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42 "LAS FUERZAS OSCURAS"

The Pitfalls Involved in Examining Ideological Sympathies: A


Cornment on Alan Brinkley's 'Problem of American Conserva­
tism"', American Historical Review, 99:2, abril de 1994, pp. 430­
437. Cuando se canonizó la rebelión.

Zaid, Gabriel, "En defensa de los conservadores", Reforma, 29 de julio Conservadores y serviles en Nueva España

de 2001.
ALFREDO Á VILA
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Nacional Autónoma de México

INTRODUCCIÓN

Bernardo del Espíritu Santo, obispo de Sonora, se negó a jurar en


octubre de 1824 la recién elaborada Constitución. No sería la última
vez que en nuestra historia, un distinguido prelado rechazara obede­
cer un documento de ese tipo. Los más célebres casos se presentaron
tras la promulgación de las cartas de 1857 y de 1917. A diferencia de
la jerarquía eclesiástica posterior, fray Bernardo no criticaba los ata­
ques hechos a las propiedades o fuero eclesiásticos, algo que ni si­
quiera había pasado por la cabeza de los constituyentes. El motivo
del viejo fraile cannelita era más simple: los documentos que cons­
tituían la federación mexicana sancionaban la soberanía del pueblo,
proposición pecaminosa y herética, usurpadora de la potestad divi­
na e inicio de numerosos males. Desde su punto de vista, el nuevo
edificio se construía sobre una base falsa, pues contradeóa numero­
sos pasajes bíblicos, verdaderos por ser revelados, que fundaban la
autoridad en la voluntad divina y obligaban a todas las sociedades
y ~odos los hombres. Los gobernantes sólo administraban lo que a
DIOS pertenecía. Ya resultaba grave la soberbia de magistrados y
Príncipes al disputar la supremacía del Altísimo, pero todavía lo
era más que la soberanía quisiera entregarse a "la nación, [a] la ple­
be, [a] los que nacieron en la ínfima condición",1
. 1 E .
spfntu Santo, 1824. Agradezco la cuidadosa lectura de Roberto Breña y

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Verdadero superviviente del antiguo régimen, fray Bernardo có un capítulo entero a la ideología" de las clases sociales que se
fue objeto de la condena de todos los publicistas, en especial de oponían a la insurgencia", poco menos de 5% de todo el libro,
los radicales. Sin embargo, nadie se propuso discutir con él. Sus aunque, en su momento, fue uno de los esfuerzos más importan­
argumentos pertenecían a una época diferente y el obispo moriría tes para integrar las ideas "conservadoras" en el proceso intelec­
en poco tiempo.2 No había, además, intención de comprender un tual de la emancipación. 4 Hacia 1981, Hugh Hamill señalaba:
pensamiento que quería ser olvidado. Sólo valía la pena recuperar
las ideas precursoras de la independencia, que a partir de la se­ En la historia de las ideas, la erudición tiene su paralelo en la his­
gunda mitad del siglo XIX fueron vinculadas con la república, el toria militar: en ésta, la mayor parte de las investigaciones han
liberalismo y la federación triunfantes. Huelga decir que esto oca­ girado más en torno a las hazañas insurgentes que a la contra in­
sionaría graves confusiones, pues como la historiografía reciente surgencia monárquica. En la historia intelectual se han tomado
ha mostrado, no todas las propuestas emancipadoras eran repu­ más en cuenta las teorías e instituciones políticas liberales que a
blicanas ni todos los independentistas liberales. Es verdad que la larga habrían de fusionarse con experimentos republicanos
desde mediados del siglo xx algunos historiadores iniciaron la re­ después de 1823 que a los argumentos filosóficos en defensa del
visión de la interpretación liberal heredada de la centuria anterior. status quo. 5
Edmundo O'Gorman señalaba en 1954 el peligro de considerar
que la independencia "había sido un brote puro del enciclopedis­ El estudio de Hamill sobre Agustín Pomposo Fernández de San
mo del siglo XVIII"; mientras que Gabriel Méndez Plancarte y Juan Salvador mostró cómo, pese a las posiciones conservadoras de
A. Ortega y Medina pusieron atención al pensamiento cristiano este notable letrado toluqueño, sus obras contribuyeron de un
tradicional de los próceres, tarea continuada después, entre otros, modo decisivo a la formación de una opinión pública en un perio­
por Agustín Churruca Peláez y Carlos Herrejón Peredo. 3 do crítico. Los medios que empleó, el panfleto e incluso el teatro
No obstante, una cosa es descubrir elementos tradicionales en popular, fueron los idóneos para llegar a la población (en su ma­
el pensamiento de los emancipadores (algo sobre lo que volveré yoría iletrada), con el fin de difundir los valores de unión de la
más adelante) y otra muy diferente es estudiar a los otros, los que monarquía española y de descalificar a Hidalgo y sus seguidores.
favorecieron la unión de la monarquía española o se opusieron al Más trabajos como éste mostraron que actores metidos por la
constitucionalismo. Luis Villoro, en su obra clásica de 1953, dedi­ historiografía tradicional en el cajón del conservadurismo tenían
posiciones políticas más complejas y ricas. No todos los oposito­
res a la insurgencia eran reaccionarios y retrógrados. La iglesia de
de los colaboradores de este libro, en especial de Erika Pani. Una parte de este
trabajo fue presentado en el Seminario de Historia Intelectual de El Colegio de Guadalajara, estudiada por Brian Connaughton, se adecuó a los
México. Este capítulo es parte de mi proyecto de investigación "Facciones, cambios de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. El resultado
partidos y otras calamidades. México 1808-1812" que he llevado a cabo en el fue un nuevo tipo de religiosidad que combinaba elementos pro­
Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
2 Encinas y Galindo, 1825. Véase las encendidas críticas al obispo por parte
pios del discurso eclesiástico con los tópicos del liberalismo, como
de Santoyo, 1824 y 1825. Ya antes, el mismo prelado se había opuesto al Acta la soberanía popular y el gobierno representativo. El estudio del
de Casa Mata, aunque "nada dice en relación con el régimen de la Iglesia": pensamiento de enemigos tan acérrimos a la insurgencia como
Bustamante, 1846, p. 162.
3 O'Gorman, 1999, p. 78. Méndez Plancarte, 2003 [1942]; Ortega y Medina, : Villoro, 1999, pp. 181-190.

1952, pp. 193-211; Churruca Peláez, 1983, y Herrejón Pereda, 1992. Hamill, 1991, p. 49.

