1. Modelo de evitación de la preocupación y TAG (MEP)
2. Modelo de intolerancia a la incertidumbre (MII)
3. Modelo Meta cognitivo (MMC)
4. Modelo de Desregulación de la Emoción (MDE)
5. Modelo basado en la aceptación del Trastorno de ansiedad generalizada (MBA)
Modelo de evitación de la preocupación y TAG (MEP) El Modelo de Evitación de la Preocupación y el TAG (MEP; Borkovec, 1994; Borkovec y col., 2004) se basa en la teoría del miedo en dos fases de Mowrer (1974) y también deriva del modelo de procesamiento emocional de Foa y Kozak (Foa & Kozak, 1986; Foa, Huppert & Cahill, 2006). El MEP afirma que la preocupación es una actividad lingüística verbal basada en el pensamiento (Begar, Zuellig & Borkovec, 2005; Borkovec & Inz, 1990) que inhibe las imágenes mentales vividas y la activación somática y emocional asociadas. Esta inhibición de la experiencia somática y emocional evita el procesamiento emocional del miedo que es teóricamente necesario para una exitosa habituación y extinción (Foa & Kozak, 1986; Foa y col., 2006). Por otra parte, la mejora de la experiencia somática y emocional puede conducir al procesamiento eficaz de señales emocionales. La habituación y la extinción se hacen posibles por medio de la exposición al espectro completo de señales de miedo, incluido el propio estímulo temido, así como el significado potencial detrás del miedo (Foa & Kozak, 1986). Por tanto, la ineficaz para la resolución del problema y consecuentemente de eliminar una amenaza percibida, mientras se evitan simultáneamente las experiencias somáticas y emocionales aversivas que se producen instintivamente durante el proceso de confrontación del miedo (Borkovec y col., 2004). Además, la experiencia de preocupación se refuerza negativamente. Según el MEP, imágenes mentales catastróficas que hacen su propio camino en el proceso de preocupación son reemplazadas por una actividad lingüística oral menos angustiosa, menos somáticamente activadora. Por tanto, la preocupación se refuerza negativamente por la eliminación de imágenes aversivas y temerosas (por Ej. Borkovec, 1994; Borkovec y col., 2004). Además, la preocupación se refuerza aún más por creencias positivas, tal como una creencia que preocupa es útil para la resolución de problemas, motivar el rendimiento y evitar futuros resultados negativos. Las creencias positivas se refuerzan cuando no se producen futuros acontecimientos negativos o se gestionan eficazmente, reforzando aún más la preocupación (para una representación visual del MEP véase la Fig.1). Además de destacar el proceso básico de la preocupación, Borkovec y colaboradores han explorado posibles factores etiológicos de la preocupación (Borkovec y col., 2004; Sibrava y Borkovec, 2006). Borkovec y colaboradores han sugerido el posible impacto de pobres habilidades interpersonales en el mantenimiento del TAG (Sibrava y Borkovec, 2006). Además han planteado la hipótesis de que acontecimientos en las primeras etapas de la vida, tales como un trauma pasado y estilos de apego inseguros, pueden conducir al consecuente desarrollo de TAG (Borkovec y col., 2004). Algunos investigadores han sugerido que un estilo de apego inseguro (Bowlby, 1982) pueden derivar en problemas difusos de ansiedad en la infancia que persisten en las relaciones de adulto (Cassidy, LichtensteinPhelps, Sibrava, Thomas & Borkovec, 2009; Sibrava & Borkovec, 2006). Se ha planteado la hipótesis de que un apego inseguro ocasiona que los individuos perciban el mundo como un lugar peligroso y los individuos con TAG no tienen recursos suficientes para afrontar acontecimientos inciertos.
