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Tomado de: Gilbert Ceballos, Jorge. Introducción a la Sociología. Chile. LOM. 1997.
Los seres humanos nacen dos veces. Primero, como el resto de los animales —
Nacimiento biológico— pero mucho más desvalidos e incapacitados para valerse por sí
mismos, y por lo tanto, requieren alimentos, vestuario, cuidado y otras necesidades, las
cuales son resueltas, por un largo período por los padres. Sin embargo, durante este
proceso, el pequeño animalito comienza a transformarse gradualmente en un ser
humano, en donde nace nuevamente, aunque esta vez, convertido en un ser social.
Este nacimiento social se lleva a cabo a través del proceso de socialización y se define
como el mecanismo basado en la interacción social de los individuos mediante la cual una
sociedad transmite a sus miembros las pautas culturales para que éstos desarrollen su potencial
humano y de este modo puedan actuar en ella íntegramente.
A diferencia de otras especies vivientes cuyas conductas son determinadas
biológicamente los seres humanos requieren de un aprendizaje social para desarrollar
sus capacidades de sobrevivencia. Sin embargo, más allá de la simple supervivencia, la
experiencia social que los individuos aprenden durante este proceso de socialización
genera la personalidad, entendida como un sistema organizado y estable de pensamientos,
ideas, sentimientos y conductas que caracterizan a cada individuo. La personalidad incluye las
formas de como pensamos y entendemos al mundo, nuestras sociedades y a nosotros
mismos, del mismo modo que las formas de respuestas emocionales a las diferentes
situaciones que enfrentamos que enfrentamos en nuestra vida diaria.
El proceso de socialización dura toda la vida, sin embargo la etapa más crucial
ocurre durante la niñez, para decrecer gradualmente durante la juventud y la vida
adulta. Este proceso cumple con la función de mantener el orden social y las formas de
comportamiento humano. Así, los individuos encuentran sus propias formas de
conductas, mientras que, simultáneamente, se van transformando en seres sociales. En
ese sentido, la acción de la naturaleza expresada a través de los elementos biológicos
heredados al nacer junto al conocimiento que se adquiere durante nuestras vidas,
constituyen importantes elementos de estudio por parte de la sociología y otras
disciplinas para entender a la sociedad humana.
El presente capítulo tiene como objetivo discutir el papel de la naturaleza y el
aprendizaje social al tenor de las diversas teorías que intentan explicar el desarrollo de
las conductas sociales de los seres humanos.
Teorías de la Socialización
Este modelo fue desarrollado por el sicólogo vienes, Sigmund Freud (1856-
1939) y constituye, sin lugar a dudas, una de las contribuciones más importantes del
estudio de las conductas humanas y la sicología moderna. Su teoría se gestó durante
las primeras décadas del siglo veinte en un momento en que los dentistas europeos
sostenían que las conductas humanas eran producto de los instintos biológicos.
Aunque entrenado en el campo de las ciencias naturales como médico, su mayor
contribución fueron sus estudios acerca de la personalidad humana a través del
sicoanálisis; es decir, una forma de tratamiento de los problemas sicológicos basados en la
exploración del subconsciente por medio de un diálogo intensivo entre el terapista y el paciente.
En ese sentido, la preocupación central de Freud era la personalidad, entendida como
una característica de las pautas de conductas y pensamiento de los individuos, lo cual
constituye el elemento central para entender el proceso de socialización.
Freud creía que gran parte de la conducta de los humanos es guiada por
motivos inconscientes tales como impulsos, pasiones y temores, los cuales son
desconocidos por los individuos. Más aún, Freud sostenía que las experiencias de la
niñez encerradas en nuestro inconsciente forjaban la personalidad adulta. De esta
manera, el mecanismo para estudiar y explicar las diversas formas de la conducta de
los adultos era necesario desvelar y descubrir los motivos ocultos a través del
sicoanálisis. Sin lugar a dudas, este modelo de pensamiento ha tenido un enorme
impacto en las formas que los sociólogos estudian el proceso de socialización.
Freud describía la socialización como una lucha entre el niño —dirigida por
poderosos impulsos sexuales y de agresividad— y sus padres, quienes buscan imponer
en los hijos sus propios patrones de conducta. En otras palabras, el médico vienes
entendía la socialización como una confrontación entre el componente biológico —
representado por el niño— y la sociedad —representada por los esfuerzos de los padres
para "civilizar" a sus hijos.
