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El Proceso de Socialización

Tomado de: Gilbert Ceballos, Jorge. Introducción a la Sociología. Chile. LOM. 1997.

Los seres humanos nacen dos veces. Primero, como el resto de los animales —
Nacimiento biológico— pero mucho más desvalidos e incapacitados para valerse por sí
mismos, y por lo tanto, requieren alimentos, vestuario, cuidado y otras necesidades, las
cuales son resueltas, por un largo período por los padres. Sin embargo, durante este
proceso, el pequeño animalito comienza a transformarse gradualmente en un ser
humano, en donde nace nuevamente, aunque esta vez, convertido en un ser social.
Este nacimiento social se lleva a cabo a través del proceso de socialización y se define
como el mecanismo basado en la interacción social de los individuos mediante la cual una
sociedad transmite a sus miembros las pautas culturales para que éstos desarrollen su potencial
humano y de este modo puedan actuar en ella íntegramente.
A diferencia de otras especies vivientes cuyas conductas son determinadas
biológicamente los seres humanos requieren de un aprendizaje social para desarrollar
sus capacidades de sobrevivencia. Sin embargo, más allá de la simple supervivencia, la
experiencia social que los individuos aprenden durante este proceso de socialización
genera la personalidad, entendida como un sistema organizado y estable de pensamientos,
ideas, sentimientos y conductas que caracterizan a cada individuo. La personalidad incluye las
formas de como pensamos y entendemos al mundo, nuestras sociedades y a nosotros
mismos, del mismo modo que las formas de respuestas emocionales a las diferentes
situaciones que enfrentamos que enfrentamos en nuestra vida diaria.
El proceso de socialización dura toda la vida, sin embargo la etapa más crucial
ocurre durante la niñez, para decrecer gradualmente durante la juventud y la vida
adulta. Este proceso cumple con la función de mantener el orden social y las formas de
comportamiento humano. Así, los individuos encuentran sus propias formas de
conductas, mientras que, simultáneamente, se van transformando en seres sociales. En
ese sentido, la acción de la naturaleza expresada a través de los elementos biológicos
heredados al nacer junto al conocimiento que se adquiere durante nuestras vidas,
constituyen importantes elementos de estudio por parte de la sociología y otras
disciplinas para entender a la sociedad humana.
El presente capítulo tiene como objetivo discutir el papel de la naturaleza y el
aprendizaje social al tenor de las diversas teorías que intentan explicar el desarrollo de
las conductas sociales de los seres humanos.
Teorías de la Socialización

A través del siglo veinte un número significativo de importantes contribuciones


fueron formuladas para entender el proceso de socialización. Este es un proceso social
altamente complejo y complicado en donde la mayoría de las teorías establecidas por
sociólogos y psicólogos se concentran en el estudio de diferentes elementos para
explicarlo. Así, algunas formulaciones enfatizan el efecto del ambiente físico sobre el
desarrollo de la personalidad, otras se enfocan en la significancia de los factores
hereditarios, mientras ciertas interpretaciones se centran en la interacción entre la
naturaleza y el proceso de aprendizaje.
Esta sección incluye un resumen de las formulaciones teóricas más relevantes
respecto a la socialización, especialmente durante la etapa más crucial de nuestras
vidas: la niñez. Ellas son: la teoría del comportamiento, la teoría del aprendizaje de
Piaget, la teoría de sicoanálisis de Freud, y las perspectivas de la interacción simbólica
del yo. Estas perspectivas teóricas varían en el énfasis acerca de como ocurre el
aprendizaje y cuales son los elementos contenidos en la socialización. Sin embargo, es
importante notar que más que contradecirse dichas teorías se complementan entre sí.

La teoría del aprendizaje o del comportamiento: John Watson

Hacia el final del siglo diecinueve, la influencia de Charles Darwin y su teoría


que tanto los animales como los humanos descienden de la misma especie, lograron
influenciar a muchos dentistas sociales de la época. Darwin sostenía que los seres
humanos y los animales actúan a través de instintos, es decir, actuaban a través de
características fijas heredadas y compartidas por todos los miembros de una especie. En ese
sentido, la mayoría de los estudios de la época intentaban identificar los instintos
humanos para de este modo describir la conducta de las personas. Por ejemplo, al
observar a una madre alimentando a su hija se hablaba del "instinto maternal" o para
explicar la causa de las guerras se hablaba del "instinto agresivo" de algunas naciones.
Como resultado los investigadores sociales identificaron cerca de 14.000 diferentes
tipos de instintos durante ese período.
A comienzos del siglo veinte el concepto del instinto comenzó a perder
actualidad y la noción de que la conducta humana está determinada por el aprendizaje
o factores ambientales comenzó a ganar terreno, cada vez más. Los experimentos de
psicólogo ruso Iván Pavlov, habían demostrado que un perro podía segregar saliva
artificialmente al hacer sonar una campanilla. El experimento consistía en hacer sonar
la campanilla al momento de darle de comer al anima) a lo que éste reaccionaba
segregando saliva cada vez que escuchaba el ruido.
En la década de los veinte, el psicólogo norteamericano John Watson decidió
continuar los experimentos de Pavlov, pero esta vez reemplazó los perros por niños.
Como resultado de sus estudios Watson concluyó que el factor que determinaba las
formas de comportamiento y emociones no era la herencia genética sino que el medio
social en el cual los niños operan o se desenvuelven. En ese sentido Watson concluía
que aprender por si mismo era el factor que determinaba la personalidad humana. Desde
esta perspectiva, la visión de Watson acerca del comportamiento de los seres humanos
era radicalmente diferente a la de los naturalistas.
De acuerdo a Watson, independientemente de su cultura, todos los seres
humanos presentan la misma conformación biológica; sin embargo, rechazaba la
noción de que las variaciones de la conducta humana eran el producto de instintos
biológicos. Por el contrario, Watson entendía a la conducta como algo maleable,
abierta a la influencia de todas las formas posibles de ambientes sociales. En otras
palabras, la forma en que se comportan los seres humanos es tan variable como los
ambientes sociales en que operan e interactúan. Watson se hizo muy conocido por
sostener lo siguiente:
Denme una docena de niños sanos... y mi propio mundo específico para
criarlos. Prometo aceptar cualquier niño seleccionado al azar y entrenarlo para
convertirlo en cualquier tipo de especialidad que yo seleccione —doctor,
abogado, artista, mercader, incluso, pordiosero o ladrón—sin importar sus
talentos, inclinaciones, habilidades, vocaciones o las razas de sus antepasados
[transl]
Los experimentos de Pavlov y Watson convencieron gradualmente a muchos
investigadores que las conductas humanas se originaban a partir del aprendizaje,
promoviendo una forma de pensamiento enfocado en la conducta externa y observable
del individuo. Watson denominó este tipo de comportamiento teoría del conductismo.
Durante las primeras décadas del siglo veinte, los científicos acumularon
considerable cantidad de información y conocimiento acerca de las pautas de
conductas humanas alrededor del mundo, descubriendo que dichos parrones
conductuales son altamente variables entre sí, incluso en sociedades con un mismo
nivel de desarrollo tecnológico. Esta variación, por lo tanto, era inconsistente con la
creencia de que la conducta humana tenía sus raíces en los orígenes biológicos de las
especies.
Con el transcurso del siglo veinte las explicaciones biológicas del
comportamiento humano perdieron importancia. Actualmente los dentistas sociales
son extremadamente cuidadosos en describir cualquier rasgo del comportamiento
humano como algo instintivo. Incluso el desarrollo de la sociobiología —discutida en
el capítulo III— no ha desafiado la interpretación de que la conducta humana es
primeramente una consecuencia del aprendizaje dentro de un sistema cultural. Lo
anterior no significa afirmar que la condición biológica no tiene relación alguna con el
comportamiento de las personas puesto que, sin lugar a dudas, todas las formas de vida
social dependen del funcionamiento del cuerpo humano. No olvidemos que la
transmisión de los caracteres hereditarios incluyen los factores físicos externos de las
personas tales como el color, la altura, color de los ojos, rasgos faciales, entre otros.
También debemos recordar que el color de la piel es uno de los elementos históricos
fundamentales de la discriminación racial en las denominadas "civilizaciones
modernas", tales como los Estados Unidos y las naciones europeas. El caso de
Sudáfrica es quizás el ejemplo más claro, en donde la población negra de ese país fue
segregada e impedida de ejercer plenamente los mismos derechos que la población
blanca hasta 1994, una vez que el líder negro Nelson Mándela, uno de los fundadores
del Congreso Nacional Africano fuera elegido presidente de ese país. Sin embargo los
sudafricanos y el CNA debieron luchar por muchas décadas para eliminar la
segregación racial y Mándela, específicamente, pagó con treinta años de su vida en
presidio por su lucha en contra de la segregación racial— apartheid.
Concluyendo, la herencia biológica, sin lugar a dudas, juega un papel
importante en la transmisión de la inteligencia y características de la personalidad —
formas de reaccionar frente a ciertos estímulos, por ejemplo. Sin embargo, muy pocas
disputan hoy día que el desarrollo de la personalidad está influenciado
fundamentalmente por el ambiente social más que por las fuerzas biológicas de la
naturaleza. Por el contrario, la noción predominante al final del siglo veinte es que la
naturaleza humana es el producto de la creación, aprendizaje y modificación de la cultura. En ese
sentido, más que elementos opuestos, la naturaleza humana y el ambiente social son partes
inseparables entre sí.

El modelo del sicoanálisis: Sigmund Freud:

