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Continuando con el tema de las garantías, los autores de la obra Lecciones de derecho civil
explican la naturaleza de las garantías reales y las ventajas que presentan frente a la fianza.
Cuando un acreedor se beneficia de una garantía real, el código civil establece una
excepción a la distribución por contribución o proporcional. En tal virtud, el acreedor con
una garantía real posee
ʺuna causa legítima de preferenciaʺ sobre los bienes del deudor y es mejor tratado que los
demás acreedores, porque la garantía real le concede un derecho particular sobre los bienes
o sobre ciertos bienes del deudor.
En ocasiones la garantía real recae sobre los bienes de un tercero ajeno a la deuda, un fiador
que constituye sobre sus bienes una garantía real en favor del acreedor, pero aun en ese caso
existe una excepción: si el acreedor choca con los acreedores del tercero, será preferido ante
ellos.
* Los privilegios.
* Las hipotecas.
Las garantías reales resultan de la afectación de uno o de varios bienes al pago del acreedor,
quien es titular del bien o de los bienes, un derecho que no tiene los restantes acreedores y
que le permiten estar más seguros de cobrar que los demás. Entre los derechos del acreedor
con garantía real pueden citarse:
* Los privilegios, por medio de los cuales, como los especiales inmobiliarios, constituyen
una especie de hipoteca, las hipotecas privilegiadas en oposición a las simples.
La hipoteca es una garantía inmobiliaria, por lo que solo puede recaer sobre bienes
inmuebles, al igual que la anticresis. La prenda es una garantía mobiliaria, por lo que la cosa
dada solo puede ser un bien mueble.
Algunos privilegios recaen a la vez sobre bienes inmuebles y sobre muebles del deudor;
otros, sobre los muebles. Los que recaen sobre los inmuebles (privilegios especiales
inmobiliarios), son hipotecas privilegiadas.
El derecho de retención puede recaer, tanto sobre un mueble como sobre un inmueble.
* Generales, las que recaen sobre el conjunto de los bienes muebles, sobre el conjunto de
los bienes inmuebles o sobre el conjunto de los bienes muebles y de los inmuebles.
* Especiales, que recaen sobre un bien o sobre varios bienes determinados, ya sean muebles
o inmuebles.
Más adelante, los hermanos Mazeaud explican que tales clasificaciones no son enteramente
satisfactorias, ya que con frecuencia una se corresponde con dos categorías, por lo que
consideran preferible una clasificación entre las que llevan consigo desposesión y las que
no, ya que en ocasiones es preciso que el deudor se desposea del bien como en la prenda, la
anticresis,
Una ventaja es que, si el valor del bien afectado es al menos igual al importe del crédito, el
acreedor tiene derecho de preferencia y al menos cuando el mismo se halle completado con
el derecho de persecución.
Las garantías más perfeccionadas son las constituidas sin desposeimiento del deudor, ya que
no modifican su situación, porque puede conservar el bien, usándolo y gozándolo, como por
ejemplo, con la hipoteca convencional.
Como inconvenientes de las garantías reales, los autores de la obra Lecciones de derecho
civil enumeran las siguientes:
* Con las garantías sin desposesión, los terceros que tratan con su dueño del bien gravado
corren el riesgo de ignorar la existencia de esa garantía prexistente, de ahí la necesidad de
organizar una publicidad de tales garantías.
* Las garantías generales arruinan el crédito del deudor, ya que no podrá encontrar un
acreedor que acepte una garantía que no podrá ser de primer rango, por lo que la ley prohíbe
constituir por convención una garantía general.
* Las garantías legales generales constituyen una grave molestia para el deudor, sobre todo
cuando están exentas de la publicidad.
* Ciertos acreedores, quienes merecen un trato de favor, impiden que cobren los demás
acreedores.
Fuera de las garantías propiamente dichas, existen ciertas reglas de derecho, tales como:
* La compensación que, por anular los créditos recíprocos, permite al acreedor cobrar
íntegramente aun cuando su deudor no fuera solvente.