De acuerdo a Freud, existen algunos aspectos importantes que guardan relación
directa con el proceso de socialización.
• Impulsos humanos básicos. Freud estaba convencido de que los factores
biológicos juegan una parte importante en la personalidad humana aunque no
compartía el punto de vista de que la conducta humana es el reflejo de la acción de los
instintos biológicos. En este sentido, y aunque en sus análisis utilizó el término instinto,
se estaba refiriendo más bien a aquellas necesidades biológicas que designó como
impulso, distinguiendo dos tipos diferentes de ellos. El primero es el instinto de vida —
eros— mientras que el segundo es un instinto de muerte —tánato. Ambos se encuentran
ligados indisolublemente en la personalidad de cada uno de los seres humanos. El
instinto de vida impulsa a los individuos hacia la satisfacción de sus deseos sexuales, es
decir hacia la reproducción de la especie y la búsqueda del placer. El instinto de
muerte, como una negación del primero, promueve la inmovilidad y la agresividad en
contra de otros individuos. Ambos instintos, de acuerdo a Freud, son dos caras de la
misma moneda, en este caso, la energía humana, la cual debe ser refrenada para
encausarla hacia cultura. Mientras Freud reconoce que las personas no están
necesariamente conscientes de la tensión que existe al interior de ellos mismos creía
que ambos estímulos eran los que proporcionaban la base de la vida humana.
• El modelo de la personalidad. Freud intentó incorporar ambas necesidades —
vida y muerte— y las fuerzas de la sociedad en un modelo global de la personalidad.
Dicha personalidad humana se encuentra compuesta por tres partes conceptuales
esenciales: el id (estímulos instintivos), el super yo, y el yo.
De acuerdo a Freud, el id representa la parte inconsciente, instintiva, impulsiva
y no socializada de la personalidad. En otras palabras, corresponde al depósito de
estímulos innatos, primitivos, antisociales y agresivos con los cuales nace una persona.
En este sentido, los niños son seres sensuales que buscan satisfacción o gratificación
inmediata y en la medida que va creciendo se va desarrollando su interés y orientación
psicosexual a través de cinco etapas. La primera de ellas es la etapa oral, la cual ocurre
durante el primer año de vida y en donde trata de incorporar al mundo en sí mismo.
Simultáneamente desarrollan un placer especial en mamar, como el colocar cualquier
objeto en sus bocas. Durante el segundo año de vida el niño pasa a etapa anal, y su
atención se concentra en la búsqueda de la unidad de su cuerpo y sus partes,
experimentando un gran placer evacuando o controlando sus intestinos. Durante los
tres y seis años de edad el niño vive la etapa fálica, intentando demostrar su poder
sobre el mundo externo como su habilidad de hacer que las cosas ocurran. En esta
etapa descubre sus genitales y aprende las diferencias entre los sexos, al mismo tiempo
que enfrenta lo que Freud denominó como el complejo de Edipo: el deseo de los niños
por dominar la atención de los padres del sexo opuesto al suyo, creando una rivalidad
interior intensa y a veces en la realidad misma con los padres del mismo sexo. A la
edad de los seis años los niños entran en la etapa latente, en donde los estímulos
sexuales están aún ocultos, concentrándose más en desarrollar habilidades para
dominar el medio ambiente. Durante la etapa genital, la cual comienza con la
adolescencia, los jóvenes comienzan a experimentar relaciones sexuales mutuas y a
enamorase. El privar a un niño de la leche materna (destetar), entrenarlo en el uso del
toilette, como el exponerlo a la existencia de normas sexuales, inevitablemente
producirán ciertas frustraciones; su posterior desarrollo psicológico dependerá de cómo
resuelva los conflictos entre los poderosos estímulos internos y las igualmente
importantes demandas y controles externos. Los mecanismos psicológicos que los
niños desarrollan para resolver los conflictos generacionales se transforman, en una
forma u otra, en componentes permanentes de sus personalidades.
El super yo es la representación interna —internalización—de las normas,
reglas y valores de la sociedad, especialmente a través de las formas en que han sido
enseñadas por los padres a sus hijos; desde otra perspectiva, es la presencia de la
cultura dentro del individuo. En términos muy generales el super yo, es equivalente a
lo que conocemos por conciencia y opera fundamentalmente basado en el sentimiento
de culpa. En una primera etapa se desarrolla como un reconocimiento a las demandas
de los padres, pero gradualmente comienza a expandirse en la medida que el niño se
va dando cuenta que el control de los padres es una reflexión de las demandas morales
de un sistema cultural más amplio.
