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Temas biblicos para niños cristianos evangelicos gratis

Nuestra lección ve la gracia de Dios como un tema tan inmenso que podría pasar una eternidad tratando de entenderla. Por lo tanto, trataré de resumir algunos de los elementos principales de la gracia de Dios, llamando su atención sobre tres historias bíblicas que describen la gracia de Dios. La primera historia de Jacob es la de Jacob y la gracia de Dios
(Génesis 25-32; Oseas 12:2-6); el segundo es Jonás y la gracia de Dios y el último es el de Jesús y la mujer atrapada en el adulterio (Juan 8:1-11). En estos tres relatos, encontraremos a un hombre que finalmente termine de luchar con Dios y los hombres y se someta a la gracia de Dios (Jacob). Consideraremos a un hombre que es profeta y, sin
embargo, odia la gracia de Dios (Jonás), y veremos a una mujer que es un recipiente de la gracia de Dios, mientras está allí condenada por algunas de sus parejas rectas autocontratadas (esposa de Juan 8:1-11). Jacob y la Gracia de Dios Jacob no es el primer ejemplo de la gracia de Dios; pero es uno de los ejemplos más impresionantes del Antiguo
Testamento. Parece que tardó 130 años en comenzar a tomar conciencia de lo que significaba vivir por la gracia de Dios (véase génesis 47:9). Hay un punto crucial en la vida de Santiago en el que comienza a descansar en la gracia de Dios. Es en este punto, registrado en Génesis 32:22-32 e interpretado con más cuidado en Osses 12:2-6, en el que me
gustaría que centramos nuestra atención. Incluso antes de su nacimiento, Jacob era un hombre que luchaba con los demás: E Isaac oraba al Señor por su esposa, que era estéril; y el Señor lo aceptó, y Rebeca concibió a su esposa. Y los niños lucharon dentro de ella; y dijo, Si es así, ¿por qué vivo? Y fue a consultar al Señor; Y el Señor le dijo: Dos
naciones están en tu seno, y dos pueblos estarán divididos de tus intestinos; el pueblo será más fuerte que las otras personas, y el mayor servirá al niño. Cuando sus días se cumplieron para dar a luz, he aquí que había gemelos en su vientre. Y la primera rubia salió, y todo era peludo como una piel; y llamaron a su nombre Sau. Entonces su hermano
salió, cerrando la mano cuando Sau es calcáreo; y se llamaba su nombre Jacob. E Isaac tenía sesenta años cuando dio a luz a ellos (Génesis 25:21-26). Cuando los niños crecieron, Jacob trató de salir adelante luchando con su hermano: Y los niños crecieron, y Sau fue diestro en la cacería, un hombre del campo; pero Jacob era un hombre quieto, que
vivía en tiendas de campaña. E Isaac amaba a Sau, porque comía de su cacería, pero Rebeca amaba a Jacob. Y Jacob guisó un guiso; y como Sau regresando del campo, cansado, le dije a Jacob, les ruego que me alimenten de ese guiso rojo, porque estoy muy cansado. Por lo tanto, se llamaba Edom. Y Jacob dijo, Véndeme este día tu derecho de
nacimiento. Entonces Sau dijo, tengo Voy a morir; ¿Por qué, entonces, el derecho de nacimiento me hará bien? Y Jacob me dijo: Jure por mí en este día. Y juró, y vendió a Jacob su derecho de nacimiento. Entonces Jacob le dio a Esaú pan y estofado de lentejas; y comió y bebió, y se levantó y se fue. Así, Esaú menospreció la primogenitura (Génesis
25:27-34). El punto final de las relaciones de Jacob-Sau ocurrió cuando Jacob engañó a su padre haciéndole pensar que él era Elau, obteniendo así la bendición de su padre (Génesis 27). En realidad, fue Jacob quien tuvo que gobernar sobre Sau. Isaac parece estar tratando de revertir el hecho de que Jacob tomó el lugar del que nació primero, como
Dios había señalado (Génesis 25:23). Pero Rebeca y Jacob se equivocaron acerca del procedimiento que usaron para obtener la bendición de Isaac. Una vez más, Jacob estaba luchando con los hombres y no en la forma en que se le confió. Como resultado del engaño, Sau estaba furioso con Jacob porque sus padres enviaron a Jacob a Padan-aram
para encontrar una esposa (Génesis 27:41-28:5). Fue un gran incentivo para que Jacob regresara y se quedara en Padan-aram. Después de su visión dramática, Jacob hizo un convenio con Dios, demostrando que todavía está luchando y no descansa en la gracia de Dios: Y Jacob hizo un voto, diciendo: Si yo fuera Dios conmigo y me mantendría en este
