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Instituto de Logoterapia del Uruguay

Especialización en
Análisis Existencial y Logoterapia

Un chapuzón en aguas profundas


El sentido de la muerte

Estudiante: Marisa Salúm


Docente: Inés Lacroix

Noviembre de 2008
CONTENIDOS
Introducción 3

Fundamentación 4

Asumir la muerte… 6

Afrontarla… 7

Cuestionarla… 8

Historizarla… 9

Dimensionarla… 10

Valorizarla… 11

Acompañarla… 12

Celebrarla… 13

Bibliografía 16

2
Introducción

El presente trabajo se realiza en el marco de la Especialización en Análisis


Existencial y Logoterapia del Instituto de Logoterapia del Uruguay.

En el mismo, se pretende profundizar en el sentido de la muerte en tanto realidad


inevitable, intransferible y signo de la finitud de la existencia humana.

Es necesario aclarar que no se ahondará en los interrogantes referidos a qué ocurre


con la persona en el momento de la muerte o después de ella. Esto daría para realizar otros
trabajos ya que implicaría objetivos diversos a los que aquí se proponen.

Con el título del trabajo, “Un chapuzón en aguas profundas”, se pretende


simbolizar la complejidad que implica meterse de lleno en el tema y permanecer allí sin
instrumentos.

Así como las personas no podemos sumergirnos en el agua sin ayuda de ciertas
herramientas que nos ayuden a sobrevivir en ella, la inmersión en el tema de la muerte no
puede darse sin ayuda1. La Logoterapia es, a nuestro modo de ver, el mejor instrumento
para sumergirse, contemplar, permanecer y enriquecerse con el panorama que ofrece la
profundidad de la muerte.

El presente desarrollo se estructura en ocho puntos que operan como organizadores


de la exposición:
Asumir la muerte…
Afrontarla…
Cuestionarla…
Historizarla…
Dimensionarla…

1
El título de este trabajo se asemeja, en cierto sentido, a lo que plantea Yalom al titular su libro sobre la superación del miedo a la
muerte: “Mirar al Sol”. Introducción al libro: YALOM, I., Mirar al sol. La superación del miedo a la muerte. Buenos Aires: Emecé,
2008.

3
Valorizarla…
Acompañarla…
Celebrarla…

Fundamentación

Cuando tenía 5 años murió un hermano de mi madre, enterrado en un silo de arena.


En aquel momento recuerdo haber experimentado una intensa curiosidad por ese fenómeno
que no comprendía. Se me presentaba como algo de cuya conciencia me trataban de
proteger, y de lo que se evitaba hablar, al menos con claridad. Mi tío había muerto
enterrado mientras realizaba trabajos de rutina, sin las seguridades que la tarea exigía.

La historia que decidieron contarnos, a los niños de la familia, era que “el tío
Gordo” se había caído de lo alto de aquél edificio, que medía 13 metros. Aún hoy mi
madre mira esta construcción con dolor y hasta con cierto rencor…

En el velatorio, que se realizó en la casa de la ciudad que tenían mis abuelos, veía
llorar a mis familiares mientras yo rodeaba aquél cajón buscando señales de lo que había
sucedido, investigando el misterio que tenía delante. Y recuerdo preguntarme ¿cómo no
está “reventado” si se cayó de allá arriba…?

La muerte del “tío Gordo” vistió de luto por muchos años a mi familia…

Más de una vez, en diferentes momentos vitales, me he preguntado si la muerte


tiene algún sentido y cuál es… De mi vida, y de alguna otras muertes cercanas, he ido
aprendiendo que sí lo tiene por lo que he hecho de ellas “mis primeras maestras” en el
aprendizaje de este sentido.

Las muertes de algunas personas significativas –y no tanto- han actuado como


mojones en mi vida, que marcan etapas o cambios fundamentales en lo que es mi realidad,
mi historia.