Por su parte, el yo representa el intento consciente para balancear los estímulos
innatos de la búsqueda del placer por parte del organismo humano y las demandas y
realidades de la sociedad. En otras palabras, el yo es la parte racional de la
personalidad que se relaciona con el mundo exterior, como a la vez, transforma los
impulsos instintivos (id) en actividades sociales aceptables, permitiendo al individuo
mantener un sentido estable de sí mismo. En cierta medida el yo es la forma a través
de la cual los individuos entienden que no pueden poseer todo lo que desean, actuando
como mediador entre los impulsos instintivos y el super yo.
En síntesis, los niños comienzan su recorrido por el mundo satisfaciendo sus
necesidades básicas, experimentando la sociedad en relación a sus sensaciones físicas
de placer y dolor. Con el desarrollo gradual del super yo, sin embargo, comienzan a
entender que el mundo no está configurado sólo en términos de placer o dolor físico,
sino que, también, en términos morales. Inicialmente, entonces, un niño puede sentirse
bien en un sentido fisiológico; sin embargo, con el tiempo, aprenden a experimentar
satisfacción al comportarse en las formas culturalmente aceptadas por la sociedad o a
sentirse mal —sentimiento de culpa— cuando se comporta inapropiadamente. Si la
actuación del yo como elemento mediador entre los impulsos instintivos (id) y el super
yo corresponden entre sí se considera la personalidad del individuo como bien ajustada.
Por el contrario, si el balance entre estos elementos no es resuelto apropiadamente
puede conducir a desórdenes o desajustes en la personalidad de los individuos.
En ese sentido, Freud sostenía que la niñez es una etapa crucial para la
orientación de la personalidad primaria de un individuo, de modo que los conflictos y
desequilibrios experimentados durante esa primera fase de la vida pueden persistir y
manifestarse más tarde, durante la vida adulta, como una fuente de problemas
inconscientes de la personalidad.
Los intentos que guían a cada individuo a controlar sus impulsos se denomina
represión y sus raíces se encuentran en el hecho que la sociedad permite que las
personas puedan realizarse a través de identificar ciertas mecanismos intermedios o de
"compromiso". La mayoría de las veces dicho «compromiso» se realiza través de
reorientar la energía individual en formas de expresiones socialmente aprobadas,
proceso el cual Freud denominó como la sublimación, es decir, el mecanismo que permite
transformar fundamentalmente estímulos egoístas o individuales en formas socialmente aceptables
para mantener el equilibrio de una sociedad. Por ejemplo, los instintos o impulsos sexuales
pueden conducir al matrimonio; los impulsos agresivos pueden expresarse por medio
de competencias deportivas socialmente aceptadas.
Sin lugar a dudas la teoría del psicoanálisis de Sigmund Freud contiene
elementos funciona listas. Su modelo de la personalidad describe la interrelación de las
partes, las cuales trabajan entre sí para mantener el funcionamiento normal de la
totalidad de la sociedad. Sin embargo, a diferencia de los funcionalistas, lo cuales
prácticamente ignoran la existencia del conflicto, Freud sostiene que éste es inevitable.
Sociológicamente hablando, entonces, estamos en presencia de una teoría del Sin lugar
a dudas la teoría del psicoanálisis de Sigmund Freud contiene elementos funciona
listas. Su modelo de la personalidad describe la interrelación de las partes, las cuales
trabajan entre sí para mantener el funcionamiento normal de la totalidad de la
sociedad. Sin embargo, a diferencia de los funcionalistas, lo cuales prácticamente
ignoran la existencia del conflicto, Freud sostiene que éste es inevitable.
Sociológicamente hablando, entonces, estamos en presencia de una teoría del proceso
de socialización conflictiva en donde el conflicto se produce inevitablemente no sólo
entre padres e hijos —problema generacional— sino que también dentro del individuo
mismo; o sea, entre los estímulos instintivos, super yo y el yo. En ese sentido, los impulsos
biológicos y las demandas sociales mantienen una situación conflictiva —de guerra—
permanente entre sí.
