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Hoy se terminó la segunda etapa de un largo camino.

Este último tiempo ha sido duro, aterrador,


avasallador, angustiante y triste, pero al mismo tiempo hemos logrado ser fuertes y resilientes.
Sacando fuerzas de donde no hay, para hacerle frente a una enfermedad tan horrible como lo es
el cáncer. Pero hoy, hoy es un gran día, quedaron atrás las largas esperas en pabellón, en el
hospital, en las muchas sesiones de radioterapia y ahora comienza otra larga espera, para saber si
las largas sesiones de radiación tuvieron resultados. Fue difícil, fue duro pero lo lograste… lo
logramos. Y hoy solo a pensar positivo, ya no habrá cáncer y los próximos exámenes lo
confirmaran.

Sólo nos queda agradecer, si, agradecer que a pesar de todos los pronósticos, estás aquí y te
recuperas día a día. Agradecer que lo peor ya pasó, agradecer a Dios que en su infinito amor puso
a los médicos correctos en nuestro camino, con una calidad humana difícil de encontrar y que no
se cansaron de explicarme una y otra vez todo lo que estaba pasando.

Agradecer que contamos con una familia que día a día estuvieron apañando con todo, dentro de lo
que se podía en tiempos de pandemia. Increíble que estando lejos, nos uniéramos más, nos
preocupáramos más y nos amásemos más. Los llamados, textos, cadenas de oración y esas
palabras de ánimo que literalmente te abrazan. Y porque cada uno se hace cargo de un pedacito
de tu pena y tu angustia y te ayudan a vaciar un poco la mochila.

Agradecer que tenemos a los mejores amigos, esos amigos que llegan a la puerta de la casa, sin
que uno los llame para ayudar, para contener…. Aunque en algunos casos hayan pasado años sin
vernos. Esos amigos que te apañan horas en el hospital para que te digan un simple “sigue
estable”, esos amigos que llegan a tomar desayuno, y que se quedan, para asegurarte de que
comas y de que estás bien, esos que te llaman todos los días para saber como sigue todo, donde te
llama hasta la familia de los amigos que no te conocen, pero que se hacen presente como si fueras
su familia, y te dan ese cálido aliento que pucha que sirve en las situaciones angustiantes y
aterradoras que pasamos. Esos amigos, que te envían chocolates y cositas dulces para pasar la
pena, esos que te escriben un texto todos los días y esos que te dan el espacio para vivir la
angustia, y los que te hacen reír a pesar de toda la situación.

Agradecer a la gente que nos demuestra que aún existe calidad humana y que aún en tiempos de
pandemia muestra su empatía, su cariño y su solidaridad y que aún sin conocernos nos ayuda.
Porque lamentablemente la salud está muy al debe y pucha que es caro un tratamiento –
medicamentos contra el cáncer. Pero como dice mi mamita, para Dios no hay imposibles y él saca
de donde hay y pone donde no hay. Gracias a Dios no nos ha faltado nada y sé que no nos faltará.
Y aunque en un comienzo lo económico no era tema, porque lo realmente importante era que te
recuperaras, pucha que es caro. Y si bien, uno puede endeudarse, a mil cuotas con la tarjeta de
crédito no puedo dejar de pensar en la gente que sufre de lo mismo y no tiene una tarjeta de
crédito para pagar, literalmente, se muere en una lista de espera y eso da rabia y te restriega en la
cara una realidad que a veces olvidamos.
Por eso hoy, a pesar de todo lo que hemos pasado…. Bailamos de felicidad camino a casa con la
canción de la victoria, porque nos damos cuenta que somos AFORTUNADOS. Afortunados de
tenernos, de amarnos, de luchar juntos y de tener un montón de gente atrás que nos empuja a
seguir.

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