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Manuel Abad y Queipo, Manuel de la Bárcena y Mariano Beris­ Así las cosas, mal haría en pretender buscar un partido con­
táin ha mostrado que entre los partidarios del régimen español durante el proceso de emancipación. Por eso, cuando
serva dor
había liberales, jusnaturalistas y hasta promotores del patriotismo señalo elementos conservadores en la~ diversas propuestas inte­
criollo. 6 Por supuesto, lo anterior no quiere decir que no hubiera lectuales del periodo 1808-1821, me refiero, sobre todo, a los argu­
individuos y grupos por completo contrarios a cualquier tipo de mentos que insistían en el peligro de las transformaciones o refor­
innovación. La mentalidad no es una cosa fácil de cambiar. Las mas, lo contraproducentes que serían o, incluso, su inutilidad. lO
estrategias discursivas de los eclesiásticos, por ejemplo, eran muy Como procuraré mostrar en la primera parte, todos los grupos po­
tradicionales, sin importar qué partido favorecieran ? líticos del periodo de la emancipación consideraron que los cam­
Las instituciones que debían sus privilegios al orden absolu­ bios y transformaciones impulsados por sus contrincantes ponían
tista procuraron defenderlo. Conocemos la reacción de algunas de en riesgo características sociales y culturales cuya conservación se
ellas, como la Audiencia y el Tribunal del Santo Oficio. También creía importante. No es extraño hallar referencias entre los más
tenemos estudios que rastrean, en el siglo XVIII, los principales destacados liberales de esos años a la necesidad de mantener cier­
elementos de un pensamiento "protoconservador", pero todavía tos valores y evitar las novedades, mientras que los más caracteri­
falta mucho por hacer. s Lo que hay en las siguientes páginas es zados tradicionalistas debían admitir, en algunas circunstancias,
una contribución modesta a ese trabajo. En la primera parte plan­ la aplicación de principios modernos ante la ineficiencia de los
teo algunas cuestiones acerca de las muchas maneras de ser con­ antiguos. Más adelante ejemplificaré algunas de estas posiciones.
servador. Advierto que no empleo ese término en el sentido tradi­ De momento sólo diré que esa "mezcla" de principios conserva­
cional asignado por la historiografía liberal. Como veremos, hay dores con los modernos la apreciamos nosotros, pero no los pen:­
elementos conservadores y hasta reaccionarios aun en individuos sadores de aquella época, quienes tuvieron que hacer frente a la
que favorecieron la independencia o el liberalismo. La historio­ crisis de 1808 con herramientas mentales (permítaseme el térmi­
grafía reciente ha dejado claro que no puede hablarse de un Parti­ no) que no preveían una situación como la que se presentaba, de
do Conservador con anterioridad a la década de 1840 y que inclu­ modo que lo hicieron con su vieja cultura política, adecuándola a
so ese grupo político no se ajusta a las interpretaciones consagradas las nuevas circunstancias.JI
por autores como Jesús Reyes Heroles y Alfonso Noriega. El céle­ La segunda parte de este trabajo la dedicaré a un grupúsculo
bre conservadurismo de Lucas Alamán de mediados del siglo XIX antiliberal, que se manifestó de modo abierto a partir de 1814.
era más bien un liberalismo conservador, semejante al de los "mo­ Fray Bernardo del Espíritu Santo era sólo uno de sus miembros,
derados" de las décadas siguientes, mientras los " escoceses" de la e incluía a otras notables figuras de la Orden de los Carmelitas,
década de 1820 eran constitucionalistas. 9 del Cabildo Catedral de México, del Tribuné.l del Santo Oficio y del
Oratorio de San Felipe Neri. Este grupo presentó los más sólidos
6 Connaughton, 2003; Brading, 1994; De la Torre, 1993-1994, y Ávila, 2003­
2004. 10 Albert O. Hirschmarm propone tres tesis características de los grupos
7 Herrejón Peredo, 2003.
reacCIonarios: la tesis de la perversidad (cualquier cambio para mejorar un
B Arzate, 2001; Torres Puga, 2004, y Schmidt, 200l.
~r~blema lo agravará); la de la futilidad (los intentos de transformar la socie­
9 La bibliografía es larga, entre la más destacadas en la interpretación tradi­
a no dejan huella), y la del riesgo (las reformas y revoluciones tienen conse-
cional se encuentran Reyes Heroles, 1957-1961, y Noriega, 1993 [1972]. Encabe­ CUenCIas m .
truca' uy graves, que no merecen la pena, en espeCIal en cuanto a la des­
zan el revisionismo Hale, 1991 [1968]; Palti (comp.), 1998; Morales y Fowler 11 ~ndel orden social). Hirschmarm, 1994, pp. 17-18.
(coords.), 1999, y Pani, 2001. AvIla, 2003.
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argumentos contra los principios revolucionarios, pero también coma resultado una consecuencia inesperada y peligrosa: las di­
echó a andar la teoría de la gran conspiración masónica contra la versas juntas e instituciones (que en ocasiones tenían proyectos
religión y la monarquía. Seguiré la pista de ese grupo aritiliberal diferentes, aunque el objetivo último fuera el mismo) presumían
en 1820-1821, su participación en la independencia y, por último, en de la misma legitimidad y, dada la ausencia del monarca, no había
el tercer apartado ofreceré algunas conclusiones. manera de decidir cuál proyecto debía ser considerado el adecua­
do. Como bien lo notó José de Iturrigaray, virrey de Nueva Es­
paña en 1808, "cualesquiera juntas que en clase de supremas se
DE CONSERVADOR, TODOS TUVIERON UN POCO establezcan para aquellos y estos reinos, no serán obedecidas si
no fuesen inauguradas, creadas o formadas por Su Majestad".13
Hay consenso en la historiografía reciente acerca del papel de La posición del virrey favorecía, por supuesto, la erección de una
detonador de las independencias hispanoamericanas que tuvo la junta en la ciudad de México, propuesta impulsada por los miem­
crisis de 1808. Por supuesto, no se ignoran las condiciones previas bros del Ayuntamiento y por otras destacadas personalidades.
en cada virreinato. En Nueva España, las transformaciones socia­ Desde hace tiempo, la historiografía está de acuerdo en que las
les, económicas y políticas de las últimas décadas del siglo XVII! ideas que animaron ese proyecto autonomista eran más bien tra­
hacían posible una conmoción, por no hablar de un levantamiento dicionalistas, aunque hay algún desacuerdo en cuanto a los obje­
popular. Tampoco pueden desdeñarse las ideas ilustradas, si bien tivos que perseguía. 14 Acerca del primer punto, Villoro, Virginia
las tradicionales neoescolásticas, las pactistas y las jusnaturalistas Guedea y Hamill han dejado en claro, en sus respectivas obras,
pesaban más. Pero fue la invasión napoleónica a la Península Ibé­ que los argumentos empleados por individuos como Francisco
rica y la prisión de los reyes españoles (con la consecuente entro­ Primo de Verdad y Ramos remitían más a la tradición jurídica es­
nización de José Bonaparte) las que desataron la crisis que, a su pañola que al ideario ilustrado, revolucionario o liberal. Cuando
vez, propició las revoluciones hispánicas. Pese al elevado número pensaban en el pueblo, imaginaban una sociedad corporativa y
de colaboracior~.istas, tal vez la mayor parte de los españoles se opu­ jerárquica, representada por las autoridades constituidas y no un
so a lo que consideraban una usurpación peligrosa, pues ponía en conjunto de individuos iguales por naturaleza. En cuanto al obje­
riesgo la religión, al identificar al Imperio francés como heredero tivo, se ha venido imponiendo la interpretación que asegura que
de una revolución regicida y opuesta al catolicismo romano. 12 Pa­ no buscaban la independencia sino la autonomía dentro de la mo­
ra defender y conservar el reino a su legítimo monarca, Fernando narquía española; aunque en esto todavía puede haber discusión.
VII, se formaron juntas en donde hubo levantamientos. La guerra Lo que sí parece incontrovertible es que, salvo en el caso de algún
de independencia española tuvo en principio un objetivo conser­ radical como fray Melchor de Talamantes, los promotores del jun­
vador: oponerse al Imperio revolucionario y sus secuaces españo­ tismo en Nueva España no se hallaban tan distantes de sus con­
les, los afrancesados, quienes buscaban modernizar España. trapartes en la península: deseaban conservar el reino al cautivo
La proliferación del juntismo en la Península y en América dio
13 lturrigaray, " Proclama", México, 12 de agosto de 1808, en López Cancela­
Desde la tradicional política de la monarquía (en la que no había dis­
12
da, 1811, p. llX.
tinción clara entre lo político y lo religioso), el herético gobierno impuesto por 14 Acerca de lo sucedido en 1808 en la ciudad de México, Lafuente Ferrari,
los franceses era tirárúco y, por lo mismo, combatible. Portillo Valdés, 1998, ~941, y Black, 1980. Desde la perspectiva de la historia de las ideas, Villoro,
pp. 10-20. 999; Guedea, 1964, y Hamill, 1979.
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monarca, defenderlo del Imperio napoleónico y preservarlo de los formaron que "el pueblo de la ciudad de México" había puesto
afrancesados; en suma, se oponían a los vientos de cambio de la reso al virrey, primera aparición, como ha indicado Virginia Gue­
época de las revoluciones. Para conseguir esto tenían, no obstante, ~ea, de ese personaje tan indispensable en nuestra historia inde-
que introducir algunas novedades, como la erección de las juntas pendlen· t e.16
provisionales de gobierno. Esto fue lo que pareció peligroso a los Hasta aquí hemos visto cómo un grupo de individuos, teme­
miembros de la Audiencia y de otras instituciones dominadas por roso de los franceses y sus ideas revolucionarias, promovió una
españoles europeos, cuya posición dependía de los lazos con la propuesta novedosa (el juntismo) para conservar el reino; mien­
metrólopi. Ellos pensaban que para mantener las cosas como esta­ tras que sus oponentes, recelosos de un cambio en ese sentido
ban antes de la prisión de Fernando VII, no hacía falta introducir (pues abría la posibilidad del reconocimiento de la soberanía del
ninguna innovación, riesgosa para el orden establecido. Pese a pueblo), terminaron recurriendo al argumento de seguir la volun­
que la propuesta juntista no apeló a pensadores modernos, ilus­ tad del pueblo para deponer a sus enemigos, mediante un golpe
trados o liberales, desde la oposición Juan López Cancelada ase­ armado. Esta paradoja -he de insistir- es apreciada por el histo­
guró, para desacreditar al gobierno de lturrigaray y al de la ciu­ riador actual, pero no era tal para quienes vivieron en 1808. El
dad de México, que se hallaban a punto de declarar que "al faltar contexto crítico obligó, a quienes deseaban mantener el status quo,
el soberano, había recaído la soberanía en el pueblo".15 a buscar medidas inéditas y peligrosas para conservarlo. Por su
Estos "conservadores" que deseaban frenar los cambios pro­ parte, quienes quisieron aprovechar el río revuelto para obtener
puestos por los autonomistas tuvieron que actuar de un modo ganancias (el ambicioso virrey o algunos independentistas, como
también inédito para conseguir su objetivo. Tras una conspiración, Talamantes), debían recurrir a argumentos tradicionales y acepta­
el 15 de septiembre de 1808 un grupo de hombres irrumpió en el bles si querían ver su proyecto realizado.
palacio de gobierno y arrestó a lturrigaray y a los principales pro­ Algo semejante sucedió con los diputados que (luego del fra­
motores de la junta. Se trataría del primer golpe armado que susti­ caso del juntismo en la Península) se reunieron en las Cortes de
tuiría, en nuestra historia, un gobierno por otro. Esto, de por sí, ya Cádiz hacia 1810. En términos generales, no hay duda de que la
era algo nuevo; pero quiero resaltar dos elementos en verdad re­ tendencia general en esa asamblea fue modernizante. Desde un
volucionarios para la cultura política del país: primero, no debe principio se declaró la soberanía de la nación, entendida ésta como
perderse de vista que el nuevo gobierno había sido un grupo opo­ la reunión de todos los españoles (en ambos hemisferios), iguales
sitor al de lturrigaray. Llegó al poder por medios muy discutibles, ante la ley y con los mismos derechos y obligaciones frente al go­
pero abrió camino para que los opositores se consideraran en po­ bierno. No obstante, en la invocación preliminar del texto consti­
sibilidad de conquistar el poder, en algún momento y de cualquier tucional, esos mismos constituyentes se vieron en la necesidad de
manera. En segundo lugar, pero no menos importante, los gol­ señalar que nada estaban innovando, pues sólo codificaron y or­
pistas buscaron legitimar sus actos: no bastaba la fuerza ni decir denaron las antiguas libertades de los españoles. En seguimiento
que actuaban en nombre del monarca para preservar el reino y el de las propuestas de Francisco Martínez Marina, en su Teor{a de las
orden, pues estos argumentos también los emplearon los auto­ Cortes, insistían en que la asamblea gaditana no era como la fran­
nomistas. Por eso, la mañana del 16 de septiembre, por bando, in­ cesa sino com o las viejas reuniones de apoderados anteriores al