A pesar de que Freud es considerado como uno de los más influyente
pensadores del siglo veinte sus planteamientos han sido extensivamente criticados a
nivel mundial. Estos pueden resumirse como siguen.
a] Ciertas críticas sugieren que la teoría del sicoanálisis surgió como resultado
del trabajo médico de Freud con individuos que experimentaban disturbios
emocionales y por lo tanto sus formulaciones podrían no ser válidas al aplicarse a
personas "normales" y felices.
b] Otros sostienen que las formulaciones Freud se basan más en la intuición que
en la investigación científica, lo que no permite evaluarlas apropiadamente. Este tipo
de crítica se basa en el hecho que Freud sostenía que un mismo tipo de conflicto podía
ser el reflejo de numerosas y diferentes pautas de conductas. Por ejemplo, una madre
que resiente tener hijos puede expresar sentimientos hostiles o despreocuparse de ellos
o puede esconder sus sentimientos y demostrar interés y cariño, aunque no lo sienta,
para apaciguar el super yo, el cual le enfatiza que debe disfrutar la maternidad.
c] Por último, algunos críticos sostienen que las teorías de Freud presentan
limitantes culturales al considerar solamente al contexto del período Victoriano en el
cual le tocó vivir, no siendo por lo tanto aplicable a seres humanos que vivían en otras
regiones del mundo o en otras épocas. Los conflictos observados en los individuos
provenientes de las familias de una Inglaterra victoriana, basada en un sistema
estrictamente clasista, patriarcal, puritano y de una enorme represión sexual, no
necesariamente describen la condición humana de otras sociedades.
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De acuerdo a Mead, sin embargo, es importante que en el proceso de socialización los individuos tomen el
rol del "otro generalizado", porque sólo mediante este proceso pueden imaginar como van a reaccionar a
los demás miembros de la sociedad ante su comportamiento. Cuando los individuos observan sus propias
conductas a través de los ojos de la sociedad, pueden tratar de comportarse de una manera aceptada por la
sociedad y evitarán desarrollar comportamientos ofensivos. Examinando sus actitudes y conductas con los
ojos del "otro generalizado", los individuos pueden aprender a comportarse de una manera socialmente
aceptable y medir las consecuencias de sus acciones.
sentido, Mead rechaza la idea que el yo sea un componente biológico y por lo tanto no
puede considerarse como un elemento o reacción del cuerpo humano. En otras
palabras, Mead no concuerda en que la personalidad y la conducta humana son la
expresión de los impulsos biológicos, tal como sostenía Freud, o que éstos se
desarrollan como resultado de la madurez biológica, en términos de Piaget. Ausente al
momento de nacer el yo sólo comienza a desarrollarse una vez que el niño comienza a
participar en actividades con otros niños. La ausencia de esta experiencia social,
producirá que el cuerpo se desarrolle, no así el yo —la base de la personalidad.
[2] La segunda etapa del análisis de Mead es la explicación de la experiencia
social, entendida como el intercambio de símbolos, es decir, significados compartidos por los
individuos envueltos en la interacción social. Un movimiento con la mano, una sonrisa, una
palabra constituyen símbolos utilizados por los seres humanos en sus relaciones
diarias. Aunque Mead concordaba con Watson en que la conducta humana puede ser
moldeada manipulando el ambiente social, sostenía que ello no describe el carácter
estrictamente humano de nuestra conducta. Un perro, por ejemplo, puede entrenarse
para responder a ciertos estímulos específicos, pero estos no pueden darle una
significación a sus reacciones. Los seres humanos por su parte, perciben el significado
de sus propias conductas y las de otros, y son sensibles tanto a la atención como a la
acción de otros individuos. En otras palabras, un perro puede responder a lo que se espera
que haga, pero un ser humano posee además la capacidad de responder a lo que otros esperan que
haga mientras desarrolla la acción. A través del castigo o el premio, por ejemplo, un perro
puede aprender a ir buscar el diario a la puerta todas las mañanas, sin embargo no
entiende por qué tiene que hacerlo. En ese sentido, si el perro no encuentra el diario no
traerá un libro o una revista a su amo como alternativa, a diferencia de un ser humano,
quien sí tiene la capacidad de entender o interpretar intenciones cada vez que ejecuta
sus acciones.
[3] La tercera y última etapa del modelo de Mead considera que debido a que
tenemos la capacidad de entender las intensiones de los otros es posible ponernos en
sus lugares y entender sus puntos de vista y acciones. En ese sentido, el uso de
símbolos en la interacción social nos permite interpretar las conductas de otros
individuos en la misma forma que éstos interpretan o evalúan las nuestras, un proceso
que el sociólogo norteamericano denominaba, "ponerse en el lugar del otro".