 Cuando tenía 17 años murió mi abuelo materno. Este acontecimiento es el


antecedente primordial de mi traslado a la ciudad, de mi distanciamiento del novio

4
con quien me pensaba casar en tres años y, casi seguidamente, comenzara estudiar
en el liceo…

 A mis 20 años, la muerte del padre de una compañera del liceo –ya para entonces
cursaba cuarto año- fue motivo para que yo fuera a acompañarla a la misa de su
“Confirmación” y descubriera el don de mi vida que más valoro: mi fe…

 Cuando tenía 30 años murió mi mejor amigo, mi amigo del alma. En ese momento
estaba viviendo una crisis vital importante y un sinsentido verdaderamente
insoportable. Su muerte actuó significó en mí la pregunta que, desde entonces, es
“faro” en mis rumbos: “¿Si me muriera hoy, moriría feliz? Esta pregunta me ayudó
a replantear opciones radicales de vida y a hacer cambios profundos…

La muerte nos enfrenta con la búsqueda del sentido de la vida. Encierra en sí la


experiencia de la pascua, en expresión cristiana: detrás del mayor dolor y sinsentido se
encuentra la mayor alegría y plenitud de sentido…

Este año, en más de una oportunidad, nos hemos zambullido en el tema de la


muerte y todas mis preguntas y, por qué no, ansiedades, han resurgido y se enriquecieron
mis descubrimientos vitales. Es por todo esto que elijo darme “un chapuzón en las
profundas aguas de la muerte” en el presente trabajo…

5
Asumir la muerte…

La muerte forma parte de la tríada trágica junto con la culpa y el sufrimiento, en


tanto realidades inevitables para el ser humano. 2 La logoterapia sostiene que la muerte
puede convertirse en estímulo para la acción responsable. Esto será posible siempre y
cuando el hombre pueda apelar a sus valores de actitud.

Los valores de actitud se manifiestan en la capacidad humana de buscar y encontrar


un sentido al propio sufrimiento, logrando transformar la tragedia personal en un triunfo.3

“La muerte quiere decir cosecha, siendo un estímulo para la acción responsable. Por
consiguiente, es precisamente la muerte la que otorga sentido a la vida y a nuestra existencia
como única, porque la muerte es el momento en el que el ser humano se confronta con la íntima
pregunta por el suprasentido o por el absoluto.”4

Viktor Frankl plantea que lo que importa es la postura y la actitud con que se enfrenta
el ser humano a lo que no se puede cambiar, a lo irremediable e inmutable. Sostiene que
los valores de actitud actuarán como transformadores del dolor o el sufrimiento en algo
positivo5.

Por tanto, los valores de actitud fecundan al sufrimiento y generan nueva vida. Hacen
que el ser humano afronte la realidad irremediable de la muerte con dignidad porque
generan la movilidad hacia el sentido de la vida, por paradójica que pueda sonar la
dualidad. Asumir la muerte es asumir la vida y su sentido.

2
Cf.: GUBERMAN, M., PÉREZ, E., Diccionario de Logoterapia, Buenos Aires: Lumen, 2005. Pág. 140
3
Cf.: GUBERMAN, M., PÉREZ, E., Ob. cit. Pág. 145-146
4
GUBERMAN, M., PÉREZ, E., Ob. cit., 2005. Pág. 87
5
Cf.: FRANKL, V., La presencia ignorada de Dios. Psicoterapia y religión. Barcelona: Herder, 2006. Pág.
107

6
Afrontarla…

Enfrentarse a la experiencia de la muerte pone al ser humano en contacto con su


propia finitud. Representa un punto de inflexión en la propia vida que, tarde o temprano,
pregunta al hombre, a la mujer, cómo ha vivido su vida, qué ha elegido hacer realidad en
su historia. Por tanto, representa un impacto único, irreproducible, irrepetible como la vida
misma.

“El hombre… no se convierte en una realidad al nacer, sino más bien en la muerte; se está
´creando` a sí mismo en el momento de la muerte. Su ´sí mismo` no es algo que ´es`, sino que
está deviniendo y, por tanto, llega tan sólo a la plenitud cuando la vida ha sido completada con
la muerte.”6

Así como el sentido de la vida es único, personal, intransferible, el sentido de la


muerte también lo es. No es posible transmitir la propia experiencia de búsqueda/encuentro
con el sentido de la muerte porque cada persona ha de transitar este camino según sus
propios pasos, según su propia existencia.

“La historia de un hombre que se encuentra de pronto con que no va a vivir más y cobra
conciencia de haber malversado la vida. Pero precisamente esta conciencia le hace superarse
hasta el punto de llenar de sentido esa vida aparentemente absurda.”7

En esta toma de conciencia, el ser humano decide cuál será la forma en la cual ha
de hacerle frente.