viaje en el que voy, y me daré pan para comer y vestirme para vestirme, y si vuelvo en paz a la casa de mi padre Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal será la casa de Dios; y todo lo que me des, el diezmo se reservará para ti. Algunos podrían considerar la promesa de Jacob como una oración de fe. Lo veo de otra manera. Mira todo
el sí. El compromiso de Jacob con Dios se basa en el comportamiento de Dios para satisfacer las necesidades de Jacob, como Él las define. Si Dios: (1) te protege en tu viaje; (2) le proporciona la comida y la ropa adecuadas y (3) le permite regresar a la casa de su padre sano y salvo, entonces Brecob haría de Jehová su Dios y luego le daría diezmos. El
orden es absolutamente opuesto a los que Dios requiere de nosotros. Primero debemos buscar el reino y Su justicia y luego se nos añadirán todas las cosas (como la comida y la ropa) (Mateo 6:33). Consideren cómo la oferta de Jacob contrasta con esas palabras, pronunciadas por nuestro Señor: Por tanto, os digo: No luchéis por vuestra vida, lo que
comerés o lo que hacéis; no para tu cuerpo, qué ponerte. ¿No es la vida más que la comida y el cuerpo más que el vestido? (Marcos 6:25). El trato de Jacob con Dios es aquel con el que incluso Satanás habría estado de acuerdo: Respondiendo Satanás al Señor, dijo: ¿Job le teme a Dios por nada? ¿No es así? cercado a su alrededor y su casa y todo lo
que tiene? A la obra de sus manos has dado bendición; por lo tanto, sus bienes han aumentado en la tierra. Pero ahora extiende tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu propia presencia (Job 1:9-11). Así que encontramos al viejo Jacob en Padan-aram, 'sirviendo' a su tío Labán. Una vez más está peleando con hombres,
buscando salir adelante a expensas de los demás. Finalmente, sólo después de que Jacob sale de la casa de Labán y tiera de Padan-aram se encuentra con la gracia. Cuando Jacob está a punto de entrar en la tierra de Canaán, sabe que debe enfrentarse a su hermano Sau y esto pone un desafío considerable en su seguridad. Aparentemente, la pelea
con el ángel del Señor, fue el momento que lo hizo cambiar: y se levantó esa noche, y se llevó a sus dos mujeres, y sus dos manos, y sus once hijos, y pasó el vado de Jaboc. Se los llevó, entonces, y les pasó el arroyo a ellos y todo lo que tenía. Así Jacob se quedó solo; y luchó con él un hombre hasta el amanecer rayado. Y cuando el hombre vio que no
podía con él, tocó en el sitio de encaje de su muslo, y desató el muslo de Jacob mientras luchaba con él, y dijo: Déjame, porque se rascó la madrugada. Y Jacob le dijo: No te dejaré, si no me bendices. Y el hombre le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él dijo, Jacob. Y el hombre le dijo: Tu nombre Jacob ya no será dicho, sino Israel; porque has luchado con Dios
y con los hombres, y has ganado. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Dime ahora tu nombre. Y el hombre dijo: ¿Por qué me preguntas por tu nombre? Y lo bendijo allí. Y Jacob llamó al nombre de ese lugar, Peniel; porque él dijo: Vi a Dios cara a cara, y mi alma fue entregada. Y cuando Peniel había pasado, salió el sol; y mintió sobre su cadera. Por esta
razón los hijos de Israel no comen, hasta hoy, del tendón que se contrajo, que está en el encaje del muslo; porque tocó a Jacob este lugar en su muslo en el tendón que se contrajo (Génesis 32:22-32). Si sólo consideramos este pasaje, sería posible llegar a la conclusión equivocada. Podríamos asumir erróneamente que Jacob venció al ángel (¡un hecho
asombroso!) y que debido a la perseverancia de Jacob en la lucha con los hombres (y con Dios) a lo largo de los años, finalmente prevaleció. Dios está ahora a disposición de Jacob. Pero no lo fue. De esta historia llegamos a la conclusión de que este ángel era realmente Dios (versículo 30). ¿Podría Jacob haber superado a Dios en una pelea? Sabemos
que más tarde que cuando la pelea aparentemente parecía estar igualada, el ángel golpeó a Jacob causándole la dislocación de su cadera (versículo 25). Jacob no está ahora en condiciones de hacer un trato con Dios. La interpretación de esta historia fue dada siglos más tarde, por el profeta Osseas cuando habló con la nación de Israel, personificada por
