segunda mitad del siglo XX ha sido retomado con
profundidad. Es el planteamiento básico de una buena parte de lo que hoy
día se llama ética de la virtud o ética de las virtudes. El problema sobre el que
se concentra la investigación moral es el de la determinación desde un punto
de vista práctico del bien de la vida humana considerada en su totalidad o,
con la terminología clásica, del fin último o del bien supremo del hombre,
concebido como un modo de vivir cuyos principios de índole intelectual,
afectivo-disposicional, electiva y ejecutiva son las virtudes, sobre las que se
fundamentan las normas que regulan las acciones.
Una solución adecuada del problema debería recorrer un camino bien diverso. Vale
la pena considerar con detenimiento una solución clásica que, por varios y
complicados motivos, ha pasado casi inadvertida. En las páginas iniciales de su
Comentario de la Ética a Nicómaco, Tomás de Aquino considera que el saber moral
es una totalidad unitaria y coherente que contiene diversas partes, cada una de las
cuales posee una especificidad formal [Tomás de Aquino, Comentario a la Ética a
Nicómaco, I, 1, nn. 5-6].
La distinción entre ética personal y ética política se fundamenta en el modo
particular en el que la sociedad política es un todo: existen acciones propias del todo
político en cuanto tal, que son el resultado de la colaboración de las partes en vista
del fin específico de la sociedad política, llamado bien común político, pero los
individuos y los grupos que la componen conservan un campo de acciones y de
fines propios. La ética personal se ocupa de todas las acciones realizadas por la
persona individual en cuanto tal, también de aquéllas que se refieren a la sociedad
política (por ejemplo, pagar los impuestos), valorando la congruencia de esas
acciones con el bien de la vida personal tomada como un todo o, lo que es lo mismo,
valorando su moralidad, que comprende también la virtud de la justicia. La ética
política se ocupa, en cambio, de las acciones realizadas por la sociedad política, es
decir, la ética política dirige los actos a través de los cuales la sociedad política se
da a sí misma una forma y una organización, constitucional, jurídica, fiscal,
administrativa, económica, sanitaria, etc., valorando esa estructuración desde el
punto de vista del fin propio de la comunidad política en cuanto tal, que es el bien
común político. De la congruencia con el bien común político depende la moralidad
de la forma que bajo diversos aspectos la sociedad política se da a sí misma.
Sin embargo, las acciones personales también pueden ser objeto de la ética política,
pero bajo el punto de vista de su legalidad (y no de su moralidad). Pertenece al recto
ordenamiento de la vida colectiva el que los bienes y los comportamientos
personales que revisten un interés positivo para el bien común (por ejemplo, la
propiedad, la libertad de expresión) sean tutelados y promovidos por el Estado, y
que los comportamientos opuestos (el robo, obstaculizar la libre expresión de los
demás) sean prohibidos e impedidos. Corresponde a la ética política valorar, en
vista del bien común y teniendo presentes todas las circunstancias concretas,
cuáles son los bienes que deben ser tutelados y cómo deben ser tutelados, y cuáles
son los comportamientos personales éticamente negativos que deben ser
impedidos y de qué manera deben ser impedidos (mediante sanciones penales,
administrativas, económicas, etc.). En definitiva: la ética política, además de
determinar la moralidad o inmoralidad de las acciones de la comunidad política (por
ejemplo: la moralidad o inmoralidad de una ley civil, de una actuación del gobierno,
etc.), establece también la ilegalidad de aquellos comportamientos personales
éticamente negativos que lesionan exigencias fundamentales del bien común
político.
A la distinción que acabamos de establecer se podría objetar que la ética es siempre
personal, porque trata de las acciones libres, que siempre son acciones de
personas, mientras que la sociedad política nunca puede ser sujeto de acciones
morales. Y así morales o inmorales serían principalmente la persona o las personas
responsables, por ejemplo, de una ley o de un acto administrativo, y sólo de forma
análoga, secundaria y derivada la ley o el acto administrativo se podría considerar
moral o inmoral.
La distinción formal que aquí se propone no niega que las acciones libres son
acciones de una persona o de un grupo de personas. Tampoco niega la culpabilidad
personal de quien realiza un acto administrativo inicuo ni la de quienes
conscientemente promulgan una ley injusta. Aquí se afirma que lo humano-libre-
personal tiene una dimensión operativa política que se distingue formalmente de la
dimensión individual, y que identificar plenamente ambas dimensiones sería un
error que podría tener un desenlace individualista o colectivista, según que la
identidad se realice en favor de lo individual o de lo político. Si un parlamento
promulga una ley sobre los impuestos contraria al bien común, los parlamentarios
que la votan serán moralmente culpables si advierten la injusticia de la ley que
sostienen con su voto; podrían no ser personalmente culpables si la ley no les
parece injusta, y sólo el paso del tiempo acaba demostrando que la ley es nociva
para el bien común. Pero con independencia de la moralidad personal de los
parlamentarios, la ley promulgada tiene autonomía, consistencia y efectos propios
mientras está en vigor, que siguen existiendo, por ejemplo, 150 años después de
su promulgación, cuando todos los parlamentarios que la votaron han fallecido. Si
esa ley es nociva para el bien común, lo es aunque los que la votaron no lo hayan
advertido y aunque hayan fallecido ya. Si cambian las circunstancias económicas y
sociales, y esa ley sobre los impuestos pasa a ser conveniente para el bien común,
la ley pasa a ser justa y no debe cambiarse, con independencia de que en el
momento en que se promulgó fuese injusta.
La epistemología moral:
La antropología moral:
Es la teoría del sujeto moral. El hombre en cuanto sujeto moral puede ser visto como
un haz de pulsiones y sentimientos, respecto a los cuales la inteligencia práctica
tendría un papel meramente instrumental: encontrar el modo más práctico y eficaz
de satisfacerlos, sin poder pronunciar sobre ellos juicios de valor (es la visión de D.
Hume, por ejemplo). En el extremo opuesto está la visión kantiana del sujeto moral
como un sujeto racional autónomo puro, que debe tomar decisiones por motivos
que no admitan contaminación alguna con el mundo empírico de los intereses y de
los sentimientos.