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RESUMEN:

Comunidades imaginadas entiende la nación, la nacionalidad y el nacionalismo


como “artefactos” o “productos culturales” que deben ser estudiados desde una
perspectiva histórica que nos muestre cómo aparecieron, cómo han ido
cambiando de significado y cómo han adquirido la enorme legitimidad emocional
que tienen hoy en día. El autor trata de mostrar que aunque dichos productos
culturales nacieron a finales del siglo XVIII, fruto espontáneo de una compleja
encrucijada de fuerzas históricas, una vez creados, se convirtieron en el modelo
hegemónico de organización y control social. Modelo que será transplantado –
consciente o inconscientemente- no sólo a una gran variedad de terrenos sociales
en los cuales se entrelazará con otras constelaciones políticas (el Estado-nación)
e ideológicas (el nacionalismo), sino también –mediante la colonización- al resto
de países del mundo que, queriéndolo o no, respondiendo o no a su propia
idiosincrasia, se verán forzados a adoptarlo.
Desde el primer capítulo, “Conceptos y definiciones”, Benedict Anderson
dejará clara su posición respecto al nacionalismo afirmando que comparte con la
mayoría de estudiosos de las ciencias sociales cierta perplejidad a la hora de
enfrentarse a lo que llamará las tres paradojas del nacionalismo. La primera
nacería de la contradicción existente entre el carácter reciente que todos los
historiadores coinciden en otorgarle y la antigüedad que tienden a atribuirle los
mismos nacionalistas. La segunda surgiría de la tensión que existe entre la
supuesta unicidad y particularidad de las naciones, que afirman ser únicas, y la
enorme homogeneidad formal del nacionalismo en sus expresiones sociales,
políticas, institucionales o culturales. Y la tercera sería resultado de la
contradicción existente entre el enorme poder del que goza el nacionalismo al
haberse convertido en la principal fuente de legitimación política y su pobreza e,
incluso, incoherencia filosófica.
         Según el autor tendemos a hipostasiar o reificar la existencia del
nacionalismo (prueba de ello sería que muchos tienden a escribir dicho término
con mayúscula) al considerarlo como una ideología. Sería mejor, prosigue,
entenderlo como una relación social o antropológica, al nivel de las relaciones
familiares o religiosas, que como una ideología, ya que no tiene la consistencia de
teorías políticas como, por ejemplo, el “liberalismo” o, incluso, el “fascismo”.
Anderson propondrá un enfoque de corte antropológico que tome como punto de
partida la siguiente definición: una nación es una comunidad política (a) que se
imagina (b) como inherentemente limitada (c) y como soberana (d).
         La nación es una comunidad política imaginada porque aunque los
miembros de las naciones no se conocen entre ellos, aun así tienen en sus
mentes una cierta imagen de su comunión. Cuando Ernst Gellner afirma que el
nacionalismo “inventa naciones donde no existen”(i) está suponiendo la existencia
de “comunidades verdaderas”, como la clase social, por ejemplo, frente a
“comunidades falsas”, como la nación, cuando lo cierto, dirá Anderson, es que
todas las comunidades lo suficientemente grandes como para que no sea posible
el contacto cara a cara -e incluso éstas- son imaginadas. De modo que no
debemos distinguir las comunidades en función de su verdad o falsedad sino por
el modo en cómo se las imagina.
La nación es una comunidad política que se imagina como algo limitado
porque nunca se imagina como coincidente con la humanidad. A diferencia del
cristianismo, el socialismo o el liberalismo, ninguna nación pretenderá ni deseará
nunca que toda la humanidad se le una.
La nación es una comunidad política que se imagina como soberana
porque el concepto de nación apareció en una época en la que la Ilustración y la
Revolución Francesa habían destruido “la gracia de Dios” como fuente de
legitimidad del reino dinástico, teniendo que recurrir a la nación como nuevo
fundamento de legitimidad. 
Y la nación es una comunidad porque a pesar de las desigualdades y la
explotación que siempre existen en el seno de todo grupo social, ésta siempre se
concibe como una camaradería horizontal.

