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Cuarentena y clasismo

El gobernador Enrique Alfaro recomendó a los jaliscienses no salir durante cinco


días porque, según un estudio estadístico, estaríamos en el momento justo para
evitar más contagios y "aplanar la curva" de casos.

Vamos a pensar cómo pasaría una familia de clase media y alta esos cinco días de
aislamiento. Por principio de cuentas, podemos imaginar a la mamá en su
camioneta yendo al Sam´s o al Costco a hacer compras. Se podrá gastar tres,
cuatro, cinco mil pesos fácilmente, en papel higiénico, detergentes, carnes frías,
verduras, desinfectantes, medicamentos, latas diversas, pastas, cereales, leche y
lácteos, café, comida ya preparada y lo que se le vaya ocurriendo en los pasillos. Si
algo se le olvida, siempre estará la opción de pedir comida por teléfono o a través
de varias aplicaciones.

A los hijos podemos imaginarlos como inscritos en una escuela privada, sea un
colegio o una universidad. Ellos continuarán sus cursos en línea a través de diversas
plataformas, Moodle, Blackboard, Google Classroom, sus profesores les subirán
materiales, videos, audios, instrucciones, que ellos podrán seguir con sus laptops,
sus tabletas, sus teléfonos inteligentes.

El papá podrá hacer "Home Office", quizá es funcionario o burócrata, tal vez es
oficinista, tal vez es ejecutivo, jefe o dueño de un negocio. Lo veremos llamando por
teléfono constantemente, en el estudio, donde tiene cualquier medio de
comunicación disponible.

¿Cómo pasará nuestra familia su tiempo libre? No es difícil, todos tienen dispositivos
con conexión a internet. Estarán navegando, en Facebook, Twitter, Instagram,
Whatsapp, Telegram, escucharán música en Spotify, se comunicarán con sus
amigos de la escuela, con los del gimnasio, con los de su colonia. Los hijos harán
"TikToks", jugarán con la Nintendo Switch, el PS4 o el Xbox One, cuando se harten
se pondrán a ver Netflix, Amazon Prime, HBO Go, la televisión por cable o satelital.

Los refinados tomarán algún libro de su biblioteca personal, una revista de arte,
escucharán el nuevo álbum de algún músico europeo, meditarán, harán yoga, dieta
vegana, practicarán el naturismo, tocarán su saxofón, su teclado, su guitarra, harán
ejercicio en su casa, pues tienen aparatos, caminadora, pesas, bicicleta fija, elíptica.

La mamá organizará "actividades en familia", porque sentirá que ésa es su misión,


desempolvarán el Scrabble, el Jenga, el Monopoly, el Twist. En el jardín quizá
tengan una piscina, un brincolín, jugarán con los perros, con los gatos, con los
hámsters, los conejos y las mascotas que tengan.

Harán videoconferencias con sus familiares en otra parte de la ciudad, del país o
del mundo, se pondrán en contacto con los abuelos, los tíos, los primos, subirán
contenidos a redes sociales de cómo la están pasando.
Pensemos ahora cómo la pasará una familia de clase popular. Por principio de
cuentas, no tendrá dinero para abastecer la despensa en un supermercado, los
cinco días comenzaron el 21 de marzo, ya no tan cerca de la quincena, que es
cuando esta gente podría hacer algún gasto. Quizá no tengan automóvil y se
muevan sólo en transporte público.

Los hijos están en escuela pública, si es que van a la escuela, y no cuentan con
plataformas habilitadas para el trabajo en línea. A lo mejor lo que les dijeron fue que
se adelantaban las vacaciones, no que los cursos ahora serían virtuales. El punto
es que no están haciendo trabajo escolar.

¿Y qué están haciendo? Es probable que tengan teléfono, ya no tan probable que
tengan conexión permanente a internet. ¿Tendrán computadora? A lo mejor una
para todos los miembros de la casa, de escritorio o una laptop, ya algo
descontinuada y lenta. Si hay un módem por ahí, lo cual ya sería un lujo, se va a
saturar si todos pretenden conectarse al mismo tiempo. Quizá se trate de un
departamento del Infonavit o una pequeña casa en la Jalisco, la Mesa Colorada,
Lomas de Tabachines, El Briseño, Las Juntas, El Vergel, La Tuzanía.

Porque hay que decir que están hacinados, no son tres o cuatro personas, quizá
sean seis, ocho, diez, con niños pequeños, adolescentes, adultos y ancianos, en un
espacio reducido, dos habitaciones, tal vez tres, un baño.

¿El papá podrá hacer "Home Office"? No se puede ser albañil, obrero, empleado,
tianguero, guardia de seguridad, suajador, conserje, repartidor de agua, chofer de
Uber, electricista, mecánico o vendedor desde casa, hay que salir a trabajar. Varios
de los hijos probablemente también trabajen. A lo a más de uno lo mandaron a su
casa 30 días sin goce de sueldo. La mamá, que hacía el aseo en una casa de otra
colonia, quizá por estos días no tiene ingreso, pues también le dejaron de hablar.

Esa familia tiene problemas para sostenerse, vive al día, cualquier afectación menor
los deja sin la certeza de qué van a comer hoy mismo, la leche del bebé, los pañales,
las medicinas de la abuela.

Aquí no hay "TikTok" ni videos para subir a Instagram de cómo se vive la cuarentena
en familia, no hay un jardín con una piscina o un brincolín, no hay una consola de
octava generación para jugar videojuegos, aquí no se paga Netflix cada mes, ni hay
televisión por cable. Es más, en muchas casas no hay televisor.

¿Cómo es el tiempo libre de esta gente? ¿Pueden estar tantas personas en tan
poco espacio todo el día y toda la noche, con tan pocas opciones de entretenimiento
y, más allá de eso, con problemas concretos y urgentes de subsistencia? No, esa
gente tiene que salir a buscar el pan como sea. Los niños saldrán a jugar a la calle,
los adolescentes y adultos tendrán que moverse.

Las diferencias de clase no sólo están en el tiempo de trabajo, en cómo obtiene


cada quien sus ingresos, explotando o siendo explotado, con trabajo más físico o
más mental, con tareas repetitivas o creativas, más limpio o más sucio, ganando
más de lo necesario o menos de lo vital, recibiendo maltratos o dando órdenes. Esas
diferencias también se viven en el tiempo libre.

En las redes vemos el punto de vista de una clase, de un sector, el de ingresos


medios y altos, que nos llaman a la conciencia para no salir de casa, nos citan
estudios estadísticos, nos dicen lo que pasa en el Japón, en Corea del Sur, en
Singapur y en Alemania.

Ojalá también nos dijeran qué pasa en las colonias marginadas que tienen a un
paso, en sus propias ciudades.

La recomendación del gobernador es clasista de origen, él le habla al sector que


puede efectivamente parar cinco días y no salir de sus casas. Pero hay muchísima
gente, quizá la mayoría, que no puede hacer eso, no puede aislarse, primero,
porque no comería, no pagaría sus servicios, no sobreviviría. Y, segundo, porque
estar encerrada en las condiciones de su propia vivienda le resultaría insoportable,
desgastante, brutal física y mentalmente.

Hace mucho que los políticos se acostumbraron a comunicarse sólo con los
sectores medios y altos. Y se olvidaron de la masa popular. La política ha vuelto a
ser asunto de élites (o nunca ha dejado de serlo). Pese a lo que piense la clase
media, la democracia auténtica es todavía una utopía.

Carlos Delgadillo

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