Está en la página 1de 8

Es este un libro cuyo subtítulo –«Breve historia del mundo globalizado del siglo

xxi»– resulta muy poco indicativo de su contenido, ya que ni es una historia, sino
más bien un anecdotario; ni trata del siglo xxi, sino de fenómenos ya descritos y
perfectamente observables en el siglo pasado; ni, desde luego, es breve.

Friedman comienza su libro con la demostración de la redondez de la Tierra por


los viajes de Colón en 1492, que inauguraron la fase que llama Globalización 1.0.
Le sucedió, durante un par de siglos, la Globalización 2.0, a la que sigue ahora la
Globalización 3.0, en la que la Tierra es plana, como reza el título del libro, que
proviene de una de las anécdotas que lo invaden. Jugando al golf en la ciudad
india de Bangalore, a Friedman le aconsejan golpear la bola en dirección al edificio
de Microsoft o al de IBM, y observa que su caddie lleva una gorra de 3M. Poco
después, el máximo ejecutivo de una empresa india le comenta: «Tom, el terreno
de juego está nivelándose», y pese a que se trata de una frase hecha, que se oye
cotidianamente en el mundo anglosajón, él –un periodista habituado a buscar
titulares– da con uno: la Tierra es plana.

De sucesivas entrevistas con máximos ejecutivos de otras empresas va


adoptando los factores que le mencionan como los responsables de haber
aplanado la Tierra –los aplanadores–, que anota en el capítulo 2. Menciona
primero la caída del muro de Berlín, que simboliza la disolución de las barreras
artificiales que dividían al mundo, y después Internet, los buscadores, las
autopistas de la información y las aplicaciones informáticas de flujo de trabajo. A
continuación menciona, con la misma jerarquía, cuatro aplanadores que son la
consecuencia de los anteriores, es decir, de la revolución en las tecnologías de la
información y comunicación y de la desaparición de barreras políticas, como son el
desarrollo de la subcontratación global, la relocalización en países de bajo coste,
la cadena de suministros global y el insourcing o descarga en otra empresa de
alguno de los procesos internos de una. Y termina con el código fuente libre (esto
es, software libre, que otros programadores pueden desarrollar y poner a
disposición de todos) y lo que llama los esteroides: digital, móvil, personal y virtual,
antes de embarcarse en una especie de totum revolutum, «La Triple
Convergencia», que potenciaría el efecto de todos ellos.

Ese hábito de bautizar con nombres pretenciosos a cosas y fenómenos


perfectamente conocidos bajo otro término, el desorden y la ausencia de
sistemática, el abuso de la anécdota y un cierto determinismo tecnológico, dejan la
sensación de que Friedman va descubriendo de forma casual y desordenada
todos los factores que va enumerando, lo que devalúa su libro.

Con todo, si se supera el tedio, puede encontrarse en él una buena descripción de


lo que representa una economía globalizada y de muchos de los factores que han
sido importantes en la evolución hacia ella. Como apunta Friedman, la revolución
de las tecnologías de la información y la comunicación ha hecho que sea posible
prestar muchos servicios, tales como centros de atención al cliente, declaraciones
de la renta o el prediagnóstico de escáneres médicos, desde la India, o desde otro
país. Es también lo que ha posibilitado que un pedido de un cliente de Londres a
una empresa californiana dé lugar a la transmisión del pedido de los componentes
de ese producto a multitud de talleres situados en cualquier lugar del globo, es
decir, al supply-chaining.

Es evidente que uno y otro fenómeno generan actividad económica en estos


países. Inicialmente puede ser una actividad que algunos consideren «de mala
calidad», que simplemente aprovecha el bajo coste de la mano de obra, pero
incluso en ese caso, al menos esa mano de obra no permanece desempleada y,
siempre que el país no lo dificulte, tenderá a extenderse hacia actividades más
sofisticadas y de mayor valor añadido. La evolución de las economías de los
«tigres» asiáticos, el éxito y la diversificación de las manufacturas chinas, o el
establecimiento de importantes centros I+D en la India, China y otros países así lo
atestiguan.

