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Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra

Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes


Departamento de Derecho

Nombre:
Ashly Isabel Díaz Parra

Matrícula:
2019-0218

Profesor:
Juan De Jesús Santos Santos

Materia:
Derecho penal general

Asignación:
Análisis crítico de “Las Miserias del Proceso Penal”

Fecha de entrega:
09 de marzo de 2021
Santiago de los Caballeros, República Dominicana
Análisis crítico de “Las Miserias del Proceso Penal”

Las miserias del proceso penal es una obra escrita por el autor italiano Francesco
Carnelutti, publicada en el 1957, que desarrolla la incógnita de cómo debería ser el
derecho y de qué es verdaderamente, enfatizando la mala influencia humana que no
sabe interpretar correctamente la manera en que deberían darse estos procesos para el
ordenamiento social. En este análisis relacionaré las críticas realizadas por Carnelutti
con la realidad del derecho actual a fin de examinar todos los aspectos que han ido
cambiando y los que se han quedado igual.

Primeramente, del prefacio me parece importante destacar como se discute acerca del
modo en que el proceso penal ha resultado cada vez más relevante para la opinión
pública, en la obra se afirma que la razón de interés por tal tema es debido a que es visto
como una forma de entretenimiento para evadir los problemas personales y concentrarse
en la vida de los demás. Esta declaración me parece apropiada para describir la realidad
de los noticieros o diarios, ya que es bastante cierto que las personas satisfacen su
curiosidad mediante los medios no solo para mantenerse al tanto de lo que se está
viviendo, sino que también como un escape de las dificultades por las que se esté
pasando.

Uno de los primeros capítulos trata del manejo de la toga dentro del proceso penal que
usan los abogados, jueces y magistrados; práctica que todavía se mantiene en funciones.
La obra utiliza el concepto de sacerdocio civil, en el sentido de que el uso de esta prenda
invita al recogimiento, al respeto y a la solemnidad. Este término se refiere a la idea de
división, de separar a los magistrados y abogados del resto de los civiles, de los que se
distinguen por el signo de autoridad que representa la toga. Hasta la actualidad este
uniforme sigue resaltando el hecho de que la vestimenta representa algo más que
costumbre, representa los principios que deben tener presentes permanentemente todo
aquel que forma parte de la autoridad en el proceso penal persiguiendo no intereses
personales, sino persiguiendo justicia.

Desde otra perspectiva del derecho penal está el preso, que ante la sociedad lleva la
etiqueta de animal y de algo, no alguien, que no pertenece más a la humanidad. En esta
parte también se discutió la función de las esposas como emblemas del derecho que
hacen referencia a la expresión de que es necesario que el derecho nos sujete las manos.
Ciertamente se puede discernir una animosidad y falta de respeto ante los presos, a
pesar de que hoy en día se ha avanzado en términos de la mejora de condiciones de los
centros de retención para la rehabilitación exitosa de los delincuentes, todavía son
muchos los abusos de poder que se cometen a los presos. Del mismo modo, ni con la
salida de estos al cumplir con la condena pueden escapar de las consecuencias que
trajeron sus delitos, debido a que los ciudadanos empiezan a rechazarlos por temor a
que vuelvan a cometer los mismos errores, lo que a su vez los lleva a cumplir con dichas
expectativas negativas al no tener otra salida, provocando que se cree un ciclo malicioso
sin fin.

Por otro lado, se realiza un énfasis en la función de ciertos personajes destacados en los
juicios como los abogados y los jueces. Mientras los primeros se encargan de socorrer a
aquel que solicita la protección, los segundos se ubican en el peldaño más alto con la
tarea de no solo conocer el derecho y las otras ciencias; sino que también tienen que
saber del hombre, bueno y malo, para aprender así a distinguirlos. Estas dos figuras en
los procesos de justicia deben ir más allá de su naturaleza humana que los hace
imperfectos, al hacerse responsables de individuos que están claramente en una posición
inferior, deben actuar con la responsabilidad que amerita ejercer dichos cargos.