Jacob: Efraín se alimenta del viento, y sigue a los solano; la mentira y la destrucción están aumentando continuamente; porque hicieron un pacto con los asirios, y el petróleo es traído a Egipto. El Señor tiene una oración con Judá para castigar a Jacob de acuerdo con sus caminos; le pagará de acuerdo con sus obras. En el vientre de la madre tomó al
calcing su hermano, y con su poder superó al ángel. Superó al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó; en Beth-el lo encontró, y allí nos habló. Pero el Señor es Dios de los ejércitos; Jehová es su nombre. Tú, entonces, te vuelves a tu Dios; Guarda la misericordia y el juicio, y confía en tu Dios siempre (Oseas 12:1-6). Debido a su desobediencia, Israel está
siendo reprendido por el profeta Israel. Están a punto de ser descartados por Dios por un período de tiempo, la época de los gentiles. No han confiado en Dios ni han obedecido su convenio con Él. Ellos, como Gomer la puta, están cosechando lo que sembraban. Pero hay un retroceso, una manera de obtener las bendiciones de Dios, de entrar en la gracia
de Dios. Este camino es buscar humildemente a Dios por gracia. Esto es lo que Oseas le dice a la nación de Israel lo que Jacob debe hacer (recuerde que el nombre de Jacob fue cambiado a Israel en Génesis 32:27-28). A lo largo de su vida, había estado luchando contra Dios y los hombres. Había estado tratando de seguir adelante por su propia astucia,
engaño y esfuerzo. Pero cuando el ángel se dislocó la cadera, ya no tenía forma de 'forzar' al ángel a bendecirlo. Todo lo que podía hacer era llorar y rogar misericordia (en el nombre de Dios). Finalmente, Jacob aprendió cómo se dan las bendiciones de Dios a los hombres, sin apropiarse de ellas, sino por gracia. Jonás y la Gracia de Dios (Jonás 3 y 4)
Gracia fue la base del trato de Dios a Israel, como lo fue en sus tratos con los gentiles. Cuando la Ley se entiende correctamente, fue un don de gracia divina. La entrada de Israel en las bendiciones del convenio de Dios tendría que ser por medio de la gracia (Deuteronomio 30:1-14). Los demás profetas hablaron de la gracia de Dios como base de Sus
tratos con Su pueblo y de la base de la esperanza y alabanza de Israel (Isaías 30:18-19; Jeremías 3:12; Joel 2:12-14; Hace 5:15). Como profeta de Dios, se podría esperar que Jonás se hubiera disfrutado en la gracia de Dios. Pero no fue el caso. En Jonás 1, los marineros paganos muestran la gracia de Jonás tratando desesperadamente de salvar su
vida a riesgo de perder la suya. Oran a Dios, preocupados por la posibilidad de quitarse la vida a un hombre inocente. Pero Jonás no les muestra gracia. Da la impresión de que poco le ha molestado poner en peligro la vida de los marineros, debido a su contra Dios. Prácticamente tienen que arrancarle la verdad: que él es verdaderamente un profeta del
único Dios verdadero, el Dios que hizo el cielo y la tierra. En Jonás 2, Dios perdona la vida de Jonás por un medio que aparentemente fue su destrucción: un pez gigante. Jonás se estaba ahogando. Sólo quedaban unos momentos de su vida. De repente, estaba envuelto por la oscuridad, a su alrededor había paredes viscosas de carne. El olor debe haber
sido horrible. ¡Había sido tragado por un pez! Fue una muerte muy lenta la que esperaba a Jonás. Y entonces debe haberse dado cuenta de que en realidad el pez era su salvación. Mientras estaba dentro de los peces, Jonás compuso una oración que está registrada en el Capítulo 2 de Jonás. Si miramos cuidadosamente la oración de Jonás, se nos
revela que en realidad es un poema. Más exactamente, es un salmo. Al mirar las referencias marginales en nuestra Biblia, nos damos cuenta de que es un salmo en el que Jonás utiliza muchos términos y expresiones que vemos en los salmos. Sin embargo, este 'salmo' es como los salmos del Libro de salmos, sólo en forma y vocabulario. No se parece a
ninguno de los salmos de la Biblia, en términos de énfasis o teología. Jonás habla demasiado de sí mismo, de su experiencia, de su peligro, de su agonía. Dice muy poco sobre Dios. Hable acerca de mirar y orar hacia el santo templo (versículo 4:7). Habla despectivamente de los paganos y, en comparación con ellos, se eleva a sí mismo: Los que siguen
vanidades ilusorias, su misericordia abandona. Pero yo, con voz de alabanza, os ofrezco sacrificios; Pagaré lo que prometí, la salvación es del Señor (Jonás 2:8-9). Lo que falta es alguna referencia a tu propio pecado o algún indicio de arrepentimiento. Esto es especialmente interesante en el sentido de que Jesús está en 'cautiverio', como resultado de su