Modelo de intolerancia a la Incertidumbre (MII) El primero de estos modelos
destaca el papel de la intolerancia a la incertidumbre (II) en el desarrollo y el mantenimiento del TAG (por Ej. Dugas y col., 1995; Dugas, Buhr & Ladouceur, 2004; Dugas, Gagnon, Ladouceur & Freeston, 1998; Freeston y col., 1994). Según el modelo de intolerancia a la incertidumbre (MII) los individuos con TAG encuentran las situaciones de incertidumbre o ambigüedad como “estresantes y molestas” (Dugas & Koerner, 2005, p. 62), y experimentan preocupación crónica en respuesta a esas situaciones. Estos individuos creen que la preocupación les servirá o para ayudarles a afrontar más eficazmente los acontecimientos temidos o para prevenir que se produzcan esos acontecimientos (Borkovec & Roemer, 1995; Davey, Tallis & Capuzzo, 1996; Tallis, Davey & Capuzzo, 1994). Esta preocupación, conjuntamente con los sentimientos de ansiedad que la acompañan conduce a una orientación negativa al problema y a evitación cognitiva, los cuales a su vez sirven ambos para mantener la preocupación. Concretamente, los individuos que experimentan un orientación negativa al problema (1) tiene falta de confianza en su capacidad para resolver problemas, (2) perciben los problemas como amenazas, (3) se frustran fácilmente cuando se enfrentan a un problema y (4) son pesimistas acerca del resultado de los esfuerzos para resolver el problema (Koerner & Dugas, 2006). Estos pensamientos sirven para exacerbar su preocupación y ansiedad. Igual que en la conceptualización original del TAG de Borkovec (Borkovec, 1994), la evitación cognitiva se refiere al uso de estrategias cognitivas (por Ej. sustitución del pensamiento, distracción, supresión del pensamiento) que facilita la evitación de la excitación cognitiva y de imágenes amenazantes asociadas con la preocupación (Dugas & Koemer, 2005). Dugas y col. En 1998 observaron que la II sirve para disparar la cadena de preocupación, orientación negativa al problema, la evitación cognitiva y para argumentar que la intolerancia a la incertidumbre también afecta directamente a los problemas de orientación y al grado de evitación cognitiva del individuo. De este modo, los individuos con II aumentada serán más propensos a participar en el proceso de preocupaciónpresenta una representación del MII (Dugas & Robichaud, 2007).
El Modelo Metacognitivo (MMC) El modelo Metacognitivo (MMC) de TAG
propuesto por Wells (1995, 1999, 2004, 2005) postula que los individuos con TAG experimentan dos tipos de preocupación. Cuando los individuos se enfrentan inicialmente con una situación de provocación de ansiedad, se generan creencias positivas acerca de la preocupación (por Ej. la creencia de que la preocupación les ayudará a afrontar la situación). Este proceso es conocido como Preocupación Tipo 1, la que Wells define como una preocupación de acontecimientos no cognitivos tales como situaciones externas o síntomas físicos (Wells, 2005). La Preocupación Tipo 1 estimula inicialmente una respuesta de ansiedad pero más tarde puede incrementar o reducir la ansiedad dependiendo de si el problema que ha estimulado la preocupación se ha resuelto. Durante el curso de la Preocupación Tipo 1, se activan las creencia negativas acerca de la preocupación (para las teorí- as de Wells sobre cómo se desarrollan las creencias negativas acerca de la preocupación inicial, véase Wells, 1995). Los individuos con TAG empiezan por preocuparse acerca de su Preocupación tipo 1; ellos temen que la preocupación sea incontrolable o que incluso puede ser inherentemente peligrosa. Este “preocuparse por la preocupación” (es decir, meta-preocupación) es llamado por Wells: Preocupación Tipo 2. Según el MMC, son las creencias negativas acerca de la preocupación y la Preocupación Tipo 2 resultante las que distinguen a los individuos con TAG de los preocupados no clínicos (Wells, 2005). Se ha postulado la hipótesis de que la Preocupación Tipo 2 se asocia con un conjunto de estrategias ineficaces dirigidas a evitar la preocupación por medio de intentos de controlar comportamientos, pensamientos, y/o emociones (por Ej. búsqueda de tranquilidad, comprobación de comportamiento, supresión del pensamiento, distracción y evitación de situaciones inquietantes; Wells, 1999, 2004). La participación en estas ineficaces estrategias de afrontamiento excluye la experiencia de eventos que podrían proporcionar evidencia para refutar la creencia de que la preocupación es peligrosa e incontrolable. Además, los