* La acción pauliana que, por favorecer al acreedor que demanda, le confiere un privilegio
sobre los bienes que ingresen en el patrimonio del deudor en su exclusivo provecho.
La palabra prenda designa, unas veces el contrato de prenda, otras la garantía que resulta de
ese contrato (derecho de prenda) y en otras ocasiones la cosa sobre la cual se constituye
(recae) la garantía.
Por el contrato de prenda, el deudor entrega un bien mueble a su acreedor para garantía de
la deuda.
Sin embargo, la prenda puede ser constituida por alguien diferente del deudor, y también la
cosa puede ser entregada a persona distinta del acreedor prendario o pignoraticio, por lo que
es más exacto definir el contrato de prenda como el contrato por el cual el deudor o un
tercero, para afectar un bien mueble al pago de la deuda, se desposee de él a favor del
acreedor o un tercero que conserva la cosa para el acreedor.
Sobre la evolución del concepto prenda, los hermanos Mazeaud señalan diversos
momentos:
Los derechos primitivos, en especial el derecho romano, no eran capaces de distinguir entre
los diferentes derechos reales por lo que, para organizar la garantía real, tuvieron que acudir
a la transmisión de la propiedad: el deudor hacia una datio (dación) de la cosa al acreedor,
quien se comprometía a una transmisión inversa si se le pagaba al vencimiento, contrato
similar al pacto de retro, enajenación de la cosa que representaba para el deudor algunos
inconvenientes:
* Agotaba de una sola vez todo el crédito que podía obtener de la cosa.
* Se veía privado momentáneamente del uso de la cosa, salvo que el acreedor consintiera en
arrendársela.
En una nueva etapa, el derecho romano hizo distinción entre los derechos reales principales
y los accesorios de las garantías: el deudor puede conservar la propiedad aun entregando la
cosa al acreedor, quien tenía sobre la misma un derecho de persecución sancionado por la
vindicatio pignoris (reivindicación de la cosa). Durante mucho tiempo esa nueva garantía, la
prenda o pignus, solo permitió al acreedor conservar la cosa, retenerla hasta el pago
completo, no adquirir su propiedad ni venderla si no se le pagaba.
Hacia el siglo primero de nuestra era, se reforzó la venta al agregarle al contrato algunas
cláusulas en término de las cuales el acreedor tiene el derecho de vender o hasta de
apropiarse de la cosa si no se le pagaba al vencimiento, las cuales se hicieron de estilo a
partir del siglo segundo y con tales pactos la prenda presenta las ventajas de la fiducia sin
tener para el deudor los mismos inconvenientes: el deudor se desposee de la cosa, pero
sigue siendo dueño de la misma, al tiempo de conservar la acción reivindicatoria contra el
acreedor prendario y los terceros.
Más adelante, Constantino prohibió la lex comminsoria (derecho de apropiación directa por
parte del acreedor de la cosa que se halla en garantía del cumplimiento de la obligación)
para proteger a los humiliores (los más pobres o inferiores) contra los usureros, pero el
pactum vendendi (pacto de venta) se convirtió en la esencia de la prenda: cualquier cláusula
que limitara al acreedor del derecho de vender, estaba viciada de nulidad. La prenda recaía
indistintamente sobre los muebles y sobre los inmuebles, e iba acompañada con frecuencia
por una cláusula que le atribuía alzadamente al acreedor los ingresos de la cosa para cobrar
los intereses (anticresis) del préstamo. Con mayor frecuencia, el acreedor prendario
entregaba la cosa en arrendamiento al deudor. Sin embargo, el derecho romano terminó por
contentarse con una tradición fingida, llegando así a concretar las prendas sin
desplazamiento, origen de las hipotecas.
Luego de las invasiones, el antiguo derecho francés conoció algunas garantías reales
parecidas a la fiducia (fianza) o una prenda mobiliaria o inmobiliaria; más adelante se
desarrolló la hipoteca, limitada a los inmuebles. La pignoración inmobiliaria perdió
entonces alguna importancia, quedando así dos grandes garantías reales: la prenda sobre los
muebles, la hipoteca sobre los inmuebles.