Desarrollo del Yo
Mead sostenía que el yo mismo se desarrolla gradualmente en la medida que el
individuo va adquiriendo mayor habilidad y sofisticación para "ponerse en el lugar de
los otros". Similar a Freud y Piaget, George Mead pensaba que la primera etapa de la
niñez es el período crucial para la formación del yo. A diferencia de Piaget, sin
embargo, no entendía a la niñez en formas de etapas vinculadas exclusivamente a la
edad, debido a que Mead minimizaba consistentemente la importancia de los factores
biológicos. En ese sentido, el sociólogo norteamericano describía al yo como un
proceso que con el tiempo se va tornando cada vez más complejo debido a la
adquisición de nuevo conocimiento social. En este proceso, es posible identificar tres
etapas fundamentales.
[1] Durante la primera etapa de vida, Mead argumentaba que debido a la
carencia de experiencia social, los niños más pequeños responden a través de la
imitación, o sea, repitiendo lo que otras personas hacen. A este punto, el yo aún no
existe ya que el niño responde por medio de una conducta mimética sin comprender
los significados de sus acciones. Por lo tanto, esta primera etapa de la conducta es
fundamentalmente una cruda réplica más que una interacción basada en símbolos.
[2] La segunda etapa se desarrolla en la medida que el niño comienza a adquirir
la habilidad de utilizar el lenguaje y otros símbolos, en donde el yo comienza a
manifestarse en la misma forma que un actor representa a un personaje de una obra, o
sea, a través de la actuación. A esta altura, los niños son capaces de reconocer pautas de
conductas sociales y representarlas en forma de actuación en sus propias actividades y
juegos. En ese sentido, el niño ocupa el rol de otras personas, específicamente los
padres u otros significativos del grupo primario, proporcionándoles de esta manera la
oportunidad de aprender a imaginar y entender el mundo desde la perspectiva de otras
personas. En esta etapa, sin embargo, el yo aún se presenta de una manera
fragmentada debido a que el niño actúa o representa el rol de una persona a la vez. En
otras palabras, el yo carece de unidad dentro del todo debido a que el niño no puede
brindarle coherencia a toda la acción sino que representar una serie de actuaciones
individuales, sin un vínculo común entre sí.
[3] Desde el momento en que los niños comienzan a adquirir experiencia social
aprenden a desempeñar simultáneamente diversos roles. De este modo, el yo se
transforma en algo cada vez más complejo incluyendo numerosas acciones y
respuestas a las actuaciones de otras personas. Jugar al fútbol, por ejemplo, requiere de
la habilidad de desempeñar diferentes roles durante el juego, independientemente de la
posición específica que ocupa en el equipo. El defensa debe tener en cuenta el rol del
portero y los delanteros de su equipo, como a la vez, entender y anticiparse a las
acciones de los delanteros y jugadores rivales si quiere ganar el juego. La capacidad de
interpretar y responder a todas las posiciones de los participan en el partido lo
convertirán en un jugador útil o improductivo para su equipo. En otras palabras, la
respuesta a cualquier situación durante el partido de fútbol requiere que los jugadores
se pongan en el lugar del resto de los participantes ya sea para defender como para
atacar. Igualmente, en la medida que el yo se va transformando en algo mayormente
complejo es posible, entonces, entender y representar una diversidad de roles sociales.
De esta manera es posible movernos de la etapa de la actuación de un simple rol, a
actuaciones más complejos que envuelven la interacción de muchos roles.
Una característica final en el desarrollo del yo, de acuerdo a Mead, es la
habilidad de los niños para responder a sus propias conductas desde el punto de vista
de la sociedad global. En otras palabras, los niños comienzan gradualmente a tomar
conciencia de que viven en un mundo más amplio y que existen una amplia gama de
normas y valores compartidas por los individuos. En la medida que dichas normas y
valores se incorporan dentro del yo los niños comienzan a organizar sus propias acciones, de la
misma manera que se imaginan que lo fiaría una persona cualquier en su mundo social.
El desarrollo del yo es una parte sustancial del proceso de socialización de
acuerdo a Mead. Sin embargo la socialización no se detiene, ni muchos menos termina
con la aparición del yo. Por el contrario, Mead entendía este proceso como algo que
perdura toda la vida en donde los cambios y transformaciones en la experiencia social
afectan y modifican la conducta de un individuo. En este sentido, Mead veía a la
sociedad y a los individuos como elementos que cambia continuamente. Más aún,
consideraba a los seres humanos como entes creativos e imaginativos quienes juegan
un importante papel en su propia socialización. Debido a que los individuos y la
sociedad actúan el uno sobre el otro, Mead concluía que el yo se desarrolla en torno a
la sociedad, pero ésta no lo determina en una forma rígida, quedando así ambas partes
expuestas a transformaciones y cambios.