Del misma manera se discute el tema de la parcialidad del defensor que describe por un
lado, los razonamientos del defensor, que no puede ser imparcial, y por otro, el
ministerio público que en el ordenamiento (de aquella época, no de la actualidad) no es
esencialmente un acusador, por el contrario, se lo concibe, a diferencia del defensor,
como un razonador imparcial. Sin embargo, hay un error de construcción de la máquina
que también en cuanto a esto funciona mal; por lo demás, en nueve de cada diez veces,
la lógica de las cosas arrastra al ministerio público a ser lo que debe ser: el antagonista
del defensor. Este duelo imaginario, entre defensor y acusador, sirve al juez para superar
la duda. La repugnancia por la parcialidad se convierte para el juez en la necesidad de
superarla, o sea de superarse; y en esta necesidad está la salvación del juicio.

El autor enfatiza que el objetivo de los procedimientos penales conciernen en saber si el


imputado es inocente o culpable, en otras palabras, si ha cometido o no el hecho
pernicioso. Se resalta que para llegar a la verdad se debe conocer la historia individual
del acusado a través de las pruebas, que son el medio por el cual se reconstruye la
historia. En la realidad se puede apreciar el mantenimiento y protección de este
principio en las legislaciones, específicamente a través del procedimiento del habeas
corpus, que como institución jurídica obliga a que toda persona detenida sea presentada
en un plazo preventivo determinado ante el juez de instrucción, quien podría ordenar la
libertad inmediata del detenido si no encontrara motivo suficiente de arresto.

Al momento de terminar la reconstrucción de la historia del acusado para determinar sus


motivaciones que lo llevaron a cometer la conducta antijurídica, el juez debe aplicar la
ley, y para ello tiene dos opciones: absuelve o condena. El juez absuelve por
insuficiencia de pruebas, y eso no quiere decir que el imputado es culpable, pero
tampoco que es inocente; cuando es inocente, el juez declara que no ha cometido el
hecho o que el hecho no constituye delito. En nuestros tiempos, aunque se le toma cierta
consideración al estado que conllevó al individuo a delinquir, las sentencias se aplican
en base a las consecuencias que trajeron dichas acciones penadas por la ley y en la
manera en que se deben sancionar conforme a lo que afirman los códigos del territorio
en donde se llevó a cabo el hecho.

Sobre el pasado y el futuro en el proceso penal, para resolver el problema del porvenir,
no basta con reprimir los delitos, es necesario prevenirlos; y para esto se debe actuar no
solo sobre los hechos, sino sobre el tipo como una descripción de una acción
antijurídica. Esto se basa en que, por un extremo, el juez asigna una sanción a un caso
concreto para reprimir la conducta delictiva, y por el otro, el legislador establece una
pena que sirve al ciudadano como advertencia para regular su conducta. De esta manera
se protegen los bienes jurídicos de todos los individuos, se evita la repetición de los
delitos y se para el golpe de la criminalidad dentro de la sociedad.

El último tópico que se trata en esta obra es sobre la finalidad del derecho, basándose
esta en alcanzar la civilidad en la vida de los hombres. Se plantea la ironía de que
pensamos que podemos llegar a esta armonía separando a los que la perturban a través
del proceso penal, sin embargo, se pone de manifiesto igualmente lo deficiente que ha
sido el derecho para lograrlo. Lo que nos quiere dejar dicho esta reflexión es que no
solo se debe depender del sistema penal para llegar al orden en la sociedad, sino que
debemos asegurarnos de que se mantenga el trato respetuoso y cordial entre los
ciudadanos para vivir correctamente.

En conclusión, Francesco Carnelutti plantea que para salir de las miserias del proceso
penal debemos ir más allá del derecho y las regulaciones, apuntando hacia la creación
de un marco de civilidad donde la comprensión de las legislaciones se haga de una
forma más humana para que los ciudadanos puedan desarrollarse en una entidad
fundamentada en la paralización del espectáculo que generan los casos de justicia, la
protección de los derechos, la regulación adecuada de las obligaciones sin abusos, la
reinserción efectiva de los penados en la vida laboral y la valoración del respeto entre
los individuos; indispensable para la creación de una sociedad armoniosa.

Bibliografía

 Carnelutti, Franceso. (2010). Las Miserias del Proceso Penal, 2ª. Ed. Colombia:
Themis.
 Martínez, Alejandro. (07 de enero de 2020). Las Miserias del Proceso Penal. En
reflexiones de obras literarias. Recuperado de
https://www.reflexionesobrasliterarias.com/las-miserias-del-proceso-penal

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