pecado y se refiere al templo de Dios. Sin embargo, consideremos este texto que perfila con mucha precisión cómo un israelita se arrepiente: Si pecan contra ti (porque no hay ningún hombre que no pegue), y enfadarse ante ellos, y entregarlos ante sus enemigos, para que aquellos que los llevan sean cautivos a la tierra de los enemigos, lejos o cerca, y
puedan regresar al suelo donde son tomados cautivos; Si llegan a ser, y te oran en la tierra de su cautiverio, y dicen: Pecado, lo hemos hecho perversamente, impío que hemos hecho; Si te hubieran llevado de todos sus corazones y de todas sus almas a la tierra de su cautiverio, donde habrían sido tomados cautivos, y rezarían a la tierra que le diste a sus
padres, a la ciudad que elegiste y a la casa que he construido en tu nombre; oirás del cielo, del lugar de tu morada, de vuestra oración y de vuestra oración, y cuidarás de su causa, y perdonarás tu que pecó en tu contra (2 Crónicas 6:36-39, el énfasis del autor). Salomón no sólo indica que un israelita que está en un país lejano puede recurrir al santo
templo de Dios y orar pidiendo perdón, sino que también da las palabras que un judío arrepentido debe decir para expresar tal arrepentimiento: ... Y volverán a estar en la tierra donde son tomados cautivos; Si llegan a ser, y te oran en la tierra de su cautiverio, y dicen: Pecado, lo hemos hecho perversamente, impío que hemos hecho (2 Crónicas 6:37).
Cuando miramos la historia de Israel, aquellos que verdaderamente se arrepintieron de sus pecados y los pecados de su nación siguieron este modelo establecido por Salomón: Ahora estén atentos a su oído y abran sus ojos para escuchar la oración de su siervo, que ahora hago ante ustedes día y noche, por los hijos de Israel sus siervos; y confieso los
pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra vosotros; Sí, la casa de mi padre y yo hemos pecado. En el extremo nos hemos corrompido contra vosotros, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que le diste a Moisés vuestro siervo (Nehemías 1:6-7). Pero tienes razón en todo lo que ha venido sobre nosotros; porque lo
has hecho con rectitud, pero lo hemos hecho mal. Nuestros reyes, nuestros príncipes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron en marcha vuestra ley, ni asistieron a vuestros mandamientos y a vuestros testimonios con los que les advirtieron (Nehemías 9:33-34). Hemos pecado, cometido la iniquidad, hemos hecho iniquidad y hemos sido
rebeldes y nos hemos apartado de vuestros mandamientos y ordenanzas (Daniel 9:5). ¿Alguien se atrevería a decir que el salmo de Jonás es una expresión de arrepentimiento? Habla de los gentiles como pecadores y de sí mismo (y por inferencia, de todos los judíos), como justos (Jonás 2:8-9). Basándonos en Jonás 1, esto es difícil de defender. Jonás
el Profeta actúa como un pagano mientras los marineros adoran al Dios de Israel. Algunos han señalado las últimas palabras del pseudo salmo de Jonás, como la última expresión del arrepentimiento: La salvación es del Señor (Daniel 9:9) Creo que no, aunque recientemente he llegado a esta conclusión. La expresión Salvación es del Señor, es también
una cita de los Salmos. Consideremos la expresión más completa de esto en el Salmo 3: No temeré a diez mil personas, que harán espacio contra mí. Levántate, Jehová; Sálvame, Dios mío; porque lastimaste a todos mis enemigos en la mejilla; los dientes de los malvados que rompiste. La salvación es del Señor; sobre su pueblo sea su bendición. Selah
(Salmo 3:6-8). Observemos de manera especial las últimas palabras del versículo 8, las palabras que Jonás no incluyó; pero creo que veo implícito. Jonás quería Salvar a Su pueblo Israel y condenar a los gentiles al infierno (en el Capítulo 4, se hace muy evidente). Sus palabras en el Salmo 2 expresan más alivio que alabanza; se centra más en Jonás
que en Dios y da esperanza para la liberación de los judíos; pero no los gentiles. ¡Recuerda que Jonás había sido enviado a predicar al pueblo de Nínive, y se había negado a hacerlo! No quería que esos gentiles malvados fueran salvos; sólo judíos justos. ¿Esto no suena un poco duro? Lo es, y es verdad, también. De esto se trata el Libro de Jonás.