Agentes de la Socialización
La familia
La escuela
Junto al personal administrativo, los profesores son sin lugar a dudas elementos
muy importantes en el proceso de socialización, debido a que constituyen el contacto o
mediador humano entre la organización formal denominada escuela y los alumnos. En
otras palabras, los profesores representan el primer contacto de los niños con la autoridad de
otros adultos fuera del núcleo familiar. A pesar que la relación profesor-alumno no se
desarrolla libre de factores emotivos ésta es considerablemente más impersonal que la
relación padres-hijos, la cual se caracteriza por una gran carga afectiva, emocional y
subjetiva.
Los profesores ejercen una notoria influencia sobre sus alumnos en diversas
formas. En efecto, los maestros son los responsables de transmitir el curriculum escolar
y los valores correspondientes asociados al mismo. En ese sentido, los profesores a
través de las materias que enseñan interpretan la sociedad en un sentido más amplio y
como agentes de la socialización, juegan un rol muy importante definiendo,
explicando y preparando a sus alumnos para responder a los requerimientos sociales.
En general, la actuación profesional y humana de los profesores marcarán de una u
otra forma a sus alumnos, los cuales internalizarán en una forma abierta u oculta
muchos de los elementos culturales, científicos y morales toda vez que les corresponda
actuar en su medio social. Factores como el nacionalismo, identificación política,
religiosa, conductas sociales y sexuales, por ejemplo, serán fuertemente influenciados
por la relación alumno-profesor dentro del sistema escolar.
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De acuerdo a ciertos estudios sociológicos un típico adolescente de 16 años en los Estados Unidos ha
presenciado a través de la televisión cerca de 200.000 actos de violencia, tales como violaciones sexuales,
raptos, asesinatos, genocidios, torturas, entre otros. Esta increíble experiencia habrá sido acompañada por
más de 300.000 avisos comerciales (Lee y Solomon:1990:3)
internacional. Sin embargo, también ha abierto una controversia respecto a que la
televisión distorsiona la realidad social en favor de las clases dominantes o del gran
capital internacional, promueve estereotipos sociales y raciales siendo responsable, en
gran parte, de los altos niveles de violencia y formas de alienación social.
Finalmente, los avisos comerciales, de los cuales la televisión es
extremadamente dependiente para su financiamiento, se han transformado, cada vez
más, en mecanismos de manipulación de las actitudes y conductas del público para
descubrir aquellas "necesidades" que sólo pueden ser satisfechas a través de la compra
de las mercancías que promueven. Los millonarios presupuestos utilizados en los
avisos comerciales, especialmente por parte de las grandes corporaciones
transnacionales, sugieren en general que los esfuerzos y campañas promocionales son
muy exitosas y lucrativas. Los comerciales nos instruyen, por ejemplo, que nuestros
vecinos pueden hablar mal de nosotros si no limpiamos nuestros pisos o baños con el
detergente X, o que la forma de vestirnos no es la correcta porque así lo afirma el
modisto parisino de moda, o que ciertos productos nos hacen ver más jóvenes y
elegantes, que las arrugas del rostro no son bien vistas y pueden ocultarse con el
cosmético Z. En este sentido, los comerciales cumplen con la "generosa" función de
"aconsejarnos" como remediar nuestros problemas ofreciéndonos todo tipo de
mercancías: desde una bebida, productos alimenticios, automóviles, hasta viajes
exóticos al Caribe o Europa, dando la impresión de que todos los individuos en la sociedad
tienen el mismo tipo de acceso a todos los productos que se anuncian. Esta situación oculta el
hecho que grandes sectores de la población ni siquiera pueden consumir una comida al
día, expresado a través de las altas tasa de mortalidad y desnutrición infantil, junto los
niveles de extrema pobreza en que viven millones personas en África, América Latina
y el Caribe. En resumen, los comerciales en particular y la televisión en general,
poseen no sólo la enorme influencia de proyectarnos su propia visión del mundo, sino
que, a la vez, las formas de cómo comportarnos en nuestros hogares y pensar acerca de
nosotros mismos.
La adolescencia
La etapa adulta
La vejez
Resumiendo
Conceptos Básicos
Bibliografía
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Sons.
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Social Behavorist.
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Promoteo.
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