grandes esfuerzos usados por aquellos con TAG para controlar sus pensamientos (por Ej. supresión de pensamiento, distracción) son a menudo infructuosos. Como resultado, pueden perder confianza en sus habilidades para controlar sus preocupaciones, sirviendo, por último, para reforzar la creencia de que la preocupación es incontrolable y peligrosa (Wells, 1999). Finalmente, Preocupación Tipo 2 conduce a un incremento de los síntomas de ansiedad, que pueden cumplir entonces una función de mantenimiento si los individuos interpretan estos síntomas de ansiedad como signos de que su preocupación es peligrosa o incontrolable (Wells, 2005). La Fig. 3 presenta una representación visual de este modelo (adaptado de Wells, 1997). Modelo de Desregulación de la Emoción El modelo de desregulación de la emoción (MDE) se basa en la literatura sobre la teoría de la emoción y la regulación de los estados emocionales en general (por Ej. Ekamn & Davidson, 1994; Gross, 1998; Mayer, Salovey, Caruso, & Sitarenios, 2001; Mayer, Salovey, Caruso & Sitarenios, 2003). El MDE también comparte características con la conceptualización de los déficits emocionales en el trastorno de personalidad límite (borderline) de Linehan (Linehan, 1993a, 1993b). El MDE se compone de cuatro componentes centrales (Mennin, Turk, Heimberg & Carmin, 2004). El primer componente afirma que los individuos con TAG experimentan una hiperexcitación emocional o emociones que son más intensas que las de la mayoría de las personas. Esto compete tanto a los estados emocionales positivos como negativos, pero particularmente a los negativos (Turk, Heimberg, Luterek, Mennin & Fresco, 2005). Segundo, los individuos con TAG tienen una comprensión más pobre de sus emociones que la mayoría de las personas. Tercero, tienen actitudes más negativas acerca de las emociones (por Ej. la percepción de que las emociones son amenazantes) que los demás . Finalmente, evidencian una regulación de la emoción maladaptativa y estrategias de manejo que les dejan potencialmente en estados emocionales que son incluso peores que aquellos que inicialmente pretendían regular (Mennin y co., 2004). Cada uno de los cuatro pilares del MDE tiene varios principios. Por ejemplo, incluidos en el primer componente del modelo (intensidad de emociones) están los supuestos de que los individuos con TAG tienen un menor umbral para la experimentación de emoción que los demás, y que las emociones se producen más fácil y más rápidamente y no sólo con más fuerza, entre los individuos con TAG (Mennin, Heimberg, Turk & Fresco, 2005). Además, quizás debido a la hipótesis de una mayor intensidad y un menor umbral para las emociones, también se espera que los individuos con TAG expresen las emociones más frecuentemente que otros, y esto es particularmente el caso para las emociones negativas. El segundo componente (pobre comprensión de las emociones) incluye déficits en la descripción y el etiquetado de las emociones, así como en el acceso y la aplicación de la información útil que conllevan las emociones (Mennin y col., 2005). Existe la hipótesis de que la combinación de los componentes 1 y 2 conduce al tercer componente, que estipula que los individuos con TAG llegan a estar abrumados, ansiosos o incómodos cuando se producen emociones fuertes, de modo que se crea un ciclo de retroalimentación. Existe también la hipótesis de que los individuos con TAG muestran hipervigilancia extrema para la información amenazadora y atención aumentada bien hacia las emociones o lejos de ellas y de las creencia negativas pertinentes (McDonald, Hahn, Barefiled, Smith & Williams, 2005). Finalmente, esta secuencia culmina en el cuarto componente, que especifica que los individuos con TAG hacen intentos fracasados o maladaptativos, para minimizar o las emociones o el sobre control de las emociones, o la excitación emocional inadecuadamente expresada (por Ej. preocupación excesiva, supresión de emociones, arrebato emocional). Como tal, la preocupación juega un papel fundamental en este modelo como una estrategia ineficaz para afrontar las emociones. Sin embargo, según Mennin y col. (por Ej. Mennin y col., 2005), estas sucesiones de eventos se pueden producir en la dirección opuesta (es decir, estrategias de regulación de emociones maladaptativas conducen a una emoción negativa incrementada), dando lugar así a un ciclo bidireccional de desregulación emocional y afecto negativo. La Fig. 4 presenta una representación visual de este modelo.