Este modelo fue desarrollado por el sicólogo vienes, Sigmund Freud (1856-
1939) y constituye, sin lugar a dudas, una de las contribuciones más importantes del
estudio de las conductas humanas y la sicología moderna. Su teoría se gestó durante
las primeras décadas del siglo veinte en un momento en que los dentistas europeos
sostenían que las conductas humanas eran producto de los instintos biológicos.
Aunque entrenado en el campo de las ciencias naturales como médico, su mayor
contribución fueron sus estudios acerca de la personalidad humana a través del
sicoanálisis; es decir, una forma de tratamiento de los problemas sicológicos basados en la
exploración del subconsciente por medio de un diálogo intensivo entre el terapista y el paciente.
En ese sentido, la preocupación central de Freud era la personalidad, entendida como
una característica de las pautas de conductas y pensamiento de los individuos, lo cual
constituye el elemento central para entender el proceso de socialización.
Freud creía que gran parte de la conducta de los humanos es guiada por
motivos inconscientes tales como impulsos, pasiones y temores, los cuales son
desconocidos por los individuos. Más aún, Freud sostenía que las experiencias de la
niñez encerradas en nuestro inconsciente forjaban la personalidad adulta. De esta
manera, el mecanismo para estudiar y explicar las diversas formas de la conducta de
los adultos era necesario desvelar y descubrir los motivos ocultos a través del
sicoanálisis. Sin lugar a dudas, este modelo de pensamiento ha tenido un enorme
impacto en las formas que los sociólogos estudian el proceso de socialización.
Freud describía la socialización como una lucha entre el niño —dirigida por
poderosos impulsos sexuales y de agresividad— y sus padres, quienes buscan imponer
en los hijos sus propios patrones de conducta. En otras palabras, el médico vienes
entendía la socialización como una confrontación entre el componente biológico —
representado por el niño— y la sociedad —representada por los esfuerzos de los padres
para "civilizar" a sus hijos.
De acuerdo a Freud, existen algunos aspectos importantes que guardan relación
directa con el proceso de socialización.
• Impulsos humanos básicos. Freud estaba convencido de que los factores
biológicos juegan una parte importante en la personalidad humana aunque no
compartía el punto de vista de que la conducta humana es el reflejo de la acción de los
instintos biológicos. En este sentido, y aunque en sus análisis utilizó el término instinto,
se estaba refiriendo más bien a aquellas necesidades biológicas que designó como
impulso, distinguiendo dos tipos diferentes de ellos. El primero es el instinto de vida —
eros— mientras que el segundo es un instinto de muerte —tánato. Ambos se encuentran
ligados indisolublemente en la personalidad de cada uno de los seres humanos. El
instinto de vida impulsa a los individuos hacia la satisfacción de sus deseos sexuales, es
decir hacia la reproducción de la especie y la búsqueda del placer. El instinto de
muerte, como una negación del primero, promueve la inmovilidad y la agresividad en
contra de otros individuos. Ambos instintos, de acuerdo a Freud, son dos caras de la
misma moneda, en este caso, la energía humana, la cual debe ser refrenada para
encausarla hacia cultura. Mientras Freud reconoce que las personas no están
necesariamente conscientes de la tensión que existe al interior de ellos mismos creía
que ambos estímulos eran los que proporcionaban la base de la vida humana.
• El modelo de la personalidad. Freud intentó incorporar ambas necesidades —
vida y muerte— y las fuerzas de la sociedad en un modelo global de la personalidad.
Dicha personalidad humana se encuentra compuesta por tres partes conceptuales
esenciales: el id (estímulos instintivos), el super yo, y el yo.
De acuerdo a Freud, el id representa la parte inconsciente, instintiva, impulsiva
y no socializada de la personalidad. En otras palabras, corresponde al depósito de
estímulos innatos, primitivos, antisociales y agresivos con los cuales nace una persona.
En este sentido, los niños son seres sensuales que buscan satisfacción o gratificación
inmediata y en la medida que va creciendo se va desarrollando su interés y orientación
psicosexual a través de cinco etapas. La primera de ellas es la etapa oral, la cual ocurre
durante el primer año de vida y en donde trata de incorporar al mundo en sí mismo.
Simultáneamente desarrollan un placer especial en mamar, como el colocar cualquier
objeto en sus bocas. Durante el segundo año de vida el niño pasa a etapa anal, y su
atención se concentra en la búsqueda de la unidad de su cuerpo y sus partes,
experimentando un gran placer evacuando o controlando sus intestinos. Durante los
tres y seis años de edad el niño vive la etapa fálica, intentando demostrar su poder
sobre el mundo externo como su habilidad de hacer que las cosas ocurran. En esta
etapa descubre sus genitales y aprende las diferencias entre los sexos, al mismo tiempo
que enfrenta lo que Freud denominó como el complejo de Edipo: el deseo de los niños
por dominar la atención de los padres del sexo opuesto al suyo, creando una rivalidad
interior intensa y a veces en la realidad misma con los padres del mismo sexo. A la
edad de los seis años los niños entran en la etapa latente, en donde los estímulos
sexuales están aún ocultos, concentrándose más en desarrollar habilidades para
dominar el medio ambiente. Durante la etapa genital, la cual comienza con la
adolescencia, los jóvenes comienzan a experimentar relaciones sexuales mutuas y a
enamorase. El privar a un niño de la leche materna (destetar), entrenarlo en el uso del
toilette, como el exponerlo a la existencia de normas sexuales, inevitablemente
producirán ciertas frustraciones; su posterior desarrollo psicológico dependerá de cómo
resuelva los conflictos entre los poderosos estímulos internos y las igualmente
importantes demandas y controles externos. Los mecanismos psicológicos que los
niños desarrollan para resolver los conflictos generacionales se transforman, en una
forma u otra, en componentes permanentes de sus personalidades.
El super yo es la representación interna —internalización—de las normas,
reglas y valores de la sociedad, especialmente a través de las formas en que han sido
enseñadas por los padres a sus hijos; desde otra perspectiva, es la presencia de la
cultura dentro del individuo. En términos muy generales el super yo, es equivalente a
lo que conocemos por conciencia y opera fundamentalmente basado en el sentimiento
de culpa. En una primera etapa se desarrolla como un reconocimiento a las demandas
de los padres, pero gradualmente comienza a expandirse en la medida que el niño se
va dando cuenta que el control de los padres es una reflexión de las demandas morales
de un sistema cultural más amplio.
Por su parte, el yo representa el intento consciente para balancear los estímulos
innatos de la búsqueda del placer por parte del organismo humano y las demandas y
realidades de la sociedad. En otras palabras, el yo es la parte racional de la
personalidad que se relaciona con el mundo exterior, como a la vez, transforma los
impulsos instintivos (id) en actividades sociales aceptables, permitiendo al individuo
mantener un sentido estable de sí mismo. En cierta medida el yo es la forma a través
de la cual los individuos entienden que no pueden poseer todo lo que desean, actuando
como mediador entre los impulsos instintivos y el super yo.
En síntesis, los niños comienzan su recorrido por el mundo satisfaciendo sus
necesidades básicas, experimentando la sociedad en relación a sus sensaciones físicas
de placer y dolor. Con el desarrollo gradual del super yo, sin embargo, comienzan a
entender que el mundo no está configurado sólo en términos de placer o dolor físico,
sino que, también, en términos morales. Inicialmente, entonces, un niño puede sentirse
bien en un sentido fisiológico; sin embargo, con el tiempo, aprenden a experimentar
satisfacción al comportarse en las formas culturalmente aceptadas por la sociedad o a
sentirse mal —sentimiento de culpa— cuando se comporta inapropiadamente. Si la
actuación del yo como elemento mediador entre los impulsos instintivos (id) y el super
yo corresponden entre sí se considera la personalidad del individuo como bien ajustada.
Por el contrario, si el balance entre estos elementos no es resuelto apropiadamente
puede conducir a desórdenes o desajustes en la personalidad de los individuos.
En ese sentido, Freud sostenía que la niñez es una etapa crucial para la
orientación de la personalidad primaria de un individuo, de modo que los conflictos y
desequilibrios experimentados durante esa primera fase de la vida pueden persistir y
manifestarse más tarde, durante la vida adulta, como una fuente de problemas
inconscientes de la personalidad.
Los intentos que guían a cada individuo a controlar sus impulsos se denomina
represión y sus raíces se encuentran en el hecho que la sociedad permite que las
personas puedan realizarse a través de identificar ciertas mecanismos intermedios o de
"compromiso". La mayoría de las veces dicho «compromiso» se realiza través de
reorientar la energía individual en formas de expresiones socialmente aprobadas,
proceso el cual Freud denominó como la sublimación, es decir, el mecanismo que permite
transformar fundamentalmente estímulos egoístas o individuales en formas socialmente aceptables
para mantener el equilibrio de una sociedad. Por ejemplo, los instintos o impulsos sexuales
pueden conducir al matrimonio; los impulsos agresivos pueden expresarse por medio
de competencias deportivas socialmente aceptadas.
Sin lugar a dudas la teoría del psicoanálisis de Sigmund Freud contiene
elementos funciona listas. Su modelo de la personalidad describe la interrelación de las
partes, las cuales trabajan entre sí para mantener el funcionamiento normal de la
totalidad de la sociedad. Sin embargo, a diferencia de los funcionalistas, lo cuales
prácticamente ignoran la existencia del conflicto, Freud sostiene que éste es inevitable.
Sociológicamente hablando, entonces, estamos en presencia de una teoría del Sin lugar
a dudas la teoría del psicoanálisis de Sigmund Freud contiene elementos funciona
listas. Su modelo de la personalidad describe la interrelación de las partes, las cuales
trabajan entre sí para mantener el funcionamiento normal de la totalidad de la
sociedad. Sin embargo, a diferencia de los funcionalistas, lo cuales prácticamente
ignoran la existencia del conflicto, Freud sostiene que éste es inevitable.
Sociológicamente hablando, entonces, estamos en presencia de una teoría del proceso
de socialización conflictiva en donde el conflicto se produce inevitablemente no sólo
entre padres e hijos —problema generacional— sino que también dentro del individuo
mismo; o sea, entre los estímulos instintivos, super yo y el yo. En ese sentido, los impulsos
biológicos y las demandas sociales mantienen una situación conflictiva —de guerra—
permanente entre sí.
A pesar de que Freud es considerado como uno de los más influyente
pensadores del siglo veinte sus planteamientos han sido extensivamente criticados a
nivel mundial. Estos pueden resumirse como siguen.
a] Ciertas críticas sugieren que la teoría del sicoanálisis surgió como resultado
del trabajo médico de Freud con individuos que experimentaban disturbios
emocionales y por lo tanto sus formulaciones podrían no ser válidas al aplicarse a
personas "normales" y felices.
b] Otros sostienen que las formulaciones Freud se basan más en la intuición que
en la investigación científica, lo que no permite evaluarlas apropiadamente. Este tipo
de crítica se basa en el hecho que Freud sostenía que un mismo tipo de conflicto podía
ser el reflejo de numerosas y diferentes pautas de conductas. Por ejemplo, una madre
que resiente tener hijos puede expresar sentimientos hostiles o despreocuparse de ellos
o puede esconder sus sentimientos y demostrar interés y cariño, aunque no lo sienta,
para apaciguar el super yo, el cual le enfatiza que debe disfrutar la maternidad.
c] Por último, algunos críticos sostienen que las teorías de Freud presentan
limitantes culturales al considerar solamente al contexto del período Victoriano en el
cual le tocó vivir, no siendo por lo tanto aplicable a seres humanos que vivían en otras
regiones del mundo o en otras épocas. Los conflictos observados en los individuos
provenientes de las familias de una Inglaterra victoriana, basada en un sistema
estrictamente clasista, patriarcal, puritano y de una enorme represión sexual, no
necesariamente describen la condición humana de otras sociedades.