6
AAVV: Frankl por definición. Consultor temático de Logoterapia y Análisis Existencial. Buenos Aires:
San Pablo, 2007. Pág. 179
7
FRANKL, V., El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la psicoterapia. Barcelona: Herder,
1984. Pág. 22

7
Cuestionarla…

La experiencia de la muerte no se elige. Sí se puede optar por desafiar al temor,


muchas veces disfrazado de indiferencia y apatía, ante lo trágico de la vida y favorecer el
denominado “optimismo trágico”, que consiste en sacar el mejor partido de la situación.

“«El que no acepta de una vez con resolución, incluso con alegría, la dimensión terrible de la
vida, nunca disfrutará de los poderes inefables de nuestra existencia, quedará marginado y, a
la hora de la verdad, no estará vivo ni muerto.»” (…) ¿Y qué significan los «argumentos» que
deben justificar ese optimismo? Se trata en definitiva de los denominados argumenta ad
hominem; sólo intentamos, en efecto, enseñar un optimismo que hemos aprendido de otras
personas que han vivido y sufrido el optimismo trágico antes que nosotros. De ese modo, en la
línea del aprendizaje más eficaz, que es el «aprendizaje mediante modelo», el sufrimiento de un
homo patiens puede beneficiar a otro, poniendo en marcha un «reciclaje» existencial.”8

La muerte, como la vida, nos devuelve la pregunta por el sentido. Nos invita a mirar
críticamente nuestra realidad. Elízabeth Lukas resalta la importancia de tomar conciencia,
en cada momento de la vida, el ¿para qué vivimos? ¿Qué tiene importancia fundamental y
qué no? ¿Qué consecuencias tiene pasar de alto tal o cual cosa?9

Obviamente, hacernos éstas y otras preguntas, no es algo que pueda automatizarse.


Es utópico pensar que con la muerte cara a cara una persona se coloque ante ella como
quien “hace los deberes”. Es en el encuentro real con la muerte donde, según entendemos,
los elementos antropológicos y existenciales a los que se adhiere conceptual y
vivencialmente se ponen crucialmente a prueba.

El testimonio de Viktor Frankl: “…yo también tuve que vivir, durante algún tiempo, bajo la
sombra de una cámara de gas. Pero créame usted (…), ni siquiera entonces me abandonó un
solo instante mi convicción de que sean cuales fueren las condiciones y las circunstancias, la
vida tiene un sentido. Porque, o bien tiene realmente un sentido, y entonces tiene que
conservarlo, por muy corta que la vida sea. O no tiene ningún sentido, y entonces no lo tendrá

8
FRANKL, V., El hombre doliente. Ob. cit. Pág. 63-64
9
Cf. LUKAS, E., Psicología espiritual. Manantiales de vida plena de sentido, Buenos Aires: San Pablo,
2004. Pág. 142

8
nunca, por mucho que dure. Hasta una vida al parecer fracasada puede llenarse de sentido
retrospectivo, al elevarnos, mediante la autoconfesión, por encima de nosotros mismos.” 10

Historizarla…

La vida es, en cierto sentido, una secuencia vida-muerte-vida… ¿O acaso no se


muere a la vida intrauterina al nacer? ¿No se muere a la niñez cuando se entra en la
adolescencia? ¿No se muere a la juventud cuando se alcanza la madurez?… Más aún, cada
instante es irreproducible, irrepetible, único.

Cada momento, cada ínfimo instante, muere y da lugar al siguiente. La muerte está
continuamente presente en nuestra existencia. Jamás se repetirá un amanecer, una puesta
de sol, un abrazo, un encuentro ni un adiós. Toda la historia personal está pautada por la
inevitabilidad y de esas muertes así está hecha la vida.

“El carácter finito, la temporalidad (…) no es sólo un rasgo esencial de la vida humana, sino
que incluso es un rasgo constitutivo para su sentido. El sentido de la existencia humana se basa
en su carácter irreversible.”11

Vivir es morir en cada instante, y esas muertes son desarrollo de la historia y


crecimiento de la realidad vital, de todas las elecciones que se han hecho pasar a la
eternidad en cada paso del camino. Morir es, en este sentido, crecer, donde el ser humano
es un ser ante-la muerte.