Jonás, el profeta rebelde y impenitente, es una imagen de la nación de Israel. Ilustra la negativa de los judíos a ser ligeros a los gentiles, a tomar la buena noticia de la gracia de Dios hacia los paganos. Los judíos pensaban que Dios los había elegido porque eran mejores, más merecedores, y que Él había rechazado a los gentiles, condenándolo al infierno
eterno porque no eran dignos de Sus bendiciones. Si Jonás se hubiera arrepentido, habría sufrido un giro; sus corazones y acciones habrían cambiado, de acuerdo o dando a entender la palabra arrepentimiento. Esto significa que se habría dirigido inmediatamente a Nínive, a donde Dios le había mandado que fuera. En cambio, el Capítulo 3 comienza con
una reiteración de este mandato. Jonás no irá a Nínive hasta que Dios lo ordene de nuevo. Y así, con muy pocos deseos finalmente va a Nínive, donde proclama el mensaje que Dios le ha dado. Si queremos ver un arrepentimiento genuino, no miremos a Jonás; Echemos un vistazo a los
Ninivites. El pueblo de la ciudad creyó en Dios (versículo 5) y comenzó a ayunar. Toda la población se arrepintió y lo demostraron, ayunando. Más importante aún, el ganado también se incluyó en el ayuno. Del mismo modo, el rey también se arrepintió y ayunó, lo que aparentemente hizo sin haber oído personalmente a Jonás; pero habiendo escuchado su
mensaje de segunda mano (véase el versículo 6). El rey llamó al ayuno y llevó a la nación al arrepentimiento, con cierto grado de confianza de que Dios era misericordioso y que podía ser apaciguado y evitar la destrucción si se arrepentían. Esto tiene una buena base bíblica: Entonces vino a mí la palabra del Señor, diciendo: ¿No podré hacerte como este
alfarero, Oh casa de Israel, dice el Señor. He aquí, como el barro en la mano del alfarero, así que estás en mi mano, Oh casa de Israel. En un instante hablaré contra los pueblos, y contra los reinos, para arrancar, derribar y destruir. Pero si estos pueblos se convierten en su iniquidad contra la que hablé, me arrepentiré del mal que había planeado hacerles
18:5-8). Por lo tanto, ahora dice jehová, conviértase en mí con todo vuestro corazón, ayunando, llorando y lamentando. Rascad vuestros corazones, y no vuestras vestiduras, y convierten a vuestro Dios en el Señor; porque misericordioso es y misericordioso, tarde para la ira y grande en misericordia, y duele del castigo. ¿Quién sabe si regresará y se
arrepentirá y dejará una bendición después de él, es decir, ofrenda y libación al Señor tu Dios? (Joel 2:12-14). Y así Dios cedió, y no hizo el mal con el que los había amenazado por medio de Jonás, y la ciudad fue perdonada (3:10). Este es el momento en que Jonás realmente se enoja con Dios. Imagínese esto: Jonás, el profeta, advierte a los hombres de
la santa ira de Dios sobre los pecadores, y este pecador — Jonás — está enojado con Dios y no está dispuesto a desahogar su ira hacia Dios. Creo que la gracia que Dios le concedió a los ninivites no fue tan asombrosa como la que Él mostró a Jonás. En este momento, Jonás no debería haber sido más que un poco de cenizas; sin embargo, allí lo
tenemos agitando su puño apretado frente a la cara de Dios. Y Dios se dirige suavemente a él, diciendo: ¿Haces bien en estar tan enojado? (versículos 4, 10). La oración de Jonás en el Capítulo 4 es absolutamente asombrosa. Protesta contra Dios sobre la base de Su gracia, compasión, cemente, piadoso y arrepentido del mal (versículo 2). Este es el
único lugar de la Biblia donde una persona protesta contra Dios y no lo alaba por sus atributos. Tales atributos son la esencia de la gloria de Dios, según Éxodo 34:6. Son la base de la intercesión del hombre, pidiendo perdón divino para los pecadores (Números 14:18). Son la base para el arrepentimiento de los hombres (Deuteronomio 4:31; Joel 2:12-14)
y por qué Dios aguanta con este duro cervix (Nehemías 9:17, 31). Son la base de las obras de Salvación de Dios (Salmos 116:5) y perdón (Salmos 103:8-10). Son la motivación y la base para que los hombres adoran a Dios (Salmos 111.4; 145:8). Pero Jonás encuentra que estos atributos sonpulsivos y repugnantes, la base para protestar ante Dios. A
medida que la historia se desarrolla, finalmente encontramos un Jonás feliz. A pesar del hecho de que Dios ha perdonado a los Ninivites y suspendido el día de la destrucción, Jonás construye una vaquilla fuera de la ciudad, aunque piensa que Dios la destruirá y que tendrá el placer de verla transformarse en humo. En el intenso calor que hizo donde