El modelo cognoscitivo: Jean Piaget

Desde el punto de vista de la sociedad, una de los las consecuencias de la


socialización es el desarrollo de lo que Freud denominó como el super yo, o lo que en el
lenguaje común se conoce como desarrollo de la conciencia o la moral. Sin embargo,
existe una perspectiva diferente basada en la conducta cognitiva humana, o sea, el
proceso de pensamiento y entendimiento humano.
El psicólogo suizo, Jean Piaget (1896-1980) fue el pionero en este tipo de
estudios conocidos como desarrollo cognoscitivo de la personalidad, basado en las
formas en que los niños piensan, razonan y recuerdan. El desarrollo de un
razonamiento moral, es decir, la noción de lo correcto y lo incorrecto, constituye entonces
el nervio central de la teoría de Piaget. Esta interpretación es el resultado de un extenso
estudio realizado por muchos años por Piaget observando los juegos, reacciones y
respuestas de los niños a sus innumerables preguntas. Los resultados de sus
observaciones lo llevaron a concluir que los niños organizan su mundo en diferentes
categorías que varían de acuerdo a sus edades. Así, Piaget sostenía que el
conocimiento cognoscitivo es más que la simple acumulación de conocimiento a través
del aprendizaje —conocimiento cuantitativo. Por el contrario, la forma en que los niños
procesan la información y adquieren el conocimiento acerca de sus ambientes sociales,
cambia cualitativamente. Lo anterior condujo a Piaget a identificar cuatro etapas
fundamentales del desarrollo cognitivo las cuales reflejan la madurez biológica del
niño y el nivel de maduración de la experiencia social.
• La etapa senso-motora (0 a 2 años). Esta primera etapa es definida por
Piaget, como el nivel de desarrollo humano en el cual se toma conocimiento del
mundo solamente a través de los sentidos, es decir, del contacto físico con los
elementos que nos rodean. Durante este período que corresponde aproximadamente a
los dos primeros años de vida, el niño explora el mundo tocando, succionando,
indagando y escuchando. A los cuatro meses de edad, descubren que sus cuerpos son
algo separado del resto del ambiente que los rodea. A pesar quesus esfuerzos para
imitar movimientos o sonidos se van perfeccionando durante esta etapa no poseen aún
la capacidad para utilizar símbolos, dificultando la comunicación a través del lenguaje
por parte de los más pequeños. En otras palabras, los niños conocen el mundo
solamente en términos del contacto físico directo.
• La etapa pre-operacional (2 a 7 años). La segunda etapa, de acuerdo a Piaget,
corresponde al nivel de desarrollo humano en donde el uso de símbolos, incluyendo el
lenguaje, se utilizan por primera vez. Esta etapa comienza típicamente alrededor de los
dos años y se extiende hasta cerca de los siete. La habilidad de utilizar símbolos
significa que el niño puede experimentar el mundo mentalmente; es decir, puede
concebir o identificar algo sin que necesariamente tenga que tener un contacto
sensorial o físico directo con el objeto. Al mismo tiempo adquieren la habilidad de
distinguir entre sus propias ideas y la realidad objetiva, cesan de creer que sus sueños
son reales, y son capaces de reconocer elementos irreales o fantasías en los cuentos y
revistas. Sin embargo, aún no pueden utilizar los símbolos en la misma forma que lo
hacen los adultos. A pesar de que en esta etapa pueden darle nombre y significado a
los objetos que los rodean, lo hacen más bien en términos específicos que generales.
Un niño, por ejemplo, puede describir un juguete específico, pero no puede describir
las cualidades del juguete en general. Más aún, carente de la habilidad para utilizar
conceptos, aparte de objetos específicos, el niño es incapaz de concebir dichos objetos
en forma abstracta en términos de tamaño, peso y volumen.
Durante esta etapa pre-operacional de desarrollo los niños también presentan
una visión marcadamente egocéntrica del mundo. Un ejemplo típico de esta
característica puede observarse cuando se tapa la cara con las manos, convencido de
que no podrán encontrarlo porque él no ve a nadie. Esta característica, de acuerdo a
Piaget, demuestra que los niños pueden percibir el mundo únicamente desde su propia
perspectiva y no pueden imaginar que una situación pueda ser diferente para otra
persona.
• La etapa operacional concreta (7 a 12 años). Según el modelo cognoscitivo
de Piaget, esta etapa corresponde al nivel de desarrollo humano caracterizado por el
uso de la lógica, centrada en la realidad más que ai opciones alternativas. Durante esta
etapa correspondiente a las edades entre siete a doce años, los niños realizan progresos
significativos respecto a sus habilidades para comprender y manipular el medio
ambiente que los rodean. Comienzan a pensar lógicamente conectando eventos en
términos de causa y efecto, como a la vez, pueden agregar más de un símbolo a un
evento u objeto particular. Por ejemplo, es posible decirle a una niña que hoy día es
miércoles 5 de mayo, a lo que ella puede responder, "No, es mi cumpleaños",
indicando de este modo que ella es capaz de pensar en un evento en términos de un
símbolo particular. Sin embargo el pensamiento del niño permanece centrado en
objetos y eventos concretos.
Otro importante aspecto que se desarrolla durante la etapa operacional concreta
consiste en que los niños pierden sus características egocéntricas previas siendo
capaces ahora de ponerse en el lugar de otras personas y así percibir una situación
desde otro punto de vista. Esta característica o habilidad en el desarrollo del niño es el
elemento que les permite participar en actividades más complejas y abstractas tales
como juegos sofisticados —naipes, ajedrez— con otras personas o temas —álgebra,
geometría.
• La etapa operacional formal (12 a 15 años). La cuarta y última etapa del
modelo de Piaget representa el nivel de desarrollo humano caracterizado por un alto
pensamiento abstracto y la habilidad de imaginar alternativas a la realidad. Alrededor
de los doce años los niños tienen la capacidad de pensar acerca de ellos mismos y el
mundo en términos bastante abstractos, más que en términos concretos. Por ejemplo,
si se le pregunta a un niño de siete años qué le gustaría ser cuando grande, la respuesta
en la mayoría de los casos será bastante concreta: doctor, piloto, futbolista, etc. Una
vez que se alcanza la etapa operacional formal, sin embargo, el niño es capaz de
proporcionar una respuesta abstracta, como por ejemplo, "Me gustaría hacer algo
importante". A este punto el niño no está ligado a la realidad solamente sino que es
también capaz de imaginar y evaluar diferentes alternativas hipotéticas. Por esta razón
es común que los niños que alcanzan esta etapa desarrollen un interés especial por la
literatura imaginativa tal como la ciencia ficción y la comprensión de metáforas, juegos
como el ajedrez y otros.
A pesar de que Piaget estaba muy consciente de que el contenido del
aprendizaje —lenguaje, valores y normas— no es lo mismo en todas las culturas,
aparentemente creía que los seres humanos en cualquier parte progresarían
secuencialmente a través de la cuatro etapas descritas anteriormente. Piaget, también
reconocía que la edad precisa en cada una de estas etapas comienza y varía de una
persona a otra, dependiendo de la habilidad mental innata y de la intensidad del
aprendizaje social; más aún, no todos los individuos alcanzan la etapa operacional
formal ya que las personas que no tienen acceso al conocimiento creativo e
imaginativo difícilmente desarrollarán esta capacidad.
En resumen, a diferencia de Freud, quien veía a los seres humanos como un
elemento a disposición de las fuerzas biológicas y de la sociedad, Piaget creía que el
cerebro humano tiene el potencial de ser tanto activo como creativo. En otras palabras,
Piaget creía que las personas tienen una considerable capacidad para crear su propio
mundo social.
La teoría cognoscitiva de Piaget ha ganado muchísimos adeptos, aunque
también ha recibido muchas críticas. Desde el punto de vista de la sociología, por
ejemplo, se argumenta que su teoría ignora los factores sociales en el desarrollo
cognoscitivo de la personalidad del individuo. El tipo de familia, las condiciones
económicas, el tipo e incluso el acceso a la educación, la diferencia entre el ambiente
rural y urbano, el efecto de la desnutrición infantil, la pobreza y otros elementos
similares incuestionablemente afectan el rendimiento intelectual de los niños,
especialmente en América Latina y otras regiones similares, tales como África, Asia y
el Caribe. En estos tipos de ambientes no existe una relación entre desarrollo humano
con la personalidad o conducta social esperada por parte de los individuos.

El modelo interaccionista: Cooley y Mead

Como perspectiva teórica de la socialización, el modelo de la interacción


simbólica —interaccionista— es quizás la más sociológica de todas las interpretaciones
discutidas hasta aquí. Mientras las teorías desarrollistas de Freud y Piaget enfatizan
esencialmente el conflicto entre el individuo y el ambiente social, los interaccionistas
enfatizan la armonía que existe entre ambos elementos. Insistamos, Freud contraponía
al individuo con la sociedad, concentrándose en el análisis de la búsqueda del placer
sexual de los niños como respuesta a la oposición de la sociedad. Piaget también veía
el mismo conflicto entre el individuo y su ambiente social, pero su enfoque se basaba
en el estudio de como los niños se esfuerzan para manipular y controlar sus propios
ambientes. Por el contrario, los interaccionistas entienden a los individuos y la
sociedad como "las dos caras de una misma moneda", en donde la una no puede
existir sin la otra. En ese sentido, el término interaccionista enfatiza la importancia que
tiene la influencia del grupo en el individuo.
Los teóricos del interaccionismo y del desarrollismo también difieren en otros
planteamientos básicos. Los primeros argumentan que la conducta humana es
cualitativamente diferente de la conducta animal debido a que los humanos utilizan un
lenguaje complejo —de símbolos— para comunicarse entre ellos. Esta es la razón para
incluir el concepto simbólico en la designación de esta teoría, es decir, la interacción
simbólica. Del mismo modo que los interaccionistas sostienen que los dentistas
sociales deberían enfocar sus análisis al estudio de las cualidades que diferencian al
homo sapiens del resto de los animales, sugieren que los sociólogos deben concentrarse
en el estudio de como las personas definen e interpretan la realidad social.
Los interaccionistas recalcan la importancia de la participación activa de los
niños en el aprendizaje de sus roles societales en contraste con aquellos que enfatizan
sistemas de modelaje y condicionamientos pasivos. A pesar de que esta teoría se
interesa en el estudio de diferentes aspectos de la socialización, en la siguiente sección
nos referiremos a las formas de como el niño adquiere su personalidad, basados en los
trabajos de Charles Cooley y George Mead.

Teoría de la personalidad de Cooley


El sociólogo Charles Cooley (1864-1929), uno de los pioneros del
interaccionismo simbólico, formuló la teoría del "espejo del yo". El espejo es la
sociedad siendo posible observar las reacciones de los demás frente a nuestro
comportamiento. En otras palabras, las personas adquieren su propia imagen de acuerdo a
las formas en que otros individuos reaccionan a sus acciones. El desarrollo del ser social se
inicia en nuestra vida muy temprano y de este modo la imagen que un recién nacido
tiene de sí mismo proviene de la familia y continúa desarrollándose a lo largo de la
vida en la medida que el individuo comienza a interactuar con sus amigos, profesores y
otros seres humanos.
Sin lugar a dudas nuestras conductas están determinadas en gran medida por las
reacciones de los demás. Si la imagen que observamos es favorable y positiva, el
concepto que tendremos de nosotros mismos será más elevado, reforzando nuestras
conductas. Por el contrario, si la imagen es desfavorable, el concepto de nosotros
mismos será bajo, induciéndonos a modificar nuestros comportamientos y conductas.
En ese sentido, Cooley entendía a la sociedad como un grupo de individuos
colaborando —interactuando— entre sí para desarrollar sus personalidades. En la
misma forma que no podemos ver nuestros rostros si no tenemos un objeto que lo
reflecte, tampoco es posible observarnos a nosotros mismos a menos que otros
reaccionen a nuestras propias conductas. En otros términos, la noción del yo que
adquieren los niños se deriva de las respuestas de los otros, quienes les sirven como
'espejo'.
Sin embargo, este proceso del "espejo del yo" puede operar en dos sentidos:
mientras otros nos observan, nosotros los observamos a ellos. La forma como
interpretamos las impresiones que los demás tienen de nosotros dependen a su vez de
como nosotros los interpretamos a ellos. Supongamos que ciertas individuos
consideran a otro estúpido. El afectado puede rechazar dicha interpretación si es que
éste también considera estúpidos a quienes lo están juzgando. En muchos casos, existe
la tendencia a desacreditar las impresiones negativas que otras personas tienen de
nosotros o a evaluarnos de una manera más favorable en relación a la de otros
individuos.
La interpretación o valoración del yo que emerge del proceso de aceptación o
rechazo de nuestras acciones en el contexto social impactan nuestras personalidades y
conductas. Si el concepto que tenemos de nosotros mismos es favorable, estaremos en
presencia de un individuo confidente de sí mismo, probablemente arrogante, pero
sociable y feliz. Por el contrario, si la percepción que poseemos de nosotros mismos es
pobre, veremos a un individuo inseguro, aislado y de baja estima personal. En ese
sentido la personalidad es social en la medida que emerge de la interacción con
miembros de grupos primarios y su contenido refleja la valorización del tipo de
persona que son.
De acuerdo a Cooley (1902), la relación entre el niño y el resto del grupo
contiene tres elementos: [1] la interpretación de su conducta o apariencia de acuerdo a
la actitud de otras personas —el que dirán; [2] su propia interpretación de la reacción
de los otros combinado con elementos tales como orgullo, admiración, mortificación,
culpabilidad, etc. De esta manera, lo que realmente importa aquí es la interpretación
del niño a las reacciones y actitudes de otras personas respecto a su conducta o
personalidad. Un niño, por ejemplo, puede desarrollar una serie de traumas —
complejos tales como inseguridad o vergüenza— respecto a su apariencia física —
gordo, flaco, chico— dependiendo de la forma que los padres o su grupo social
responden a su configuración corporal. [3] Finalmente, tanto la base de la personalidad
y la experiencia social se concentran en el uso de símbolos.