“La muerte como punto de referencia final de nuestra existencia en-el-mundo no se puede
separar de la temporalidad. La temporalidad en la que se manifiesta que la muerte es una gran
ayuda para el ser humano. De no ser radicalmente finitos y limitados en-el-tiempo, no
tendríamos la exigencia de responder diariamente a las preguntas que nuestro vivir nos
formula y nos urge a responder. Según esta perpectiva, daría lo mismo hacer las cosas que
dejar de hacerlas o posponerlas indefinidamente. El marco exigente de la temporalidad nos
reta a asumir la transitoriedad de las circunstancias y posibilidades. Nadie nos asegura que lo
que hoy dejamos de hacer mañana nos sea permitido realizarlo.”12

10
FRANKL, V., Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia. 9ª ed. Barcelona:
Herder, 2003. Pág. 136
11
FRANKL, V., Logoterapia y análisis existencial. Barcelona: Herder, 1990. Pág. 152
12
PAREJA HERRERA, L., Ob. cit. Pág. 242

9
Dimensionarla…

Viktor Frankl sostiene, en este sentido, que la Logoterapia, al tener en cuenta la


transitoriedad esencial de la existencia humana, no es pesimista, sino activista13. Un
hombre, una mujer, que afronta los problemas de la vida activamente mirará su historia
como un tesoro a cuidar y la reflejará con orgullo porque ha vivido plenamente. Este
hombre, esta mujer, no tienen nada que envidiar a los más jóvenes que él/ella porque sus
posibilidades se han convertido en realidades. La obra de arte de su vida, donde ha sido
artista, está casi concluída. ¿Y qué artista no mira con orgullo esta realidad?

“…la conclusión de la obra tiene un plazo que yo ignoro cuál es, como también existe la
posibilidad de que la obra quede inconclusa. Sin embargo, aún cuando la obra quedara
inconclusa, no pierde su valor, pues éste radica en la plenitud de sentido y no en su duración en
el tiempo. Frankl dijo, alguna vez, que el sentido de una obra está en la intencionalidad que se
tiene al iniciarla y no en que necesariamente se termine…lo cual permite descubrir que una
“sinfonía inconclusa también sea llena de sentido”.”14

Este modo de contemplar la propia historia y hacer frente a la madurez/vejez se


tornan especialmente relevantes en nuestra cultura, donde se intenta permanentemente
tapar, ocultar, los signos del paso del tiempo. Cada vez hay más cremas para ocultar las
arrugas, tintas para cubrir las canas, intervenciones en el cuerpo para disimular el deterioro
físico, medicación para generar mayor energía física, sexual, corporal. Estamos en una
cultura que contempla el paso del tiempo desde una perspectiva pesimista. Ante ello, la
logoterapia es una interlocutora más que válida para dialogar con una realidad donde la
felicidad aparece en la pantalla sin canas, sin arrugas, sin signos de cansancio.

“…no se trata sólo de la muerte, sino también de la vida, que es un continuo morir, en cuanto
que cada instante de nuestra existencia pasa y se desvanece; pero esta caducidad radical ¿no
es una invitación a aprovechar cada instante, por tanto, la posibilidad en él latente de cumplir
un sentido y de realizarlo? La caducidad ¿no es una invitación a la responsabilidad? —como

13
Cf.: FRANKL, V., El hombre en busca de sentido, 11ª ed, Barcelona: Herder, 1979. Pág. 117
14
PAREJA HERRERA, L., Ob. cit. Pág. 244

10
dice el «imperativo categórico» de la logoterapia: «Vive como si vivieras por segunda vez y
como si la primera vez lo hubieras hecho todo tan mal como estás a punto de hacer...»”15

Valorizarla…

La muerte actúa como “broche de oro” a la vida del ser humano en el sentido de
que cierra, “suelda”, el principio con el fin. Toda la historia se lee en clave de realización,
de haber sido. El hombre, según Viktor Frankl puede decir “soy” en el mismo momento de
su muerte porque su devenir, su estar “siendo” se completa en ese instante.

“La vida del ser humano es, pues, algo que cabe calificar de figura global del tiempo: cada
instante de esa existencia está referido a «su» pasado y a «su» futuro, y el hombre, al morir
«su muerte» (Rilke), culmina su vida como un todo concluso. Como el círculo representa una
figura cerrada —sin principio ni fin y, aunque finito, ilimitado—, también la vida de un ser
humano y, a la par, «su» mundo son cerrados, están conclusos una vez que él muere. Como
una línea circular se repliega en sí, la vida de un ser humano se repliega en el instante de la
muerte. Pero esa «soldadura» que cierra la vida como un todo que enlaza el principio con el
fin, esa soldadura está representada por el inconsciente, del que despierta el hombre a la
vida y donde se refugia al morir.”16

El sentido de la vida y de la muerte no depende de los años vividos, sino de cómo


se vivieron esos años. A la vida se le va dando forma, a modo de escultura. No se puede
juzgar el valor de una biografía, de una historia personal por la extensión en años, meses,
días que tuvo, sino en la riqueza de su contenidos.