estaba (y no tenía ninguna razón para sufrir por él), Dios en Su misericordia le da una planta para tener sombra. Y entonces Dios se lo quita, lo que hizo a Jonás aún más enojado. Dios le pregunta si es justo que esté enojado por lo que le ha sucedido a la planta y le asegura a Dios que Muy bien. Durante mucho tiempo creí que el pecado de Jonás era el
del egoísmo y preocupaba demasiado de sí mismo. Finalmente, he venido a ver lo que creo que es el mensaje entre las líneas de este libro. Jonás estaba enojado con la gracia de Dios. Estaba enojado porque Dios mostró Su gracia a los Ninivites. Se alegró cuando Dios le mostró Su gracia dándole la planta que le daría sombra; pero estaba furioso
cuando Dios la destruyó. Jonás no se merecía esa planta, y ciertamente tampoco la ganó. Era un don de la gracia de Dios y Dios podía dárselo o no y de la misma manera, quitárselo. Jonás deseaba las bendiciones de Dios. Te estaba esperando. Y se enojó cuando Dios les quitó esas bendiciones o se las dio a los demás. Jonás deseaba la gracia de Dios;
pero no tan gracioso. Él quería los beneficios y bendiciones de Dios; pero por digno de ellos y no como un pecador que no se merece de ellos. Esto es lo que enojó a Jonás por el trato de Dios a los Ninivites. Tuvo que admitir que era gracia; pero odiaba la gracia. La gracia humilla al receptor de las bendiciones de Dios. La gracia apunta a la iniquidad de la
nave. Jonás quería ser bendecido; pero no en el campo de la gracia. El problema de Jonás es precisamente el mismo que los judíos, tanto entonces como ahora. Jonás se consideraba justo. Las personas que se consideran así no quieren confesar sus pecados e implorar la gracia de Dios. Piensan que son dignos de las bendiciones de Dios y sólo se
enojan cuando Dios no satisface sus deseos. Jonás, como los israelitas de su época y como los judíos de la época de Jesús, eran pecadores que se consideraban justos en sí mismos y se enojaban cada vez que Dios mostraba Su gracia a los pecadores. Jonás, como muchos hombres de nuestros días, odian la gracia de Dios. La Gracia de nuestro Señor
Jesucristo Y por la mañana regresó al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentándolo, les enseñó. Entonces los escribas y fariseos trajeron a una mujer atrapada en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron, Maestro, esta mujer ha sido atrapada en el mismo acto de adulterio. Y en la ley Moisés nos mandó apedrear a esas mujeres. Entonces, ¿qué
dices? Pero esto dijeron tentarlo, para que pudieran acusarlo. Pero Jesús, inclinándose al suelo, escribió en el suelo con el dedo. Y mientras insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que no tiene pecado de ti sea el primero en lanzar la piedra contra ella. Y apoyándose en el suelo, siguió escribiendo en el suelo. Pero ellos, al oír esto, acusados
por su conciencia, salieron uno por uno, empezando de los más viejos a los últimos; y sólo quedaba Jesús, y la mujer que estaba en el medio. Jesús se enderezó a sí mismo, y al no ver a nadie más que a la mujer, le dijo, Mujer, son los que te acusan? ¿Ninguno de ellos te condenó? Ella dijo, Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Yo tampoco te
condeno; ir, y no pecar más (Juan 8:2-11). Sabemos que cuando nuestro Señor vino a la tierra, Él fue la encarnación de la gracia y la verdad (Juan 1:14). Un incidente en la vida y el ministerio de nuestro Señor nos dice mucho acerca de la gracia que Él muestra a los hombres. Mientras enseñaban en el templo, los escribas y fariseos lo idearon tentándolo
trayendo a una mujer que había sido atrapada en el acto de adulterio43_ftn3— en el mismo acto (versículo 4). Estos hipócritas, al considerarse justos, no estaban preocupados por la ira de Dios hacia su propio pecado, porque miraban a los demás —como en esta mujer— como pecadores. Debido a que Jesús mostró tanta compasión por los pecadores y
pasó tanto tiempo con ellos, los escribas y fariseos querían poner a Jesús en una situación imposible. Tenían la intención de que él eligiera ser blando en el pecado o en una línea dura y así perder popularidad al pueblo, dando Su anhelo de matar a esta mujer. Se le recordó que la Ley obligaba a esa mujer a morir. Por supuesto que tenían razón; pero la
muerte del hombre también era necesaria (véase Levítico 20:10s.; Deuteronomio22:22ss.). Luego pidieron su opinión sobre lo que se debía hacer con esa mujer. ¿Se atrevería Jesús a desafiar la Ley de Moisés? Jesús estaba más interesado en la hipocresía de los escribas y fariseos que en someter a la mujer a la muerte. Si los pecadores murieran