La teoría de la personalidad de Mead


Conjuntamente con Charles Cooley, el sociólogo norteamericano George Mead
(1863-1931) también es considerado como otro de los pioneros de la teoría de la
interacción simbólica. En la misma línea que Cooley, Mead asumía que el desarrollo
de la personalidad es posible gracias a la interacción del niño con otros a través de
símbolos tales como el lenguaje, signos y gestos —interacción simbólica. Sin embargo,
mientras que Cooley enfatizaba la importancia de utilizar a la sociedad como un
espejo para observar las reacciones de los demás frente a nuestro comportamiento
Mead desarrolló el concepto del otro generalizado, es decir, el conjunto o la totalidad de
las expectaciones que las personas creen que el resto de los miembros tienen de una cultura o una
comunidad. De este modo, el individuo se examina a sí mismo como si fuera otra
persona y a través del proceso de "toma de rol" y el "juego del yo", la persona
desarrolla el conocimiento del "otro" generalizado.
Tenemos entonces que de acuerdo a Mead la primera función es el préstamo de
roles, es decir, en la medida que el niño va desarrollando sus habilidades comunicativas
es capaz de asumir el papel de otra persona y actuar de acuerdo a éste. Por ejemplo, un
niño puede pretender que es un doctor que examina a un enfermo. Al asumir este rol el
niño está adoptando momentáneamente las características de un médico,
comprendiendo claramente los métodos, orientaciones y actitudes de las personas. La
siguiente función corresponde a lo que Mead designa como desempeño del rol. En el
caso del niño que asumió en su juego ser un doctor es algo ocasional; sin embargo, si
realmente se gradúa como tal pasará a desempeñar verdaderamente el rol de médico —
para Mead, ejecutar el rol.
Mead también utiliza el concepto de otro significante para referirse a aquellos
individuos que ejercen una gran influencia en las actitudes de las personas. Los "otros
significantes" juegan un importante papel en el desarrollo del yo mismo y de la
personalidad del individuo debido a que éste le otorga un gran valor a los juicios y
opiniones de los "otros significantes". A la mayoría de los individuos les preocupa,
antes que nada, causar una impresión favorable en los "otros significantes"—
familiares, amigos, compañeros— más que agradar al concepto abstracto del "otro
generalizado". Un profesor, por ejemplo, puede constituir un "otro significante" para
sus alumnos. A través de su contacto cotidiano con éstos les proporcionará
conocimiento, consejos y ejemplos a seguir. Por su parte, los estudiantes escucharán
sus instrucciones, tratarán de ajustarse a las mismas y complacerlo. Todos están muy
conscientes que el aprobar o rechazar sus materias y completar sus ciclos de estudios
exitosamente depende de la imagen positiva que el maestro tenga de ellos.1
Desde otro ángulo, la idea central del yo, de acuerdo a Mead, es el concimiento
que el individuo adquiere de ser un componente distinto del resto de los participantes
de una sociedad. En ese sentido, tanto el yo como la sociedad, son inseparables entre
sí, en donde dicha conexión se presenta a través de tres estadios diferentes.
[1 ] Durante la primera etapa, los niños nacen carentes de la noción del yo, pero
con la capacidad psicológica de adquirirlo a través de la experiencia social. En este

1
De acuerdo a Mead, sin embargo, es importante que en el proceso de socialización los individuos tomen el
rol del "otro generalizado", porque sólo mediante este proceso pueden imaginar como van a reaccionar a
los demás miembros de la sociedad ante su comportamiento. Cuando los individuos observan sus propias
conductas a través de los ojos de la sociedad, pueden tratar de comportarse de una manera aceptada por la
sociedad y evitarán desarrollar comportamientos ofensivos. Examinando sus actitudes y conductas con los
ojos del "otro generalizado", los individuos pueden aprender a comportarse de una manera socialmente
aceptable y medir las consecuencias de sus acciones.
sentido, Mead rechaza la idea que el yo sea un componente biológico y por lo tanto no
puede considerarse como un elemento o reacción del cuerpo humano. En otras
palabras, Mead no concuerda en que la personalidad y la conducta humana son la
expresión de los impulsos biológicos, tal como sostenía Freud, o que éstos se
desarrollan como resultado de la madurez biológica, en términos de Piaget. Ausente al
momento de nacer el yo sólo comienza a desarrollarse una vez que el niño comienza a
participar en actividades con otros niños. La ausencia de esta experiencia social,
producirá que el cuerpo se desarrolle, no así el yo —la base de la personalidad.
[2] La segunda etapa del análisis de Mead es la explicación de la experiencia
social, entendida como el intercambio de símbolos, es decir, significados compartidos por los
individuos envueltos en la interacción social. Un movimiento con la mano, una sonrisa, una
palabra constituyen símbolos utilizados por los seres humanos en sus relaciones
diarias. Aunque Mead concordaba con Watson en que la conducta humana puede ser
moldeada manipulando el ambiente social, sostenía que ello no describe el carácter
estrictamente humano de nuestra conducta. Un perro, por ejemplo, puede entrenarse
para responder a ciertos estímulos específicos, pero estos no pueden darle una
significación a sus reacciones. Los seres humanos por su parte, perciben el significado
de sus propias conductas y las de otros, y son sensibles tanto a la atención como a la
acción de otros individuos. En otras palabras, un perro puede responder a lo que se espera
que haga, pero un ser humano posee además la capacidad de responder a lo que otros esperan que
haga mientras desarrolla la acción. A través del castigo o el premio, por ejemplo, un perro
puede aprender a ir buscar el diario a la puerta todas las mañanas, sin embargo no
entiende por qué tiene que hacerlo. En ese sentido, si el perro no encuentra el diario no
traerá un libro o una revista a su amo como alternativa, a diferencia de un ser humano,
quien sí tiene la capacidad de entender o interpretar intenciones cada vez que ejecuta
sus acciones.
[3] La tercera y última etapa del modelo de Mead considera que debido a que
tenemos la capacidad de entender las intensiones de los otros es posible ponernos en
sus lugares y entender sus puntos de vista y acciones. En ese sentido, el uso de
símbolos en la interacción social nos permite interpretar las conductas de otros
individuos en la misma forma que éstos interpretan o evalúan las nuestras, un proceso
que el sociólogo norteamericano denominaba, "ponerse en el lugar del otro".

Desarrollo del Yo
Mead sostenía que el yo mismo se desarrolla gradualmente en la medida que el
individuo va adquiriendo mayor habilidad y sofisticación para "ponerse en el lugar de
los otros". Similar a Freud y Piaget, George Mead pensaba que la primera etapa de la
niñez es el período crucial para la formación del yo. A diferencia de Piaget, sin
embargo, no entendía a la niñez en formas de etapas vinculadas exclusivamente a la
edad, debido a que Mead minimizaba consistentemente la importancia de los factores
biológicos. En ese sentido, el sociólogo norteamericano describía al yo como un
proceso que con el tiempo se va tornando cada vez más complejo debido a la
adquisición de nuevo conocimiento social. En este proceso, es posible identificar tres
etapas fundamentales.
[1] Durante la primera etapa de vida, Mead argumentaba que debido a la
carencia de experiencia social, los niños más pequeños responden a través de la
imitación, o sea, repitiendo lo que otras personas hacen. A este punto, el yo aún no
existe ya que el niño responde por medio de una conducta mimética sin comprender
los significados de sus acciones. Por lo tanto, esta primera etapa de la conducta es
fundamentalmente una cruda réplica más que una interacción basada en símbolos.
[2] La segunda etapa se desarrolla en la medida que el niño comienza a adquirir
la habilidad de utilizar el lenguaje y otros símbolos, en donde el yo comienza a
manifestarse en la misma forma que un actor representa a un personaje de una obra, o
sea, a través de la actuación. A esta altura, los niños son capaces de reconocer pautas de
conductas sociales y representarlas en forma de actuación en sus propias actividades y
juegos. En ese sentido, el niño ocupa el rol de otras personas, específicamente los
padres u otros significativos del grupo primario, proporcionándoles de esta manera la
oportunidad de aprender a imaginar y entender el mundo desde la perspectiva de otras
personas. En esta etapa, sin embargo, el yo aún se presenta de una manera
fragmentada debido a que el niño actúa o representa el rol de una persona a la vez. En
otras palabras, el yo carece de unidad dentro del todo debido a que el niño no puede
brindarle coherencia a toda la acción sino que representar una serie de actuaciones
individuales, sin un vínculo común entre sí.
[3] Desde el momento en que los niños comienzan a adquirir experiencia social
aprenden a desempeñar simultáneamente diversos roles. De este modo, el yo se
transforma en algo cada vez más complejo incluyendo numerosas acciones y
respuestas a las actuaciones de otras personas. Jugar al fútbol, por ejemplo, requiere de
la habilidad de desempeñar diferentes roles durante el juego, independientemente de la
posición específica que ocupa en el equipo. El defensa debe tener en cuenta el rol del
portero y los delanteros de su equipo, como a la vez, entender y anticiparse a las
acciones de los delanteros y jugadores rivales si quiere ganar el juego. La capacidad de
interpretar y responder a todas las posiciones de los participan en el partido lo
convertirán en un jugador útil o improductivo para su equipo. En otras palabras, la
respuesta a cualquier situación durante el partido de fútbol requiere que los jugadores
se pongan en el lugar del resto de los participantes ya sea para defender como para
atacar. Igualmente, en la medida que el yo se va transformando en algo mayormente
complejo es posible, entonces, entender y representar una diversidad de roles sociales.
De esta manera es posible movernos de la etapa de la actuación de un simple rol, a
actuaciones más complejos que envuelven la interacción de muchos roles.
Una característica final en el desarrollo del yo, de acuerdo a Mead, es la
habilidad de los niños para responder a sus propias conductas desde el punto de vista
de la sociedad global. En otras palabras, los niños comienzan gradualmente a tomar
conciencia de que viven en un mundo más amplio y que existen una amplia gama de
normas y valores compartidas por los individuos. En la medida que dichas normas y
valores se incorporan dentro del yo los niños comienzan a organizar sus propias acciones, de la
misma manera que se imaginan que lo fiaría una persona cualquier en su mundo social.
El desarrollo del yo es una parte sustancial del proceso de socialización de
acuerdo a Mead. Sin embargo la socialización no se detiene, ni muchos menos termina
con la aparición del yo. Por el contrario, Mead entendía este proceso como algo que
perdura toda la vida en donde los cambios y transformaciones en la experiencia social
afectan y modifican la conducta de un individuo. En este sentido, Mead veía a la
sociedad y a los individuos como elementos que cambia continuamente. Más aún,
consideraba a los seres humanos como entes creativos e imaginativos quienes juegan
un importante papel en su propia socialización. Debido a que los individuos y la
sociedad actúan el uno sobre el otro, Mead concluía que el yo se desarrolla en torno a
la sociedad, pero ésta no lo determina en una forma rígida, quedando así ambas partes
expuestas a transformaciones y cambios.

Agentes de la Socialización

El proceso de socialización envuelve muchos y diferentes tipos de influencias,


enseñanzas y experiencias las cuales operan en la conducta de los individuos mientras
permanezcan vivos. Esta importante tarea social se concentra en diferentes grupos
humanos e instituciones sociales conocidas como agentes de socialización de la
sociedad. La siguiente sección de este capítulo, se concentra en el estudio de los cuatro
agentes más importantes de la socialización: la familia, la escuela, los amigos y los
medios de comunicación de masas. A pesar que la responsabilidad de la socialización
recae fundamental y directamente en las dos primeras instituciones, los amigos y los
medios de comunicación son también importantes agentes indirectos o intencionales,
encargados de proporcionar a los individuos el conocimiento necesario para vivir en la
sociedad.

