Está en la página 1de 3

Domingo 22 De Marzo

     Suscríbete Iniciar Sesión

Noticias Opinión Economía Deportes Entretenimiento Cultura Cromos Tecnología Blogs Colombia 2020 Especiales

 Coronavirus en Colombia


Inicio / No hay eleccion las ciudades seguiran existiendo articulo 910485

ENTREVISTA


Jorge Orlando Melo: “No hay  


elección: las ciudades seguirán  

existiendo”
Vivir 21 Mar 2020 - 9:00 PM
Por: Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

El historiador, galardonado profesor universitario y autor de más de


veinte libros, interpreta el impacto sociológico que tendrán, o no, los
repentinos cambios de conducta de los ciudadanos que fueron obligados
a aislarse de los demás por la pandemia del coronavirus. Habla de las
epidemias que han asolado al mundo y a América en el último siglo
desde la Conquista.

Dice Jorge Orlando Melo ante el efecto geográfico de la pandemia: “No creo que muchos se
vayan a vivir al campo para reducir sus riesgos de contagio”. / Mauricio Alvarado - El
Espectador

¿Es cierto o falso que pandemias como la que está padeciendo hoy el
mundo se presentan, fatalmente, cada determinado período histórico
(50 o 100 años) como parecen sugerirlo los textos sobre las epidemias
masivas de la antigüedad hasta las de hoy?

No existe ninguna razón para que las epidemias se produzcan en


períodos regulares. Por supuesto, si uno habla de 50 o 100 años muestra
ya que no existe regularidad. Parodiando a Borges, las epidemias no son
“devotas del sistema decimal”.

Aunque ha habido otras en los últimos 100 años, la pandemia más


grave de la historia es la llamada gripe española (influenza) de 1918,
que afectó, según los datos disponibles, a 500 millones de seres
humanos en el mundo y dejó 50 millones de muertos. ¿Se puede
deducir de la expansión de ese virus masivo, y otros, un fenómeno
cíclico similar al de la teoría de Darwin sobre la selección natural de las
especies o esta es una explicación absurda ante lo desconocido?

Hoy domina la teoría del contagio: las pandemias se dan porque los
microorganismos dañinos se trasmiten. A veces crean defensas, como en
el caso de la viruela, que los españoles conocían y los indios no. Esto
hace que entre epidemias haya, a veces, una “generación” libre, hasta
que se forma una población sin defensas. Y, a veces, la sociedad logra
defenderse con conductas preventivas razonables como cuarentenas (en
Colombia se aplicaron desde la colonia), limpieza, medidas sanitarias o
acción médica. Pero eso no tiene nada de cíclico: se aprende y se olvida. Y
hay que aprenderlo de nuevo.

Más recientemente, en 2003, apareció el denominado síndrome


respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés), una
neumonía rara que apareció también en China y se expandió a otros
continentes. La tasa de mortalidad fue calculada entre el 13 % y el 18
%, según los países afectados. Pero lo que más sorprende es que la
Organización Mundial de la Salud (OMS) la clasificó como un virus no
conocido antes en seres humanos, “un tipo de coronavirus...” De esto
hace ya 17 años ¿La humanidad, incluyendo a sus científicos, ha
ignorado las alertas de la historia y a esto se debe que la situación se
haya desbordado?

Siempre es posible pensar que se pudo lograr más. Las decisiones sobre
qué hacer tienen muy en cuenta factores políticos porque las toman
gobiernos u organismos como la OMS, que quieren ganar poder o quedar
bien. En Colombia, las muertes por malaria pasaron de 18 mil, en 1942,
según decían, a casi nada en 1980. Pero volvieron porque en 1994,
siguiendo presiones de Estados Unidos, prohibimos, probablemente con
buenas razones, el DDT (pesticida e insecticida que combate plagas y
algunas enfermedades humanas como la malaria) ¿Que podía haberse
hecho para que no surgiera un nuevo tipo de virus? Por supuesto, para
que no se propague, se pueden tomar medidas drásticas de control como
las de China, o menos drásticas como las de Corea del Sur, pero tienen
costos políticos y económicos. Y no hay forma de calcular con precisión
sus efectos directos o indirectos.