(porque el salario del pecado es la muerte, el alma que los pecados deben morir), entonces que aquellos que no tienen pecado tiren la primera piedra. Nadie podía tener el valor de asumir que no tenían pecado. Nadie se atrevió a afirmar que era justo pronunciar un juicio y comenzar la ejecución. Y así todos los que acusaron a esta mujer desaparecieron
uno por uno, de los más viejos a los más jóvenes. Jesús entonces habló con la mujer, preguntando dónde estaban los que la habían acusado. Ella respondió que nadie se había ido a acusarla. Jesús entonces le dijo: Yo tampoco te condeno; desaparece, y no pecas más. De estas palabras se desprende claramente que la mujer había pecado. ¿Por qué
entonces nuestro Señor no la condenó? Sólo que no tenía pecado. Sólo él podría haber tirado la primera piedra. En cambio, le dijo que él no la condenaba y que debía seguir su camino. pero no su vida de pecado. ¿Por qué pudo el Señor Jesús hacer y decir estas cosas? ¿Por qué Jesús no obedeció la ley, lanzando una piedra a la mujer? La razón es
simple y se puede resumir en una palabra: gracia. El propósito de Jesús en Su primera venida no es la condena, sino la salvación. vino a buscar y salvar a los pecadores. Legítimamente podía negarse a tirar a esta mujer a una piedra, no porque la Ley estuviera equivocada, sino porque su propósito al venir era sufrir la sentencia de muerte él mismo. Vino
a morir por los pecados de esa mujer, así que ciertamente no le lanzó una piedra. Él no estaba minimizando su pecado, o sus consecuencias; pero anticipando ese día en que Él llevaría castigo por los pecados en la cruz del Calvario. Eso, amigos míos, es la gracia de Dios; la gracia que nuestro Señor vino a proporcionar por medio de Su muerte por
sustitución en el lugar que pertenece al pecador. Conclusión No hay palabra más dulce para los oídos del pecador que la palabra gracia. Y no hay nada más repulsivo para el hombre que se considera justo, que la gracia, porque este tipo de hombres niegan sus pecados y exigen a Dios Sus bendiciones, como para merecerlo. ¿Alguna vez has pensado
que has sido demasiado pecaminoso.para que Dios te salve? Así que la gracia es para ti la buena noticia que Dios tiene para ti. Tu salvación no se basa en lo bueno que puedes ser y tu salvación no está prohibida por lo pecaminoso que has sido. Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores y el apóstol Pablo nos dice que Él gana el primer premio
por ser el jefe de pecadores (1 Timoteo 1:15). Deberías ponerte en fila, detrás de Pablo (y de mí), si te consideras demasiado pecaminoso. Nunca serás demasiado pecador para ser salvo, ni tan bueno, ni tan justo en ti mismo, ni tan autosuficiente. En ninguna parte la gracia es más elocuente, más gloriosa, más preciosa que cuando se contrasta con el
pecado: nuestro pecado. Antes de que nos volvamos demasiado engreídos en nuestra condenación de hombres como Jonás, déjame preguntarte si alguna vez has estado enojado con Dios. Me atrevo a decir que ha sido así, reconocerlo y admitirlo o no. Porque sentía que no le daba lo que merecía. Estaba enojado porque Dios no lo estaba tratando
sobre la base de otra cosa que no fuera la gracia. No es obligatorio dar gracia a los pecadores. Y los pecadores malvados no tienen derecho a protestar si Dios no les da Su gracia, porque esto no es algo que pueda ser merecido o ganado bajo ninguna circunstancia. La gracia es una noticia maravillosa, una oferta tan gloriosa para aquellos que se
reconocen a sí mismos como pecadores, porque saben que no merecen más que la ira de Dios. La gracia sólo es repugnante para aquellos que se creen justos en sí mismos. La gracia es también la base de la humildad. Grace declara que todos los hombres en su calidad de perdidos son iguales. ... por todos los pecados, y son indigentes de la gloria de
Dios (Romanos 3:23). Todos merecemos el sufrimiento eterno del infierno. Cada pecador se pierde y y pronto será sentenciado a la destrucción, despedido de la gracia de Dios. Gracia no sólo declara que todos están igualmente perdidos; también declara que todos los que se guardan son iguales. No nos salvan nuestras obras, por nuestros esfuerzos o
por nuestros méritos. Somos salvos por la obra de nuestro Señor Jesucristo, en la cruz del Calvario, por la muerte de la sustitución, en nuestra mano derecha, y Su Resurrección y Ascensión al Cielo para sentarnos a la diestro del Padre. Grace pone a todos los hombres a nivel del suelo. No hay lugar para la arrogancia con respecto a la gracia, excepto
