¿Es necesario el texto que usted tiene ahora en sus manos?
Usted está ahora en una exposición. Ve aquí palabras. Palabras
escritas. Escritas por un cuerpo. Me corrijo. El sujeto de la oración es cuerpo (¿quién escribe a máquina? un cuerpo). No en esta máquina en la que escribo justo ahora (un ahora que ya no es el momento de la lectura). Hablamos de una máquina anacrónica. Fuera de sentido. Fuera de comercialización. Fuera de stock. Un aparato que debería pertenecer al Ejército de Salvación. Por inútil.
Entonces, ¿es necesario que usted visite una exposición de palabras
escritas con una máquina inútil? (¿Es que usted vino por el vino? ¿O es usted pariente de López Verrilli? ¿Del lado de los López o de los Verrilli?)
Vuelvo a proponer la cuestión que da título a estas líneas: ¿es
necesario el texto que usted tiene ahora en sus manos? Le respondo: es indispensable. El protocolo del arte indica que toda exposición estándar debe contar con un texto de su curador. No importa lo que este texto diga (yo escriba y usted lea). Importa que en sus manos tiene un texto de exhibición —de espacio, de volumen, de luces, papeles, maderas y vernissage— y no el prólogo de un libro. Esta es la impertinencia disciplinar que otorga algún sentido de existir a estas palabras.