La familia

Sin lugar a dudas el agente de socialización más importante es la familia, la cual


constituye el mundo social del niño, especialmente durante sus primeros años de vida.
Una vez que alcanzan la edad escolar comienzan a separarse gradualmente de sus
núcleos familiares por períodos de tiempos cada vez más prolongados. Como
sostuviéramos anteriormente, los niños dependen totalmente de otros adultos para
satisfacer sus necesidades básicas más inmediatas, responsabilidad que recae casi
totalmente en la familia. De esta manera, el núcleo familiar constituye el grupo
original primario más importante de la mayoría de los individuos. Las intensivas
experiencias sociales que ocurren en el seno de la familia son la base de nuestra
personalidad, independiente de los cambios que experimentos más tarde ya sea como
adolescentes o adultos. En este sentido, la familia es el mecanismo responsable del
proceso de transmisión cultural inicial cuyo papel consiste en introducir a los nuevos
miembros de una sociedad en las diversas normas, pautas y valores que la sostienen a
través de la enseñanza, para ser internalizados como algo propio.
A pesar de que los padres no pueden determinar completamente el curso del
desarrollo social de sus hijos muchas dimensiones de sus conductas y personalidades
tales como actitudes, intereses, metas, creencias y prejuicios, se adquieren dentro de la
familia. En ese sentido, lo que los niños aprenden de sus padres no es simplemente el
resultado deliberado de sus enseñanzas ya que al mismo tiempo también reciben
continuamente la influencia del ambiente social creado por otros adultos vinculados al
núcleo familiar. El grado de confianza o desconfianza, seguridad o inseguridad,
afección, arrogancia, inferioridad o cualquier otro componente de la personalidad
posterior de los individuos depende largamente de las consecuencias de sus ambientes
familiares durante sus primeros años de vida.
La familia es también la esfera de vida social en donde se aprende por primera
vez los tipos de conductas y actitudes considerados socialmente aceptables y apropiados de
acuerdo a la configuración sexual de los individuos. Desde la infancia, los niños
reciben instrucción en forma consciente o inconsciente por partes de los padres y otros
miembros del núcleo familiar acerca de la "masculinidad" y la "feminidad", los cuales
se internalizan en lo más profundo del yo. Por esta razón, mucho de lo que se
considera como algo innato en las personas en realidad no es más que el producto de
elementos de la cultura incorporada en nuestras personalidades a través de la
socialización.
Como agente de la socialización, la familia no es sólo importante en la
formación de la personalidad, sino que, al mismo tiempo, por proporcionar a los niños
una posición social. En otras palabras, los niños nacen en un mundo natural o físico, pero es
a través de la familia que éstos se insertan dentro del mundo social, es decir, a la sociedad.
Muchas de las características adscritas —que existen al nacer o se adquiere en
diferentes etapas de la vida— tales como clase social, religión, raza y etnicidad, son
directamente determinadas por los orígenes familiares, los cuales se convierten en parte
del yo. Sin lugar a dudas es posible alterar algunos aspectos de estos elementos que
forman parte de nuestras personalidades, sin embargo sus influencias permanecerán
allí, toda la vida. Así por ejemplo, es posible que los individuos cambien sus religiones,
nacionalidades, estados civiles e incluso sexualidad; sin embargo, las raíces originales y
las experiencias anteriores asociadas a cada una de ellas estarán presente por el resto de
nuestras vidas.
El lugar social que el niño ocupa en la sociedad, es decir su clase social,
determinan la cantidad de bienes materiales disponibles como los niveles de
oportunidades, prestigio y poder a que éstos tendrán acceso. Aquellos niños
provenientes de ambientes sociales desposeídos, sin lugar a dudas enfrentarán
dificultades mayores en términos de educación, trabajo, y bienestar económico. Por el
contrario, aquellos provenientes de clases sociales acomodadas tendrán mayores
oportunidades para alcanzar posiciones mejor remuneradas, prestigio y poder. Dichas
diferencias en los patrones de la socialización pueden originar importantes
consecuencias en la conducta y actuación de los individuos. Mientras algunos
permanecerán carentes de educación y oportunidades para vivir dignamente, otros
tendrán acceso a buenos colegios, universidades y empleos. En ese sentido los padres
intentan preparar y educar a sus hijos para alcanzar las metas sociales del éxito y así el
proceso de socialización se orienta al logro de dicho objetivo.

La escuela

El comienzo de la edad escolar se caracteriza por la participación de miembros


externos al grupo familiar quienes incorporan nuevos elementos al proceso de
socialización. En la escuela los niños aprenden a interactuar con otras personas que no
forman parte de sus grupos primarios, provenientes de núcleos familiares diferentes a
los suyos. Desde otro ángulo, la escuela juega un importante rol en la preparación de
los niños para la vida adulta, especialmente en sociedades altamente industrializadas y
modernas, en donde las funciones sociales y productivas son extremadamente
complejas y extensas para permanecer dentro de los marcos de la familia. En esta
forma, los niños tienen la posibilidad de enfrentarse a una diversidad social más
amplia, una situación que les permite tomar conciencia de sus propias categorías
sociales.
Una de las funciones más importante del sistema escolar en el proceso de
socialización es introducir a los niños a un vasto bagaje de conocimientos y oficios.
Durante los primeros años de escuela la transmisión del conocimiento incluye
elementos básicos tales como la lectura, la escritura y la aritmética con el fin de
prepararlos gradualmente a adquirir conocimientos superiores especializados y oficios
necesarios para mantener el funcionamiento de nuestras sociedades. Comenzando con
la educación elemental, pasando por la secundaria, para terminar con los estudios
universitarios los diversos sistemas educativos cumplen con la función de entrenar a
los individuos para especializarse en los diferentes roles productivos, funcionamiento y
mantención de una sociedad.
El conocimiento que los niños adquieren en la escuela no se limita solamente a
las materias contenidas en el curriculum oficial, sino que también incluye importantes
valores y conductas culturales, en una forma indirecta, y que algunos sociólogos
denominan el curriculum oculto. Por ejemplo, la mayor parte de los juegos y deportes
enseñan a los niños a ser competitivos, a buscar el triunfo y el éxito en dichas
actividades. Igualmente, los niños aprenden en la escuela que sus propias formas de
vida, incluyendo las formas políticas y económicas, son prácticas moralmente
correctas, como a la vez, los socializan dentro de las pautas y conductas sexuales
socialmente aprobadas. Por esta razón, gran cantidad de las actividades escolares para
los niños varones difieren de las formas de instrucción utilizadas para con las niñas.
Así, por ejemplo, es muy común observar a los varones participando en actividades
físicas —fútbol, béisbol— mientras que las niñas se dedican a actividades de tipo
artísticas —danzas, ballet— o manuales— tejer, bordar. Dicho proceso de
diferenciación de roles a través del sexo continúa durante la educación secundaria y
formal. Hasta hace muy recientemente, la casi totalidad de los egresados de
profesiones tales como enfermería obstetricia, educación de párvulos y servicio social
eran exclusivamente mujeres. Lo mismo ocurre con oficios tales como secretarias y
empleadas domésticas, mientras una mayor cantidad de actividades, oficio y
profesiones se reservan para los varones.
Otra función de lo que denominamos el curriculum oculto del sistema escolar,
especialmente durante sus primeros años, es el preparar a los niños para ser evaluados
de acuerdo a sus habilidades y rendimientos basados en estándares universales en vez
de características personales particulares —habilidad para leer o escribir, por ejemplo.
La evaluación de acuerdo a pautas impersonales es una experiencia continua en todos
los niveles del sistema escolar y cumplen la función de inducir a los niños a que se
observen a sí mismos, actúen y comporten en relación al resto del grupo. En ese
sentido, la confianza o habilidades que los niños desarrollan al interior de sus
respectivas familias pueden tener un impacto muy significativo en sus rendimientos
escolares. Más aún, la escuela es probablemente la primera institución burocrática con
la cual nos enfrentamos en nuestra vida. Organizada alrededor de un horario estricto
de actividades planificadas y reglamentadas, incluyendo los juegos, las necesidades
fisiológicas y el consumo de alimentos, la escuela permite que los niños comiencen a
experimentar la regimentación impersonal y aprender como operar dentro de
organizaciones burocráticas formales mayores de la sociedad.
A pesar de que en términos generales se puede calificar a la escuela como uno
de los agentes de la socialización más activos, el sistema escolar latinoamericano
presenta una variedad de modelo basados en diferentes aspectos morales, éticos,
políticos y económicos. En primer lugar, existe la educación privada y la estatal, que al
margen de ceñirse a un curriculum previamente establecido por las autoridades
educacionales, enfatizan ciertos aspectos no contenidos en los programas obligatorios.
Por ejemplo, la enseñanza de la religión es un aspecto importante y por lo tanto,
muchas familias buscan enviar a sus hijos a escuelas católicas porque consideran que la
enseñanza en dichos establecimientos está más cerca de sus propios valores morales y
pautas de conductas. Otras familias prefieren tomar en consideración sus antecedentes
étnicos y envían a sus hijos a escuelas que enfatizan la cultura y la enseñanza de ciertos
idiomas. Sin lugar a dudas, muchas de estas decisiones están determinadas por la
posición económica de las familias y de este modo muchos niños no tienen más
opciones que registrarse en la escuela pública, sin considerar a un gran porcentaje,
especialmente aquellos provenientes de sectores sociales desposeídos, que nunca
asisten a una escuela.
De cualquier forma, la escuela es extremadamente importante como agente de
socialización y por lo tanto, como elemento transmisor de pautas y valores culturales y
conocimiento científico o tecnológico. Sin embargo, entender a la escuela únicamente
en estos términos sería caer en una abstracción general, puesto que le resultaría muy
difícil operar y cumplir su función social de no mediar la intervención de algunos
factores fundamentales tales como los profesores, administradores y los textos
escolares. Sociológicamente, estos elementos se consideran como instrumentos de la
socialización.
Los profesores

Junto al personal administrativo, los profesores son sin lugar a dudas elementos
muy importantes en el proceso de socialización, debido a que constituyen el contacto o
mediador humano entre la organización formal denominada escuela y los alumnos. En
otras palabras, los profesores representan el primer contacto de los niños con la autoridad de
otros adultos fuera del núcleo familiar. A pesar que la relación profesor-alumno no se
desarrolla libre de factores emotivos ésta es considerablemente más impersonal que la
relación padres-hijos, la cual se caracteriza por una gran carga afectiva, emocional y
subjetiva.
Los profesores ejercen una notoria influencia sobre sus alumnos en diversas
formas. En efecto, los maestros son los responsables de transmitir el curriculum escolar
y los valores correspondientes asociados al mismo. En ese sentido, los profesores a
través de las materias que enseñan interpretan la sociedad en un sentido más amplio y
como agentes de la socialización, juegan un rol muy importante definiendo,
explicando y preparando a sus alumnos para responder a los requerimientos sociales.
En general, la actuación profesional y humana de los profesores marcarán de una u
otra forma a sus alumnos, los cuales internalizarán en una forma abierta u oculta
muchos de los elementos culturales, científicos y morales toda vez que les corresponda
actuar en su medio social. Factores como el nacionalismo, identificación política,
religiosa, conductas sociales y sexuales, por ejemplo, serán fuertemente influenciados
por la relación alumno-profesor dentro del sistema escolar.

Los textos escolares.