“Frankl apuntaba que en la muerte la persona ya no tiene vida, sino que es su propia vida. El
hombre se convierte entonces en su vida completa y acabada y, por lo tanto, él también es su
propio cielo y su propio infierno, dependiendo de lo que haya hecho en su vida.”17

Es desde esta perspectiva desde la cual podemos sacar frutos ante la muerte de un
ser querido: esa muerte está desafiando la calidad en la que se vive la propia vida. A su
vez, se posibilita la capacidad de agradecer por la vida de ese otro, que muere.

15
FRANKL, V., El hombre doliente. Ob. cit. Pág. 76
16
FRANKL, V., El hombre doliente. Ob. cit. Pág. 168
17
LUKAS, E., Logoterapia. La búsqueda de sentido. Buenos Aires: Paidós, 2004. Pág. 248

11
Por otra parte, es desde este modo de mirarla que se puede abrazar la propia muerte
y responsabilizarse por el cómo de terminar el proceso de “estar siendo” para “ser”
plenamente.

Acompañarla…

Acompañar a quien está muriendo puede ser una experiencia enriquecedora para
acompañado y acompañante…

La persona que está muriendo se encuentra en un proceso donde necesita hablar de


su vida y de su muerte, de lo efímero y lo permanente, de lo que padeció y de lo que
disfrutó. En fin… de todo. En estos momentos es sumamente necesario contar con
alguien que reciba el tesoro de una vida en el corazón de la escucha. No se necesitan tanto
las palabras cuanto la escucha activa, receptora, prudente y respetuosa. Acompañar la
muerte es un don que no todas las personas reciben…

Quien acompaña se torna testigo del cierre del ciclo vital de una persona, muchas
veces querida… Este proceso será sumamente enriquecedor también para ella, que se
vuelve instrumento, apoyo, que busca sostener estos pasos cruciales. Ser testigo de las
preguntas y cuestionamientos de ese otro, esa otra, ante la propia muerte generará
inevitablemente cuestiones sobre su propia responsabilidad. Será un proceso, entonces, de
crecimiento invalorable… Ser acompañante de la muerte de un ser humano, en este
sentido, es un regalo que no todas las personas saben valorar…

Acompañar la muerte de una persona no es tarea sencilla. Al contrario. A todos nos


cuesta pensar en que nuestros seres queridos en algún momento, en cualquier momento,
pueden no estar más ahí, donde podemos contar con ellos, abrazarlos, decirles que los
queremos y saber que nos están escuchando porque los vemos. La idea de la ausencia
permanente nos atormenta y, muchas veces, nos paraliza. Acompañar la muerte desde el
regalo que puede significar, desde el sentido de la muerte, es una certeza esperanzadora y
estimulante.

12
Ojalá podamos ser testigos de nuestras muertes cercanas con la certeza de que es un
regalo privilegiado de la vida, por la vida y para nuestra vida y la de aquél que está
cerrando su ciclo vital…

Celebrarla…

Cuando hablamos de “celebrar la muerte” lo hacemos en el contexto de que


asumirla, afrontarla, cuestionarla, historizarla, dimensionarla, valorizarla y acompañarla
nos remite necesariamente a valorar la vida y su sentido. Se trata de celebrar la vida
abrazando la experiencia de la mortalidad.

Sufrir la muerte de un ser querido, enfrentar la propia enfermedad, nos pone en pie
de replantearnos toda nuestra historia hecha realidad y activar la pregunta por el sentido.
Somos responsables de cómo vivimos y también de la actitud que tomamos ante la
experiencia de la muerte.

La vida nos interpela también en la muerte y, especialmente desde ella.

“Hablar de sentido de la muerte nos remite inmediatamente al sentido de la vida, y el sentido


de la vida es inseparable del amor y el aprecio de la vida, de la propia vida y de la totalidad
de vidas humanas.”18

La muerte es una pregunta a gritos de la vida por su sentido. Nos posiciona en un


lugar de actividad y de desafío de nuestra propia responsabilidad. Ante esta interrogante
quedarnos mudos nos sumiría en la impotencia, ante el más profundo de los vacíos.