Ahí, en no dificultar esa sofisticación y esa extensión de las ventajas de la


globalización, es donde entran en juego los gobiernos y las instituciones. Si unos
prohíben o dificultan, y otras desaniman a la inversión extranjera, difícilmente
podrán atraer la que se necesita para lograrlo. Si, por muy plano que sea, inclinan
el terreno de juego para favorecer a empresas locales –una diferencia que se
pierde en la reinterpretación de Friedman, que convierte «nivelado» en «plano»–
tenderá a ocurrir lo mismo. Si recelan del flujo de información, o de quienes, en su
país, participan en él, o si cualquier actividad requiere un laberinto de
autorizaciones, licencias y corruptelas, esas ventajas tampoco van a extenderse
con facilidad. Friedman, cuyo libro se centra casi exclusivamente en China y la
India, cita a este respecto el caso de la India, donde las tímidas medidas de
liberalización que consiguió introducir el actual primer ministro en su etapa de
ministro de economía hace quince años, hicieron posible el estrecho pero intenso
desarrollo económico que el país ha experimentado desde entonces, desarrollo
cuya continuidad podría a medio plazo frustrarse si no se eliminan las
innumerables complejidades burocráticas que subsisten en el país.

En el último tercio del libro, Friedman se libera un poco de la atadura de tener que
respaldar cada cosa que expone con entrevistas, anécdotas y ejemplos, y se pone
a escribir de corrido. A veces recae en su irritante hábito de inventar nuevos
nombres para viejas ideas, como cuando, de nuevo con anécdota y entrevista de
por medio, reformula la vieja teoría según la cual una democracia nunca declara la
guerra a otra, bautizándola como la Teoría DELL de Prevención de Conflictos: dos
países que formen parte de una cadena de suministros global nunca se harán la
guerra. Desgraciadamente, basta un dictador resuelto –cantera, la hay
abundante– para que esa teoría se vaya al traste. Mejor no pongo ejemplos.

Tampoco escapa del ejemplo cuando, describiendo la competencia a la que se


enfrenta un joven en China, viene a decir que, si eres el mejor entre mil, hay un
millón doscientos mil tan buenos como tú. Un poco tramposo, pero bastante
impactante. Ni elude la superficialidad en muchas de sus reflexiones. No obstante,
es la parte que se lee mejor, y contiene algún pasaje bastante lúcido, como
cuando el inevitable entrevistado le dice: «Sé que una empresa tiene problemas si
me hablan de lo bien que les iban las cosas antes [...] Cuando los recuerdos
exceden los sueños, es que el fin está cerca», lo que inspira a Friedman, en
relación con Estados Unidos, la siguiente reflexión: «En las sociedades que tienen
más recuerdos que sueños, demasiada gente pasa demasiado tiempo echando la
vista atrás. Ven dignidad, afirmación de la propia identidad y valor propio, no
explotando el presente, sino alimentándose del pasado. Pero ni siquiera es un
pasado real, sino un pasado imaginado y adornado. De hecho, este tipo de
sociedad dedica su imaginación a embellecer ese pasado imaginado y luego se
aferra a él como a un rosario o a una sarta de cuentas, de esas que se usan para
aplacar los nervios, en vez de imaginar un futuro mejor y actuar en consecuencia».
Pero hay que pasar muchas páginas tediosas e insustanciales antes de encontrar
alguna perla. 

