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El fallecimiento por intoxicación de MONÓXIDO DE CARBONO (CO) se conoce

popularmente como la muerte dulce, por ser muy rápida y por no producir angustia. El
sujeto, a medida que va inhalando el gas, siente una especie de borrachera o sopor hasta que
pierde la consciencia, por lo que en ningún momento tiene sensación de que va a morir.
Seguir algunos consejos a la hora de utilizar las instalaciones de gas y de reaccionar en caso
de fuga son vitales para evitar males mayores.

El CO es muy peligroso porque se trata de un gas que sólo se puede detectar por medio de
sensores, puesto que es incoloro, inodoro e insípido, y puede causar la muerte cuando se
respira en niveles elevados. En la mayoría de los casos las víctimas no se percatan de lo que
está ocurriendo, y en el supuesto de que se den, la inhalación les provoca una parálisis en
las piernas que les impide salir corriendo para buscar ayuda.

El CO se produce en la combustión de materiales como butano, propano, gasolina,


queroseno, carbón, petróleo o madera. La causa más común de este tipo de intoxicaciones
es una deficiente combustión de chimeneas, calderas, calentadores de agua y los aparatos
domésticos como estufas u hornillos. Asimismo, los automóviles, como cualquier máquina
que lleve un motor de combustión, también produce CO a través de su tubo de escape. Si
para un adulto es casi completamente imposible detectar que se está envenenando, para un
niño es aún más peligroso, por eso la Asociación Española de Pediatría ha alertado en
varias ocasiones sobre el incremento de casos de intoxicación por monóxido de carbono
que se produce, en coincidencia con los meses más fríos, en los Servicios de Urgencias de
Pediatría.

Usted es el responsable de su caldera

La intoxicación se produce porque el CO se combina con la sangre a través de los pulmones


mucho más fácilmente que el oxígeno, e impide a la hemoglobina transportar el oxígeno a
las células, por lo que el organismo no puede obtener la energía necesaria para sobrevivir.
Los síntomas que denotan la inhalación de gas son dolor de cabeza, irritabilidad, confusión,
somnolencia, comportamiento grotesco o caprichoso, dificultad respiratoria, desmayo,
mareos, debilidad, náuseas y vómitos, pulso acelerado del corazón, dolor torácico,
convulsiones, pérdida de audición, visión borrosa, alteraciones neurológicas como
convulsiones, desorientación, pérdida del conocimiento, coma, paro cardiaco y fallo
respiratorio. No hay que desdeñar los síntomas por muy pequeños que sean: una persona
expuesta a un ambiente contaminado con apenas 600 partes por millón de CO puede
fallecer en tres horas La exposición al monóxido de carbono, aún por un período breve,
puede producir daños irreparables, desde cambios de humor y cefaleas permanentes hasta
lesiones neurológicas.

El empleo de los gases combustibles de uso doméstico -butano, propano y gas natural- es
seguro si se cumplen unas normas básicas de mantenimiento y uso de las instalaciones. La
normativa vigente especifica que los usuarios son responsables del mantenimiento y la
correcta utilización de las instalaciones y de todos los aparatos conectados a ellas. La ley,
además, obliga al usuario a realizar una revisión, cada cuatro años en caso de usar gas
natural, o cada cinco si se utilizan botellas de butano o propano. La tiene que realizar
además una empresa instaladora autorizada, que se encargará de certificar que todos los
elementos de la instalación cumplen con la normativa (ubicación adecuada, accesorios y
aparatos homologados, buena ventilación...) y funcionan correctamente. El certificado de
revisión es necesario para mantener el suministro y será solicitado en la inspección.

En caso de tener Gas Licuado del Petróleo (GLP) -butano o propano- envasado se está
obligado, además, a sustituir los elementos que hayan caducado. Y aunque no es
preceptivo, también conviene revisar la caldera de la calefacción antes de comenzar la
temporada de invierno. Y si bien todos los aparatos a gas cuentan con dispositivos de
seguridad, que cortan el paso del gas si se apaga la llama, hay que tener cuidado con los
hornillos y los fuegos superiores de las cocinas, que no cuentan con dichos dispositivos.
Para evitar una mala combustión, las revisiones de estufas y calderas deben ser periódicas.

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