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La astronomía bien explica que el sol nace por el este.

Aunque en la antigüedad, tal


fenómeno buscaba entenderse a partir de la intervención de algún dios. Entonces se hablaba
de Apolo, entre otros, quien con su carro, tirado por briosos caballos, hacía que el sol
saliera cada mañana. Pero en política, no siempre puede aseverarse lo mismo por cuanto las
realidades políticas no se supeditan a inevitables ciclos marcados por el paso del tiempo.

En política, el sol no representa exactamente la estrella que ilumina el mundo natural que
viste de azul sus aguas. De blanco sus altas montañas. O de naranja, sus tórridos desiertos.
Aunque atestado de cuantos problemas pueden ser imaginados. O tantos y multiplicados
por el número de seres humanos que convive bajo el esplendor de un cuerpo celeste que
irradia la energía de la cual depende la vida de quienes colman sus espacios.

En política, hasta los días más resplandecientes pueden ser opacos. Todo en función de las
nubosidades que se interpongan entre quien detenta el poder y lo quienes reposan o se
mueven en tierra. La política hace que hasta los hechos más usuales, se conviertan en
extrañas expresiones cuyos sonidos son tan cortantes y peligrosos cual espada de letal filo
en manos de quien no posee el dominio necesario para resistir su peso cada vez que pueda
blandirse contra el enemigo.

En política, el sol es tan particular que los arrebatos configuran un paradójico juego de
intereses que se da entre ciegos que no ven la luminosidad convertida en oportunidad. Con
necios que no saben de dónde proviene el brillo que acompaña la circunstancia. Al lado de
ingratos que no saben de las bondades del agradecimiento. En complicidad con el mezquino
que vive del egoísmo y con el soberbio para quien no hay más luz que la que puede
desplegar desde la cúpula del poder.

Por tan complicada razón, las dificultades con las que se topa para avanzar entre las
sinuosidades de una incertidumbre mal definida, hacen que la política no sea tan bien
comprendida como recurso para alinear las capacidades y potencialidades de un país
alrededor de un proyecto de consistencia nacional y cualidad soberana.

En política, no hay sombra que favorezca al hombre con la equidad que todo discurso
exalta. Cuando lo que ilumina no encoge la sombra del individuo, la agiganta efecto éste
que genera diferencias de las que se atiene quien ejerce la política para tramar contra
cualquier manifestación que sospeche problemática. Aunque no sea exactamente así. Pero
al creerlo, el político de oficio actúa amparándose en una sombra que no se corresponde
con la realidad a la que se suscribe el ámbito bajo el cual procede a ejecutar sus intenciones.

Este tipo de situación, la vive Venezuela a consecuencia de una roñosa ristra de


consideraciones. Todas envueltas en un perverso egoísmo del cual no ha podido escapar ni
la más translúcida facción representativa de una oposición que dice ser fehaciente expresión
de la democracia. Su carga de compromisos, se ven por ratos relegados por el afán de poder
político que sus acciones revelan sin recato alguno. Es cuando sus palabras de pronunciado
optimismo, vuelan pero en retroceso dejando al descubierto cuánto picardía se esconde
entre frases que poco o nada se compaginan con las necesidades que clama un país
golpeado por absurdas medidas engendradas por el sectarismo del poder engañosamente
constitucional.
Lentamente, el sol de la política busca “iluminar” irónicamente el rostro frío de una
realidad sometida por una justicia alcahueta de posturas traicioneras que redujeron el país a
lo más insignificante de ideales institucionales trazados por importantes objetivos de
desarrollo económico y social. Con tal fuerza se ha deslizado esta situación, que comenzó a
evaporarse el contenido de flamantes expectativas y caras ilusiones que muchos
venezolanos albergaron en sus forjas de futuro. Tan cierto es el matiz de este problema, que
ya luce difícil tener una idea precisa de cómo hacer que siga brillando, cual sol, el vigor del
venezolano defensor de libertades y de digna y honesta actitud. O acaso que ante las
variaciones que siguen transgrediendo el Estado democrático y social de Derecho y de
Justicia que destaca el orden jurídico constitucional venezolano, o las dudas que causa la
oscurana que impuso el régimen socialista, bolivariano, revolucionario y chavista, vale
preguntarse, en el fragor de tantos discursos que comprometen hechos que avivan
confusiones, entonces ¿por dónde nace el sol?

antoniomonagas@gmail.com
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