Thomas L. Friedman, La tierra es plana. Breve historia del mundo globalizado del
siglo XXI. Nueva York: Picador, 2005. Thomas L. Friedman es un periodista y
escritor estadounidense que ha recibido tres veces el Premio Pulitzer por sus
reportajes sobre los conflictos en Medio Oriente y otros asuntos internacionales.
Los libros que ha escrito antes a La tierra es plana han sido best sellers, como
From Beirut to Jerusalem (1989), The Lexus and the Olive Tree: Understanding
Globalization (1999) y Longitudes and Attitudes: Exploring the World after
September 11 (2002). En ellos, Friedman trata diversos temas como la
globalización, la situación política en Medio Oriente y los ataques terroristas a las
torres gemelas de Nueva York en setiembre de 2001. Trabaja en calidad de
columnista del periódico The New York Times, en el que escribe artículos sobre
relaciones internacionales. En un estilo similar al que emplea en The Lexus and
the Olive Tree: Understanding Globalization, Friedman describe en La tierra es
plana su particular visión de la globalización. Es un libro cargado de metáforas y
anécdotas (como se observa desde el título mismo), a partir de las cuales
Friedman realiza predicciones del futuro que nos espera en un mundo globalizado.
Así, no obstante tratarse de un fenómeno económico, el enfoque de Friedman
sobre la globalización se concentra fundamentalmente en sus implicancias
sociales y progreso tecnológico, y de manera tangencial en sus implicancias
económicas. En la introducción, Friedman precisa que el término ‘flat’ (‘plano’) no
debe ser interpretado como ‘igual’. Más bien, debe entenderse en el sentido de
que la globalización ha traído “fuerzas aplanantes”, que están creando las
condiciones y herramientas para que un mayor número de individuos pueda
conectarse, competir y colaborar de manera individual a escala mundial. Esta
innovación, que se realiza a partir del desarrollo y masificación de tecnologías,
como internet, constituye para Friedman el aspecto más relevante de la
globalización. A diferencia de otros autores que han escrito sobre el tema,
Friedman no conceptualiza este fenómeno como primariamente económico, lo
cual explica la casi ausencia de análisis desde esta perspectiva. Su gran
entusiasmo por la globalización se evidencia mediante su casi exclusiva
concentración en los beneficios que ha traído para la 146 Revista de Economía y
Derecho humanidad, relegando el análisis sobre los aspectos económicos de la
misma a un segundo plano. Sin embargo, siendo la globalización un fenómeno
cuyo estudio y entendimiento integral requiere necesariamente el enfoque
económico, la ausencia de dichos factores le resta imparcialidad y relevancia al
análisis de Friedman. Su análisis ha sido elaborado con un enfoque periodístico,
pero carece de fundamentación académica; pues se concentra mayormente en los
detalles de cada evento ocurrido en la historia del proceso de la globalización y en
la descripción de los grandes cambios tecnológicos sucedidos en los últimos años.
En esta descripción, Friedman dedica buena parte del libro a fundamentar cómo
internet se ha convertido en una herramienta de comunicación que brinda
oportunidades de trabajo, así como mayor seguridad en las transacciones.
Friedman señala que estos cambios tecnológicos se habrían producido en forma
casi imperceptible y en un periodo de tiempo relativamente corto. En el primer
capítulo, “Mientras dormía”, sostiene que han existido tres grandes eras de la
globalización en la historia. La primera era, “Globalización 1.0”, habría comenzado
en 1492 con el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, momento en que
se inició el comercio entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Durante esta era, el proceso
de globalización e integración mundial habría estado comandado por países y por
gobiernos. La segunda gran era, “Globalización 2.0”, habría durado de 1800 a
2000, caracterizándose por el liderazgo de las compañías multinacionales en el
proceso de integración global. La tercera gran era, “Globalización 3.0”, habría
empezado en el año 2000 y estaría siendo encabezada por personas individuales.
Friedman sostiene que, a través de la difusión mundial del uso de la computadora
personal, se habría producido el surgimiento del flat world platform, lo que permitió
que cualquier creación profesional o artística de una persona pueda ser
digitalizada y enviada al instante a cualquier lugar del mundo. Ciertamente,
Friedman concibe la globalización como un proceso en marcha y en constante
evolución, con tres periodos bien definidos que no se basan exclusivamente en el
surgimiento de coyunturas de cambio mundiales, y cuya determinación habría sido
influenciada por su visión positiva del fenómeno. Así, se explicaría que hechos
históricos de gran trascendencia, como la Primera y la Segunda Guerra Mundial,
no hayan sido considerados por Friedman como hitos para el inicio de nuevas eras
de la globaliza- 147 Reseñas de libros ción, a pesar de los cambios políticos y