La escuela, a través de los profesores, también socializa a sus estudiantes por


medio de los libros y textos escolares especialmente preparados de acuerdo a las
edades escolares de los educandos. Junto a los textos, hoy día es más necesario que
nunca incluir los computadores, videocassetteras, películas y otras formas de
tecnología moderna desarrolladas por nuestras sociedades, las cuales contribuyen a
facilitar y aumentar el proceso de aprendizaje y preparación de los estudiantes, a través
de estos mecanismos absolutamente impersonales.
Los sociólogos, psicólogos y educadores han realizados extensos estudios para
entender, interpretar y crear diferentes textos y materiales pedagógicos acerca de los
más variados temas. Por ejemplo, ciertos investigadores sociales se han preocupado de
identificar elementos sexistas, raciales o clasistas dentro de los textos y materiales
pedagógicos utilizados en nuestras escuelas. Paulo Freiré, filósofo y educador
brasileño, sostiene en su famoso libro La pedagogía del oprimido (1974) que el sistema
educacional está basado en un sistema parecido a un banco, en donde el profesor
deposita conocimiento en el individuo y que retira o usa cada vez que se enfrenta a una
situación. De acuerdo a esta noción, la actitud y conocimiento del mundo social que
rodea a las personas está determinado por ese conocimiento depositado en sus mentes,
impidiéndoles desarrollar una visión crítica de la sociedad que los rodea y más
importante, entender sus propias condiciones de oprimido, especialmente por parte de
los sectores más desposeídos y postergados de la sociedad. Freiré, por el contrario,
propone un ingenioso método para enseñar a leer y a escribir a los adultos, basados en
la discusión de sus propias realidades y las causas que la genera. Este sistema permite
no sólo eliminar el analfabetismo, sino que, a la vez, genera formas de
"concientización", es decir, un conocimiento de su propia condición de oprimido —ver
el Capítulo X acerca de la Educación.
De una manera u otra, los textos escolares contienen un considerable potencial
para comunicar y transmitir actitudes sociales junto a interpretaciones históricas y
culturales de nuestras sociedades. Análisis oficiales de las raíces de nuestras naciones,
la conformación de sus territorios geográficos, la interpretación de nuestros conflictos,
crisis, historia y otras situaciones conforman el contenido de dichos textos que nos
ofrecen una versión de cada uno de las materias contenidas en el curriculum escolar.
Independientemente que dichas versiones se consideren correctas o inapropiadas, ahí
están, y constituyen importantes elementos de la socialización.
Sociólogos funcionalistas tales como Talcott Parsons y otros —ver el capítulo
IV— argumentan que la educación juega un papel vital en términos de promover la
integración social de los individuos. Desde este punto de vista, la escuela facilita la
preparación y ajuste de los niños para vivir en un mundo impersonal y más grande,
como a la vez, permite adquirir el conocimiento y las habilidades necesarias para
desempeñar los roles de adulto de una manera exitosa, socialmente hablando.
Otras corrientes sociológicas sostienen que el sistema escolar enseña y prepara a
los niños para mantener el statu quo, es decir, mantener el sistema de organización
social imperante y de este modo beneficiar a los mismos sectores y grupos sociales
tradicionales. Algunos sociólogos, sin embargo, argumentan que la educación
observada en la mayoría de los países latinoamericanos promueve los beneficios del
capitalismo moderno y la economía de libre mercado, al mismo tiempo que apoyan y
justifican a los sistemas políticos que promueven dicho sistema productivo. Dentro de
este contexto, la escuela no hace más que perpetuar la desigualdad social debido a que
el tipo, cantidad y calidad de educación que reciben los niños en una sociedad
capitalista, está directamente relacionada con la clase social a que pertenecen.

Los grupos de amigos

Al momento de comenzar la escuela los niños descubren un nuevo escenario


para el desarrollo de sus actividades sociales, basados en los grupos de amigos, es
decir, personas usualmente de la misma edad, que comparten intereses comunes y la misma
posición social. A diferencia de la familia y de la escuela, los amigos permiten a los niños
participar en una variedad de actividades sin que medie la supervisión de los adultos.
Comúnmente, tanto los niños como los jóvenes son fuertemente atraídos por sus
amigos permitiéndoles escapar de algunas de las obligaciones impuestas por sus
profesores y padres. Dentro del núcleo de amigos, los niños gozan de una considerable
independencia que les proporciona una valiosa experiencia para el descubrimiento de
sus propias relaciones sociales, al mismo tiempo que les permite desarrollar un sentido
de sí mismo, sin la intervención de la familia. Del mismo modo, los grupos de amigos
ofrecen a sus miembros la oportunidad de discutir tópicos que no son del agrado o
interés de los padres —música, bailes— como temas que los jóvenes prefieren evitar
discutir en la presencia de sus familiares o profesores —relaciones sexuales, drogas,
alcohol.
La relación de los niños entre sí en un grupo de amigos difiere fundamental de
la interacción con los adultos. En efecto, las relaciones entre los niños son de tipo
igualitaria y no reguladas por la autoridad, diferencia de status, edad o elementos de
dependencia familiar. Un niño no espera que deba obedecer a otro, tal como sucede
con los adultos, como tampoco necesita a otro niño en la forma que necesita a sus
padres. En este sentido, la interacción con los amigos ofrece una mayor oportunidad
para hacer ciertas cosas, experimentar nuevas actividades, equivocarse y comenzar de
nuevo, establecer alianzas y negociar compromisos para lograr ciertos objetivos. Por
ejemplo, los padres pueden enseñarles a sus hijos que no pueden tomar juguetes u
objetos que no les pertenecen, sin embargo, en el círculo de amigos, estos pueden
someter a prueba la rigidez y magnitud de la regla, como a la vez, experimentar las
consecuencias sociales de sus acciones.

Los medios de comunicación de masas

El concepto, medios de comunicación de masas se refiere a los canales de


información dirigidos a una amplia audiencia característicos de una sociedad moderna
e incluye la televisión, la radio, los periódicos y las revistas. Dichos medios de
comunicación proporcionan información e interpretación de lo que ocurre en la
sociedad, ejerciendo una enorme influencia en las actitudes, conductas y creencias de
los individuos. Los sistemas de comunicaciones reflejan cada aspecto de la sociedad,
sin embargo, dicha reflexión no es necesariamente objetiva como muchos sostienen.
Numerosos estudios sociológicos sugieren que los medios de comunicación de masas
tienden a representar los intereses de los grupos dominantes de una manera favorable,
mientras que los planteamientos y puntos de vistas de aquellos que cuestionan al
sistema social son comúnmente ignorados o presentados en una forma negativa,
peyorativa o muchas veces tergiversadas.
Los niños aprenden, observan y escuchan a través de los medios de
comunicación social. Sus países son incluso representados visualmente, junto a sus
líderes políticos, culturas, expresiones artísticas, religiosas y deportivas. Al mismo
tiempo, niños y adultos son expuestos a los más increíbles niveles de violencia y
criminalidad junto a un avisaje comercial avasallador.2
La televisión es uno de los componentes más importante de la cultura de los
niños y adolescentes, quienes, a menudo, discuten lo que han visto y escuchado en los
d istmios programas, imitando a los personajes y actores en sus juegos y fantasías. Los
expertos en comunicación social sostienen que dormir es la única actividad que ocupa
una mayor porción del tiempo de los niños, desplazando incluso a los juegos, que
como sostuviéramos anteriormente, también constituyen formas de socialización de las
diferentes normas sociales y desarrollo de habilidades. Del mismo modo, niños y
adolescentes invierten más tiempo frente a sus televisores que leyendo. La lectura es
una actividad que requiere práctica y comprensión del contenido del texto a través del
uso de la imaginación, la reflexión y variados niveles de abstracción. Por el contrario,
la televisión es simple, directa y fácil de entender, lo que permite que el contenido
ofrecido al telespectador se le proporcione de una manera, digamos, "digerida". Sin
lugar a dudas, la televisión juega un importante papel en el proceso de socialización de
nuestras sociedades actuales y por lo tanto las escuelas las utilizan cada vez más en sus
actividades pedagógicas.
Como el resto de los medios de comunicación, la televisión no es interactiva, o
sea que a pesar de poseer un efecto directo en las personas, éstas no pueden responder
en una forma inmediata y directa a aquellos que controlan su contenido. De hecho, las
posibilidades de cuestionar el contenido de la programación televisiva son
prácticamente muy remotas. En ese sentido, más que un elemento de entretención, la
televisión se convierte en un elemento de «programación» y a veces, de
«domesticación» de las actitudes, creencias y opiniones de las personas. La televisión
tradicionalmente ha representado a los seres humanos a través de estereotipos
culturales, en donde las mujeres se convierten en objetos para vender otros objetos. La
belleza y el color de la piel —generalmente blanca— constituyen atributos claves para
exaltar las características de los personajes, junto a las mercancías que promueven. La
mayoría de las teleseries ocurren en un ambiente social de individuos y familias
pudientes, en donde los más pobres y desposeídos tienen la esperanza de alcanzar el
triunfo, el éxito y el prestigio del resto de los personajes que aparecen en la obra. Los
miembros de los grupos indígenas o negros han sido prácticamente eliminados de las
pantallas y reemplazados por personajes y actores con caracteres físicos similares a la
de los actores y personajes blancos de Europa y los EE.UU.
Sin lugar a dudas, la televisión ha enriquecido en muchos aspectos la cultura de
la sociedad latinoamericana al traernos hasta nuestros hogares una gran variedad de
interesantes programas educativos y artísticos, al mismo tiempo que nos transporta
miles de kilómetros para observar eventos que normalmente no podríamos ver o
conocer —eventos deportivos, religiosos y políticos. Del mismo modo, ha permitido
someterá la discusión pública interesantes debates que afecta la convivencia nacional e

2
De acuerdo a ciertos estudios sociológicos un típico adolescente de 16 años en los Estados Unidos ha
presenciado a través de la televisión cerca de 200.000 actos de violencia, tales como violaciones sexuales,
raptos, asesinatos, genocidios, torturas, entre otros. Esta increíble experiencia habrá sido acompañada por
más de 300.000 avisos comerciales (Lee y Solomon:1990:3)
internacional. Sin embargo, también ha abierto una controversia respecto a que la
televisión distorsiona la realidad social en favor de las clases dominantes o del gran
capital internacional, promueve estereotipos sociales y raciales siendo responsable, en
gran parte, de los altos niveles de violencia y formas de alienación social.
Finalmente, los avisos comerciales, de los cuales la televisión es
extremadamente dependiente para su financiamiento, se han transformado, cada vez
más, en mecanismos de manipulación de las actitudes y conductas del público para
descubrir aquellas "necesidades" que sólo pueden ser satisfechas a través de la compra
de las mercancías que promueven. Los millonarios presupuestos utilizados en los
avisos comerciales, especialmente por parte de las grandes corporaciones
transnacionales, sugieren en general que los esfuerzos y campañas promocionales son
muy exitosas y lucrativas. Los comerciales nos instruyen, por ejemplo, que nuestros
vecinos pueden hablar mal de nosotros si no limpiamos nuestros pisos o baños con el
detergente X, o que la forma de vestirnos no es la correcta porque así lo afirma el
modisto parisino de moda, o que ciertos productos nos hacen ver más jóvenes y
elegantes, que las arrugas del rostro no son bien vistas y pueden ocultarse con el
cosmético Z. En este sentido, los comerciales cumplen con la "generosa" función de
"aconsejarnos" como remediar nuestros problemas ofreciéndonos todo tipo de
mercancías: desde una bebida, productos alimenticios, automóviles, hasta viajes
exóticos al Caribe o Europa, dando la impresión de que todos los individuos en la sociedad
tienen el mismo tipo de acceso a todos los productos que se anuncian. Esta situación oculta el
hecho que grandes sectores de la población ni siquiera pueden consumir una comida al
día, expresado a través de las altas tasa de mortalidad y desnutrición infantil, junto los
niveles de extrema pobreza en que viven millones personas en África, América Latina
y el Caribe. En resumen, los comerciales en particular y la televisión en general,
poseen no sólo la enorme influencia de proyectarnos su propia visión del mundo, sino
que, a la vez, las formas de cómo comportarnos en nuestros hogares y pensar acerca de
nosotros mismos.