¡¿Un cálculo entre los efectos sobre la salud pública, los resultados
económicos y la política?! Muy difícil hacer esa ecuación. Deme un
ejemplo, por favor.

Si hubiéramos bloqueado todo el tráfico internacional hace tres meses,


probablemente no tendríamos ni un caso de coronavirus, pero podríamos
tener desempleo, hambre y otras enfermedades, aunque no sabemos si
tan grandes como los que habrá ahora. La OMS se demoró para declarar
que esto era una pandemia porque le daba miedo que la acusaran de
provocar caos económico. Pero, al mismo tiempo, daba cifras engañosas
sin restar las curaciones, para que la gente se asustara más y que, así, los
gobiernos tomaran medidas duras sin decir que era por su
gobiernos tomaran medidas duras sin decir que era por su
recomendación. Muchos gobiernos hicieron lo mismo: no dejarse acusar
de provocar caos económico y, a costa de vacilaciones que produjeron
más muertes, tomaron las medidas duras cuando ya era imposible
ignorar los riesgos a la salud.

La mayoría de las pandemias se han relacionado con variaciones de


gripe y afecciones respiratorias. Pero, antes, había temor a la peste.
Todas estas enfermedades se adquieren por contagio, como usted dice:
¿están condenados los seres humanos, para mantenerse a salvo de esas
afecciones, a vivir relativamente separados de los demás, a cambio de
vivir en grandes conglomerados urbanos como es el mundo del
presente?

No hay elección: las ciudades seguirán existiendo porque, hoy, son


mucho más sanas que el campo. Más bien, se buscarán maneras de
reducir los contagios. Hasta comienzos del siglo XX las ciudades eran
menos saludables que el campo. Allí se produjeron las grandes epidemias
de la Edad Media y los tiempos modernos, pero les pusieron acueductos
de metal y alcantarillados, se volvieron más sanas y en ellas hay
hospitales, colegios y mercados. No creo que muchos se vayan a vivir al
campo, aislados, para reducir sus riesgos de contagio.

Usted es reconocido por sus libros sobre historia de Colombia ¿Cuál ha


sido la peor pandemia sufrida por nuestras gentes desde la época de la
Conquista hasta hoy?

Probablemente la suma de las infecciones traídas por los conquistadores,


la violencia y la destrucción de los cultivos fueron la causa principal de
que se acabara casi del todo la población indígena de América. Los
mejores cálculos indican que murió, más o menos, el 90 % de los indios
aunque no solo por las enfermedades: murieron también de hambre,
pues los españoles les quemaban los cultivos o les quitaban la tierra para
poner vacas o por otras razones. Según los cronistas, en una epidemia de
viruela moría la tercera parte de los habitantes, no alcanzaban las
tumbas, no había quién enterrara a los muertos y, al tiempo, venía otra
epidemia.

Además de la viruela, ¿cuáles otras enfermedades epidémicas


afectaron a los grupos de población indígena en Colombia y América
durante la Conquista y la Colonia?

La historia colombiana comienza con una época de epidemias, con las


que muere, quizás, el 90 % de la población de toda América. Se trataba
de enfermedades hasta entonces desconocidas, como viruela, sarampión,
tifo, fiebre amarilla, malaria, dengue, disentería, influenza. Hubo
epidemias locales graves de viruela en 1556, 1589, 1740, 1758, 1782, 1802
(cuando se aplicó la vacuna, tomando fluidos de las vacas), 1816, etc. El
cólera apareció en 1849-51. Se extendió desde Asia hasta Europa, Estados
Unidos y la Nueva Granada. Tuvimos la tercera pandemia en 1918 cuando
llegó la “gripa española”. Yo diría que la actual es la cuarta, para no
contar el sida, una pandemia también viral de hace unos 40 años que
logró controlarse. La pandemia de viruela permitió la conquista: las
viruelas derrotaron, en 1740, a Vernon en Cartagena y, en 1819, ayudaron
a derrotar a Pablo Morillo. La pandemia del cólera produjo efectos menos
graves y la del coronavirus no sabemos todavía que va a producir.

¿Además de la mortalidad provocada por la violencia de los


conquistadores, ¿por qué fue tan nociva la presencia, en América, de
los europeos, cuya presencia diezmó la población aborigen?