15 López Cancelada, 1811, pp. XX I-XXII. 16 Guedea, 1994, pp. 30-38.


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despotismo. Incluso reconocían el origen divino de la potestad, puede observarse en las prácticas de representación territorial
pese a que después atribuyeran la soberanía a la nación, algo que una supervivencia de la cultura política tradicional, que se negaba
les fue echado en cara por sus opositoresY Servando Teresa de a admitir la ficción de la representación proporcional a la pobla­
Mier y José María Blanco White, desde Londres, tampoco se can­ ción. No resultó raro, por ejemplo, que muchos ayuntamientos
sarían de insistir en que la de Cádiz no era la vieja institución de constitucionales, con mayoría indígena, mantuvieran las mismas
las Cortes sino una asamblea revolucionaria, como las francesas. características de la vieja república de indios.1 9
No todo era modernidad en esas Cortes. Desde la convocato­ Por otro lado, las autoridades metropolitanas en Nueva España
ria, se permitió la presencia de algunos apoderados de las viejas no estuvieron dispuestas a aceptar, de un modo pleno, las nuevas
ciudades privilegiadas (algo propio de las Cortes del antiguo ré­ instituciones. La Audiencia siguió ejerciendo su facultad tradicional
gimen), como "una concesión al pasado". Los diputados america­ de acordar con el virrey, pese a que, gracias a la Constitución, sólo
nos también tenían un carácter tradicional, pues si bien debían ser debía ser una corte judicial, mientras que la misma figura del virrey
considerados (igual que los demás) representantes de la nación había por ley desaparecido para dar paso al jefe político, con atribu­
española con poderes plenos para constituirla, llegaban a Cádiz ciones más específicas. La libertad de prensa, decretada por las Cor­
con poderes específicos de los ayuntamientos que los eligieron, de tes, también se halló limitada. No se podían tocar temas de religión;
modo que no representaban tanto a la nación como a su provin­ se estableció un tribunal para juzgar las denuncias sobre abusos
cia. 18 Los criollos se hallaban resentidos con el proceso de centrali­ en los impresos, y hasta los mismos publicistas terminarían censu­
zación impulsado por la monarquía borbónica y continuado por rándose unos a otros, acusándose de publicar por publicar y caer
los liberales gaditanos, de ahí que una de sus demandas fuera re­ en "excesos". Para colmo, la guerra civil permitió a las autoridades
cuperar y fortalecer los privilegios que sus reinos de origen ha­ aplicar de un modo discrecional las medidas de las Cortes. Esto
bían venido perdiendo. Ese objetivo terminaría generando dos de proporcionó a jefes políticos como Francisco Xavier Venegas y Félix
las propuestas más radicales presentadas en las Cortes: la de fe­ María Calleja la oportunidad para acatar, pero no cumplir, las leyes
deralización de la monarquía y la declaración de igualdad sin liberales. En su momento, ambos declararían que la Constitución
importar el origen racial de los habitantes de la monarquía. Por española era muy benéfica, pero debido a la insurgencia resultaba
supuesto, los españoles europeos, mayoría en esa asamblea, impi­ peligrosa su aplicación. Si muchos de los diputados en la Península
dieron la cristalización de estos proyectos; pero la aplicación de la creían que con la legislación liberal podían extinguirse las insurrec­
Constitución no siempre se ajustó a lo que sus autores deseaban. ciones en América, Venegas y Calleja asegurarían que el resultado
Al menos en Nueva España, no fueron tan excepcionales los casos sería justo el opuesto: estimular la rebelión y promover la sedición. 2o
de castas que participaron en los procesos políticos constitucio­ En sus argumentos se aprecia el temor a que los cambios introduci­
nales; incluso erigieron ayuntamientos. La proliferación de estas dos por el constitucionalismo propiciaran ventajas para los rebeldes
instituciones y de las diputaciones provinciales ha sido apreciada, y los infidentes. No podían correr el riesgo.
con razón, como inicio del proceso que conduciría, a la larga, al La insurrección iniciada en el Bajío en 1810 fue considerada
establecimiento del federalismo mexicano. No obstante, también por la historiografía liberal de la segunda mitad del siglo XIX como
17 Portillo
Valdés, 2000, pp. 318-320. Guarisco, 2003.
19
18 Rieu-Millan,
1990, pp. 21-30. Sobre los diputados ultramarinos en las 20El mejor estudio sobre el impacto de las instituciones constitucionales es
Cortes y la "cuestión americana", véase Chust, 1999. de Guedea, 1992.
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el primer paso del pueblo mexicano para alcanzar su libertad, la reducía a una conmoción escandalosa, pecaminosa, cuyos obje­
consolidada tras la restauración de la República. Desde ese punto tivoS no podían ir más allá de la satisfacción personal de los diri­
de vista, cualquier opositor al movimiento iniciado por Miguel gentes del movimiento y del saqueo. De ahí que las derrotas sufri­
Hidalgo fue considerado parte de la tradición conservadora, sin das por los insurgentes fueran celebradas como victorias de la
importar cuál fuera la posición ideológica del crítico. Así, incluso virtud sobre el vicio y de la honradez contra la inmoralidad. 25 Un
los simpatizantes de la Constitución de Cádiz (a quienes no pode­ lector moderno tal vez pudiera leer en estas críticas de tipo moral
mos considerar sino liberales), como Manuel Beye de Cisneros, sólo una reacción pusilánime ante la insurrección. Algo hay de
que se atrevieron a desaprobar a los insurgentes fueron considera­ cierto en ello; sin embargo dejan ver un temor mayor: a la destruc­
dos conservadores. 21 ción del orden y a la incapacidad de erigir uno nuevo . Para Ma­
Al comienzo, el movimiento iniciado en el Bajío fue mal visto nuel Abad y Queipo, un individuo a quien no se puede escatimar
por su violencia antes que por sus fines y propósitos, en buena me­ su cultura ilustrada y hasta protoliberal, el enorme problema de la
dida porque éstos eran poco claros. La insurrección podía criticar­ insurrección de Hidalgo residía en que iba en contra no sólo de las
se desde varios puntos de vista. Juan Bautista Díaz Calvillo, uno de leyes humanas sino del derecho natural y divino. En caso de que
los principales defensores del orden virreinal, reprochaba a Hidal­ triunfara, desde el punto de vista del obispo electo de Michoacán,
go la ingratitud mostrada hacia la Madre Patria. La dependencia de no habría fundamento alguno sobre el cual erigir un nuevo orden,
Nueva España estaba justificada por los numerosos "beneficios" que pues cuando se intentase establecer, podría presentarse una nueva
recibía de la metrópoli. Por tal razón, la insurrección carecía de legi­ rebelión. Si los insurgentes pregonaban el derecho de los natu­
timidad, a lo cual se agregaba que era promovida por "unos cuantos rales a recuperar lo perdido casi 300 años antes, ¿qué garantizaba
corazones mezquinos e injustos", opuesta al deseo general. 22 Bue­ que una vez alcanzado el triunfo los indios no se irían en contra
na parte del discurso contra Miguel Hidalgo y sus seguidores in­ de los criollos y de las castas?26 Ya Alfonso Noriega había apun­
cluía censuras de tipo moral. Agustín Pomposo Femández de San tado que el derecho a la insurrección sería, durante el siglo XIX,
Salvador no podía entender las razones de los rebeldes para fo­ tema de cuestionamiento para los liberales ilustrados. Como ha
mentar la división y la lucha fratricida, por lo que acusaba al "desen­ señalado Elías Palti: "El derecho a la insurrección minaba la obje­
freno de las pasiones" de propiciar los "crímenes atroces" que se tividad del ordenamiento institucional, tornando la evaluación de
veían en los carnpOS.23 Para el hermano de Agustín Pomposo, Fer­ su legitimidad en un asunto subjetivo" .27 Abad, Queipo y quie­
nando, los insurgentes estaban violentando la máxima cristiana nes se opusieron a la insurgencia de Hidalgo temían que una vez
de "amarás a tu prójimo como a ti mismo". Le resultaba incom­ "canonizada la rebelión" 28 (convertida en derecho cuando se cre­
prensible "el odio que Hidalgo, Allende y Aldama han declarado
a los europeos, aunque no fueran sus inmediatos descendientes".24 25 Los realistas subestimaban los objetivos de los insurgentes, al grado de

La propaganda realista no podía ver en la rebelión iniciada considerarlos tan sólo quijotadas. Véase Díaz Calvillo, 1811; Agustín Pomposo
Fernández de San Salvador, 1810b y Hamill, 2003.
en 1810 los motivos que en la actualidad le atribuimos, de modo que • 26 Manuel Abad y Queipo, Edicto, Valladolid, 8 de octubre de 1810, en Gar­
eta Cantú, 1965, pp. 37-42. Acerca del protoliberalismo de Abad, Brading, 1994,
21Anderson, 1966, pp. 191-192.
pp. 207-254.
22Dfaz Calvillo, 1810.
27 Paltí, 2005.

23 Fernández de San Salvador, 1810a, pp. 5 Y 7.


. 28 "Manifiesto del Ilustre Claustro de la Real y Pontificia Universidad de
24 [bid., 181Oc, p. 9.

Mexlco", México, 5 de octubre de 1810, en García Cantú, 1965, pp. 56-57.


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yera estar en un estado de opresión) no pudiera establecerse nin­ este antinapoleonismo. Para ellos, la tozuda insistencia de las au­
gún orden estable. No contaban, por supuesto, con que el país que toridades virreinales en mantener la unión con la metrópoli iba
nacería unos cuantos años después surgiría de ese principio: la so­ encaminada a abrir paso al temible corso, toda vez que la Penín­
beranía del pueblo. sula se hallaba en sus manos. La alianza con la Gran Bretaña sólo
Para el Claustro de la Universidad de México, la "lisonjera empeoraba las cosas, pues se trataba de la tradicional enemiga de
libertad" prometida por los dirigentes de la insurgencia era falsa; la monarquía española y de la religión católica. Como ha señalado
era sólo un señuelo para seducir incautos. La mayoría de la gente Marco A Landavazo, las invocaciones a Fernando VII eran sin­
que se unió a la rebelión estaba obligada a obedecer a sus líderes ceras en la mayoría de los casos, amén de que ya resulta muy
so penas muy duras, mientras que la violenci a, como hija del pe­ significativo que la dirigencia insurgente tuviera que recurrir
cado, esclavizaba a los hombres.29 Esto lo habían ejemplificado los al nombre del rey preso para ganar simpatías. 31 Los motivos de la
franceses, con su funesta Revolución, que los condujo a ser siervos insurrección expresados por Miguel Hidalgo remi tían también a
del corso. De ahí que los defensores del régimen español temieran la defensa de la religión en contra de las innovaciones y la amena­
al movimiento insurgente y aseguraran que era parte del proceso za napoleónica. Guadalupe Jiménez Codinach ha indicado que el
iniciado en 1789, promovido por una conjurá francmasónica para cura de Dolores aseguraba que su "expedición" iba dirigida con­
destruir la religión y la monarquía. Desde la ocupación napoleóni­ tra los europeos que intentaban "revolucionar" el orden católico e
ca de la Península se desplegó en Nueva España una importante hispánico del virreinato: Hidalgo "no parece ser un revoluciona­
campaña contra los agentes franceses . La prédica de los eclesiásti­ rio [...] sino más bien un jefe fundamentalista, conservador y xe­
cos aseguraba que Napoleón era el mismísimo demonio, que se nófobo" .32
había puesto como meta promover la impiedad en los territorios Es verdad que a partir de 1812, la insurgencia bajo el mando de
de la monarquía católica. Algunas de las persecuciones contra José María Morelos modificó buena parte del discurso rebelde an­
los gachupines recién llegados al virreinato pueden explicarse por­ terior. La opción republicana podría justificar la inclusión, hecha
que la población los creía herejes, enviados por esa hidra que se por la historiografía de la segunda mitad del siglo XIX, del ideario
había apoderado de Europa y que ahora buscaba entrometerse en morelense en la larga senda del liberalismo mexicano. Sin embar­
las Indias. 3o De hecho, buena parte del discurso de los primeros go, la lectura de la Constitución de Apatzingán nos disuade de
insurgentes (en especial de Hidalgo y de Ignacio Rayón, pero no eso. La defensa de la religión seguía siendo el objetivo principal
el de José María Morelos) todavía compartía muchos tópicos de de los independentistas. La vinculación de la ciudadanía con el
catolicismo nos remite a una cultura política preliberal. José María
29 "Sabemos bien que el nombre de libertad lisonjea y halaga nuestras pa­ Cos, ideólogo de la insurgencia bajo Morelos, quitaba legitimidad
siones; que cuando nos creemos árbitros y señores de nuestra fortuna nos al gobierno peninsular por considerar que "España está contagia­
persuadimos de que ya somos sólidamente felices, si esto fuese así, el mundo
da de infidencias", mientras los americanos se mantenían leales, si
acaso canonizarfa la rebelión". "Manifiesto del ilush·e ...", op. cit.
30 Todavía no conocemos el alcance de esta propaganda, pero Hamill, 1966,
31 L
ya insistía en que no debemos subestimarla. Un catecismo de la época afirma­ 32 .an~avazo, 2001.
ba que Napoleón era el enemigo de los cristianos verdaderos, procedía del pe­ s - J1menez Codinach, 1997, p. 107. Véase Miguel Hidalgo, "Manifiesto del
cado, de la falsa filosofía, de la libertad y la perversión. Remataba: "¿Será enor HIdalgo, expresando cuál es el motivo de la insurrección, concluyendo
pecado matar franceses? = Sí señor, pero no a los que están bajo las banderas ~n nueve artículos", copia realista de México, 12 de enero de 1811, en Hernán­
de Napoleón" . Anónimo, 1808. ez y Dávalos, 1878, vol. 1, doc. 51 .
CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN 59
58 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN

no al rey (a quien también podían acusar de haberse vendido a rovinciales Y la libertad de prensa) servirían para aplacar la rebe­
Napoleón), sí a los valores hispánicos, como la religión. 33 En el Co­ ~6n. Lo cierto es que no es fácil deterrninar durante la vigencia
rreo americano del Sur de 5 de agosto de 1813, publicado cuando constitucional, quién la favorecía y quién no. Después de todo, en
Oaxaca estaba en manos de Morelos, Benito Rocha Pardiñas y la ausencia del rey, eran las Cortes la única posibilidad de gobier­
Carlos María de Bustamante calificaron al gobierno constitucional nO para los que deseaban mantener el vínculo con la metrópoli,
de ser "un agente inmediato de Napoleón Bonaparte, que intenta pero rechazaban a Bonaparte. De ahí que no faltaran quienes, pese
sojuzgarnos y romper la moral pura de nuestros padres". Estos a haber jurado la Constitución, no se sentían muy contentos con
dos letrados llevaron más lejos su crítica, al grado de defender a ella. En la metrópoli, fray Rafael de Vélez, destacado teólogo y
la Inquisición como un dique contra las herejías: "El gobierno de opositor a la doctrina de la soberanía popular, fue uno de los más
Cádiz, compuesto de jacobinos terroristas [aniquilaron] por sus influyentes. En Cádiz, estos individuos empezaron a ser conoci­
mismas manos un tribunal de quien temían ser juzgados".34 Por dos con el nombre de serviles, término que no pasó al virreinato
supuesto, no sería justo afirmar que el movimiento insurgente fue hasta 1820. Sin embargo, ya desde 1813 Agustín Pomposo Fernán­
mera reacción a la época de las revoluciones democráticas (sobre dez de San Salvador se dio a la tarea de difundir el pensarniento
todo a la luz de sus propuestas sociales y al constitucionalismo de Vélez en N ueva España.
alterno que ofreció cuando en España se había cancelado), pero Fray Rafael era uno de los más destacados opositores a las
algo tuvo de eso. Cortes y su legislación. Tiempo después, sería obispo de Santiago
y uno de los clérigos más cercanos a Fernando VII. En 1813 dio a
las prensas un extenso libro titulado Preservativo contra la irreligión,
LmERTAD E IGUALDAD CRISTIANAS en el que alertaba a los buenos españoles de los peligros del libe­
ralismo. Por supuesto, dada la vigencia de la Constitución, no se
Resultaba imposible no combinar elementos tradicionales con las atrevía a descalificarla por completo, pero advertía que las refor­
innovaciones que las también novedosas circunstancias obligaban mas no debían llevarse muy lejos, pues terminarían destruyendo
a tomar. Todos tuvieron algo de conservador y aquellos a los que la monarquía y la Ig1esia.35 Sustentaba su alegato en la principal
la historiografía posterior acusó de reaccionarios también ofre­ tesis del jesuita francés Augustin Barruel, autor muy prolífico y
cieron opciones "modernas". Al alegar en contra del movimiento conocido en su época. Su obra, en especial Memoires pour servir ii
de Hidalgo en la prensa, autores como Díaz Calvillo, Beristáin y l'histoire du jacobinisme, fue traducida a varios idiomas y empleada
los hermanos Fernández de San Salvador estaban convocando a por los más diversos políticos para atacar a la Revolución fran­
la opinión pública. No debemos olvidar tampoco que, tal vez de cesa, desde Edmund Burke hasta los promotores de la Santa
mala gana, estos individuos al defender el dominio hispánico ju­ Alianza. Barruel sostenía la existencia de una conspiración de
raron cumplir la Constitución liberal de 1812. También hubo los francmasones que pretendía destruir la religión y las monarquías
que creían que la implementación de las instituciones y leyes li­ cristianas, por medio de la seducción del "lema infernal: libertad e
berales (como las elecciones, los ayuntamientos, las diputaciones igualdad" .36 Los filósofos modernos, los jacobinos, los librepensa­

33 José
María Cos, "Plan de paz y guerra", Real de Sultepec, 16 de marzo de 35 Véase la edición de Rafael de Vélez, Preservativo contra la irreligión, Ma­

1812, lIustrador Americano, nlím. 5, miércoles 16 de junio de 1812. drid, Imprenta de Repullés, 1825, en Negro Pavón, 1999.
34 Torres Puga, 2004, p. 136. 36 Herrero, 1973, p. 212. El de Herrero es el mejor estudio sobre el conserva­
60 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN 61

dores, los jansenistas y otros individuos no menos malvados, eran surgen tes se hallaba una carta cifrada, en francés, que nadie en­
parte de esa conjura. tendía y de seguro, eran instrucciones napoleónicas. 38 Juan Bautis­
Fray Rafael de Vélez empleaba la teoría de la conspiración ta Díaz Calvillo llevó más allá estas ideas. Si para Beristáin cabía
masÓIÚca para advertir a los españoles que, de llevar adelante los la posibilidad de una entrevista entre el emisario francés y el pá­
planes de los liberales, tarde o temprano la monarquía hispánica rroCO de Dolores, Díaz Calvillo no tenía duda de que ésta se había
sufriría la misma suerte que la francesa, pues la falsa filosofía realizado; si el primero se refería a una carta que nadie entendía,
alentaba una idea de igualdad que a lo único que conducía era a la el segundo la descifró: eran unas "Instrucciones para fomentar el
insurrección. Algunos novohispanos pensaron que, en el virreina­ celo entre los europeos y los criollos" que constaban de ocho ar­
to, tras el levantamiento de Hidalgo, podía apreciarse lo certero tículos y detallaban la forma como se entregaría el reino a los fran­
de la sentencia de Vélez, de modo que se apresuraron a dar a las ceses. 39
prensas su obra. El mismo año de 1813 apareció la primera edición Por su parte, don Agustín Pomposo Fernández de San Salva­
mexicana, en la imprenta de María Fernández de Jáuregui, sin ma­ dor insistía en que los jefes insurgentes habían sido seducidos por
yor indicación que ser reimpresa de la versión matritense. Un año agentes masónicos, enviados por Napoleón para fomentar la in­
después, ya sin el estorbo de las leyes de libertad de prensa (por dependencia y, de esa manera, dar un descalabro más a la monar­
la abolición del régimen constitucional), apareció de nuevo, en la quía española. 4o De ahí que vinculara a los independentistas con
misma imprenta, pero en esta ocasión con una censura de don la Revolución francesa y con el liberalismo. Esto mismo había su­
Agustín Pomposo Fernández de San Salvador, en la que se descu­ cedido en 1808, cuando los oidores acusaron al Ayuntamiento de la
bría que él había promovido la edición anterior. ciudad de México de promover la soberanía popular, pese a que
Tal vez las ideas de Barruel acerca de la conjura masónica se la mayoría de los dirigentes criollos, como Juan Francisco Azcára­
habían difundido en Nueva España desde años antes -al menos te y Francisco Primo de Verdad, tenían referentes más tradiciona­
se conocían en la metrópoli desde comienzos del siglo-,37 por lo les. Años después, Azcárate aseguraría que había sido preso por
que no pasó mucho tiempo antes de vincular la insurrección de "sostener la soberanía popular", pero esto lo afirmó cuando Méxi­
Hidalgo con la mencionada conspiración. José Mariano Beris­ co ya era una república federa1. 41 La historiografía liberal poste­
táin, destacado exponente del patriotismo criollo, recordaba a fi­ rior tampoco tuvo empacho alguno en incluir a Miguel Hidalgo
nales de 1810 que un par de años antes, el agente francés Octavia­ en su genealogía. Para conseguir esto emplearon los argumentos
no O' Almívar había sido apresado en el norte y que, en su camino que los realistas esgrimieron contra los insurgentes. No dudaron
rumbo a la ciudad de México, pernoctó en Dolores, Guanajuato, en la verdad de la entrevista de O' Almívar con el párroco de Do­
donde de seguro convenció al cura del pueblo de rebelarse para lores ni en su filiación revolucionaria. No se percataron de que
destruir la paz del reino y allanar el camino a una posible con­ estas afirmaciones se hicieron para desprestigiar a los rebeldes.
quista napoleónica. En los Diálogos patrióticos del canónigo de la
38 José Mariano Beristáill., "Diálogos entre Filopatro y Aceraio", en Hernán­
Catedral de México se afirmaba que entre los papeles de los in­ dez y Oávalos, 1878, vol. 2, doc. 257. Véase también Ávíla, 2004.
39
0 laz
' Ca I villo, 1812, pp. 107-113.
·10 F
durismo español de la guerra de independencia, salvo por las conclusiones 'ernández de San Salvador, "Desengaños que a los insurgentes... diri ­
que pretenden reducir el complejo pensamiento de los teólogos reaccionarios a ge la verdad de la religión católica y la experiencia", en Carda Cantú, 1965,
una mera defensa de clase. pp. 121-128.
37 Herrero, 1973, pp. 196-197.
.
" Avila, 2002, p . 76.
CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN 63
62 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN

Muchos de los jefes del movimiento insurgente habían protestado los diputados que firmó el Manifiesto renegaba de su carácter de
en su momento ante esos ataques y negaron ser revolucionarios. re resentante. Consideraban incluso necesaria la existencia de un
Es más, cabe la posibilidad de que si D'Almívar en efecto pernoc­ c!erpo como las Cortes, pero se referían a la institución tradicio­
tó en Dolores al ser llevado preso, esto hubiera sido un motivo nal y no a la asamblea constituyente que se reunió en Cádiz. Los
para que Hidalgo se levantara en armas, pero por la razón contra­ representantes de ese posible congreso no debían representar a la
ria a la argüida por los realistas (y luego por los liberales): la pre­ nación, como creían los liberales, sino a las corporaciones y ciuda­
sencia del agente francés habría convencido al piadoso cura de des que los eligieran. Su misión sería representar ante el soberano
que, en efecto, Napoleón pretendía conquistar el reino y se hacía las peticiones y necesidades de sus electores y no "usurpar" la so­
necesaria su defensa, ante la insistencia de las autoridades en beranía, como hizo la Constitución de 1812. 42 Como puede verse,
mantener la lealtad a una metrópoli afrancesada. esto se hallaba lejos del absolutismo promovido por algunos de los
Hacia mediados de la década de 1810, el panorama parecía ministros del rey.
mejorar para quienes temblaron con la irrupción de sucesos in­ En términos generales, tanto los liberales como muchos de
controlables que empezó en 1808: Fernando VII había regresado a sus opositores, sobre todo en Nueva España, eran contrarios a lo
su trono y la insurrección en Nueva España declinaba. Muchos que llamaban el "despotismo ministerial", término que responsa­
pensaron que podían recuperar la tranquilidad perdida. No lo bilizaba a los ministros (en particular a Manuel Godoy) de la arbi­
consiguieron. La misma restauración absolutista no lo fue de un trariedad de las autoridades y las constantes violaciones de privi­
modo completo. El rey no recuperó los poderes de sus antecesores legios, derechos, fueros y libertades. Los liberales favorecían un
de forma tan simple. Por poner un ejemplo, las penurias del erario régimen representativo moderno, en el cual hubiera división de
no se resolvieron de la manera tradicional, ejerciendo el regio pa­ poderes y una nación compuesta por ciudadanos con derechos y
tronato sobre los bienes eclesiásticos, pues una medida como ésa obligaciones; mientras que los segundos hubieran preferido un
se parecía al liberalismo de las Cortes, por no mencionar el apoyo régimen pactista, en el cual las diversas corporaciones gozaran de
que la jerarquía dio al monarca. Por otro lado, pese a que los libe­ privilegios otorgados por el rey a cambio de la lealtad a la monar­
rales metieron a sus enemigos en el mismo cajón, no eran iguales quía. 43 Para quienes pensaban como los "persas", el liberalismo
los que añoraban los viejos privilegios corporativos que quienes
deseaban un monarca fuerte y absoluto. ' 2 "Representación y manifiesto que algunos diputados a las Cortes ordina­
rias firmaron en los mayores apuros de su opresión en Madrid, para que su
Lo anterior puede apreciarse en el llamado Manifiesto de los Majestad el Señor D. Fernando 7" a la entrada de vuelta de su cautividad, se
persas, una representación hecha al monarca por un grupo de dipu­ p enetrase del estado de la nación, del deseo de sus provincias y del remedio
tados en las Cortes de Madrid el 12 de mayo de 1814. La historio­ que creían oportuno; todo fue representado a S. M. en Valencia por uno de di­
chos diputados y se imprime en cum,plimiento de real orden". Hernández y
grafía ha visto este documento, firmado entre otros por el canó­
?ávalos, 1878, vol. 5, doc. 150. Una buena descripción de la propuesta de los
nigo Antonio Pérez Martínez, futuro obispo de Puebla, como una pe~sas" en Wilhelmsen, 1998, pp. 85-95.
invitación a Fernando V11 para instalar un gobierno absoluto, en 3 Carlos Seco Serrano, en una obra dedicada a la justificación del conserva­

el que no se tomaran en cuenta las opiniones, intereses y necesida­ durismo español, llama "renovadores" a quienes promovían el pactismo, como
los "persas" y "conservadores" a los absolutistas (sigue la vieja terminología
des de sus súbditos. Sin embargo, bien visto no parece absolutista, del también conservador Federico Suárez). Seco Serrano, 2000, pp. 15-21. Yo
sino cercano al pactismo tradicional o, incluso, al constitucionalis­ ~o estoy tan seguro de que el término "renovador" sea adecuado y prefiero
mo histórico, ya propuesto por Gaspar de Jovellanos. Ninguno de amar absolutista a los promotores del "despotismo ministerial" del sexenio.
CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN 65
64 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN

y los procesos revolucionarios eran consecuencia lógica de los ata­ reino Y contraria al espíritu evangélico. Toda vez que la versión
ques a los privilegios corporativos del absolutismo dieciochesco. 44 manuscrita de este documento se difundió antes de la abolición
La desaparición de tribunales especiales venía desde largo tiempo constitucional, el autor también criticó a quienes consideraban que
antes, pero los constituyentes gaditanos se atrevieron a más cosas, el extinto tribunal era opuesto a la Constitución. Para conseguir
como extinguir el Tribunal del Santo Oficio. En Nueva España, acos­ su objetivo, San Bartolomé iniciaba con la descalificación de los li­
tumbradas a la obediencia, las autoridades eclesiásticas procedie­ berales, "filósofos del día", que osaban compararse con las autori­
ron a su clausura, sin protestar; salvo por la obra del carmelita dades tradicionales: reyes católicos, concilios, santos canonizados,
descalzo fray José de San Bartolomé, El duelo de la Inquisición, aun­ padres de la Iglesia y los papas, quienes estaban "especialmente
que es de suponerse que contó con el apoyo de algunos destaca­ asistidos por Dios" .46 Como parte de la institución fundada por
dos clérigos, como el mismo Beristáin, el mercedario fray Manuel Cristo, la Inquisición no era establecimiento humano, sino divino,
de Mercadillo y el provincial de los carmelitas, fray Bernardo del lo cual haría que, tarde o temprano, fuera restablecida, algo en lo
Espíritu Santo, quienes dieron su visto bueno a la edición impre­ que el autor abundaría en su tercer apartado.
sa. Poco antes de la abolición de las instituciones constitucionales, Fray José señaló la contradicción de los constituyentes gadita­
empezó a circular en la ciudad de México el manuscrito de El due­ nos de querer preservar a la Iglesia y, al mismo tiempo, quitarle su
lo ... Después, el mismo autor daría a las prensas una Apología del protección más poderosa. Los liberales aseguraban que el pueblo
Santo Tribunal de la Inquisición, en la que señalaba el peligro de juz­ "no quiere Inquisición sino religión", lo cual parecía a nuestro au­
gar como criminales a los jueces del Santo Oficio, pues muchos de tor un sofisma: "Los pueblos no quieren Inquisición por Inquisi­
ellos habían sido canonizados por la Iglesia.45 ción; pero sí la quieren en cuanto es el medio más eficaz y a pro­
El du elo .. . constaba de tres partes, más la Apología. En la pri­ pósito para llegar a lo que quieren, que es la religión" .47 Un liberal
mera se condolía con los fieles católicos por la extinción del tribu­ podía contraatacar y asegurar que si toda la nación deseaba el
nal. La segunda, la más importante, descalificaba los argumentos mantenimiento impoluto del catolicismo, entonces no hacía falta
empleados por los liberales para desaparecer al Santo Oficio. Des­ más garante. Los liberales confiaban en las virtudes (tanto cívicas
cartaba que las condenas emitidas en el pasado por los inquisido­ como religiosas) de los individuos que integraban la monarquía, a
res fueran actos criminales, toda vez que pretendían extirpar las quienes consideraban capaces de autogobernarse (a través de sus
herejías y los peligros de la fe católica, que según el mismo texto representantes electos, por supuesto) tanto en lo político como en
constitucional, debía ser protegida por el gobierno. En especial, lo espiritual. Aquí se distanciaban de no pocos pensadores de la
San Bartolomé enderezaba lanzas contra los que argüían que la In­ época, formados en la tradición cristiana, según la cual el hombre
quisición era inútil a la Iglesia, perjudicial a la prosperidad del es pecador y, por lo mismo, requerido de alguien que lo dirija a la
salvación. 48
44 Acerca del liberalismo como culminación de un proceso iniciado por la José de San Bartolomé emplearía este argumento en contra de
monarquía absolutista, en especial en cuanto al control de la Iglesia. Véase Fa­
la suposición de que un pueblo católico conservaría por sí mismo
rris, 1996.
45 La Apologfa del Santo Tribunal de la Inquisición en la memorable historia del
su religión: "Siendo anexo a la condición humana el error y la de­
ílustdsimo señor D. Fr. Bartolomé Carranza apareció, con alguna certeza, antes
del desmantelamiento de las instituciones liberales por Fernando VII. La ver­ 46 San Bartolomé, 1814, p. 7.

sión consultada se encuentra añadida en la edición de El duelo ..., impresa des­ ,7 Ibid, p . 13.

pués de la restauración regia. San Bartolomé, 1814. 48 González, 1989, p. 57; Ávila, 2003.

CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN 67


66 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN

ficiencia, la limitación e ignorancia, ningún sistema diplomático o denci a de sus miembros. La orden se hallaba cerrada a los españo­
legal alcanza a ser remedio de todos los males. Sólo en el cielo no les nacidos en América y durante mucho tiempo sólo permitió el
hay defectos; en la tierra no existe ningún sistema humano perfec­ ingresO en la Península. Éste no fue el caso de fray Bernardo, quien
to". De ahí la necesidad de mantener un instituto divino, como el vistió el hábito a los 18 años en la ciudad de Puebla, adonde había
Tribunal de la Fe. Para muestra, bastaba observar lo que sucedía llegado de la metrópoli dos años antes. Nacido en la villa monta­
en los países donde el Santo Oficio se había extinguido y lo que ñosa de Comillas, en Santander, el 20 de mayo de 1759, permane­
ocurría en la misma monarquía española. Al quitar la preserva­ ció casi toda su vida en conventos novohispanos; realizó una pa­
ción, iba en aumento el número de francmasones e incrédulos, ciente carrera que lo encumbraría, a finales de 1817, al obispado
que promovían la libertad de conciencia y pretendían destruir la de Sonora.50 Para 1815, fray Bernardo era ya provincial de su or­
religión mediante la difusión de ideas como la libertad, la igual­ den y se hallaba vinculado con algunos de los más destacados
dad, la regeneración y felicidad de la patria. Los sucesos de la me­ miembros del cabildo catedralicio de México y de la restablecida
trópoli a partir de la reunión de las Cortes y los de Nueva España Inquisición. Ya sin Constitución, en una Exhortación pastoral po­
desde 1810 eran ejemplo claro de los inútiles empeños de los hom­ día exponer, sin los ambages de su discípulo San Bartolomé, sus
bres para gobernarse sin las instituciones divinas. No debía olvi­ creencias acerca de la naturaleza humana y los riesgos del libera­
darse (como insistiría en ello, años después, Bernardo del Espíritu lismo: "Es grande la flaqueza humana, poderosos los enemigos,
Santo) que la potestad "no [es) del pueblo, del Rey ni del Papa, muchos los tropiezos, nuestras luces, si no nos vienen del cielo, son
sino de Dios: omnis potestas est a Deo... Per me reges regnant". De­ escasas, la naturaleza corrompida en su origen flaca y defectible,
bido a que todavía se hallaba vigente la Constitución, San Bartolo­ nuestra alma dependiente de los sentidos en sus operaciones, ex­
mé reconocería que la soberanía podía, en forma, pero no en puesta a la seducción y al error" .51
modo, residir en el pueblo; pero esta proposición no dejaba de pa­ ¿Qué podía esperarse de la condición humana? Cosas como
recer peligrosa. 49 "la revolución tumultuaria de que se halla agitado el reino" suce­
Quedaba poco tiempo a la Carta de 1812, de modo que no dían cuando se olvidaba la necesidad de recurrir a lo que "nos
hubo respuestas (no públicas, por lo menos) a El duelo... hasta el viene del cielo", además de entorpecer las labores de los prelados.
restablecimiento de 1820. El sexenio absolutista dejó las prensas El más grave de los pecados capitales, la soberbia, se encontraba
en manos de gente como San Bartolomé y el provincial de los car­ en la creencia de que los hombres corruptos; pueden gobernarse
melitas descalzos, el futuro obispo de Sonora, fray Bernardo del sin instituciones divinas, como la Iglesia o la monarquía. En Elli­
Espíritu Santo. La orden dirigida por fray Bernardo, a diferencia beralismo y la rebelión confundidos por una tierna y delicada doncella,
de otras más conocidas, como los franciscanos y los dominicos, no José de San Bartolomé confrontaba los valores tradicionales del
estuvo involucrada en el proceso de conquista espiritual iniciado cristianismo con los que impulsaba el liberalismo. El 15 de mayo
en el siglo XVI, por lo cual carecía de doctrinas y de contacto con de 1816, el carmelita pronunció un sermón en el que ponderaba la
la población indígena. Era, en el sentido más estricto, una orden decisión de María Encarnación Carcía Cervantes de ingresar al
contemplativa, desterrada del siglo, como testificaba el desierto de convento de Santa Teresa la Antigua. Por supuesto, San Bartolo­
alguno de sus conventos. Otra de sus características era la proce­ mé suponía que ese acto había sido producto del albedrío de la
50 Encinas y Galindo, 1825.

49 San Bartolomé, 1814, p. 97. 51 Espíritu Santo, 1815.

68 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN 69


joven, algo que para un liberal resultaba incomprensible: elegir, trar la capacidad de los varones virtuosos de "rebajarse" . Cuando
en libertad, ser sumisa y obediente a una regla. Recuérdese que la María Encarnación se humillaba, al renunciar al mundo, en reali­
Constitución de Cádiz había excluido a los regulares de la ciuda­ dad se hacía más grande a los ojos de Dios. Al abdicar al dominio
danía con derecho para participar en las elecciones, pues al hacer de su voluntad y sacrificar sus sentidos se hada "más libre, más
voto de obediencia renunciaban a su propia voluntad, de modo señora de sí misma, más exenta de miseria, más preservada de la
que eran incapaces, en un sentido estricto, de formar parte de un corrupción, más remota del pecado":
pueblo soberano de sus actos. Las opiniones críticas de los libera­
les españoles se unieron a las de los ilustrados dieciochescos, que La verdadera y legítima libertad del hombre no consiste en pecar
consideraban perniciosa la vida conventual para el desarrollo de sino en alejarse de sus ocasiones y peligros, no en abusar de los
las sociedades. Los miembros de las órdenes religiosas, desde el dones del Creador sino en su buen uso y rectificación, no en su­
punto de vista liberal, eran lo más alejado del ideal de un ciuda­ mergir las potencias del alma en los sentidos sino en la sujeción
dano, no sólo por la relajación en la que habían caído sino porque de éstos a ellas, no en la repartición disparatada de los objetos
al aceptar la regla renunciaban a la igualdad y libertad. sino en su reunión al último fin del hombre que es Dios, no en
José de San Bartolomé señalaba que "las voces decantadas de eximirse de las leyes sino en sujetarse a ellas más y más.53
libertad e igualdad han sido dos colosos demasiado especiosos
sobre cuyas débiles bases se han levantado suntuosos torreones".52 En 1820, el restablecimiento de la Constitución no calló las voces
El constitucionalismo españoL promotor de la primera de esas vo­ de los individuos a los que se empezaba a identificar como "ser­
ces, había mostrado su fragilidad . Por su parte, los insurgentes al viles". Es verdad que las autoridades civiles y eclesiásticas se vie­
desconocer las naturales jerarquías habían puesto el reino en un ron obligadas a obedecer e, incluso, a hablar bien de la Constitu­
estado de destrucción y ruina que costaría mucho trabajo superar. ción que años antes habían rechazado. Sin embargo, no dejaron de
En el fondo, liberales españoles e independentistas habían sido mostrar cierta inconformidad, incluso en los edictos en los que
presas de los mismos errores y de su humana ignorancia: "Si los ordenaban la jura y sujeción a la Carta de Cádiz. El arzobispo de
liberales presumen de sabios, siendo en realidad ignorantes y ne­ México, Pedro José Fonte, reconocía que debido al mandato evan­
cios, también los rebeldes de América presumen de ser fuertes, gélico, "siempre inculcaremos la obediencia a la legítima potes­
siendo débiles, ruines y miserables" . De nuevo, como ya había se­ tad civil, mientras ésta no mande ofender a Dios, y estamos muy
ñalado BarrueL la soberbia era el mal del siglo. Una cosa era que seguros de que no tiene ese objeto la Carta y Ley fundamental de
los "mayores", en cumplimiento de los mandatos del cristianismo, la Monarquía española".54 No obstante, en el mismo documento
se confundieran con los "inferiores", en prueba de humildad, como alertaba a su grey en contra de quienes querían convertir la liber­
hicieron tantos santos varones en el pasado, y otra muy diferente tad en libertinaje. También tocaba un punto muy sensible para los
que los pobres quisieran los bienes de los ricos, que los ignorantes Opositores del liberalismo: la nueva y definitiva supresión del Tri­
despreciaran a los sabios y los enfermos maldijeran a los sanos. bunal del Santo Oficio. En principio, Fonte no podía oponerse a
Para nuestro autor, la igualdad no significaba la abolición de las esa medida de las Cortes, pero no se olvidó de "consolar" a su re­
jerarquías; al contrario, éstas debían mantenerse para mejor mos­
53 ¡bid, p. 14.

52 San Bartolomé, 181 7, p . 9. 5-1 Ponte, 1820.

71
CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN
70 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN
57
. les francmasones y otros filósofos modernos. Alvarado

