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Reflexión del ejercicio:

Porqués.

Centro de Estudios Escénicos


Decía el maestro Margules:
“Yo creo que los actores cobardes, los que no quieren tocarse, los que no quieren llegar al último
rincón de su intimidad, son los que se detienen con la racionalización, el fingimiento y la
prefabricación de sus emociones.

Quiero al actor que logre transgredirse, romperse en pedazos, romper en pedazos su estructura
racional en cada ensayo, en cada noche de puesta, y llegue a su subconsciente, o sea su intimidad,
al ultimo rincón donde duerme su experiencia, donde duerme su ser instintivo, y saque de ahí, una
emoción, otra emoción, un flujo de emociones; luego les de tiempo para que llenen su organismo,
luego se monte sobre ellas y ya no conduzca las emociones, sino que sea conducido como un jinete
sobre el caballo de la emoción y pase de una a otra.
El actor de imaginación corta; que no se lanza al abismo durante la función, el actor elucubrante,
aniquila mi imaginación y todo adquiere la sensación de lo postizo, de lo inventado y me atrevo a
decir, de lo doctrinado.

No hay límite de entrega para el actor. Es más bien cuestión de higiene emocional. El actor que pone
su imaginación, su cuerpo, su rostro; que se expone frente al público, debe conocer las mínimas y
máximas reglas de su comportamiento y de la aplicación de higiene mental, esto es parte del
entrenamiento. El mejor actor intuitivo, el mejor actor de construcción que no posee una solida
higiene mental, seguirá viviendo en la ficción fuera del escenario o se entregará a cualquier
desvarío, se volverá su coqueta víctima porque jamás le abandonará el exhibicionismo, será
exhibicionista dentro y fuera del escenario.
El actor tiene que desarrollar a mas no poder la profundidad, darle rango, darle altura a la ficción
que se despliega en el escenario. Se es actor precisamente porque al salir del escenario puede dejar
la ficción en paz; el actor debe saber separar la realidad de la ficción, de la realidad de la no ficción,
esto es esencial. Y no quiero decir siempre la realidad, porque un artista es artista las 24 horas del
día, y todos los días, pero para ser actor hay que tener los pies muy fuerte en la tierra y saber
cuándo separarse de ella y cuándo retomar a ella, jamás hay que invadir la vida cotidiana con la
ficción. Muchos actores se solazan con la ficción fuera del escenario y difícilmente se les da la
ficción en el escenario.”

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