Cuando el clima dañaba dos cosechas seguidas en Europa había


hambruna, se debilitaba la resistencia a las enfermedades y llegaban la
peste bubónica o las demás infecciones. En América no había hambrunas
porque los indios tenían una agricultura muy productiva, de modo que
no se debilitaban por hambre y tampoco había muchos transmisores de
enfermedades: no conocían la viruela, la fiebre amarilla, el tifo, la
malaria, porque no tenían vacas ni vivían en ciudades llenas de ratas
como en Europa. Estaban bien defendidos y poco atacados. Por eso, las
enfermedades españolas fueron tan terribles: les llegó el hambre y les
llegaron los virus y los parásitos.

¿Se puede llamar pandemia a la viruela que produjo muertes masivas


en el primer siglo de la Conquista?, ¿fue similar a la que hoy enfrenta
el mundo?

Si pandemia es una epidemia que se riega por muchos países, las


epidemias de viruelas lo fueron, pues se extendieron desde México hasta
Argentina.

En la historia del último siglo en Colombia y en esta parte del


continente suramericano, ¿se han podido identificar factores propios
de la región y de sus condiciones geográficas y climáticas que las
hagan propensas o, por el contrario, resistentes a ciertas
enfermedades que podrían extenderse como epidemias o pandemias?

Los españoles creían que las enfermedades se presentaban, sobre todo,


por el clima, el mal aire (malaria), los vapores de la descomposición de
los pantanos, basureros y cementerios y por las lluvias. Hoy sabemos que
las epidemias pueden atacar en climas muy diferentes y que en un
mismo clima, a veces hay enfermedades y, a veces, desaparecen. La
misma región en donde nunca hubo malaria antes de 1500, el Darién y
Panamá, fue el centro de ese mal, hace 150 años. Lo que importa es la
forma como actúen las sociedades.

El mundo que viviremos después de miles de muertos y de vencer el


coronavirus, ¿será mejor o peor, distinto o igual al que hemos
conocido?

Este año morirán probablemente 20 mil o 30 mil personas en el mundo


por el coronavirus y más de 60 millones por otras causas. Lo que ha
hecho dramático el coronavirus es que pone en primer plano la
responsabilidad de la sociedad, pues el número de muertos se afecta con
las conductas de todos, el estado del sistema de salud, la coherencia de
las medidas del gobierno y la responsabilidad y prudencia de la gente.
Además, se presta para el pánico social, para soluciones mágicas o
religiosas, para invitaciones a mostrar la “berraquera” de los
colombianos en lugar de aplicar la mejor prevención posible y asumir sus
g p j p p y
costos. Lo que habrá después será, probablemente, una sociedad más
pendiente de las medidas públicas para controlar la salud y, ojalá, más
atenta a sus propias conductas y más exigente con los gobiernos. Y la
salud, como la inmigración, será un motivo adicional para teorías
conspirativas, ataques basados en cifras inventadas contra unos y otros,
noticias falsas, etc.

¿Cómo así? Explíqueme por qué, cómo y entre quiénes el tema de salud
se convertirá en un arma de ataque ¿Entre gobierno y oposición, por
ejemplo?

Puede ser entre gobiernos y oposición o entre gobierno y gobierno. Hay


gente diciendo que el coronavirus fue un invento de los chinos para
perjudicar a Estados Unidos. En España, hay sectores que piensan que las
medidas para enfrentar la pandemia están orientadas a entregarles el
poder a los separatistas y a los comunistas. Y me imagino que debe haber
venezolanos que piensan que el coronavirus es parte de una conspiración
de Trump.

Usted ha sido profesor universitario por varias décadas y supongo que


hasta ahora ha dictado clases presenciales. ¿Se ha adaptado a dictar
clases virtuales de un tiempo para acá, pero, ante todo, debido a las
exigencias sanitarias del coronavirus?

Yo he usado la red para publicar mis trabajos desde hace unos veinte
años, en una página llamada www.jorgeorlandomelo.com. Pero no por el
temor a que mis lectores se enfermaran: era para aprovechar una
posibilidad adicional de divulgación. No creo que la presión de salud lleve
a cambiar el sistema escolar aunque puede servir para explorar algunos
mecanismos razonables de uso de la red. Colombia tiene millones de
computadores en los colegios públicos, y no tiene casi contenidos
interesantes en ellos. Fue la inversión más absurda: miles de millones en
máquinas y pocos pesos en textos, ideas y gráficas.