baño al recordar que, si bien la Inquisición había desaparecido, el lIbera ,uy original en sus propuestas. En realidad,
.
su papel fue
alto clero estaba c"a pacitado, en tanto heredero de los apóstoles, nO era m
de diVUlgador de los grandes tratados de fray Rafael de Vélez y de
para custodiar y celar la pureza de la religión. Augustin Barruel. San Bartolomé también conocía a Vélez, y no só­
El comentario del arzobispo se debió, con toda posibilidad, al lo por las ediciones de Fernández de San Salvador, pero Alvara­
debate que surgió en la ciudad de México a resultas de un im­ do (quien firmaba como El filósofo rancio, para diferenciarse de los
preso titulado Aviso amistoso. En él se hacía una lista de publica­ modernos) le sirvió para enfrentarse a los panfletistas liberales,
ciones recibidas "por un esquife arranchador" y que se ponían en que nO se preocupaban mucho por la calidad de sus argumentos.
venta. Entre ellas se hallaba un "Duelo o exequias por Fr. José de El duelo ... había sido escrito para hombres cultos, según aseguró
S. Bartolomé en un tomo en 4°, obra muerta en el día, escrita cuan­ su propio autor, pero ante el ataque del Aviso amistoso, San Barto­
do se creyó muerta la niña que dormía".55 Sin tardanza, fray José lomé tuvo que presentar sus ideas a un público más amplio, de
se apresuró a responder a esta censura. En una vindicación de su ahí que recurriera a El filósofo rancio. Fray José podía detestar con
obra El duelo ..., firmada con el seudónimo de "Un doliente de la toda su alma al pueblo, pero en este debate tuvo que buscar su
Inquisición", se quejaba de la libertad con que se escribía de cual­ aprobación. Hasta los antiliberales necesitaban recurrir, de vez en
quier tema, con lo cual se cometía abuso de la Constitución, pues cuando, al tribunal de la opinión. Así, en El duelo vindicado, el au­
ésta sólo daba libertad para escribir sobre asuntos políticos y no tor dejó de lado la teología y se acogió a argumentos más adecua­
religiosos. El duelo ... era una obra de este tipo, escrita para sabios y dos para el vulgo, como el patriotismo. La Inquisición era una ins­
no para el vulgo, de modo que veía mal que se le criticara en un titución española cuya destrucción buscaban desde hacía tiempo
panfleto. En realidad, el Aviso amistoso no discutía ninguno de los los herejes (como los ingleses y franceses), los conspiradores ma­
argumentos de San Bartolomé, por lo cual éste se limitó a criticar sónicos de la tesis de Barruel y los incautos que se habían dejado
la falta de respeto con que se trataba a los eclesiásticos, propiciada
. seducir.
porque "los religiosos están ahora de pasiva".56 Del mismo modo, El "Doliente de la Inquisición" no creía que pudiera acusárse­
aseguraba que dada la nueva extinción del Tribunal de la Fe, El due­ le de oponerse a las instituciones liberales restablecidas: "Una co­
lo ... seguía siendo una obra pertinente, pues debía consolar a los do­ sa es la Constitución -afirmaba- Y otra los malos constituciona­
lientes. Se sujetaba, como buen cristiano, a las disposiciones de las les" .58 Sin embargo, no es difícil imaginar la airada respuesta que
autoridades. No se oponía a la supresión de la Inquisición, pero obtuvo de la mayoría de los publicistas de la época, que lo acusa­
nadie podía prohibirle que se lamentara por eso y, según parecía, ron de servil y, por lo tanto, de pretender destruir la Constitución
mucha gente pensaba como ét tal como probaban los 1500 ejem­ y las instituciones liberales. Quizá la mayoría de las respuestas
plares que se hicieron de El duelo .. ., vendidos en la ciudad de que recibió San Bartolomé se limitaban a descalificarlo, sin ma­
México y el resto del virreinato, amén de los que salieron rumbo a yor discusión. "Un amigo de liberato antiservilio" aseguraba que si
Perú, Guatemala y a la misma Península. los dolientes de la Inquisición eran, según la vindicación, los es­
Fray José seguía de cerca las propuestas de Francisco Alvara­ pañoles "legítimos de cuño antiguo, luego toda la nación española
do, un clérigo opositor a las Cortes y a la Constitución que, a par­
57 hancisco Alvarado, Obras escogidas del filósofo rancio, 2 vol s., Madrid, y
tir de 1812, empezó a publicar unas Cartas contra los jansenistas, u

La~8CIencia tomista" 1912 en Negro Pavón 1999.


!
Antiservilio, 1820, p. 2.

I '
55
, San Bartolomé, 1820a, p. 3.
56 San Bartolomé, 1820a, p. 1.

CUANDO SE CANONIZO LA REBELION 73


72 CUANDO SE CANONIZO LA REBELION

es de españoles espurios", pues nadie se había lamentado por la s recuerdan a los de fray Rafael de Vélez, para quien buena par­
extinción de tan detestado tribuna1. 59 : de los discursOS contra el tribunal se referían a "errores prácticos
Fray José de San Bartolomé se negó a discutir con esta "runfla de los inquisidores" y al uso de reglamentos que no regían. Los
de papeles". En cambio, sí dedicó una Respuesta, en cuatro cuader_ añoles que lo atacaban sólo estaban haciendo el juego a la Le­
es P .
nillos, al ataque que le hizo José Joaquín Fernández de Lizardi en yenda Negra, a las "imputaciones falsas con que injuriaban a la
el número 15 del periódico El Conductor Eléctrico. Como es sabido, España hacía más de un siglo la herejía y los filósofos". 61 Fray José
El pensador mexicano compartía muchas de las características de otros también incluyó una curiosa defensa del servilismo. Admitía la dis­
publicistas plebeyos de la época, por lo cual no es de extrañar el tinción que hacía Lizardi de liberales y serviles, y hasta se sentía a
empleo de una ironia algo torpe y de la descalificación personal. gusto por pertenecer al segundo grupo. Consideraba que entre los
En el "Paño de lágrimas para un doliente de la Inquisición", hada primeros los había libertinos y moderados, mientras que entre
mofa tanto del autor del Aviso amistoso como de San Bartolomé. los segundos había preocupados o prejuiciados e ilustrados. Tal vez
No creía que se hubiera impreso la enorme cantidad de ejemplares algunos serviles temían a las nuevas instituciones, pero incluso
de El duelo..., de modo que se burlaba diciendo que, de seguro, su ellos eran más constitucionalistas que los liberales, toda vez que
autor no pudo venderlos y ni siquiera regalarlos. Pero sus críticas por mandato divino estaban obligados a obedecer a las legítimas
eran más agudas: "Si el doliente adora este lóbrego tribunal, acaso autoridades. En cambio, "el liberal afecta siempre la posesión de
habrá subsistido a sus expensas". su libertad, a pretexto de mejoría, de que se sigue que con la facili­
Fernández de Lizardi no podía estar de acuerdo con San Bar­ dad que se desprende de la primera ley, trate de desprenderse de
tolomé, cuando éste aseguraba que lamentar la extinción del Santo la que le sucedió" .62 ¿Sobre qué bases pretendían los liberales cons­
Oficio no implicaba desobedecer la Constitución. Si se afirmaba truir un nuevo orden, si su principio era la destrucción de cual­
que la Inquisición había sido justa, santa y rectísima, luego "las le­ quier orden vigente?
yes que [la] han demolido son injustas, perversas, inicuas".6o ¿Qué En Nueva España ya se había padecido lo que hombres como
hubiera sucedido, se preguntaba El pensador, si en 1814 o 1815 al­ Vélez señalaron que sucedía cuando se proclamaba la igualdad y
guien hubiera hecho un Duelo por la justa, santa y recta Constitu­ la soberanía popular. 63 Por eso, para muchos el restablecimiento
ción? De seguro hubiera sido acusado de criminal por el gobierno constitucional amenazaba con hacer volver la desazón de los días
y, con toda posibilidad, por el mismo Tribunal de la Fe. No había de la insurrección. La libertad de prensa había permitido que opi­
duda alguna: el doliente era un servil, descontento con las institu­ niones opuestas a la religión se manifestaran sin recato alguno .
ciones liberales restablecidas. Las voces en contra de las órdenes religiosas empezaron a oírse
Como mencioné, fray José de San Bartolomé dio respuesta a desde mediados de 1820, como anticipo de los decretos de las Cor­
esta impugnación, aunque no de un modo completo. Sus argumen­ tes que expulsaron a los jesuitas y suprimieron a los hospitalarios,

59 "Un amigo de...", 1820a, p. 3. Corno secuela de este debate, aparecieron a


6\ Nótese de nuevo la tesis de la conspiración masónica. Vélez, Apologta del
finales de 1820 varias obritas en las que se hacía la historia del Santo OficiO;
véase El Americano, 1820. También se reimprimió en México un folleto que ~tary del trono, lvladrid, Imprenta de Repullés, 1825, vol. 1, p. 243, en Negro
había visto la luz en España, un testamento de la Inquisición, en el que se de­ aVon, 1999. Al parecer, la primera edición fue de Madrid en 1818. En 1822,
claraba culpable de un sinnúmero de crímenes. Anónimo, 1820a. Véase tam­ Ale~~ndro Valdés imprimió la primera mexicana.

bién Torres Puga, 2004, pp. 181-186. 63 S~n Bartolomé, 1820b, vol. 1, p. 6.

60 Fernández de Lizardi, 1820, p. 123.


Velez, Apología, vol. 2, pp. 3 Y 66, en Negro Pavón, 1999.

75
74 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN

como betlemitas, juaninos e hipólitos. Las reacciones no se hicie_ in uisidor José Tirado, fueron los que participaron en las re­
ron esperar. 64 En Puebla, en la imprenta "liberal" de los hermanos eX .o;es del Oratorio de San Felipe Neri, en la ciudad de México.
Troncoso, apareció a comienzos de 1821 una publicación titulada :merosos de que los sucesos de la metrópoli ocasionaran alte­
He aquí los planes de la falsa filosofía contra la religi6n y el Estado, Con raciones en el virreinato, decidieron impedir la publicación de la
toda posibilidad bajo los auspicios del obispo de esa diócesis, An­ constitución Y depositar el gobierno en manos de Juan Ruiz de
tonio Pérez Martínez. Se trataba de una apretada glosa, con tras­ Apodaca. Para conseguir estos objetivos, buscaron un "jefe militar
cripción de párrafos enteros, del Preservativo contra la irreligi6n de de crédito" como lo fue, según esta versión, Agustín de Iturbide,
fray Rafael de Vélez. quien también participaba de los ejercicios espirituales de La Pro­
Este impreso procuraba quedar bien con la Constitución al fesa. 66 Como ha señalado Ernesto Lemoine, hay una imprecisión
afirmar que "los derechos del hombre son unos mismos en todos en el relato del historiador conservador, pues las noticias del res­
los países de la tierra e inmutables en la sucesión de los siglos". tablecimiento de las instituciones liberales no se supieron en Nue­
Empero, ésta no era una declaración de adhesión al liberalismo, co­ va España antes del 25 de mayo de 1820 y Apodaca hizo el jura­
mo se podía leer a continuación. Los seres humanos vivían sujetos mento de la Constitución el 31 de ese mes. 67 Esto quiere decir que
a una ley natural procurada por el Creador (versión más cercana la célebre conspiración de La Profesa se redujo a unas cuantas reu­
al jusnaturalismo cristiano), según la cual, entre otras cosas, cada niones. Otros historiadores, como Jaime E. Rodríguez O., insisten
hombre debía procurar la conservación de su propia comunidad y en que el Plan de Independencia proclamado en Iguala tuvo su
de su patria. Sin embargo, "de esta ley natural [parecía que] debe­ origen en las tertulias de los autonomistas, mientras que Jaime del
rán eximirse ciertos hombres", a saber, los "iluminados, materialis­ Arenal o Timothy E. Anna sostienen que fue el mismo Iturbide
tas, ateos, incrédulos, libertinos, francmasones e impíos", quienes quien lo negoció con varios individuos. 68 No me parece que sean
formaban una "secta" que hoy llamaríamos internacional, desti­ propuestas excluyentes. Es muy posible que los elementos de apo­
nada a acabar con la religión y las monarquías cristianas. Al final, yo al constitucionalismo en el Plan de Iguala provinieran de los
se llamaba la atención a los buenos españoles para prevenirse de grupos liberales con los que el coronel Iturbide entró en contacto;
estos males, pues se hallaban "al borde del precipicio en que se pero no descartaría tampoco que otros puntos del mencionado plan
estrelló Francia". 65 los hubiera tratado con los participantes en las reuniones de La Pro­
Como puede apreciarse, el restablecimiento de la Constitu­ fesa. Al menos, esto lo sugiere el apoya de personas como Monte­
ción puso en alerta a estos carmelitas, a los ex inquisidores y a agudo al movimiento trigaranté9 y la cercanía de Iturbide con va­
otros miembros más del alto clero, entre quienes se contaban los rios clérigos, como Tirado y Pérez Martínez. .
que dieron sus pareceres a las publicaciones de San Bartolomé. Se­ . La defensa de la religión estuvo presente en la mayoría de los
gún Lucas Alamán, algunos de estos individuos, como el canóni­ discursos que favorecieron el Plan de Iguala y la Independencia.
go Matías de Monteagudo, el oidor regente Miguel Bataller y el
:: Alam~n, 1852, vol. v, p. 51.