PROSPERIDAD Un vagabundo miserable enfermo y murió al lado del


camino por la exposición.
El joven estaba conmovido por esta breve noticia. Podía imaginar
exactamente el sufrimiento de aquel pobre que yacía al Iado del camino. Por un
momento sintió una ira explosiva en lo más profundo. Luego sintió piedad. En otro
momento, su ira se dirigió contra el sistema social que originaba tal pobreza, al
mismo tiempo que volvía rico a un pequeño grupo de personas.
Si en la ficción jocosa y refinada de la Europa de los siglos XVIII y XIX, el
tropo "nuestro héroe" sólo subraya un juego del autor con cualquier lector, el
"nuestro joven" de Marco, sobre todo por su novedad, denota a un joven
perteneciente al conjuntó colectivo de lectores de indonesio, y por lo tanto denota
implícitamente una "comunidad imaginada" indonesia en embrión. Adviértase que
Marco no siente ninguna necesidad de especificar esta comunidad por su nombre:
ya está allí.
Por último, la comunidad imaginada se confirma por la doblez de nuestra
lectura acerca de. nuestro joven que lee. Éste no encuentra el cuerpo del
Vagabúndo miserable al lado de un lodoso camino dé Semarang, sino que se lo
imagina en las páginas de un periódico.
Esta conexión imaginada deriva de dos fuentes indirectamente
interelacionadas. La primera es simplemente la coincidencia en el calendario. La
fecha que aparece en la parte superior del periódico, su emblema mas Importante,
provee la conexión esencial: el avance sostenido del tiempo homogéneo, vacío."
En ese tiempo, "el mundo" sigue adelante inconteniblemente. Es el signo de esto:
Si Mali desaparece de las páginas de The New York Times, luego de dos días de
reportaje de hambrunas, y el silencio se extiende durante meses, los lectores no
se imaginarán por un momento que Mali ha desaparecido, ni que la hambruna ha
acabado con todos sus ciudadanos.
La segunda fuente de la conexión imaginada-se encuentra, en la relación existente
entre el periódico,como una forma de libro, yel mercado, Se ha estimado que en
los cuarenta y tantos años que mediaron entre la publicación de la Biblia de
Gutenberg y el final del siglo XV se produjeron en Europa más de 20000000 de
volúmenes impresos." Entre 1500 y 1600, esta cifra se ubicó entre 150 y 200000
000."
En un sentido bastante especial, el libro fue el primer producto industrial producido
en masa, al estilo moderno. Esta Idea puede entenderse si comparamos al libro
con otros productos industriales antiguos, como los textiles, los ladrillos o el
azúcar. Estos bienes se miden en cantidades matemáticas (libras, montones o
piezas). Una libra de azúcar es simplemente una cantidad, un montón
conveniente, no un objeto en sí mismo. En cambio, el libro es un objeto distinto,
autónomo, exactamente reproducido en gran escala, y aquí prefigura a los bienes
durables de nuestra época.
En esta perspectiva, el periódico es sólo una "forma extrema" del libro, un libro
vendido en escala colosal pero de popularidad efímera.
Antes de iniciar un examen del origen específico del nacionalismo, convendría
resumir las proposiciones esenciales formuladas hasta ahora. Básicamente he
venido sosteniendo que la mera posibilidad de imaginar a la nación sólo surgió en
la historia cuando tres concepciones culturales fundamentales, todas ellas muy
antiguas, perdieron su control axiomático sobre las mentes de los hombres.
de los hombres. La primera era la Idea de que una lengua escrita particular ofrecía
un acceso privilegiado a la verdad ontológica, precisamente porque era una parte
inseparable de esa verdad.
La segunda era la creencia de que la sociedad estaba naturalmente organizada
alrededor y bajo centros elevados, monarcas que eran diferentes de los demás
seres humanos y gobernaban mediante alguna forma de dispensa cosmológica
(divina).
La tercera era una concepción de la temporalidad donde la cosmología y
la historia eran indistinguibles, mientras que el origen del mundo y el del hombre
eran idénticos en esencia. Combinadas, estas ideas arraigaban firmemente las
vidas humanas, a la naturaleza misma de las cosas dando cierto sentido a las
fatalidades de la existencia de todos los días.

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