para jactarse en Aquel que nos ha otorgado Su gracia. La gracia es la regla de la vida y también es el tema predominante en nuestra vida, ya que vivimos aquí en este mundo sirviendo a Dios y a Su iglesia. Debemos mostrar esta gracia a los demás, tal como Dios ha hecho con nosotros. Grace también está siendo atacada por aquellos como Jonás y
como los líderes religiosos del Nuevo Testamento. Siempre debemos estar de guardia contra aquellos que tratan de destruirlo insidiosamente. De todas las verdades que sacudan su alma, que provocan adoración y servicio, y que dan lugar a humildad y gratitud en ustedes, es la verdad de que Dios es un Dios de gracia y que esta gracia se ha manifestado
en la persona de Jesucristo. Si reciben la gracia de Dios, deben hacerlo aceptando el misericordioso don de salvación que Dios ha proporcionado dentro y a través de Cristo. Que nuestros corazones y mentes se sacudan continuamente con la maravillosa gracia de Jesús. Citas citables en Dios, la gracia y la misericordia son una cosa; pero en la medida en
que nos llegan, se consideran como dos atributos, relacionados; pero no idéntico. Así como la misericordia es la bondad de Dios confrontada con la miseria humana, así como la gracia es Su bondad dirigida hacia la deuda humana y la demeridad. Es por Su gracia que Dios atribuye mérito donde antes no existía y declara que no hay deuda donde existiera.
La gracia es la alegría de Dios que lo inclina a otorgar beneficios a aquellos que no los merecen. Es un principio autoexistente inherente a la naturaleza divina y nos parece una inclinación autoexcitada a tener misericordia de los inicuos, a perdonar a los culpables, a acoger a los descartados y a favorecer a aquellos que fueron desaprobados. La utilidad
que tiene para nosotros los hombres pecadores es salvarnos a nosotros mismos y llevarnos a sentarnos juntos en lugares celestiales para demostrar a todas las edades las extraordinarias riquezas de la bondad de Dios para nosotros, en Jesucristo es el favor eterno y absoluto de Dios, manifestado en la dispensación de bendiciones espirituales y eternas a
los culpables y La gracia es una disposición para los hombres que están tan caídos que son incapaces de levantar el eje de la justicia, tan corruptos que son incapaces de cambiar su propia naturaleza, tan adversos a Dios que son incapaces de volverse a Él, tan ciegos que son incapaces de verlo, tan sordos que son incapaces de escucharlo y tan muertos
que Dios mismo tiene que abrir sus tumbas y levantarlas en resurrección de la Oriente, nada ha vuelto a tener el favor divino, excepto por medio de la maravillosa misericordia de Dios. Y dondequiera que se viera la gracia en un hombre, siempre ha sido a través de Jesucristo. Ciertamente, la gracia vino gracias a Jesucristo; pero él no esperó a que Su
nacimiento en el pesebre o Su muerte en la cruz, para ser operativo. Cristo es el Cordero herido de muerte desde los cimientos del mundo. El primer hombre en la historia humana en reintegrarse en compañía de Dios vino por su fe en Jesucristo. En la antigüedad, los hombres esperaban con ansias la obra redentora de Cristo; en los últimos tiempos,
miran hacia atrás; pero siempre iban y venían por gracia, a través de la fe, pero nada enfurece más al hombre natural y saca a relucir en él su enemistad innata e inveterada contra Dios, que presionar sobre él la soberanía eterna, libre y absoluta de la gracia divina. Que Dios haya construido Su propósito ya que la eternidad, sin haber consultado
previamente a la criatura, es demasiado humillante para el corazón roto. Esa gracia no se puede ganar ni merecer con sus propios esfuerzos es dejar al hombre correcto en sí mismo demasiado ocioso. Y que la gracia individualice a quien quiera ser objeto de sus favores, suscita fuertes protestas de presuntos rebeldes. Otros textos del Antiguo Testamento
que son adecuados para el estudio de la gracia de Dios son: Génesis 6:8; Deuteronomio 8:11-20; Nehemías 9 (completo); Salmo 6:1-3; 103:6-18; Isaías 30; 15-18; Joel 2:11-17; Zacarías 12:10-13:1. Dudo mucho que Jonás hiciera esto con gran celo o alegría. Probablemente hizo lo que se le había ordenado hacer, de la peor manera posible, con sólo el
mínimo de obediencia. Puedo asegurarlo con toda seguridad, sobre la base del capítulo 4. Qué interesante es observar que el hombre no fue llevado a donde estaba el Señor. Seguramente conocían al hombre, porque ella estaba atrapada en el acto en sí. ¡Qué hipocresía! Experimentamos la Gracia de Dios

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