económicos que estos sucesos implicaron. Otro momento histórico que tampoco
habría sido incluido como hito es el año 1898, cuando Estados Unidos derrotó a
España y le arrebató sus últimas colonias, determinándose así el surgimiento de
Estados Unidos como potencia militar. En el capítulo 2, Friedman argumenta que
la globalización ha sido impulsada por la convergencia de diez fuerzas principales
(sucesos, innovaciones y compañías), entre las cuales destacan: la caída del Muro
de Berlín, la aparición de Netscape (el primer navegador de internet), la aparición
y uso de Pay Pal y el surgimiento de conceptos como uploading, outsourcing,
offshoring, entre otros. Estas “fuerzas globalizantes” pueden ser descritas como un
listado de acontecimientos contemporáneos cuya importancia para el desarrollo de
la globalización Friedman fundamenta con gran apasionamiento, y matiza con el
relato de historias y anécdotas ocurridas durante sus viajes por el mundo. Sobre la
caída del Muro de Berlín, 9 de noviembre de 1989, Friedman refiere que este
hecho tuvo muchas repercusiones importantes: la conclusión del enfrentamiento
político entre el capitalismo y el comunismo (que caracterizó la Guerra Fría); el
fortalecimiento ideológico de aquellos países proponentes de gobiernos
democráticos basados en economías de libre mercado; y el debilitamiento de los
países proponentes de gobiernos autoritarios sustentados en modelos de
economías centralizadas. Friedman hace también una comparación cabalística
entre la fecha de la caída del Muro de Berlín (11/9) y la fecha de los ataques
terroristas a la ciudad de Nueva York, el 11 de setiembre de 2001 (9/11). Su
propósito es mostrar que mientras el mundo occidental celebraba el
acontecimiento de la caída del Muro de Berlín (11/9), las semillas para la
germinación de otro acontecimiento mundial, aunque de connotaciones
completamente opuestas, estaban siendo sembradas (9/11). Respecto a la
aparición de Netscape, Friedman explica que significó el surgimiento de una nueva
era de comunicación global por intermedio de la implantación de internet como
una herramienta de conectividad global a bajo costo. Estas diez fuerzas de la
globalización han confluido en lo que Friedman denomina la “Triple Convergencia”,
ocurrida hacia el año 2000. 148 Revista de Economía y Derecho La primera
convergencia está compuesta por las diez fuerzas de la globalización que se unen
en un mismo punto y se complementan entre sí para originar un nuevo nivel de
desarrollo (un nuevo campo de juego), en el que cualquier individuo, al margen de
su condición o ubicación física, estaría en condiciones de competir
económicamente en el mundo. La segunda convergencia es que estos eventos
han posibilitado el surgimiento de nuevas formas de comerciar y hacer negocios,
que estarían fundamentadas en relaciones horizontales y colaborativas. La tercera
convergencia estaría dada por el ingreso de nuevos individuos como participantes
de este campo de juego, fundamentalmente India, China y países de Europa del
Este, los cuales recientemente han adoptado la economía de libre mercado y han
ingresado a competir en la economía mundial desde sus casas, en sus países,
gracias a la existencia de este campo de juego que caracteriza a la primera
convergencia. Otro argumento importante que Friedman sostiene es que con la
globalización se debilitará el “Consenso de Washington” y que instituciones como
el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización
Mundial del Comercio tendrán menor importancia en un mundo globalizado. Desde
su perspectiva, la globalización estará liderada por aquellas personas individuales
que se hayan adaptado a las innovaciones tecnológicas, sin que sea necesario
recurrir a las recomendaciones del FMI o a los beneficios de los tratados de libre
comercio. Sin embargo, esta apreciación de Friedman acerca del advenimiento de
un decreciente rol del FMI y de las instituciones del Consenso de Washington
carece de la fundamentación necesaria para resultar convincente. Conforme la
globalización avance la integración mundial será mayor, lo que ocasionará que
aumente la competencia entre países y que los países en proceso de desarrollo
sean más dependientes de la ayuda financiera del BM y del FMI. Sobre este
aspecto corresponde manifestar que, a diferencia de otros autores que han escrito
sobre los posibles efectos negativos de la globalización para los países en
desarrollo, Friedman sostiene de manera genérica, y sin más fundamentación que
su relato de historias y anécdotas, que la globalización traerá oportunidades de
negocio, empleo y crecimiento económico. Finalmente, cabe afirmar que La tierra
es plana es un libro entretenido y de fácil lectura, escrito en lenguaje sencillo y
coloquial, con 149 Reseñas de libros relatos originales que capturan el interés del
lector. Y que puede ser de gran utilidad para el estudiante que desea iniciarse en
la investigación sobre la globalización y sus implicancias.

También podría gustarte