Sus alumnos, por más milenials que sean, han estado acostumbrados a
aprender en un aula física y mirando de frente a su profesor. ¿Han
respondido al cambio repentino que significa la totalidad del
aprendizaje vía virtual con cero presencia real, o ha habido
dificultades, por ejemplo, de concentración y tiempo de aprendizaje?

No he podido evaluarlo, aunque yo me siento más bien transmilenial. Lo


más notable de esta epidemia es que la información oficial y pública es
muy mala, incluso la de la OMS. Las estadísticas que se usan son
absurdas, las medidas de mortalidad o de contagio que dan no son
comparables ni verificables. No creo, por lo mismo, que nadie haya
medido el impacto de la enseñanza virtual en Colombia sobre la
velocidad del aprendizaje, pero todos van a discutir como si hubiera
datos precisos sobre todo esto. Y sería bueno que los hubiera.

¿Las universidades físicas, con sus enormes y en muchas ocasiones


bellos espacios arquitectónicos tal como los conocemos hoy, están
destinadas a desaparecer y estarán abocadas a renacer digitalmente y
solo con herramientas tecnológicas?

Seguramente habrá coexistencia: van a crecer los elementos digitales,


pero hay muchas cosas que no son fáciles de dejar de hacer físicamente.
Por ejemplo, los experimentos en laboratorio, además de otras
actividades que requieren la presencia personal. También se debe tener
en cuenta el hecho de que habrá que esperar un tiempo antes de que la
gente se adapte, por completo, a estudiar únicamente por medios
digitales.

“Llevamos miles de años dando prelación a la ciudad y


eso no va a cambiar”

La pandemia del coronavirus ha modificado drásticamente las


condiciones en que vive la mayoría de seres humanos: en ciudades de
millones de habitantes, en residencias de pocos metros privados y de
muchos metros de espacio público donde todos se entremezclan. Para
vencerla, se requiere todo lo contrario: aislamiento, poco contacto
físico y eliminación de las actividades multitudinarias ¿Estamos ante
una nueva forma de relacionamiento humano que implica una especie
de regreso al pasado?

La gente seguirá viviendo en ciudades aunque aprenda, algo, a


aprovechar las posibilidades que da, por ejemplo, la conectividad para
trabajar menos amontonados y aunque mejoren las condiciones para
prevenir los contagios. Llevamos miles de años dando prelación a la
ciudad y eso no va a cambiar. Las epidemias golpearon las ciudades
medievales y modernas; Londres tuvo peste tras peste sin que la gente se
dispersara. Y vivir aislados, lejos de cuidados y hospitales, sin aguas
tratadas, sin alcantarillados, puede llevar a más muertos que los que
produce una epidemia. Además, cada vez más, las muertes tienen que ver
con condiciones no infecciosas: cánceres y enfermedades cardíacas que
no van a reducirse si nos vamos a vivir al monte.   

“El impacto será temporal”

Para usted ¿resulta cierto que debido a las exigencias médicas para
vencer el coronavirus, en el mundo se está precipitando la modalidad
única de trabajo en casa, acelerando el fin de las oficinas físicas a las
que se acude cada mañana, como ocurre hoy todavía y sucedía, casi sin
excepción, hasta hace unas semanas?

Si no se ha acabado el uso de los carros por los accidentes de tránsito, no


creo que se acabe el trabajo en fábricas, almacenes y cultivos por el
riesgo de contagio con el coronavirus. El impacto será temporal y sobre
una parte del empleo aunque puede acelerar, ligeramente, una tendencia
que ya existe. Pero ha quedado en evidencia que los sistemas laborales
del mundo no responden a estas situaciones: las autoridades ordenan
quedarse en casa pero muchos pueden ser despedidos, no tienen ningún
cubrimiento para estos casos y, finalmente, tienen que ir a la oficina en
un transporte público congestionado y contaminante. Ojalá sea una
oportunidad para permitir más trámites por red y teléfono con
funcionarios menos amarrados a sus asientos, y para replantear lo lógica
de muchas funciones burocráticas.

También podría gustarte