La Socialización y el ciclo de vida

A pesar que la mayoría de las discusiones acerca de la socialización se centra


alrededor de la niñez, este es un proceso que se extiende a través de toda la vida de las
personas. El ciclo de vida incluye diversas etapas tales como la niñez, la adolescencia,
la etapa adulta, la etapa de la edad media y finalmente, la vejez. La socialización
presenta distintas características en cada una de estas etapas, las cuales requieren una
creciente preocupación y especialización por parte de la sociología.
La niñez

Los estudios tradicionales describen esta etapa como un período de liberación


de las responsabilidades exigidas al mundo adulto. Sin embargo, la realidad de
América Latina nos muestra un triste espectáculo de explotación laboral y sexual de
miles de niños y niñas, originados por las condiciones de pobreza y miseria en que
viven sus familias. Algunas de dichas actividades incluyen trabajos mal remunerados,
prostitución, delincuencia y el cada vez más popularizado mercado de venta de niños u
órganos infantiles para trasplantes en los países desarrollados del norte. Cada vez
resulta más frecuente observar ejércitos de niños circulando por las calles céntricas de
cualquier ciudad latinoamericana vendiendo diferentes mercancías o mendigando para
contribuir al sustento de sus familias. Indudablemente, esto no es una situación nueva
ni mucho menos original, puesto que existen innumerables estudios que describen la
casi inexistente etapa de la niñez en las sociedades europeas feudales y luego durante
los comienzos del desarrollo del capitalismo industrial. La famosa novela Oliver Twist,
del escritor Charles Dickens (1886), la cual se sitúa en Londres al comienzo del siglo
diecinueve, cuando la Revolución Industrial modificaba totalmente la esfera
productiva de ese continente, refleja claramente el problema de la explotación infantil
en una sociedad drásticamente divida en rigurosas clases sociales.
Lo anterior puede sonar un tanto extraño o exagerado debido a que el sentido
común sugiere que los niños son muy diferentes de los adultos, o sea, inexpertos
respecto al conocimiento del mundo y biológicamente inmaduros. En las sociedades
modernas tecnológicamente avanzadas, los niños son socializados en una forma
diferente de los adultos, incluyendo el vestuario, el lenguaje, el trabajo y el sexo. Pero,
más allá de lo que son, las inevitables consecuencias de la madurez biológica, las
características de la niñez constituyen una materia de definición social. La diversidad
de concepciones culturales y situaciones sociales acerca de la niñez demuestran que
aquellos elementos considerados como naturales en una sociedad no significan
necesariamente lo mismo en otra. Por ejemplo, el trabajo infantil en las regiones
campesinas de América Central o los niños que venden flores, lápices y otros artículos
en el centro de Santiago, Buenos Aires, Caracas o Ciudad de México, pueden aparecer
como algo totalmente inaceptable en los países de los millones de turistas europeos o
norteamericanos que visitan dichas urbes. Sin embargo, para un ciudadano común de
América Latina o África, ésta es una situación, digamos "común” y diaria,
independientemente de que les agrade o les disguste.
En la actualidad resulta normal observar que los medios de comunicaciones de
masas aceleran el proceso de socialización y acortan cada vez más el período de la
niñez, presionando insistentemente para que se vistan, hablen y actúen como adultos.
Así, por ejemplo, la moda impone que los niños y niñas se vistan con blue jeans
confeccionados por diseñadores o calcen las zapatillas o zapatos de la marca de moda,
o jueguen con los programas especialmente diseñados para computadores o juguetes
electrónicos sofisticados. Más aún, los mismos medios de comunicación social
introducen rápidamente a los niños en una variedad de conceptos sexuales y violencia
sofisticada a través de las películas, la música moderna, revistas, todos ellos tópicos
considerados una generación atrás como algo exclusivamente para adultos.
La presión para "crecer" rápidamente comienza actualmente en los propios
hogares, en donde los niños deben aprender a valerse por sí mismos desde muy
temprana edad, ya sea por razones de trabajo, divorcios, separaciones u otras. Los
padres, por ejemplo, se sienten muy orgullosos si sus hijos aprenden a leer y escribir
antes de la edad escolar o participan en discusiones sobre asuntos internacionales,
considerándose como indicación de inteligencia superiores o mayor madurez de las
personalidades. Una situación similar ocurre con las escuelas al enfatizar, cada vez
más, una rápida maduración de los estudiantes en términos de logros y objetivos, que
reflejen positivamente acerca de la escuela y sus sistemas educativos. Lo anterior es
muy común en los establecimientos educacionales privados que compiten por atraer
estudiantes cuyas familias están dispuestas a pagar grandes sumas de dinero por la
educación de sus hijos.
Concluyendo, la niñez es una etapa importante, pero discutible. Sus
implicaciones sociales son la base de la preparación de la personalidad del individuo
del mañana, como su interacción social con el resto de la sociedad. En la consecución
de dichos objetivos es necesario continuar el proceso de socialización a través de las
etapas subsiguientes.

La adolescencia

La adolescencia corresponde a la etapa intermedia entre la niñez y la condición


de adulto, comprendiendo aproximadamente el período entre la pubertad —el punto
en el cual el individuo está biológicamente preparado para la reproducción— y el
comienzo de los veinte años. Esta etapa se asocia comúnmente con confusión, crisis
emocional y social en la búsqueda de uno mismo y los correspondientes espacios
dentro de los adultos. Lo anterior se expresa comúnmente a través de conflictos y crisis
con los padres y otros adultos, incluyendo a los maestros. Estos tipos de
comportamientos se atribuyen frecuentemente a transformaciones tanto fisiológicas
como psicológicas operando al interior de los adolescentes. Sin embargo, la perspectiva
sociológica sugiere que la inestabilidad por la cual atraviesan los jóvenes durante esta
etapa de sus vidas es el resultado de las inconsistencias del proceso de socialización.
Ciertos adultos, por ejemplo, esperan que los adolescentes sean cada vez más
independientes y responsables cuando en la realidad la sociedad no los considera
suficientemente calificados para desempeñar una cantidad de funciones que podrían
proporcionarles una mayor independencia. Así, los jóvenes reciben frecuentemente
mensajes inconsistentes acerca de la sexualidad, tal como ocurre con los medios de
comunicación de masas al mostrar, impulsar e incitar la conducta sexual de los
adolescentes, combinados con mensajes sexuales restrictivos y represivos por parte de
la familia, la escuela y la iglesia. Una situación similar ocurre respecto a las
responsabilidades civiles de los adolescentes. Cierta naciones, por ejemplo, utilizan el
servicio militar obligatorio para reclutar y entrenar a los adolescentes que cumplen los
dieciocho años en las tareas de defensa de sus territorios. Sin embargo, muchas de esas
naciones les niegan el derecho a sufragar o a consumir alcohol hasta que no cumplen
los veintiún años de edad. Sin lugar a dudas, estas contradicciones producen
confusiones y muchas veces promueven la rebeldía por parte de los adolescentes,
quienes tienden a ver el problema de una manera generacional: jóvenes versus adultos,
hijos en contra de los padres, alumnos versus profesores.
Indudablemente, los cambios biológicos marcan el desarrollo de la
adolescencia, pero las ambigüedades sociales de esta etapa de la vida aumentan debido
a las contradicciones en las definiciones sociales proporcionadas a los adolescentes por
los diversos agentes de la socialización. En ese sentido, los jóvenes enfrentan una doble
contradicción, es decir, ya no son más niños, pero tampoco son adultos. Por esta razón, la
experiencia de la adolescencia puede resultar frustrante y conflictiva para muchas
familias.
Muchos se preguntan acerca de las razones por la cual la sociedad tarda tanto
en conferirle el status de adulto a los adolescentes. Algunos sociólogos sugieren que las
sociedades modernas, especialmente las industrializadas, se basan en roles altamente
especializados los cuales requieren de una educación y entrenamiento intensivo,
forzándolas a imponer la educación obligatoria por lo menos al nivel primario o
básico. Estos requerimientos son indispensables si es que los adolescentes pretenden
aspirar a un trabajo en el futuro, cuando alcancen la etapa adulta.
Otros sociólogos cuestionan esta explicación argumentando que existen grandes
contingentes de adolescentes que participan en el proceso productivo de una sociedad
realizando trabajos duros, mal remunerados y que no requieren de una gran
especialización. Esta situación se complica si se toma en cuenta que también existen
muchos adultos cesantes que tienen muchísima experiencia y sin que medie la
posibilidad de conseguir un trabajo en el corto plazo, haciendo la situación laboral de
los adolescentes aún más complicada.
De ahí entonces que los problemas y crisis que afectan a los adolescentes,
particularmente en las sociedades latinoamericanas dependientes, sin negar la
influencia fisiológica y psicológica, presentan una raíz profundamente sociológica.

La etapa adulta

La primera etapa de la denominada vida adulta corresponde al período en el


cual la mayoría de los objetivos propuestos y ofrecidos a los individuos deberían
materializarse. En otras palabras, una vez completado la etapa fundamental del ciclo
de la socialización en la sociedad los individuos están preparados para independizarse
y comenzar una nueva vida, incluyendo la formación de sus propias familias. En la
medida que los individuos continúan adentrándose en la etapa adulta comienzan un
período de reflexión y evaluación de lo logrado debiendo reconocer que algunas de sus
metas y objetivos de la etapa adolescente no será posible alcanzarlos.
Al comienzo de la etapa adulta la personalidad ya se encuentra formada sin
desconocer que ciertos acontecimientos posteriores, tales como divorcios, cesantía,
viudez o enfermedades serias, puedan resultar en cambios personales significativos.
Esta primera etapa, la cual se extiende hasta aproximadamente los cuarenta años de
edad, es un período duro, de trabajo intenso para alcanzar las metas propuestas
durante las etapas anteriores. Los lazos emotivos que unen a los individuos con sus
familias, amigos, barrios, pueblos o ciudades suelen verse interrumpidos por razones
laborales y de este modo experimentar nuevos ambientes geográficos, de trabajo y
sociales, alejados de sus círculos originales. La necesidad de trabajar para mantener a
sus familias o a sí mismos demanda enormes cantidades de tiempo y energías, sin que
medie la posibilidad de soluciones alternativas a menos que los individuos provengan
de clases sociales pudientes.
En el caso latinoamericano, esta etapa ha sido muy dura para grandes masas de
campesinos, quienes, a comienzos de la década de los treinta, comenzaron a emigrar
del campo a la ciudad en busca de empleos debido a la estagnación y crisis de la
agricultura. La apertura gradual de complejos industriales en los centros urbanos para
sustituir las importaciones de bienes de consumo en la mayoría de los países de la
región promovieron una importante migración interna de trabajadores agrícolas
pobres. Un gran grupo de ellos pasaron a engrosar las filas del llamado proletariado
industrial, mientras que otro igualmente significativo de trabajadores potenciales
permanecieron cesantes ante la incapacidad del sector industrial de ocuparlos a todos.
Dichos sectores de cesantes engrosaron el llamado «ejército industrial de reserva»,
ubicados alrededor de las grandes ciudades industriales, originando lo que se designa
como los «sectores marginales» del continente, en espera de un empleo. En el
intertanto debieron hacer lo que pudieran para sobrevivir, construir sus chozas en
terrenos normalmente ocupados por la vía de la fuerza —tomas de terrenos—
expuestos a frecuentes y violentas confrontaciones con las fuerzas policiales y militares
para evitar ser desalojados. Esta situación aún continúa y pareciera ser que tomará
mucho tiempo antes que se logre una solución definitiva.
El caso de las mujeres es más sintomático. Muchas de ellas, incluyendo
adolescentes, también emigran en grandes cantidades desde el campo a la ciudad para
trabajar comúnmente como empleadas domésticas o sirvientas, por salarios de miseria.
Muy pocas pueden regresar a sus lugares de orígenes y una gran mayoría se transforma
en madres solteras, totalmente desprovistas de protección social y médica. En ese
sentido, esta etapa de la vida adulta de millones de latinoamericanos es
extremadamente difícil y dura.
Muchos adultos jóvenes tienden a enfrentar la primera etapa con optimismo,
esperando resolver sus problemas en un futuro cercano, trabajando duro y
sacrificándose al máximo. Sin embargo entre los treinta y cuarenta años, comienzan a
entender que para muchos de ellos les será muy difícil cambiar sus condiciones
materiales de vidas. Así, la cualidad distintiva de esta segunda etapa de la vida adulta
—cuarenta a sesenta años— es de reflexión y muchas veces de frustración con el
sistema social. La pobreza de la familia, la muerte de los hijos por desnutrición
infantil, carencia de servicios médicos, empleos, educación y el notorio deterioro físico
tanto de hombres y mujeres, contribuyen a esta situación de frustración. Para otros que
han logrado consolidar sus posiciones dentro de la sociedad ésta es una etapa de
reflexión y consolidación tanto para ellos mismos como sus familias, sin que por esto
escapen a problemas de otra naturaleza. Por ejemplo, gran cantidad de núcleos
familiares que se forman durante la primera etapa de la vida adulta terminan en
divorcios o separaciones.
En la segunda etapa, los adultos comienzan a impregnarse gradualmente con la
idea de que la vejez y la muerte comienzan a acercarse y que deben abandonar sus
sueños y ambiciones de juventud. Por esta razón comienzan a concentrarse cada vez
más en otros individuos o miembros de sus familias que en ellos mismos. Así, se
convierten en guías, maestros y consejeros de las generaciones más jóvenes,
proporcionándoles un alto sentido de productividad, creatividad y satisfacción en vez
de haber podido contribuir a la seguridad de otros miembros del núcleo familiar u
otros. En muchos casos, también contribuyen a realizar sus sueños y aspiraciones de
juventud a través de otros miembros del núcleo familiar. Por ejemplo, algunos padres
realizan sus ambiciones de tener un titulo profesional enviando a sus hijos a la
universidad. Al final de esta etapa, los individuos comienzan a experimentar una
amarga sensación de rechazo por parte de las generaciones más jóvenes, y estagnación
en sus actividades laborales o profesionales, especialmente en las sociedades altamente
industrializadas, una situación que termina afectándolos emocionalmente.