Los redactores del código civil conservaron la anticresis junto a la prenda y a la hipoteca.
La prenda es casi la única garantía mobiliaria que se practica y, aunque a diferencia de la
hipoteca presenta para el deudor el inconveniente del desposeimiento, continúa
desempeñando un papel importante, ya que a ella deben acudir los deudores que carecen de
fortuna inmobiliaria.
La prenda se halla sometida a dos clases de requisitos: algunos son necesarios para la
formación del contrato y en ausencia de los cuales el contrato será nulo, y otras
formalidades que no surten efecto sobre la validez del contrato, y que tienen por finalidad
hacer oponible el contrato a terceros, importancia excepcional para el interés del acreedor
que se beneficia de ella.
* Las partes del contrato: un estipulante, acreedor que obtiene la prenda, y el promitente o
constituyente, quien entrega la prenda.
* El constituyente debe ser propietario de la cosa, poder gravarla con un derecho real que
destruye, al menos temporalmente, el derecho de disposición y puede conducir a la
enajenación.
El constituyente es el deudor o un tercero, quien puede dar uno de sus bienes en pignoración
de la deuda ajena, llamado fiador real quien, ajeno a la deuda, goza del beneficio de la
cesión de acciones y está sometido a la repetición de los cofiadores que hayan pagado.
La persona que recibe de buena fe una cosa a título de prenda y que se conduzca como
acreedor pignoraticio, es decir, se somete a todas las formalidades de la prenda adquiere
instantáneamente el derecho real de la cosa, derecho que se extinguirá con el pago.
La cosa empeñada debe ser propiedad del constituyente y debe recaer sobre cosas muebles,
ya sean corporales o incorporales, tangibles o intangibles, consumibles o no consumibles.
La cosa debe estar en el comercio, ser enajenable. No pueden ser dadas en prenda las cosas
futuras, ya que la pignoración supone un apoderamiento por el acreedor.
La cosa prendada puede ser entregada a un tercero llamado tercero convenido y se trata del
secuestro de un tercero, el cual presenta ventajas para ambas partes:
* Permite al deudor no agotar todo el crédito que puede obtener de una cosa suya y podrá
constituir varias prendas sobre una misma cosa. Además, no tendrá que temer que el
acreedor malverse la cosa.
* El tercero convenido cuenta con la tenencia de la cosa por ambas partes: con el tercero
constituyente, en relación con el derecho de propiedad; con respecto al acreedor prendario,
respecto del derecho real de la prenda.
La desposesión del constituyente y la toma de posesión del deudor o del tercero deben ser
ejecutivos, aparentes y notorias, a fin de que los terceros sean advertidos claramente.
Además, la desposesión debe reunir los siguientes requisitos:
* Debe ser permanente, y el contrato caduca cuando la cosa se devuelve, así sea
temporalmente a manos del constituyente, salvo que la entrega haya sido momentánea y con
conocimiento de los terceros.
* Para los muebles incorporales, la entrega del título de crédito debe ir acompañada de la
notificación al deudor, considerada como simple medida de seguridad.
* La garantía nace en el momento de la entrega de la cosa, aunque exista entre las partes un
precontrato de promesa de prenda mediante el cual el deudor se obliga a constituir una
prenda a favor del acreedor.
Además de la publicidad, la prenda tiene otros dos requisitos de oponibilidad, uno común a
todas las prendas civiles, otro particular de las prendas constituidas sobre muebles
incorporales.
* Una declaración de la suma debida, que procura a los terceros deseosos de liberar la cosa
del derecho de prenda que la grava, la posibilidad de saber exactamente el importe del
crédito que haya de reembolsarse, además de la especie y la naturaleza de las cosas
entregadas en prenda con un estado anexo de sus cualidades, peso y medida.
* La fecha cierta del documento, la cual permite conocer el orden de preferencia entre
diferentes acreedores prendarios cuando la cosa entregada al tercero convenido haya sido
dada sucesivamente en prenda a varios acreedores, e impide que el deudor anticipe a uno de
sus acreedores a expensas de los otros, constituyéndoles tardíamente una prenda, principal
interés de tal exigencia.