“…es bueno dejar en pie lo que (ya) no podemos cambiar, respetar formas de actuar de
nuestros semejantes, aceptar el acontecer del destino, y concentrarse en aquello que es lo
propio –en vinculación con el mundo. (…) El poder para la reconciliación y el poder para la
transformación nacen de una nostalgia común por una “existencia que valga la pena”, que
sólo es “válida”, si nosotros podemos sentirnos valiosos y ser una “ganancia” para algo o
alguien. Más allá de esto se encuentra el vacío.”19
18
PAREJA HERRERA, L., Ob. cit. Pág. 244
19
LUKAS, E., Psicoterapia en dignidad. 2ª ed. Buenos Aires: San Pablo, 2004. Pág. 143

13
Viktor E. Frankl resalta durante toda su obra que la vida tiene sentido más allá de
cualquier situación y circunstancia. La vida, hasta el último momento merece, por tanto, ser
celebrada.

Ante la muerte, celebrar la vida, dignificarla… La muerte hace que el hombre, la


mujer, propendan hacia su vida, su realidad, todo aquello que han hecho entrar en la
eternidad…

“…la vida tiene sentido hasta exhalar el último aliento, y conserva su sentido hasta exhalar el
último aliento, porque la posibilidad de realizar valores reside precisamente en la manera en
que uno adopta una actitud ante su sufrimiento fatalmente necesario: esa posibilidad existe
siempre. Y ahora comprendemos la sabiduría de las palabras de Goethe, quien dijo en una
ocasión: No hay situación que no pueda ennoblecerse o por realizar algo o por sufrir.”20

20
FRANKL, V., Teoría y terapia de las neurosis. Iniciación a la logoterapia y al análisis existencial.
Barcelona: Herder, 1997. Pág. 254

14
“Existe una metáfora según la cual, cuando nacemos,
recibimos un cesto con el que podemos pasear por un
jardín para recoger fruta. Podemos recolectar libremente
todo lo que haya en el suelo y los árboles. Hay quien no
tiene fortuna y reúne frutos verdes o agusanados, y hay
quien tiene suerte con la cosecha. Pero lo que es
importante es que el cesto está concebido para recolectar
y (!) repartir. Lo llenamos de manzanas coloradas, nos
alimentamos de ellas y regalamos la mitad para hacer
sitio a las peras. Cuando las peras están en el cesto,
volvemos a dar una parte a los indigentes, con lo cual
podremos añadir ciruelas y nueces… Al final del paseo,
cuando se ha aprovechado cada una de las frutas,
dejamos definitivamente a un lado el cesto vacío. En
realidad, la verdadera cosecha no se halla en el cesto,
sino depositada en los graneros de la eternidad, con el
esfuerzo de la recolección y la bondad del reparto.”21

21
LUKAS, E., En la tristeza pervive el amor. Barcelona: Paidós, 2002. Págs. 84-85

15
Bibliografía

 AAVV: Frankl por definición. Consultor temático de Logoterapia y Análisis


Existencial. Buenos Aires: San Pablo, 2007
 FRANKL, V., Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la
psicoterapia. 9ª ed. Barcelona: Herder, 2003
 FRANKL, V., El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la
psicoterapia. Barcelona: Herder, 1984
 FRANKL, V., El hombre en busca de sentido, 11ª ed, Barcelona: Herder, 1979
 FRANKL, V., La presencia ignorada de Dios. Psicoterapia y religión. Barcelona:
Herder, 2006
 FRANKL, V., Logoterapia y análisis existencial. Barcelona: Herder, 1990
 FRANKL, V., Teoría y terapia de las neurosis. Iniciación a la logoterapia y al
análisis existencial. Barcelona: Herder, 1997
 GUBERMAN, M., PÉREZ, E., Diccionario de Logoterapia, Buenos Aires:
Lumen, 2005
 LUKAS, E., En la tristeza pervive el amor. Barcelona: Paidós, 2002
 LUKAS, E., Logoterapia. La búsqueda de sentido. Buenos Aires: Paidós, 2004
 LUKAS, E., Psicología espiritual. Manantiales de vida plena de sentido, Buenos
Aires: San Pablo, 2004
 LUKAS, E., Psicoterapia en dignidad. 2ª ed. Buenos Aires: San Pablo, 2004
 PAREJA HERRERA, L., Viktor Frankl comunicación y resistencia, Buenos Aires:
San Pablo, 2007
 YALOM, I., Mirar al sol. La superación del miedo a la muerte. Buenos Aires:
Emecé, 2008. Pág. 90

16

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