64La mayoría de los decretos no se conocieron hasta finales de 1820 o prin­ 68 Lemome, 1990, p . 287.

cipio de 1821, rumores anteriores pusieron en guardia a los defensores de las


r. Rodríguez O ., 2003, pp. 316-326; Arma, 1991, y Del Arenal, 2002. Un aná­
lSlS del debate acerca del liberalismo en la consumación de la independencia
mencionadas órdenes. Véase F. R., 1820 (respuesta contra A. R., 1820); Anóni­
en Breña, 2000.

mo, 1820b; Bustamante, 1820 (acerca de los abusos por la libertad de prensa).
69 Monteagudo, 1821.

65 Anónimo, 1821.
CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN
77
76 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN
1reino de una temida conquista napoleónica y quienes se opusie­
De nuevo, desde el punto de vista del historiador contemporáneo,
la promoción que hizo Iturbide del constitucionalismo y de la in­ ~n a la insurrección para no "canonizar la rebelión" juraron en
tolerancia pudiera parecer contradictoria. Sin embargo, como ha 1812 una Constitución que sancionaba la soberanía nacional.
.contradicciones? Sólo desde nuestro punto de vista. En realidad,
recordado Jaime del Arenal, el movimiento trigarante favorecÍa
un orden constitucional adecuado a las circunstancias y caracterís_
~n un entorno tan cambiante hasta para conservar había que intro­
ticas del país, lo cual incluía el mantenimiento de la religión y de ducir novedades.
puede parecer paradójico, pero no había muchas diferencias
los privilegios eclesiásticos'!o Muchos autores, como Manuel de la
Bárcena, creían -siguiendo a Montesquieu- que cada "clima" re­ en el discursO de quienes se unieron a la insurgencia y el de sus
detractores. Se temía a la herejía, a Napoleón ya la pérdida de va­
quería leyes propias'!! Los miembros del Oratorio de San Felipe
lores cristianos Y españoles. Se empleaba el argumento de la exis­
Neri podían estar de acuerdo con estas ideas. Como bien sabían,
tencia de una conjura de francmasones Y librepensadores para
la palabra "libertad" tenía muchos significados y si el primer ar­
acabar con la religión y el trono y se atribuía participación en ella
tículo del Plan de Iguala garantizaba que la religión del naciente
al enemigo político. Bien conocida es la propaganda contra Hidal­
• Imperio mexicano "es y será la católica, apostólica, romana, sin
tolerancia de otra alguna", entonces la libertad que se ganaría se­
go por parte de teólogos, ilustrados y abogados temerosos de la
rebeldía popular. Sin embargo, los mismos insurgentes achacaban
ría la cristiana, la verdadera.
a los realistas parte en la mentada conjura, pues al mantener la
terca sumisión al gobierno de España, inficionado de herejía y
afrancesamiento (cargo que se hizo aun a Fernando al volver de
CONCLUSIÓN: ¿DON ANTONIO SIEMPRE EL MISMO?
su prisión), arriesgaban el orden y la salvación espiritual de los
La emancipación significó cosas diferentes para grupos diferentes. habitantes del virreinato.
La hipótesis de la conjura francmasónica tuvo amplia difu­
Los serviles tal vez pensaron que se conseguía la conservación de
sión en Nueva España, al menos sus principales tópicos de hallan
la libertad e igualdad cristianas, a cambio de unas cuantas conce­
en buena parte de los panfletos, periódicos y otros impresos que
siones a los constitucionalistas. Tampoco tuvieron empacho en
circularon en esos años, amén de aparecer en sermones y catecis­
participar en los debates en la prensa para convencer al público de
mos. La presencia de agentes para seducir incautos en contra de la
sus ideas, aunque nunca concederían que el pueblo tuviera capa­
religión y el Estado se convirtió en una argucia para descalificar a
cidad para opinar en asuntos políticos y religiosos. Después de la
los opositores políticos. De a1ú que los autoproclamados defenso­
crisis del orden monárquico, era imposible dar marcha atrás. In­
res del altar y del troho emplearan medios publicitarios para ilus­
cluso los que deseaban mantener las cosas como antes debían par­
trar a los ingenuos. Era imperioso, sobre todo, mostrar los peligros
ticipar de elementos de una cultura política moderna. Los defen­
de los"decantados" términos "libertad" e "igualdad" de los filó­
sores de los derechos del rey en el virreinato no hallaron mejor
sofos modernos. Publicistas serviles, como José de San Bartolomé
manera, en 1808, que promover el juntismo. Los golpistas de sep­
y Bernardo del Espíritu Santo, confrontaron el sentido de esas
tiembre de ese año no dudaron en invocar al pueblo para justificar
palabras para los liberales, con el "verdadero" significado que te­
sus actos. Hidalgo se levantó en armas para proteger la religión y
nídan, por supuesto, verdadero desde el cristianismo. La protección
70 Del Arenal, 2002, pp. 121-139.
e la rel'19lOn
" y la defensa del trono fueron elementos presentes en
71 Ávila, 2003.

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CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN
78 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN
de la república, viviría medio muerto, añorando el glorioso pasado.
el Plan de Iguala; no importaba que también promoviera el esta­
En sorna, en impresos como éstos se empezaría a pintar la imagen
blecimiento de una Constitución, pues ésta se adaptaría a las cir.
cunstancias y características del reino. 72 del conservador que los liberales y sus herederos mantendrían du­
rante décadas. No se preocuparon por entender a los serviles, era
Los publicistas liberales no pudieron percatarse de que lOS
pensadores serviles estaban dispuestos a adaptarse, siquiera (y todavía es) más fácil cosificarloS.
un poco, a las nuevas circunstancias. A finales de 1820 apareció un
folleto anónimo en el que se hacía un retrato del absolutista. DoPl
BIBLIOGRAFíA
Antonio siempre el mismo era un español castizo, rancio, un poco alar­
mado por el restablecimiento de la Constitución, pero capaz de
A. R, El amante de la Constitución, México, Mariano Ontiveros, 1820.
sobrevivir en las nuevas circunstancias, como "demostraban" las
Alamán, Lucas, Historia de Méjico desde los primeros movimientos que

siguientes publicaciones dedicadas a Don Antonio que aparecieron


prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente,

en 1821. Un año después, el testamento de este personaje prego­


naba su muerte, debida a la independencia, pero todavía en 1825 vol. v, México, J. M. Lara, 1852.
Anderso , W. Woodrow, "Reform as a Means to Quell Revolution",
el título de un folleto señalaba que Aunque se muden gobiernos, don n
en Nettie Lee Benson (ed.), Mexico al1d the Spanish Cortes 1810­
Antonio no se va. 73 El servil era, para estos propagandistas, un indi­
1822. Eight, Austin, The University of Texas, 1966, pp. 185-207.
viduo privilegiado, en realidad sandio, aunque presumiera de
Anna, Timothy E., El imperio de Iturbide, México, Conaculta-Alianza
culto, pues sólo sabía el catecismo y algo de retórica. Vivía de sus
vínculos con instituciones represoras, como la Inquisición, y había Editorial, 1991
Anónimo, Catecismo civil y polftico y breve compendio de las obligaciones
adquirido su fortuna por la explotación del pueblo, al cual trataba
del español, conocimiento prdctico de su libertad, y explicación de su
de mantener ignorante por todos los medios para hacerse pasar
enemigo, muy útil en las actuales circunstancias, puesto en forma de
así por superior. Detestaba la libertad y la igualdad, por lo que vio
peligrar su posición desde el establecimiento de las instituciones didlogo, Puebla, s. e., 1808.
Anónimo, Testamento y última voluntad de la Santa Inquisición y pública
liberales en 1820. Luego de la independencia y tras la instauración
declaración de sus culpas, México, Mariano Ontiveros, 1820a.
72 México no fue el único caso de esta convivencia de concepciones dife­
Anónimo, Didlogo entre un ciudadano y su cosinera [sic], Puebla, Im­
rentes de términos como "libertad" e "igualdad"; véase el caso de los EstadOS
Unidos en Ferguson, 2004. prenta de San Felipe Neri, 1820b.
73 Los folletos dedicados a este personaje son Don Antonio siempre el mismo, Anónimo, He aquí los planes de la falsa filosofía contra la religión y el Esta­
México, Oficina de Valdés, 1820; Respuesta al apoderado de don Al1tonio, México, do, Puebla, Troncoso Hermanos, 1821.
José María Benavente, 1821; Ya 110 es don Antonio el mismo, México, Imprenta
Antiservillo, Aviso amistoso, México, Alejandro Valdés, 1820.
Imperial de D. Alejandro Valdés, 1821; No hiciera el mismo demonio las COS(l;; de
dOI1 Antonio, México, Oficina de Betancourt, 1822; La muerte de don Antonio, Mé­ Arenal, Jaime del, Un modo de ser libres. Independencia YConstitución en
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México, Imprenta de don J. M. Benavente, 1822 y Aunque se muden gobiernos, Arzate González, Sandra, "La Real Audiencia de México durante la
don Antonio 110 se va, México, Imprenta de D. Mariano Ontiveros, 1825. TodOS
los folletos son anónimos, si bien tengo sospechas de los posibles autores (en ~erra de independencia (1808-1814)", tesis de licenciatura, Mé­
efecto, son varios). En estos momentos estoy preparando un ensayo sobre I.a XICO, UNAM, 2001.
imagen de los serviles en los liberales a partir de este tipo de impresos. Los CI­
tados se hallan en Papeles, 1968, pp. 43-68.
CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN 81
80 CUANDO SE CANONIZÓ LA REBELIÓN

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