Modelo Basado en la Aceptación del Trastorno de Ansiedad Generalizada
(MBA) Roemer y Orsillo (2002, 2005) se han basado en el Modelo de Evitación Experiencial de Hayes y colegas (Hayes, Wilson, Fifford, Follette & Stroshal, 1996) y sobre el MEP de Borkovec (Borkovec y col., 2004) proponiendo un modelo preliminar basado en la Aceptación del Trastorno de Ansiedad Generalizada de Toxicomanías. Nº. 63 - 2011 29 Relación problemática con las Experiencias Internas Evitación Experiencial (por Ej. preocupación) Restricción Conductual Reducido malestar a corto plazo Malestar aumentado Malestar aumentado (MBA). De acuerdo con Roemer y Orsillo (Roemer & Orsillo, 2002, 2005; Roemer & Orsillo, comunicación personal, enero 2009; Roemer, Salters, Raffa & Orsillo, 2005) el MBA implica cuatro componentes: (a) experiencias internas, (b) una relación problemática con las experiencias internas, (c) evitación experiencial y (d) restricción conductual (véase Fig. 5). Según este modelo una relación problemática con experiencias internas (pensamientos, sentimientos o sensaciones corporales) se compone de dos aspectos específicos, a saber, (1) reacción negativa a experiencias internas y (2) fusión con experiencias internas. El primer aspecto, reacción negativa a experiencias internas, implica cualquier pensamiento negativo (por Ej. juicio de respuestas emocionales como extremas o indeseables) o meta-emociones (por Ej. temor de miedo) que puede surgir cuando un individuo tiene una experiencia interna. Cuando ocurre esto, los individuos experimentan dificultades de monitorización, aceptación e interpretación de las emociones. Es notable que este primer problema es conceptualmente similar al énfasis del MDE sobre las actitudes negativas (por Ej. percepción de que las emociones son amenazantes; Mennin y col., 2002). El segundo problema, fusión con experiencias internas, implica llegar a estar enredado o “fundido” con la reacción negativa o las experiencias internas. En otras palabras, la fusión con experiencias internas es una creencia de que estas reacciones negativas transitorias a las experiencias internas son permanentes y por tanto una característica definitoria del individuo. El tercer componente de este modelo, evitación experiencial, se define como evitación activa y/o automática de las experiencias internas percibidas como amenazantes o si no como negativas. Los ejemplos incluyen preocupación acerca de futuros posibles acontecimientos o preocupación acerca de asuntos menores para evitar preocupaciones más serias. El componente final de este modelo, restricción conductual, es la reducción de la implicación en acciones valoradas o en actividades que el individuo encuentra significativas (por Ej. pasar tiempo con la familia). La restricción conductual se desarrolla a medida que los individuos con TAG llegan a ser más experiencialmente evitadores de sus experiencias internas. A menudo generalizan esa evitación a otras actividades de sus vidas que son valiosas, tales como pasar tiempo con sus familias. Una consecuencia de la restricción conductual puede ser la reducción de la conciencia del momento presente, lo que puede limitar la conciencia que experimentan los individuos con TAG cuando se involucran realmente en acciones valoradas. Los creadores de la MBA sugieren que “los individuos con TAG tienen reacciones negativas hacia sus propias experiencias internas y están motivados para intentar evitar estas experiencias, lo que hacen tanto conductual como cognitivamente (por medio de la participación repetida en el proceso de preocupación)” (Roemer & Orsillo, 2005, p. 216). Concretamente, un individuo puede percibir una amenaza externa o puede tener una experiencia interna desagradable que le conduce a participar en la evitación experiencial. Esta evitación reduce el malestar causado por la experiencia interna a corto plazo. Sin embargo, a largo plazo esta evitación sirve para reforzar la restricción conductual dado que el individuo llega a estar menos comprometido en actividades (ya sea por su menor implicación en actividades, ya por estar menos experiencialmente consciente durante las actividades) que él/ella encuentra valiosas. Esto ocasiona un aumento de la angustia que puede disparar más experiencias negativas internas, perpetuando de este modo el ciclo.