(Por Brigitte Champetier de Ribes, Insconsfa, Madrid)
Cuando uno ha sido infiel y lo dice a su pareja, se descarga de su responsabilidad y
se la carga al otro. Su excusa es la sinceridad. Esa sinceridad destruye la relación, en esa sinceridad no hay amor, sólo miedo y culpa. La sinceridad no es un valor per se. La realidad es que la persona no aguanta su culpabilidad y quiere que el otro se haga cargo de la culpa. Donde hay reparación desaparece la culpa. Entonces el criterio es como reparar el daño que se ha hecho. Es buscar lo que traerá más energía y lo que hará sufrir menos a la otra persona. Cada uno debe llevar y resolver él mismo el problema que ha creado, así como asumir él solo las consecuencias. Puede reequilibrar haciendo un bien al otro, en secreto, sin que lo sepa. A menudo el que se siente la víctima de una infidelidad la ha provocado él mismo, atrapado por un muerto, rechazando la vida, el sexo, la alegría de vivir. Las infidelidades muestran una presión del sistema para resolver algo. Lo más frecuente es que muestren a un excluido, uno de los cónyuges representa a una pareja anterior de uno de sus padres y reproduce la relación fracasada de este excluido. En los triángulos estables cada uno tiene su rol y se necesitan todos. Por ejemplo, marido y mujer, donde la mujer hace de madre del marido, y el marido tiene una relación estable con una amante que hace de pareja. Y cada uno por su historia y desorden necesita este triángulo. Cuando uno se hace amante de una pareja casada, esta relación sólo funcionará así: el/la amante necesita alguien que no sea disponible. Y el casado sólo está atraído mientras no pueda convivir son su amante…" Por Silvia EE Mesa Correa La infildelidad puede llegar como camino de aprendizaje en la relación, para vernos como espejos frente a nuestras propias implicaciones de vida, y asi mismo son un acto de amor para movernos mas conscientemente y amorosamente primero por nuestra alma y segundo por el bienestar de la misma relación.