La vejez

Tradicionalmente, se considera como ancianos a aquellas personas que han


alcanzado la última etapa antes de la muerte, normalmente después de los sesenta años
de edad. A diferencia de las sociedades tradicionales, las sociedades modernas no
socializan a sus miembros para la vejez, ni mucho menos para la muerte. En las
sociedades tradicionales que a ún subsisten en el continente americano, los ancianos
son altamente respetados y apreciados, otorgándose un gran mérito el haber
sobrevivido en un ambiente donde los individuos se extinguen relativamente joven.
Más aún, el conocimiento adquirido por los ancianos a lo largo de sus vidas son
considerados como algo valioso y respetado por las nuevas generaciones. Esto se debe
a que las sociedades tradicionales cambian muy poco y en forma muy lenta; en ese
sentido, las experiencias acumuladas por los ancianos no pierden relevancia y por lo
tanto se les considera como personas sabias e indispensables para aconsejar y guiar a
las nuevas generaciones.
En las sociedades capitalistas modernas la situación es muy diferente.
Típicamente, los ancianos viven solos, recibiendo esporádicas visitas por parte de sus
familiares más cercanos, concentrados la mayoría de las veces en sus propias
actividades. La tarea de transmitir experiencias, conocimiento y orientación se delega
en instituciones burocráticas como la escuela y las universidades. Quizás, uno de los
problemas mayores para los ancianos en las sociedades capitalistas modernas es que se
consideran elementos improductivos. La mayoría de las legislaciones laborales
incluyen regulaciones muy precisas para aquellos individuos que alcanzan la edad de
los sesenta y cinco años, para que se acojan a retiro y jubilen. Algunos sociólogos
sostienen que en un sistema productivo como el capitalismo en donde elemento
fundamental es producir, los ancianos están de más, lo que explica que la sociedad
moderna los aísle.
Finalmente, durante esta etapa se desarrolla una serie de enfermedades y
malestares físicos producto tanto de los usos y abusos de los sistemas biológicos y
psicológicos de los individuos. A pesar de los enormes progresos de la medicina y el
aumento en las tasas de expectativas de vida, las defensas de los cuerpos humanos
comienzan a declinar, anticipando cada vez más la cercanía de la muerte y el fin del
ciclo de vida de una persona.
Este breve análisis del ciclo de vida de las personas nos lleva a dos tipos de
conclusiones. La primera y más importante de ellas es que cada etapa contiene
características muy especiales, las cuales, junto al proceso de envejecimiento biológico
natural, representa la forma más o menos general en que las personas se relacionan
entre sí. En cada una de las etapas del ciclo de vida el proceso de socialización confiere
características distintivas a los individuos, lo que no significa que otras personas
viviendo en otros tiempos o lugares tengan que experimentarlas necesariamente. Lo
anterior significaría asumir que todas las sociedades son idénticas, estáticas y que los
cambios ocurren al mismo tiempo y por las mismas razones. Los resultados del
proceso de socialización son impredecibles puesto que a pesar de que a los individuos
se les entrena para actuar y operar dentro de las pautas sociales aprobadas, muchos de
ellos las desafían, llegando incluso a modificar completamente las estructuras sociales.
Segundo, cada período en nuestro ciclo de vida presenta problemas y transiciones
características que envuelven el aprendizaje de algo nuevo, y en muchos casos,
desaprender algo que nos era familiar. En ese sentido, la socialización no está
confinada a una simple etapa de nuestra vida, sino que, por el contrario, es un proceso
de continua interacción entre los individuos y la sociedad, el cual se extiende a través
de toda nuestra existencia.

Resumiendo

1. A través de la socialización, los individuos desarrollan la capacidad de


formarse a sí mismos y adquirir el conocimiento, habilidades y motivaciones
requeridas para participar en la vida social. Desde el punto de vista de la sociedad en
su totalidad, la socialización es el mecanismo para enseñar y transmitir la cultura, las
pautas y valores de conducta a las nuevas generaciones.
2. En el siglo diecinueve y comienzos del veinte existía la visión generalizada de
que los patrones de la conducta humana eran la expresión de la naturaleza humana
expresada a través de los instintos. Hoy día, las pautas de conducta de los individuos se
entienden principalmente como el resultado del proceso de aprendizaje más que de la
acción de la naturaleza. En ese sentido, la naturaleza humana es la creación de la
cultura, expresada a través de diferentes formas.
3. La importancia social de la experiencia es indiscutible ya que los seres
humanos viven en grupos sociales y no aislados o separados de la sociedad. Algunas
experiencias sugieren que la niñez transcurrida aislada de la experiencia social podría
llegar a generar limitaciones permanentes en la adquisición y desarrollo del lenguaje,
junto a otros desordenes en el proceso del aprendizaje social.
4. Sigmund Freud describía la personalidad humana como algo compuesto por
tres elementos conceptuales. Los estímulos instintivos (id), los cuales son innatos y
corresponden a las necesidades humanas básicas o generales. El super yo representa los
valores y normas culturales internalizadas por el individuo. Las necesidades de los
estímulos instintivos y la restricción cultural del super yo son reguladas por la operación
del yo.
5. Jean Piaget por su parte, sostenía que el desarrollo humano es el resultado de
la madurez biológica y las crecientes experiencias sociales. Piaget argumentaba que la
socialización envuelve cuatro etapas fundamentales de desarrollo: la etapa senso-
motora, la etapa pre-operacional, la etapa operacional concreta, y la etapa operacional
formal.
6. Para el sociólogo norteamericano, George Mead, la socialización está basada
en la emergencia del yo, el cual es el resultado de la experiencia social. Mead
enfatizaba la importancia de aprender a ponernos en el lugar —rol— de otros
individuos para aprender el comportamiento social. Esto se realiza en los niños a
través de las actuaciones —imitaciones— y juegos. Finalmente, entendía al yo como el
resultado de la combinación de elementos espontáneos y elementos guiados por las
reacciones de otras personas.
7. La familia es usualmente el primer agente de la socialización y juega un
importante papel en la formación de las actitudes y conductas de los niños. A la vez, la
familia les proporciona una variedad de status adscritos.
8. La escuela expone a los niños a una mayor diversidad social,
introduciéndolos a la experiencia de ser evaluados en base a estándares universales de
rendimiento. Al margen de recibir tanto instrucción formal como informal los niños
son expuestos a un tipo de curriculum oculto que les enseña las definiciones culturales
relacionados con la raza y el sexo. Al mismo tiempo, promueve la existencia y
continuación de los sistemas políticos y económicos existentes.
9. Los círculos de amigos, permiten que los niños actúen con una menor
supervisión adulta tanto por parte de la familia, como de la escuela. La importancia de
los amigos aumenta cuando los niños alcanzan la etapa de la adolescencia, rivalizando
a menudo con la importancia de la familia y la escuela en el proceso de socialización.
10. Los medios de comunicación de masas, especialmente la televisión, tienen
una considerable importancia en el proceso de socialización. Los niños utilizan más
horas de su vida mirando programas, generalmente con fuertes contenidos de violencia
y sexo, más que en cualquier otra actividad. Dormir es lo único que ocupa más tiempo
en la vida cotidiana de los niños.
11. Durante la edad feudal, las sociedades europeas no reconocían a la niñez
como una etapa de la vida. Posteriormente, las sociedades capitalistas industriales
comenzaron a definir la niñez y la etapa adulta en un sentido contrapuesto, aunque en
la realidad la explotación de los niños continúa en una forma velada y en otros casos,
como Latinoamérica y el Tercer Mundo, en una forma abierta y masiva.
12. La adolescencia corresponde a la etapa intermedia entre la niñez y la vida
adulta. Mientras la adolescencia es un período difícil, especialmente en las sociedades
altamente industrializadas o desarrolladas, no es necesariamente un problema que se
pueda generalizar ya que ciertos países han sido capaces de ofrecer alternativas a sus
juventudes.
13. Durante la primera etapa de la vida adulta —20 a los 40 años— la
socialización envuelve la creación de un futuro profesional y la formación de sus
propias familias. La segunda etapa —40 a los 60 años— está marcada por una fuerte
reflexión de las metas y logros propuestos durante las primeras etapas de vida.
14. La edad anciana —60 años hasta la muerte— envuelve muchas transiciones,
incluyendo la pérdida de status en el trabajo como producto de la jubilación, forzando a
los individuos a desarrollar nuevos patrones de vida social incluyendo dentro de su
propia familia. Mientras en el pasado —sociedades tradicionales— los ancianos
gozaban de un gran respeto y prestigio, las sociedades modernas son orientadas hacia
los jóvenes.
15. La socialización representa el poder que tiene la sociedad de formar y
conformar nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. La relación entre la
sociedad y los individuos funciona en ambas direcciones, en donde los unos se
modifican a los otros. En ese sentido, las transformaciones sociales son productos
exclusivamente de los individuos que las componen a través del control de dichos
elementos sociales, ideológicos y productivos.

Conceptos Básicos

Condicionamiento. El proceso por el cual la personalidad de los individuos se


forma a través de las asociaciones entre estímulos y respuestas.
Conductismo. Escuela de psicología que reconoce a la conducta como
producto del condicionamiento.
Determinismo cultural. La visión que tanto los factores culturales y
subculturales son los determinantes más importantes de la personalidad.
Impulso instintivo (id). Designación freudiania para referirse a las necesidades
básicas de los seres humanos.
Personalidad. Sistema organizado de pensamientos personales, sentimientos y
conductas.
Socialización. Proceso que dura toda la vida, a través del cual los individuos
desarrollan su potencial humano y aprenden las pautas y normas de su cultura.
Super yo. Término freudiano que implica la existencia de cultura dentro del
individuo bajo las formas de valores y normas internalizadas.
Yo. Concepto introducido por Freud para designar el intento consciente de
balancear el placer de los estímulos dirigidos del organismo humano junto a las
demandas y realidad de la sociedad.

Bibliografía

Cooley H., Charles (1902). Social Organization. New York: Charles Scribner's
Sons.
Dickens, Charles (1886). Las Aventuras de Oliver Twist. 1837
Freire, Paulo (1976). Pedagogia del oprimido. Mexico: Siglo XXI
Freud, Sigmund (1964). Tres ensayos sobre teoria sexual. Madrid: Alianza.
Lee, Martin A. y Solomon, Norman. Unreliable Sources: A guide to Detecting
Bias in News Media. New York: Carol Publishing Books.
Mead, H. George (1962). Mind, Self and Society from the Standpoint of a
Social Behavorist.
Charles W. Morris, editor. Chicago: University of Chicago; orig. 1934.
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Piaget, Jean (1965). La construcción de lo real en el nifw. Buenos Aires:
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Watson, John (1924). Behaviorism. Chicago: University of Chicago

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